Publicado el 2 comentarios

Don Pedro I: el rey Cruel y Justiciero

Pedro I el Cruel

«Revisando la historia española podemos observar gran diversidad de apelativos o sobrenombres con que reyes o reinas han sido bautizados por sus contemporáneos o por las generaciones sucesivas: Alfonso X ‘El Sabio’, Fernando III ‘El Santo’, Carlos III ‘El Malo de Navarra’, Enrique II ‘el de Las Mercedes’, Pedro ‘El Ceremonioso’, Alfonso V ‘El Magnánimo’, Martín I ‘El Humano’, o Isabel y Fernando ‘Los Reyes Católicos’ son buena muestra de ello, pero solo hay un rey don Pedro (Burgos, 1334 – Montiel, La Mancha, 1369) en el que convergen dos sobrenombres contradictorios y complementarios: Cruel y Justiciero. La polémica sobre qué imagen del rey don Pedro es la más acertada ha hecho correr ríos de tinta a numerosos historiadores. Esto ha convertido al monarca en una figura literaria de primer orden, propiciando que historia y ficción se vean mezcladas. Realidad y fantasía con el rey don Pedro como protagonista y galán».

COGOLLUDO

Vista aérea de Montiel y el castillo de la Estrella. Autor, Cogolludo

«Don Pedro es –no cabe duda– el rey cruel que López de Ayala retrató en su Crónica, pero también es, por otra parte, el rey justo con que le caracterizaron sus seguidores. Son para muchos, dos apelativos interrelacionados y nada contradictorios que responden a actuaciones concretas del monarca».
Para unos, sus detractores, resalta el carácter despótico e irascible del monarca y harto violento con los nobles y con su propia esposa doña Blanca de Borbón, a la que confinó por el resto de sus días. Entre sus víctimas figuran don Fadrique su hermanastro, Maestre de la poderosa Orden Militar de Santiago; don Juan y don Pedro también hermanastros asesinados en el castillo de Carmona; Garcilaso de la Vega; Abu Said, el rey Bermejo y un sinfín de nobles y caballeros. Además le achacan a don Pedro cierta decadencia moral por su especial protección a los judíos y musulmanes.
Para otros, sus partidarios, la polémica actuación del rey don Pedro durante los diecinueve años de su reinado es explicable debido a la compleja época histórica que heredó, pues desde Sancho IV, Fernando IV y Alfonso XI los monarcas tuvieron enconada pugna con la levantisca nobleza castellana. El rey Pedro I enseguida pidió cuentas de sus fortunas a algunos nobles y privados y esto creó incomodidad y rechazo hacia su persona. Para estas labores tuvo como tesorero real a Samuel Leví, judío. Y al mismo tiempo, Pedro I, vendió como esclavos a los judíos de Jaén para condonar la deuda contraída con los moros granadinos por su ayuda militar, lo que denota la conducta oscilante del monarca según los problemas que le acontecían o dependiendo de los consejos de su Corte.

acusticalennon

Iglesia de San Sebastián. Montiel. Autor, Acusticalennon

Cruel y Justiciero. Nadie puede negar que Pedro I actuó con extrema dureza en su lucha contra los grandes señores de la nobleza y contra los de su propia sangre. Pero no hizo nada distinto al otro bando, salvo perdonarle la vida varias veces a ese mismo hermano que fue su verdugo. Enrique, el responsable de introducir el apelativo de cruel en las crónicas, fue llamado a la posteridad ‘El Fratricida’. Un apodo igual de crudo que el de su hermano. Ambos, no obstante, mataron a hermanos y mostraron inusitados grados de violencia, incluso para el belicoso Reino de Castilla, durante la guerra que les enfrentó. Ambos pudieron recibir el apodo de su contrincante de ser otros los cronistas.
Fue la Historia, que la escriben los ganadores, la que puso la etiqueta a su conveniencia. Así, no es casualidad que Isabel ‘La Católica’, también enfrentada al poder de los grandes nobles, que hacían y deshacían a su antojo durante su reinado, fuera la primera en censurar el apelativo de ‘El Cruel’. Como tampoco lo es que Felipe II –quien encerró a la princesa de Éboli, de la poderosa Casa de los Mendoza, y desterró a Fernando Álvarez de Toledo, de la no menos poderosa Casa de Alba, a Uceda (Guadalajara) en el transcurso de un mismo año– insistiera en que Pedro volviera a ser ‘El Justiciero’.

