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Ruta por los castillos de la Orden de Calatrava en Ciudad – Real

Cruz Orden de Calatrava

De las fortificaciones militares de la provincia de Ciudad – Real se tiene conocimiento desde la prehistoria, como en la Motilla de Azuer (Daimiel). Con la llegada de los romanos a esta provincia construirían algunos castillos como el de Vistillas (Villanueva de la Fuente) o Calatrava La Vieja (Carrión de Calatrava), además de las Murallas de Almedina. Después llegarían los árabes que aquí construirían la mayor parte de los castillos. Con la reconquista algunos de estos castillos desaparecen, aunque otros se reconstruyen y se guarnecen mejor, como el de Calatrava La Vieja, donde se funda la primera Orden Militar Hispánica, la Orden de Calatrava, tras ser abandonada por los Templarios. Un grupo de caballeros encabezados por Raymond Serrat, abad del monasterio de Fitero, nacido en Saint-Gaudens de Garona (Francia), y por Diego Velásquez en 1158. El rey Sancho III de Castilla concedió al monasterio de Fitero y a su abad el dominio de Calatrava. En 1163 moría fray Raymundo, para después ser canonizado. Al año siguiente su agrupación religioso-militar fue aprobada por Alejandro III y adopto la regla del cister. Al morir en 1196 fray Diego Velásquez, sería elegido su primer Maestre Don García López de Padilla, quien daría su definitiva contextura a la orden. Con el tiempo esta orden abandonaría Calatrava-La Vieja por ser un lugar insano, y se trasladan al Sacro Convento-Castillo Calatrava La Nueva en 1217.
Éste es un paseo por las atalayas que elevan nuestra tierra, vestigios de siglos de historia que esperan nuestra mirada curiosa y nuestros pasos aventureros. Comenzamos.

Castillo de AlarcosVista aérea del Castillo de Alarcos

Castillo de Alarcos

Este importante yacimiento ibero-medieval fue ocupado desde la Edad del Bronce, y tuvo varios momentos de apogeo: la época ibérica entre los siglos V-III a.C., y la Edad Media, centrada en el siglo XII. Si bien, el castillo fue construido por los árabes en el siglo XI.
De la época ibérica se han encontrado importantes restos por todo el enclave, tales como restos urbanos, un gran número de exvotos y esculturas de piedra zoomorfas. Ha sido identificada por algunos autores como la ciudad de Lacurris, Lacuri, o Larcuris.
Las primeras noticias que se tienen de Alarcos forman parte de la leyenda, al ser incluido dentro de la dote de un posible matrimonio entre la mora Zaida y el Rey Alfonso VI. Es reconquistado por Alfonso VII en 1147, y reedificado por Alfonso VIII, y encomendado a la Orden de Calatrava. El 19 de Julio de 1195 es, escenario de la famosa batalla de Alarcos, y que supone una derrota del ejército cristiano comandado por Alfonso VIII, frente a las tropas almohades de Al-Mansur. Poco antes de la batalla de las Navas de Tolosa se recupera Alarcos y así pasa a dominio cristiano definitivamente.
A partir de esta fecha empieza el declive de Alarcos, e intentando el rey Alfonso X el Sabio repoblar varias veces este enclave, fue incapaz y sus habitantes se trasladaron a una aldea próxima, Pozo Seco de Don Gil, lugar donde este Rey fundaría, Villa Real en 1255, la actual Ciudad – Real.
La ciudad medieval tiene una extensión de 33 hectáreas y se encuentra rodeada por una muralla de 3 metros de espesor. En el castillo con forma rectangular destacan sus dos torres cuadrangulares y las torres de los lados E. y O. de forma pentagonal. De su interior conserva restos de habitaciones abovedadas y de un aljibe. Esta zona es interesante de visitar pues se puede ver los restos de una ciudad Ibera y una impresionante vista panorámica del lugar.
Actualmente forma parte del Parque Arqueológico ibero-medieval llamado Santuario de Nuestra Señora de Alarcos, propiedad de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, y se usa como parque arqueológico y ermita de culto cristiano.

Muralla del Castillo de AlarcosMuralla del Castillo de Alarcos

Castillo de Calatrava La Vieja Vista aérea del Castillo de Calatrava La Vieja

Castillo de Calatrava La Vieja

De fundación islámica, la ciudad de Kalaat Raawak ó Qal’at Rabah (Calatrava), que se interpreta según los eruditos Castillo de las Ganancias, es mencionada por primera vez en el año 785, en época del Emir omeya de Córdoba Abderramán I. Fue reconstruida en el año 853, y reformada en el siglo XII, a partir de 1157.
Está situada en un importante cruce de caminos, al abrigo del cual adquirió un gran desarrollo urbano, siendo el lugar más poblado entre Córdoba y Toledo hasta el siglo XIII. Por ella pasaba la vía principal entre estas dos importantes poblaciones, y las que unían Mérida con Zaragoza y el Atlántico con el Levante.
El alto valor estratégico de su situación explica sus cinco siglos de vida. En un principio, jugó un papel decisivo tanto en las luchas civiles que enfrentaron a los toledanos con el poder central cordobés, como en las diversas rebeliones bereberes. Su importancia se acentuó a raíz de su casi total destrucción por parte de los rebeldes toledanos (853) y de su inmediata reconstrucción por orden del emir Muhammad I. A partir de entonces, y como cabeza de una amplia región, se convirtió en el punto más importante de apoyo del poder omeya cordobés en la zona.
Tras la abolición del califato (1031), Calatrava gozó de cierta autonomía, al tiempo que los reinos taifas de Sevilla, Córdoba y Toledo se disputaban su posesión. Finalmente, caería en la órbita de esta última. Con los almorávides (principios del siglo XII) pasó a ser el núcleo islámico más importante frente al ya para entonces Toledo cristiano.
Tomada por Alfonso VII (1147), se convirtió en la plaza cristiana más avanzada frente al Islam. Después de fracasar la encomienda dada a los templarios, fue concedida por Sancho III a la Orden del Císter (1158), dando lugar al nacimiento de la primera orden militar hispana, que adoptó el nombre propio del lugar. Permaneció en el reino de Castilla hasta que los almohades la recuperaron para el Islam a raíz de su victoria en la cercana Alarcos (1195). Alfonso VIII la retomó definitivamente pocos días antes de la batalla de las Navas de Tolosa (1212).
A partir de entonces, Calatrava inició su decadencia. Situada en un lugar malsano y lejos de la nueva frontera, no era ya la sede adecuada para la Orden, cuya cabeza se trasladó en 1217 a otro lugar (Calatrava la Nueva). La antigua Calatrava (Calatrava la Vieja) quedó como cabeza de una encomienda más de la Orden. En la primera década del siglo XV, la sede de la encomienda de Calatrava fue trasladada unos kilómetros más al sur, a Carrioncillo (actual Carrión de Calatrava).

Calatrava ocupa un cerro amesetado de planta ovoide, con 5 ha de extensión, en la margen izquierda del río Guadiana. Desde él se tiene un amplio dominio visual del entorno, pero no aporta capacidades defensivas destacables. La única defensa natural sólida la proporciona el propio río, cuyo cauce, antaño muy ancho y pantanoso, protegía el frente norte de la ciudad. En el resto de la plaza, la accesibilidad del cerro fue paliada mediante sólidas murallas (1.500 metros de longitud) que se adaptan al contorno de éste.
Una gran parte de la muralla, casi toda de época omeya, aún se halla cubierta por escombros. Está jalonada por, al menos, 44 torres de franqueo, de las cuales dos son albarranas. Con excepción de las dos torres situadas en el extremo oriental del alcázar, de planta pentagonal en proa, todas las demás son de planta cuadrangular. En el frente sur de la ciudad, donde se abre la puerta de entrada en recodo, las torres son de mayor tamaño, más abundantes, algunas de ellas huecas, y aparecen más espaciadas, mientras que las del espolón oeste mejor defendido por el escarpe del terreno, son siempre macizas, más pequeñas, y se encuentran más próximas entre sí.
Salvo por su frente norte, protegido por el río y en donde se sitúan las corachas de abastecimiento de agua, el resto del recinto se encuentra rodeado por un foso húmedo artificial que convertía a la ciudad en una verdadera isla. Dicho foso está en su mayor parte excavado en la propia roca del cerro, y cuenta con más de 750 m de recorrido y una profundidad media de 10 metros. Era alimentado directamente por las aguas del Guadiana, que, tras recorrer por gravedad todo el perímetro de la ciudad, se reincorporaban al río aguas abajo de ésta.
El cerro está dividido en dos zonas, separadas entre sí por una muralla de grandes proporciones: el alcázar, al este, y la medina, que ocupa el resto de la superficie. Al exterior de la muralla se extendían los arrabales.
El alcázar se localiza en el extremo oriental de la ciudad, junto a la entrada de aguas al foso desde el río. De planta triangular, cuenta con una extensión de 1 ha. En torno a él se concentran los elementos defensivos más destacados de la plaza, no sólo porque estaba destinado a albergar los centros de poder, sino también porque las defensas naturales de este sector del cerro son de escasa entidad. En sus defensas y estructuras internas se diferencian varias etapas:
1ª) Anteriores al año 853: los restos del antiguo muro de cierre occidental, formado por la propia puerta, todavía oculta, y por diversas torres incluidas en él de muy diversa construcción: adobe, ladrillo, tapiales de tierra y mampostería…
2ª) Las pertenecientes a la reconstrucción de Muhammad I (post. 854) responden a un plan unitario promovido, como en otras partes de la ciudad, por el poder central cordobés con un claro propósito de manifestar su supremacía en la región. Destacan las grandes torres de entrada, que forran a las primitivas, el gran arco triunfal que antecede a la antigua puerta, y los paramentos oeste y sureste. A esta etapa se atribuye también la construcción de la torre albarrana primitiva y las torres pentagonales en proa, que, junto con la coracha vecina, forman parte de un sistema defensivo hidráulico.
3ª) Las islámicas de cronología imprecisa: el aljibe exento, por delante de la puerta, y la gran sala con varios arcos de herradura de gran tamaño, que podría corresponderse con el vestíbulo de un baño.
4ª) El inconcluso ábside templario (1147-1158), de planta dodecagonal.
5ª) Sobre restos más antiguos, la iglesia y las dependencias de la Encomienda de Calatrava (siglos XIII y XIV) ocupan la mayor parte del área del alcázar. En estos dos siglos se realizaron continuas obras, reformas y aprovechamientos de los espacios. Destacan los restos de una herrería y las dependencias abovedadas junto a la iglesia.
En los arrabales, de cerca de 15 ha, además de la identificación de la ermita de Ntra. Sra. de la Encarnación como una antigua mezquita, se han localizado un cementerio almohade y diversas áreas artesanales e industriales.

Calatrava La ViejaCalatrava La Vieja

Castillo de Calatrava La NuevaVista aérea del Castillo de Calatrava La Nueva

Castillo Sacro – Convento de Calatrava La Nueva

El castillo-convento de Calatrava la Nueva se alza sobre un cerro rocoso llamado Alacranejo, en el término municipal de Aldea del Rey, y junto a él flanquea una de las más importantes vías naturales que cruzan Sierra Morena y unen la Meseta con el Valle del Guadalquivir.
La Orden del Cister tomó posesión del castillo de Calatrava la Vieja (en Carrión de Calatrava), asumiendo la defensa de este territorio frente a los árabes, y fundando aquí la Orden de Calatrava en el año 1158.
Cuando la Orden de Calatrava consiguió tomar el castillo de Salvatierra, decidieron construir un nuevo castillo en el cerro de enfrente. Algunas hipótesis apuntan a que el castillo-convento de Calatrava la Nueva fue construido sobre un castillo anterior, el castillo de Dueñas, que según fuentes reales del siglo XIII fue donado tras perder el territorio los cristianos, después de la batalla de Alarcos en 1195. Los Calatravos tomaron Salvatierra en 1198, por lo que no sería extraño que se realizaran en este otro castillo algunas obras. Pero Salvatierra volvió a caer en manos musulmanas en torno a 1210. Después de la batalla de las Navas de Tolosa, en 1212, el castillo fue nuevamente recuperado, y fue entonces cuando se intensificaron las obras de construcción, realizándose en 1217 el traslado definitivo de la Orden desde Calatrava la Vieja. Perteneció a la Orden de Calatrava hasta el siglo XVIII.
A lo largo de los siglos esta fortaleza fue objeto de distintas reformas y añadidos, siendo las más importantes las realizadas en la época de los Reyes Católicos y en la de Felipe II, que pasó allí unos días y lo acondicionó para el paso de los coches de carruaje.

