Publicado el 1 comentario

3 destinos para 3 vinos

Os proponemos un maravilloso viaje por tres de los rincones culturales y paisajísticos más importantes de la provincia de Ciudad – Real: Tomelloso, Ruidera y Villanueva de los Infantes


1. TOMELLOSO

Tierra de paso y cruce de caminos, la historia de Tomelloso es relativamente joven… “se comenzó a poblar en 1530 en tierras baldías de la villa de Socuéllamos, en torno a un viejo pozo utilizado por los pastores de la zona para abrevar a sus ganados”.
Muy pronto la naturaleza emprendedora de este pueblo unida a una desastrosa plaga de filoxera en otras comarcas españolas y francesas (historia rocambolesca para descubrir), haría de este lugar el gran centro de producción vitivinícola que es actualmente. Desde sus bodegas y cooperativas se “vende” mosto y vino a medio mundo.
La ciudad manchega de la pintura, la Atenas de La Mancha, cuna de artistas y escritores de fama mundial, pragmática y enérgica, sus gentes y sus vinos han influido en el pincel vital y realista de López Torres, los certeros e inolvidables relatos de Francisco García Pavón, sus bombos, chimeneas y antiguas cuevas – bodega.
Por su carácter, siempre preparado para celebrar una ocasión especial, os recomendamos un espumoso, brut nature que dirían los entendidos, de fermentación tradicional.

2. LAGUNAS DE RUIDERA

“Creadas por el encanto del mago Merlín…” reverberan las palabras de Cervantes en aquel visitante que contempla asombrado el entorno del Parque Natural de Lagunas de Ruidera. Como los aromas frutales de un vino tinto joven, los sentidos aquí quedan embriagados por la cascada de aromas que fluyen en la retina del visitante primerizo.
Aquel viajero que acude por primera vez a Ruidera y sus lagunas, cuando lo hace desde la llanura manchega, vasta y extensa, percibe la sensación de acudir a un oasis, un remanso de paz, bálsamo y conjura contra el frenético ritmo de la vida urbana.
Sus cristalinas aguas de un azul puro e intenso, con verdes contrastes en sus orillas de encinar, álamo, olmos, juncos, masiegas, matorrales, espinos… vigiladas por antiquísimas sabinas, albar de reserva, y enebros de buen porte.
Belleza kárstica única en España. Travertinos o barreras tobáceas singulares que otorgan a este espacio natural protegido una singularidad geológica y ecológica de primer orden en Europa.
Un vino idóneo para este tesoro natural lo encontraremos en un blanco frutal, de suaves toques florales y herbáceos. Aromas de romero, tomillo y brezo que Ruidera nos regala.

3. VILLANUEVA DE LOS INFANTES

En el Campo de Montiel, antaño tierra de frontera con la media luna y custodia de la Orden de Santiago, Villanueva de los Infantes pugna en orgullo, tradición y solera por ser la cuna de “aquel lugar del que Cervantes no quiso acordarse”. No en vano, sus calles adquieren el lustre y celo solariego, de sobrio invierno castellano y austero porte en sus fachadas.
Pasear por Villanueva de los Infantes con la mirada acostumbrada a descifrar la simbología de la cantería que ostentan sus fachadas, portadas y blasones, reporta al visitante la sorpresa de encontrar en este rincón escondido de La Mancha, un tesoro literal. Además en el doble sentido de la expresión. Pues la increíble belleza de su elegante patrimonio monumental labrado en la típica arenisca roja del Campo de Montiel, se impregna como las nieblas de otoño, con la atmósfera literaria que ha transitado sus calles desde que la cultura del Siglo de Oro abrió sus puertas en la singular Casa de Estudios.
Aquí Jiménez Patón impartió gramática. Quevedo distraía su destierro. Lope de Vega ignoraba a Cervantes. Y Cervantes, más grande que ninguno, olvidado por esa envidia inculta que en España se siente por los genios contemporáneos, olvidada a su vez, acordarse de esos lugares y esas gentes que bien conocía hasta el fondo de sus más profundas miserias.
En pocos lugares del mundo como en este pueblo con título de ciudad, se percibe la atmósfera caballeresca y fantástica que se lee en las páginas del Quijote.
Un buen vino, un buen crianza, delicado y cuidado, con historia y con un futuro que pasa por nuestro paladar a toda velocidad, será el elegido para descorchar en tan noble rincón.


Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©


Si quieres realizar este maravilloso viaje de cultura, naturaleza y vino, contacta con nosotros

Publicado el Deja un comentario

De Sevilla a La Mancha: TROVADORES DEL SIGLO XXI

A lo largo de nuestra vida, pasamos por momentos malos y dificultosos pero a veces el péndulo del Tiempo absoluto nos lleva a pasar algunos buenos ratos, esos instantes que se guardan en el cajón de la memoria. Y eso ha venido a acontecer en estos días marcados en los costillares del almanaque: 28-II al 03-III-2019, en los que un grupo de turistas procedentes de Sevilla – entre los cuales tengo la suerte de encontrarme y de disfrutar su calidad humana y buen humor- han tenido la fortuna de explorar por tierras castellanos-manchegas, la llamada “Ruta del Quijote”.
Llegan a una hora y a un lugar determinado. Su estancia por lo general es breve. Estilos secos, humorísticos, sobrios, llanos, recargados, poéticos, barrocos. Frases largas, a veces tan ceñidas como un antifaz nazareno a la quijada y otras cortas como un zaguán, espolean a sujetos, verbos y predicados. Conjunciones y proposiciones hilan las explicaciones convirtiendo las imágenes en bellas metáforas que nos transportan a la magia de lo ya vivido en otras épocas.
Con sus explicaciones ilustran personajes, monumentos, paisajes, pinturas… Todos ellos con perfiles estéticos tan variados y sin embargo con un común denominador: la palabra.
Se les conoce profesionalmente como “Guías Turísticos” y tienen un enemigo implacable: el peaje del tiempo que todo lo muda y todo lo recrea y que les obliga a convertirse en auténticos narradores de novela corta, como un río de breve presencia lleno de luz y color.
Decía Luis Cernuda; “Llega el momento en la vida, cuando el tiempo nos alcanza”. Y en estos días me he sentido alcanzado por un edén de historias que he tenido la fortuna de compartir con estos magníficos trovadores del siglo XXI: Luis, Isabel, Carmen, Ricardo y Juan. Todos ellos coordinados por la elegante y recia sobriedad castellana de Antonio.
Con mi agradecimiento a quienes me han ayudado a aprender, soñar y vivir en estos maravillosos días.


Un artículo de Antonio Toro de los Santos©


Si quieres realizar este maravilloso viaje cervantino, contacta con nosotros

Publicado el 1 comentario

Un viaje Cervantino por el corazón de La Mancha

La Mancha, mencionar ese nombre es revivir en la mente del que lo escucha un paisaje perfectamente llano, el lugar que inmortalizó Don Miguel de Cervantes


Esta tierra es conocida en cualquier rincón del planeta gracias a su caballero andante y a su resignado escudero. No existe unanimidad a la hora de explicar la procedencia de este topónimo, aunque la mayoría de las teorías lo asocian con términos de origen árabe como “manxa”, que significa “tierra seca”, o el de “mányà”, “alta planicie” o “meseta”.

En cualquier caso, lo cierto es que La Mancha que hoy conocemos es un amplísimo conjunto de territorios enclavados en varias provincias del centro-sur de la península y que poseen un denominador común en la fisionomía plana del terreno y en el clima extremo, caracterizado por la sequedad estival y el frío riguroso de sus inviernos.

Añil de La Mancha

La Mancha de Argamasilla de Alba, Tomelloso, Ruidera y otras localidades ciudadrealeñas asociadas a la ruta del Quijote, no es sino una pequeña parte de ese vasto territorio en la meseta sur de nuestro país. En su origen, la región histórica y geográfica de La Mancha englobaba 3 grandes comarcas, a su vez sendos patrimonios administrados por las todopoderosas Órdenes religiosas y los Señoríos medievales de carácter feudal: por un lado, la Mancha Alta de Toledo, Ciudad Real, Cuenca y Albacete, un gran propiedad que tras su Reconquista quedó bajo la Orden de Santiago con sede en el municipio conquense de Uclés; por otro la Mancha Baja, regida por los Caballeros de San Juan y que en la actualidad aglutina a 17 municipios repartidos entre las provincias de Ciudad Real y Toledo; y por último la Mancha de Montearagón lindante con el Reino de Valencia, que fue administrada históricamente por el Señorío de Villena y hoy enclavada dentro de la provincia de Albacete.

La Mancha genuina, la Mancha que vio nacer al Quijote y en la cual lidió algunas de sus más memorables aventuras, tiene su centro más esencial en la provincia de Ciudad Real y engloba parte de aquellos territorios míticos: en concreto, la parte más meridional de la Mancha Baja conocida por Campo de San Juan, y las tierras ciudadrealeñas de la Mancha Alta, admirablemente planas, que responden al nombre de Mancha de Criptana.

El viajero inicia su recorrido en una tierra de viñedos, quinterías y bombos. A finales de abril los tomelloseros piden la bendición de campos y gentes a su patrona, la Virgen de las Viñas, y he aquí que sus pasos le llevan junto al despliegue festivo y colorista de miles de personas que en romería se desplazan hasta la Ermita de la Virgen en un paraje conocido como Pinilla. A lomos de mulas enjaezadas, carros, carretas y remolques engalanados con ramas, con la alegría sencilla y profundamente devota del pueblo manchego, la Romería aparece a ojos del viajero cargada de significado religioso pero también pagano, sobre todo cuando en la llamada Procesión de las Antorchas ve rezar a los fieles en la oscuridad de la noche mientras caminan alrededor del Santuario.

Vendimia en La Mancha

Bombo de Tomelloso

Arropada por sus vinos de gran calidad, Tomelloso es la capital de la comarca y uno de los municipios con más solera en la producción de vinos con Denominación de Origen de La Mancha. Como no podía ser de otra forma la localidad ha sido y es memoria viva de la tradición cervantina, y resulta paso obligado de la ruta del Quijote que iniciada en Campo de Criptana llega hasta Argamasilla de Alba, el Castillo de Peñarroya y el bellísimo y mágico rincón de las lagunas de Ruidera.

Asimismo, Tomelloso constituye un gran centro de difusión taurina con su máxima expresión en la plaza de Toros de la localidad, una de las más antiguas de España y ejemplo de afición sin paliativos: finalizaba el año de 1859 y los vecinos decidieron dar impulso a su villa construyendo la plaza de toros antes que instalar el alumbrado en las calles, cosa que finalmente hicieron 2 años después.

