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Descubriendo el Museo Palmero de Almodóvar del Campo

Hay gente que nace con estrella, otra estrellada, y otra que tiende a buscar el camino hacia las estrellas. En el caso del Maestro Palmero, es una extraña combinación de estas tres casualidades

Alfredo Palmero de Gregorio nace el 12 de marzo de 1901 en Almodóvar del Campo y ya desde pequeño va a dar muestras de una decidida vocación por la pintura. Forma parte de una saga o generación de artistas que, en el primer tercio del siglo XX, hicieron de La Mancha uno de los principales focos artísticos de la época: Gregorio Prieto, Antonio López, Francisco Carretero, Ángel Andrade, Benjamín Palencia… A nivel internacional destacaban por aquel entonces mujeres de la talla de Catalina Sandalia (La Tía Sandalia. Representante del arte naif más popular), Leonora Carrington, Maruja Mallo, Georgia O`Keefe, Frida Kahlo y Lee Krasner entre otras.

Pintor de inspiración impresionista su temprana vocación y afición serán los impulsores de su traslado a Madrid con solo 14 años donde comenzaría su formación en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde coincidiría con Gregorio Prieto, Joaquín Valverde, Juan Esplandiú entre otros.

Destacamos una entrevista que realizó al diario El Defensor en marzo de 1920 donde nos da unas pinceladas sobre algunos aspectos de su personalidad artística: mi carácter que es variable y que hoy evoluciona al querer abarcar mucha técnica, me hace pasar entra la gente del pueblo, por un niño de esos estúpidos y se me tilda de tonto; son casos de incomprensión que tenemos que aguantar en esta sociedad caduca; mi temperamento en sí creo hermana con Velázquez.

Su estancia en la capital entre 1915 y 1920 le permitirá imbuirse en el ambiente bohemio de la misma asistiendo a las tertulias de conocidos cafés como El Parnasillo o La Fontana de Oro llegando a ser contertulio de importantes personalidades de la época como Unamuno, García Lorca o Manuel de Falla.

En ese mismo año expuso por primera vez en el Casino de Ciudad Real, y posteriormente viajó a París —donde entró en contacto con las principales corrientes artísticas de la época como el dadaísmo y personajes como Apollinaire—, e Italia (1928), acompañado de su buen amigo, el escultor Felipe García Coronado. De esta etapa destacamos una pintura marcada por la riqueza cromática, luminosidad, y de gran agudeza perspectiva como las obras del Folies Bergere, Montmartre, Montparnasse

Las principales influencias en su obra: Velázquez, Goya, Manet, Degas, Picasso y Renoir (al que Alfredo Palmero retrató en su propio taller)

También es conocida su faceta como docente impartiendo clases el Instituto de Enseñanza Media de Ciudad Real. Desde este centro docente fue trasladado a Burgos, para pasar posteriormente a Toledo y finalmente a Barcelona.

Para Alfredo el espíritu del arte pasaba por depurar la esencia de la raza, en el campo, al aire libre según lo requieren los preceptos modernistas.

Pintar un cuadro en una hora o pintar los 183 personajes de la obra El Quijote, forman parte de las numerosas anécdotas y hazañas artísticas que convirtieron a Alfredo Palmero en el conocido Maestro Palmero

En la década de 1960 fundó en su localidad de origen, Almodóvar del Campo, el Museo Palmero, lugar escogido por la familia para conservar el legado del artista. Años más tarde, en 1970 y en Barcelona, fundó el Museo e Instituto Palmero de Arte, ubicado en una antigua masía del siglo XV.

La proyección tanto nacional como internacional de Alfredo Palmero es indudable, con exposiciones realizadas en el hotel Carlton de Bilbao, en el salón Cano de Madrid, en las galerías Grifé & Escoda, Augusta y Barcino, de Barcelona, así como en Valencia, Santander, La Coruña, Zaragoza, Bruselas, Nueva York, París, Londres, Ámsterdam, Múnich, Lisboa, Osaka, México, Venezuela, Argentina…

En 1983 hizo pública la “Colección Cervantina” en su propio Museo y en los Museos Metropolitan de Palm Beach y de Bogotá.

Miembro de honor del Instituto de Estudios Manchegos, falleció en Barcelona el 5 de marzo de 1991.

Alfredo Palmero tenía la buena costumbre de ir coleccionando diferentes objetos que le llamaban la atención. Desde enormes vasijas hasta vestigios de origen romano. ¿De la cercana ciudad romana de Sisapo tal vez?

Museo Palmero

El museo fue inaugurado en 1960 y contiene una colección particular de las obras del pintor Alfredo Palmero, así como algunos objetos personales, esculturas, cerámicas, además de obras de otros artistas coetáneos o relacionados con el pintor.

Está dividido en tres salas principales, cada una de las cuales corresponde a una etapa de la vida del pintor:

Primera sala

Está dedicada a la primera y la segunda etapa de la obra artística del Maestro Palmero que abarca los años 1914 a 1937, una época muy marcada por los viajes de juventud, pero sobre todo por su estancia en Madrid donde tuvo como maestro a Menéndez Pidal y realiza su ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Dentro de esta sala hay un espacio dedicado a la segunda etapa del artista, donde se pueden ver las obras realizadas desde el final de la Guerra Civil Española hasta el año 1958, período en el que el Alfredo se establece en Barcelona con su familia, realiza sus primeras exposiciones y vende sus primeras obras.

Segunda sala

Es la sala principal del museo y está dedicada a la tercera etapa del Maestro Palmero, su época de esplendor y madurez artística. Durante este período se impregna sus obras de una temática variada: paisajes urbanos y ambientes burgueses de Madrid, París o Roma, animales (caballos principalmente), temática cervantina, La Mancha y la mujer.

