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Marchando una de cocina manchega

Cocina manchega

Yo no canto de Marte los furores
que el cañón me aterra el estallido,
ni del hambre y la peste los horrores,
ni los vanos impúdicos amores
del mundo corrompido.
Canto el placer más sólido y durable
que ofrece la existencia deleznable
en su curso apacible:
canto, público amable,
el mágico poder del comestible.
Giman enhorabuena
en las redes de amor de su sirena
los necios amadores,
no creo que el estómago se llena
con el humo fugaz de los amores.”
Vicente Sainz Pardo.

En la cocina de Castilla – La Mancha, de la que poco, o muy poco se sabe hasta que poblaron sus tierras las legiones de Escipión, se funden las distintas culturas de los pueblos que en ellas se asentaron, asumiendo el legado de sus costumbres culinarias, asociadas a tradiciones, gustos y sabores, al tiempo que se enriquece con lógicas influencias de las regiones limítrofes de las que nuestra región es ‘frontera de culturas’.
Si los romanos aportaron el ajo y el aceite de oliva, los árabes introdujeron el azafrán, la nuez moscada, la pimienta negra y la caña de azúcar. Después, con el descubrimiento de América, las cocinas se enriquecen con la patata, el tomate y el pimentón.
En la geografía culinaria hay que distinguir sus distintas peculiaridades. La cocina de La Mancha propiamente dicha, se nutre de productos de la tierra, del cerdo y sus derivados y de los platos que aporta la caza menor. De parecido corte lo es la madrileña, con el añadido de algunos preparados ‘castizos’, teniendo en el cocido su plato más representativo, en tanto que la gastronomía de Guadalajara está presidida por los asados, complementada con los platos que aportan fogones familiares de sus tres comarcas: Campiña, Sierra y Alcarria.

Flor de azafrán. Autora, Soledad Garcia Salas

Flor de azafrán. Autora, Soledad Garcia Salas

Las tierras de La Mancha, tierras de transición desde Castilla a la musulmana Andalucía, estuvieron siempre jalonadas, para el descanso y yantar de arrieros y caminantes, de posadas, ventas y mesones cuya cocina divulgó ampliamente Cervantes a través de su obra inmortal.
Una cocina popular celosamente respetada a través de los tiempos, basada en una fina observación y en la sabia experiencia de cada día con recetas que nos acercan entrañablemente al sentir y latir de esta tierra sencilla, humilde y prosaica en la que cada pueblo es puerta abierta al caminante.
La gastronomía manchega tiene su característica más definida en la sobriedad, con un extenso repertorio de platos populares que, en amplia mayoría, los dio a conocer Cervantes a través de El Quijote.
En las cazuelas madrileñas hay una gran influencia manchega, al estar la Villa y corte en el corazón de la Meseta. No parece, pues, ocioso, destacar conjuntamente, algunos de los platos más populares o característicos de la región. Destaca, en primer lugar, la ‘olla podrida’; de ella se deriva el famoso cocido madrileño, que lo es igualmente de La Mancha en un amplio sector de pueblos y aldeas.
Los ‘duelos y quebrantos’, el ‘tiznao’, el ‘salpicón’, los ‘galianos o gazpachos’, el ‘guiso de Bodas’, y los derivados de la caza menor gozándose todos ellos de gran vigencia, así como las ‘gachas’ y las ‘migas de pastor’, y con tradición igualmente pastoril, en la mesa, como aperitivo o como postre, se agiganta el protagonismo del queso.

Queso manchego al romero. Cooperativa de Ganaderos Manchegos, Tomelloso

Queso manchego al romero. Cooperativa de Ganaderos Manchegos, Tomelloso

En el capítulo de postres, los árabes nos legaron una deliciosa repostería y de los claustros monacales salieron recetas y secretos de exquisitos bocados y golosinas de tentación irresistible. Se llevan la palma el mazapán de Toledo, y la ‘bizcochá’ alcazareña, pero en las mesas tienen lucida presencia otros dulces y platos para el deleite y la caricia de los más exigentes paladares.

Tradicionales recetas del solar manchego que, desde viejos tiempos, vertidas al puchero, prestan calor al cuerpo entumecido de nativos y foráneos.
Sobria comida con la que nos agasajan manos hacendosas que manejan con sabiduría, ternura, mimo, diligencia y tiempo, fogones y pucheros que se ven reforzados con la nutricia aportación de cuatro venerables y Santos varones:

San Isidro nos da el pan
y San Andrés nos trae el vino.
San Antón pone el gorrino
y San Blas… ‘tó’ lo demás.

En este recordatorio, no olvidemos que a la hora del yantar cada guiso viene del brazo de unos vinos que riegan y realzan el sabor de cada plato.
Todos ellos están nacidos en cien pueblos manchegos para ser bebidos con calma, sin ritual alguno a la hora del yantar o del castizo y popular ‘tapeo’ que anima la charla y la tertulia y que, tal vez, preceden a un suculento gazpacho.

Vino de La Mancha. Autor, Thomas Leuzinger

Vino de La Mancha. Autor, Thomas Leuzinger

Ponte, pues, en camino porque La Mancha, en la grandiosidad de la llanura te ofrece algo más que un gozoso itinerario por senderos jalonados de posadas, ventas y mesones para degustar ollas y pucheros. Para gozo del alma se te ofrece una ruta de caminos con pueblos, paisajes y molinos.
Para gozo del cuerpo, jamás te negarán posada y pan. Y a ti, afortunado viajero que en breve y sustancioso viaje cruzaste los caminos de esta tierra y has degustado paisajes, platos y vinos que son referencia permanente de un Hidalgo Caballero y del realista y bueno de Sancho, a la par que has dejado en estas soñadas tierras la huella de tu paso, une mi ruego de que no aparques en el desván del olvido esta parcela sin linderos, por siempre abierta al forastero, para sellar afectos y compartir de nuevo el pan y el vino de la amistad.

Nuestro ajo morado. Autor, Juantiagues

Nuestro ajo morado. Autor, Juantiagues

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Fotografía de portada: Una postal de Almagro. Autor, Manuel
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Bibliografía y fuentes de información:
– Don Quijote de La Mancha. Centro Virtual Cervantes. Instituto Cervantes.
– Vinos, platos y recetas. Miguel Espadas.
– La Vid y el Vino de La Mancha. 1963. Sixto Fernández.
– Hombres, lugares y cosas de La Mancha. Fascículos VIII y XLIII. Rafael Mazuecos.

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Si Quercus Ilex hablara…

Quercus Ilex

Los árboles están ligados a la historia y evolución del ser humano desde sus orígenes, cuando éramos conscientes de nuestra dependencia de la naturaleza que era y es la que propicia nuestra existencia como especie.
Los bosques, los ríos, el cielo… eran admirados y temidos a un tiempo, como seres dotados de poder y energía con los que teníamos que estar en armonía; y sobre todo el árbol era venerado como un ser inmortal y fuente inagotable de vida y de recursos.

Esta es la historia de uno de esos árboles.

