Publicado el 8 comentarios

Campo de Montiel: en busca de aventuras junto al Quijote

quijote infantes campo montiel

Un viaje literario para conocer los escenarios en los que vivió el último caballero andante


A la hora de descubrir la provincia de Ciudad Real y las andanzas de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha son muchas las opciones que se pueden elegir.

Una, dejarse llevar por un camino lleno de sorpresas, en el que se irán colando tanto Miguel de Cervantes y su Alonso Quijano, como autores que también forman parte de la vida de esta provincia. Quevedo, Jorge Manrique y hasta Santa Teresa de Jesús; y otra, dejarse guiar por los escenarios que propone el de Alcalá de Henares en su gran obra, y que permiten descifrar la geografía imaginaria de Don Quijote.

El viajero decide. Aunque aquí os proponemos una ruta con el libro en la mano, la que trascurre por el Campo de Montiel, uno de los escenarios de los que no se olvidó el autor.

Primavera en Villahermosa

Vista de Montiel

Pastoreo de ovejas manchegas

Vista del Campo de Montiel en Almedina

Mapa del Campo de Montiel. Autor, Carlos Barraquete


Tras cuatro siglos, damos fe de la existencia todavía de quijotes y sanchos por estas tierras


Si Verona es la tierra de Romeo y Julieta, el Campo de Montiel seria la del Quijote y esto no admite reflexión, ni debate, ya que es el mismo Cervantes el que se lo recuerda al lector en repetidas ocasiones. Hasta cinco veces cita esta comarca.

La primera, en el prólogo donde es el mismo autor el que reconoce que ésta es la historia de “Don Quijote de La Mancha, de quien hay opinión, por todos los habitantes del distrito del Campo de Montiel que fue el más casto enamorado y el más valiente caballero que de muchos años a esta parte se vio en aquellos contornos”.
Y otra, no muy lejos de aquella, en el capítulo II, en la que el autor aclara que «comenzó a caminar por el antiguo y conocido Campo de Montiel. Y era la verdad que por él caminaba».

Una realidad sobre la que se sustenta fuertemente este maravilloso viaje literario, bien acompañado por cierto de la rica gastronomía y productos autóctonos de la comarca: aceites de oliva virgen, quesos manchegos, mieles, frutos secos, embutidos, productos de la huerta cómo el pimiento de Villanueva de los Infantes… todos ellos sostenibles, ecológicos y de proximidad, no se puede pedir más.

Laguna Blanca (Lagunas de Ruidera). Autor, Juan Amores

Senderismo por el Castillo de Montizón. Autor, Pedro Castellanos

Vista de Terrinches. Autor, Carlos Barraquete

Rincones de Fuenllana


De entre todos los paisajes y escenarios que componen la Ruta del Quijote, hay uno que es el más emblemático de todos y que aún conserva toda la esencia: el Campo de Montiel


Para conocer el verdadero espíritu de Don Quijote es necesario y nos atrevemos a decir que también obligatorio, contactar con el Campo de Montiel: uno de los espacios geográficos más importantes donde corrió el personaje sus lances caballerescos y sus poéticas emociones trotando con Rocinante con el fiel respaldo de su escudero.

De aquella España que vivió Cervantes y transitó Don Quijote, de un Campo de Montiel que eligió la Orden de Santiago como sede, le hablarán al viajero los municipios que enmarcan los escenarios de los que se vale el autor para recrear las aventuras del ingenioso hidalgo.

Más de veinte localidades en las que el pasado y el presente conviven sin estorbarse, con toda la esencia rural y natural, unidas por caminos novelescos, luminosos, incontrolables desde lo literario e histórico, llenos de hospitalidad, caballerosidad e hidalguía. Caminos amplios, de inmaculados valles y vastos horizontes, como la Vía Augusta o el Camino de Aníbal. Caminos universales como lo es el Quijote cervantino y lo son sus singulares habitantes.

Vista del Campo de Montiel

San Carlos del Valle. Autor, Jhuertas

Torre de la Higuera. Autor, Toni Arias

La Solana. Autor, Juan Gregorio García. FOTO digitalhambra


«Acertó Don Quijote a tomar la misma derrota y camino, que él había tomado en su primer viaje, que fue por el Campo de Montiel». Capítulo VII, de la 1ª parte de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha


Esta es una ruta múltiple, universal y real que no sólo recorre el alma española y manchega sino que nos presenta una amplia oferta cultural, turística, gastronómica, paisajística, artística y monumental.

Aún hoy desconocida para muchos viajeros, esta ruta literaria permite descubrir auténticos tesoros en cada rincón, sierra, valle o pueblo del Campo de Montiel. Abundantes asentamientos de diferentes culturas, un rico patrimonio histórico-artístico, lugares de interés turístico nacional, sorprendentes parques, reservas y espacios naturales, misteriosas cuevas y abrigos prehistóricos, variadas costumbres y fiestas populares, rica artesanía, o una sabrosa gastronomía con numerosos productos que han obtenido las más altas distinciones.

