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Toledo, las cuevas de Hércules y la Leyenda de la Mesa del rey Salomón

Toledo, las cuevas de Hércules y la Leyenda de la Mesa del rey Salomón

Según narra una antiquísima historia, Hércules construyó un palacio hechizado de jade y mármol cerca de Toledo y ocultó allí, bajo la forma de abundantes riquezas, todas las desgracias que amenazaban a España. Durante los últimos años varios investigadores han dado por sentado que el verdadero tesoro de los reyes hispanos nunca se halló, ni tampoco abandonó la capital visigoda con la invasión islámica en 711, e investigan el Toledo más oculto en busca de pruebas que puedan sustentar su tesis. Hoy se sabe que las cuevas de Hércules, donde si hemos de dar fe a la leyenda reposó por un tiempo la sublime mesa del rey Salomón, son unos subterráneos abovedados de época romana que se encuentran bajo lo que fue la iglesia de San Ginés, desaparecida en 1841. Ésta es, en boca de algunos, la crónica exacta de los hechos, acaecidos cuando la ciudad cayó en poder de los ejércitos de Alá conducidos por Tariq, llamado también el Pegador:

Puente de Alcántara sobre el río Tajo, en Toledo. Autor, Francisco Javier Martín

Puente de Alcántara sobre el río Tajo, en Toledo. Autor: Francisco Javier Martín

“La fuente de tu sabiduría es grande, ¡oh, gran Hakim! Tú que has recorrido las tierras entre cinco mares, y buscaste la compasión de Dios en la soledad del desierto, en la templanza de tu voz o el valor de tu alfanje, ¡Cuéntanos, si te place, la historia de la Mesa del sabio Salomón y de cómo llevó consigo la perdición a los hombres!”.

“Alá es cien veces bendito, pues habéis de saber que en los días en que el gran Tariq sitió con sus tropas la ciudad de Toledo, le llegaron noticias a su campamento sobre los tesoros que se guardaban en las profundidades de la ciudad. Había allí ánforas repletas de esmeraldas, rubíes y maderas preciosas acumuladas durante siglos, junto a las veinticuatro diademas de oro de los veinticuatro reyes godos que reinaron en la ciudad. Pero más valiosa que todas esas alhajas juntas era la mesa del rey Salomón, hijo de David, de la que se decía que estaba tallada en una sola y enorme esmeralda, y que otorgaba al que la poseyese poderes maravillosos.

Escena callejera. Obra de Fabio Fabbi (1861-1946)

Escena callejera. Obra de Fabio Fabbi (1861-1946)

Las ruinas de la ciudad tras la conquista. Gustave Doré (1832-1883). Litografía

Las ruinas de la ciudad tras la conquista. Gustave Doré (1832-1883). Litografía

Aquella noche Tariq recibió en su campamento la visita de un renegado judío, oculto en densos ropajes, y que para llegar hasta allí había traspuesto las murallas al amparo de la oscuridad. Tariq lo hizo pasar a su tienda, y supo por él que sus hermanos judíos habían sido humillados y maltratados durante siglos por sus vecinos cristianos, y que debido a ello estaban dispuestos a entregar Toledo a su libertador, enviado del Califa de Oriente. Tariq se sintió halagado por ello, pero antes de cerrar trato alguno preguntó al judío por la mesa de la sabiduría, y si era cierto que se encontraba allí, que estaba tallada en una sola esmeralda y que el que la tuviese alcanzaría la comprensión de todas las cosas habidas y por haber.

Catedral de Toledo. Autor, Sincretic

Catedral de Toledo. Autor: Sincretic

El renegado afirmó que, en efecto, aquel raro prodigio se encontraba enterrado en las llamadas cuevas de Hércules, tras cuatro salas repletas de riquezas y custodiadas por dos gigantescos guardianes de bronce ¡Que Alá los destruya! Y el judío añadió: “Esta mesa es un espejo donde pueden contemplarse todos los grandes sucesos pasados o por venir, y todas las acciones dignas de renombre, tal y como el mismo Salomón hacía y por lo cual fue el más sabio entre los sabios. Pero has de saber, ¡oh, noble soldado! que la mesa fue depositada allí bajo las cadenas de un hechizo sagrado, que el rey Rodrigo violó este decreto y que por ello, según cuentan, fue castigado a perder su trono en favor tuyo y de tu pueblo. No cometas pues el mismo error y acata como buen creyente los designios del Profeta, quien dijo una vez: “No mezcléis la verdad con lo falso, ni ocultéis la verdad que conocéis”.

