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Manchegos de leyenda. La vida de Santo Tomás de Villanueva (2ª Parte)

Santo Tomás de Villanueva 2ª parte

El convento de Agustinos de Santo Tomás de Villanueva, situado en la localidad manchega que lo vio nacer y hoy declarado Bien de Interés Cultural, es prueba palpable de la importancia que este santo tuvo para la trayectoria espiritual de nuestro país. En el interior de este edificio barroco del siglo XVIII se conserva la habitación donde su madre Lucía lo trajo al mundo, así como la pila bautismal en la que fue bautizado y que perteneció a la antigua iglesia de Santa Catalina. Como todos los edificios conventuales de esta época, el convento de Agustinos es una construcción sobria, cuadrangular y dispuesta alrededor de un patio interior rodeado de claustro porticado. En la planta baja se situaba el refectorio y otras dependencias comunes, mientras que el primer piso era destinado a las celdas de los 20 o 25 monjes que allí habitaron durante casi un siglo (hasta los años de la desamortización del ministro Mendizábal).

Esa sobriedad fue el mejor homenaje que pudo hacerse en Fuenllana a Santo Tomás, puesto que su vida fue en realidad un continuo ejemplo de desprendimiento y pobreza. Se dice que una vez nombrado arzobispo de Valencia, en su casa jamás quiso tener paños de seda ni tapicería alguna que demostraran riqueza, y que para dormir utilizaba un lecho de sarmientos sobre el suelo al lado de la cama arzobispal.

Santo Tomás de Villanueva Fuenllana Campo de Montiel Castilla La ManchaVisita escolar a Fuenllana. Plaza de Santo Tomás de Villanueva

Para evitar cualquier lujo, la casa de Santo Tomás disponía de un pequeño cuarto que hacía las veces de celda y adonde se retiraba siempre para realizar sus oraciones. Existía allí una mesa con un pequeño cajón donde guardaba aguja, hilo, tijeras y todo el recado necesario para remendar sus ropas, puesto que aún siendo prelado de la Iglesia se comportaba como el monje que siempre fue, y se remendaba hasta los zapatos cuando se gastaban demasiado.

Se dice que un día vino un religioso a su casa y, encontrando ese aposento abierto, entró sin llamar y halló a nuestro hombre sentado en una silla baja, ocupado en remendar sus calzas. El buen canónigo se escandalizó de que tal cosa hiciese, puesto que no era propio para la dignidad de un arzobispo de Valencia, a lo cual Santo Tomás respondió: “Aunque me han hecho arzobispo, no dejo de ser religioso; he profesado pobreza y me alegro de hacer de vez en cuando lo que hacen los frailes pobres. Y con ese real que me ahorro puede comer mañana un pobre”.

Continuará…

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Manchegos de leyenda. La vida de Santo Tomás de Villanueva (1ª Parte)

La Mancha sabersabor.es

El pasado 1 de noviembre se cumplieron 356 años de la canonización, por el papa Alejandro VII, del que fuera destacado hijo de la localidad de Fuenllana, un humilde pueblo de fachadas encaladas y rodeado de trigales en pleno Campo de Montiel. Santo Tomás de Villanueva nació allí en el otoño de 1486, año fatídico en el que la peste asoló Castilla y otras partes de España. Este hecho obligó a sus padres a marcharse de su residencia habitual, en Villanueva de los Infantes, para buscar refugio en el hogar de sus abuelos maternos. Casual hecho que dotó a la población de Fuenllana de una relevancia primordial: la de ser cuna del futuro arzobispo de Valencia, profesor de la Universidad de Alcalá y consejero personal del mismísimo Emperador Carlos V, dueño y señor de medio mundo.

Patio barroco del convento de los Agustinos. Autor, Excmo. Ayuntamiento de Fuenllana

Patio barroco del convento de los Agustinos. Autor, Excmo. Ayuntamiento de Fuenllana

Hoy su importancia histórica esta fuera de toda duda, y pocos son los recovecos de su vida desconocidos por el gran público. En Fuenllana, y en 1735, la orden de los Agustinos edificó un convento sobre la casa que lo vio nacer, convertida después en ermita por sus vecinos. Un convento que disponía de iglesia, desaparecida en 1964 (la iglesia actual se aloja en lo que fue el refectorio del convento), y también de escuela, donde los monjes enseñaban a los vecinos rudimentos de escritura, números y las bases de la doctrina cristiana.

Pero menos conocidas quizás son las peculiaridades del carácter de Santo Tomás; los hechos cotidianos, milagrosos o no, que forjaron poco a poco la leyenda de este hombre querido por sus semejantes y que todos invocaban como un santo, antes incluso de su beatificación. Sirva este artículo de homenaje a la persona de Santo Tomás, Tomás García por más señas, lo que nos permitirá a su vez acercarnos al carácter más humano del que fuera manchego insigne y luz espiritual en la España del Quinientos.

Santo Tomás de Villanueva, niño, repartiendo sus ropas. Bartolomé Esteban Murillo. Óleo, 1667

Santo Tomás de Villanueva, niño, repartiendo sus ropas. Bartolomé Esteban Murillo. Óleo, 1667

Tomás era de mediana estatura y poseía un rostro moreno, ni feo ni hermoso, aunque en él destellaban unos ojos azul claro que alegraban lo que de común era semblante grave y de mucha autoridad. Se dice que durante su infancia prodigó grandes ejemplos de sencillez y desapego a lo mundano, ofreciendo a cualquiera que se cruzase en su senda aquello que pudiese necesitar. Cuando tenía 16 años sus padres lo enviaron a Alcalá para estudiar Artes, y fue tal su dedicación que en poco tiempo lograría una beca para el Colegio Mayor de San Ildefonso, núcleo de la famosa Universidad de Alcalá de Henares. La enseñanza en la nueva universidad comenzó un año después de su ingreso, en otoño de 1509. Pues bien, en 1512 Tomás obtuvo el grado de Maestro en Artes, y unos meses después ya daba clases como profesor. Todo un logro que perpetuó la imagen erudita de nuestro manchego… hasta el punto de imponerse durante siglos el trámite de visitar la capilla de santo Tomás de Villanueva, a todo aquel que desease ser candidato para la rectoría de la universidad.

Continuará…

Vista de Fuenllana. Autor, Pedro Sánchez García

Vista al atardecer de Fuenllana. Autor, Pedro Sánchez García