Dicen que el azul es uno de los colores más difíciles, y, por tanto, menos utilizados, por los pintores. Pues nada, ahí estaba el ya Maestro Palmero para ir a contracorriente, pintando angelicales y bellos caballos blancos sobre misteriosos fondos azules… Lo más curioso es que Alfredo nunca tuvo caballo propio, ni caballos modelo, pero los pintaba mejor que nadie, con un sobresaliente realismo.

Tercera sala

La última sala está dedicada a varios artistas coetáneos al pintor que dejaron su huella o influyeron en la obra del Maestro Palmero (Cecilio Pla o Julio Romero de Torres son buen ejemplo de ello). Igualmente encontramos un espacio dedicado a la Saga Palmero representada por su hijo, ya fallecido, Miguel Ángel y el nieto del mismo nombre conocido en el universo artístico como Freddy Palmero, los cuales continuaron y continúan con el legado familiar.

Por último, en la planta superior se encuentra el taller del artista durante muchos años: su lugar de trabajo, de creación e inspiración, y donde realizó sus primeras obras.

Entre todos los cuadros, hay uno que os llamará poderosamente la atención. En realidad, una mujer llama poderosamente la atención. Perfectamente bella, diferente al resto. Esa mujer tiene luz, y según nos ha contado Carmen, el Maestro Palmero (¿adivináis dónde está en el cuadro?) se encarga de darle todavía más luz, mientras que el resto de personajes de la escena, de la alta sociedad madrileña, aparecen en tonos más oscuros, incluso en la sombra. ¿Quién será esta bella mujer? ¿Una obsesión del Maestro Palmero?

Sin duda, el Museo Palmero es uno de los principales reclamos turísticos de Almodóvar del Campo, tanto para amantes y especialistas del arte como público en general interesado en iniciarse en el conocimiento de uno de los artistas con mayor proyección de nuestra tierra, contemporáneo de grandes pintores y pintoras, y cuya obra es esencial para comprender las principales corrientes de la época y el contexto en el que se mueve nuestro artista.

Si no eres experto en pintores españoles, aficionado al arte en general, ni conoces la vida de Alfredo Palmero, te recomendamos encarecidamente que realices una visita guiada con Carmen, de la Asociación de Amigos del Museo Palmero y Centro Cervantino (AMPACE).

Imprescindible realizar también las visitas a la Capilla de la Trinidad, Salón de Plenos del Ayuntamiento, Centro Cervantino (Biblioteca Cervantina e Iconografía Cervantina de Palmero), el anexo Centro Cervantino (Mesón y Cueva)…

Planifica tu visita a Almodóvar del Campo y al Museo Palmero con nosotros. Solicita más información o recomendaciones para preparar tu escapada AQUÍ

Un artículo de José Manuel Lucerón para sabersabor ©

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Cuenca, la cocina encantada

Casas colgadas, Cuenca

La cocina conquense tiene repartidas sus especialidades culinarias en tres comarcas naturales: La Alcarria, La Mancha y La Serranía


Aparte de los fogones de 232 municipios y para asombro y deleite del caminante, entre rocas que se empinan altivas e indiferentes, simulando edificios y ruinas de un pueblo abandonado, encontrará la Ciudad Encantada y bajo su cielo, mesones y tabernas con posada y asiento para el ansiado yantar.

Cuenca basa sus platos en las especialidades más peculiares de la oferta manchega. La consabida CALDERETA, las deliciosas, típicas y nutricias MIGAS y GACHAS y con carta de naturaleza, el célebre MORTERUELO y los ZARAJOS.

El AJO MORADO es el encargado de dar un inigualable sabor a estos manjares. Maravillosas cabezas moradas protegidas por una túnica de color blanco.
En la gastronomía conquense ponen una nota de exquisitez los CANGREJOS y las TRUCHAS, especies que no hay que dar al olvido por su amplio y delicioso sabor.

Por supuesto, en la copa no deben faltar los prestigiosos y premiados VINOS de estas terruñas tierras, quizás la mejor zona de tierras del mundo para vinos tintos… En una bodega cercana a Las Pedroñeras nace uno de los vinos más caros del mundo.

Entre un extenso surtido de dulces pueblerinos y como postre, el insuperable ALAJÚ, elaborado con nueces o almendras, migas de pan y miel de romero y como licor peculiar de Cuenca, el exquisito RESOLÍ, cuyos principales ingredientes son aguardiente, café, un polvo de canela y en su compañía, cortezas de naranja y una porción de azúcar.

ciudad encantadaCiudad Encantada

ajo moradoAjo morado

morterueloMorteruelo

MORTERUELO

Aunque de uso generalizado en toda Castilla – La Mancha es plato conquense de añeja tradición pues ya fue citado en documentos del siglo XI y en el Fuero de Molina, del posterior siglo XII.
Tiene el morteruelo gran semejanza con los grandes patés. Cuando a la clásica receta se añaden las tradicionales especias se consigue, en frase del escritor Tico Medina, un “paté a lo bestia”. Y es, sencillamente, que el morteruelo está indicado para estómagos bien preparados.
Dice el gastrónomo Raúl Torres que lo inventaron los pastores de la Alta sierra conquense y los de la paramera de Molina, para sobrevivir, simplemente y que Don Quijote lo cató a su paso por Cuenca camino de Zaragoza y Barcelona, quedando atónito de sabor y calorías, pudiendo así continuar su camino entre cierzos y escarchas.

La receta

Tomás Luceño, poeta dramático y escritor publicó en el “Almanaque de Conferencias Culinarias”, esta composición sobre el morteruelo; o lo que es lo mismo, Paté de foiegras manchego:

Coges hígado de cerdo,
lomo y aves, lo rehogas
con aceite y ajo frito;
pero, por Dios, no lo comas
que todavía hace falta
una multitud de cosas.
Todo esto lo cueces mucho,
porque de este modo logras
deshuesar las aves y
procediendo en buena lógica
que se desmenuce el lomo
y el hígado, el cual colocas
dentro de un mortero limpio,
le machacas, en buena hora,
por un colador lo pasas,
y en el caldo donde todas
estas carnes han cocido,
con mucha calma lo embocas;
si te gustan las especias,
con especias lo sazonas.
Después rallas pan; lo echas
en el caldo, se incorpora
a las referidas carnes
y todo una pasta forma
que secas in continenti
en grandes tarros colocas,
lo conservas un tiempo,
librándolo de las moscas;
y si quieres te lo comes,
y si no, no te lo comes,
que cada cual es muy dueño
de su estómago y de su boca.

