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Manzanares. Corazón manchego

iglesia catedral manzanares

Una encrucijada de caminos ideal para disfrutar de La Mancha en todo su esplendor

Media vida pasando por la autovía A-4, sin ver la riqueza que uno de los cruces de caminos más acentuados de la llanura cervantina nos ofrece. Ese patrimonio tan anhelado por aquellos que deseamos describir la dignidad de una tierra capaz de haber inspirado al Príncipe de los Ingenios, y, por cierto, también, aunque por accidente, y doblemente accidente literal, también el visceral talento de Federico García Lorca.

Casi nadie sabe que las más célebres cinco de la tarde de toda la historia de la literatura, son de aquí. De Manzanares. De ese corazón culto y aventurero que, en el ruedo de su plaza, más que morir, dejó de estar vivo para compartir lo inmortal del torero y el escritor.

bodega manzanares

Lo horizontal, es más aquí que en ningún otro sitio de la inmensa llanura. En todas direcciones todo es plano e infinito. También el caserío, que, aunque invadido de modernidad, se expande raso a lo ancho y a lo largo sin límites por los cuatro puntos cardinales.

Aquí la vista escapa queriendo salir al Mundo que más allá de la llanura, siempre parece mejor, albergando la realización de sueños tan quijotescos como los que todos llevamos de por vida, similares a los deseos del más célebre personaje de La Mancha.

Resulta bastante grato descubrir el reconocible esfuerzo de los habitantes de Manzanares por conservar su patrimonio histórico, artístico y cultural. Un pueblo grande con toda la tipología de la edificación manchega, desde lo popular hasta lo señorial pasando por lo académico.

castilla la mancha

Si queréis ver y reconocer como era y es el rico patrimonio urbano de los bellísimos pueblos manchegos que, hasta hace unas décadas, se mantenían con dignidad, os recomiendo pasear con calma por las mancheguísimas calles de Manzanares.

Os sorprenderá encontrar en este magnífico poblachón manchego, un resumen de todo lo que constituía el caserío de estilo burgués de las grandes poblaciones de la comarca surgidas del auge del vino desde finales del XVIII hasta principios del XX, bien concentradas en el Paseo de la Estación y la calle Lope de Vega.

manzanares autovia andalucia a 4

Manzanares es uno de los mejores ejemplos de pueblo manchego donde es posible apreciar y disfrutar el trascurso de tan rica historia y legado cultural

Toda la riqueza patrimonial que hoy luce más llamativa e importante que nunca en las calles de Manzanares representa el tesoro cultural que hará evolucionar al pueblo de un modo más racional, culto y respetuoso consigo mismo para beneficio de todos.

Las irrepetibles casas de hidalgos manchegos que distinguen a la tierra del más famoso hidalgo de la literatura universal con el rigor y el orgullo que merece la alusión a uno de los monumentos literarios más importantes de la historia de la humanidad, permanecen aquí para deleite y orgullo de las generaciones venideras. Y no sólo las grotescas y cómicas siluetas de chapa de Don Quijote y Sancho que con tan cómoda facilidad parecen haber resuelto la papeleta de cumplir con la cultura o el turismo.

La cultura es sobre todo respeto y conocimiento. Y el turismo es sobre todo respeto por el turista, ofreciendo entornos de calidad.
Mantener en pie la monumental fábrica de harinas, casi resulta tan heroico como la Batalla de Bailén. Hoy ese magnífico ejemplo de arquitectura industrial es más que patrimonio monumental. Es sobre todo dignidad cultural y amor propio.

La calle de Las Monjas. La calle Empedrá. La plaza del Ayuntamiento. El entorno de la ermita de San Antón. El parque lineal. El paseo decimonónico. El molino grande. La plaza de toros, el gran teatro, el museo del Queso Manchego, Museo de Manuel Piña… y tantas otras cosas y lugares que debes descubrir, amén de la hospitalidad y el carácter de sus gentes.

plaza manzanares castilla la mancha

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UN PASEO POR MANZANARES

Para conocer este gran pueblo puedes empezar en la plaza de la Constitución, donde el Ayuntamiento, la Iglesia de la Asunción (del siglo XVI y Bien de Interés Cultural), los soportales y el amplio espacio abierto conforman un conjunto arquitectónico de gran belleza.

Por la calle de Las Monjas seguimos hasta la Casa de los Leones, magnífico ejemplo de heráldica del siglo XVII. En su fachada podemos admirar dos impresionantes leones protegiendo el escudo familiar.
Un poco más adelante, el Palacio de los Ochoa, que conserva uno de los más bellos patios empedrados al estilo manchego.

Otra de las casonas situadas en esta misma calle es la Casa de Malpica, la cual alberga el Museo del Queso Manchego, Archivo – Museo de Ignacio Sánchez Mejías y la Colección de Arte de Manzanares. Una gozada para los todos los sentidos.

La siguiente parada nos lleva al Centro Cultural Ciega, una antigua casa solariega que acoge el Museo Manuel Piña, figura relevante en la historia de la moda de España, marcando con su estilo la época de efervescencia cultural y creativa conocida como «La Movida».

Dejando atrás el Centro Cultural Ciega, se sitúa el Palacio del Marqués de Salinas, conocido popularmente como «Casa del Jonte», donde el rey Alfonso XIII y sus hijos situaron el centro de operaciones de sus partidas de caza.

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Manzanares nos ofrece el perfecto maridaje de historia, arte, queso y moda

También en el centro histórico encontramos el emblemático Castillo de Pilas Bonas. La conversión de este castillo en un maravilloso alojamiento nos permite visitarlo y recorrer parte de su interior, e incluso dormir o disfrutar de la gastronomía. Según la mayoría de las teorías, el castillo se construyó en torno a 1239.

Nuestro especial agradecimiento a su dueño por recuperar con su esfuerzo personal una de las fortificaciones más representativas de las órdenes militares que tanto suponen en la propia historia del país y la Edad Media europea.

El Gran Teatro de Manzanares es otro edificio destacable en la fisionomía de la ciudad. Se inauguró en julio de 1911.

Ya fuera del centro histórico, en las cercanías del río Azuer, se encuentra el Molino Grande (siglo XVI). Un más que interesante molino hidráulico formado por varias construcciones centenarias que constituye uno de los bienes etnográficos más destacados de La Mancha.

Manzanares posee además una amplia y magnífica oferta hostelera (Parador Nacional de Turismo incluido), y una rica y variada gastronomía con vinos de reconocido prestigio.

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gran teatro manzanares

molino grande manzanares

ENTRE TOROS Y TOREROS

Una parada para los amantes de la fiesta y la arquitectura taurina: la bella plaza de toros de Manzanares. Por este coso han pasado toreros de la talla de Machaquito, Lagartijo, Chocherito, Belmonte, Manolete o Gaona.

En este coso es posible sentir todavía la tragedia del 11 de agosto de 1934, donde el torero sevillano Ignacio Sánchez Mejía, gran amigo de Federico García Lorca, perdió la vida.

Desde aquel día y aquellas cinco de la tarde, esta plaza pasó a ser un monumento a la literatura universal, gracias al talento del poeta granadino:


El viento se llevó los algodones
a las cinco de la tarde.
Y el óxido sembró cristal y níquel
a las cinco de la tarde.
Ya luchan la paloma y el leopardo
a las cinco de la tarde.
Y un muslo con un asta desolada
a las cinco de la tarde.
Comenzaron los sones del bordón
a las cinco de la tarde.
Las campanas de arsénico y el humo
a las cinco de la tarde.
En las esquinas grupos de silencio
a las cinco de la tarde.
¡Y el toro, solo corazón arriba!

¡Que no quiero verla!
Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena.
¡Que no quiero verla!
La luna de par en par,
caballo de nubes quietas,
y la plaza gris del sueño
con sauces en las barreras
¡Que no quiero verla¡
Que mi recuerdo se quema.
¡Avisad a los jazmines
con su blancura pequeña!
¡Que no quiero verla!

plaza toros manzanares

Y ya que hablamos de toros, en la tierra del Quijote. Aventurémonos. Que los toros no sufran, pero tampoco el mundo del toro. En lugar de prohibir, denostar o cortar por lo sano. ¿Por qué no evolucionamos?

Por amor propio y por respeto al sufrimiento ajeno, vamos a torear sin que las cinco de la tarde maten a nadie y sin que antes de las cinco de la tarde las banderillas ni los estoques, tiñan de sangre los alberos.

Pero que las cuadrillas, los trajes de luces, los caballos, el público y la arquitectura única y universal de las plazas de toros de España renueven este espectáculo tan mediterráneo y esta cultura milenaria con el respeto que merece un animal tan noble como el toro, un ámbito tan beneficioso como la dehesa y un ser tan valiente como el torero.

Ni uno ni otro tienen la culpa de ser lo que son. Sólo son culpables a ojos de quienes culpan lo que no respetan porque no lo quieren conocer.

Que por honor a esas cinco de la tarde que enriquecen de arte la cultura universal, desde aquí, desde Manzanares y desde uno de los edificios más poéticos de la Tierra, algo tan ancestral como el toreo y el mundo de Picasso, Goya, Creta… reviva renovado su arte sin causar dolor.

manzanares medieval

Se nos ocurren muchos más motivos para descubrir Manzanares, pero dejaremos que seas tu quién complete estas razones con tus propias experiencias, seguro que no te faltarán.

Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano ©

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9 destinos con encanto para visitar en Castilla – La Mancha

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Castilla – La Mancha es conocida por el universal Hidalgo de Cervantes; por Toledo, la ciudad de las tres culturas; o por las famosas casas colgadas de Cuenca

Nos apasiona el turismo de interior, con esas escapadas que se planifican con poco tiempo de antelación y terminan siendo un soplo de aire fresco con el que romper con el día a día.
Hoy os proponemos descubrir algunos de los destinos más sorprendentes de nuestra región. Lugares con una historia y un carácter propios que se abren generosamente al paso de todo aquel visitante decidido a llegar hasta ellos. ¿Nos acompañas?

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Uclés

Ubicado al noroeste de la provincia de Cuenca, a los pies de un cerro escarpado y atravesado por el río Bedija, se encuentra Uclés, un encantador pueblito que sorprende por la riqueza de su patrimonio artístico, el cual le convierte en una de las joyas de Castilla – la Mancha.

Con una variedad de monumentos de carácter civil y religioso, Uclés posee uno de los más importantes conjuntos histórico – artísticos de Cuenca, del cual destaca su impresionante Monasterio, considerado un emblema para la localidad y para la provincia en sí misma. Este pueblo conquense conserva su antaño estilo medieval, todavía representado por su castillo y sus murallas que se extienden sobre la ladera, así como diversas casas solariegas que salpican sus calles y que reflejan el esplendor de aquella época.

No dejéis de probar los distinguidos vinos con D.O. de Uclés.

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Alarcón

Enclavada en mitad de las hoces que dibuja el Júcar, la población de Alarcón es un tesoro escondido entre las estribaciones conquenses. Se trata de una localidad que aúna la riqueza patrimonial que encierran sus calles con la situación en mitad de un marco natural incomparable. La antigua iglesia de San Juan Bautista, reconvertida en el Centro de Pintura Mural de Alarcón, o su impenetrable fortaleza en la parte más alta del cerro son sólo algunas de las maravillas que te esperan en este rinconcito manchego.

Tampoco puedes perder la oportunidad de recorrer las Hoces del Júcar en una de sus múltiples posibilidades, bien sea a pie, a caballo o incluso en piragua.

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Tembleque

Esta villa toledana conserva en su casco histórico, plagado de ermitas y casas hidalgas, todo el sabor de los siglos pasados. Lo más llamativo de Tembleque es su característica Plaza Mayor, inaugurada por el mismo rey Felipe IV en 1653 y que es el prototipo de plaza manchega: un gran espacio cuadrado y porticado, con bellas balconadas de madera para los asistentes a los festejos celebrados en la plaza, especialmente aprovechados cuando se convertía el lugar en una plaza de toros.

Sus fogones tampoco te defraudarán: prueba unas sabrosas perdices o el típico cordero en alguna de las múltiples elaboraciones que preparan sus restaurantes.

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Alcalá del Júcar

Encaramado a la piedra de un meandro del río Júcar se alza un viejo castillo árabe que corona uno de los pueblos más pintorescos y de postal de la provincia de Albacete: Alcalá del Júcar.

Antes de subir por sus empinadas calles, incluso de asomarse en el puente romano, os quedaréis boquiabiertos con el emplazamiento superlativo de este pueblo, uno de los mejores rompedores de tópicos con los que cuenta Castilla – La Mancha.

Allí las casas blancas son parte de la propia montaña y vigilan desde su atalaya la hoz que el Júcar se ha ocupado de diseñar con un tesón medido en millones de años.

Así es Alcalá del Júcar, bello por fuera y por dentro. Una auténtica caja de sorpresas que merece la pena saborear a fuego lento.

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Alcaraz

De Alcaraz fue el arquitecto Andrés de Vandelvira, el mismo que se encargó de forzar las leyendas renacentistas de Úbeda y Baeza, entre otras. Pues en esta villa albaceteña encaramada a los pies de una serranía verde este genio aprovechó su largo legado medieval, con castillo en altozano, para adecentarlo al estilo que imperaba en la época, el Renacimiento. Hoy día su bella Plaza Mayor esta entre las mejores de Castilla – La Mancha, y buena parte de la culpa la tiene el propio Vandelvira, con esa cercanía extrema de dos torres (la de la iglesia y la del Tardón) que conviene admirar desde todas las perspectivas y ángulos posibles. Todo ello ligado a pórticos y edificios de lonja realmente magníficos.

Alcaraz nos ofrece una pérdida apetecible en sus calles en busca de la intrincada portada de la aduana, de sus muchas casonas nobles y patios escondidos.

Y ya de paso, desde allí, quebrar los tópicos de Albacete disfrutando de la Sierra del Segura y Alcaraz y su tremendo valor paisajístico y cultural.

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San Carlos del Valle

San Carlos del Valle

Al este de la provincia de Ciudad Real, arrastrando una historia de cristos milagrosos y peregrinaciones, se encuentra la interesante localidad de San Carlos del Valle. En esta población, con una ordenación urbana poco corriente en la región, el impresionante conjunto formado por la Plaza Mayor y la iglesia del Santísimo Cristo del Valle atrae todas las miradas.

Se trata de una bonita plaza porticada con balconadas de madera que sirve de atrio para la monumental iglesia (divisable desde varios kilómetros a la redonda), uno de los más destacados templos tardobarrocos que encontraremos en esta comunidad autónoma.

La iglesia fue construida para albergar a la gran cantidad de peregrinos que una vez atrajo la imagen del Cristo Milagrero albergada en su interior.

palacio viso del marques

Viso del Marqués

Ni el más pintado podría imaginarse que en la frontera manchega con Despeñaperros y la vecina Andalucía, en plena llanura, se dieran tantas rarezas. Como que haya un palacio renacentista italiano como el del primer Marqués de Santa Cruz, Don Álvaro de Bazán (héroe de Lepanto), que parece haberse teletransportado de la Toscana a La Mancha con techos y paredes pintados con detalladas escenas bélicas de la hasta entonces Armada invencible.

Y que dicho palacio sea sede del Archivo General de la Marina cuando la playa más cercana queda a más de trescientos kilómetros. O que en la iglesia principal cuelgue un caimán traído de las Américas y haya descansado por una noche el cuerpo muerto de la reina católica Isabel de Castilla camino a su última morada en Granada. Un pueblo sorprendente.

viso del marques frescos italianos

Fuenllana

Conserva el tipismo de los pequeños pueblos manchegos, con sus habitantes viviendo de la agricultura tradicional y las aguas de la zona.

Villa rural manchega por excelencia, fue descubierta con sorpresa a principios del siglo XX por el famoso fotógrafo francés Charles Alberty ‘Loty’, cuyas fotos se mostraron en la Exposición Universal de Barcelona en 1929. Un magnífico ejemplo de lo que debe ser un pueblo con estilo propio, integrado en su paisaje, su historia y su cultura.

Entre sus monumentos podemos visitar el Convento de la Orden de San Agustín, lugar del nacimiento de Santo Tomás de Villanueva, con un impresionante claustro porticado. También, la iglesia fortaleza de Santa Catalina.

Tiene hermosas, limpias y cuidadas calles y cuatro plazas en las que descansar o charlar con los amigos, la Plaza de la Calle Iglesia, la de Santo Tomás de Villanueva, de D. Antonio Rodríguez Huéscar y la Plaza del Convento. Cada una tiene su impronta y su carácter, todas agradables y con vivencias.

Este urbanismo amable se trasforma en fiesta y alegría todos los meses de julio cuando los vecinos rememoran con sus mejores galas y sus buenos productos y gastronomía las célebres Bodas de Camacho, del inmortal Don Quijote de La Mancha.

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Villanueva de los Infantes

¿Qué decir de la capital del Campo de Montiel? Esta villa se convirtió en próspera sede de la Orden de Santiago, y morada y descanso de algunos de sus ilustres miembros.

El más conocido, Francisco de Quevedo, quien tras perecer en una celda del convento de Santo Domingo y no pocos entierros descansa por fin en la iglesia de San Andrés.

Pero durante el XVII, época de la que forman buena parte los más de 200 edificios protegidos y los blasones de las fachadas solariegas que dibujan este mapa repleto de prodigios, anduvieron por aquí Jiménez Patón impartiendo gramática, Quevedo distrayendo su destierro, Lope de Vega ignorando a Cervantes, y Cervantes, más grande que ninguno, olvidando a su vez, acordarse de esos lugares y esas gentes que bien conocía hasta el fondo de sus más profundas miserias.

Conjunto Histórico – Artístico Nacional (bien merecería ser Patrimonio de la Humanidad) y Cuna del Quijote, según algunos estudiosos, es realmente maravilloso descubrir esta villa, una de las más bellas de nuestro país y centro de la Comarca del Campo de Montiel, citada hasta cinco veces por Miguel de Cervantes en su universal obra “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha“.

Iglesias y conventos; plazas porticadas; pósitos, casas señoriales, palacios y calles; patios manchegos y antiguas cuevas y bodegas…Todo un viaje al irrepetible Siglo de Oro español.

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Riópar y las Reales Fábricas de San Juan de Alcaraz

Riopar Viejo albacete

Un patrimonio cultural y natural sencillamente impresionante


Reales Fábricas de San Juan de Alcaraz. Con este aristocrático nombre surgió uno de los primeros complejos industriales de Europa, poco antes del establecimiento de la Revolución Industrial.
Confluyeron las oportunas circunstancias para la creación de la primera fábrica de España y la segunda del Mundo, dedicada a la producción de objetos de bronce y latón; gracias a la iniciativa de un joven y emprendedor ingeniero austríaco coincidiendo con el afán de progreso del ilustrado Carlos III. Quién le concedió los privilegios necesarios.

Desde 1773 el hermoso valle de Riópar, donde los Romanos bautizaron las aguas puras del Flumen Mundus, todo cambió a mayor velocidad que nunca en su millonaria historia geológica.

