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Albacete y el ancestral arte de la navajería

cuchilleria albacete

Si hay algo por lo que Albacete es conocida en todo el orbe es precisamente por sus archifamosas navajas, orgullo de arrieros y pastores, y terror de viajeros por cualquier serranía ibérica en épocas pasadas, no excesivamente lejanas en el tiempo. El oficio de cuchillero parece que tiene raíces árabes, pero en cualquier caso esta importante actividad artesanal se consolidó a partir del siglo XV. En la segunda mitad de la centuria siguiente la producción había empezado a diversificarse con la fabricación de tijeras, pinzas y otros objetos cortantes.

El 90% de los talleres artesanos se concentraba, paradójicamente, en la calle de los Zapateros, en tanto que en otras localidades españolas existen calles denominadas de Cuchilleros o Cuchillería, pese a que esta actividad nunca alcanzó la calidad y notoriedad propias de Albacete.

Detalle de navaja artesanal. Autor, Navaja Artesanal Albacete

Detalle de navaja artesanal

Los artesanos empezaban por preparar el mango de asta. Después se recortaba la hoja a partir de una plancha de acero y más tarde, en la fragua, se daba a la hoja el temple que era la característica distintiva de las navajas albaceteñas. Por último se procedía al muy artesano y paciente montaje, que incorporaba muelles, virolas, ruedecillas dentadas, etc. En el siglo XVIII comenzaron a imponerse restricciones al uso de las navajas, y aunque las de Albacete llegaban prácticamente a toda España, la comercialización era aún bastante rudimentaria ya que en buena medida se basaba en la figura del navajero (un término hoy asociado a siniestras reminiscencias), como se llamaba entonces al muy honorable vendedor ambulante que transportaba un variado muestrario de piezas.

Fuente de las ranas. Albacete. Autor, Gabriel Villena

Fuente de las ranas. Albacete

Cuando los trenes se detenían en la estación de Albacete, allí estaban ya esperando estos navajeros de antaño con el propósito de «atracar» a los viajeros en el mejor sentido de la palabra: esto es, colocarles alguna labor de la mejor artesanía cuchillera local. En 1908 se instalaron las primeras fábricas, es decir, se superó la fase meramente artesana iniciándose la producción masiva en el sentido moderno. Por supuesto los artesanos han persistido hasta nuestros días como auténticos maestros dedicados a producir piezas de coleccionista y de categoría artística. En 1925 funcionaban 12 fábricas, y a finales de la década de los 50 se atravesó por una crisis que obligó a hacer profundas remodelaciones en el sector. Hoy la cuchillería albaceteña ha incorporado la tecnología más avanzada y exporta sus productos a muchos países, con numerosas empresas a pleno rendimiento y una ocupación que hace algunos años llegaba a casi 2000 personas.

Atardecer en los Llanos de Albacete. Autor, Sergio B.

Atardecer en los Llanos de Albacete

Nada mejor que recorrer las salas del Museo de la Cuchillería si se quiere conocer este importante escaparate de la economía local. Ubicado en la casa del Hortelano, en la plaza de la Catedral, es uno de los tres únicos museos de cuchillería que existen en todo el mundo y posee piezas antiguas, modernas y algunas verdaderas obras de arte… no dejéis de visitarlo si alguna vez recaláis en la ciudad. Os sorprenderá!

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En tierras del Pirineo y el Alto Cinca. La leyenda del Monte Perdido

En tierras del Pirineo y el Alto Cinca. La leyenda del Monte Perdido

En las tierras pirenaicas del Alto Cinca, en Aragón, se dice que el frío camina a voces y el invierno se entretiene junto a las cumbres tejiendo largos mantos de hielo. Pero más cierto que este dicho es la costumbre de los lugareños a la hora de arrimarse al fuego en noches oscuras, con el ganado bien a resguardo en bordas y corrales, para rememorar una y mil veces los hechos que dieron origen a la montaña más alta de todas: La reina del Sobrarbe, tal y como es conocida y nombrada con asombro en las cuatro esquinas de la región. A menudo el aire se arremolina allí creando grises velos y torbellinos de nieve, que envuelven en un denso manto los precipicios de roca como si quisieran con ello esconder el rostro de la montaña, hacerla invisible al viajero desprevenido. Pero vecinos, pastores y leñadores saben que sigue allí: sobre el Balcón de Pineta, en el lugar donde se sitúan las fuentes que dan origen al Cinca, el río de los Nabateros. Para ellos es, simplemente, el Monte Perdido. Y el lugar maldito donde una vez se extravió y desapareció para siempre cierto pastor de ovejas…

