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Descubriendo el Museo Palmero de Almodóvar del Campo

Hay gente que nace con estrella, otra estrellada, y otra que tiende a buscar el camino hacia las estrellas. En el caso del Maestro Palmero, es una extraña combinación de estas tres casualidades

Alfredo Palmero de Gregorio nace el 12 de marzo de 1901 en Almodóvar del Campo y ya desde pequeño va a dar muestras de una decidida vocación por la pintura. Forma parte de una saga o generación de artistas que, en el primer tercio del siglo XX, hicieron de La Mancha uno de los principales focos artísticos de la época: Gregorio Prieto, Antonio López, Francisco Carretero, Ángel Andrade, Benjamín Palencia… A nivel internacional destacaban por aquel entonces mujeres de la talla de Catalina Sandalia (La Tía Sandalia. Representante del arte naif más popular), Leonora Carrington, Maruja Mallo, Georgia O`Keefe, Frida Kahlo y Lee Krasner entre otras.

Pintor de inspiración impresionista su temprana vocación y afición serán los impulsores de su traslado a Madrid con solo 14 años donde comenzaría su formación en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde coincidiría con Gregorio Prieto, Joaquín Valverde, Juan Esplandiú entre otros.

Destacamos una entrevista que realizó al diario El Defensor en marzo de 1920 donde nos da unas pinceladas sobre algunos aspectos de su personalidad artística: mi carácter que es variable y que hoy evoluciona al querer abarcar mucha técnica, me hace pasar entra la gente del pueblo, por un niño de esos estúpidos y se me tilda de tonto; son casos de incomprensión que tenemos que aguantar en esta sociedad caduca; mi temperamento en sí creo hermana con Velázquez.

Su estancia en la capital entre 1915 y 1920 le permitirá imbuirse en el ambiente bohemio de la misma asistiendo a las tertulias de conocidos cafés como El Parnasillo o La Fontana de Oro llegando a ser contertulio de importantes personalidades de la época como Unamuno, García Lorca o Manuel de Falla.

En ese mismo año expuso por primera vez en el Casino de Ciudad Real, y posteriormente viajó a París —donde entró en contacto con las principales corrientes artísticas de la época como el dadaísmo y personajes como Apollinaire—, e Italia (1928), acompañado de su buen amigo, el escultor Felipe García Coronado. De esta etapa destacamos una pintura marcada por la riqueza cromática, luminosidad, y de gran agudeza perspectiva como las obras del Folies Bergere, Montmartre, Montparnasse

Las principales influencias en su obra: Velázquez, Goya, Manet, Degas, Picasso y Renoir (al que Alfredo Palmero retrató en su propio taller)

También es conocida su faceta como docente impartiendo clases el Instituto de Enseñanza Media de Ciudad Real. Desde este centro docente fue trasladado a Burgos, para pasar posteriormente a Toledo y finalmente a Barcelona.

Para Alfredo el espíritu del arte pasaba por depurar la esencia de la raza, en el campo, al aire libre según lo requieren los preceptos modernistas.

Pintar un cuadro en una hora o pintar los 183 personajes de la obra El Quijote, forman parte de las numerosas anécdotas y hazañas artísticas que convirtieron a Alfredo Palmero en el conocido Maestro Palmero

En la década de 1960 fundó en su localidad de origen, Almodóvar del Campo, el Museo Palmero, lugar escogido por la familia para conservar el legado del artista. Años más tarde, en 1970 y en Barcelona, fundó el Museo e Instituto Palmero de Arte, ubicado en una antigua masía del siglo XV.

La proyección tanto nacional como internacional de Alfredo Palmero es indudable, con exposiciones realizadas en el hotel Carlton de Bilbao, en el salón Cano de Madrid, en las galerías Grifé & Escoda, Augusta y Barcino, de Barcelona, así como en Valencia, Santander, La Coruña, Zaragoza, Bruselas, Nueva York, París, Londres, Ámsterdam, Múnich, Lisboa, Osaka, México, Venezuela, Argentina…

En 1983 hizo pública la “Colección Cervantina” en su propio Museo y en los Museos Metropolitan de Palm Beach y de Bogotá.