La comarca del Campo de Montiel te ofrece un sinfín de lugares y actividades, convirtiéndose poco a poco en uno de los destinos turísticos más atractivos de Castilla – La Mancha.

Villanueva de los Infantes


«Pisó por ella el uno y otro lado de la gran Sierra Negra y el famoso Campo de Montiel, hasta el herboso llano de Aranjuez». Capítulo LII, de la 1ª parte de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha


Lagunas de Ruidera


«Y pongan los ojos en las que están por venir, que desde agora en el camino del Toboso comienzan, como las otras comenzaron en los Campos de Montiel». Capítulo VIII, de la 2ª parte de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha


Villahermosa


Dedicado a nuestro gran amigo Justiniano Rodríguez Castillo. Gracias por enseñarnos el camino. Hasta siempre


Planifica tu viaje con nosotros. Solicita más información o recomendaciones para preparar tu escapada al Campo de Montiel


Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©


Fotografía de portada de InfantesDIGITAL

Publicado el Deja un comentario

Tejera Negra, la vitalidad de un hayedo insólito

El Hayedo de Tejera Negra, Patrimonio Mundial de la UNESCO, forma parte del Bien Natural “Hayedos primigenios de los Cárpatos y otras regiones de Europa”


El primer haya solitaria aparece a la izquierda de la pista forestal que conduce al corazón del bosque, rodeada de una alfombra del verde rabioso de la gayuba húmeda. No se sabe cómo ha podido sobrevivir a la industria maderera, al carboneo y al calor, pero crece ahí como una unidad de medida del bosque. Posee la copa amplia y redondeada que caracteriza los ejemplares aislados y estira las ramas al cielo entre amenazadoras y suplicantes. Con toda seguridad anuncia la excepcionalidad de uno de los hayedos más meridionales de Europa.

El resto de ejemplares se reparten en edades: los más jóvenes en los lugares más accesibles, como en la senda de Matarredonda, donde también crece un tejo testimonial y antiguo; los más viejos en los lugares más inaccesibles, en las cabeceras de los ríos Lillas y Zarza; los desmochados, por doquier.

El hayedo de Tejera Negra constituye una especie de isla vegetal en la cordillera Central, pudiendo ser considerado el escombro botánico de una masa forestal gigantesca diezmada por la influencia humana y el cambio climático regional.

El haya es un árbol muy común, pero en el centro de Europa, típico de lugares húmedos y que, en España, se concentra en la mitad norte, sobre todo en Navarra.
Sicilia y la sierra de Ayllón, donde se encuentra Tejera Negra, constituyen excepciones forestales en la distribución geográfica de los hayedos.

De los tres enclaves de hayas que se aferraron a la sierra del Sistema Central: en Madrid, Montejo de la Sierra; Riofrío de Riaza en Segovia y Tejera Negra en Guadalajara, es este último el de mayor extensión y riqueza faunística y botánica.
Las hayas de Tejera Negra debieron de establecerse aquí en una época remota en que el clima era más frío y húmedo que el actual. Hoy, estos árboles todavía encuentran refugio en valles umbríos, laderas norte y canchales escasamente expuestos al sol pero sometidos a nieblas, vientos y lluvias.


El carácter de excepción que reviste el bosque del hayedo de Tejera Negra consiste en crecer allí donde nadie lo podía esperar


El ser humano se sirvió de estos árboles hasta casi agotarlos para fabricar arcos de guerra, muebles y carbón vegetal.

En otros tiempos, piras de troncos de hayas, brezos, robles, encinas y melojos recubiertos de paja y tierra ardían en una combustión controlada, casi exenta de oxígeno, para convertir la preciada madera en carbón vegetal. Este combustible era repartido luego entre los pueblos de los alrededores y transportado a las capitales (Madrid, Guadalajara…) hasta convertirse en rescoldo de brasero. En travesías que sólo los pájaros pueden realizar podría observarse el lugar ocupado por aquellos hornos circulares de 25 metros de diámetro, colocados al tresbolillo, como volcanes extinguidos a quienes la naturaleza todavía no ha conseguido olvidar.

La consecuencia de las talas sucesivas (la última se produjo hace unos 50 años) es que, paradójicamente, a pesar de su antigüedad, el hayedo es joven y homogéneo. Sólo en los lugares más profundos del valle, en los cortados de más difícil acceso en los que la explotación no parecía rentable por lo abrupto del terreno, crecen las hayas centenarias. En la solana del río Zarzas y en el barranco que da nombre al Parque (Tejera Negra) es donde la majestuosidad del bosque que causa respeto, temor o admiración –y en el que Caperucita, Blancanieves o Pulgarcito podían haber pasado los peores momentos de su existencia-, se convierte en hojarasca ocre y corteza lisa y cenicienta.

En este bosque donde las hayas han tenido que luchar por su supervivencia frente a la especie humana, también han librado batalla contra plantaciones, más o menos afortunadas, de pino silvestre. En lugares donde ambas especies combatían en igualdad de condiciones, las ramas de las hayas fueron decapitando las copas de los intrusos y asfixiándolos a continuación gracias a su corpulencia, contradiciendo así todas las teorías sabias sobre la escasa capacidad de regeneración de los hayedos meridionales.


