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Argamasilla de Alba, el lugar de La Mancha

Argamasilla de Alba

Al final del capítulo LII de la primera parte de El Quijote aparecen unos poemas cómicos atribuidos a los académicos de Argamasilla. En ellos, se burla Cervantes de las Academias radicadas en Madrid. Esta Academia literaria en Argamasilla de Alba es utilizada por Cervantes para establecer un contexto en el que ubicar los poemas y los nombres ficticios de los poetas que escribieron estos epitafios dedicados a los protagonistas de El Quijote.
Aquí os dejamos algunos de estos epitafios y sonetos.


Los académicos de la Argamasilla, en vida y muerte del valeroso Don Quijote de La Mancha, “Hoc Scripserunt”


El Monicongo, académico de la Argamasilla, a la sepultura de Don Quijote

Epitafio
El calvatrueno que adornó a la Mancha
de más despojos que Jasón de Creta;
el juicio que tuvo la veleta
aguda donde fuera mejor ancha;
el brazo que su fuerza tanto ensancha,
que llegó del Catay hasta Gaeta;
la musa más horrenda y más discreta
que grabó versos en broncínea plancha;
el que a cola dejó los Amadises
y en muy poquito a Galaores tuvo,
estribando en su amor y bizarría;
el que hizo callar los Belianises,
aquel que en Rocinante errando anduvo,
yace debajo desta losa fría.

Del Paniaguado, académico de la Argamasilla, “In Laudem Dulcineae del Toboso”

Soneto
Esta que veis de rostro amondongado,
alta de pechos y ademán brioso,
es Dulcinea, reina del Toboso,
de quien fue el gran Quijote aficionado.
Pisó por ella el uno y otro lado
de la gran Sierra Negra y el famoso
Campo de Montiel, hasta el herboso
llano de Aranjuez, a pie y cansado
(culpa de Rocinante). ¡Oh dura estrella!,
que esta manchega dama y este invito
andante caballero, en tiernos años,
ella dejó, muriendo, de ser bella,
y él, aunque queda en mármores escrito,
no pudo huir de amor, iras y engaños.

Encuentro de Sancho Panza con el Rucio. Obra de José Moreno Carbonero. 1894. Museo del PradoEncuentro de Sancho Panza con el Rucio. Obra de José Moreno Carbonero. 1894. Museo del Prado.

Del Caprichoso, discretísimo académico de la Argamasilla, en loor de Rocinante, caballo de Don Quijote de La Mancha

Soneto
En el soberbio trono diamantino
que con sangrientas plantas huella Marte,
frenético el Manchego su estandarte
tremola con esfuerzo peregrino,
cuelga las armas y el acero fino
con que destroza, asuela, raja y parte…
¡Nuevas proezas!, pero inventa el arte
un nuevo estilo al nuevo paladino.
Y si de su Amadís se precia Gaula,
por cuyos bravos descendientes Grecia
triunfó mil veces y su fama ensancha,
hoy a Quijote le corona el aula
do Belona preside, y dél se precia,
más que Grecia ni Gaula, la alta Mancha.
Nunca sus glorias el olvido mancha,
pues hasta Rocinante, en ser gallardo,
excede a Brilladoro y a Bayardo.

Del Burlador, académico Argamasillesco, a Sancho Panza

Soneto
Sancho Panza es aqueste, en cuerpo chico,
pero grande en valor, ¡milagro estraño!,
escudero el más simple y sin engaño
que tuvo el mundo, os juro y certifico.
De ser conde no estuvo en un tantico,
si no se conjuraran en su daño
insolencias y agravios del tacaño
siglo, que aun no perdonan a un borrico.
Sobre él anduvo (con perdón se miente)
este manso escudero, tras el manso
caballo Rocinante y tras su dueño.
¡Oh vanas esperanzas de la gente,
cómo pasáis con prometer descanso
y al fin paráis en sombra, en humo, en sueño!

Don Quijote de La Mancha y Sancho Panza. Obra de Gustave Doré. 1863Don Quijote de La Mancha y Sancho Panza. Obra de Gustave Doré. 1863.

Del Cachidiablo, académico de la Argamasilla, en la sepultura de Don Quijote

Epitafio
Aquí yace el caballero
bien molido y malandante
a quien llevó Rocinante
por uno y otro sendero.
Sancho Panza el majadero
yace también junto a él,
escudero el más fiel
que vio el trato
de escudero.

Del Tiquitoc, académico de la Argamasilla, en la sepultura de Dulcinea del Toboso

Epitafio
Reposa aquí Dulcinea,
y, aunque de carnes rolliza,
la volvió en polvo y ceniza
la muerte espantable y fea.
Fue de castiza ralea
y tuvo asomos de dama;
del gran Quijote fue llama
y fue gloria de su aldea.

“Estos fueron los versos que se pudieron leer; los demás, por estar carcomida la letra, se entregaron a un académico para que por conjeturas los declarase. Tiénese noticia que lo ha hecho, a costa de muchas vigilias y mucho trabajo, y que tiene intención de sacallos a luz, con esperanza de la tercera salida de Don Quijote”.

Cueva de Medrano, Argamasilla de Alba, Cervantes, QuijoteCueva de Medrano. Argamasilla de Alba


Argamasilla de Alba, un tranquilo pueblo manchego en la comarca de Campo de San Juan, que guarda un tesoro de gran trascendencia en la tradición cervantina: la cueva de Medrano


Argamasilla de Alba, pilar de la Ruta del Quijote, bien merece una visita. La tradición señala que habiendo ido al lugar Miguel de Cervantes, en su función de recaudador de impuestos, no cayó muy simpático a las gentes y pudiera haber tenido además un lío de faldas con la sobrina del alcalde D. Rodrigo de Pacheco. Se señalan estos hechos, como motivo por los que fue encarcelado.
Fue puesto preso en una cueva, denominada de Medrano, siendo este el lugar tradicionalmente señalado donde Cervantes empezó a escribir El Quijote. La cueva está, a modo de sótano, en el interior de la casa del mismo nombre. Pudiera ser este el motivo por el que Don Quijote no quisiera acordarse del lugar de la Mancha.
Se afirma, así mismo, que la figura de Alonso Quijano (nombre de Don Quijote), se basó en este peculiar personaje de la época: Rodrigo de Pacheco.

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Camino Natural del Guadiana en el Campo de Montiel

Ruidera

Desde las zonas más elevadas del enclave natural del Campo de Montiel, cada gota de agua desprendida de las nubes oceánicas que nos traen los temporales, se filtra en las rojas arcillas y blanquecinas calizas, aflorando a la superficie, con la infinita paciencia que a lo largo de milenios ha dado lagunas al río, disolviendo los carbonatos que sedimentan los diques artífices del ruido con el fluir del agua, concediendo nombre al Parque Natural donde transcurren las dos primeras etapas del internacional Camino Natural del Guadiana.

Este río sin pretensiones. Nacido por casualidad geológica en el derramadero natural del gran acuífero del Campo de Montiel. Humilde como don Quijote, comienza a aventurarse en esta tierra, igual que el mítico personaje, desbordando como la genialidad de Cervantes, todo su caudal en los bellos parajes de Villahermosa, Ossa de Montiel y Ruidera por la peculiaridad de ser diferente a todos los ríos, como el hidalgo a todos los caballeros, nos sorprende con la aventura de un curso repleto de singularidades específicas únicas en el mundo. Por supuesto entre ellas las citadas Lagunas de Ruidera y otra no menos curiosa es la inmersión en el subsuelo de La Mancha a la altura de Argamasilla de Alba, para volver a aflorar convertido en Parque Nacional.

Carrizos. Autor, Guadiana Ecológico

Carrizos. Autor, Guadiana Ecológico

El río de los patos, bautizado en latín por los romanos, ha enriquecido su nombre castellano resumiendo el paso de las diversas culturas que entre batallas y conquistas, trazaron en sus márgenes los caminos que han llevado y traído el comercio, la cultura y sobre todo el transcurrir de la historia, resumida en el propio nombre del río como testigo o narrador de tantos hechos. Uadi Anas. Árabe y latín antecesores del castellano. Constructores de los cimientos hispanos.

Por las Lagunas de Ruidera. Autor, Juan Ángel Arias Cortés

Por las Lagunas de Ruidera. Autor, Juan Ángel Arias Cortés

Desde la Laguna Blanca hasta Ruidera y desde aquí hasta Argamasilla, discurren las dos primeras etapas de este inmenso camino, tan largo como el propio río.
Este trayecto recorre uno de los parajes más bellos del Campo de Montiel, aderezado con la cautivadora atmósfera del Quijote, de principio a fin.

La primera sorpresa es la afloración del agua a borbotones en los manantiales de Los Zampullones, ubicados dentro de una finca particular, no visitables por el caminante. Muy cercanos al principio del camino. El cual inicia su recorrido en la sorprendente Laguna Blanca, más seca que mojada. Sólo llena cuando los otoños son abundantes en pluviometría. Igualmente atractiva con agua o sin ella nos depara la curiosidad de arenas caribeñas. Y cuando las aguas la colmatan, la no menos sorprendente presencia las utricularias. Plantas acuáticas carnívoras que son verdaderos mecanismos de ingeniería. Poseen unas vesículas o cápsulas bajo presión negativa, que se activan por el roce de cualquier microorganismo, provocando la succión del agua circundante con el propio alimento.