El edificio se estructura en tres partes diferenciadas y ocupa una superficie de unos 46.000 metros cuadrados aproximadamente. La primera parte es el propio castillo, que incluye una iglesia de estilo cisterciense y otras dependencias. El segundo recinto se extiende a lo largo del cerro en el que se encuentra ubicado. Y por último, el tercer recinto, constituido por un espacio paralelo al anterior y que dificulta aún más el acceso.
Es curioso el sistema de zigzag que sigue su muralla para tener más ángulos de visión. Los lienzos de la muralla se asientan directamente sobre roca y sigue la disposición de las peñas. En la zona sur de la primera muralla, se encuentra la llamada Puerta del Sol, hoy muy modificada. Siguiendo el lienzo de la muralla nos encontramos con un portillo al oeste, otro al norte, y unos metros más adelante una puerta que mira al Este. Estas puertas y portillos tienen difícil acceso y se encuentran ocultos por esquinas y contrafuertes de la muralla. En el arranque del camino que conduce directamente al Castillo existen restos de una antigua puerta, construida con roca volcánica, de la que hoy desconocemos su función, y si pertenece al momento en que se construye Calatrava la Nueva o es anterior, ya que no guarda disposición alguna con el trazado de la muralla. Siguiendo el camino nos encontramos con la Puerta del Palo o de los Arcos. En la fachada principal se encuentra la Puerta de Hierro, la cual da acceso a la fortaleza dando paso a un espacio con una gran bóveda de mampostería de piedra con una serie de ventanas a la izquierda y dos puertas a la derecha. Al fondo se encontraba una rampa que permitía el acceso a un piso interior hoy desaparecido. De aquí se pasa al patio principal el cual permite el acceso a las dependencias del convento y a la fortaleza.
En el patio principal se hallan bóvedas de construcción más antigua, en piedra y con puertas de roca volcánica. Sobre éstas, existen otras dependencias de construcción posterior.
Cerca de la entrada que da paso a la iglesia de estilo cisterciense, se construyeron un palomar y un pozo con nieve. Este pozo servía para conservar los alimentos en perfecto estado pues era una de las zonas más frías de todo el recinto. Era un novedoso sistema de refrigeración.
La Iglesia está situada al norte del Castillo, y la puerta principal mira a Occidente. Tiene un gran rosetón, construido con roca volcánica, en época de los Reyes Católicos, para dotar de mayor luminosidad el interior de la iglesia. En la vidriera del rosetón aparecían representados los misterios de la Virgen, en los espacios que de dejaban entre las columnillas, ya que partía una de cada uno de los lóbulos hacia un óculo central.
El interior es un ejemplo de arquitectura cisterciense, que presenta características del arte gótico, aunque tiene algunos elementos de tradición románica, e incluso mudéjar. Consta de tres naves con tres ábsides que quedan insertados en la muralla, la nave central es de mayor dimensión que las laterales.
A lo largo de la Historia se fue enriqueciendo de pinturas, retablos y sepulcros. Tenía un coro que ocupaba gran parte de la nave central con una reja divisoria que separaba los frailes de los caballeros.
La nave de la derecha se comunica con el claustro por una gran puerta; a la izquierda fueron incorporándose las distintas capillas, edificadas por Maestres y Comendadores Mayores, que les servía de sepultura, y son Capilla del Comendador García de Castrillo; Capilla Dorada; Sacristía y Relicario; Capilla de Don Gutierre de Padilla o Capilla Mayor.
El castillo presenta planta rectangular y torres de gran altura. Se ubica en una zona elevada y se adapta al terreno que tiene varios niveles. Sus muros son de gran grosor y las almenas y saeteras complementan sus defensas.
Está construido directamente sobre las rocas, entre la Iglesia y el Campo de los Mártires. La parte central parece ser la más antigua, tanto por la disposición como por el tipo de aparejos y parámetros de mampostería, sobre la que se fueron añadiendo posteriormente distintos cuerpos.
Como fortaleza, muestra distintos sistemas defensivos propios de la arquitectura militar medieval, como son la antemuralla que cierra su escalera de acceso y la puerta en codo, que dificultaría un ataque frontal.
No se han conservado algunas áreas de su nivel superior, por lo cual, las terrazas que actualmente vemos, fueron distintas dependencias en su momento.
En el patio más bajo, al que se accede por una galería de arcos, se encontraban los aposentos del Maestre, bajo los cuales hay un gran aljibe que almacenaba las aguas que recogía de todo el castillo. En un nivel intermedio hay otras dependencias, posiblemente las zonas destinadas a los Alcaides y guarnición de la fortaleza; y en un cuerpo aparte se encontraba el archivo, para evitar que pudieran afectarle algún incendio. A esta estancia se accedía por una escalera de caracol, y guardaba toda la documentación de la administración de las encomiendas en ochenta cajones.
En el nivel más alto, tenía dos patios de armas, y otras dependencias de las que apenas quedan restos, considerándose como simples terrazas.
Todo el recinto, el último de los tres amurallados, es inexpugnable y en su momento estuvo dotado de algunas piezas de artillería.

Vista desde el Castillo de Calatrava la Nueva Vista desde el Castillo de Calatrava la Nueva

Castillo de Pilas Bonas, ManzanaresCastillo de Pilas Bonas

Castillo de Manzanares o de Pilas Bonas

Los orígenes de Manzanares se pierden en el tiempo. Se tienen referencias documentales que testimonian su repoblación en el siglo XII, tras su reconquista, estando en manos de la Orden de Calatrava.
El castillo de Manzanares fue construido entre 1199 y 1207, por orden del Maestre Frey Martín Martínez, para oponerlo cercano al castillo de Tocón que marcaba los límites de las posesiones de la Orden de Santiago. Para defenderlo trajo guerreros vizcaínos, algunos de los cuales eran miembros de la antigua casa solariega infanzona Sagasti-Manzanares, nombre del que tomaron denominación sus descendientes, llamándose Casa Manzanares.
En 1352, sus alcaldes acordaron levantar una cerca dejando 200 casas en su interior, contando con el beneplácito del XVIII Maestre Don Juan Núñez de Prado. Desde 1284 fue sede de la Encomienda de Manzanares, y su primer comendador Frey Blasco Núñez, siendo una de las más ricas del Campo Calatrava.
En el Castillo estableció la orden de Calatrava la Sede de la Encomienda de Manzanares. En los libros de visitas de la orden se tienen diversas noticias documentales a partir del año 1423, que ofrecen datos sobre la configuración del mismo, y de la existencia de la Torre Mayor habitada por el calvero de la orden.
Sus muros han presenciado desde rebeliones de los caballeros de la Orden de Calatrava contra su Maestre, en la Edad Media, hasta un enfrentamiento a cañonazos contra un ejército de Comuneros en 1519, en donde todos los habitantes se refugiaron en el castillo.
El castillo de Manzanares forma un cuadro de 70 varas de lado, posee un foso de 4 varas de ancho, está cercado por una muralla, tiene cubos en sus esquinas y una torre del homenaje en el centro. Según cuenta una leyenda había un pasadizo subterráneo que comunicaba con el castillo del Tocón en Membrilla.Conserva en magnífico estado la torre del homenaje, la antigua capilla y la plaza de armas. Destaca por su valor artístico el palacio residencia del Comendador de Manzanares, que aún conserva techos decorados con rica yesería ornamental, construido hacia 1490.
Los nombres de castillo de Pilas Bonas, castillo de Peñas Borras y otros fueron dados, sin fundamento alguno, por algunos periodistas e historiadores locales a principios del siglo XIX.

Castillo de Doña BerenguelaTorre del castillo de Doña Berenguela

Castillo de Doña Berenguela

Este castillo se encuentra en Bolaños de Calatrava y fue construido probablemente entre los siglos XII y XIII. Las primeras noticias que hacen referencia a este castillo datan del año 1229. Doña Berenguela, madre de Fernando III el Santo, donó el castillo a la Orden de Calatrava, y Alfonso X el sabio corroboró esta donación posteriormente. La historia de este castillo está estrechamente ligada a la de la Orden de Calatrava. Fue sede de esta Orden, y su función era la defensa de la villa de los continuos ataques de los musulmanes. Permaneció en manos de la Orden hasta el año 1544, fecha en que fue abandonado.
El castillo es de planta rectangular y estaba rodeado por un foso y una muralla, que en la actualidad ha desaparecido. Tiene dos torres, la del Homenaje y la llamada torre Prieta, y sus muros, al igual que la torre del homenaje, están rematados por almenas.
Uno de los aspectos más significativos del edificio es la torre del homenaje, situada en uno de los ángulos del recinto, y compuesta por cinco pisos. La planta inferior es la mazmorra. La terraza está rematada en almenas piramidales. En sus muros se abren vanos de reciente fabricación pero se ha conservado su forma original.
La torre Prieta es una inmensa mole de piedra de forma rectangular, desmochada, sin almenado, y en la que apenas pueden apreciarse vanos o elementos decorativos. Está compuesta por tres pisos y sus dimensiones son mayores que las de la torre del homenaje. Al primer piso se accede por del patio, y al tejado a través del adarve.
Uno de los aspectos significativos del edificio es su escudo, en el que pueden apreciarse dos partes bien diferenciadas, que son un castillo de oro, en el que aparece representada la vecindad, y una espada que atraviesa el pan, que representa el impuesto que se pagaba a la orden de la que dependía su defensa.

Castillo de Miraflores PiedrabuenaVista del Castillo de Miraflores

Castillo de Miraflores

Se alza sobre un monte situado a las afueras de Piedrabuena. Se trata de una fortaleza de origen musulmán que debió ser construida en el siglo IX, y de la que existen referencias documentales cristianas del siglo XI.
En 1195, tras la Batalla de Alarcos, la Orden de Calatrava perdió los castillos de Calatrava La Vieja, Caracuel, Alarcos y Piedrabuena, que pasaron a manos musulmanas. Además, los calatravos perdieron también Guadalerzas, Malagón (hoy desaparecido) y Benavente entre otros, es decir, todos los castillos que poseía la Orden entre Toledo a Sierra Morena.
En 1212, el gran ejército cristiano que salió de Toledo hacia Sierra Morena para enfrentarse a los musulmanes en la importante batalla de Las Navas de Tolosa, fue recuperando uno a uno estos castillos para la cristiandad, para vencer finalmente a los musulmanes en Las Navas.
Hoy día se conservan muros de más de 6 metros de altura, el arco de acceso, parte de una bóveda y la base de la torre principal, así como varias estancias.


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De visita al yacimiento de Oreto – Zuqueca

Oreto Zuqueca

El conjunto del yacimiento, que incluye una catedral aún no excavada, supera las 25 hectáreas de extensión


El yacimiento arqueológico de Oreto – Zuqueca se encuentra situado en el término municipal de Granátula de Calatrava (Ciudad – Real), en la región natural del Campo de Calatrava, a unos 5 Km al sur del núcleo urbano, en el valle del río Jabalón y a un escaso centenar de metros de su ribera. Bajo su suelo se ocultan a día de hoy más de 17 siglos de historia.
El yacimiento como tal consta de tres partes diferenciadas. Al oeste se encuentra Cerro Domínguez, donde son perfectamente visibles en sus laderas las diferentes terrazas que se corresponden con los restos existentes. La parte central, en llano, está dominada por la actual ermita, en torno a ella puede visitarse la intervención arqueológica musealizada realizada en los últimos años. Finalmente, al este, se encuentra el Cerro de los Obispos, de forma cónica.