Las aguas fueron domadas para trabajar en los ingenios hidráulicos imprescindibles para las instalaciones de El Laminador o el propio núcleo principal, así como otros menores. Los potentes recursos forestales puestos al servicio de aquel progreso todavía primitivo desconocedor de la sostenibilidad, la ecología y demás aspectos tan necesarios para el adecuado avance de la justa calidad de vida de todo y para todo, exterminaron el valioso bosque primigenio de robles y encinas, permitiendo siglos después los grandiosos pinares que a su vez con la consecuente y mejor experimentada gestión forestal irán permitiendo el retorno de los ancestrales robles, encinas, fresnos, olmos…

Como tantas otras cosas que todavía mantenían a España como una de las potencias económicas del planeta, surgió aquí en mitad de un paisaje medieval, la infraestructura más avanzada de la época a nivel mundial.

Pocos años después desde esta remota sierra, y producto del cobre o calamina de sus entrañas, se embarcaban en Cádiz rumbo a los virreinatos españoles, los más sofisticados objetos de bronce. Así como los gigantescos veleros atracaban en Cartagena de Indias o los buques de guerra conquistaban la Bahía de Pensacola, revestidos sus cascos con láminas de latón, fabricadas en los martinetes de El Laminador.


El valle de Miraflores acoge todo el trajín histórico de Riópar


Desde los orígenes de las aguas del río Mundo, pasando por el paso de Aníbal y sus famosos elefantes, a la cautivadora huella de los andalusíes en el trazado de alquerías, huertos y cascos urbanos; hasta el brillo del metal surgido de sus montañas, enriqueciendo la zona con todo el proceso desde la extracción, fundición, aleación y elaboración. Labor que permitió al complejo de las Reales Fábricas de San Juan de Alcaraz sobrevivir y prosperar durante más de dos siglos, autoabastecido de los bosques primigenios y la red fluvial, encauzada en centrales eléctricas, de las cuales todavía una en buen estado, pero abandonada y con riesgo de ruina, permanece digna, elegante y con ese atractivo inteligente que ofrece el patrimonio arquitectónico industrial de la Ilustración, impregnado de la esencia de la mejor arquitectura, basada en la firmeza, utilidad y belleza. Se encuentra junto a la presa del arroyo del Gollizo, la que a través del acueducto abastece los edificios principales de las fábricas. Precedida por una hermosa avenida de plátanos.

Y si no me equivoco, inexplicablemente no forma parte del Conjunto Histórico que comprende el Bien de Interés Cultural de todo el legado catalogado en la zona desde el actual Riópar hasta El Laminador.

Riopar Viejo albacete

Riopar Viejo albacete

Reales Fabricas de San Juan de Alcaraz riopar

Es muchísimo lo que se puede y se debe escribir acerca de este fascinante lugar. Agraciado por su orografía, geología, botánica, paisaje. Y colmado además por uno de los primeros complejos industriales Europa.

Mientras la fábrica crecía, España ayudaba a Estados Unidos a convertirse en el primer país de América: el conde de Aranda entregaba más de doscientos cañones de bronce a Benjamín Franklin, y el general Gálvez entraba «él solo» en la bahía de Pensacola, venciendo una de las batallas determinantes para la independencia estadounidense.

Finalizaba el último periodo del siglo XVIII, y aquí en la laboriosa colonia obrera de Riópar jamás se supo ni se sabrá, que parte de sus entrañas, laminadas en latón, quizá revistieron los más heroicos buques españoles de las últimas guerras, que con honores militares daban por vencedor al mejor estratega o al más valeroso soldado.

Puede que, de aquí, de un lugar tan creído humilde, tan ensimismado en su subsistencia, partieran también en forma de beneficios los muchos reales que España sufragó para la creación de la primera potencia mundial, a la cual, por cierto, también aportó, de aquellos primeros dineros, la creación del dólar, copiado de nuestros reales.

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De aquella guerra romántica recuperamos Menorca, y con ello parte de esta hermosa sierra. Porque literalmente desde Huelva a Menorca, la Cordillera Bética, en cuyo centro está Riópar, nos hace sentir tan familiar desde los acantilados de La Mola de Formentera, hasta la sierra de Aracena, la preciosa imagen abrupta, colosal, magnífica, y tan irrepetible como el placer sensorial de contemplar por primera vez «El Reventón» del río Mundo, actuando soberbio y magnífico desde el anfiteatro calizo que lo acoge con la gloria del arte y la naturaleza, ante la mirada admirada de quien posee la suerte de saber ver tanto aquí, como en lo alto del pico Almenara, La Sarga o El Calar, la magnitud de un mundo que no se sabe tan abierto al Mundo.

La humilde sencillez de esta tierra, que tanto la honra, a la vez la limita a no quererse con la dimensión que merece. Estas sierras, estos valles, estas rocas, estos ríos, estos pueblos. Y toda su riqueza etnográfica, patrimonial y natural son uno de los reductos más hermosos de Europa, todavía por depurar. Ahora deben recibir lo que dieron. Que sus gentes, sus paisajes, sus recursos y su potencial retomen, recuperen y se retroalimente del saludable turismo sostenible. De la enriquecedora cultura que preserva el incalculable legado que desde los árabes y mucho antes, hasta las Reales Fábricas, han dado tanto a nuestra identidad cultural.


Pocos lugares ofrecen tantos recursos en un mismo sitio como Riópar


Cada camino de Riópar te conduce al fascinante espectáculo de contemplar incluso lo que no se ve, porque estos paisajes te inspiran e invitan a imaginar al Pernales huyendo por la sierra. A los obreros de la Real Fábrica entonando el emotivo himno de la fábrica, orgullosos de su labor. A los sabios andalusíes cultivando cerezos que dieron nombre a la sierra de Alcaraz. Al joven ingeniero austriaco recorriendo la sierra proyectando la mina, la ubicación de los talleres… Al ingeniero Real del Canal de Castilla diseñando una de las mejores presas de la época en El Laminador… A las personas de nuestra generación, entendiendo y valorando por fin el gran tesoro heredado que debemos disfrutar y legar a nuestros sucesores.

Riópar y toda la Sierra merecen ser queridos por todo lo que nos dan. Debemos, por inteligente interés, cuidar lo que nos mantiene, nos aporta y nos enriquece. «No sólo de pan vive el hombre».

Contemplar a los majestuosos buitres planeando por debajo de ti, mientras desde lo alto del pico de La Sarga, contemplas tierras de cuatro provincias, paisajes bellísimos, bosques inmensos. Rocas colosales tan valiosas como santuarios naturales, casi creados para sublimación del ser humano, como por ejemplo en Los Picarazos de Villaverde de Guadalimar. Hacen que uno además de sentir placer y privilegio por disfrutar de un paraíso semejante, también sienta orgullo del increíble potencial que contiene y que a todos nos beneficia y aporta.

Con la necesaria atención y cuidado, estas ancestrales villas, pueden y deben revalorizar sus cascos urbanos con actuaciones que los integren y armonicen con la acogedora arquitectura tradicional, ofreciendo al visitante ese buscado y deseado espacio de ocio y placer que tan agradables recursos y modos menos sacrificados de vida, deben conceder a residentes y turistas.

Lo tenemos todo. Sólo debemos ponerlo en valor para ser competitivos, atractivos y rentables. Doy gracias por cada una de las sensaciones que experimento recorriendo cada uno de estos lugares tan sencillamente hermosos.


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Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano para sabersabor.es ©

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Lagunas de Ruidera, paisajes de Francisco García Pavón

lagunas de ruidera naturaleza

No es un espejismo. La belleza húmeda y agreste que nos embruja surge de improviso en el Campo de Montiel, con las lagunas de Ruidera, dispuestas a despojar del estereotipo de seca a La Mancha


La biografía de las aguas de Ruidera es rarísima en este rodal del Campo de Montiel. El que haya una lagunas tan nórdicas y hermosas en tierra tan poco lagunera como es España, y no digamos en esta altiplanicie manchega, ya es notable. Pero la manera que tiene de comportarse el Guadiana desde su alumbramiento hasta renacer en los Ojos del Guadiana, junto a Villarrubia de los Ojos, supone la historia de río más única que se conoce.

Y es que en La Mancha -la gente no se fija- todo es bastante raro.

Desde que el Guadiana toma forma de río y deja las Lagunas de Ruidera, después de la Cenagosa, ya pasada la aldea de Ruidera, y empieza a caminar enclenque por todos aquellos campos de Montiel, sin mayores fuerzas antaño, que para mover los molinos del Membrillo, el Curro, Santa María, San Juan, San José y ahora, para llenar cuando puede la presa del Pantano de Peñarroya, es toda una crónica.
Río canijo, cruzable en dos brazadas, que discurre entre juncos: el negro, el común, el bolita, y el de sapo. Entre bayunguillos y juncias redondas o castañuelas; a veces flanqueado de álamos blancos y negros, chopos lombardos y bastardos.

Y así que sus estrechas aguas alcanzan la gran anchura de San Juan, tierras calizas y esponjosas, empiezan sus filtraciones, y fatiga. Cruza el pueblo de Argamasilla de Alba sin aliento y, al llegar al molino de la Membrilla, lo traga la tierra y bajo ella camina siete leguas (unos 40 km) hasta resalir, como lágrimas abundosas, por los Ojos del Guadiana.

Ya decía Plinio el latino o el viejo, según, (no Manuel González, “Plinio” el de Tomelloso), que el río Anas –Wādi Ana, para los árabes- tenía en la llanura un puente de siete leguas sobre el que pastaban los rebaños.

