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Acompañando a Don Quijote por el Campo de Montiel

Don Quijote y el Campo de Montiel

Si es cierto que El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha es el libro mas leído en el mundo, después de los libros religiosos, y traducido a todos los idiomas cultos, también lo es que es el más estudiado en todas sus múltiples y poliédricas facetas, por tanto lo que sigue no puede ser otra cosa que una opinión más.
Me preguntaría lo primero el por qué de esa universalidad, pero vamos por partes, pues sin entrar en su indudable corrección literaria (ha sido inspiración para un sinfín de escritores posteriores) creo que no es solo esto lo que lo hace tan grande; Einstein murió con un Quijote en la mesita de noche; Freud aprendió castellano para poderlo leer en versión original, y sería una larga lista enumerar a todos sus admiradores completos.
Creo que esta grandeza reside en que trata de forma magistral el sueño ancestral de los humanos: tener un mundo mejor. Sobre todo más justo, ya que la justicia es la madre de todas las virtudes, entre otras cosas porque no podría haber virtud injusta. Desde la Ilíada, la trasmisión oral, los libros de caballerías, las novelas y películas del Oeste, Superman, Spiderman, El Señor de los anillos… todo lo que sea el triunfo del bien sobre el mal, el héroe justiciero, todos han tenido éxito, y es normal que nos identifiquemos con ellos, al menos por un pequeño espacio de tiempo, y creamos ser también como ellos: justos y desfacedores de entuertos.

Alimento del alma y el intelecto. Autor, Eduardo Siquier Cortés

Alimento del alma y el intelecto. Autor, Eduardo Siquier Cortés

Desde el principio, en el prólogo de la novela, Cervantes nos advierte que se trata de una sátira de los libros de Caballerías. ¿Cómo entonces puede representar este sueño o afán?.
Veamos. En esta sátira contrapone a un Amadís joven, fuerte, invicto, hijo de reyes, y a un Don Quijote viejo, cenceño y amojamado, pobre y del último escalón de la nobleza; a una Oriana, princesa, joven, guapa y elegante; y a Dulcinea campesina, ruda y no sabemos si bella; y a los prados y florestas del norte, con la aridez de un Campo de Montiel como escenario de muchas de sus aventuras, algo que repite hasta cinco veces para que no haya dudas, y así nos lo describen todos los viajeros que por él han pasado, llamándolo alguno “mar petrificado”. En los lances o aventuras Amadís termina siempre triunfante y Don Quijote apaleado; es decir, siempre lo opuesto, por eso llegamos a preguntarnos como puede gustar un héroe que siempre termina así; Cervantes resuelve el problema haciéndolo loco, así estos apaleamientos los achacamos a su locura y sirven incluso mas como risibles que lastimosos, y de ahí que en distintas épocas se haya tomado como libro humorístico y las hazañas como bufonadas, mueven más a la risa que a la lástima, y seria incomprensible que si fuera cuerdo le ocurrieran estas cosas. No obstante podríamos decir que también es libro de caballería, pero con otra óptica mas pegada a la realidad y por tanto menos heroica, pues sigue manteniendo el ideal de un mundo mejor, “Que la vida es sueño… y los sueños, sueños son” que diría el gran Calderón.

Arrimado a su lanza ponía los ojos en las armas... Autor, Gustave Doré

Arrimado a su lanza ponía los ojos en las armas… Autor, Gustave Doré

Don Quijote busca caminos y encrucijadas porque en ellas no podían dejar de encontrarse muchas y buenas aventuras, como era la norma en todas las novelas de caballerías. En el transcurso de sus aventuras recorre, entre otros, los caminos del Campo de Montiel en busca de su sueño de justicia: el camino real de la plata, por donde Cartago sacaba la plata del valle de Alcudia a Cartagena; el camino real de carros de Andalucía, o carretera vieja de Andalucía como lo llama Madoz; el camino de Alandumbar de Cartagena a Toledo, nombre árabe del camino por donde Alá guía y protege; el camino de Mérida a Valencia, de Oeste a Este, y por último, de Sur a Norte, el camino de Hércules, de Aníbal o Vía Augusta, que así se ha ido llamando a lo largo de la historia.
Para conocer bien estas aventuras, enseñanzas entreveradas de humor, tenemos una sola opción: leer el texto y visitar el territorio donde se desarrollan sus aventuras. De lo primero solo diremos que son abundantes las ediciones y prácticamente todas son lo mismo, eso sí, leído con el detenimiento necesario porque dicen más entre líneas que en sus letras.