Miembro de honor del Instituto de Estudios Manchegos, falleció en Barcelona el 5 de marzo de 1991.

Alfredo Palmero tenía la buena costumbre de ir coleccionando diferentes objetos que le llamaban la atención. Desde enormes vasijas hasta vestigios de origen romano. ¿De la cercana ciudad romana de Sisapo tal vez?

Museo Palmero

El museo fue inaugurado en 1960 y contiene una colección particular de las obras del pintor Alfredo Palmero, así como algunos objetos personales, esculturas, cerámicas, además de obras de otros artistas coetáneos o relacionados con el pintor.

Está dividido en tres salas principales, cada una de las cuales corresponde a una etapa de la vida del pintor:

Primera sala

Está dedicada a la primera y la segunda etapa de la obra artística del Maestro Palmero que abarca los años 1914 a 1937, una época muy marcada por los viajes de juventud, pero sobre todo por su estancia en Madrid donde tuvo como maestro a Menéndez Pidal y realiza su ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Dentro de esta sala hay un espacio dedicado a la segunda etapa del artista, donde se pueden ver las obras realizadas desde el final de la Guerra Civil Española hasta el año 1958, período en el que el Alfredo se establece en Barcelona con su familia, realiza sus primeras exposiciones y vende sus primeras obras.

Segunda sala

Es la sala principal del museo y está dedicada a la tercera etapa del Maestro Palmero, su época de esplendor y madurez artística. Durante este período se impregna sus obras de una temática variada: paisajes urbanos y ambientes burgueses de Madrid, París o Roma, animales (caballos principalmente), temática cervantina, La Mancha y la mujer.

Dicen que el azul es uno de los colores más difíciles, y, por tanto, menos utilizados, por los pintores. Pues nada, ahí estaba el ya Maestro Palmero para ir a contracorriente, pintando angelicales y bellos caballos blancos sobre misteriosos fondos azules… Lo más curioso es que Alfredo nunca tuvo caballo propio, ni caballos modelo, pero los pintaba mejor que nadie, con un sobresaliente realismo.

Tercera sala

La última sala está dedicada a varios artistas coetáneos al pintor que dejaron su huella o influyeron en la obra del Maestro Palmero (Cecilio Pla o Julio Romero de Torres son buen ejemplo de ello). Igualmente encontramos un espacio dedicado a la Saga Palmero representada por su hijo, ya fallecido, Miguel Ángel y el nieto del mismo nombre conocido en el universo artístico como Freddy Palmero, los cuales continuaron y continúan con el legado familiar.

Por último, en la planta superior se encuentra el taller del artista durante muchos años: su lugar de trabajo, de creación e inspiración, y donde realizó sus primeras obras.

Entre todos los cuadros, hay uno que os llamará poderosamente la atención. En realidad, una mujer llama poderosamente la atención. Perfectamente bella, diferente al resto. Esa mujer tiene luz, y según nos ha contado Carmen, el Maestro Palmero (¿adivináis dónde está en el cuadro?) se encarga de darle todavía más luz, mientras que el resto de personajes de la escena, de la alta sociedad madrileña, aparecen en tonos más oscuros, incluso en la sombra. ¿Quién será esta bella mujer? ¿Una obsesión del Maestro Palmero?

Sin duda, el Museo Palmero es uno de los principales reclamos turísticos de Almodóvar del Campo, tanto para amantes y especialistas del arte como público en general interesado en iniciarse en el conocimiento de uno de los artistas con mayor proyección de nuestra tierra, contemporáneo de grandes pintores y pintoras, y cuya obra es esencial para comprender las principales corrientes de la época y el contexto en el que se mueve nuestro artista.

