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La Solana, tierra de azafrán y de artesanía

Cuentan algunas leyendas que esta villa era llamada El cerro de los Dioses de Cristal en tiempos de los oretanos, cuando un palacio de cristal, lleno a su vez de estrellas, ocupaba el lugar


La Solana se encuentra en un alto que destaca sobre la llanura manchega y, haciendo honor a su nombre, a menudo iluminada por el sol. En efecto, la luz y el sol están metidos en la raíz de este pueblo hasta el punto de que una leyenda cuenta que en tiempos muy antiguos –se remontan a la época prerromana- había un resplandeciente palacio de cristal en lo alto del alcor que recibía el nombre de Cerro de los Dioses de Cristal. No un palacio, pero sí existía un bastión defensivo en la Edad Media, castillo que pasó de manos árabes a cristianas hasta quedar definitivamente en posesión de estos últimos a comienzos del siglo XIII, a raíz de la batalla de las Navas de Tolosa. Pronto sería encomendada a la Orden de Santiago la repoblación de la plaza; sus primeros habitantes estacionales eran, según numerosas fuentes, pastores que bajaban con su ganado por la Cañada Real Soriana, hasta que ya a finales del siglo la población se fue estabilizando.

La Solana tiene tradición y presente de población artesana. De antiguo proceden la alfarería, la forja artística, la elaboración de botas para vino, el trabajo del esparto… Pero hay dos producciones, además de la de aceites y quesos, que han distinguido a esta localidad: el cultivo del azafrán y la fabricación de hoces, que hoy día ha dejado paso a la industria de herramientas y aperos para el campo.

Iglesia de Santa Catalina.Iglesia de Santa Catalina. Autor, Pablo Mirón

Plaza Mayor de La Solana. Autor, José Mª SánchezPlaza Mayor de La Solana. Autor, José Mª Sánchez

Patio de la casa de la iglesia de Santa Catalina. Autor, Juan Pedro GarcíaPatio de la casa de la iglesia de Santa Catalina. Autor, Juan Pedro García

La Solana tiene un núcleo monumental que se desarrolla en un entorno no muy lejano a su maravillosa plaza Mayor. En ésta, de espléndidas proporciones, tres de sus lados presentan porches adintelados y soportales sobre arcos de medio punto, fechado en el siglo XVI. En el lado sur se levanta la espléndida parroquia de Santa Catalina, una obra gótica tardía y renacentista iniciada en 1420 y concluida en 1524. Posteriormente se añadieron elementos barrocos, como la torre.

Conviene fijarse en la galería elevada sobre arcos que recorre el exterior de la iglesia y la hermosa portada clasicista. En su interior, son notables las capillas laterales, las rejas de forja y las bóvedas estrelladas de su única nave. La torre se inscribe en el barroco y está considerada como una de las más majestuosas de la provincia de Ciudad Real.

Varios edificios religiosos de interés se despliegan en este núcleo de calles peatonales entorno a la plaza. La iglesia San Juan Bautista o el antiguo convento de los Trinitarios, y el Convento de las Madres Dominicas, ambos del siglo XVII. Aquí, las religiosas de clausura preparan por encargo unos deliciosos suspiros de monja.

Nuestro paseo religioso tiene un imprescindible final en la ermita de San Sebastián, que guarda un magnífico tesoro: un artesonado mudéjar, joya histórica labrada en nácar sobre madera de ébano. La ermita es gótica y pasa por ser el templo más antiguo de La Solana.

En cuanto a arquitectura civil, hay también un buen puñado de casas solariegas que se pueden ir viendo en recorrido por esta agradable zona alta de la población. Así, en la plaza de Don Diego y junto a la iglesia parroquial, nos encontramos con el palacio de los Condes de Casa Valiente o Casa de Don Diego, con un notable patio con columnas toscanas. Este palacio perteneció en origen al Marqués de la Ensenada, ministro de Carlos III. Muy cerca está la Casa de la Encomienda, con una bonita torre con el emblema de la Orden de Santiago.

Iglesia de San Juan Bautista, antiguo convento de TrinitariosIglesia de San Juan Bautista, antiguo convento de Trinitarios. Autor, Juan Pedro García

Concierto de música sefardí, artesonado mudéjar y frescos en la ermita de San Sebastián.Concierto de música sefardí, artesonado mudéjar y frescos en la ermita de San Sebastián. Autor, Juan Pedro García

Patio de la Casa de la Encomienda. Autor, Juan Pedro GarcíaPatio de la Casa de la Encomienda. Autor, Juan Pedro García

Casa de Don DiegoCasa de Don Diego. Autor, Juan Pedro García

Entre las actividades más destacadas en el terreno cultural, hay que reseñar la Semana de la Zarzuela, que se celebra todos los años en el mes de octubre. Un mosaico en la calle de Feria ilustra la afición de La Solana a este género musical escénico o teatral. Por él sabemos que el compositor Jacinto Guerrero y sus libretistas F. Romero y G. Fernández Shaw se inspiraron en este lugar para componer La Rosa del Azafrán, no en vano, se tiene constancia de que al menos desde principios del siglo XVIII se cultiva la planta del azafrán en La Solana.

Actualmente los campos de La Solana son los principales productores del afamado azafrán de La Mancha, el de mejor calidad de España.

La Solana cuenta también con un Festival de Cine con merecido y cierto prestigio. Un evento de cortometrajes combinado con encuentros, homenajes, exposiciones, gastronomía, vitivinicultura y sección oficial, que convierten a la ciudad en un interesante escenario durante el mes de diciembre.

Recolectando el azafrán. Autor, Juan Pedro GarcíaRecolectando el azafrán. Autor, Juan Pedro García

Azafrán. Autor, Juan Pedro GarcíaAzafrán. Autor, Juan Pedro García


La Solana y las hoces, la Barcelona de La Mancha, un libro de Aurelio Maroto Gómez-Pimpollo


Este libro editado por la Fundación Histórico-Cultural “Paulino Sánchez Delgado” de La Solana, brinda un merecido homenaje a una de las señas de identidad de La Solana, la fabricación de hoces, un producto elaborado artesanalmente que fue sustento de cientos de familias durante más de dos siglos, convirtiendo antaño a esta localidad en el mayor productor nacional de esta herramienta.

Un libro que en palabras del propio autor está: “Dedicado a todos los herreros solaneros que escribieron con su sudor y con su sangre, una de las páginas más maravillosas de La Solana. Una legión de héroes, herreros de raza, de dinastía, que llegaban y se iban de la fragua con la luz encendida, se helaban las manos afilando en el remolino en las mañanas de enero o se cocían forjando a macho y martillo las tardes de julio”.

Nuestro homenaje también a todos los segadores que durante siglos y siglos, se sirvieron de esta herramienta tan humilde y tan práctica, para recolectar los cereales de nuestros campos.



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Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©

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Curiosidades sobre la cerveza

curiosidades sobre la cerveza turismo industrial

La cerveza constituyó la bebida medieval de las clases humildes y formó parte de la paga de los soldados. Los nobles la desdeñaban, pero era alabada por las órdenes monásticas más austeras


En muchas películas de Hollywood sobre Robin Hood hay escenas en las que los frailes invitan a dar gracias a Dios por el más importante fruto del cereal, la cerveza. En medio de la maraña de errores históricos que acompañan a estas producciones, esta alusión proporciona un detalle auténtico de la vida cotidiana en la Inglaterra medieval.
Durante siglos, el agua de los ríos, manantiales o pozos fue considerada –y en parte realmente lo era- como una bebida peligrosa, potencialmente portadora de enfermedades, que tan sólo se podía utilizar hervida y nunca para beber. Por otra parte, la leche se empleaba para la fabricación de queso o de mantequilla. Por tanto, para apagar la sed, alimentarse, relajarse o embriagarse, solamente quedaban el vino, varios tipos de cerveza y algún que otro producto de la fermentación, como la sidra.
El vino tenía una gran difusión, debido al valor simbólico que le daba la sociedad cristiana, pero en las zonas donde difícilmente se podía cultivar la vid, como sucedía en las islas Británicas y en el centro y norte de Europa, la importación lo convertía en un producto reservado a las clases privilegiadas. A las masas populares, que vivían en el campo y en las ciudades, tan sólo les quedaba la cerveza.

