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De ruta gastronómica y cultural por Tomelloso

Tomelloso, bello por sus magníficos contrastes y con un enorme patrimonio enológico. El destino ideal para los que quieren descubrir los auténticos sabores que ofrece La Mancha


Hoy viajamos hasta la ciudad conocida como “Atenas de La Mancha”, no en vano luce orgullosa un bagaje cultural de primer nivel: Tomelloso. Pragmática y enérgica, sus gentes y sus vinos han influido en el pincel vital y realista de López Torres, y en los certeros e inolvidables relatos de Francisco García Pavón.

Situada en plena tierra del Quijote, consciente de su pasado, Tomelloso conserva todos los valores y tradiciones que su historia le aporta y se reconoce, como no puede ser de otro modo, ciudad manchega que contempló las andanzas de aquel hidalgo nacido de la ilustre mente de Cervantes.

Más reciente es el detonante último de la enorme expansión del cultivo de la vid en estas tierras y en La Mancha en general, que no fue otro que la muy desastrosa plaga de filoxera que afectó a los viñedos europeos, por ende españoles, durante el siglo XIX. El relativo aislamiento de La Mancha y quizás la suerte, jugaron la baza del viñedo manchego permitiendo a sus plantas de pie franco resistir hasta bien entrado el siglo XX.
Una oportunidad única y propicia para atender a un mercado que se había quedado totalmente desabastecido y que Tomelloso supo aprovechar, por su naturaleza emprendedora.

Testigos de aquella rocambolesca historia, encontramos en este viaje sus numerosos bombos entre viñas, las infinitas cuevas de su subsuelo y las esbeltas chimeneas de su casco urbano. Juntos nos hablan de una vida dedicada al cultivo de la vid y a exprimir su delicioso zumo: el vino.

Llegando hasta nuestros días, la enorme producción vínica anual de Tomelloso lo convierte en uno de los grandes centros de producción vitivinícola a nivel mundial, sin restar un ápice a la calidad de sus vinos, lo que nos permite disfrutar de algunos de los mejores tintos, blancos y rosados españoles.

 


Disfrutando del turismo del vino y de la gastronomía en Tomelloso


Iniciamos el recorrido turístico en una tierra de viñedos infinitos, quinterías y bombos, geniales joyas de arquitectura popular rústica que servían cómo refugio y vivienda para los labradores, familias, aperos y animales de trabajo, y que embellecen el campo tomellosero otorgándole una seña de identidad única y muy peculiar. El Museo del Carro y Aperos de Labranza, etnográfico y con un interesante compendio de memoria histórica municipal, nos permite conocer más de cerca la vida y el trabajo en el campo, y visitar un impresionante Bombo construido con más de 2.000.000 millones de piedras, hábilmente dispuestas unas sobre otras sin argamasa alguna entre ellas.

Los amantes de las escapadas para descubrir lugares únicos, con toda la esencia de la cultura del vino, tienen sin duda en Tomelloso todo un fabuloso tesoro: las más de 2200 antiguas cueva – bodega existentes en el subsuelo de la ciudad, excavadas antaño en la roca para hacer y almacenar el vino en tinajas de barro. Un patrimonio vitivinícola impresionante salpicado de secretos y leyendas.
Duro trabajo el que realizaron antaño tanto hombres como mujeres. Ellos picaban la tierra y horadaban el subsuelo hasta lograr unas cuevas con unas cualidades óptimas para poder albergar las cosechas en quietud, guareciendo los vinos de cambios climáticos bruscos. Ellas, valientes manchegas llamadas terreras, eran las encargadas de trasladar la tierra y la arena extraídas del interior hasta la superficie.

¿Sabíais que si pudiésemos poner todas las antiguas cueva – bodega de Tomelloso en línea tendríamos un túnel de más de 30 km?

Antes de continuar el recorrido hacemos una parada para tomar un aperitivo (el Queso Manchego entra bien a cualquier hora) acompañado por supuesto con un gran vino… una copa de tinto Torre de Gazate, Luna de Allozo o Flor de Allozo, un Verum Roble o Verum Tosca… una copa de blanco Verdejo de Allozo, Malvasía de Verum o Añil Fresh… tragos de historia, verdad y terruño manchego.


De visita obligada son las antiguas cueva – bodega de Tomelloso, un patrimonio enológico impresionante


Para los que buscan probar vinos especiales, con una excelente calidad, conocer su forma de elaboración y adentrarse en bodegas emblemáticas, en Tomelloso van a encontrar algunas de las mejores opciones del panorama enoturístico nacional.

En el arquetipo de bodegas familiares con encanto se encuentra Allozo, una bodega estilo “Chateau”, que aúna la tecnología más vanguardista en sus elaboraciones con las artes más tradicionales. Pionera en la elaboración de Vinos de Autor, elabora cada uno de sus vinos “de la cepa a la copa”, con un profundo respeto al medio ambiente y a la cultura vitivinícola de La Mancha. Sus vinos procedentes de diferentes coupages, ediciones especiales y limitadas hacen que Allozo sea de las bodegas más premiadas a nivel nacional e internacional.
Además de conocer su bodega de crianza, única en Castilla – La Mancha con más de 4000 barricas, Allozo nos ofrece la oportunidad de descubrir las antiguas soleras de Brandy Casajuana, un brandy de Tomelloso de una alta calidad envejecido en soleras centenarias que datan de 1892, de producción limitada y numerada… la historia del brandy y los destilados de Tomelloso da para otra más que interesante visita (Peinado, Osborne, Pedro Domecq, Casajuana, espirituosos de Bodegas Verum…)

