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Naturaleza en Castilla – La Mancha (2ª parte)

Seguimos recorriendo los paisajes naturales que muestran el esplendor de Castilla – La Mancha, perfectos para cualquier escapada


PARQUE NATURAL DE VALLE DE ALCUDIA Y SIERRA MADRONA


El Valle de Alcudia es un lugar infinito, de suaves sierras de cuarcita e inmensas praderas que atrajeron hace siglos a enormes rebaños de ovejas en invierno para disfrutar de su clima suave y de sus pastos. Un lugar donde disfrutar de la naturaleza y de la tranquilidad. Pero en el Valle de Alcudia también podemos admirar sus bosques mediterráneos de robles, alcornocales, quejigos, madroños o encinas de porte majestuoso, algunas centenarias y milenarias. La riqueza paisajística de sus parajes se combina con más de cien especies de aves entre las que destacan las imponentes águila imperial ibérica, el buitre negro y la cigüeña negra, y fauna como el huidizo lince ibérico y la cabra ibérica, entre majadas, pastizales y bosques.
Sierra Madrona constituida por un relieve quebrado, crestones y pedrizas, con numerosos ríos y arroyos que serpentean contribuyendo a enriquecer el paisaje con los colores cambiantes de su vegetación y vertiendo sus aguas a los grandes ríos Guadiana o Guadalquivir. La zona presenta un número muy importante de puntos de interés geológico de diversa naturaleza como hoces, cañones y cluses fluviales, cascadas naturales, humedales estacionales o permanentes, pedrizas y crestones cuarcíticos relevantes, escarpes naturales, cavidades naturales, formas de origen volcánico y formas periglaciares pleistocenas notables.

El Valle también alberga manifestaciones de vulcanismo, que nos trasladan a un pasado geológico muy remoto, como son los monumentos naturales de Los Castillejos en la Bienvenida, o la laguna volcánica de La Alberquilla entre otros.
Acoge además manifestaciones y asentamientos desde la prehistoria hasta nuestros días: arte esquemático, yacimientos ibero-romanos, ventas cervantinas y de trashumancia, arqueología minera del XVIII y vestigios de oficios como carboneros, apicultores, pastores…
Y se ha convertido en un destino ideal para la observación del firmamento, astroturismo, por la escasa contaminación lumínica de sus cielos.





LA MANCHA HÚMEDA


Situada entre las provincias de Toledo, Cuenca y Ciudad – Real, la Mancha Húmeda alberga el complejo de lagunas salinas más extenso e importante de la Península Ibérica, con lagunas como la de Manjavacas en Mota del Cuervo, la Veguilla y Camino de Villafranca en Alcázar de San Juan, Salicor en Campo de Criptana, Laguna Grande de Quero, Peñahueca en Villacañas, Laguna Chica y la de la Sal en Villafranca de los Caballeros o las de la Vega y Retamar en Pedro Muñoz. Algunas de ellas son ideales para recorrer caminando sus orillas, conocer sus más que interesantes centros interpretación e incluso para tomar un baño y refrescarse en verano, como en las lagunas de Villafranca de los Caballeros.
Pero el principal atractivo de estas lagunas es la presencia de aves acuáticas y esteparias entre prados de albardín, una planta de suelos salinos parecida al esparto, así encontramos especies de aves estivales cómo el zampullín cuellinegro, malvasía cabeciblanca, cigüeñuela, avoceta, canastera, chorlitejo chico, pagaza piconera, chorlitejo patinegro y calamón, y aves invernantes cómo tarro blancos, aguja colinegra, archibebe común, zarapito real y andarrios grande, entre las más peculiares.
Además, podemos disfrutar del espectáculo de los flamencos que suelen desplazarse de unas lagunas a otras en determinadas épocas del año.





PARQUE NATURAL DE LAGUNAS DE RUIDERA


Aquel viajero que acude por primera vez a Ruidera y sus lagunas, cuando lo hace desde la llanura manchega, vasta y extensa, percibe la sensación de acudir a un oasis, un remanso de paz, bálsamo contra el frenético ritmo. «Y con Guadiana vuestro escudero, y con la dueña Ruidera, y sus siete hijas y dos sobrinas y con muchos de vuestros conocidos y amigos nos tiene aquí encantados el sabio Merlín a muchos años; y aunque pasan de quinientos no se ha muerto ninguno de nosotros, solamente falta Ruidera y sus hijas, y sobrinas, las cuales lloran, por compasión que debió tener Merlin de ellas, las convirtió en otras tantas lagunas, que ahora en el mundo de los vivos y en la provincia de La Mancha las llaman Las lagunas de Ruidera…”, Don Quijote de La Mancha, Capítulo XXIII, parte II, Miguel de Cervantes.

Más allá de las poéticas descripciones cervantinas, el Parque Natural de las Lagunas de Ruidera, enclavado en el Campo de Montiel, forma uno de los espacios naturales más interesantes de Castilla – La Mancha.
Un rosario de bellas lagunas, en la cabecera del Río Guadiana, que además de todo un espectáculo para los sentidos, son una curiosidad ecológica y geológica de primer orden tanto en España como en todo el ámbito europeo. Solo existe un ejemplo similar en los Lagos de Plitvice, Croacia.
El valor paisajístico y la especial belleza de las Lagunas de Ruidera se debe al intensísimo color de sus 15 lagunas: unas veces azul turquesa, otras verde cristalino, más propio de la idea que todos tenemos de lugares exóticos y tropicales. Y a las espectaculares y singulares barreras tobáceas: los travertinos, roca de gran fragilidad e indispensable protección.
El paisaje vegetal del Parque es muy diverso, abarcando desde formaciones boscosas autóctonas hasta una vegetación palustre. Las laderas y zonas altas están ocupadas por grandes encinas, carrascas, sabina albar y enebros.
Y referente a la fauna, más de 250 especies de vertebrados habitan en el Parque. De ellas, los mamíferos, por sus hábitos escondidizos y crepusculares, son los más difíciles de observar. Sin embargo, las aves, sobre todo las acuáticas, rápidamente llaman la atención. La mayoría se esconde entre la vegetación palustre que rodea la lámina de agua, como el rascón, la gallineta o el carricero tordal, cuyo inconfundible canto anima el carrizal. Entre las especies más emblemáticas destacan el aguilucho lagunero y el porrón moñudo. La focha común, el ánade real, el pato colorado, zampullín común o el somormujo lavanco también pueden ser observados en las lagunas.
Imprescindible las visitas a la cascada del Hundimiento, un salto de agua de más de 15 metros de altura que se formó como consecuencia de una enorme avenida de agua ocurrida en el año 1545, y a la literaria Cueva de Montesinos en Ossa de Montiel.
Y por supuesto es un espacio natural ideal para realizar actividades de ecoturismo, senderismo, ornitología, rutas guiadas, kayak, ciclismo…





CAMPO DE MONTIEL


La comarca del Campo de Montiel te ofrece un sinfín de lugares y actividades, convirtiéndose poco a poco en uno de los destinos turísticos más atractivos de Castilla – La Mancha.

Os invitamos a descubrir esta comarca citada hasta cinco veces por Miguel de Cervantes en su obra más universal “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha“. Sin duda, constituye el destino ideal para los que quieren conocer los auténticos escenarios del Quijote.

Un recorrido que bien puede comenzar en Villanueva de la Fuente. Aquí nos encontramos con las primeras estribaciones de la Sierra del Relumbrar, también denominada “pequeño Monfragüe“, uno de los espacios naturales más interesantes de toda la región, con valores faunísticos, botánicos, geológicos y paisajísticos muy importantes. En sus tierras no se puede dar un paseo sin tropezarse con manadas de jabalíes alimentándose de bellotas bajo enormes encinas en un sotobosque de aladiernos, brezos, jaras, cantuesos y mejoranas en el que también habitan ciervos y gamos.
Continuar en Terrinches por el espectacular paraje de las Hoces del Gongares o de San Isidro, desde donde podremos contemplar unas bellas vistas de Sierra Morena y la Sierra del Relumbrar, y donde los arroyos se unen y dibujan unas caprichosas hoces sobre elevaciones paleozoicas de pizarra.

Descubrir en Villahermosa un enclave paisajístico y ecológico de primer orden: el nacimiento del río Guadiana en el entorno de la Laguna Blanca, la primera del Parque Natural de las Lagunas de Ruidera. Un bello paisaje jalonado de sabinas y enebros de impresionante porte. Y hacer una ruta de senderismo por los cursos de los ríos Azuer y Cañamares.

El valle del río Guadalén en Santa Cruz de los Cáñamos, la Sierra de Alhambra y las Cuevas de Huelma en Alhambra, los molinos hidráulicos del Jabalón en Montiel, la Sierra del Cristo en San Carlos del Valle, o las Cumbres, Cerro Lobo, Cabeza del Buey, los Clérigos, el Carrascalillo, el Cerro la Cruz o el Cerro Castellón en Torrenueva completan un recorrido espectacular de naturaleza y cultura por esta tierra. Todos estos parajes con infinidad de hierbas medicinales y aromáticas y de enorme valor cinegético.

En los cielos del Campo de Montiel es fácil observar ejemplares de águila real, águila imperial, aguilucho cenizo y aguilucho pálido, y buitres leonados. Y en la zonas esteparias avutardas, sisones, gangas, alondras de Dupont o alcaravanes entre otras aves.

Fauna y flora autóctona que nos acompañarán en todas las experiencias y actividades que nos ofrece la comarca: vías y caminos históricos milenarios, como el camino de Aníbal y la Vía Augusta; castillos y torreones, cómo el Castillo de la Estrella en Montiel; yacimientos arqueológicos prehistóricos, cómo el Castillejo del Bonete en Terrinches; villas romanas y santuarios medievales, cómo la Ontavia y Luciana; el maravilloso Conjunto Histórico – Artístico Nacional de Villanueva de los Infantes; el interesante patrimonio de Fuenllana, cuna de Santo Tomás de Villanueva y villa rural manchega por excelencia de toda la provincia de Ciudad – Real, descubierta con sorpresa a principios del siglo XX por el famoso fotógrafo francés Charles Alberty ‘Loty’;  el patrimonio literario de Torre de Juan Abad y Villamanrique; la monumental iglesia de Villahermosa; la joya barroca de San Carlos del Valle; el museo al aire libre de Yáñez de la Almedina; museos etnográficos y yacimientos arqueológicos de Villanueva de la Fuente y Alhambra…


LOS VOLCANES DEL CAMPO DE CALATRAVA


La provincia de Ciudad – Real nos ofrece un elemento geológico peculiar y diferente, sus volcanes ya extinguidos y que son fruto de una actividad volcánica desaparecida desde hace miles de años, pero que ha modelado un paisaje único en toda España. Las manifestaciones volcánicas, en torno a unas 300, se localizan principalmente en el centro de la provincia ocupando una superficie de unos 5.000 km2.
Cuesta creer que la única fumarola activa que existió en la Península Ibérica se encuentra a menos de cinco kilómetros de la monumental ciudad de Almagro.
Los Volcanes del Campo de Calatrava albergan ecosistemas perfectamente conservados y que reflejan a través de lagunas o suaves elevaciones lo mejor de la fauna y la flora Mediterránea.
No hay que perderse los enclaves volcánicos cómo la Laguna de la Alberquilla (Monumento Natural); La Inesperada, en Pozuelo de Calatrava; la Hoya de Cervera, en Almagro; la laguna volcánica de Cervera; la de Fuente Agria del Chorrillo y la de Caracuel. Las impresionantes formaciones como los Castillejos en La Bienvenida y el del Cerro de los Santos en Porzuna.