Utricularia australis

Utricularia australis

La acompañante soledad de estos luminosos paisajes, tan antropizados durante milenios, nos regala todavía, la hermosa contemplación de arquitectura popular bien conservada en cortijos de labranza y pastoreo.
Monumentales ejemplares de sabina albar jalonan el camino entremezcladas con el resurgir del vigoroso encinar, liberado desde hace medio siglo, de la presión del pastoreo intensivo. Romeros, tomillo, espliego, gamones y multitud de herbáceas pueblan estos páramos, enmarcando los espejos de las lagunas.

Dependiendo de la temporada o estación del año, encontrarás el paisaje más suave y verde, o por el contrario más áspero y pardo en los meses de verano. Sin embargo cualquier día y cualquier época ofrecen multitud de atractivos, contrastes y matices que archivarás en tus buenos de recuerdos de saludables días en contacto con la naturaleza, la cultura y la belleza.

Laguna del Rey. Autor, Bernardo Sevilla

Laguna del Rey. Autor, Bernardo Sevilla

Lomas y páramos cubiertos para cada vez más frondosos montes, nos van anticipando la sorprendente aparición de los aparentes espejismos de las Lagunas. Las descubrimos por la parte más natural y menos maltratada por el mal gusto de algunos humanos que a finales del siglo XX, invandieron con la agresiva fealdad de construcciónes sin control, ni orden ni integración en el entorno, uno de los espacios naturales más singulares del país.

Las lagunas Conceja y San Pedro mantienen intacta la hermosura natural que la infinita paciencia del transcurrir de los milenios, ha ido construyendo con cada gota de agua llovida, escurrida y evaporada en el incesante ciclo artífice de estos encantadores y encantados paisajes, descubiertos por don Quijote e inmortalizados por Cervantes.

Libélula. Autor, Fran PS

Libélula. Autor, Francisco Polo

Junto a la venta del Celemín, una centenaria noguera, que es como suele llamarse por aquí a los nogales, acompañada de otras tantas más jóvenes, junto a viejos sauces blancos, dan idea de la riqueza del suelo y las posibilidades de haber albergado en tiempos pasados, antes de la imposición agrícola, frondosas alamedas de árboles de ribera, como el olmo común, álamo negro, mimbrera, o álamo blanco.

Al amanecer y al atardecer es cuando más variedad de trinos se oyen y más pájaros se ven. Muchos por cierto y muy variados. Si eres de los que no te asustan las condiciones climáticas y lo mismo te aventuras con lluvia que con sol, en cualquier época del año, sobre todo los días de diario, fuera de temporada vacacional, podrás observar multitud de animales de la fauna mediterránea. Desde la escasa nutria hasta el astuto zorro.

Cascada del hundimiento

Cascada del hundimiento. Autor, sabersabor.es

Recorrer todo el parque requiere calma y sosiego para apreciar la multitud de valores que lo componen. Botánica, arqueología, etnografía, historia, literatura, geología…
Cada laguna es un espacio singular dentro del propio conjunto. Culminando en la modernidad del pantano de Peñarroya, vigilado por la centinela silueta del imponente castillo de la Orden de Santiago, habiendo satisfecho en cualquier espíritu ávido de naturaleza y contacto con el auténtico mundo rural, muchas de las necesidades de aventurarse a contemplar y descubrir tan valiosos rincones, por fortuna al alcance de todos.

Castillo de Peñarroya y la presa en Argamasilla de Alba. Autor, Oscar Gómez

Castillo de Peñarroya y la presa en Argamasilla de Alba. Autor, Oscar Gómez


Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano


Fotografía de portada de Olaya

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Contrastes de La Mancha

Contrastes de La Mancha, Karmen Costa

Las inmensas llanuras de La Mancha, que se extienden hasta donde el ojo alcanza, atraen el interés precisamente por su propia desnudez e inmensidad, y poseen, en cierto grado, la grandeza solemne del océano. Al recorrer esos baldíos inmensos, la vista capta, aquí y allá, un sinfín de lienzos…

… de secano

La Mancha no tiene sombras. No tiene agua. Sus ríos sólo se llenan cuando está bien entrado el otoño y el agua que no se filtra por su subsuelo calizo se seca apenas llegan los primeros calores.
Las lagunas se convierten en desoladores platos salinos al comenzar el estío. El clima es extremado. Nieva poco, pero hiela mucho. Tras los días turbulentos de primavera viene el reseco verano, y cada día, bien temprano, recalentada la tierra, el aire tiembla sobre ella y la calima se eleva en el horizonte bajo un cielo abrasador, limpio, azul acerado.
En las siestas el silencio es denso y completo. Todo duerme y calla amodorrado como las ovejas del rastrojo amontonadas bajo la escasa sombra de una encina solitaria, triste y fuerte.
De cuando en cuando, el suelo se encrespa en tolvaneras que arrancan cardos y levantan nubes de polvo y vilanos en el trozo blanquecino del camino por donde antaño los borricos del yesero, con sus orejas gachas y sus fauces resecas, iban midiendo con los cascos la lejanía infinita.

Marea rosa en La Mancha. Autora, Gloria Castro

Marea rosa en La Mancha. Autora, Gloria Castro

El paisaje es pardo, como el hábito de San Francisco, y es blanco. Pardo ese barbecho que se prepara para ser mañana trigal. Parda la rastrojera arañada de cañas del trigal que fue. Pardo el chaparral lejano de hojas duras y punzantes. Pardo el bosquecillo de cardos que el mal barbecho dejó. Pardas las retamas, y las abejas que liban romeros, mejoranas y tomillos. Pardas las nubes que atronarán la siesta tormentosa perfumándola con acre olor a tierra mojada. Pardas las tejas de la lejana quintería, pero blancas sus paredes.
Blancas las ovejas y blanca la leche que será queso blanco y recio. Blanco el brocal del pozo perdido donde, con grandeza de rito en el inmenso templo de la llanura, el pastor bracea para sacar el zaque rebosante de agua que sorberán ansiosas, entre música de balidos y esquilas, las ovejas, mientras, en el bombo blanco, la abubilla clava el cu-cú de su canto sonoro.
¡Parda y blanca es la llanura seca! Parda como la corteza de los olivos que la tierra escarban con sus raíces y chupan, en lo profundo, el agua precisa para tornear sus aceitunas. Blanca como las entrañas del pan de trigo candeal hecho con chorros de sol radiante.
Parda, blanca, seca, polvorienta, grande… y a trozos tapada con el humilde melonar tendido; con el azafranal lívido los días del manto en la otoñada; con los barrocos bordados verdes de las viñas que arrastran.

Por las Lagunas de Ruidera. Autor, Juan Ángel Arias Cortés

Por las Lagunas de Ruidera. Autor, Juan Ángel Arias Cortés

… y de regadío

En la imponente magnitud de la llanura en la canícula, ¿no habrá más consuelo para el caminante sediento que el agua verdosa de la alberca y dura del pozo?
Aquellos picudos chopos en la raya de la lejanía, con el temblar de sus hojas, son los heraldos gozosos del oasis de un regadío de La Mancha. Tras ellos, los caminos, bordeados de olmos desigualmente esparcidos, parten y reparten la tierra blanda y húmeda en pequeños trozos, con profusión bendita y casi infinita. Hace tiempo, en cada uno, bajo la frondosa copa de un nogal o unas higueras, junto a la blanca casita, una mula vendada, cronometrando el tiempo con el tic-tac del andaraje, volcaba en la alberca, los cangilones de la noria moruna rebosantes de agua clara y fría.
Si, muy lejos, allá por Argamasilla de Alba, al agua se la tragó, avarienta, la tierra, por grietas y rendijas, para formar con ella una capa sumergida, potente y provechosa. Es aquí, donde resucita por innumerables pozos para reír y cantar. Ríe y canta, con su amigo el sol, en las regueras, entre las matas, al pie del membrillo, del manzano, del peral; esponja las verduras y las hortalizas, y a sus frutos los hace carnosos, sabrosos y abundantes; hace vicioso el patatar generoso; abulta el retorcido estuche de la judía blanca; carga de aroma el anís; refresca el gazpacho, el tomate y el vino tinto; por ella el panizo crece varonil y arrogante para ofrecerse a la dorada tarde y a los pícaros gorriones…

Membrillo. Autor, pepebarambio

Membrillo. Autor, pepebarambio

La Mancha en todo su esplendor. Para descubrirla os proponemos vivir estas experiencias con www.sabersabor.es

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Fotografía de portada de Karmen Costa

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Campo de Montiel. Paisaje Cervantino

Campo de Montiel. Paisaje Cervantino

Diversas son las formas de mirar un paisaje, como también muy variadas las opciones para analizarlo y conocerlo. Sólo hay un modo de sentirlo, percibiendo el alma o la atmósfera que lo convierte en singular invitándote a apreciarlo.
No hay mejor manera de entender, conocer y valorar lo especial, que viviéndolo.