Inolvidable sin duda es adentrarse en el mundo de Bodegas Verum, una bodega familiar nacida en 1788, con la premisa de que es en la viña donde se hace el vino y con una filosofía muy clara “Verum es la verdad de la tierra, de la familia y del vino”. Sus vinos, de prestigio internacional, elaborados a partir de cepas de más de 50 años, así lo trasmiten.
Su pasión por los retos importantes, el valor añadido y la calidad diferenciada, han llevado a Bodegas Verum a emprender proyectos de indudable éxito como ULTERIOR, un viaje al pasado, con el retorno a variedades ancestrales para preparar el futuro de los vinos de calidad en Castilla-La Mancha. Y a cruzar el Atlántico para seguir creando riqueza, con altas cotas de calidad y sostenibilidad, con el proyecto PATAGONIA, en Argentina.
La visita a sus instalaciones nos ofrece la posibilidad de conocer el funcionamiento de una destilería y una bodega conjuntamente. Y bajar hasta las entrañas de la tierra para descubrir una enorme cueva de crianza de más de 8000 m2 de galerías, excavadas en la roca caliza del subsuelo de Tomelloso.

En nuestro recorrido de vinos y bodegas por Tomelloso, parada obligada es Vinícola de Tomelloso, que comenzó su andadura en 1986, fundada por 28 familias viticultoras de la ciudad a las que les une su pasión por la viña y el vino, y que se refleja en el crecimiento en calidad y modernidad de los vinos manchegos durante el último cuarto del siglo XX. Una apuesta decidida por la innovación y el desarrollo de modernas técnicas de vinificación teniendo como objetivo ofrecer al consumidor un producto diferenciado.
La bodega cuenta en la actualidad con un importante parque de barricas de roble francés y americano, donde envejecen unos excelentes tintos, reconocidos a nivel nacional e internacional, y una antigua cueva donde se elabora un vino espumoso Brut Natural de alta calidad, no en vano ha sido una de las bodegas pioneras en la elaboración de espumosos en Castilla – La Mancha. En época de vendimia Vinícola de Tomelloso nos ofrece la posibilidad de visitar sus viñedos.


Las gentes y la actividad vinícola de Tomelloso han influido en el pincel vital y realista de López Torres, y en los certeros e inolvidables relatos de Francisco García Pavón


Nuestros pasos nos guían hacia la Plaza de España, centro vital de esta maravillosa ciudad, donde descubriremos tres magníficos ejemplos de patrimonio arquitectónico: la Posada de los Portales, un edificio emblemático propio de la arquitectura manchega del siglo XVIII, declarado monumento histórico – artístico; el blanco y majestuoso Palacio Consistorial, sede del ayuntamiento; y la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, con una ajetreada historia y que atesora un interesante patrimonio artístico.

Llaman nuestra atención las numerosas y altas chimeneas de las antiguas alcoholeras, como agujas impertérritas del tiempo, que parecen arañar el cielo azul manchego. Se las puede encontrar prácticamente en todos los rincones más inusitados del trazado urbano tomellosero para convertir una calle anodina y cotidiana en manso y pequeño refugio de recuerdo.

Imprescindible recorrer los espacios del Museo Antonio López Torres, donde se expone parte de la obra del pintor tomellosero, el llamado “pintor de la luz”, maestro del realismo, y que reflejó en sus cuadros la dignidad cotidiana entregada a las tareas agrícolas, las mismas que durante años presenciara en su juventud. Una dura vida retratada con ternura, sencillez y gesto rudo pero amable.

 


La gastronomía de Tomelloso rica, variada, tradicional y de vanguardia, desde siempre elaborada con materias primas de excelente calidad


Tomelloso sabe y huele a vino, pero es que también sabe a gastronomía, a pisto, a migas, a asado de cordero manchego, a azafrán, a productos de la huerta y a gente honesta que tiene amor a su tierra y que te hace sentir como en casa.

Cuando visitas Tomelloso te das cuenta que hay mucho más que vino. Además de bodegas y turismo enológico, también hay mucho que ver y mucho que disfrutar comiendo. El turismo cultural y la gastronomía se dan la mano en esta tierra.

Sentados a la mesa del Restaurante La Antigua, ubicado en una maravillosa casa típica castellana, cada bocado nos hace viajar a la cocina tradicional con toques de fusión y tendencia. Es una buena muestra de la generosidad y el ingenio de la cocina manchega, basada en las ricas tradiciones de la zona y en los productos autóctonos de calidad, mezclados con propuestas culinarias innovadoras que nos ofrecen sabores y sensaciones realmente sorprendentes.

Las gentes de Tomelloso son emprendedoras e inquietas, de estirpe creativa y madurez desacomplejada que integran ideas y tendencias del exterior en su identidad. Jesús Marquina, chef de Marquinetti, es un vivo ejemplo de ello. El mejor “pizzaiolo” del mundo es tomellosero, y ha logrado hacer de la pizza un plato de alta cocina. Una propuesta gastronómica realmente deliciosa.

Os proponemos descubrirlo con esta auténtica ruta gastronómica y cultural.