Imprescindible la visita al Volcán de Cerro Gordo, primer volcán museo de la península y que nos ofrece un más que interesante recorrido interpretativo de la volcanología de la comarca de Ciudad – Real y por su interior, y los volcanes Columba, Peñarroya, Cerro de La Santa Cruz, la Posadilla y Laguna, cuajado de cigüeñas, águilas reales y buitres.

La existencia de una actividad volcánica inferior a 10.000 años, ha dado lugar a que la región volcánica del Campo de Calatrava haya sido reconocida por el Smithsonian Institute de Estados Unidos como zona de actividad volcánica aún activa.


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Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©

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Naturaleza en Castilla – La Mancha (1ª parte)

Un recorrido por los paisajes naturales que muestran el esplendor de Castilla – La Mancha, perfectos para cualquier escapada


PARQUE NACIONAL DE CABAÑEROS


Cabañeros es mucho más que un parque nacional. Alberga lugares sorprendentes y desconocidos. Cuenta con el paisaje único de las “rañas” –llanuras- y bosque abierto típicamente Mediterráneo, y excepcionalmente bien conservado, que hacen de Cabañeros un paraíso natural y único en el sur de Europa, que algunos lo comparan con la sabana africana. Además abundan especies animales como la cabra montés, el corzo, el ciervo, el águila imperial ibérica y el buitre negro entre otros muchos. Combinado con la raña, encontramos un paisaje de montaña con bosques de robles, pinos y madroños, con imponentes cumbres de cuarcita que dejan ver de vez en cuando, a través de sus fósiles marinos, que este inmenso lugar hace millones de años era un fondo marino.


SERRANÍA DE CUENCA: NACIMIENTO DEL RÍO CUERVO


El manantial del que nace el río Cuervo es un paisaje singular y único, marcado por las caídas de agua, la erosión y el desgaste de las rocas. Su entorno, la vega del río Cuervo, ofrece agradables paseos en plena naturaleza en cualquier época del año, rodeados de animales y plantas únicas en esta zona de Castilla – La Mancha, como el musgaño de cabrera, la ardilla, la lavandera cascadeña y el mirlo acuático entre otras especies. También sobrevuelan gavilanes y águilas culebreras. Y, por supuesto los árboles: bosques eurosiberianos de acebos, tilos y arces que en otoño crean unos contrastes temáticos insuperables, con muchas mariposas, algunas de especies protegidas, como la Graellsia Isabellae.


PARQUE NACIONAL DE LAS TABLAS DE DAIMIEL


Ultimo lugar del mundo donde podemos ver un ecosistema de tablas fluviales, gracias a que las aguas salobres del río Cigüela, y las dulces del Guadiana, quedan retenidas en una llanura sin pendientes. El humedal perfecto, que nos permite convivir y observar a los animales y las plantas que crecen unidos al agua. Las Tablas de Daimiel destacan sin duda, por el sinfín de aves que ocupan intensivamente el parque, aprovechando las ovas, praderas sumergidas de algas que las alimentan, dan refugio y protección. Garzas, somormujos, patos colorados, porrones europeos, y muchas otras, que convierten a Las Tablas de Daimiel en un observatorio de importancia internacional. Un santuario natural espectacular.


EL CALAR DEL RÍO MUNDO Y DE LA SIMA


El patrimonio paisajístico, geológico y de biodiversidad de este Parque Natural lo convierten en único y en una gozada para los visitantes. En su accidentada e intrincada orografía destaca su paisaje kárstico, que moldea relieves y desniveles sugerentes gracias a la erosión, creando formas caprichosas e inverosímiles. Sus bosques entremezclan especies como los tejos, los fresnos, los sauces y los olmos entre pinares y encinares. Junto a los muflones, cabras montesas, y ardillas, habitan grandes rapaces protegidas como las águilas reales y las perdiceras, y los buitres leonados. Pero sin duda, el elemento más sorprendente y espectacular es la cascada del río Mundo en su nacimiento, un espectáculo sobrecogedor de belleza y vida especialmente con el deshielo al inicio de la primavera.


ALTO TAJO


El Alto Tajo nos traslada a gargantas y valles fluviales por donde en el pasado transcurrían los “gancheros”. Parajes sorprendentes, silenciosos, angostos y de una belleza salvaje y majestuosa, que además crean curiosas y caprichosas formas geológicas, como el Santuario de la Hoz cerca de Molina de Aragón, en un hermoso barranco. Este territorio, duro y bello también alberga a una gran diversidad de fauna y flora, gracias a su excelente conservación natural. Sus bosques son otra de sus maravillas, que nos permite disfrutar de aves rapaces, reptiles, anfibios y especies autóctonas de peces. Las mejores épocas de visita son los meses primaverales y el otoño, cuando la naturaleza muestra toda su belleza en tonos anaranjados y amarillos.


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Descubriendo el Monumento de Villahermosa

Villahermosa fue elegido el pueblo más bonito de Castilla – La Mancha en el año 2018, por su impresionante patrimonio cultural y natural


Villahermosa, pequeña población de la comarca del Campo de Montiel (Ciudad – Real), tiene su origen en la Edad Media. Creada como propiedad de Don Enrique, Infante de Aragón, Maestre de la Orden de Santiago, cambió su nombre de “Pozuelo” por el de Villahermosa, según carta fechada el 22 de septiembre de 1444, desligándola al mismo tiempo de Montiel.
Su historia está marcada por su situación en las rutas de Cuenca a Granada y de Valencia a Calatrava. Fue y es, por tanto, una importante encrucijada de caminos.
Hoy es un humilde, tranquilo y maravilloso pueblo del Campo de Montiel, con siglos de historia a sus espaldas y citada hasta cinco veces por Don Miguel de Cervantes en su universal obra “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha“. Un auténtico escenario del Quijote.
Cuna de Juan de Solís y Fernando de Ballesteros Saavedra entre otros personajes ilustres, pocas villas como Villahermosa, mantienen y conservan la identidad de un auténtico pueblo rural manchego, que debe su existencia a los quehaceres agrícolas, artesanales y a la cultura que gira en torno a ello.

Es mucho el patrimonio histórico – artístico que se conserva en este bonito pueblo, pero destaca sobremanera la impresionante iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, catalogada como Monumento Nacional y Bien de Interés Cultural. Una auténtica joya de gran riqueza arquitectónica en un armonioso compendio de estilo Gótico, Florido o Flamígero (siglos XV – XVI).
El exterior destaca por su espléndida torre de 50 m de altura y la maravillosa e imponente Puerta del Perdón, con un finísimo arco abocinado, con multitud de adornos, tomados de la fauna y la flora, que constituyen un verdadero encaje de piedra.
En el interior, de una sola nave con planta de salón, aunque las capillas laterales le dan aspecto de cruz latina, nos encontramos con cuatro impresionantes bóvedas góticas, formadas por numerosas ojivas y la monumental tribuna de madera noble para el órgano barroco, bellísimo y de gran envergadura, que suena desde mediados del siglo XVIII. Hoy es uno de los más grandes e importantes de la comarca, de la provincia y de la región, junto al de Torre de Juan Abad y Terrinches. Cinco castillos y el fuelle original, un gran teclado de palo santo y novecientos veintiséis tubos componen un órgano de trompetería horizontal con lengüeta, que impresiona a todo aquel acostumbrado a la trompetería vertical con labiales del resto de Europa.


El patrimonio artístico que suscita más interés en Villahermosa son el singular Monumento de Semana Santa, único en el mundo, y el grandioso órgano barroco


Admirable el arco carpanel y los soportales torneados que sostienen el gran coro, que actualmente alberga el museo parroquial, entre cuyos tesoros se encuentra el Monumento de Semana Santa, conjunto pictórico del siglo XVII, magnífico ejemplo de arquitectura barroca, único en España.
Don Francisco, párroco de Villahermosa, nos ilustra con detalle sobre esta joya pictórica: “el Monumento de Semana Santa representa en diferentes planos, con más de 30 lienzos, la Pasión de Jesucristo. En la bóveda del presbiterio, tradicionalmente desde el siglo XVII hasta el siglo pasado se colgaba el colosal conjunto pictórico para envolver el Monumento o Reserva Eucarística el día de Jueves Santo y tapar las imágenes del extinto retablo renacentista como prescribían las normas litúrgicas, a modo de Sargas. El Monumento, datado en el siglo XVII, de tendencia manierista, consta de varios bastidores, que representan escenas de la Pasión.»

Se expuso por última vez en 1980 dado su problemático estado de conservación y al restaurarse el interior del templo. Según los estudiosos del tema, sus pinturas son de primer orden siendo una obra verdaderamente singular en la península ibérica. Esta es la opinión de Alfonso E. Pérez Sánchez, director del Museo del Prado en 1986. Entre 1989 y 1991 se restauraron en la Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Madrid las 3 escenas del lavatorio, despojo de vestiduras y flagelación. En 1991 se comenzó la restauración de otros ocho lienzos de temática decorativa y tres pechinas, habiendo sido terminados en marzo de 2006. En febrero de 2011 son traídos al templo parroquial, y desde la Semana Santa de ese mismo año una parte del conjunto decora las paredes del coro a modo de exposición permanente. La Santa Cena está expuesta en la capilla del Sagrario y el Lavatorio en el presbiterio.

El diccionario de la Real Academia define la palabra Monumento como túmulo, altar o aparato que el día de Jueves Santo se forma en las iglesias, colocando en él una arqueta en forma de sepulcro, y en ella, la segunda hostia consagrada para reservarla hasta los Oficios de Viernes Santo en los que se consumía. La definición recuerda la liturgia del Concilio de Trento, en la cual no comulgaba el Viernes Santo nada más que el celebrante, el Párroco, normas en vigor hasta el Concilio Vaticano II.