Quercus Ilex nació en un bosque mediterráneo del Campo de Montiel a principios de febrero de hace muchos, muchos años, en el mismo siglo en que Colón descubrió América. Era un roble pequeño y delgadito que apenas podía sacar sus minúsculas ramitas a través del suelo cubierto de fría escarcha.
Su madre lo miró pensando “este arbolito no me crecerá mucho. Seguro que el pesado gorgojo de las bellotas se comió casi todo su alimento”.
En aquel siglo era todo muy diferente. Había mucho bullicio y luchas en esta tierra; gentes de diferentes oficios, razas y religiones compartían y peleaban por las tierras, igual que lo hacían en el bosque encinas, sabinas y matorrales.
Durante un tiempo los demás árboles del bosque crecían más deprisa y se burlaban de él, pero Quercus Ilex no les hacía caso y prefería escuchar las fascinantes historias que le contaban los mayores sobre los caballeros que vivieron en el castillo de Montiel, o sobre las aventuras amorosas e intrigas de Francisco de Quevedo o Jorge Manrique. Era un romántico.
Y mientras, se estiraba y estiraba todo lo que podía para parecer más grande y más fuerte y se esforzaba por seguir recto y firme, aguantando el fastidioso y potente sol.

Tronco encina

Reflejos del sol en el tronco de Quercus

Un día notó sus raíces muy húmedas y vio que junto a él brotaba agua de las rocas. Empezó a hacerse cada día más alto, más grueso su tronco y sus ramas se extendían muy lejos, como enormes brazos estirados. Los animales y los pastores empezaron a acercarse a él buscando el frescor de su copa en verano y el calor del sol en invierno, y mientras sus colegas desaparecían, unos para carbón, otros para hornos y muchos para construir casas, él se transformaba en un árbol majestuoso al que empezaron a llamar el gran Quercus Ilex.

En los siglos siguientes era él quien contaba historias a los más jóvenes; de caballeros y guerrilleros, señores e inquisidores… Pero poco a poco fue quedándose sólo en el antiguo bosque; sólo tenía algunos compañeros de su edad, casi tan grandes como él, que ya se sabían todas sus batallitas y además estaban un poco alejados y ni siquiera llegaban a escucharse. Sin embargo, le alegraba mucho la compañía de las ovejas y de los pocos humanos que quedaban en la zona que le respetaban mucho, aunque de vez en cuando le cortaran ramas y le quitaran bellotas para alimentar al ganado.

Pasaban los siglos y el gran Quercus Ilex iba notando el peso de la vejez. A veces, sobre todo cuando helaba mucho o hacía mucho calor, alguna rama gorda se le rompía y su copa iba perdiendo grandiosidad, pero no le importaba porque esa rama, en el suelo, pronto se convertía en el hogar de muchos insectos que le animaban con sus revoloteos y colores.

Los frutos de Quercus Ilex. Autor, M. Teruel

Los frutos de Quercus Ilex. Autor, M. Teruel

Cuando el gran Quercus Ilex cumplió 550 años, el Campo de Montiel se fue quedando sin pobladores y sin ganado y pensó que se quedaría muy sólo al final de su vida. Ya no escuchaba las conversaciones de los humanos, ni sus risas, ni sus quejas, aunque tenía el alboroto de varias familias de pico picapinos que nadie sabe cómo habían llegado hasta aquí y que tenían su casa en la parte más alta de las ramas. Y por las noches venían a visitarle el zorro y el gato montés. Bueno, y algún viejo jabalí que se rascaba en su tronco y le hacía cosquillas.
Un día, hace unos 20 años, de nuevo el Quercus Ilex escuchó muchas voces. Voces de niños y mayores que le rodeaban, le abrazaban y se quedaban mirándole con la boca abierta.
Desde entonces, nunca más ha echado de menos a los humanos. Todos los días escucha las palabras de admiración y cariño de personas que vienen a verle desde todas partes del país y aunque ya nota la debilidad de sus más de 600 años, el gran Quercus Ilex es uno de los árboles más felices de La Mancha.

Detalle de Acacia de tres espinas. Castillo de Montizón

Detalle de Acacia de tres espinas. Castillo de Montizón. Autor, Antonio Bellón

Si necesitáis respirar aire puro y un poquito de ecoturismo por Ciudad – Real, os recomiendo visitar los siguientes árboles y arboledas monumentales del Campo de Montiel, por su porte y por su valor paisajístico:
– Los magníficos y raros ejemplares de acacia de tres espinas, a los pies del castillo de Montizón. Perfectamente adaptadas al entorno y a las condiciones de nuestro clima.
– La encina del cortijo de El Toconar, en Almedina, varias veces centenaria.
– Las sabinas centenarias en el entorno de la Laguna Blanca, en Villahermosa. Muy valiosas por su antigüedad y belleza estética, con ramas atormentadas por la climatología.
– La encina centenaria de bellotas comestibles, grandes como castañas, de Los Monegrillos, en Fuenllana. Y algo más lúgubre, el ciprés centenario de su cementerio.
– Los nogales centenarios junto a los Ojos de Montiel.
– El olmo de Albaladejo, mencionado en el Quijote.
– El viejo álamo blanco junto a la Laguna Redondilla y la majestuosa noguera de San Pedro, en las Lagunas de Ruidera.
– Los grandes pinos carrasco de la finca de Cañas en Villanueva de los Infantes.
– Las encinas adehesadas centenarias en el Pozo de la Serna.
– Las choperas de chopo lombardo de Cañamares, en Villahermosa.
– Y por último la gran higuera que ha colonizado toda la aldea de Torres.

La Laguna Blanca de Villahermosa con las sabinas al fondo. Autor, Miguel Andújar

La Laguna Blanca de Villahermosa con las sabinas al fondo. Autor, Miguel Andújar

Encina de Los Monegrillos. Fuenllana. Autor, Salvador Dueñas

Encina de Los Monegrillos. Fuenllana. Autor, Salvador Dueñas

Nogales en Ojos de Montiel. Autor, Julián J. Valverde

Nogales en Ojos de Montiel. Autor, Julián J. Valverde

Pinos carrascos de Cañas. Autor, Julián J. Valverde

Pinos carrascos de Cañas. Autor, Julián J. Valverde

Por los campos del Pozo de la Serna. Autor, Antonio Bellón

Por los campos del Pozo de la Serna. Autor, Antonio Bellón

Chopos lombardos en Cañamares

Chopos lombardos en Cañamares. Autor, Antonio Bellón

Noguera Ruidera
Noguera de San Pedro junto a la ermita de San Pedro. Lagunas de Ruidera dentro del término de Ossa de Montiel. Autora, Yoyi Ca

Encina de El Toconar. Autor, Entreviñas Villanueva de los Infantes

Encina de El Toconar. Autor, Entreviñas Villanueva de los Infantes

Si queréis descubrir esta maravillosa tierra, os proponemos vivir estas experiencias con www.sabersabor.es

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Un artículo de Antonio Bellón Márquez
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Fotografía de portada: Encina milenaria. Autor, Luis Fernández

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Contrastes de La Mancha

Contrastes de La Mancha, Karmen Costa

Las inmensas llanuras de La Mancha, que se extienden hasta donde el ojo alcanza, atraen el interés precisamente por su propia desnudez e inmensidad, y poseen, en cierto grado, la grandeza solemne del océano. Al recorrer esos baldíos inmensos, la vista capta, aquí y allá, un sinfín de lienzos…

… de secano

La Mancha no tiene sombras. No tiene agua. Sus ríos sólo se llenan cuando está bien entrado el otoño y el agua que no se filtra por su subsuelo calizo se seca apenas llegan los primeros calores.
Las lagunas se convierten en desoladores platos salinos al comenzar el estío. El clima es extremado. Nieva poco, pero hiela mucho. Tras los días turbulentos de primavera viene el reseco verano, y cada día, bien temprano, recalentada la tierra, el aire tiembla sobre ella y la calima se eleva en el horizonte bajo un cielo abrasador, limpio, azul acerado.
En las siestas el silencio es denso y completo. Todo duerme y calla amodorrado como las ovejas del rastrojo amontonadas bajo la escasa sombra de una encina solitaria, triste y fuerte.
De cuando en cuando, el suelo se encrespa en tolvaneras que arrancan cardos y levantan nubes de polvo y vilanos en el trozo blanquecino del camino por donde antaño los borricos del yesero, con sus orejas gachas y sus fauces resecas, iban midiendo con los cascos la lejanía infinita.