Campesinos de fiesta en una taberna holandesa. Adriaen van Ostade. 1673

El lúpulo y la seducción femenina

Puesto que la fabricación de la cerveza era un trabajo esencialmente doméstico, en Inglaterra hasta finales del siglo XIV la producción y el comercio de esta bebida estaba, casi en su totalidad, en manos de mujeres. Junto a las amas de casa, que preparaban la cerveza para la familia y vendían el excedente, existían algunas mujeres que iban un poco más allá en la comercialización, sin que esto incomodase al marido.
Cada año, algunos magistrados recorrían pueblos y ciudades para recaudar el assizes of ale (impuesto de la cerveza): cataban la producción, concedían licencias de venta o las revocaban, controlaban que las medidas usadas y la calidad correspondiese a lo que exigían los Estatutos, o a las costumbres transmitidas oralmente por la administración regia, local o señorial; finalmente fijaban el precio al que se podía vender la cerveza en ese lugar. En sus registros quedan reflejados, entre otras muchas cosas, los nombres de mujeres “cerveceras”. Una producción y un comercio hecho por las mujeres en el que, sin embargo, las pautas de calidad y los precios eran fijados por los hombres, no siempre funcionaba sin tropiezos. Los registros están repletos de cerveceras que intentaron evitar el pago de estos impuestos. Por otro lado, tampoco para los catadores debía ser fácil distinguir las mujeres que realizaban la producción para sí mismas de aquellas que lo hacían con fines comerciales. A todo esto hay que añadir que la imagen que los hombres daban de estas cerveceras no era demasiado atractiva: las describen como violentas y poco femeninas, o también como peligrosas seductoras, capaces de engañarte mientras venden su cerveza. En cualquier caso, con la progresiva introducción de la beer con lúpulo, cuya importación y posterior producción fue acaparada por los hombres, la presencia de las mujeres en el comercio de la cerveza se redujo drásticamente, hasta convertirse en época moderna en una simple labor de intercambio de productos caseros. Mientras tanto comenzaban a surgir las public houses, donde es podía ir por la noche a beber cerveza sin tener que hacer frente a las terribles y peligrosas cerveceras.

El alegre bebedor. Judith Leyster. 1629

Cerveza para mojar pan

En la Edad Media, el consumo de cerveza era muy alto y se repartía a lo largo de toda la jornada. Se desayunaba con cerveza, mojando en ella pan seco, acompañado de queso, sopa de avena, verduras y en las otras comidas del día, cuando las había, a veces carne. Con ella se apagaba la sed durante el trabajo cuando hacía calor y servía de bebida reconfortante cuando, por el contrario, el tiempo se volvía frío y húmedo. Finalmente, con la llegada de la noche, se ahogaban en cerveza las fatigas de la jornada. Eduardo I de Inglaterra (1239-1307) estableció que sus soldados tenían derecho a recibir un galón de cerveza al día (unos 4,5 litros), que era lo que un hombre adulto inglés bebía cotidianamente.
Este es un detalle que puede encontrarse en la contabilidad de las casas señoriales, en las prescripciones monásticas y en los donativos a los pobres. En Polonia, los castellanos bebían entre tres y seis litros de cerveza al día, mientras que los campesinos debían contentarse con tan sólo un par de ellos. Efectivamente, en el campo el consumo era más reducido, no llegando casi nunca al exceso. Se sabe que una mujer que tuviera que cuidar de una familia de cinco personas fabricaba semanalmente unos ocho galones de cerveza (lo que significaría el consumo de un litro per cápita al día). Es difícil establecer la cantidad de alcohol que contenían estas bebidas, pues esto dependía de la proporción entre agua y malta, así como de la fermentación. Probablemente se podían obtener cervezas más o menos fuertes, dependiendo de la estación y, por otra parte, la cerveza se podía rebajar con agua, al igual que se hace con el vino.

Solo cerveza de barril. Autor, Dan Graham

Inferior al noble fruto de la vid

En el campo como en la ciudad la cerveza siempre fue una bebida de pobres, tanto por sus características alimenticias y de sabor, como por tener un precio relativamente bajo (siempre ligado al de los cereales), pero también y sobre todo, por su imagen: en la sociedad cristiana solamente podía ser una bebida inferior al noble fruto de la vid. Una vez superado el largo periodo en el que beber cerveza era indicativo de origen germano, los nobles y los burgueses que podían permitírselo se inclinaban por el consumo de vino, incluso en aquellas regiones en las que no había ni rastro de viñedos. A menos que pretendieran haber gala de un estatus diferente, como sucedió con ciertos grupos de nobles de origen anglosajón, que en la Inglaterra de los siglos XI-XII trataban de diferenciarse de los normandos.
Por lo que se refiere a la convivencia entre el vino y la cerveza en las hosterías, el primero era solicitado por sacerdotes, caballeros, jóvenes damas, señores y ricos comerciantes, mientras que la segunda era del agrado de artesanos, peregrinos y muchachos. Incluso en la literatura se respeta plenamente esta distinción, como se pone de manifiesto en los Cuentos de Canterbury. Aunque los señores y las clases acomodadas podían beber cerveza por la mañana o para apagar la sed durante una partida de caza, habría sido inadecuado servirla en un banquete nocturno.
También los recipientes destinados a conservar o beber la cerveza transmiten la idea de pobreza o simplicidad: no solamente los barriles eran de madera, sino también los enormes jarros y las barricas de un galón, así como las jarras más pequeñas, las garrafas o los vasos de una pinta (cerca de medio litro). Las familias más opulentas hicieron a este respecto alguna pequeña concesión al lujo, decorando con plata los grandes jarros de madera, a los que se añade una tapa. Son objetos personales que como tal aparecen en los testamentos y en los listados de bienes.
El aura de humildad ligada a la cerveza hacía de ella una bebida muy bien vista en las abadías. Aunque San Benito en la Regla había aceptado el consumo de vino, numerosos movimientos de reforma monástica, para distinguirse de la riqueza de las mesas episcopales o de las que proliferaban en las abadías decadentes, predicaban frecuentemente el regreso a la pobreza y a la frugalidad y, en este contexto, la cerveza era mejor tolerada que el vino. Fue así como en el norte de Francia, en Bélgica, en Holanda y en Inglaterra muchas abadías desarrollaron su propia producción de cerveza, que más tarde se convirtió en característica y tradicional. No es una casualidad que gracias a los Trapenses del siglo XVIII la denominada cerveza de abadía, con cuerpo, de color ámbar, muy alcohólica pero apenas amarga y con un inconfundible regusto a levadura, haya llegado hasta nosotros con la fama de ser la mejor del mercado.

Cerveza artesana de autor


Acompáñanos en esta actividad: Entre cerveza artesana y Quijotes 

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Tiempo de vendimia y vinos

portada viñedo La Mancha

La alegría de la vendimia 

El campo es lo mejor de La Mancha, las huertas y los rosales, las albercas y los mirtos, las sementeras de surcos paralelos y los trigales dorados que encierran el milagro del pan. En estas tierras está el esfuerzo gozoso de la reja en los barbechos y el sudor fecundo de la siega estival, los anhelos de la sequía y las zozobras del granizo, y en septiembre, la más colorista de las labores: el regocijo de la vendimia otoñal.
Tan bella es la tarea, que tienta a los pintores y a los poetas de todas las épocas, desde el siglo XII, en que Juan Lorenzo de Astorga, admirador del ‘bon vino’ curado en odres leonesas, escribe su famoso Poema de Alexandre, hasta nuestros días.
Y es que de todos los afanes del campo ninguno es tan jovial y jocundo como la vendimia. Una tarea grata y sonora, plena de cantares y de juegos, olorosa a racimos que estallan entre el albear de las sonrisas manchadas de mosto. Al poeta le encanta la visión de las cepas, y exclama:

Tengo flores, frutales y viñedos,
y es de ver la delicia con que exprimo
la otoñal opulencia de un racimo
para que el jugo corra por mis dedos.