Desde la meditativa y aparente ingravidez, suspendido en la inalcanzable libertad de la altura cenital, acunado por las corrientes térmicas. Un apacible día de sol, sostenido en el espacio con el privilegio visual de las muchas rapaces que sobrevuelan nuestros agrestes cielos, advertía claramente desde la arriesgada fragilidad de la cesta de mimbre aerostático, la geográfica personalidad de este viejo Ager Laminitanus.

Se ve ovalado o elíptico. Ajeno a las fronteras o demarcaciones administrativas. Bien delimitado por la geología. Elevado sobre La Mancha. Vertido hacia Sierra Morena y protegido por la Sierra de Alcaraz, el Campo de Montiel guarda el paisaje rural manchego más puro de todos cuantos quedan en el Mundo.

OTOÑO campo de Montiel 2

Panorámica del Campo de Montiel

Como si el destino hubiera pactado con el sentido común, acordando preservar tan valioso reducto como uno de los tesoros culturales de la humanidad, desde arriba se observa bien comunicado sin la agresión de seccionar por la mitad estos parajes cultos y sagrados, bendecidos con la ingeniosa huella del Caballero de la Triste Figura; evitando la hiriente cicatriz del negro asfalto, rasgando los aventureros campos quijotescos, donde el caballo de Cervantes, pisando estas nobles tierras, inspiró a Rocinante.

Al norte la estupenda autovía de Extremadura a Levante. Al oeste la comodísima autovía del Sur que nos lleva a Madrid en dos horas y al este, la futura autovía de Bailén a Albacete. Todas atendiendo de forma excepcional al Campo de Montiel. Y todas como tributo a la cultura española y al arte universal, respetando este interesante paisaje cervantino, que perdura en pleno siglo XXI con la misma belleza estética y la misma estructura paisajista que contemplaron los inspirados ojos de Cervantes.

Cuando vienes de Valencia y te adentras por la A-43, ya en Villarrobledo, donde el vino engordaba en panzudas tinajas repartidas por todo el país manchego, observas a la izquierda, desde la perspectiva terrestre del coche, como si unas gentes agitaran los brazos alarmando al transeúnte. Son como entonces, como siempre, los gigantes cervantinos. Actualizados en los parques eólicos de Munera y El Bonillo, asomados al novelado Campo de Montiel.
A tu derecha La Mancha ancestral, genuína, industriosa e industrial, rendida al progreso colonizada por el impulso económico que ha urbanizado los campos con el orden poligonal del mundo contemporáneo. A tu izquierda los campos de siempre. El puro y llano campo manchego, adornado con manchas forestales, teñido con óxido de hierro como si el avinagrado color de sus arcillas proviniera de las perdidas herraduras de las miles de yuntas que desde Roma hasta casi ahora, roturaron estos barbechos donde corre el galgo y vuela la liebre.

orchis mascula

Orchis mascula

Inmediatamente Argamasilla de Alba, tan cervantina como siempre, tan orgullosa de su lugar en el Quijote como respetada por la tradición. Al lado el atractivo cartel de las Lagunas de Ruidera. Reserva de la Biosfera. Lugar cultural único en el planeta por contener literalmente lo que uno de los genios del arte universal, nos dice en el Quijote. La Cueva de Montesinos y el Palacio de Cristal. ¿Se puede pedir más?

Desde allí te adentras en la fantástica belleza del monte mediterráneo que te acoge y te atrae como acariciando tus sentidos. Te muestra tesoros botánicos como los sabinares, el aladierno o la orchis mascula. Una de las orquídeas terrícolas de nuestros encinares.

Recorriendo estos paisajes, adviertes con claridad la sorpresa que aparenta haber salido de repente de La Mancha. Las llanuras ya no están. Son montes ondulados y por si fuera poco la abundancia de agua desborda un río en preciosas lagunas.

ruta del quijote en bicicleta por Campo de Montiel

Ruta del quijote en bicicleta por Campo de Montiel

A caballo, en bici o caminando, cuando vives estas tierras, te dicen lo que vio la genialidad de Cervantes. Unos horizontes que invitan a crear, a pensar a transcribir ese cúmulo de sensaciones e ilusiones que cualquier mente creativa, aguzada por la necesidad de liberarse de una impuesta realidad, las siente como ese terapéutico libro en blanco donde aventurarse a soñar.

Esos veranos dorados de rastrojos, donde a pesar de la canícula el viento airea el ambiente y te regala emociones de otros tiempos cuanto descubres en mitad de los páramos los pueblos de aquel tiempo, distribuidos por el paisaje con la exactitud que los ubicó la Historia. Y se ven pequeños, blancos, con la torre de la iglesia y las ruinas del castillo observando el caminar raro de un caballero y su escudero.

Visitando el Castillo de Terrinches

Visitando el Castillo de Terrinches

Nos alegra profundamente que los japoneses y el mundo entero visiten nuestra tierra y desembarquen en el cautivador cerro de molinos de Campo de Criptana; pero también nos ilusiona enormemente complementar los espacios cervantinos de La Mancha, con la autenticidad del paisaje rural cervantino que por suerte para todos perdura como siempre entre la belleza de los páramos del legendario Campo de Montiel.
Donde los caminos quijotescos te llevan a aventurarte entre castillos, cortijos, bodegas, eras, santuarios, norias, olivares, viñas y extensiones de cereal hasta el retiro de Sierra Morena.

Aquí el sol amanece cada julio con la misma luz que alumbró la mente del escritor describiendo la más artística ironía de un venturoso amanecer hecho a media para el héroe literario más universal de todos los tiempos.

Gracias a Cervantes, al destino y a la suerte de que el Campo de Montiel mantenga la belleza integral y cultural que conoció el escritor, hoy España y la cultura mundial, poseen uno de los grandes tesoros de la humanidad.
Pongámoslo en valor y disfrutémoslo. Nos pertenece a todos.

Atardecer en los Campos de Montiel. Autor, Ignacio Arráez

Atardecer en los Campos de Montiel. Autor, Ignacio Arráez

Si queréis descubrir esta maravillosa tierra, os proponemos vivir estas experiencias: (más información pinchando en cada enlace)
Campo de Montiel: la esencia de La Mancha
La Ruta del Quijote y los Escenarios de Cervantes
Entre Templarios y el Castillo de Montizón
Terrinches y las Hoces del Gongares
De naturaleza por Villahermosa. En tierras del Alto Guadiana
Villanueva de los Infantes: en la cuna del Quijote y en la mesa de Quevedo

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Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano
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Fotografía de portada: Por los Campos de Montiel. Autor, Enaire Fotografía

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El Castillo de Peñarroya o el santuario medieval de La Mancha

Un poco de historia

La inmensa y monótona llanada manchega, casi toda esteparia, estuvo cruzada por algunas calzadas romanas con el carácter de vías militares, jalonándolas de trecho en trecho las llamadas estaciones o mansiones, donde había un cuartelillo para el retén encargado de la vigilancia, caballerizas para relevos de postas o bestias arrieriles, hospedería y mercadillo de víveres; al amparo de algunas de estas mansiones se formaron importantes núcleos de población, unos destruidos definitivamente tras la invasión de los pueblos germánicos en el siglo V y reconstruidos otros con nombres nuevos sobre las ruinas de los anteriores. En diferentes sitios de la provincia de Ciudad – Real quedan trozos visibles de aquellas admirables calzadas, con pavimento de losas sobre espeso firme de hormigón, semejante al de las modernas carreteras.
De una de estas calzadas, que iba desde Emérita Augusta (Mérida) a Cesaraugusta (Zaragoza), nacía otra vía secundaria que pasaba por una mansión situada en la cabeza o comienzo del río Ana, nombrado por los árabes Wadil-Ana y por nosotros Guadiana, y muy cerca de donde luego se alzó el castillo de Peñarroya.
Durante la dominación árabe y debido al empuje continuado de los cristianos hacia el sur convino asegurar el tránsito por estas antiguas vías y en lugar de las primitivas estaciones o mansiones romanas fue construida una cadena de castillos o puestos fortificados, a distancia conveniente y siempre en puntos estratégicos. En la casi indefendible comarca del alto Guadiana y mucho antes de la reconquista, existía una especie de línea fortificada formada entre otros por los castillos de Alhambra y Peñarroya.