OLYMPUS DIGITAL CAMERA                                                             Lirio en el valle de Pineta. Autor: Jbenayas

El lugar donde hoy se levantan los imponentes riscos de Pineta no fue antaño más que una extensión de prados y aulagares donde en verano los pastores del Sobrarbe llevaban a pastar su ganado desde las aldeas vecinas. La cascada del Cinca no existía, y nadie había oído hablar nunca en el país de la esquiva flor del edelweiss, ni de neveros, aristas o fríos ibones de aguas verdeazuladas. En su origen el aire corría allí tibio, los lirios y las gencianas se arremolinaban en las laderas herbosas y el río Cinca, mucho más modesto que ahora, vagabundeaba por los ribazos en amplios meandros bordeados de cañizo y choperas dispersas, donde los pastores de ovejas se tumbaban a la sombra tras el trasiego con los rebaños esperando en grata compañía la hora del regreso. Uno de estos pastores, sin embargo, no era como los demás. Hosco y de pocos amigos, gustaba de apartarse discretamente hacia la parte más alta del río donde crecían grandes masas de boj y hayas de aspecto colosal. El pastor de ovejas era aficionado a tallar con su cuchillo figuras y utensilios de madera que luego vendía en la aldea a los nabateros y carboneros que por allí transitaban. Y así pasaba las tardes entre las ramas de aquellos arbustos, aislado de los demás, ensimismado con sus tallas y sus figuras de formas caprichosas, de faz tan descarnada y adusta como la suya.

3. Pastor del Pirineo. Autor, Javier Falcó

                                                                Pastor del Pirineo. Autor: Javier Falcó

4. Cabaña de pastores en los Llanos de La Larri, junto a Pineta. Autor, Joan Simon

                             Cabaña de pastores en los Llanos de La Larri, junto a Pineta. Autor: Joan Simon

Ocurrió pues que, cierta tarde en que había quedado solo tras el regreso de sus compañeros, un hombre encorvado y de aspecto miserable que venía caminando a orillas del río se le acercó y le dijo: “Llevo mucho tiempo sin probar bocado. Deme algo de comer, Dios se lo pagará”. El desconocido era ciertamente un pobre hombre que no tenía donde caerse muerto. Sus ropas eran andrajos, caminaba con la ayuda de un bastón y sus pies se encontraban descalzos, sucios y desollados por el constante deambular entre las aliagas y rocas del sendero. El rostro aparecía además demacrado, prueba de que no había tomado bocado al menos en varios días. “Deme algo de comer. Dios se lo pagará” repitió el mendigo, pero el pastor, tras mirarlo de arriba abajo, escondió su hato de comida y siguió tallando la madera ajeno a los sufrimientos del desconocido. La tarde fue cayendo sobre la campiña y el mendigo insistía. Le habló de largas jornadas sin un mendrugo de pan que llevarse a la boca, del frío que pasaba al caer la noche y de las veces en que, falto de un lugar donde cobijarse, se había visto obligado a dormir sobre la dura tierra con el viento por único compañero contra la soledad. Siguió insistiéndole con toda el alma, mas el pastor, duro de corazón, lo apartó de su lado y no quiso prestarle oídos a pesar de su necesidad.