Parte central del yacimiento Oreto Zuqueca. Al fondo, el Cerro de los ObisposParte central del yacimiento. Al fondo, el Cerro de los Obispos. Autor, Eduardo A. Sánchez Ferrezuelo y Érika López Gómez

Oreto Zuqueca yacimiento Parte del yacimiento acondicionado para visitas. Autor, Eduardo A. Sánchez Ferrezuelo y Érika López Gómez

La parte meridional del valle está rodeada por una cadena de cerros de escasa altura que se extienden a lo largo de los márgenes del río Jabalón con dirección Sureste Noroeste, y que originan una serie de pasos naturales que permiten la comunicación de la zona, por una parte, hacia la alta Andalucía, a través de Calzada de Calatrava y Puertollano y, por otra, hacia la Submeseta Sur por Valdepeñas y Manzanares.
Geológicamente es una zona de transición entre la parte más occidental de la llanura manchega y el Campo de Calatrava. En las sierras aparecen materiales de origen paleozoico, que deformados por la Orogenia Hercínica, dan lugar a largos y estrechos sinclinales. Los valles situados entre los cerros están recubiertos por materiales terciarios compuestos por arcillas, a veces margosas, y arenas, coronadas por bancos calcáreos.
Además, el entorno es conocido por la importante presencia de testimonios de origen volcánico como “sismitas”, “maares” y la única “fumarola” activa de la Península Ibérica. Imprescindible la visita al volcán de Cerro Gordo
El hacer esta breve referencia a la historia geológica es importante, ya que todos los materiales empleados en las construcciones del yacimiento, con la excepción de algunos bloques de granito, son los de la zona. El más abundantemente empleado fue la cuarcita y en menor proporción se emplearon las calizas recristalizadas del Plioceno y los encostramientos calcáreos que, por su facilidad de obtención, se utilizaron en forma de grandes lajas. También hay que destacar la utilización de material volcánico que, por su escaso peso y gran resistencia, alivia el peso de las estructuras. El basalto olivino utilizado, procede, en su mayor parte, del volcán de La Columba, y los escasos bloques de granitos detectados en las construcciones del yacimiento pueden provenir de la zona de Valdepeñas, único sitio cercano donde aflora este material.

Puente de Baebio. Autor, Jumadogo

Hispania con Augusto

Todas las características geográficas y geológicas señaladas anteriormente, han hecho del lugar un importante enclave arqueológico desde muy antiguo. Las fuentes proporcionan datos de la existencia de Oreto o Oretum, como capital Norte de la Oretania, una de las provincias romanas de Hispania. Está localizada en el Cerro Domínguez, muy cercano a la actual Ermita de Oreto – Zuqueca. Las excavaciones realizadas en el año 1975-76 dieron como resultados la aparición de restos materiales pertenecientes a una ocupación continuada desde el siglo IV a.C. (relacionada con el mundo ibérico) hasta el siglo XII d.C.
En época romana esta zona continuó teniendo importancia, según testimonia la lápida que conmemora la construcción del puente de Baebio, de fines del siglo I y principios del II. Actualmente se conserva en el Ayuntamiento de Almagro y que traduce el P. Fita: “Publio Baebio Venusto, hijo de Publio Baebio Besister, Oretano, a petición del regimiento y del pueblo hizo este puente para honra de este templo con gasto de 80.000 sestercios y después la dedicó, habiendo hecho en la fiesta de la dedicación juegos circenses de a caballo”.
Además de este testimonio, Hervás y Buendía menciona la existencia en la ciudad de Oreto de un templo, de un teatro y de un circo, pero no los sitúa con exactitud. Del templo, también Corchado Soriano hace mención, como posiblemente dedicado a la Diosa Proserpina.


En épocas de sequía, se pueden observar parte de la calzada y algunos de los arcos y tajamares del puente romano de Baebio


Las referencias al mundo paleocristiano se confirman, no solamente con los restos aparecidos en la Ermita de Oreto-Zuqueca, (concretamente un baptisterio del siglo IV), sino también por la existencia de una lápida encontrada en el Cerro de Oreto, que hace mención a la existencia de un granero o almacén, fechada en el 387 de la Era Cristiana. Según el dibujo que de ella ha llegado, aparece un crismón que trae pendientes las letras alfa y omega, prueba de que el culto cristiano estaba ya vigente en esa época.
Las invasiones godas producen una fuerte crisis sobre esté y otros lugares habitados en la península. La crisis afecta tanto al poblamiento rural como al urbano, provocando el ocaso del mundo tardorromano de la Oretum Germanorum hacia finales del siglo IV.
Cuando la ciudad ya no era ni siquiera un recuerdo, los visigodos ocupan el extrarradio del ámbito episcopal, imponiéndose así una nueva disposición territorial mediante la distribución de las tumbas sin un orden determinado. En la actualidad se puede contemplar sobre una pequeña superficie, más de ciento treinta tumbas de todas clases, variedades y tamaños.

Baptisterio

Enterramientos

Interior de la Ermita de Oreto -Zuqueca

En época visigoda, Oreto fue Sede Episcopal de la Oretania, junto con Castulo y Mentesa y, aunque no se ha podido comprobar que sea de la misma antigüedad que las anteriores, se conocen el nombre de ocho de sus Obispos por su asistencia a los Concilios Toledanos, desde el año 589 hasta el año 693. Como testimonio de la existencia de esta sede, se conoce la lápida de la tumba del obispo Amador, aparecida en un lugar muy cercano al yacimiento, el Cerro de los Obispos, con la siguiente inscripción: “Al encuentro del Rey Celestial salió Amador sacerdote, teniendo 43 años de edad el día 9 de febrero de la Era 652 (año 614), año segundo de Sisebuto, felizmente reinante. Vivió en el cargo de su Episcopado un año y diez meses. Pasó a mejor vida en paz, amén”.
Se confirma plenamente la presencia visigoda, con la aparición de una necrópolis, y de un conjunto de edificios construidos desde época paleocristiana hasta finales de época visigoda, restos bien documentados arqueológicamente. Según Corchado Soriano, la mayoría de los historiadores creen que Oreto fue destruido con la invasión musulmana en el 711, aunque existe la teoría de que, al menos en parte, subsistió como tributaria de los vencedores con el nombre de Urit hasta el año 853, en que, según Torres Balbas en la obra Ciudades Yermas, pudo haber sido arrasada en una de las muchas razzias de las Guerras Civiles por los toledanos sublevados, siendo sus pobladores trasladados a Calatrava la Vieja, sin embargo, en la zona quedan restos de una ocupación hasta época más tardía.
Las fuentes cristianas de aquellos años son prácticamente inexistentes, pero las árabes mencionan a la ciudad tanto con el nombre de Oreto, como con el de Urit, lo que indicaría que ésta estuvo ocupada por bereberes y que se convirtió en una de las etapas dentro de la ruta de los ejércitos salidos de Córdoba hacia Toledo.


Tras el abandono de Oreto surge Zuqueca, castellanización del árabe ‘as-sukaya’, topónimo interpretado por los árabes como el ‘camino’, el ‘cruce’


Las guarniciones de los sirios, asentados en los alrededores de Sierra Morena, dejaron en este asentamiento su influencia oriental sobre una de las construcciones más llamativas del yacimiento. Se trata de los baños o ‘hammam’. Hoy se puede divisar, sin demasiado esfuerzo a la imaginación, la entrada suroeste que desemboca en un vestíbulo, la sala fría dando paso a la sala templada provista de su correspondiente bañera o sala caliente, con dos bañeras sobre el hipocausto (elemento parecido a un horno, o gloria, que sirve para dar calor).
La antigüedad de los materiales podría demostrar que estamos ante uno de los baños más ancestrales del siglo IX, cuyo precedente se sitúa en los baños del desierto de Jordania, los de Qusayr Amra, del siglo VIII.
El conjunto religioso, que hoy se conoce como Santuario de la Virgen de Oreto y Zuqueca, datado en 1243, comprende diferentes edificios que, sobre las ruinas de construcciones de época tardorromana y visigoda de Oreto y Zuqueca, comenzaron a reconstruirse a partir de la batalla de las Navas de Tolosa en 1212, dando lugar a lo que hoy conocemos como Ermita propiamente dicha, casa-hospedería de los antiguos santeros y una casa dedicada en la actualidad a almacén de aperos.


Fuentes:
• GARCÉS TARRAGONA, A. M. y ROMERO SALAS, H., «Algunas notas antropológicas de la necrópolis de Oreto-Zuqueca», 2002.
• GARCÉS TARRAGONA, A. M., ROMERO SALAS, H. y FUENTES DOMÍNGUEZ, A., «Yacimiento arqueológico de Nuestra Señora de Oreto-Zuqueca (Granátula de Calatrava)», en Investigaciones arqueológicas en Castilla La Mancha, 2004, pp. 307-324.
• DONOSO GARCÍA, S. y RIPOLL VIVANCOS, P.J.: «Zuqueca», en Del nombre de las cosas: Granátula de Calatrava. Ensayo de toponimia. Ciudad Real, 2004.
• GARCÉS TARRAGONA, A.M. y RIPOLL VIVANCOS, P.J.: «De Sikka a Zuqueca», en X Congreso Internacional de Caminería Hispánica. Madrid, 2010

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La Huerta Manchega

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A finales de los años 60 del siglo XX, la última etapa de la Edad Media se oía y se veía en los pueblos del Campo de Montiel, en multitud de estampas cotidianas que para cualquiera de los escasos forasteros que se aventuraban a explorar estas tierras remotas; parecían algo irreal, fantástico e insólito


El traqueteo lento y repetitivo de los carros de los hortelanos procedentes de El Romeral. Antigua dehesa boyal transformada en inmensa huerta entre Villanueva de los Infantes y Fuenllana que abastecía durante todo el verano y principios del otoño las frescas despensas encaladas, donde reposaban también los chorizos en la pringue de las orzas. Y los quesos y las perdices en escabeche y los jamones colgados. Bodegones propios de los grabados de Gustavo Doré para el Quijote.

Huertas en el Campo de MontielHuertas en el Campo de Montiel

Despensa de La ManchaDespensa de La Mancha

En las partes sombreadas de la plaza, las fachadas orientadas al norte, perduraba más tiempo la fresca sombra hasta casi el mediodía. Momento que ya estaba todo vendido y la caravana de carros y tartanas ordenaba su regreso por el camino de la Huerta del Cura o de La Solana. Unos hacia Villanueva de los Infantes, otros hacia las huertas del Romeral.
Por las mañanas bien temprano. Antes de que el implacable sol del augusto verano calentase la tersura viva y apetitosa de los sabrosos tomates, pimientos, judías verdes, calabacines, zanahorias, patatas, cebollas… Los carros llegaban al pueblo haciendo retumbar el empedrado de las calles al tiempo que las herraduras de las mulas y borricos avisaban con naturalidad y sosiego que en breves instantes, el mercado medieval de la plaza quedaría constituido como todos los lunes, desde la Edad Media.
A la sombra del carro, el fiel perro del hortelano, sesteando y vigilando. Las sandías abiertas como inmensos rubíes expuestas a los sedientos ojos de los compradores. Montones de melones chinos y de corteza. Calabazas, ristras de ajos. Todo pura y llanamente natural. Abonado con el estiércol de las mismas mulas que araban y acarreaban.

El burro y el hortelanoEl burro y el hortelano

Tomates de la huerta manchegaTomates de la huerta manchega

Ver la caravana, tranquila, caminando sin tiempo. Detenida en la historia, transitando el siglo XX como si fuera el XVIII o incluso el XIII, cuando todavía este legendario Campo de Montiel formaba parte ya por breve tiempo de la Cora de Jaén. Cuando todavía éramos andalusíes y formábamos parte de la tierra más culta de Occidente con capital en Córdoba; esta tierra heredada por La Mancha de los árabes que la regaron con norias y acequias en la multitud de alquerías que la alimentaron, aún hoy en el XXI permanece inmersa en esa atmósfera rural y hortelana que abastecía de vitaminas multicolores la salud de sus moradores.

La noria, clave en la huerta manchegaLa noria, clave en la huerta manchega

El pozo de la huerta manchegaEl pozo de la huerta manchega

Los atardeceres de verano, ya no dejan ver las norias de sangre con un pobre burro condenado a dar vueltas al ronde con los ojos vendados regando la tierra. Pero sí hacen ruido con los escasos motores que activan los pocos artes de hierro que todavía empapan por goteo buenos bancales de pimientos, tomates, espinacas, acelgas y judías.
También nos quedan las casas de las huertas heredadas de las alquerías. Donde vivían los hortelanos desde mayo hasta los Santos. Donde El Romeral y la Frescura en Villanueva de los Infantes, constituían curiosos poblados de hortelanos con hábitat disperso. Campos salpicados de huertas adornados con pequeñas casas de una planta. Cuya traza y distribución responden a la más estricta utilidad. Cocina con chimenea, dos pollos a los lados para dormir, un portal pequeño dormitorio a un lado. Las más elementales.
Lo mismo pero además con corral y cuadras adosadas al cuerpo principal para las más completas. Pero todas con la misma imagen. Hermosa imagen de un mundo rural ancestral que originó toda una forma de vida.