Pantano de Peñarroya. Lagunas de Ruidera. Autor, Marian Rodriguez

Pantano de Peñarroya. Autor, Marian Rodriguez

Conquistando la fortaleza

El castillo de Peñarroya, cobijo hoy de un santuario consagrado a la Virgen de esta advocación, tiene su asiento en el borde de la meseta rocosa asomada al río Guadiana; por esta parte resultaba inexpugnable, toda vez que los peñascos en que se apoya son altos y cortados casi a pico, pero, en cambio, era muy vulnerable desde la parte llana.
En sus primeros tiempos, Peñarroja o Peñarroya fue alcazaba moruna, consistente en un recinto de forma cuadrilátera irregular ajustada a los accidentes del terreno y formada por paredes almenadas con torres en las esquinas. Junto a la torre mayor, estaba la puerta de entrada y rodeando por dos lados al sencillo edificio un foso excavado en la roca viva, innecesario en el resto del circuito, pues las rocas escarpadas constituían una defensa inmejorable.
Tras la batalla de las Navas de Tolosa (1212), el rey Alfonso VIII cede el castillo a la Orden Militar de San Juan de Jerusalén. La fortaleza sufre entonces una profunda modificación con arreglo al tipo cristiano de arquitectura militar, consistente en reducir el área de la fortaleza cuanto fuera posible con objeto de facilitar su defensa con cierto número de hombres y a hacerla menos vulnerable gracias a un recinto exterior, más bajo, provisto también de torres saledizas, rodeado del correspondiente foso, y abriendo en este segundo recinto o barbacana la puerta de ingreso, muy lejos de la correspondiente al recinto principal, para que quien penetrase por aquella hubiera de recorrer largo camino, expuesto a los tiros desde los altos muros almenados.
Aunque tuvo sus horas de gloria militar durante la reconquista de la zona y las guerras carlistas, la función del castillo estuvo principalmente ligada al ámbito económico: cobro de impuestos, arrendamiento de pastos, aprovechamiento de recursos (agua, molinos y batanes), y almacén de bienes de la Orden.

Castillo de Peñarroya. Autor, Michel Hernández

Castillo de Peñarroya. Autor, Michel Hernández

El Santuario de Nuestra Señora de Peñarroya

Por su indiscutible importancia, nos adentramos ahora en el Santuario que ocupa parte del primitivo castillo.
Según una crónica manchega de Don Ramón Antequera Bellón (Juicio Analítico del Quijote), el capitán Alonso Pérez de Sanabria arrebató el castillo a los musulmanes el día 8 de septiembre de 1198. A raíz de la toma de la fortaleza se encontró la imagen de Nuestra Señora de Peñarroya, venerada desde entonces.
Dando un salto en el tiempo, hasta el año 1544, nos cuentan que derribaron en el pueblo viejo de Argamasilla la ermita de La Concepción. Quizá entonces fue trasladada la imagen al castillo de Peñarroya, después de erigir en él la correspondiente ermita.
Lo cierto es que desde antes, la advocación a esta Virgen había dado origen en Argamasilla de Alba y también en el vecino pueblo de La Solana, perteneciente a la Orden de Santiago, a sendas cofradías, quienes pronto se disputaron la propiedad de la imagen, sin que hasta hoy se haya resuelto la cuestión ni cesado enteramente las contiendas por tal motivo. Eso sí, desde hace mucho tiempo, ambos pueblos se atienen a una entente cordiale, que consiste en la siguiente costumbre: Desde Argamasilla, donde ha estado cuatro meses, llevan a la Virgen a su ermita del castillo en piadosa romería, el segundo sábado de septiembre, reuniéndose los cofrades y autoridades en una habitación de su exclusiva propiedad en la vetusta torre del homenaje del castillo. Durante ese mismo día, también en romería, acuden los vecinos de La Solana para hacerse cargo de la imagen, reuniéndose sus justicias y jerarcas de la cofradía en habitación propia, construida en tiempos modernos, dentro del patio de la fortaleza. Permanece Nuestra Señora de Peñarroya en La Solana hasta que el 29 de enero la devuelven a su ermita, donde queda en espera de que el último domingo de abril sea llevada de nuevo a Argamasilla.

Vista de la iglesia de San Juan Bautista. Autor, Karppanta

Vista de la iglesia de San Juan Bautista. Autor, Karppanta

“Hazme tan bien defendido,
señora, vuestra memoria
de mudanza,
que jamás, nunca, ha podido
alcanzar de mi victoria
olvidanza:
porque estáis apoderada
vos de toda mi firmeza
en tal son,
que no puede ser tomada
a fuerza mi fortaleza
ni a traición.” Jorge Manrique


Fotografía de portada: Castillo de Peñarroya. Autor, SiurellBlr


Un artículo de Antonio Bellón Márquez


Si queréis conocer todos los secretos de este lugar único e inigualable, os proponemos vivir esta experiencia: Argamasilla de Alba, entre Quesos y Quijotes

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El Lugar de La Mancha

Corresponde siempre, y más en años de conmemoraciones, tratar de indagar acerca de asuntos que inciden muy directamente en la cultura, la economía, la sociabilidad, el turismo y el prestigio de determinados territorios.
Nada impide aportar la propia opinión sin mayor pretensión. Contando con que el paso del tiempo, la investigación y la documentación serán los verdaderos artífices que clarifiquen todas las dudas e interrogantes que hasta ahora condicionan el enigma lugar.

Atendiendo al sentido práctico y a la intención de utilizar el sentido común según datos evidentes y al alcance de todos, quisiera exponer un punto de vista alejado de dogmas o intereses locales, tratando de acentuar aspectos que abarquen mayores márgenes culturales que la limitante y excluyente localización de un punto concreto. Por otra parte, hasta ahora tan difícil de asegurar, precisamente por la falta de documentación que lo acredite.

Así pues, quiero comenzar aludiendo a este respecto recordando a Cervantes en una de sus citas mencionadas en el Quijote: “Mientras se gana algo no se pierde nada”. A lo cual añado, que donde todos ganan, nadie pierde.

El molino del Mediterráneo

El molino del Mediterráneo

Hasta ahora, el Lugar de la Mancha, no nos ha servido de mucho a los manchegos. Creo que las ansias por acapararlo y acotarlo en un determinado municipio nos empobrece a todos y limita lo universal a lo local.
No olvidando nunca a Cervantes y su afición por los refranes, es preciso recordar que “la avaricia rompe el saco”.
Puede que el afán de personalismos, localismos y demás exclusivismos esté impidiendo que rentabilicemos con auténtica eficacia el incalculable tesoro de formar parte de una de las grandes obras literarias del arte universal.

Deseo mostrar respeto, agradecimiento y consideración por todos cuantos han dedicado su tiempo y sus mejores intenciones para hallar determinado lugar, aportándonos multitud de nuevos puntos de vista, datos y conocimientos. Así como tener muy presentes los estudios de concienzudos cervantistas que no cesan de sumar multitud de razones para entender la genialidad del Quijote.

Aparte de quien lo desee, los manchegos, más que nadie, estamos obligados a convivir entre sí, compartiendo la universalidad que nos ha sido concedida por Cervantes. Menospreciar dicho bien incalculable enfrentando, dividiendo y oponiendo nuestro territorio con sus pueblos, resulta lamentable y contraproducente para La Mancha en particular y para la cultura española en general.
Deberíamos sentirnos obligados a esforzarnos por encontrar el modo que posibilite distribuir la rentabilidad cultural, turística, económica y social de formar parte del universo cervantino.
Estoy convencido de que en ello debe implicarse el país entero porque el Quijote, tratándose de la obra cumbre de la literatura en lengua castellana o española, debe atenderse como un asunto de Estado.

Buscando el norte. Autora, Eve Livesey

Buscando el norte. Autora, Eve Livesey

“El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha”.
Este es el título elegido por el autor. La primera frase que dice con exactitud que el protagonista pertenece a La Mancha.

Ahora a ver quien es el guapo capaz de identificar y definir con exactitud qué entendía Cervantes por el espacio que ocupaba La Mancha en la creación de su novela. Contrastando mapas y documentos que incluyan desde el Común de La Mancha, hasta la provincia de La Mancha, ya posterior a Cervantes, se podría aproximar un extenso territorio que acogería prácticamente toda la provincia de Ciudad Real y buena parte de las de Toledo, Cuenca y Albacete. Sin descartar que La Mancha pueda entenderse para muchos desde prácticamente el sur de Madrid hasta las estribaciones de Sierra Morena.
Empezando por algo tan inmenso, creo que va a ser realmente imposible precisar con exactitud ese famoso y desconocido Lugar.

“En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…”
Así comienza el capítulo primero de la primera parte. Así nos dice claramente el autor que no desea recordar dicho lugar.
Para muchos es más que suficiente para no incidir en la búsqueda o designación del mismo. Para otros supone el reto de investigar y encontrarlo.
Va a ser casi imposible hallar con certeza y con autenticidad algo que no dejó escrito ni documentado el autor, y mucho más tratándose de una decisión convenida a propósito. Desde luego que puede investigarse y aproximarse al respecto. Demostrarlo lo encuentro imposible a no ser que alguna vez aparezca documento que especifique de puño y letra de Cervantes: el lugar de La Mancha del cual no quiero acordarme es tal.

Campos de Montiel. Autora, Luz Vazquez

Campos de Montiel. Autora, Luz Vazquez

Cervantes escribe literalmente que don Quijote comenzó a caminar por el Campo de Montiel y también dice que regresó al mismo después de aventurarse en sus peripecias. Parece ser que allí ubica su casa. Y por supuesto donde sitúa la casa, se supone que debe ser el lugar de origen del caballero.
La delimitación del Campo de Montiel queda bien documentada en época de Cervantes, en las Relaciones Topográficas de Felipe II.
Campo de Montiel y La Mancha son dos acepciones que se intercalan y complementan. El Campo de Montiel forma parte del entorno histórico, cultural y social de La Mancha, desde la existencia de ambos. Lo manchego integra la totalidad de la provincia de Ciudad Real incluso desde la designación toponímica de los árabes. Por tanto es absurdo discutir si el Campo de Montiel forma o formaba parte de La Mancha o no, cuando además Cervantes redunda en repetidas ocasiones que comenzó a caminar por el mismo y regresó a morir a su casa. Por tanto no es faltar al rigor literario asegurar que dicho lugar del cual no quiso acordarse se encontraba en el Campo de Montiel. Cervantes habla de una aldea.