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Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©

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3 destinos para 3 vinos

Os proponemos un maravilloso viaje por tres de los rincones culturales y paisajísticos más importantes de la provincia de Ciudad – Real: Tomelloso, Ruidera y Villanueva de los Infantes


1. TOMELLOSO

Tierra de paso y cruce de caminos, la historia de Tomelloso es relativamente joven… “se comenzó a poblar en 1530 en tierras baldías de la villa de Socuéllamos, en torno a un viejo pozo utilizado por los pastores de la zona para abrevar a sus ganados”.
Muy pronto la naturaleza emprendedora de este pueblo unida a una desastrosa plaga de filoxera en otras comarcas españolas y francesas (historia rocambolesca para descubrir), haría de este lugar el gran centro de producción vitivinícola que es actualmente. Desde sus bodegas y cooperativas se “vende” mosto y vino a medio mundo.
La ciudad manchega de la pintura, la Atenas de La Mancha, cuna de artistas y escritores de fama mundial, pragmática y enérgica, sus gentes y sus vinos han influido en el pincel vital y realista de López Torres, los certeros e inolvidables relatos de Francisco García Pavón, sus bombos, chimeneas y antiguas cuevas – bodega.
Por su carácter, siempre preparado para celebrar una ocasión especial, os recomendamos un espumoso, brut nature que dirían los entendidos, de fermentación tradicional.

2. LAGUNAS DE RUIDERA

“Creadas por el encanto del mago Merlín…” reverberan las palabras de Cervantes en aquel visitante que contempla asombrado el entorno del Parque Natural de Lagunas de Ruidera. Como los aromas frutales de un vino tinto joven, los sentidos aquí quedan embriagados por la cascada de aromas que fluyen en la retina del visitante primerizo.
Aquel viajero que acude por primera vez a Ruidera y sus lagunas, cuando lo hace desde la llanura manchega, vasta y extensa, percibe la sensación de acudir a un oasis, un remanso de paz, bálsamo y conjura contra el frenético ritmo de la vida urbana.
Sus cristalinas aguas de un azul puro e intenso, con verdes contrastes en sus orillas de encinar, álamo, olmos, juncos, masiegas, matorrales, espinos… vigiladas por antiquísimas sabinas, albar de reserva, y enebros de buen porte.
Belleza kárstica única en España. Travertinos o barreras tobáceas singulares que otorgan a este espacio natural protegido una singularidad geológica y ecológica de primer orden en Europa.
Un vino idóneo para este tesoro natural lo encontraremos en un blanco frutal, de suaves toques florales y herbáceos. Aromas de romero, tomillo y brezo que Ruidera nos regala.

3. VILLANUEVA DE LOS INFANTES

En el Campo de Montiel, antaño tierra de frontera con la media luna y custodia de la Orden de Santiago, Villanueva de los Infantes pugna en orgullo, tradición y solera por ser la cuna de “aquel lugar del que Cervantes no quiso acordarse”. No en vano, sus calles adquieren el lustre y celo solariego, de sobrio invierno castellano y austero porte en sus fachadas.
Pasear por Villanueva de los Infantes con la mirada acostumbrada a descifrar la simbología de la cantería que ostentan sus fachadas, portadas y blasones, reporta al visitante la sorpresa de encontrar en este rincón escondido de La Mancha, un tesoro literal. Además en el doble sentido de la expresión. Pues la increíble belleza de su elegante patrimonio monumental labrado en la típica arenisca roja del Campo de Montiel, se impregna como las nieblas de otoño, con la atmósfera literaria que ha transitado sus calles desde que la cultura del Siglo de Oro abrió sus puertas en la singular Casa de Estudios.
Aquí Jiménez Patón impartió gramática. Quevedo distraía su destierro. Lope de Vega ignoraba a Cervantes. Y Cervantes, más grande que ninguno, olvidado por esa envidia inculta que en España se siente por los genios contemporáneos, olvidada a su vez, acordarse de esos lugares y esas gentes que bien conocía hasta el fondo de sus más profundas miserias.
En pocos lugares del mundo como en este pueblo con título de ciudad, se percibe la atmósfera caballeresca y fantástica que se lee en las páginas del Quijote.
Un buen vino, un buen crianza, delicado y cuidado, con historia y con un futuro que pasa por nuestro paladar a toda velocidad, será el elegido para descorchar en tan noble rincón.


Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©


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Con Pan y Vino…

“En aquel tiempo, Noé, que era labrador, cuando salió del arca comenzó a labrar la tierra y plantó un sarmiento. Y luego lo regó con sangre de león para darle vigor y con sangre de cordero para merecer buen fruto. Después, bebió de su vino, quedó embriagado y echose desnudo en su tierra entregándose al placer”. Libro del Génesis (IX – 20/21)


Se dice que en la época carolingia, los enfermos y ancianos acogidos en los asilos de los monasterios, para evitar que la falta de apetito degenerase en desnutrición, eran reconfortados con “sopas de vino”, especialmente hechas con tipos más o menos licorosos.
Tal plato estimulaba al consumo de otros alimentos ingiriendo estos con sumo gusto pero, ¡ay! debían comerlo a hurtadillas de los diabéticos para no despertar en ellos la envidia que les causaba. Buscóse la solución, bien sencilla por cierto. Las sopas eran condimentadas con vinos secos. ¡Y todos felices!
Está sabido que la falta de apetito puede conducir a la desnutrición. Para combatirla, se estimula el consumo de preparados alimenticios que despierten aquél en los convalecientes, enfermos o inapetentes.
Los vinos blancos, secos, de poco grado alcohólico, bebidos con moderación, estimulan el apetito y facilitan la digestión.
Al vino se le ha llamado “la leche del viejo,” hermoso complemento de una buena alimentación, que si está bien orientada y condimentada puede, con la delicada atención familiar, retrasar algunos cambios de su organismo propios del envejecimiento. Porque la relación directa entre alimentación y cariño debe seguir totalmente en vigor en esta santa etapa de la vida.

