Hoy, dos días después de la tragedia acaecida en Santiago de Compostela, no hay más palabras ni más sentimientos en nuestro ánimo que aquellos que nos sirvan para recordar. Recordar a las víctimas de tan desgraciado accidente; recordar a las familias, amigos o compañeros; recordar a los heridos; recordar las muestras de dolor y de angustia de quienes perdieron a alguien junto a esas fatídicas vías, tan solo a cuatro kilómetros de la estación, tan solo un día antes de la fiesta grande de Galicia. Nuestro recuerdo va con ellos como no podía ser de otra forma. Pero también, porque sabemos que la vida se abre camino a pesar de los conflictos más difíciles, nos gustaría asimismo hacer un quiebro a esta desgracia abriendo una ventana a la esperanza, a la gratitud y al amor.
Torre exenta de la Catedral de Santo Domingo de la Calzada. Autor: Juantiagues
Santiago de Compostela ha sido y es meta de un rosario de gentes que, a lo largo de cientos de años, buscaron en ese mítico rincón del oeste de España el significado de una vida cargada de interrogantes. Querían poner rumbo a sus vidas, encontrar el secreto de la paz que todos ansiamos, también un medio para encauzar o reforzar su Fe. Compostela era asimismo la meta de los heridos y fallecidos en el accidente. Por eso, en medio del dolor y de la aflicción, no podemos olvidar que es precisamente este camino, el camino de los Peregrinos del mundo, el que ha escrito algunas de las páginas más hermosas de esperanza y de vida entre los que se decidieron a seguirlo. Como homenaje, aquí tenéis una de las más bellas. Ellos, ahora, también lo saben.
Camino de Santiago, a la altura de Santo Domingo. Autor: Calafellvalo
“Cuenta la leyenda que hacia el año 1400, un matrimonio alemán que residía con su hijo en la localidad de Santés, en el norte de Francia, se decidió a ponerse en camino para visitar la tumba del Apóstol Santiago. Siguiendo los pasos de la ruta jacobea llegaron al fin a la villa de Santo Domingo de la Calzada, y cansados por el duro viaje decidieron hospedarse en un viejo mesón junto al camino. Los dueños recibieron a la familia y le ofrecieron mesa y cama, mas tenían una hija que les ayudaba en la tarea de atender a los peregrinos, y que al ver al joven alemán no pudo por menos que enamorarse de tan gallardo muchacho y desearlo. Desafortunadamente se vio rechazada, así que ideó un perverso y maligno plan para vengarse de tamaña ingratitud: cogiendo una valiosa taza de plata que sus padres atesoraban en el mesón, la introdujo a escondidas durante la noche en el zurrón del joven y esperó con paciencia la amanecida para ver cumplidos sus designios.
Plaza de España en Santo Domingo de la Calzada. Autor: Santiagues
Tal como planeó, al día siguiente, cuando los peregrinos se disponían a partir, la muchacha denunció la ausencia del objeto y culpó al hijo de los huéspedes, asegurando que le había visto levantarse de madrugada y meter la taza en su zurrón. Se requirió a las autoridades para que registrasen en la bolsa del alemán, quien muy sorprendido accedió a entregarla a los guardias. Su sorpresa fue mayúscula cuando vio que efectivamente la taza extraviada se encontraba allí, mas no pudo hacer nada para remediar la situación, puesto que en aquellos tiempos el robo era un delito muy grave y estaba penado de forma rigurosa. De este modo el muchacho fue juzgado y condenado a pena de horca, sentencia que se cumplió implacablemente a los pocos días.
Vista nocturna de la Catedral. Autor: Neyzan
Los padres no pudieron enterrar el cadáver de su hijo al ser de Ley dejar al ajusticiado colgado durante semanas, como escarnio y aviso para ladrones, de modo que continuaron viaje y marcharon a Santiago totalmente angustiados ante la desdicha que se había abatido sobre ellos. A su regreso de Compostela decidieron pasar de nuevo por Santo Domingo de la Calzada, con el fin de ver por última vez a su hijo y rezar por él. Mas al arrodillarse delante del muchacho, cuyo cuerpo seguía colgado del madero, quedaron sorprendidos al escuchar claramente una voz que desde lo alto les decía: “Madre mía, ¿Por qué lloráis al muerto cuando está dichosamente vivo?. El bienaventurado Santo Domingo de la Calzada me ha conservado la vida, él me ha mantenido y sostenido como ahora me veis. Id y dad parte a la Justicia”.
Peregrinación de jóvenes a Santo Domingo. Autor: Laparroquia
Con grandes muestras de alegría, los padres corrieron hacia el Barrio Viejo en donde se encontraba la casa del Corregidor y le comentaron punto por punto lo que había acontecido. Éste, práctico hombre de la Justicia del Rey, se encontraba en aquel momento sentado a la mesa y a punto de trinchar un gallo y una gallina de corral, por lo que no quiso dar crédito a las palabras de los peregrinos. Aún así insistieron en la veracidad de sus palabras, y entonces el Corregidor, viéndose importunado, exclamó: “¡Vuestro hijo está tan muerto como estas aves que voy a trinchar!”. Y es aquí cuando tuvo lugar el hecho milagroso del que todos se asombran y dan gracias desde entonces: pues no bien hubo dicho esto cuando las dos aves listas para la cena recobraron súbitamente sus plumas, y el gallo, irguiéndose cuan alto era, abrió su pico y comenzó a cantar…”
El mausoleo del Santo. Autor: Calafellvalo
El gallinero de la Catedral de Santo Domingo. Autor: Calafellvalo
Con el maravilloso milagro de Santo Domingo de la Calzada el joven peregrino recobraba la vida, y así toda la familia, eternamente agradecida por el regalo que se les había hecho, regresó a su patria con la mirada puesta en el futuro y el corazón acrecentado y rebosante de Fe. De esta forma tan sublime termina la historia del ahorcado, cuya primera versión la encontramos en el Liber Sancti Jacobi o Codex Calixtinus atesorado actualmente en la Catedral de Santiago de Compostela. Si nos atenemos a esta versión parece que los hechos ocurrieron mucho antes, hacia el año 1090, afirmándose que los peregrinos eran efectivamente de nacionalidad alemana, y que el muchacho a quien se le atribuyó el robo de una copa de plata atendía al nombre de Hugonell. Sea cual fuere la versión más próxima a la realidad, lo cierto es que desde entonces se atesora en la Catedral de la localidad riojana un trozo de madera de la infame horca, y que en un lucillo enrejado frente a la Capilla Santa, donde se hallan los restos de Santo Domingo, existen un gallo y una gallina blancos a los que se procura cuidar, alimentar y sustituir convenientemente cada mes… No es raro que surgiese al poco el siguiente dicho popular:
“Santo Domingo de la Calzada,
que cantó la gallina después de asada».
Peregrino y gallo. Autor: ErinEB