Si volvemos a citar la frase que indica ese lugar de cuyo nombre no quiso acordarse, la lógica nos dice que sería absurdo pensar que dicho lugar fuera alguno de los que cita. Por tanto habría que descartar los mencionados de forma explícita porque el propio autor dice claramente que no quiere acordarse.
“de donde como queda dicho, tomaron ocasión los autores de esta tan verdadera historia, que sin duda se debía llamar Quijada, y no Quesada como otros quisieron decir. Pero acordándose que el valeroso Amadís, no sólo se había contentado con llamarse Amadís a secas, sino que añadió el nombre de su reino y patria, por hacerla famosa, y se llamó Amadís de Gaula, así quiso, como buen caballero, añadir al suyo el nombre de la suya, y llamarse DON QUIJOTE DE LA MANCHA, con que a su parecer declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la honraba con tomar el sobrenombre della.”
Aquí nos asegura Cervantes, que la patria de don Quijote es La Mancha. Y nos ha dicho también que comenzó a caminar por el Campo de Montiel y regresó a él. Con lo cual se entiende con facilidad que el Campo de Montiel aun siendo un espacio propio, formaba como siempre y como hoy, parte de La Mancha de un modo tan natural como la propia existencia de una historia, una cultura y un ambiente común.

También un lugar de La Mancha. Autora, María

También un lugar de La Mancha. Autora, María

No podrá opinarse con un mínimo de lógica, si el Quijote no se lee en paralelo a todo cuanto pueda hallarse de biografías de Cervantes. Pues la suma de la vida del escritor, junto con el espacio geográfico de La Mancha, dan como resultado la creación de la novela y muchas claves que delatan ficción inspirada en realidad.
Sabemos que no tuvo una vida fácil. Que más de una vez tuvo que empezar de cero y que en numerosas ocasiones transmite la frustración que lo acompañó tanto en lo profesional como en lo personal. Al igual que el protagonista de su novela, se vio abocado a aventurarse para buscarse la vida; pero sobre todo por necesidad de libertad.
Tuvo que emprender la aventura de una nueva vida en la inmensidad de La Mancha, que posiblemente abarcaba en su época como ahora, un gran espacio indeterminado, al igual que hoy para tantos que la cruzan, entre Madrid y Sierra Morena.
En Esquivias obtuvo ayuda de un pariente y allí se casó. Y leyendo sus biografías parece que fue más por necesidad material que afectiva. Que dicho matrimonio nunca fue bien visto por la familia de la novia. Y pudiera ser que aquel lugar de La Mancha no le trajera muy buenos recuerdos como para recordarlo a la hora de escribir. Pero, ¿quién podrá demostrarlo?
Existen partidas de bautismo en Alcalá de Henares y en Alcázar de San Juan. Sí, quizá estos documentos demuestren el lugar de nacimiento del autor, pero no el que el mismo quiso omitir como patria del protagonista.
El Toboso es el lugar más citado de la novela, por tanto absurdo que se trate del lugar que no quiso acordarse.
Nombra Argamasilla al final de la primera parte. Lo hace de forma despectiva, herido por el plagio que al parecer incitó Lope de Vega a través de Avellaneda. Nada hay documentado acerca de que Argamasilla de Alba fuera dicho lugar. Ni nada hay documentado de su estancia en la cueva de Medrano, por tanto lo que le queda es la tradición de haber pretendido dicho lugar desde que se comenzó a redescubrir la novela, buscando beneficios comerciales a través del editor, el dramaturgo y el descendiente que heredó las posesiones sanjuanistas del hijo de Carlos III. Y por cierto, Cervantes cita únicamente Argamasilla sin especificar de Alba. En la provincia de Ciudad Real, que acoge la mayor parte de La Mancha, también existe otra Argamasilla.

Casa de Medrano. Argamasilla de Alba. Autora, Paulaadm

Casa de Medrano. Argamasilla de Alba. Autora, Paulaadm

Recientemente contamos con otra población que apuesta fuerte por ese Lugar. Al igual que Esquivias, El Toboso o Argamasilla, no puede demostrar documentalmente nada. Si Esquivias compite con datos biográficos del autor, Argamasilla con la tradición de haberse autoproclamado la primera como ese lugar; Villanueva de los Infantes con ser la primera población que lo pretende a través de un estudio multidisciplinar compuesto por varios catedráticos. Cierto es que ninguna de estas poblaciones puede afirmar con certeza la autenticidad de dicho Lugar, porque sólo corresponde a Cervantes asegurarlo. En tanto en cuanto no aparezca el documento que lo acredite, el Lugar de La Mancha continuará siendo el mismo que Cervantes no quiso acordarse.
Considero más productivo para todos, entender o asumir que no es tan determinante ni tan importante que dicho lugar se defina en una localidad concreta. Pues aunque la lógica nos dice que puede tratarse de una aldea o un pueblo. Tampoco nada nos asegura que dicho lugar sea nada más que eso, un lugar impreciso sin más.
Es más auténtico, más sano y más real que dicho lugar exista donde verdaderamente permanece la esencia, la autenticidad y la atmósfera que inspiró a Cervantes. Allí donde permanezca la identidad de la cultura y la imagen manchega propia del clasicismo quijotesco, veremos realmente el Lugar de La Mancha. Ni Cervantes ni Don Quijote podrán identificarse allí donde ha desaparecido la personalidad manchega que originó las poblaciones de la mítica llanura.
Cervantes dejó escrito literalmente que todas las villas manchegas se disputarían la patria de Don Quijote. Por tanto no es nada ilícito ni fuera de lugar que cualquier localidad comprendida en el ámbito manchego, pretenda ser dicho lugar. Algunas con más motivos. Otras con más determinación y algunas con mayor rigor. Pero todas con absoluto derecho a pretenderlo haciendo honor al deseo del autor de una obra maestra que nos hace universales, no locales.

El linaje de Villanueva de los Infantes. Autor, Jose María Moreno García

El linaje de Villanueva de los Infantes. Autor, Jose María Moreno García

Quizá esta sea una de las claves de dicha universalidad. No haber localizado con exactitud la patria del héroe mítico. Haber poseído suficiente ingenio y suficiente ironía para situar mediante la parodia a un caballero medieval en la contemporaneidad barroca del autor. Cervantes no precisa nada a propósito. Permite al lector imaginar, creando con ello la genialidad de la primera novela moderna de la historia.
Nos ha regalado la libertad de imaginar ese lugar donde cada cual lo encuentre conforme a los parámetros que él halló en su imaginación. La determinación de no situarlo con exactitud geográfica confiere auténtico sentido irónico y burlesco a la condición anacrónica y patética de un personaje inteligentemente utilizado para evidenciar mediante la denuncia social camuflada de humor y demencia, la ridícula existencia de multitud de hidalgos arrogantes venidos a menos, aferrados a privilegios más que rancios.
Hablar de un determinado lugar de La Mancha, sin demostrarlo científicamente por medio de documentos históricos, sería tanto como afirmar un dogma.
Creo que dicho lugar debe entenderse como la voluntad de Cervantes por decir con la ocultación del mismo, mucho más que si lo mencionase literalmente.
Don Quijote es tan innovador que ni siquiera existe en la ficción de la obra literaria; en la cual sólo parece real mientras protagoniza las aventuras imaginadas por el autor. De hecho toda la novela vive en dichas aventuras. Nada, excepto escasos detalles de presentación, nos cuenta de su supuesta vida real al margen de la intencionada parodia caballeresca que a la vez canaliza como crítica social. Cuyo personaje muere fracasado dando por finalizadas sus aventuras, sin regresar a su vida real.
Cervantes necesitaba este sueño para liberarse de la continuada frustración que sufrió en vida.
Encuentro más productivo y más beneficioso para todos, encontrar dicho Lugar de La Mancha, allí donde se cuida, se mantiene y se fomenta la imagen que identifica el entorno con la esencia de la novela.
Aquellos pueblos que han sabido conservar la dignidad y la belleza de la identidad estética, arquitectónica y paisajista de La Mancha, será siempre el Lugar de La Mancha que asocia a Don Quijote con la universalidad que nos regaló Cervantes.
Ni don Quijote ni Cervantes, podrán verse en todos aquellos lugares que hayan adulterado dicho clasicismo cervantino.

Lagunas de Ruidera. Autor, J.S.C.

Lagunas de Ruidera. Autor, J.S.C.