La casa de un hortelano en el Campo de Montiel
La casa de un hortelano en el Campo de Montiel

Sería muy oportuno comenzar a valorar esta zona de huertas y además de servir de abastecimiento y rentabilidad agrícola, multiplicaran sus recursos siendo puestas en valor como atractivo turístico y cultural. Conservar y potenciar su arquitectura y la posibilidad de horticultura saludables a través de cultivo ecológico.
Es curioso que de los cientos de norias que abastecían las cuantiosas huertas de Villanueva de los Infantes, Alcubillas, Fuenllana, Almedina, Montiel y varios pueblos más de la comarca, apenas queden ejemplos originales. Al igual que las construcciones que servían de refugio y almacén para los hortelanos.
Pero con todo, si se desea, se está muy a tiempo de preservar un patrimonio cultural excepcional que bien puede servir de complemento económico y entretenimiento ocioso a todos aquellos que valoran la belleza de lo auténtico y lo cultural. Tanto el paisaje que acoge las huertas como el valor de los elementos arquitectónicos y etnográficos que las componen constituyen un testimonio de valor excepcional de la trayectoria histórica de esta singular comarca del Campo de Montiel.
Distinguida entre otras muchas cosas, por ser a la vez, la tierra de origen de los primeros pasos de las aventuras de Don Quijote y la única tierra andalusí de La Mancha.
Tesoro y valores que suman a los muchos que posee este rincón de Castilla a los pies de Sierra Morena. Donde el pimiento de Villanueva de los Infantes espera con paciencia ese lugar que le corresponde como uno de los mejores productos de la tierra. Donde el pisto manchego espera desde siempre a ser considerado por el mundo entero como uno de los platos más saludables y deliciosos de la gastronomía manchega.

La alegría de la huerta. RecuerdosLa alegría de la huerta. Recuerdos


Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano

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Sierra Morena. Último refugio natural de Europa

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Desde la vertiente atlántica hasta las sierras más cercanas al Mediterráneo, el Sur de España, como un vergel hispano-árabe crece abrigado de los fríos vientos norteños, al cobijo y la intimidad de las poderosas murallas de Sierra Morena.
La abundante cobertura vegetal, alimentada por innumerables cursos de agua multiplica las posibilidades de vida en infinidad de especies animales. Algunas únicas en el mundo como el lince ibérico, el águila imperial ibérica y el lobo ibérico.
Nueve espacios protegidos articulan el territorio dividido en seis con la figura de Parque Natural y tres con la de Paraje Natural. Donde es posible apreciar y disfrutar como en escasos lugares de Europa la plenitud del bosque mediterráneo. No en vano es junto con Doñana el mejor sitio para la observación del lince. Habiendo desarrollado toda una industria turística en torno al ocio en el medio natural, desde excursiones, senderismo, deportes de aventura, safaris fotográficos y observaciones científicas; que compensan de modo sostenible la transformación de la tradicional economía de subsistencia relacionada con los antiguos oficios serranos, a usos modernos que conservan el medio y potencian sus valores.

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Paisaje en Sierra Morena. Autor, SBA73

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Lince ibérico. Autor, Alejandro García

Esta tierra vieja y agreste, que en tiempos lejanos y desconocidos por los homínidos constituía la primera orilla de mar de la parte meridional de la península, cuando todavía ni La Baetica ni Al-Andalus habían emergido de los fondos marinos, ni el Guadalquivir la había construido palmo a palmo su valle aluvial con depósitos sedimentarios desde las cumbres de Cazorla hasta la bahía de Cádiz. Tampoco los dinosaurios tuvieron ocasión de conocerla, pues desaparecieron antes de la formación geológica del territorio que hoy conocemos por Andalucía. Tan sólo un testimonio de icnitas que recuerda otro mundo y otro tiempo. Otros paisajes en otra dimensión que contenían la vida más salvaje que jamás conocieron estas latitudes.
Quizá las huellas de dinosaurio de Santiesteban del Puerto en El Condado de Jaén, en las estribaciones de Sierra Morena, sean el testimonio natural y cultural más patente de lo efímera que es la vida y lo relativo que es el tiempo. Permaneciendo petrificadas desde edades remotas, antes de la existencia del ser humano, hasta convertirse precisamente, por la existencia del mismo, en un factor cultural y natural que confiere valor al territorio y a la propia historia de la humanidad. Constituyendo un valor excepcional desde puntos de vista científicos y turísticos.

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Paisaje agreste. Autor, Tuscasasrurales

Si logramos llegar a tiempo y encontramos la fórmula que equilibre la riqueza natural y cultural de la serranía más culta y universal de España, precisamente por haber servido de retiro meditativo a Don Quijote, y contener el mejor reducto de bosque mediterráneo ibérico; puede que las generaciones venideras dispongan de la oportunidad de crear nuevos recursos turísticos especializados en la observación del rey clandestino de la fauna ibérica. El mítico, legendario y noble cánido que ha dado a la humanidad, nada más y nada menos que al mejor amigo del hombre, de donde derivan todas las razas de perro que tanta compañía, fidelidad y protección regalan a los demasiadas veces, ingratos humanos.
Todavía hoy, puede uno sobrecogerse escuchando el aullido del lobo en las noches de luna, los amaneceres y atardeceres de los paisajes más agrestes del viejo continente, oyendo desde las peñas prominentes de las laderas de los frondosos valles, el tantas veces temido aullido del lobo. Tan mal vendido y tan mal cuidado por esa serie de intereses mezquinos que tratan de bandido al noble y ennoblecen al perverso.

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Manada de lobos ibéricos. Autor, Juan José González Vega

El mundo actual bien puede permitirse la designación de Parque Nacional de Sierra Morena, anteponiendo sus valores naturales ante otra serie de intereses que merman y degradan su irrepetible conjunto de recursos, frente a otro tipo de actividades que lentamente restan contenido a su delicado equilibrio.
Por supuesto que al fin y al cabo el mensaje de este artículo pretende hacer reflexionar acerca de si a todos nos compensa privarnos para siempre de espacios que inciden muy directamente en el bienestar general de la sociedad o abandonarlos a la suerte de ser gestionados por planteamientos que ante todo priman el rendimiento económico inmediato por medio de usos que proporcionan mucha riqueza a unos pocos, a costa de empobrecer lo que bien puede rentabilizarse para todos.
A todos nos corresponde implicarnos y participar del conjunto de la sociedad para informarnos, formarnos y atender a criterios de sostenibilidad a largo plazo que además de no afectar a los intereses y derechos privados y de particulares, también favorezcan la distribución de la riqueza al mayor número de personas con los parámetros de calidad deseables en una sociedad civilizada y moderna.
Dar una opinión concreta acerca de si es positivo o negativo que nos privemos de la existencia de especies como el lobo en ambientes tan poco habitados como Sierra Morena, que además componen uno de los más importantes enclaves naturales de Europa, me parece innecesaria, ya que la lógica y el sentido común hablan por sí mismos.
Poseemos suficientes medios para evitarlo sin que ello signifique perjuicios para nadie, y a la vez sirva de revulsivo económico para la zona de forma sostenida en el tiempo y sostenible con el medio. Sin que afecte a actividades paralelas como la caza o la ganadería. No veo hasta qué punto el ser humano posee más derecho que otros seres vivos a multiplicarse de forma ilimitada, limitando los recursos de todos.
En cualquier caso, como bien dice la cita: “Nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”. Según los científicos el tiempo medio de vida de una especie en la Tierra es de un millón de años. Dentro de los cuales por supuesto habremos hecho que desaparezcan infinidad de ellas, entre otras, los humanos.

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Atardecer. Autora, Raquel Pérez

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Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano
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Fotografía de portada de Jose Luis Anta

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Un paseo por El Viso del Marqués

portada Jose Ferriz Viso del Marqués

En el extremo sureste del mítico Campo de Calatrava se sitúa esta población extensa, cuyo marcado carácter histórico la convierte en un lugar pintoresco dentro de la provincia de Ciudad – Real. Su remota historia comienza en el año 1281, fecha en la que el rey Alfonso X El Sabio liberó a la población de la pesada carga que suponía el pago de tributos. Por este dato conocemos la primera existencia de la localidad. Más tarde, en la época de la Reconquista, sabemos que se encontraba en este lugar un castillo que defendía el paso hacía el puerto de Muradal.
Ya en la Edad Media fue encomendada a la Orden de Calatrava hasta el año 1539, fecha en que, junto a Santa Cruz de Mudela, fue vendida por el Emperador, Carlos I, al insigne marino don Álvaro de Bazán. De esta segunda adquisición tomó el título de Marqués de Santa Cruz. Allí, en El Viso del Marqués, emulando a los grandes señores del Renacimiento italiano, Álvaro de Bazán decidió construir la residencia para su retiro, a cuyo objeto realizó grandes obras que ayudaron a la configuración del Imperio y a la administración del territorio local.
En su memoria, se alza una magnífica estatua realizada en Bronce en el centro de la plaza, más conocida por nombre de El Pradillo, de visita imprescindible.

Fachada del Palacio. Autor, Santiago López-Pastor

Fachada del Palacio. Autor, Santiago López-Pastor

En ese mismo lugar está situada la más característica construcción de la ciudad, que no es otra sino el emblemático y suntuoso Palacio del Marqués de Santa Cruz, declarado monumento nacional en el año 1931, el cual fue edificado siguiendo las pautas que caracterizaban a los palacios reales de la época, es decir, con todo lujo y la magnificencia a la que eran tan propensos, en su exquisitez, los monarcas y grandes señores del Renacimiento.
Tanto su exterior como su interior están considerados como una magnífica obra maestra cargada de ornamentos y detalles, que convierten el lugar en un verdadero goce estético para todo aquel que tiene la oportunidad de contemplarlo de cerca. Y es posible visitarlo, ya que en nuestros días es Museo Naval, un museo en un palacio de espléndida escalera dividida en tres derrames y de maravilloso patio, considerado de gran valor artístico.
En el muro que cierra el jardín todavía se hallan los sepulcros de don Álvaro y de su esposa, María de Figueroa.

Por el interior del Palacio. Autor, Santiago López-Pastor

Por el interior del Palacio. Autor, Santiago López-Pastor

Este maravilloso palacio, poseedor de los principales elementos que emanan de la Italia renacentista, fue diseñado por el genial arquitecto italiano Giovanni Castello, más conocido por el apodo de “El Bergamasco”. En su interior podemos admirar bellísimas pinturas manieristas de temática mitológica realizadas por Nicolás y Francisco, hijos de “El Bergamasco”, además de obras de Francisco Peroli, Juan Bautista y Cesare Arbasía.
En el año 1948, los marqueses de Santa Cruz, cedieron el palacio a la Marina Española, la cual, además de salvarlo de la ruina, dio a sus maravillosos espacios un inmenso resurgimiento. Todavía en la actualidad continúa siendo la sede oficial de la institución y ejerciendo la función de casa y archivo de la Marina, a pesar de encontrarse tan alejado del mar. Una más de las grandes paradojas manchegas. Y uno más, sin duda, de sus tesoros históricos, en plena consonancia con la maravilla paisajística de La Mancha.

Salón de Portugal. Representación de la conquista llevada a cabo por Álvaro de Bazán. Autor, Santiago López-Pastor

Salón de Portugal. Representación de la conquista llevada a cabo por Álvaro de Bazán. Autor, Santiago López-Pastor

Salón de Honor. Autor, Santiago López-Pastor

Salón de Honor. Autor, Santiago López-Pastor

Apostado entre sierras de variado relieve y abundantes parajes singulares, como el Valle de los Perales, Los Chorros y Los Molinillos, preámbulos de Sierra Morena, El Viso del Marqués es también etapa fundamental de la geografía imaginaria de El Quijote. En Los Chorros, por ejemplo, subsisten unas ruinas del molino de batanes donde se dice que transcurre la aventura del capítulo XX de la primera parte de El Quijote. Hay también estudiosos que sitúan en los alrededores del Viso los episodios del capítulo XXV de la primera parte: “las extrañas cosas que en Sierra Morena sucedieron al valiente caballero de La Mancha y de la imitación de su admirado Amadís de Gaula, que hizo a la penitencia de Beltenebros”. Y si todo esto es así, no cabe duda de que no lejos se encontrará el lugar en que el Caballero de la Triste Figura se topara con los galeotes y sus guardas.