«Soy don Pedro el Justiciero,
No soy don Pedro el Cruel,
Y aquí me hallo en Montiel
Por auxilio de Toledo.
De mis caballeros quiero,
Vengan todos a esta villa
Para luchar por Castilla.
A Enrique debo matar,
Él se ha hecho coronar
Para usurparme la silla»

Atardecer en La Mancha. Autora, Marian FF

Atardecer en La Mancha. Autora, Marian FF

____________________________

Textos extraídos de la obra:
‘Ni quito ni pongo rey’.
Pacheco Sánchez, Emilio. Ed. Biblioteca de autores manchegos. Dip. de Ciudad – Real, 2010.

Bibliografía:
– ‘Pedro de Castilla: la leyenda de doña María Coronel y la muerte de don Fabrique’. Tubino, Francisco Mª (1887). Madrid: Sevilla: Imprenta de «La Andalucía»
– ‘Pedro I el Cruel y Enrique de Trastámara’. Valdeón Baruque, Julio (2002). Madrid: Santillana Ediciones Generales, S.L.

Publicado el 16 comentarios

Campo de Montiel. Patrimonio de la Humanidad

Torre de Juan Abad

Pocos conocen el primer espacio por donde comenzó a caminar la imaginación de Cervantes, describiendo a Don Quijote a lomos de Rocinante, acompañado por Sancho en el rucio, aventurándose en la incertidumbre y el deseo por adquirir fama, desde su salida en un amanecer de julio.

El aura atemporal que todavía envuelve a esta comarca la mantiene como lo más cercano a la imagen que pudo encontrar el recaudador de impuestos trajinando entre la Corte y Andalucía, deteniéndose en nuestras ventas o tratando con acaudalados propietarios de mayorazgos.

La situación y trama urbana de los pueblos permanece básicamente igual a la de hace cuatro siglos. Variada en cuanto al crecimiento de la misma. La adaptación de las viviendas a la época actual y las infraestructuras viarias. Pero aunque encontremos un cierto desorden urbanístico que altera la armonía y la imagen de conjunto de un pueblo atractivo acorde con su identidad y trayectoria cultural; si que es posible advertir como fueron siempre. Pues los núcleos originarios permanecen fieles a la génesis que iba trazando sus calles. La volumetría de las casas se mantiene a dos o tres alturas, preservando la horizontalidad propia de estas latitudes. Entre cuyo caserío blanco sobresalía la poderosa torre del castillo o de la iglesia.

Paseando por Villanueva de los Infantes. Autor, Enaire Fotografía

Paseando por Villanueva de los Infantes. Autor, Enaire Fotografía

No perdemos la esperanza por preservar y potenciar la identidad de nuestros pueblos para poder compartirlos como agradable destino turístico. Trabajamos para transmitir los múltiples beneficios que nos reporta a todos habitar y compartir entornos equilibrados con la comodidad actual y la identidad cultural tradicional.

Por suerte el Campo de Montiel conserva un conjunto de veintitrés pueblos descritos en las Relaciones Topográficas de Felipe II, que todavía permanece tal cual en su esencia, aunque maquillado por falta de atención a su auténtico valor. Pudiendo atisbar en todos sus pueblos, ese mundo que sirvió de inspiración a la genial novela.

Destaca Villanueva de los Infantes como Conjunto Histórico Artístico Nacional. Su riqueza patrimonial poblada de iglesias, ermitas, palacios y casas populares, la convierten en una ciudad para ser visitada con calma. Donde además te sorprenderás encontrando la Casa de Estudios donde estuvo Jiménez Patón, Lope de Vega, Quevedo y más literatura de primera línea.
Atraen sus calles principales repletas de portadas blasonadas, pero no hay que dejar de recorrer muchas otras de estilo popular que muestran el encanto que conoció Cervantes, y hoy dan imagen material de lo que pudo ser el mundo que vieron sus inspirados ojos, pensando en Don Quijote.