Hoy en pleno siglo XXI, la genialidad que nos concedió Cervantes para encontrar ese Lugar del cual no quiso acordarse, puede descubrirse con la autenticidad que demuestra la existencia de espacios reales de la época del autor. Mantenidos idénticos a la cultura que creó e inspiró la novela. Y podrá verse en todos aquellos que se impliquen en hacer honor a sí mismos recuperando y preservando la imagen de la identidad manchega.
Así pues, el Lugar de La Mancha existe realmente en la zona de los molinos de Campo de Criptana, en la vista de la llanura manchega desde los molinos de Alcázar de San Juan. En los cerros de molinos de Consuegra y Mota del Cuervo.
En las manchegas calles de El Toboso, cada vez más cuidadas y respetuosas con el paisaje urbano castizo y popular. En los incomparables conjuntos históricos artísticos de Almagro y Villanueva de los Infantes, repletos de casas de hidalgos y casas populares donde habitaron los personajes de la obra.
Por supuesto en las Lagunas de Ruidera y Cueva de Montesinos. En las blancas calles de la pequeña villa rural manchega que es Fuenllana. En los paisajes del Campo de Montiel. En la preciosa plaza de Puerto Lápice con su flamante nueva calle porticada de porches manchegos.
En la autenticidad de la casa de Cervantes en Esquivias. En los paisajes de Sierra Morena. E incluso en la playa de la Barceloneta. Porque allí donde estuvo Cervantes, estuvo don Quijote. Y allí donde exista y perdure la autenticidad y la imagen que inspiró al genial escritor, existirá el valor universal, la magia de sentir la atmósfera que originó al Quijote.

Visitando Fuenllana. Un auténtico pueblo de La Mancha. Autor, Nestor Cano

Visitando Fuenllana. Un auténtico pueblo de La Mancha. Autor, Nestor Cano

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Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano.
Abril 2015
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Fotografía de portada: Plaza de Cervantes Alcalá de Henares. Autora, Adri Cbl
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Guadiana, el río perdido, o la Leyenda de la Mora encantada (2ª Parte)

Guadiana, el río perdido, o la Leyenda de la Mora encantada (2ª Parte)

«Fue entonces cuando Mahmud, el hijo del campesino afortunado, regresó de una larga campaña por tierras del norte donde había ido junto a los suyos para hostigar a las huestes del rey cristiano de Oviedo, y al pasar por allí tuvo noticias de la muerte de su padre. En sabiendo ésto un gran pesar ocupó su espíritu, y el comandante de sus tropas quiso que marchase hasta su casa para ocuparse de la herencia, pues daba por bien merecida su libertad. Así pues Mahmud enjaezó el caballo, y tomando sus escasas pertenencias salió una mañana del campamento para arribar tres días después a la casa de su familia, de donde había faltado por espacio de siete largos años. Al llegar abrazó a su madre e hízose cargo de las tierras y del molino, que entretanto había hecho construir su padre a orillas del Guadiana. Y una vez hecho ésto lloró largamente la pérdida de su progenitor por las buenas obras que había acometido en vida, semejantes en número a las hojas del árbol centenario que, junto la entrada del pueblo, regala su sombra a todo aquel necesitado de descanso y compasión.

Río Guadiana en su curso alto. Autor, Roberto

                                                        Río Guadiana en su curso alto. Autor: Roberto

Pero la rueda no deja de girar, como suele decirse. Toma su medida de agua y la vierte bajo la moliz para dar pan, y al cabo quiso la fortuna que su ánimo se serenase con la vista del grano henchido y el canto alegre de los esclavos sobre la tierra fecunda y hermosa. Y así ocurrió que, estando una noche de estío junto a la orilla del río, la luna salió de detrás de la floresta e iluminó con rayos de plata aquel rincón de “La Encantada”, que tanta congoja había supuesto para los habitantes de la región. “Ahí se esconde el misterio del cual habló mi padre y sobre el que ningún ser, humano o divino, ha puesto todavía su mirada. ¿Quién se atreverá a descorrer el velo del viejo ulema?”. Esto pensaba Mahmud mientras observaba la tersa superficie de las aguas, cuando oyó o creyó oír un sonido triste que salía de la fronda de higueras. Era una voz de mujer, ahora estaba seguro, cantando un romance melancólico muy conocido en tierras de Oriente:

“En mi jardín, de primavera, vuelan los ibis,
Rosas inclinan sus cabezas escarlata.
Oh, Nilo, río de maravillas…”

Castillo de Peñarroya, en Argamasilla de Alba. Autor, M. Peinado

                                          Castillo de Peñarroya, en Argamasilla de Alba. Autor: M. Peinado

Mahmud quedó hechizado por aquella voz, y cogiendo una de las barcas que utilizaban para cargar la harina hasta el pueblo, púsose a remar al encuentro de aquel sonido. No pasó mucho tiempo antes de que entrase en el charco de luz de “La Encantada” junto a la orilla opuesta y allí, sentada sobre una roca y rodeada de juncos y de matas de arrayán, el muchacho vislumbró a una bella mujer de largos cabellos ensortijados, que ignorante de que la observaban peinaba sus bucles negros con un peine de oro. Al punto Mahmud quedó prendado de ella, y con el fin de oír mejor la melodía que brotaba de sus labios se acercó con su barca hasta quedar a escasos metros de la orilla. Pero Zulema, que así se llamaba la muchacha, lo vio venir y asustándose corrió a esconderse entre las higueras hasta desaparecer de su vista.

Orillas de un río en Octubre. Obra de John Everett Millais (1829-1896)

                                      Orillas de un río en Octubre. Obra de John Everett Millais (1829-1896)

Mas dice un proverbio cierto: “Deja el agua correr y todo estará cumplido”, así que a fuerza de visitas nocturnas, de quiebros, de risas y de disculpas, ambos jóvenes quedaron enamorados el uno del otro y fue de dominio público que todo acabaría mal, pues no pasaría mucho tiempo sin que llegase a oídos del padre de la muchacha, como finalmente ocurrió. Cierta noche en que ambos hallábanse paseando en la barca por el centro del río, el viejo ulema salió de su tienda y fue a caminar buscando el fresco de la corriente, como solía hacer cuando los calores del día habían sido excesivos. Al llegar al claro miró hacia el agua tersa y tranquila, que en ese momento refulgía por el brillo de la luna creciente, y fue entonces cuando descubrió a los amantes sobre la embarcación, comprendiendo así que todo estaba perdido y que la promesa que salvaguardaba a su hija había sido rota.

Presa de indignación el anciano alzó los ojos al cielo, y con un gran grito hundió su vara de olivo en la tierra húmeda, diciendo: “En la traición está la prueba de tu falso amor, hija mía. ¡Cúmplase lo que está mandado!”. Y a su voz las aguas se elevaron furiosas y la luna se cubrió de brumas oscuras, como aquella noche del diluvio, y un viento fuerte agitó los troncos de los olivos y las datileras inclinando sus troncos hasta casi rozar el suelo. Cuando todo hubo pasado, la luna volvió a brillar en la noche y el gran río calmose de inmediato, mas en el lugar donde solo un momento antes se encontraba la barca ya no había nada. El viejo, la embarcación y sus dos ocupantes se habían esfumado como un torbellino en la ventisca sin dejar rastro ¡Que Alá sea misericordioso y nos proteja!

Lamia. Obra de John William Waterhouse, 1909

                     Lamia arreglándose los cabellos junto al estanque. Obra de John William Waterhouse, 1909

Barca en el río Guadiana. Autor, Bruno Amaral

                                                          Barca en el río Guadiana. Autor: Bruno Amaral

Todo desapareció bajo las aguas, incluido aquel peine de oro con que la joven peinaba sus cabellos ensortijados. Y al día siguiente, en pleno periodo de lluvias, el cielo apareció despejado y no llovió. Tampoco lo hizo un día después ni en los restantes, contando hasta tres veces cien, y así pasaron semanas y meses sin que la tierra recibiese la bendición de una sola gota de agua. Los más viejos pensaron que el hechizo de “La Encantada” se había roto finalmente por causa del hijo del labrador, y así ocurrió de hecho. Los pozos y las huertas frondosas se secaron, los campos volvieronse a cubrir de polvo y quedaron al punto del color del heno, como ocurre también en nuestros días, y el río con su meandro misterioso, los campos de arrayanes y las centenarias higueras, todo pasó a ser solo un bello recuerdo al borde del olvido.

Otro rincón de las Lagunas de Ruidera. Autor, Xavier

                                                     Otro rincón de las Lagunas de Ruidera. Autor: Xavier

Como un sortilegio, el Guadiana se esfuma abruptamente en la reseca llanura manchega a la altura de Argamasilla de Alba, negando el placer de sus aguas y sus sombreadas orillas a los arrieros y labradores que atraviesan el lugar. Y solo unas leguas más adelante, junto al enclave conocido por el nombre de “Los Ojos del Guadiana”, el río vuelve a aparecer sobre la tierra para no dejarla ya hasta su desembocadura en los deltas del sur. Se dice que en años húmedos “lloran los ojos del Guadiana” y tal vez sea así en recuerdo de los desgraciados amores de Zulema y Mahmud, ahogados sin misericordia por los celos de un ulema anciano y cruel. Pero hay quien piensa que, en realidad, la muerte no fue el destino último que les deparó su imprudencia, y que ambos consiguieron huir y cruzar el mar para llegar finalmente a las tierras felices del Magreb y de Egipto, de donde era oriunda la muchacha, viviendo desde entonces junto a aquel río poderoso que atraviesa el desierto y que riega con sus aguas ese país bendecido de Dios ¡Los caminos de Alá son inescrutables!

