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Entre flores de azafrán. La Solana y su Festival de la Zarzuela

Entre flores de azafrán. La Solana y su Festival de la Zarzuela

El próximo 17 de octubre arranca en La Solana la XXXI edición de la Semana Nacional de la Zarzuela, un acontecimiento que a lo largo de tres décadas ha conseguido el difícil logro de hacerse valorar tanto por la crítica más rigurosa como por el público. De hecho se trata de un festival único en España dentro de su categoría, que recibe una media de 4500 visitantes cada año y que en 2008 le fue concedido el galardón de Fiesta Turístico regional de Castilla La Mancha. La aventura folklórica solanera viene de lejos, concretamente de 1928, cuando viajaron a la Solana los libretistas Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw, acompañados por el compositor Jacinto Guerrero, con el fin de inspirarse y buscar ambientación para su obra “La Rosa del Azafrán”. Federico Romero residió largas temporadas en esta localidad, y se sabe que varios personajes de la obra están basados en vecinos que por aquella época residían en el lugar. La composición, en dos actos, vio finalmente la luz dos años después en el Teatro Calderón de Madrid, y gozó desde un primer momento de gran popularidad debido no solo a sus melodías, sino también a que se trataba de una versión libre de la comedia de Felix Lope de Vega, El perro del Hortelano.

1. Plaza mayor de La Solana. Autor, Javier Domenech

Plaza mayor de La Solana. Autor: Javier Domenech

Sin duda, la zarzuela se merece un evento de estas características en nuestro país. Denigrada y olvidada en el último siglo, posee sin embargo una trascendencia histórica innegable que la convierten en el género operístico español por excelencia. Puede decirse que es la forma local de la opereta, género cultivado en otras partes de Europa, y que se basa al igual que la zarzuela en la combinación de partes musicales y partes habladas. Sus antecedentes hay que buscarlos en nuestro añorado Siglo de Oro, cuando autores como Lope de Vega o Calderón de la Barca comenzaron a explorar las posibilidades de esta nueva forma de expresión artística. Sin ir más lejos, la obra de Calderón titulada “El golfo de las Sirenas” fue presentada ya por su autor con el apelativo de zarzuela, el nombre de un pabellón de caza cercano a la capital española donde se estrenaron las primeras representaciones de esta índole.

3. Escena de la zarzuela La Rosa del Azafrán. Autor, ACAZ

Escena de la zarzuela La Rosa del Azafrán. Autor: ACAZ

Durante el siglo XVIII se pusieron de moda las zarzuelas basadas en el estilo operístico italiano, pero fue con la llegada del madrileño Ramón de la Cruz (quien cultivó con gran éxito el sainete) y sobre todo con la entrada del siglo XIX cuando el género de la zarzuela alcanza su apogeo indiscutible. Entra en escena el hoy considerado como padre de la zarzuela, Francisco Asenjo Barbieri, así como el músico y prolífico compositor Emilio Arrieta, quienes se encargan de dar a las composiciones su forma moderna. Aparecen canciones pegadizas que el público aprendía rápidamente, y se adoptan temas costumbristas o cómicos de tradición española, fácilmente amoldables a la estructura heredada de otras épocas: números hablados y cantados; coros, y por supuesto escenas cómicas y a menudo picantes, interpretadas casi siempre por un dúo de personajes.

4. Busto de Ramón de la Cruz, cultivador del sainete. L. Coullaut, 1913

Busto de Ramón de la Cruz, cultivador del sainete. L. Coullaut, 1913

Fue la necesidad de adoptar las representaciones a las crisis ocasionadas por las guerras lo que trajo consigo el llamado “teatro por horas”. De este modo, para la segunda mitad del XIX comenzó a ser frecuente hablar de género chico, o zarzuela en un solo acto, y género grande cuando se incluían dos, tres o más actos…. Claro que el bolsillo de los espectadores comenzaba a marcar estilo, así que el género chico terminó imponiéndose por sus precios más asequibles. Con la llegada del nuevo siglo, la guerra civil española y la posguerra llevaron la zarzuela casi a su total desaparición. Los autores escasean y las obras son costosas de representar en los duros tiempos del hambre y el estraperlo, de modo que resultó inevitable que el género acabase degenerando para dar lugar a una variedad picarona y de fuerte contenido sexual, muy al gusto de aquella época: la revista.

5. Representación de la zarzuela Los Gavilanes. Autor, ACAZ

Representación de la zarzuela Los Gavilanes. Autor: ACAZ

Desde que en 1984 la Semana Nacional de la Zarzuela iniciara su andadura en La Solana, el esfuerzo y la ilusión de sus habitantes por hacer de este género un sello distintivo de la localidad, ha permitido que la población sea conocida ya con el apelativo de “Villa de la Zarzuela”. Para este año 2014 se persigue un ambicioso objetivo: conseguir que el Festival sea declarado de Interés Turístico Nacional, y en base a ello la Asociación Cultural Amigos de la Zarzuela “Federico Romero”, organizadora habitual del evento, presenta un extenso programa de 8 días en el que se incluyen actividades tan variadas como las jornadas escolares tematizadas sobre el mundo de la zarzuela, o la escenificación en la modalidad de popurrí de diferentes obras, todas ellas muy conocidas, a cargo de la compañía lírica Maestro Andrés Uriel. Pero sin duda, los actos más esperados por el público son las seis zarzuelas completas a representar en el Teatro-Auditorio Tomás Barreda de La Solana, entre las que se encuentran «La del manojo de rosas» , «Agua, azucarillos y aguardiente» y  «La Revoltosa».

6. Zarzuela Luisa Fernanda. Autor, ACAZ

Representación de la zarzuela Luisa Fernanda. Autor: ACAZ

Las obras “Los marqueses de Matute” y “La Corte de Faraón”, darán paso el domingo 26 a la zarzuela solanera por antonomasia, “La rosa del azafrán”, cuyo argumento está basado en el inagotable pero frágil don del amor. Frágil como la flor del azafrán, que brota al salir el sol y alegra los corazones tan solo un día, para marchitarse sin remedio con la llegada del crepúsculo. Para los que gusten de una historia bien contada, les dejamos con el curioso relato de los acontecimientos:

7. Recolectando el azafrán. Autor, Jose María Moreno García

Recolectando el azafrán. Autor: Jose María Moreno García

“En una hacienda de La Solana un labrador llamado Juan Pedro es contratado para trabajar los campos, y encandilado por las gracias de Catalina, la pide en matrimonio. Como es costumbre ésta solicita permiso a su ama Sagrario para casarse con él, a lo que la dueña acepta a regañadientes ya que ella también se siente atraída por el guapo labrador. Llega mientras tanto la cosecha del azafrán, y mientras las mujeres de la hacienda extraen los preciosos botones anaranjados, Juan Pedro le confiesa finalmente su amor a Sagrario, pero ésta, aunque enamorada de él, lo rechaza airadamente por ser de una clase social inferior. El pobre labrador decide entonces abandonar la hacienda, totalmente abatido y frustrado por su amor imposible.