Interior de la iglesia Nuestra Señora de la Asunción, Villahermosa. Autor, Miguel Andújar

Interior de la iglesia Nuestra Señora de la Asunción, Villahermosa. Autor, Miguel Andújar

El conjunto de iglesias-fortaleza de la comarca, erigidas por la Orden de Santiago merece una visita exclusiva. Empezando por La Solana y finalizando en Alhambra podremos descubrir templos majestuosos como los de Membrilla, Torrenueva, Villahermosa, Villanueva de los Infantes, Cózar, Alcubillas, Terrinches, Puebla del Príncipe, Almedina, Torre de Juan Abad, Ossa de Montiel, Villamanrique, Albaladejo, o ruinas de Fuenllana.

Castillo de Santa Catalina. Autora, Mª Angeles Jiménez García

Castillo de Santa Catalina, Fuenllana. Autora, Mª Angeles Jiménez García

La oferta monumental de la comarca es variada y completa. Abarcando todos los periodos de la historia. En Terrinches se encuentra un conjunto megalítico de carácter funerario. Santuario para los pobladores de la Edad del Bronce, postrado ante el sol del invierno que amanece sobre la peña del Cambrón.
En Alhambra además de los vestigios romanos y la necrópolis visigoda, su castillo omeya reconstruido por los cristianos.
Villanueva de la Fuente asentada sobre Mentesa. Todavía por excavar las entrañas del gran pasado histórico que yace bajo la actual población.
El nutrido grupo de yacimientos de diversas épocas que jalona la Vía Hercúlea desde Villanueva de la Fuente hasta el límite con Andalucía en Puebla del Príncipe y las inmediaciones de Villamanrique.
El cinturón fronterizo de edificaciones fortificadas en torno al castillo de la Estrella de Montiel. Terrinches, muy bien restaurado como centro de interpretación de la Orden de Santiago. El torreón de Puebla del Príncipe. El gran castillo de Montizón en Villamanrique, acompañado por el maravilloso paisaje tendido a sus pies, defendido por ganaderías de reses bravas.

Las plazas mayores de La Solana, Villahermosa, San Carlos del Valle y Villanueva de los Infantes. El conjunto arqueológico de la villa medieval de Montiel y su castillo de La Estrella.

Panorámica del Castillo de La Estrella, Montiel. Autor, Ramón Alamo

Panorámica del Castillo de La Estrella, Montiel. Autor, Ramón Alamo

Los singulares santuarios, ermitas y parajes que dan cobijo en los campos a quien busca sosiego y belleza, también son numerosos. Virgen de La Antigua, Virgen de la Carrasca, Virgen de los Olmos, Virgen de los Desamparados, Virgen de Luciana. Las ermitas rurales de Villahermosa. Las ermitas urbanas de Torrenueva.

La fuente Imperial de Almedina merece una visita por sí sola. Complementada con el puente de piedra, la ermita de Los Remedios y las metafísicas vistas de su paisaje semidesértico.

Es muy enriquecedor para los ojos que buscan la autenticidad rural, pasear estos caminos o recorrer estas carreteras habitadas por pueblos inmersos en paisajes agrícolas que siguen roturando la tierra con el mismo proceso que los originó hace siglos.

Vista de Villamanrique. Autor, desconocido

Vista de Villamanrique. Autor, Miguel Felguera

La histórica y literaria comarca del Campo de Montiel, posee en su centro geográfico la fortuna de albergar una ciudad del Siglo de Oro en Villanueva de los Infantes, y una auténtica villa rural manchega en Fuenllana.

Y toda la comarca disfruta de una orografía ideal para disfrutarla a pie, bicicleta, o caballo. Paisajes amables acunados entre suaves ondulaciones adornadas con machas de monte mediterráneo.

Parajes grandiosos en las estribaciones de Sierra Morena como La Herrumbrosa en Castellar de Santiago, que unido al conjunto de espacios que llegan hasta la sierra de Relumbrar en Villanueva de la Fuente componen un mosaico de fauna y flora de valor excepcional.
Aves esteparias campando por las grandes extensiones cerealistas. Rapaces sobrevolando los fantasiosos sueños del Quijote. Búhos reales internos en la lejanía del monte, sonando en las noches de invierno.
Y por supuesto el Parque Natural de las Lagunas de Ruidera. Espacio excepcional que debe ser tratado de forma más completa que la simple mención en este artículo informativo.

desde terrinches la zona de pinos es la ermita de San Isidro de terrinches. Autora, Mariangeles Minguez Gomez

Panorámica de Sierra Morena desde Terrinches. Autora, María Angeles Mínguez Gómez

El Campo de Montiel, sin duda, pronto estará en la exclusiva lista de lugares Patrimonio de la Humanidad, un mundo marcado por Don Quijote que sorprende al visitante por la cantidad de recursos propios que atesora.

