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Walter Starkie y la Alhambra. Una noche mágica de cante Jondo

baile jondo

Sin más equipaje que un garrote ni más medio de ganarse la vida que su violín (con el que consigue no solo sustento sino arrimarse a lo más granado del arte, la música y la poesía andaluzas) el irlandés Walter Starkie recorrió España en las décadas de los veinte y los treinta del pasado siglo. Fue precisamente la vida errante y despreocupada que vislumbró en su primer encuentro con los gitanos, lo que hizo que se apasionara con ellos, pues siempre se sintió reticente a la vida ordenada y académica que su padre pretendía imponerle. El resultado, unos viajes fascinantes por la España calé más profunda en busca de la personalidad de este pueblo errante y su genuina expresión artística: el cante jondo. Los siguientes fragmentos están extraídos de una de sus obras clásicas, “Don Gitano”, publicado en Inglaterra en 1936. Solo un apunte más: en la dedicatoria de su libro no puede evitar dejarse influir por el espíritu pesimista y melancólico de sus amigos, los gitanos, y escribe:

El que me oyere cantar
pensará que estoy alegre,
yo soy como el pajarito
que canta cuando se muere.

2. La Alhambra desde el Generalife. Autor, Joao Máximo

La Alhambra de Granada desde el Generalife. Autor, Joao Máximo

“Charlando apaciblemente subimos por el camino que conduce a la Alhambra. Sus torres, entradas y ruinosas tapias, rodeadas por una gran riqueza de vegetación, daban una impresión de melancolía. Sentí como si innumerables duendecillos vigilantes saliesen de las torres en espera del anochecer, hora en que descienden a los patios y, murmurando, se reúnen alrededor de las fuentes misteriosas… Siguiendo a Mariano de sala en sala pensaba en los concurridos zocos de Tetuán; y en Xauen en lo alto de su verde colina donde los cantores moros añoran lastimeramente los jardines y patios de la Alhambra, que los de su raza perdieron. Pero en África hay ruido, movimiento, vocerío y vitalidad. Aquí, en cambio, las flores brotan sobre una tumba. No se oye nada salvo el murmullo de las fuentes, el zumbido de los insectos y el blando murmullo de las palomas en la Torre de Comares. (…) Como ha escrito el poeta granadino García Lorca:

Empieza el llanto
de la guitarra.
Es inútil
callarla.
Llora monótona.
Como llora el agua,
como llora el viento
sobre la nevada.
Llora por cosas
lejanas.

3. El alma del cante Jondo. Autor, Cuellar

El alma del cante Jondo. Autor, Cuellar

Bajamos unos pasos y llegamos a la taberna y casa de comidas de Poliganga, sitio de reunión de artistas, cantaores y guitarristas desde que el viejo y fornido Antonio lo hizo famoso con sus tertulias (…) Camacho de pronto se puso a carraspear y escupir; con voz enronquecida tanteaba su cante y desgranaba algunas notas. Se bebía de un trago caña tras caña y mientras, volvía a tantear con su voz. Era como esos canarios que ensayan tímidamente antes de desbordarse en un surtidor de trinos. Pálido y sudoroso, con las venas de la frente hinchadas, sombrío, entornaba los ojos adormecido. Antes de empezar a cantar se desanudó la corbata y se desabrochó el cuello de la camisa; en seguida lanzó un largo gemido: ¡Ay, ay!…; que rompiéndose apenas comenzado dio lugar a los ritmos siempre en aumento, de la siguiriya gitana:

La camisa en un año
no me voy a poner,
hasta no verme junto
con mi compañera.

4. Plaza en el barrio del Albaicín. Autor, Mariuccox

Plaza en el barrio del Albaicín. Granada. Autor, Mariuccox

En cuanto oí la siguiriya comprendí que nos hallábamos en el corazón del cante jondo. Según el poeta andaluz Manuel Machado, la siguiriya es una copla de la noche musulmana (…) Es un cante lleno de lágrimas al que, por este motivo, se denomina playera (la canción que llora).

A llorá mis penas
salgo toos los días
y compadesíos de ver mis fatigas
toítos me miran.

5. La Alhambra y Sierra Nevada. Autor, Tim Rawle

La Alhambra y Sierra Nevada. Autor, Tim Rawle

Mientras Camacho canta siguiriyas, Mariano y Nicolás Sánchez baten palmas y Camacho golpea con los nudillos sobre la mesa. Detrás de él aguarda un mozo de chaqueta blanca pendiente de su rostro, pues en cuanto Camacho hace el menor gesto de fatiga acude solícito con un frasco de manzanilla que el cantaor bebe de un trago entre copla y copla. Nuestro auditorio había aumentado con ocho o nueve personas más y la habitación estaba llena de humo. Camacho seguía cantando completamente abstraído de cuanto le rodeaba. De las siguiriyas pasó a los polos: He aquí uno que me apunté en mi carnet:

Todos le piden a Dios
la salud y la libertad.
Y yo le pido la muerte
y no me la quiere mandar.

– Cántenos un martinete, Antonio – dijo Mariano marcando un ritmo con mi bastón en el suelo.

 

6. Ambiente en un local de cante Jondo. 1888. Autor, Carlos Teixidor

Ambiente en un local de cante Jondo. Granada, 1888. Autor, Carlos Teixidor

7. Patio interior del Generalife. Autor, Matteo

Patio interior del Generalife. Autor, Matteo

Entonces Camacho entonó con una voz dura y metálica la siguiente copla gitana:

Unos decían que mueran,
otros anaqueraban por qué.
Que dañito habrán cometío
los probes de los calés.

El martinete conserva toda la salvaje poesía de la vida de tribu. Suele describir venganzas, riñas sangrientas entre gitanos, escenas de presidio, memorias de crímenes que terminan en el patíbulo. Es la expresión más íntima de la vida gitana, lo que cantan los herreros en la fragua mientras trabajan. Lo cantan a palo seco, es decir, sin otro acompañamiento que el batir del metal sobre el yunque o el ruido del hierro sobre el pavimento. Sus temas más frecuentes son los que tratan de aventuras y tipos raciales como los de la familia Montoya, famosa por sus pesares, o la figura de Curro Puya, el fanfarrón, cuyas bravuconerías son el asunto de muchas coplas:

Mi me yaman Curro Puya
Por la tierra y por la má,
Y en yegando a la taberna,
La piedra fundamentá.

8. Barrio del Albaicín y la Alhambra. Autor, R. Fernández

Barrio del Albaicín y la Alhambra. Autor, R. Fernández

En estos cantos hay supervivencias de lejanos tiempos cuando los gitanos iban de pueblo en pueblo perseguidos por todo el mundo. Los gitanos de Andalucía han asimilado muchas tradiciones picarescas de “germanía”. Sus héroes raciales son aquellos que soportan con mayor indiferencia las persecuciones de la gente (…) Nos pusimos alegres, y ni Mariano ni Camacho mostraban el menor cansancio. La resistencia física de este último me maravillaba porque había cantado con toda la fuerza de sus pulmones durante más de tres horas en la taberna llena de humo.

 

9. Poema del cante Jondo. Autor, Markiddo

Poema del cante Jondo. Autor, Markiddo

Ya eran las siete cuando nos decidimos a ir a otra taberna. ¡Dios sabe lo que hubiera pasado si no hubiera tenido bastante dinero! Me encomendé por lo bajo a San Antonio para salir del apuro, pero no al venerable santo, sino a esa abstracción a que suelen encomendarse los pícaros y maleantes en Andalucía cuando están en un mal paso o no tienen dinero para dormir en la posada. Con gran sorpresa vi que la cuenta solo ascendía a quince pesetas, cantidad verdaderamente ridícula considerando que mis amigos y yo habíamos comido y bebido hasta hartarnos. Yo creo que las sutiles artes de Mariano hicieron, a espaldas mías, que la cuenta fuese tan modesta. En cuanto me vi salvado decidí seguir tentando a la suerte, como hacen los tahúres.

– Vamos, Mariano – dije -, hace una hermosa noche. Vamos a recorrer los colmados.

Salimos; la noche era balsámica; íbamos cogidos del brazo y nos pusimos a cantar una típica canción andaluza:

¡Chirindín, chirindín, chirindero!
en la feria su mare
le va a comprar un mortero:
¡Chirindín, chirindín, chirindero!
pa que maje er perejil
y sargan los cardos güenos.

10. Rincón florido del Albaicín. Autor, Mario López

Rincón florido del Albaicín. Autor, Mario López

Nos esperaba un concierto de magia. Sobre nuestras cabezas, en los árboles, oímos gorjeos. Cantaba un pájaro solitario con un trino suave que iba aumentando en volumen. Crujían las ramas en la fronda batidas por un aire perfumado. La brisa traía hacia nosotros la fragancia de los almendros en flor del Generalife. El ruiseñor seguía cantando, haciendo rápidas escalas y trinos que parecían sembrar su música por el bosque. Era como si miríadas de libélulas de fuego hubiesen nacido entre el murmullo de las hojas alrededor nuestro. Me volví hacia Mariano y le vi envuelto en su capa y con lágrimas en los ojos”.

 

Todos los extractos están sacados de la obra:

Don Gitano. Walter Starkie. Ed. Pallas. 1944

 

11. Agua y magia en el Generalife. Autor, LandahlautsAgua y magia en el Generalife. Autor, Landahlauts

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Días y noches en el camino de Santiago. La vida cotidiana de un peregrino medieval (5ª Parte)

A casi cien kilómetros de Santiago salían a recibir a los peregrinos

A casi cien kilómetros de Santiago salían a recibir a los peregrinos los juglares gallegos, con típicos cantos, romances y narraciones de los milagros del santo Apóstol. Ellos les acompañaban el resto del camino hasta dar vista a la ciudad. Otros acompañantes eran los comerciantes, que se hacían cada vez más numerosos a medida que se aproximaba Compostela. Ofrecían hospedaje, buena comida y alojamientos, cambio de dinero y toda clase de reliquias y baratijas, como conchas o vieiras. Doce kilómetros separan a Labacolla de Santiago, con el repecho del Monte del Gozo donde veían los peregrinos medievales la tan deseada ciudad, si es que el orvallo, la lluvia o la niebla no se lo impedían. El gozo era indescriptible. Se contagiaban unos a otros entonando himnos de júbilo. Se hincaban de rodillas para dar gracias a Dios por haberles concedido la gracia de arribar al término deseado. Repuestos de la primera impresión, emprendían la carrera final. Cuesta abajo se apresuraban y hasta corrían los peregrinos, emulándose celosamente. El primero que llegaba a la catedral era declarado rey del grupo, dignidad que a algunos les hizo tanta ilusión que tomaron ese título como apellido, de donde muchos franceses han heredado el apellido “Leroy”.

camino santiago

Señalando el camino. Autor, sabersabor.es

2. Pazo de Raxoi. Compostela. Autor, Amaianos

Pazo de Raxoi. Compostela. Autor, Amaianos

Santiago, en tiempos medievales, era muy distinta de lo que hoy conocemos. Poseía las casa típicas de la época: dos o a lo más tres plantas, de humilde apariencia y escasa comodidad. Las calles, estrechas y tortuosas, eran como las que hoy encontramos en lo más viejo de Compostela, las típicas rúas, que hoy se han quedado demasiado estrechas para el tráfico moderno. Por el barrio de San Lázaro entraban presurosos los peregrinos, sin detenerse, buscando el camino más corto hasta la Catedral, donde eran recibidos oficialmente por uno o varios canónigos con su largo acompañamiento de sacristanes, clérigos y monaguillos. Solamente en casos de notabilísimos peregrinos, que podían ser reyes, duques u otros nobles, era el arzobispo el que recibía y oficiaba. Sonaban entonces las chirimías de plata, que aún se oyen en las procesiones presididas por el arzobispo de Santiago.

