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Montiel medieval. La vida cotidiana en un mercado de la Edad Media (3ª Parte)

Montiel medieval. La vida cotidiana en un mercado de la Edad Media (3ª Parte)

No es empresa fácil abrirse paso por el bullicio y el desorden que significa un mercado medieval. Como los habitantes de Montiel y aldeas próximas han de proveerse en él de todo lo necesario para el vivir diario, y aún de lo superfluo, la ciudad y el campo se han vaciado en la explanada habilitada al efecto. Existen algunas tiendas dentro de la cerca que constriñe el casco urbano, pero éstas sirven bien para remedio de los más pobres, cuya penuria no les permite hacer acopio un día a la semana de lo más necesario, o bien han surgido al calor del lujo para ofrecer a los ricos los productos más apetecibles: pan tierno, bocados exquisitos, carnes frescas, joyas y bellos paños. Ninguna de estas tiendas bastan para el aprovisionamiento de la ciudad, y así el vecindario se aglutina el día del mercado y acude al punto acordado para vender y comprar, que pocos dejan de ser a la vez mercaderes y consumidores.

2. Parroquia de San Sebastián Mártir. Autor, acusticalennon

Parroquia de San Sebastián Mártir. Montiel. Autor, acusticalennon

Unos venden las galochas, abarcas y zapatones que han fabricado durante la semana, para comprar a su vez nabos, sebo, pan, vino, una pierna de carnero, cecina de vaca o de castrón. Otros venden el trigo y el vino que les sobra, cabezas de ganado menor, lino, legumbres, alguna res envejecida por el trabajo o desgraciada en accidente fortuito, adquiriendo después rejas de arado, espadas y monturas, o bien sayas, mudas de mesa, tapetes y azadones.

Para gozar de la sombra, los hortelanos han armado sus miserables toldos. Han clavado en el suelo gruesos troncos, cruzado dos ramas por los agujeros abiertos en los palos unos dedos antes de su remate, y tendido después sobre ellas un sucio pedazo de lienzo moreno. Bajo estos tenderetes, en grandes banastas hechas con delgadas tiras de corteza de sauce, o en cestos de mimbre, ofrecen manzanas, ajos, cebollas, higos, peras, nueces y otras mil frutas y hortalizas diversas, de las que hacen acopio mujeres vestidas con sayas de todos los colores.

3. Escena cotidiana de la Baja Edad Media. Obra de Pieter Brueghel, el Joven (1564-1638)

Escena cotidiana de la Baja Edad Media. Obra de Pieter Brueghel, el Joven (1564-1638)

En todo comercio es necesario pagar impuestos al estado, y éste de Montiel no es una excepción. La tasa puede ser en dinero o en especie y varía según la mercancía y su cantidad. Por ejemplo, por cada carreta de nabos se exige tres denarios; uno por la carga de cada pollino, y un puñado de nabos a los labriegos que vienen a pie con las alforjas llenas. De cada carro de ajos o cebollas se toma veinte ristras de ocho cabezas, diez ristras por la carga de un asno y cinco por la de un peón, y en proporción análoga se cobra igualmente por las nueces, peras, higos y demás productos que se venden en aquella zona del mercado.

4. Danzas medievales infantiles. Autor, Pedro Castellanos

Danzas medievales infantiles. Autor, Pedro Castellanos

En otras zonas de la explanada pueden adquirirse pellejos de vino y de aceite; sacos de sal traídos a lomo de acémilas desde las salinas; ramas para encender fuego, cestos con gallinas y palomas, cera, miel, queso… El aceite se acaba pronto pues los sacos son disputados con energía por los siervos de cocina de nobles o prelados. Y es que no siempre es fácil proveerse de manteca en cantidad suficiente, y a menudo es insufrible el sabor del sebo rancio en las comidas. Se busca especialmente el aceite de oliva, y menos el de linaza y el de nueces, éstos últimos de menor calidad.

5. Panorámica de Terrinches. Campo de Montiel. Autor, Antonio Jimeno

Panorámica de Terrinches. Campo de Montiel. Autor, Antonio Jimeno

Resguardados por toldos parecidos a los usados por los hortelanos, algunos industriales venden sus utensilios para uso de artesanos y labradores. Sentadas detrás de sus cántaros, ollas, pucheros y barreños, unas mujeres esperan comprador para sus cacharros, mientras que algún mozo más allá ofrece instrumentos de hierro, latón, acero o cobre. Sobre mantas raídas tienen además hachas, hoces, azadas, azuelas, cuchillos y tenazas, así como morteros, sartenes, trébedes, calderos y cuencos, entre los que figuran algunos de latón. Otros venden arreos de animales de carga y ruedas para carro. El chirriar de esas ruedas para un oído avezado da idea de la solidez o al menos de la técnica empleada en su elaboración.