En los tiempos paganos, el acto de la vendimia alcanzaba honores de rito, y hasta el plantar la viña revestía caracteres sacros, según vemos en los viejos grabados. Y hasta el frío Meléndez Valdés se siente tentado por el gozo del tema:

Ya dió alegre el fresco otoño
la señal de la vendimia,
y a su voz redobla el eco
por los valles y colinas.
Las cestas, pues, se preparen,
ordénense las cuadrillas
y al campo salid gritando:
¡honor al dios de las viñas!

La vendimia, o El Otoño. Francisco de Goya y Lucientes. 1786

La vendimia, o El Otoño. Francisco de Goya y Lucientes. 1786

Pero dejemos a los poetas y digamos algo concreto de la recolección de la uva.
Los vendimiadores, hombres y mujeres, se levantan con el alba de septiembre, cargan las banastas y los hocinos, y ponen rumbo a la viña distante. Cuando llegan a la viña, verde mar de pámpanos manchegos, descubren los disciplinados millares de cepas colocados en filas marciales.
Y empieza la vendimia, entre la umbría de las hojas y la fragancia de los racimos. ¡Qué gusto cortar y cortar racimos, maduros y apretados, blancos y negros!

Que no quede ni un racimo
que se escape a vuestra vista,
que no corte vuestra mano
y el cuévano no reciba.

A veces, entre el cortar de los trinchetes y las coplas bulliciosas, los vendimiadores hacen un alto en la tarea para clavar los dientes nacarados en la pulpa jugosa de las uvas:

Aunque soy de La Mancha
no mancho a nadie,
más de cuatro quisieran
que las manchase.

Corte del racimo. Autor, sabersabor.es

Corte del racimo. Autor, sabersabor.es

Y los vinos…

La constancia, la entrega, los cuidos culturales, la unión perfecta de ciencia y tradición se dan cita en la viña y luego en el lagar. El hombre, en la bodega, exento de rutinas aplica nuevas técnicas a mostos bondadosos y surgen, poco a poco, aromas de esperanza que anuncian, un año más, los nuevos vinos de La Mancha:

Blancos: se caracterizan por ser pálidos, afrutados, aromáticos, moderados de alcohol, algo ácidos y frescos. Sus cualidades de frescura y aromas tienen su máxima expresión al ser consumidos en su primer año.

Beberlo me da alegría
lo sorbo, lo paladeo,
alegra la vida mía,
ningún otro lo deseo,
con él caigo en dulce calma
o en los brazos de Morfeo.

Rosados: vinos coloreados en tonos rosas, poseen matices afrutados y caracteres sensoriales en los que sobresalen la ligereza, suavidad y frescura, una graduación media y acidez moderadamente alta, rico en fragancias y aromas. Ocioso es decir que priva.

Sorberlo te da la vida
al tiempo que si te embromas
dándole al codo cien veces,
olvidas penas con creces.

Tintos: estos vinos se adornan de un bonito color rojo-guinda. Ligeramente astringentes, obsequian con el encanto del aroma frutal de la uva cencibel y garnacha.

Tinto bebo porque quiero
ingerir grados de humor,
no traicionar el amor,
tocar la Gloria en el suelo
o al morir.. !seguir bebiendo en el Cielo!.
Realmente no se puede pedir más al contenido de un vaso.

Uva tinta. Autor, sabersabor.es

Uva tinta. Autor, sabersabor.es

Dice, con gran acierto, el escritor Pedro Barceló que “el vino fue creado para sembrar alegrías, fortalecer amistades, amansar pesadumbres, armonizar ruidos, fecundar soledades, detener relojes, multiplicar lunas, romper calendarios, esclarecer cerebros y enhebrar corazones”, pero siguiendo los sabios consejos del emperador Apuleyo, permitasenos refrescar no sólo el vino, sino la memoria de algún inocente bebedor:

La primera copa es para la sed.
La segunda, para el placer.
La tercera, para la alegria.
La cuarta, para la locura.

Barricas en Bodega Perales. Tomelloso. Autor, sabersabor.es

Barricas en Bodegas Perales. Tomelloso. Autor, sabersabor.es

“Apenas suena el gallo
despertador de las tinieblas ciegas,
y la causa no hallo
que estar las cubas y bodegas
junto a los gallineros
que el tufo les oprime los galgueros.
…pese a tal !como consuela
el aromático tufo
que sale de la bodega.!
¡Hay tal dicha.! Salto, bailo,
pues si tal braveza engendra
solo el Olor. ¿Que hará el gusto?.”
Lope de Vega


Un artículo de Antonio Bellón Márquez ©


De enoturismo en La Mancha.
Ciudad de paso y estrechamente vinculada a la Mesta desde época medieval, Tomelloso es hoy uno de los principales centros productores de vino en la región con Denominación de Origen. La ciudad retiene todavía una amplia tradición artesanal, que se aplica en dosis iguales de esmero, mimo y profesionalidad a sus productos más conocidos: el queso manchego, el vino y la rica gastronomía local.
Sin duda, una auténtica experiencia de enoturismo. El destino ideal para los que quieren descubrir los auténticos sabores que ofrece La Mancha.
Más información en Ruta del Vino por Tomelloso con Bodegas Verum

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Marchando una de cocina manchega

Cocina manchega

Yo no canto de Marte los furores
que el cañón me aterra el estallido,
ni del hambre y la peste los horrores,
ni los vanos impúdicos amores
del mundo corrompido.
Canto el placer más sólido y durable
que ofrece la existencia deleznable
en su curso apacible:
canto, público amable,
el mágico poder del comestible.
Giman enhorabuena
en las redes de amor de su sirena
los necios amadores,
no creo que el estómago se llena
con el humo fugaz de los amores.”
Vicente Sainz Pardo.

En la cocina de Castilla – La Mancha, de la que poco, o muy poco se sabe hasta que poblaron sus tierras las legiones de Escipión, se funden las distintas culturas de los pueblos que en ellas se asentaron, asumiendo el legado de sus costumbres culinarias, asociadas a tradiciones, gustos y sabores, al tiempo que se enriquece con lógicas influencias de las regiones limítrofes de las que nuestra región es ‘frontera de culturas’.
Si los romanos aportaron el ajo y el aceite de oliva, los árabes introdujeron el azafrán, la nuez moscada, la pimienta negra y la caña de azúcar. Después, con el descubrimiento de América, las cocinas se enriquecen con la patata, el tomate y el pimentón.
En la geografía culinaria hay que distinguir sus distintas peculiaridades. La cocina de La Mancha propiamente dicha, se nutre de productos de la tierra, del cerdo y sus derivados y de los platos que aporta la caza menor. De parecido corte lo es la madrileña, con el añadido de algunos preparados ‘castizos’, teniendo en el cocido su plato más representativo, en tanto que la gastronomía de Guadalajara está presidida por los asados, complementada con los platos que aportan fogones familiares de sus tres comarcas: Campiña, Sierra y Alcarria.