Marea rosa en La Mancha. Autora, Gloria Castro

Marea rosa en La Mancha. Autora, Gloria Castro

El paisaje es pardo, como el hábito de San Francisco, y es blanco. Pardo ese barbecho que se prepara para ser mañana trigal. Parda la rastrojera arañada de cañas del trigal que fue. Pardo el chaparral lejano de hojas duras y punzantes. Pardo el bosquecillo de cardos que el mal barbecho dejó. Pardas las retamas, y las abejas que liban romeros, mejoranas y tomillos. Pardas las nubes que atronarán la siesta tormentosa perfumándola con acre olor a tierra mojada. Pardas las tejas de la lejana quintería, pero blancas sus paredes.
Blancas las ovejas y blanca la leche que será queso blanco y recio. Blanco el brocal del pozo perdido donde, con grandeza de rito en el inmenso templo de la llanura, el pastor bracea para sacar el zaque rebosante de agua que sorberán ansiosas, entre música de balidos y esquilas, las ovejas, mientras, en el bombo blanco, la abubilla clava el cu-cú de su canto sonoro.
¡Parda y blanca es la llanura seca! Parda como la corteza de los olivos que la tierra escarban con sus raíces y chupan, en lo profundo, el agua precisa para tornear sus aceitunas. Blanca como las entrañas del pan de trigo candeal hecho con chorros de sol radiante.
Parda, blanca, seca, polvorienta, grande… y a trozos tapada con el humilde melonar tendido; con el azafranal lívido los días del manto en la otoñada; con los barrocos bordados verdes de las viñas que arrastran.

Por las Lagunas de Ruidera. Autor, Juan Ángel Arias Cortés

Por las Lagunas de Ruidera. Autor, Juan Ángel Arias Cortés

… y de regadío

En la imponente magnitud de la llanura en la canícula, ¿no habrá más consuelo para el caminante sediento que el agua verdosa de la alberca y dura del pozo?
Aquellos picudos chopos en la raya de la lejanía, con el temblar de sus hojas, son los heraldos gozosos del oasis de un regadío de La Mancha. Tras ellos, los caminos, bordeados de olmos desigualmente esparcidos, parten y reparten la tierra blanda y húmeda en pequeños trozos, con profusión bendita y casi infinita. Hace tiempo, en cada uno, bajo la frondosa copa de un nogal o unas higueras, junto a la blanca casita, una mula vendada, cronometrando el tiempo con el tic-tac del andaraje, volcaba en la alberca, los cangilones de la noria moruna rebosantes de agua clara y fría.
Si, muy lejos, allá por Argamasilla de Alba, al agua se la tragó, avarienta, la tierra, por grietas y rendijas, para formar con ella una capa sumergida, potente y provechosa. Es aquí, donde resucita por innumerables pozos para reír y cantar. Ríe y canta, con su amigo el sol, en las regueras, entre las matas, al pie del membrillo, del manzano, del peral; esponja las verduras y las hortalizas, y a sus frutos los hace carnosos, sabrosos y abundantes; hace vicioso el patatar generoso; abulta el retorcido estuche de la judía blanca; carga de aroma el anís; refresca el gazpacho, el tomate y el vino tinto; por ella el panizo crece varonil y arrogante para ofrecerse a la dorada tarde y a los pícaros gorriones…

Membrillo. Autor, pepebarambio

Membrillo. Autor, pepebarambio

La Mancha en todo su esplendor. Para descubrirla os proponemos vivir estas experiencias con www.sabersabor.es

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Fotografía de portada de Karmen Costa

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Campo de Montiel. Paisaje Cervantino

Campo de Montiel. Paisaje Cervantino

Diversas son las formas de mirar un paisaje, como también muy variadas las opciones para analizarlo y conocerlo. Sólo hay un modo de sentirlo, percibiendo el alma o la atmósfera que lo convierte en singular invitándote a apreciarlo.
No hay mejor manera de entender, conocer y valorar lo especial, que viviéndolo.

Desde la meditativa y aparente ingravidez, suspendido en la inalcanzable libertad de la altura cenital, acunado por las corrientes térmicas. Un apacible día de sol, sostenido en el espacio con el privilegio visual de las muchas rapaces que sobrevuelan nuestros agrestes cielos, advertía claramente desde la arriesgada fragilidad de la cesta de mimbre aerostático, la geográfica personalidad de este viejo Ager Laminitanus.

Se ve ovalado o elíptico. Ajeno a las fronteras o demarcaciones administrativas. Bien delimitado por la geología. Elevado sobre La Mancha. Vertido hacia Sierra Morena y protegido por la Sierra de Alcaraz, el Campo de Montiel guarda el paisaje rural manchego más puro de todos cuantos quedan en el Mundo.

OTOÑO campo de Montiel 2

Panorámica del Campo de Montiel

Como si el destino hubiera pactado con el sentido común, acordando preservar tan valioso reducto como uno de los tesoros culturales de la humanidad, desde arriba se observa bien comunicado sin la agresión de seccionar por la mitad estos parajes cultos y sagrados, bendecidos con la ingeniosa huella del Caballero de la Triste Figura; evitando la hiriente cicatriz del negro asfalto, rasgando los aventureros campos quijotescos, donde el caballo de Cervantes, pisando estas nobles tierras, inspiró a Rocinante.

Al norte la estupenda autovía de Extremadura a Levante. Al oeste la comodísima autovía del Sur que nos lleva a Madrid en dos horas y al este, la futura autovía de Bailén a Albacete. Todas atendiendo de forma excepcional al Campo de Montiel. Y todas como tributo a la cultura española y al arte universal, respetando este interesante paisaje cervantino, que perdura en pleno siglo XXI con la misma belleza estética y la misma estructura paisajista que contemplaron los inspirados ojos de Cervantes.

Cuando vienes de Valencia y te adentras por la A-43, ya en Villarrobledo, donde el vino engordaba en panzudas tinajas repartidas por todo el país manchego, observas a la izquierda, desde la perspectiva terrestre del coche, como si unas gentes agitaran los brazos alarmando al transeúnte. Son como entonces, como siempre, los gigantes cervantinos. Actualizados en los parques eólicos de Munera y El Bonillo, asomados al novelado Campo de Montiel.
A tu derecha La Mancha ancestral, genuína, industriosa e industrial, rendida al progreso colonizada por el impulso económico que ha urbanizado los campos con el orden poligonal del mundo contemporáneo. A tu izquierda los campos de siempre. El puro y llano campo manchego, adornado con manchas forestales, teñido con óxido de hierro como si el avinagrado color de sus arcillas proviniera de las perdidas herraduras de las miles de yuntas que desde Roma hasta casi ahora, roturaron estos barbechos donde corre el galgo y vuela la liebre.

orchis mascula

Orchis mascula

Inmediatamente Argamasilla de Alba, tan cervantina como siempre, tan orgullosa de su lugar en el Quijote como respetada por la tradición. Al lado el atractivo cartel de las Lagunas de Ruidera. Reserva de la Biosfera. Lugar cultural único en el planeta por contener literalmente lo que uno de los genios del arte universal, nos dice en el Quijote. La Cueva de Montesinos y el Palacio de Cristal. ¿Se puede pedir más?