El hayedo de Tejera Negra (Guadalajara) está configurado por los ríos Lillas y Zarzas, que nacen en el valle glaciar de la Buitrera


Avanzando a pie, paralelos al curso del río Zarzas (también denominado Sorbe o de la Hoz) y acompañándolo hacia su nacimiento, puede verse cómo el valle se cierra por picos que quisieran alcanzar los 2000 m de altitud. El circo del valle se cierra en torno a la Atalaya (1887 m), Tejera Negra (1914 m) y Tiñosa (1971); y otros que consiguen superar los 2000 m dispuestos a lo largo de la cuerda de las Berceras y ocultos con frecuencia por la niebla, como el Alto del Porrejón (2012 m) y la Buitrera (2046 m). La máxima elevación del macizo la ostenta el pico del Lobo con 2272 m.

Hasta bien entrada la primavera, algunos neveros obstinados alimentan los arroyos que vierten su caudal en las aguas del río Zarzas.
En Tejera Negra, también crecen otros árboles como robles, acebos, serbales, cerezos silvestres y abedules, pero la vegetación no se distribuye al azar, sino que tiene predilección por asentamientos concretos, en función sobre todo de la altitud… por encima de los 1800 m, cota hasta la que también llegan los pinos, sólo crecen pastos, resistentes a las inclemencias del tiempo y a la deshidratación provocada por el viento que sopla de manera casi constante en los collados.

Las aves encuentran en el haya protección y refugio para establecer sus nidos. La corteza lisa de los árboles y el suelo despejado son factores que favorecen la elección de las copas de los árboles por algunas especies, como las águilas reales. Y por supuesto los roquedos para los buitres leonados y halcones abejeros.

Entre los grandes mamíferos, la desaparición del lobo en los años cincuenta es la ausencia más significativa, dejando el camino libre al zorro, gato montés, garduña, tejón y comadreja. Las nutrias dentro del agua. El mayor herbívoro es el corzo, al que no es difícil ver fugazmente atravesando algún calvero del bosque en busca de pasto fresco.


Merece la pena presenciar el espectáculo cromático que cada Otoño produce su singular y grandiosa riqueza forestal, con una extraordinaria y sorprendente explosión de colores


A medida que la carretera de Ayllón se aproxima a la tierra de Galve, el color rojizo de la tierra desaparece hasta convertirse en un caos pizarroso sobre el que crecen, precisamente, las hayas.
Estas lajas de pizarra han permitido la construcción de edificaciones tanto para los humanos como para el ganado (taínas). Ahora son testimonios del pasado.
La prosperidad de estos pueblos, que no eran más que premios otorgados a la aristocracia feudal como pago a los servicios prestados durante la Reconquista, estaba basada en el aprovechamiento de la tierra dedicada al pastoreo.

La disminución de la trashumancia y la regresión del sistema pastoril significaron la decadencia de la zona a partir de principios del siglo XX y a todo lo largo de él. Es como si los pueblos de esta sierra hubieran adelantado en medio siglo a la emigración de las gentes a las ciudades.
El resultado es el envejecimiento de la población y el abandono de las localidades, con el consiguiente riesgo de pérdida definitiva de los valores culturales locales.

Entre los pueblos más cercanos a Tejera Negra, Galve destaca por haber poseído un pasado esplendoroso del que rinden cuenta las tres ermitas, el castillo de los Zúñiga y la iglesia de planta rectangular de la Asunción.
A escasos kilómetros de Cantalojas, la carretera local deja a un lado a Villacadima, pueblo abandonado que parece estar dormido. El paso del tiempo y la desidia lo convirtieron en morada de fantasmas y refugio de recuerdos. En ningún momento más oportuno que el presente, Villacadima es merecedora de nombre: la palabra cadima, de origen árabe, significa vieja.

Los libros de geología dicen que Cantalojas se asienta sobre una llanura de calizas procedentes de la era Terciaria, pero al llegar a esta localidad es mucho más gratificante mirar al cielo que al suelo: en función de la hora del día no es difícil descubrir por encima de las fincas y tejados del pueblo alguna bandada de buitres leonados que descienden, volando en círculos, desde las más altas cumbres del macizo de Ayllón en busca de las carroñas dispersas por los valles.

En cualquier época del año es gratificante una visita al hayedo de Tejera Negra: en primavera, las hojas hacen derroche de color verde vivo, mientras que en otoño la luz y el suelo se tornan ocres. En pleno verano, el tupido follaje ofrece frescor y, en invierno, el bosque entero es un misterio. Inolvidable.


Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©


Próximos destinos: Ruta de la Arquitectura Negra o de los “pueblos negros” y Ruta del Románico Rural de Guadalajara

Publicado el Deja un comentario

La leyenda de la Sangre del Moro

Suspiro del moro

Leyendas manchegas sobre castillos, fortalezas defensivas, alcazabas y palacios. Todos ellos testigos mudos a lo largo de los siglos de una gran cantidad de historias impregnadas por un halo de misterios y secretos. Nobles, reyes y señores tanto cristianos como musulmanes son los principales protagonistas de estos relatos.
Aquí os dejamos una de estas leyendas que bien pudiera escucharse todavía en los muros de cualquier castillo de las órdenes militares de Calatrava, de San Juan o de Santiago.

Castillo de ConsuegraCastillo de Consuegra. Autor, Fernando de Castro

Castillo de MontizónCastillo de Montizón

Calatrava la NuevaCalatrava la Nueva

Cuentan que hace muchos años, cuando la población vivía al amparo del castillo, ocurrió un hecho extraordinario del que aún se pueden ver hoy las consecuencias.
Era el protagonista el moro Xanu, sastre de oficio, y personaje conocido por todo habitante cristiano, judío o musulmán, de dentro o fuera del castillo. Xanu era también famoso por su avaricia y por su capacidad para adiestrar animales a los que mantenía en un corral que era visitado con admiración por clientes y curiosos venidos de todas las alquerías. Perros, gatos, gallinas, ocas y pavos obedecían sus órdenes sin recibir a cambio más que lo justo para comer, de lo que se jactaba el sarraceno ante sus visitantes.
– Comen lo justo, medran sanos, acatan mi voluntad y encima no me sacan ni una golosina –solía explicarles a los visitantes, boquiabiertos mientras admiraban las mañas de los bichos.
– ¡Qué prodigio!
– Eres un mago Xanu… les falta hablar.
El sastre, henchido de vanidad y tras las numerosas alabanzas del personal ante las habilidades de los animales, desvelaba entonces la sorpresa final, su mejor ejemplar, un pollo de altiva cresta y sedoso plumaje y andares mayestáticos que acudía presto a la llamada de su amo: ¡Ki-Ket, ven aquí, Ki-Ket!
– ¡Qué espléndido ejemplar! –exclamaba la gente.
– Es el orgullo de mi casa. Porque no sólo habla, piensa también.
Orgulloso ante el asombro e incredulidad de los presentes, Xanu le mandaba caminar a la pata coja, hacer piruetas o quedarse inmóvil para terminar mostrando el increíble hecho: preguntado Ki-Ket ¿a quién quieres más? el pollo respondía, ¡a ti Xanu! Interrogado sobre el tiempo que haría, Ki-Ket escrutaba el cielo y las nubes, y pronosticaba la posibilidad de lluvia.
Pero su estima por el animal se transformó en odio por su feroz avaricia. Una tarde, mientras Xanu cosía en su taller, vio a través de la ventana que el pico de Ki-Ket relucía como el oro. Acercándose al pollo comprobó que efectivamente llevaba una moneda de oro atrapada en el pico. Intentó quitársela y pidió al animal que la soltará.
– Anda, Ki-Ket, suelta esa baratija.
Pero el sabio animal, sordo a sus ruegos, se subió de un salto a un árbol diciéndole:
– Eres un tacaño que además de matarnos de hambre nos zurras para que te obedezcamos. No te daré la moneda, esta baratija, como tú la llamas, hasta que no jures dejarme libre.
El sastre lo juró una y mil veces y el pollo, cuya sabiduría no le alcanzaba para calcular el volumen de las miserias humanas, inocente, saltó al suelo sin calcular lo que se le vendría encima. En cuanto lo tuvo a su alcance, Xanu lo ató con una cuerda y le obligó a conducirlo al lugar donde había encontrado la moneda, confiando en que habría muchas más, una mina…
Ki-Ket tirando del amo a la carrera, forzándole a correr como loco, lo llevó a las puertas del castillo. Tres veces arrastro Xanu el culo por las calles hasta que llegaron a un tramo de muralla elevado sobre unas peñas agrestes.
– Ahí la encontré, dijo Ki-Ket. Y el moro lo forzó a volar y a remover las piedras mientras estaba ya anocheciendo.
Tiró el pollo un par de monedas a sus pies y enloquecido por lo que ya parecía ser un tesoro, apremiaba a Ki-Ket hasta que un brusco tirón dejó inconsciente al animal.
– Toma tu premio Ki-Ket, que yo subiré a por el mío y a nadie podrás contarle que soy rico al fin.
Sin sentir la más mínima compasión, Xanu emprendió él mismo la búsqueda trepando por las rocas ya a tientas por la oscuridad, escarbando en la muralla y llevándose trastazos y arañazos varios. Casi había conseguido su objetivo, casi podía tocar un cofre cuando se desprendieron varias losas de la muralla, precipitándolo al vacío.
A la mañana siguiente unos niños encontraron al pobre Ki-Ket que afónico y malherido les contó la tragedia antes de morir pero nadie encontró el cuerpo del avaro Xanu entre las rocas, sólo grandes manchas de sangre en abundancia que, ennegrecidas por el paso de los siglos, aún tiñen los escarpados peñascos del lugar.
Posiblemente de este hecho surgiera la célebre copla castellana: el sastre, corte y cosa, y no se meta en otra cosa.