Si no eres experto en pintores españoles, aficionado al arte en general, ni conoces la vida de Alfredo Palmero, te recomendamos encarecidamente que realices una visita guiada con Carmen, de la Asociación de Amigos del Museo Palmero y Centro Cervantino (AMPACE).

Imprescindible realizar también las visitas a la Capilla de la Trinidad, Salón de Plenos del Ayuntamiento, Centro Cervantino (Biblioteca Cervantina e Iconografía Cervantina de Palmero), el anexo Centro Cervantino (Mesón y Cueva)…

Planifica tu visita a Almodóvar del Campo y al Museo Palmero con nosotros. Solicita más información o recomendaciones para preparar tu escapada AQUÍ

Un artículo de José Manuel Lucerón para sabersabor ©

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De Turismo Accesible por Valdepeñas

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Os proponemos un recorrido accesible para conocer los rincones, sabores e idiosincrasia particular de este manchego Valle de las Peñas o Valdepeñas


Quijotesca, oretana, calatrava y siempre muy relacionada con la cultura del vino, Valdepeñas se abre ante nosotros en los últimos kilómetros de planicie antes de las estribaciones de Sierra Morena.
Desde nuestra llegada, comprobamos el papel capital que la vid juega en el desarrollo de esta ciudad manchega. La rodean importantes extensiones de viñedos y bodegas, pero, además, en el casco urbano se encuentra su maravilloso Museo del Vino.

Recorriendo las galerías de esta antigua bodega, descubrimos la evolución histórica en el tratamiento de la vid, y sus paredes están decoradas con frases de celebridades como uno de sus ilustres hijos, Francisco Nieva, quien reverenció y alabó el sabor puro de los vinos de la comarca valdepeñera. Y cada septiembre se homenajea a la uva en las Fiestas del Vino.

El vino está presente también en la Plaza de España, corazón de la localidad y cuya fuente está dedicada a la prensa de la uva. En torno a esta típica plaza manchega, se suceden las terrazas en las que se pueden degustar los vinos y se articulan los edificios principales de la ciudad, como el Ayuntamiento, la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción y su Museo Municipal.

En la cercana pinacoteca de la Fundación Gregorio Prieto podemos admirar una preciada colección de arte moderno, que tiene el honor de ser una de las más apreciadas no sólo de la provincia sino de toda Castilla – La Mancha.
Más alejado del centro se alzan el molino más grande del mundo y el Museo de los Molinos, y en las afueras se pueden disfrutar de los vestigios de los primeros pobladores de la zona en el yacimiento arqueológico íbero del Cerro de las Cabezas, justo a orillas del río Jabalón… ¡¡¡COMENZAMOS!!! 

Nuestra propuesta de ruta accesible por Valdepeñas comienza en el mismísimo centro urbano, en concreto en la Plaza de España por ser considerada como núcleo de la vida y el comercio de la ciudad. Aúna a su alrededor la tradición, lugar de reunión, de ocio, en la multitud de bares y restaurantes que encontramos en ella. El auge económico del municipio, entre los siglos XVIII y XIX, fue decisivo para la construcción de alguno de los edificios de esta bonita plaza, como la Casa Izarra, la Casa Cruz o la sede del Casino La Confianza.

Nos llama la atención su colorido, edificios en blanco y azul, colores que simbolizan la Mancha. Y la bella Iglesia de la Asunción, tiempo atrás fortaleza de la Orden de Calatrava, y que sobresale por las preciosas e imponentes puertas de su fachada, cómo la Puerta de los Catecúmenos, inspirada en La Piedad. Recorriendo su fachada no podemos dejar de lado el fabuloso reloj de sol, con una inscripción en árabe en referencia a Mahoma.

Dentro destacan seis tablas de su antiguo retablo, destruido en la Guerra Civil Española, atribuidas al pintor Yáñez de la Almedina, discípulo aventajado de Leonardo Da Vinci; además de la talla de la patrona, la Virgen de la Consolación, obra de Gregorio Prieto.