Desde allí te adentras en la fantástica belleza del monte mediterráneo que te acoge y te atrae como acariciando tus sentidos. Te muestra tesoros botánicos como los sabinares, el aladierno o la orchis mascula. Una de las orquídeas terrícolas de nuestros encinares.

Recorriendo estos paisajes, adviertes con claridad la sorpresa que aparenta haber salido de repente de La Mancha. Las llanuras ya no están. Son montes ondulados y por si fuera poco la abundancia de agua desborda un río en preciosas lagunas.

ruta del quijote en bicicleta por Campo de Montiel

Ruta del quijote en bicicleta por Campo de Montiel

A caballo, en bici o caminando, cuando vives estas tierras, te dicen lo que vio la genialidad de Cervantes. Unos horizontes que invitan a crear, a pensar a transcribir ese cúmulo de sensaciones e ilusiones que cualquier mente creativa, aguzada por la necesidad de liberarse de una impuesta realidad, las siente como ese terapéutico libro en blanco donde aventurarse a soñar.

Esos veranos dorados de rastrojos, donde a pesar de la canícula el viento airea el ambiente y te regala emociones de otros tiempos cuanto descubres en mitad de los páramos los pueblos de aquel tiempo, distribuidos por el paisaje con la exactitud que los ubicó la Historia. Y se ven pequeños, blancos, con la torre de la iglesia y las ruinas del castillo observando el caminar raro de un caballero y su escudero.

Visitando el Castillo de Terrinches

Visitando el Castillo de Terrinches

Nos alegra profundamente que los japoneses y el mundo entero visiten nuestra tierra y desembarquen en el cautivador cerro de molinos de Campo de Criptana; pero también nos ilusiona enormemente complementar los espacios cervantinos de La Mancha, con la autenticidad del paisaje rural cervantino que por suerte para todos perdura como siempre entre la belleza de los páramos del legendario Campo de Montiel.
Donde los caminos quijotescos te llevan a aventurarte entre castillos, cortijos, bodegas, eras, santuarios, norias, olivares, viñas y extensiones de cereal hasta el retiro de Sierra Morena.

Aquí el sol amanece cada julio con la misma luz que alumbró la mente del escritor describiendo la más artística ironía de un venturoso amanecer hecho a media para el héroe literario más universal de todos los tiempos.

Gracias a Cervantes, al destino y a la suerte de que el Campo de Montiel mantenga la belleza integral y cultural que conoció el escritor, hoy España y la cultura mundial, poseen uno de los grandes tesoros de la humanidad.
Pongámoslo en valor y disfrutémoslo. Nos pertenece a todos.

Atardecer en los Campos de Montiel. Autor, Ignacio Arráez

Atardecer en los Campos de Montiel. Autor, Ignacio Arráez

Si queréis descubrir esta maravillosa tierra, os proponemos vivir estas experiencias: (más información pinchando en cada enlace)
Campo de Montiel: la esencia de La Mancha
La Ruta del Quijote y los Escenarios de Cervantes
Entre Templarios y el Castillo de Montizón
Terrinches y las Hoces del Gongares
De naturaleza por Villahermosa. En tierras del Alto Guadiana
Villanueva de los Infantes: en la cuna del Quijote y en la mesa de Quevedo

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Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano
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Fotografía de portada: Por los Campos de Montiel. Autor, Enaire Fotografía

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El año de Cervantes

Molino de viento la mancha

Hace cuatrocientos años…

Cae el telón del año 1615 y los españoles nos apercibimos a presenciar la comedia nueva del año recién nacido, en el gran teatro de este mundo chiquito que habitamos.
España, matriz de imperios, se nos aparece como una dama pequeñita, encorvada por el peso de sus grandezas, menudo el cuerpo y grande el espíritu, cuya inmortalidad ella conoce. Nunca fue más oportuno recordar las estrofas del Arcipreste Juan Ruiz: “En pequeña girgonza yace gran replandor, en azúcar muy poco yace mucho dulzor, en la dueña pequeña yace muy gran amor, pocas palabras cumple al buen entendedor…
En pequeña nación, diríamos imitando al poeta de las cántigas serraniegas, yace mucho honor. Y el mayor de nuestros honores se cifra en haber expandido el propio idioma por los más remotos confines, sembrando las parábolas de Cristo, las normas jurídicas y morales de Alfonso X el Sabio, las metáforas rutilantes del cantor de Flérida y esos conceptos de la prez, de la hombría, de la gratitud y de la hospitalidad que, si toman cuerpo dramático en las creaciones de Lope, de Tirso, de Calderón de la Barca, de Vélez de Guzmán y de Ruiz de Alarcón, son en las obras de tales ingenios clásicos, naturales afloramientos desde la entraña del alma española.
Cuando las Américas empiezan a reclamar la independencia, España cosecha la mies esperada de aquella simiente de libertad que ella misma embarcó en sus galeones de Indias. Pero, libres e independientes, una cadena espiritual las mantiene unidas a la madre, porque madre e hijas cantan, aman y disputan con un mismo lenguaje, no más diferenciado el acento al que pueda estarlo el de un rotundo aragonés y el de un andaluz sibilante.
A este lado, se suceden los encuentros poco amistosos con el turco en el oriente del Mediterráneo, que sin duda Don Miguel no celebra por desconocimiento de tales hechos. Y Tristemente tenemos la noticia de que la obra del polaco Copérnico, De revolutionibus orbium coelestium, ha sido incluida en el Índice de libros prohibidos por la Iglesia. A buen seguro que esto no ha de gustar a Cervantes, que opina que no hay libro tan malo que no contuviese algo bueno, y que hay que leer hasta los papeles de la calle. En fin, con la iglesia hemos topado Don Nicolás.

El último Quijote y el último Sancho. Autor, Alex Stoen

El día que muere Cervantes

Hoy, 23 de abril, ha muerto Miguel de Cervantes Saavedra, después de recibir los últimos sacramentos el día 18 del presente. Acababa de terminar su obra Los trabajos de Persiles y Sigismunda, dedicada de manera soberbia al conde de Lemos:

“Puesto ya el pie en el estribo,
con las ansias de la muerte,
gran señor, ésta te escribo.”

Le recordamos porque ha puesto nuestra Mancha en el mundo y merece nuestro mayor elogio. No se me ocurre mayor orgullo nacional que el de ser paisano de un héroe literario, ficticio y nebuloso. Ninguna tierra otorga a ningún hombre algo que otro no tiene, pero en la literatura, terreno de sentimientos, uno encuentra lugares mágicos que sí logran hacernos querer ser de allí, y eso ha logrado Don Miguel.
Por una extraña coincidencia o una simple maniobra de nuestros conocidos adversarios ingleses, otro hombre de letras ha muerto el mismo día que nuestro príncipe de los ingenios. Don William, desde la gélida Albión, nos recuerda que “sabemos lo que somos, pero no lo que podemos llegar a ser”. Otra coincidencia, pues en parte define a un ser quijotesco, que cree en lo imposible y en que todo se puede realizar con esfuerzo, una actitud que Cervantes asocia a ser manchego y que sin duda también le debemos.