Castillo de la Estrella, MontielCastillo de la Estrella, Montiel

Torreón del Gran Prior, Alcázar de San JuanTorreón del Gran Prior, Alcázar de San Juan

Calatrava la ViejaCalatrava la Vieja


Fotografía de portada: El Suspiro del Moro. Obra de Marcelino de Unceta. 1885


Publicado el 2 comentarios

Villanueva de los Infantes. Literatura tallada en piedra

Ruta Quijote Villanueva de los Infantes

Pasear por Villanueva de los Infantes con la mirada acostumbrada a descifrar la simbología de la cantería que ostentan sus fachadas, portadas y blasones, reporta al visitante la sorpresa de encontrar en este rincón escondido de La Mancha, un tesoro literal. Además en el doble sentido de la expresión. Pues la increíble belleza de su elegante patrimonio monumental labrado en la típica arenisca roja del Campo de Montiel, se impregna como las nieblas de otoño, con la atmósfera literaria que ha transitado sus calles desde que la cultura del Siglo de Oro abrió sus puertas en la singular Casa de Estudios.
Aquí Jiménez Patón impartió gramática. Quevedo distraía su destierro. Lope de Vega ignoraba a Cervantes. Y Cervantes, más grande que ninguno, olvidado por esa envidia inculta que en España se siente por los genios contemporáneos, olvidada a su vez, acordarse de esos lugares y esas gentes que bien conocía hasta el fondo de sus más profundas miserias.
En pocos lugares del mundo como en este pueblo con título de ciudad, se percibe la atmósfera caballeresca decadente y fantástica que se lee en las páginas del Quijote.
No puedo evitar recordar Almagro cada vez que trato Infantes y viceversa. Y es que son el milagroso ejemplo a seguir en toda la provincia y en toda La Mancha, de lo que debe hacerse con la herencia adquirida a lo largo de muchos siglos de trabajo. Los dos lugares más hermosos, cultos y admirables de La Mancha.
Dos ciudades, que por supuesto salvando las distancias y el valor de cada cual, constituyen la Úbeda y Baeza manchegas del Siglo de Oro. El Renacimiento regaló a La Loma la irrepetible arquitectura de Vandelvira concediendo a la Humanidad el placer cultural y sensorial de la Sacra Capilla del Salvador o la primera catedral de Andalucía, acompañadas por los maravillosos conjuntos monumentales que componen ambas ciudades y a los que yo sumaría sin ninguna duda: Sabiote. Por proximidad y por contener uno de los castillos-palacio más bellos del Renacimiento, edificado además por el secretario imperial de uno de los primeros gobernantes europeos como fue Carlos V.
Valores más que suficientes para alcanzar el máximo nivel de protección y difusión que hoy concedemos a lugares excepcionales. Razón por la cual intercalo estos párrafos tratando de argumentar la importancia de Almagro y Villanueva de los Infantes como los referentes de ciudades del Siglo de Oro asociadas además a la literatura y el teatro. Pues además de preservar la mayor parte de su legado histórico poseen también la particularidad de contener el único Corral de Comedias existente en el planeta, integrado en una trama urbana estructurada en torno a una plaza concebida para la representación pública del poder a través de los banqueros imperiales. Sumando a Almagro el conjunto íntegro y completo de Villanueva de los Infantes como ciudad hidalga y literaria, donde permanecen intactas gran parte de las casas de esos hidalgos manchegos inspiradores de literatura universal.