8. En busca de los botones de azafrán. Autor, Gabillo

En busca de los botones de azafrán. Autor: Gabillo

Pasa un año, y en ese tiempo Catalina es pretendida por el viudo Moniquito, que aunque apasionado es algo atrevido y de pocos atractivos. Mientras tanto el anciano don Generoso anda medio loco por las calles del pueblo, ya que perdió un hijo en su juventud, y a pesar del esfuerzo de sus vecinos no hay nada que le haga recuperar su cordura. En éstas regresa Juan Pedro a la hacienda, pues no había olvidado a Sagrario (ni Sagrario a él, por supuesto), y al ver su amor tan imposible decide pedir consejo a Custodia, mujer sensata en el pueblo aunque algo alcahueta en sus maneras. Ésta le plantea un arriesgado plan: hacer pasar al labrador por el hijo de don Generoso, de modo que el anciano pueda recuperar la cordura, al tiempo que Juan Pedro aumente sus activos de cara a las pretensiones con Sagrario.

9. Otra vista de la recolección del azafrán. Autor, Jose María Moreno García

Otra vista de la recolección del azafrán. Autor: Jose María Moreno García

En la última escena, la de la boda, Juan Pedro decide liberarse del engaño a que ha sometido a su amada y le cuenta todo… Pero Sagrario ya lo sabía, de modo que finalmente accede al matrimonio con él a pesar de sus diferencias de clase. La historia acaba felizmente y en medio de cantos y bailes de lo más alegres, como es tradición en toda buena zarzuela: don Generoso recupera su cordura y hasta el viudo Carracuco, a pesar de su flojedad y atrevimiento, se casa con Catalina para vivir desde entonces inmensamente felices en la bella y graciosa hacienda manchega”.

Éste es en resumidas cuentas el don de La Solana: la villa que rompió la maldición del amor fugaz, desmintiendo así el triste destino de su flor más preciada y pudorosa: la flor del azafrán.

10. Cielo y trigales. El paisaje de La Mancha. Autor, Fusky

Cielo y trigales. El paisaje de La Mancha. Autor: Fusky

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Almodóvar del Campo. En la tierra de los Encierros más antiguos de España

Almodóvar del Campo. En la tierra de los Encierros más antiguos de España

Con la segunda semana de septiembre se da el pistoletazo de salida en el tranquilo pueblo ciudadrealeño de Almodóvar del Campo a sus Fiestas patronales 2014. Como si quisiera demostrar su importancia, la localidad con el término municipal más grande de Castilla La Mancha y el quinto en el ranking del país, celebra el acontecimiento a bombo y platillo y lo hace dedicándolo consecutivamente a tres santos distintos, para no ser menos que otras fiestas similares: un día en honor a la Virgen del Carmen; otro a San Juan Bautista de la Concepción y por supuesto uno más a su hijo más ilustre, el Doctor de la Iglesia San Juan de Ávila. En estas jornadas el pueblo se engalana por todo lo alto y da rienda suelta a multitud de saraos, a cual más multitudinario, donde no faltan los tradicionales concursos y campeonatos, los certámenes para todas las edades, espectáculos ecuestres y el ya tradicional desfile de carrozas por las calles de la población. En la edición del pasado año participaron en la gala un total de cinco carrozas, que se hicieron acompañar en su recorrido por la Reina y las Damas de Honor, las dos bandas de música municipales y el grupo de cornetas y tambores del Rescatado… Todo un espectáculo para los sentidos que dejó un imborrable recuerdo por su vistosidad y espontaneidad.

2. Panorama de Almodóvar del campo. Autor, Latras

Panorámica de Almodóvar del campo. Autor: Latras

Cabecera del Valle de Alcudia y muy próximo a la ciudad de Puertollano, Almodóvar del Campo tiene una arraigada tradición de ciudad de paso: se trataba de un punto esencial en el Camino Real de la Plata, la vía principal que utilizaban viajeros de toda índole para atravesar las estribaciones boscosas de Sierra Morena. Tras pasar cerca de la laguna que da nombre a la ciudad (Almodóvar, o Al-modowar, significa “el redondo” o “agua en redondo”, en alusión a dicha zona húmeda), los forasteros llegaban al pueblo y se alojaban en las distintas hospederías existentes, donde además de comida disponían de cuadra y forraje para los animales.

3. El espectáculo de los encierros. Autor, Gonzalo Andrés

El espectáculo de los encierros. Autor: Gonzalo Andrés

Lugar clave asimismo en las rutas de trashumancia, los pastos y dehesas próximos eran el destino habitual de los pastores que desde la fría meseta norte llegaban siguiendo el trazado de las cañadas leonesas, segovianas o sorianas. Es quizás esta antiquísima tradición ganadera, que se remonta a los primeros años de la Mesta medieval, la que originó la costumbre de conducir reses bravas hasta el casco urbano con la ayuda de los mozos de la localidad. El espectáculo debió de ser ciertamente llamativo en unas épocas donde la monotonía era ley de vida, y de ahí surgió casi con total seguridad el que puede considerarse el encierro de reses más antiguo de España (con permiso de otras localidades igualmente interesadas, como Cuéllar en Segovia o Ciudad Rodrigo en Salamanca).

4. Bravura y coraje. Autor, Philippe Guintoli

Bravura y coraje. Autor: Philippe Guintoli

Los Encierros de Almodóvar del Campo, declarados en 1991 de Interés Turístico Regional, se citan ya por el año 1591 en los libros de Acuerdos del Ayuntamiento, aunque existen documentos históricos que probarían la celebración de encierros en esta localidad a finales del siglo XV. Antiguamente todas las bocacalles colindantes a la del encierro se encontraban cerradas y cercadas con carros y maderos preparados para tal fin, y en los soportales y otros tramos los vecinos construían sus talanqueras y tendidos para familiares y amigos, que llegaban de lejos para no perderse el espectáculo. Los toriles se hacían con maderos y su confección corría a cargo de carpinteros del pueblo, quienes los dejaban bien asegurados para dar suelta a los toros que luego eran corridos en la plaza por multitud de aficionados.

5. El arte de la tauromaquia. Autor, Kalin Nikolov Koev

El arte de la tauromaquia. Autor: Kalin Nikolov Koev

Hoy los encierros se celebran en los cinco últimos días de las fiestas locales, y comienzan tradicionalmente a la una del mediodía con el tradicional chupinazo. Resulta un espectáculo sobrecogedor esperar el momento culminante de la suelta de reses desde los atajadizos, y aún más correr delante de ellas en la Corredera, lo que atrae a un numeroso respetable procedente de toda la provincia. Las fiestas patronales cuentan además desde el año 2010 con un coso taurino en toda regla (anteriormente los encierros desembocaban en una plaza portátil), permitiendo así el espectáculo añadido de novilladas, suelta de vaquillas, rejoneo y corridas de toros con presencia de estrellas del toreo a nivel nacional…

6. El espectáculo de la dehesa. Autor, Miguel escobar

El espectáculo de la dehesa. Autor: Miguel escobar

Aunque para los menos taurinos la diversión está igualmente asegurada, puesto que no faltan actividades dentro y fuera de las peñas hasta altas horas de la madrugada. Degustación de paella gigante en el recinto ferial; gymkhanas; espectáculos nocturnos de variedades; elección de la Miss de las fiestas… En definitiva Almodóvar del Campo constituye una cita obligada para los próximos días, y que en nuestro caso, desde luego, no nos la vamos a perder por nada del mundo.