Don Quijote. Autora, Ana López Heredia

El año de la Celebración del IV Centenario de la muerte de Cervantes

El año 2016 ha comenzado y nos pone en la coyuntura de afirmar de nuevo el orgullo español por habernos deparado la providencia aquel honor inmarchitable. Se cumplen cuatro siglos de la muerte de D. Miguel de Cervantes Saavedra. Tampoco importa que ignoremos en qué día preciso vio la luz terrenal. Nos basta saber la fecha histórica en que tuvo nombre, ese nombre tan insigne, bastante por sí solo para que en los más distantes meridianos se reverencie a un libro pensado en manchego, escrito en castellano y sentido con todas las fuerzas de un corazón hispánico.
Por Cervantes, España logra universal respeto literario. Por la difusión de su obra príncipe, Cervantes noticia al mundo entero que La Mancha existe y, por su héroe, arquetipo de la noble fantasía, de la limpia conciencia, de la recta justicia, del esforzado talante, de la intrépida hombría, de la ardiente fe, el manchego aparece, si no en todo como seamos, cual quisiéramos ser a la hora declinante en que los hombres dialogamos con la conciencia y sentimos el ansia de volver a vivir los años idos para enmendar los yerros de conducta.
No fuese La Mancha ilustre solar de los adelantados de Calatrava y Santiago, cuna de héroes y de santos, y lo sería por la dichosa elección de Cervantes al buscarle naturaleza a Don Quijote. No exportáramos vinos y azafranes, aceites y azogues, y nos bastarían los refranes de Sancho para alegrar los ánimos decaídos, para teñir los coloquios con dejes de pequeña filosofía, para alumbrar con lámparas de ingenio las horas vacías de humor…
¿Responderá La Mancha a sus deberes para con Cervantes?. ¿Despertará de su modorra secular?. ¿Sabremos olvidar algunas horas, algún minuto de cada día, las apetencias materiales, la especulación mercantil, la marea de las cotizaciones, la preocupación meteorológica, para meditar cuánto le adeudamos por la creación inmortal del “Don Quijote”?.
Yo confieso que no soy muy optimista. Pero cumplo un dictado de mi conciencia al recordar a todos los manchegos que estamos en otro año de Cervantes.

Viñedo brotando. Autor, Adan Israel


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Un artículo de Juan Angel Castellanos Gallego para sabersabor.es©

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Ciudad Real y sus ciudades del Siglo de Oro

Ciudad Real y sus ciudades del Siglo de Oro

Por el Siglo de Oro Español entendemos la época de esplendor de la cultura española: el Renacimiento del S.XVI y el Barroco del S.XVII.
Para nosotros es el periodo literario más importante habido en España, pero en realidad consiste en dos siglos. Comienza con la publicación de Gramática Castellana de Antonio de Nebrija en 1492 y termina con la muerte del dramaturgo Pedro Calderón de la Barca en 1681. A nivel histórico y social, es una época marcada por la plenitud del Imperio español, guerras religiosas, la Contrarreforma, recesión económica y estancamiento social. Pero lo que le faltaba en paz y estabilidad, le sobraba en arte y literatura.

Hoy os proponemos una ruta por algunos de los lugares y rincones más importantes en este periodo de la historia de España. Grandeza y señorío en ciudades patrimonio de la humanidad: Almagro, en el Campo de Calatrava, Villanueva de los Infantes y San Carlos del Valle, en el Campo de Montiel.
Comenzamos.

Calderón, Lope de Vega, Quevedo y Cervantes

Calderón, Lope de Vega, Quevedo y Cervantes

Almagro

La ciudad conserva el único Corral de Comedias que se ha mantenido intacto y en activo desde principios del siglo XVII hasta nuestros días, que alberga en la actualidad su Festival Internacional de teatro Clásico, y que es, en buena parte, el emblema de la villa.
Sin embargo, a pesar de su importancia, Almagro no es sólo el Corral de Comedias si no multitud de monumentos como la Plaza Mayor, monumental y amplia, con los soportales repechados tras las columnas toscanas de piedra, que sostienen las galerías cubiertas que la hacen única en su clase. Esta plaza nos hace recordar a otros rincones del norte de Europa gracias a la familia de banqueros Fugger.
Numerosos edificios religiosos jalonan Almagro, como el Convento de la Encarnación, la Iglesia de la Madre de Dios, el Convento de Santa Catalina… En definitiva, su conjunto urbano y el propio trazado de la villa nos devuelven a la España donde no se ponía el sol.

Plaza Mayor de Almagro. Autor, Kio LoSa

Plaza Mayor de Almagro. Autor, Kio LoSa

Para el caso concreto del Campo de Montiel el Siglo de Oro Español será un momento de gran esplendor cultural, caracterizado por la presencia activa en la comarca de grandes personajes ilustres de las artes y las letras españolas como D. Francisco de Quevedo, D. Miguel de Cervantes y el pintor Fernández Yáñez de Almedina. Al mismo tiempo se produce un importante crecimiento demográfico que conlleva la reforma y construcción de grandes templos parroquiales, así como edificios civiles (grandes casas blasonadas, casas de encomienda, pósitos, molinos y un largo etc.)

Villanueva de los Infantes

Uno de los mejores ejemplos de la España del Siglo de Oro, de un pasado imperial unido a través de calles llenas de historia y de arte. Villanueva de los Infantes sigue mostrándonos sus innumerables rincones, lo mejor del Barroco y del Renacimiento a través del Hospital de Santiago, la bellísima Alhóndiga con su precioso patio porticado o la Casa del Arco. La Casa de los Estudios, la Casa-Palacio del Marqués de Entrambasaguas y su espectacular fachada barroca, el Tribunal de la Inquisición, la Plaza de San Juan o la calle Cervantes y especialmente su Plaza Mayor, presidida por su imponente Iglesia de San Andrés, siempre bajo el recuerdo de Francisco de Quevedo.

Casa del Arco. Villanueva de los Infantes. Autor, Pablo Sánchez

Casa del Arco. Villanueva de los Infantes. Autor, Pablo Sánchez

San Carlos del Valle

Considerado sin lugar a dudas un lugar barroco, un escenario de película de la España del siglo XVII, con espadachines, pícaros y clérigos que deambulan por sus calles. También podríamos encontrar en su Plaza Mayor a algún veterano de las guerras de Flandes, que nos narrase las viejas victorias de los tercios en tiempos de nuestro rey Felipe IV.
San Carlos del Valle posee una espléndida Plaza Mayor cuadrangular, cerrada por la Iglesia de peregrinación del Santísimo Cristo del Valle, de aires barrocos italianos y que nos sobrecoge desde la distancia. Se trata de un inmenso cubo al que se superpone cuatro torres en sus ángulos y una enorme cúpula que emerge sobre el edificio. El templo posee cuatro fachadas, dos de las cuales presentan en su centro una portada principal con esculturas de enorme tamaño.
La gran Plaza Mayor, que albergaba la posada y el ayuntamiento, se ordena a través de soportales porticados, en un conjunto de gran regularidad, a través del ladrillo y la madera, que confiere a todo el conjunto un sabor de arquitectura popular inigualable.

San Carlos del Valle por la noche. Autora, Sagrario Téllez

San Carlos del Valle por la noche. Autora, Sagrario Téllez

 

Mucho que enseñar, mucho que descubrir, ¿verdad?. Si queréis conocer o realizar esta ruta, os recomendamos estas experiencias: (más información pinchando en cada enlace)

La Ruta del Quijote y los Escenarios de Cervantes

Villanueva de los Infantes: en la cuna del Quijote y en la mesa de Quevedo

Almagro y su Corral de Comedias

Campo de Montiel: la esencia de La Mancha

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Fotografía de portada: Plaza Mayor de Villanueva de los Infantes. Autor, Ernesto González

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La curiosa historia del ‘Retrato de un Anciano’

Antonio López Torres museo turismo cultural Tomelloso

La ingente obra pictórica realizada por Antonio López Torres, merece no ya un simple comentario, sino un detenido estudio cuya realización compete exclusivamente a los críticos y versados en la pintura. El articulista, profano en la materia, no puede rozar estas cuestiones si no es en un plan meramente periodístico y, en vez de hacer crítica, habrá de orientarse solamente por los cauces de la información.