Hoz de Peñarrubia. Sierra del Viso

Hoz de Peñarrubia. Sierra del Viso

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Fotografía de portada de José Ferriz
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Un artículo de Antonio Bellón Márquez

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Santuarios Manchegos. Origen de esta tierra

Santuarios Manchegos. Origen de esta tierra

Antes incluso de la existencia de las palabras, cuyo lenguaje permitiera ubicar la lejanía de unos tiempos tan remotos, que ni siquiera la presencia del ser humano podía ser capaz de medir con la distancia que hoy nos permite el transcurso de la Historia, la Prehistoria y lo presumible desconocido más allá de la noche de los tiempos; el disco solar, como siempre, dueño de su tiempo y sus medidas, amanecía y atardecía sin la física ni las matemáticas de los hombres. Primero adorado como el dador de vida, a veces temido como el dios supremo. Siempre querido como la calidez del hogar, la caricia del afecto, o el impulsor del ánimo.

Aquí, en la inmensa provincia de Ciudad – Real, cuya magnitud geográfica supera la de numerosos países, es posible hallar los orígenes de sus moradores, conservados como en las vitrinas de un museo decimonónico o en los relicarios de un tesoro catedralicio, atesorados en el rosario de santuarios que decoran el territorio con la quintaesencia que conjuga con maestría artística y filosófica lo docto y lo popular, lo pagano y lo cristiano, lo espiritual y lo mundano, lo ideal y lo material.

Campanario de Terrinches. Autor, JP

Campanario de Terrinches. Autor, JP

Apostado al borde meridional de la Meseta, en las estribaciones septentrionales de Sierra Morena, en pleno Campo de Montiel, encontramos uno de estos mágicos lugares de culto, contemplación o meditación, más antiguos de la provincia. Postrado ante los retablos pétreos de las cordilleras béticas, cada solsticio de invierno la divinidad amanece solemne sobre el colosal altar de la roca del Cambrón, elevándose sobre todas las cosas, renovando la esperanza de un nuevo día por vivir. Regalo que los hombres interpretaban como la magnanimidad del Todopoderoso.
En Terrinches junto a la ruta comercial de la Vía Augusta, disfrutamos de uno de los yacimientos más importantes de la Edad del Bronce. Todavía en periodo de estudio y puesta en valor, que sin duda aportará gran interés para la ciencia, la cultura, el turismo y los modos sostenibles de ordenación y rentabilización del territorio. Influyendo para el cuidado del pueblo y su adecuación como atractivo a visitar.

Vista de la Sierra del Relumbrar. Autor, mjacintomm2

Vista de la Sierra del Relumbrar. Autor, mjacintomm2

Resumiendo por medio de la cronología, adaptándonos al espacio del artículo, destacamos de entre los santuarios de origen ibérico los de Alarcos y Villanueva de la Fuente. El primero bien conocido, por la riqueza del parque arqueológico que lo incluye, conteniendo entre sus joyas la bellísima ermita gótica, que sin duda, como todos los mencionados merecen publicaciones exclusivas.
El caso del santuario de Los Desamparados en Villanueva de la Fuente, es preciso decirlo, sobre todo para su puesta en valor. Muy pocos saben que la actual ermita se asienta sobre un conjunto de cuevas y oquedades de origen prehistórico con antecedentes de la cultura ibérica. Que además se complementa con la visión de uno de los paisajes más sugerentes de la zona abarcando toda la vega del río Villanueva y la sierra de Relumbrar.

Ermita de la Virgen de la Sierra. Villarrubia de los Ojos. Autor, Angel Muñoz

Ermita de la Virgen de la Sierra. Villarrubia de los Ojos. Autor, Angel Muñoz

Oreto, Zuqueca, Granátula. Nombres diferentes que aluden a un mismo sitio. Donde tres culturas se superponen desde Roma hasta el Califato de Córdoba pasando por los Visigodos. Impronta de estos últimos, que como su espíritu, permanece materializada en el recoleto y robusto espacio interior de la acogedora ermita, evocadora de casonas asturianas inmersas en la penumbra de los hayedos y robledales norteños.

En el Campo de Calatrava, por contraste destaca la sobria elegancia arquitectónica del nobiliario santuario de Las Nieves, propiedad de Almagro. Cuyos restos de la columnata que rodeaba la plaza de toros todavía dan idea de la monumentalidad perdida. Sin embargo continúa siendo uno de los excelentes lugares de la provincia para disfrutar.
Relativamente cerca, continuando la ruta que cada cual decida, conviene acercarse a la Virgen de la Sierra en Villarrubia de los Ojos. Como casi todos, otro de los reductos más puros, hermosos y cautivadores de la arquitectura popular manchega. Situado, como no, a los pies de la sierra, en un paraje rodeado de naturaleza.

Virgen de Criptana. Autor, soc dimoni

Virgen de Criptana. Autor, soc dimoni

Otro de los que guarda el encanto de la quintería manchega, el patio calatravo y la venta cervantina, es el de La Encarnación de Carrión de Calatrava, con la suerte de ser vecino del parque arqueológico de Calatrava la Vieja y la zona de influencia del parque nacional de Las Tablas de Daimiel. Uno de esos parajes idílicos donde lo rural, lo natural, lo histórico y lo popular invitan a conocerlos con detalle. Si te alejas entretenido divisando esa ciudad mágica en mitad de la llanura, unas veces seca, otras, encharcada que acoge los restos de la vieja capital calatrava, puede que descubras los bien restaurados baños del Hervidero.

Por suerte son muchos, bellos y muy interesantes los parajes, los edificios y la historia que conservan todos los santuarios de la provincia. Refugio, archivo y reducto del origen de nuestras poblaciones, de nuestra arquitectura y nuestras tradiciones.

El tamaño del artículo, obliga a no mencionar todos, y algunos sobre todo, porque merecen artículos por sí mismos. Sin embargo es preciso decir que conviene visitar, conocer y disfrutarlos todos. Desde el castillo – santuario de Peñarroya, hasta la Virgen de Criptana, donde en el primer caso la Orden de Santiago cede sus conquistas a la sociedad actual y en el cerro de Criptana, la blancura manchega y la pureza de volúmenes, complementan el célebre paisaje cervantino de los universales molinos, con la elegante sencillez de la teja, la cal y la madera.
En el de Los Santos en Pozuelo de Calatrava, otra vez lo manchego en todo su esplendor, coronando como la ínsula de Sancho, lo alto de un cerro, con la gallardía de Don Quijote.

Santuario de La Antigua. Villanueva de los Infantes. Autor, Pedro García

Santuario de La Antigua. Villanueva de los Infantes. Autor, Pedro García

Por suerte son muchos. Merecedores de un libro que los muestre con amplitud y nos deleite con sus tesoros.
Curiosos los del Campo de Montiel. Alguno de origen templario como el de La Vega en Torre de Juan Abad. Otros, dignos de formar parte de una plaza florentina como el de La Antigua en Villanueva de los Infantes.
Y la joya por excelencia de los santuarios manchegos, Las Virtudes en Santa Cruz de Mudela.

Si queréis descubrir esta maravillosa tierra, os proponemos vivir estas experiencias con www.sabersabor.es

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Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano
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Fotografía de portada: Roca del Cambrón. Autor, Gabriel Villena Fernández

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Campo de Montiel. Paisaje Cervantino

Campo de Montiel. Paisaje Cervantino

Diversas son las formas de mirar un paisaje, como también muy variadas las opciones para analizarlo y conocerlo. Sólo hay un modo de sentirlo, percibiendo el alma o la atmósfera que lo convierte en singular invitándote a apreciarlo.
No hay mejor manera de entender, conocer y valorar lo especial, que viviéndolo.

Desde la meditativa y aparente ingravidez, suspendido en la inalcanzable libertad de la altura cenital, acunado por las corrientes térmicas. Un apacible día de sol, sostenido en el espacio con el privilegio visual de las muchas rapaces que sobrevuelan nuestros agrestes cielos, advertía claramente desde la arriesgada fragilidad de la cesta de mimbre aerostático, la geográfica personalidad de este viejo Ager Laminitanus.

Se ve ovalado o elíptico. Ajeno a las fronteras o demarcaciones administrativas. Bien delimitado por la geología. Elevado sobre La Mancha. Vertido hacia Sierra Morena y protegido por la Sierra de Alcaraz, el Campo de Montiel guarda el paisaje rural manchego más puro de todos cuantos quedan en el Mundo.

OTOÑO campo de Montiel 2

Panorámica del Campo de Montiel

Como si el destino hubiera pactado con el sentido común, acordando preservar tan valioso reducto como uno de los tesoros culturales de la humanidad, desde arriba se observa bien comunicado sin la agresión de seccionar por la mitad estos parajes cultos y sagrados, bendecidos con la ingeniosa huella del Caballero de la Triste Figura; evitando la hiriente cicatriz del negro asfalto, rasgando los aventureros campos quijotescos, donde el caballo de Cervantes, pisando estas nobles tierras, inspiró a Rocinante.

Al norte la estupenda autovía de Extremadura a Levante. Al oeste la comodísima autovía del Sur que nos lleva a Madrid en dos horas y al este, la futura autovía de Bailén a Albacete. Todas atendiendo de forma excepcional al Campo de Montiel. Y todas como tributo a la cultura española y al arte universal, respetando este interesante paisaje cervantino, que perdura en pleno siglo XXI con la misma belleza estética y la misma estructura paisajista que contemplaron los inspirados ojos de Cervantes.

Cuando vienes de Valencia y te adentras por la A-43, ya en Villarrobledo, donde el vino engordaba en panzudas tinajas repartidas por todo el país manchego, observas a la izquierda, desde la perspectiva terrestre del coche, como si unas gentes agitaran los brazos alarmando al transeúnte. Son como entonces, como siempre, los gigantes cervantinos. Actualizados en los parques eólicos de Munera y El Bonillo, asomados al novelado Campo de Montiel.
A tu derecha La Mancha ancestral, genuína, industriosa e industrial, rendida al progreso colonizada por el impulso económico que ha urbanizado los campos con el orden poligonal del mundo contemporáneo. A tu izquierda los campos de siempre. El puro y llano campo manchego, adornado con manchas forestales, teñido con óxido de hierro como si el avinagrado color de sus arcillas proviniera de las perdidas herraduras de las miles de yuntas que desde Roma hasta casi ahora, roturaron estos barbechos donde corre el galgo y vuela la liebre.

orchis mascula

Orchis mascula

Inmediatamente Argamasilla de Alba, tan cervantina como siempre, tan orgullosa de su lugar en el Quijote como respetada por la tradición. Al lado el atractivo cartel de las Lagunas de Ruidera. Reserva de la Biosfera. Lugar cultural único en el planeta por contener literalmente lo que uno de los genios del arte universal, nos dice en el Quijote. La Cueva de Montesinos y el Palacio de Cristal. ¿Se puede pedir más?

Desde allí te adentras en la fantástica belleza del monte mediterráneo que te acoge y te atrae como acariciando tus sentidos. Te muestra tesoros botánicos como los sabinares, el aladierno o la orchis mascula. Una de las orquídeas terrícolas de nuestros encinares.

Recorriendo estos paisajes, adviertes con claridad la sorpresa que aparenta haber salido de repente de La Mancha. Las llanuras ya no están. Son montes ondulados y por si fuera poco la abundancia de agua desborda un río en preciosas lagunas.

ruta del quijote en bicicleta por Campo de Montiel

Ruta del quijote en bicicleta por Campo de Montiel

A caballo, en bici o caminando, cuando vives estas tierras, te dicen lo que vio la genialidad de Cervantes. Unos horizontes que invitan a crear, a pensar a transcribir ese cúmulo de sensaciones e ilusiones que cualquier mente creativa, aguzada por la necesidad de liberarse de una impuesta realidad, las siente como ese terapéutico libro en blanco donde aventurarse a soñar.

