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Y amaneció en La Mancha

… Y amaneció en el Campo de Montiel cuando pasaba Don Miguel de Cervantes Saavedra.

Iba el hidalgo discurriendo a solas
por los campos manchegos… Lleva a cuestas,
con la herida gloriosa de su brazo,
la pesadumbre de sus muchas penas.
Navengante de un piélago infinito,
el agua se hizo espuma en sus cuadernas;
y de tanto domar las singladuras,
el robusto timón se le cuartea.
Pero aún desata el aquilón sus iras
en el lino cardado de sus velas;
y aún la brújula azul del pensamiento
como una audacia juvenil le tienta…
Tiene el alma de niño, para el sueño,
por el rocío del dolor, abierta,
y fulge en su interior la llama viva
de la divina claridad que crea…

Le aguijaron los años; mas su espíritu
tiene las alas, para el vuelo, tensas,
y busca en los caminos de La Mancha
un retazo de azul en que tenderlas.
Se perdió, como un átomo de lumbre,
en la anchurosa infinitud de tierras;
y vio que el agua las llamaba a gritos,
y que el alma de España estaba en ellas,
y que un latido de honradez sin mácula
con la paz y el silencio se entremezclan…
El buscaba el secreto de la raza,
los tuétanos del pueblo, la manera
de hacer que, al fuego de su ingenio, fuesen
la pluma, arado; y el idioma, reja…

Y se quedó, de pronto, ensimismado,
Junto al portón borroso de una venta…

El alma de La Mancha le envolvía
con su caricia de cristal y seda.
El cielo le colmó de claridades;
y se vertió su sencillez serena
como un lampo de luz… Todo aparece,
delante de sus ojos, con la fuerza
del alba… Le besó en la frente un ángel,
¡y el corazón se le llenó de estrellas!…
Recorriendo La Mancha, el buen hidalgo
ya sueña en alta voz. Mas no se arrea
con la cimera pluma en el birrete;
ni el descalzado guante está en su diestra;
ni tiene fina espada de Toledo,
ni borceguí bordado… Sólo lleva
todo un mundo prendido de sus ojos;
y dentro de su espíritu, una hoguera…
¿Qué embrujo le ganó tan sin medida?
¿Qué camino recuero, qué vereda
vieron su caminar, enardecido
por la fiebre divina de la Idea?
¿Qué suavidad del campo le contagia?
¿Qué secretos La Mancha le desvela?
¿Qué atracción le retiene el pensamiento
y de la ancha luz el corazón le llena?

Por estos campos de Montiel cabalga
Don Miguel de Cervantes Saavedra…
Lo mejor de La Mancha, embebecido,
como una flor, en su ilusión se queda;
el recodo ignorado de un sendero,
la paz oscura de un mesón cualquiera,
una torre, las aspas de un molino,
frondas y luces de Sierra Morena,
vuelos de colibrí, versos al aire
del carcaj de un sotillo en la ladera….
En una encrucijada de silencios,
aire sin estrenar que en él se estrena;
y un coloquio labriego y unas preces,
y un madrigal enjaretado a medias;
y prendida en la luz resbaladiza
de un reverbero de la tarde quieta,
tras la brumosa cerrazón distante,
tentación de aventuras y de leguas…

Y así nació, como en abril la rosa,
regalo de los cielos, la epopeya…
Y así, Quijada, el Ingenioso Hidalgo,
de lanza en astillero, adarga vieja,
flaco rocín y galgo corredor,
de vida clara y de prosapia añeja,
comienza a padecer sus aventuras,
de la mano nerviosa del poeta…
El, la ilusión; y Sancho, prosa viva;
él, para el sueño; y Sancho, a ras de tierra;
para Quijada, el pensamiento noble;
y para su escudero, las miserias;
Sancho Panza, en la alforja y en las hambres;
Don Quijote, en la fe y en la quimera;
el uno sorna, y ambición y cálculo;
y el otro, honor, desprendimiento y fuerza;
Los campos de Montiel vieron a entrambos
tejer ensueños y ajustar sus cuentas,
curar los daños de las aventuras,
buscar castillos donde sólo hay ventas;
con arrieros, pastores y yangüeses,
convertir las locuras en peleas,
y alborotar el polvo del camino
con el fragor de la aventura nueva…

