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De ecoturismo por las Tablas de Daimiel

Las Tablas de Daimiel fueron declaradas Parque Nacional en el año 1973 y Reserva de la Biosfera en 1981


Entre los nombres con mayor resonancia internacional hay que incluir a Daimiel, al Parque Nacional con la historia más azarosa tal vez de todos los que existen en países desarrollados. Ya su creación nace de un largo y duro conflicto entre las ansias de borrar del mapa todos los humedales manchegos y el escándalo que tal actitud despertó en los círculos científicos y proteccionistas de media Europa. Acarrean, además, las Tablas, una larga y documentada historia como uno de los mejores cazaderos del país. Por si este rescate hubiera sido poco, este humedal de importancia ilimitada ha debido ser regenerado artificialmente en parte ante el casi agotamiento de los aportes hídricos de los ríos Záncara y Cigüela y el abuso del acuífero 23. Se ha llegado, incluso, a desviar agua del trasvase Tajo-Segura para que las famosísimas Tablas no murieran por completo.
Los humedales, inmensos, se encuentran justo al norte de la localidad que les da nombre. Como además Daimiel queda en la carretera que une Puerto Lápice con Ciudad Real capital, nada más sencillo que dar con el acceso, perfectamente indicado, al Parque Nacional. Allí mismo encontraremos un centro de recepción y unas buenas instalaciones para recorrer sobre pasarelas de madera uno de los esquinazos del parque, que nos darán una idea aproximada de lo que se esconde más allá, en las restantes 3000 ha que suma este incomparable espacio protegido. La mencionada localidad de Daimiel ofrece las necesarias infraestructuras acordes con el Parque Nacional, y un alojamiento y restauración de calidad para los visitantes.
La denominación de tablas corresponde, en realidad, a decenas de lugares parecidos, aunque de menor extensión, que hasta hace 50 años eran frecuentes en la región manchega. Se trata de zonas aledañas a los ríos y susceptibles de anegarse en cuanto las lluvias se portaban bien con nuestros suelos. En consecuencia, estamos refiriéndonos a suelos aluviales, procedentes de los periodos geológicos más recientes, completamente llanos y con altos componentes de arcilla cerca la superficie que los hace impermeables y capaces para retener agua.
Las fuentes de las Tablas de Daimiel siempre fueron los cursos fluviales del Cigüela, del Riansares y del Záncara. Junto a éstos, un inmenso lago subterráneo, el tristemente famoso acuífero 23, hoy esquilmado por los excesos de un riego atípico y antinatural, pero que hace sólo dos decenios a menudo manaba por rebosamiento no lejos del actual Parque Nacional. Tales alumbramientos reciben el nombre, ya inapropiado, de ojos del Guadiana. Además de las láminas de agua, Daimiel guarda en su seno algunas islas que se convierten en importantes observatorios de las Tablas.

Vista de una de las pasarelas de las Tablas de DaimielVista de una de las pasarelas de las Tablas 

Flamencos en las Tablas de DaimielFlamencos en las Tablas 


El parque cuenta con un centro de visitantes, una laguna de aclimatación, observatorios y varios itinerarios de visita debidamente señalizados


En relación con las plantas que podemos observar en las Tablas de Daimiel, existen cuatro ambientes básicos diferenciados: el subacuático, el que supone la superficie de las aguas, las orillas y las vetas de tierra firme. Añadamos que las aguas del Cigüela son bastante salinas y nos haremos una idea de las posibilidades de elección para los organismos vivos de este rincón manchego. En los fondos de las zonas anegadas, y a pesar de que la profundidad media raramente supera el metro, se desarrollan algunas variedades vegetales, como la ova, alimento fundamental para los patos buceadores.
Sobre las aguas, y desde los primeros atisbos de la primavera, suele crecer la famosa lenteja de agua. Con las raíces sumergidas pero con los tallos fuera de ella, se pueden observar tres especies de gran porte y fácilmente reconocibles. Nos referimos a las espadañas, los carrizos y, como más característico de estos aguazales de La Mancha, la masiega. Ya más en seco, el vegetal más abundante es el taray, que en algunas de las islas alcanza porte arbóreo.

Taray del Parque Nacional de las Tablas de DaimielTaray del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel

Ecoturismo por las Tablas de DaimielPanorámica. Autor, Ángel M. Felicísimo


Félix Rodríguez de la Fuente y su equipo realizaron dos episodios dedicados a las Tablas (39 y 40) en su serie El Hombre y la Tierra entre 1975 y 1978


En cuanto a la fauna, famosísimo y rentable era el cangrejo de río ibérico de Daimiel. Tanto es así que decenas de familias vivían de la pesca de este crustáceo de agua dulce. Pero, prácticamente desaparecida la especie originaria, sólo nos queda el recuerdo de un acorazado que siempre maravilló por los detalles de su peculiar biología. Entre sus características destacan el omnivorismo, con claras tendencias a comer cualquier resto cárnico que se pusiera a su alcance; sus espectaculares peleas nupciales cuando en septiembre los machos entran en celo; el cuidado con que la hembra pone sus huevos, o el crecimiento y renovación sucesiva de su caparazón. Ya han desaparecido, como hemos comentado, por enfermedades importadas y han sido sustituidos por el mediocre y vano cangrejo americano, pastador de hierbas.
Como no podía ser menos, la verdadera importancia de las Tablas hay que relacionarla con las aves acuáticas, migratorias en su mayor parte, ya que constituye el criadero de numerosas especies, entre las que destacan el porrón pardo, el pato colorado y el ánade real. Durante el invierno las concentraciones de aves resultan espectaculares. Para los amantes de las aves (birding o birdwatching), las primeras horas de la mañana y las últimas de la tarde son las mejores para mirar al cielo surcado por las aves autóctonas o venidas de lugares remotos.
Sirva como ejemplo de la importancia de este enclave que de las ocho especies ibéricas de garzas, siete están presentes en las Tablas.