Nacimiento del río CuervoNacimiento del río Cuervo

Zarajos Zarajos

Serranía de CuencaSerranía de Cuenca

ZARAJOS DE CUENCA

Se dice que los conquenses ponen arte y desparpajo no solo en hacer zarajos, si no al comérselos luego, porque tripas abrazadas al cuerpo de unos sarmientos si no supieras comerlos con habilidad y tiento, en vez de comer zarajos morderás solo el sarmiento. De la receta eres dueño, tienes talento de sobra, así pues, no te quite el sueño poner manos a la obra.

… y su receta

Las tripas muy bien lavadas
de los corderos lechales,
debes ponerlas trenzadas
entre dos palos iguales;
lo ideal, es poder utilizar
los agostados sarmientos
que nos dejan los viñedos
al podar.
Para ser elaborados
tienes tres modalidades:
En el horno ser asados
gozan de prioridad;
segunda opción, la parrilla,
y fritos, con buen aceite de oliva,
la tercera alternativa.
Ponles sal con discreción,
y rociados con limón
si los alternas con vino,
los zarajos… son divinos.

cangrejoCangrejo. Autor, Carlos Galeano

Ventano del DiabloVentano del Diablo. Autor, Carlos Sánchez

TRUCHAS Y CANGREJOS

Las ágiles truchas de carne sabrosísima criadas en ríos limpios o incontaminados de fondo arenoso batido por los remolinos, las define el diccionario como “peces de agua dulce de color pardo, llenos de pintas rojizas o negras y carne sabrosa y delicada”. La Trucha se da en Cuenca en los puntos altos de sus ríos.

Sobre el cangrejo de río, bocado exquisito, de carne enjuta y delicada, nos dice que es “un crustáceo con caparazón verdoso que al cocerlo se cambia en rojo, tiene gruesas pinzas en los extremos de las patas del primer par, y su carne exquisita y apreciada”. Pero el comensal debe saber algo más, por aquello del concepto del gusto.

Por ejemplo: Que si la trucha simplemente asada nos deleita, es con jamón de casta en su vientre y luego sazonada, enharinada y frita, como testifica sus excelencias.
Que los cangrejos demandan la complicidad de los dedos y que si a la plancha son exquisitos, con jamón están excelentes, y salseados con tomate, es uno de los bocados más apetitosos del recetario gastronómico.

Curiosa receta

El literato español Ramón Rodríguez Correa, escribió esta pícara receta titulada “TRUCHAS A LO DON RAMON SIN SARTEN Y SIN FOGON”:

Se va a un torrente
donde haya truchas
con una chica
morena o rubia.
Ella en el bosque
se queda oculta
en lo más denso
de la espesura.
Allí hace un hoyo
y al borde agrupa
las hojas secas que al
paso crujan.
El hombre, en tanto,
se va en ayunas
y a poco vuelve
con una trucha.
“Pescada ¿cómo?”
¡Necia pregunta!
¡Jamás las pescan
bragas enjutas!
Robada a un choto
la leche pura
cuando la madre
tranquila rumia
manteca fresca
se obtiene en una
orza de barro
llevada adjunta.
Aunque un ataque de
nervios sufra la compañera,
morena o rubia,
con la hoja grande
de un cortaplumas
la trucha hermosa
se despanzurra.
Tripas y agallas
fuera por sucias…
¡pero si hay huevas
no se perturban!
Limpio el pescado
de cola a nuca
con sal en polvo
se le satura,
con la manteca
nombrada supra
por mucho tiempo
se le embadurna.
De papel fuerte,
como envoltura,
un cucurucho
se hace a la trucha,
y amontillado
del “Non plus ultra”
se vierte a chorros
por la abertura.
Todo se encierra
como en las tumbas,
en aquel hoyo
de la espesura.
Las hojas secas
el hombre agrupa,
préndeles fuego,
el viento azuza,
yedras y trébol,
tomillo y juncias
de luz y aromas
el bosque inundan.
¡Pronto cenizas
tan sólo ocultan
del pobre bicho
la sepultura!
La tierra escarban
entrambos a una
y un bulto negro
la luz alumbra.
Abren el bulto
con ansias sumas
y, ¡oh, gran prodigio!
vése la trucha
sin dura escama
sin su piel ruda,
salir hirviente
de la envoltura.
Ruido de besos
después se escucha
y carcajadas
en la espesura.
Y cuando salen
de la penumbra
y un sol de ruego
tuesta y chamusca,
dice la chica
morena o rubia,
¿cuándo volvemos
a guisar truchas?

Alajú Alajú

GLOSA DEL ALAJÚ

La historia del Alajú, historia dulce y no amarga, la encontramos en un arca de las muchas que aún se guardan en Cuenca y en sus comarcas: La Alcarria, La Serranía y aquella otra de La Mancha.
Nos cuenta la dulce historia, – que es para muchos sagrada, – que probado el alajú, del que aquí ahora se trata, te retechupeas los dedos al igual que si comieras la dulce miel de La Alcarria.

Los sesudos eruditos sospechan que el alajú, viene de allá, de la China del mítico Fú Manchú, pero no, es la Ciudad Encantada, con su melífica Alcarria, el trigo de harina blanca, la de floridos almendros, llena de arte y de gracia, donde el alajú encontró, linaje, cuna y estancia.