 

3. Luz oculta del Universo. Autor, Fusky

Luz oculta del Universo. Autor, Fusky

4. Vista de Santiago en primavera. Autor, Compostelavirtual

Vista de Santiago en primavera. Autor, Compostelavirtual

Hecho un relativo silencio, después de una no corta prédica, se impartía la absolución de todos los pecados. Los peregrinos se sentían como si en aquel momento hubieran acabado de recibir las aguas bautismales. Se narraba la leyenda del hallazgo de la tumba del apóstol Santiago, allá por el siglo IX, cuando un ermitaño que vivía en aquellos parajes vio caer por la noche una lluvia de estrellas sobre un determinado lugar. La repetición en los siguientes días del mismo hecho le llevó a la convicción de que aquello era una señal y aviso del cielo, y fue a comunicarlo al obispo de Iria Flavia, donde estaba la residencia episcopal. El obispo Teodomiro se desplazó hasta el lugar y pudo ver por si mismo la portentosa lluvia estelar. Con su comitiva se dirigió al punto exacto y encontró una pequeña cueva, y en ella un cuerpo yacente vestido de hábitos pontificales, llegándose a la conclusión de que aquel era el cuerpo de Santiago el Mayor, del que se sabía que estaba enterrado en la comarca pero sin haberlo podido hallar hasta entonces.

 

5. El espectáculo del Botafumeiro. Autor, Carlos, Octavio Uranga

El espectáculo del Botafumeiro. Autor, Carlos, Octavio Uranga

6. La Catedral. Autor, Bernavazqueze

La Catedral. Autor, Bernavazqueze

La Vía Láctea, camino lechoso de estrellas, nos ha traído a Compostela y cumplido su fin. No importa ya que desaparezca de nuestra vista, porque si mirando a las estrellas se puede llegar a Santiago, al entrar en la ciudad es muy probable que se oculten al peregrino debido a la lluvia tan asociada al paisaje gallego, como ocurrió a los Reyes Magos cuando dieron con el lugar en que nació el Redentor. La Vía Láctea ha sido para nosotros nube luminosa que conducía a Israel por el desierto, según las palabras del Éxodo. Pero sea una lluvia sin descanso y sin tregua; un agua menudita, persistente y fina de calabobos; o de un violento chaparrón, como si sobre el pueblo se desplomasen los cielos, Santiago y la contemplación de la Catedral quedarán para siempre grabados en el alma del peregrino. He aquí las palabras que Gerardo Diego dedicó a esta privilegiada contemplación:

“Aquella noche de mi amor en vela
Grité con voz de arista, dura y fría:
Creced, mellizos lirios de osadía,
Creced, pujad, torres de Compostela.
Todos los santos, sí. Ni una candela
Faltó a la cita unánime. Y se oía,
Junto a Gelmírez, por la Platería,
El liso resbalar de un vuelo en vela,
La ronda de los Ángeles. Yo oculto
Entre las sombras de los soportales (…)
Para medir, grabar moles y estrellas,
Y el santo y seña de las catedrales”.

7. Espectacular vista panorámica de la Vía Láctea. Autor, Slworking2

Espectacular vista panorámica de la Vía Láctea. Autor, Slworking2

Y así, el camino y su verdad, lo que comienza y en un punto ha de terminar, con sus dificultades y sus peligros, con suaves complacencias o alegrías desbordantes, ha sido el destino de millones de personas de todas las épocas, lenguas y condiciones sociales. Nunca se ha cantado con palabras más bellas la experiencia de caminar a pie, despacio, porque peregrinar es bello siempre que haya espíritus que sepan percibir sensaciones, captar bellezas de la naturaleza, de la historia, de la leyenda o del arte:

“Bajo la luminosa, nocturna estela,
Entre la polvareda de los caminos,
En busca de Santiago de Compostela
Pasan, cantando salmos, los Peregrinos”.

8. Espectacular vista de la fachada de la Catedral. Autor, Hornet, 18

Espectacular vista de la fachada de la Catedral. Autor, Hornet, 18

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«Porque el viaje no comienza cuando preparas tu mochila, el viaje despega solo con soñarlo. Disfruta del Camino de Santiago»

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Un paseo por el genuino Yorkshire de James Herriot

Un paseo por el genuino Yorkshire de James Herriot

Yorkshire, el mítico condado inglés de páramos desolados y colinas azotadas por el viento intratable del oeste, ha sido durante siglos escenario de numerosas obras de la literatura de todos los tiempos. Desde la famosa “Cumbres Borrascosas” de Emily Brontë, pasando por el refugio del conde Drácula en la abadía de Whitby o la más reciente Retorno a Brideshead, cuya mansión fue llevada al cine gracias a la inmejorable presencia del castillo de Howard, en el norte de York. Pero hoy queremos acercarnos a estas tierras de la mano de un autor no menos conocido, aunque quizás sin el aura clásica de las obras anteriormente citadas. Nos referimos a James Herriot, el veterinario escocés que en los años treinta del pasado siglo consiguió una plaza en el pueblo de Thirsk, perdido en un anonimato total, para trabajar desde entonces como veterinario rural entre vacas, caballos, terneros y la galería entrañable de rudos granjeros del Yorkshire. Allí residió toda su vida, y en 1972 escribió la obra “Todas las Criaturas grandes y pequeñas” que le haría universalmente famoso. Un canto a la vida, al amor por los animales y a la belleza de unas tierras que parecen tocadas por el dedo de Dios. Os dejamos con esta prodigiosa selección de fotografías y fragmentos del libro, cargado a partes iguales de textos hilarantes y de sensibilidad, y que a buen seguro hará las delicias de cualquier amante de la naturaleza… De la naturaleza, y del fino humor inglés. ¡Feliz día!

 

1. Campos del Yorkshire. Autor, Davesag

Campos del Yorkshire. Autor, Davesag

2. Landas y muros de piedra. Autor, Tim Fields

Landas y muros de piedra. Autor, Tim Fields

3. Pueblo del Yorkshire. Autor, Mutbka

Pueblo del Yorkshire. Autor, Mutbka

4. Niebla sobre el río. Autor, Ben Bore

Niebla sobre el río. Autor, Ben Bore

5. Marea baja en la playa de Scarborough. Autor, Alm1

Marea baja en la playa de Scarborough. Autor, Alm1

“Apenas observaba el paso del tiempo mientras recorría los caminos bordeados de brezales en mis rondas diarias, pero el distrito empezaba a tomar forma ante mis ojos, e iba conociendo y distinguiendo a la gente en su auténtica personalidad. Casi todos los días tenía un pinchazo. Los neumáticos estaban prácticamente desgastados hasta el límite en todas las ruedas; lo que me maravillaba era que pudieran llevarme a cualquier parte.
Uno de los pocos refinamientos del coche era su techo descapotable. Rechinaba melancólicamente cuando lo retiraba pero casi siempre conducía sin techo, con las ventanillas bajas y en mangas de camisa, gozando del aire tan puro que me rodeaba. En los días húmedos apenas servía de nada correr el techo porque la lluvia entraba por las junturas formando riachuelos en mi regazo y en los asientos. Llegué a tener gran habilidad para zigzaguear alrededor de los charcos, ya que conducir en línea recta era una gran equivocación porque el agua fangosa ascendía hasta mí por los agujeros del suelo del coche”.

 

6. Un rincón de Thirsk, el pueblo de James Herriot. Autor, Reinholdbehringer

Un rincón de Thirsk, el pueblo de James Herriot. Autor, Reinholdbehringer

7. Castillo de Hemsley. Autor, Dvdbramhall

Castillo de Hemsley. Autor, Dvdbramhall

8. Landas y colinas típicas del Yorkshire. Autor, Seattleforge

Landas y colinas típicas del Yorkshire. Autor, Seattleforge

9. La iglesia de Leake, cerca de Thirsk. Autor, Dvdbramhall

La iglesia de Leake, cerca de Thirsk. Autor, Dvdbramhall

“Pero era un verano magnífico y las largas jornadas al aire libre dieron a mi piel un tono moreno que rivalizaba con el de los granjeros. Ni siquiera me molestaba tener que cambiar una rueda en aquellos caminos abiertos sin vallas, sin más compañía que los chorlitos y el viento cargado con el perfume de las flores y árboles de los valles. Y todavía hallaba más excusas para salir y sentarme sobre la hierba fresca y contemplar los tejados del Yorkshire. Era como ganar tiempo a la vida. Tiempo para ver las cosas en su debida perspectiva y evaluar mis progresos. Era una vida tan diferente de la anterior que en ocasiones me sentía confundido. Vivir en el campo después de haber recorrido durante años las calles de la ciudad; la sensación de alivio tras los años de estudios y exámenes… Y el trabajo, que suponía un desafío constante. Y además, mi jefe.
Siegfried Farnon se lanzaba al trabajo con una energía constante y vehemente de la mañana a la noche, y a menudo yo me preguntaba qué le impulsaba a hacerlo. No era el dinero, ya que lo trataba con muy poco respeto. Cuando se cobraban las facturas metía el dinero en aquel jarro sobre la repisa de la chimenea, y de allí lo cogía a puñados cuando lo necesitaba. Jamás lo vi utilizar una cartera; llevaba el bolsillo lleno de monedas sueltas y de billetes arrugados. Al sacar el termómetro, algunos salían revoloteando en torno como copos de nieve”.