Garza Imperial en las Tablas de DaimielGarza Imperial

Cigüeñuela comúnCigüeñuela común


Ecosistema único y característico de La Mancha, las tablas fluviales se originan por el desbordamiento de los ríos en un paisaje extraordinariamente llano, lo que asegura una importante población avícola estacional durante la invernada o la nidificación



Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©

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Fuenllana. Valor de Conjunto Histórico

Fuenllana

Aquellos que disfrutan el placer de viajar sin rutas predeterminadas y prefieren descubrir lugares desconocidos, se llevarán la grata sorpresa de encontrarse en un rincón casi escondido de La Mancha, a un paso de Andalucía, uno de esos escasos pueblos que en pleno siglo XXI contienen como los mejores secretos, todo un tesoro de cualidades que lo convierten en la única villa rural manchega que abarca en la totalidad de su conjunto urbano, todo el tipismo y la fisonomía de la arquitectura vernácula manchega, además evolucionada desde las primeras formas constructivas de viviendas de campesinos a tejavana, hasta las grandes casas de labranza de los propietarios de tierras, como son en su gran mayoría casi todos los habitantes del pueblo. Donde todavía la agricultura y la ganadería mantienen la economía de subsistencia que originó los pueblos del Campo de Montiel.

Todo cuando es deseable encontrar en un pueblo ambientado en la célebre novela de Cervantes, es perfectamente visible en las bucólicas calles y rincones de esta villa. Callejones donde la puerta del corral permitió escapada a las aventuras del Hidalgo. Las campanadas del Ángelus tañendo solemnes a las doce en punto de cada mediodía en la gran campana del siglo XVI, acompañada por el campanil de plata del XVIII.
El canto del gallo al amanecer y el cacareo de las gallinas en la siesta. Los ladridos de los perros y el correr de los gatos por los tejados. Los vencejos piando volando las tardes de verano. Los gorriones apretando sus griteríos buscando el dormidero de los olmos de las plazas.
El búho real en las noches de invierno ululando desde los montes cercanos. El autillo en las noches de mayo. Las relucientes noches estrelladas de enero y la inmensidad de la Osa Mayor presidiendo los cielos de agosto.

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Escenas durante la representación anual de las Bodas de Camacho en Fuenllana. Autor, Rubén Castellanos

Como siempre, la costumbre de sentarse al anochecer de los calurosos estíos a tomar el fresco, continúa vigente, ajena al correr del tiempo. Por las mañanas barrer la puerta de la calle y regar. El paso del hortelano vendiendo patatas, tomates, melones…

Los viejos juntos en los bancos de la plaza y las mujeres separadas, juntas en el rezo del Rosario. Una tarde tras otra, desde la noche de los tiempos. Donde a pesar de disfrutar de todas las comodidades actuales y nuevos comportamientos sociales, las costumbres tradicionales permanecen impertérritas.
El ruido de los tractores saliendo al amanecer o regresando al atardecer. Las chimeneas ahumando el calor de hogar. Abuelas, abuelos, padres, madres, hijas, hijos… Familia de familias que se sucede en el tiempo con mejores condiciones de vida, sin olvidar los ancestros.

Fuenllana es el pueblo por excelencia. Donde todo tiene la escala y las dimensiones de esa aldea de Don Quijote, descubierta con sorpresa a principios del siglo XX por el famoso fotógrafo francés Loty, cuyas fotos se mostraron en la Exposición Universal de Barcelona en 1929.
Pueblo cervantino donde los haya, por méritos propios. Por su autenticidad rural, su identidad manchega, y su discreta belleza, sin necesidad de afirmar o demostrar nada que la propia realidad no exponga a los ojos del visitante.

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Rincón del pueblo. Autor, Salvador Carlos Dueñas

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Vista del Convento de Agustinos de Santo Tomás de Villanueva. Autor, Salvador Carlos Dueñas

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Por el interior del convento. Autor, Rubén Castellanos

Posee el casco urbano más armonioso, equilibrado y elegante por su rural sencillez de toda la provincia de Ciudad – Real. Componiendo la totalidad del caserío unidad y homogeneidad que destaca por la blancura de sus fachadas, aderezadas con algunas de color tierra o piedra. Donde las ruinas de la vieja Santa Catalina le confieren esa atmósfera de romanticismo que demuestra una población añeja y con solera. Donde además interesándonos por su historia descubriremos los restos arqueológicos del recinto fortificado que originó la población actual a partir de la concesión del villazgo por parte del infante y maestre de la Orden de Santiago, don Fadrique de Trastámara.

Pasear sus calles sinuosas de día, apreciando la tranquilidad de un pueblo de verdad, donde todo el mundo se saluda y se conoce, disfrutando de la belleza castiza de las rejas de forja, los portones de madera, balcones, tejados, plazas, rincones. Entramado de calles perfectamente mantenidas sobre el trazado medieval. Volúmenes que no superan las dos alturas, enriquecidas con la gallardía hidalga de torrecillas de esquina o cámaras abuardilladas. Portadas blasonadas labradas en arenisca.

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Santa Catalina. Autor, Rubén Castellanos

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Lavadero. Autor, Rubén Castellanos

Componiendo y completando un conjunto urbano de los más genuinos y hermosos que puedan encontrarse en el ámbito manchego, perfectamente identificable con el ideal de pueblo cervantino. Donde no falta un hermoso puente medieval de origen romano. Un lavadero del siglo XIX de auténtica arquitectura rústica y popular. Un cerro donde otear el horizonte. El brocal de profundo pozo y la infinidad de los barbechos.