7. Capeando el temporal. Autor, Catalina Gracia Saavedra

Capeando el temporal. Autor: Catalina Gracia Saavedra

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Adonde el río nos lleve. Guadalajara, el Alto Tajo y su Fiesta de los Gancheros

Adonde el río nos lleve. Guadalajara, el Alto Tajo y su Fiesta de los Gancheros

El bosque flotante continuó río abajo, guiado por sus pastores. Siempre por el estrecho callejón de sus riscos grises y rojizos; entre los desplomes cubiertos de sabinas y carrascas. Siempre compañeros del agua, clara por la mañana, opaca por la tarde, color del mar al oscurecer. Verde botella, verde gris, verde amarilla, según los arenales, los guijarros o el lodo del cauce, la sombra de los árboles o de las peñas, la calma o la furia del viento encañonado. Siempre en lo fragoso de la sierra, en los estrechos, en los saltos, en las ruderas; siempre por un recio universo de piedra y de invierno”.

Espectacular paisaje del Alto Tajo, en Taravilla. Autor, Fofo

Espectacular paisaje del Alto Tajo, en Taravilla. Autor: Fofo

Llevando troncos hacia el río. Autor, Íñigo González

Llevando troncos hacia el río. Autor: Íñigo González

Estas palabras de la famosa obra de José Luis Sampedro “El río que nos lleva” ilustran de manera muy gráfica el paisaje visual y nostálgico de la “maderada”, el viaje de cientos de troncos que desde los altos de Albarracín circulaban todos los años a lo largo del Tajo hasta llegar a su destino, en los aserraderos y las fábricas de Aranjuez. Las maderadas y los “gancheros”, aquellos heroicos pastores de troncos, desaparecieron hace décadas con la construcción de las presas de Entrepeñas y Buendía, y sobre todo cuando las carreteras y el transporte con camiones hizo demasiado costosa la labor de estas cuadrillas de profesionales, dedicados a tiempo parcial, pero que durante semanas se erigían como los dueños del río y vivían al ritmo que marcaban las crecidas, los vericuetos y los rápidos de la corriente. Una corriente siempre imprevisible, siempre señorial y diáfana como los propios días invernales que soportaron en las altas estribaciones de la Ibérica.

Tranquilo pueblo de Peralejos de las Truchas. Autor, Ángel Martín Expósito

Un tranquilo pueblo: Peralejos de las Truchas. Autor: Ángel Martín Expósito

Gancheros en Peralejos de las Truchas. Autor. El S@lmón

Gancheros en el Tajo, a la altura de Peralejos de las Truchas. Autor: El S@lmón

Afortunadamente los pueblos del Alto Tajo no han olvidado a sus “gancheros”. Como cada año a finales de verano, el recuerdo de la maderada reúne a varias localidades de esta comarca, Poveda de la Sierra, Peñalén, Zaorejas, Taravilla y Peralejos de las Truchas, con el fin de realizar un homenaje festivo y multitudinario a estos hombres y mujeres semi-míticos que a finales de los años 30 del pasado siglo condujeron las últimas grandes maderadas hasta Aranjuez. Todos los pueblos participan de forma cíclica en este acontecimiento, declarado en 2008 Fiesta de Interés Regional, y que este año está previsto se celebre los días 30 y 31 de agosto en la localidad de Peralejos de las Truchas. La Edición de 2014 va a ser sin duda muy especial puesto que servirá asimismo para rendir homenaje a la figura del recientemente desaparecido José Luis Sampedro, autor de la obra que en 1961 sacó del olvido a este oficio esforzado, vital y centenario. En memoria de Sampedro se colocará una placa conmemorativa y una figura de forja que representa a un ganchero en la plaza del Ayuntamiento de Peralejos, uno de los municipios inmortalizados en su celebrada novela “El río que nos lleva”.

Otoño en el Alto Tajo, cerca de Zaorejas. Autor, Elfer

Otoño en el Alto Tajo, cerca de Zaorejas. Autor: Elfer

Peñalén, en el Alto Tajo. Autor, Sonsaz

Peñalén, otro de los municipios del Alto Tajo. Autor: Sonsaz

“La Fiesta Ganchera” reúne todos los años a miles de personas para contemplar la tradicional saca de la madera, cuando se liberan los troncos en el espectacular escenario del río Tajo para retirarlos luego a tiro de caballería, tal y como se hacía tradicionalmente hace apenas sesenta años. Son los mozos (y no tan mozos) del pueblo, los encargados de conducir el rebaño de troncos de pino por la corriente, y desde primera hora de la mañana los paisanos reciben a todos los visitantes con un obsequio para la ocasión (en la edición del pasado año triunfó el aguardiente y las rosquillas). Ya en el río, autóctonos y turistas se agolpan en ambas orillas, sobre los puentes, sobre las pasarelas o en cualquier otro elemento que sirva de mirador, a fin de observar del mejor modo posible el paso de la mítica maderada. Es frecuente que la espera se acompañe de la música de los dulzaineros, elevándose en inconfundibles tonos pastoriles por encima del fragor de los rápidos y del viento arremolinado en las altas copas de los pinos. Y así, en medio de un paisaje espectacular de cortados, huertas feraces y extensas masas forestales, arracimadas allí donde las escabrosidades del terreno lo permiten, con el aroma a resina flotando en el ambiente y la sempiterna voz del río dominándolo todo, llega el momento feliz en que tras uno de los recodos del Tajo se ven aparecer los primeros troncos del “rebaño”. Y sobre ellos, guardando hábilmente el equilibrio con pies firmes, vislumbramos de nuevo la silueta sin edad de los “gancheros” en un espectáculo de rabiosa certidumbre histórica, aunque a todos nos parece sacado de las páginas de una novela.