Sin embargo, los sabios posteriores, aseguran que esas aguas resurgentes que lavan los Ojos de Villarrubia, no son todas las que se tragó el terreno por las llanezas de San Juan, del Guadiana Alto, sino que una buena parte son recaudo de las nuevas filtraciones de las lluvias en el llano manchego. Es decir, que aquel Guadiana que renace junto a Daimiel, y engorda en su largo camino hasta pasar por Badajoz y Portugal como río señor, tiene poco que ver con el maravilloso espacio natural de las Lagunas de Ruidera, lleno de vicisitudes y escamoteos.

“…Según el color del travertino sea dorado o gris azulado o verdoso, cada laguna parece un topacio o una perla o un zafiro o una esmeralda. Tan transparente es el agua, que, desde las alturas, se puede ver el vientre nacarado de las carpas. En torno, el silencio es tan profundo que se oiría el paso del tiempo si no se oyera algo mejor de cuando en cuando: un silbo de un pastor…” (Vítor de la Serna. Nuevo Viaje de España. La Vía del Calatraveño. V)

Las Lagunas de Ruidera parecen pedir un contorno lírico; o tremebundo o infernario. Pero estas aguas están rodeadas de un paisaje manchego, de pocas alturas, sin verduras líricas ni rincones plácidos.
Monte bajo, cuñas arcillosas, tierra rota, sin disfrute ni bucolismo. Humildes paisajes de salvias, espartos, tomillos y romeros color verde viejo. Esoliegues, marrubios y lentiscos. Espinos, aliagas y velerzas.

Paisaje villano y desarreglado, que sin los montes que le talaron hace años, no resulta encuadre adecuado a la suavidad de las aguas.

Contraste de rodeos cabrerizos con aguas lunarias. Colación de hadas frígidas entre lentiscos y cagarrutas. Los romanos y romanas blanquísimos que se bañaron aquí, dejaron las ropas terragosas y guerreras en las orillas del lagunario.

Este contraste de aguas tersas y tierra desmañada, cuaja en belleza desusada, que punza con escalofríos chuscos y líricos, negros y luminares, como el viaje de Don Quijote entre cabrahígos y murciélagos, hasta el cuerpo insepulto de Durandarte. Sí; no extraña que Cervantes viese este panorama del alto Guadiana como obra merlinesca, que trocó a un escudero en río y a las hijas y sobrinas de la dueña Ruidera en lagunas.

Las lagunas son magia tétrica, cuerpos enaguados, insepultos. Un cuerpo de Durandarte mil veces repetido bajo las aguas. Una procesión de muertos palidísimos romanos y carolingios diciendo durante siglos la historia de sus amores frigorificados.

Y fuera, las ropas pastoreñas, las monteras y los zurrones esparcidos por los montes, las esquilas oxidadas de mil rebaños seculares entre los lentiscos, como frutos perdidos.

“… y yo prosigo mi viaje; pronto va a tocar a su término. Las lagunas de Ruidera comienzan a descubrir, entre las vertientes verdes y rojizas, sus claros, azules, sosegados, limpios espejos. El camino da una revuelta; allozos en flor – flores rojas; flores pálidas, bordean sus márgenes. Allá en lo alto, aparecen las viviendas blancas de la aldea de Ruidera; dominándolas, protegiéndolas, surge sobre el añil del cielo, un caserón vetusto…” (Azorín. La ruta de don Quijote. X)


Textos extraídos de la obra “Voces en Ruidera”, de Francisco García Pavón


Os invitamos a conocer las Lagunas de Ruidera a través de esta visita virtual:


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Campo de Montiel: en busca de aventuras junto al Quijote

quijote infantes campo montiel

Un viaje literario para conocer los escenarios en los que vivió el último caballero andante


A la hora de descubrir la provincia de Ciudad Real y las andanzas de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha son muchas las opciones que se pueden elegir.

Una, dejarse llevar por un camino lleno de sorpresas, en el que se irán colando tanto Miguel de Cervantes y su Alonso Quijano, como autores que también forman parte de la vida de esta provincia. Quevedo, Jorge Manrique y hasta Santa Teresa de Jesús; y otra, dejarse guiar por los escenarios que propone el de Alcalá de Henares en su gran obra, y que permiten descifrar la geografía imaginaria de Don Quijote.

El viajero decide. Aunque aquí os proponemos una ruta con el libro en la mano, la que trascurre por el Campo de Montiel, uno de los escenarios de los que no se olvidó el autor.

Primavera en Villahermosa

Vista de Montiel

Pastoreo de ovejas manchegas

Vista del Campo de Montiel en Almedina

Mapa del Campo de Montiel. Autor, Carlos Barraquete


Tras cuatro siglos, damos fe de la existencia todavía de quijotes y sanchos por estas tierras


Si Verona es la tierra de Romeo y Julieta, el Campo de Montiel seria la del Quijote y esto no admite reflexión, ni debate, ya que es el mismo Cervantes el que se lo recuerda al lector en repetidas ocasiones. Hasta cinco veces cita esta comarca.

La primera, en el prólogo donde es el mismo autor el que reconoce que ésta es la historia de “Don Quijote de La Mancha, de quien hay opinión, por todos los habitantes del distrito del Campo de Montiel que fue el más casto enamorado y el más valiente caballero que de muchos años a esta parte se vio en aquellos contornos”.
Y otra, no muy lejos de aquella, en el capítulo II, en la que el autor aclara que «comenzó a caminar por el antiguo y conocido Campo de Montiel. Y era la verdad que por él caminaba».

Una realidad sobre la que se sustenta fuertemente este maravilloso viaje literario, bien acompañado por cierto de la rica gastronomía y productos autóctonos de la comarca: aceites de oliva virgen, quesos manchegos, mieles, frutos secos, embutidos, productos de la huerta cómo el pimiento de Villanueva de los Infantes… todos ellos sostenibles, ecológicos y de proximidad, no se puede pedir más.

Laguna Blanca (Lagunas de Ruidera). Autor, Juan Amores

Senderismo por el Castillo de Montizón. Autor, Pedro Castellanos

Vista de Terrinches. Autor, Carlos Barraquete

Rincones de Fuenllana


De entre todos los paisajes y escenarios que componen la Ruta del Quijote, hay uno que es el más emblemático de todos y que aún conserva toda la esencia: el Campo de Montiel


Para conocer el verdadero espíritu de Don Quijote es necesario y nos atrevemos a decir que también obligatorio, contactar con el Campo de Montiel: uno de los espacios geográficos más importantes donde corrió el personaje sus lances caballerescos y sus poéticas emociones trotando con Rocinante con el fiel respaldo de su escudero.

De aquella España que vivió Cervantes y transitó Don Quijote, de un Campo de Montiel que eligió la Orden de Santiago como sede, le hablarán al viajero los municipios que enmarcan los escenarios de los que se vale el autor para recrear las aventuras del ingenioso hidalgo.

Más de veinte localidades en las que el pasado y el presente conviven sin estorbarse, con toda la esencia rural y natural, unidas por caminos novelescos, luminosos, incontrolables desde lo literario e histórico, llenos de hospitalidad, caballerosidad e hidalguía. Caminos amplios, de inmaculados valles y vastos horizontes, como la Vía Augusta o el Camino de Aníbal. Caminos universales como lo es el Quijote cervantino y lo son sus singulares habitantes.

Vista del Campo de Montiel

San Carlos del Valle. Autor, Jhuertas

Torre de la Higuera. Autor, Toni Arias

La Solana. Autor, Juan Gregorio García. FOTO digitalhambra


«Acertó Don Quijote a tomar la misma derrota y camino, que él había tomado en su primer viaje, que fue por el Campo de Montiel». Capítulo VII, de la 1ª parte de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha


Esta es una ruta múltiple, universal y real que no sólo recorre el alma española y manchega sino que nos presenta una amplia oferta cultural, turística, gastronómica, paisajística, artística y monumental.

Aún hoy desconocida para muchos viajeros, esta ruta literaria permite descubrir auténticos tesoros en cada rincón, sierra, valle o pueblo del Campo de Montiel. Abundantes asentamientos de diferentes culturas, un rico patrimonio histórico-artístico, lugares de interés turístico nacional, sorprendentes parques, reservas y espacios naturales, misteriosas cuevas y abrigos prehistóricos, variadas costumbres y fiestas populares, rica artesanía, o una sabrosa gastronomía con numerosos productos que han obtenido las más altas distinciones.

La comarca del Campo de Montiel te ofrece un sinfín de lugares y actividades, convirtiéndose poco a poco en uno de los destinos turísticos más atractivos de Castilla – La Mancha.

Villanueva de los Infantes


«Pisó por ella el uno y otro lado de la gran Sierra Negra y el famoso Campo de Montiel, hasta el herboso llano de Aranjuez». Capítulo LII, de la 1ª parte de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha


Lagunas de Ruidera


«Y pongan los ojos en las que están por venir, que desde agora en el camino del Toboso comienzan, como las otras comenzaron en los Campos de Montiel». Capítulo VIII, de la 2ª parte de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha


Villahermosa


Dedicado a nuestro gran amigo Justiniano Rodríguez Castillo. Gracias por enseñarnos el camino. Hasta siempre


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Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©


Fotografía de portada de InfantesDIGITAL

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Motilla del Azuer: descubriendo el pozo más antiguo de la Península Ibérica

El poblado fortificado de la Motilla del Azuer es uno de los yacimientos de la Edad de Bronce más antiguos del mundo


La Motilla del Azuer, en Daimiel, es el mejor ejemplo de poblamiento de una original cultura que se desarrolló en el II milenio antes de Cristo en la Edad del Bronce en la zona de la Mancha húmeda, y que sintetiza la importancia que siempre ha tenido el agua para los pobladores de este territorio.