En su origen la población estuvo asociada con la importante actividad de la Mesta, pues su casco urbano era zona de paso de la Cañada Real Conquense que conducía al ganado desde tierras de Cuenca y Teruel hasta el valle de Alcudia, donde las cabaña pasaba los meses invernales. Hoy, la ciudad es el octavo núcleo de población de Castilla-La Mancha y su larga historia asociada al vino se refleja en la gran cantidad de Bodegas y Cooperativas vinícolas con sede en la localidad: Cooperativa Virgen de las Viñas; Vinícola de Tomelloso; Bodegas Centro Españolas, Bodegas Verum, Bodegas Lahoz…


De visita obligada son las antiguas cueva – bodega de Tomelloso, un patrimonio enológico impresionante


De enoturismo en una antigua cueva – bodega de Tomelloso

Lagunas de Ruidera

En un apartado rincón de la Mancha y según la tradición, Don Miguel de Cervantes estuvo preso por unos líos de faldas. Quizás por eso no quiso acordarse después del lugar, pero hoy los entendidos sitúan el incidente en un bello pueblo del norte de Ciudad Real llamado Argamasilla de Alba, al oeste de Tomelloso, una tierra de vastos horizontes y en la que el viajero puede evocar sin esfuerzo la efigie del Caballero de la Triste Figura.

Pasear por las calles de este pueblo, entre plazas soñolientas y casas bajas bajo el sol de la tarde, es convidar por un momento al silencio y al deseo de descansar a la sombra de un patio, junto al fresco sonido de la fuente y con un deseo firme de no moverse de allí. Obligada es la visita a la Cueva de Medrano, donde Azorín y toda la tradición cervantina afirma que estuvo preso el ilustre manco de Lepanto.

Pero después, si hemos de decir verdad, con el libro de “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha” bajo el brazo y el paisaje manchego vivo en nuestra retina, el andar del viajero debe llevarle sin excusa hasta una bodega, una quesería o una posada, allí donde pueda degustar los sabrosos platos y caldos de esta tierra afortunada.

Argamasilla forma parte de la zona de producción de cuatro productos de gran calidad, el queso, el azafrán, el vino y el cordero, y por tanto su gastronomía no podía defraudar de ningún modo entre platos típicamente pastoriles como las migas, las gachas y los galianos, platos que en origen se asociaban al trabajo de los labriegos en las quinterías del lugar. El pisto manchego, cuyo ingrediente básico es el tomate, y la repostería compuesta por flores, arrope de uvas y rosquillos, completan un menú donde la sencillez y la calidad son los condimentos clave para no olvidar la experiencia.

Cueva de Medrano en Argamasilla de Alba

Castillo de Peñarroya


Y a la hora de comer, tradicionales recetas del solar manchego que, desde viejos tiempos, vertidas al puchero, prestan calor al cuerpo entumecido de nativos y foráneos


Y entre duelos y quebrantos, bajo el tibio sol de abril, el viajero no puede faltar a su cita con la importante localidad de Alcázar de San Juan donde algunos estudios sugieren que pudo situarse la cuna auténtica de Don Miguel de Cervantes. Efectivamente, en el libro bautismal de la Parroquia de Santa María la Mayor de Alcázar de San Juan y en las páginas correspondientes al periodo 1556-1635, se conserva la siguiente partida de bautismo:

«En nueve días del mes de noviembre de mil quinientos y cincuenta y ocho bautizó el Rdo. Señor Alº Díaz Pajares un hijo de Blas de Cervantes Saavedra y de Catalina López que le puso (de) nombre Miguel (…)”.

Litografía realizada en el siglo XIX, de Miguel de Cervantes SaavedraLitografía realizada en el siglo XIX de Miguel de Cervantes Saavedra

Torreón del Gran Prior, Alcázar de San Juan

Colegiata de Santa María La Mayor, Alcázar de San Juan

Cierta o no esta teoría, que pondría en entredicho el origen de tan insigne escritor en la madrileña Alcalá de Henares, el viaje debe terminar por ahora y lo hace recorriendo la gran estepa cerealista desplegada hacia oriente.

Atravesando llanos trazados con regla, ataviados con el verde imposible de los trigales, bajo un cielo que abruma y con la vista puesta en el racimo de casas que asoma al fin sobre el horizonte, llegamos a Campo de Criptana y al cerro plano que corona sus famosísimos molinos de viento. Así es: el blanco Albaicín Criptano, con sus casas-cueva, sus calles estrechas y pendientes pronunciadas de genuino sabor árabe, lleva al viajero sosegado hasta un lugar de cuento y estampa por antonomasia del paisaje manchego.

Molinos de Campo de Criptana

Atardecer en Campo de Criptana

Pero la historia de Don Quijote y los molinos de viento que no eran tales, sino gigantes, no esconde la realidad igualmente atractiva de los propios molinos, que con cinco siglos de antigüedad funcionaron a pleno rendimiento hasta bien entrados los años cincuenta.

El propio Cervantes hablaba en su famoso episodio de 30 o 40 de estos edificios, lo que coincide con el catastro efectuado a mediados del siglo XVIII y que contabiliza 34 molinos en la sierra del mismo nombre y en el llamado cerro de la Paz. Hoy solo quedan 10 en pie, de los que 3 de ellos datan del siglo XVI y por fortuna siguen conservando su maquinaria original. Testigos de un pasado histórico y cultural envidiables, los molinos siguen siendo heraldos ante el mundo del paisaje de Campo de Criptana y de la Mancha en su totalidad.

Y algo de esa herencia señorial y quijotesca debe seguir presidiendo sus muros encalados y sus aspas orgullosas y erguidas a los cuatro vientos, pues hoy el conjunto de los molinos de Campo de Criptana está declarados Bien de Interés Cultural, y tres de ellos, los más antiguos, alcanzaron en 1978 la categoría nacional de Monumentos de Interés Histórico-Artístico. Conozcamos sus nombres: Burleta, Infanto y Sardinero.

Otro paisaje de La Mancha


Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©


Si quieres realizar este maravilloso viaje cervantino, contacta con nosotros a través de nuestra web

Publicado el 1 comentario

Madrid, del cocido al cielo

Nuevos espacios gastronómicos nacen cada poco tiempo en la ciudad, comercios especializados, escuelas de cocina, rutas gastronómicas… conforman un panorama vivo y sumamente atractivo para el visitante


Madrid, Villa y Corte, que tiene su centro en el «kilómetro cero» de los caminos de España, posee un mapa gastronómico inigualable en el que tienen destacada presencia platos tradicionales que ofrecen un perfil propio, con aromas de la cocina manchega, al estar su territorio enclavado en el corazón de la meseta. En los más típicos rincones del viejo Madrid, antiguas posadas, figones y mesones, – aparte del famoso Lhardy -, ofrecen la clásica SOPA DE AJO, y su inigualable COCIDO al que los castizos llamaban «el coci» ó «el piri», plato típico, saludable, sabroso y antañón que con el mismo regusto se come por tierras de Castilla en las que Madrid se asienta.
Los CALLOS A LA MADRILEÑA, los CARACOLES, las GALLINEJAS DEL RASTRO, su clásica TORTILLA A LA ESPAÑOLA y las JUDIAS A LO TIO LUCAS, con la ENSALADA DE SAN ISIDRO, conforman, entre otros preparados, su amplia cocina. En este recordatorio no olvidemos que a la hora del yantar, cada guiso viene del brazo de unos vinos nacidos en Arganda, Navalcarnero y San Martín, entre otros, que riegan y realzan el sabor de cada plato. Vinos candorosamente dormidos en las bodegas de un Madrid huérfano de rosas en aquel glorioso mayo de 1808, que los mamelucos de Murat sorbían de zaques y bocoyes y que la soldadesca napoleónica sacaba de las bodegas a espadazos, como preciado botín para la intendencia imperial.
Hoy, en la paz de los campos, Madrid ofrece vinos nuevos que, en alas de calidad, trasiegan alegrías hasta el lagar del alma donde se hacen ilusión y brindis para que la paz dé su mano al hombre en todos los amaneceres.
En el capítulo de postres, Madrid ofrece una extensa repostería. En la festividad de Todos los Santos, son de cristiana consolidación los tradicionales BUÑUELOS DE VIENTO y los rellenos de azucarada delicia HUESOS DE SANTO, al igual que en los días morados de la Semana Santa, no faltan las imponderables TORRIJAS.
Pero, en Madrid, encontrarás a lo largo del año, una rica y variada oferta salida de hornos artesanos, con mención especial para unas ROSQUILLAS, cuya invención es reivindicada por Fuenlabrada, villa en la que la Tía Javiera las hizo especialmente famosas sin olvidar, por ser lujo de sabor, el REQUESON DE MIRAFLORES.

Mirad, Señor Don Quijote
que desde Madrid al Cielo,
aunque vayamos al trote,
hemos de tardar, recelo;
y sepa vuestra merced
que con alforjas vacías,
que engendran gran desconsuelo,
ni bota que sacie sed
con sendos tragos de vino
sin reponer energías,
se hace más duro el camino.
De ahí, Señor, mi terco empeño
que antes de nuestra partida,
demos al cuerpo más vida
con sabrosa olla podrida
y vino, con el que anhelo
ir, desde Madrid…al Cielo.

SOPAS DE AJO

Eugenio Noel, unos de nuestros más preciados viajeros, conocedores de lugares y pueblos, dejó escrito que la gracia de esta sopa está precisamente en el ajo «y cuando se acierta a manejar eso, el ajo, rehogado en las otras sustancias que le acompañan, es cuando la sopa se convierte en un plato incomparable. Un cuarto de hora y en paz. Solo en los mesones, hostelerías, ventas y hogares de los labriegos sabe bien ese guiso cazurro y tosco que, es por paradoja prodigiosa honra de nuestra cocina nacional, de esa cocina en la que todo es verdad, todo salud, todo… gracia ruda, pero gracia.»
Algunos, siguiendo a quien así lo aconseja, cuando la sopa llega ardiente a la mesa, le añaden un generoso y consolador chorro de vino tinto, que el paladar y el estómago agradecen.
Por último, no olvidemos que siete virtudes tiene la sopa: quitan el hambre y sed dan poca. Hacen dormir, y digerir nunca enfadan, siempre agradan y crían la cara colorada.

Ventura de la Vega, poeta lírico y dramático, escribió esta deliciosa receta, muy popularizada, para prepararlas:

Cuando el diario suculento plato
base de toda mesa castellana,
gastar me veda el rígido mandato
de la Iglesia Apostólica Romana,
yo, fiel cristiano, que sumiso acato
cuanto aquella potestad emana,
de las viandas animales huyo
y con esta invención lo sustituyo.
Ancho y profundo cuenco, fabricado
de barro (como yo) coloco al fuego;
de agua lo lleno; un pan despedazado
en menudos fragmentos le echo luego
con sal y pimentón despolvoreado,
de puro aceite tímido lo riego,
y del ajo español dos cachos mondo
y en la masa esponjada los escondo.
Todo al calor del fuego hierve junto
y en brevísimo rato se condensa,
mientras que aquel suavísimo conjunto
lanza una parte en gas la llama intensa:
parda corteza cuando está en su punto
se advierte en torno y los sopores prensa,
y colocado en el cuenco en una fuente
se sirve así para que esté caliente.