Gancheros creando un cauce artificial de troncos. 1929. Autor, Nemo

Gancheros creando un cauce artificial de troncos. 1929. Autor: Nemo

El río Tajo en Peralejos de las Truchas. Autor, El S@lmón

El río Tajo en Peralejos de las Truchas. Autor: El S@lmón

Los “gancheros”, unos en el agua y otros en equilibrio sobre los troncos, conducen un grupo de unos cincuenta árboles que en nada se asemeja a las almadías y los “bosques flotantes” de antaño. Pero resulta suficiente para recomponer la imagen nostálgica de la jornada. La cuadrilla avanza poco a poco por el río, navegando cuando la corriente lo permite o arrastrando los troncos en los vados, allí donde el agua es demasiado escasa y el fondo se vislumbra apenas a un par de palmos. Acabada la faena, aplausos, abrazos y felicitaciones a los héroes que un año más nos han deleitado con la figura perdida del “pastor de árboles”. Juegos tradicionales, muestras de corte de troncos y las consabidas jotas amenizarán un final de fiesta donde solo queda que los grupos de locales y turistas se desperdiguen a cientos por las alamedas, como todos los años, para comer y regocijarse en los frescos prados que abundan junto al río. Pero de alguna manera, y aunque todos sepamos que la fiesta volverá a repetirse en próximas ediciones, este año será sin duda distinto a otros: cuando el visitante escuche los silbidos de los “gancheros” más allá del recodo, todavía invisibles a la vista; cuando al fin los vea aparecer sobre las aguas en un cuadro de arrolladora vitalidad, perfilados contra el agreste y bello paisaje del Alto Tajo, no podrá evitar sentir que el autor de “El río que nos lleva” llega también con ellos bajando el río como ya lo hizo entonces. Junto a Shannon, “el Americano”, “la Paula” y el resto de compañeros de ese viaje realizado en los años cincuenta, inmortales todos en nuestra memoria gracias a unas páginas forjadas en oro, y que revelan sin duda a uno de los principales representantes de la narrativa contemporánea española del siglo XX.

Jose Luís Sampedro. Autor, Javier Luengo

José Luis Sampedro. Autor: Javier Luengo

Hasta siempre, José Luís. Autor, Julio Codesal

Hasta siempre, José Luis. Autor: Julio Codesal

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El oficio de separar el grano. Eras y trillas en La Mancha (2ª parte)

El oficio de separar el grano. Eras y trillas en La Mancha (2ª parte)

Las eras se construían en parcelas amplias de tierra, de unos 800 o 1000m², con el fin de tener espacio suficiente para las parvas y el trabajo constante de trillar, limpiar, acarrear y cargar el grano. Muchas eran de trazado rectangular, aunque las había circulares y de otras formas en función del terreno disponible. También según el terreno podían construirse atendiendo a 2 modelos distintos: las eras de tierra, también llamadas “terrizas”, y las empedradas. Estas últimas, de elaboración más compleja, tenían una resistencia mucho mayor y podían aguantar durante décadas con un mínimo mantenimiento.

En el caso sencillo de las terrizas, al dueño le bastaba con disponer de un terreno duro, firme y bien asentado. Entonces se limpiaba de rocas y vegetación, allanándose la extensión principal mediante un rodillo de piedra de gran peso conocido como «rulo». En el proceso de allanado se humedecía previamente el suelo para facilitar la compactación, y de seguido empezaba el trabajo de rodar la era, es decir, dar vueltas y más vueltas con la mula tirando del rulo hasta cubrir por completo toda su superficie. Solo al concluir el «paseo» la era quedaba lista para la trilla. Ciertamente el trabajo de construcción de terrizas resultaba muy sencillo, aunque en zonas donde había varias eras colindantes se adornaba un poco más el conjunto colocando lajas de piedra clavadas verticalmente por todo el perímetro, a modo de mojones. En la siguiente temporada de siega, el propietario únicamente tenía que limpiar la superficie de cardos y otras plantas silvestres antes de proceder al acarreo de la mies.

2. Trillando la parva en Villahermosa. Años ochenta. Autor, foto Arcángel Sánchez Briz

Trillando la parva en Villahermosa. Años ochenta. Autor: Arcángel Sánchez Briz

Otra cosa muy distinta eran las eras empedradas. Su elaboración resultaba mucho más costosa y se llevaba a cabo por cuadrillas dedicadas específicamente a este cometido. Las piedras utilizadas eran normalmente de roca caliza, más abundantes en el centro y este de la comarca, pero también se usaban lajas de piedra rodeno y cantos de río que se traían de lugares a menudo situados a gran distancia. Las eras empedradas comenzaban a construirse a finales de verano, una vez acabada la temporada de siega y trilla y antes que llegasen las lluvias de otoño. De esta forma la era podía quedar en reposo durante casi nueve meses (hasta dos años según los casos), tiempo suficiente para que la hierba y otras plantas formasen un denso tapiz de raicillas que apelmazasen y fijasen todo el conjunto. Hay que tener en cuenta que el empedrado se realizaba sin ningún tipo de mortero, de modo que resultaba obligado un plazo más o menos amplio de inactividad durante el cual la era no podía ser utilizada.

3. Limpiando el grano, una vez trillado. Autora, Plácida

Limpiando el grano, una vez trillado. Autora: Plácida

Para la construcción de una era empedrada había que elegir bien el terreno. Se situaban siempre en una zona alta y a ser posible abierta a todos los vientos, y a menudo también en lugares con pendiente, haciéndose necesario entonces construir un murete de piedra para asegurar el terreno. La cuadrilla contratada empezaba el trabajo allanando previamente el terreno con picos y palas a fin de nivelar toda la superficie y eliminar los altos y hondonadas del perfil. Todo el material extraído en este proceso se acarreaba por peones, muchas veces niños o adolescentes, que lo iban depositando poco a poco en montones hacia la parte exterior. El trabajo era duro y no estaba exento de percances. Después de la guerra civil fue relativamente frecuente encontrar granadas y explosivos perdidos en los alrededores de cualquier pueblo, y se dieron casos de accidentes mortales cuando un trabajador hacía explotar accidentalmente con su pico alguno de estos artefactos durante la construcción de la era.

El duro trabajo de la trilla. Autor, Pelayo2

El duro trabajo de la trilla. Autor: Pelayo2

Una vez nivelado del terreno comenzaba el proceso de empedrado. Para ello se tendían unas guías de cuerda de un extremo a otro y se colocaban bajo ellas las hileras de piedra maestra, de mayor tamaño que el resto. La cuadrilla trabajaba sin ningún tipo de mortero, añadiendo simplemente una base de tierra suelta procedente de los montones y «maceando» después cada piedra, hundiéndola y fijándola en esta base blanda mediante golpes de mazo. Una vez colocadas conformaban las “calles”, de unos 3 metros de anchura, donde los obreros plantaban seguidamente los guijarros de menor tamaño a modo de mosaico. El procedimiento era similar al de las lajas principales: tierra suelta debajo, piedras encima y un constante “macear” para asegurarlas bien al terreno, que quedaba así perfectamente compactado. Solo cuando las eras se construían en un terreno muy inclinado, el trabajo se completaba con un muro externo de piedra a fin de que no hubiese deslizamientos pendiente abajo.

Con la finalización del empedrado, la cuadrilla procedía finalmente a un trabajo de ampliación utilizando la tierra de los montones desalojada en la fase inicial. Esta tierra se extendía alrededor formando un anillo de varios metros de anchura, que se allanaba al igual que el resto obteniendo una era mucho más amplia que la inicial, con una parte interior de piedra y otra externa de tierra apisonada. Todo el conjunto quedaba así listo para la siguiente temporada, aunque a veces se dejaba reposar hasta dos años para que hierbas y raíces compactasen bien el terreno y quedase en perfectas condiciones para el duro trabajo de la trilla.