Paseos arbolados pariendo desde el caserío hacia los cuatro puntos cardinales adentrándonos en la belleza de un paisaje prolongando en horizontes tan aventureros como los capítulos del Quijote. Contemplando las siluetas de Sierra Morena al Sur. Los cerros de Las Cabezas al Oeste, donde al otro lado y a un tiro de piedra nos espera la monumentalidad del Siglo de Oro de Villanueva de los Infantes.
Al Este, la catedralicia iglesia de Villahermosa, erigida junto a una de las plazas más bellas de La Mancha, en un pueblo cuyo entramado de calles irregulares nos adentra en las atmósfera rural y auténtica que distingue al Campo de Montiel como el reducto manchego y quijotesco más hermoso que nos queda en el Mundo.

Por si fuera poco, las Lagunas de Ruidera a tan sólo veinte kilómetros y a once el legendario Castillo de La Estrella de Montiel. Conjunto arqueológico de los más importantes del medievo español, que no deja de depararnos gratas sorpresas con su continuada rehabilitación.

Así es Fuenllana. La perla blanca del Campo del Montiel y la joya manchega de las villas rurales. Ubicada en el centro geográfico del territorio donde Don Quijote comenzó a caminar por el “Antiguo y conocido Campo de Montiel”.
Un pueblo sencillo y discreto que atesora uno de los mejores Conjuntos Históricos rurales de Ciudad – Real, presidido por la gran mole del convento. Cuyo patio vignolesco sumará una exclamación más a cuantos nos descubran por el placer de viajar y descubrir las míticas tierras del hidalgo cervantino.

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Al atardecer. Autor, Salvador Carlos Dueñas

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Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano
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Fotografía de portada: Vista de Fuenllana. Autor, Rubén Castellanos

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Nuestros bosques, nuestros árboles… nuestra vida

Lagunas de Ruidera

En casa se habló siempre de naturaleza, del campo, de los animales… «Los árboles son el pulmón del mundo, si desaparecen el mundo no podrá respirar», «los árboles marcan las estaciones del año», «planta un árbol o mil», forman parte de mi conciencia desde entonces.

Hoy esos insignificantes pensamientos van calando poco a poco en las chicas y chicos que nos rodean. Me maravilla, me enseña y me alegra, y ojalá que con esta nueva generación podamos cambiar al menos un poquito la vida de nuestro querido planeta…

Sirva esta selección de poemas que hablan sobre árboles, sobre nuestra vida, como obsequio a todos aquellos que confían en que así sea.

“El hombre blanco no supo seguir la corriente de la anguila
no podía correr más que la cotorra
pero cortó el árbol,
estancó los arroyos
y atrapó en su ancha red de campos
al veloz pez de la nada.”
EL HOMBRE BLANCO. Mark O’Connor

“El viejo árbol se inclina sobre el antiguo camino
no hay ya flores en sus ramas ni hierba a sus pies.
Los caminantes no vieron al árbol en su juventud
pero el árbol los ha visto envejecer, poco a poco,
a todos.”
EL VIEJO ÁRBOL. Hsu Ning

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Taray en el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel. Autora, Virginia Seguí

Amo los árboles y me pregunto
¿sentirán cuando sus hojas se desprenden?
¿cuando caen balanceándose coquetas
sonriendo al viento que las mueve?
Me gusta darles nombres,
acariciarlas suavemente preguntando….
¿te duele la vida?
¿y qué cuando la nieve
las viste de blancas novias,
apurando el proceso de la muerte?
Cuando el otoño visita sus predios.
Cuando camina desollando la arboleda,
mordiendo la vida , embalsamando colores.
¿Qué de los pequeños gusanillos
que toman de su savia el alimento?
Que se mueven como acordeones
de algún tango arrabalero.
¿Tendrá pudor el árbol al quedar desnudo?
¿Habrá sentido las punzadas de dolor
cuando las hojas sin quererlo se morían?
No los he visto llorar.
Pero sí….temblar de frío.
AMO LOS ÁRBOLES. Aurelia Snaidero

Tal vez antes de ser mujer
fui árbol en algún bosque
y mis ramas crecían hacia el cielo
siempre intentando ver el horizonte.
Y estuve allí por siglos
enraizada
aferrada a la tierra
bebiendo el cielo
habitada de pájaros y estrellas.
Tal vez antes de ser mujer
diseminé retoños
dejé semillas
y el viento fue mi amante
en los silencios
Mi piel era corteza
mis colores símbolos
del transcurso del tiempo
en crecimiento.
A veces pienso en ello
Y el bosque
No es un lugar extraño.
Tal vez antes de ser mujer
fui árbol en algún bosque
aún siento el latido de la tierra
en mis venas
y hay días que regresan los pájaros
y anidan.
ÁRBOL EN ALGÚN BOSQUE. Ana María Mayol

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Bosque en el Parque Natural de las Lagunas de Ruidera. Autor, Enric Llaó

En la luz celeste y tibia
de la madrugada lenta,
por estos pinos iré
a un pino eterno que espera.
Me encontraré con el sol,
me encontraré con la estrella,
me encontraré al que se vaya
y me encontraré al que venga.
Juan Ramón Jiménez

El árbol y yo
A la roca…asido,
en la estepa…solitario,
en el desierto….espejismo,
frente al viento…cimbreante,
en el bosque…perdido,
en su follaje…perenne,
en su madurez…cobijo,
regazo bajo el que soñar,
…sin nunca más despertar,
luz en su arder,
…ese es el árbol que quisiera ser.
BOSQUE DE BOSQUES. Rafael Fernández Rubio

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Encina en el Campo de Montiel. Autor, Pedro Ruiz