La receta es bien sencilla, por su misma sencillez:

Se pone a cocer la miel y al tomar punto de hebra, se añaden unas peladas, sanas y dulces almendras, pan rayado, frescas nueces, rayadura de naranja, – solo corteza se entiende,- y así completas aquello que en olla de barro cuece.
El todo debe extenderse encima de unas obleas empleando una cuchara en agua limpia mojada, para que la miel escurra y caiga sobre la pasta.
Este proceso termina, como por arte de magia, dándole forma de torta. A tal fin, para lo cual toma nota, le pondrás un peso encima. Una vez frío, se come y verás que gusta a viejos, gente adulta y gente moza, porque tan dulce presente les anima y les conforta.
Hay caminos, más de cuatro, que pueden llevarte en alas hasta el Mesón que te aguarda para ofrecerte alajú ó alfajor, que así también se le llama, ya que siempre fue lo mismo, llamarse Francisca ó Paca.


Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©


Fotografía de portada: Casas colgadas, Cuenca. Autor, José Luis Rodríguez Holgado 

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Chocolate. El oscuro deseo del Monasterio de Piedra (2ª Parte)

Chocolate. El oscuro deseo del Monasterio de Piedra (2ª Parte)

Es curioso comprobar cómo los aztecas reverenciaban el chocolate atribuyéndole las más variadas propiedades. Sabían, por ejemplo, que una taza de xocolatl eliminaba el cansancio y estimulaba las capacidades psíquicas y mentales. Para los aztecas el xocolatl era asimismo una fuente de sabiduría espiritual, energía corporal y potencia sexual. Era muy apreciado como producto afrodisíaco y, por supuesto, se reservaba únicamente a una élite que lo tomaba de forma ritualizada en actos festivos, o bien usándolo como pintura facial en sus ceremonias religiosas. Se denominaba también al cacao oro líquido, pues sus semillas se intercambiaban como moneda, y por cierto no de escaso valor. Así, con cuatro semillas se podía comprar un conejo; con 10, la compañía de una dama, y con 100, un esclavo…

 

2. Granos de cacao. La moneda de los aztecas. Autor, SuperManu

Granos de cacao. La moneda de los aztecas. Autor, SuperManu

En cualquier caso, con la llegada a América de los primeros conquistadores españoles la preparación del chocolate sufrió una transformación a fin de adaptarse al gusto europeo. Los del grupo de Hernán Cortés echaban pestes de esta bebida, que encontraban muy amarga y picante debido al empleo de condimentos exóticos e incluso setas alucinógenas. No tardó por tanto en dulcificarse este producto, aprovechando además que el cultivo de caña de azúcar (procedente de Asia) estaba ya aclimatado en México a finales del siglo XVI. Los españoles gustaban asimismo de beberlo caliente y aromatizarlo con canela, y pronto hubo una gran diferencia entre el chocolate de los autóctonos y aquel que se hacían servir los recién llegados del otro lado del Atlántico.

 

3. Recipiente para servir chocolate. Porcelana de Limoges. Autor, Petitpoulailler

Recipiente para servir chocolate. Porcelana de Limoges. Autor, Petitpoulailler

Curiosamente, uno de los usos más raros del chocolate en España fue su utilización como producto de botica. Los boticarios de los siglos XVII y XVIII solían disponer de recetas pasteleras y de elaboración de dulces, que como el resto de su farmacopea eran ultrasecretas, y que les servían para la elaboración de letuarios, es decir, preparados de diversas mezclas medicinales endulzadas con miel o chocolate, para así facilitar el “mal trago” a los pacientes.

 

4. Figura decorativa en el salón del Chocolate de París. Autor, Pathien

Figura decorativa en el salón del Chocolate de París. Autor, Pathien

Pero presente o no en las farmacias, lo cierto es que el chocolate comenzaba a hacer furor en las confiterías de Madrid y otras grandes ciudades de España, donde los clientes entraban deseosos de experiencias exóticas y solicitaban “esa bebida que procedía de las Indias”. A finales del siglo XVII era servido como helado, utilizándose nieve procedente de las sierras que se bajaba en recuas de mulos al amparo del fresco nocturno, para así estar disponible en la capital desde primeras horas de la mañana. No deja de ser sintomático de una oscura época el hábito de servir chocolate granizado mientras la nobleza disfrutaba del “agradable” espectáculo de los Autos de Fe.

 

5. Mancerina y taza acoplada. Autor, Tamorlan

Mancerina y taza acoplada. Autor, Tamorlan

Por supuesto el chocolate entró también en las casas de las familias españolas, sobre todo de las de alcurnia, donde pronto se alzó con el galardón de “bebida oficial para visitas distinguidas”. Existía todo un rito alrededor de la chocolatada, como se llamaba a esta costumbre en las “familias bien” del Siglo de Oro. Los invitados pasaban al saloncito junto con la anfitriona, un lujoso departamento adornado con tapices, almohadones y cojines, y caldeado con las ascuas de un brasero o dos según el frío que hiciese esa mañana. Entonces el mayordomo traía las tazas repletas de chocolate acompañadas de una bandeja de bizcochos y un búcaro (recipiente de cerámica) repleto de nieve.

 

6. Receta de chocolate. Autor, Michael Carpentier

Receta de chocolate. Autor, Michael Carpentier

Las conversaciones iban y venían con el entrechocar de las tazas, los sorbos pausados y el ocasional mordisquito al bizcocho o incluso (curiosamente) al borde de la porcelana, ya que comer barro se consideraba entonces como un eficaz tratamiento de belleza. Efectivamente, ingerir arcilla produce un trastorno hepático y biliar que se traduce en una extrema palidez del rostro, signo considerado durante siglos como de distinción entre las clases más altas. Cuando la cosa se ponía seria (debido al deterioro del hígado), los médicos aconsejaban polvos de hierro o, todavía mejor, ir a tomar las aguas a algún balneario ferruginoso de la sierra, receta que se llevaba alegremente a la práctica cuando llegaba la temporada veraniega.