Aventando garbanzos. Horencio. Años ochenta. Autora, Plácida

Aventando garbanzos. Horencio. Años ochenta. Autora: Plácida

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El oficio de separar el grano. Eras y trillas en La Mancha (1ª parte)

El oficio de separar el grano. Eras y trillas en La Mancha (1ª parte)

En toda La Mancha y a principios de junio, con el inicio de la siega, comenzaba también para trilladores y “ereros” el arduo trabajo de trillar la mies, es decir, cortar la paja y espigas de la parva para liberar el grano. Durante todo el verano y medida que llegaban las galeras cargadas de candeal desde los campos cercanos, los “ereros” (gañanes a cargo del dueño encargados del trabajo en la era) descargaban las gavillas e iban agrupándolas en un gran montón llamado “hacina”. Galera tras galera, el candeal recién segado iba al suelo con la ayuda de horcas, y después se acumulaba a la espera de extender la parva y dejarla lista para la labor de las mulas y el trillador. Muchas de estas eras han desaparecido a medida que los pueblos crecían y se iban construyendo nuevas casas, barrios o naves de ganado. Pero todavía se conservan algunas de nombres evocadores, cuya sola mención nos trae a la mente unos tiempos y quehaceres hoy ya relegados al olvido.

Trillando en la estepa. Autor, Lito Encinas

Trillando en la estepa. Autor: Lito Encinas

Las eras eran terrenos llanos, de grandes dimensiones, construidas siempre en un espacio abierto en las inmediaciones del pueblo y normalmente de forma rectangular o circular. Por supuesto también existían eras en los cortijos, pero el volumen de trabajo en las cortijadas siempre era mucho menor. Trillar cerca del casco urbano facilitaba el acarreo de la mies desde los campos, así como el proceso de almacenaje y venta posterior del grano. En el pueblo confluían los principales caminos que atravesaban el término y allí se encontraban también los silos de la cámara agraria, adonde iba a parar la práctica totalidad de la cosecha.

Estructura de una era empedrada. Villahermosa, en el Campo de Montiel

Estructura de una era empedrada. Villahermosa, en el Campo de Montiel

El emplazamiento de la era tenía su importancia: debía estar siempre en lugares elevados y lejos de edificios, árboles u otros elementos que impidiesen la libre circulación del aire. Y es que en la era también se realizada la labor de “aventar”, es decir, separar la paja del grano de candeal mediante la acción del viento. Los “ereros” sabían que en una era abierta a todos los vientos podían trillar y aventar simultáneamente sin esperar a que soplase el aire en la dirección adecuada (lo que a veces tardaba días en producirse). Las eras se construían con un empedrado consistente en lajas de roca, normalmente de piedra caliza, con lo cual el trillado mejoraba en efectividad y se atenuaba además el grave deterioro a que estaban sometidas a lo largo del año: en verano por el paso de las galeras y el pisoteo continuo de animales y hombres; y en invierno por las inclemencias del tiempo, lo que obligaba a menudo a una reparación periódica para asentar y asegurar de nuevo el terreno.

Las eras tenían asimismo cierto detalle que las hacía todavía más eficaces: una suave inclinación. Y es que, con el fin de evitar que las lluvias encharcasen el terreno y lo inutilizasen, siempre se construían con una ligera pendiente para facilitar la evacuación del agua hacia el extremo más bajo. Así, mientras trilladores y gañanes corrían a guarecerse con la repentina aparición de una “nube” de verano, el agua corría por la lisa superficie de la era y, una vez escampado, quedaba libre de charcos y dispuesta rápidamente para el trabajo…

Trillando en los años ochenta. Autora, Plácida

Trillando en los años ochenta. Autora: Plácida

Las eras fueron de gran importancia en zonas de secano de todo el interior de España, donde una gran proporción del término se dedicaba al cultivo del cereal. Sin embargo, estas explanadas no se destinaban únicamente a grano y servían también para otros productos tan comunes como las legumbres (garbanzos, guijas o lentejas), cuya producción local era igualmente notable. Del volumen de trabajo que allí se llevaba a cabo da idea el gran número de eras que todavía se conservan en la mayoría de los municipios rurales, rodeando en ocasiones todo el perímetro del casco urbano: en definitiva, no existía zona donde estos terrenos llanos y empedrados no flanqueasen la entrada a la población, una presencia que hoy en día sigue formando parte del paisaje físico, cultural y también nostálgico del gran territorio manchego.

Barriendo el cereal antes de limpiarlo. 1955

Barriendo el cereal antes de limpiarlo. 1955

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Villanueva de los Infantes y el origen de sus Cruces de Mayo (3ª Parte)

Villanueva de los Infantes y el origen de sus Cruces de Mayo (3ª Parte)

La tradición de las cruces de Mayo adquiere en Villanueva de los Infantes una notoriedad especial, debido sobre todo a la amplia tradición existente y al entusiasmo con que jóvenes y mayores, residentes y visitantes, llevan a cabo en estas fechas las abundantes muestras de fervor popular. Ya a finales de abril se abrió la XIX Muestra Comarcal de Mayos en el Auditorio municipal La Encarnación, donde las rondallas locales tuvieron que interpretar un Mayo y una pieza extraída de su repertorio.

Este estreno viene ni que pintado para la denominada Noche de las Damas, cuando las mismas rondallas recorren al anochecer calles y plazas del pueblo «echando el Mayo» a las señoras de sus desvelos. Por supuesto la primera Dama es Nuestra Sra. de la Antigua, y la tradición exige empezar cantando el «Mayo a la Virgen» frente a la puerta de la Iglesia Parroquial.

2º premio Concurso de Cruces año 2014. Autor, Mariano Perez Gabaldón

2º premio Concurso de Cruces año 2014. Autor, Mariano Perez Gabaldón

El momento culmen comienza a las tres de la tarde del día 2 de mayo, cuando se encienden las hogueras que por todo el casco urbano señalarán la presencia de una Cruz. Existen multitud de capillas en las calles donde, normalmente por promesa u ofrenda de alguna familia, puede erigirse una Cruz. Pero éstas también suelen levantarse en el interior de las viviendas, normalmente en una habitación próxima a la entrada a fin de poder recibir las constantes visitas que se sucederán durante las siguientes 24 horas. Antiguamente el mantenimiento de las Cruces corría a cargo de los vecinos de la calle donde se ubicaba la capilla. Cuando ésta no existía (o el espacio resultaba insuficiente para albergar al público) se incrementaba el espacio con galeras y esteras sujetas con palos.

Plaza Mayor de Vva. de los Infantes. Autor, Castor Game

Plaza Mayor de Vva. de los Infantes. Autor, Castor Game

Y es que la contemplación de estas Cruces era y es el alma de la celebración, de modo que cualquiera puede asistir recibiendo a cambio el tradicional ponche y «puñao», es decir, un aperitivo de corte sencillo pero emotivo compuesto por trigo tostado, anises, cañamones y palomitas de maíz. Para aquellos que lo deseen la hospitalidad de las «peanas» o custodias de la Cruz es todavía mayor, y así resulta todo un honor acceder hasta el «Charco» para recibir dulces y otros comestibles todavía más sabrosos. A la Cruz acuden las cuadrillas de «mayeros» para cantar el Mayo de la Cruz, un tipo de composición en la que las coplas pícaras ceden el protagonismo a escenas de la Pasión del Señor.