EL COCIDO

El garbanzo es unos de los grandes tesoros gastronómicos. Con él se prepara el clásico cocido. Separado del caldo constituye la tradicional vianda cocinada con carne, tocino, chorizo, morcilla, patata y alguna verdura.
A comienzos del siglo XVI, Alonso de Herrera, en su obra: «DE RE RUSTICA», aporta, entre otras, esta curiosidad sobre el garbanzo:
«Sembrarlo lejos del camino y lugares pasaderos, entre las hazas de pan o en lugares cerrados; porque cuando están tiernos no pasa ninguno, aunque sea fraile y ayune, que no lleve un manojo; pastores y otros semejantes les hacen mucha guerra».
Para algunos escritores, la raíz del cocido, se encuentra en la ADAFINA, olla que los hebreos colocan al anochecer del viernes, en un anafre, cubriéndola con rescoldo y brasas para comerla el sábado. Es plato muy suculento y apetecido por los judíos, con ciertas variantes en sus ingredientes a tenor de la escala social de quienes lo consumen.
Plato típico de la cocina española, el cocido ha sido siempre insustituible en las mesas hogareñas, desde que los cartagineses introdujeron el garbanzo y su cultivo en España y con su ejemplo, estimularon el consumo.
Dicen, que el Rey Fernando VI, lo comía a diario y según el escritor José del Corral, hay datos fehacientes de que el cocido estaba presente, con bastante asiduidad, en las mesas reales. En el siglo XIX, el cocido siguió aromando las cocinas de palacio y hasta en algunos documentos se habla del «gasto para el cocido diario».
Para el Profesor Estrambasaguas, «el cocido es, tal vez, el único plato que nos queda de la Edad de Piedra. Como la piedra se quedan los Gabrieles, casi siempre, si no los ablanda la cochura del agua privilegiada de Madrid, tan fina como el viento…».

En romance, José Fernández Bremon, nos da la receta:

Con medio kilo de vaca
y diez céntimos de hueso,
un cuarterón de tocino,
un buen chorizo extremeño
y garbanzos arrugados
que ensanchan en el puchero,
sale de mi casa un cocido
que nos chupamos los dedos.
Cuando llega la matanza
se compra hocico de puerco
y echo un cuarto de gallina
si hay en casa algún enfermo.
Solemos tomar la sopa,
arroz, sémola o fideos;
si es de pan, con hierba buena,
los macarrones con queso.


Un plato clásico de la Villa y Corte. Ayer, como hoy, el típico yantar de la clase humilde, menos favorecida, y un lujo que puede darse nuestro paladar, en cualquier restaurante castizo de los que se acomodan a la sombra del Arco de Cuchilleros, rincón típico del viejo Madrid, o en los famosos Mesones que albergan las callejuelas cercanas al Arco, o en aquellos otros que jalonan los caminos de toda La Mancha


En la colección de «ARTE y COSTUMBRES DE MADRID», editada por la Comunidad de la Villa y Corte, se cuenta que el célebre Alcalde de Móstoles, don Andrés Torrejón, no pudo firmar el Bando que declaraba la guerra a los franceses, cuando se produjo la invasión napoleónica, hasta después de darse en hartón de un espléndido cocido a la madrileña, precedido de un nutrido aperitivo de sabrosos tacos de bacalao, convertidos hoy en lo que se conoce como «Soldaditos de Pavia». Después, todo fue coser y cantar; una vez hubo regado el hartón con unas jarras de vino procedente de unas vides de Navalcarnero, que cuidaba un pariente suyo, se levantó el aguerrido Alcalde y firmó su célebre Bando.

PLATOS CASTIZOS

Los CALLOS, los CARACOLES y las GALLINEJAS, productos de casquería, son recordados por ser platos de atractivo sabor y de añeja tradición de la cocina popular madrileña, que son preparados con peculiar maestría en la mayoría de las tabernas, – ya centenarias -, y bares del más puro casticismo, lugares de encuentro de los madrileños a los que gusta saborearlos en compañía, al calor de una amigable tertulia que discurre entre bocado y pausado trago porque, junto a la cazuela de barro cocido, de Alcorcón, llenos de aromas, que vienen del brazo de unos vinos nacidos en Arganda, Navalcarnero y San Martín que riegan y realzan el sabor de cada bocado, tiene obligada presencia el también llamado tinto de la Tierra, que se aparea gustoso con esos callos, caracoles y gallinejas, ricos en calorías y hondos sabores y que constituyen uno de los mayores logros de la cocina madrileña alojada en callejuelas cercanas a la Cabecera del Rastro.

CALLOS A LA MADRILEÑA

Con tripas de una ternera
toda buena cocinera
conseguirá, si se empeña,
callos a la madrileña
pues es plato que comparte
dosis de paciencia y arte,
que si en aplicar es dueña
la paciente cocinera,
los callos de esta reseña
serán callos de primera.
En este guiso se empieza
por tener mucha limpieza
que exigen patas y morros,
– que crudos debes comprar,
lavar, raspar y cortar
con afilado cuchillo,
en trozos mas bien crecidos
por menguar al ser cocidos.
A la pata, como al morro,
de sus huesos librarás,
si bien, los que son de pata
no los debes desechar
porque crecen con los callos.
(Solo al servirlos, tirar).
La limpieza no termina
porque, el morro y la pata,
con calma, muy lentamente,
con un hierro bien candente
los pelos has de quemar,
y sin que asome el desmayo
en trozos debes cortar
como cortastes los callos.
En un lebrillo esmaltado,
agua, el jugo de dos limones
y de sal, un buen puñado
echarás a todo lo preparado,
que has de frotar varias veces,
pues debes limpiar con creces
todo cuanto allí has vaciado.
En agua limpia que cubra
deben los callos cocer,
agregando a la marmita
guindilla, vino, laurel,
especias bien machacadas
y la sal que has de poner.
Tres horas han de pasar
– poco más o poco menos -,
y así lograrás que, tiernos,
vayan a tu paladar pero, espera,
que para comer no están
porque has de hacer un refrito
con cebollas picaditas y un ajito
que al dorarse, por junto recibirán
harina blanca candeal
pimiento un tanto picante,
añadiéndole al instante
– en no mucha cantidad -,
caldo en el que han cocido
los callos. Tendrás así conseguido
esa salsita ideal
que vaciarás en la olla,
reclamándote el conjunto
morcilla, chorizo y … punto;
al instante,
– tras cocer por media hora -,
ver cómo está de picante
y el punto de sal que añora,
habrás conseguido callos
de fama justa y notoria,
guisados de tal manera
que, como decía Cascorro,
en pedacitos de gloria
convierte la cocinera
unas tripas de ternera
y unos pedazos de morro.

CARACOLES

El sufrido caracol
que va con su casa a cuestas
dentro de un caparazón,
y a quien los niños , cantando,
le piden por diversión
sacar los cuernos al sol,
lo lavas, lavas y lavas
hasta que pierda su baba,
sustancia que desmerece;
solo el caracol se cuece
porque es una porquería
que siempre rechazaría
quien de tal guiso comiera,
y hasta puede que un gracioso
tuviera por un baboso
a quien la baba sorbiera.
Si este dato está aclarado,
al agua en que depositas
los caracoles lavados,
pon jamón entreverado
acompáñalos de harina,
pimentón, aceite frito,
pimienta molida, fina,
un machacado de ajo
y un algo de perejil,
sin que olvides añadir
el consabido comino
y un vaso del mejor vino.
El todo, rehogarás
solo por unos instantes
debiendo al final quedar,
en cantidad abundante,
una salsa bien espesa,
aromática y picante.
Y aunque no sea el sorber
norma de la buena mesa,
no te debe detener
cuando vayas a comerlos
el rico caldo sorberlo
que en sucesivas succiones
saldrá de los cascarones
del sabroso caracol.
Caldo lleno de vigor,
aromático, excitante,
pleno de intenso sabor.
De este guiso es dimanante
que no podrá el caracol,
aunque la chiquillería le cante,
sacar sus cuernos al sol.

GALLINEJAS DEL RASTRO

Las gallinejas del Rastro
son buenas para comer,
beber y echarse luego al camastro,
porque suele acontecer
que la gente echa su siesta
un rato, tras el comer,
siendo verdad manifiesta
que en ello encuentra placer.
De las aves de corral
tan solo las tripas limpias
son las que has de utilizar
partidas en cortos trozos,
¡sin que el gato lo perciba!
y en puro aceite de oliva
frielas hasta dorar.
Ponlas en fuente de teja,
échate tinto en un vaso
y paso, pasito a paso,
bebe y come gallinejas.
Hoy, en el moderno Madrid,
las gentes de por aquí
de Cascorro y sus callejas,
obviando su propia historia
ya no comen gallinejas;
sí, gallinas del granjero
que comen en pepitoria
y las tripas, por entero,
arrojan al basurero.
(Son datos para la Historia).

TORTILLA A LA ESPAÑOLA

La tortilla «a la española», redonda, amarilla, y yo diría que hasta sensual, según nos cuenta el escritor Manuel Martínez Llopiz, oculta el lugar y la fecha en que se cocinó por vez primera, aunque es posible que naciera entre los siglos XVII y XVIII, en cualquier lugar hoy ignorado. ¿En el modesto hogar de un campesino?. ¿En una comida de fortuna realizada por trajinantes o soldados en una venta, junto al camino, como aquellas que conocieron las desventuras del ingenioso Hidalgo?. Acaso, nos dice, «se comió por vez primera en el refectorio de un convento o se inventó por el cocinero de una casa noble, o nació en la estancia de una dama criolla en las lejanas tierras peruanas, pues un plato tan sencillo, sin pretensiones, que puede ser comido caliente o frío, muy adecuado para pitanza a los arrieros que la llevaban en las alforjas colgando de los adrales del carro o a lomos de la mula de paso, junto a la hogaza trigueña, un seco trozo de queso ovejuno y un zaque vinatero».
Este plato tuvo su apogeo en el pasado siglo pese a que se enfrentó a la hostil actitud y desprecio de los grandes cocineros «por considerarlas demasiado fáciles de preparar, por simples y vulgares».
Que no es fácil hacer tortilla, lo corrobora el malogrado poeta catalán, autor de «ALGO», Joaquin Mª. Bartrina que compuso esta fabulilla, sobre la redonda tortilla.