Los dos Concilios han tenido que ver con el Monumento, el primero con su origen, el segundo con su fin. En el primero se consideró que era necesaria la formación de los fieles, dada su baja cultura, para lo que tendrían que valerse de la palabra en la predicación, y de las imágenes en la decoración de los templos, imágenes que debían ser didácticas, prohibiendo “las que comunicaran falsos dogmas o distrajeran en la oración”. Como consecuencia del espíritu de la contrarreforma, las iglesias se revisten de tapices, retablos y a Villahermosa llega el Monumento para embellecer y dar esplendor a los Oficios del Jueves Santo, durante el tiempo en que estaba hecha la Reserva, expuesto el Santísimo, sacramento esencial del catolicismo postconciliar.
El final del Monumento como decoración y complemento de los actos litúrgicos del Jueves Santo, le llega a finales de los años 70 al remodelar el presbiterio para adaptarlo a las disposiciones de la liturgia del Concilio Vaticano II. Un albañil preguntó que se hacía con los agujeros que había en la bóveda del presbiterio; la contestación fue: ¡tápese!, esta palabra marcó el fin. No eran ya necesarias las imágenes, cumplió su ciclo histórico, dejó de ser complemento de actos litúrgicos, elemento didáctico y se transformó en “Monumento Artístico”, y como tal nos ha faltado la sensibilidad para su correcta conservación, pero nunca es tarde.

Imagen de archivo. Ayuntamiento de Villahermosa

Una réplica del Monumento original se exhibe cada año durante la Semana Santa de Villahermosa gracias a la Hermandad de Jesús Nazareno y al esfuerzo de multitud de personas anónimas


El Monumento de Villahermosa es un conjunto de bastidores, a modo de bambalinas de teatro, que cuelgan de la bóveda del presbiterio. El conjunto de bastidores forma un arco, van de forma progresiva desde el primer escalón hasta el fondo en el que hay un tapiz rojo con la imagen de la custodia, en el centro queda el altar que se eleva y en lo más alto se coloca la arqueta mozárabe donde se hacen la Reserva. Las pinturas, las velas, las flores y la arqueta con el Santísimo, forman un conjunto muy hermoso, de gran belleza y suntuosidad que induce a la oración.
Las pinturas simulan unas grandes columnas herrerianas que soportan en lo más alto la fachada de un majestuoso edificio, el pretorio en el balcón central, el Eccehomo, en las laterales balconadas con público y entre ellos San Pedro con sentimiento de haber negado.
Las bases de las columnas son iguales en todos los bastidores, al ir en disminución progresiva, le dan a todo el conjunto un efecto de perspectiva. Los arcos posteriores están decorados con ángeles y simbología de la pasión. En el fuste de la columna hay cuatro figuras, dos a cada lado, que están apoyadas sobre una repisa, en contraste con una columna cilíndrica, y forma una especie de hornacina que le da una impresión escultórica.
Las pinturas del lado del Evangelio representan a Jesús orante en la parte inferior y en la parte superior a Jesús cubierto con un paño rojo, coronado de espinas, con una caña y se mofan y le escupen. En el lado de la epístola, El Salvador es despojado de sus vestidos y en la parte superior, azotado. Son pinturas de tamaño natural, las llagas de los azotes no son tan crueles, como pueden ser las de la época, como las del Museo Diocesano, los rostros son de dolor, de pena, pero dolor controlado, contrasta con los romanos que lo martirizan con caras feas y miradas de odio. En el balcón central, el Eccehomo está acompañado de Pilatos.
Los rostros de todas las figuras de Jesús, tienen en común la mirada que comunica con el observador.
En lo más alto, el Padre acompaña al Hijo en todas las vicisitudes del Jueves, lo mismo que los ángeles que rodean las distintas figuras, son bellas composiciones, muy expresivas y es urgente su restauración.
Para completar la anchura hay otras dos pinturas: La Última Cena y El Lavatorio. Contrastan con el resto del conjunto por ser estilos pictóricos distintos.
El Lavatorio, no es una pintura original. Desde Tintoretto cualquiera que pinte el tema lo recuerda. Pero, pese a ello, las caras, las manos, las expresiones… San Pedro se resiste ¡lavarme tú a mí!, demuestran un profundo sentimiento religioso del pintor. Está restaurada y ha recuperado el color, los añiles, los verdosos y la radiación alrededor de la cara de Cristo.
La Última Cena, de la Capilla del Santísimo, colgado más bajo y con mejor luz, pero no suficiente, se disfruta mejor que el anterior. Sin restaurar, los colores son los originales, tratados por el tiempo (si alguna vez se restaura estaría bien que se haga un minucioso estudio para tratar de encontrar fechas y firmas).
Después de que Leonardo pintase su Última Cena, la influencia sobre las demás fue notoria, ya que no ha habido pintor que se preste que no haya hecho la suya: Tiziano, Juan de Juanes, el Greco, Tristán, Velázquez y hasta Dalí con sus fantasías.

La del Monumento de Villahermosa es una entre pocas por su belleza y mérito pictórico. Se pueden observar los detalles que lo atestiguan: arquitectura y decoración del cenáculo, distribución de los Apóstoles en la mesa, luces y sombras, efecto en el cuchillo en el primer plano de la mesa, vestidos, dobleces y arrugas, colores (añil, verdoso y grisáceo). La perfecta armonía de luz, color, planos… Judas oscuro para destacar; el mantel marfil, sutil transparencia con arrugas y pliegues, dobladillos; caras y manos con sus expresiones (alguien viéndolo dijo: “las caras y las manos son de un gran maestro, no necesitan firma”).
Todos los estudiosos del Monumento coinciden que es obra de taller, grande, como el que había en su época en la casa del Marqués de Villena, con posibilidad que Escamilla interviniera en su contratación; puede sospecharse de la participación en su confección de un pintor o arquitecto que lo diseñara, hizo los trazos como se decía, conocedor de las proporciones, le dio armonía y suntuosidad, los aprendices completaron la arquitectura, ángeles y decoración, un buen maestro se encargó del Salvador y el gran maestro pintor del Lavatorio y La Última Cena, pinturas de mucho mérito.
El manierismo es su estilo pictórico, en transición con el barroco, el naturalismo se había iniciado y se muestra en la anatomía de las manos de los romanos y los músculos de muchas de las figuras; aunque es difícil de determinar cuándo se termina un estilo y se inicia otro, por el año 1600 sobreviven las dos tendencias. Con todas las reservas se puede tomar esa fecha de referencia y sólo para valorar el Monumento con una antigüedad.
También se puede comentar como el Monumento es una de las superficies pictóricas más grandes en óleo sobre lienzo que existen en la actualidad. La Iglesia tiene 12 metros de ancho por 19 de alto; como ocupaba prácticamente todo el frente, se puede calcular en próximo a los 150 metros de superficie, una de las obras pictóricas, más grandes que se pueden recuperar con toda su belleza.


El interés por las cosas del espíritu y las cosas de la cultura diferencia a los pueblos vivos de los muertos


El Monumento de Villahermosa se considera Monumento Artístico de primera categoría:
• Por ser una obra pictórica de gran mérito.
• Por proceder de un taller de grandes maestros.
• Por ser representativa de una forma de cultura extinguida (la decoración suntuosa de los templos).
• Por su antigüedad próxima a los 400 años.
• Por ser una de las superficies existentes más grande sobre lienzo del mundo.

Este llamado Monumento de Semana Santa no debe encuadrarse dentro de las arquitecturas efímeras, ya que cada año se remontaba, se colocaba de nuevo. Se encuadraría mejor en el “arte de las tramoyas” o arquitecturas fingidas, por su carácter escenográfico, que lo entroncaría con las ceremonias de la Pasión y el teatro medieval (dramas litúrgicos). Pudiendo servir como decorado para los autos de Pasión y Resurrección de Siglo de Oro. El de Villahermosa es uno de los más completos conservados, de mayor envergadura y complicada composición.

Después de haber descubierto esta maravillosa joya en primera persona, desde el equipo de sabersabor.es esperamos que este pequeño reportaje sirva para dar el impulso necesario para finalizar por completo su restauración, sin escatimar esfuerzos ni medios, habida cuenta de su importancia como una obra artística única en el mundo.


Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©


Para más información sobre el Monumento de Villahermosa, visitar villahermosacr.es 

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Pimentón de La Vera, el oro rojo de la ruta imperial

En la comarca cacereña de La Vera, los campos de cultivo se mezclan con los recuerdos del emperador Carlos V


Las flores que adornan las casas de teja roja de Jaraíz de La Vera son un anticipo del estallido que la naturaleza ofrece al nordeste de la provincia de Cáceres, entre la sierra de Gredos y el río Tiétar. Robles, castaños, olivos, abedules y cerezos crecen en valles modelados por el agua del deshielo, que forma gargantas entre piedras de granito. Hasta 45 pozas cristalinas hay en La Vera, algunas accesibles, otras recónditas.
A Jaraíz de La Vera, capital de la comarca, se llega desde Plasencia por la EX-203, carretera por la que haremos todo el recorrido. En el perfil de Jaraíz resaltan dos iglesias con sus torres y cigüeñas: las de Santa María y San Miguel. Aquí es donde tiene lugar el primer contacto con el pimentón, un cultivo que es vital para la economía de la zona. En octubre, el pimiento se recoge a mano y se seca durante diez o quince días para después molerlo. Es entonces cuando los pueblos de La Vera humean y se impregnan de su olor tan característico. Todas las preguntas que puedan surgir sobre su cultivo las responde el Museo del Pimentón, que ocupa el rehabilitado palacete del Obispo Manzano. De nuevo en la EX-203, surge al paso la garganta de Pedro Chate y sus chopos, higueras, abedules y madroños, un desfile arbóreo que nos acompaña hasta Cuacos de Yuste, pueblo donde todo remite a Carlos V. En la plaza de Don Juan de Austria encontramos la Casa de Jeromín. La iglesia de Nuestra Señora de la Asunción guarda el órgano del siglo XVI procedente del cercano monasterio de Yuste, donde el emperador pasó su último año y medio de vida.

Calle de Jaraíz de La Vera

Claustro Monasterio de Yuste


El monasterio de Yuste, habitado por religiosos de la Orden de San Jerónimo, sigue sin desvelar las razones por las que el emperador quiso morir y ser enterrado en el


CAMINO DE JARANDILLA

Desde aquí, hay dos opciones para llegar a Jarandilla de La Vera: retomar el camino por la EX-203, en el que surgen restos romanos como el puente Parral, o emprender la Ruta del Emperador, un paseo de gran belleza que atraviesa tres gargantas -Los Guachos, San Gregorio y Jaranda- y el arroyo de las Cepedas. En Jarandilla nos espera el castillo de los Condes de Oropesa (siglo XV), convertido en Parador Nacional en 1930. Una vez aquí merece la pena visitar Guijo de Santa Bárbara, un pintoresco pueblo de la Sierra de Gredos. En Losar de La Vera atraen la mirada los setos con simpáticas formas que adornan sus calles. Para finalizar recomendamos seguir hasta Valverde de La Vera, declarado conjunto histórico-artístico por la conservación de sus casas con entramados de madera. El castillo medieval de Don Nuño es su monumento más destacado, pero si algo llama la atención es el agua que fluye por la mitad de las calles y que baja de la sierra. Tan limpia y clara como la que riega los campos de pimientos.