Tour Villanueva de los Infantes con sabersabor.es Turismo La Mancha

Tour Villanueva de los Infantes con sabersabor.es Turismo La Mancha

Tour Villanueva de los Infantes con sabersabor.es Turismo La Mancha

Tour Villanueva de los Infantes con sabersabor.es Turismo La Mancha

Tour Villanueva de los Infantes con sabersabor.es Turismo La Mancha

Tour Villanueva de los Infantes con sabersabor.es Turismo La Mancha

Tour Villanueva de los Infantes con sabersabor.es Turismo La Mancha

Tour Villanueva de los Infantes con sabersabor.es Turismo La Mancha

Yo no dudaría en ponerme manos a la obra para proteger, potenciar y rentabilizar ambas ciudades manchegas como Patrimonio de la Humanidad, puesto que en conjunto poseen cualidades únicas y excepcionales a nivel mundial.
Valgan las anteriores líneas para situar al lector acerca de la importancia de esta villa-ciudad, que cuanto más se conoce más sorprende. Y lo que más sorprende es que haya llegado hasta el siglo XXI con toda la esencia de un pueblo manchego incluso en las formas de vida de sus moradores. Donde se aprecia perfectamente jerarquizado el trazado nobiliario y el caserío popular.
Por supuesto nada es gratis y nada es por casualidad. Es evidente que ha habido personas capaces de anteponer su comodidad personal por preservar unos valores que hoy se reconocen como primordiales para la identidad del pueblo. Pero también es justo decir que no ha sido nada fácil concienciar y hacer entender a una población demasiado ajena a la sensibilidad artística, estética o patrimonial, que mantener el carácter arquitectónico del lugar significa riqueza para todos en todos los sentidos. Pues un lugar armonioso, equilibrado, asentado en su devenir histórico, posee los medios fundamentales para perdurar por su atractivo y su interés. Y qué duda cabe que un pueblo bonito es un pueblo rico. Además del valor material existen otros muchos incalculables como el aporte de beneficios sensoriales que la belleza reporta al ser humano. Vivir en sitios hermosos aporta salud.
El paso del tiempo nos irá demostrando a medida que la mayoría de la población posea mayores elementos de juicio, de conocimiento y de contraste que cuanta mejor formación tengamos todos, mayor será el nivel de exigencia que requeriremos para habitar unos sitios u otros. Más tarde o más temprano todo cae por su propio peso, porque la razón natural fundamental de la existencia del ser humano es evolucionar. Incluso a pesar de ralentizar esa irreversible evolución con planteamientos rancios y retrógrados que tantas veces detienen el progreso fastidiando a cuantos pillan por el camino. Por eso es imprescindible por el bien de todos, liberarse cuanto antes de esa incultura enfermiza que convierte al ser humano en simples consumistas, comunistas o derechistas. Seamos ante todo humanos y tratemos de superarnos en cada generación. Dejemos ya de degradar nuestra propia casa, que es nuestro entorno, nuestro planeta, nuestro pueblo.
En cierta medida todos somos responsables del deterioro o la destrucción de los lugares que habitamos. Unos por acción y otros por omisión. Y en la mayoría de los casos ocurre porque la mayoría de la población se encuentra demasiado ocupada en sobrevivir y subsistir a problemas cotidianos. Algunos tan graves para la correcta realización del ciudadano como la carencia de empleo que además acarrea la exclusión participativa de la sociedad.
Hoy disponemos de los mejores medios para reinventarnos sin cesar. Nuestros pueblos precisan nuevos modos de revitalizarlos y servir de atractivo al imprescindible relevo generacional. No es suficiente con lo hecho hasta ahora. Nos debemos el respeto como sociedad supuestamente avanzada de alcanzar niveles de calidad en todo. Comenzando por ofrecer al ciudadano la oportunidad de descubrir el valor de su propio pueblo, de su cultura y de su trayectoria ancestral que ha dado lugar a sí mismo. Amor propio por tu tierra, por ti mismo. Por la satisfacción y el orgullo de formar parte de algo que te beneficia muy directamente.
Si queremos que nuestros pueblos sobrevivan con la dignidad, y la calidad que merecemos, a todos nos corresponde aportar nuestro pequeño o gran esfuerzo. Que en realidad es tan sencillo como aplicar el sentido común.
Y es de sentido común respetar la arquitectura que ha originado nuestros pueblos a lo largo de casi mil años. Infringir alteraciones a este respecto significa perjudicar a todo el pueblo. Porque vivir en un pueblo no es habitar tu propia casa. Estamos absolutamente interrelacionados y todo cuanto hacemos a nivel social influye directamente en la sociedad. En bueno para todos que comencemos a entender que nuestras casas forman parte de un conjunto e influyen y afectan positiva o negativamente, favoreciendo o perjudicando a todos. Por supuesto que disponemos de libertad para disfrutar nuestra casa como cada cual deseemos, siempre y cuando no olvidemos que hay una parte de nuestra casa que forma parte de la vía pública y por tanto afecta al conjunto del pueblo y a todos sus ciudadanos. Es la fachada y la volumetría. Vivir en un pueblo conlleva una serie de normas básicas que contribuyan a la convivencia entre todos, y nunca ha sido fácil que en general se entienda que hay que cuidar la estética propia del lugar.
Estas enormes dificultades, absolutamente desconocidas y multiplicadas por dos, son las que encontraron los primeros emprendedores que a mediados del siglo XX, comenzaron la ardua tarea de preservar el maravilloso patrimonio monumental que disfrutamos y del cual viven muchas personas con modos de vida que complementan otros.

Tour Villanueva de los Infantes con sabersabor.es Turismo La Mancha

Tour Villanueva de los Infantes con sabersabor.es Turismo La Mancha

Tour Villanueva de los Infantes con sabersabor.es Turismo La ManchaAutora, María José Valle

Tour Villanueva de los Infantes con sabersabor.es Turismo La ManchaAutora, María José Valle

Tour Villanueva de los Infantes con sabersabor.es Turismo La ManchaAutora, María José Valle

Tour Villanueva de los Infantes con sabersabor.es Turismo La ManchaAutora, María José Valle