Puesta de sol en el Campo de Montiel

Puesta de sol en el Campo de Montiel


Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano


Fotografía de portada: Trazado urbano de Torre de Juan Abad. Autor, Cogolludo

Publicado el Deja un comentario

Montiel medieval. La vida cotidiana en un mercado de la Edad Media (2ª Parte)

Montiel medieval. La vida cotidiana en un mercado de la Edad Media (2ª Parte)

Llega la mañana y los tenderetes se levantan, las casetas hacen su aparición y con ellas, la plaza o el descampado se llenan de gentes de toda procedencia y condición social. En las esquinas, por supuesto, no deben faltar los pobres de necesidad, y también aquellos que lo parecen pero no lo son. Ya entonces se clamaba contra los “grandes tacaños, ladrones y tahúres que fingen deformaciones engañando al público y luego se rodean en crapulosas juntas criadoras de toda maldad”. Por eso algunos tratadistas de la época insistían en la necesidad de que los verdaderos pobres pudiesen demostrarlo mediante una bula de plomo colgada al cuello, y que ésta llevase impresa las armas del ayuntamiento. En la misma línea se clamaba también contra jugadores, alquimistas, vagos, los que ejercen maleficios y las alcahuetas, aunque éstas últimas lo era más por una razón social que moral, ya que “provocan adulterios dando lugar a la bastardía”.

2. Recreación historia. Llegada de Pedro I a Montiel. Autor, InfantesDigital

Recreación historia. Llegada de Pedro I a Montiel. Autor, InfantesDigital

Un fraile catalán del siglo XIV, Francisco Eiximenis, pregonaba en sus escritos que desde que el mundo es mundo ha habido quien trabaja y quien no lo hace, por lo que deben encontrarse fórmulas que limiten el ocio, la madre de todos los pecados. Así establece una serie de remedios infalibles para reducir el número de “vagos” que aparecen en calles y mercados:

“Pobres, lisiados y enfermos, a pesar de su situación, deben hallar una manera de ser útiles: todos pueden rezar y pedir perdón por sus pecados; los ciegos pueden realizar trabajos con las manos (tocar las campanas, manejar el fuelle de los herreros…), los mancos pueden hacer recados, llevar paquetes al cuello o trabajar con los pies (pisando cuero para ablandarlo), los cojos sirven como maestros de los niños, pueden escribir o ser revendedores en puestos fijos, e incluso los leprosos pueden hacer, alejados de los sanos, eso sí, los trabajos que otros hacen dentro de la comunidad”.

3. Escena medieval de época gótica. Autor, Desconocido

Escena medieval de época gótica. Autor, Desconocido

En los mercados y ferias es común hallar una ocupación que genera amplias divisas sin apenas esfuerzo: la de los trileros. Consiguen el dinero ajeno de forma peligrosa mediante cubiletes y la famosa esfera al uso: cuando el apostador cree que la bolita está bajo uno de ellos, en realidad se encuentra en otro, haciendo en consecuencia perder al incauto un dinero difícilmente ganado. Entonces llamaban a este truco el “Pasa-pasa” por la facilidad con que el artista hacía trasladarse la bola de uno a otro recipiente. Junto a estos embaucadores se encontraba también el domador, que aparece en los relieves góticos con el oso amaestrado atenazado por la argolla en las fauces, al igual que el “húngaro” de siglos posteriores.