Cantando el mayo. Autor, Mariano Perez Gabaldón

Cantando el mayo. Autor, Mariano Perez Gabaldón

La ornamentación de las Cruces ha sufrido muchos cambios a lo largo del tiempo. A principios de siglo era sobre todo a base de motivos naturales: flores, macetas con rosales y otras plantas, romero oloroso y abundante iluminación a base de candelabros con cirios de cera. Con la llegada de la luz eléctrica (inaugurada en el verano de 1903) comenzó la era de las bombillas de arco voltaico, que se combinaban para formar llamativos reclamos junto a encajes, colchas, mantones y algún que otro espejo estratégicamente dispuesto para incrementar el efecto de los adornos.

Caminando todos juntos por el Campo de Montiel. Autor, Mancomunidad Campo de Montiel

Caminando todos juntos por el Campo de Montiel. Autor, Mancomunidad Campo de Montiel

En aquellos años podían participar hasta dos bandas de música, las cuales se esmeraban y competían durante la jornada tocando «mayos» de calle en calle. Hoy esa tradición ha cedido su protagonismo al encanto de las rondallas, que al caer la noche se «enseñorean» del pueblo para gozo de los amantes de la trasnochada. Pero entonces la noche era también de fiesta, y hasta tal punto fue así que llegaron a pregonarse bandos pidiendo moderación a los “mocicos”. Otros «mayos» de renombre fueron los dedicados a Jesús Nazareno de Santo Domingo, el ya citado a la Virgen, y los del Cristo de la Piedad y Jesús Rescatado.

Una deliciosa tarta de Santiago. Autor, Bollitttos

Una deliciosa tarta de Santiago. Autor, Bollitttos

Así pasaban las horas hasta la llegada de la luz del día, el 3 de mayo, cuando por aquellos años se oficiaba el acto religioso más importante de la festividad: la Sagrada Misa en la parroquia. Antes, la denominada Santa Cruz de las Reliquias era sacada a hombros por toda la plaza: se trataba de una obra de gran valor artístico ubicada en la hornacina de un retablo neoclásico, existente donde hoy podemos admirar el retablo de Santo Tomás. Eran las horas previas al final de la celebración. Y a las tres de la tarde, como una medianoche de Cenicienta, las hogueras se apagaban y el encanto de las Cruces pasaba el relevo a cierta resaca de canciones, de misticismo satisfecho y de pasión por unas tradiciones que, todavía hoy, se mantienen adornando la ya esmerada historia de los infanteños. Las Damas se recogen, las rondallas guardan sus coplas e instrumentos y las macetas vuelven a adornar, como cada año, la blancura inmaculada de los patios manchegos… Es el momento de descansar. Y tal como entonces, las Cruces de Mayo duermen ya a la espera de una nueva y aún más esplendorosa edición que engalane la primavera.

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Logroño, San Bernabé, o ir de Tapas sin morir en el intento

Logroño, San Bernabé, o ir de Tapas sin morir en el intento

Logroño, junio de 1521. La ciudad se encuentra sitiada por tropas franco-navarras, ansiosas de infringir un varapalo a Carlos V en el corazón de su Imperio. Según la leyenda los logroñeses sobrevivieron esos días gracias al trigo guardado en los graneros de la ciudad, el vino de las bodegas y las truchas y otros peces que conseguían atrapar del río Ebro, gracias a incursiones clandestinas por corredores ocultos bajo la muralla. Nunca se vio más solicitado (y deseado) el único buey vivo que quedaba en Logroño. Pero a nadie se le ocurrió sacrificarlo para calmar las hambres, y es que los sitiados se sirvieron del animal para engañar al enemigo mediante la estratagema de cebarlo con todo aquello que encontraban, y de lo que se privaban ellos mismos, para después exhibirlo con orgullo por encima de las murallas. Los franceses, al ver cabestro tan orondo, pensaban que la comida sobraba allí hasta para el ganado y más de uno se planteó cambiar de bando…

Paisaje de la Rioja. Autor, Pake

Paisaje de la Rioja. Autor: Pake

El 11 de junio la ciudad fue liberada por las tropas castellanas al mando del Duque de Nájera, cosa que se celebró por todo lo alto y, nos tememos, con muy malos augurios para el resignado buey. El consistorio decidió por ello nombrar al santo del día, San Bernabé, como patrón de Logroño, y celebrar grandes festejos cada año a partir de entonces a fin de recordar este feliz acontecimiento. Hoy las fiestas, declaradas de Interés Turístico Regional, tienen un programa mucho más variado que en 1521, y mientras los enamorados se preparan para pasar a la pata coja bajo el arco conmemorativo de la calle Portales, el resto de la ciudad exhibe un sinfín de pasacalles, mercados renacentistas, espectáculos pirotécnicos y danzas folklóricas a cuál más espectacular. Todo culmina con la fiesta grande y la procesión solemne del Santo, acompañada por una espectacular recreación histórica del sitio de Logroño a cargo de voluntarios y peñas disfrazados de época.

Recreación Histórica del sitio de Logroño en 1521

Recreación Histórica del sitio de Logroño en 1521. Autor: Pacoperez6

Restos de la muralla medieval de Logroño. Autor, Jynus

Restos de la muralla medieval de Logroño. Autor: Jynus

Pero sin duda los protagonistas destacados durante estos festejos son las tapas y pinchos propios de la zona. Mucha hambre debieron de pasar los logroñeses en el sitio de 1521, y hoy solo hay que pasearse tranquilamente por la ciudad para comprobarlo: el 8 de junio, degustación de tapas de huevos con longaniza a cargo de la casa de Aragón, seguida de degustación de tapas de chistorra y queso del Roncal a cargo de la Casa de Navarra; al día siguiente más de lo mismo: a un lado, peña Simpatía reparte gulas; otra responde enfrente con magret de pato y setas; la asociación de vecinos del Centro Histórico enarbola sus zapatillas de jamón, mientras que el Hogar Extremeño y el Centro Gallego se defienden, respectivamente, con surtido de quesos y deliciosos platos de pulpo acompañados de Ribeiro.

Llega el 10 de junio, y si para entonces os viene a la mente lo de la dieta, olvidadlo: es el momento de atender las tradicionales fresas con vino, los choricitos y el festival de pinchos preparado por las peñas logroñesas. El secreto está en una buena planificación y en no dejarse llevar por el desaliento.

Río Ebro a su paso por la Rioja. Autor, John

Río Ebro a su paso por la Rioja. Autor: John

Pero esto no es nada para lo que aguarda a los visitantes durante los dos últimos días. Como es tradición, la Cofradía del Pez inicia su gran acontecimiento anual del 11 de junio con el reparto de peces, pan y vino, en recuerdo de aquellos escasos manjares que sostuvieron a los sitiados frente al ejército francés. Durante la última edición se distribuyeron nada menos que 900 kilos de trucha, 22.000 bollos de pan y 1.000 litros de vino, lo que en conjunto sumó la friolera de 22.000 raciones para todos los asistentes.