Parador de Jarandilla de La Vera

Pimientos para elaborar el pimentón de La Vera

Puente romano en Jarandilla de la Vera

EL PIMENTON DE LA VERA

Los monjes jerónimos fueron los que, desde Yuste, propagaron el cultivo del pimiento por la zona. Este vegetal de origen americano arraigó pronto por la fertilidad de las tierras, las aguas cristalinas y la suavidad del clima. Actualmente, desde la creación de la D.O.P. en 1998, constituye uno de los cultivos hortícolas más importantes de Extremadura. El pimentón se obtiene de la molienda de frutos de las variedades de pimientos ocales y bola, recolectados maduros y secados, a partir de octubre, con leña de encina o roble mediante un sistema tradicional. Es un condimento de sabor intenso y penetrante que se clasifica en dulce, picante y agridulce, aunque todos ellos presentan un aroma y sabor ahumado. Aporta sólo 3 kcal por gramo. Es rico en beta-carotenos, que se transforman en vitamina A y actúan como potencial antioxidante y anticancerígeno. También aporta hierro, magnesio, potasio, fósforo y vitaminas del grupo B.

Valverde de La Vera

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Tour por los Escenarios de Cervantes y los Paisajes del Quijote

Os proponemos un viaje cultural, natural y gastronómico inolvidable por Madrid, Toledo, La Mancha y el Campo de Montiel para descubrir el origen del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha. Un viaje por una Tierra Universal, el Siglo de Oro Español, los paraísos y escenarios naturales de la novela, con toda la esencia de nuestras ciudades, pueblos y aldeas, y disfrutando de nuestra rica gastronomía, en la que no pueden faltar el delicioso y afamado Queso Manchego y los vinos de la tierra. Sin duda, una auténtica experiencia cultural universal


Día 1

Iniciamos nuestro maravilloso recorrido por el Madrid de los Austrias, sede de la corte de Felipe II, bajo cuyas órdenes lucho Don Miguel de Cervantes durante gran parte de su vida. Un paseo por el casco histórico de la ciudad, lleno de calles estrechas, callejuelas, pasajes, pasadizos, travesías, plazuelas, palacios, conventos…
Y a la hora de comer nada mejor que un tour gastronómico de tapas y vinos por las tabernas más emblemáticas de Madrid. Un delicioso recorrido entre catas y degustación de pequeños platos de temporada maridados con vinos de La Mancha.
Madrid, Villa y Corte, que tiene su centro en el «kilómetro cero» de los caminos de España, posee un mapa gastronómico inigualable en el que tienen destacada presencia platos tradicionales que ofrecen un perfil propio, con aromas de la cocina manchega, al estar su territorio enclavado en el corazón de la meseta. En los más típicos rincones del viejo Madrid, antiguas posadas, figones y mesones, – aparte del famoso Lhardy -, ofrecen la clásica sopa de ajo, y su inigualable cocido al que los castizos llamaban «el coci» ó «el piri», plato típico, saludable, sabroso y antañón que con el mismo regusto se come por tierras de Castilla en las que Madrid se asienta.
Por la tarde nos trasladamos hasta la cercana Alcalá de Henares, Ciudad Patrimonio de la Humanidad, para disfrutar de un recorrido guiado por esta bella localidad donde vivió sus primeros años Don Miguel de Cervantes, visitando su museo-casa natal, los edificios relacionados con su familia y aquellos vinculados a la publicación de sus obras.
Dar un paseo por las calles aledañas al Palacio Arzobispal, la Catedral Magistral y el Monasterio de San Bernardo nos transporta a la época del Cardenal Cisneros, allá por el siglo XVI.


Día 2

Iniciamos la jornada con un espectacular recorrido panorámico por Toledo, Ciudad Patrimonio de la Humanidad. A continuación hemos disfrutado de un atractivo y ameno recorrido guiado por el impresionante casco histórico y por los barrios de las Tres Culturas, admirando el legado de las diferentes civilizaciones que han dejado su huella en Toledo: Edad del Bronce, carpetanos, visigodos, romanos, musulmanes, judíos y cristianos. Y visitando los monumentos más importantes: Mezquita del Cristo de la Luz, Sinagoga de Santa María la Blanca, Iglesia de Santo Tomé (El Greco) y un subterráneo exclusivo en la judería.
De todos es conocido que Miguel de Cervantes disfrutó un amor sincero por la ciudad de Toledo. Al entrar por la puerta principal de la ciudad, la de Bisagra, nos encontramos, en su patio de armas, el elogio más apasionado de Cervantes a Toledo: “¡Oh, peñascosa pesadumbre, gloria de España y luz de sus ciudades…”
La mañana ha finalizado visitando un Taller de Damasquinado, donde hemos visto en directo cómo trabajan y descubierto todos los secretos de esta artesanía joyera conocida como el Oro de Toledo.
Por la tarde nos esperaba la impresionante Catedral Primada de Toledo, una de las obras maestras de la arquitectura ojival y obra magna del gótico, que mereció en el lenguaje eclesiástico el título de Dives Toletana (La Rica Toledana), que alude a la grandiosidad de sus dimensiones, riqueza artística y solemnidad litúrgica. La Catedral Primada fue concebida como Summa Artis, un Vaticano en tierras ibéricas. Esconde una interminable acumulación de tesoros artísticos que abarcan páginas enteras de la historia de la vidriera, la rejería o la escultura, y una colección pictórica sin igual, con obras de El Greco, Tiziano, Goya o Van Dick.


Día 3

Nuestro camino nos llevó hasta Campo de Criptana, para conocer uno de los enclaves fundamentales de la geografía española: la maravillosa sierra de los molinos de viento, una estampa clásica reconocida en los cinco continentes. Esta experiencia nos ha permitido rememorar la leyenda cervantina del famoso lance entre Don Quijote y sus “gigantes”, así como descubrir algunos secretos del noble arte de la molinería.
A continuación, la visita imprescindible a una prestigiosa bodega con D.O. La Mancha. Un interesante itinerario por sus emblemáticas instalaciones para adentrarnos en el apasionante mundo de la viticultura y en los procesos de vinificación, con una degustación de sus vinos de la mano de todo un maestro en este arte. La historia y los secretos del brebaje de Dioniso, dios del vino, han dejado de ser un secreto para nosotros. Una auténtica experiencia enoturística.
Y a la hora del almuerzo, nos esperaba una deliciosa y auténtica Comida Típica del Quijote, a base de platos tradicionales de la cocina manchega. Una cocina universalizada por Cervantes.
Por la tarde hemos conocido un tesoro de gran trascendencia en la tradición cervantina: la Cueva de Medrano en Argamasilla de Alba, la celda donde, según algunos estudiosos, D. Miguel de Cervantes comenzó a escribir su inmortal obra “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha”.
Imprescindible la visita a la cercana ciudad de Tomelloso para descubrir el interesante Museo del Carro y del Bombo de Tomelloso, con el maravilloso Bombo tomellosero en su interior, una auténtica joya de la arquitectura popular rústica.
Y por supuesto alguna de las más de 2200 antiguas cuevas-bodega existentes en el subsuelo de la ciudad, excavadas antaño en la roca para hacer y almacenar el vino en tinajas de barro. ¡Un patrimonio vitivinícola impresionante!

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Día 4

Por la mañana hemos visitado una tradicional y prestigiosa quesería manchega, para conocer los secretos de un producto único: el Queso Manchego. Hemos tenido la oportunidad de conocer desde el pastoreo del ganado en el campo, las ovejas y corderos, y el ordeño hasta la transformación de la leche en queso, el trabajo artesanal y la maduración, asistiendo a la elaboración del queso en vivo y en directo. Para finalizar con una deliciosa degustación de este producto tan cotizado a nivel nacional e internacional.
Listos para iniciar una de las visitas más importantes de este tour: Villanueva de los Infantes, Conjunto Histórico-Artístico Nacional, uno de los más bellos de España y centro histórico de la comarca del Campo de Montiel, citada hasta cinco veces por D. Miguel de Cervantes en su obra más universal “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha”.
Cuna del Quijote, según algunos estudiosos, y el lugar donde vivió el genial escritor Don Francisco de Quevedo y Villegas, hemos disfrutado con un inolvidable recorrido por esta monumental villa. Iglesias y conventos; plazas porticadas; pósitos, casas señoriales, palacios y calles… Todo un viaje al irrepetible Siglo de Oro español.

Llega el medio día y con él un almuerzo campestre en una huerta de la zona, un lugar lleno de encanto y esencia manchega donde hemos dado cuenta de una comida típica a base de platos tradicionales maridados con los mejores vinos de la tierra.

Por la tarde nuestro viaje nos ha llevado hasta Fuenllana, cuna de Santo Tomás de Villanueva y villa rural manchega por excelencia, descubierta con sorpresa a principios del siglo XX por el famoso fotógrafo francés Charles Alberty ‘Loty’, cuyas fotos se mostraron en la Exposición Universal de Barcelona en 1929. Un magnífico ejemplo de lo que debe ser un pueblo con estilo propio, integrado en su paisaje, su historia y su cultura. Callejear por su casco urbano, respirar la esencia del Campo de Montiel… inolvidable.

Para nuestro siguiente paso por el histórico y sorprendente Campo de Montiel nos esperan enclaves como Villahermosa, Torre de Juan Abad, Montiel, Almedina, Villanueva de la Fuente, Alhambra… cada uno con una inmenso patrimonio histórico, cultural y natural.


Día 5

La jornada comenzaba con la visita a El Toboso para descubrir todos los secretos y leyendas de este bonito pueblo, y todos los rincones relacionadas con Don Quijote de La Mancha y Dulcinea. Imprescindible adentrarse en el Museo de la Casa de Dulcinea y descubrir de una forma amena y divertida el legado que D. Miguel de Cervantes dejo en El Toboso en su búsqueda del gran palacio de Dulcinea, y las características de los principales personajes, Don Quijote y Sancho, en el contexto histórico de una España en pleno Siglo de Oro de la literatura.
Tras un merecido descanso, ponemos rumbo a Alcázar de San Juan, última etapa de nuestro viaje. Desde la inmensa llanura que lo bordea, salpicada de bellas lagunas, pasando por sus conocidas fiestas de Moros y Cristianos, las tortas de Alcázar o el legado de su artesanía del cuero, la alfarería y la madera.
La visita a Alcázar de San Juan está llena de lugares de interés turístico y patrimonial.
Alcázar de San Juan es según algunos estudiosos la verdadera cuna de Don Miguel de Cervantes, así que nada mejor que iniciar nuestro recorrido en la Casa del Hidalgo, donde nos han explicado las costumbres y cómo era la vida de los hidalgos que inspiraron a Miguel de Cervantes cuando creó el personaje de Don Quijote de La Mancha. A continuación un bonito recorrido por el Conjunto Palacial del Gran Prior, donde destaca el Torreón de Don Juan José de Austria, uno de los emblemas de la ciudad, una torre almohade del siglo XIII, y actualmente un maravilloso espacio dedicado a los Caballeros Hospitalarios de San Juan.
La naturaleza está muy presente en estas tierras. Prueba de ello es el Complejo Lagunar de Alcázar de San Juan. Declarado Reserva Natural de la Biosfera, está conformado por 700 hectáreas integradas tres lagunas pertenecientes a La Mancha Húmeda. Se trata de un lugar perfecto para observar especies únicas y disfrutar de la naturaleza.
En los caminos que las recorren encontramos puntos de observación de aves, alternando paisajes salinos y desérticos, que cambian a estepas para después convertirse en prados húmedos. Estos cambios hacen de este espacio protegido por la UNESCO su mayor atractivo.
Hemos avistado aves difíciles de encontrar en ninguna otra parte. Cigüeñuelas, pagazas piconegras, zampullines, tarros blancos y canelos, porrones, malvasías cabeciblancas, patos colorados y cucharas, cercetas carretonas, fochas, garcillas cangrejeras, garzas imperiales, aguiluchos laguneros y flamencos. Un lugar perfecto para hacer turismo ornitológico.