La Motilla sorprende por su originalidad, estamos ante una construcción única en España, con sus paredes amuralladas concéntricas de mampostería que conforman una estructura laberíntica. La Motilla en su interior albergó desde almacenes a enterramientos y su pozo de agua, auténtico tesoro para proteger por las gentes de la Edad del Bronce. Un yacimiento arqueológico, diferente, desconcertante e inolvidable en Castilla – La Mancha.

Un viaje por el tiempo, a las llanuras que hoy denominamos La Mancha, nos llevará hasta la prehistoria, allí había pequeños asentamientos que se dedicaban a la agricultura y la ganadería. No sabemos cómo era el paisaje, pero lo que sí sabemos es que, en torno al año 2000 y 1800 a.C., hubo un cambio climático tremendo que transformó el entorno volviéndose árido y seco, y en el que el agua de los ríos y arroyos dejó de fluir. Fue entonces, durante la edad de bronce, cuando los individuos tuvieron que adaptarse para sobrevivir.

De forma conjunta solucionaron la escasez a través de la construcción de una red de pozos, en toda la zona, que explotaba el agua subterránea. Se trata de la primera cultura hidráulica de Europa, y lo que se denomina Cultura de las Motillas: en la zona existen nada más y nada menos que 32 motillas.


El pozo de la Motilla del Azuer tiene 4.000 años de antigüedad


Cuesta acertar con las palabras que describan el conjunto arqueológico de Motilla del Azuer. A vista de pájaro, semeja un laberinto espigado y circular, y a vista de científico, obedece a una tipología única y poco menos que insólita en la Prehistoria: las motillas, una elevación artificial en medio de un espacio circundante llano. En el patio trapezoidal se encuentra el pozo de agua: la estructura hidráulica más antigua de la Península Ibérica.

El poblado fortificado de la Motilla del Azuer es un laberinto circular con una gran torre en el centro y el pozo más antiguo de cuantos se han estudiado en nuestro territorio. Cuenta con muros de piedra de más de ocho metros de altura. El agua, entonces como ahora, rara vez caía del cielo en la zona y aquellos hombres del pasado tuvieron que excavar nada menos que 14 metros para encontrarla.
Los habitantes de la zona por aquel entonces sufrieron una prolongada sequía hace 4.000 años que hizo que las aguas superficiales prácticamente desaparecieron de los ríos y arroyos. Esto les llevó a construir en esta región una red de pozos para abastecerse del agua almacenada en los acuíferos más someros.

Nuestros ancestros, con un gran sentido común, se valieron de los recursos más cercanos del entorno. La Motilla del Azuer está construida mayoritariamente con piedra caliza y con la tierra arcillosa de la propia vega del río Azuer.


Imaginar y empatizar con las gentes que habitaron un territorio miles de años antes que nosotros: arqueología en estado puro


Los trabajos arqueológicos realizados en el yacimiento han permitido delimitar dos espacios diferenciados. El primero corresponde con un recinto interior fortificado, integrado por una serie de murallas concéntricas en torno a una torre central cuadrangular, que protegía un conjunto de estructuras donde se gestionaba y controlaba las actividades económicas del yacimiento.

De entre estos elementos destacan los grandes silos de almacenaje, con una capacidad en torno a los 6 metros cúbicos, donde se conservaban productos como cereales, entre los que se encuentran diferentes tipos de trigo y cebada, o leguminosas como lentejas, guisantes o chícharos; así como también hornos para la cocción de la cerámica, el tostado de cereales o la producción metalúrgica.
La línea de fortificación más externa, circular y concéntrica a los sistemas defensivos, presenta en su última fase de construcción un paramento de grandes bloques de caliza. El acceso al interior del área fortificada desde el poblado se realizaba a través de pasillos paralelos a las murallas.

En el exterior del núcleo fortificado se emplazaban las viviendas, en un diámetro de unos 50 metros, en el que se documentan diferentes cabañas, hogares y fosas de desperdicio. La distribución de los enterramientos de las inmediaciones de la Motilla coincide con el área del poblado, en un ritual frecuente en la mayoría de culturas de la Edad del Bronce en la Península.
A la vez que los pozos se construyeron túmulos, monumentos orientados a los astros, en los que se realizaron complejos rituales, depositaban ofrendas o enterraban a los difuntos.

Imprescindible, para entender mejor la Cultura de la Motillas, visitar el Museo Comarcal de Daimiel, idóneo para contextualizar la riqueza antropológica y cultural de la propia Motilla del Azuer.
En el museo, de manera gráfica, con un recorrido muy didáctico se comprende mejor la vida de estos pobladores, cuya presencia se ha documentado en las excavaciones extramuros de la Motilla. Gracias al valioso hallazgo de la necrópolis, se puede saber cómo eran, cómo vivieron y hasta hacernos una idea de cómo se alimentaban y porqué fallecían aquellos “primeros manchegos”.


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Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©

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Naturaleza en Castilla – La Mancha (2ª parte)

Seguimos recorriendo los paisajes naturales que muestran el esplendor de Castilla – La Mancha, perfectos para cualquier escapada


PARQUE NATURAL DE VALLE DE ALCUDIA Y SIERRA MADRONA


El Valle de Alcudia es un lugar infinito, de suaves sierras de cuarcita e inmensas praderas que atrajeron hace siglos a enormes rebaños de ovejas en invierno para disfrutar de su clima suave y de sus pastos. Un lugar donde disfrutar de la naturaleza y de la tranquilidad. Pero en el Valle de Alcudia también podemos admirar sus bosques mediterráneos de robles, alcornocales, quejigos, madroños o encinas de porte majestuoso, algunas centenarias y milenarias. La riqueza paisajística de sus parajes se combina con más de cien especies de aves entre las que destacan las imponentes águila imperial ibérica, el buitre negro y la cigüeña negra, y fauna como el huidizo lince ibérico y la cabra ibérica, entre majadas, pastizales y bosques.
Sierra Madrona constituida por un relieve quebrado, crestones y pedrizas, con numerosos ríos y arroyos que serpentean contribuyendo a enriquecer el paisaje con los colores cambiantes de su vegetación y vertiendo sus aguas a los grandes ríos Guadiana o Guadalquivir. La zona presenta un número muy importante de puntos de interés geológico de diversa naturaleza como hoces, cañones y cluses fluviales, cascadas naturales, humedales estacionales o permanentes, pedrizas y crestones cuarcíticos relevantes, escarpes naturales, cavidades naturales, formas de origen volcánico y formas periglaciares pleistocenas notables.

El Valle también alberga manifestaciones de vulcanismo, que nos trasladan a un pasado geológico muy remoto, como son los monumentos naturales de Los Castillejos en la Bienvenida, o la laguna volcánica de La Alberquilla entre otros.
Acoge además manifestaciones y asentamientos desde la prehistoria hasta nuestros días: arte esquemático, yacimientos ibero-romanos, ventas cervantinas y de trashumancia, arqueología minera del XVIII y vestigios de oficios como carboneros, apicultores, pastores…
Y se ha convertido en un destino ideal para la observación del firmamento, astroturismo, por la escasa contaminación lumínica de sus cielos.





LA MANCHA HÚMEDA


Situada entre las provincias de Toledo, Cuenca y Ciudad – Real, la Mancha Húmeda alberga el complejo de lagunas salinas más extenso e importante de la Península Ibérica, con lagunas como la de Manjavacas en Mota del Cuervo, la Veguilla y Camino de Villafranca en Alcázar de San Juan, Salicor en Campo de Criptana, Laguna Grande de Quero, Peñahueca en Villacañas, Laguna Chica y la de la Sal en Villafranca de los Caballeros o las de la Vega y Retamar en Pedro Muñoz. Algunas de ellas son ideales para recorrer caminando sus orillas, conocer sus más que interesantes centros interpretación e incluso para tomar un baño y refrescarse en verano, como en las lagunas de Villafranca de los Caballeros.
Pero el principal atractivo de estas lagunas es la presencia de aves acuáticas y esteparias entre prados de albardín, una planta de suelos salinos parecida al esparto, así encontramos especies de aves estivales cómo el zampullín cuellinegro, malvasía cabeciblanca, cigüeñuela, avoceta, canastera, chorlitejo chico, pagaza piconera, chorlitejo patinegro y calamón, y aves invernantes cómo tarro blancos, aguja colinegra, archibebe común, zarapito real y andarrios grande, entre las más peculiares.
Además, podemos disfrutar del espectáculo de los flamencos que suelen desplazarse de unas lagunas a otras en determinadas épocas del año.





PARQUE NATURAL DE LAGUNAS DE RUIDERA


Aquel viajero que acude por primera vez a Ruidera y sus lagunas, cuando lo hace desde la llanura manchega, vasta y extensa, percibe la sensación de acudir a un oasis, un remanso de paz, bálsamo contra el frenético ritmo. «Y con Guadiana vuestro escudero, y con la dueña Ruidera, y sus siete hijas y dos sobrinas y con muchos de vuestros conocidos y amigos nos tiene aquí encantados el sabio Merlín a muchos años; y aunque pasan de quinientos no se ha muerto ninguno de nosotros, solamente falta Ruidera y sus hijas, y sobrinas, las cuales lloran, por compasión que debió tener Merlin de ellas, las convirtió en otras tantas lagunas, que ahora en el mundo de los vivos y en la provincia de La Mancha las llaman Las lagunas de Ruidera…”, Don Quijote de La Mancha, Capítulo XXIII, parte II, Miguel de Cervantes.