Ofelia. Obra de John Everett Millais (1829-1896)

                                                          Ofelia. Obra de John Everett Millais (1829-1896)

Si Zulema y Mahmud desaparecieron o no en las profundidades del Guadiana, eso es algo que nunca llegaremos a saber con seguridad. La leyenda afirma que en algunas épocas del año, durante las noches de luna creciente, puede verse junto a cierta roca una mujer bellísima desenredando con un peine de oro sus largos cabellos ensortijados, negros como alas de cuervo. Y que mientras lo hace lanza a todo aquel que halla la misma pregunta: “¿Quién crees que es más hermoso: mi peine de oro o yo?”. El que encontrándola conozca su historia y se apiade de ella, deberá sin dudar elegirla en lugar del peine, y así su alma se salvará y podrá regresar finalmente junto a su padre a orillas del río que una vez habitó. Pues se dice que el viejo ulema la espera todavía arrepentido por su mala acción, y que hizo esconder aquel meandro del Guadiana en las profundidades de La Mancha, con sus bosques de olivos y de higueras, para que sirviera a ambos de solaz lejos del paso del tiempo y las miradas envidiosas de los hombres. Y allí sigue oculta su corriente sin esperanza posible de retorno para nosotros, eternos ignorantes de los designios del profeta. ¿O sí la hay, acaso? Quizás todo cambie cuando alguien sea capaz de hallar el paradero de aquel peine de oro…

Lamia. Obra de Herbert Draper (1864-1920)

                                                          Lamia. Obra de Herbert Draper (1864-1920)

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Guadiana, el río perdido, o la Leyenda de la Mora encantada (1ª Parte)

Guadiana, el río perdido, o la Leyenda de la Mora encantada (1ª Parte)

El río Guadiana, o río de Anna según la etimología árabe, sorprende a todo aquel que lo visita por su misterioso origen. Tras recorrer apenas un centenar de kilómetros desde su nacimiento en el manantial de los Zampuñones, junto a Villahermosa, su curso se sosiega al cruzar la extensa llanura del Campo de San Juan y llega finalmente a Argamasilla de Alba, donde desaparece sin dejar rastro. Este enigma ha llenado páginas y páginas durante siglos sin que todavía exista una teoría que pueda explicarlo satisfactoriamente. Como no podía ser de otra forma, las leyendas han ocupado el lugar de los hechos y ésta que a continuación referimos, la de Zulema y Mahmud, es solo una de las menos conocidas para el profano. Dicha historia tiene elementos comunes con otras similares en nuestro país y se refiere al mito de la mora, o la encantada, donde la mujer joven y el peine de oro con que arregla sus cabellos constituyen sin duda el centro de la narración… Os invitamos pues a que dejéis volar la imaginación recorriendo los dilatados horizontes de La Mancha. Y a que lo hagáis con la voz de un narrador imaginario, viajando a la época en que mito y realidad se daban la mano y caminaban juntos…

Lagunas de Ruidera. Autora, María Teresa Moya Díaz Pintado

   Lagunas de Ruidera. Autora: María Teresa Moya Díaz Pintado

“En los años lejanos que siguieron a la venida al trono del cuarto emir de Occidente, ¡que Alá lo tenga en su seno! sucedió que una pertinaz sequía asoló las tierras que se extienden en la llanura del Guadiana Alto, tan grande y duradera como nunca antes se había conocido. Las huertas quedaban resecas y expuestas al polvo de los caminos, las plantas se agostaban y en el fondo de las acequias, por donde antaño corría el agua alegre y feraz, crecían ahora los cardos y la grama hasta el punto que los habitantes olvidaron su trazado original, dejaron los campos y hubieron de emigrar finalmente a otras tierras más fértiles y agradecidas.

Castillo de Peñarroya, en Argamasilla de Alba. Autora, María Teresa Moya Díaz-Pintado

Castillo de Peñarroya, en Argamasilla de Alba. Autora: María Teresa Moya Díaz-Pintado

Ocurrió pues que vino a oídos de un pobre labrador la existencia, en una cueva cercana, de un sabio ulema recién llegado del camino a la Meca, y que había elegido aquel lugar para descansar sus viejos huesos de tantas fatigas acumuladas. El labrador reunió a su mujer y a su único hijo, y les dijo: “Iré a ver a este sabio entre los sabios, de quien dicen que ha leído los versos sagrados en la gran Mezquita de Damasco y conoce la magia de los justos, y le pediré que nos ayude en este difícil trance”. Y así, tras aparejar al asno y despedirse de su familia, salió al camino y se alejó entre los campos resecos de su hacienda.

Cueva de Medrano, en Argamasilla de Alba. Hito en la leyenda cervantina. Autora, Mª Lluïsa

Cueva de Medrano, en Argamasilla de Alba. Hito en la leyenda cervantina. Autora: Mª Lluïsa

Al cabo de varios días de viaje llegose hasta la cueva de la que había oído hablar, entró y encontró allí a un hombre anciano vestido con largos ropajes, y que tenía en la cabeza el turbante de los que han realizado el viaje a la ciudad santa, ¡que Mahoma sea cien veces bendito! Entonces le dijo: “Sabio ulema, en tu frente está la prueba de que conoces grandes maravillas, y que has visitado los cinco rincones del Paraíso donde florece la bondad de Dios. Apiádate de mí y de mi familia, pues una cruel sequía ha agostado los campos haciendo imposible la vida en mi país, y no tenemos ya otro camino que partir de las tierras de mis abuelos para no morir de sed y de miseria”. “Conozco el mal del que me hablas” contestó el ulema “y por ser fiel a los preceptos del Enviado te concederé lo que deseas. Tendrás agua para tus campos y tu ganado, el cielo se abrirá y caerá lluvia abundante haciendo florecer la reseca llanura, y surgirá un río donde nadie antes había conocido tal. Tú y tu familia, y los vecinos y amigos de tu familia no pasaréis más sed y tendréis de aquí en adelante hermosos frutos que os harán la vida regalada”. El labrador le dio encarecidamente las gracias, mas el sabio no había terminado de hablar.

Baño de Ninfas. Obra de Jan Brueghel el Viejo (1568-1625)

Baño de Ninfas. Obra de Jan Brueghel el Viejo (1568-1625)

“Todo esto lo alcanzarás con una condición. Pues has de saber que yo tengo una hermosa hija llamada Zulema, a la que quiero más que cualquier otra cosa en el mundo. Ella vivirá aquí para solaz mío, y a fin de que no sienta nostalgia del río y los jardines que la vieron nacer, allá en el lejano Nilo, construiré para ella un rincón maravilloso a orillas de éste, repleto de estanques y de nenúfares ocultos a la sombra de las higueras, donde podrá pasear y componer poemas y canciones para su anciano padre por el resto de sus días”. En este punto el ulema miró al labrador con ojos fieros antes de proseguir: “Todo el río será vuestro salvo este pequeño meandro repleto de verdor. Estará vedado, y nadie podrá entrar y perturbar al más preciado de mis desvelos si no es a costa de mi maldición solemne. Concédeme solo esto, y tendrás lo que pides”.

The Lady of Shallot. Obra de John William Waterhouse. 1888

The Lady of Shallot. Obra de John William Waterhouse. 1888

El pobre labrador se lo prometió cumplidamente, y partió enseguida de la cueva para volver al lado de los suyos, a los que refirió las extrañas maravillas que había oído de boca del anciano, no dejando de alertar sobre la condición que había impuesto para su cumplimiento. Nadie en el pueblo dio crédito a las palabras de su vecino hasta que una noche, estando él y su familia reposando en la terraza de su casa, vieron como la luna se ocultaba en densas sombras y un viento fuerte agitaba las datileras a orillas de la acequia, tras lo cual corrieron a refugiarse en la cuadra y cerraron puertas y ventanas por miedo de lo que pudiese suceder. No bien hubieron hecho esto cuando del cielo comenzaron a caer cataratas de agua que inundaron los campos e hicieron correr arroyos y regatos por donde nunca antes se habían visto.

Al cabo de diez días las alamedas se hincharon de humedad y reverdecieron, y los campos pobláronse de tréboles y de lirios amarillos, perfumando el aire y haciendo llegar infinidad de aves para retozar en los lagos que surgían abundantes por todos los rincones de la llanura. Una y otra vez rodaban las nubes majestuosas, retumbando en el cielo, y descargaban agua en abundancia a semejanza de las ubres henchidas de una vaca cuando el ternero solicita su atención. Y tanto llovió, y tanta agua vino a correr por los campos, que el río Guadiana se desvió de su curso desde la cercana Ruidera y tuvo a bien cruzar estas tierras dejando abandonado su antiguo cauce. Los hombres quedaron maravillados de tal portento, nunca visto ni oído, y el labrador dio las gracias al cielo sacrificando uno de los dos cabritos que poseía, y diciendo: “Este es sin duda un regalo de Alá, ¡que su nombre sea cantado en todas las mezquitas de la tierra! De aquí en adelante las huertas darán abundante fruto y no habremos de temer más el hambre y la sed. Salgamos de casa y trabajemos la tierra como está mandado”.