“Retrato de Anciano”, uno de los más valiosos cuadros realizados por nuestro artista y llevado a cabo allá por el año 1931 en medio de interesantes anécdotas que bien merecen la pena traerlas hoy al sabor de este artículo.

Autorretrato. Óleo sobre cartón. 1921. Museo Reina Sofía

Autorretrato. Óleo sobre cartón. 1921. Museo Reina Sofía

Corría el mes de julio del ya citado año cuando el pintor se dirigía, en un caluroso día de aquel verano, al estudio que tenía establecido en la finca ‘Mirasol’, propiedad por aquellas fechas de don Francisco Martínez Ramírez. El culto periodista brindó generosamente a López Torres una de las mejores habitaciones de su casa, en la que aquel dio magistral concepción a numerosos lienzos que constituyeron los primeros triunfos que habrían de jalonar su brillante carrera.

Como decíamos, se encaminaba un buen día hacia ‘Mirasol’ cuando se le acercó un anciano mendigo que, temblorosamente, le imploró una limosna. No tardó mucho el pintor en quedar atraído por el porte de aquel anciano que nada tenía de común con los demás mendigos. En su cara podía percibirse la huella de un inmenso sufrimiento y en su mirada, llena de melancolía, había un destello de nobleza que casi se apagaba ya, absorbido por aquella tristeza infinita.

Tenía el venerable viejo la cabeza despoblada casi de pelo, y el poco que quedaba en ella, así como el de su barba, era de un color plateado que denotaba su elevada edad. Llevaba completamente desnudo el pecho y en su hombro derecho descansaba una ya raída manta zamorana. Un pequeño lebrel seguía fielmente sus pasos, constituyendo su única compañía.
López Torres comprendió bien pronto que se trataba de algún personaje que, quién sabe por qué desgraciados reveses, había sido lanzado a tan mísera situación. Recordó entonces que por el pueblo circulaba la noticia de que había llegado un mendigo que, en tiempos, había sido cónsul y noble aristócrata en una República centroamericana, de la que se vio obligado a salir huyendo debido a una revuelta política. Había hecho la travesía del Atlántico en las bodegas de un barco mercante, llegando a España sin ropa ni dinero y, lo que es peor, sin documentación alguna que justificara su personalidad. Además, el anciano, como consecuencia de los inmensos sufrimientos padecidos, había quedado sumido en un estado de inconsciencia que no le permitía evocar muchos datos de su anterior existencia.

Pero lo interesante para el pintor no fue ya el conocer los comentarios que todo el mundo hacía de aquel pobre anciano, sino que, desde aquel mismo momento, se propuso llevar al lienzo aquella expresión de amargura y nobleza.

Retrato de anciano. Óleo sobre lienzo. 1931. Obra de Antonio López Torres

Retrato de anciano. Óleo sobre lienzo. 1931. Obra de Antonio López Torres

Durante quince días posó el anciano ante López Torres. Quince días que constituyeron una lucha para el pintor, resuelto firmemente a reflejar, con toda fidelidad, aquel rostro lleno de arrugas, contraído por los años y el sufrimiento, aquella mirada resignada… Y a las quince sesiones nuestro artista ponía la última pincelada sobre su nuevo cuadro.

Antonio López Torres había salido airoso de la prueba. Sus propósitos quedaban plenamente realizados: había reflejado, no solamente la anatomía de aquella cara, sino ésta no fue más que el medio para conseguir plasmar el alma de aquel mendigo; el alma atormentada por un sufrimiento terrible. De suerte que hoy, al pasar los años, la simple contemplación del lienzo nos evoca toda aquella historia que circuló de boca en boca y el magnífico trabajo de López Torres, que tan magistralmente supo adentrarse en el pensamiento de aquel hombre, nos incita a la conmiseración del noble anciano.

Así se realizó, pues, la obra del joven artista por aquel entonces, obra que marcaba un triunfo indiscutible y que vino a revelarle como un auténtico valor.

Y cuenta el gran pintor que, cuando el anciano se vio retratado, lleno de emoción, se quedó ensimismado ante su figura, mientras unas lágrimas resbalaron por las venerables mejillas, brillando, como dos perlas, a la luz potente del sol de aquel verano.

Museo Antonio López Torres de Tomelloso

Museo Antonio López Torres de Tomelloso


Un artículo de Antonio Bellón Márquez ©


Fotografías de sabersabor.es ©

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El Castillo de Peñarroya o el santuario medieval de La Mancha

Un poco de historia

La inmensa y monótona llanada manchega, casi toda esteparia, estuvo cruzada por algunas calzadas romanas con el carácter de vías militares, jalonándolas de trecho en trecho las llamadas estaciones o mansiones, donde había un cuartelillo para el retén encargado de la vigilancia, caballerizas para relevos de postas o bestias arrieriles, hospedería y mercadillo de víveres; al amparo de algunas de estas mansiones se formaron importantes núcleos de población, unos destruidos definitivamente tras la invasión de los pueblos germánicos en el siglo V y reconstruidos otros con nombres nuevos sobre las ruinas de los anteriores. En diferentes sitios de la provincia de Ciudad – Real quedan trozos visibles de aquellas admirables calzadas, con pavimento de losas sobre espeso firme de hormigón, semejante al de las modernas carreteras.
De una de estas calzadas, que iba desde Emérita Augusta (Mérida) a Cesaraugusta (Zaragoza), nacía otra vía secundaria que pasaba por una mansión situada en la cabeza o comienzo del río Ana, nombrado por los árabes Wadil-Ana y por nosotros Guadiana, y muy cerca de donde luego se alzó el castillo de Peñarroya.
Durante la dominación árabe y debido al empuje continuado de los cristianos hacia el sur convino asegurar el tránsito por estas antiguas vías y en lugar de las primitivas estaciones o mansiones romanas fue construida una cadena de castillos o puestos fortificados, a distancia conveniente y siempre en puntos estratégicos. En la casi indefendible comarca del alto Guadiana y mucho antes de la reconquista, existía una especie de línea fortificada formada entre otros por los castillos de Alhambra y Peñarroya.

Pantano de Peñarroya. Lagunas de Ruidera. Autor, Marian Rodriguez

Pantano de Peñarroya. Autor, Marian Rodriguez

Conquistando la fortaleza

El castillo de Peñarroya, cobijo hoy de un santuario consagrado a la Virgen de esta advocación, tiene su asiento en el borde de la meseta rocosa asomada al río Guadiana; por esta parte resultaba inexpugnable, toda vez que los peñascos en que se apoya son altos y cortados casi a pico, pero, en cambio, era muy vulnerable desde la parte llana.
En sus primeros tiempos, Peñarroja o Peñarroya fue alcazaba moruna, consistente en un recinto de forma cuadrilátera irregular ajustada a los accidentes del terreno y formada por paredes almenadas con torres en las esquinas. Junto a la torre mayor, estaba la puerta de entrada y rodeando por dos lados al sencillo edificio un foso excavado en la roca viva, innecesario en el resto del circuito, pues las rocas escarpadas constituían una defensa inmejorable.
Tras la batalla de las Navas de Tolosa (1212), el rey Alfonso VIII cede el castillo a la Orden Militar de San Juan de Jerusalén. La fortaleza sufre entonces una profunda modificación con arreglo al tipo cristiano de arquitectura militar, consistente en reducir el área de la fortaleza cuanto fuera posible con objeto de facilitar su defensa con cierto número de hombres y a hacerla menos vulnerable gracias a un recinto exterior, más bajo, provisto también de torres saledizas, rodeado del correspondiente foso, y abriendo en este segundo recinto o barbacana la puerta de ingreso, muy lejos de la correspondiente al recinto principal, para que quien penetrase por aquella hubiera de recorrer largo camino, expuesto a los tiros desde los altos muros almenados.
Aunque tuvo sus horas de gloria militar durante la reconquista de la zona y las guerras carlistas, la función del castillo estuvo principalmente ligada al ámbito económico: cobro de impuestos, arrendamiento de pastos, aprovechamiento de recursos (agua, molinos y batanes), y almacén de bienes de la Orden.