Flor de azafrán. Autora, Soledad Garcia Salas

Flor de azafrán. Autora, Soledad Garcia Salas

Las tierras de La Mancha, tierras de transición desde Castilla a la musulmana Andalucía, estuvieron siempre jalonadas, para el descanso y yantar de arrieros y caminantes, de posadas, ventas y mesones cuya cocina divulgó ampliamente Cervantes a través de su obra inmortal.
Una cocina popular celosamente respetada a través de los tiempos, basada en una fina observación y en la sabia experiencia de cada día con recetas que nos acercan entrañablemente al sentir y latir de esta tierra sencilla, humilde y prosaica en la que cada pueblo es puerta abierta al caminante.
La gastronomía manchega tiene su característica más definida en la sobriedad, con un extenso repertorio de platos populares que, en amplia mayoría, los dio a conocer Cervantes a través de El Quijote.
En las cazuelas madrileñas hay una gran influencia manchega, al estar la Villa y corte en el corazón de la Meseta. No parece, pues, ocioso, destacar conjuntamente, algunos de los platos más populares o característicos de la región. Destaca, en primer lugar, la ‘olla podrida’; de ella se deriva el famoso cocido madrileño, que lo es igualmente de La Mancha en un amplio sector de pueblos y aldeas.
Los ‘duelos y quebrantos’, el ‘tiznao’, el ‘salpicón’, los ‘galianos o gazpachos’, el ‘guiso de Bodas’, y los derivados de la caza menor gozándose todos ellos de gran vigencia, así como las ‘gachas’ y las ‘migas de pastor’, y con tradición igualmente pastoril, en la mesa, como aperitivo o como postre, se agiganta el protagonismo del queso.

Queso manchego al romero. Cooperativa de Ganaderos Manchegos, Tomelloso

Queso manchego al romero. Cooperativa de Ganaderos Manchegos, Tomelloso

En el capítulo de postres, los árabes nos legaron una deliciosa repostería y de los claustros monacales salieron recetas y secretos de exquisitos bocados y golosinas de tentación irresistible. Se llevan la palma el mazapán de Toledo, y la ‘bizcochá’ alcazareña, pero en las mesas tienen lucida presencia otros dulces y platos para el deleite y la caricia de los más exigentes paladares.

Tradicionales recetas del solar manchego que, desde viejos tiempos, vertidas al puchero, prestan calor al cuerpo entumecido de nativos y foráneos.
Sobria comida con la que nos agasajan manos hacendosas que manejan con sabiduría, ternura, mimo, diligencia y tiempo, fogones y pucheros que se ven reforzados con la nutricia aportación de cuatro venerables y Santos varones:

San Isidro nos da el pan
y San Andrés nos trae el vino.
San Antón pone el gorrino
y San Blas… ‘tó’ lo demás.

En este recordatorio, no olvidemos que a la hora del yantar cada guiso viene del brazo de unos vinos que riegan y realzan el sabor de cada plato.
Todos ellos están nacidos en cien pueblos manchegos para ser bebidos con calma, sin ritual alguno a la hora del yantar o del castizo y popular ‘tapeo’ que anima la charla y la tertulia y que, tal vez, preceden a un suculento gazpacho.

Vino de La Mancha. Autor, Thomas Leuzinger

Vino de La Mancha. Autor, Thomas Leuzinger

Ponte, pues, en camino porque La Mancha, en la grandiosidad de la llanura te ofrece algo más que un gozoso itinerario por senderos jalonados de posadas, ventas y mesones para degustar ollas y pucheros. Para gozo del alma se te ofrece una ruta de caminos con pueblos, paisajes y molinos.
Para gozo del cuerpo, jamás te negarán posada y pan. Y a ti, afortunado viajero que en breve y sustancioso viaje cruzaste los caminos de esta tierra y has degustado paisajes, platos y vinos que son referencia permanente de un Hidalgo Caballero y del realista y bueno de Sancho, a la par que has dejado en estas soñadas tierras la huella de tu paso, une mi ruego de que no aparques en el desván del olvido esta parcela sin linderos, por siempre abierta al forastero, para sellar afectos y compartir de nuevo el pan y el vino de la amistad.

Nuestro ajo morado. Autor, Juantiagues

Nuestro ajo morado. Autor, Juantiagues

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Fotografía de portada: Una postal de Almagro. Autor, Manuel
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Bibliografía y fuentes de información:
– Don Quijote de La Mancha. Centro Virtual Cervantes. Instituto Cervantes.
– Vinos, platos y recetas. Miguel Espadas.
– La Vid y el Vino de La Mancha. 1963. Sixto Fernández.
– Hombres, lugares y cosas de La Mancha. Fascículos VIII y XLIII. Rafael Mazuecos.

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Contrastes de La Mancha

Contrastes de La Mancha, Karmen Costa

Las inmensas llanuras de La Mancha, que se extienden hasta donde el ojo alcanza, atraen el interés precisamente por su propia desnudez e inmensidad, y poseen, en cierto grado, la grandeza solemne del océano. Al recorrer esos baldíos inmensos, la vista capta, aquí y allá, un sinfín de lienzos…

… de secano

La Mancha no tiene sombras. No tiene agua. Sus ríos sólo se llenan cuando está bien entrado el otoño y el agua que no se filtra por su subsuelo calizo se seca apenas llegan los primeros calores.
Las lagunas se convierten en desoladores platos salinos al comenzar el estío. El clima es extremado. Nieva poco, pero hiela mucho. Tras los días turbulentos de primavera viene el reseco verano, y cada día, bien temprano, recalentada la tierra, el aire tiembla sobre ella y la calima se eleva en el horizonte bajo un cielo abrasador, limpio, azul acerado.
En las siestas el silencio es denso y completo. Todo duerme y calla amodorrado como las ovejas del rastrojo amontonadas bajo la escasa sombra de una encina solitaria, triste y fuerte.
De cuando en cuando, el suelo se encrespa en tolvaneras que arrancan cardos y levantan nubes de polvo y vilanos en el trozo blanquecino del camino por donde antaño los borricos del yesero, con sus orejas gachas y sus fauces resecas, iban midiendo con los cascos la lejanía infinita.

Marea rosa en La Mancha. Autora, Gloria Castro

Marea rosa en La Mancha. Autora, Gloria Castro

El paisaje es pardo, como el hábito de San Francisco, y es blanco. Pardo ese barbecho que se prepara para ser mañana trigal. Parda la rastrojera arañada de cañas del trigal que fue. Pardo el chaparral lejano de hojas duras y punzantes. Pardo el bosquecillo de cardos que el mal barbecho dejó. Pardas las retamas, y las abejas que liban romeros, mejoranas y tomillos. Pardas las nubes que atronarán la siesta tormentosa perfumándola con acre olor a tierra mojada. Pardas las tejas de la lejana quintería, pero blancas sus paredes.
Blancas las ovejas y blanca la leche que será queso blanco y recio. Blanco el brocal del pozo perdido donde, con grandeza de rito en el inmenso templo de la llanura, el pastor bracea para sacar el zaque rebosante de agua que sorberán ansiosas, entre música de balidos y esquilas, las ovejas, mientras, en el bombo blanco, la abubilla clava el cu-cú de su canto sonoro.
¡Parda y blanca es la llanura seca! Parda como la corteza de los olivos que la tierra escarban con sus raíces y chupan, en lo profundo, el agua precisa para tornear sus aceitunas. Blanca como las entrañas del pan de trigo candeal hecho con chorros de sol radiante.
Parda, blanca, seca, polvorienta, grande… y a trozos tapada con el humilde melonar tendido; con el azafranal lívido los días del manto en la otoñada; con los barrocos bordados verdes de las viñas que arrastran.