Tour Villanueva de los Infantes con sabersabor.es Turismo La Mancha

En breves años se cumplirá medio siglo de la declaración de Almagro e Infantes como Conjuntos Históricos. Buen momento para reflexionar acerca de la escasez de conjuntos históricos existentes en la provincia de Ciudad – Real y de la necesidad de poner en valor algunos más que contribuyan a apoyar la visita a las dos ciudades más monumentales de La Mancha,
Y por supuesto recordar desde aquí a Vicente López Carricajo. Aparejador municipal de Villanueva de los Infantes, que cincuenta años atrás hizo posible que hoy yo pueda escribir este artículo, disfrutando el magnífico entramado monumental de la capital del Campo de Montiel, en la cual es posible como por encantamiento cervantino, adentrarse en cada una de las estancias, intactas de las numerosas casas de hidalgos de la ciudad más blasonada de España después de Toledo.
En el palacio Revuelta abres la puerta y entras al siglo XVIII, recorres los patios, las galerías, la capilla, los salones… Miras los tejados, las chimeneas y ves el cielo del XVII. Desciendes a las bodegas y hueles el XVI.
En el palacio Melgarejo, recorres parte del Madrid decimonónico o la Sevilla romántica.
En la calle San Francisco fachadas labriegas con la mejor impronta manchega. En la ermita de San Antón el ambiente rural más genuino de los caminos castellanos. En la pastelería de Liguitas, el sabor de la infancia.
En las moradas, parte de la historia de España, con los moriscos de Granada. En la celda de los dominicos el genial «polvo enamorado».
En la sacristía de La Trinidad, te internas en la Contrarreforma. En el retablo de Corpus Christi, se ve el Barrio de las Letras de Madrid. Por la calle de las Tiendas todavía retumba en la memora el trajinar de carros, galeras, caballos, caballeros
Damas y caballeros. Patios nobiliarios, patios de vecinos. Pozos, aljibes, norias, huertas.
Todavía existen cuadras adoquinadas con tacos de madera para que no resbalen las mulas. Todavía quedan cuevas donde viven tinajas. Todavía vive y vivirá la Dama del Siglo de Oro que es Villanueva de los Infantes. Incluso yacente en su artístico cementerio, Monumental hasta la muerte.


Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano ©


Publicado el Deja un comentario

El halcón peregrino o el animal más veloz de la Tierra

halcón peregrino Campo Montiel

Ninguna otra ave puede disputar al halcón peregrino el dominio de los cielos. Son auténticos portentos de la naturaleza


Si el guepardo ocupa el primer puesto en el ranking de velocidad de la fauna terrestre del planeta, en el aire le gana el vertiginoso vuelo del halcón peregrino, el animal más veloz de la Tierra.
Esta cualidad se debe a sus potentes músculos pectorales y a un efectivo método de caza: cuando localiza a sus presas, a veces a varios kilómetros de distancia, pliega hacia atrás las alas y la cola y se lanza en picado, acelerándose hasta alcanzar más de 300 km/hora para atrapar a su presa en el aire antes de que tenga alguna posibilidad de huir.
Para evitar el daño que la diferencia de presión atmosférica a esas velocidades podría causar en sus pulmones, presenta unos pequeños tubérculos óseos en las fosas nasales que redirigen las ondas de choque del aire y le permiten respirar más fácilmente mientras realiza el picado.
Junto a la velocidad, la aguda vista del halcón, incluso con poca luz, es la cualidad que lo convierte en un eficiente cazador. Y para proteger sus ojos, oscuros y rodeados por un anillo ocular amarillo, los halcones poseen adaptaciones como las membranas nictitantes (terceros párpados) que mueven constantemente para eliminar las partículas que puedan penetrar con el aire y mantener clara la visión.

Halcón Peregrino birding La Mancha

El animal más veloz de la Tierra

La presa es golpeada en pleno vuelo con la garra apretada, atontándola o matándola, y capturada en el aire con un corto pero poderoso pico. En el caso de que sea demasiado pesada para él, la deja caer a tierra y la despluma antes de comérsela.
El halcón es un especialista en la caza de aves de todos los tamaños, desde reyezuelos hasta garzas reales o gansos, aunque sus presas más comunes son varias especies de palomas (bravía, torcaz, zurita), tórtolas, zorzales, mirlos, estorninos, perdices, gaviotas…, que formarán parte de su dieta en relación directa con su abundancia en el hábitat de la rapaz.
Por sus especiales cualidades para la caza, el halcón peregrino se usa en la cetrería desde hace más de 3.000 años, cuando empezaron a utilizar sus servicios los nómadas de Asia Central en una simbiosis entre ser humano, ave y caballo. La cetrería, caza con rapaces, especialmente con halcones, azores y otras aves de presa, fue una práctica muy extendida en la Edad Media, ligada a la nobleza y a los señores pero acabó en desuso con el progreso de las armas de fuego. Uno de sus mayores expertos, Félix Rodríguez de la Fuente, la definió como «la primera vez en que el hombre no sometió al animal al yugo y al látigo». En 2010, la Unesco declaró la cetrería Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
También se aprovecharon las habilidades de halcones y cetreros durante la Segunda Guerra Mundial, para interceptar a palomas mensajeras. Actualmente se usan en ocasiones para mejorar la seguridad del tráfico aéreo, espantando aves en aeropuertos para reducir el riesgo de impactos contra los aviones, y como un sistema alternativo de control biológico en la agricultura, ahuyentando a las aves que dañan los cultivos.