 

10. Vistas desde el Castillo Howard, al norte de York. Autor, Jordanhill School

Vistas desde el Castillo de Howard, al norte de York. Autor, Jordanhill School

11. Viaducto de Arthington, en el río Wharfe. Autor, Tj. Blackwell

Viaducto de Arthington, en el río Wharfe. Autor, Tj. Blackwell

12. Paisaje costero desde el castillo de Scarborough. Autor, Clumsy_jim

Paisaje costero desde el castillo de Scarborough. Autor, Clumsy_jim

13. El pueblo de Hemsley, al norte del Yorkshire. Autor, Dvdbramhall

El pueblo de Hemsley, al norte del Yorkshire. Autor, Dvdbramhall

“La tierra llana en lo alto del páramo era una inmensidad blanca que se extendía hasta el horizonte, el cielo muy bajo sobre ella como una manta oscura. Vi la granja allá abajo, en una hondonada, y también parecía distinta, pequeña, remota, como un trozo de carbón caído entre los bultos blancos y suavizados de las colinas. El bosque de pinos era otra mancha oscura en las laderas, pero la escena carecía de la mayoría de sus rasgos familiares. (…) Era difícil caminar por la nieve y en algunos lugares me hundía hasta el borde de las botas. Seguí adelante con la cabeza inclinada hasta que me hallé a unos centenares de metros del edificio de piedra. Aquel frío estremecedor borraba la noción del tiempo. Había algo hipnótico en el modo en que los copos grandes y suaves caían silenciosos sobre mi piel cubriendo con una venda espesa mis ojos cerrados. (…)
Al llamar a la puerta me apoyé contra ella, la boca abierta, respirando con dificultad. Creo que el alivio que sentía bordeaba la histeria porque me pareció que, cuando me abrieran, lo más adecuado sería dejarme caer de cabeza dentro de la habitación. Ya veía en la imaginación el cuadro de toda la familia rodeando mi figura caída y atiborrándome de coñac”.

 

14. Mítico Yorkshire. Autor, Mike Showden

Mítico Yorkshire. Autor, Mike Showden

15. Otra vista del castillo Howard. Autor, Robbophotos

Otra vista del castillo Howard. Autor, Robbophotos

16. Los típicos muros de piedra del Yorkshire. Autor, Freefotouk

Los típicos muros de piedra del Yorkshire. Autor, Freefotouk

17. Otley, cerca de Leeds, en el Yorkshire occidental. . Autor, Tim Green

Otley, cerca de Leeds, en el Yorkshire occidental. . Autor, Tim Green

“Sin embargo, cuando la puerta se abrió, algo me mantuvo en pie. El señor Clayton me miró durante unos segundos, nada conmovido al parecer por la vista del hombre de las nieves.
– Ah, es usted, señor Herriot. No podía haber llegado en mejor momento. Acabo de terminar la cena. Espere un minuto para que me ponga algo. El animal está al otro lado del patio.
Buscó tras la puerta, se caló un sombrero viejo, se metió las manos en los bolsillos y se lanzó al exterior silbando. Descorrió el cerrojo del establo y, con profunda sensación de alivio, pasé del frío indecible, de los torbellinos de nieve, al calor del animal y al olor del heno. Mientras me libraba de la mochila cuatro bueyes de pelo largo me miraban tranquilamente por encima del tablón divisorio, sin dejar de mover las mandíbulas rítmicamente. Parecían tan impertérritos ante mi presencia como su propietario. Mostraban un poco de interés; nada más. Detrás de ellos vi un animal pequeño envuelto en sacos, de cuya nariz se escapaba una hemorragia purulenta”.

 

18. La campiña del Yorkshire, desde Richmond Castle. Autor, JeanM1

La campiña del Yorkshire, desde Richmond Castle. Autor, JeanM1

19. Río Wharfe. Autor, Bods

Río Wharfe. Autor, Bods

20. Un momento de reflexión. Autor, Pete98

Un momento de reflexión. Autor, Pete98

“Aquello me recordó la razón de mi visita. Cuando mis dedos ateridos buscaban el termómetro en el bolsillo, una ráfaga de viento hizo temblar la puerta cuyo cerrojo tintineó suavemente, y nos lanzó nieve en polvo al oscuro interior. El señor Clayton se volvió y frotó con la manga el cristal de la única ventanita. Hurgándose los dientes con la uña contempló la tormenta ululante.
– Ah – dijo, eructando con placer -. Un día bastante bueno…”.

 

Todos los textos han sido extraídos de la obra:
“Todas las Criaturas grandes y pequeñas”.
James Herriot. Editorial Grijalbo, 1974.

 

21. El mundo de James Herriot. Autor, Gruban

El mundo de James Herriot. Autor, Gruban

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Noviembre de 1938. Madrid y la lucha por la supervivencia durante la Guerra Civil (2ª Parte)

Noviembre de 1938. Madrid y la lucha por la supervivencia durante la Guerra Civil (2ª Parte)

El éxodo obligado por la guerra era el otro azote que no había cesado desde que, en los primeros días de agosto de 1936, unos campesinos andaluces y extremeños iniciaron iniciado una alucinada huida. Pero con el fin de la contienda éste se intensificó, convirtiendo a Madrid en una estación con viaje a ninguna parte. La presencia de todos estos hombres, mujeres y niños planteaba nuevos y numerosos problemas de acomodo, de adaptación, mientras las estaciones se llenaban de una muchedumbre que en muchos casos llevaba consigo todas sus pertenencias dentro de un hatillo, o de la maleta desvencijada: unos con la esperanza de encontrar una tierra donde poner punto final a su perenigraje; otros en disfrute de un permiso y muchos más de regreso a la unidad después de una licencia. El tren, a punto de partir de Madrid, era un hervidero de pasajeros de toda condición y clase. Los evacuados se abrazaban a sus posesiones, aferraban la mano a sus pequeños, no fueran a perderse en el tumulto. Las madres apretaban contra su pecho a los más pequeños. Y mientras el tren iniciaba su lenta marcha, se alargaban las despedidas, los últimos consejos para alguien que quedaba en el andén y a quien probablemente no se volvería a ver.

 

1. Zona de Atocha y caballos muertos después de un bombardeo. Autor, Druidabruxux

Zona de Atocha. Caballos muertos después de un bombardeo. Autor, Druidabruxux

2. Madrid y la calle Toledo durante la guerra. Autor, Recuerdos de Pandora

Madrid y la calle Toledo durante la guerra. Autor, Recuerdos de Pandora

El final de la guerra trajo sus propios estragos, evidenciados por una carestía casi total de recursos y el control férreo que las autoridades aplicaban tanto a la producción como al comercio. Como resultado, en las calles y plazas de Madrid el estraperlo hacía de las suyas. Para los comerciantes y productores la implantación del mercado negro a todos los niveles fue algo providencial, y con ellos entraron también en el negocio una extraordinaria tropa de aventureros, intermediarios que crearon el eslabón preciso entre los que no querían dar la cara y el inevitable consumidor. Las variantes no tenían fin: adulteraciones, ventas ilícitas, compra de influencias, mercado de cupos… Y el nivel variaba desde la operación de altos vuelos hasta el estraperlo folklórico de las clases más bajas, el ferroviario del aceite o del arroz, o el callejero de la barra de pan oculta en el refajo, todo lo cual no era sino un medio de subsistir cuando la vida ofrecía para los de abajo su más tétrica faz. Cualquier producto de mercado se ocultaba al fisco y su venta se montaba sobre bases falseadas, documentos amañados y facturas camufladas. Los recibos iban sin membrete, los albaranes igual. En estas circunstancias la contabilidad era una completa superchería y el “¡usted no sabe con quién está hablando!”, la frase que abría puertas a la más completa impunidad.

 

3. Parque del Capricho, en Madrid, horadado de túneles de defensa republicanos. Autor, Druidabruxux

Parque del Capricho, en Madrid, horadado de túneles de defensa republicanos. Autor, Druidabruxux

Ni que decir tiene que la pillería infantil madrileña rozaba el esperpento de las mejores novelas de Dickens. Muchos de ellos, sin padre y con la madre trabajando o sin ninguno de los dos, hacían de la calle su hábitat predilecto, y tras tomar su potaje en el comedor infantil se echaban al mundo urbano cual bandadas de gorriones para cometer pillerías. La recogida de niños pedigüeños era cosa de todos los días, llevándose después a albergues donde a algunos nadie los reclamaba. Allí los más pequeños se codeaban con los mayorcitos, más maleados, que enseñaban así al ignorante los trucos, las estratagemas y los hurtos más eficaces para ir tirando. Muchos vivían como carteristas típicos; otros simulando incapacidades y locuras mientras mendigaban, o haciendo de lazarillos de falsos invidentes. Estaba la hornada de los estraperlistas de tres al cuarto, aquellos que ofrecían tabaco rubio; y también los que hacían de avisacoches o abrían puertas. Las noches daban trabajo a la salida de los cabarets donde, a altas horas de la madrugada, se utilizaban sus servicios para ir hasta un piso donde comer un par de huevos fritos con jamón y pan blanco. Eso, o cosas peores, como aquellos infantes que alcahueteaban descaradamente la compañía de una hermana suya que decían virgen, o bien conducían a un prostíbulo a tanto el cliente.

 

4. Refugio familiar improvisado bajo una carretera

Refugio familiar improvisado bajo una carretera

Eran también las noches el escenario ideal para las escenas más esperpénticas. Gentes que buscaban en las basuras restos comestibles o trozos de carboncillo susceptible de arder y dar calor. Gentes sin hogar, acurrucadas en las bocas del metro. Todo un escaparate de pillos, de chulos y de noctámbulos impenitentes poblaba la Gran Vía madrileña y sus calles adyacentes, mientras la fila de estraperlistas ofrecía bocadillos o pan, siempre prestos a correr al oír el grito de “¡la bofia!” y desapareciendo como por ensalmo de la vista de los transeúntes. Y de la estafa se pasaba con facilidad al hurto, sobre todo de metales: el hierro, el plomo, el aluminio o el cobre eran objeto de un tráfico ilícito intensísimo. Los robos de cañerías de plomo utilizadas en la conducción del gas estaban a la orden del día, a veces con mortales consecuencias por los escapes y explosiones consiguientes, y las conducciones de cobre eran asimismo muy solicitadas, aunque algunos pagaron con la vida electrocutándose al cortar cables de alta tensión. El robo de automóviles revestía características curiosas puesto que el vehículo en si no era muy apetecible (dada la escasez de carburante), de modo que los ladrones se limitaban a vaciar el depósito y a desmontar los neumáticos y todo lo que supusiese un beneficio inmediato. En algún caso, del coche no quedaba más que el chasis.