Entre vuelos de garzas y alcotanes
la luz se esponja y la ilusión aumenta;
molinos los espantan; galeotes
puestos en libertad, los apedrean;
el yelmo de Mambrino cobra formas
de celada de honor; ¡y la leyenda
va a entonar su canción de eternidades
sobre los campos de las eras;
Duerme El Toboso su ilusión de luna,
todo de plata, y en la noche ciega,
Montesinos aguarda en el misterio
de sus palacios y de sus quimeras,
con un chisporroteo de cristales
en las dormidas aguas de Ruidera.
Rasga el cielo un clamor. La amanecida
se colma de horizontes y de nieblas,
y los ojos ardientes escudriñan
cada ocasión que a la aventura lleva…
Hidalgo y escudero, por La Mancha,
van buscando gigantes que no encuentran;
quebrantos y dolor su paso acotan;
olvidos y altivez sus triunfos celan…

La Mancha se hizo Historia desde el día en que, con sólo andarla y comprenderla, la convirtió en romance con su ingenio Don Miguel de Cervantes Saavedra.
Amaneció en Montiel, y Don Quijote tomó su lanza y se perdió en la senda…

«Don Quijote de La Mancha, de quien hay opinión, por todos los habitantes del distrito del Campo de Montiel que fue el más casto enamorado y el más valiente caballero que de muchos años a esta parte se vio en aquellos contornos». Texto extraído del Prólogo de «El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha».

Atardecer en el Campo de Montiel. Autora, Elvira Uzábal

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Fotografía de portada: La Mancha, landscape summer. Autor, Pedro García

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Ruidera. Un oasis en mitad de España.

lagunas de ruidera

Más allá de las poéticas descripciones cervantinas, las lagunas de Ruidera, enclavadas en el Campo de Montiel, forman el parque natural más interesante de Castilla – La Mancha. Sus excepcionales paisajes dominados por el agua y el verde, contrastan con el entorno seco en que se insertan.
Un rosario de bellas lagunas de origen cárstico, y que en conjunto constituyen todo un espectáculo para los sentidos, además de una curiosidad ecológica y geológica de primer orden tanto en España como en todo el ámbito europeo.

Disponeos a descubrir este auténtico oasis de la llanura manchega.

Ruidera. Autor, Dan

Pura vida, Ruidera. Autor, Dan

El origen de este sistema húmedo es el afloramiento en la superficie de corrientes de agua subterráneas procedentes del circundante Campo de Montiel. Cada laguna de este singular espacio natural, protegido bajo la figura de parque natural, está separada de la siguiente por barreras y terrazas, lo que da al conjunto un peculiar atractivo. Pero la especial belleza de Ruidera está en el intensísimo color de sus quince lagunas: unas veces azul turquesa, otras verde cristalino, más propio de la idea que todos tenemos de lugares exóticos y tropicales. La sensación del visitante al ver estas particulares tonalidades de las aguas es de total irrealidad.
Además, al ser el terreno calizo, algunas lagunas han disuelto literalmente las orillas en las que se asientan y se han ido hundiendo poco a poco. Como testigos de la primitiva altura que alcanzaban quedan sobresalientes cornisas asomadas sobre las aguas, cuya parte inferior, blanqueada por la cal del terreno, refleja los espectaculares colores.

Sabina albar. Autor, acusticalennon

Sabina albar. Autor, acusticalennon

La vegetación predominante alrededor de las lagunas es la palustre. Una orla de carrizo y enea rodea muchas de ellas, formando una muralla impenetrable, mientras que en las laderas cercanas abundan las encinas y la vegetación mediterránea.
También son frecuentes las sabinas y enebros de gran tamaño. La sabina albar (Juniperus thurifera) es un árbol reliquia de otros tiempos, adaptado para soportar condiciones climatológicas extremas de temperaturas muy altas en verano y muy bajas en invierno, además de una pluviosidad muy escasa. La frugal sabina es capaz de prosperar en estas condiciones, aunque su crecimiento es muy lento. Debido a la dureza del medio en el que crece, el sabinar siempre forma manchas discontinuas, puesto que si los árboles estuviesen muy juntos no podrían desarrollarse bien.
Las sabinas de Ruidera, de buen porte, son centenarias. Estrictamente protegidas.