Por las Lagunas de Ruidera. Autor, Juan Ángel Arias Cortés

Por las Lagunas de Ruidera. Autor, Juan Ángel Arias Cortés

… y de regadío

En la imponente magnitud de la llanura en la canícula, ¿no habrá más consuelo para el caminante sediento que el agua verdosa de la alberca y dura del pozo?
Aquellos picudos chopos en la raya de la lejanía, con el temblar de sus hojas, son los heraldos gozosos del oasis de un regadío de La Mancha. Tras ellos, los caminos, bordeados de olmos desigualmente esparcidos, parten y reparten la tierra blanda y húmeda en pequeños trozos, con profusión bendita y casi infinita. Hace tiempo, en cada uno, bajo la frondosa copa de un nogal o unas higueras, junto a la blanca casita, una mula vendada, cronometrando el tiempo con el tic-tac del andaraje, volcaba en la alberca, los cangilones de la noria moruna rebosantes de agua clara y fría.
Si, muy lejos, allá por Argamasilla de Alba, al agua se la tragó, avarienta, la tierra, por grietas y rendijas, para formar con ella una capa sumergida, potente y provechosa. Es aquí, donde resucita por innumerables pozos para reír y cantar. Ríe y canta, con su amigo el sol, en las regueras, entre las matas, al pie del membrillo, del manzano, del peral; esponja las verduras y las hortalizas, y a sus frutos los hace carnosos, sabrosos y abundantes; hace vicioso el patatar generoso; abulta el retorcido estuche de la judía blanca; carga de aroma el anís; refresca el gazpacho, el tomate y el vino tinto; por ella el panizo crece varonil y arrogante para ofrecerse a la dorada tarde y a los pícaros gorriones…

Membrillo. Autor, pepebarambio

Membrillo. Autor, pepebarambio

La Mancha en todo su esplendor. Para descubrirla os proponemos vivir estas experiencias con www.sabersabor.es

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Fotografía de portada de Karmen Costa

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Tomelloso. Una vida dedicada al cultivo de la vid.

Tomelloso. Una vida dedicada al cultivo de la vid

Hoy viajamos hasta la ciudad conocida como “Atenas de La Mancha”, no en vano luce orgullosa un bagaje cultural de primer nivel: Antonio López García, Antonio López Torres, Eladio Cabañero, Félix Grande, Francisco García Pavón y un largo etcétera hacen de Tomelloso un lugar plagado de magistrales plumas literarias y pinceles…

Situada en plena tierra del Quijote, consciente de su pasado y cultura, conserva todos los valores y tradiciones que su historia le aporta y se reconoce, como no puede ser de otro modo, ciudad manchega que contempló las andanzas de aquel hidalgo nacido de la ilustre mente de Cervantes.

Más reciente es el detonante último de la enorme expansión del cultivo de la vid en estas tierras y en La Mancha en general, que no fue otro que la muy desastrosa plaga de filoxera que afectó a los viñedos franceses en la segunda mitad del siglo XIX. Una oportunidad única y propicia para atender a un mercado que se había quedado totalmente desabastecido y que Tomelloso supo aprovechar. Testigos de esta rocambolesca historia, encontramos en este viaje sus numerosos bombos entre viñas, las infinitas cuevas de su subsuelo y las esbeltas chimeneas de su casco urbano. Juntos nos hablan de una vida dedicada al cultivo de la vid y a exprimir su delicioso zumo: el vino.

Os invito a conocer de primera mano la historia de estos auténticos museos. Comenzamos.

Bombo. Autor, Santiago Benito

Bombo. Autor, Santiago Benito

Los Bombos

Al ser en esta región el boscaje muy escaso y las “lajas” o “lanchas” de piedra caliza muy abundantes, la mano del hombre levantó el “bombo” arrancando la materia prima de la propia tierra, las lanchas de piedra que la cubrían, a base de golpes de azada.
Desnudada la tierra de piedra, empezó aquella a dar sus frutos.
Mirando con atención cómo se construían los bombos, aprendieron unos de otros la técnica para levantar sus muros y bóvedas, creando con ello un paisaje increíble.
Las gentes de este lugar, con ingenio, levantaban estos “monumentos”, de forma circular, cuadrangular y ovoide con espléndidas cubiertas abovedadas, a base de hiladas de piedras planas colocadas unas encima de otras sujetas entre sí, sin argamasa alguna (técnica que en arquitectura se denomina de “piedra seca”), situando en su interior la chimenea.

Los bombos se construyeron a partir de la segunda mitad del s. XIX como consecuencia de la extensión del cultivo de la vid, sirviendo como vivienda y refugio durante las faenas del campo.

En su interior podemos encontrar la chimenea para el fuego, los poyos para el descanso, las hornacinas u alacenas, los ganchos clavados en las paredes para colgar los aperos al terminar las faenas y la zona de la cuadra para los animales que proporcionaban calor durante la noche.

Los arquitectos y arquitectas de las cuevas. Turismo Ocio e Idiomas Saber Sabor

Los arquitectos y arquitectas de las cuevas

Las cuevas

Estudiosos señalan su origen en el periodo de dominación romana, al ser éstos los primeros en plantar viñedos y los transmisores de su amor por este cultivo. Con ellos llegaría también la conservación de vinos en subterráneos.
El subsuelo de Tomelloso se presta para que sus hombres realicen estas cuevas sin más técnica que la fuerza y el tesón, ayudados por mujeres -llamadas terreras- encargadas de trasladar la tierra y la arena extraídas del interior hasta la superficie. En muchos casos se aprovechaba para el pavimento de calles o para levantar sus propias casas.
Los “picaores”, con aguzados picos, horadaban el subsuelo hasta lograr unas naves con bóvedas en arco de medio punto, con unas cualidades óptimas para poder albergar las cosechas en quietud, guareciendo los vinos de cambios climáticos bruscos.
Las “lumbreras” son las aberturas que tanto llaman la atención de los visitantes, y que ven enrejadas sobre las aceras de las calles de Tomelloso. Son unas hendiduras en los techos de las bóvedas para poder dejar pasar la luz, que entra perpendicular a la cueva.
Las cuevas albergaban todos los útiles necesarios para la elaboración artesanal y familiar del vino: grandes tinajas de barro, escalas, filtros, bombas…

Hoy día, estas cuevas han sido desplazadas por las modernas tecnologías de la industria vinícola, pero las que aún hoy se conservan, cerca de cuatro mil, mantienen el encanto de antaño.

Interior de una cueva. Tinajas de vino. Turismo Ocio e Idiomas Saber Sabor

Interior de una cueva. Tinajas de vino

Las chimeneas

Formaban parte de las antiguas fábricas de alcohol. En la época de apogeo llegaron a funcionar más de cien fábricas en Tomelloso.

Con una altura media de 45 metros, servían para dar salida al humo de las grandes calderas que, mediante la combustión de leña o carbón, proporcionaban la temperatura adecuada para el funcionamiento del serpentín de destilación de estas antiguas alcoholeras.
Las chimeneas hoy son bienes a conservar como elementos característicos de una arquitectura industrial pasada y como grandiosos monolitos que decoran el paisaje urbano de esta ciudad.

“El caminante que se acerca a Tomelloso desde cualquier punto cardinal, comienza a verle leguas antes de pisar sus cascajales como un blanco y largo pañuelo tendido sobre la tierra parduzca y calcinada… y las delgadas chimeneas de las fábricas de alcohol, que deslían con mansedumbre de humo lento y rozagante, que repta unos momentos hacia el cielo, para enseguida, en invisibles vedijas, fundirse con el tono azul del cielo de La Mancha”.