Árbol, buen árbol, que tras la borrasca
te erguiste en desnudez y desaliento,
sobre una gran alfombra de hojarasca
que removía indiferente el viento…
Hoy he visto en tus ramas la primera
hoja verde, mojada de rocío,
como un regalo de la primavera,
buen árbol del estío.
Y en esa verde punta
que está brotando en ti de no sé dónde,
hay algo que en silencio me pregunta
o silenciosamente me responde.
Sí, buen árbol; ya he visto como truecas
el fango en flor, y sé lo que me dices;
ya sé que con tus propias hojas secas
se han nutrido de nuevo tus raíces.
Y así también un día,
este amor que murió calladamente,
renacerá de mi melancolía
en otro amor, igual y diferente.
No; tu augurio risueño,
tu instinto vegetal no se equivoca:
Soñaré en otra almohada el mismo sueño,
y daré el mismo beso en otra boca.
Y, en cordial semejanza,
buen árbol, quizá pronto te recuerde,
cuando brote en mi vida una esperanza
que se parezca un poco a tu hoja verde…

Antonio Machado

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Atardecer en La Mancha con flores de almendro. Autor, desconocido

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Un artículo de Antonio Bellón Márquez
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Fotografía de portada: Higuera en el Parque Natural de las Lagunas de Ruidera. Autora, M Roa

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Camino Natural del Guadiana en el Campo de Montiel

Ruidera

Desde las zonas más elevadas del enclave natural del Campo de Montiel, cada gota de agua desprendida de las nubes oceánicas que nos traen los temporales, se filtra en las rojas arcillas y blanquecinas calizas, aflorando a la superficie, con la infinita paciencia que a lo largo de milenios ha dado lagunas al río, disolviendo los carbonatos que sedimentan los diques artífices del ruido con el fluir del agua, concediendo nombre al Parque Natural donde transcurren las dos primeras etapas del internacional Camino Natural del Guadiana.

Este río sin pretensiones. Nacido por casualidad geológica en el derramadero natural del gran acuífero del Campo de Montiel. Humilde como don Quijote, comienza a aventurarse en esta tierra, igual que el mítico personaje, desbordando como la genialidad de Cervantes, todo su caudal en los bellos parajes de Villahermosa, Ossa de Montiel y Ruidera por la peculiaridad de ser diferente a todos los ríos, como el hidalgo a todos los caballeros, nos sorprende con la aventura de un curso repleto de singularidades específicas únicas en el mundo. Por supuesto entre ellas las citadas Lagunas de Ruidera y otra no menos curiosa es la inmersión en el subsuelo de La Mancha a la altura de Argamasilla de Alba, para volver a aflorar convertido en Parque Nacional.

Carrizos. Autor, Guadiana Ecológico

Carrizos. Autor, Guadiana Ecológico

El río de los patos, bautizado en latín por los romanos, ha enriquecido su nombre castellano resumiendo el paso de las diversas culturas que entre batallas y conquistas, trazaron en sus márgenes los caminos que han llevado y traído el comercio, la cultura y sobre todo el transcurrir de la historia, resumida en el propio nombre del río como testigo o narrador de tantos hechos. Uadi Anas. Árabe y latín antecesores del castellano. Constructores de los cimientos hispanos.

Por las Lagunas de Ruidera. Autor, Juan Ángel Arias Cortés

Por las Lagunas de Ruidera. Autor, Juan Ángel Arias Cortés

Desde la Laguna Blanca hasta Ruidera y desde aquí hasta Argamasilla, discurren las dos primeras etapas de este inmenso camino, tan largo como el propio río.
Este trayecto recorre uno de los parajes más bellos del Campo de Montiel, aderezado con la cautivadora atmósfera del Quijote, de principio a fin.

La primera sorpresa es la afloración del agua a borbotones en los manantiales de Los Zampullones, ubicados dentro de una finca particular, no visitables por el caminante. Muy cercanos al principio del camino. El cual inicia su recorrido en la sorprendente Laguna Blanca, más seca que mojada. Sólo llena cuando los otoños son abundantes en pluviometría. Igualmente atractiva con agua o sin ella nos depara la curiosidad de arenas caribeñas. Y cuando las aguas la colmatan, la no menos sorprendente presencia las utricularias. Plantas acuáticas carnívoras que son verdaderos mecanismos de ingeniería. Poseen unas vesículas o cápsulas bajo presión negativa, que se activan por el roce de cualquier microorganismo, provocando la succión del agua circundante con el propio alimento.

Utricularia australis

Utricularia australis

La acompañante soledad de estos luminosos paisajes, tan antropizados durante milenios, nos regala todavía, la hermosa contemplación de arquitectura popular bien conservada en cortijos de labranza y pastoreo.
Monumentales ejemplares de sabina albar jalonan el camino entremezcladas con el resurgir del vigoroso encinar, liberado desde hace medio siglo, de la presión del pastoreo intensivo. Romeros, tomillo, espliego, gamones y multitud de herbáceas pueblan estos páramos, enmarcando los espejos de las lagunas.

Dependiendo de la temporada o estación del año, encontrarás el paisaje más suave y verde, o por el contrario más áspero y pardo en los meses de verano. Sin embargo cualquier día y cualquier época ofrecen multitud de atractivos, contrastes y matices que archivarás en tus buenos de recuerdos de saludables días en contacto con la naturaleza, la cultura y la belleza.

Laguna del Rey. Autor, Bernardo Sevilla

Laguna del Rey. Autor, Bernardo Sevilla

Lomas y páramos cubiertos para cada vez más frondosos montes, nos van anticipando la sorprendente aparición de los aparentes espejismos de las Lagunas. Las descubrimos por la parte más natural y menos maltratada por el mal gusto de algunos humanos que a finales del siglo XX, invandieron con la agresiva fealdad de construcciónes sin control, ni orden ni integración en el entorno, uno de los espacios naturales más singulares del país.

Las lagunas Conceja y San Pedro mantienen intacta la hermosura natural que la infinita paciencia del transcurrir de los milenios, ha ido construyendo con cada gota de agua llovida, escurrida y evaporada en el incesante ciclo artífice de estos encantadores y encantados paisajes, descubiertos por don Quijote e inmortalizados por Cervantes.