Aguilucho lagunero. Autor, Francisco Montero

Aguilucho lagunero. Autor, Francisco Montero

La fauna dominante en Ruidera son las aves acuáticas: ánades reales, patos colorados, porrones, fochas, cercetas y garzas nidifican entre los cañaverales o se acercan aquí a pasar el invierno o a descansar durante sus viajes migratorios. La gran extensión de la superficie acuática da cobijo también a una ictiofauna en la que sobresalen la boga, el barbo y la carpa, además del lucio y del black-bass, voraces especies foráneas introducidas con fines pesqueros.
Sin embargo, la especie reina de las lagunas es el escaso aguilucho lagunero (Circus aeroginosus). Esta rapaz es de gran belleza: en el macho dominan los tonos blanquecinos en su parte inferior, mientras que la hembra es inconfundible por su color chocolate y las manchas color crema que presenta en la cabeza y en los “hombros” de las alas.
Este águila de tamaño mediano es una especialista en la caza por sorpresa entre los cañavelares. Sobrevuela las masas de carrizos y eneas a la búsqueda de presas (pequeños mamíferos, aves acuáticas, reptiles…). De repente, cuando localiza algo interesante, se para y se lanza para capturar a su víctima.
En los montes cercanos habitan los jabalíes, los zorros, los conejos, las liebres y las aves rapaces, mientras que en los cultivos de secano de los campos circundantes subsiste una importante población de aves esteparias, entre las que destacan la perdiz y la avutarda, una de las mayores aves españolas.

ruidera. Autor, Frankeke Oteo

El mar de La Mancha. Autor, Frankeke Oteo

El parque natural de las lagunas de Ruidera abarca una extensión cercana a las 4000 hectáreas que protege el conjunto lagunar, así como el cercano embalse de Peñarroya. Y alberga otra una importante sorpresa que hará las delicias de los amantes de Cervantes: la cueva de Montesinos, citada expresamente en “Don Quijote de La Mancha”. A decir verdad, todo el entorno de este oasis está lleno de puntos que evocan las hazañas del Caballero de la Triste Figura.
En el famoso libro, Miguel de Cervantes escribió en el siglo XVII que el origen de esta zona lacustre se debe al encantamiento de la Dueña de Ruidera, una legendaria dama.
Volviendo a la cueva de Montesinos, Don Quijote la eligió para retirarse a reflexionar una temporada, pero tuvo la mala pata de caerse por ella y quedar maltrecho.
Por supuesto, la cueva es visitable, pero es aconsejable llevar linternas y calzado adecuado a prueba de resbalones, si no se quiere seguir la suerte del famoso hidalgo.
Sin embargo, si se quieren conocer a fondo estas profundidades, lo mejor es contratar una visita guiada con sabersabor.es. Con ellos es posible evocar perfectamente la atmósfera cervantina de la cueva, descubriendo las formas que el agua ha modelado en las paredes de la gruta: la cara de Don Quijote, la cabeza del cocodrilo, la figura de la Virgen, el Belén, la Teta de la Vaca… y la secreta “cámara el tesoro”, una pequeña sala de la cueva cuyo techo está recubierto de brillantes capas de cuarzo. El fondo de la cueva está ocupado por un lago de azuladas aguas cristalinas.
Todo un placer para los sentidos.

Entrada a la cueva de Montesinos. Autor, Victor Díaz

Entrada a la cueva de Montesinos. Autor, Victor Díaz


Un artículo de Antonio Bellón Márquez


Si queréis conocer todos los secretos de este lugar único e inigualable, os propongo vivir esta experiencia: Ruidera, el oasis de La Mancha 

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Duendes, ninfas, damas y caballeros…

Damas y Caballeros. Lagunas de Ruidera. Autor, Michel Hernández

Se desborda la imaginación como las aguas del Guadiana. Sus fuentes, misteriosas y difusas como el famoso Lugar de La Mancha, inundan el paisaje con la fantasía cinematográfica de los cuentos de hadas.
Ni el mejor de los sueños infantiles podría vivir nada más auténtico que la extraordinaria presencia del unicornio abrevando las plateadas transparencias del manantial que alimenta el lago que protege la isla que acoge el castillo, que esconde a la princesa, que narró el trovador, que engendró el más antiguo romance de las medievales letras castellanas.