Castillo de Peñarroya. Autor, Michel Hernández

Castillo de Peñarroya. Autor, Michel Hernández

El Santuario de Nuestra Señora de Peñarroya

Por su indiscutible importancia, nos adentramos ahora en el Santuario que ocupa parte del primitivo castillo.
Según una crónica manchega de Don Ramón Antequera Bellón (Juicio Analítico del Quijote), el capitán Alonso Pérez de Sanabria arrebató el castillo a los musulmanes el día 8 de septiembre de 1198. A raíz de la toma de la fortaleza se encontró la imagen de Nuestra Señora de Peñarroya, venerada desde entonces.
Dando un salto en el tiempo, hasta el año 1544, nos cuentan que derribaron en el pueblo viejo de Argamasilla la ermita de La Concepción. Quizá entonces fue trasladada la imagen al castillo de Peñarroya, después de erigir en él la correspondiente ermita.
Lo cierto es que desde antes, la advocación a esta Virgen había dado origen en Argamasilla de Alba y también en el vecino pueblo de La Solana, perteneciente a la Orden de Santiago, a sendas cofradías, quienes pronto se disputaron la propiedad de la imagen, sin que hasta hoy se haya resuelto la cuestión ni cesado enteramente las contiendas por tal motivo. Eso sí, desde hace mucho tiempo, ambos pueblos se atienen a una entente cordiale, que consiste en la siguiente costumbre: Desde Argamasilla, donde ha estado cuatro meses, llevan a la Virgen a su ermita del castillo en piadosa romería, el segundo sábado de septiembre, reuniéndose los cofrades y autoridades en una habitación de su exclusiva propiedad en la vetusta torre del homenaje del castillo. Durante ese mismo día, también en romería, acuden los vecinos de La Solana para hacerse cargo de la imagen, reuniéndose sus justicias y jerarcas de la cofradía en habitación propia, construida en tiempos modernos, dentro del patio de la fortaleza. Permanece Nuestra Señora de Peñarroya en La Solana hasta que el 29 de enero la devuelven a su ermita, donde queda en espera de que el último domingo de abril sea llevada de nuevo a Argamasilla.

Vista de la iglesia de San Juan Bautista. Autor, Karppanta

Vista de la iglesia de San Juan Bautista. Autor, Karppanta

“Hazme tan bien defendido,
señora, vuestra memoria
de mudanza,
que jamás, nunca, ha podido
alcanzar de mi victoria
olvidanza:
porque estáis apoderada
vos de toda mi firmeza
en tal son,
que no puede ser tomada
a fuerza mi fortaleza
ni a traición.” Jorge Manrique


Fotografía de portada: Castillo de Peñarroya. Autor, SiurellBlr


Un artículo de Antonio Bellón Márquez


Si queréis conocer todos los secretos de este lugar único e inigualable, os proponemos vivir esta experiencia: Argamasilla de Alba, entre Quesos y Quijotes

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Ruidera. Un oasis en mitad de España.

lagunas de ruidera

Más allá de las poéticas descripciones cervantinas, las lagunas de Ruidera, enclavadas en el Campo de Montiel, forman el parque natural más interesante de Castilla – La Mancha. Sus excepcionales paisajes dominados por el agua y el verde, contrastan con el entorno seco en que se insertan.
Un rosario de bellas lagunas de origen cárstico, y que en conjunto constituyen todo un espectáculo para los sentidos, además de una curiosidad ecológica y geológica de primer orden tanto en España como en todo el ámbito europeo.

Disponeos a descubrir este auténtico oasis de la llanura manchega.

Ruidera. Autor, Dan

Pura vida, Ruidera. Autor, Dan

El origen de este sistema húmedo es el afloramiento en la superficie de corrientes de agua subterráneas procedentes del circundante Campo de Montiel. Cada laguna de este singular espacio natural, protegido bajo la figura de parque natural, está separada de la siguiente por barreras y terrazas, lo que da al conjunto un peculiar atractivo. Pero la especial belleza de Ruidera está en el intensísimo color de sus quince lagunas: unas veces azul turquesa, otras verde cristalino, más propio de la idea que todos tenemos de lugares exóticos y tropicales. La sensación del visitante al ver estas particulares tonalidades de las aguas es de total irrealidad.
Además, al ser el terreno calizo, algunas lagunas han disuelto literalmente las orillas en las que se asientan y se han ido hundiendo poco a poco. Como testigos de la primitiva altura que alcanzaban quedan sobresalientes cornisas asomadas sobre las aguas, cuya parte inferior, blanqueada por la cal del terreno, refleja los espectaculares colores.

Sabina albar. Autor, acusticalennon

Sabina albar. Autor, acusticalennon

La vegetación predominante alrededor de las lagunas es la palustre. Una orla de carrizo y enea rodea muchas de ellas, formando una muralla impenetrable, mientras que en las laderas cercanas abundan las encinas y la vegetación mediterránea.
También son frecuentes las sabinas y enebros de gran tamaño. La sabina albar (Juniperus thurifera) es un árbol reliquia de otros tiempos, adaptado para soportar condiciones climatológicas extremas de temperaturas muy altas en verano y muy bajas en invierno, además de una pluviosidad muy escasa. La frugal sabina es capaz de prosperar en estas condiciones, aunque su crecimiento es muy lento. Debido a la dureza del medio en el que crece, el sabinar siempre forma manchas discontinuas, puesto que si los árboles estuviesen muy juntos no podrían desarrollarse bien.
Las sabinas de Ruidera, de buen porte, son centenarias. Estrictamente protegidas.

Aguilucho lagunero. Autor, Francisco Montero

Aguilucho lagunero. Autor, Francisco Montero

La fauna dominante en Ruidera son las aves acuáticas: ánades reales, patos colorados, porrones, fochas, cercetas y garzas nidifican entre los cañaverales o se acercan aquí a pasar el invierno o a descansar durante sus viajes migratorios. La gran extensión de la superficie acuática da cobijo también a una ictiofauna en la que sobresalen la boga, el barbo y la carpa, además del lucio y del black-bass, voraces especies foráneas introducidas con fines pesqueros.
Sin embargo, la especie reina de las lagunas es el escaso aguilucho lagunero (Circus aeroginosus). Esta rapaz es de gran belleza: en el macho dominan los tonos blanquecinos en su parte inferior, mientras que la hembra es inconfundible por su color chocolate y las manchas color crema que presenta en la cabeza y en los “hombros” de las alas.
Este águila de tamaño mediano es una especialista en la caza por sorpresa entre los cañavelares. Sobrevuela las masas de carrizos y eneas a la búsqueda de presas (pequeños mamíferos, aves acuáticas, reptiles…). De repente, cuando localiza algo interesante, se para y se lanza para capturar a su víctima.
En los montes cercanos habitan los jabalíes, los zorros, los conejos, las liebres y las aves rapaces, mientras que en los cultivos de secano de los campos circundantes subsiste una importante población de aves esteparias, entre las que destacan la perdiz y la avutarda, una de las mayores aves españolas.