4. Lucha de Paladines. Autor, Desconocido

Lucha de Paladines. Autor, Desconocido

Los colonos recién llegados a estas tierras de frontera recién conquistadas, como lo fue el Campo de Montiel durante el siglo XIII, encontraron que algunas de las costumbres de Al-Ándalus tenían muchas más ventajas que perjuicios… Y las hicieron suyas. Una de las más llamativas (por la escasa conciencia de aseo personal que existía entonces) era la de los baños públicos: hasta tal punto resultaron estos locales providenciales para el hosco comerciante, el hidalgo o el burgués, que según nuestro erudito Sánchez Albornoz su uso se extendió como la pólvora y llegaron a ser mucho más corrientes en nuestro país de lo que se piensa. Los baños públicos fueron casi siempre de propiedad real, y el estado o concejo dictaba los días en que se podía acceder a ellos según sexo o raza. Por ejemplo, muchos fueros municipales estipulan que los martes, jueves y domingos deben reservarse para las mujeres, y el resto de los días para los hombres. A veces se especifican razas, y así, en el fuero de Sepúlveda, los jueves y sábados solo se abrían para los varones mientras que los viernes y domingos quedaban para uso exclusivo de los judíos.

5. Vista de Montiel desde el Castillo de La Estrella. Autor, Ciudad-Real.es

Vista de Montiel desde el Castillo de La Estrella. Autor, Ciudad-Real.es

Existía además una rígida legislación contra los frecuentes casos de robos o libertinaje en estos locales. No eran raras, por ejemplo, las riñas más o menos casuales y en las que el resultado era algún muerto por arma blanca. Tampoco la presencia de prostitutas, aunque dada la rígida moralidad de la época éstas ejercían su oficio ocultas bajo el velo de determinados formalismos (oficialmente se trataba de camareras con el cometido de cuidar de las tinas y los fogones).

6. Escena de la época que representa un mercado medieval. Autor, Desconocido

Escena de la época que representa un mercado medieval. Autor, Desconocido

En cuanto a los rateros, los había de todos los gustos y colores: pillastres, ladrones de guante blanco, jugadores tramposos… Por fortuna las leyes municipales regulaban extensamente estos ataques al bien ajeno y así, puede leerse en algunos fueros que:

“Si el objeto robado pertenece al establecimiento, el culpable será sentenciado a la amputación de una oreja. Pero si la víctima es un particular mientras disfrutaba de su baño, condénese al ladrón a perder las dos orejas”.

Continuará…

Publicado el 1 comentario

Montiel medieval. La vida cotidiana en un mercado de la Edad Media (1ª Parte)

Montiel medieval. La vida cotidiana en un mercado de la Edad Media (1ª Parte)

Los próximos 22 y 23 de marzo se celebran en la localidad de Montiel las XL Jornadas “Montiel Medieval”, Fiesta de Interés Turístico Regional y que este año coincide además con el 680 aniversario del nacimiento del Rey Pedro I de Castilla (1334-2014). Tras la conquista cristiana desencadenada en 1212 con la batalla de las Navas de Tolosa, y que culminó con el asedio y toma del castillo de la Estrella entre 1224 y 1227, Montiel se convirtió en uno de los referentes socioeconómicos más importantes de la frontera gracias a la Orden de Santiago. Mucho ha llovido desde entonces, pero visitar hoy el lugar donde leyenda y ciencia coinciden en situar la muerte del Rey Cruel a manos de su hermanastro, constituye todavía un ejercicio de espiritualidad que refrenda de manera sublime el perfil hierático del castillo, entre los cerros rojos y los olivares que lo rodean por sus cuatro horizontes. En palabras de Salvador Carlos Dueñas:

“Testimonio vencido sin quererlo. Por fin socorrido. El Castillo de la Estrella sigue siendo el rey del valle del Jabalón, imponiendo su presencia como lo más rotundo de un paisaje auténtico y esencial, clavado en la Historia, olvidado del tiempo. Donde el viento entre los cantiles, suena a veces airado como el pendón de Castilla a punto de batallar. Cerro mágico con mucho de Santiago y todavía algo de Granada, Córdoba y Sevilla”.

2. Animación en un Mercado Medieval. Autor, Jose María Moreno García

Animación en un Mercado Medieval. Autor, Jose María Moreno García

Pero más allá de la gesta queremos dedicar este artículo a lo que fue la vida cotidiana de las gentes que ocuparon Montiel, y que de forma magistral se recrea todos los años en el mercado medieval organizado a finales de marzo en esta localidad manchega. Damas, campesinos, alcahuetas, plateros, comediantes, curtidores, mendigos, frailes… Montiel fue un crisol de gentes y ocupaciones que tuvo su punto álgido entre los siglos XII y XV, en plena Baja Edad Media. Declinó después con el ascenso a categoría de villa de una de sus aldeas, Villanueva de los Infantes, honor que fue refrendado en época de Felipe II hasta alcanzar la capitalidad de toda la comarca de Campo de Montiel.