Más allá de las poéticas descripciones cervantinas, el Parque Natural de las Lagunas de Ruidera, enclavado en el Campo de Montiel, forma uno de los espacios naturales más interesantes de Castilla – La Mancha.
Un rosario de bellas lagunas, en la cabecera del Río Guadiana, que además de todo un espectáculo para los sentidos, son una curiosidad ecológica y geológica de primer orden tanto en España como en todo el ámbito europeo. Solo existe un ejemplo similar en los Lagos de Plitvice, Croacia.
El valor paisajístico y la especial belleza de las Lagunas de Ruidera se debe al intensísimo color de sus 15 lagunas: unas veces azul turquesa, otras verde cristalino, más propio de la idea que todos tenemos de lugares exóticos y tropicales. Y a las espectaculares y singulares barreras tobáceas: los travertinos, roca de gran fragilidad e indispensable protección.
El paisaje vegetal del Parque es muy diverso, abarcando desde formaciones boscosas autóctonas hasta una vegetación palustre. Las laderas y zonas altas están ocupadas por grandes encinas, carrascas, sabina albar y enebros.
Y referente a la fauna, más de 250 especies de vertebrados habitan en el Parque. De ellas, los mamíferos, por sus hábitos escondidizos y crepusculares, son los más difíciles de observar. Sin embargo, las aves, sobre todo las acuáticas, rápidamente llaman la atención. La mayoría se esconde entre la vegetación palustre que rodea la lámina de agua, como el rascón, la gallineta o el carricero tordal, cuyo inconfundible canto anima el carrizal. Entre las especies más emblemáticas destacan el aguilucho lagunero y el porrón moñudo. La focha común, el ánade real, el pato colorado, zampullín común o el somormujo lavanco también pueden ser observados en las lagunas.
Imprescindible las visitas a la cascada del Hundimiento, un salto de agua de más de 15 metros de altura que se formó como consecuencia de una enorme avenida de agua ocurrida en el año 1545, y a la literaria Cueva de Montesinos en Ossa de Montiel.
Y por supuesto es un espacio natural ideal para realizar actividades de ecoturismo, senderismo, ornitología, rutas guiadas, kayak, ciclismo…





CAMPO DE MONTIEL


La comarca del Campo de Montiel te ofrece un sinfín de lugares y actividades, convirtiéndose poco a poco en uno de los destinos turísticos más atractivos de Castilla – La Mancha.

Os invitamos a descubrir esta comarca citada hasta cinco veces por Miguel de Cervantes en su obra más universal “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha“. Sin duda, constituye el destino ideal para los que quieren conocer los auténticos escenarios del Quijote.

Un recorrido que bien puede comenzar en Villanueva de la Fuente. Aquí nos encontramos con las primeras estribaciones de la Sierra del Relumbrar, también denominada “pequeño Monfragüe“, uno de los espacios naturales más interesantes de toda la región, con valores faunísticos, botánicos, geológicos y paisajísticos muy importantes. En sus tierras no se puede dar un paseo sin tropezarse con manadas de jabalíes alimentándose de bellotas bajo enormes encinas en un sotobosque de aladiernos, brezos, jaras, cantuesos y mejoranas en el que también habitan ciervos y gamos.
Continuar en Terrinches por el espectacular paraje de las Hoces del Gongares o de San Isidro, desde donde podremos contemplar unas bellas vistas de Sierra Morena y la Sierra del Relumbrar, y donde los arroyos se unen y dibujan unas caprichosas hoces sobre elevaciones paleozoicas de pizarra.

Descubrir en Villahermosa un enclave paisajístico y ecológico de primer orden: el nacimiento del río Guadiana en el entorno de la Laguna Blanca, la primera del Parque Natural de las Lagunas de Ruidera. Un bello paisaje jalonado de sabinas y enebros de impresionante porte. Y hacer una ruta de senderismo por los cursos de los ríos Azuer y Cañamares.

El valle del río Guadalén en Santa Cruz de los Cáñamos, la Sierra de Alhambra y las Cuevas de Huelma en Alhambra, los molinos hidráulicos del Jabalón en Montiel, la Sierra del Cristo en San Carlos del Valle, o las Cumbres, Cerro Lobo, Cabeza del Buey, los Clérigos, el Carrascalillo, el Cerro la Cruz o el Cerro Castellón en Torrenueva completan un recorrido espectacular de naturaleza y cultura por esta tierra. Todos estos parajes con infinidad de hierbas medicinales y aromáticas y de enorme valor cinegético.

En los cielos del Campo de Montiel es fácil observar ejemplares de águila real, águila imperial, aguilucho cenizo y aguilucho pálido, y buitres leonados. Y en la zonas esteparias avutardas, sisones, gangas, alondras de Dupont o alcaravanes entre otras aves.

Fauna y flora autóctona que nos acompañarán en todas las experiencias y actividades que nos ofrece la comarca: vías y caminos históricos milenarios, como el camino de Aníbal y la Vía Augusta; castillos y torreones, cómo el Castillo de la Estrella en Montiel; yacimientos arqueológicos prehistóricos, cómo el Castillejo del Bonete en Terrinches; villas romanas y santuarios medievales, cómo la Ontavia y Luciana; el maravilloso Conjunto Histórico – Artístico Nacional de Villanueva de los Infantes; el interesante patrimonio de Fuenllana, cuna de Santo Tomás de Villanueva y villa rural manchega por excelencia de toda la provincia de Ciudad – Real, descubierta con sorpresa a principios del siglo XX por el famoso fotógrafo francés Charles Alberty ‘Loty’;  el patrimonio literario de Torre de Juan Abad y Villamanrique; la monumental iglesia de Villahermosa; la joya barroca de San Carlos del Valle; el museo al aire libre de Yáñez de la Almedina; museos etnográficos y yacimientos arqueológicos de Villanueva de la Fuente y Alhambra…


LOS VOLCANES DEL CAMPO DE CALATRAVA


La provincia de Ciudad – Real nos ofrece un elemento geológico peculiar y diferente, sus volcanes ya extinguidos y que son fruto de una actividad volcánica desaparecida desde hace miles de años, pero que ha modelado un paisaje único en toda España. Las manifestaciones volcánicas, en torno a unas 300, se localizan principalmente en el centro de la provincia ocupando una superficie de unos 5.000 km2.
Cuesta creer que la única fumarola activa que existió en la Península Ibérica se encuentra a menos de cinco kilómetros de la monumental ciudad de Almagro.
Los Volcanes del Campo de Calatrava albergan ecosistemas perfectamente conservados y que reflejan a través de lagunas o suaves elevaciones lo mejor de la fauna y la flora Mediterránea.
No hay que perderse los enclaves volcánicos cómo la Laguna de la Alberquilla (Monumento Natural); La Inesperada, en Pozuelo de Calatrava; la Hoya de Cervera, en Almagro; la laguna volcánica de Cervera; la de Fuente Agria del Chorrillo y la de Caracuel. Las impresionantes formaciones como los Castillejos en La Bienvenida y el del Cerro de los Santos en Porzuna.

Imprescindible la visita al Volcán de Cerro Gordo, primer volcán museo de la península y que nos ofrece un más que interesante recorrido interpretativo de la volcanología de la comarca de Ciudad – Real y por su interior, y los volcanes Columba, Peñarroya, Cerro de La Santa Cruz, la Posadilla y Laguna, cuajado de cigüeñas, águilas reales y buitres.

La existencia de una actividad volcánica inferior a 10.000 años, ha dado lugar a que la región volcánica del Campo de Calatrava haya sido reconocida por el Smithsonian Institute de Estados Unidos como zona de actividad volcánica aún activa.


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El miedo, cuento de vendimia

Más de una hora tardamos en llegar a la casa de labor, desde pleno campo, en donde aquel día de septiembre nos sorprendió la tormenta. Interrumpida la vendimia nuestra marcha fue lenta y penosa, porque el fuerte viento y los arreos dificultaban el acceso a través de cañadas y alcores.

Al llegar vimos guarecidos en derredor del hogar algunos pastores de la zona, que habían prendido buena fogata para secarse y hablaban del poder del miedo. Nos quedamos a escucharles, máxime al ser el tío Celestino, viejo rabadán a quien ya conocíamos, el que comenzaba a narrar una inquietante historia.

Referíase a aquellos ya lejanos años en que él iba con el gran rebaño trashumante del marqués de Mudela al fértil valle de Alcudia, la tierra siempre pródiga en pasturaje, situada más allá de las llanadas calatravas de la Mancha Alta. Su verbo, de cálida y jugosa simplicidad, describía admirablemente esta región, comprensiva de buena parte de la provincia de Ciudad – Real, confinante con las otras tres, en parte también manchegas: Toledo, Cuenca y Albacete. “Este terreno –decía a modo de comparación con su tierra de adopción, Castilla y León- es muy distinto de la vieja Castilla. Allí los pueblos, por lo general, son pequeños y se encuentran cercanos; aquí son grandes y están lejos entre sí. Allí predomina el trigo y el pino; aquí la vid y la encina. La propiedad está en Castilla muy repartida, mientras que en La Mancha, por el contrario abundan el absentismo y las fincas de enorme extensión.

La industria vitivinícola, que tanto se ha desarrollado aquí, merced al poder admirable que tiene el suelo para el cultivo del bíblico arbusto, ha enriquecido a sus pueblos: Valdepeñas, Tomelloso, Manzanares, Alcázar, Villarrobledo, Socuéllamos, Argamasilla…”

Y siguió el pastor hablando de parecida guisa a como nosotros describimos, a grandes pinceladas, La Mancha. Por la feraz campiña, entre pueblo y pueblo, vénse diseminadas numerosas edificaciones, algunas blancas por el enjalbegado de reminiscencia agarena, todas ellas destinadas a guarecerse labriegos y ganados, a las que los naturales del país denominan quinterías y bombos.