Paseando por la calle Real llegamos al Museo Municipal, ubicado en una antigua casa solariega del siglo XVI. El museo nos muestra el magnífico patrimonio cultural que posee Valdepeñas. A través de sus salas descubrimos lo mejor del arte contemporáneo, de la mano de pintores como Francisco Nieva o Ignacio Crespo Foix. Pinturas frescas y dinámicas, que muestran paisajes locales y escenas de la vida cotidiana.
Desde el punto de vista arqueológico, el museo ofrece una parte de los objetos o hallazgos procedentes de las excavaciones que, desde el año 1985, se vienen realizando en el yacimiento de la ciudad ibérica del Cerro de las Cabezas. Vasijas, jarrones y platos nos descubren el día a día de los íberos instalados en Valdepeñas.


Valdepeñas es mundialmente reconocida por su preciado y exquisito vino


Pero, por encima de todo, Valdepeñas es y será conocida por su producción de vino. La tradición de Valdepeñas es la historia de sus viñedos, de sus frutos y sus vinos desde tiempos ancestrales. Y para conocer toda esta historia es imprescindible adentrarse en el Museo del Vino, ubicado en la antigua bodega de Leocadio Morales.

El museo nos permite descubrir la evolución de cultura de la vid y la elaboración de los vinos de una forma muy didáctica e interactiva, así como toda la tradición de la Denominación de Origen Valdepeñas, un ejemplo vivo de la transición del mundo artesanal a la industrialización del siglo XX en la elaboración del vino.
Nos encontramos aquí una gran muestra de cómo era una bodega tradicional, con una serie de objetos expuestos como tinajas, barriles, herramientas agrícolas y fotografías que nos explican cómo ha ido evolucionando el trato de la uva con el paso del tiempo.

En el museo aparecen citas de ilustres valdepeñeros, como el Premio Cervantes de Literatura, Francisco Nieva, o el pintor Gregorio Prieto, que describen con orgullo el preciado fruto que la vid da en esta tierra.

La tecnología ayuda a que el recorrido por las galerías del museo resulte más atractivo, ameno y, sobre todo, didáctico para el visitante, con el encanto que supone recorrer una bodega de verdad.


Bodegas centenarias, divertidas catas y gastronomía para sibaritas con el mejor vino de Valdepeñas


Son muchas las bodegas de Valdepeñas que destacan en el turismo del vino. Pero sin duda Bodegas Navarro López es nuestra preferida por la calidad de sus actividades: nos permiten conocer de primera mano su origen, los procesos tradicionales de elaboración desde la cepa a la copa, cómo llevan a cabo la crianza de sus mejores vinos, disfrutando y aprendiendo a valorar sus características a través de catas y degustaciones. Nos ofrecen experiencias inolvidables de enoturismo para todos los públicos.

La oferta gastronómica de Valdepeñas se completa con numerosas tabernas, bares, restaurantes y vinotecas que toman como referencia la extendida cultura de la tapa y la cocina tradicional manchega para llevarla a una gran variedad de platos de altísima calidad.


Valdepeñas atesora un yacimiento arqueológico de transcendencia internacional: el Cerro de las Cabezas


Para los amantes de la arqueología, el Centro de Interpretación del Cerro de las Cabezas de Valdepeñas, situado junto al mismo yacimiento Ibérico, nos espera con una interesante exposición arqueológica con la que nos vamos a remontar al siglo VII antes de Cristo para aprender más sobre nuestro legado cultural y descendencia.

El Yacimiento del Cerro de las Cabezas (que muy pronto se convertirá en un nuevo Parque arqueológico de Castilla – La Mancha) muestra un perfecto ejemplo de la estructura que seguían las ciudades iberas que se levantaron en la península. Resulta llamativo cómo se construyó esta gran ciudad Oretana aprovechando las características del cerro en el que se ubica y el fértil entorno a orillas del río Jabalón.