Detalle de la catedral de Toledo. Autor, Tiago Matías

Detalle de la catedral de Toledo. Autor: Tiago Matías

Danza en la terraza de palacio. Obra de Fabio Fabbi (1861-1946)

Danza en la terraza de palacio. Obra de Fabio Fabbi (1861-1946)

Pero Tariq, olvidando toda prudencia, no hizo caso de los consejos del judío. Aquella misma noche, una escogida banda de musulmanes se acercó a la muralla y los judíos les abrieron la poterna, y los escondieron en secreto en una torre poco vigilada y al amparo de las sombras. Al mismo tiempo, tres mil árabes se emboscaron en el lado opuesto del río, y al llegar la mañana saquearon con gran algarada los jardines y huertas de los arrabales, prendiendo fuego a las alquerías y retirándose finalmente hasta perderse de vista, como si Tariq hubiera renunciado a continuar el asedio. Al ver que el ejército invasor se marchaba, los cristianos abrieron las puertas de la ciudad y marcharon en procesión con gran gozo hasta una ermita cercana para dar gracias a su Dios, pues era Domingo de Ramos. No bien acabaron de ver esto, cuando los árabes apostados en la torre se abalanzaron fuera y cerraron las puertas de la ciudad, encendiendo una gran fogata en las murallas que fue vista por las tropas en retirada. A esta señal acordada, Tariq y los suyos volvieron grupas y atacaron la procesión en los aledaños de la ermita produciendo gran confusión y muerte, al tiempo que los apostados dentro de las murallas hacían lo suyo con cuanto hombre, mujer o niño encontraron. Yo estuve allí, ¡que Alá guarde mi salud por muchos años! Y os digo que la sangre y el humo cubrieron el sol al igual que la arena sobre los valles secos del Magreb, cuando llega en ráfagas furiosas desde el desierto, y a su paso hace que el día se transforme en noche.

Detalle de una calle de Toledo. Autor, FernandO

Detalle de una calle de Toledo. Autor: FernandO

La maldición de Rodrigo se cumplió y Tariq encontró un inmenso botín en el alcázar, situado en la parte más alta de la ciudad. Y al entrar en las cuevas de las entrañas de Toledo halló una mesa de valor inestimable, tal como le había contado el renegado judío, y fue tal su codicia que, habida cuenta de su gran peso, le arrancó una de sus patas talladas en verde esmeralda para conservarla en su poder. Según la tradición, el origen de esta reliquia es incierto. Fue tomada por los romanos después que destruyeron el templo sagrado de Jerusalén, y tras múltiples avatares arribó a Toledo, gobernada entonces por los godos, donde descansó hasta la llegada de Tariq y pasó a convertirse en la mesa bendecida de Dios”.

“Hemos comprendido, poderoso Hakim. Pero ¿Qué ocurrió con los negros designios que el judío había anunciado a Tariq la noche previa de la victoria? ¿Fue ésta la causa que llevó a su perdición?”.