Bombo de Tomelloso

Casilla manchega

Los labradores, los gañanes, permanecen en el campo toda la semana, principalmente durante la época hiemal, en que han de binar viñas y roturar barbechos. Salen del lugar el domingo, a la caída del véspero, y van por los caminos con sus carros y yuntas, bien aprovisionados para los seis días, llegando al bombo o a la quintería –en ocasiones, vestigio de la antigua venta- a la hora de hacer la cena y acostarse para madrugar al día siguiente y trabajar. No ha de tornar al pueblo hasta el sábado siguiente, al mediodía, con el fin de renovar sus provisiones, reparar los útiles del trabajo, atender un poco a su simplicísimo aseo personal y ver, a la vez, a la familia, a la esposa, a la novia… Caminan cantando, animosos, mientras el sol agonizante ilumina con sus rayos postreros aquella caravana de la gleba, que a veces se extiende en larga hilera. Y allá, a su llegada a la habitación campestre, que siempre está abierta ofreciendo asilo al labriego que necesite ocuparla y al pobre viandante desheredado que haya menester de refugio, han de convivir todos en fraterna calma.

Se da a veces el caso de encontrarse solo un labriego por todo ocupante de la quintería; pero estas gentes, habituales a las privaciones, a los rudos trabajos, e, indistintamente, a la compañía y a la soledad, no sienten, por lo general, el miedo. Mas éste, como algunas otras cosas, puede presentarse en quien menos se piense y cuando menos se crea, como lo prueba esta narración del longevo pastor.

Fué el sucedido un día de crudo invierno. Llegó solo un joven zagalón al apartado habitáculo, situado en plena llanura por la que otrora efectuara su primera salida Alonso Quijano el Bueno. No había nadie –que se viese- en ella. Desenjaezó sus mulas, diólas pienso y, por último, prendió en el hogar unas gavillas bien secas que como incipiente combustible del pueblo llevaba, a fin de calentarse y preparar el condumio –las insustituibles gachas de almortas y los sabrosos torreznos-, cantandillo, a todo esto, sus endechas en recuerdo del amor que a 10 leguas de distancia dejaba.

Una vez terminado todo ello preparóse para cenar y, apartada ya la sartén y con pan y navaja en mano, ocurriósele decir en alta voz, al mismo tiempo que se sentaba, con tono irónico al creer firmísimamente en su completa soledad:
– ¡Vaya!, ¿ustedes gustan?
Y no bien hubo acabado de pronunciar aquellas contadas palabras cuando oyó que respondían con hoscas y entrecortadas voces, desde el fondo de la destartalada estancia:
– ¡Muchas gracias! ¡Qué aproveche!

Eran unos mendigos, tendidos e invisibles en un rincón de la cuadra, en la que antes de llegar el mancebo habíanse guarecido, despeados por el largo caminar, para pasar la noche, los que, creyéndose en verdad invitados, así contestaban.

Pero el joven labriego, que dijo aquellas palabras plenamente convencido de ser él la única persona que allí alentaba, no imaginando, por ende, que nadie le respondería, recibió el susto más formidable que cabe concebir. Se produjo en él una brusca reacción y levantóse en actitud vesánica.

Precipitadamente unció de nuevo los semovientes, sin voluntad ni dominio de sí, tembloroso y balbuciente, obsedido por la idea de la veloz huída, y a toda prisa, dejando allí la mayor parte de los aperos que del pueblo había llevado, partió en retorno hacia el mismo a todo el galope de la fustigada yunta, despavorido, aterrado, jadeante como alma que lleva el diablo.

Apenas si con entrecortadas palabras pudo después explicar lo sucedido. Postrado y abatido, a los pocos días murió.

Interior de un bombo

Figuras en una casa. 1967. Obra de Antonio López García

Bajada a antigua cueva bodega de Tomelloso

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Tour por los Escenarios de Cervantes y los Paisajes del Quijote

Os proponemos un viaje cultural, natural y gastronómico inolvidable por Madrid, Toledo, La Mancha y el Campo de Montiel para descubrir el origen del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha. Un viaje por una Tierra Universal, el Siglo de Oro Español, los paraísos y escenarios naturales de la novela, con toda la esencia de nuestras ciudades, pueblos y aldeas, y disfrutando de nuestra rica gastronomía, en la que no pueden faltar el delicioso y afamado Queso Manchego y los vinos de la tierra. Sin duda, una auténtica experiencia cultural universal


Día 1

Iniciamos nuestro maravilloso recorrido por el Madrid de los Austrias, sede de la corte de Felipe II, bajo cuyas órdenes lucho Don Miguel de Cervantes durante gran parte de su vida. Un paseo por el casco histórico de la ciudad, lleno de calles estrechas, callejuelas, pasajes, pasadizos, travesías, plazuelas, palacios, conventos…
Y a la hora de comer nada mejor que un tour gastronómico de tapas y vinos por las tabernas más emblemáticas de Madrid. Un delicioso recorrido entre catas y degustación de pequeños platos de temporada maridados con vinos de La Mancha.
Madrid, Villa y Corte, que tiene su centro en el «kilómetro cero» de los caminos de España, posee un mapa gastronómico inigualable en el que tienen destacada presencia platos tradicionales que ofrecen un perfil propio, con aromas de la cocina manchega, al estar su territorio enclavado en el corazón de la meseta. En los más típicos rincones del viejo Madrid, antiguas posadas, figones y mesones, – aparte del famoso Lhardy -, ofrecen la clásica sopa de ajo, y su inigualable cocido al que los castizos llamaban «el coci» ó «el piri», plato típico, saludable, sabroso y antañón que con el mismo regusto se come por tierras de Castilla en las que Madrid se asienta.
Por la tarde nos trasladamos hasta la cercana Alcalá de Henares, Ciudad Patrimonio de la Humanidad, para disfrutar de un recorrido guiado por esta bella localidad donde vivió sus primeros años Don Miguel de Cervantes, visitando su museo-casa natal, los edificios relacionados con su familia y aquellos vinculados a la publicación de sus obras.
Dar un paseo por las calles aledañas al Palacio Arzobispal, la Catedral Magistral y el Monasterio de San Bernardo nos transporta a la época del Cardenal Cisneros, allá por el siglo XVI.


Día 2

Iniciamos la jornada con un espectacular recorrido panorámico por Toledo, Ciudad Patrimonio de la Humanidad. A continuación hemos disfrutado de un atractivo y ameno recorrido guiado por el impresionante casco histórico y por los barrios de las Tres Culturas, admirando el legado de las diferentes civilizaciones que han dejado su huella en Toledo: Edad del Bronce, carpetanos, visigodos, romanos, musulmanes, judíos y cristianos. Y visitando los monumentos más importantes: Mezquita del Cristo de la Luz, Sinagoga de Santa María la Blanca, Iglesia de Santo Tomé (El Greco) y un subterráneo exclusivo en la judería.
De todos es conocido que Miguel de Cervantes disfrutó un amor sincero por la ciudad de Toledo. Al entrar por la puerta principal de la ciudad, la de Bisagra, nos encontramos, en su patio de armas, el elogio más apasionado de Cervantes a Toledo: “¡Oh, peñascosa pesadumbre, gloria de España y luz de sus ciudades…”
La mañana ha finalizado visitando un Taller de Damasquinado, donde hemos visto en directo cómo trabajan y descubierto todos los secretos de esta artesanía joyera conocida como el Oro de Toledo.
Por la tarde nos esperaba la impresionante Catedral Primada de Toledo, una de las obras maestras de la arquitectura ojival y obra magna del gótico, que mereció en el lenguaje eclesiástico el título de Dives Toletana (La Rica Toledana), que alude a la grandiosidad de sus dimensiones, riqueza artística y solemnidad litúrgica. La Catedral Primada fue concebida como Summa Artis, un Vaticano en tierras ibéricas. Esconde una interminable acumulación de tesoros artísticos que abarcan páginas enteras de la historia de la vidriera, la rejería o la escultura, y una colección pictórica sin igual, con obras de El Greco, Tiziano, Goya o Van Dick.


Día 3

Nuestro camino nos llevó hasta Campo de Criptana, para conocer uno de los enclaves fundamentales de la geografía española: la maravillosa sierra de los molinos de viento, una estampa clásica reconocida en los cinco continentes. Esta experiencia nos ha permitido rememorar la leyenda cervantina del famoso lance entre Don Quijote y sus “gigantes”, así como descubrir algunos secretos del noble arte de la molinería.
A continuación, la visita imprescindible a una prestigiosa bodega con D.O. La Mancha. Un interesante itinerario por sus emblemáticas instalaciones para adentrarnos en el apasionante mundo de la viticultura y en los procesos de vinificación, con una degustación de sus vinos de la mano de todo un maestro en este arte. La historia y los secretos del brebaje de Dioniso, dios del vino, han dejado de ser un secreto para nosotros. Una auténtica experiencia enoturística.
Y a la hora del almuerzo, nos esperaba una deliciosa y auténtica Comida Típica del Quijote, a base de platos tradicionales de la cocina manchega. Una cocina universalizada por Cervantes.
Por la tarde hemos conocido un tesoro de gran trascendencia en la tradición cervantina: la Cueva de Medrano en Argamasilla de Alba, la celda donde, según algunos estudiosos, D. Miguel de Cervantes comenzó a escribir su inmortal obra “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha”.
Imprescindible la visita a la cercana ciudad de Tomelloso para descubrir el interesante Museo del Carro y del Bombo de Tomelloso, con el maravilloso Bombo tomellosero en su interior, una auténtica joya de la arquitectura popular rústica.
Y por supuesto alguna de las más de 2200 antiguas cuevas-bodega existentes en el subsuelo de la ciudad, excavadas antaño en la roca para hacer y almacenar el vino en tinajas de barro. ¡Un patrimonio vitivinícola impresionante!