Las uvas por y para el vino

Desde que La Mancha supo de fenicios, romanos y musulmanes, el vino siempre estuvo presente en sus tierras y estrechamente vinculado a su cultura, al arte, al comercio y a la literatura, siendo el hombre en su andadura, amigo inseparable del camino.
Alguien dijo que allí donde un viñedo crece, galopan la imaginación y el ingenio.
Con tan rotunda afirmación nadie dudará que en la mayor región vitivinícola del mundo, donde las tierras nunca se acaban, tenía que desbordarse el genio, el talento y la imaginación de poetas y escritores. Y La Mancha, obsequió al mundo por obra y gracia de un cautivo de Argel, con su libro inmortal: Aventuras y desventuras de un Caballero hidalgo de los de lanza en astillero y azarosa vida que discurrió, en gran parte, bajo este cielo abierto y en tierras con olor a mosto.

“La Mancha huele a mosto,
a surco labrantío,
a pámpana que brota,
a fiebre de bodega,
a Historia, polvo, cal,
a lucha y brega,
a sangre de batalla
sin derrota.”

Visita a las antiguas cueva-bodega de Tomelloso

Y es que el propio Cervantes, era un buen conocedor del vino manchego. Ese mismo vino que al socarrón de Sancho no se le iba de la memoria: “…y esta bota colgada del arzón de la silla, por si o por no, y es tan devota mía y quiérola tanto, que pocos ratos se pasan sin que le dé mil besos y mil abrazos.”
Ortega y Gasset, Fernández Flores, Camilo José Cela, Néstor Luján, Gregorio Marañón y otros escritores contemporáneos enaltecen las excelencias y virtudes del vino. Nos basta, como botón de muestra, recordar bellas estrofas del llorado Pemán:

“Beber es todo medida;
dar alegría al corazón
y sin perder la razón,
darle razón a la vida.”

Fernando de Rojas, por boca de la Celestina, la alcahueta mayor del Reino, canta el homenaje al vino:
“…en invierno, no hay tal escalentador de cama, que con dos jarrillos de éstos beba cuando me quiero acostar, no siento frío en toda la noche: de esto aforro todos mis vestidos cuando viene la Navidad, esto me calienta la sangre, esto me sostiene continuo en mi ser; esto me hace andar siempre alegre; esto me para fresca. De esto vea yo sobrado en casa, que nunca temeré el mal año, que un cortezón de pan ratonado me basta para tres días. Esto quita la tristeza de corazón, más que el oro y el coral; esto da esfuerzo al mozo y al viejo fuerza; pone color al descolorado; coraje al cobarde, al flojo, diligencia; conforta los cerebros, saca el frío del estómago, quita el hedor del aliento, hace potentes los bríos; hace soportar los afanes de las labranzas a los cansados segadores; hace sudar toda agua mala; sana el romadizo y las muelas; sostiénese sin hundir en el mar, lo cual no hace el agua.”

Aunque muchos no lo huelen, ni entienden, ni quieren beber vino haciendo de ello un prurito social, olvidan la pureza de ese vino divino, honesto, viril, sincero, noble, leal compañero de mesa y mantel, proclive a la amena charla y de secular presencia en la dieta mediterránea arropada de larga tradición cristiana y campesina.


Con la uva pisada y el amor de brazos y desvelos, nacieron a la vida los vinos de La Mancha. Sinceros, hogareños, sin otra pretensión que regar el pan de cada día.


“Dieronle a los dos a probar del vino de una cuba pidiéndoles su parecer del estado, calidad, bondad ó malicia del vino. El uno lo probó con la punta de la lengua, el otro no hizo más que llegarlo a las narices. El primero dijo que aquel vino sabía a hierro; el segundo dijo que sabía a cordobán. El dueño dijo que la cuba estaba limpia y que el tal vino no tenía adobo alguno por donde hubiese tomado sabor de hierro ni de cordobán. Con todo eso, los dos famosos mojones se afirmaron en lo que habían dicho. Anduvo el tiempo, vendiose el vino y al limpiar la cuba hallaron en ella una llave pequeña, pendiente de una correa de cordobán. Porque vea vuestra merced si quien viene de esta ralea podrá dar su parecer en semejantes causas.” El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha (libro segundo, cap. XIII)


Un artículo de Antonio Bellón Márquez ©


Fotografías de sabersabor.es ©

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Cuevas – Bodega de Tomelloso, la cultura del vino

Enoturismo en La Mancha

Si pudiésemos ver de una manera global el subsuelo de Tomelloso, lo veríamos agujereado por completo. Se trata realmente de un mundo subterráneo único por descubrir


De las cuevas tomelloseras hay mucho que decir, si tenemos en cuenta la enorme cantidad de cuevas que hay construidas en la población, desde las antiguas y primitivas (anteriores al año 1750, pero que no se usaban para hacer vino), hasta las modernas y espaciosas, consideradas como estimables obras arquitectónicas (la más reciente la podemos encontrar en Bodegas Verum).