La Chimenea. Tomelloso. Turismo Ocio e Idiomas Saber Sabor

Rozando el cielo con la chimenea

Si queréis conocer todos los secretos de Tomelloso, os proponemos vivir esta experiencia: Tomelloso, el Sabor de La Mancha

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Paisajes literarios. La Mancha en la imaginación de Benito Pérez Galdós

Queremos rendir homenaje en este día a la insigne pluma de Benito Pérez Galdós, que en los comienzos de su carrera literaria nos regaló una preciosista, aunque dura, descripción de La Mancha. La estepa manchega, según sus propias palabras, «parece obra exclusiva del sol y del polvo», un lugar sin descanso y solaz para la vista que languidece entre colinas, cielos y llanos monótonos, perdidos en el olvido de la memoria. Pero en medio de estas palabras a nuestro parecer injustas, Galdós se recrea también plasmando en sus páginas un paisanaje de la imaginación. Se trata quizás del más bello razonamiento sobre la inspiración cervantina, y en definitiva, la explicación más lúcida de porqué fue esta tierra, y no otra, el lugar elegido para convertirse en cuna de nuestro inmortal don Quijote de La Mancha… Dejemos hablar a Galdós:

Una casita más que suficiente. Autor, Joser María Rodríguez

Una casita más que suficiente. Autor, Jose María Rodríguez

«Así atravesamos La Mancha, triste y solitario país donde el sol está en su reino, y el hombre parece obra exclusiva del sol y del polvo; país entre todos famoso desde que el mundo entero se ha acostumbrado a suponer la inmensidad de sus llanuras recorrida por el caballo de don Quijote. Es opinión general que La Mancha es la más fea y la menos pintoresca de todas las tierras conocidas, y el viajero que viene hoy de la costa de Levante o de Andalucía, se aburre junto al ventanillo del wagon, anhelando que se acabe pronto aquella desnuda estepa, que como inmóvil y estancado mar de tierra, no ofrece a sus ojos accidente, ni sorpresa, ni variedad, ni recreo alguno. Esto es cierto: La Mancha, si alguna belleza tiene, es la belleza de su conjunto, es su propia desnudez y monotonía, que si no distraen ni suspenden la imaginación, la dejan libre, dándole espacio y luz donde se precipite sin tropiezo alguno.

Nuestros vigilantes. Autor, Joaquín Martí

Nuestros vigilantes. Autor, Joaquín Martí

La grandeza del pensamiento de don Quijote, no se comprende sino en la grandeza de La Mancha. En un país montuoso, fresco, verde, poblado de agradables sombras, con lindas casas, huertos floridos, luz templada y ambiente espeso, don Quijote no hubiera podido existir, y habría muerto en flor, tras la primera salida, sin asombrar al mundo con las grandes hazañas de la segunda».
Perez Galdós continúa con su descripción de La Mancha en un viaje, diríamos, iniciático de la obra cervantina. Pues tras ofrecernos esa visión simple y pueril de las soledades manchegas, propia de quien no ha conocido el llano sino de forma superficial, ahonda bajo la superficie para descubrir el verdadero tesoro de su evocación y fantasía. Es aquí donde nos quitamos el sombrero ante la maestría Galdosiana describiendo el verdadero carácter de esta tierra, un alegato a los amplios horizontes, al preciosismo de los pardos, los ocres y los dorados bajo el azul inmenso del palio celeste. Y un razonamiento magistral del acierto que tuvo Cervantes para plasmar aquí, y no en ningún otro sitio, la silueta de nuestro caballero de la Triste Figura cabalgando a lomos de su Rocinante, siempre en pos de nuevas aventuras… Solo hay que seguir leyendo a Galdós para comprobarlo:

En la vendimia. Autor, Daniel González

Cabalga y vendimia. Autor, Daniel González

«Don Quijote necesitaba aquel horizonte, aquel suelo sin caminos, y que, sin embargo, todo él es camino; aquella tierra sin direcciones, pues por ella se va a todas partes, sin ir determinadamente a ninguna; tierra surcada por las veradas del acaso, de la aventura, y donde todo cuanto pase ha de parecer obra de la casualidad o de los genios de la fábula; necesitaba de aquel sol que derrite los sesos y hace locos a los cuerdos, aquel campo sin fin, donde se levanta el polvo de imaginarias batallas, produciendo al transparentar de la luz, visiones de ejércitos de gigantes, de torres, de castillos; necesitaba aquella escasez de ciudades, que hace más rara y extraordinaria la presencia de un hombre, o de un animal; necesitaba aquel silencio cuando hay calma, y aquel desaforado rugir de los vientos cuando hay tempestad; calma y ruido que son igualmente tristes y extienden su tristeza a todo lo que pasa, de modo que si se encuentra un ser humano en aquellas soledades, al punto se le tiene por un desgraciado, un afligido, un menesteroso, un agraviado que anda buscando quien lo ampare contra los opresores y tiranos.

La sombra de Don Quijote. Autora, Maite Moya Díaz - Pintado

La sombra de don Quijote. Autora, Maite Moya Díaz – Pintado

Necesitaba, repito, aquella total ausencia de obras humanas que representes el positivismo, el sentido práctico, cortapisas de la imaginación, que la detendrían en su insensato vuelo; necesitaba, en fin, que el hombre no pusiera en aquellos campos más muestras de su industria y de su ciencia que los patriarcales molinos de viento, los cuales no necesitaban sino hablar, para asemejarse a colosos inquietos y furibundos, que desde lejos llaman y espantan al viajero con sus gestos amenazadores».

Amanece en La Mancha. Autor, Ramón J. Zarza Carrasco

Amanece en La Mancha. Autor, Ramón J. Zarza Carrasco


Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©

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Logroño, San Bernabé, o ir de Tapas sin morir en el intento

Logroño, San Bernabé, o ir de Tapas sin morir en el intento

Logroño, junio de 1521. La ciudad se encuentra sitiada por tropas franco-navarras, ansiosas de infringir un varapalo a Carlos V en el corazón de su Imperio. Según la leyenda los logroñeses sobrevivieron esos días gracias al trigo guardado en los graneros de la ciudad, el vino de las bodegas y las truchas y otros peces que conseguían atrapar del río Ebro, gracias a incursiones clandestinas por corredores ocultos bajo la muralla. Nunca se vio más solicitado (y deseado) el único buey vivo que quedaba en Logroño. Pero a nadie se le ocurrió sacrificarlo para calmar las hambres, y es que los sitiados se sirvieron del animal para engañar al enemigo mediante la estratagema de cebarlo con todo aquello que encontraban, y de lo que se privaban ellos mismos, para después exhibirlo con orgullo por encima de las murallas. Los franceses, al ver cabestro tan orondo, pensaban que la comida sobraba allí hasta para el ganado y más de uno se planteó cambiar de bando…

Paisaje de la Rioja. Autor, Pake

Paisaje de la Rioja. Autor: Pake

El 11 de junio la ciudad fue liberada por las tropas castellanas al mando del Duque de Nájera, cosa que se celebró por todo lo alto y, nos tememos, con muy malos augurios para el resignado buey. El consistorio decidió por ello nombrar al santo del día, San Bernabé, como patrón de Logroño, y celebrar grandes festejos cada año a partir de entonces a fin de recordar este feliz acontecimiento. Hoy las fiestas, declaradas de Interés Turístico Regional, tienen un programa mucho más variado que en 1521, y mientras los enamorados se preparan para pasar a la pata coja bajo el arco conmemorativo de la calle Portales, el resto de la ciudad exhibe un sinfín de pasacalles, mercados renacentistas, espectáculos pirotécnicos y danzas folklóricas a cuál más espectacular. Todo culmina con la fiesta grande y la procesión solemne del Santo, acompañada por una espectacular recreación histórica del sitio de Logroño a cargo de voluntarios y peñas disfrazados de época.