No son muchos los que se aventuran al atardecer de verano, cuanto todavía la luz del sol concede tiempo para pasear entre las frondas ribereñas de las aguas lagunadas, olvidando el coche, el móvil y la cámara.

Buscando nuestro reflejo. Autor, M.Peinado

Buscando nuestro reflejo. Autor, M.Peinado

Hace tiempo que no vemos la imaginación tan cotidianamente informados hasta casi la saturación. Aquí, en uno de esos lugares mágicos, donde un lago hacía brillar el doble los rubíes del sol del atardecer, reflejando los chorreos ferruginosos de los roquedos calizos que acogen y esconden la belleza del paisaje, como un tesoro en el cofre de la torre, es posible ver, ser y estar, cosas de otro mundo, siendo algo más que tu propio ser, estando en otro tiempo sin definir.

Te rodea el silencio, la quietud, la tranquilidad, pero no el miedo ni la soledad. Aunque el sol va apagando la tarde y la silueta rota del castillo se encrespa con la sombra del búho, y entre la hojarasca pululan los duendes, correteando como lirones caretos. Tú disfrutas de ese mundo fantástico, que como un sueño, se encuentra aquí, en la aventurera tierra del Quijote. En un espacio que vive atemporal contenido en uno de los paisajes literarios más desconocidos del mundo, y a la vez más discretamente universales.
Fontefrida y Rochafrida, anónima fantasía medieval que inmortalizó la roca y el agua, convirtiendo en poema el prosaico belicismo del Castillo de San Felices. Dulcificando en dama enamorada, las cristalinas aguas de la Fuenfría.

Ruinas del castillo berberisco de Rochafrida. Autor, Manuel Zaldívar

Ruinas del castillo berberisco de Rochafrida. Autor, Manuel Zaldívar

Cómo no iba a detener aquí, don Quijote a Rocinante. Cómo no iba transitar por aquí Cervantes. Aquí encontró el poema medieval, al Caballero Montesinos, la reconocida cueva y el menos conocido pero auténtico Palacio de Cristal. Sala privilegiada, que el misterioso Guadiana, sólo muestra al valor del genio. Sólo quienes han tenido el don de una mente inquieta y la feliz coincidencia de una gran sequía, han arriesgado su espíritu, como Cervantes, a perderlo, en las abismales profundidades de la gruta, adentrándose en la sala de cuarzo que como un tesoro de la realidad concedido a la imaginación, se regala al escritor.

Aquí perdura el tiempo de los cuentos, de las novelas, de las batallas, de las princesas y los hechiceros. Aquí en Ossa de Montiel, en las Lagunas de Ruidera, en el Campo de Montiel, en la cervantina tierra de don Quijote, es posible, ver, sentir e imaginar la belleza real de un paisaje bien estructurado por la naturaleza y perfecto para las mentes creativas. Por eso aquí bebió del manantial el trovador y tomó inspiración el novelista.

También disfruta el excursionista, el naturalista, el senderista, el geólogo, el ornitólogo y el botánico.

Frutos rojizos del espino silvestre. Autora, Jacinta Lluch Valero

Frutos rojizos del espino silvestre. Autora, Jacinta Lluch Valero

A finales de verano, ya en septiembre, si ha habido suerte y uno o dos días antes la tormenta ha templado el ambiente, todo huele a la frescura manchega de la hierba seca, como el vivificante olor a tierra mojada de los rastrojos, ofreciendo a la respiración profunda como un saciante trago de agua fresca, que aunque el manantial invita a saborear sus límpidas y transparentes aguas, las mil y una prevenciones de los tiempos modernos, nos apartan de ese placer.
Pero no de contemplar el lavado brillo de los refulgentes frutos rojizos del espino silvestre o los mortales azabaches de la belladona.
El cobijo del bajo dosel del sotobosque de chaparros, adorando los roquedos del castillo, elegantemente decorados con los penachos altísimos de los chopos y los fresnos, acumulan el congreso pajarero de numerosos trinos que por falta de experiencia no consigo distinguir. Descubriendo con agrado curiosos lirios, saúcos, aladiernos, cornicabras y gran cantidad de flora mediterránea, presente en el parque natural. Paraíso manchego, de la naturaleza y la literatura universal.
Tesoro justamente reconocido como Reserva de la Biosfera, que bien merecería además el de Parque Cultural, conmemorando el cuatrocientos aniversario de la muerte de nuestro mejor autor en lengua castellana. Por ser este uno de los espacios con mayor vinculación con la novela que además aporta el incalculable valor geológico de su rareza a nivel mundial y su indudable riqueza y belleza natural, que por supuesto debe ser atendida y mejorada de forma continuada para bien de la humanidad.