 

5. Madrid, 1938. Efectos de los bombardeos. Autor, Druidabruxux

Madrid, 1938. Efectos de los bombardeos. Autor, Druidabruxux

Uno de los robos más macabros consistía en llevarse las lápidas mortuorias de los cementerios, convirtiéndolas después en mesitas para los cafés. Más de un cliente quedo estupefacto al pasar la mano distraídamente por el reverso de la mesa, palpando de seguido la leyenda del “tus hijos no te olvidan”. Y clamoroso fue también el caso de locales donde se vendían apetitosas liebres sabrosamente preparadas, y al parecer con disponibilidad inmediata. Tras levantar las sospechas de los agentes, la inspección concluía que lo que en realidad se vendía eran gatos… haciendo bueno el conocido refrán.

 

6. Evacuando los cuadros del Museo del Prado. Autor, M. Martín Vicente

Evacuando los cuadros del Museo del Prado. Autor, M. Martín Vicente

Anécdotas que no ocultaban, en realidad, lo durísimo de una situación laboral trágica, aquella en la que cada cual, y según sus posibilidades, no tenía más remedio que recurrir al mercado negro para subsistir. El trabajador, a menudo sin convenios ni fijación de salarios mínimos, tenía que superar la insuficiencia de sus ingresos trabajando horas extraordinarias, o bien practicando un frenético pluriempleo. La angustiosa situación provocaba que la familia entera tuviese que colaborar en su conjunto: la madre buscando algún jornal como asistenta; los más pequeños practicando el estraperlo en las estaciones, o comenzando a trabajar en unos comercios o industrias totalmente dispuestos a aprovecharse de la mano de obra infantil; y el padre apurando una jornada laboral hasta llegar al agotamiento absoluto, y en la que ni siquiera el tiempo para la comida era un alivio: ésta se despachaba en el patio de la factoría o en un descampado cercano a base de gachas, algún arenque y un boniato de postre. Y todo para abordar después la larga jornada vespertina hasta el momento del pitido final, hora para salir disparado y sin lavarse apenas (tampoco abundaba el jabón) en busca del tranvía que le llevaría al trabajo nocturno. De madrugada se producía el retorno cansino a un hogar en el que aguardaba, si acaso, otro plato de gachas o de lentejas, algún trozo de tocino rancio y otro boniato.

 

7. La Gran Vía madrileña, en la actualidad. Autor, MisterTe

La Gran Vía madrileña, en la actualidad. Autor, MisterTe

Claro que, lo que son las cosas, todavía podía estar esperándole una buena noticia en forma de botella de vino o un plato bien guisado. Esto solo ocurría si las tretas del mercado negro habían funcionado ese día para la madre o la hermana, principales agentes del merodeo clandestino. Y es que hubo que aguzar el ingenio, el admirable ingenio popular puesto a imaginar picardías que fueron la inspiración de uno de nuestros más brillantes géneros literarios: así surgieron las falsas embarazadas y los falsos jorobados que ocultaban el género en sus protuberancias. Así surgieron los chalecos con doble fondo, los petos con cámara llena de aceite que se acoplaba al torso. Las mujeres aparecían vestidas con miriñaques en cuyas oquedades (y hasta en la entrepierna) se colgaban lonchas de lomo y ristras de chorizos y longanizas. Y todo esto sin hablar de los trucos rozando lo sublime, como aquel cortejo fúnebre con un ataúd lleno hasta los bordes de pasta para sopa, o el más tierno del niño de pecho, y que en realidad se trataba de un odre lleno de aceite y envuelto en una toquilla…

 

8. Niños tomando su desayuno en el comedor social

Niños tomando su desayuno en el comedor social

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Días y noches en el Camino de Santiago. La vida cotidiana de un peregrino medieval (4ª Parte)

Días y noches en el Camino de Santiago. La vida cotidiana de un peregrino medieval (4ª Parte)

Los peregrinos a Santiago, los santiagueros, estaban muy orgullosos de su viaje y no querían ser confundidos con ningún otro:

¿A dónde vas, romero,
por la calzada?
Que yo no soy romero,
Soy santiaguero.
A Roma van por tierra,
Yo miro al cielo.
Va la luna conmigo
Descalza. Y sigo.

Y aún menos cuando, después de pasadas las puertas de León y los puertos de Irago y del monte Cebrero, se llegaba finalmente a la tierra de los gallegos. El francés Picaud la describía así en el Codex Calixtinus: “frondosa, con ríos y prados, abundante en campos de manzanos, buenos frutos y clarísimas fuentes; rara en ciudades, villas y sembrados; escasa en pan de trigo y en vino; rica en pan de centeno y en sidra; abundante en ganados y bestias, leche, miel y enormes pescados de mar, pocos de ellos comestibles (…) Las gentes gallegas, mejor que las demás gentes españolas, son las que más se parecen a las nuestras francesas, por las costumbres cultas; pero los tienen por iracundos y litigiosos en gran manera”.

 

1. Puente en Sahagun. Autor, Calafellvalo

Puente en Sahagún. Autor, Calafellvalo

2. Bosque milenario en Barbadelo. Lugo. Autor, FreeSat

Bosque milenario en Barbadelo. Lugo. Autor, FreeSat

Podemos estar conformes o no con algunas de estas afirmaciones, pero lo que sí es cierto es que, al entrar en Galicia, el peregrino entraba al mundo de la leyenda y de la devoción más arraigadas. Mirando a las aguas de los arroyos el peregrino medieval cree ver sombras en el fondo. Alguna vez se oyen murmullos. No se distingue bien si son cantos místicos u oraciones, pero es una delicia colocarse en la orilla y dirigir la mirada a lo profundo de las aguas. En cada aldea encontrarán a su paso a ancianos acercándose a orillas de tal o cual balsa de piedra, para recordar aquel rincón asolanado de su juventud, aquel prado que era el orgullo de la familia, el cementerio donde reposan los antepasados. Su alma escuchará rumores nostálgicos, leyendas en gallego, y acaso imaginen ver la “Santa Compaña, el paso de las ánimas que van y vienen del camposanto. ¡Toda una historia de siglos y corazones se encuentra bajo las aguas!

En camino de Santiago
Iba un alma peregrina,
Una noche tan oscura
Que ni una estrella lucía;
Por donde el alma pasaba
La tierra se estremecía.

“¿Dírasme, alma pecadora,
Lo que por Santiago había?”
“Perdóneme el caballero,
decírselo non podía;
que tengo el cuerpo en las andas,
voy a la misa del día”.

3. El camino en La Rioja. Autor, Calafellvalo

El camino en La Rioja. Autor, Calafellvalo

En O Cebreiro, Lugo, se localiza también una legendaria historia de la que aún hoy resuenan ecos entre las gentes de los valles: una mañana invernal y dura entró en la iglesia un campesino para oír misa, como acostumbraba todos los días. El sacerdote que celebraba pensó distraído que durante la misa no merecía la pena que aquel labriego hiciera tanto sacrificio para ver un poco de pan y vino. Instantáneamente las especies sacramentales se presentaron a los ojos de sacerdote y campesino en la apariencia de carne y de sangre, que la vista y tacto podían certificar. Siglos después pasó por allí Isabel la Católica y ordenó que fueran puestas aquellas especies sacramentales en dos ampollas de plata, que aún se conservan.

 

4. Galicia mística. Etapa de Portomarín a Palas del Rei. Autor, Jexweber

Galicia mística. Etapa de Portomarín a Palas del Rei. Autor, Jexweber

Animados por las canciones y leyendas del camino las leguas iban quedando atrás, y el peregrino, cansado pero feliz, ansiaba el final de cada jornada con una mezcla de misticismo y cordialidad que contagiaba. A esas alturas se siente dueño de la ruta, sacia el hambre con los frutos que le da el bosque o la huerta bienhechora; toma el agua con las manos, ya de una charca, ya de una fuente de mármol en el jardín de un abandonado palacio. A pesar de todas las incomodidades, hallar un techo bajo el que cobijarse era un don de Dios. Los peregrinos, como los enfermos de los hospitales, rezaban agradecidos y devotos, dando gracias al Cielo por haberles deparado cobijo. La oración les confortaba, sobre todo si era dirigida por un monje, sacerdote o dueño más o menos letrado, que eran quienes solían encargarse de las hospederías.

 

5. Campos de Belorado a finales del invierno. Burgos. Autor, Davidmiguel.com

Campos de Belorado a finales del invierno. Burgos. Autor, Davidmiguel.com

En el refugio, el cansancio del camino hacía que cualquier camastro o rincón fuese bueno para dormir. La gente de aquellos tiempos estaba acostumbrada al duro lecho, y esto facilitaba conciliar el sueño tan pronto como el peregrino arropaba su cuerpo fatigado con una manta o tabardo. La habitación podía ser un cuarto con varias camas, un salón grande en el que se apiñaban gentes de todas clases, un pajar, o la misma cuadra, junto a los animales domésticos, que tenían poco respeto por el necesario silencio interrumpiendo constantemente con ladridos, patadas, rebuznos o gruñidos. Pero el viajero percibe también otras sensaciones, éstas más halagadoras: el murmullo de las fuentes; la primera luz centelleante de la mañana, posándose sobre los tejados, torres y roquedos; el aire oscuro de la madrugada, o el sonido estival de las ranas en la noria, junto al río, al caer la noche.

 

6. Etapa conseguida. Autor, Jexweber.fotos

Etapa conseguida. Autor, Jexweber.fotos

Pero al fin, por mucha poesía que requiriese el peregrino, lo pragmático acudía y era necesario alimentarse del modo que fuese posible. No causaba la gula grandes estragos entre los caminantes a Santiago. Más bien, eran el apetito agudo y los recuerdos de mesas mejor abastecidas objeto obligado de su experiencia y nostalgia, como claman aquellos versos de Tirso de Molina:

¿Dónde estáis, jamones míos,
que no os doléis de mi mal?
Cuando yo solía cursar
La ciudad y no las peñas
¡memorias me hacen llorar!
De las hambres más pequeñas
Gran pesar solíais tomar.
Erais, jamones, leales:
Bien os puedo así llamar,
Pues merecéis nombre tales,
Aunque ya de los mortales
No tengáis ningún pesar.