La historia

Ante la creciente demanda de mosto y vino provocada por la muy desastrosa plaga de filoxera que afectó a los viñedos franceses y a gran parte de los viñedos españoles en la segunda mitad del siglo XIX, miles de familias de Tomelloso, se calcula que hasta 4.000, cavaron cuevas en sus casas para hacer y almacenar vino. Algunas incluso cavaron la cueva antes de tener su propio hogar.
Una oportunidad única y propicia para atender a un mercado que se había quedado totalmente desabastecido y que Tomelloso supo aprovechar.
Las cuevas – bodega son testigos de esta rocambolesca historia. Cada una de ellas nos habla de una vida dedicada al cultivo de la vid y a exprimir su delicioso zumo: el vino.
En 1950 se datan 3.500 bodegas en toda la ciudad (superficiales más subterráneas), de las que aproximadamente 2.000 serían cuevas, lo que da una idea de su importancia.
A día de hoy quedan varios cientos, a pesar del último boom urbanístico, como se puede comprobar fácilmente paseando por las calles de Tomelloso.

Bajando a una antigua cueva – bodega

El «ajuar» de Tomelloso


Existen otros lugares con cuevas – bodega pero muy por debajo en número y tamaño respecto a Tomelloso. Aranda de Duero (Burgos), Fuensaldaña y Mucientes (Valladolid), Haro (La Rioja), son algunos ejemplos


Detalles de su construcción

La realización de cuevas – bodega era un trabajo de pico y brazo, que podría durar entre un año y medio o dos. Un trabajo que hacían hombres y mujeres. Ellos picaban la tierra y horadaban el subsuelo hasta lograr unas naves con bóvedas en arco de medio punto, con unas cualidades óptimas para poder albergar las cosechas en quietud, guareciendo los vinos de cambios climáticos bruscos.
Ellas, valientes manchegas llamadas terreras, eran las encargadas de trasladar la tierra y la arena extraídas del interior hasta la superficie.
La tierra arcillosa de Tomelloso permitía este trabajo mejor que la tierra rocosa de otros lugares.
La tierra resultante de la excavación se guardaba para los cimientos y la propia construcción de la casa, y se creaba una estructura tan segura que hoy día muchas de las casas de antaño se conservan en pie.
Las cuevas que han llegado hasta nuestros días tienen una profundidad media de 12 metros y su techo está formado por una capa dura de roca de 2 a 4 m espesor, que en estas tierras llaman costra o tobazo.

Visita turística a una cueva – bodega de Tomelloso

Herramientas, mujeres y hombres de La Mancha


En la capa dura, especialmente resistente, se llegaron a usar incluso barrenos de pólvora para abrir camino. Todo un mérito teniendo en cuenta que Tomelloso no es un pueblo minero


Las cuevas tienen una salida al exterior por medio de las llamadas lumbreras, que tanto llaman la atención de los visitantes, y que encontramos enrejadas sobre las aceras de gran número de calles de Tomelloso.
Esta salida a la superficie era obligatoria por cuestiones de seguridad, ya que por ahí salían los gases resultantes del almacenaje del vino, al mismo tiempo que actuaba como un respiratorio que oxigenaba el brebaje del Dios Vacuo.
Por algunas de ellas, las más grandes, también se aprovechaba parar bajar las tinajas que después almacenarían el vino.

Lumbrera desde el interior de una cueva – bodega


Las cuevas guardan aún hoy las tinajas de barro donde se almacenaba el vino, salpicado de secretos y leyendas


Una de curiosidades

  • Las primeras tinajas eran de unas 200-250 arrobas, de barro, llamadas de culo de avispa, y traídas en carros desde la población cercana de Villarrobledo. Una arroba de vino equivale a 16 litros.
  • Con el apogeo del vino y los cambios de uso del suelo en Tomelloso (monocultivo de la vid durante el siglo XIX y gran parte del siglo XX), las tinajas pasaron a ser de 350-450 y denominadas tinajas de panza.
  • Desde 1916 se comenzaron a construir tinajas de cemento (era frecuente la rotura del barro), construidas con molde en la propia cueva. Se popularizaron sobre todo después de la posguerra.
  • Las cuevas – bodega más pequeñas, de media, pueden almacenar 30.000 litros de vino, es decir, unos 50.000 kg de uva, una 30 Ha de viña de secano.
  • Cuando se limpiaban las tinajas para la siguiente cosecha, la costra que había en ellas se vendía a la industria farmacéutica, pues contenía ácido tartárico, utilizado como ingrediente en algunos medicamentos.
  • El total de la tierra extraída en Tomelloso podría suponer 400.000 toneladas de tierra, suficientes para cubrir 25 cm todo el término municipal.
  • Todas las cuevas en línea, supondrían un túnel de más de 30 km.

Tinajas de barro y de cemento


Las cuevas – bodega de Tomelloso se dejaron de construir y usar, allá por la década de los 80, cuando la industria vinícola prohibió el almacenaje del vino en las casas particulares por cuestiones de seguridad



Un artículo de Antonio Bellón Márquez ©


Fotografías de sabersabor.es ©


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Valdepeñas, el origen del vino

denominación origen Valdepeñas

La historia de Valdepeñas es la crónica de sus viñedos y de sus vinos, escrita con pasión por gentes dedicadas al cultivo de la vid desde tiempos ancestrales