Si estas interesado en realizar este tour, contacta con sabersabor.es


Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©

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Tejera Negra, la vitalidad de un hayedo insólito

El Hayedo de Tejera Negra, Patrimonio Mundial de la UNESCO, forma parte del Bien Natural “Hayedos primigenios de los Cárpatos y otras regiones de Europa”


El primer haya solitaria aparece a la izquierda de la pista forestal que conduce al corazón del bosque, rodeada de una alfombra del verde rabioso de la gayuba húmeda. No se sabe cómo ha podido sobrevivir a la industria maderera, al carboneo y al calor, pero crece ahí como una unidad de medida del bosque. Posee la copa amplia y redondeada que caracteriza los ejemplares aislados y estira las ramas al cielo entre amenazadoras y suplicantes. Con toda seguridad anuncia la excepcionalidad de uno de los hayedos más meridionales de Europa.

El resto de ejemplares se reparten en edades: los más jóvenes en los lugares más accesibles, como en la senda de Matarredonda, donde también crece un tejo testimonial y antiguo; los más viejos en los lugares más inaccesibles, en las cabeceras de los ríos Lillas y Zarza; los desmochados, por doquier.

El hayedo de Tejera Negra constituye una especie de isla vegetal en la cordillera Central, pudiendo ser considerado el escombro botánico de una masa forestal gigantesca diezmada por la influencia humana y el cambio climático regional.

El haya es un árbol muy común, pero en el centro de Europa, típico de lugares húmedos y que, en España, se concentra en la mitad norte, sobre todo en Navarra.
Sicilia y la sierra de Ayllón, donde se encuentra Tejera Negra, constituyen excepciones forestales en la distribución geográfica de los hayedos.

De los tres enclaves de hayas que se aferraron a la sierra del Sistema Central: en Madrid, Montejo de la Sierra; Riofrío de Riaza en Segovia y Tejera Negra en Guadalajara, es este último el de mayor extensión y riqueza faunística y botánica.
Las hayas de Tejera Negra debieron de establecerse aquí en una época remota en que el clima era más frío y húmedo que el actual. Hoy, estos árboles todavía encuentran refugio en valles umbríos, laderas norte y canchales escasamente expuestos al sol pero sometidos a nieblas, vientos y lluvias.


El carácter de excepción que reviste el bosque del hayedo de Tejera Negra consiste en crecer allí donde nadie lo podía esperar


El ser humano se sirvió de estos árboles hasta casi agotarlos para fabricar arcos de guerra, muebles y carbón vegetal.

En otros tiempos, piras de troncos de hayas, brezos, robles, encinas y melojos recubiertos de paja y tierra ardían en una combustión controlada, casi exenta de oxígeno, para convertir la preciada madera en carbón vegetal. Este combustible era repartido luego entre los pueblos de los alrededores y transportado a las capitales (Madrid, Guadalajara…) hasta convertirse en rescoldo de brasero. En travesías que sólo los pájaros pueden realizar podría observarse el lugar ocupado por aquellos hornos circulares de 25 metros de diámetro, colocados al tresbolillo, como volcanes extinguidos a quienes la naturaleza todavía no ha conseguido olvidar.

La consecuencia de las talas sucesivas (la última se produjo hace unos 50 años) es que, paradójicamente, a pesar de su antigüedad, el hayedo es joven y homogéneo. Sólo en los lugares más profundos del valle, en los cortados de más difícil acceso en los que la explotación no parecía rentable por lo abrupto del terreno, crecen las hayas centenarias. En la solana del río Zarzas y en el barranco que da nombre al Parque (Tejera Negra) es donde la majestuosidad del bosque que causa respeto, temor o admiración –y en el que Caperucita, Blancanieves o Pulgarcito podían haber pasado los peores momentos de su existencia-, se convierte en hojarasca ocre y corteza lisa y cenicienta.

En este bosque donde las hayas han tenido que luchar por su supervivencia frente a la especie humana, también han librado batalla contra plantaciones, más o menos afortunadas, de pino silvestre. En lugares donde ambas especies combatían en igualdad de condiciones, las ramas de las hayas fueron decapitando las copas de los intrusos y asfixiándolos a continuación gracias a su corpulencia, contradiciendo así todas las teorías sabias sobre la escasa capacidad de regeneración de los hayedos meridionales.


El hayedo de Tejera Negra (Guadalajara) está configurado por los ríos Lillas y Zarzas, que nacen en el valle glaciar de la Buitrera


Avanzando a pie, paralelos al curso del río Zarzas (también denominado Sorbe o de la Hoz) y acompañándolo hacia su nacimiento, puede verse cómo el valle se cierra por picos que quisieran alcanzar los 2000 m de altitud. El circo del valle se cierra en torno a la Atalaya (1887 m), Tejera Negra (1914 m) y Tiñosa (1971); y otros que consiguen superar los 2000 m dispuestos a lo largo de la cuerda de las Berceras y ocultos con frecuencia por la niebla, como el Alto del Porrejón (2012 m) y la Buitrera (2046 m). La máxima elevación del macizo la ostenta el pico del Lobo con 2272 m.

Hasta bien entrada la primavera, algunos neveros obstinados alimentan los arroyos que vierten su caudal en las aguas del río Zarzas.
En Tejera Negra, también crecen otros árboles como robles, acebos, serbales, cerezos silvestres y abedules, pero la vegetación no se distribuye al azar, sino que tiene predilección por asentamientos concretos, en función sobre todo de la altitud… por encima de los 1800 m, cota hasta la que también llegan los pinos, sólo crecen pastos, resistentes a las inclemencias del tiempo y a la deshidratación provocada por el viento que sopla de manera casi constante en los collados.

Las aves encuentran en el haya protección y refugio para establecer sus nidos. La corteza lisa de los árboles y el suelo despejado son factores que favorecen la elección de las copas de los árboles por algunas especies, como las águilas reales. Y por supuesto los roquedos para los buitres leonados y halcones abejeros.

Entre los grandes mamíferos, la desaparición del lobo en los años cincuenta es la ausencia más significativa, dejando el camino libre al zorro, gato montés, garduña, tejón y comadreja. Las nutrias dentro del agua. El mayor herbívoro es el corzo, al que no es difícil ver fugazmente atravesando algún calvero del bosque en busca de pasto fresco.


Merece la pena presenciar el espectáculo cromático que cada Otoño produce su singular y grandiosa riqueza forestal, con una extraordinaria y sorprendente explosión de colores


A medida que la carretera de Ayllón se aproxima a la tierra de Galve, el color rojizo de la tierra desaparece hasta convertirse en un caos pizarroso sobre el que crecen, precisamente, las hayas.
Estas lajas de pizarra han permitido la construcción de edificaciones tanto para los humanos como para el ganado (taínas). Ahora son testimonios del pasado.
La prosperidad de estos pueblos, que no eran más que premios otorgados a la aristocracia feudal como pago a los servicios prestados durante la Reconquista, estaba basada en el aprovechamiento de la tierra dedicada al pastoreo.

La disminución de la trashumancia y la regresión del sistema pastoril significaron la decadencia de la zona a partir de principios del siglo XX y a todo lo largo de él. Es como si los pueblos de esta sierra hubieran adelantado en medio siglo a la emigración de las gentes a las ciudades.
El resultado es el envejecimiento de la población y el abandono de las localidades, con el consiguiente riesgo de pérdida definitiva de los valores culturales locales.

Entre los pueblos más cercanos a Tejera Negra, Galve destaca por haber poseído un pasado esplendoroso del que rinden cuenta las tres ermitas, el castillo de los Zúñiga y la iglesia de planta rectangular de la Asunción.
A escasos kilómetros de Cantalojas, la carretera local deja a un lado a Villacadima, pueblo abandonado que parece estar dormido. El paso del tiempo y la desidia lo convirtieron en morada de fantasmas y refugio de recuerdos. En ningún momento más oportuno que el presente, Villacadima es merecedora de nombre: la palabra cadima, de origen árabe, significa vieja.

Los libros de geología dicen que Cantalojas se asienta sobre una llanura de calizas procedentes de la era Terciaria, pero al llegar a esta localidad es mucho más gratificante mirar al cielo que al suelo: en función de la hora del día no es difícil descubrir por encima de las fincas y tejados del pueblo alguna bandada de buitres leonados que descienden, volando en círculos, desde las más altas cumbres del macizo de Ayllón en busca de las carroñas dispersas por los valles.

En cualquier época del año es gratificante una visita al hayedo de Tejera Negra: en primavera, las hojas hacen derroche de color verde vivo, mientras que en otoño la luz y el suelo se tornan ocres. En pleno verano, el tupido follaje ofrece frescor y, en invierno, el bosque entero es un misterio. Inolvidable.


Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©


Próximos destinos: Ruta de la Arquitectura Negra o de los “pueblos negros” y Ruta del Románico Rural de Guadalajara

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3 destinos para 3 vinos

Os proponemos un maravilloso viaje por tres de los rincones culturales y paisajísticos más importantes de la provincia de Ciudad – Real: Tomelloso, Ruidera y Villanueva de los Infantes


1. TOMELLOSO

Tierra de paso y cruce de caminos, la historia de Tomelloso es relativamente joven… “se comenzó a poblar en 1530 en tierras baldías de la villa de Socuéllamos, en torno a un viejo pozo utilizado por los pastores de la zona para abrevar a sus ganados”.
Muy pronto la naturaleza emprendedora de este pueblo unida a una desastrosa plaga de filoxera en otras comarcas españolas y francesas (historia rocambolesca para descubrir), haría de este lugar el gran centro de producción vitivinícola que es actualmente. Desde sus bodegas y cooperativas se “vende” mosto y vino a medio mundo.
La ciudad manchega de la pintura, la Atenas de La Mancha, cuna de artistas y escritores de fama mundial, pragmática y enérgica, sus gentes y sus vinos han influido en el pincel vital y realista de López Torres, los certeros e inolvidables relatos de Francisco García Pavón, sus bombos, chimeneas y antiguas cuevas – bodega.
Por su carácter, siempre preparado para celebrar una ocasión especial, os recomendamos un espumoso, brut nature que dirían los entendidos, de fermentación tradicional.