5. Valle de Pineta desde La Larri. Autor, Juan Simon

                                                      Valle de Pineta desde La Larri. Autor: Juan Simon

Cuenta la leyenda que instantes después de negarle auxilio al mendigo, el valle quedó súbitamente envuelto en un denso y frío manto de niebla. Aquel extraño desconocido había desaparecido. Por momentos la bruma se hacía tan cerrada que el camino por donde había llegado se difuminó rápidamente en un gris uniforme, extraño, imposible de sondear más allá de unos pocos pasos. Nunca había conocido el pastor una niebla como aquella, de modo que, amedrentado, se levantó presuroso y junto a su perro fue a reunir al ganado que se encontraba disperso por los pastos. Hacía cada vez más frío. Llamó, gritó a pleno pulmón los nombres de cada animal, corrió de un lado a otro, pero el prado, el río y las colinas no le devolvieron ni tan siquiera el eco de sus voces. El hombre se encontraba solo y la nieve helada, que hasta entonces no había hecho acto de presencia, comenzó a caer entonces con una fuerza inusitada. En pocos minutos todo se congeló bajo un manto uniforme que crecía por momentos, más y más alto entre los cielos grises del Pirineo, mientras perro, pastor y ganado se perdían definitivamente tragados por la bruma. Nunca más se supo de ellos en el valle.

6. Detalle de la Ermita Nuestra Señora de Pineta. Autor, Titoalfredo

                                           Detalle de la Ermita Nuestra Señora de Pineta. Autor: Titoalfredo

Mucho tiempo después, en el lugar del Alto Cinca donde se extravió el pastor con su ganado, los vecinos de la aldea descubrieron al regresar a los pastos una nueva montaña. Ya no había allí prados, ni alamedas gráciles, ni colinas punteadas de gencianas y lirios entre las masas de aulagar. En su lugar, unos altos paredones de roca descarnada se elevaban inaccesibles como si quisieran asombrar al mundo con su faz altiva y cubierta de escarcha. El río ya no venía corriendo en lentos meandros sino que se precipitaba, sombrío y salvaje, para salvar las crestas peladas en un espectáculo que sobrecogía por su belleza, pero que también encogía el ánimo de los que hasta allí se aventuraban. Y alzándose sobre la roca y los bosques, subiendo siempre, más allá del fragor de las cascadas y del crepitar de los glaciares sin vida, dominando el corazón del Sobrarbe como una enorme bóveda construida de orgullo y soberbia, los pastores descubrieron en lo más alto un pico desconocido que brillaba incólume con los primeros rayos del día. Lo miraron y de seguido bajaron la vista, espantados. Porque en algún detalle de su perfil amortajado de nieblas reconocieron el rostro del pastor de ovejas que desapareció aquella noche, muchos meses atrás, tragado por la furia de la tormenta.

7. Espectacular vista de las paredes de Pineta. Autor, Sharnik

                                               Espectacular vista de las paredes de Pineta. Autor: Sharnik

8. Balcón de Pineta y Monte Perdido cubierto de nieblas. Autor, Xoxote

                                         Balcón de Pineta y Monte Perdido cubierto de nieblas. Autor: Xoxote

Los lugareños afirman que esta montaña, encaramada a los neveros que tapizan las alturas, la más formidable, impresionante y peligrosa del Pirineo, surgió como castigo divino para aquel pastor que negó su caridad al vagabundo. Pues este vagabundo no era otro que San Antonio, de quien se dice que al despedirse se acercó hasta él y le susurró al oído: “Te perderás por avaricioso, y allí donde te pierdas surgirá un gran monte, inmenso, tan grande como tu falta de caridad». Es por ello que el Monte Perdido está compuesto sólo de piedra y hielo, como el corazón del pastor, y que las rocas aisladas que tapizan su base no son sino lo que queda del rebaño que una vez fue suyo, y que pereció irremediablemente al igual que su cuidador durante aquella tormenta. Éste es sin duda el secreto mejor guardado de la región: el lugar, bajo la eterna mirada de las Tres Sorores, donde el frío camina a voces y el invierno, soñoliento, se entretiene junto a las cumbres tejiendo largos mantos de hielo.

9. Monte Perdido en la distancia. Autor, Juan del Pozo

                                                      Monte Perdido en la distancia. Autor: Juan del Pozo