A través del Centro de Interpretación del yacimiento, referente en España para el estudio de la Cultura Ibérica, podemos conocer de forma dinámica la realidad funcional de esta ciudad. Mediante maquetas y recreaciones a escala, objetos, vídeos, simposios, talleres, fotos y el uso de montajes en 3D descubriremos los puntos más relevantes que conformaron la vida de los pobladores íberos que residieron aquí hasta el siglo II antes de Cristo.

Por cierto, el hallazgo de materiales orgánicos relacionados con la producción del vino en este yacimiento constata aún más la tradición vinícola de Valdepeñas, que se remonta por tanto al tiempo de los íberos.


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Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©

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Valdepeñas, el origen del vino

denominación origen Valdepeñas

La historia de Valdepeñas es la crónica de sus viñedos y de sus vinos, escrita con pasión por gentes dedicadas al cultivo de la vid desde tiempos ancestrales


De saliente a poniente, a caballo entre el Campo de Montiel y el Campo de Calatrava, el Jabalón, este modesto río, en un valle abierto y fecundo, iba a escribir, a lo largo de los siglos, la historia de un vino, el de Valdepeñas.
Valdepeñas y vino son una pareja unida desde hace miles de años. Casi tantos como las vides y cepas que pueblan las tierras de esta llanura castellano-manchega en la provincia de Ciudad Real. Valdepeñas fue de hecho cruce de caminos en un punto geoestratégico crucial para el desarrollo del comercio en general y del impulso vitivinícola particular gracias al cultivo de una uva de la que se extraen deliciosos caldos que han sobrevivido hasta hoy. Valdepeñas es tradición, es la historia de una tierra que esconde muchas.
El vino y Valdepeñas están asociados desde tiempos inmemoriales y a su vez la historia de esta unión es la historia de una de las Denominaciones de Origen más antiguas, reconocida en 1932, y más conocidas por los españoles. Es, por tanto, una denominación tradicional, experimentada y popular.
La simbiosis que existe entre los ciudadanos de esta zona con el vino y su amor al viñedo sólo se entiende si se hace un breve repaso histórico en el que se observa que siempre uno ha formado parte del otro. El viaje comienza allá por el siglo V a.C., cuando se ratifica la producción de vino en la zona del “Cerro de las Cabezas”. Pastores íberos, nómadas y errantes, cansados tal vez de trashumar desde la Alcudia hasta el azul Mediterráneo, o hacia los pastos del norte ibérico, decidieron cambiar sus vidas y a la orilla del río Jabalón, en el Cerro de las Cabezas (hoy día un importante Conjunto Arqueológico), se hicieron sedentarios. Allí, sobre la ladera de la suave colina, dominando el valle abierto e inmaculado, tomaron la sublime y profunda decisión de crear un pueblo y plantar el primer viñedo. Y ahí están sus testimonios, en esas vitrinas del Museo Municipal de Valdepeñas.

Viñedo Valdepeñas Viñedo de Valdepeñas

Cerro de las CabezasVista aérea del entramado urbano de la ciudad íbera del Cerro de las Cabezas