2. LAGUNAS DE RUIDERA

“Creadas por el encanto del mago Merlín…” reverberan las palabras de Cervantes en aquel visitante que contempla asombrado el entorno del Parque Natural de Lagunas de Ruidera. Como los aromas frutales de un vino tinto joven, los sentidos aquí quedan embriagados por la cascada de aromas que fluyen en la retina del visitante primerizo.
Aquel viajero que acude por primera vez a Ruidera y sus lagunas, cuando lo hace desde la llanura manchega, vasta y extensa, percibe la sensación de acudir a un oasis, un remanso de paz, bálsamo y conjura contra el frenético ritmo de la vida urbana.
Sus cristalinas aguas de un azul puro e intenso, con verdes contrastes en sus orillas de encinar, álamo, olmos, juncos, masiegas, matorrales, espinos… vigiladas por antiquísimas sabinas, albar de reserva, y enebros de buen porte.
Belleza kárstica única en España. Travertinos o barreras tobáceas singulares que otorgan a este espacio natural protegido una singularidad geológica y ecológica de primer orden en Europa.
Un vino idóneo para este tesoro natural lo encontraremos en un blanco frutal, de suaves toques florales y herbáceos. Aromas de romero, tomillo y brezo que Ruidera nos regala.

3. VILLANUEVA DE LOS INFANTES

En el Campo de Montiel, antaño tierra de frontera con la media luna y custodia de la Orden de Santiago, Villanueva de los Infantes pugna en orgullo, tradición y solera por ser la cuna de “aquel lugar del que Cervantes no quiso acordarse”. No en vano, sus calles adquieren el lustre y celo solariego, de sobrio invierno castellano y austero porte en sus fachadas.
Pasear por Villanueva de los Infantes con la mirada acostumbrada a descifrar la simbología de la cantería que ostentan sus fachadas, portadas y blasones, reporta al visitante la sorpresa de encontrar en este rincón escondido de La Mancha, un tesoro literal. Además en el doble sentido de la expresión. Pues la increíble belleza de su elegante patrimonio monumental labrado en la típica arenisca roja del Campo de Montiel, se impregna como las nieblas de otoño, con la atmósfera literaria que ha transitado sus calles desde que la cultura del Siglo de Oro abrió sus puertas en la singular Casa de Estudios.
Aquí Jiménez Patón impartió gramática. Quevedo distraía su destierro. Lope de Vega ignoraba a Cervantes. Y Cervantes, más grande que ninguno, olvidado por esa envidia inculta que en España se siente por los genios contemporáneos, olvidada a su vez, acordarse de esos lugares y esas gentes que bien conocía hasta el fondo de sus más profundas miserias.
En pocos lugares del mundo como en este pueblo con título de ciudad, se percibe la atmósfera caballeresca y fantástica que se lee en las páginas del Quijote.
Un buen vino, un buen crianza, delicado y cuidado, con historia y con un futuro que pasa por nuestro paladar a toda velocidad, será el elegido para descorchar en tan noble rincón.


Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©


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De Sevilla a La Mancha: TROVADORES DEL SIGLO XXI

A lo largo de nuestra vida, pasamos por momentos malos y dificultosos pero a veces el péndulo del Tiempo absoluto nos lleva a pasar algunos buenos ratos, esos instantes que se guardan en el cajón de la memoria. Y eso ha venido a acontecer en estos días marcados en los costillares del almanaque: 28-II al 03-III-2019, en los que un grupo de turistas procedentes de Sevilla – entre los cuales tengo la suerte de encontrarme y de disfrutar su calidad humana y buen humor- han tenido la fortuna de explorar por tierras castellanos-manchegas, la llamada “Ruta del Quijote”.
Llegan a una hora y a un lugar determinado. Su estancia por lo general es breve. Estilos secos, humorísticos, sobrios, llanos, recargados, poéticos, barrocos. Frases largas, a veces tan ceñidas como un antifaz nazareno a la quijada y otras cortas como un zaguán, espolean a sujetos, verbos y predicados. Conjunciones y proposiciones hilan las explicaciones convirtiendo las imágenes en bellas metáforas que nos transportan a la magia de lo ya vivido en otras épocas.
Con sus explicaciones ilustran personajes, monumentos, paisajes, pinturas… Todos ellos con perfiles estéticos tan variados y sin embargo con un común denominador: la palabra.
Se les conoce profesionalmente como “Guías Turísticos” y tienen un enemigo implacable: el peaje del tiempo que todo lo muda y todo lo recrea y que les obliga a convertirse en auténticos narradores de novela corta, como un río de breve presencia lleno de luz y color.
Decía Luis Cernuda; “Llega el momento en la vida, cuando el tiempo nos alcanza”. Y en estos días me he sentido alcanzado por un edén de historias que he tenido la fortuna de compartir con estos magníficos trovadores del siglo XXI: Luis, Isabel, Carmen, Ricardo y Juan. Todos ellos coordinados por la elegante y recia sobriedad castellana de Antonio.
Con mi agradecimiento a quienes me han ayudado a aprender, soñar y vivir en estos maravillosos días.


Un artículo de Antonio Toro de los Santos©


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Un viaje Cervantino por el corazón de La Mancha

La Mancha, mencionar ese nombre es revivir en la mente del que lo escucha un paisaje perfectamente llano, el lugar que inmortalizó Don Miguel de Cervantes


Esta tierra es conocida en cualquier rincón del planeta gracias a su caballero andante y a su resignado escudero. No existe unanimidad a la hora de explicar la procedencia de este topónimo, aunque la mayoría de las teorías lo asocian con términos de origen árabe como “manxa”, que significa “tierra seca”, o el de “mányà”, “alta planicie” o “meseta”.

En cualquier caso, lo cierto es que La Mancha que hoy conocemos es un amplísimo conjunto de territorios enclavados en varias provincias del centro-sur de la península y que poseen un denominador común en la fisionomía plana del terreno y en el clima extremo, caracterizado por la sequedad estival y el frío riguroso de sus inviernos.

Añil de La Mancha

La Mancha de Argamasilla de Alba, Tomelloso, Ruidera y otras localidades ciudadrealeñas asociadas a la ruta del Quijote, no es sino una pequeña parte de ese vasto territorio en la meseta sur de nuestro país. En su origen, la región histórica y geográfica de La Mancha englobaba 3 grandes comarcas, a su vez sendos patrimonios administrados por las todopoderosas Órdenes religiosas y los Señoríos medievales de carácter feudal: por un lado, la Mancha Alta de Toledo, Ciudad Real, Cuenca y Albacete, un gran propiedad que tras su Reconquista quedó bajo la Orden de Santiago con sede en el municipio conquense de Uclés; por otro la Mancha Baja, regida por los Caballeros de San Juan y que en la actualidad aglutina a 17 municipios repartidos entre las provincias de Ciudad Real y Toledo; y por último la Mancha de Montearagón lindante con el Reino de Valencia, que fue administrada históricamente por el Señorío de Villena y hoy enclavada dentro de la provincia de Albacete.

La Mancha genuina, la Mancha que vio nacer al Quijote y en la cual lidió algunas de sus más memorables aventuras, tiene su centro más esencial en la provincia de Ciudad Real y engloba parte de aquellos territorios míticos: en concreto, la parte más meridional de la Mancha Baja conocida por Campo de San Juan, y las tierras ciudadrealeñas de la Mancha Alta, admirablemente planas, que responden al nombre de Mancha de Criptana.

El viajero inicia su recorrido en una tierra de viñedos, quinterías y bombos. A finales de abril los tomelloseros piden la bendición de campos y gentes a su patrona, la Virgen de las Viñas, y he aquí que sus pasos le llevan junto al despliegue festivo y colorista de miles de personas que en romería se desplazan hasta la Ermita de la Virgen en un paraje conocido como Pinilla. A lomos de mulas enjaezadas, carros, carretas y remolques engalanados con ramas, con la alegría sencilla y profundamente devota del pueblo manchego, la Romería aparece a ojos del viajero cargada de significado religioso pero también pagano, sobre todo cuando en la llamada Procesión de las Antorchas ve rezar a los fieles en la oscuridad de la noche mientras caminan alrededor del Santuario.

Vendimia en La Mancha

Bombo de Tomelloso

Arropada por sus vinos de gran calidad, Tomelloso es la capital de la comarca y uno de los municipios con más solera en la producción de vinos con Denominación de Origen de La Mancha. Como no podía ser de otra forma la localidad ha sido y es memoria viva de la tradición cervantina, y resulta paso obligado de la ruta del Quijote que iniciada en Campo de Criptana llega hasta Argamasilla de Alba, el Castillo de Peñarroya y el bellísimo y mágico rincón de las lagunas de Ruidera.

Asimismo, Tomelloso constituye un gran centro de difusión taurina con su máxima expresión en la plaza de Toros de la localidad, una de las más antiguas de España y ejemplo de afición sin paliativos: finalizaba el año de 1859 y los vecinos decidieron dar impulso a su villa construyendo la plaza de toros antes que instalar el alumbrado en las calles, cosa que finalmente hicieron 2 años después.

En su origen la población estuvo asociada con la importante actividad de la Mesta, pues su casco urbano era zona de paso de la Cañada Real Conquense que conducía al ganado desde tierras de Cuenca y Teruel hasta el valle de Alcudia, donde las cabaña pasaba los meses invernales. Hoy, la ciudad es el octavo núcleo de población de Castilla-La Mancha y su larga historia asociada al vino se refleja en la gran cantidad de Bodegas y Cooperativas vinícolas con sede en la localidad: Cooperativa Virgen de las Viñas; Vinícola de Tomelloso; Bodegas Centro Españolas, Bodegas Verum, Bodegas Lahoz…


De visita obligada son las antiguas cueva – bodega de Tomelloso, un patrimonio enológico impresionante


De enoturismo en una antigua cueva – bodega de Tomelloso

Lagunas de Ruidera

En un apartado rincón de la Mancha y según la tradición, Don Miguel de Cervantes estuvo preso por unos líos de faldas. Quizás por eso no quiso acordarse después del lugar, pero hoy los entendidos sitúan el incidente en un bello pueblo del norte de Ciudad Real llamado Argamasilla de Alba, al oeste de Tomelloso, una tierra de vastos horizontes y en la que el viajero puede evocar sin esfuerzo la efigie del Caballero de la Triste Figura.

Pasear por las calles de este pueblo, entre plazas soñolientas y casas bajas bajo el sol de la tarde, es convidar por un momento al silencio y al deseo de descansar a la sombra de un patio, junto al fresco sonido de la fuente y con un deseo firme de no moverse de allí. Obligada es la visita a la Cueva de Medrano, donde Azorín y toda la tradición cervantina afirma que estuvo preso el ilustre manco de Lepanto.