Recreación Histórica del sitio de Logroño en 1521

Recreación Histórica del sitio de Logroño en 1521. Autor: Pacoperez6

Restos de la muralla medieval de Logroño. Autor, Jynus

Restos de la muralla medieval de Logroño. Autor: Jynus

Pero sin duda los protagonistas destacados durante estos festejos son las tapas y pinchos propios de la zona. Mucha hambre debieron de pasar los logroñeses en el sitio de 1521, y hoy solo hay que pasearse tranquilamente por la ciudad para comprobarlo: el 8 de junio, degustación de tapas de huevos con longaniza a cargo de la casa de Aragón, seguida de degustación de tapas de chistorra y queso del Roncal a cargo de la Casa de Navarra; al día siguiente más de lo mismo: a un lado, peña Simpatía reparte gulas; otra responde enfrente con magret de pato y setas; la asociación de vecinos del Centro Histórico enarbola sus zapatillas de jamón, mientras que el Hogar Extremeño y el Centro Gallego se defienden, respectivamente, con surtido de quesos y deliciosos platos de pulpo acompañados de Ribeiro.

Llega el 10 de junio, y si para entonces os viene a la mente lo de la dieta, olvidadlo: es el momento de atender las tradicionales fresas con vino, los choricitos y el festival de pinchos preparado por las peñas logroñesas. El secreto está en una buena planificación y en no dejarse llevar por el desaliento.

Río Ebro a su paso por la Rioja. Autor, John

Río Ebro a su paso por la Rioja. Autor: John

Pero esto no es nada para lo que aguarda a los visitantes durante los dos últimos días. Como es tradición, la Cofradía del Pez inicia su gran acontecimiento anual del 11 de junio con el reparto de peces, pan y vino, en recuerdo de aquellos escasos manjares que sostuvieron a los sitiados frente al ejército francés. Durante la última edición se distribuyeron nada menos que 900 kilos de trucha, 22.000 bollos de pan y 1.000 litros de vino, lo que en conjunto sumó la friolera de 22.000 raciones para todos los asistentes.

Plaza del Mercado en logroño. Autor, Comakut

Plaza del Mercado en Logroño. Autor: Comakut

Muestra de tapas en Logroño. Autor, Thirstforwine

Muestra de tapas en Logroño. Autor: Thirstforwine

¿Deja la historia más excusas para seguir comiendo? ¡Sí! El guisado de buey. Y ya podéis dar la dieta por perdida. Según ordena el voto de San Bernabé instituido en 1522: “Después de comer en la fiesta de San Bernabé, se han de correr tres o cuatro toros (…) Y el mayordomo tenga guisado para comer el toro que el día de antes se matare, y pan y vino”. Así, en la plaza del Mercado es tradición que se hagan dos filas de personas: una para recoger platos de buey guisado, y otra para generosas raciones de migas con chorizo, panceta, cebolla y pimentón picante… Nuevamente, el truco consiste en repartirse entre las dos filas y comer de todo sin desfallecer. Ánimo con el toro, y ¡Feliz San Bernabé 2014!

Tapas y Camino de Santiago en Logroño. Autor, Marc Kjerland

Tapas y Camino de Santiago en la ruta hacia Logroño. Autor: Marc Kjerland

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Los ritos del Agua de Fuego y la elaboración tradicional del Orujo

Los ritos del Agua de Fuego y la elaboración tradicional del Orujo

El aguardiente de orujo es una bebida de uso frecuente entre los habitantes de los medios rurales que suelen ingerirla por las mañanas; hay quienes acostumbran también a tomar alguna copa después de las comidas, sobre todo si éstas son abundantes, pues aseguran que ayuda a hacer la digestión y que mata los excesos de grasas. En ciertas regiones como Galicia (tampoco León se queda a la zaga) es de uso muy común entre los campesinos, dando lugar a las célebres queimadas nocturnas, extendidas después junto con los «conxuros» que las acompañan, por el resto de España. De hecho la cosa está tan extendida que en algunos municipios, como Potes (Cantabria), se celebran con gran afluencia de público fiestas en honor a esta bebida milenaria. Por si alguien tiene curiosidad en conocerla, la de Potes tiene lugar el segundo fin de semana de noviembre…

Botellas de Orujo, muy rico. Autor, Aherrero

Botellas de Orujo, muy rico. Autor: Aherrero

La villa de Potes, en Cantabria. Autor, JLgolis

La villa de Potes, en Cantabria. Autor: JLgolis

Las autoridades llevan prohibiendo su destilación particular desde tiempos inveterados. De hecho el aguardiente sólo se puede comercializar en botella convenientemente etiquetada, con el registro sanitario correspondiente. Pero también desde tiempos antiguos y saltándose las disposiciones, los campesinos se entregan furtivamente y año tras año a obtener su pequeña cosecha. De forma general se denomina orujo a las heces de la uva una vez estrujadas. Se compone, pues, del hueso, el hollejo de la uva y el ramaje del racimo. Tras el rito de pisar la uva, el contenido se apila en un pozo o en una pileta. Se amontona bien para que quede compacto y encima se echa una capa de barro, y sobre esta capa de barro otra abundante de tierra. Todo ello contribuye a evitar que se creen respiraderos, ya que si los hubiera el producto se enmohecería y no fermentaría, llegando finalmente a avinagrarse.

Conjuro de Queimada. Autor, Contando estrelas

Conjuro de Queimada. Autor: Contando estrelas

Ponen por tanto mucho cuidado en esta operación del tapado de las heces, que se realiza en el mes de octubre, una vez que ha sido estrujada la uva. El tiempo de reposo en las pocetas o pilas es de dos o tres meses como mínimo, aunque lo propio es que el destilado se realice al comienzo de la primavera, con lo que alcanza a estar en la pila unos seis meses. Algunos entendidos afirman que, siempre que se encuentre convenientemente tapada, la composición puede aguantar mucho tiempo, y que los mejores orujos se producen cuando el tiempo de reposo es de aproximadamente dos años.

Llamas de la Queimada tradicional. Autor, David Hegarty

Llamas de la Queimada tradicional. Autor: David Hegarty

Para destilar el orujo se utiliza un alambique de cobre que consta de dos partes: la baja o «caldera», y la alta o «cabeza», que tiene un depósito en la zona exterior donde se deposita el agua fría. Ambas partes se acoplan en una zona de estrechamiento utilizando para ello diferentes técnicas, aunque la más tradicional consistía en pegar una masa de harina alrededor, quedando así todo el conjunto herméticamente cerrado.

Aspecto del orujo de vino. Autor, Directo al paladar

 Aspecto del orujo de vino. Autor: Directo al paladar

Se utilizan dos herramientas sencillas: el gancho, que es un mango de dos palos a modo de rastrillo en el extremo, utilizado para extraer el orujo después de someterlo al fuego, y la raspadora, de cobre, utilizada para raspar el suelo de la caldera si el orujo se hubiese agarrado. Éste se deposita en la caldera inferior, cubierto con agua. Para evitar que se agarre al suelo de la caldera es conveniente echar paja de cebada o de trigo en la parte baja. Se pone seguidamente a fuego lento, creándose en el interior una atmósfera de vahos que produce la destilación. Lo primero que sale es lo más puro y concentrado. En una primera destilación se puede obtener aproximadamente un litro de aguardiente por cada dos kilos de orujo. Pero este aguardiente sale con pocos grados y es necesario después someter el primer aguardiente obtenido a una operación de refinado, consistente en pasarlo de nuevo por el alambique, una vez sin orujo, y obtener así en una segunda pasada un aguardiente más puro, con una graduación cercana a los 80º.

Otro alambique casero. Autora, Mónica Prats

Otro alambique casero. Autora: Mónica Prats

Para comprobar la graduación del aguardiente, se suele tirar un chorro al fuego: si arde se supone que todavía sale con fuerza, pero si lo apaga infieren que ya destila mermado de grados. Para darle gusto y olor se pueden echar hierbas aromáticas que, al cocer, van a dejar su impronta en el aguardiente final. Si se echan anises se evitará además que alguien pueda rebajar maliciosamente el aguardiente con agua, ya que su presencia blanquecina quedaría delatada.