 

7. El metate, básico para la fabricación del chocolate a la piedra. Autor, Yelkrokoyade

El metate, básico para la fabricación del chocolate a la piedra. Autor, Yelkrokoyade

En las casas de la nobleza la chocolatada era un ritual extraordinariamente lujoso. El chocolate se servía allí en grandes salas utilizando finas mancerinas de plata o de porcelana china, bandejas especiales que disponían de una abrazadera fija en el centro donde se colocaba la jícara, o taza de porcelana que contenía la bebida. Este tipo de recipientes era considerado de gusto exquisito y las principales familias españolas rivalizaban entre si por poseer la colección de mancerinas más lujosa, de modo que era habitual encargarlas a orfebres para potenciar su belleza y distinción. Algunas de las mancerinas hoy conservadas están fabricadas en plata labrada y son de una factura difícilmente igualable hoy en día. Por cierto que ya era costumbre por aquel tiempo remojar en la jícara bizcochos u otro tipo de productos reposteros, al igual que hacemos en la actualidad con los famosos churros.

8. Bizcocho de chocolate y chocolate líquido. Autor, FotoosVanRobin

Bizcocho de chocolate y chocolate líquido. Autor, FotoosVanRobin

Los avances técnicos en la producción del chocolate, descubiertos en el Norte de Europa en el primer cuarto del siglo XIX, dieron lugar a pastas mucho más finas y a nuevas formas de presentar el cacao en estado sólido, como los famosísimos bombones. Ya en 1870 la industria chocolatera consiguió fabricar el chocolate con leche en polvo, al tiempo que aparecieron las primeras tabletas de chocolate hoy tan popularizadas en los supermercados de todo el mundo. Sin embargo y a pesar de la revolución de las máquinas, en España seguía causando furor el llamado “chocolate a la piedra”, es decir, aquel que se fabricaba moliéndolo a mano. Las tareas de molido manual eran un trabajo muy arduo, y la condesa Emilia Pardo Bazán atribuía el gusto especial del chocolate español al sudor de los molineros, quienes recorrían calles y plazas realizando al momento el trabajo solicitado poniéndose de rodillas y moviendo sin descanso la muela sobre una piedra curva.

 

9. El famoso chocolate con churros. Autor, sabersabor.es

El famoso chocolate con churros. Autor, sabersabor.es

El chocolate alcanza por esta época a la clase burguesa y esta situación hace que proliferen diversos establecimientos de reunión social como los cafés de tertulia o las chocolaterías. Esta costumbre española nace a finales del siglo XVIII y florecería sobre todo en el siguiente, consolidándose a nivel local añadiendo un elemento culinario como acompañante idóneo. De esta forma nacieron los churros con chocolate en Madrid, los buñuelos y porras en Valencia, los bizcochos de soletilla y los sequillos en Barcelona, y los picatostes y bolados en la cornisa cantábrica. Cada chocolatería ofrecía su especialidad, que se servía junto con el chocolate. Por cierto que la primera referencia escrita en España acerca de la profesión de «churrero» data del año 1621, durante el reinado de Felipe IV, fabricándolo un ciudadano conocido como Pedro Velasco perteneciente al gremio de los alojeros.

 

10. Delicatessen. Autor, Stephanie Kilgast

Delicatessen. Autor, Stephanie Kilgast

Sin embargo, con la llegada del siglo XX las tradicionales chocolaterías comenzaron a ceder ante el empuje de otro establecimiento no menos conocido, y que hoy se extiende sin excepción por todos los rincones del país: las cafeterías. Hoy es habitual servir el oscuro alimento de los dioses en estas últimas, de modo que no está de más hacer caso a las recomendaciones de los monjes del monasterio de Piedra y, ya sea en chocolatería o en cafetería, paladear la entrada de esta Navidad con una estupenda taza de chocolate. ¡Que lo disfruten!

 

11. Tarta de chocolate. Autor, Tamorlan

Tarta de chocolate. Autor, Tamorlan

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Chocolate, el oscuro secreto del monasterio de Piedra (1ª Parte)

Chocolate, el oscuro secreto del monasterio de Piedra (1ª Parte)

Se dice que en los conventos se guardan los secretos más sensuales y prohibidos del mundo. Y aunque esta afirmación podría ser objeto de acaloradas discusiones, al menos resulta cierta cuando nos referimos a cierto monasterio de Zaragoza… Tanto es así, que en su interior se conserva y puede ser visitado un espacio museístico dedicado exclusivamente a estos menesteres. Estamos hablando del monasterio de Piedra, en la localidad zaragozana de Nuévalos, una obra de arte medieval construida durante los años en que el Reino de Aragón ampliaba espectacularmente sus fronteras en detrimento del poder musulmán. Y el objeto de deseo no podía ser otro que el chocolate.

 

2. Entorno del monasterio de Piedra. Autor, Pablo.sanchez

Entorno del monasterio de Piedra. Autor, Pablo.sanchez

Resulta inevitable preguntarse por qué existe un museo dedicado enteramente al chocolate en el interior de un monasterio, por entonces uno de los más importantes de la Orden del Císter en tierras hispánicas. ¿Era el chocolate un producto de mercado más para sus propietarios? ¿Formó parte del desayuno habitual de los monjes, a pesar de su exotismo y sus propiedades estimulantes? ¿O quizás constituyó en los tonsurados, como suele decirse, el sustituto perfecto de pasiones que de abrirse paso, hubieran resultado aún más inconvenientes? Para encontrar la razón debemos sumergirnos en la curiosa y llamativa historia de este “Alimento de los Dioses”, empezando por su “descubrimiento” en las Américas, y siguiendo con la llegada a Sevilla de los primeros galeones traídos por los vientos chocolateros, repletas sus bodegas de semillas de cacao procedentes de Nueva España…

