La elevada meseta tibetana, conocida como “El Techo del Mundo” por su extraordinaria altitud media, aparece además rodeada por imponentes moles montañosas y de mayor elevación todavía. El 99% del Tibet se haya por encima de los 3000 metros de altura, aunque la mitad norte supera los 5000 metros. La inmensa mayoría de los tibetanos tienen un mismo origen étnico, todos ellos dedicados hasta hace bien poco a una agricultura de subsistencia, sin industria y con intercambios comerciales mínimos. Yaks domésticos, cabras, caballos y ovejas proporcionan carne, leche, mantequilla, pieles y energía de tiro, al tiempo que la agricultura se extiende en los fondos fértiles de los valles, o en las frecuentes terrazas de las laderas que suben hasta las cimas circundantes, algunas de más de 8000 metros de altura. En 1973 el viajero y escritor Peter Matthiessen emprendió una expedición a la Montaña de Cristal, en la meseta del Tibet, y tuvo ocasión de comprobar por si mismo la realidad subyacente a este pueblo sumido en el vertiginoso halo de la leyenda. Y desde luego, a tenor de lo que reflejan los extractos de su libro “El Leopardo de las Nieves”, que a continuación reproducimos, tuvo un éxito absoluto. Porque como él mismo dijo una vez: “un hombre sale de viaje y es otro quien regresa”.
Bucólico Tibet. Autor, Rickz
“El camino encuentra el sol en la aldehuela de donde procedía el fuego que vimos anoche en la sombra de la luna, y que es una de las comunidades más primitivas que todavía se encuentran en estos profundos cañones interiores del Himalaya. Las casas de piedra de Yamarkhar están bien separadas, como en el Tibet, mientras que aquí no hay más que una aglomeración escalonada en la ladera de la montaña, de manera que el techo de una casa es la terraza de la otra, y los distintos niveles enlazan mediante toscas escaleras de mano talladas en un solo tronco (…) Observar a los habitantes de este extraño sitio es como ver a la gente desde un escondite, porque tienen a gala fingir que no estamos presentes. Uno de los hombres, con la cabeza muy echada hacia atrás, fuma una primitiva pipa tubular, mientras una mujer muele maíz en un mortero de piedra y tres muchachitas parten nuececitas oscuras procedentes de los únicos árboles que quedan en la montaña. En un porche cubierto bailan dos niños; otro toca un tamborcillo largo y estrecho. Un hombre muy viejo y encorvado, con las manos a la espalda y en ellas un cuenco vacío, se arrastra al otro lado de un tabacal que empiezan donde terminan los edificios”.
Mujer tibetana en Lasha
Montañas sagradas. Autor, Erika Kohn
Monje en el monasterio de Ganden. Auror, Erik Törner
Everest. Entrada al Tibet. Autor College of William and Mary
Monasterio tibetano de Samye. Autor, Jay goldman
“Desde un nicho cubierto de líquenes, resguardado del viento frío, contemplo las inmóviles montañas blancas hacia el sur. Aquí el efecto del sol y de la luz es tan intenso que las laderas meridionales expuestas hacia el norte están cubiertas de nieve hasta el río, mientras que en este lado septentrional, que da al sur, la nieve está ausente. Sucede, por tanto que una orilla del Saure es una sábana de nieve, mientras que, del otro lado del torrente, a pocos metros de distancia, saltamontes y eslizones corretean entre la hierba tibia (…) Desciendo a lo largo del borde del cañón y me siento apoyándome contra una roca. En dirección norte, un cono nevado se alza en el cielo, y los campos nevados se alejan por el horizonte hasta fundirse con el azul intenso. Donde el Saure se lanza por su barranco, un impresionante muro cortado a pico vibra con extrañas modulaciones de nieve y sombra. El vacío y el silencio de las montañas nevadas provocan en seguida los estados de conciencia que se dan en el proceso de vaciar la mente durante la meditación y, sin duda, las grandes altitudes tienen su efecto, porque mis ojos perciben el mundo, a voluntad, como fijo o fluido”.
Yamdrok Tso, Tibet. Autor, IMs BILDARKIV
Niñas a la salida de la escuela. Autor, Runner PL
Lugar de oración. Autor, Rickz
Escaleras en el palacio de Potala. Autor, Archer 10
Fabricando mantequilla de Yak. Autor, Archer 10
“Un vaquero desciende con una reata de caballitos peludos, cuarenta o más, que abandonan los pastos de verano cerca de las cumbres, y de nuevo tengo la sensación de que, al dirigirnos hacia el norte a través del Himalaya, avanzamos de manera antinatural, en sentido contrario a las estaciones. Un muchacho corre de aquí para allá sobre las bellotas, lanzando piedras veloces para mantener a los animales en fila; una niñita con el palo muy largo cierra el cortejo. Sorprendida al encontrarme en el bosque, da un salto para apartarse; una vez a salvo después de pasarme, hace tímidamente una pregunta: “¿Quién eres?”. O, al menos, es lo que parece decir su voz suave. Como no la entiendo no puedo responder. Sonreímos y la niña coloca las manos en posición de rezar: “¡Namas-te!”. Yo hago lo mismo: “¡Namas-te!” (¡Te saludo!). Y marcha tras sus caballitos dando saltos pendiente abajo”.
Monasterio de Rongbuk. Al fondo, el Everest. Autror, Kartläsarn
Desolación y Fe. Autor, Erik Törner
Castillo y puente. Autor, Runner PL
Mujer nómada tibetana. Autor, Erik Törner
Nubes en el Himalaya. Autor, Ralky
“Desde aquí hay una ascensión muy empinada de una hora o más. Los porteadores tarakot refunfuñan, e incluso los tamang se quedan sin aliento, todos menos Karsung, que está cantando. Una familia bothia que no va acompañada de animales desciende por la senda, saluda tímidamente con un gesto de cabeza y desaparece (…) Sobre el camino, sobre el brillo de la mica y de extrañas piedras resplandecientes, yace la pluma amarilla y gris azulada de un pájaro desconocido. Y acto seguido llega una intuición penetrante, en modo alguno entendida, de que esta pluma sobre la senda plateada, en este ritmo de sonidos de madera y cuero, respiración, sol y viento e ímpetu de río, en este paisaje sin tiempo pasado o futuro, en este instante, en todos los instantes, transitoriedad y eternidad, muerte y vida son una y la misma cosa”.
En el reino de las montañas. Autor, Kholkute
Escena de campo en el Tibet. Autor, Erik Törner
Los guardianes del mundo. Autor, Everexplore
La alegría de la casa. Autor, Erik Törner
“Esta estación templada en la que me muevo es una estación irreal, soñada, distinta de cualquier otoño que recuerdo. El viento me trae desde los arroyos el olor del barro recién removido por las ranas, el aroma de los soleados montones de estiércol de aves de corral, el humo de leña y el olor ácido de las hojas en descomposición, olores de mañanas infantiles que despiertan un eco en mi corazón. Al cruzar un puente, el camino hacia occidente asciende a todo lo largo de un valle muy extenso; al acercarnos al final, por un paso a poca altura, rebosa entre las colinas la luz del sol poniente. Como cojeo, Tukten y Dawa me preceden, y sus humildes siluetas, inclinadas bajo el peso, se recortan contra el fuego solar; como fieles peregrinos a las puertas del paraíso, les rodea un halo, arden y desaparecen”.
Todos los textos están extraídos del libro:
“El Leopardo de las Nieves” Peter Matthiessen. Ed. Siruela, 1995