Libélula. Autor, Fran PS

Libélula. Autor, Francisco Polo

Junto a la venta del Celemín, una centenaria noguera, que es como suele llamarse por aquí a los nogales, acompañada de otras tantas más jóvenes, junto a viejos sauces blancos, dan idea de la riqueza del suelo y las posibilidades de haber albergado en tiempos pasados, antes de la imposición agrícola, frondosas alamedas de árboles de ribera, como el olmo común, álamo negro, mimbrera, o álamo blanco.

Al amanecer y al atardecer es cuando más variedad de trinos se oyen y más pájaros se ven. Muchos por cierto y muy variados. Si eres de los que no te asustan las condiciones climáticas y lo mismo te aventuras con lluvia que con sol, en cualquier época del año, sobre todo los días de diario, fuera de temporada vacacional, podrás observar multitud de animales de la fauna mediterránea. Desde la escasa nutria hasta el astuto zorro.

Cascada del hundimiento

Cascada del hundimiento. Autor, sabersabor.es

Recorrer todo el parque requiere calma y sosiego para apreciar la multitud de valores que lo componen. Botánica, arqueología, etnografía, historia, literatura, geología…
Cada laguna es un espacio singular dentro del propio conjunto. Culminando en la modernidad del pantano de Peñarroya, vigilado por la centinela silueta del imponente castillo de la Orden de Santiago, habiendo satisfecho en cualquier espíritu ávido de naturaleza y contacto con el auténtico mundo rural, muchas de las necesidades de aventurarse a contemplar y descubrir tan valiosos rincones, por fortuna al alcance de todos.

Castillo de Peñarroya y la presa en Argamasilla de Alba. Autor, Oscar Gómez

Castillo de Peñarroya y la presa en Argamasilla de Alba. Autor, Oscar Gómez


Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano


Fotografía de portada de Olaya

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Contrastes de La Mancha

Contrastes de La Mancha, Karmen Costa

Las inmensas llanuras de La Mancha, que se extienden hasta donde el ojo alcanza, atraen el interés precisamente por su propia desnudez e inmensidad, y poseen, en cierto grado, la grandeza solemne del océano. Al recorrer esos baldíos inmensos, la vista capta, aquí y allá, un sinfín de lienzos…

… de secano

La Mancha no tiene sombras. No tiene agua. Sus ríos sólo se llenan cuando está bien entrado el otoño y el agua que no se filtra por su subsuelo calizo se seca apenas llegan los primeros calores.
Las lagunas se convierten en desoladores platos salinos al comenzar el estío. El clima es extremado. Nieva poco, pero hiela mucho. Tras los días turbulentos de primavera viene el reseco verano, y cada día, bien temprano, recalentada la tierra, el aire tiembla sobre ella y la calima se eleva en el horizonte bajo un cielo abrasador, limpio, azul acerado.
En las siestas el silencio es denso y completo. Todo duerme y calla amodorrado como las ovejas del rastrojo amontonadas bajo la escasa sombra de una encina solitaria, triste y fuerte.
De cuando en cuando, el suelo se encrespa en tolvaneras que arrancan cardos y levantan nubes de polvo y vilanos en el trozo blanquecino del camino por donde antaño los borricos del yesero, con sus orejas gachas y sus fauces resecas, iban midiendo con los cascos la lejanía infinita.

Marea rosa en La Mancha. Autora, Gloria Castro

Marea rosa en La Mancha. Autora, Gloria Castro

El paisaje es pardo, como el hábito de San Francisco, y es blanco. Pardo ese barbecho que se prepara para ser mañana trigal. Parda la rastrojera arañada de cañas del trigal que fue. Pardo el chaparral lejano de hojas duras y punzantes. Pardo el bosquecillo de cardos que el mal barbecho dejó. Pardas las retamas, y las abejas que liban romeros, mejoranas y tomillos. Pardas las nubes que atronarán la siesta tormentosa perfumándola con acre olor a tierra mojada. Pardas las tejas de la lejana quintería, pero blancas sus paredes.
Blancas las ovejas y blanca la leche que será queso blanco y recio. Blanco el brocal del pozo perdido donde, con grandeza de rito en el inmenso templo de la llanura, el pastor bracea para sacar el zaque rebosante de agua que sorberán ansiosas, entre música de balidos y esquilas, las ovejas, mientras, en el bombo blanco, la abubilla clava el cu-cú de su canto sonoro.
¡Parda y blanca es la llanura seca! Parda como la corteza de los olivos que la tierra escarban con sus raíces y chupan, en lo profundo, el agua precisa para tornear sus aceitunas. Blanca como las entrañas del pan de trigo candeal hecho con chorros de sol radiante.
Parda, blanca, seca, polvorienta, grande… y a trozos tapada con el humilde melonar tendido; con el azafranal lívido los días del manto en la otoñada; con los barrocos bordados verdes de las viñas que arrastran.

Por las Lagunas de Ruidera. Autor, Juan Ángel Arias Cortés

Por las Lagunas de Ruidera. Autor, Juan Ángel Arias Cortés

… y de regadío

En la imponente magnitud de la llanura en la canícula, ¿no habrá más consuelo para el caminante sediento que el agua verdosa de la alberca y dura del pozo?
Aquellos picudos chopos en la raya de la lejanía, con el temblar de sus hojas, son los heraldos gozosos del oasis de un regadío de La Mancha. Tras ellos, los caminos, bordeados de olmos desigualmente esparcidos, parten y reparten la tierra blanda y húmeda en pequeños trozos, con profusión bendita y casi infinita. Hace tiempo, en cada uno, bajo la frondosa copa de un nogal o unas higueras, junto a la blanca casita, una mula vendada, cronometrando el tiempo con el tic-tac del andaraje, volcaba en la alberca, los cangilones de la noria moruna rebosantes de agua clara y fría.
Si, muy lejos, allá por Argamasilla de Alba, al agua se la tragó, avarienta, la tierra, por grietas y rendijas, para formar con ella una capa sumergida, potente y provechosa. Es aquí, donde resucita por innumerables pozos para reír y cantar. Ríe y canta, con su amigo el sol, en las regueras, entre las matas, al pie del membrillo, del manzano, del peral; esponja las verduras y las hortalizas, y a sus frutos los hace carnosos, sabrosos y abundantes; hace vicioso el patatar generoso; abulta el retorcido estuche de la judía blanca; carga de aroma el anís; refresca el gazpacho, el tomate y el vino tinto; por ella el panizo crece varonil y arrogante para ofrecerse a la dorada tarde y a los pícaros gorriones…