Campos de Montiel. Autor, Antonio Bellón

Campos de Montiel. Autor, Antonio Bellón

Visitar los lugares donde se describen dichas aventuras ya es otra cosa. “Don Quijote de la Mancha, de quien hay opinión, por todos los habitadores del distrito del Campo de Montiel que fue el más casto enamorado y el más valiente caballero que de muchos años a esta parte se vio en aquellos contornos” relata Cervantes en el prólogo de la novela. “Y comenzó a caminar por el antiguo y conocido Campo de Montiel. Y era la verdad que por él caminaba”, escribe y remacha lo dicho en el capítulo segundo.
Creo que sin poner las otras tres citas a este territorio, queda claro que era conocedor del mismo. Visitar o peregrinar a estas tierras y rememorar los sucesos relatados por Cervantes no cabe duda que nos ayudarían a entenderlo mejor.

Sendas de Don Quijote. Autor, Julián Lozano

Sendas de Don Quijote. Autor, Julián Lozano

Usa Cervantes en el Quijote palabras y modismos de castellano antiguo que todavía hoy es posible escuchar en boca de los más viejos de estos lugares, así como la abundancia de refranes y sentencias de Sancho. Todavía es posible probar la cocina de aquel tiempo, una cocina de supervivencia con viandas de la tierra, difíciles de encontrar hoy en otros destinos.
Esta andadura puede constituir una aventura en el tiempo, acompañando a Don Quijote. Si es necesario ayudándole a conseguir ese ideal de justicia, igualdad y libertad que tanto anhelaba y por el que tantos desengaños se llevo.

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Un artículo de Justiniano Rodríguez.
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Cabalgando con Don Quijote. El código y las reglas de Caballería (1ª Parte)

Cabalgando con Don Quijote. El código y las reglas de Caballería

Cuéntase en el capítulo primero del Quijote que: “En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamentos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo”. Ciertamente, las andanzas de nuestro ingenioso hidalgo hubieran sido otras (y mucho menos divertidas) de no toparse éste con aquellos libros de caballeros andantes y damas enamoradas, añorantes en sus torres de cristal, y que tanto furor causaron en la sociedad del bajo Medioevo. ¿Qué buscaba ese Palmerín de Inglaterra, o bien ese Amadís de Gaula, cabalgando incansables en sus corceles por esos caminos de Dios? ¿A qué cuento venían tantas heridas, costaladas y quebrantos de brazos, como las que daba y recibía don Belianís, y para qué el arrojo mostrado por don Galaor, “que no era caballero melindroso, ni tan llorón como su hermano, y que en lo de la valentía no le iba en zaga”?

De molinos. Autor, Mario Lapid

De molinos. Autor, Mario Lapid

En teoría, la finalidad de los caballeros medievales no era pelear por placer, sino en defensa de los oprimidos y para conservar el orden, la justicia y la virtud. Estos elevados propósitos les libraban por cierto del pago de impuestos, cosa que si debía hacer el vulgo, lo que al cabo de los tiempos derivó en una creciente animadversión hacia los privilegios de la nobleza… Pero éste es otro cantar. Don Quijote quiso vivir en pleno Quinientos inmerso en un mundo no ya desaparecido, sino ridiculizado hasta la saciedad, donde la persona de cuna aristocrática se pegaba a la espada como cédula de identidad y no solo para librarse de los impuestos, sino también por propia estimación. La lucha representaba su meta más excelsa. Uno de aquellos caballeros de las “Chansons de Geste” del siglo XIII insistía diciendo: “Ninguno de nuestros padres murió en casa; todos perecieron por el acero frío de la batalla”, mientras que otro de aquellos héroes, Garin li Loherains, afirmaba que “Si tuviera un pie en el Paraíso, lo retiraría para ir a pelear”.

Atardecer en La Mancha. Autor, Diego Sevilla Ruiz

Atardecer en La Mancha. Autor, Diego Sevilla Ruiz

Sin duda nuestro hidalgo de La Mancha debió de leer las palabras infames del trovador Bertrand de Born, de noble estirpe, antes de lanzarse a la aventura a través de las planicies manchegas. Mucho más explícito, aquel francés declamaba en una de sus poesías:

“Mi corazón se hincha de gozo cuando veo
fuertes castillos cercados, estacadas rotas y vencidas,
numerosos castillos derribados,
caballos de muertos y heridos vagando al azar.
Y cuando las huestes choquen, los hombres de buen linaje
piensen solo en hender cabezas y brazos,
pues mejor es morir que vivir derrotado…
Os digo que no conozco mayor alegría que cuando oigo gritar
“¡Sus! ¡Sus!” en ambos bandos, y el relincho de corceles sin jinete,
y quejidos de “¡Favor! ¡Favor!”,
¡y cuando veo a grandes y pequeños
caer en zanjas y sobre la hierba,
y veo a los muertos atravesados por las lanzas!
Señores, ¡hipotecad vuestros dominios, castillos y ciudades,
Pero jamás renunciéis a la guerra!

Continuará…