3. Escena cotidiana de la Baja Edad Media. Obra de Pieter Brueghel, el Joven (1564-1638)

Escena cotidiana de la Baja Edad Media. Obra de Pieter Brueghel, el Joven (1564-1638)

Uno de los núcleos vitales de una villa medieval como Montiel lo constituía el mercado. Los mercados se levantaban de forma más o menos regular al amparo de un castillo, junto a una posada o en un cruce de caminos, y a menudo fue esta dinámica espontánea la que dio lugar a centros urbanos en lugares antes casi despoblados. En días fijos, los habitantes de las villas y de los mansos (tierras entregadas al campesino que se encomendaba a un señor, pasando así a ser su siervo) acudían al lugar señalado, y a él iban también los mercaderes y vendedores ambulantes para realizar las compraventas o los intercambios en especie habituales. Gracias al mercado los habitantes de las zonas rurales podían procurarse alimentos, vestidos o útiles que les hubiese sido difícil adquirir de otro modo. Su periodicidad, semanal o bisemanal, garantizaba de esta forma el abastecimiento.

4. Paisaje del Campo de Montiel. Villamanrique. Autora, Sagrario Téllez Labrador

Paisaje del Campo de Montiel. Término de Villamanrique. Autora, Sagrario Téllez Labrador

En emplazamientos especiales, y con ocasión de solemnidades religiosas, solían celebrarse también ferias importantes a las que acudían personas de lugares muy alejados, y donde se compraban objetos que serían inusitados en un simple mercado. Las ferias duraban a veces varios días y daban lugar al levantamiento de barracones de madera o tenderetes, y eran ocasión de lucimiento para los juglares y otros comediantes. Sin embargo, mientras muchas ferias han perdurado hasta nuestros días y siguen aún celebrándose en descampado, algunos mercados hicieron que en el lugar donde se celebraban las transacciones fueran edificándose algunas casas, plazas o lonjas, dando lugar con el tiempo a pequeños burgos que posteriormente se convirtieron en grandes ciudades.

5. Un banquete medieval. Obra de Pieter Brueghel, el Joven (1564-1638)

Un banquete medieval. Obra de Pieter Brueghel, el Joven (1564-1638)

Los mercados, al igual que en la actualidad, empezaban a levantarse cuando aún no había apuntado apenas el día. Las calles a esa hora estaban totalmente a oscuras, porque la vida en Montiel y otras ciudades se desarrolla preferentemente desde el amanecer hasta el crepúsculo. Quienes deambulan por ellas, pocos, tienen que llevar su propia luz, y en el caso de los más pudientes es el criado o el mozalbete el que actúa de portaantorcha. Pero en general los nobles y burgueses solo ocupan las calles del mercado cuando éste ya ha sido levantado, bien entrada la mañana. A esas horas, los que atraviesan presurosos las calles desiertas son los trabajadores dirigiéndose a sus lugares de oficio, o gremios. Hasta tal punto cada oficio tenía su zona delimitada en el pueblo, que con el tiempo éstas pasaron a conocerse como “El barrio de los tejedores”, “La Platería”, “El barrio de curtidores”… tal y como siguen denominándose todavía hoy, en las ciudades de alcurnia procedentes de aquella época.

6. Campos de La Mancha, cerca de Montiel. Autor, Pablo Sánchez

Campos de La Mancha, cerca de Montiel. Autor, Pablo Sánchez

Allí, en el zaguán o en el cuartucho pobremente iluminado, están ya trabajando el maestro, el oficial y el aprendiz. Al amparo del primero se coloca el tercero, sin paga al principio, para aprender su oficio hasta convertirse en oficial. Después, si pasaba el examen ante otros maestros, accedía al grado máximo con la autorización de abrir un nuevo taller por su cuenta. Los gremios podían considerarse como los sindicatos de hoy, y de ellos proceden las actuales Cofradías y su tradicional forma de actuar hasta hace bien poco: caja de protección para enfermos y desamparados; entierros para damnificados en calamidades públicas… Y es que estos estamentos profesionales se caracterizaban por su gran dedicación religiosa, hasta el punto de que cada uno estaba bajo la advocación de algún santo patrón: los carpinteros con San José; los zapateros con San Crispín. En algunas iglesias se conservan todavía capillas especiales dedicadas al gremio y que en aquella época eran costeadas íntegramente con las donaciones de sus socios.