7. Viñedos en Navarrete, La Rioja. Autor, Calafellvalo

Viñedos en Navarrete, La Rioja. Autor, Calafellvalo

La ayuda alimenticia que prestaban los hospitales de peregrinos no solía ser todo lo abundante y nutritiva que ellos necesitaban. Como heredera de aquella caridad quedó la famosa sopa de los conventos que se daba todos los días, o algún día por semana, a los que la solicitaban. Era llamada “la sopa boba” por ser gratuita, y si no arrancaba de cuajo hambres atrasadas, sí alivió muchas en gran medida. Había incluso quien se organizaba y sabía que el lunes la tendría en los benedictinos, el martes en los franciscanos, el miércoles en el convento de la Merced, el jueves en Santo Domingo…

 

8. Un recibimiento muy especial. Belorado. Autor, Scouts Burgos

Un recibimiento muy especial. Belorado. Autor, Scouts Burgos

Fuera de esta sopa de urgencia, los alimentos que consumían habitualmente las personas humildes en las hospederías eran sopa de lentejas, garbanzos, nabos, espinacas y pocas cosas más, todo condimentado con hierbas, grasa o sebo (el aceite fue un lujo hasta principios del siglo XX). Manjares de ricos al alcance de unos pocos peregrinos, o de todos en las grandes solemnidades, eran el jamón, chorizo, gallinas, cecina de vaca, conejo o queso. Que el pan fuese blanco resultaba raro, y comúnmente se fabricaba con trigo, centeno, cebada o maíz. Para pobres se cocía un pan inferior en forma de panecillos llamados bodigos, que eran entregados en limosna a quien la suplicaba en la puerta, o se enviaban a las iglesias o albergues para que ellos hiciesen la caridad.

 

9. Puente a la altura de Sahagún, León. Autoer, Calafellvalo

Puente a la altura de Sahagún, León. Autor, Calafellvalo

Y por supuesto, no podía faltar el vino. Sin líquido no es fácil pasar la comida a no ser que se trate de potaje abundante en caldo. Agua sola no solía ser apetecida, una afirmación que los italianos recalcaban con consejos como el que sigue: «bebe vino al modo alemán: por la mañana, puro; para comer, sin agua, y a la cena, tal como viene del pellejo”. Por unas razones u otras, el viajero a Santiago bebía moderadamente siempre que tenía oportunidad y dinero. Para el vino llevaba su bota de cuero, aunque muchos utilizaban la calabaza como recipiente, la cual albergaba los vinos más baratos, ásperos y de no demasiados grados, que daban al paladar un cierto gusto a resina, a miel y otras especias. Cuando la calabaza se iba haciendo demasiado liviana repostaba el peregrino en las tabernas, que no escaseaban, o en las casas particulares de los cosecheros. Cualquier lugar era propicio para un convite, y si hemos de ser sinceros, el vino fue el gran compañero del alma para muchos de los que transitaba por aquellas sendas de Dios:

Cuando yo me muera, tengo que dejar
En el testamento que me han de enterrar
En una bodega, al pie de una cuba,
Y un racimo de uvas en el paladar.

Continuará…

 

10. Santo Domingo de la Calzada, hito del camino. Autor, Calafellvalo

Santo Domingo de la Calzada, hito del camino. Autor, Calafellvalo

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«Porque el viaje no comienza cuando preparas tu mochila, el viaje despega solo con soñarlo. Disfruta del Camino de Santiago»

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Días y noches en el camino de Santiago. La vida cotidiana de un peregrino medieval (3ª Parte)

Días y noches en el camino de Santiago. La vida cotidiana de un peregrino medieval (3ª Parte)

El peregrino de la Edad Media no seguía un camino de rosas hacia Santiago. Los procedentes del norte de Europa, por ejemplo, se daban cuenta muy pronto tras su paso por los Pirineos que cada vez les era más difícil soportar el clima, sobre todo a partir de Puente la Reina, donde comienzan a experimentarse la sequedad y los calores de la meseta castellana. En verano los días son largos y calurosos, de modo que venía bien el sombrero redondo del que habla el Arcipreste de Hita como propio del peregrino. Y es que la falta de agua en el paisaje llegaba a ser odiosa para unas gentes acostumbradas a los grandes ríos de Europa central. Sin embargo, tampoco convenía rogar demasiado por su presencia en una región como Castilla, donde las tormentas son temibles. Para el caminante una tormenta es un peligro pasajero, pero nada grato, pues a veces resultaba imposible encontrar en tamañas soledades la choza bienhechora, abandonada por los pastores, o una roca que sirviera de cobijo.

 

1. El camino por Villalcázar de Sirga, Palencia. Bill Bereza

El camino por Villalcázar de Sirga, Palencia. Bill Bereza

2. Camino y encina. Autor, Jule_Bertin

Camino y encina. Autor, Jule_Bertin

La mayor parte de los peregrinos, por necesidad o por penitencia, hacían el viaje a pie, sin caballerías. Algunos las alquilaban en los trechos más penosos por sus pendientes o por el mal estado de conservación de su suelo. Y es que se utilizaban las calzadas romanas y caminos antiguos, que con las lluvias y tormentas quedaban en malísimo estado. Otra cosa era el paso de los ríos. No siempre había puentes, de ahí que se señalara como gran obra de caridad el construirlos. Se tiene referencia incluso de una cofradía llamada de los “pontífices”, porque tenía como finalidad la construcción y reparación de puentes. Por desgracia, estas obras se realizaban en los ríos de mayor calado. Los pequeños carecían muy frecuentemente de ellos y se cruzaban por pontones inseguros o por vados, menos seguros aún, puesto que podían cambiar súbitamente de caudal con las riadas. Vadear era un arte y un riesgo. Los primeros que lo hacían avisaban a los compañeros que venían detrás, y por ello se hizo proverbio que: “En río desconocido debes pasar el último”, y por la misma razón los señores pasaban el vado después de sus criados.

 

3. El mejor momento del día, en la hospedería. Autor, Calafellvalo

El mejor momento del día, en la hospedería. Autor, Calafellvalo

Otro peligro evidente para los peregrinos eran el robo y el pillaje, concretados a menudo en emboscadas en los pasos más solitarios del trayecto. Conservamos referencias históricas, y no solo literarias, sobre el bandidaje en tiempos medievales. Como es natural, en España destacaban sobre todo los españoles; pero había también bandoleros de otros países. Eran intrusos, como Juan de Londres, que robó a los viajeros mientras dormían en la posada de Domingo, llamado “el Gallego”. Una banda de salteadores ingleses tuvo por campo de operaciones los Montes de Oca, no lejos de Burgos. Los robos en los hospitales de peregrinos tampoco constituían una novedad, siendo frecuente el caso de fingidos caminantes que ofrecían su amistad a los compañeros de refugio para después robarles, o también el caso del posaderos que envenenaban a sus huéspedes. Se sabe incluso de un caso en el que aparecieron muertos por intoxicación cien peregrinos, aunque bien pudiera explicarse también por el mal estado de las comidas. En cualquier caso estos delitos estaban perseguidos y se trataba con dureza a los culpables, que a menudo acababan ahorcados, azotados o desorejados según la magnitud del delito.

 

4. Palacio episcopal de Astorga. Actualmente dedicado al museo del Camino. Autor, Eryoni

Palacio episcopal de Astorga. Actualmente dedicado al museo del Camino. Autor, Eryoni

Es siempre peligroso salir de casa en mal estado de salud. Pero más aún en los tiempos medievales, cuando los hospitales de enfermos, los médicos y las medicinas dejaban tanto que desear. El término “hospital de peregrinos” en el camino a Santiago era utilizado preferentemente para designar a las hospederías, puesto que los hospitales para enfermos no existían. Estos viajeros eran atendidos en locales propios de la ciudad o villa, o bien en departamentos especiales anexos a la hospedería. La enfermedad en el peregrino era en verdad temible. Apenas sin dinero, lejos de su tierra, poco podía esperar si no era de manos de la caridad. Los enfermeros de los hospitales resultaban comúnmente monjes, ayudados con aportaciones que prestaban personas especialmente caritativas que dedicaban algunas horas diarias a la atención de los enfermos.

 

5. Luz antes de la tormenta. Carrión de los Condes, Palencia. Autor, Digustipado

Luz antes de la tormenta. Carrión de los Condes, Palencia. Autor, Digustipado

Existían instituciones benéficas destinadas únicamente a estos menesteres, entre ellas algunas Órdenes religiosas. Sin embargo, y a pesar de estas buenas intenciones, la atención médica era muy primitiva y se basaba las más de las veces en sangrías, emplastos de dudosa eficacia o, peor aún, en fórmulas mágicas y supercherías. Tanto la autoridad eclesiástica como civil prohibían dichas prácticas, pero lo cierto es que resultaba muy difícil desarraigarlas. De todas formas, en una época donde la vida media de una persona estaba en cuarenta años y el impacto de las epidemias era enorme, poco más podía hacerse. Por poner un ejemplo, a lo largo del camino, y en realidad en toda Europa, la lepra era una plaga endémica y especialmente temida. A ella se añadía la escasa higiene de siervos y caballeros, que dormían vestidos y hasta con las armaduras interiores puestas. Los piojos y chinches se tenían por compañeros de viaje, y el agua se usaba poco. Debido a ello el cuerpo era un libro abierto donde podían encontrarse pústulas, eczemas, erisipela, lepra y gangrenas en grado difícil de cuantificar, pero sin duda elevadísimo.

 

6. Mejor en compañía. Autor, Calafellvalo

Mejor en compañía. Autor, Calafellvalo

Al descuido personal se unía el poco cuidado que se tenía en hospitales y hospederías, en nada semejante a lo que hoy conocemos. El peregrino dormía sobre una yacija o cama de madera, o sobre un jergón de hojas de maíz, arropado con el tabardo y una manta, que hacía su oficio una noche y otra también para diferentes huéspedes. Son frecuentes las calles, barrios y edificaciones que llevan el nombre de San Lázaro, en alusión a antiguos hospitales para leprosos. El “gafe” o “gafo” era el apestado, el que podía traer la mala suerte de contagiar la lepra y por tanto era temida su presencia. De ahí la expresión actual tan común de “ser un gafe”. Al leproso se le apartaba de la sociedad, y en los caminos debía llevar un vestido que le distinguiera de los demás, usar guantes, no tocar a los niños y ni siquiera hablar a las gentes si éstas no se dirigían a él. En las hospederías se usaban diversas medidas preventivas como hervir el agua, aromatizar el aire y matar a los perros, los cuales eran considerados transmisores de las epidemias… Ni que decir tiene que estos remedios eran muy poco eficaces para atajar la enfermedad.