Quiso un tal Juan, que por imbécil brilla,
hacer una tortilla,
y para dar con el procedimiento
preguntólo a una criada de talento.
Basta para ello, – respondió la tal –
una sartén, aceite, un huevo y sal.
Cogió Juan la sartén, la puso al fuego,
de sal llenóla y luego
partió un huevo a su modo
y puso en la sartén cáscara y todo;
la sartén roció al punto con aceite
y aguardó el resultado con deleite.
Al cabo de un buen rato
ya el todo humeaba y repugnante hedía.
Juan lo de la sartén vertió en un plato
por ver lo que saldría
y salió… una solemne porquería.

Y la receta:

Se preparan patatas en rodajas
del tamaño y grosor de cinco duros,
dando cortes iguales de navaja
tras pelar los tubérculos maduros
pues, si verdes, creerán a pié juntillas
que ignoras el saber, hacer tortillas.
De aceite de buen gusto dispondrás,
y una vez que el fuego lo caliente,
en la usual y clásica sartén
de un ajo, añadirás un diente
que ha de trocar el blanco por dorado,
momento de añadir, seguidamente,
una cebolla en tiras, las patatas crujientes
y de sal, para un justo sazonado,
ni dejarlo soso, ni salado.
Taparás la sartén, pues la fritura
resulta más jugosa y más completa;
a poco, tras unas vueltas de paleta,
a lo que allí se fríe a lento fuego,
has de quitar aceite porque, luego,
al añadir los huevos, bien batidos,
se cuaja la tortilla y no rezuma
la grasa, que al freír no ha reducido.
El final, tus nervios no consuma;
requiere habilidad y algo de maña
pues darle la vuelta a la tortilla
considerarlo fácil, nos engaña
y nos llena de negro desconsuelo
cuajos ver de tortilla por el suelo.
Si la sartén la tapas con recato
y la vuelta le das con rapidez,
podrás cantar victoria y, a la vez,
contemplar la tortilla sobre el plato
y después, comerla con gusto y avidez.


Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©

Publicado el 3 comentarios

Con Pan y Vino…

“En aquel tiempo, Noé, que era labrador, cuando salió del arca comenzó a labrar la tierra y plantó un sarmiento. Y luego lo regó con sangre de león para darle vigor y con sangre de cordero para merecer buen fruto. Después, bebió de su vino, quedó embriagado y echose desnudo en su tierra entregándose al placer”. Libro del Génesis (IX – 20/21)


Se dice que en la época carolingia, los enfermos y ancianos acogidos en los asilos de los monasterios, para evitar que la falta de apetito degenerase en desnutrición, eran reconfortados con “sopas de vino”, especialmente hechas con tipos más o menos licorosos.
Tal plato estimulaba al consumo de otros alimentos ingiriendo estos con sumo gusto pero, ¡ay! debían comerlo a hurtadillas de los diabéticos para no despertar en ellos la envidia que les causaba. Buscóse la solución, bien sencilla por cierto. Las sopas eran condimentadas con vinos secos. ¡Y todos felices!
Está sabido que la falta de apetito puede conducir a la desnutrición. Para combatirla, se estimula el consumo de preparados alimenticios que despierten aquél en los convalecientes, enfermos o inapetentes.
Los vinos blancos, secos, de poco grado alcohólico, bebidos con moderación, estimulan el apetito y facilitan la digestión.
Al vino se le ha llamado “la leche del viejo,” hermoso complemento de una buena alimentación, que si está bien orientada y condimentada puede, con la delicada atención familiar, retrasar algunos cambios de su organismo propios del envejecimiento. Porque la relación directa entre alimentación y cariño debe seguir totalmente en vigor en esta santa etapa de la vida.

Las uvas por y para el vino

Desde que La Mancha supo de fenicios, romanos y musulmanes, el vino siempre estuvo presente en sus tierras y estrechamente vinculado a su cultura, al arte, al comercio y a la literatura, siendo el hombre en su andadura, amigo inseparable del camino.
Alguien dijo que allí donde un viñedo crece, galopan la imaginación y el ingenio.
Con tan rotunda afirmación nadie dudará que en la mayor región vitivinícola del mundo, donde las tierras nunca se acaban, tenía que desbordarse el genio, el talento y la imaginación de poetas y escritores. Y La Mancha, obsequió al mundo por obra y gracia de un cautivo de Argel, con su libro inmortal: Aventuras y desventuras de un Caballero hidalgo de los de lanza en astillero y azarosa vida que discurrió, en gran parte, bajo este cielo abierto y en tierras con olor a mosto.

“La Mancha huele a mosto,
a surco labrantío,
a pámpana que brota,
a fiebre de bodega,
a Historia, polvo, cal,
a lucha y brega,
a sangre de batalla
sin derrota.”

Visita a las antiguas cueva-bodega de Tomelloso

Y es que el propio Cervantes, era un buen conocedor del vino manchego. Ese mismo vino que al socarrón de Sancho no se le iba de la memoria: “…y esta bota colgada del arzón de la silla, por si o por no, y es tan devota mía y quiérola tanto, que pocos ratos se pasan sin que le dé mil besos y mil abrazos.”
Ortega y Gasset, Fernández Flores, Camilo José Cela, Néstor Luján, Gregorio Marañón y otros escritores contemporáneos enaltecen las excelencias y virtudes del vino. Nos basta, como botón de muestra, recordar bellas estrofas del llorado Pemán:

“Beber es todo medida;
dar alegría al corazón
y sin perder la razón,
darle razón a la vida.”

Fernando de Rojas, por boca de la Celestina, la alcahueta mayor del Reino, canta el homenaje al vino:
“…en invierno, no hay tal escalentador de cama, que con dos jarrillos de éstos beba cuando me quiero acostar, no siento frío en toda la noche: de esto aforro todos mis vestidos cuando viene la Navidad, esto me calienta la sangre, esto me sostiene continuo en mi ser; esto me hace andar siempre alegre; esto me para fresca. De esto vea yo sobrado en casa, que nunca temeré el mal año, que un cortezón de pan ratonado me basta para tres días. Esto quita la tristeza de corazón, más que el oro y el coral; esto da esfuerzo al mozo y al viejo fuerza; pone color al descolorado; coraje al cobarde, al flojo, diligencia; conforta los cerebros, saca el frío del estómago, quita el hedor del aliento, hace potentes los bríos; hace soportar los afanes de las labranzas a los cansados segadores; hace sudar toda agua mala; sana el romadizo y las muelas; sostiénese sin hundir en el mar, lo cual no hace el agua.”

Aunque muchos no lo huelen, ni entienden, ni quieren beber vino haciendo de ello un prurito social, olvidan la pureza de ese vino divino, honesto, viril, sincero, noble, leal compañero de mesa y mantel, proclive a la amena charla y de secular presencia en la dieta mediterránea arropada de larga tradición cristiana y campesina.


Con la uva pisada y el amor de brazos y desvelos, nacieron a la vida los vinos de La Mancha. Sinceros, hogareños, sin otra pretensión que regar el pan de cada día.


“Dieronle a los dos a probar del vino de una cuba pidiéndoles su parecer del estado, calidad, bondad ó malicia del vino. El uno lo probó con la punta de la lengua, el otro no hizo más que llegarlo a las narices. El primero dijo que aquel vino sabía a hierro; el segundo dijo que sabía a cordobán. El dueño dijo que la cuba estaba limpia y que el tal vino no tenía adobo alguno por donde hubiese tomado sabor de hierro ni de cordobán. Con todo eso, los dos famosos mojones se afirmaron en lo que habían dicho. Anduvo el tiempo, vendiose el vino y al limpiar la cuba hallaron en ella una llave pequeña, pendiente de una correa de cordobán. Porque vea vuestra merced si quien viene de esta ralea podrá dar su parecer en semejantes causas.” El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha (libro segundo, cap. XIII)


Un artículo de Antonio Bellón Márquez ©


Fotografías de sabersabor.es ©

Publicado el Deja un comentario

El origen de los cortijos manchegos

Los inalcanzables horizontes de la interminable llanura que, aparentemente todo lo exponen al primer vistazo del transeúnte, esconden como sorpresas para el explorador, todavía hoy, infinidad de edificaciones en mitad del campo, habitadas por la historia, ya sea en ruinas o en buen estado. Donde la tradición delata en cada uno de sus detalles el paso de diversas culturas, y el trabajo de miles de brazos.
Cortijo, quintería o casilla. Han servido para denominar una forma de hábitat disperso en la mitad meridional de España. Significando el cortijo, el sinónimo más extendido que mejor identifica tanto en Andalucía como en Extremadura o La Mancha, una gran construcción en el centro de una finca dedicada a la producción agropecuaria.
Paseando la vista por los páramos del Campo de Montiel, los cerros del Campo de Calatrava, las cañadas del Campo de San Juan o la colosal planicie manchega, encontraremos en cada uno de sus sitios, lugares y parajes edificados con sus correspondientes antecedentes culturales de los actuales cortijos que hoy sirven de fincas de recreo para actividades turísticas o cinegéticas, felizmente rehabilitados.
A la vez no faltan infinidad de ruinas que poco a poco van regresando a su origen de materias primas obtenidas del entorno para edificar ese necesario cobijo que acortara la distancia al pueblo y delimitara el espacio de refugio tan necesario para los habitantes del campo. El arrendatario que entregaba la quinta parte de la cosecha al propietario de la finca, llamado quintero y por tanto, morador de una quintería. Muy distinto del propietario de una quinta. Fincas de recreo nacidas en el entorno de Madrid, equivalentes a los Reales Sitios y a imitación y semejanza de los palacios del rey, servían a la nobleza a menor escala y proporción, como fincas de recreo y caza, además de producción agrícola.
Tanto el cortijo como el paraíso, poseen el don de delimitar un espacio cercado para uso privado. Los paraísos más antiguos nacieron con el inicio mismo de la civilización, en Persia y Mesopotamia. Tanto es así, que hoy nos cuesta entender dicha palabra disociada de un jardín del Edén o un lugar perfecto en la naturaleza.