 

3. Decoración de chocolate. Autor, Ilaria

Decoración de chocolate. Autor, Ilaria

4. Monasterio de Piedra. restos de la iglesia. Autor, Kevin Rodriguez Ortiz

Monasterio de Piedra. Restos de la iglesia. Autor, Kevin Rodriguez Ortiz

El monasterio de Piedra es bien conocido por el entorno paradisíaco que se despliega a su alrededor. El río Piedra crea en el lugar unos pintorescos lagos, grutas y cascadas de gran belleza, y de las que la Cola de Caballo, con sus más de 50 metros de altura, es la que despierta mayor interés entre los visitantes. Sus impresionantes edificios se construyeron en lo que antaño fue la fortaleza musulmana de Piedra Vieja, tomada por las tropas cristianas durante la Reconquista, y donada a la Orden del Císter a finales del siglo XII por Alfonso II de Aragón para la construcción de un monasterio. Aprovechando las piedras de la muralla y el castillo antiguos, los monjes levantaron a lo largo de 23 años (1195-1218) lo que ahora podemos contemplar con devota admiración: la iglesia y el claustro, el refectorio y la sala capitular, las bodegas y todas aquellas dependencias que constituían el centro de la vida y la dedicación monástica por aquella época. En la despensa se almacenaban los alimentos necesarios para las comidas diarias de monjes, visitantes y menesterosos, entre la hora prima y las completas, y que se elaboraban más tarde en la amplia cocina adaptada a las necesidades de la congregación.

 

5. Dentro de la cascada. Autor, Pablo.sanchez

Dentro de la cascada. Autor, Pablo.sanchez

Pero esta cocina tiene además un valor añadido, y es el de constituir el lugar donde por primera vez se elaboró el chocolate en Europa. La historia afirma que Hernán Cortés, el conquistador del imperio Azteca, llevó entre sus acompañantes a un monje del Císter llamado Fray Jerónimo de Aguilar, quien trajo consigo en 1524 las primeras semillas de cacao junto a la receta de la elaboración del chocolate. Al llegar a España Fray Jerónimo regaló este producto al abad del monasterio de Piedra, quien no tardó en hacer del chocolate un alimento de gran fama y tradición no solo en su monasterio, sino también en todas las casas de su Orden. De hecho, se sabe que en algunos monasterios existía una pequeña estancia justo encima de los claustros llamada chocolatería, y donde al parecer los monjes cocinaban y degustaban el chocolate en sus escasos momentos de ocio.

 

6. Cacao y semillas de cacao. Autor, Photos Gobva

Cacao y semillas de cacao. Autor, Photos Gobva

Aunque se cree que fue Cristóbal Colón el primer europeo en consumir chocolate, parece que el sabor amargo propio del cacao no fue precisamente de su agrado, un detalle que se agravaba además por la costumbre de los aztecas de consumirlo frío y condimentado con chiles. Dicho sea de paso, tampoco resultaría objeto de devoción de los Reyes Católicos, quienes lo probaron tras el regreso del almirante del cuarto de sus viajes. No volvió a hacer ninguno más. Tuvo que ser Hernán Cortés, sin embargo, quien nos dejara una de las primeras descripciones que se conocen sobre las propiedades del chocolate: «cuando uno lo bebe, puede viajar toda una jornada sin cansarse y sin tener necesidad de alimentarse», haciendo una clara alusión al poder calórico de este producto.

 

7. Mujer tomando una tada de chocolate. Obra de Raimundo de Madrazo. Oleo sobre lienzo. 1841-1920

Mujer tomando una taza de chocolate. Obra de Raimundo de Madrazo. Oleo sobre lienzo. 1841-1920

Lo cierto es que el chocolate no tardó en ser un artículo muy apreciado por la alta sociedad española del siglo XVI, que lo consumía como bebida caliente y reconstituyente. Las damas de la nobleza lo consideraban un manjar exótico, tomándolo en secreto y condimentado con diversas especias como la pimienta, mientras que en la alta sociedad mejicana se acostumbraba mezclarlo con canela. En 1601, el confesor de la Corte en la ciudad de Córdoba elaboraba chocolatinas con un relleno de hortalizas en su interior. Fue con la implantación de la caña de azúcar en las regiones cálidas de América cuando se pusieron realmente las bases para crear el chocolate dulce, lo que le dio un sabor más parecido al que hoy conocemos. Parece que el invento vino también de la mano de eclesiásticos, y concretamente de las monjas residentes en un convento de Oaxaca (Méjico), algo que hizo que el consumo de chocolate con azúcar se extendiese como la pólvora por los monasterios de Nueva España. Los benedictinos solían afirmar que: «No bebía del cacao nadie que no fuese fraile, señor o valiente soldado».

 

8. Los famosos Brownies. Autor, Roboppy

Los famosos Brownies. Autor, Roboppy

Este hecho trajo la preocupación, como es lógico, a las autoridades católicas de rigor, quienes consideraban inadecuado el manjar de Moctezuma debido a sus propiedades excitantes. Las costumbres de la alta sociedad con respecto al chocolate tampoco ayudaban a mejorar la situación, ya que las damas españolas se hacían servir esta bebida dentro del templo para hacer así más llevaderos los sermones del párroco. El obispo de Chiapas (Méjico) prohibió tal hábito y amenazó a los feligreses con la excomunión si persistían en su actitud. Y aunque la amenaza surtió efecto no convencería por completo a las devotas damas, ya que al poco tiempo las chocolatadas organizadas después de misa se hicieron muy populares a ambos lados del Atlántico.

