Presiento difícil concretar en un artículo la magnitud que desde tiempos remotos ha ido coleccionando las diversas piezas que componen tan valioso escaparate, merecedor del blindaje legal que lo preserve de la destrucción y así continuar enriqueciendo al ser humano con algo tan incalculable como la belleza natural aderezada con el brillo de una cultura milenaria, salteada de pueblos pintorescos, conjuntos monumentales, parajes de ensueño y la acogida de cientos de establecimientos con encanto dotados de suficiente experiencia y buen hacer como para seducirte y hacer volver toda una vida, hasta completar la apasionante aventura de conocer y sentir ese increíble conjunto de valles, protegidos por la fuerza de las montañas, como algo caro por su rareza y extremadamente incalculable por ser de todos.
Bienes que en un mundo cada vez más pequeño, más superpoblado de voracidad consumista, insaciable de materias primas, donde espacios como las sierras de Cazorla, Segura y Las Villas conforman un mundo aparte.
Naturalismo, senderismo, botánica, historia, arte, deporte, meditación, gastronomía, caza, pesca, fotografía, etnografía, y tantos aspectos, materias y aficiones capaces de satisfacer todos los gustos, dispuestos para ti durante todo el año.
Sorprendentes macizos calcáreos poblados de pinares infinitos. Intercalados con multitud de retazos del originario monte mediterráneo. Frondas caducifolias en los humedales y umbrías. Ejemplares monumentales de robles, fresnos, olmos, tejos y demás nobles especies que imprimen carácter al entorno.
Estoy más que seguro de que no va a tardarse mucho en controlar, dosificar o regular de algún modo el acceso y la estancia en el espacio natural más extenso de la península y creo que el segundo de Europa, después de la Selva Negra.
Vista del Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas. Autor, Federico Vaz
Tienes el Paraíso a la puerta de tu casa. En tu país existe uno de los espacios naturales más bellos y majestuosos del mundo. Incomparable y a la vez igualable a las más sugerentes postales de los legendarios parques nacionales norteamericanos.
Caminar por el sendero que bordea el río Borosa, nada tiene que envidiar a ningún paisaje de los Alpes. Y aquí además doblemente sorprendente por tratarse de una latitud tan meridional en un clima semiárido con acusados contrastes térmicos. Este es uno de los ríos capaces de hacerte sentir en fantasías tan curiosas como “Alicia en el país de las maravillas”. El lecho cristalino, transparente como ya casi ninguno, te permite caminar por él como si lo hicieras sobre las aguas. Como si pasearas por una gran avenida de plata o fueras uno de los pastores del belén de la infancia, con el río representado en un espejo o papel de aluminio.
Si disfrutas del auténtico contacto con ese recurso cada vez más escaso que llamamos naturaleza y aquí además, agreste, repleta de hermosura y vigor, te sorprenderás encontrándote de repente absolutamente sobrecogido por todo cuanto te rodea, como si estuvieras dentro del documental que a veces habrás visto desde el sofá.
Puede que algunos nombres no sean decididamente estimulantes, o evocadores cuando los ves en los mapas, de los cuales te olvidas por completo ante la indescriptible creación que te acoge y te sublima el espíritu hacia algo más o mejor que lo terrenal y humano. Tanto la Cerrada del Utrero, como la Cerrada de Elías, debería estar prohibido describirlas porque nadie acertará a transmitir que son lugares con naturalidad propia, a los cuales deberíamos cederles derechos de autor.
Río Borosa. Autor, Cristóbal Poyato
La laguna de Valdeazores, el nacimiento del Guadalquivir, castillo de La Iruela, senda del río Cerezuelo… cientos de lugares nombrados por los propios parajes que encajan a la perfección con lo que ofrecen.
Desde una de las ventanas del castillo de Hornos, uno de esos días nublados, nada te impide creerte en Escocia y con el monstruo buceando bajo las aguas del Tranco de Beas.
Hornos, es otro de esos recursos, hasta hace muy poco infravalorado que con la declaración de Conjunto Histórico y la puesta en auge de sus monumentos y entramado urbano, suman a la grandiosidad natural circundante.
Primavera, verano, otoño, invierno…, y si hubiera una quinta estación, también sería buena para disfrutar estas magníficas serranías. La Carretera que desde La Puerta de Segura, recorre todo el parque hasta Cazorla, es probable que pueda considerarse tanto o más bellas que todas aquellas que aseguramos como las más de aquí o allá.
Quesada, cargada de historia desde la calle hasta la veleta del campanario. Iznatoraf sobre el mantón de olivar que borda en dos provincias la mayor campiña del mundo. Sesenta millones de olivos produciendo salud de la mejor calidad. Sierras escoltadas por este inmenso ejército verde habitado por la genialidad de Vandelvira, edificando en Úbeda y Baeza, vecinas de la sierra, la versión española del Renacimiento. Porque aquí en la comarca de La Loma, se ondulan las colinas elevando a Sus Majestades las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas. Aquí está nuestra Toscana, desde hace siglos. Con todo el arte, historia y riqueza natural que te harán querer volver y volver por lo mucho que hay que ver, saborear y sentir.
Quesada. Autor, Jose Angel Rodriguez
Más que un paraíso es un jardín de edenes encadenados, donde las dimensiones del parque natural se prolongan con los atractivos culturales y de ocio de unas comarcas bastante experimentadas y con muchas posibilidades de convertirse en los mejores destinos de interior.
Ahí lo tenéis a vuestra disposición, para todos los gustos y todos los bolsillos. Para ir solos o acompañados. Para emociones fuertes como lanzarse en parapente en el Festival del Aire en Segura de la Sierra o pasear paladeando con la vista cada una de las piedras labradas que tan cultas como Jorge Manrique, construyen la contundencia del castillo y la delicadeza de la fuente. Las portadas solariegas, las esquinas populares, las ruinas de muralla y el legendario transcurrir de la Historia, que como su paso, recorre junto a la carretera contemplando las imponentes torres de vigilancia olvidadas por los árabes.
Tanto hay que decir de estos parajes que aquí ya no cabe más. Es preciso ir. Volver y disfrutarlos mejor que escribirlos.
Torreón del Castillo de las Cinco Esquinas. Autor, Ángel Antonio Gómez
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Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano
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Fotografía de portada: Sierra de Cazorla. Autor, Cristóbal Poyato
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