Pero después, si hemos de decir verdad, con el libro de “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha” bajo el brazo y el paisaje manchego vivo en nuestra retina, el andar del viajero debe llevarle sin excusa hasta una bodega, una quesería o una posada, allí donde pueda degustar los sabrosos platos y caldos de esta tierra afortunada.

Argamasilla forma parte de la zona de producción de cuatro productos de gran calidad, el queso, el azafrán, el vino y el cordero, y por tanto su gastronomía no podía defraudar de ningún modo entre platos típicamente pastoriles como las migas, las gachas y los galianos, platos que en origen se asociaban al trabajo de los labriegos en las quinterías del lugar. El pisto manchego, cuyo ingrediente básico es el tomate, y la repostería compuesta por flores, arrope de uvas y rosquillos, completan un menú donde la sencillez y la calidad son los condimentos clave para no olvidar la experiencia.

Cueva de Medrano en Argamasilla de Alba

Castillo de Peñarroya


Y a la hora de comer, tradicionales recetas del solar manchego que, desde viejos tiempos, vertidas al puchero, prestan calor al cuerpo entumecido de nativos y foráneos


Y entre duelos y quebrantos, bajo el tibio sol de abril, el viajero no puede faltar a su cita con la importante localidad de Alcázar de San Juan donde algunos estudios sugieren que pudo situarse la cuna auténtica de Don Miguel de Cervantes. Efectivamente, en el libro bautismal de la Parroquia de Santa María la Mayor de Alcázar de San Juan y en las páginas correspondientes al periodo 1556-1635, se conserva la siguiente partida de bautismo:

«En nueve días del mes de noviembre de mil quinientos y cincuenta y ocho bautizó el Rdo. Señor Alº Díaz Pajares un hijo de Blas de Cervantes Saavedra y de Catalina López que le puso (de) nombre Miguel (…)”.

Litografía realizada en el siglo XIX, de Miguel de Cervantes SaavedraLitografía realizada en el siglo XIX de Miguel de Cervantes Saavedra

Torreón del Gran Prior, Alcázar de San Juan

Colegiata de Santa María La Mayor, Alcázar de San Juan

Cierta o no esta teoría, que pondría en entredicho el origen de tan insigne escritor en la madrileña Alcalá de Henares, el viaje debe terminar por ahora y lo hace recorriendo la gran estepa cerealista desplegada hacia oriente.

Atravesando llanos trazados con regla, ataviados con el verde imposible de los trigales, bajo un cielo que abruma y con la vista puesta en el racimo de casas que asoma al fin sobre el horizonte, llegamos a Campo de Criptana y al cerro plano que corona sus famosísimos molinos de viento. Así es: el blanco Albaicín Criptano, con sus casas-cueva, sus calles estrechas y pendientes pronunciadas de genuino sabor árabe, lleva al viajero sosegado hasta un lugar de cuento y estampa por antonomasia del paisaje manchego.

Molinos de Campo de Criptana

Atardecer en Campo de Criptana

Pero la historia de Don Quijote y los molinos de viento que no eran tales, sino gigantes, no esconde la realidad igualmente atractiva de los propios molinos, que con cinco siglos de antigüedad funcionaron a pleno rendimiento hasta bien entrados los años cincuenta.

El propio Cervantes hablaba en su famoso episodio de 30 o 40 de estos edificios, lo que coincide con el catastro efectuado a mediados del siglo XVIII y que contabiliza 34 molinos en la sierra del mismo nombre y en el llamado cerro de la Paz. Hoy solo quedan 10 en pie, de los que 3 de ellos datan del siglo XVI y por fortuna siguen conservando su maquinaria original. Testigos de un pasado histórico y cultural envidiables, los molinos siguen siendo heraldos ante el mundo del paisaje de Campo de Criptana y de la Mancha en su totalidad.

Y algo de esa herencia señorial y quijotesca debe seguir presidiendo sus muros encalados y sus aspas orgullosas y erguidas a los cuatro vientos, pues hoy el conjunto de los molinos de Campo de Criptana está declarados Bien de Interés Cultural, y tres de ellos, los más antiguos, alcanzaron en 1978 la categoría nacional de Monumentos de Interés Histórico-Artístico. Conozcamos sus nombres: Burleta, Infanto y Sardinero.

Otro paisaje de La Mancha


Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©


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Madrid, del cocido al cielo

Nuevos espacios gastronómicos nacen cada poco tiempo en la ciudad, comercios especializados, escuelas de cocina, rutas gastronómicas… conforman un panorama vivo y sumamente atractivo para el visitante


Madrid, Villa y Corte, que tiene su centro en el «kilómetro cero» de los caminos de España, posee un mapa gastronómico inigualable en el que tienen destacada presencia platos tradicionales que ofrecen un perfil propio, con aromas de la cocina manchega, al estar su territorio enclavado en el corazón de la meseta. En los más típicos rincones del viejo Madrid, antiguas posadas, figones y mesones, – aparte del famoso Lhardy -, ofrecen la clásica SOPA DE AJO, y su inigualable COCIDO al que los castizos llamaban «el coci» ó «el piri», plato típico, saludable, sabroso y antañón que con el mismo regusto se come por tierras de Castilla en las que Madrid se asienta.
Los CALLOS A LA MADRILEÑA, los CARACOLES, las GALLINEJAS DEL RASTRO, su clásica TORTILLA A LA ESPAÑOLA y las JUDIAS A LO TIO LUCAS, con la ENSALADA DE SAN ISIDRO, conforman, entre otros preparados, su amplia cocina. En este recordatorio no olvidemos que a la hora del yantar, cada guiso viene del brazo de unos vinos nacidos en Arganda, Navalcarnero y San Martín, entre otros, que riegan y realzan el sabor de cada plato. Vinos candorosamente dormidos en las bodegas de un Madrid huérfano de rosas en aquel glorioso mayo de 1808, que los mamelucos de Murat sorbían de zaques y bocoyes y que la soldadesca napoleónica sacaba de las bodegas a espadazos, como preciado botín para la intendencia imperial.
Hoy, en la paz de los campos, Madrid ofrece vinos nuevos que, en alas de calidad, trasiegan alegrías hasta el lagar del alma donde se hacen ilusión y brindis para que la paz dé su mano al hombre en todos los amaneceres.
En el capítulo de postres, Madrid ofrece una extensa repostería. En la festividad de Todos los Santos, son de cristiana consolidación los tradicionales BUÑUELOS DE VIENTO y los rellenos de azucarada delicia HUESOS DE SANTO, al igual que en los días morados de la Semana Santa, no faltan las imponderables TORRIJAS.
Pero, en Madrid, encontrarás a lo largo del año, una rica y variada oferta salida de hornos artesanos, con mención especial para unas ROSQUILLAS, cuya invención es reivindicada por Fuenlabrada, villa en la que la Tía Javiera las hizo especialmente famosas sin olvidar, por ser lujo de sabor, el REQUESON DE MIRAFLORES.

Mirad, Señor Don Quijote
que desde Madrid al Cielo,
aunque vayamos al trote,
hemos de tardar, recelo;
y sepa vuestra merced
que con alforjas vacías,
que engendran gran desconsuelo,
ni bota que sacie sed
con sendos tragos de vino
sin reponer energías,
se hace más duro el camino.
De ahí, Señor, mi terco empeño
que antes de nuestra partida,
demos al cuerpo más vida
con sabrosa olla podrida
y vino, con el que anhelo
ir, desde Madrid…al Cielo.

SOPAS DE AJO

Eugenio Noel, unos de nuestros más preciados viajeros, conocedores de lugares y pueblos, dejó escrito que la gracia de esta sopa está precisamente en el ajo «y cuando se acierta a manejar eso, el ajo, rehogado en las otras sustancias que le acompañan, es cuando la sopa se convierte en un plato incomparable. Un cuarto de hora y en paz. Solo en los mesones, hostelerías, ventas y hogares de los labriegos sabe bien ese guiso cazurro y tosco que, es por paradoja prodigiosa honra de nuestra cocina nacional, de esa cocina en la que todo es verdad, todo salud, todo… gracia ruda, pero gracia.»
Algunos, siguiendo a quien así lo aconseja, cuando la sopa llega ardiente a la mesa, le añaden un generoso y consolador chorro de vino tinto, que el paladar y el estómago agradecen.
Por último, no olvidemos que siete virtudes tiene la sopa: quitan el hambre y sed dan poca. Hacen dormir, y digerir nunca enfadan, siempre agradan y crían la cara colorada.

Ventura de la Vega, poeta lírico y dramático, escribió esta deliciosa receta, muy popularizada, para prepararlas:

Cuando el diario suculento plato
base de toda mesa castellana,
gastar me veda el rígido mandato
de la Iglesia Apostólica Romana,
yo, fiel cristiano, que sumiso acato
cuanto aquella potestad emana,
de las viandas animales huyo
y con esta invención lo sustituyo.
Ancho y profundo cuenco, fabricado
de barro (como yo) coloco al fuego;
de agua lo lleno; un pan despedazado
en menudos fragmentos le echo luego
con sal y pimentón despolvoreado,
de puro aceite tímido lo riego,
y del ajo español dos cachos mondo
y en la masa esponjada los escondo.
Todo al calor del fuego hierve junto
y en brevísimo rato se condensa,
mientras que aquel suavísimo conjunto
lanza una parte en gas la llama intensa:
parda corteza cuando está en su punto
se advierte en torno y los sopores prensa,
y colocado en el cuenco en una fuente
se sirve así para que esté caliente.

EL COCIDO

El garbanzo es unos de los grandes tesoros gastronómicos. Con él se prepara el clásico cocido. Separado del caldo constituye la tradicional vianda cocinada con carne, tocino, chorizo, morcilla, patata y alguna verdura.
A comienzos del siglo XVI, Alonso de Herrera, en su obra: «DE RE RUSTICA», aporta, entre otras, esta curiosidad sobre el garbanzo:
«Sembrarlo lejos del camino y lugares pasaderos, entre las hazas de pan o en lugares cerrados; porque cuando están tiernos no pasa ninguno, aunque sea fraile y ayune, que no lleve un manojo; pastores y otros semejantes les hacen mucha guerra».
Para algunos escritores, la raíz del cocido, se encuentra en la ADAFINA, olla que los hebreos colocan al anochecer del viernes, en un anafre, cubriéndola con rescoldo y brasas para comerla el sábado. Es plato muy suculento y apetecido por los judíos, con ciertas variantes en sus ingredientes a tenor de la escala social de quienes lo consumen.
Plato típico de la cocina española, el cocido ha sido siempre insustituible en las mesas hogareñas, desde que los cartagineses introdujeron el garbanzo y su cultivo en España y con su ejemplo, estimularon el consumo.
Dicen, que el Rey Fernando VI, lo comía a diario y según el escritor José del Corral, hay datos fehacientes de que el cocido estaba presente, con bastante asiduidad, en las mesas reales. En el siglo XIX, el cocido siguió aromando las cocinas de palacio y hasta en algunos documentos se habla del «gasto para el cocido diario».
Para el Profesor Estrambasaguas, «el cocido es, tal vez, el único plato que nos queda de la Edad de Piedra. Como la piedra se quedan los Gabrieles, casi siempre, si no los ablanda la cochura del agua privilegiada de Madrid, tan fina como el viento…».