 

9. Chocolate negro. Autor, Timsackton

Chocolate negro. Autor, Timsackton

Fuera cual fuese la opinión de la Iglesia, lo cierto es que los galeones regresaban a España cargados de riquezas procedentes de América, y entre las cuales la base del chocolate, el cacao, constituía un producto selecto y de gran valor. No era raro, por ejemplo, encontrar pasajeros transportando semillas de cacao ocultas en sus guardajoyas, y que a su llegada a España las mostrasen a sus allegados como un tesoro exótico e impagable. Existía ciertamente el temor a que el secreto del chocolate fuera descubierto por otras naciones, lo que supondría en la práctica perder el monopolio de su comercialización. Sin embargo, estas preocupaciones fueron al principio bastante infundadas. El italiano Girolamo Benzoni escribía en 1565 que «el chocolate parecía más una bebida para cerdos, que para ser consumido por la humanidad», mientras que los corsarios ingleses y holandeses incendiaban y mandaban a pique las embarcaciones españolas que capturaban, cuando descubrían que éstas no transportaban otra cosa que cacao, lo que da idea del valor real que tenía este producto entre los extranjeros. No tardarían en darse cuenta de su error.

Continuará…

 

10. Detalle del claustro del monasterio de Piedra. Autor, Shortshot

Detalle del claustro del monasterio de Piedra. Autor, Shortshot

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Badajoz, 23 de octubre de 1086. El día en que peligró la Reconquista

Badajoz, 23 de octubre de 1086. El día en que peligró la Reconquista

Al otro lado del desierto del Sáhara, el río Níger avanza como una gigantesca serpiente entre las acacias y colinas agostadas del trópico africano. Allí, en los monasterios-fortaleza llamados rabita, los al-murabitum consolidaron al inicio del pasado milenio un movimiento islamista fanático e intransigente que impusieron por la fuerza a las tribus colindantes. En 1042 Abd Allah ben Yasin se convierte en su líder y no tarda en dirigir sus armas contra el Magreb, decidido a imponer a sangre y fuego el rigor almorávide en todo el occidente musulmán. Un pariente suyo, Yusuf ben Tasufin, heredó la empresa norteafricana y fue elegido caudillo indiscutible del movimiento, lo que le llevó a fundar la ciudad de Marrakesh para que sirviera de capital y de centro estratégico a sus avances. Tomó Tánger y Melilla en 1077, y Ceuta en 1084, y con él los almorávides no tardaron en dominar las rutas camelleras que transportaban el oro, el marfil o los esclavos del interior del continente negro, lo que les dio acceso a una fuente casi ilimitada de riquezas. Fue de tal calibre la influencia que ejerció sobre los pueblos camelleros magrebíes, que el eco de sus hazañas no tardó en cruzar el estrecho y llegar a oídos de los reyes Taifas, así como del propio rey de León y Castilla, Alfonso VI, en aquellos momentos exultante por la reciente conquista de la ciudad de Toledo.

2. Aspecto de una fortaleza-monasterio, o ribat. Autor, Alkainel

Aspecto de una fortaleza-monasterio, o ribat. Autor, Alkainel

3. Murallas defensivas de Marrakesh, al sur de Marruecos. Autor, Jerzy Strzelecki

Murallas defensivas de Marrakesh, al sur de Marruecos. Autor, Jerzy Strzelecki

La esperanza de los reyes andalusíes era, sin duda, ver enfrentados a Yusuf y a Alfonso VI, y hacer que se estrellaran el uno contra el otro. La presión del “emperador de las dos religiones” era cada vez más asfixiante: en 1086 Zaragoza estaba sitiada, Córdoba seriamente amenazada y otro ejército actuaba en la frontera de Badajoz. En tales circunstancias se sucedieron insistentemente los mensajes a Yusuf, que en realidad no habían dejado de producirse desde 1075, para que cruzara a la península y salvara la verdadera religión del avance de los cristianos. En realidad la situación era más complicada para los reyezuelos Taifas, puesto que su libertinaje y relajación en los preceptos del Islam les habían atraído también la furia de los estrictos almorávides, deseosos de imponer una vuelta al Corán y a la Suna rígidamente interpretados. Pero, atrapados entre dos frentes, los reyes andalusíes consultaron a sus allegados y terminaron pidiendo ayuda a Yusuf: “Mejor ser camellero que porquero”, escribirían los autores islámicos de la época. En consecuencia, la petición de ayuda se hizo firme y el paso del estrecho por las tropas almorávides no se demoró en demasía bajo la atenta vigilancia tanto de musulmanes como de castellanos.

4. Alfonso VI y el Cid Campeador en La Jura de Santa Gadea. Marcos Giráldez de Acosta (1830_1896). Óleo sobre lienzo

Alfonso VI y el Cid Campeador en La Jura de Santa Gadea. Marcos Giráldez de Acosta (1830_1896). Óleo sobre lienzo

5. Dehesas en la provincia de Badajoz. Autor, Juaninda

Dehesas en la provincia de Badajoz. Autor, Juaninda

Alfonso VI se hallaba en una posición difícil y era consciente de ello. Sabía de los éxitos y de la eficacia de Yusuf ben Tasufin, de modo que pidió ayuda a todas las regiones españolas, desde Galicia a Cataluña, y especialmente a Sancho Ramírez, rey de Aragón. Se cree que vinieron también refuerzos allende el Pirineo, lo cual permitió aumentar la confianza del caudillo castellano ante el avance imparable de los almorávides por la península. Después del desembarco Yusuf había marchado hacia Badajoz, donde se instaló a la espera de que se incorporasen las tropas andalusíes convocadas a la lucha. Entretanto Alfonso hubo de improvisar un ejército en poco más de dos meses con el que se fue a instalar en la ciudad cacereña de Coria, situada sobre la fértil llanura regada por el Alagón. La literatura islámica posterior habla del cruce de mensajes de desafío, a cual más altanero, entre los dos caudillos. En cualquier caso nada se solucionó con ello y al final prevalecieron las palabras que se atribuyen a Yusuf: “No hay más cartas que las espadas y las lanzas”.

