A principios de los años noventa del pasado siglo, en la zona del nacimiento del río Pinilla y a 900 metros de altura, la primera de las lagunas de Ruidera se secó por completo durante varios años. Desde lejos podía observarse con nitidez un gran espacio en blanco de forma triangular, cercado por la exuberante vegetación de sabinas, carrasca y monte bajo que caracteriza toda la zona. El verde cimbreante de juncos y espadañas o el más sólido de los álamos, contrastaba vívidamente con una amplia extensión de arena de un blanco deslumbrante, más a tono con los paisajes caribeños que con la vieja piel de toro ibérica. Hoy la Laguna Blanca, que tal es su nombre, vuelve a estar rebosante de agua después de una serie de inviernos notablemente lluviosos, pero todavía sorprende para quien pasea por sus orillas el color nacarado de sus arenas ¿A qué se debe este fenómeno?
Río Pinilla
En años húmedos, la Laguna Blanca toma un color turquesa muy característico debido al azul de su superficie combinado con la arena blanquísima y de aspecto pulverulento que tapiza sus fondos, totalmente limpios de vegetación. Es esta peculiaridad, unida a sus aguas templadas y poco profundas, la que la hace tan especial para el bañista y viajero. Se cree que la laguna era conocida por su nombre actual a principios del siglo XIII, y que los primeros habitantes de la comarca convivían ya con los ciclos de vaciado y llenado que la caracterizan. El color blanco aparece también en otras toponimias. Así, una vez pasado el manantial de los Zampuñones y la propia laguna, al río Pinilla se le conoce también en los mapas como Vado Blanco.
El origen de estos sedimentos está íntimamente ligado al propio origen de Ruidera. Las tierras que rodean este afloramiento de agua, enclavadas en la actual comarca del Campo de Montiel, se extienden sobre un basamento de piedra caliza de colores claros, rosados y grises, un potente banco rocoso con un espesor medio que oscila entre los 100 y 150 metros. Esta roca es muy conocida en todos los pueblos de la zona al utilizarse tradicionalmente para fabricar la cal usada en el enjalbegado de las paredes. Antiguamente también se cubrían de cal los troncos de los árboles (como es el caso de los cipreses en muchos cementerios de la comarca) ya que se consideraba un excelente remedio contra el ataque de los insectos.
La Laguna Blanca en los años 70. Autor: Juan Antonio Resa
La roca caliza está compuesta de carbonato cálcico, que puede disolverse fácilmente con el agua de lluvia. Este fenómeno tiene una gran importancia en la creación de los llamados paisajes kársticos y básicamente se debe a la existencia en el agua de un ácido muy débil llamado ácido carbónico. El ácido horada poco a poco la roca para formar grandes cavidades, como la famosa cueva de Montesinos, y determina que el agua se cargue de una gran variedad de sales disueltas entre las que se encuentra el bicarbonato, lo que le aporta su “dureza” característica.
Después de un prolongado viaje subterráneo las aguas afloran a la superficie en las propias cubetas de las lagunas, así como en algunos manantiales de renombre como el de los Zampuñones. Una vez fuera, el agua sufre un cambio brusco que afecta al equilibrio de sales disueltas en su seno. Al disminuir la presión el ácido carbónico se descompone para formar agua y gas carbónico, que se escapa a la atmósfera en un proceso similar al que se produce cuando destapamos una gaseosa. Pero en Ruidera este fenómeno adquiere una importancia trascendental ya que al reducirse la proporción de ácido, el bicarbonato disuelto precipita y tiende a crear de nuevo la roca original. Así se forman las estalactitas y estalagmitas en cuevas de todo el mundo, y también una roca porosa y frágil muy abundante en el complejo de Ruidera: el travertino.
El travertino se utiliza frecuentemente en construcciones decorativas, belenes, etc. debido a su ligereza y apariencia retorcida, casi barroca. Es sabido que gran parte de los monumentos e iglesias de la Antigua Roma estaban fabricados con este material. Los travertinos se suelen formar en las inmediaciones de surgencias de agua subterránea y en lugares con abundante vegetación acuática. En estas condiciones el carbonato precipita con facilidad sobre la materia vegetal, conchas de moluscos y otros diminutos seres de agua dulce, conservando siempre los moldes o impresiones de los mismos. Ciertamente, cuando observamos una de estas rocas en detalle sorprende comprobar la ingente cantidad de ramas, hojas, cortezas, tallos y pequeños animales que la componen, todo ello convertido en piedra como por arte de algún hechizo milenario.
Laguna Conceja y río Pinilla, en Ruidera
Las típicas arenas blancas y aguas color esmeralda de la Laguna Blanca. Villahermosa
Sobre un paisaje de serena majestuosidad se abre en abanico el gran valle excavado por el río Pinilla. Un aguilucho lagunero remonta con giros cada vez más amplios la tersa superficie de la Laguna Blanca. A mediodía todo está tranquilo, y en las aguas color turquesa campean a sus anchas cientos de ánades reales, somormujos y fochas comunes conformando un paisaje idílico que contrasta vivamente con la sequedad del paisaje manchego. Donde hay agua la vida se manifiesta intensamente. Pero es precisamente esta roca tan propia de Ruidera, el travertino (o toba caliza, como también se la conoce) la responsable última de la blancura de sus fondos y de las dunas coronadas de juncos que la circundan. Sólo de ella ha surgido el encanto que lo impregna todo: creándose primero en los manantiales y a lo largo del cauce del río Pinilla; erosionada después en innumerables partículas llevadas río abajo por la corriente; arrastrada finalmente por el viento para formar espesas capas de polvo nacarado, que poco a poco cubrieron el valle durante los periodos en que la laguna se hallaba seca. Solo la lenta pero constante tarea de los elementos en su empeño por pulverizar la roca, una tarea imperturbable a lo largo de milenios, ha podido tejer el tapiz de esta “blanca arena” que caracteriza a la Laguna Blanca y le da nombre. Y es sin duda una peculiaridad que no la desmerece en absoluto frente al sublime espectáculo de sus hermanas mayores, hijas todas de la inmortal Ruidera de Cervantes:
“Solamente faltan Ruidera y sus hijas y sobrinas, las cuales llorando, por compasión que debió de tener Merlín de ellas, las convirtió en otras tantas lagunas, que ahora en el mundo de los vivos y en la provincia de la Mancha las llaman las lagunas de Ruidera”.
Plaza e iglesia gótica de Villahermosa