Algo similar ocurre con el cortijo. Que sirvió para marcar un pedazo de terreno donde edificar ese imprescindible sitio para albergar utensilios de labor y alojar a sus moradores. Cuyos orígenes más remotos en esta parte del Mediterráneo, los encontramos en las opulentas e industriosas villas romanas, dueñas y señoras de los latifundios por antonomasia.
Con los árabes y sobre todo con Al-Ándalus, muchos latifundios romanos se transformaron en alquerías o pequeños núcleos de población rural, que sobre todo en Levante y parte oriental de Andalucía, fueron evolucionando a muchos de los cortijos actuales.
Aquí en La Mancha, además de las evidentes huellas romanas y musulmanas, lo que más determinó la posición actual de los cortijos contemporáneos fueron las órdenes militares, propietarias de toda La Mancha hasta no hace mucho. Por medio de castillos y cortijos fortificados, fueron colonizando y conquistando el territorio hasta estructurarlo y administrarlo al principio de la Baja Edad Media como grandes dehesas, cañadas y veredas de gigantescos rebaños que hicieron posible su poderío y riqueza a través de la lana.
Con el agotamiento de las órdenes militares y la extensión paulatina de la agricultura comenzaron a surgir nuevos latifundios propiedad primero de la nobleza y luego de la burguesía que a finales del XVIII y principios del XIX, impusieron el cultivo del cereal. Necesitando de enormes infraestructuras agrícolas con la edificación de grandes cortijos donde albergar el gran número de jornaleros, animales y aperos. Además de la residencia del propietario.
El último paso en la evolución del asentamiento del cortijo manchego fue de aspecto meramente utilitario más que productivo representativo o de recreo. Se trata de “la casilla”. Construcción característica de la llanura manchega. Elemento arquitectónico que como casi todo, surgió de la necesidad, y posee la inadvertida virtud de haber creado Racionalismo sin saberlo.
Los libros de texto nos dicen que fue Le Corbusieur. Pero yo veo muy claro que fueron, al menos uno o dos siglos antes, los labriegos manchegos. Haciendo uso de esa inteligencia natural para solventar una necesidad. Utilizando materiales del entorno, adaptándose al medio y a la escasez de recursos. Limitando el espacio a la racionalidad de la más elemental escala humana. Resolviendo en el espacio más elemental todo cuanto precisaban.

Así pues, si puede definirse o identificarse como vernácula, propia u original un elemento o edificio que defina por sí mismo la arquitectura manchega, esa es “la casilla”. Hoy llamada cortijo en casi todas partes, por encontrarse en mitad del campo en cada una de las fincas o parcelas que se sirven de su uso como almacén de aperos y cobijo del labrador.
En ellas se aprecia con virtuosismo natural, lo mejor de las construcciones adaptadas al medio. Que deben figurar como elementos a proteger del patrimonio cultural humano. Pues definen por sí mismas la esencia de la arquitectura manchega. Funcional, utilitaria, práctica, sencilla, humilde, natural, elegante. Libre de todo complemento decorativo. Totalmente al margen de espacios que no respondan al más estricto interés del uso cotidiano. Líneas rectas. Dimensiones tan humanas como el propio tamaño de hombres y animales. Una simple chimenea y dos pollos para cocinar y dormir, junto a una cuadra para animales y aperos. El Racionalismo en su estado más originario. Nacido en La Mancha sin conocimiento de sus inventores.
Este es el valor más incalculable y universal del cortijo manchego. Surgido de la opulencia romana, el pragmatismo árabe, la necesidad agrícola y el sentido común del ser humano.
Una edificación tan sencilla que siempre ha sido infravalorada como un simple almacén circunstancial. Cuando en realidad es fruto de milenios de adaptación al medio. Y medio de vida para la esencia de La Macha.
La casilla manchega: el auténtico cortijo manchego. Seña de identidad y motivo de orgullo como una de las grandes aportaciones del ser humano a la arquitectura universal. Como siempre con esa humildad tan sazonada de complejos de los manchegos. Un valor menospreciado y olvidado por nosotros mismos.


Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano ©


Fotografías de sabersabor.es ©

Publicado el 1 comentario

Cuevas – Bodega de Tomelloso, la cultura del vino

Enoturismo en La Mancha

Si pudiésemos ver de una manera global el subsuelo de Tomelloso, lo veríamos agujereado por completo. Se trata realmente de un mundo subterráneo único por descubrir


De las cuevas tomelloseras hay mucho que decir, si tenemos en cuenta la enorme cantidad de cuevas que hay construidas en la población, desde las antiguas y primitivas (anteriores al año 1750, pero que no se usaban para hacer vino), hasta las modernas y espaciosas, consideradas como estimables obras arquitectónicas (la más reciente la podemos encontrar en Bodegas Verum).

La historia

Ante la creciente demanda de mosto y vino provocada por la muy desastrosa plaga de filoxera que afectó a los viñedos franceses y a gran parte de los viñedos españoles en la segunda mitad del siglo XIX, miles de familias de Tomelloso, se calcula que hasta 4.000, cavaron cuevas en sus casas para hacer y almacenar vino. Algunas incluso cavaron la cueva antes de tener su propio hogar.
Una oportunidad única y propicia para atender a un mercado que se había quedado totalmente desabastecido y que Tomelloso supo aprovechar.
Las cuevas – bodega son testigos de esta rocambolesca historia. Cada una de ellas nos habla de una vida dedicada al cultivo de la vid y a exprimir su delicioso zumo: el vino.
En 1950 se datan 3.500 bodegas en toda la ciudad (superficiales más subterráneas), de las que aproximadamente 2.000 serían cuevas, lo que da una idea de su importancia.
A día de hoy quedan varios cientos, a pesar del último boom urbanístico, como se puede comprobar fácilmente paseando por las calles de Tomelloso.

Bajando a una antigua cueva – bodega

El «ajuar» de Tomelloso


Existen otros lugares con cuevas – bodega pero muy por debajo en número y tamaño respecto a Tomelloso. Aranda de Duero (Burgos), Fuensaldaña y Mucientes (Valladolid), Haro (La Rioja), son algunos ejemplos


Detalles de su construcción

La realización de cuevas – bodega era un trabajo de pico y brazo, que podría durar entre un año y medio o dos. Un trabajo que hacían hombres y mujeres. Ellos picaban la tierra y horadaban el subsuelo hasta lograr unas naves con bóvedas en arco de medio punto, con unas cualidades óptimas para poder albergar las cosechas en quietud, guareciendo los vinos de cambios climáticos bruscos.
Ellas, valientes manchegas llamadas terreras, eran las encargadas de trasladar la tierra y la arena extraídas del interior hasta la superficie.
La tierra arcillosa de Tomelloso permitía este trabajo mejor que la tierra rocosa de otros lugares.
La tierra resultante de la excavación se guardaba para los cimientos y la propia construcción de la casa, y se creaba una estructura tan segura que hoy día muchas de las casas de antaño se conservan en pie.
Las cuevas que han llegado hasta nuestros días tienen una profundidad media de 12 metros y su techo está formado por una capa dura de roca de 2 a 4 m espesor, que en estas tierras llaman costra o tobazo.

Visita turística a una cueva – bodega de Tomelloso

Herramientas, mujeres y hombres de La Mancha


En la capa dura, especialmente resistente, se llegaron a usar incluso barrenos de pólvora para abrir camino. Todo un mérito teniendo en cuenta que Tomelloso no es un pueblo minero


Las cuevas tienen una salida al exterior por medio de las llamadas lumbreras, que tanto llaman la atención de los visitantes, y que encontramos enrejadas sobre las aceras de gran número de calles de Tomelloso.
Esta salida a la superficie era obligatoria por cuestiones de seguridad, ya que por ahí salían los gases resultantes del almacenaje del vino, al mismo tiempo que actuaba como un respiratorio que oxigenaba el brebaje del Dios Vacuo.
Por algunas de ellas, las más grandes, también se aprovechaba parar bajar las tinajas que después almacenarían el vino.

Lumbrera desde el interior de una cueva – bodega


Las cuevas guardan aún hoy las tinajas de barro donde se almacenaba el vino, salpicado de secretos y leyendas


Una de curiosidades

  • Las primeras tinajas eran de unas 200-250 arrobas, de barro, llamadas de culo de avispa, y traídas en carros desde la población cercana de Villarrobledo. Una arroba de vino equivale a 16 litros.
  • Con el apogeo del vino y los cambios de uso del suelo en Tomelloso (monocultivo de la vid durante el siglo XIX y gran parte del siglo XX), las tinajas pasaron a ser de 350-450 y denominadas tinajas de panza.
  • Desde 1916 se comenzaron a construir tinajas de cemento (era frecuente la rotura del barro), construidas con molde en la propia cueva. Se popularizaron sobre todo después de la posguerra.
  • Las cuevas – bodega más pequeñas, de media, pueden almacenar 30.000 litros de vino, es decir, unos 50.000 kg de uva, una 30 Ha de viña de secano.
  • Cuando se limpiaban las tinajas para la siguiente cosecha, la costra que había en ellas se vendía a la industria farmacéutica, pues contenía ácido tartárico, utilizado como ingrediente en algunos medicamentos.
  • El total de la tierra extraída en Tomelloso podría suponer 400.000 toneladas de tierra, suficientes para cubrir 25 cm todo el término municipal.
  • Todas las cuevas en línea, supondrían un túnel de más de 30 km.

Tinajas de barro y de cemento


Las cuevas – bodega de Tomelloso se dejaron de construir y usar, allá por la década de los 80, cuando la industria vinícola prohibió el almacenaje del vino en las casas particulares por cuestiones de seguridad



Un artículo de Antonio Bellón Márquez ©


Fotografías de sabersabor.es ©


¿Te gustaría descubrir este impresionante patrimonio vitivinícola?  reserva tu visita aquí

Publicado el Deja un comentario

Madrid – La Mancha, un día por tierras del Quijote

Viaje Madrid ruta del Quijote vino La Mancha

Os proponemos una escapada inolvidable para los que quieren vivir una auténtica experiencia cultural, natural y gastronómica. Un viaje de un día por La Mancha para descubrir algunos de los más importantes escenarios naturales del Quijote, con toda la esencia de nuestras ciudades, pueblos y aldeas, y disfrutando de nuestra rica gastronomía, en la que no puede faltar el delicioso Queso Manchego y los afamados vinos de La Mancha. Sin duda, una auténtica experiencia cultural universal.

Cervantes y Alcázar de San Juan

Iniciaremos el día en Alcázar de San Juan, según algunos estudiosos verdadera cuna de Don Miguel de Cervantes. Desde la inmensa llanura que la bordea, salpicada de bellas lagunas, pasando por sus conocidas fiestas de Moros y Cristianos, las tortas de Alcázar o el legado de su artesanía del cuero, la alfarería y la madera, la visita a Alcázar de San Juan está llena de lugares de interés turístico y patrimonial como las calles del casco antiguo que nos llevarán a la Plaza de Santa María, presidida por una estatua de Miguel de Cervantes.
Esta plaza, origen de Alcázar de San Juan, es un magnífico conjunto en el que la piedra arenisca rojiza contrasta con el color verde intenso de los cipreses que la adornan. En este espacio llama la atención el poderoso Torreón del Gran Prior, torre almenada de planta cuadrada y origen almohade (siglo XIII) que perteneció, como el Cubillo con el que forma conjunto, a la antigua alcazaba. Su nombre se asocia con Don Juan José de Austria, hijo bastardo de Felipe IV y de la comedianta María la Calderona, que fue gran prior de la Orden de San Juan. Ante este Torreón se levanta la comentada estatua del autor del Quijote, pluma en ristre.
En la misma plaza, la iglesia de Santa María la Mayor, remonta sus orígenes al siglo XIII y se erige como un maravilloso compendio de épocas y estilos (románico, gótico, mudéjar, renacimiento…), además de guardar celosamente la partida de bautismo atribuida a Miguel de Cervantes Saavedra, descubierta entre sus archivos allá por el año 1748. El conocimiento de que hace gala Cervantes del entorno de esta ciudad avala sin lugar a dudas esta hipótesis. Aunque es sabido que Alcázar de San Juan disputa con Alcalá de Henares su condición natal de Cervantes.