6. Rincón del siglo de Oro en Villanueva de los Infantes.

Rincón de Villanueva de los Infantes. Autor, Desconocido

Y todas estas mercancías, ¿con qué dinero se pagan? Asombrosamente, con el más variado. Se admiten toda clase de monedas de plata, de diferentes países, e incluso piezas romanas que surgen en el campo de vez en cuando levantadas por el arado. La variedad de numerario se unifica pesándolo todo en una pequeña balanza.

Los mercaderes de tela son los que más pueden engañar al cliente, porque juegan con la vanidad de los señores ávidos de adquirir género importado de otras áreas más ricas o supuestamente del extranjero, en cuyo caso tienen más reputación. La habilidad del vendedor para acomodar sus precios a la inteligencia del cliente es fundamental para realizar una buena venta. En otros momentos el engaño viene por la vara de medir, de modo que enseñan al cliente una vara larga y luego realizan el cambiazo midiendo el género con la vara más pequeña. Y los hay también que, con el fin de engañar más fácilmente, dejan en semioscuridad sus tiendas al mostrar las telas: de esta forma hacen pasar tejidos de un origen por otro de mayor rango, e incluso el color marrón por el púrpura, y el pálido trigueño por el dorado vivo… Todo en la más completa penumbra hasta que llega el momento de cobrar, por supuesto, cuando abren las contraventanas de par en par para poder contar mejor los dineros.

7. Atardecer en los Campos de Montiel. Autor, Miguel Angel Rivas Ayuso

Atardecer en los Campos de Montiel. Autor, Miguel Angel Rivas Ayuso

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Montiel medieval. La vida cotidiana en un mercado de la Edad Media (1ª Parte)

Montiel medieval. La vida cotidiana en un mercado de la Edad Media (1ª Parte)

Los próximos 22 y 23 de marzo se celebran en la localidad de Montiel las XL Jornadas “Montiel Medieval”, Fiesta de Interés Turístico Regional y que este año coincide además con el 680 aniversario del nacimiento del Rey Pedro I de Castilla (1334-2014). Tras la conquista cristiana desencadenada en 1212 con la batalla de las Navas de Tolosa, y que culminó con el asedio y toma del castillo de la Estrella entre 1224 y 1227, Montiel se convirtió en uno de los referentes socioeconómicos más importantes de la frontera gracias a la Orden de Santiago. Mucho ha llovido desde entonces, pero visitar hoy el lugar donde leyenda y ciencia coinciden en situar la muerte del Rey Cruel a manos de su hermanastro, constituye todavía un ejercicio de espiritualidad que refrenda de manera sublime el perfil hierático del castillo, entre los cerros rojos y los olivares que lo rodean por sus cuatro horizontes. En palabras de Salvador Carlos Dueñas:

“Testimonio vencido sin quererlo. Por fin socorrido. El Castillo de la Estrella sigue siendo el rey del valle del Jabalón, imponiendo su presencia como lo más rotundo de un paisaje auténtico y esencial, clavado en la Historia, olvidado del tiempo. Donde el viento entre los cantiles, suena a veces airado como el pendón de Castilla a punto de batallar. Cerro mágico con mucho de Santiago y todavía algo de Granada, Córdoba y Sevilla”.

2. Animación en un Mercado Medieval. Autor, Jose María Moreno García

Animación en un Mercado Medieval. Autor, Jose María Moreno García

Pero más allá de la gesta queremos dedicar este artículo a lo que fue la vida cotidiana de las gentes que ocuparon Montiel, y que de forma magistral se recrea todos los años en el mercado medieval organizado a finales de marzo en esta localidad manchega. Damas, campesinos, alcahuetas, plateros, comediantes, curtidores, mendigos, frailes… Montiel fue un crisol de gentes y ocupaciones que tuvo su punto álgido entre los siglos XII y XV, en plena Baja Edad Media. Declinó después con el ascenso a categoría de villa de una de sus aldeas, Villanueva de los Infantes, honor que fue refrendado en época de Felipe II hasta alcanzar la capitalidad de toda la comarca de Campo de Montiel.