6. Puerta de Palmas, en Badajoz. Autor, Jose Antonio Kesada

Puerta de Palmas, en Badajoz. Autor, Jose Antonio Kesada

7. Plaza de España. Autor, Madogdidit

Plaza de España. Autor, Madogdidit

En la batalla que se avecinaba iban a combatir dos jefes heridos en su orgullo, caudillos de dos civilizaciones nada dispuestas a doblegarse la una ante la otra. Alfonso VI tuvo la precaución de concentrar su ejército al sur del Sistema Central y penetrar luego en tierras musulmanas para, de este modo, llevar el choque a territorio enemigo. De esta forma, si salía derrotado podría hallar refugio fácilmente en la montaña y evitar que su país fuera asolado por el invasor. El encuentro decisivo tuvo lugar el viernes 23 de octubre de 1086, en un lugar que las fuentes cristianas sitúan en las llanuras del Guadiana inmediatas a Badajoz, y junto a las cuales se extiende la dehesa de Sagrajas.

 

8. Miniatura medieval que representa una batalla. Biblia de Maciejowski

Miniatura medieval que representa una batalla de la época. Biblia de Maciejowski

9. Aspecto del río Guadiana. Autor, Darkummy

Aspecto del río Guadiana. Autor, Darkummy

La batalla comenzó al amanecer con el ataque de la vanguardia cristiana, formada por Alvar Fáñez y por combatientes aragoneses. Éste atacó y logró poner en fuga a los contingentes andalusíes dirigidos por Mu’tamid de Sevilla. Sin embargo, al entrar en acción las tropas almorávides la situación cambió por completo. Más que el estruendoso son de los tambores de piel de hipopótamo, o la dudosa presencia de cuerpos de arqueros turcos, el factor decisivo fue el número y disciplina de los ejércitos de Yusuf. En lo más encarnizado de la batalla el caudillo almorávide lanzó su caballería ligera, que envolvió rápidamente a las tropas leonesas y castellanas hasta hacerles entrar en pánico y provocar su repliegue progresivo. Ya avanzada la tarde y con las fuerzas al límite, la balanza se inclinó del lado de los musulmanes con la entrada en acción de los 4000 guerreros negros africanos de la retaguardia, armados con largas jabalinas y espadas indias, y que hasta entonces se habían mantenido frescos y a la espera de acontecimientos. La aparición de los africanos provocó una total carnicería y la desbandada absoluta de las fuerzas cristianas. Se estima que al término del choque las bajas entre las tropas de Alfonso llegaron a sesenta mil, y que solo cien caballeros lograron ponerse a salvo y huir del campo de batalla. Yusuf quedó muy afectado al percatarse de la magnitud de la matanza, y hasta el propio Alfonso VI sufrió una lanzada que le atravesó la loriga y fue a clavarse en su muslo, aunque pudo escapar tomando con grandes dificultades el camino de Coria.

10. Callejuela en el casco antiguo de Badajoz. Autor, David Pedrero

Callejuela en el casco antiguo de Badajoz. Autor, David Pedrero

11. Badajoz y el río Guadiana desde el fuerte de San Cristóbal. Autor, Lord Wellington1815

Badajoz y el río Guadiana desde el fuerte de San Cristóbal. Autor, Lord Wellington1815

Una helada sensación de peligro corrió por los reinos cristianos al conocerse la noticia del terrible desastre de Sagrajas. Se perdieron todos los territorios conquistados al sur del río Tajo, y las fortalezas cristianas de Toledo y Talavera se aprestaron a defenderse contra un ataque inminente de las fuerzas musulmanas. Los más pesimistas temían incluso la invasión y pérdida del viejo reino leonés. Con semejante amenaza ante si, Alfonso VI no dudó en lanzar una petición de auxilio a la Cristiandad del otro lado de los Pirineos, la primera dirigida a los reinos europeos desde el territorio astur-leonés en cuatro siglos, y que afortunadamente encontró amplio eco entre los nobles y caballeros de todos los estados ultrapirenaicos.

 

12. En lo más árduo de la lucha. Obra de Mariano Barbasán. Óleo sobre madera. 1882

En lo más árduo de la lucha. Obra de Mariano Barbasán. Óleo sobre madera. 1882

13. Otro aspecto de las dehesas en Badajoz. Autor, Frank Black Noir

Otro aspecto de las dehesas en Badajoz. Autor, Frank Black Noir

Por fortuna, un extraordinario golpe de suerte vino a socorrer a las atemorizadas fuerzas cristianas. En el mismo campo de batalla, Yusuf, el caudillo almorávide, recibió la noticia de la muerte de su hijo y príncipe heredero, al cual había dejado enfermo en Ceuta. De este modo hubo de regresar precipitadamente junto a sus hombres a Marruecos, perdiendo así la ventaja adquirida para emprender acciones inmediatas contra Alfonso VI y arrasar el territorio leonés. Se trataba de una oportunidad inesperada, y ciertamente única, que se prolongó por espacio de cinco largos años. Y fue la ausencia casi permanente de los almorávides lo que permitió al rey castellano reconstruir su poder económico y militar, ayudado además por los buenos oficios de vasallos como Alvar Fáñez, y por supuesto, del legendario Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador. La batalla de Sagrajas pudo ser así el final de la Reconquista, pero la fortuna quiso que este revés significase el principio de una nueva etapa de éxitos para las fuerzas cristianas: el sometimiento del Levante español y la conquista, de manos del Cid, de una de las ciudades islámicas más florecientes a orillas del Mediterráneo: Valencia. Así fue como la derrota en las dehesas del Guadiana fue definitivamente olvidada.

14. El río Guadiana a su paso por la ciudad. Autor, ÁlvaroBá

El río Guadiana a su paso por la ciudad. Autor, ÁlvaroBá

15. La vanguardia del ejército, antes de la batalla. Obra de J. Robert-Fleury, 1840

La vanguardia del ejército, antes de la batalla. Obra de J. Robert-Fleury, 1840