Tormenta en la llanura. Autor, Frank StarmerTormenta en la llanura. Autor: Frank Starmer

Pasaron los años y el río Guadiana mantuvo su nuevo curso, y las lluvias, sin llegar a ser diluvio, siguieron regando las huertas y los bancales haciendo del lugar uno de los más fértiles y celebrados por los poetas de Al-Ándalus. No volvió a verse al anciano ulema en la cueva que le dio cobijo, pero todos estuvieron de acuerdo en que el viejo y su hija vivieron desde entonces junto a aquel rincón vedado del río, situado en uno de sus meandros y oculto a las miradas por datileras, arrayanes y extensos bosques de higueras y de olivos. Era aquel un jardín prohibido y nadie osó jamás poner su pie en él, y debido a ello llamaron a aquel lugar “La Encantada” y cubrieron de extensas dunas de arena todo su perímetro, para avisar a los incautos del peligro que acechaba entre sus gratas sombras”.

(FIN DE LA PRIMERA PARTE)

Después de la tormenta. Autor, Paul BicaDespués de la tormenta. Autor: Paul Bica

Río Guadiana. Autora María Teresa Moya Díaz-Pintado

Río Guadiana. Autora: María Teresa Moya Díaz-Pintado

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De caballeros andantes y bandoleros: Campo de Montiel

De caballeros andantes y bandoleros: Campo de Montiel

A lo largo de los siglos, las tierras sureñas del Campo de Montiel han sido escenario de conquistas y guerrillas sin cuento. Por sus caminos desfiló la élite de los ejércitos victoriosos, y a su sombra, tranquilos arrieros con sus recuas de mulas, pastores y ganados de trashumancia, hidalgos de fortuna, Quijotes en busca de agravios y Damas a las que servir. El paisaje es la estampa de unas gentes y una tierra moldeadas por la misma arcilla. Apariencia dura, pero también franca e ilimitada. Una vasta sucesión de llanuras onduladas y quemadas por el sol de agosto que dan paso a florestas en las zonas más agrestes y marginales: es el caso de los carrascales del sur, en los montes que flanquean el paso de Despeñaperros; las dehesas abrigadas junto al Jabalón y el Azuer o los bosques de sabina albar de Villahermosa, especie relicta de épocas más frías cuando el hielo y las glaciaciones dominaban en toda Europa.

Históricamente, el Campo de Montiel correspondía a ciertos territorios al sur del Tajo administrados por la Orden militar y religiosa de Santiago. La Orden los adquirió después de su reconquista por las tropas cristianas de Alfonso VIII, en 1213, campaña que completó Fernando III años más tarde con la caída del castillo de la Estrella en Montiel. Fue precisamente el carácter repoblador y administrativo de los de Santiago lo que permitió transformar un paisaje islamizado en el más conocido de villorrios, monasterios y castillos propio de las tierras de frontera.

Paisaje del Campo de Montiel

Paisaje del Campo de Montiel

Hoy la comarca se integra por completo al SE de la provincia de Ciudad Real (si excluimos Ossa de Montiel, perteneciente a Albacete), pero de alguna forma el carácter fronterizo ha presidido siempre su fisionomía, pues ya fue habitada por íberos y romanos que hicieron de ella paso obligado entre las vegas Béticas y los altos meseteños del norte. Su carácter marginal no menguó con el nombramiento de Villanueva de los Infantes como nueva capital de la comarca, y durante siglos el acceso desde el sur, o paso de Despeñaperros, infame camino donde los viajeros tenían que abandonar el carruaje y continuar a lomos de mulas, resultó un lugar predilecto para los bandoleros que asolaban toda Sierra Morena. En el siglo XIX fue escenario habitual de las luchas de guerrillas entre el pueblo y las tropas napoleónicas. Francisco Abad Moreno, “Chaleco”, capituló en Almedina, y en su cuadrilla figuraron otros de gran renombre como Juan Vacas y Juan Toledo, de quienes se dice que llegaron a reunir más de 400 caballos en sus hazañas bélicas contra el invasor. Más tarde las guerrillas continuaron con idéntico tono, aunque esta vez durante las luchas carlistas que libró el pretendiente Carlos contra el gobierno liberal.

La antiquísima historia del Campo de Montiel es terreno sembrado, como no podía ser de otra forma, para leyendas y dichos populares. En los pueblos resulta común observar a finales del estío el paso de los “Remolinos”, arbustos arrastrados por los fuertes vientos en cuyo interior se cree habitan ánimas benditas en busca de alguna misa o padrenuestro no cumplido. El “Tío Nazario” de la Torre de Juan Abad suele aparecer bajando por las cadenas de los calderos colgados de la chimenea, y también se repite el mito de la dama dulce, o “Dama de los Montes”, que en Ruidera toma la forma de un niño extraviado y hallado en curiosas circunstancias: al ser preguntado por los lugareños refirió que había pasado toda la noche arropado y en compañía de una misteriosa mujer…

Balconadas de madera de la Plaza Mayor. Villanueva de los Infantes

Balconadas de madera de la Plaza Mayor. Villanueva de los Infantes.

Las villas de la comarca, surcada de este a oeste por los ríos Azuer y Jabalón, muestran de forma generalizada la estampa de la llanura manchega: grandes espacios ondulantes, villas soleadas y presididas por un campanario altivo, a veces el único hito visible en el paisaje; las casas enjalbegadas de cal, los corrales de ganado; plazas soñolientas con olmos, niños y viejos; eras de trilla, cortijos a la distancia, aljibes y abrevaderos junto al camino. De manera especial destaca Villanueva de los Infantes, capital histórica de la comarca desde 1573 y cuya Plaza Mayor es una de las más bellas de Castilla la Mancha. Declarada hoy Conjunto Histórico-Artístico, este pueblo celebra en breve sus tradicionales fiestas de las Cruces de Mayo dedicadas a la Cruz y al misterio de la Pasión de Cristo, con hogueras y rondallas que acuden a las casas para cantar el Mayo a las Damas:

    “Esas tus mejillas
dos grandes violetas,
no ha llegado mayo
y ya están abiertas”.
“Tiene tu barbilla
un hoyo perfecto,
colmado de flores
que da gusto verlo”.

Montiel, exhibe todavía con orgullo los viejos muros del castillo de la Estrella, escenario de un enfrentamiento que marcó el carácter pacífico de esta villa enclavada en la vega del Jabalón. Castillo de renombre es también el de Alhambra, una fortaleza peculiar que data de la época Omeya. Pero más peculiar aún es el emplazamiento del propio pueblo, encaramado a un cerro aislado en mitad de la llanura y desde donde íberos, romanos, visigodos y árabes trazaron durante milenios los destinos de esta parte de España.

Castillo de la Estrella, en Montiel. Autor, Francisco Pérez

Castillo de La Estrella, en Montiel. Autor: Francisco Pérez.

Muchos pueblos de la zona exhiben un pasado insigne, como Torre de Juan Abad, donde se encuentra una casa perteneciente al genial Don Francisco de Quevedo; o Fuenllana, tranquila villa entre Infantes y Montiel que fue cuna del renombrado arzobispo de Valencia Santo Tomás de Villanueva, nacido en 1486. Pero sin duda, el hecho por el que la comarca será siempre conocida y renombrada es por ser el escenario elegido por Don Miguel de Cervantes para las andanzas de sus dos inolvidables personajes, Don Quijote y Sancho Panza. Villahermosa, Infantes, Ruidera, Argamasilla de Alba… Hoy el itinerario de Don Quijote es cita obligada de turistas venidos de todos los países el mundo, que recorren el paisaje llano y surcado de veredas y cañadas, o punteado de ventas, cortijos y molinos como quien esperase encontrar en cualquier trocha la alargada sombra del caballero andante y su resignado escudero.

Laguna Conceja, en Ruidera

Laguna Conceja, en Ruidera.

Según Don Quijote, en Ruidera el viajero puede conocer a las hijas y sobrinas de tan insigne dama, quienes fueron hechizadas por obra del mago Merlín y encerradas en las profundidades de la cueva de Montesinos. Amantes o no de la buena literatura, el lugar merece sin duda una parada obligada para deleitarse con el espectáculo de un collar de lagunas surgidas de la nada, y extendidas para formar el Alto Guadiana cantado por los poetas árabes. Desde el nacimiento del río y la primera de las lagunas, ambos enclavados en Villahermosa, pasando por los saltos de agua de la Lengua y la Redondilla, el castillo berberisco de Rochafrida y las lagunas de la Colgada y del Rey, las más grandes del conjunto, la ruta es sin duda sinónimo de misticismo y poesía para todo aquel que se acerque a contemplarlas. Y si a esto unimos el complemento de una comida a base de platos y caldos de la tierra, donde no falten las migas, los galianos, las gachas o el pisto manchego, la experiencia de conocer esta comarca será sin duda algo digno de escribir y de recordar… tal y como hizo Cervantes en “Su lugar de La Mancha”.

El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Autor, El Bibliomata

El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Autor: El Bibliomata.