Continuará…

7. Monolito en el Castillo de San Polo

Monolito en el Castillo de San Polo. Montiel

Publicado el 10 comentarios

De caballeros andantes y bandoleros: Campo de Montiel

De caballeros andantes y bandoleros: Campo de Montiel

A lo largo de los siglos, las tierras sureñas del Campo de Montiel han sido escenario de conquistas y guerrillas sin cuento. Por sus caminos desfiló la élite de los ejércitos victoriosos, y a su sombra, tranquilos arrieros con sus recuas de mulas, pastores y ganados de trashumancia, hidalgos de fortuna, Quijotes en busca de agravios y Damas a las que servir. El paisaje es la estampa de unas gentes y una tierra moldeadas por la misma arcilla. Apariencia dura, pero también franca e ilimitada. Una vasta sucesión de llanuras onduladas y quemadas por el sol de agosto que dan paso a florestas en las zonas más agrestes y marginales: es el caso de los carrascales del sur, en los montes que flanquean el paso de Despeñaperros; las dehesas abrigadas junto al Jabalón y el Azuer o los bosques de sabina albar de Villahermosa, especie relicta de épocas más frías cuando el hielo y las glaciaciones dominaban en toda Europa.

Históricamente, el Campo de Montiel correspondía a ciertos territorios al sur del Tajo administrados por la Orden militar y religiosa de Santiago. La Orden los adquirió después de su reconquista por las tropas cristianas de Alfonso VIII, en 1213, campaña que completó Fernando III años más tarde con la caída del castillo de la Estrella en Montiel. Fue precisamente el carácter repoblador y administrativo de los de Santiago lo que permitió transformar un paisaje islamizado en el más conocido de villorrios, monasterios y castillos propio de las tierras de frontera.

Paisaje del Campo de Montiel

Paisaje del Campo de Montiel

Hoy la comarca se integra por completo al SE de la provincia de Ciudad Real (si excluimos Ossa de Montiel, perteneciente a Albacete), pero de alguna forma el carácter fronterizo ha presidido siempre su fisionomía, pues ya fue habitada por íberos y romanos que hicieron de ella paso obligado entre las vegas Béticas y los altos meseteños del norte. Su carácter marginal no menguó con el nombramiento de Villanueva de los Infantes como nueva capital de la comarca, y durante siglos el acceso desde el sur, o paso de Despeñaperros, infame camino donde los viajeros tenían que abandonar el carruaje y continuar a lomos de mulas, resultó un lugar predilecto para los bandoleros que asolaban toda Sierra Morena. En el siglo XIX fue escenario habitual de las luchas de guerrillas entre el pueblo y las tropas napoleónicas. Francisco Abad Moreno, “Chaleco”, capituló en Almedina, y en su cuadrilla figuraron otros de gran renombre como Juan Vacas y Juan Toledo, de quienes se dice que llegaron a reunir más de 400 caballos en sus hazañas bélicas contra el invasor. Más tarde las guerrillas continuaron con idéntico tono, aunque esta vez durante las luchas carlistas que libró el pretendiente Carlos contra el gobierno liberal.

La antiquísima historia del Campo de Montiel es terreno sembrado, como no podía ser de otra forma, para leyendas y dichos populares. En los pueblos resulta común observar a finales del estío el paso de los “Remolinos”, arbustos arrastrados por los fuertes vientos en cuyo interior se cree habitan ánimas benditas en busca de alguna misa o padrenuestro no cumplido. El “Tío Nazario” de la Torre de Juan Abad suele aparecer bajando por las cadenas de los calderos colgados de la chimenea, y también se repite el mito de la dama dulce, o “Dama de los Montes”, que en Ruidera toma la forma de un niño extraviado y hallado en curiosas circunstancias: al ser preguntado por los lugareños refirió que había pasado toda la noche arropado y en compañía de una misteriosa mujer…

Balconadas de madera de la Plaza Mayor. Villanueva de los Infantes

Balconadas de madera de la Plaza Mayor. Villanueva de los Infantes.