El Museo de la Casa del Hidalgo bien merece nuestra visita para conocer las costumbres y cómo era la vida de los hidalgos que inspiraron a Miguel de Cervantes cuando creó el personaje de Don Quijote de La Mancha. El Museo cuenta con la exposición de piezas originales de gran valor, cedidas por importantes museos españoles (Museo del Ejército, Museo Nacional de Artes Decorativas, Museo de Santa Cruz, entre otros). También cuenta con recursos audiovisuales, manipulativos e interactivos con los que poder experimentar a lo largo de toda la visita. Un recorrido por sus estancias con toda la esencia y el sabor de aquella época.

Imprescindible realizar una pausa para reponer fuerzas con un buen trozo de deliciosa bizcochá o con unas tortas de Alcázar, nacidas antaño en los hornos del convento de Santa Clara.


Museo Casa del Hidalgo

Colegiata Santa María La Mayor en el entorno del Conjunto Palacial, Alcázar de San Juan
Colegiata Santa María La Mayor en el entorno del Conjunto Palacial

Molinos de Campo de Criptana

A continuación, nuestro viaje nos llevará hasta Campo de Criptana, para descubrir uno de los hitos fundamentales de la geografía española, testigo de un pasado histórico y cultural envidiables: el barrio del Albaicín y los maravillosos molinos de viento que lo coronan. Esta experiencia nos permitirá rememorar la leyenda cervantina del famoso lance entre Don Quijote y sus “gigantes”, así como descubrir algunos secretos del noble arte de la molinería.
Los molinos siguen siendo heraldos ante el mundo del paisaje de Campo de Criptana y de la Mancha en su totalidad. Y algo de esa herencia señorial y quijotesca debe seguir presidiendo sus muros encalados y sus aspas orgullosas y erguidas a los cuatro vientos, pues hoy el conjunto de los molinos de Campo de Criptana está declarado Bien de Interés Cultural, y tres de ellos, los más antiguos, alcanzaron en 1978 la categoría nacional de Monumentos de Interés Histórico-Artístico.

Como todo el que se aproxima a Campo de Criptana, Don Quijote divisó a lo lejos “treinta o cuarenta molinos de viento”. No sólo la imaginación, sino, sobre todo, su irrefrenable deseo de entrar en combate con unos enemigos poderosos y dañinos para la humanidad y añadir nuevas hazañas a su todavía breve historial de caballero, le hicieron ver allí aquellos desaforados gigantes con quien pensó en hacer batalla para quitarles la vida. Es conocido cómo terminó nuestro caballero andante: sin lanza, maltrecho y siguiendo como pudo camino hacia Puerto Lápice, mientras Sancho Panza repetía una y otra vez que ya le había advertido. Cientos de páginas se han escrito sobre este episodio, el más reproducido en dibujos y grabados, y sin duda el que eleva a sus más altas cotas la quimera quijotesca.

Disfrutaremos de un inolvidable recorrido por la sierra de los Molinos para descubrir aquellos gigantes de largos brazos disfrazados de ingenios para moler trigo, tres de los cuales todavía conservan la maquinaria original del siglo XVI. Otros están dedicados a museos, como el que reúne retazos de la vida artística de Sara Montiel, hija predilecta de Campo de Criptana.

Un paseo por el Albaicín de Criptana, con sus maravillosas calles empedradas de casas bajas con tejados de teja árabe, paredes largas, lisas y tan blancas que parecen haber sido encaladas la víspera, rejas que protegen sus pequeñas ventanas, puertas y zócalos de color añil, calles con nombres casi invariablemente relacionados con El Quijote y que se unen mediante escaleras y se enmarañan entre sí a medida que bajan de la sierra al llano, nos acercará a la hora del almuerzo, que nos espera con una deliciosa y auténtica Comida Típica del Quijote, a base de platos tradicionales de la cocina manchega. Una cocina universalizada por Cervantes.

Antigua cueva – bodega de Tomelloso

Dejamos atrás tan ilustre lugar, y recorreremos los escasos kilómetros que separan Campo de Criptana de Tomelloso. Ciudad de paso y estrechamente vinculada a la Mesta desde época medieval, Tomelloso es hoy uno de los principales centros productores de vino de España y de la región con D.O. La Mancha.
La ciudad retiene todavía una amplia tradición artesanal, que se aplica en dosis iguales de esmero, mimo y profesionalidad a sus productos más conocidos: el Queso Manchego, sus vinos y sus brandys.

Iniciaremos la tarde visitando una de las 2200 antiguas cuevas – bodega existentes en el subsuelo de Tomelloso, excavadas antaño en la roca para hacer y almacenar el vino. Si pudiésemos ver de una manera global el subsuelo de Tomelloso, lo veríamos agujereado por completo. Se trata realmente de un mundo subterráneo único por descubrir. Cada una de estas antiguas cueva – bodega nos habla de una vida dedicada al cultivo de la vid y a exprimir su delicioso zumo: el vino.

Las numerosas rejillas o lumbreras que se abren en el suelo a nuestro paso por todo el casco urbano de la ciudad nos indican la existencia de numerosas cuevas bajo tierra horadadas por valientes hombres y mujeres bajo sus casas para hacer vino. Bodegas llenas de encanto que conservan toda su esencia gracias a sus grandes tinajas de barro y a permanecer intactas desde hace décadas.

Existen otros lugares con cuevas – bodega pero muy por debajo en número y tamaño respecto a Tomelloso. Aranda de Duero (Burgos), Fuensaldaña y Mucientes (Valladolid), Haro (La Rioja), son algunos ejemplos.

A continuación, nos trasladaremos a una auténtica Quesería Artesana manchega, donde conoceremos los secretos de un producto sobradamente conocido: el Queso Manchego. Descubriremos todos los detalles que marcan la diferencia de este queso y realizaremos un interesante itinerario por las instalaciones de esta fábrica artesana de la mano de todo un maestro quesero. Terminaremos con una cata-degustación de este producto tan cotizado a nivel nacional e internacional.
Las características de La Mancha han constituido siempre un imperativo ecológico para la explotación del ganado ovino y por tanto para la elaboración de quesos, como prueba la existencia de varios yacimientos de la Edad del Hierro y del Bronce, en los que se han encontrado fragmentos de antiguos utensilios que sin duda sirvieron para la elaboración de quesos. Destacan dos queseras completas descubiertas en la Motilla del Azuer, Daimiel.
Es de suponer que todas las civilizaciones que han pasado por estas tierras, disfrutaron paladeando nuestro queso.
Estamos obligados a mencionar a Cervantes que en el Quijote cita varias veces el Queso Manchego y presenta a su héroe como un gran consumidor de él. Las alforjas de Sancho Panza siempre iban provistas de pan y queso. Para deleitarse es el capítulo “Donde se cuentan las bodas de Camacho El rico, con el suceso de Basilio El pobre”, se dice: “… los quesos, puestos como ladrillos enrejados, formaban una muralla…”.
Para terminar esta pequeña reseña histórica respecto al Queso Manchego se cuenta que un famoso ‘gourmet’ norteamericano había comentado que dudaba entre lo que le producía más placer: si tomar un buen Queso Manchego, con un tinto de la misma tierra, o si leer al Quijote, y que, al fin, había resuelto tan angustiosa duda, comiendo el queso, bebiendo el vino y leyendo el Quijote, alternativamente.

Como no podía ser de otra forma, finalizaremos este apasionante viaje a la tierra de Don Quijote con la entrega a los participantes del Título de Dulcinea y Caballero.

Elaborando el Queso Manchego



Si quieres disfrutar de esta maravillosa escapada contacta con nosotros

[button link=»https://sabersabor.es/actividades/ruta-del-quijote-de-1-dia-desde-madrid-en-autobus/» color=»red» newwindow=»yes»] Más información[/button]


Un artículo de Antonio Bellón Márquez ©

Publicado el Deja un comentario

Ruta por los castillos de la Orden de San Juan

Orden de San Juan Turismo Castilla La Mancha sabersabor.es

Un paseo por las atalayas que elevan nuestra tierra, vestigios de siglos de historia que esperan nuestra mirada curiosa y nuestros pasos aventureros


Las comarcas de Ciudad – Real y Toledo aglutinan entre valles y atalayas cientos de vestigios, algunos mejor conservados que otros, que hablan de la historia bélica, social y cultural de nuestras tierras. La orografía del territorio, a veces escarpada, otras suavemente plácida, hizo de estas tierras un codiciado edén para romanos y visigodos, soberanos árabes y cristianos, y en ella se extendían los dominios de señores feudales o de caballeros de la Orden de San Juan.
La orden soberana militar y hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta, fundada en el siglo XI. En esa época, los mercaderes de Amalfi fundaron un hospital en Jerusalén con la intención de acoger a los peregrinos. A finales de ese siglo, Gerardo, responsable de la congregación, le dio nombre de hospitalarios de San Juan. El papa Pascual II aprobó la orden en 1113 y está sirvió como referencia para las demás ordenes hospitalarias. En 1187, después de la caída de Jerusalén, los hospitalarios se trasladaron a San Juan de Acre, luego a Chipre y en 1308 se establecieron en Rodas. Sin embargo en 1522, cuando los turcos invadieron la isla, se instalaron en Malta, bajo la protección de Carlos V; se les denomino entonces caballeros de la orden de Malta.