Conversación privada en el harén. Frederick Lewis. Óleo sobre tabla, 1873

Conversación privada en el harén. Frederick Lewis. Óleo sobre tabla, 1873

Misteriosas cuevas y subterráneos. Autor, Samuel Santos

Misteriosas cuevas y subterráneos. Autor: Samuel Santos

“Alá dispone los destinos de cada cual, y todos los que ambicionaron la mesa del rey sabio tuvieron un merecido castigo. Pues esta maravillosa reliquia, conservada por Tariq como el más precioso de sus hallazgos, fue tomada a su vez por el gobernador Muza, quien la destinó como presente al Califa de todos los creyentes. Tras muchos meses de viaje ambos llegaron hasta la ciudad de las ciudades, Damasco, donde florecen los dátiles y la miel como agua cristalina entre las dunas, y allí se presentaron al Califa Al-Walid rindiéndole cuenta de las victorias realizadas en Al-Ándalus. Pero Muza, envidioso de las hazañas de su general, otorgose en exclusiva el mérito de la conquista de España y el hallazgo de la mesa, para desgracia de su general, que por entonces se hallaba ausente inspeccionando unas murallas. Éste, al saberlo, regresó precipitadamente y apeló a la gracia del soberano, pidiéndole que preguntase a Muza la causa de que la sublime mesa careciese de una de sus patas, puesto que debía saberlo al ser su responsable y custodio. Efectivamente, al inspeccionar la reliquia descubrieron que una de las patas originales de esmeralda había sido reemplazada por otra de oro, y preguntado Muza, éste no supo explicar la razón de tal cambio. Entonces Tariq, paladeando su triunfo, sacó de un pliegue de sus ropajes la pata perdida, y así quedó demostrado que Muza mentía y que Tariq era el verdadero conquistador de Al-Ándalus.

Un paseo por las calles de Toledo. Autor, Sinsistema

Un paseo por las calles de Toledo. Autor: Sinsistema

El Califa Al-Walid se enojó y dijo a Muza: “Te has jactado de tus propios méritos, olvidando los merecimientos de los demás. ¡Caiga pues sobre tu cabeza la consecuencia de tus actos!”, y seguidamente le confiscó sus propiedades y lo hizo azotar, terminando sus días en la cárcel, denigrado de todos y en la más absoluta pobreza. Así pues, Tariq alcanzó una gran victoria sobre su antiguo gobernador. Pero ésta le resultó efímera. Los caminos de Alá son inescrutables, y estaba escrito que también él acabaría aborreciendo el día en que atravesó las puertas de Toledo para hacer suyos sus tesoros, atrayendo hacia si la maldición que pesaba sobre la mesa. Con la muerte del Califa Al-Walid y la subida al trono de su hijo Sulayman, la envidia de este soberano, que había visto como el viejo general acaparaba riquezas y alabanzas en vida de su padre, lo condujeron a planear su caída y destierro. Tariq murió finalmente olvidado de todos, y algunos piensan que la mesa regresó después por caminos ignotos hasta las tierras de Poniente, donde se encuentra Al-Ándalus, aunque nadie sabe en realidad cuál es su paradero exacto.

La cueva del tesoro. Obra de Maxfield Parrish (1870–1966)

La cueva del tesoro. Obra de Maxfield Parrish (1870–1966)

13. Panorámica de Toledo. Autor, Diliff

Panorámica de Toledo. Autor: Diliff

Pero, ¡oídme! Está escrito que la maldición de Tariq y Muza pesa también sobre sus hijos, humildes creyentes del verdadero Dios. Y que  ha de llegar el día en que las recordadas huertas cordobesas, el aire delicado y fragante, los surtidores de la Alhambra, o la belleza de las vegas floridas junto al río Genil, todas esas cosas se perderán para siempre a nuestros ojos por causa de aquel pecado. No tengo más recuerdos ni más palabras que deciros, y mis viejos ojos están ya secos para llorar. Pero habéis de saber, queridos huéspedes y oyentes, que el destino se cumplirá tal y como yo os lo he contado”.