3. Escena cotidiana de la Baja Edad Media. Obra de Pieter Brueghel, el Joven (1564-1638)

Escena cotidiana de la Baja Edad Media. Obra de Pieter Brueghel, el Joven (1564-1638)

Uno de los núcleos vitales de una villa medieval como Montiel lo constituía el mercado. Los mercados se levantaban de forma más o menos regular al amparo de un castillo, junto a una posada o en un cruce de caminos, y a menudo fue esta dinámica espontánea la que dio lugar a centros urbanos en lugares antes casi despoblados. En días fijos, los habitantes de las villas y de los mansos (tierras entregadas al campesino que se encomendaba a un señor, pasando así a ser su siervo) acudían al lugar señalado, y a él iban también los mercaderes y vendedores ambulantes para realizar las compraventas o los intercambios en especie habituales. Gracias al mercado los habitantes de las zonas rurales podían procurarse alimentos, vestidos o útiles que les hubiese sido difícil adquirir de otro modo. Su periodicidad, semanal o bisemanal, garantizaba de esta forma el abastecimiento.

4. Paisaje del Campo de Montiel. Villamanrique. Autora, Sagrario Téllez Labrador

Paisaje del Campo de Montiel. Término de Villamanrique. Autora, Sagrario Téllez Labrador

En emplazamientos especiales, y con ocasión de solemnidades religiosas, solían celebrarse también ferias importantes a las que acudían personas de lugares muy alejados, y donde se compraban objetos que serían inusitados en un simple mercado. Las ferias duraban a veces varios días y daban lugar al levantamiento de barracones de madera o tenderetes, y eran ocasión de lucimiento para los juglares y otros comediantes. Sin embargo, mientras muchas ferias han perdurado hasta nuestros días y siguen aún celebrándose en descampado, algunos mercados hicieron que en el lugar donde se celebraban las transacciones fueran edificándose algunas casas, plazas o lonjas, dando lugar con el tiempo a pequeños burgos que posteriormente se convirtieron en grandes ciudades.

5. Un banquete medieval. Obra de Pieter Brueghel, el Joven (1564-1638)

Un banquete medieval. Obra de Pieter Brueghel, el Joven (1564-1638)

Los mercados, al igual que en la actualidad, empezaban a levantarse cuando aún no había apuntado apenas el día. Las calles a esa hora estaban totalmente a oscuras, porque la vida en Montiel y otras ciudades se desarrolla preferentemente desde el amanecer hasta el crepúsculo. Quienes deambulan por ellas, pocos, tienen que llevar su propia luz, y en el caso de los más pudientes es el criado o el mozalbete el que actúa de portaantorcha. Pero en general los nobles y burgueses solo ocupan las calles del mercado cuando éste ya ha sido levantado, bien entrada la mañana. A esas horas, los que atraviesan presurosos las calles desiertas son los trabajadores dirigiéndose a sus lugares de oficio, o gremios. Hasta tal punto cada oficio tenía su zona delimitada en el pueblo, que con el tiempo éstas pasaron a conocerse como “El barrio de los tejedores”, “La Platería”, “El barrio de curtidores”… tal y como siguen denominándose todavía hoy, en las ciudades de alcurnia procedentes de aquella época.

6. Campos de La Mancha, cerca de Montiel. Autor, Pablo Sánchez

Campos de La Mancha, cerca de Montiel. Autor, Pablo Sánchez

Allí, en el zaguán o en el cuartucho pobremente iluminado, están ya trabajando el maestro, el oficial y el aprendiz. Al amparo del primero se coloca el tercero, sin paga al principio, para aprender su oficio hasta convertirse en oficial. Después, si pasaba el examen ante otros maestros, accedía al grado máximo con la autorización de abrir un nuevo taller por su cuenta. Los gremios podían considerarse como los sindicatos de hoy, y de ellos proceden las actuales Cofradías y su tradicional forma de actuar hasta hace bien poco: caja de protección para enfermos y desamparados; entierros para damnificados en calamidades públicas… Y es que estos estamentos profesionales se caracterizaban por su gran dedicación religiosa, hasta el punto de que cada uno estaba bajo la advocación de algún santo patrón: los carpinteros con San José; los zapateros con San Crispín. En algunas iglesias se conservan todavía capillas especiales dedicadas al gremio y que en aquella época eran costeadas íntegramente con las donaciones de sus socios.

Continuará…

7. Monolito en el Castillo de San Polo

Monolito en el Castillo de San Polo. Montiel