Plaza del Mercado en logroño. Autor, Comakut

Plaza del Mercado en Logroño. Autor: Comakut

Muestra de tapas en Logroño. Autor, Thirstforwine

Muestra de tapas en Logroño. Autor: Thirstforwine

¿Deja la historia más excusas para seguir comiendo? ¡Sí! El guisado de buey. Y ya podéis dar la dieta por perdida. Según ordena el voto de San Bernabé instituido en 1522: “Después de comer en la fiesta de San Bernabé, se han de correr tres o cuatro toros (…) Y el mayordomo tenga guisado para comer el toro que el día de antes se matare, y pan y vino”. Así, en la plaza del Mercado es tradición que se hagan dos filas de personas: una para recoger platos de buey guisado, y otra para generosas raciones de migas con chorizo, panceta, cebolla y pimentón picante… Nuevamente, el truco consiste en repartirse entre las dos filas y comer de todo sin desfallecer. Ánimo con el toro, y ¡Feliz San Bernabé 2014!

Tapas y Camino de Santiago en Logroño. Autor, Marc Kjerland

Tapas y Camino de Santiago en la ruta hacia Logroño. Autor: Marc Kjerland

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Villanueva de los Infantes y el origen de sus Cruces de Mayo (2ª Parte)

Villanueva de los Infantes y el origen de sus Cruces de Mayo (2ª Parte)

Santa Elena murió rogando a todos los creyentes que honraran la conmemoración del día en que fue encontrada la Cruz el 3 de mayo. Esta fiesta, en su vertiente popular, es una de las más señaladas de Villanueva de los Infantes, aunque hay que decir que posee también hondo arraigo en numerosas poblaciones del resto de España. La celebración de la Cruz de Mayo tal y como la conocemos nació en el siglo XVIII (probablemente sea todavía más antigua, aunque la ausencia de referencias documentales no nos permite asegurarlo) y alcanzó su máximo esplendor en el periodo decimonónico. Destacan para entonces las cruces de tamaño natural custodiando las calles, o en el interior de las casas, y la profusión de flores, pañuelos, macetas, candelabros o cuadros piadosos con que aparecen adornadas ante el asombrado espectador.

La plaza Mayor. Autor, Ernegon

La plaza Mayor. Autor, Ernegon

Este año el pregón de las cruces ha estado a cargo de Carlos Chaparro Contreras, pero ya a finales de abril las calles se han visto inundadas por la pasión musical de las rondallas, que recorren el pueblo “echando el mayo” a las damas objeto de sus desvelos (y a las que no, también). Y es que, de carácter mucho más profano, las rondallas adquieren un marcado carácter clásico que entronca directamente con la poesía amorosa medieval, la de los trovadores de la lírica provenzal que entró en la Península a lo largo de los siglos XIII-XIV y que fue popularizada en plazas, villorrios y palacios por los juglares.

La Asociación Cruz de Santiago canta el mayo. Autor, Excmo. Ayuntamiento de Vva. de los Infantes

La Asociación Cruz de Santiago canta el mayo. Autor, Excmo. Ayuntamiento de Vva. de los Infantes

Es cierto que en Villanueva de los Infantes existen mayos de naturaleza religiosa, pero sin duda es el “mayo de las Damas” el que destaca por su espontaneidad y su relación inequívoca con la obra de Don Miguel de Cervantes “El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha”. Resulta electrizante rememorar ahora el efecto que produce la visión de estos galanes empedernidos, durante la templada noche que cierra el mes de abril, recorriendo las mismas calles que vieron salir al inmortal caballero en pos de aventuras y lances gloriosos que le hiciesen merecer el amor de la sin par Dulcinea del Toboso. Las rondallas están formadas sobre todo por hombres jóvenes que cantan bajo el balcón acompañados por el son de guitarras y bandurrias…

Esas son tus cejas
Dos arcos del cielo
Que el sol con sus rayos
No pudo romperlos.

Trovador de la Edad Media. Autor, desconocidoTrovador de la Edad Media. Autor, desconocido

…mientras que la declaración de intenciones, como no podía ser de otra forma, se recrea en la visión idealista y primaveral de las beldades de la amada, haciendo de cada uno de sus atributos un verdadero regalo del cielo:

Esas tus mejillas
Dos grandes violetas
No ha llegado mayo
Y ya están abiertas.

Esos son tus ojos
Luceros del alba
Que cuando los abres
La noche se aclara.

Continuará…

Atardecer en el Campo de Montiel. Autora, Elvira Uzábal

Atardecer en el Campo de Montiel. Autora, Elvira Uzábal

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Villanueva de los Infantes y el origen de sus cruces de mayo (1ª parte)

Villanueva de los Infantes y el origen de sus cruces de mayo (1ª parte)

En estos días de plenitud primaveral las fiestas de las Cruces de Mayo se presentan como un encuentro cristiano de primerísimo orden, impregnado además con la exaltación pagana de la estación de la siembra y la fertilidad. En Villanueva de los Infantes, en pleno Campo de Montiel, las Cruces de Mayo son por añadidura una ocasión especial y evento destacado en el panorama festivo de Castilla-La Mancha, puesto que la celebración está declarada de Interés Turístico Regional desde el 23 de marzo de 1999.

Cruz de Mayo en el Convento Franciscano de Villanueva de los Infantes. Mayo 2010. Autor, Soy Cofrade

Cruz de Mayo en el Convento Franciscano de Villanueva de los Infantes. Mayo 2010. Autor, Soy Cofrade

A pesar de su clara afinidad cristiana, la fiesta de la Santa Cruz tiene orígenes oscuros, perdidos en la incógnita de los ritos precristianos que proliferaron en toda Europa antes de la llegada de los primeros evangelizadores. En España aparece ya establecida en época mozárabe, pero es sabido que esta celebración procede a su vez de antiguos ritos griegos y fenicios relacionados con el cambio de estaciones. La fiesta fenicia de exaltación de la primavera se denominaba, precisamente, mayumea. Los celtas la llamaban en cambio Beltane y marcaba el comienzo de la temporada de verano, cuando los pastores conducían al ganado a las tierras de pasto situadas cerca de las cumbres. Los pueblos celtas encendían hogueras en las montañas, y durante la jornada principal adornaban de flores y abalorios un tótem sagrado, lo que a su vez se acompañaba de danzas, cánticos y diversos rituales de significado religioso y político.

Plaza Mayor de Villanueva de los Infantes. Autor, Dubas

Plaza Mayor de Villanueva de los Infantes. Autor, Dubas

Con la llegada del cristianismo los tótems y ritos paganos se sustituyeron por la imagen de la Santa Cruz. En España la festividad de las Cruces de Mayo estaba ya firmemente arraigada durante la Alta Edad Media, relacionándola con el hallazgo de la auténtica cruz de Cristo por Santa Elena en el año 326. Efectivamente, durante el viaje que la emperatriz Elena de Constantinopla (madre del que fue gran Emperador Constantino I el Grande) realizó a Jerusalén con objeto de encontrar el Santo Sepulcro, ésta hizo demoler el templo pagano situado en el Calvario de la ciudad santa, allí donde los sabios judíos afirmaban que se había dado muerte al Salvador.