De saliente a poniente, a caballo entre el Campo de Montiel y el Campo de Calatrava, el Jabalón, este modesto río, en un valle abierto y fecundo, iba a escribir, a lo largo de los siglos, la historia de un vino, el de Valdepeñas.
Valdepeñas y vino son una pareja unida desde hace miles de años. Casi tantos como las vides y cepas que pueblan las tierras de esta llanura castellano-manchega en la provincia de Ciudad Real. Valdepeñas fue de hecho cruce de caminos en un punto geoestratégico crucial para el desarrollo del comercio en general y del impulso vitivinícola particular gracias al cultivo de una uva de la que se extraen deliciosos caldos que han sobrevivido hasta hoy. Valdepeñas es tradición, es la historia de una tierra que esconde muchas.
El vino y Valdepeñas están asociados desde tiempos inmemoriales y a su vez la historia de esta unión es la historia de una de las Denominaciones de Origen más antiguas, reconocida en 1932, y más conocidas por los españoles. Es, por tanto, una denominación tradicional, experimentada y popular.
La simbiosis que existe entre los ciudadanos de esta zona con el vino y su amor al viñedo sólo se entiende si se hace un breve repaso histórico en el que se observa que siempre uno ha formado parte del otro. El viaje comienza allá por el siglo V a.C., cuando se ratifica la producción de vino en la zona del “Cerro de las Cabezas”. Pastores íberos, nómadas y errantes, cansados tal vez de trashumar desde la Alcudia hasta el azul Mediterráneo, o hacia los pastos del norte ibérico, decidieron cambiar sus vidas y a la orilla del río Jabalón, en el Cerro de las Cabezas (hoy día un importante Conjunto Arqueológico), se hicieron sedentarios. Allí, sobre la ladera de la suave colina, dominando el valle abierto e inmaculado, tomaron la sublime y profunda decisión de crear un pueblo y plantar el primer viñedo. Y ahí están sus testimonios, en esas vitrinas del Museo Municipal de Valdepeñas.

Viñedo Valdepeñas Viñedo de Valdepeñas

Cerro de las CabezasVista aérea del entramado urbano de la ciudad íbera del Cerro de las Cabezas

Uva tinta de ValdepeñasUva tinta de Valdepeñas

En la Reconquista el valle se llena de lucha y de vida. Es tanto el fervor de estos pueblos por el vino y su cultura que aun sometidos a dominaciones extrañas como la mora, que prohibía el consumo de alcohol y obligaba al arranque de los viñedos, lograron del Califato de Toledo que se extendiera una bula especial permitiéndoles la continuidad de sus cultivos y la elaboración de su vino. Y dicen que hasta lograron hacerles partícipes de su consumición.
En el siglo XII, al Valle de Peñas también arribaron los monjes Cistercienses. Raymond de Citeaux llegó a España desde Borgoña y fundó unos años después la Orden de Calatrava en el mismo castillo que adquirió a los templarios franceses, bajo cuya protección crecería la villa de Valdepeñas y sus viñedos en los siglos siguientes y que da nombre a una de las zonas por donde se extiende la denominación de origen: el Campo de Calatrava. Estos monjes fueron los que introdujeron en el Valle de Peñas, la variedad tinta que evolucionó después a nuestra noble y generosa Cencibel.
Los monjes cuidan con esmero sus viñedos y elaboran el vino de consagrar. Los valdepeñeros (Valdepeñas se fundó en el año 1243) trabajan sus viñas y olivos y pagan a los señores sus tributos en vino y aceite. Bajo la protección de la Orden de Calatrava, a la que pertenece la villa, el viñedo se desarrolla de tal manera que se podía alcanzar la ciudadanía con el compromiso solo de tener un cobijo techado y una aranza de viñedo.
El buen hacer de los agricultores y el cuidado del producto a lo largo de generaciones permitió consolidar la actividad vitivinícola de Valdepeñas a partir del siglo XVI. Un protocolo de la Orden Trinitaria de 1594 hace constar la alta reputación de los vinos de Valdepeñas. El gran impulso del vino de Valdepeñas se produce con la construcción del Camino Real que une la capital con Andalucía.
Cuando la corte del rey Felipe II se instala en Madrid (1561) se extiende la fama de la calidad del vino de Valdepeñas y desde ese momento entra a formar parte de la historia de la Villa. Allí se populariza su consumo de tal manera que los impuestos especiales sobre su comercio, fielatos, permiten al rey Carlos III, gran arquitecto de la capital, sufragar algunas de las obras más importantes de su reinado tales como la Puerta de Alcalá o la Puerta de Toledo. Ya en 1790 se habla de una producción anual de 200.000 arrobas de vino, pero es en el siglo XIX cuando su comercio queda establecido de una forma continuada.

Vendimia en ValdepeñasVendimia en Valdepeñas

Enoturismo en ValdepeñasEnoturismo en Valdepeñas

Molino Gregorio PrietoMolino Gregorio Prieto


Cualquier forma de vegetación posible queda anulada por la vid. En rigor, Valdepeñas y la vid se confunden, se diría que son una misma cosa