El arte de la cetrería

El arte de la cetrería. Autor, Leanmar1

El halcón peregrino es un ave cosmopolita y sólo hay tres lugares en la Tierra en los que no se encuentra: La Antártida, Nueva Zelanda e Islandia. No sólo es rápido, también puede viajar largas distancias durante la migración, llegando a estimarse desplazamientos de 500 kilómetros al día. Quizás de ahí el nombre de “peregrino” como sinónimo de viajero. En la Península y Baleares es residente, aunque llegan migrantes del norte de Europa para invernar.
En general, no es un ave muy exigente a la hora de instalarse; le basta con disponer de espacios abiertos en los que cazar, presas abundantes y algún lugar apropiado para ubicar el nido, como un cortado rocoso, un talud arenoso o incluso un edificio. Con estos requerimientos ocupa ampliamente nuestro territorio y se pueden encontrar peregrinos casi en cualquier ecosistema: terrenos abiertos y cultivados, roquedos, marjales, áreas costeras e, incluso en las ciudades donde se ha adaptado a la vida en grandes urbes, como Madrid.
Es una rapaz robusta de tamaño medio, con una longitud de hasta 50 cm y una envergadura de hasta 100 cm y especie con un acusado dimorfismo sexual, siendo las hembras considerablemente mayores y más pesadas que los machos.
A partir de los dos años de edad se aparean de por vida tras un cortejo en el que los machos realizan toda una gama de acrobacias y espirales aéreas. Y ya a lo largo de febrero se pueden observar los ruidosos vuelos nupciales de las parejas de halcones.
Una vez seleccionado el emplazamiento para el nido, al que suelen ser fieles, la hembra deposita directamente sobre el suelo tres o cuatro huevos de color crema, moteados de rojizo. Los dos progenitores se encargan de la incubación, si bien es la hembra la que dedica más tiempo a esta tarea y a la de alimentar a los pollos, mientras el macho abastece continuamente de presas el nido ya que los polluelos son muy voraces, llegando a duplicar su peso en sólo seis días.
Los jóvenes completarán su desarrollo en 35-42 días y se independizarán totalmente a los dos meses de realizar sus primeros vuelos de prueba.

El arte de la cetrería

Entre polluelos

Aunque actualmente no presenta graves problemas de conservación, esta especie ha sufrido durante tiempo el expolio de sus nidos (huevos y pollos) y la persecución por parte de colombicultores a los que arrebataban las palomas. Entre los años 1950 y 1970 las poblaciones de halcón peregrino prácticamente desaparecieron de territorios como Norteamérica o Finlandia a causa de los pesticidas utilizados en la agricultura, cuyos residuos les llegaban a través de la cadena alimentaria. Algunos de ellos, como el DDT, provocaban una pérdida de calcio en los huevos que hacía sus cáscaras delgadas y tan frágiles que se rompían cuando los padres trataban de incubarlos, malogrando todas las puestas y llevando a la especie al borde de la desaparición.
También incide en la población la competencia con otras rapaces y la predación porque, a pesar de sus habilidades naturales, polluelos y jóvenes son presa de aves de mayor tamaño, como el búho real, especie que suele compartir hábitat con el halcón peregrino. Pero, a pesar de que tienen una alta tasa de mortalidad, pueden vivir hasta 15 años.

halcón peregrino

Protegiéndose de nuestro mundo

El halcón era ya un ave venerada por los egipcios con la que representaban a Hor (Horus) el dios celeste considerado el padre de la civilización egipcia.
Horus era personificado como un halcón o un hombre con cabeza de halcón, y como un disco solar con alas de halcón desplegadas, sobre las puertas y en las salas de los templos.
El símbolo jeroglífico del halcón posado sobre una percha se empleó, desde la época predinástica, para representar la idea de dios, y la forma de su ojo, en la escritura jeroglífica significa “ver” en clara alusión a su proverbial vista.
El culto a Horus se extendió por el Mediterráneo, vinculado a su madre la diosa Isis y destaca la veneración que alcanzó en la Antigua Grecia, en la forma de halcón y como amuleto protector relacionado con la divinidad, el llamado «Ojo de Horus» o Udyat, de gran popularidad en el Antiguo Egipto; potenciaba la vista, remediaba las enfermedades oculares, contrarrestaba los efectos del «mal de ojo» y protegía a los difuntos. Como talismán simboliza la salud, la prosperidad y la capacidad de renacer y se sigue utilizando en la actualidad en diversas religiones en todo el mundo.
Horus “el lejano“, “el elevado“, es ante todo el gran señor de los cielos, como lo es el halcón que lo representa.

Egipto Dios Horus Halcón Hor

Horus y más Horus


Una zona donde con mucha paciencia y experiencia podéis observar estas magníficas aves es en la parte Sureste del Campo de Montiel, en el límite de las provincias de Ciudad – Real, Jaén y Albacete