 

7. Proximidades de Cirauqui, Navarra. Autor, ElcaminodeSantiago092006

Proximidades de Cirauqui, Navarra. Autor, ElcaminodeSantiago092006

No sabemos si por costumbre o por algún precepto municipal de la ciudad de Compostela, nació la obligación moral de que todos los peregrinos se lavaran cuidadosamente en el arroyo, que por ello tomó el nombre de Lavacolla, y que se encuentra a medio camino entre O Pedrouzo y Santiago. La Guía de Peregrinos de Aymeric Picaud menciona ya la citada costumbre y añade que no deben lavarse solamente las partes visibles del cuerpo, sino hasta las más íntimas. Que no otra cosa significa en Galicia la palabra lavacolla, y que en latín se decía “lave méntula”. Un buen diccionario latino dará al lector la significación exacta de las dos palabras…

 

Continuará…

 

8. Iglésia románica de Santa María de Eunate, Navarra. Autor, Rufino Lasaosa

Iglesia románica de Santa María de Eunate, Navarra. Autor, Rufino Lasaosa

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«Porque el viaje no comienza cuando preparas tu mochila, el viaje despega solo con soñarlo. Disfruta del Camino de Santiago»

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Noviembre de 1938. Madrid y la lucha por la supervivencia durante la Guerra Civil (1ª Parte)

Noviembre de 1938. Madrid y la lucha por la supervivencia durante la Guerra Civil (1ª Parte)

En noviembre de 1938, mientras la batalla del Ebro llegaba a su fin, y se seguía luchando y se llegaba al cuerpo a cuerpo, a la bayoneta, los republicanos resistían con la desesperación de quien ha visto alejarse su última esperanza. Era el destino de aquellos que saben que la única probabilidad de salvación depende exclusivamente de uno mismo. Tras dos años de guerra, Madrid se había convertido en un espacio atormentado donde el hambre y la miseria campaban por sus fueros. Las mujeres se levantaban con la amanecida y recorrían quince o veinte kilómetros diarios, en demanda de algo que poder conseguir para los suyos y para ellas mismas. La mujer se rebeló como la gran heroína de guerra en la retaguardia, pues sobre ella recaía la pesada responsabilidad de una lucha cotidiana e incansable por los víveres.

 

2. Refugiados recibiendo el reparto de comida

Refugiados recibiendo el reparto de comida

Los viajes a los pueblos eran esperanza de hallar lo que en las ciudades se tornaba ya imposible. Por eso las gentes del campo se habían vuelto de un egoísmo feroz, sabedores de tener en la mano las llaves de la despensa. La necesidad avivaba el ingenio y creaba escondites y farsas para eludir la curiosidad, o aún los robos de alimento, como aquella familia campesina que, en trance de la matanza del cerdo, reuníase toda y se ponía a entonar cantos revolucionarios a pleno pulmón, buscando ahogar así entre voces los estridentes gritos del cochino. Mientras, a las gentes de la ciudad se les despertaba la vocación de horticultores. Patios, jardincillos y solares aparecían sembrados de hortalizas o de legumbres. Otros criaban gallinas y conejos en jaulas instaladas en galerías o en los huecos de la escalera.

 

3. Costureras en el Madrid de la guerra civil. Autor, Druidabruxux

Costureras en el Madrid de la guerra civil. Autor, Druidabruxux

4. Frente en la guerra civil. Autor, Xornalcerto

Frente en la guerra civil. Autor, Xornalcerto

Las palomas de plazas y jardines por todo Madrid hacía tiempo que habían desaparecido estofadas o a la vinagreta, víctimas de hambrientos cazadores furtivos. Los gatos, antes abundantes en cualquier tejado, se habían vuelto raros, no se sabe si víctimas de las privaciones o dados por liebre ante la necesidad. Y mientras, las familias hacían malabares para aprovechar cualquier resto orgánico que antes era destinado a basura: las mondas de naranja, limpias de la parte amarilla, se convertían en la sartén en un sucedáneo de las patatas fritas. Las hojas duras de las lechugas sustituían a las espinacas en los potajes de legumbres. Los cacahuetes se guisaban como garbanzos o se doraban en la sartén, mientras que la cáscara servía para hacer café, que caliente y edulcorado con miel consolaba a duras penas los estómagos vacíos. Tampoco las peladuras de patatas se desperdiciaban, y se buscaban con fruición para asarlas en un fuego que, a falta de carbón, se alimentaba con bolas de papel, ramas húmedas y hasta suelas de alpargata.

 

5. Día de mercado. Autor, Ávilas.es

Día de mercado. Autor, Ávilas.es

La creatividad se disparó en Madrid hasta el punto de hacer tortillas sin huevos, croquetas sin leche y chuletas sin carne. Las tortillas, por ejemplo, se cocinaban con una pasta compuesta de harina y cáscaras de naranja trituradas. Y las chuletas, mediante un puré espeso de algarrobas, rebozado con pan rallado y frito. Y mientras tanto hacíanse las trampas más inimaginables para exprimir las cartillas de racionamiento. Una estrategia típica era retener las de los difuntos o desaparecidos, lo que permitía tener un suplemento alimenticio mientras duraba el engaño. En Madrid se crearon comedores especiales para embarazadas, lo que provocaba los fraudes correspondientes, aunque muchas prefirieron la preñez a la inanición. También estaban los pillos, quienes por influencias disponían de innumerables cartillas de racionamiento que les permitían comer y además vender las latas de carne congelada, a precios que llegaron a las seiscientas pesetas. La persecución de los desalmados que se lucraban en el mercado negro era incesante, con imposición de multas o envíos a campos de trabajo. Pero todo resultaba inútil.

 

6. Barbero trabajando en plena calle. Autor, Druidabruxux

Barbero trabajando en plena calle. Autor, Druidabruxux

7. Pelando patatas. Autor, Druidabruxux

Pelando patatas. Autor, Druidabruxux

Las dificultades no solo abarcaban a las vituallas. El jabón era inencontrable; el cuero y los textiles comenzaron a escasear, y los zapatos, con rigor matemático, subieron a precios de escándalo y constituyeron en poco tiempo un lujo inalcanzable para el ciudadano de a pie. Truco cotidiano de los zapateros era exhibir en los escaparates modelos a precios asequibles que tentaban al comprador. Al ir a hacer efectiva la compra, sin embargo, resultaban ser de un número enano. Y, casualidades de la vida, el adecuado al cliente se disparaba a costes que nada tenían que ver con el ofertado en el escaparate. La Junta Reguladora del Comercio de Uso y Vestido decretó en Madrid, en junio de 1938, un control y distribución exhaustiva de los más necesarios artículos. Así, para una señora se admitía un máximo por semestre de seis pañuelos, cuatro pares de medias, dos bragas, dos camisas, dos camisetas y un par de zapatos (o tres pares de alpargatas, a elegir).

 

8. La pesadilla de los desplazados. 1938

La pesadilla de los desplazados. 1938

La normalidad no tenía más interrupciones que los cañoneos, los cuales solían producirse a la hora de salida de los espectáculos. El tráfico se suspendía, las gentes buscaban cobijo y cuando cesaba la caída de proyectiles se reemprendía la marcha con absoluta indiferencia. Después, ambulancias y furgones hacían la recogida de las víctimas. Y la vida seguía su curso. Frente a riesgos epidémicos se impuso obligatoriamente la vacunación contra el tifus; y contra la proliferación de parásitos fueron muchos los varones que se cortaron el pelo al rape, sobre todo niños. La llamaron la moda de “los pelaos” y hasta se organizó un concurso para premiar al más agraciado. Por cierto que las calles de Madrid se vieron ocupadas por puestos ambulantes atendidos muchas veces por niños de corta edad, chiquillos a quienes los avatares de la guerra había colocado en la premura de ayudar a sus padres, e incluso de ayudarse a ellos mismos. Se les veía vender juguetes de confección casera y aviones de papel, gritando con el desparpajo de los que los que han madurado en cuestión de meses: “¿Qué desea usted, camarada? ¿Una muñeca, un avión, un tanque…?»

 

9. De vuelta del mercado. Autor, Ávilas.es

De vuelta del mercado, en Ávila. Autor, Ávilas.es

10. Juegos infantiles. Ávila, 1936. Autor, Ávilas.es

Juegos infantiles. Ávila, 1936. Autor, Ávilas.es

Pero, en el mercadillo de las oportunidades, el lugar preferente era el ocupado por las mujeres dedicadas a la venta de sucedáneos del tabaco. La falta de tabaco hizo que los farmacéuticos liquidaran todas sus existencias de cigarrillos balsámicos, mientras las vendedoras de cigarrillos y puros recurrían a las más extraordinarias presentaciones para su consumo: unos estaban liados con hojas de lechuga secas, otros hechos con cascarilla de cacao, y muchos más con tomillo u hojas secas de roble. Extrañas mezclas vegetales eran vendidas como remedios infalibles para calmar el deseo de fumar, a menudo a base de anís, malvavisco y manzanilla, lo que contribuía a que en los locales cerrados se impregnase todo de un hedor insoportable. Afortunadamente, algunas canciones de guerra venían a paliar las ansias de éste y otros bienes perdidos. Canciones que en Madrid sonaban a gloria, y levantaban valientemente la moral en medio del duro trance de recibir una y otra vez las malas noticias del frente. Pero las letras lo desmentían todo, como puede apreciarse en la siguiente estrofa:

“Si me quieres escribir,
Ya sabes mi paradero.
En el frente de Madrid,
Primera línea de fuego”

O en esta otra:

“Los de Madrid somos la hostia,
Somos la madre que nos parió,
Los de Madrid somos más grandes,
Somos más grandes que el mismo Dios”.

 

Continuará…

 

11. Niños durmiendo en un refugio improvisado

Niños durmiendo en un refugio improvisado

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Tierra Santa y Jerusalén, la ciudad de la Alegría de Dios

Tierra Santa y Jerusalén, la ciudad de la Alegría de Dios

¿Cómo no habían de amar a su patria los israelitas? Israel es un país admirable cuya belleza agreste y proverbial asombra a cualquier viajero de nuestros días. Bajo el cielo sin una nube, de un azul profundo, la gama de colores compone una paleta de rara riqueza: púrpura en las tierras de viñedos, rubio pálido de las cebadas maduras, ocre rojizo en los desiertos. Aquí el verde oscuro de los cipreses enhiestos hacia el cielo elegido por Yahvé; allá la capa azulada y trémula de los olivares, henchidos de fruto, arropando las laderas resecas de mediodía. De la rica llanura a los páramos de ovejas hay una hora escasa de marcha. Y para los antiguos caravaneros, a quienes quemaba el viento de arena, todo era cobrar aliento una vez vislumbrado el brillo de la nieve en la cima del Hermón.