Escena galante en el desierto. Emile Vernet. Óleo sobre lienzo, 1840

Escena galante en el desierto. Emile Vernet. Óleo sobre lienzo, 1840

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San Ildefonso y el palacio real de La Granja. El Pequeño Versalles del rey (2ª Parte)

San Ildefonso y el palacio real de La Granja. El Pequeño Versalles del rey (2ª Parte)

La vida cotidiana de los reyes en el palacio de La Granja era de lo más aburrida. El embajador especial de Francia ante Felipe, mariscal duque de Tessé, pasó en febrero de 1724 por San Ildefonso en medio de un paisaje cubierto por la nieve y la primera impresión que tuvo queda bien reflejada en las siguientes palabras: “es tal vez el más bárbaro y más incómodo lugar del mundo”. Mientras el carruaje avanzaba por los invernales bosques a través de un paisaje desolador, donde no se atisbaba ni un alma en varias leguas a la redonda, el mariscal podía observar sin embargo cómo varios cientos de ciervos vagaban tranquilamente por las cercanías del palacio.

2. La Granja en el lienzo. Autor, Jesuscm

                                                               La Granja en el lienzo. Autor, Jesuscm

En La Granja la corte se limitaba a un grupo de personas de las cuales la más importante era José, marqués de Grimaldo, que se había retirado con el rey y continuaba ocupándose de los asuntos públicos. A causa del total aislamiento se ofrecían pocas oportunidades de variar la rutina diaria de la corte. Por la mañana Felipe e Isabel asistían a misa en la capilla, y por las tardes o bien iban de caza o se alejaban un poco para visitar las iglesias y conventos de Segovia. Si hacía mal tiempo se quedaban en el interior de palacio y jugaban al billar. Las noches, algo más animadas, las dedicaban Sus Majestades a consultar con los confesores y a los negocios que fuese necesario tratar con Grimaldo.

3. Nieve y montañas de la sierra de Guadarrama. Autor, Miguel303xm

                                        Nieve y montañas de la sierra de Guadarrama. Autor, Miguel303xm

El embajador francés contaba ya con la edad de setenta y tres años, y acostumbrado a las excelencias de la corte vecina no estaba para muchos elogios mientras convivió con su anfitrión. Tessé estaba además seguro de una cosa: aparte del rey nadie se sentía del todo feliz en aquel lugar. “Todo el mundo está desesperado de haber de vivir en este desierto” llegó a escribir en una ocasión. Cuando el mariscal habló con los monarcas pudo ver por la expresión de la reina que ésta quería volver a la civilización, aunque quizás la frase más elocuente en este sentido fue la que oyó en boca del propio marqués de Grimaldo: “El rey no está muerto ni yo tampoco, y no tengo ganas de morirme”, añadiendo después en voz baja: “Nada más puedo deciros”.

4. Detalle de una de las salas interiores. Autor, Jaime Pérez

                                                 Detalle de una de las salas interiores. Autor, Jaime Pérez

Después de pasar cinco días en San Ildefonso, Tessé fue a visitar la corte en Madrid. Los sentimientos que se manifestaban en La Granja están de sobra confirmados en las cartas de la propia reina, Isabel de Farnesio, que en su correspondencia de 1724 se refiere al lugar como un “desierto”, “un desierto con ciervos y aburrimiento”, o bien utilizaba expresiones lapidatorias para expresar su desánimo: “no olvidéis a aquellos que viven en el desierto”. El uso de la palabra “desierto” no era en modo alguno exclusivo de sus sentimientos, ya que en Madrid era común referirse al retiro del rey como “aquel desierto”.

5. Espectacular estatua en una de las fuentes. Autor, Luis Miguel García

                                      Espectacular estatua en una de las fuentes. Autor, Luis Miguel García

Felipe, por supuesto, adoraba el palacio que había creado. Era, literalmente, la única residencia en toda España donde se sentía como en casa, y tras su abdicación a favor de su hijo Luis pasó a vivir allí permanentemente. El príncipe de Asturias tenía diecisiete años cuando subió al trono con el nombre de Luis I de España, y fue proclamado rey el 9 de febrero de 1724. El hecho de que además estuviese casado desde los quince años con Luisa Isabel de Orleans, llevada al altar con doce y con un carácter totalmente aniñado y extravagante, da una idea real acerca de en qué manos quedaban las riendas de la nación. A finales de marzo el rey hizo su primera visita de un par de días a San Ildefonso, donde paseó con su padre por los jardines y comentaron algunos de sus problemas más inmediatos. Pero en realidad, a Luis I le interesaban poco los asuntos nacionales y estaba más atraído por las francachelas que organizaba con sus amigos en la corte de Madrid.