Esos veranos dorados de rastrojos, donde a pesar de la canícula el viento airea el ambiente y te regala emociones de otros tiempos cuanto descubres en mitad de los páramos los pueblos de aquel tiempo, distribuidos por el paisaje con la exactitud que los ubicó la Historia. Y se ven pequeños, blancos, con la torre de la iglesia y las ruinas del castillo observando el caminar raro de un caballero y su escudero.

Visitando el Castillo de Terrinches

Visitando el Castillo de Terrinches

Nos alegra profundamente que los japoneses y el mundo entero visiten nuestra tierra y desembarquen en el cautivador cerro de molinos de Campo de Criptana; pero también nos ilusiona enormemente complementar los espacios cervantinos de La Mancha, con la autenticidad del paisaje rural cervantino que por suerte para todos perdura como siempre entre la belleza de los páramos del legendario Campo de Montiel.
Donde los caminos quijotescos te llevan a aventurarte entre castillos, cortijos, bodegas, eras, santuarios, norias, olivares, viñas y extensiones de cereal hasta el retiro de Sierra Morena.

Aquí el sol amanece cada julio con la misma luz que alumbró la mente del escritor describiendo la más artística ironía de un venturoso amanecer hecho a media para el héroe literario más universal de todos los tiempos.

Gracias a Cervantes, al destino y a la suerte de que el Campo de Montiel mantenga la belleza integral y cultural que conoció el escritor, hoy España y la cultura mundial, poseen uno de los grandes tesoros de la humanidad.
Pongámoslo en valor y disfrutémoslo. Nos pertenece a todos.

Atardecer en los Campos de Montiel. Autor, Ignacio Arráez

Atardecer en los Campos de Montiel. Autor, Ignacio Arráez

Si queréis descubrir esta maravillosa tierra, os proponemos vivir estas experiencias: (más información pinchando en cada enlace)
Campo de Montiel: la esencia de La Mancha
La Ruta del Quijote y los Escenarios de Cervantes
Entre Templarios y el Castillo de Montizón
Terrinches y las Hoces del Gongares
De naturaleza por Villahermosa. En tierras del Alto Guadiana
Villanueva de los Infantes: en la cuna del Quijote y en la mesa de Quevedo

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Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano
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Fotografía de portada: Por los Campos de Montiel. Autor, Enaire Fotografía

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Música celestial o los Órganos del Campo de Montiel

órganos barrocos España Campo de Montiel

En el silencio, en la quietud
puedes oír su hermoso canto,
voces armoniosas que hablan al hombre
al que escucha en silencio.
Las más hermosas melodías
que miles de ángeles cantan
silencian tu alma
para escuchar la música celestial
llenando de esperanza tu ser.
Cantos armoniosos de cada estrella en el firmamento
creando bellas ilusiones
brindando esperanzas nuevas… De Jorge Beeche.

Os vamos a proponer que estos días hagáis una ruta turística y cultural diferente a las habituales: un recorrido por los órganos históricos del Campo de Montiel.

valle del río Jabalón. Autor, Entorno Jamila

Valle del río Jabalón. Autor, Entorno Jamila

Enclavado a los pies de Sierra Morena, el Campo de Montiel es una comarca fronteriza. Su entorno llama la atención por ser fragoso y cubierto de vegetación hacia el sur, donde se levantan las estribaciones más altas: un territorio antaño disputado entre musulmanes y cristianos, escenario de luchas y emboscadas sin número, lugar de penitencia para Don Quijote y más tarde famoso por ser temido lugar de bandoleros, guerrilleros, furtivos y maestros del contrabando.

‘(…) Y comenzó a caminar por el antiguo y conocido Campo de Montiel. Y era la verdad que por él caminaba (…)’. Capítulo II de «El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha».

En esta hermosa y roja tierra, tres antiguas iglesias – fortaleza de la Orden de Santiago guardan otros tantos imponentes órganos históricos que llenan de música celestial los escenarios de Cervantes: el instrumento de cinco castillos de la pequeña ‘catedral’ de Nuestra Señora de la Asunción de Villahermosa, el gigante de tubos de la parroquia de Nuestra Señora de los Olmos de Torre de Juan Abad y el tubular de alto teclado de la iglesia de Santo Domingo de Guzmán de Terrinches.

“(…) Pero vamos, vecina, vamos a la iglesia antes que se ponga de bote en bote…, que algunas noches como ésta suele llenarse de modo que no cabe ni un grano de trigo… Buena ganga tienen las monjas con su organista… ¿Cuándo se ha visto el convento tan favorecido como ahora?… De las otras comunidades puedo decir que le han hecho a maese Pérez proposiciones magníficas; verdad que nada tiene de extraño, pues hasta el señor arzobispo le ha ofrecido montes de oro por llevarle a la catedral… Pero él, nada… Primero dejaría la vida que abandonar su órgano favorito… ¿No conocéis a maese Pérez? Verdad es que sois nueva en el barrio… Pues es un santo varón; pobre, sí, pero limosnero cual no otro… Sin más parientes que su hija ni más amigo que su órgano, pasa su vida entera en velar por la inocencia de la una y componer los registros del otro… ¡Cuidado que el órgano es viejo!… Pues, nada, él se da tal maña en arreglarlo y cuidarlo que suena que es una maravilla… Como que le conoce de tal modo que a tientas…, porque no sé si os lo he dicho, pero el pobre señor es ciego de nacimiento… Y ¡con qué paciencia lleva su desgracia!… Cuando le preguntan que cuánto daría por ver responde: Mucho, pero no tanto como creéis, porque tengo esperanzas. ¿Esperanzas de ver?. Sí, y muy pronto -añade, sonriéndose como un ángel- ; ya cuento setenta y seis años; por muy larga que sea mi vida, pronto veré a Dios (…)”

Órgano de Villahermosa. Autor, Juan Ángel Arias Cortés

Órgano de Villahermosa. Autor, Juan Ángel Arias Cortés

En la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Villahermosa, la impresionante amplitud de las bóvedas gótico tardías rodean a un instrumento de viento de autor desconocido que suena desde 1747 en su gran y tallada tribuna escalonada de madera noble.
Cinco castillos y el fuelle original, un gran teclado de palo santo y novecientos veintiséis tubos componen un órgano de trompetería horizontal con lengüeta, que impresiona a todo aquel acostumbrado a la trompetería vertical con labiales del resto de Europa.
Bellísimo y de gran envergadura, las pinturas de San Rafael, San Miguel y Santa Cecilia con detalles en pan de oro forman parte de la decoración barroca de esta pieza única.
Su música recorre a diario todos y cada uno de los rincones de esta villa.

“(…) ¡Pobrecito! Y sí lo verá…, porque es humilde como las piedras de la calle, que se dejan pisar de todo el mundo… Siempre dice que no es más que un pobre organista de convento, y puede dar lecciones de solfa al mismo maestro de la capilla de la Primada; como que echó los dientes en el oficio… Su padre tenía la misma profesión que él; yo no le conocí, pero mi señora madre, que santa gloria haya, dice que le llevaba siempre al órgano consigo para darle a los fuelles. Luego el muchacho mostró tales disposiciones, que, como era natural, a la muerte de su padre heredó el cargo… ¡Y qué manos tiene! Dios se las bendiga. Merecía que se las llevaran a la calle de Chicarreros y se las engarzasen en oro… Siempre toca bien, siempre; pero en semejante noche como ésta es un prodigio… Él tiene una gran devoción por esta ceremonia de la Misa del Gallo, y cuando levantan la Sagrada Forma, al punto y hora de las doce, que es cuando vino al mundo Nuestro Señor Jesucristo…, las voces de su órgano son voces de ángeles(…)”

“(…) En fin, ¿para qué tengo de ponderarle lo que esta noche oirá? Baste el ver cómo todo lo más florido, hasta el mismo señor arzobispo, vienen a un humilde convento para escucharle; y no se crea que sólo la gente sabida y a la que se le alcanza esto de la solfa conocen su mérito, sino hasta el populacho. Todas esas bandadas que veis llegar con teas encendidas entonando villancicos con gritos desaforados al compás de los panderos, las sonajas y las zambombas, contra su costumbre, que es la de alborotar las iglesias, callan como muertos cuando pone maese Pérez las manos en el órgano… Y cuando alzan…, cuando alzan, no se siente una mosca…; de todos los ojos caen lagrimones tamaños, y al concluir se oye como un suspiro inmenso, que no es otra cosa que la respiración de los circunstantes, contenida mientras dura la música… Pero vamos, vamos, ya han dejado de tocar las campanas, y va a comenzar la misa, vamos adentro (…)”

Bóveda de la iglesia de Villahermosa. Autor, Miguel Andújar

Bóveda de la iglesia de Villahermosa. Autor, Miguel Andújar

La localidad de Torre de Juan Abad, en tiempos, señorío de don Francisco de Quevedo y Villegas, ácido y genial escritor, sorprende con otro maravilloso órgano de este Campo de Montiel convertido en un sonoro concierto del siglo XVIII.
El maestro Gaspar de la Redonda Zeballos recibió, por orden de los Caballeros de la Orden de Santiago, el encargo de construirlo en 1763.
Conserva casi todas sus piezas históricas, ochocientos cinco tubos en una trompetería original, y una curiosa historia: los tubos de madera, que se solían revestir para que el aire no se escapara, fueron recubiertos con cartas del hijo de Gaspar en las que mostraba a su padre sus progresos en la escritura y con hojas de la primera edición de la Facultad Orgánica de Correa de Arauxo, donde se explican los magistrales tientos y la manera de tocarlos de este gran maestro sevillano.

Una auténtica joya del patrimonio español que podemos escuchar todos los años en el prestigioso Ciclo Internacional de Conciertos de organiza la parroquia. Este año cumple su XV celebración.

Órgano de Torre de Juan Abad. Autor, desconocido

Órgano de Torre de Juan Abad. Autor, desconocido

El órgano de la iglesia de Santo Domingo de Guzmán de Terrinches completa la trilogía de música celestial barroca única y desconocida en España.

En consonancia con los órganos vecinos, el pequeño gran instrumento de Terrinches construido por el maestro García Herraiz en 1799, cuenta con una extraordinaria calidad musical. Sorprende por sus proporciones y por su teclado alto, que bien pudo servir para ser tocado de pie en sus inicios.

El viajero que acude a este pueblo encuentra paz, calma, sosiego y música.

Concierto de órgano en Terrinches. Autor, Pedro Castellanos

Concierto de órgano en Terrinches. Autor, Pedro Castellanos

“(…) Era la hora de que comenzase la misa. Transcurrieron, sin embargo, algunos minutos sin que el celebrante apareciese. La multitud comenzaba a rebullirse, demostrando su impaciencia; los caballeros cambiaban entre sí algunas palabras a media voz y el arzobispo mandó a la sacristía a uno de sus familiares a inquirir el por qué no comenzaba la ceremonia…
Maese Pérez, pálido y desencajado, entraba, en efecto, en la iglesia, conducido en un sillón, que todos se disputaban el honor de llevar en sus hombros.
Los preceptos de los doctores, las lágrimas de su hija, nada había sido bastante a detenerle en el lecho.
-No -había dicho-; ésta es la última, lo conozco, lo conozco, y no quiero morir sin visitar mi órgano, y esta noche sobre todo, la Nochebuena. Vamos, lo quiero, lo mando; vamos a la iglesia.
Sus deseos se habían cumplido; los concurrentes le subieron en brazos a la tribuna y comenzó la misa.
Una nube de incienso que se desenvolvía en ondas azuladas llenó el ámbito de la iglesia; las campanillas repicaron con un sonido vibrante, y maese Pérez puso sus crispadas manos sobre las teclas del órgano.
Las cien voces de sus tubos de metal resonaron en un acorde majestuoso y prolongado, que se perdió poco a poco, como si una ráfaga de aire hubiese arrebatado sus últimos ecos.
A este primer acorde, que parecía una voz que se elevaba desde la tierra al cielo, respondió otro lejano y suave que fue creciendo, creciendo, hasta convertirse en un torrente de atronadora armonía.
Era la voz de los ángeles que atravesando los espacios llegaba al mundo.
Luego fueron perdiéndose unos cantos, después otros; la combinación se simplificaba. Ya no eran más que dos voces cuyos ecos se confundían entre sí; luego quedó una aislada, sosteniendo una nota brillante como un hilo de luz… El sacerdote inclinó la frente, y por encima de su cabeza cana y como a través de una gasa azul que fingía el humo del incienso apareció la Hostia a los ojos de los fieles. En aquel instante la nota que maese Pérez sostenía trinando se abrió, se abrió, y una explosión de armonía gigante estremeció la iglesia, en cuyos ángulos zumbaba el aire comprimido y cuyos vidrios de colores se estremecían en sus angostos ajimeces.
La multitud escuchaba atónica y suspendida. En todos los ojos había una lágrima, en todos los espíritus un profundo recogimiento.
El sacerdote que oficiaba sentía temblar sus manos, porque Aquél que levantaba en ellas, Aquél a quien saludaban hombres y arcángeles era su Dios, era su Dios, y le parecía haber visto abrirse los cielos y transfigurarse la Hostia.
El órgano proseguía sonando, pero sus voces se apagaban gradualmente como una voz que se pierde de eco en eco y se aleja y se debilita al alejarse cuando de pronto sonó un grito de mujer.
El órgano exhaló un sonido discorde y extraño, semejante a un sollozo, y quedó mudo.
La multitud se agolpó a la escalera de la tribuna, hacia la que, arrancados de su éxtasis religioso, volvieron la mirada con ansiedad todos los fieles.
-¿Qué ha sucedido? ¿Qué pasa? -se decían unos a otros. Y nadie sabía responder y todos se empeñaban en adivinarlo, y crecía la confusión y el alboroto comenzaba a subir de punto, amenazando turbar el orden y el recogimiento propios de la iglesia.
-¿Qué ha sido eso? -preguntaban las damas al asistente, que, precedido de los ministriles, fue uno de los primeros a subir a la tribuna, y que, pálido y con muestras de profundo pesar, se dirigía al puesto en donde le esperaba el arzobispo, ansioso, como todos, por saber la causa de aquel desorden.
-¿Qué hay?
-Que maese Pérez acaba de morir.”