 

2. Iglesia armenia en Jerusalén. Autor, Papalars

Iglesia armenia en Jerusalén. Autor, Papalars

3. Iglesia en la ciudad santa. Autor, Delayed Gratification

Iglesia en la ciudad santa. Autor, Delayed Gratification

4. Vendedor de tortas en el Jerusalén bíblico. Autor, SnapShots of the Past

Vendedor de tortas en el Jerusalén bíblico. Autor, SnapShots of the Past

5. Torre de la Fortaleza Antonia, de Herodes en Grande, en Jerusalén. Autor, SnapShots of the Past

Torre de la Fortaleza Antonia, de Herodes el Grande, en Jerusalén. Autor, SnapShots of the Past

6. Vista de jerusalén, hacia 1895. Autor, Trialsanderrors

Vista de la ciudad santa, hacia 1895. Autor, Trialsanderrors

7. Rincón con olivo en Jerusalén. Autor, David55King

Rincón con olivo. Autor, David55King

8. Ruinas de Cafarnaúm. Fotografía de fecha desconocida. 1900. Autor, SnapShots of the Past

Ruinas de Cafarnaúm. Fotografía realizada hacia 1900. Autor, SnapShots of the Past

Israel es la tierra elegida, y su capital, Jerusalén, el centro del mundo en opinión de los antiguos. Allí confluyeron las tres grandes religiones de nuestros días, y los peregrinos que se dirigían hacia los atrios sagrados cantaban su gloria, en estos Salmos de las Subidas que repetían a coro a lo largo del camino: “Alégreme de lo que me decía, vamos todos a la casa de Yahvé. Ya están nuestros pies en tus puertas, ¡Oh, Jerusalén! (…) Adonde suben las tribus de Yahvé”. Ir a la ciudad santa, hacer una visita al menos una vez en su vida, era para todos los judíos esparcidos por los cuatro rincones del mundo el sueño más querido: “El año próximo, a Jerusalén”, decían.

 

9. Baalbek. Tierra Santa. 1895. Autor, Trialsanderrors

Baalbek. Tierra Santa. 1895. Autor, Trialsanderrors

10. Jerusalén en blanco y negro. Autor, Jean Spector

Jerusalén en blanco y negro. Autor, Jean Spector

11. Cúpula de la Roca. Autor, Carmelo Aquilina

Cúpula de la Roca. Autor, Carmelo Aquilina

12. Otra vista de la ciudad santa, en 1895. Autor, Trialscopus

Otra vista de la ciudad santa, en 1895. Autor, Trialsanderrors

13. Oración de Paz. Autor, Arròsalforn for freedom and peace in Palestine

Oración de Paz. Autor, Arròsalforn for freedom and peace in Palestine

14. La vieja ciudad de Jerusalén. Autor, Mirari Erdoiza

La vieja ciudad de Jerusalén. Autor, Mirari Erdoiza

15. Vista desde la Torre de los Cuarenta Mártires, en Ramleh. 1895. Autor, Trialsanderrors

Vista desde la Torre de los Cuarenta Mártires, en Ramleh. 1895. Autor, Trialsanderrors

16. Rincones de Jerusalén, en blanco y negro. Autor, Jean Spector

Rincones olvidados de Jerusalén. Autor, Jean Spector

Por eso, nosotros también hemos querido recalar hoy en esta ciudad, capital del moderno Israel, y ofrecer a nuestros seguidores una selección de bellísimas fotografías que esperamos sean de su agrado. Son imágenes de la vieja ciudad, pero también de algunos puntos clave de la geografía de Tierra Santa, muchas de ellas históricas y con más de un siglo de antigüedad. Esta es la Jerusalén que quisiéramos visitar algún día, pero por el momento, lamentándolo mucho, algunos tendremos que conformarnos solo con soñar…

 

17. Puerta de Damasco. La entrada a la vieja Jerusalén. Autor, stevenconger@sbcglobal.net

Puerta de Damasco. La entrada a la vieja Jerusalén. Autor, stevenconger@sbcglobal.net

18. Monasterio ortodoxo de Mar Saba, en el valle del Cidrón. Israel. 1895. Autor, Trialsanderrors

Monasterio ortodoxo de Mar Saba, en el valle del Cidrón. Israel. 1895. Autor, Trialsanderrors

19. El secreto de las palabras. Autor, Jean Spector

El secreto de las palabras. Autor, Jean Spector

20. Jerusalén y la cúpula de la Roca. Autor, Florian Seiffert

Jerusalén y la cúpula de la Roca. Autor, Florian Seiffert

21. La ciudad de Jaffa desde el mar. Composición de finales del siglo XIX. Autor, Trialsanderrors

La ciudad de Jaffa desde el mar. Composición de finales del siglo XIX. Autor, Trialsanderrors

22. Antiguo bazar de Jerusalén. Autor, Jonas Hansel

Antiguo bazar de Jerusalén. Autor, Jonas Hansel

23. Minarete de la Novia, en Damasco. Fotocomposición fechada en 1900. Autor, Trialsanderrors

Minarete de la Novia, en Damasco. Fotocomposición fechada en 1900. Autor, Trialsanderrors

24. Familia palestina en Ramallah. Hacia 1948. Autor, Gnuckx

Familia palestina en Ramallah. Hacia 1948. Autor, Gnuckx

25. Muro del Sur, del Templo de Jerusalén. Autor, Aussie Active

Muro del Sur, en el Templo de Jerusalén. Autor, Aussie Active

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Días y noches en el camino de Santiago. La vida cotidiana de un peregrino medieval (2ª Parte)

Días y noches en el camino de Santiago. La vida cotidiana de un peregrino medieval (2ª Parte)

Los viajes se planeaban para la primavera, coincidiendo con la terminación de las fiestas de Pascua de Resurrección. Era el mejor tiempo y, sobre todo, quedaban muchos meses por delante hasta que se pudiera pensar en los días cortos y desapacibles de un otoño anticipado. Chaucer ilustraba este hecho con una bella poesía en sus famosos cuentos de peregrinación, Los cuentos de Canterbury:

“Cuando en abril caen los dulces chubascos (…), cuando el céfiro, con su alentar suave, envía a los aires el perfume de cada arboleda y de cada matorral sobre sus tiernos retoños, el sol joven señala el equinoccio (…) y los ruiseñores cantan sus melodías (…), los que han de ir en peregrinación, los romeros, buscan las playas extranjeras de los santos lejanos, reverenciados en países llenos de sol”.

2. La estampa clásica del peregrino. Cebreiro, Lugo. Autor, Moisés Gallego

La estampa clásica del peregrino. Cerca de Cebreiro, Lugo. Autor, Moisés Gallego

3. Puente de la Rabia. Zubiri, en Navarra. Autor, Miguel Ángel García

Puente de la Rabia. Zubiri, en Navarra. Autor, Miguel Ángel García

Antes de abandonar su pueblo o su ciudad, el peregrino debía cumplir con unos ritos. No era él quien vestía la túnica y tomaba el bordón, sino que estas insignias le eran entregadas por las autoridades eclesiásticas en conformidad con un meticuloso ceremonial. Vestir el hábito del peregrino significaba una cierta consagración temporal a Dios, y al Apóstol Santiago. Por eso el peregrino era respetado, tenido en estima y eximido de los impuestos que había de pagar al paso por los puertos de montaña o al entrar en las ciudades, y de otros tributos con que las autoridades civiles hacían frente a los gastos públicos. Tras la despedida y la ceremonia religiosa obligada, el buen romero, el santiaguero de ley, ponía la mirada hacia poniente para no abandonarla en lo sucesivo. La mirada por donde desaparecía el sol todas las tardes. Y al llegar la noche, antes de acostarse, miraba al cielo también: pues si estaba despejado le permitiría ver su Vía Láctea clavada en el cielo como un tenue sendero de estrellas, marcándole el camino a seguir durante los días venideros

 

4. Monasterio de Irache, Navarra, antiguo hospital de peregrinos. Autor, Canduela

Monasterio de Irache, Navarra, antiguo hospital de peregrinos. Autor, Canduela

1. Puente cerca de Sahagún. León. Autor, Calafellvalo

Puente cerca de Sahagún. León. Autor, Calafellvalo

Un apunte: los literatos de todas las épocas han imaginado al peregrino caminando a toda prisa, casi corriendo, tropezando con los guijarros y levantando grandes polvaredas con los pies en la rapidez de su marcha. Sin embargo, esta prisa era más imaginaria que real. Aparte de los descansos exigidos por el duro caminar, por las inclemencias del tiempo o la búsqueda de provisiones y recambios, el reposo se imponía también cuando en la seca Castilla aparecía una alameda placentera. También se permitía lo que hoy llamaríamos excursiones cortas. Romerías a los santuarios célebres que habían surgido, ya en el camino, ya en lugares un poco apartados de él, en poblados, ciudades o descampados. Las visitas a estos centros de piedad cristiana y litúrgica están recogidas en multitud de trabajos históricos y documentos de la época. Era frecuente que una desviación a un lugar de peregrinación secundaria durara los tres días de hospedaje gratuito que se solía conceder a los visitantes, más los dos días de viaje contando el de ida y el de vuelta.

 

5. Peregrinos por los páramos de Palencia. Autor, Ruhei

Peregrinos por los páramos de Palencia. Autor, Ruhei

6. Verde sobre verde en el camino. Autor, Guu

Verde sobre verde en el camino. Autor, Guu

La alegría de los peregrinos, tanto en esas “cortas excursiones” como en el camino propiamente dicho, no es fácil de describir. Siguiendo la pauta que nos marca León Felipe en sus versos, podría decirse que esta dicha nace de una profunda convicción de la ruta como ideal de vida:

“Ser en la vida romero,
Romero solo que cruza siempre por caminos nuevos.
Ser en la vida romero
Sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.
Ser en la vida romero, romero… sólo romero.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
Pasar por todo una vez, una vez solo y ligero,
Ligero, siempre ligero”.

7. Una buena noticia. Padrón, camino Portugués. Autor, Compostelavirtual

Una buena noticia. Padrón, camino Portugués. Autor, Compostelavirtual

Además de la túnica de paño grueso, o tabardo, que le servía para resguardarse de las inclemencias del tiempo y para envolverse con él por la noche, el peregrino llevaba asimismo un báculo o bordón cuya utilidad era entonces mucho más variada que hoy en día. Se le utilizaba para apoyo, defensa contra hombres y fieras, o para que sirviera de mástil a una tienda de campaña improvisada… Por otro lado, el equipaje era siempre escaso: un hatillo o mochila para los pobres, porque “hasta una paja estorba en el viaje”, y algo más si el peregrino venía a caballo, señal segura de distinción y riqueza. Los caballeros no hacían el viaje solos y era común que se hiciesen acompañar de sus escuderos o mochileros, por lo que la alforja, y aún el cofre o el arca voluminosa, venían sobre una segunda montura en la que también cabalgaba el servidor del romero rico.