Las villas de la comarca, surcada de este a oeste por los ríos Azuer y Jabalón, muestran de forma generalizada la estampa de la llanura manchega: grandes espacios ondulantes, villas soleadas y presididas por un campanario altivo, a veces el único hito visible en el paisaje; las casas enjalbegadas de cal, los corrales de ganado; plazas soñolientas con olmos, niños y viejos; eras de trilla, cortijos a la distancia, aljibes y abrevaderos junto al camino. De manera especial destaca Villanueva de los Infantes, capital histórica de la comarca desde 1573 y cuya Plaza Mayor es una de las más bellas de Castilla la Mancha. Declarada hoy Conjunto Histórico-Artístico, este pueblo celebra en breve sus tradicionales fiestas de las Cruces de Mayo dedicadas a la Cruz y al misterio de la Pasión de Cristo, con hogueras y rondallas que acuden a las casas para cantar el Mayo a las Damas:

    “Esas tus mejillas
dos grandes violetas,
no ha llegado mayo
y ya están abiertas”.
“Tiene tu barbilla
un hoyo perfecto,
colmado de flores
que da gusto verlo”.

Montiel, exhibe todavía con orgullo los viejos muros del castillo de la Estrella, escenario de un enfrentamiento que marcó el carácter pacífico de esta villa enclavada en la vega del Jabalón. Castillo de renombre es también el de Alhambra, una fortaleza peculiar que data de la época Omeya. Pero más peculiar aún es el emplazamiento del propio pueblo, encaramado a un cerro aislado en mitad de la llanura y desde donde íberos, romanos, visigodos y árabes trazaron durante milenios los destinos de esta parte de España.

Castillo de la Estrella, en Montiel. Autor, Francisco Pérez

Castillo de La Estrella, en Montiel. Autor: Francisco Pérez.

Muchos pueblos de la zona exhiben un pasado insigne, como Torre de Juan Abad, donde se encuentra una casa perteneciente al genial Don Francisco de Quevedo; o Fuenllana, tranquila villa entre Infantes y Montiel que fue cuna del renombrado arzobispo de Valencia Santo Tomás de Villanueva, nacido en 1486. Pero sin duda, el hecho por el que la comarca será siempre conocida y renombrada es por ser el escenario elegido por Don Miguel de Cervantes para las andanzas de sus dos inolvidables personajes, Don Quijote y Sancho Panza. Villahermosa, Infantes, Ruidera, Argamasilla de Alba… Hoy el itinerario de Don Quijote es cita obligada de turistas venidos de todos los países el mundo, que recorren el paisaje llano y surcado de veredas y cañadas, o punteado de ventas, cortijos y molinos como quien esperase encontrar en cualquier trocha la alargada sombra del caballero andante y su resignado escudero.

Laguna Conceja, en Ruidera

Laguna Conceja, en Ruidera.

Según Don Quijote, en Ruidera el viajero puede conocer a las hijas y sobrinas de tan insigne dama, quienes fueron hechizadas por obra del mago Merlín y encerradas en las profundidades de la cueva de Montesinos. Amantes o no de la buena literatura, el lugar merece sin duda una parada obligada para deleitarse con el espectáculo de un collar de lagunas surgidas de la nada, y extendidas para formar el Alto Guadiana cantado por los poetas árabes. Desde el nacimiento del río y la primera de las lagunas, ambos enclavados en Villahermosa, pasando por los saltos de agua de la Lengua y la Redondilla, el castillo berberisco de Rochafrida y las lagunas de la Colgada y del Rey, las más grandes del conjunto, la ruta es sin duda sinónimo de misticismo y poesía para todo aquel que se acerque a contemplarlas. Y si a esto unimos el complemento de una comida a base de platos y caldos de la tierra, donde no falten las migas, los galianos, las gachas o el pisto manchego, la experiencia de conocer esta comarca será sin duda algo digno de escribir y de recordar… tal y como hizo Cervantes en “Su lugar de La Mancha”.

El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Autor, El Bibliomata

El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Autor: El Bibliomata.