Torreón del Gran Prior, Alcázar de San JuanTorreón del Gran Prior, Alcázar de San Juan

Castillo de Alcázar de San Juan

Ciudad muy antigua, con antecedentes romanos, a Alcázar de San Juan la llamaron Alces. Con la llegada de los árabes también la pueblan y la llaman Al – Kasar (palacio fortificado), construyen un castillo del que no se conservan restos. En el 935 Alcázar (Qasr Banu Atiyya, en árabe) forma parte de la Taifa de Toledo. La antigua alcazaba árabe será el embrión de la villa sanjuanista.
Tras la conquista de los campos de La Mancha, los reyes cristianos van a conceder tierras y privilegios a las Órdenes Militares para que se hagan cargo de la repoblación y cristianización de la zona de la frontera.
Conquistada Al – Kasar por los cristianos de Alfonso VIII en el siglo XII, se construye aquí un castillo mandado por el Comendador Fernando Pérez en 1287, y pasa a llamarse Alcázar de Consuegra. Con el tiempo esta fortificación se ampliaría, siendo un punto estratégico importante, se despegaría de su cabeza Consuegra, pasándose a llamarse Alcázar de San Juan ya que el rey Sancho IV le concede villazgo el 26 de Enero de 1292 en Burgos.
Esta fortaleza tenía ocho torres: la del Cubillo, Pozo Cardona, Piedras de Zamora, Torre del Cid, la Torrecilla, Torre del Castillo, Torre de San Juan y el Torreón de Don Juan de Austria.
De ellas solo se conservan la del Cubillo y la de Don Juan de Austria, de las murallas y de las demás torres nada.
Hoy en día en los alrededores del barrio de Santa María se localizan los más importantes vestigios del pasado medieval de Alcázar de San Juan. El torreón del Gran Prior, el cubillo, la Capilla de Palacio y la casa de Gobernación forman hoy el monumental Conjunto Palacial del Gran Prior.
La antigua Capilla de San Juan Bautista fue construida en el siglo XVI. A lo largo de la historia ha servido de cárcel, cementerio, museo y capilla. Actualmente cuenta con una parte expositiva sobre el antiguo conjunto palacial. Desde aquí también se accede a los yacimientos arqueológicos romanos.
Del Cubillo dos hipótesis nos hablan de esta muralla cuando tratamos de averiguar el origen de esta singular edificación. Por un lado, posible resto de la antigua muralla que rodeaba Alcázar antes de la llegada de la Orden de San Juan, y por otro, restos del antiguo palacio del Gran Prior de los Hospitalarios de la Orden de San Juan. Según cuenta esta tradición, pudo servir de campanario de la Iglesia de Santa María.
Muestra los restos de una torre semielíptica cubierta por una bóveda de crucería. Con su restauración, el cubillo pasó a acoger una pila bautismal, así como varios paneles explicativos que describen la historia de Alcázar de San Juan y su tradición cervantina fruto de su reivindicación como cuna de Miguel de Cervantes.
La Casa de Gobernación, podría ser la residencia del gobernador del Priorato de San Juan desde el momento en el que Alcázar asumió la capital del Priorato (s.XVIII).
El Torreón de Don Juan José de Austria fue construido en 1284. Es una torre almohade de planta cuadrangular con tres alturas a las que se accede mediante una escalera de caracol. Forma parte de lo que fue el palacio de los Grandes Priores de Castilla y León de la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta.
Hoy es un Espacio Museográfico dedicado a los Caballeros Hospitalarios, y cuenta la historia de aquellos caballeros que un día lo habitaron y dominaron esta tierra.

Colegiata Santa María La Mayor en el entorno del Conjunto Palacial, Alcázar de San JuanColegiata Santa María La Mayor en el entorno del Conjunto Palacial, Alcázar de San Juan

Cervantes y Alcázar de San JuanCervantes y Alcázar de San Juan

Interior Torreón del Gran PriorInterior Torreón del Gran Prior

Castillo de Peñarroya en Argamasilla de Alba

Castillo de origen musulmán, aunque pudo tener antecedentes romanos, el Castillo de Peñarroya se encuentra estratégicamente situado sobre un acantilado, una peña (roya, roja o rubia, según opinión) desde la que domina un desfiladero por el que discurre el río Guadiana, constituyendo además la entrada al Parque Natural de las Lagunas del Ruidera.
Según una crónica manchega de Don Ramón Antequera Bellón (Juicio Analítico del Quijote), el capitán Alonso Pérez de Sanabria arrebató el castillo a los moros el día 8 de septiembre de 1198. A raíz de la toma de la fortaleza se encontró la imagen de Nuestra Señora de Peñarroya, que es venerada desde entonces, entre otros, por los vecinos de Argamasilla, que tienen en ella su Patrona.
Poco después de la conquista de la fortaleza por las tropas coaligadas de los caballeros de Santiago y Hospitalarios (1198), fue adscrita definitivamente a ésta última Orden en 1215, donada a la Orden de San Juan por Alfonso VIII y confirmada por Enrique I, siendo ya en el siglo XIV la encomienda más importante de la Orden de San Juan desde el punto de vista económico, garantizando el aprovechamiento económico del territorio mediante el arrendamiento de pastos, cobro de impuestos y protección a los pacíficos pobladores, a la vez que sirviendo de almacén de bienes o caja fuerte de la Orden.
En el exterior conserva el camino de acceso medieval, humilladero y foso. Por un pórtico se da entrada al patio de armas. Ya en el interior pasillo o liza divide la muralla principal, y más alta, del antemuro. También en el interior se encuentran la torre del homenaje, la ermita del siglo XVII, el patio de armas, y el aljibe medieval.
La torre del homenaje acoge actualmente las dependencias de la Cofradía de Nuestra Señora de Peñarroya, de Argamasilla de Alba, aunque es de suponer que antiguamente constituiría las dependencias del señor del castillo o alcaide de la fortaleza.
La ermita sirve como santuario de Nuestra Señora de Peñarroya, patrona de Argamasilla de Alba y de La Solana, y se accede a ella por el patio de armas. En su interior, de marcado estilo barroco decadente, hay pinturas a ambos lados del altar mayor, destacando también el retablo churrigueresco, el camarín de la virgen, el coro y una extraordinaria talla del siglo XVII que primitivamente estuvo emplazada en el convento de los mercenarios de Argamasilla del Alba.
La ermita actual formaba parte de las dependencias de la fortaleza. Anteriormente existía una pequeña ermita a la vista del desfiladero, en el patio de armas, para el culto y las oraciones de los moradores del castillo.
Recientemente se han encontrado en el exterior una necrópolis de rito islámico y un campo de silos de cronología indeterminada.

Castillo de Peñarroya. Autor, M. PeinadoCastillo de Peñarroya

Castillo de PeñarroyaCastillo de Peñarroya

En honor a la Virgen de PeñarroyaEn honor a la Virgen de Peñarroya

Al borde del pantano, Castillo de PeñarroyaAl borde del pantano, Castillo de Peñarroya

Castillo de Consuegra

El Castillo de Consuegra se alza, rodeado de molinos de viento, sobre el cerro Calderico. La localidad de Consuegra, de raíces celtibéricas, romanas y visigodas, fue un importante frente fortificado durante las luchas entre Toledo y el califato de Córdoba, e iría pasando alternativamente por manos cristianas y árabes.
La historia romana de esta fortaleza se remonta a la época de la Consaburum, que contaba con las edificaciones típicas de una gran ciudad, tales como circo, termas, murallas y acueducto.
Posiblemente la primera reconstrucción de castillo la realizara Almanzor en el siglo X, en pleno dominio musulmán de estas comarcas.
En el año 1097 el rey Almotamid de Sevilla cedió el castillo a Alfonso VI, a través de un pacto matrimonial por el que el rey se casaba con la princesa sevillana Zaida, aportando ésta como dote el castillo de Consuegra. Se consiguió así la fortaleza sin derramamiento de sangre, pero poco después, el 15 de agosto de 1097, Alfonso VI perdió el castillo en la batalla de Consuegra contra los almorávides. Ante los pocos efectivos que disponía ante la llegada inminente de los almorávides a Consuegra, Alfonso VI pide ayuda al Cid. Este, habiendo conquistado Valencia a los moros, le proporciona refuerzos mandados por su único hijo varón, Diego. En el transcurso de la batalla de Consuegra, Diego perdería la vida. Desde 1997 se conmemora en ese día la muerte del hijo del Cid y los demás cristianos en la batalla de Consuegra.
El castillo fue definitivamente recuperado por los cristianos a mediados del siglo XII, y reconstruido por los Caballeros Hospitalarios entre ese siglo y el siguiente, lo que explica su original arquitectura de tipo europeo. Alfonso VII entregó la fortaleza, el pueblo y las tierras del contorno a la Orden de San Juan de Jerusalén en el año 1183, que construyo el actual castillo y estableció allí la capital de su Priorato de La Mancha, custodiando el paso a la región de la que es puerta natural. En él celebró varios capítulos la Orden y allí se conservaba su valioso archivo, destruido al parecer durante la invasión francesa. En 1809, fue tomado por las tropas francesas quienes establecieron en él una guarnición por su valor estratégico, que duró hasta la rendición francesa el 22 de septiembre de 1812 estando al mando de las tropas españolas el general Xavier Elío.
El castillo, con la desamortización de 1836 había pasado a manos particulares y en 1962 es adquirido por el Ayuntamiento de Consuegra, comenzando en 1985 un periodo de rehabilitación hasta nuestros días.
Actualmente se puede visitar el interior del castillo con sus diferentes dependencias, aljibes, nave archivo, sala capitular, nave ermita entre otras.
La estructura de este castillo es bastante atípica. Está constituido básicamente por un cuerpo central cuadrado con una gran torre cilíndrica a cada uno de sus lados. El recinto se encuentra rodeado por una barrera de la que sólo quedan restos en la parte que rodeaba el patio de armas.
Lo primero que aparece es un espacio vacío denominado centinela, desde donde se accede al castillo propiamente dicho, que está rodeado por la barrera defensiva.
La puerta de acceso está enmarcada por dos estructuras cúbicas, y sobre ella se encuentra el escudo del Prior de la Orden Juan José de Austria y el de los Álvarez de Toledo.
Entre las estancias interiores destacan el aljibe, con cubierta de bóveda de cañón, un patio interior y los archivos de la Orden de San Juan, destruidos por las tropas francesas en 1809.
La torre albarrana, elemento defensivo árabe que constituye una huella evidente de su paso por la zona, es de forma circular y se encuentra en la parte más meridional del castillo. Esta torre estaba unida al conjunto por medio de un adarve. Tiene cuatro pisos, por lo que su altura es considerable.

ConsuegraConsuegra

Consuegra Medieval. Autor, Jose María Moreno GarcíaConsuegra Medieval

Castillo de ConsuegraCastillo de Consuegra

Representación Consuegra Medieval. Autor, Jose María Moreno GarcíaRepresentación Consuegra Medieval

Iglesia fortificada de Arenas de San Juan

Esta iglesia – castillo, nace como fortín romano, destruida por la invasión árabe y reconstruida como mezquita hacia el 900.
Se conquista y se reconstruye en varias ocasiones, desde finales del siglo XII a principios del siglo XIII, y se destina a iglesia en 1194, si bien no se le da uso hasta 1236.
Actualmente es conocida como la iglesia fortificada de Nuestra Señora de las Angustias, constituyendo uno de los edificios más bellos y originales del arte románico-mudéjar de finales del siglo XII y principios del XIII, construida y fortificada por los caballeros de la Orden de San Juan.
Su gran importancia artística reside en las pinturas murales románicas, que derivan de la corriente italo-bizantina que aparece en España a principios del siglo XIII y constituyen un ejemplo casi único de arquitectura religiosa románica que une formas mudéjares en La Mancha. Fue declarada Monumento Nacional de Interés Histórico Artístico en el año 1976.