Uva tinta de ValdepeñasUva tinta de Valdepeñas

En la Reconquista el valle se llena de lucha y de vida. Es tanto el fervor de estos pueblos por el vino y su cultura que aun sometidos a dominaciones extrañas como la mora, que prohibía el consumo de alcohol y obligaba al arranque de los viñedos, lograron del Califato de Toledo que se extendiera una bula especial permitiéndoles la continuidad de sus cultivos y la elaboración de su vino. Y dicen que hasta lograron hacerles partícipes de su consumición.
En el siglo XII, al Valle de Peñas también arribaron los monjes Cistercienses. Raymond de Citeaux llegó a España desde Borgoña y fundó unos años después la Orden de Calatrava en el mismo castillo que adquirió a los templarios franceses, bajo cuya protección crecería la villa de Valdepeñas y sus viñedos en los siglos siguientes y que da nombre a una de las zonas por donde se extiende la denominación de origen: el Campo de Calatrava. Estos monjes fueron los que introdujeron en el Valle de Peñas, la variedad tinta que evolucionó después a nuestra noble y generosa Cencibel.
Los monjes cuidan con esmero sus viñedos y elaboran el vino de consagrar. Los valdepeñeros (Valdepeñas se fundó en el año 1243) trabajan sus viñas y olivos y pagan a los señores sus tributos en vino y aceite. Bajo la protección de la Orden de Calatrava, a la que pertenece la villa, el viñedo se desarrolla de tal manera que se podía alcanzar la ciudadanía con el compromiso solo de tener un cobijo techado y una aranza de viñedo.
El buen hacer de los agricultores y el cuidado del producto a lo largo de generaciones permitió consolidar la actividad vitivinícola de Valdepeñas a partir del siglo XVI. Un protocolo de la Orden Trinitaria de 1594 hace constar la alta reputación de los vinos de Valdepeñas. El gran impulso del vino de Valdepeñas se produce con la construcción del Camino Real que une la capital con Andalucía.
Cuando la corte del rey Felipe II se instala en Madrid (1561) se extiende la fama de la calidad del vino de Valdepeñas y desde ese momento entra a formar parte de la historia de la Villa. Allí se populariza su consumo de tal manera que los impuestos especiales sobre su comercio, fielatos, permiten al rey Carlos III, gran arquitecto de la capital, sufragar algunas de las obras más importantes de su reinado tales como la Puerta de Alcalá o la Puerta de Toledo. Ya en 1790 se habla de una producción anual de 200.000 arrobas de vino, pero es en el siglo XIX cuando su comercio queda establecido de una forma continuada.

Vendimia en ValdepeñasVendimia en Valdepeñas

Enoturismo en ValdepeñasEnoturismo en Valdepeñas

Molino Gregorio PrietoMolino Gregorio Prieto


Cualquier forma de vegetación posible queda anulada por la vid. En rigor, Valdepeñas y la vid se confunden, se diría que son una misma cosa


Llega el siglo XIX y con la inauguración del ferrocarril la comercialización de los vinos de Valdepeñas se dispara e incluso se llega a fletar un tren diario a Madrid cargado de vino denominado Tren del Vino. Más de 25 vagones hacia la capital madrileña y, otros tantos, con las ciudades de Alicante y Valencia. Eran los tiempos del aloque, que se envejecía en grandes tinajas de barro.
En esta época gloriosa del vino de Valdepeñas, se llegaron a exportar graneles a Cuba, Rusia, Filipinas y países del mundo entero, lo que demostraba la estabilidad y calidad de los vinos de Valdepeñas, ya que tenían que viajar por medio de transportes marítimos, de larga duración y agitado recorrido.
Algunos años atrás, un 6 de junio de 1808, durante la Guerra de la Independencia, los vecinos de Valdepeñas impidieron que las fuerzas francesas mandadas por Ligier-Belair, junto con Roize y Vedel, pudieran alcanzar Despeñaperros y poner en riesgo la sorprendente victoria del general Castaños sobre el mariscal Dupont. La Galana y El Chaleco destacaron en la acción. Con los vecinos y vecinas de Valdepeñas no puede ni el gran ejército francés de Napoleón.
El siglo XX trae consigo el ataque de la filoxera y la llegada de la vid americana, inmunizada contra la enfermedad. El viñedo se renueva, se moderniza, se instala la primera Estación Enológica del Estado, se reconoce, en 1932, la Denominación de Origen y sus posteriores Reglamentos.
La Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial, al igual que la de la Independencia en el siglo pasado, cambiaron radicalmente los gustos y las costumbres sociales y el vino fue evolucionando hacia el prestigio que hoy puede exhibir con orgullo el vino de Valdepeñas. Quedan atrás veinticinco siglos de historia y sacrificio que han hecho posible la fama de la que hoy puede hacer gala Valdepeñas.