Llega el siglo XIX y con la inauguración del ferrocarril la comercialización de los vinos de Valdepeñas se dispara e incluso se llega a fletar un tren diario a Madrid cargado de vino denominado Tren del Vino. Más de 25 vagones hacia la capital madrileña y, otros tantos, con las ciudades de Alicante y Valencia. Eran los tiempos del aloque, que se envejecía en grandes tinajas de barro.
En esta época gloriosa del vino de Valdepeñas, se llegaron a exportar graneles a Cuba, Rusia, Filipinas y países del mundo entero, lo que demostraba la estabilidad y calidad de los vinos de Valdepeñas, ya que tenían que viajar por medio de transportes marítimos, de larga duración y agitado recorrido.
Algunos años atrás, un 6 de junio de 1808, durante la Guerra de la Independencia, los vecinos de Valdepeñas impidieron que las fuerzas francesas mandadas por Ligier-Belair, junto con Roize y Vedel, pudieran alcanzar Despeñaperros y poner en riesgo la sorprendente victoria del general Castaños sobre el mariscal Dupont. La Galana y El Chaleco destacaron en la acción. Con los vecinos y vecinas de Valdepeñas no puede ni el gran ejército francés de Napoleón.
El siglo XX trae consigo el ataque de la filoxera y la llegada de la vid americana, inmunizada contra la enfermedad. El viñedo se renueva, se moderniza, se instala la primera Estación Enológica del Estado, se reconoce, en 1932, la Denominación de Origen y sus posteriores Reglamentos.
La Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial, al igual que la de la Independencia en el siglo pasado, cambiaron radicalmente los gustos y las costumbres sociales y el vino fue evolucionando hacia el prestigio que hoy puede exhibir con orgullo el vino de Valdepeñas. Quedan atrás veinticinco siglos de historia y sacrificio que han hecho posible la fama de la que hoy puede hacer gala Valdepeñas.

Tinaja ValdepeñasTinaja en Valdepeñas

Calle Real de ValdepeñasCalle Real de Valdepeñas

Nuestra Señora de la Asunción, ValdepeñasNuestra Señora de la Asunción, Valdepeñas


Valdepeñas es un pueblo de cinemascope. Tal vez porque también los paisajes manchegos, plenos de luz, de horizontes inmensos, son paisajes de cinemascope


El viajero podrá aprender más de la historia y tradición del vino Valdepeñas en el Museo del Vino alzado sobre la antigua bodega de Leocadio Morales, fechada en 1901 y una de las que más intensamente vivió el auge comercializador y exportador de los vinos de Valdepeñas a comienzos del siglo pasado. El Museo del Vino permite una perfecta inmersión en la cultura del vino y los secretos de la enología además de descubrir toda la historia y tradición de la Denominación de Origen Valdepeñas, centrando además sus esfuerzos en reflejar ese trasiego hacia la calidad iniciado en la década de los años setenta que ha desembocado en la elaboración de unos vinos reconocidos nacional e internacionalmente.

Por cierto, la Denominación de Origen Valdepeñas está formada por los viñedos de la propia ciudad junto con los de Granátula de Calatrava, Moral de Calatrava y Santa Cruz de Mudela, y por los de Torrenueva, San Carlos del Valle, Alcubillas, Alhambra, Torre de Juan Abad y Montiel, del histórico y quijotesco Campo de Montiel.
La visita a Valdepeñas debe completarse con la parada en La Bodega de las Estrellas, enoturismo de calidad, que nos ofrece la posibilidad de realizar una visita guiada inolvidable en una bodega tradicional para descubrir la gran relación existente entre el vino y los ritmos y ciclos de la luna y las estrellas.
Y por supuesto, debe tenerse en cuenta que, como es natural, Valdepeñas celebra su gran semana durante las Fiestas del Vino –principios de septiembre- declaradas de interés turístico nacional.
Imprescindibles: el museo de la Fundación Gregorio Prieto (el museo privado más importante de Castilla La Mancha), que exhibe obra del pintor, así como de Vázquez Díaz, Picasso, De Chirico y dibujos de Lorca y Alberti, entre otros.
Y a la hora de comer, si algo tiene Valdepeñas es buen vino y sitios de buen yantar.

Yo sé que el vino no huye dando gritos
a la llegada del invierno,
ni se esconde en iglesias tenebrosas
a buscar fuego en trapos derrumbados,
sino que vuela sobre la estación,
sobre el invierno que ha llegado ahora
con un puñal entre las cejas duras.
Yo veo vagos sueños,
yo reconozco lejos,
y miro frente a mí, detrás de los cristales,
reuniones de ropas desdichadas.
A ellas la bala del vino no llega,
su amapola eficaz, su rayo rojo,
mueren ahogados en tristes tejidos,
y se derrama por canales solos,
por calles húmedas, por ríos sin nombre,
el vino amargamente sumergido,
el vino ciego y subterráneo y solo.
Yo estoy de pie en su espuma y sus raíces,
yo lloro en su follaje y en sus muertos,
acompañado de sastres caídos
en medio del invierno deshonrado,
yo subo escalas de humedad y sangre
tanteando las paredes,
y en la congoja del tiempo que llega
sobre una piedra me arrodillo y lloro.
Estatuto del vino. Pablo Neruda (fragmento)

Tinajas de barro de Bodega de Las EstrellasTinajas de barro de Bodega de Las Estrellas

Barricas en la cueva de Bodega de Las EstrellasBarricas en la cueva de Bodega de Las Estrellas

Territorio de la #DOValdepeñasTerritorio de la #DOValdepeñas


Te proponemos un recorrido para descubrir Valdepeñas. Contacta con nosotros a través de info@sabersabor.es

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Brindis por FENAVIN y por la cosecha de La Mancha

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Desde hace siglos, estas tierras han sido trabajadas con tesón por hombres que se han esforzado en conseguir un vino único, competitivo y sorprendente