Iglesia fortificada de Arenas de San JuanIglesia fortificada de Arenas de San Juan

Arenas de San JuanIglesia fortificada de Arenas de San Juan


Planifica tu viaje con nosotros. Solicita más información o recomendaciones para preparar tu escapada AQUÍ


Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©

Publicado el 1 comentario

Cuenca, la cocina encantada

Casas colgadas, Cuenca

La cocina conquense tiene repartidas sus especialidades culinarias en tres comarcas naturales: La Alcarria, La Mancha y La Serranía


Aparte de los fogones de 232 municipios y para asombro y deleite del caminante, entre rocas que se empinan altivas e indiferentes, simulando edificios y ruinas de un pueblo abandonado, encontrará la Ciudad Encantada y bajo su cielo, mesones y tabernas con posada y asiento para el ansiado yantar.

Cuenca basa sus platos en las especialidades más peculiares de la oferta manchega. La consabida CALDERETA, las deliciosas, típicas y nutricias MIGAS y GACHAS y con carta de naturaleza, el célebre MORTERUELO y los ZARAJOS.

El AJO MORADO es el encargado de dar un inigualable sabor a estos manjares. Maravillosas cabezas moradas protegidas por una túnica de color blanco.
En la gastronomía conquense ponen una nota de exquisitez los CANGREJOS y las TRUCHAS, especies que no hay que dar al olvido por su amplio y delicioso sabor.

Por supuesto, en la copa no deben faltar los prestigiosos y premiados VINOS de estas terruñas tierras, quizás la mejor zona de tierras del mundo para vinos tintos… En una bodega cercana a Las Pedroñeras nace uno de los vinos más caros del mundo.

Entre un extenso surtido de dulces pueblerinos y como postre, el insuperable ALAJÚ, elaborado con nueces o almendras, migas de pan y miel de romero y como licor peculiar de Cuenca, el exquisito RESOLÍ, cuyos principales ingredientes son aguardiente, café, un polvo de canela y en su compañía, cortezas de naranja y una porción de azúcar.

ciudad encantadaCiudad Encantada

ajo moradoAjo morado

morterueloMorteruelo

MORTERUELO

Aunque de uso generalizado en toda Castilla – La Mancha es plato conquense de añeja tradición pues ya fue citado en documentos del siglo XI y en el Fuero de Molina, del posterior siglo XII.
Tiene el morteruelo gran semejanza con los grandes patés. Cuando a la clásica receta se añaden las tradicionales especias se consigue, en frase del escritor Tico Medina, un “paté a lo bestia”. Y es, sencillamente, que el morteruelo está indicado para estómagos bien preparados.
Dice el gastrónomo Raúl Torres que lo inventaron los pastores de la Alta sierra conquense y los de la paramera de Molina, para sobrevivir, simplemente y que Don Quijote lo cató a su paso por Cuenca camino de Zaragoza y Barcelona, quedando atónito de sabor y calorías, pudiendo así continuar su camino entre cierzos y escarchas.

La receta

Tomás Luceño, poeta dramático y escritor publicó en el “Almanaque de Conferencias Culinarias”, esta composición sobre el morteruelo; o lo que es lo mismo, Paté de foiegras manchego:

Coges hígado de cerdo,
lomo y aves, lo rehogas
con aceite y ajo frito;
pero, por Dios, no lo comas
que todavía hace falta
una multitud de cosas.
Todo esto lo cueces mucho,
porque de este modo logras
deshuesar las aves y
procediendo en buena lógica
que se desmenuce el lomo
y el hígado, el cual colocas
dentro de un mortero limpio,
le machacas, en buena hora,
por un colador lo pasas,
y en el caldo donde todas
estas carnes han cocido,
con mucha calma lo embocas;
si te gustan las especias,
con especias lo sazonas.
Después rallas pan; lo echas
en el caldo, se incorpora
a las referidas carnes
y todo una pasta forma
que secas in continenti
en grandes tarros colocas,
lo conservas un tiempo,
librándolo de las moscas;
y si quieres te lo comes,
y si no, no te lo comes,
que cada cual es muy dueño
de su estómago y de su boca.

Nacimiento del río CuervoNacimiento del río Cuervo

Zarajos Zarajos

Serranía de CuencaSerranía de Cuenca

ZARAJOS DE CUENCA

Se dice que los conquenses ponen arte y desparpajo no solo en hacer zarajos, si no al comérselos luego, porque tripas abrazadas al cuerpo de unos sarmientos si no supieras comerlos con habilidad y tiento, en vez de comer zarajos morderás solo el sarmiento. De la receta eres dueño, tienes talento de sobra, así pues, no te quite el sueño poner manos a la obra.

… y su receta

Las tripas muy bien lavadas
de los corderos lechales,
debes ponerlas trenzadas
entre dos palos iguales;
lo ideal, es poder utilizar
los agostados sarmientos
que nos dejan los viñedos
al podar.
Para ser elaborados
tienes tres modalidades:
En el horno ser asados
gozan de prioridad;
segunda opción, la parrilla,
y fritos, con buen aceite de oliva,
la tercera alternativa.
Ponles sal con discreción,
y rociados con limón
si los alternas con vino,
los zarajos… son divinos.

cangrejoCangrejo. Autor, Carlos Galeano

Ventano del DiabloVentano del Diablo. Autor, Carlos Sánchez

TRUCHAS Y CANGREJOS

Las ágiles truchas de carne sabrosísima criadas en ríos limpios o incontaminados de fondo arenoso batido por los remolinos, las define el diccionario como “peces de agua dulce de color pardo, llenos de pintas rojizas o negras y carne sabrosa y delicada”. La Trucha se da en Cuenca en los puntos altos de sus ríos.

Sobre el cangrejo de río, bocado exquisito, de carne enjuta y delicada, nos dice que es “un crustáceo con caparazón verdoso que al cocerlo se cambia en rojo, tiene gruesas pinzas en los extremos de las patas del primer par, y su carne exquisita y apreciada”. Pero el comensal debe saber algo más, por aquello del concepto del gusto.

Por ejemplo: Que si la trucha simplemente asada nos deleita, es con jamón de casta en su vientre y luego sazonada, enharinada y frita, como testifica sus excelencias.
Que los cangrejos demandan la complicidad de los dedos y que si a la plancha son exquisitos, con jamón están excelentes, y salseados con tomate, es uno de los bocados más apetitosos del recetario gastronómico.

Curiosa receta

El literato español Ramón Rodríguez Correa, escribió esta pícara receta titulada “TRUCHAS A LO DON RAMON SIN SARTEN Y SIN FOGON”:

Se va a un torrente
donde haya truchas
con una chica
morena o rubia.
Ella en el bosque
se queda oculta
en lo más denso
de la espesura.
Allí hace un hoyo
y al borde agrupa
las hojas secas que al
paso crujan.
El hombre, en tanto,
se va en ayunas
y a poco vuelve
con una trucha.
“Pescada ¿cómo?”
¡Necia pregunta!
¡Jamás las pescan
bragas enjutas!
Robada a un choto
la leche pura
cuando la madre
tranquila rumia
manteca fresca
se obtiene en una
orza de barro
llevada adjunta.
Aunque un ataque de
nervios sufra la compañera,
morena o rubia,
con la hoja grande
de un cortaplumas
la trucha hermosa
se despanzurra.
Tripas y agallas
fuera por sucias…
¡pero si hay huevas
no se perturban!
Limpio el pescado
de cola a nuca
con sal en polvo
se le satura,
con la manteca
nombrada supra
por mucho tiempo
se le embadurna.
De papel fuerte,
como envoltura,
un cucurucho
se hace a la trucha,
y amontillado
del “Non plus ultra”
se vierte a chorros
por la abertura.
Todo se encierra
como en las tumbas,
en aquel hoyo
de la espesura.
Las hojas secas
el hombre agrupa,
préndeles fuego,
el viento azuza,
yedras y trébol,
tomillo y juncias
de luz y aromas
el bosque inundan.
¡Pronto cenizas
tan sólo ocultan
del pobre bicho
la sepultura!
La tierra escarban
entrambos a una
y un bulto negro
la luz alumbra.
Abren el bulto
con ansias sumas
y, ¡oh, gran prodigio!
vése la trucha
sin dura escama
sin su piel ruda,
salir hirviente
de la envoltura.
Ruido de besos
después se escucha
y carcajadas
en la espesura.
Y cuando salen
de la penumbra
y un sol de ruego
tuesta y chamusca,
dice la chica
morena o rubia,
¿cuándo volvemos
a guisar truchas?

Alajú Alajú

GLOSA DEL ALAJÚ

La historia del Alajú, historia dulce y no amarga, la encontramos en un arca de las muchas que aún se guardan en Cuenca y en sus comarcas: La Alcarria, La Serranía y aquella otra de La Mancha.
Nos cuenta la dulce historia, – que es para muchos sagrada, – que probado el alajú, del que aquí ahora se trata, te retechupeas los dedos al igual que si comieras la dulce miel de La Alcarria.

Los sesudos eruditos sospechan que el alajú, viene de allá, de la China del mítico Fú Manchú, pero no, es la Ciudad Encantada, con su melífica Alcarria, el trigo de harina blanca, la de floridos almendros, llena de arte y de gracia, donde el alajú encontró, linaje, cuna y estancia.

La receta es bien sencilla, por su misma sencillez:

Se pone a cocer la miel y al tomar punto de hebra, se añaden unas peladas, sanas y dulces almendras, pan rayado, frescas nueces, rayadura de naranja, – solo corteza se entiende,- y así completas aquello que en olla de barro cuece.
El todo debe extenderse encima de unas obleas empleando una cuchara en agua limpia mojada, para que la miel escurra y caiga sobre la pasta.
Este proceso termina, como por arte de magia, dándole forma de torta. A tal fin, para lo cual toma nota, le pondrás un peso encima. Una vez frío, se come y verás que gusta a viejos, gente adulta y gente moza, porque tan dulce presente les anima y les conforta.
Hay caminos, más de cuatro, que pueden llevarte en alas hasta el Mesón que te aguarda para ofrecerte alajú ó alfajor, que así también se le llama, ya que siempre fue lo mismo, llamarse Francisca ó Paca.


Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©


Fotografía de portada: Casas colgadas, Cuenca. Autor, José Luis Rodríguez Holgado