Cuanto más profundizamos en la historia del Campo de Montiel, más nos damos cuenta de que esta comarca tiene muchísimos recursos que ofrecer al visitante: castillos, restos arqueológicos de todas las épocas, personajes ilustres y artistas de renombre, senderos históricos, paisajes, fauna autóctona, artesanía, gastronomía, tesoros guardados bajo llave… y todo ello enriquecido con una gente humilde, sencilla y acogedora.

‘(…) Don Quijote de La Mancha, de quien hay opinión, por todos los habitantes del distrito del Campo de Montiel que fue el más casto enamorado y el más valiente caballero que de muchos años a esta parte se vio en aquellos contornos (…)’. Prólogo de «El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha».

Camino de Torre de Juan Abad. Autor, Miguel Angel Rivas

Camino de Torre de Juan Abad. Autor, Miguel Angel Rivas

Si queréis descubrir esta maravillosa tierra, os proponemos vivir estas experiencias: (más información pinchando en cada enlace)
Campo de Montiel: la esencia de La Mancha
La Ruta del Quijote y los Escenarios de Cervantes
Entre Templarios y el Castillo de Montizón
Terrinches y las Hoces del Gongares
De naturaleza por Villahermosa. En tierras del Alto Guadiana
Villanueva de los Infantes: en la cuna del Quijote y en la mesa de Quevedo

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Un artículo de Antonio Bellón Márquez
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Textos extraídos de la obra:
“Maese Pérez el Organista”. Gustavo Adolfo Bécquer, 1861.

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El castillo de Montizón. Por tierras de Jorge Manrique

castillo de Montizon Campo de Montiel Villamanrique

Hacía mucho tiempo que alentábamos el deseo de visitar el castillo de Montizón, Mons Mentesanus, cuando romano, y Montixon, cuando árabe. Algo así como una extraña admiración romántica, por aquella grande y recia fortaleza, en la que acaso Jorge Manrique, señor de Villamanrique, escribiera sus famosas Coplas, ya que es probado que moró en ella algún tiempo.
Sirvan estas líneas para alentar en lo posible vuestra visita.

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Campo de La Mancha, campo de Montiel. Autora, Alba Casals

Ha mediado el otoño, verdadera primavera de La Mancha. Es un día tan azul y tan diáfano que asemeja el cielo una fiesta de añil y de luz. La gran patena del sol expande sobre los campos sus hostias de oro. Y el campo se esponja bajo la caridad tibia y placentera.
Allá en la distancia, un sembrador arroja la dorada bendición del trigo, en espera de que el agua obre el milagro germinador.
Una mano invisible y despiadada va pelando implacable la fronda de las vides.
Por entre el verde plata de los olivos asoman a centenares las perlas negras de las aceitunas.

Timpano iglesia de Villamanrique. Autor, César del Pozo

Tímpano de la iglesia de Villamanrique. Autor, César del Pozo

Clavadas el horizonte aparecen las casas de Cózar. Sobre el pardo de la tierra, el pardo de los tapiales. Y sobre éstos, la parda montera de los tejados y las negras pipas de las chimeneas. Cózar, como tantos otros lugares españoles, está esperando de Dios lo que los hombres le niegan. Adormecido al sol, sobre una loma, le dejamos atrás.
Un poco más allá, Torre de Juan Abad nos sale al paso. La sombra del insigne don Francisco de Quevedo llena el pueblo. Aún resuenan por las calles las pisadas patizambas y el golpear del toledano estoque del formidable escritor, que gran señor fuera de la villa.
Hemos llegado hasta Villamanrique, cruce estratégico de caminos y escenario auténtico del Quijote de Cervantes. Desde el pueblo al castillo hay un camino estrecho y bacheado, de difícil tránsito para nuestro coche.

Por fin en el castillo

Entrada al castillo de Montizón

Desde el camino no se divisa el castillo, oculto tras altas lomas. Es sólo estando encima cuando nos muestra la fortaleza los recios dientes de sus almenas, que fingen un bostezo interminable. Ni foso, ni rastrillo, ni poterna, ni puente levadizo, ni gente de armas nos vedan el acceso, cual seguro sucediera allá en los tiempos de que fuera su señor.
Ni ha sonado tampoco en la alta torre la trompa del atalaya, anunciando la llegada de gentes extrañas al alcaide de la fortaleza.
Sólo guardan la entrada, en estos tiempos, dos tremendos mastines, que al divisarnos, ladran furiosamente, con canina y tozuda obstinación.

En el interior del Castillo

En el interior del castillo

Penetramos al fin en la mansión guerrera irrumpiendo en su amplia plaza de armas; espaciosas salas castellanas, antaño adornadas de ricos tapices y muebles severos; la vieja capilla de la fortaleza, en que los caballeros de Santiago elevaron sus preces al cielo pidiendo la victoria; la gallarda torre del homenaje; el salón de honor, lugar de fiestas en un ayer remoto; las lóbregas mazmorras, en las que gimieran cautivos; la espaciosa cocina, en que hubiese cabido holgadamente el entero novillo de las Bodas de Camacho
Desde una alta ventana, en que la castellana llorara ausencias en otro tiempo, contemplamos, brillante bajo la llama del sol, el curso del Guadalén. El brazo de acero del río defiende las rocas, en que asienta el castillo su imponente mole.
El paisaje se cierra hacia el norte por cerros y onduladas lomas, que forman el escalón de la meseta manchega. Y hacia el sur se abre, siguiendo el camino que marca la estela de cristal del río, en su marcha hacia el Guadalimar, del que es tributario. Siguiendo este estrecho valle subirían, desde Andalucía, las tropas moras. Y por él bajarían, sin duda alguna, las nobles cabalgadas santiaguesas, en los duros tiempos de la Reconquista.

Paisaje en el Guadalén. Autor, Pedro Castellanos Triviño

Paisaje en el Guadalén. Autor, Pedro Castellanos Triviño

Montizón es el hito gigante que marca la linde de los campos de Castilla y las tierras andaluzas.
Ya ni pajes, ni escuderos, ni ballesteros, ni heraldos, ni hombres a caballo, ni gentes de la mesnada del castellano señor – Jorge Manrique, que luchando por su reina halló la muerte en Garci-Muñoz -, animan con sus voces y su marcial estruendo la plaza de armas.
Ni se escucha el sonar de tambores y trompas de guerra.
Ni fulguran al sol los aceros de las armaduras.
Ni pretenden clavarse en el cielo las lanzas.
Ni relinchan los nobles corceles presagiando la dura pelea.
Ni entre las almenas asoman las damas despidiendo al guerrero que marcha al combate.
Ni se escuchan las dulces canciones de los trovadores al pie de la torres.
La época gloriosa de los caballeros y las castellanas “pasó como pasa, bajo el puente, el río”.
Sobre su peñón cimero, negra verruga de piedra, el castillo duerme su sueño eterno.

Aquel de buenos abrigos,
Amado por virtuoso de la gente,
el maestre don Rodrigo Manrique,
tan famoso y tan valiente

Al atardecer

Al atardecer


Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©

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El Lugar de La Mancha

Corresponde siempre, y más en años de conmemoraciones, tratar de indagar acerca de asuntos que inciden muy directamente en la cultura, la economía, la sociabilidad, el turismo y el prestigio de determinados territorios.
Nada impide aportar la propia opinión sin mayor pretensión. Contando con que el paso del tiempo, la investigación y la documentación serán los verdaderos artífices que clarifiquen todas las dudas e interrogantes que hasta ahora condicionan el enigma lugar.

Atendiendo al sentido práctico y a la intención de utilizar el sentido común según datos evidentes y al alcance de todos, quisiera exponer un punto de vista alejado de dogmas o intereses locales, tratando de acentuar aspectos que abarquen mayores márgenes culturales que la limitante y excluyente localización de un punto concreto. Por otra parte, hasta ahora tan difícil de asegurar, precisamente por la falta de documentación que lo acredite.

Así pues, quiero comenzar aludiendo a este respecto recordando a Cervantes en una de sus citas mencionadas en el Quijote: “Mientras se gana algo no se pierde nada”. A lo cual añado, que donde todos ganan, nadie pierde.

El molino del Mediterráneo

El molino del Mediterráneo

Hasta ahora, el Lugar de la Mancha, no nos ha servido de mucho a los manchegos. Creo que las ansias por acapararlo y acotarlo en un determinado municipio nos empobrece a todos y limita lo universal a lo local.
No olvidando nunca a Cervantes y su afición por los refranes, es preciso recordar que “la avaricia rompe el saco”.
Puede que el afán de personalismos, localismos y demás exclusivismos esté impidiendo que rentabilicemos con auténtica eficacia el incalculable tesoro de formar parte de una de las grandes obras literarias del arte universal.

Deseo mostrar respeto, agradecimiento y consideración por todos cuantos han dedicado su tiempo y sus mejores intenciones para hallar determinado lugar, aportándonos multitud de nuevos puntos de vista, datos y conocimientos. Así como tener muy presentes los estudios de concienzudos cervantistas que no cesan de sumar multitud de razones para entender la genialidad del Quijote.

Aparte de quien lo desee, los manchegos, más que nadie, estamos obligados a convivir entre sí, compartiendo la universalidad que nos ha sido concedida por Cervantes. Menospreciar dicho bien incalculable enfrentando, dividiendo y oponiendo nuestro territorio con sus pueblos, resulta lamentable y contraproducente para La Mancha en particular y para la cultura española en general.
Deberíamos sentirnos obligados a esforzarnos por encontrar el modo que posibilite distribuir la rentabilidad cultural, turística, económica y social de formar parte del universo cervantino.
Estoy convencido de que en ello debe implicarse el país entero porque el Quijote, tratándose de la obra cumbre de la literatura en lengua castellana o española, debe atenderse como un asunto de Estado.

Buscando el norte. Autora, Eve Livesey

Buscando el norte. Autora, Eve Livesey

“El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha”.
Este es el título elegido por el autor. La primera frase que dice con exactitud que el protagonista pertenece a La Mancha.

Ahora a ver quien es el guapo capaz de identificar y definir con exactitud qué entendía Cervantes por el espacio que ocupaba La Mancha en la creación de su novela. Contrastando mapas y documentos que incluyan desde el Común de La Mancha, hasta la provincia de La Mancha, ya posterior a Cervantes, se podría aproximar un extenso territorio que acogería prácticamente toda la provincia de Ciudad Real y buena parte de las de Toledo, Cuenca y Albacete. Sin descartar que La Mancha pueda entenderse para muchos desde prácticamente el sur de Madrid hasta las estribaciones de Sierra Morena.
Empezando por algo tan inmenso, creo que va a ser realmente imposible precisar con exactitud ese famoso y desconocido Lugar.