Membrillo. Autor, pepebarambio

Membrillo. Autor, pepebarambio

La Mancha en todo su esplendor. Para descubrirla os proponemos vivir estas experiencias con www.sabersabor.es

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Fotografía de portada de Karmen Costa

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10 curiosidades sobre el esparto, la fibra olvidada.

curiosidades sobre el esparto, la fibra olvidada

Si ya el erudito romano Plinio el Viejo describía con todo detalle la manera de recoger, tratar y usar el esparto, es fácil de entender por qué en tiempos menos remotos (s. XVIII hasta la mitad del s. XX) la vida doméstica y agrícola giraba en torno a esta gramínea reseca. Una gran riqueza como la sal o la lana, caída en desgracia con nuestra modernidad.
Aquí os relatamos algunos datos curiosos e historias interesantes sobre esta planta.

1. El esparto es una planta herbácea que puede alcanzar el metro de altura. Las hojas, enrolladas en tubitos alargados para evitar la transpiración, son picudas y duras, y se agrupan en macollas (la atocha).

2. La palabra esparto proviene del griego antiguo y significa cuerda. El vocablo atocha, voz hispanorromana, invoca la mata.

3. ¿Por qué interesa ecológicamente? De todo el matorral, el esparto es una de las plantas más resistentes a la sequía, incluso en solana. Su copa ancha (50 cm) reduce la evaporación del agua y sus hojas muertas sirven de esponja, regulando el paso de la lluvia al suelo. Además, la cohesión de este matorral limita la erosión superficial.

Artes de esparto. Autor, Angel Abril Ruiz

Artes de esparto. Autor, Angel Abril Ruiz

4. El nombre científico Stipa tenacissima delata su resistencia a las inclemencias.

5. Es una planta propia de ambientes esteparios como los de la meseta española, y le gusta los suelos carbonatados como los del entorno de las Lagunas de Ruidera. En Europa su repartición es esencialmente ibérica (centro, sur y este de la península), con un reducto en Italia. En África, de Marruecos a Egipto, es muy común.

6. Florece de marzo a junio y se recolecta entre julio y agosto.

7. Cuando el esparto no muestra sus flores, se puede confundir con otra planta también esteparia, el albardín o esparto basto (Lygeum spartum). Pero este último prefiere los suelos más salinos, muy comunes en los humedales manchegos y costeros. La flor del esparto forma un penacho alargado mientras que la del albardín es más discreta.

Recogiendo esparto. Autor, www.galaxiarural.wordpress.com

Recogiendo esparto. Autor, www.galaxiarural.wordpress.com

8. Desde antes de los romanos, la recolección y cultivo de esta fibra ha tenido gran importancia en la economía de muchos hogares españoles. La manera de cosecharlo, arrancando sus hojas con la ayuda de un palo corto (la cogedera) apenas ha cambiado desde la descripción pormenorizada de Plinio en el siglo I de nuestra era.
El hombre ha sabido encontrarle multitud de aplicaciones como producto bruto, en la construcción como escayola armada por su gran resistencia o en la industria papelera por su alto contenido en celulosa, y como producto manufacturado en las labores cotidianas. A partir de la fibra secada al solo durante 40 días, se hilaban sogas y cintas de varios metros de longitud, para elaborar luego útiles de lo más variopintos: alpargatas, alforjas, cubiertas para garrafas, soplillos, esteras y esterillas, serones o posones, cinchos para quesos, capachos…

9. En época de Plinio el Viejo, los campesinos fabricaban camas, antorchas, calzado y vestidos con esparto, pero no se podía cuantificar la producción. Sólo en el siglo pasado la industria papelera se fija en su valor y el recién creado Servicio Estatal del Esparto empieza a contabilizar la explotación. En 1951 se llegaron a recolectar 132.206 toneladas, de las cuales el 45 % se destinaba a la fabricación del papel y el 33 % a la yutería.

10. En los años 20 – 40, la mayor parte de los vecinos de Ruidera tenían alguna relación con el esparto. Los años dorados llegaron entre 1940 y 1958, con la comercialización del espartal bruto y tomiza. Hasta diez carros diarios llevaban las faenas a los pueblos circundantes.
La quiebra del principal comprador motivó el abandono de la actividad y la emigración de muchos ruidereños.

El ocaso del esparto. Autor, MFley

El ocaso del esparto. Autor, MFley


Si queréis conocer todos los secretos del Parque Natural de las Lagunas de Ruidera, os proponemos vivir esta experiencia: Ruidera, el oasis de La Mancha


Bibliografía:
– Bañón, M. C. 2010. El Campus Spartarius romano. ¿Una herencia púnica administrada por Roma? Cuadernos Albacetenses 14. Instituto de Estudios Albacetenses «Don Juan Manuel».
– García Hotal, J.A. 2007. Fibras papeleras
– Revelles, L. y Sánchez, P. 1999. Esparto, una planta en el olvido. Cuadernos de Historia Local, Puerto Lumbreras (Murcia).