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Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano
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Fotografía de portada: Lagunas de Ruidera. Autor, Michel Hernández
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De caballeros andantes y bandoleros: Campo de Montiel

De caballeros andantes y bandoleros: Campo de Montiel

A lo largo de los siglos, las tierras sureñas del Campo de Montiel han sido escenario de conquistas y guerrillas sin cuento. Por sus caminos desfiló la élite de los ejércitos victoriosos, y a su sombra, tranquilos arrieros con sus recuas de mulas, pastores y ganados de trashumancia, hidalgos de fortuna, Quijotes en busca de agravios y Damas a las que servir. El paisaje es la estampa de unas gentes y una tierra moldeadas por la misma arcilla. Apariencia dura, pero también franca e ilimitada. Una vasta sucesión de llanuras onduladas y quemadas por el sol de agosto que dan paso a florestas en las zonas más agrestes y marginales: es el caso de los carrascales del sur, en los montes que flanquean el paso de Despeñaperros; las dehesas abrigadas junto al Jabalón y el Azuer o los bosques de sabina albar de Villahermosa, especie relicta de épocas más frías cuando el hielo y las glaciaciones dominaban en toda Europa.

Históricamente, el Campo de Montiel correspondía a ciertos territorios al sur del Tajo administrados por la Orden militar y religiosa de Santiago. La Orden los adquirió después de su reconquista por las tropas cristianas de Alfonso VIII, en 1213, campaña que completó Fernando III años más tarde con la caída del castillo de la Estrella en Montiel. Fue precisamente el carácter repoblador y administrativo de los de Santiago lo que permitió transformar un paisaje islamizado en el más conocido de villorrios, monasterios y castillos propio de las tierras de frontera.

Paisaje del Campo de Montiel

Paisaje del Campo de Montiel

Hoy la comarca se integra por completo al SE de la provincia de Ciudad Real (si excluimos Ossa de Montiel, perteneciente a Albacete), pero de alguna forma el carácter fronterizo ha presidido siempre su fisionomía, pues ya fue habitada por íberos y romanos que hicieron de ella paso obligado entre las vegas Béticas y los altos meseteños del norte. Su carácter marginal no menguó con el nombramiento de Villanueva de los Infantes como nueva capital de la comarca, y durante siglos el acceso desde el sur, o paso de Despeñaperros, infame camino donde los viajeros tenían que abandonar el carruaje y continuar a lomos de mulas, resultó un lugar predilecto para los bandoleros que asolaban toda Sierra Morena. En el siglo XIX fue escenario habitual de las luchas de guerrillas entre el pueblo y las tropas napoleónicas. Francisco Abad Moreno, “Chaleco”, capituló en Almedina, y en su cuadrilla figuraron otros de gran renombre como Juan Vacas y Juan Toledo, de quienes se dice que llegaron a reunir más de 400 caballos en sus hazañas bélicas contra el invasor. Más tarde las guerrillas continuaron con idéntico tono, aunque esta vez durante las luchas carlistas que libró el pretendiente Carlos contra el gobierno liberal.

La antiquísima historia del Campo de Montiel es terreno sembrado, como no podía ser de otra forma, para leyendas y dichos populares. En los pueblos resulta común observar a finales del estío el paso de los “Remolinos”, arbustos arrastrados por los fuertes vientos en cuyo interior se cree habitan ánimas benditas en busca de alguna misa o padrenuestro no cumplido. El “Tío Nazario” de la Torre de Juan Abad suele aparecer bajando por las cadenas de los calderos colgados de la chimenea, y también se repite el mito de la dama dulce, o “Dama de los Montes”, que en Ruidera toma la forma de un niño extraviado y hallado en curiosas circunstancias: al ser preguntado por los lugareños refirió que había pasado toda la noche arropado y en compañía de una misteriosa mujer…

Balconadas de madera de la Plaza Mayor. Villanueva de los Infantes

Balconadas de madera de la Plaza Mayor. Villanueva de los Infantes.