6. Aspecto invernal del palacio. Autor, Toni Castillo

                                                       Aspecto invernal del palacio. Autor, Toni Castillo

Luis y su esposa visitaron nuevamente La Granja en verano de ese mismo año, y Felipe aprovechó la estancia para hablar seriamente con su nuera. Ahora Luisa tenía catorce años y se hacía insoportable para todos con su comportamiento imprevisible e indecoroso, lo que en la España ultracatólica del XVIII resultaba imperdonable. La muchacha se hizo muy conocida en la corte por su lenguaje obsceno y su conducta poco menos que disoluta. A menudo no llevaba ropa interior y se movía por los pasillos de palacio cubierta solo con un salto de cama muy ligero, que no dejaba nada para la imaginación. Un noble de la corte, el marqués de Santa Cruz, escribía que “tenemos todo el día un continuado sinsabor, y si no es para perder nuestras saludes no es otra cosa. (…) Este pobre rey ha sido bien desgraciado si esta señora no muda en un todo”.

7. El entorno de La Granja. Sierra de Guadarrama. Autor, Alejandro Valero

                                     El entorno de La Granja. Sierra de Guadarrama. Autor, Alejandro Valero

Luisa aceptó la reprimenda de su suegro y le prometió que cambiaría su conducta, pero al regresar a Madrid se comportó como siempre. Luis, desesperado, escribió a su padre que “no veo otro remedio que el encerrarla, porque el mismo caso hace de lo que le dijo el rey como si se tratara de un cochero”. Finalmente, el 4 de julio, el rey ordenó que fuera puesta bajo arresto en el Alcázar viendo que la conducta de la reina era “muy perjudicial a su salud y daña a su augusto carácter”. Permaneció aislada durante siete días y solo fue liberada cuando prometió solemnemente que se portaría bien a partir de entonces.

8. Palacio del Real Sitio de La Granja. Autor, Miguel303xm

                                                  Palacio del Real Sitio de La Granja. Autor, Miguel303xm

Y desde luego parece que cumplió con las expectativas, puesto que el 14 de agosto el rey Luis I enfermó de viruela repentinamente y tuvo que guardar cama. La viruela era por entonces una enfermedad temida y con una alta tasa de mortalidad, pero a pesar de ello Luisa se mantuvo junto a su marido cuidándole solícitamente y exponiéndose con ello a su contagio. De nada sirvieron sus desvelos. A finales de mes el rey contrajo una fiebre muy alta que le hacía delirar, redactó a duras penas un testamento nombrando a su padre heredero universal, y falleció finalmente en las primeras horas del 31 de agosto después de un breve reinado de siete meses y medio.

9. Tupido bosque en los jardines. Autor, MarkioM

                                                       Tupido bosque en los Jardines. Autor, MarkioM

Ese fue el fin del sueño de San Ildefonso para Felipe. A pesar de que renegaba del trono y llegó a decir aquello de “no quiero ir al infierno”, refiriéndose con ello a la corte de Madrid, no tuvo más remedio que retomar las riendas del poder y regresar a la vida política, cosa que sucedió con su reinstauración en el trono el 5 de septiembre de 1724. Pero no olvidó nunca su querido palacio de La Granja. A él regresó frecuentemente cuando los problemas de la corte le daban un respiro, y allí descansó definitivamente como fue su deseo, al fallecer en julio de 1746 y terminar su largo reinado de cuarenta y cinco años y tres días (el más largo de la historia de este país). Fue enterrado pocos días después en el palacio real de San Ildefonso, donde descansa dentro del mausoleo emplazado en la Sala de las reliquias junto a los restos de la que fue su segunda esposa, Isabel de Farnesio… a la que nunca le gustó el palacio en vida.

10. Estatua clásica en La Granja. Autor, Sammy Pompon

                                                   Estatua clásica junto a palacio. Autor, Sammy Pompon