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Cabalgando con Don Quijote. Una de Duelos y Quebrantos (2ª Parte)

Cabalgando con Don Quijote. Una de Duelos y Quebrantos (2ª Parte)

A pesar de la explicación dada por el manchego al señor Starkie, lo cierto es que el origen de este plato está, todavía hoy, inmerso en la incógnita más absoluta. La teoría anteriormente citada es además poco probable, ya que la carne de las reses muertas solía servirse seca y adobada, constituyendo hasta hace poco un alimento «de campaña» para la dura labor del pastor. Poco se parece esta «suela de zapato» al plato servido en restaurantes y mesones de la tierra, del que solo comparte su confección sencilla y sin adornos, y para el cual se emplean los productos propios de una casa de agricultores. Además, si hemos de creer a las crónicas históricas, no nos imaginamos a toda una reina como Mariana de Austria, esposa del inefable Felipe IV y objeto, junto a su marido, de las burlas procaces de Quevedo, participando de ese plato campesino en 1669 cuando recaló en casa de unos labriegos de La Roda que le dieron hospedaje. De ser así, nuestro genial escritor hubiera hecho con esta escena los mejores versos de su magreada pluma.

Pórtico de la Casa de la Inquisición. Villanueva de los Infantes. Autor, Rafa

Pórtico de la Casa de la Inquisición. Villanueva de los Infantes. Autor, Rafa

Todavía hoy existen discrepancias acerca de la receta de los «Duelos y quebrantos», aunque todos coinciden en que el revuelto con huevo es una presentación básica. A partir de aquí, sin embargo, no existe unanimidad alguna en los ingredientes: chorizo, jamón, tocino de cerdo e incluso sesos de cordero, como lo afirma el Diccionario de Autoridades de 1732, donde se hace mención a este plato de La Mancha como una simple tortilla de sesos y huevos. Pero es precisamente este nombre tan peculiar de «Duelos y Quebrantos» el que nos sirve de guía para desentrañar su oscuro origen: algunos entendidos afirman con rotundidad que el nombre alude al «quebranto» del ayuno obligado por comer carne de cerdo (lo que hoy llamamos torreznos), por parte de practicantes judíos o musulmanes. La jugada le salía ni que pintada a la Inquisición, ya que ante cualquier sospecha de hallar judío o morisco tras la fachada de un cristiano viejo, a menudo se ofrecía al desdichado este plato para así comerlo a la vista de todos… Si no probaba bocado quedaba desenmascarado. Y si lo hacía, entonces violaba sus propias leyes y se condenaba él mismo ante la ley de Dios.

Duelos y quebrantos del siglo XXI

Duelos y quebrantos del siglo XXI

Otros sabios, sin embargo, no hilan tan fino. Y es que este alimento recibía también por entonces el nombre de «La merced de Dios», pues no debía de faltar en ninguna casa y menos aún en la de los más pobres. Por ello, se argumenta, las miserias ocasionadas entre la población por las frecuentes guerras feudales de los siglos XIV y XV dieron lugar a la preponderancia de platos guisados con despojos de animales, lo que hoy llamamos «menudo», esto es, manos y patas de aves, cabezas de carnero con sus sesos, pezuñas, vísceras y, por supuesto, revuelto de huevos fritos con torreznos… De ahí vino el primer nombre dado a este pobre manjar, «penas y miserias», y que derivó más tarde en nuestros «Duelos y quebrantos» de indudables connotaciones cervantinas.

Vieja friendo huevos. Diego Velázquez, Óleo sobre lienzo. 1618

Vieja friendo huevos. Diego Velázquez, Óleo sobre lienzo. 1618

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Cabalgando con Don Quijote. Una de Duelos y Quebrantos (1ª Parte)

Cabalgando con Don Quijote. Una de Duelos y Quebrantos (1ª Parte)

En una España empobrecida y famélica como aquella de Don Quijote, la cocina del hidalgo manchego se nos presenta siempre sobria, suficiente y sin alardes. Los “Duelos y quebrantos” constituyen un ejemplo típico de este yantar socorrido que pretende aprovechar lo que hay, y que ya en el primer párrafo de Don Miguel queda establecido junto al carácter rotativo y rutinario de la pitanza:
«En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda.»

Don Quijote outside Kennedy Center. Autor, mjlaflaca

Don Quijote outside Kennedy Center. Autor, mjlaflaca

Por cierto que este modelo repetitivo es fórmula habitual de la época. Así, en el “Entremés del Mayordomo” de Quiñones de Benavente se nos muestran los diferentes platos a consumir cada día de la semana, en un programa muy propio de casas de huéspedes o de colegio mayor:

“Jueves y domingo, manjar blanco
Torreznos, zigotico, alguna polla,
Plato de yerbas, reverenda olla,
Postres y bendición…
Los viernes, lantejillas con truchuela
Los sábados, que es día de cazuela
Habrá brava bazofia y mojatoria,
Y asadura de vaca en pepitoria
Y tal vez una panza con sus sesos
Y un diluvio de palos y de huesos”.

Olla podrida. Autor, desconocido

Olla podrida. Autor, desconocido

Sin duda el plato que ofrece mayor misterio en el menú de nuestro hidalgo es el de “Duelos y quebrantos”, sobre el cual ilustres cervantistas de todas las épocas han vertido ríos de tinta. Al parecer, en la época de Don Quijote se trataba originalmente de una comida de sábado asociada a lo que hoy llamaríamos casquería (despojos, asaduras, vísceras, patas, sesos). Esta costumbre horrorizaba a los extranjeros que visitaban Castilla, puesto que en aquellos años la cristiandad occidental tenía prohibido consumir cualquier tipo de carne en sábado.

La respuesta de los castellanos era feliz: “los despojos, vísceras, patas, cabezas y sesos no es carne aunque esté en ella”. Como el tocino (de ahí vendrá el torrezno) se incluía en el menudo de cerdo, su consumo estaba igualmente permitido durante ese día para escándalo de los rigoristas.

Racimo de uva en La Mancha. Autor, Cagiga

Racimo de uva en La Mancha. Autor, Cagiga

En realidad, pocas personas pueden dar una explicación convincente acerca del origen de este plato, aunque una de las más pintorescas es la que refiere el célebre viajero irlandés Walter Starkie, que visitó Campo de Criptana en la primera mitad del siglo XX:
“Criptana es el sitio más acogedor de toda la Mancha; una ciudad de gente gruesa, de gente pacífica. En dos días apenas logré ver ningún hombre alto y delgado o de mejillas enjutas. Mi ración, durante mi estancia allí, consistía en comentarios sobre el libro inmortal.
– ¿Qué cenaré esta noche? ¿Por qué no “Duelos y quebrantos” siendo sábado?
– ¿Usted sabe por qué lo llaman “duelos y quebrantos”? – me dijo una persona distinguida de la localidad.
– Supongo que se refiere a los desperdicios de la carne que son la comida del pobre.
– Ya se conoce que no es usted manchego, si no, no diría eso. “Duelos y quebrantos” son términos estrictamente manchegos. Los pastores de aquí desempeñan un puesto de confianza cerca de sus amos y son responsables de cada oveja que está a su cuidado. Si muere una por accidente el pastor la desuella y cura la carne con sal y ajo. Luego el sábado, día de entregar la cuenta va a ver a su amo y le enseña la piel como prueba de que el cordero ha muerto. Entonces él se lleva la carne para cocerla en su casa. La pérdida del cordero es una pena, “duelo”, y un “quebranto” para el amo. He aquí la explicación”.

Continuará…