Las villas de la comarca, surcada de este a oeste por los ríos Azuer y Jabalón, muestran de forma generalizada la estampa de la llanura manchega: grandes espacios ondulantes, villas soleadas y presididas por un campanario altivo, a veces el único hito visible en el paisaje; las casas enjalbegadas de cal, los corrales de ganado; plazas soñolientas con olmos, niños y viejos; eras de trilla, cortijos a la distancia, aljibes y abrevaderos junto al camino. De manera especial destaca Villanueva de los Infantes, capital histórica de la comarca desde 1573 y cuya Plaza Mayor es una de las más bellas de Castilla la Mancha. Declarada hoy Conjunto Histórico-Artístico, este pueblo celebra en breve sus tradicionales fiestas de las Cruces de Mayo dedicadas a la Cruz y al misterio de la Pasión de Cristo, con hogueras y rondallas que acuden a las casas para cantar el Mayo a las Damas:

    “Esas tus mejillas
dos grandes violetas,
no ha llegado mayo
y ya están abiertas”.
“Tiene tu barbilla
un hoyo perfecto,
colmado de flores
que da gusto verlo”.

Montiel, exhibe todavía con orgullo los viejos muros del castillo de la Estrella, escenario de un enfrentamiento que marcó el carácter pacífico de esta villa enclavada en la vega del Jabalón. Castillo de renombre es también el de Alhambra, una fortaleza peculiar que data de la época Omeya. Pero más peculiar aún es el emplazamiento del propio pueblo, encaramado a un cerro aislado en mitad de la llanura y desde donde íberos, romanos, visigodos y árabes trazaron durante milenios los destinos de esta parte de España.

Castillo de la Estrella, en Montiel. Autor, Francisco Pérez

Castillo de La Estrella, en Montiel. Autor: Francisco Pérez.

Muchos pueblos de la zona exhiben un pasado insigne, como Torre de Juan Abad, donde se encuentra una casa perteneciente al genial Don Francisco de Quevedo; o Fuenllana, tranquila villa entre Infantes y Montiel que fue cuna del renombrado arzobispo de Valencia Santo Tomás de Villanueva, nacido en 1486. Pero sin duda, el hecho por el que la comarca será siempre conocida y renombrada es por ser el escenario elegido por Don Miguel de Cervantes para las andanzas de sus dos inolvidables personajes, Don Quijote y Sancho Panza. Villahermosa, Infantes, Ruidera, Argamasilla de Alba… Hoy el itinerario de Don Quijote es cita obligada de turistas venidos de todos los países el mundo, que recorren el paisaje llano y surcado de veredas y cañadas, o punteado de ventas, cortijos y molinos como quien esperase encontrar en cualquier trocha la alargada sombra del caballero andante y su resignado escudero.

Laguna Conceja, en Ruidera

Laguna Conceja, en Ruidera.

Según Don Quijote, en Ruidera el viajero puede conocer a las hijas y sobrinas de tan insigne dama, quienes fueron hechizadas por obra del mago Merlín y encerradas en las profundidades de la cueva de Montesinos. Amantes o no de la buena literatura, el lugar merece sin duda una parada obligada para deleitarse con el espectáculo de un collar de lagunas surgidas de la nada, y extendidas para formar el Alto Guadiana cantado por los poetas árabes. Desde el nacimiento del río y la primera de las lagunas, ambos enclavados en Villahermosa, pasando por los saltos de agua de la Lengua y la Redondilla, el castillo berberisco de Rochafrida y las lagunas de la Colgada y del Rey, las más grandes del conjunto, la ruta es sin duda sinónimo de misticismo y poesía para todo aquel que se acerque a contemplarlas. Y si a esto unimos el complemento de una comida a base de platos y caldos de la tierra, donde no falten las migas, los galianos, las gachas o el pisto manchego, la experiencia de conocer esta comarca será sin duda algo digno de escribir y de recordar… tal y como hizo Cervantes en “Su lugar de La Mancha”.

El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Autor, El Bibliomata

El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Autor: El Bibliomata.