“En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…”
Así comienza el capítulo primero de la primera parte. Así nos dice claramente el autor que no desea recordar dicho lugar.
Para muchos es más que suficiente para no incidir en la búsqueda o designación del mismo. Para otros supone el reto de investigar y encontrarlo.
Va a ser casi imposible hallar con certeza y con autenticidad algo que no dejó escrito ni documentado el autor, y mucho más tratándose de una decisión convenida a propósito. Desde luego que puede investigarse y aproximarse al respecto. Demostrarlo lo encuentro imposible a no ser que alguna vez aparezca documento que especifique de puño y letra de Cervantes: el lugar de La Mancha del cual no quiero acordarme es tal.

Campos de Montiel. Autora, Luz Vazquez

Campos de Montiel. Autora, Luz Vazquez

Cervantes escribe literalmente que don Quijote comenzó a caminar por el Campo de Montiel y también dice que regresó al mismo después de aventurarse en sus peripecias. Parece ser que allí ubica su casa. Y por supuesto donde sitúa la casa, se supone que debe ser el lugar de origen del caballero.
La delimitación del Campo de Montiel queda bien documentada en época de Cervantes, en las Relaciones Topográficas de Felipe II.
Campo de Montiel y La Mancha son dos acepciones que se intercalan y complementan. El Campo de Montiel forma parte del entorno histórico, cultural y social de La Mancha, desde la existencia de ambos. Lo manchego integra la totalidad de la provincia de Ciudad Real incluso desde la designación toponímica de los árabes. Por tanto es absurdo discutir si el Campo de Montiel forma o formaba parte de La Mancha o no, cuando además Cervantes redunda en repetidas ocasiones que comenzó a caminar por el mismo y regresó a morir a su casa. Por tanto no es faltar al rigor literario asegurar que dicho lugar del cual no quiso acordarse se encontraba en el Campo de Montiel. Cervantes habla de una aldea.

Si volvemos a citar la frase que indica ese lugar de cuyo nombre no quiso acordarse, la lógica nos dice que sería absurdo pensar que dicho lugar fuera alguno de los que cita. Por tanto habría que descartar los mencionados de forma explícita porque el propio autor dice claramente que no quiere acordarse.
“de donde como queda dicho, tomaron ocasión los autores de esta tan verdadera historia, que sin duda se debía llamar Quijada, y no Quesada como otros quisieron decir. Pero acordándose que el valeroso Amadís, no sólo se había contentado con llamarse Amadís a secas, sino que añadió el nombre de su reino y patria, por hacerla famosa, y se llamó Amadís de Gaula, así quiso, como buen caballero, añadir al suyo el nombre de la suya, y llamarse DON QUIJOTE DE LA MANCHA, con que a su parecer declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la honraba con tomar el sobrenombre della.”
Aquí nos asegura Cervantes, que la patria de don Quijote es La Mancha. Y nos ha dicho también que comenzó a caminar por el Campo de Montiel y regresó a él. Con lo cual se entiende con facilidad que el Campo de Montiel aun siendo un espacio propio, formaba como siempre y como hoy, parte de La Mancha de un modo tan natural como la propia existencia de una historia, una cultura y un ambiente común.

También un lugar de La Mancha. Autora, María

También un lugar de La Mancha. Autora, María

No podrá opinarse con un mínimo de lógica, si el Quijote no se lee en paralelo a todo cuanto pueda hallarse de biografías de Cervantes. Pues la suma de la vida del escritor, junto con el espacio geográfico de La Mancha, dan como resultado la creación de la novela y muchas claves que delatan ficción inspirada en realidad.
Sabemos que no tuvo una vida fácil. Que más de una vez tuvo que empezar de cero y que en numerosas ocasiones transmite la frustración que lo acompañó tanto en lo profesional como en lo personal. Al igual que el protagonista de su novela, se vio abocado a aventurarse para buscarse la vida; pero sobre todo por necesidad de libertad.
Tuvo que emprender la aventura de una nueva vida en la inmensidad de La Mancha, que posiblemente abarcaba en su época como ahora, un gran espacio indeterminado, al igual que hoy para tantos que la cruzan, entre Madrid y Sierra Morena.
En Esquivias obtuvo ayuda de un pariente y allí se casó. Y leyendo sus biografías parece que fue más por necesidad material que afectiva. Que dicho matrimonio nunca fue bien visto por la familia de la novia. Y pudiera ser que aquel lugar de La Mancha no le trajera muy buenos recuerdos como para recordarlo a la hora de escribir. Pero, ¿quién podrá demostrarlo?
Existen partidas de bautismo en Alcalá de Henares y en Alcázar de San Juan. Sí, quizá estos documentos demuestren el lugar de nacimiento del autor, pero no el que el mismo quiso omitir como patria del protagonista.
El Toboso es el lugar más citado de la novela, por tanto absurdo que se trate del lugar que no quiso acordarse.
Nombra Argamasilla al final de la primera parte. Lo hace de forma despectiva, herido por el plagio que al parecer incitó Lope de Vega a través de Avellaneda. Nada hay documentado acerca de que Argamasilla de Alba fuera dicho lugar. Ni nada hay documentado de su estancia en la cueva de Medrano, por tanto lo que le queda es la tradición de haber pretendido dicho lugar desde que se comenzó a redescubrir la novela, buscando beneficios comerciales a través del editor, el dramaturgo y el descendiente que heredó las posesiones sanjuanistas del hijo de Carlos III. Y por cierto, Cervantes cita únicamente Argamasilla sin especificar de Alba. En la provincia de Ciudad Real, que acoge la mayor parte de La Mancha, también existe otra Argamasilla.

Casa de Medrano. Argamasilla de Alba. Autora, Paulaadm

Casa de Medrano. Argamasilla de Alba. Autora, Paulaadm

Recientemente contamos con otra población que apuesta fuerte por ese Lugar. Al igual que Esquivias, El Toboso o Argamasilla, no puede demostrar documentalmente nada. Si Esquivias compite con datos biográficos del autor, Argamasilla con la tradición de haberse autoproclamado la primera como ese lugar; Villanueva de los Infantes con ser la primera población que lo pretende a través de un estudio multidisciplinar compuesto por varios catedráticos. Cierto es que ninguna de estas poblaciones puede afirmar con certeza la autenticidad de dicho Lugar, porque sólo corresponde a Cervantes asegurarlo. En tanto en cuanto no aparezca el documento que lo acredite, el Lugar de La Mancha continuará siendo el mismo que Cervantes no quiso acordarse.
Considero más productivo para todos, entender o asumir que no es tan determinante ni tan importante que dicho lugar se defina en una localidad concreta. Pues aunque la lógica nos dice que puede tratarse de una aldea o un pueblo. Tampoco nada nos asegura que dicho lugar sea nada más que eso, un lugar impreciso sin más.
Es más auténtico, más sano y más real que dicho lugar exista donde verdaderamente permanece la esencia, la autenticidad y la atmósfera que inspiró a Cervantes. Allí donde permanezca la identidad de la cultura y la imagen manchega propia del clasicismo quijotesco, veremos realmente el Lugar de La Mancha. Ni Cervantes ni Don Quijote podrán identificarse allí donde ha desaparecido la personalidad manchega que originó las poblaciones de la mítica llanura.
Cervantes dejó escrito literalmente que todas las villas manchegas se disputarían la patria de Don Quijote. Por tanto no es nada ilícito ni fuera de lugar que cualquier localidad comprendida en el ámbito manchego, pretenda ser dicho lugar. Algunas con más motivos. Otras con más determinación y algunas con mayor rigor. Pero todas con absoluto derecho a pretenderlo haciendo honor al deseo del autor de una obra maestra que nos hace universales, no locales.

El linaje de Villanueva de los Infantes. Autor, Jose María Moreno García

El linaje de Villanueva de los Infantes. Autor, Jose María Moreno García

Quizá esta sea una de las claves de dicha universalidad. No haber localizado con exactitud la patria del héroe mítico. Haber poseído suficiente ingenio y suficiente ironía para situar mediante la parodia a un caballero medieval en la contemporaneidad barroca del autor. Cervantes no precisa nada a propósito. Permite al lector imaginar, creando con ello la genialidad de la primera novela moderna de la historia.
Nos ha regalado la libertad de imaginar ese lugar donde cada cual lo encuentre conforme a los parámetros que él halló en su imaginación. La determinación de no situarlo con exactitud geográfica confiere auténtico sentido irónico y burlesco a la condición anacrónica y patética de un personaje inteligentemente utilizado para evidenciar mediante la denuncia social camuflada de humor y demencia, la ridícula existencia de multitud de hidalgos arrogantes venidos a menos, aferrados a privilegios más que rancios.
Hablar de un determinado lugar de La Mancha, sin demostrarlo científicamente por medio de documentos históricos, sería tanto como afirmar un dogma.
Creo que dicho lugar debe entenderse como la voluntad de Cervantes por decir con la ocultación del mismo, mucho más que si lo mencionase literalmente.
Don Quijote es tan innovador que ni siquiera existe en la ficción de la obra literaria; en la cual sólo parece real mientras protagoniza las aventuras imaginadas por el autor. De hecho toda la novela vive en dichas aventuras. Nada, excepto escasos detalles de presentación, nos cuenta de su supuesta vida real al margen de la intencionada parodia caballeresca que a la vez canaliza como crítica social. Cuyo personaje muere fracasado dando por finalizadas sus aventuras, sin regresar a su vida real.
Cervantes necesitaba este sueño para liberarse de la continuada frustración que sufrió en vida.
Encuentro más productivo y más beneficioso para todos, encontrar dicho Lugar de La Mancha, allí donde se cuida, se mantiene y se fomenta la imagen que identifica el entorno con la esencia de la novela.
Aquellos pueblos que han sabido conservar la dignidad y la belleza de la identidad estética, arquitectónica y paisajista de La Mancha, será siempre el Lugar de La Mancha que asocia a Don Quijote con la universalidad que nos regaló Cervantes.
Ni don Quijote ni Cervantes, podrán verse en todos aquellos lugares que hayan adulterado dicho clasicismo cervantino.

Lagunas de Ruidera. Autor, J.S.C.

Lagunas de Ruidera. Autor, J.S.C.

Hoy en pleno siglo XXI, la genialidad que nos concedió Cervantes para encontrar ese Lugar del cual no quiso acordarse, puede descubrirse con la autenticidad que demuestra la existencia de espacios reales de la época del autor. Mantenidos idénticos a la cultura que creó e inspiró la novela. Y podrá verse en todos aquellos que se impliquen en hacer honor a sí mismos recuperando y preservando la imagen de la identidad manchega.
Así pues, el Lugar de La Mancha existe realmente en la zona de los molinos de Campo de Criptana, en la vista de la llanura manchega desde los molinos de Alcázar de San Juan. En los cerros de molinos de Consuegra y Mota del Cuervo.
En las manchegas calles de El Toboso, cada vez más cuidadas y respetuosas con el paisaje urbano castizo y popular. En los incomparables conjuntos históricos artísticos de Almagro y Villanueva de los Infantes, repletos de casas de hidalgos y casas populares donde habitaron los personajes de la obra.
Por supuesto en las Lagunas de Ruidera y Cueva de Montesinos. En las blancas calles de la pequeña villa rural manchega que es Fuenllana. En los paisajes del Campo de Montiel. En la preciosa plaza de Puerto Lápice con su flamante nueva calle porticada de porches manchegos.
En la autenticidad de la casa de Cervantes en Esquivias. En los paisajes de Sierra Morena. E incluso en la playa de la Barceloneta. Porque allí donde estuvo Cervantes, estuvo don Quijote. Y allí donde exista y perdure la autenticidad y la imagen que inspiró al genial escritor, existirá el valor universal, la magia de sentir la atmósfera que originó al Quijote.

Visitando Fuenllana. Un auténtico pueblo de La Mancha. Autor, Nestor Cano

Visitando Fuenllana. Un auténtico pueblo de La Mancha. Autor, Nestor Cano

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Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano.
Abril 2015
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Fotografía de portada: Plaza de Cervantes Alcalá de Henares. Autora, Adri Cbl
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