 

8. Casona habilitada como albergue de peregrinos. Villafranca del Bierzo, León. Autor, Titoalfredo

Casona habilitada como albergue de peregrinos. Villafranca del Bierzo, León. Autor, Titoalfredo

9. La alegría del peregrino. Autor, Juanpol

La alegría del peregrino. Autor, Juanpol

La alforja solía estar bien nutrida de comida que se pudiera conservar algunos días. Cordillo, personaje creado por Lope de Vega, decía envidiando a los peregrinos y arrieros:

“Canalla inútil
Que no solo come y bebe
Lo que siempre le hace falta,
Sino que toda va siempre
Apercibida de alforjas
Donde permite que lleven
Las calabazas de vino,
Quesos, hogazas y nueces
Y otras zarandajas.”

10. Monasterio y albergue de peregrinos. Carrión de los Condes. Autor, Guu

Monasterio y albergue de peregrinos. Carrión de los Condes. Autor, Guu

11. Nubes de tormenta en Bercianos del Real Camino. Autor, Luis Echanove

Nubes de tormenta en Bercianos del Real Camino. Autor, Luis Echanove

Estas “zarandajas”, o cosas de poca importancia, no lo eran en realidad para cualquier caminante o peregrino. Ni tampoco el socorrido cuchillo de monte, que tanto valía para cortar rebanadas de pan, siempre a punto de endurecerse, como de arma para metérsela en el corazón a un jabalí, a un lobo o a un bandolero. Un proverbio antiguo dice: “cuchillo de Pamplona, zapato de Baldés y amigo Burgalés, líbreme Dios de los tres”. Tan común era llevar cuchillo de monte, que la iconografía pictórica y estatuaria de la edad media representa a menudo a los santos con un cuchillo pendiente del cíngulo, o cordón ceñido a la cintura. Finalmente, no podía faltar tampoco en el hatillo o alforja lo necesario para hacer fuego: eslabón, pedernal y yesca. Nadie podía aventurarse a olvidar éstas y otras menudencias, tan necesarias para una vida fuera de casa durante varios meses por campos, bosques y posadas, donde la incertidumbre acechaba por doquier y el peligro y las incomodidades tenían asiento diario junto al camino.

Continuará…

 

12. Camino en invierno. Autor, Lola Hierro

Camino en invierno. Autor, Lola Hierro

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«Porque el viaje no comienza cuando preparas tu mochila, el viaje despega solo con soñarlo. Disfruta del Camino de Santiago»

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Días y noches en el camino de Santiago. La vida cotidiana de un peregrino medieval (1ª Parte)

Días y noches en el camino de Santiago. La vida cotidiana de un peregrino medieval (1ª Parte)

En estos días de comunión con nuestros familiares y amigos difuntos, aquellos que partieron en peregrinación a un mundo inalcanzable aún para nosotros, queremos dedicar nuestro reportaje de hoy a la esperanza, la belleza, la paz y la caridad del camino. Vivir el sosiego de aquel caminante medieval en peregrinación a Santiago, su día a día afrontando penalidades, contratiempos, pero también volcado en su interior al ritmo íntimo y a la naturaleza del paisaje. Un paisaje bellísimo, milenario, extendido como un manto protector a lo largo y ancho de las tierras de Navarra, Castilla, Galicia o La Rioja; vivir también con él la noche estrellada en la hospedería, coincidiendo con otros peregrinos a la espera de comida y lecho, y de un consejo amigo para afrontar con éxito las incógnitas de la siguiente jornada… El camino es, en realidad, una alegoría de nuestro paso por la vida, y como tal queremos mostrarlo a todo aquel que no desespera en buscar, todavía hoy y por encima de todas las cosas, la ilusión y la belleza en todo lo que nos rodea. Sin duda, y en este sentido, la ruta a Santiago es su mejor modelo a seguir.

2. Amanecer en Puente la Reina. Autor, Guu

Amanecer en Puente la Reina. Autor, Guu

3. A la sombra de los alisos. Autor, Frescotours

A la sombra de los alisos. Autor, Frescotours

Animados por la esperanza de una cordial y caritativa hospitalidad, muchos peregrinos se han echado a andar por el mundo en el transcurso de los siglos. Con la fe, la caridad y la esperanza viajaban los peregrinos medievales, alentados al saberse reconocidos como hermanos; porque si no pertenecían a un mismo pueblo ni a una misma raza, se sentían unidos por una cristiandad viva, que se traducía en el buen trato y obras nacidas de su amor por el prójimo. Esta fue la finalidad primordial de tantos hospitales, hospederías, albergues y refugios con los que se satisfacía las necesidades del caminante, romero a Compostela.

 

4. Ermita de la Virgen del Puente, cerca de Sahagún. Autor, Freecat

Ermita de la Virgen del Puente, cerca de Sahagún. Autor, Freecat

5. Parameras infinitas. Autor, Tomás Peñalver

Parameras infinitas. Autor, Tomás Peñalver

Por encima de todo, los hitos básicos en la ruta a Santiago eran las ciudades, las aldeas y los caminos. La Península Ibérica contaba en la Edad Media con menos de la décima parte de la población actual, y muchos de los pueblos que jalonan el camino de Santiago tuvieron su origen y desarrollo en las mismas peregrinaciones. Los caminos, por consiguiente, eran los grandes compañeros del viajero, quien evitaba deambular por trochas y jarales expuesto al peligro de fieras, asesinos o amigos de lo ajeno. Ortega y Gasset escribió en cierta ocasión:

“ Si una noche desaparecieran los caminos, si alguien avieso los sustrajera, quedaría España confundida, hecha una masa informe, encerrada cada gleba dentro de sí, de espaldas a las demás, bárbara, intratable. La red de caminos es el sistema venoso de la nación, que unifica y, a la vez, hace circular por todo el cuerpo una única espiritualidad”.

6. Feliz cena. Albergue de Ferreiros, Lugo. Autor,

Feliz cena. Albergue de Ferreiros, Lugo

En el Medievo no siempre se seguían los mismos caminos. Cada grupo o caravana elegía “su camino”, en conformidad con las devociones secundarias que los peregrinos se proponían cumplir. Además de las calzadas existía otra red caminera entre los castillos, pueblos y posesiones agrícolas y ganaderas. Tenían el nombre de senda o sendero, carril, vereda, camino real, camino cordel y cañadas, en conformidad con su anchura. Las más anchas eran las cañadas, tierra liberada de propietarios particulares que no podía ser cultivada y se reservaba para el paso de ganado trashumante. Además, a estas vías se añadían los caminos privados o de peaje, construidos por señores o ganaderos que exigían un pago por su utilización. Los mapas y guías de peregrinación aconsejaban entonces, al igual que ahora, cómo habían de hacerse racionalmente las jornadas, es decir, el camino de cada día, aunque cada cual las pudiera corregir o acomodar a su voluntad. De ahí la frase “hacer el viaje por sus jornadas”, que aparece con tanta frecuencia en las piezas literarias de aquel tiempo. Cada fin de jornada o etapa solía coincidir con una ciudad, una villa, un hospital de peregrinos o una venta. Aunque había quien, por ir más aprisa y a caballo, hacía jornadas dobles de hasta quince y veinte leguas, saltándose así la parada en aldeas de dudosa catadura.

 

7. Naturaleza en el camino de Santiago. Autor, Jexweber.fotos

Naturaleza en el camino de Santiago. Autor, Jexweber.fotos

8. Paisajes del camino. Autor, Guu

Paisajes y horizontes. Autor, Guu

Desde el camino y por el camino, el peregrino llegaba a un feliz estado de contemplación virginal de la naturaleza. El hombre medieval gozaba de ella, de sus picachos, de las vertientes del Pirineo bordadas de hayedos y robledales, con vacíos dejados para solaz de la vista en forma de verdes prados. Poco a poco se iba adentrando en las tierras llanas hasta llegar a las estepas y parameras, con horizontes infinitos que hacían dudar hasta al más decidido de poder dar término a su jornada. El gran poeta y crítico teatral español Enrique de Mesa describe así el paisaje que se abría a los ojos del peregrino:

“Un molino,
Perezoso por el viento.
Un triste son de campana.
Un camino
Que se pierde polvoriento
Surco estéril de la tierra castellana.
Ni un rebaño
Por las tierras. Ni una fuente
Que dé alivio al caminante”.

9. Afrontando la dura jornada. Autor, Calafellvalo

Afrontando la dura jornada. Autor, Calafellvalo

Debido a la singular cosmovisión del Medievo, el caminante y cualquier hombre de la edad media se consideraba rey en aquella tierra diáfana, montañosa, boscosa o esteparia. Era el elegido por Dios para contemplar y disfrutar de toda aquella naturaleza desplegada como un inmenso tapiz, con sus bellezas, sus bonanzas y sus rigores. El caminante curtido contemplará cada mañana los primeros rayos del sol ya un poco lejos del lugar donde ha pasado la noche; los atardeceres, por el contrario, desde las torres de una ciudad amurallada o desde el balcón de un albergue. El atardecer se recibe siempre con ánimo recogido, y la noche promete un descanso reparador a la espera de la fresca brisa de la mañana, y con ella una nueva esperanza. Este es el ciclo del viajero y del peregrino. Durante la jornada, en bella expresión de Víctor Hugo:

“Dios nos presta un momento los prados y las fuentes, los grandes bosques temblorosos, las profundas y sordas rocas y los cielos azulados, los lagos y las llanuras, para que pongamos en ellos nuestros ensueños, nuestros amores”.

10. Interior del albergue de Roncesvalles. Autor, Arquepoética.

Interior del albergue de Roncesvalles. Autor, Arquepoética

11. Camino de Santiago e iglesia románica, en Castrojeriz. Autor, Calafellvalo

Camino de Santiago e iglesia románica, en Castrojeriz. Autor, Calafellvalo

El caminante, sin darse cuenta, se llena de luz, de rumor de trigos ondulantes, de horizontes que se abren en cada colina. Más que nadie sabe de la caricia de una corriente de agua, de la sombra de los alisos o de la flor que brota entre las zarzas. Campo es sudor, polvo y penosas ascensiones; pero también olor a pino, a jara y a libertad. Y el atardecer le sorprende en casa, la suya por aquella noche. Y hace el recuento de la jornada con el cuerpo agotado, requemado por el sol y el duro viento de las parameras… ¿No es ésta una feliz coincidencia con el recorrido, a veces fácil, a veces triste y amargo, que nos ha tocado realizar en nuestra vida?

Continuará…

 

12. Amanecer y esperanza. Autor, Julio Codesal

Amanecer, colores de esperanza. Autor, Julio Codesal

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«Porque el viaje no comienza cuando preparas tu mochila, el viaje despega solo con soñarlo. Disfruta del Camino de Santiago»