En romance, José Fernández Bremon, nos da la receta:

Con medio kilo de vaca
y diez céntimos de hueso,
un cuarterón de tocino,
un buen chorizo extremeño
y garbanzos arrugados
que ensanchan en el puchero,
sale de mi casa un cocido
que nos chupamos los dedos.
Cuando llega la matanza
se compra hocico de puerco
y echo un cuarto de gallina
si hay en casa algún enfermo.
Solemos tomar la sopa,
arroz, sémola o fideos;
si es de pan, con hierba buena,
los macarrones con queso.


Un plato clásico de la Villa y Corte. Ayer, como hoy, el típico yantar de la clase humilde, menos favorecida, y un lujo que puede darse nuestro paladar, en cualquier restaurante castizo de los que se acomodan a la sombra del Arco de Cuchilleros, rincón típico del viejo Madrid, o en los famosos Mesones que albergan las callejuelas cercanas al Arco, o en aquellos otros que jalonan los caminos de toda La Mancha


En la colección de «ARTE y COSTUMBRES DE MADRID», editada por la Comunidad de la Villa y Corte, se cuenta que el célebre Alcalde de Móstoles, don Andrés Torrejón, no pudo firmar el Bando que declaraba la guerra a los franceses, cuando se produjo la invasión napoleónica, hasta después de darse en hartón de un espléndido cocido a la madrileña, precedido de un nutrido aperitivo de sabrosos tacos de bacalao, convertidos hoy en lo que se conoce como «Soldaditos de Pavia». Después, todo fue coser y cantar; una vez hubo regado el hartón con unas jarras de vino procedente de unas vides de Navalcarnero, que cuidaba un pariente suyo, se levantó el aguerrido Alcalde y firmó su célebre Bando.

PLATOS CASTIZOS

Los CALLOS, los CARACOLES y las GALLINEJAS, productos de casquería, son recordados por ser platos de atractivo sabor y de añeja tradición de la cocina popular madrileña, que son preparados con peculiar maestría en la mayoría de las tabernas, – ya centenarias -, y bares del más puro casticismo, lugares de encuentro de los madrileños a los que gusta saborearlos en compañía, al calor de una amigable tertulia que discurre entre bocado y pausado trago porque, junto a la cazuela de barro cocido, de Alcorcón, llenos de aromas, que vienen del brazo de unos vinos nacidos en Arganda, Navalcarnero y San Martín que riegan y realzan el sabor de cada bocado, tiene obligada presencia el también llamado tinto de la Tierra, que se aparea gustoso con esos callos, caracoles y gallinejas, ricos en calorías y hondos sabores y que constituyen uno de los mayores logros de la cocina madrileña alojada en callejuelas cercanas a la Cabecera del Rastro.

CALLOS A LA MADRILEÑA

Con tripas de una ternera
toda buena cocinera
conseguirá, si se empeña,
callos a la madrileña
pues es plato que comparte
dosis de paciencia y arte,
que si en aplicar es dueña
la paciente cocinera,
los callos de esta reseña
serán callos de primera.
En este guiso se empieza
por tener mucha limpieza
que exigen patas y morros,
– que crudos debes comprar,
lavar, raspar y cortar
con afilado cuchillo,
en trozos mas bien crecidos
por menguar al ser cocidos.
A la pata, como al morro,
de sus huesos librarás,
si bien, los que son de pata
no los debes desechar
porque crecen con los callos.
(Solo al servirlos, tirar).
La limpieza no termina
porque, el morro y la pata,
con calma, muy lentamente,
con un hierro bien candente
los pelos has de quemar,
y sin que asome el desmayo
en trozos debes cortar
como cortastes los callos.
En un lebrillo esmaltado,
agua, el jugo de dos limones
y de sal, un buen puñado
echarás a todo lo preparado,
que has de frotar varias veces,
pues debes limpiar con creces
todo cuanto allí has vaciado.
En agua limpia que cubra
deben los callos cocer,
agregando a la marmita
guindilla, vino, laurel,
especias bien machacadas
y la sal que has de poner.
Tres horas han de pasar
– poco más o poco menos -,
y así lograrás que, tiernos,
vayan a tu paladar pero, espera,
que para comer no están
porque has de hacer un refrito
con cebollas picaditas y un ajito
que al dorarse, por junto recibirán
harina blanca candeal
pimiento un tanto picante,
añadiéndole al instante
– en no mucha cantidad -,
caldo en el que han cocido
los callos. Tendrás así conseguido
esa salsita ideal
que vaciarás en la olla,
reclamándote el conjunto
morcilla, chorizo y … punto;
al instante,
– tras cocer por media hora -,
ver cómo está de picante
y el punto de sal que añora,
habrás conseguido callos
de fama justa y notoria,
guisados de tal manera
que, como decía Cascorro,
en pedacitos de gloria
convierte la cocinera
unas tripas de ternera
y unos pedazos de morro.

CARACOLES

El sufrido caracol
que va con su casa a cuestas
dentro de un caparazón,
y a quien los niños , cantando,
le piden por diversión
sacar los cuernos al sol,
lo lavas, lavas y lavas
hasta que pierda su baba,
sustancia que desmerece;
solo el caracol se cuece
porque es una porquería
que siempre rechazaría
quien de tal guiso comiera,
y hasta puede que un gracioso
tuviera por un baboso
a quien la baba sorbiera.
Si este dato está aclarado,
al agua en que depositas
los caracoles lavados,
pon jamón entreverado
acompáñalos de harina,
pimentón, aceite frito,
pimienta molida, fina,
un machacado de ajo
y un algo de perejil,
sin que olvides añadir
el consabido comino
y un vaso del mejor vino.
El todo, rehogarás
solo por unos instantes
debiendo al final quedar,
en cantidad abundante,
una salsa bien espesa,
aromática y picante.
Y aunque no sea el sorber
norma de la buena mesa,
no te debe detener
cuando vayas a comerlos
el rico caldo sorberlo
que en sucesivas succiones
saldrá de los cascarones
del sabroso caracol.
Caldo lleno de vigor,
aromático, excitante,
pleno de intenso sabor.
De este guiso es dimanante
que no podrá el caracol,
aunque la chiquillería le cante,
sacar sus cuernos al sol.

GALLINEJAS DEL RASTRO

Las gallinejas del Rastro
son buenas para comer,
beber y echarse luego al camastro,
porque suele acontecer
que la gente echa su siesta
un rato, tras el comer,
siendo verdad manifiesta
que en ello encuentra placer.
De las aves de corral
tan solo las tripas limpias
son las que has de utilizar
partidas en cortos trozos,
¡sin que el gato lo perciba!
y en puro aceite de oliva
frielas hasta dorar.
Ponlas en fuente de teja,
échate tinto en un vaso
y paso, pasito a paso,
bebe y come gallinejas.
Hoy, en el moderno Madrid,
las gentes de por aquí
de Cascorro y sus callejas,
obviando su propia historia
ya no comen gallinejas;
sí, gallinas del granjero
que comen en pepitoria
y las tripas, por entero,
arrojan al basurero.
(Son datos para la Historia).

TORTILLA A LA ESPAÑOLA

La tortilla «a la española», redonda, amarilla, y yo diría que hasta sensual, según nos cuenta el escritor Manuel Martínez Llopiz, oculta el lugar y la fecha en que se cocinó por vez primera, aunque es posible que naciera entre los siglos XVII y XVIII, en cualquier lugar hoy ignorado. ¿En el modesto hogar de un campesino?. ¿En una comida de fortuna realizada por trajinantes o soldados en una venta, junto al camino, como aquellas que conocieron las desventuras del ingenioso Hidalgo?. Acaso, nos dice, «se comió por vez primera en el refectorio de un convento o se inventó por el cocinero de una casa noble, o nació en la estancia de una dama criolla en las lejanas tierras peruanas, pues un plato tan sencillo, sin pretensiones, que puede ser comido caliente o frío, muy adecuado para pitanza a los arrieros que la llevaban en las alforjas colgando de los adrales del carro o a lomos de la mula de paso, junto a la hogaza trigueña, un seco trozo de queso ovejuno y un zaque vinatero».
Este plato tuvo su apogeo en el pasado siglo pese a que se enfrentó a la hostil actitud y desprecio de los grandes cocineros «por considerarlas demasiado fáciles de preparar, por simples y vulgares».
Que no es fácil hacer tortilla, lo corrobora el malogrado poeta catalán, autor de «ALGO», Joaquin Mª. Bartrina que compuso esta fabulilla, sobre la redonda tortilla.

Quiso un tal Juan, que por imbécil brilla,
hacer una tortilla,
y para dar con el procedimiento
preguntólo a una criada de talento.
Basta para ello, – respondió la tal –
una sartén, aceite, un huevo y sal.
Cogió Juan la sartén, la puso al fuego,
de sal llenóla y luego
partió un huevo a su modo
y puso en la sartén cáscara y todo;
la sartén roció al punto con aceite
y aguardó el resultado con deleite.
Al cabo de un buen rato
ya el todo humeaba y repugnante hedía.
Juan lo de la sartén vertió en un plato
por ver lo que saldría
y salió… una solemne porquería.

Y la receta:

Se preparan patatas en rodajas
del tamaño y grosor de cinco duros,
dando cortes iguales de navaja
tras pelar los tubérculos maduros
pues, si verdes, creerán a pié juntillas
que ignoras el saber, hacer tortillas.
De aceite de buen gusto dispondrás,
y una vez que el fuego lo caliente,
en la usual y clásica sartén
de un ajo, añadirás un diente
que ha de trocar el blanco por dorado,
momento de añadir, seguidamente,
una cebolla en tiras, las patatas crujientes
y de sal, para un justo sazonado,
ni dejarlo soso, ni salado.
Taparás la sartén, pues la fritura
resulta más jugosa y más completa;
a poco, tras unas vueltas de paleta,
a lo que allí se fríe a lento fuego,
has de quitar aceite porque, luego,
al añadir los huevos, bien batidos,
se cuaja la tortilla y no rezuma
la grasa, que al freír no ha reducido.
El final, tus nervios no consuma;
requiere habilidad y algo de maña
pues darle la vuelta a la tortilla
considerarlo fácil, nos engaña
y nos llena de negro desconsuelo
cuajos ver de tortilla por el suelo.
Si la sartén la tapas con recato
y la vuelta le das con rapidez,
podrás cantar victoria y, a la vez,
contemplar la tortilla sobre el plato
y después, comerla con gusto y avidez.


Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©