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El Castillo de Peñarroya o el santuario medieval de La Mancha

Un poco de historia

La inmensa y monótona llanada manchega, casi toda esteparia, estuvo cruzada por algunas calzadas romanas con el carácter de vías militares, jalonándolas de trecho en trecho las llamadas estaciones o mansiones, donde había un cuartelillo para el retén encargado de la vigilancia, caballerizas para relevos de postas o bestias arrieriles, hospedería y mercadillo de víveres; al amparo de algunas de estas mansiones se formaron importantes núcleos de población, unos destruidos definitivamente tras la invasión de los pueblos germánicos en el siglo V y reconstruidos otros con nombres nuevos sobre las ruinas de los anteriores. En diferentes sitios de la provincia de Ciudad – Real quedan trozos visibles de aquellas admirables calzadas, con pavimento de losas sobre espeso firme de hormigón, semejante al de las modernas carreteras.
De una de estas calzadas, que iba desde Emérita Augusta (Mérida) a Cesaraugusta (Zaragoza), nacía otra vía secundaria que pasaba por una mansión situada en la cabeza o comienzo del río Ana, nombrado por los árabes Wadil-Ana y por nosotros Guadiana, y muy cerca de donde luego se alzó el castillo de Peñarroya.
Durante la dominación árabe y debido al empuje continuado de los cristianos hacia el sur convino asegurar el tránsito por estas antiguas vías y en lugar de las primitivas estaciones o mansiones romanas fue construida una cadena de castillos o puestos fortificados, a distancia conveniente y siempre en puntos estratégicos. En la casi indefendible comarca del alto Guadiana y mucho antes de la reconquista, existía una especie de línea fortificada formada entre otros por los castillos de Alhambra y Peñarroya.

Pantano de Peñarroya. Lagunas de Ruidera. Autor, Marian Rodriguez

Pantano de Peñarroya. Autor, Marian Rodriguez

Conquistando la fortaleza

El castillo de Peñarroya, cobijo hoy de un santuario consagrado a la Virgen de esta advocación, tiene su asiento en el borde de la meseta rocosa asomada al río Guadiana; por esta parte resultaba inexpugnable, toda vez que los peñascos en que se apoya son altos y cortados casi a pico, pero, en cambio, era muy vulnerable desde la parte llana.
En sus primeros tiempos, Peñarroja o Peñarroya fue alcazaba moruna, consistente en un recinto de forma cuadrilátera irregular ajustada a los accidentes del terreno y formada por paredes almenadas con torres en las esquinas. Junto a la torre mayor, estaba la puerta de entrada y rodeando por dos lados al sencillo edificio un foso excavado en la roca viva, innecesario en el resto del circuito, pues las rocas escarpadas constituían una defensa inmejorable.
Tras la batalla de las Navas de Tolosa (1212), el rey Alfonso VIII cede el castillo a la Orden Militar de San Juan de Jerusalén. La fortaleza sufre entonces una profunda modificación con arreglo al tipo cristiano de arquitectura militar, consistente en reducir el área de la fortaleza cuanto fuera posible con objeto de facilitar su defensa con cierto número de hombres y a hacerla menos vulnerable gracias a un recinto exterior, más bajo, provisto también de torres saledizas, rodeado del correspondiente foso, y abriendo en este segundo recinto o barbacana la puerta de ingreso, muy lejos de la correspondiente al recinto principal, para que quien penetrase por aquella hubiera de recorrer largo camino, expuesto a los tiros desde los altos muros almenados.
Aunque tuvo sus horas de gloria militar durante la reconquista de la zona y las guerras carlistas, la función del castillo estuvo principalmente ligada al ámbito económico: cobro de impuestos, arrendamiento de pastos, aprovechamiento de recursos (agua, molinos y batanes), y almacén de bienes de la Orden.

Castillo de Peñarroya. Autor, Michel Hernández

Castillo de Peñarroya. Autor, Michel Hernández

El Santuario de Nuestra Señora de Peñarroya

Por su indiscutible importancia, nos adentramos ahora en el Santuario que ocupa parte del primitivo castillo.
Según una crónica manchega de Don Ramón Antequera Bellón (Juicio Analítico del Quijote), el capitán Alonso Pérez de Sanabria arrebató el castillo a los musulmanes el día 8 de septiembre de 1198. A raíz de la toma de la fortaleza se encontró la imagen de Nuestra Señora de Peñarroya, venerada desde entonces.
Dando un salto en el tiempo, hasta el año 1544, nos cuentan que derribaron en el pueblo viejo de Argamasilla la ermita de La Concepción. Quizá entonces fue trasladada la imagen al castillo de Peñarroya, después de erigir en él la correspondiente ermita.
Lo cierto es que desde antes, la advocación a esta Virgen había dado origen en Argamasilla de Alba y también en el vecino pueblo de La Solana, perteneciente a la Orden de Santiago, a sendas cofradías, quienes pronto se disputaron la propiedad de la imagen, sin que hasta hoy se haya resuelto la cuestión ni cesado enteramente las contiendas por tal motivo. Eso sí, desde hace mucho tiempo, ambos pueblos se atienen a una entente cordiale, que consiste en la siguiente costumbre: Desde Argamasilla, donde ha estado cuatro meses, llevan a la Virgen a su ermita del castillo en piadosa romería, el segundo sábado de septiembre, reuniéndose los cofrades y autoridades en una habitación de su exclusiva propiedad en la vetusta torre del homenaje del castillo. Durante ese mismo día, también en romería, acuden los vecinos de La Solana para hacerse cargo de la imagen, reuniéndose sus justicias y jerarcas de la cofradía en habitación propia, construida en tiempos modernos, dentro del patio de la fortaleza. Permanece Nuestra Señora de Peñarroya en La Solana hasta que el 29 de enero la devuelven a su ermita, donde queda en espera de que el último domingo de abril sea llevada de nuevo a Argamasilla.