ruidera. Autor, Frankeke Oteo

El mar de La Mancha. Autor, Frankeke Oteo

El parque natural de las lagunas de Ruidera abarca una extensión cercana a las 4000 hectáreas que protege el conjunto lagunar, así como el cercano embalse de Peñarroya. Y alberga otra una importante sorpresa que hará las delicias de los amantes de Cervantes: la cueva de Montesinos, citada expresamente en “Don Quijote de La Mancha”. A decir verdad, todo el entorno de este oasis está lleno de puntos que evocan las hazañas del Caballero de la Triste Figura.
En el famoso libro, Miguel de Cervantes escribió en el siglo XVII que el origen de esta zona lacustre se debe al encantamiento de la Dueña de Ruidera, una legendaria dama.
Volviendo a la cueva de Montesinos, Don Quijote la eligió para retirarse a reflexionar una temporada, pero tuvo la mala pata de caerse por ella y quedar maltrecho.
Por supuesto, la cueva es visitable, pero es aconsejable llevar linternas y calzado adecuado a prueba de resbalones, si no se quiere seguir la suerte del famoso hidalgo.
Sin embargo, si se quieren conocer a fondo estas profundidades, lo mejor es contratar una visita guiada con sabersabor.es. Con ellos es posible evocar perfectamente la atmósfera cervantina de la cueva, descubriendo las formas que el agua ha modelado en las paredes de la gruta: la cara de Don Quijote, la cabeza del cocodrilo, la figura de la Virgen, el Belén, la Teta de la Vaca… y la secreta “cámara el tesoro”, una pequeña sala de la cueva cuyo techo está recubierto de brillantes capas de cuarzo. El fondo de la cueva está ocupado por un lago de azuladas aguas cristalinas.
Todo un placer para los sentidos.

Entrada a la cueva de Montesinos. Autor, Victor Díaz

Entrada a la cueva de Montesinos. Autor, Victor Díaz


Un artículo de Antonio Bellón Márquez


Si queréis conocer todos los secretos de este lugar único e inigualable, os propongo vivir esta experiencia: Ruidera, el oasis de La Mancha 

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El espíritu de Sancho

Quixote

“Una venta.
Un villano gordo y sucio
de miserias galeote.
Soñoliena
la andadura de su rucio
No aparece en la llanada Don Quijote…
Terruñero
de la faz noblota y ancha,
descendiente del labriego castellano.
Escudero,
ya no tienes caballero;
ya no templas con prudencia de villano
las locuras del hidalgo de la Mancha.” (Enrique de Mesa)

A lo lejos, un molino mueve sus enormes aspas, triste, reposado. La venta, con sus paredes blancas, es una atalaya en medio de las ásperas tierras de La Mancha. La llanura, con su rojo capuz, aparece solitaria. Un camino surge a nuestros pies, que, cual larga culebra, desaparece serpenteando en el horizonte. Sancho, melancónlico, triste, está aquí, junto a su rucio. Mira hacia allá, hacia el camino, cuyo fin alcanza a divisar su vista de águila. “¡No aparece en la llanura Don Quijote!”. De allí marchó el hidalgo manchego; pero Sancho le espera en vano. ¡Cuatro siglos de espera!
El idealismo, los sueños, todo voló con él; aquí aún les espera el escudero. No vuelven, no; no vuelven… Pero, Sancho, el fiel servidor, ¿es sólo el vulgar, el refranesco escudero del loco hidalgo de La Mancha?

Bodas de Camacho. Casamiento de Basilio y Quiteria. Manuel García, Hispaleto. Óleo sobre lienzo (1836-1898)

Bodas de Camacho. Casamiento de Basilio y Quiteria. Manuel García, Hispaleto. Óleo sobre lienzo (1836-1898)

No. Tras Sancho hallamos algo más profundo que está grabado en el fondo de su alma. Cadalso decía en sus “Cartas Marruecas”, después de comentar la trama de la gran obra de Cervantes: “Lo que hay debajo de esta apariencia es… un conjunto de materias profundas e importantes”.
En Sancho se ha querido ver la figura del materialismo, y éste ha sido el fondo en que modernamente se ha enmarcado al genial servidor de Don Quijote. Sus refranes han sido, sin duda, la básica piedra de la tesis señalada. Sin embargo, Sancho no es propiamente el prototipo del materialismo, como lo fuese Celestina; Sancho encierra exteriormente su espíritu y su razón con la vulgar filosofía de sus refranes. Hay pues, cierto materialismo en su figura, pero sólo superficial que remata y caracteriza externamente su propio ser, pero que no lo oscurece, porque no le es natural ni único.
Tras sus refranes, que exteriormente representan al realismo y la materialidad, se halla una espiritualidad más grande si cabe que la propia existencia de Don Quijote. Esa misma espiritualidad es el alma del refrán; ella misma es la nota más real de la figura de Sancho.
Sancho todo lo da por el ideal, aunque no se haya visto aún esto con la claridad debida; sólo por la ideal promesa de un loco, se ve envuelto en las aventuras de éste. Cuando Sancho habla, no lo hace por obtener esos fines materiales que ambicionase Celestina; habla para convencer de su locura a un loco; habla por conseguir un fin más noble, un fin espiritual, sin alucinación, sin desvarío… hasta el último momento; hasta el triste momento de la muerte de Alonso Quijano, cuando en las puertas de ésta, dice: “Es mi voluntad que de ciertos dineros que Sancho Panza, a quien en mi locura hice mi escudero, tiene, quiero que no se le haga cargo de ellos, ni se le pida cuenta alguna. Y si como estando yo loco fué parte para darle el gobierno de la Insula, pudiera agora estando cuerdo darle el de un reino, se lo diera, porque la sencillez de su condición y fidelidad de su trato lo merece…”.

Don Quijote y los molinos de viento. Grabado de Gustave Doré. 1863

Don Quijote y los molinos de viento. Grabado de Gustave Doré. 1863

Entonces es cuando flota en el ambiente el espiritualismo de Sancho, en su respuesta: “Ay –respondió-, no se me muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que pueda hacer un hombre en esta vida es dejarse morir…; si es que se muere de pesar de verse vencido, écheme a mí la culpa, diciendo que por haber yo cinchado mal a Rocinante, le derribaron”.
Hasta tal extremo llega Sancho; hasta cargar sobre sí la melancolía de su señor. Bondad y sublimidad.

“Por Dios, señor nuestro amo —replicó Sancho—, que vuesa merced se queja de bien pocas cosas. ¿A qué diablos se pudre de que yo me sirva de mi hacienda, que ninguna otra tengo, ni otro caudal alguno, sino refranes y más refranes? Y ahora se me ofrecen cuatro que venían aquí pintiparados, o como peras en tabaque; pero no los diré, porque al buen callar llaman Sancho”.

Don Quijote y Sancho Panza. Gustave Doré. 1863

Don Quijote y Sancho Panza. Gustave Doré. 1863

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Bibliografía:
– Don Quijote de La Mancha. Centro Virtual Cervantes. Instituto Cervantes.
– Refranes de Sancho Panza: aventuras y desventuras, malicias y agudezas del escudero de Don Quijote. Reproducción digital de la edición de Madrid, [Antonio marzo] de 1904. Biblioteca Nacional (España)