Tinaja ValdepeñasTinaja en Valdepeñas

Calle Real de ValdepeñasCalle Real de Valdepeñas

Nuestra Señora de la Asunción, ValdepeñasNuestra Señora de la Asunción, Valdepeñas


Valdepeñas es un pueblo de cinemascope. Tal vez porque también los paisajes manchegos, plenos de luz, de horizontes inmensos, son paisajes de cinemascope


El viajero podrá aprender más de la historia y tradición del vino Valdepeñas en el Museo del Vino alzado sobre la antigua bodega de Leocadio Morales, fechada en 1901 y una de las que más intensamente vivió el auge comercializador y exportador de los vinos de Valdepeñas a comienzos del siglo pasado. El Museo del Vino permite una perfecta inmersión en la cultura del vino y los secretos de la enología además de descubrir toda la historia y tradición de la Denominación de Origen Valdepeñas, centrando además sus esfuerzos en reflejar ese trasiego hacia la calidad iniciado en la década de los años setenta que ha desembocado en la elaboración de unos vinos reconocidos nacional e internacionalmente.

Por cierto, la Denominación de Origen Valdepeñas está formada por los viñedos de la propia ciudad junto con los de Granátula de Calatrava, Moral de Calatrava y Santa Cruz de Mudela, y por los de Torrenueva, San Carlos del Valle, Alcubillas, Alhambra, Torre de Juan Abad y Montiel, del histórico y quijotesco Campo de Montiel.
La visita a Valdepeñas debe completarse con la parada en La Bodega de las Estrellas, enoturismo de calidad, que nos ofrece la posibilidad de realizar una visita guiada inolvidable en una bodega tradicional para descubrir la gran relación existente entre el vino y los ritmos y ciclos de la luna y las estrellas.
Y por supuesto, debe tenerse en cuenta que, como es natural, Valdepeñas celebra su gran semana durante las Fiestas del Vino –principios de septiembre- declaradas de interés turístico nacional.
Imprescindibles: el museo de la Fundación Gregorio Prieto (el museo privado más importante de Castilla La Mancha), que exhibe obra del pintor, así como de Vázquez Díaz, Picasso, De Chirico y dibujos de Lorca y Alberti, entre otros.
Y a la hora de comer, si algo tiene Valdepeñas es buen vino y sitios de buen yantar.

Yo sé que el vino no huye dando gritos
a la llegada del invierno,
ni se esconde en iglesias tenebrosas
a buscar fuego en trapos derrumbados,
sino que vuela sobre la estación,
sobre el invierno que ha llegado ahora
con un puñal entre las cejas duras.
Yo veo vagos sueños,
yo reconozco lejos,
y miro frente a mí, detrás de los cristales,
reuniones de ropas desdichadas.
A ellas la bala del vino no llega,
su amapola eficaz, su rayo rojo,
mueren ahogados en tristes tejidos,
y se derrama por canales solos,
por calles húmedas, por ríos sin nombre,
el vino amargamente sumergido,
el vino ciego y subterráneo y solo.
Yo estoy de pie en su espuma y sus raíces,
yo lloro en su follaje y en sus muertos,
acompañado de sastres caídos
en medio del invierno deshonrado,
yo subo escalas de humedad y sangre
tanteando las paredes,
y en la congoja del tiempo que llega
sobre una piedra me arrodillo y lloro.
Estatuto del vino. Pablo Neruda (fragmento)

Tinajas de barro de Bodega de Las EstrellasTinajas de barro de Bodega de Las Estrellas

Barricas en la cueva de Bodega de Las EstrellasBarricas en la cueva de Bodega de Las Estrellas

Territorio de la #DOValdepeñasTerritorio de la #DOValdepeñas


Te proponemos un recorrido para descubrir Valdepeñas. Contacta con nosotros a través de info@sabersabor.es