Escultura Memento Mori. Cementerio de Villanueva de los Infantes. Autor de la fotografía, Carlos Chaparro Contreras

Escultura Memento Mori. Cementerio de Villanueva de los Infantes. Autor de la fotografía, Carlos Chaparro Contreras

Según la leyenda la emperatriz encontró tres cruces: una de ellas debía ser la de Jesús, mientras que las otras pertenecerían a los dos ladrones. Como era imposible averiguar a ciencia cierta cuál de las tres cruces sería la de Cristo, Santa Elena hizo traer el cadáver de un hombre recientemente fallecido, el cual, al entrar en contacto con la verdadera cruz, o Vera Cruz, resucitó. La emperatriz y su hijo Constantino hicieron construir en el lugar del hallazgo un fastuoso templo que llamaron Basílica del Santo Sepulcro, donde desde entonces se guarda la reliquia objeto de esta antiquísima celebración.

Continuará…

Valle del río Jabalón. Autor, Entorno Jamila

Valle del río Jabalón. Autor, Entorno Jamila

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El Valle de Erro y la senda de los Contrabandistas

El Valle de Erro y la senda de los Contrabandistas

En el norte de Navarra, tan solo a unos kilómetros de la frontera francesa y el Camino de Santiago, el valle de Erro despliega en estas fechas todo el esplendor de sus galas primaverales. Las cumbres del macizo de Alduide, todavía hoy cubiertas de nieve, protegen un enclave idílico de arroyos, montañas, florestas y caseríos en pleno Pirineo Occidental, y los separan de otros valles con nombres tan evocadores como el de Arce o el de Baztán, este último atravesado por el río Bidasoa. Un país de gentes duras y de ganado, como demuestra la reciente celebración el pasado sábado de la marca de Baigorri, y el paso de 240 vacas francesas para veranear en la pradería comunal de Sorogain. El acto, que atrae a numerosos visitantes, se cerró con la comida popular a base de carne de vacuno y trucha de la zona, y fue amenizada por las voces de un grupo de bertsolaris, que ensalzaron en euskera las gestas heroicas de este pueblo de pastores.

2. Marca de ganado en Sorogain. Autor, Carlos Octavio Uranga

 Marca de ganado en Sorogain. Autor: Carlos Octavio Uranga

Vaca paciendo en un prado de montaña. Autor, Jozelui

Vaca paciendo en un prado de montaña. Autor: Jozelui

El clima en Erro es muy húmedo, fecundo en nieblas otoñales y nieve de invierno que propicia la existencia de bosques como el Quinto Real, una de las extensiones de hayas más importantes de Navarra. Rincones misteriosos cubiertos por el velo del tiempo, como la magnífica cueva de Arpea, o los dólmenes funerarios en Sorogain. Paisajes verdaderamente feéricos donde la imaginación del visitante se desborda. Es el Pirineo más verde, más lluvioso, más exuberante. Pero es también la tierra del estraperlo por excelencia, donde los pasos silenciosos del contrabandista atravesaban cada noche infinidad de regatos y largos terraplenes de hierba en la más completa oscuridad, en busca de los collados que daban paso a los valles fronterizos.

Construcciones megalíticas en el valle de Erro. Autor, Erizu

Construcciones megalíticas en el valle de Erro. Autor: Erizu

Contrabandista en un puerto pirenaico. Paul Gavarni. Cromolitografía. 1829

Contrabandista en un puerto pirenaico. Paul Gavarni. Cromolitografía. 1829

Aunque el contrabando (o paso clandestino de mercancías prohibidas) existió desde siempre en estas montañas, su auge se inició con las guerras Carlistas del siglo XIX mediante el abastecimiento de áreas aisladas o el paso de refugiados, ya fuese entre zonas carlistas y liberales, o desde ambas hasta la frontera con Francia. En otras ocasiones se cruzaba también ganado, pero en realidad el grueso del estraperlo consistía en productos básicos de consumo como azúcar, café o cobre, entonces considerados de lujo y de los cuales se extraían importantes ganancias. Este contrabando no era necesariamente una actividad de subsistencia y se practicaba a diario por numerosas familias de los valles como otra forma más, aunque peligrosa, de ganarse la vida.

Bosques navarros de ls Selva de Irati. Autor, MC SimónE

Bosques navarros en el Quinto Real. Autor: MC SimónE

En realidad pasaban cualquier cosa y de cualquier manera, siempre que hubiese pingües beneficios para el que arriesgaba. En una ocasión los contrabandistas cruzaron a Francia un Seat recién salido de fábrica, para lo cual se ocultó el vehículo en un carro lleno de hierba. Y es famosa la anécdota sobre el muchacho del cercano valle de Baztán, que todos los días atravesaba la frontera en bici transportando un gran bulto en la parte de atrás. Cuando los guardias le daban el alto y le obligaban a abrirlo, el paquete siempre estaba misteriosamente vacío. Mucho tiempo después se descubrió que el negocio consistía en las bicicletas.

Pueblo de Villanueva de Arce, junto a Erro. Autor, Rahego

Pueblo de Villanueva de Arce, junto a Erro. Autor: Rahego

Hayas del bosque de Irati. Autor, Rufino Lasaosa

Hayas del bosque de Irati. Autor: Rufino Lasaosa

El estraperlo de Erro está repleto de historias de travesías en la nieve, de noches al raso y huidas precipitadas a través de los campos de nieve o los bosques, con la Guardia Civil pisando los talones a los fugitivos. Está tan presente en la memoria del valle y sus aledaños que, en realidad, puede decirse que forma parte de su cultura más arraigada, al igual que los prados, los bertsolaris o las marcas de ganado. Es imposible calcular cuantas fortunas familiares se han amasado gracias al mercadeo clandestino, pero se sospecha que muchos caseríos deben su gran auge de los siglos XIX y XX, precisamente, a estas correrías nocturnas entre valles vecinos.

Contrabandistas. Guasavo Doré (1832-1883). Grabado

Contrabandistas. Gustavo Doré (1832-1883). Grabado

El negocio era generalizado y se daba el caso de parejas de la Benemérita confraternizando con las mismas familias que luego, al amparo de la noche, se escabullían de su vigilancia cargados de mercancías y camino del puerto. Claro que, para evitar problemas, nada mejor que la argucia de los montañeses y su calzado mágico. Al igual que uno de aquellos maravillosos cuentos infantiles de Perrault, los contrabandistas usaban zuecos de madera con la suela tallada del revés, y mientras la autoridad corría en pos de unas huellas de ida, ellos en realidad ya estaban de vuelta. Eso por no hablar de las suelas con forma de herradura o de pezuña de vaca… Maravillas de la vida montañesa.

Bosques navarros de la Selva de Irati. Autor, Danel Solabarrieta

Atardecer en un bosque navarro pirenaico. Autor: Danel Solabarrieta