La sobremesa ideal. Vino, orujo y café. Autor, ZellOss

La sobremesa ideal. Vino, orujo y café. Autor: ZellOss

Esta es en esencia la técnica tradicional de elaboración del orujo. En el pasado, los destiladores de orujo vivían de ello y recorrían los caminos con el alambique encima de un burro, siempre al cobijo de la noche para evitar ser avistados. Hoy, sin embargo, son escasos los particulares que fabrican aguardiente. Como es natural producen exclusivamente para su uso privado, aunque en muchos pueblos de Galicia o Castilla-León la proporción es mayor y sus servicios son solicitados incluso por muchos de los vecinos, que conocen el secreto. Así, sin moverse de casa, son los clientes los que llegan a horas intempestivas para procurarse en pequeñas cantidades sus artesanales servicios. Y a cambio, el destilador come y bebe a costa de ellos, que no es otra la paga de su trabajo.

Típicos efectos del Orujo en clientes desaprensivos. Autor, DiggerATL

Típicos efectos del Orujo en clientes desaprensivos. Autor: DiggerATL

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Entre silos y molinos de viento. Por tierras toledanas del Campo de San Juan (2ª Parte)

Entre silos y molinos de viento. Por tierras toledanas del Campo de San Juan (2ª Parte)

El viajero sube a la mañana siguiente al famoso cerro Calderico y al castillo que lo corona. La mañana es fresca, en lo alto un ligero viento hace correr los últimos hilachos de la tormenta que descargó por la noche. Mientras trata de ir saltando los charcos del sendero, le viene a la mente la historia de Zaida, la princesa de origen musulmán por cuyo matrimonio con el rey de Castilla, Alfonso VI, se consiguió para la cristiandad el castillo de Consuegra. Zaida era una joven agraciada de apenas metro y medio de estatura, según revelan los pocos restos óseos que se conservan, y que casó en primeras nupcias con el hijo del rey de Sevilla Al-Mu’tamid.

 

2. Campos de Consuegra. Autor, Jose María Moreno García

Campos de Consuegra. Autor, Jose María Moreno García

Cuando los Almorávides cruzaron el estrecho y amenazaron con apoderarse de todas las Taifas de la península, su marido, el rey cordobés, la puso a salvo en el cercano castillo de Almodóvar del Río, mientras el moría a manos de los africanos a las puertas de la antigua ciudad califal. Alfonso VI tomó como vasallo al suegro de Zaida y éste se apresuró a pedirle que salvase a la princesa, sitiada y sin posibilidad alguna de escapatoria, a lo que éste accedió de buena gana. Marchando hacia Almodóvar del Río Alfonso se dispuso a entablar batalla con el ejército Almorávide, pero por desgracia el choque resultó contrario a sus intereses. Eso sí, consiguió rescatar a la princesa, que así marchó con él a Toledo pasando a ser al poco tiempo su concubina. A la muerte de la esposa del monarca, Zaida se convirtió al cristianismo bautizándose con el nombre de Isabel, y Alfonso la tomó como esposa recibiendo de Al-Mu’tamid como dote el castillo de Consuegra…

 

3. Detalle de las murallas. Autor, M. Martín Vicente

Detalle de las murallas. Autor, M. Martín Vicente

Bonita historia, piensa nuestro caminante, mientas ataca la última cuesta del terreno antes de llegar a los gruesos muros de la fortaleza. No le lleva mucho tiempo contemplar su porte altivo y su diseño militar admirable incluso para nuestra época. De planta cuadrada, dispone de una torre circular en cada uno de sus lados, mientras que de su origen árabe habla la espectacular torre albarrana, en la parte más meridional del castillo, y que en su época estaba unida al cuerpo principal gracias a un adarve. A pesar del abandono sufrido con la desamortización del XIX y los estragos de un incendio, hoy en día el Ayuntamiento lleva a cabo una reconstrucción integral que han convertido al castillo de Consuegra, sin duda, en una de las tres fortalezas mejor conservadas de toda Castilla La Mancha.

 

4. Castillo de Consuegra. Autor, Mackote_VK

Castillo de Consuegra. Autor, Mackote_VK

Desde allí el caminante se dirige hacia los famosos molinos, cuya estampa ha recorrido los cinco continentes hasta convertir al paisaje manchego en uno de los hitos turísticos más universalmente conocidos. Son 12 los molinos, cada uno de ellos con un nombre que parece sacado de las páginas más envidiadas de Don Quijote. Pero al viajero le interesa sobre todo su historia, cuál era en verdad el funcionamiento de estos gigantes y la dura vida del molinero y su familia, enganchada día y noche a las aspas generadoras de fuerza motriz. Allí acudían los agricultores de secano con sus sacos de trigo, de cebada o de guijas, que se almacenaban apilados en la cuadra o planta inferior de la estructura. De allí el propietario los subía cargados a la espalda hasta el moledero, el último piso, donde estaba situada la maquinaria principal y se efectuaba el trabajo de la molienda.

 

5. Por tierras del Campo de San Juan. Autor, Parsifal Poirot

Por tierras del Campo de San Juan. Autor, Parsifal Poirot

Previamente, por supuesto, era necesario armar las velas, es decir, colocar los lienzos de tela que cubren las aspas del molino. Una vez colocadas se giraba la caperuza cónica que corona el edificio por medio de un torno exterior y un palo de gobierno, y que junto a la maquinaria iba orientándose lentamente hasta enfrentarse al viento dominante. La vigilancia era constante, y uno de los peligros más temidos lo constituía precisamente la llegada de las nubes de verano, acompañadas a menudo de rachas impredecibles. Si el viento giraba bruscamente y el molinero no estaba avieso, era frecuente que las aspas y hasta la propia maquinaria se destrozasen con el golpe súbito y fatal.

 

6. Molinos de Consuegra. Autor, Jv_sc

Molinos de Consuegra. Autor, Jv_sc

Con el molino en funcionamiento, el giro de las aspas se transmitía mediante ruedas y engranajes a un eje vertical que movía la piedra superior, o “volandera”, sobre la piedra fija inferior o “solera”. En la tolva se iba vertiendo poco a poco el grano que pasaba por una hendidura hasta situarse entre las dos grandes piedras de molino, quedando así triturado por el movimiento giratorio. Al salir, la cáscara estaba totalmente separada de la harina y todo caía al final por un canalón hacia la camareta, bajo el moledero, donde se cernía la mezcla con un cedazo. De esta forma quedaba la harina lista para su entrega al propietario… por supuesto, previo pago de una parte al artífice del milagro.

 

7. Detalle de las aspas. Autor, Rboot_rboot

Detalle de las aspas. Autor, Rboot_rboot

Cuando termina el repaso a los 12 molinos de Consuegra se le ha echado ya la hora del mediodía. Hace calor y tiene hambre, de modo que nuestro caminante baja a grandes pasos hasta las primeras casas del pueblo para preguntar por un mesón donde remojar el gaznate y echarse algo al cuerpo. No tiene que caminar mucho, y tras las precisas indicaciones llega a un patio amplio en cuyo interior encuentra fácilmente lo que busca. En la mesa, bajo un toldo a rayas verdes y blancas, le colocan un porrón de vino fuerte de la tierra y una sartén de gachas, acompañadas de la inevitable fuente de tocino y ajos tostados. No necesita más, ni siquiera parroquianos que le den las consabidas noticias de entierros, nacimientos y bondades de la cosecha. Poco a poco el medio día va pasando y se convierte en tarde abrasadora, y en la somnolencia que sigue a la comida el viajero planea (o cree planear, ni siquiera está seguro de ello) adonde le llevarán ahora sus pasos de vagabundo por la tierra del Campo de San Juan. Pero eso es sin duda otra historia…

 

8. Sartén de gachas manchegas. Autor, Jlastras

Sartén de gachas manchegas. Autor, Jlastras