La tradición de las cruces de Mayo adquiere en Villanueva de los Infantes una notoriedad especial, debido sobre todo a la amplia tradición existente y al entusiasmo con que jóvenes y mayores, residentes y visitantes, llevan a cabo en estas fechas las abundantes muestras de fervor popular. Ya a finales de abril se abrió la XIX Muestra Comarcal de Mayos en el Auditorio municipal La Encarnación, donde las rondallas locales tuvieron que interpretar un Mayo y una pieza extraída de su repertorio.
Este estreno viene ni que pintado para la denominada Noche de las Damas, cuando las mismas rondallas recorren al anochecer calles y plazas del pueblo «echando el Mayo» a las señoras de sus desvelos. Por supuesto la primera Dama es Nuestra Sra. de la Antigua, y la tradición exige empezar cantando el «Mayo a la Virgen» frente a la puerta de la Iglesia Parroquial.
2º premio Concurso de Cruces año 2014. Autor, Mariano Perez Gabaldón
El momento culmen comienza a las tres de la tarde del día 2 de mayo, cuando se encienden las hogueras que por todo el casco urbano señalarán la presencia de una Cruz. Existen multitud de capillas en las calles donde, normalmente por promesa u ofrenda de alguna familia, puede erigirse una Cruz. Pero éstas también suelen levantarse en el interior de las viviendas, normalmente en una habitación próxima a la entrada a fin de poder recibir las constantes visitas que se sucederán durante las siguientes 24 horas. Antiguamente el mantenimiento de las Cruces corría a cargo de los vecinos de la calle donde se ubicaba la capilla. Cuando ésta no existía (o el espacio resultaba insuficiente para albergar al público) se incrementaba el espacio con galeras y esteras sujetas con palos.
Plaza Mayor de Vva. de los Infantes. Autor, Castor Game
Y es que la contemplación de estas Cruces era y es el alma de la celebración, de modo que cualquiera puede asistir recibiendo a cambio el tradicional ponche y «puñao», es decir, un aperitivo de corte sencillo pero emotivo compuesto por trigo tostado, anises, cañamones y palomitas de maíz. Para aquellos que lo deseen la hospitalidad de las «peanas» o custodias de la Cruz es todavía mayor, y así resulta todo un honor acceder hasta el «Charco» para recibir dulces y otros comestibles todavía más sabrosos. A la Cruz acuden las cuadrillas de «mayeros» para cantar el Mayo de la Cruz, un tipo de composición en la que las coplas pícaras ceden el protagonismo a escenas de la Pasión del Señor.
Cantando el mayo. Autor, Mariano Perez Gabaldón
La ornamentación de las Cruces ha sufrido muchos cambios a lo largo del tiempo. A principios de siglo era sobre todo a base de motivos naturales: flores, macetas con rosales y otras plantas, romero oloroso y abundante iluminación a base de candelabros con cirios de cera. Con la llegada de la luz eléctrica (inaugurada en el verano de 1903) comenzó la era de las bombillas de arco voltaico, que se combinaban para formar llamativos reclamos junto a encajes, colchas, mantones y algún que otro espejo estratégicamente dispuesto para incrementar el efecto de los adornos.
Caminando todos juntos por el Campo de Montiel. Autor, Mancomunidad Campo de Montiel
En aquellos años podían participar hasta dos bandas de música, las cuales se esmeraban y competían durante la jornada tocando «mayos» de calle en calle. Hoy esa tradición ha cedido su protagonismo al encanto de las rondallas, que al caer la noche se «enseñorean» del pueblo para gozo de los amantes de la trasnochada. Pero entonces la noche era también de fiesta, y hasta tal punto fue así que llegaron a pregonarse bandos pidiendo moderación a los “mocicos”. Otros «mayos» de renombre fueron los dedicados a Jesús Nazareno de Santo Domingo, el ya citado a la Virgen, y los del Cristo de la Piedad y Jesús Rescatado.
Una deliciosa tarta de Santiago. Autor, Bollitttos
Así pasaban las horas hasta la llegada de la luz del día, el 3 de mayo, cuando por aquellos años se oficiaba el acto religioso más importante de la festividad: la Sagrada Misa en la parroquia. Antes, la denominada Santa Cruz de las Reliquias era sacada a hombros por toda la plaza: se trataba de una obra de gran valor artístico ubicada en la hornacina de un retablo neoclásico, existente donde hoy podemos admirar el retablo de Santo Tomás. Eran las horas previas al final de la celebración. Y a las tres de la tarde, como una medianoche de Cenicienta, las hogueras se apagaban y el encanto de las Cruces pasaba el relevo a cierta resaca de canciones, de misticismo satisfecho y de pasión por unas tradiciones que, todavía hoy, se mantienen adornando la ya esmerada historia de los infanteños. Las Damas se recogen, las rondallas guardan sus coplas e instrumentos y las macetas vuelven a adornar, como cada año, la blancura inmaculada de los patios manchegos… Es el momento de descansar. Y tal como entonces, las Cruces de Mayo duermen ya a la espera de una nueva y aún más esplendorosa edición que engalane la primavera.