Una gran cantidad de viñedos se extiende hasta donde nos alcanza la vista, como un mar verde y púrpura. El cultivo de la vid supone una tarea paciente en la que participan muchas manos, las mismas que luego recogerán su más preciado fruto: la uva con la que se elabora el vino. Observamos a los ancianos que hoy charlan en las plazas de los pueblos, y sus manos nos hablan de un pasado dedicado a la recogida de la uva.
Las condiciones climatológicas y la composición de estas tierras arcillosas, con abundancia de terrenos calizos y arenosos, hacen de este entorno el adecuado para que crezcan los viñedos.
Las bodegas de La Mancha elaboran una amplia variedad de vinos, atendiendo así todas las demandas de un público exigente que busca un producto inmejorable. Para cada momento del día, hay un vino adecuado: desde los clásicos tintos para acompañar a las carnes, hasta los blancos para el pescado, pasando por los rosados, afrutados y los cada vez más prestigiosos espumosos.
Todo el esmero de la labor bien hecha se concentra en cada botella, lista para seducir al catador más experimentado. Nuestra copa se llena y, con ella, las ganas de brindar por una excelente cosecha y por FENAVIN, la feria más importante del sector vitivinícola español.

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El saber combinar platos y vinos es un arte y el saber degustarlos, un placer


Pero, ¿cuál es la mejor forma de disfrutar de los vinos de La Mancha? Si es atrevido opinar de vino y gastronomía, tratando de aconsejar que vino se ha de tomar con el pan de cada día, perdonen si somos osados aconsejando en la opción.

MARISCOS, SOPA Y PESCADOS:
Vinos blancos, suaves, secos
y aquellos algo abocados,
son los que tienen más eco.

PLATOS GUISADOS:
Se imponen jóvenes tintos
sin que sean otros distintos
los que van recomendados
pues, su aroma y su estructura
los hacen muy adecuados.

GUISOS ADOBADOS:
Tintos muy fermentados sin mezcla de vino alguno
con restos azucarados.

PLATOS DE CAZA Y CARNES CON IGUAL TRAZA:
Tienen puesto reservado
los tintos muy reposados
que demanda esta pitanza:
los venerables Reservas
y cuantos sean de Crianza.

QUESOS MANCHEGOS:
Aquellos que son de ovino
requieren, según su estado,
distinta clase de vino
y mayor o menor grado.
Los frescos, piden Rosados
con un alcohol moderado.
Los llamados semi-duros
demandan tintos ligeros
sin un excesivo grado;
y los duros o curados,
requieren vinos severos
y de rasgos acusados.

POSTRES:
Vinos dulces, licorosos,
y aunque muchos virtuosos
no asocien postres con Cava,
cierto es que hay quien lo alaba
y bebiéndolo es dichoso,
a tal punto, que, gozoso,
después de que el postre acaba
y se retiran manteles,
descorchar pide otro Cava
excitante y espumoso.
Vino que alcanzó laureles
como ese otro licoroso
que nos regala sus mieles;
mieles que le son negadas
a las sobrias ensaladas
porque, digan lo que digan
paladares no golosos
con el vinagre no ligan
el Cava y los licorosos.

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Un buen vino para cada momento. La constancia, la entrega, los cuidos culturales, la unión perfecta de ciencia y tradición se dan cita en la viña y luego en el lagar


La materia prima, la mejor uva:

  • Airén, para el vino blanco. Especialmente abundante en La Mancha donde impera el clima seco. Destacan los aromas a plátano, manzana y los propios de la fermentación
  • Sauvignon Blanc, para el vino blanco. Originaria del Valle de Loira. Es una variedad con una gran aportación aromática y sabores a hierba verde, pimientos verdes y frutas tropicales.
  • Macabeo, para vinos blancos y espumosos, bien equilibrados, ideales para consumo rápido y sin excesivo sabor alcohólico.
  • Moscatel, para el vino blanco. Especial para excelentes vinos jóvenes secos o fermentados en barrica con cierto grado de azúcar
  • Gewürztraminer, para el vino blanco. Una variedad que va ocupando el corazón de muchos amantes del vino.
  • Tempranillo (cencibel), para el vino tinto. Aporta un paladar franco, interesante en vino joven y aterciopelado cuando envejece.
  • Garnacha, para un vino tinto con sabor a frutas rojas (frambuesa y fresa) y con una nota sutil a pimienta blanca.
  • Cabernet Sauvignon, para el vino tinto, con notas a notas a pimiento verde, menta y cedro, que se hacen más pronunciadas a medida que el vino envejece.
  • Merlot, para el vino tinto. Uva temprana, de un tono azulado negruzco, y da un vino muy aromático, suave y carnoso.
  • Syrah, para el vino tinto. Originaria del Valle del Ródano, ofrece excelentes resultados, produciendo vinos ligeros, con sabor a mora, menta y pimienta negra.

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“Dieronle a los dos a probar del vino de una cuba pidiéndoles su parecer del estado, calidad, bondad ó malicia del vino. El uno lo probó con la punta de la lengua, el otro no hizo más que llegarlo a las narices. El primero dijo que aquel vino sabía a hierro; el segundo dijo que sabía a cordobán. El dueño dijo que la cuba estaba limpia y que el tal vino no tenía adobo alguno por donde hubiese tomado sabor de hierro ni de cordobán. Con todo eso, los dos famosos mojones se afirmaron en lo que habían dicho. Anduvo el tiempo, vendiose el vino y al limpiar la cuba hallaron en ella una llave pequeña, pendiente de una correa de cordobán. Porque vea vuestra merced si quien viene de esta ralea podrá dar su parecer en semejantes causas.”
De El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha (libro segundo, cap. XIII)

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