Vista de la iglesia de San Juan Bautista. Autor, Karppanta

Vista de la iglesia de San Juan Bautista. Autor, Karppanta

“Hazme tan bien defendido,
señora, vuestra memoria
de mudanza,
que jamás, nunca, ha podido
alcanzar de mi victoria
olvidanza:
porque estáis apoderada
vos de toda mi firmeza
en tal son,
que no puede ser tomada
a fuerza mi fortaleza
ni a traición.” Jorge Manrique


Fotografía de portada: Castillo de Peñarroya. Autor, SiurellBlr


Un artículo de Antonio Bellón Márquez


Si queréis conocer todos los secretos de este lugar único e inigualable, os proponemos vivir esta experiencia: Argamasilla de Alba, entre Quesos y Quijotes

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Duendes, ninfas, damas y caballeros…

Damas y Caballeros. Lagunas de Ruidera. Autor, Michel Hernández

Se desborda la imaginación como las aguas del Guadiana. Sus fuentes, misteriosas y difusas como el famoso Lugar de La Mancha, inundan el paisaje con la fantasía cinematográfica de los cuentos de hadas.
Ni el mejor de los sueños infantiles podría vivir nada más auténtico que la extraordinaria presencia del unicornio abrevando las plateadas transparencias del manantial que alimenta el lago que protege la isla que acoge el castillo, que esconde a la princesa, que narró el trovador, que engendró el más antiguo romance de las medievales letras castellanas.

No son muchos los que se aventuran al atardecer de verano, cuanto todavía la luz del sol concede tiempo para pasear entre las frondas ribereñas de las aguas lagunadas, olvidando el coche, el móvil y la cámara.

Buscando nuestro reflejo. Autor, M.Peinado

Buscando nuestro reflejo. Autor, M.Peinado

Hace tiempo que no vemos la imaginación tan cotidianamente informados hasta casi la saturación. Aquí, en uno de esos lugares mágicos, donde un lago hacía brillar el doble los rubíes del sol del atardecer, reflejando los chorreos ferruginosos de los roquedos calizos que acogen y esconden la belleza del paisaje, como un tesoro en el cofre de la torre, es posible ver, ser y estar, cosas de otro mundo, siendo algo más que tu propio ser, estando en otro tiempo sin definir.

Te rodea el silencio, la quietud, la tranquilidad, pero no el miedo ni la soledad. Aunque el sol va apagando la tarde y la silueta rota del castillo se encrespa con la sombra del búho, y entre la hojarasca pululan los duendes, correteando como lirones caretos. Tú disfrutas de ese mundo fantástico, que como un sueño, se encuentra aquí, en la aventurera tierra del Quijote. En un espacio que vive atemporal contenido en uno de los paisajes literarios más desconocidos del mundo, y a la vez más discretamente universales.
Fontefrida y Rochafrida, anónima fantasía medieval que inmortalizó la roca y el agua, convirtiendo en poema el prosaico belicismo del Castillo de San Felices. Dulcificando en dama enamorada, las cristalinas aguas de la Fuenfría.

Ruinas del castillo berberisco de Rochafrida. Autor, Manuel Zaldívar

Ruinas del castillo berberisco de Rochafrida. Autor, Manuel Zaldívar

Cómo no iba a detener aquí, don Quijote a Rocinante. Cómo no iba transitar por aquí Cervantes. Aquí encontró el poema medieval, al Caballero Montesinos, la reconocida cueva y el menos conocido pero auténtico Palacio de Cristal. Sala privilegiada, que el misterioso Guadiana, sólo muestra al valor del genio. Sólo quienes han tenido el don de una mente inquieta y la feliz coincidencia de una gran sequía, han arriesgado su espíritu, como Cervantes, a perderlo, en las abismales profundidades de la gruta, adentrándose en la sala de cuarzo que como un tesoro de la realidad concedido a la imaginación, se regala al escritor.

Aquí perdura el tiempo de los cuentos, de las novelas, de las batallas, de las princesas y los hechiceros. Aquí en Ossa de Montiel, en las Lagunas de Ruidera, en el Campo de Montiel, en la cervantina tierra de don Quijote, es posible, ver, sentir e imaginar la belleza real de un paisaje bien estructurado por la naturaleza y perfecto para las mentes creativas. Por eso aquí bebió del manantial el trovador y tomó inspiración el novelista.

También disfruta el excursionista, el naturalista, el senderista, el geólogo, el ornitólogo y el botánico.

Frutos rojizos del espino silvestre. Autora, Jacinta Lluch Valero

Frutos rojizos del espino silvestre. Autora, Jacinta Lluch Valero

A finales de verano, ya en septiembre, si ha habido suerte y uno o dos días antes la tormenta ha templado el ambiente, todo huele a la frescura manchega de la hierba seca, como el vivificante olor a tierra mojada de los rastrojos, ofreciendo a la respiración profunda como un saciante trago de agua fresca, que aunque el manantial invita a saborear sus límpidas y transparentes aguas, las mil y una prevenciones de los tiempos modernos, nos apartan de ese placer.
Pero no de contemplar el lavado brillo de los refulgentes frutos rojizos del espino silvestre o los mortales azabaches de la belladona.
El cobijo del bajo dosel del sotobosque de chaparros, adorando los roquedos del castillo, elegantemente decorados con los penachos altísimos de los chopos y los fresnos, acumulan el congreso pajarero de numerosos trinos que por falta de experiencia no consigo distinguir. Descubriendo con agrado curiosos lirios, saúcos, aladiernos, cornicabras y gran cantidad de flora mediterránea, presente en el parque natural. Paraíso manchego, de la naturaleza y la literatura universal.
Tesoro justamente reconocido como Reserva de la Biosfera, que bien merecería además el de Parque Cultural, conmemorando el cuatrocientos aniversario de la muerte de nuestro mejor autor en lengua castellana. Por ser este uno de los espacios con mayor vinculación con la novela que además aporta el incalculable valor geológico de su rareza a nivel mundial y su indudable riqueza y belleza natural, que por supuesto debe ser atendida y mejorada de forma continuada para bien de la humanidad.

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Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano
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Fotografía de portada: Lagunas de Ruidera. Autor, Michel Hernández
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