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Día 4

Por la mañana hemos visitado una tradicional y prestigiosa quesería manchega, para conocer los secretos de un producto único: el Queso Manchego. Hemos tenido la oportunidad de conocer desde el pastoreo del ganado en el campo, las ovejas y corderos, y el ordeño hasta la transformación de la leche en queso, el trabajo artesanal y la maduración, asistiendo a la elaboración del queso en vivo y en directo. Para finalizar con una deliciosa degustación de este producto tan cotizado a nivel nacional e internacional.
Listos para iniciar una de las visitas más importantes de este tour: Villanueva de los Infantes, Conjunto Histórico-Artístico Nacional, uno de los más bellos de España y centro histórico de la comarca del Campo de Montiel, citada hasta cinco veces por D. Miguel de Cervantes en su obra más universal “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha”.
Cuna del Quijote, según algunos estudiosos, y el lugar donde vivió el genial escritor Don Francisco de Quevedo y Villegas, hemos disfrutado con un inolvidable recorrido por esta monumental villa. Iglesias y conventos; plazas porticadas; pósitos, casas señoriales, palacios y calles… Todo un viaje al irrepetible Siglo de Oro español.

Llega el medio día y con él un almuerzo campestre en una huerta de la zona, un lugar lleno de encanto y esencia manchega donde hemos dado cuenta de una comida típica a base de platos tradicionales maridados con los mejores vinos de la tierra.

Por la tarde nuestro viaje nos ha llevado hasta Fuenllana, cuna de Santo Tomás de Villanueva y villa rural manchega por excelencia, descubierta con sorpresa a principios del siglo XX por el famoso fotógrafo francés Charles Alberty ‘Loty’, cuyas fotos se mostraron en la Exposición Universal de Barcelona en 1929. Un magnífico ejemplo de lo que debe ser un pueblo con estilo propio, integrado en su paisaje, su historia y su cultura. Callejear por su casco urbano, respirar la esencia del Campo de Montiel… inolvidable.

Para nuestro siguiente paso por el histórico y sorprendente Campo de Montiel nos esperan enclaves como Villahermosa, Torre de Juan Abad, Montiel, Almedina, Villanueva de la Fuente, Alhambra… cada uno con una inmenso patrimonio histórico, cultural y natural.


Día 5

La jornada comenzaba con la visita a El Toboso para descubrir todos los secretos y leyendas de este bonito pueblo, y todos los rincones relacionadas con Don Quijote de La Mancha y Dulcinea. Imprescindible adentrarse en el Museo de la Casa de Dulcinea y descubrir de una forma amena y divertida el legado que D. Miguel de Cervantes dejo en El Toboso en su búsqueda del gran palacio de Dulcinea, y las características de los principales personajes, Don Quijote y Sancho, en el contexto histórico de una España en pleno Siglo de Oro de la literatura.
Tras un merecido descanso, ponemos rumbo a Alcázar de San Juan, última etapa de nuestro viaje. Desde la inmensa llanura que lo bordea, salpicada de bellas lagunas, pasando por sus conocidas fiestas de Moros y Cristianos, las tortas de Alcázar o el legado de su artesanía del cuero, la alfarería y la madera.
La visita a Alcázar de San Juan está llena de lugares de interés turístico y patrimonial.
Alcázar de San Juan es según algunos estudiosos la verdadera cuna de Don Miguel de Cervantes, así que nada mejor que iniciar nuestro recorrido en la Casa del Hidalgo, donde nos han explicado las costumbres y cómo era la vida de los hidalgos que inspiraron a Miguel de Cervantes cuando creó el personaje de Don Quijote de La Mancha. A continuación un bonito recorrido por el Conjunto Palacial del Gran Prior, donde destaca el Torreón de Don Juan José de Austria, uno de los emblemas de la ciudad, una torre almohade del siglo XIII, y actualmente un maravilloso espacio dedicado a los Caballeros Hospitalarios de San Juan.
La naturaleza está muy presente en estas tierras. Prueba de ello es el Complejo Lagunar de Alcázar de San Juan. Declarado Reserva Natural de la Biosfera, está conformado por 700 hectáreas integradas tres lagunas pertenecientes a La Mancha Húmeda. Se trata de un lugar perfecto para observar especies únicas y disfrutar de la naturaleza.
En los caminos que las recorren encontramos puntos de observación de aves, alternando paisajes salinos y desérticos, que cambian a estepas para después convertirse en prados húmedos. Estos cambios hacen de este espacio protegido por la UNESCO su mayor atractivo.
Hemos avistado aves difíciles de encontrar en ninguna otra parte. Cigüeñuelas, pagazas piconegras, zampullines, tarros blancos y canelos, porrones, malvasías cabeciblancas, patos colorados y cucharas, cercetas carretonas, fochas, garcillas cangrejeras, garzas imperiales, aguiluchos laguneros y flamencos. Un lugar perfecto para hacer turismo ornitológico.


Si estas interesado en realizar este tour, contacta con sabersabor.es


Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©

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Tejera Negra, la vitalidad de un hayedo insólito

El Hayedo de Tejera Negra, Patrimonio Mundial de la UNESCO, forma parte del Bien Natural “Hayedos primigenios de los Cárpatos y otras regiones de Europa”


El primer haya solitaria aparece a la izquierda de la pista forestal que conduce al corazón del bosque, rodeada de una alfombra del verde rabioso de la gayuba húmeda. No se sabe cómo ha podido sobrevivir a la industria maderera, al carboneo y al calor, pero crece ahí como una unidad de medida del bosque. Posee la copa amplia y redondeada que caracteriza los ejemplares aislados y estira las ramas al cielo entre amenazadoras y suplicantes. Con toda seguridad anuncia la excepcionalidad de uno de los hayedos más meridionales de Europa.

El resto de ejemplares se reparten en edades: los más jóvenes en los lugares más accesibles, como en la senda de Matarredonda, donde también crece un tejo testimonial y antiguo; los más viejos en los lugares más inaccesibles, en las cabeceras de los ríos Lillas y Zarza; los desmochados, por doquier.

El hayedo de Tejera Negra constituye una especie de isla vegetal en la cordillera Central, pudiendo ser considerado el escombro botánico de una masa forestal gigantesca diezmada por la influencia humana y el cambio climático regional.

El haya es un árbol muy común, pero en el centro de Europa, típico de lugares húmedos y que, en España, se concentra en la mitad norte, sobre todo en Navarra.
Sicilia y la sierra de Ayllón, donde se encuentra Tejera Negra, constituyen excepciones forestales en la distribución geográfica de los hayedos.

De los tres enclaves de hayas que se aferraron a la sierra del Sistema Central: en Madrid, Montejo de la Sierra; Riofrío de Riaza en Segovia y Tejera Negra en Guadalajara, es este último el de mayor extensión y riqueza faunística y botánica.
Las hayas de Tejera Negra debieron de establecerse aquí en una época remota en que el clima era más frío y húmedo que el actual. Hoy, estos árboles todavía encuentran refugio en valles umbríos, laderas norte y canchales escasamente expuestos al sol pero sometidos a nieblas, vientos y lluvias.


El carácter de excepción que reviste el bosque del hayedo de Tejera Negra consiste en crecer allí donde nadie lo podía esperar


El ser humano se sirvió de estos árboles hasta casi agotarlos para fabricar arcos de guerra, muebles y carbón vegetal.

En otros tiempos, piras de troncos de hayas, brezos, robles, encinas y melojos recubiertos de paja y tierra ardían en una combustión controlada, casi exenta de oxígeno, para convertir la preciada madera en carbón vegetal. Este combustible era repartido luego entre los pueblos de los alrededores y transportado a las capitales (Madrid, Guadalajara…) hasta convertirse en rescoldo de brasero. En travesías que sólo los pájaros pueden realizar podría observarse el lugar ocupado por aquellos hornos circulares de 25 metros de diámetro, colocados al tresbolillo, como volcanes extinguidos a quienes la naturaleza todavía no ha conseguido olvidar.

La consecuencia de las talas sucesivas (la última se produjo hace unos 50 años) es que, paradójicamente, a pesar de su antigüedad, el hayedo es joven y homogéneo. Sólo en los lugares más profundos del valle, en los cortados de más difícil acceso en los que la explotación no parecía rentable por lo abrupto del terreno, crecen las hayas centenarias. En la solana del río Zarzas y en el barranco que da nombre al Parque (Tejera Negra) es donde la majestuosidad del bosque que causa respeto, temor o admiración –y en el que Caperucita, Blancanieves o Pulgarcito podían haber pasado los peores momentos de su existencia-, se convierte en hojarasca ocre y corteza lisa y cenicienta.

En este bosque donde las hayas han tenido que luchar por su supervivencia frente a la especie humana, también han librado batalla contra plantaciones, más o menos afortunadas, de pino silvestre. En lugares donde ambas especies combatían en igualdad de condiciones, las ramas de las hayas fueron decapitando las copas de los intrusos y asfixiándolos a continuación gracias a su corpulencia, contradiciendo así todas las teorías sabias sobre la escasa capacidad de regeneración de los hayedos meridionales.


El hayedo de Tejera Negra (Guadalajara) está configurado por los ríos Lillas y Zarzas, que nacen en el valle glaciar de la Buitrera


Avanzando a pie, paralelos al curso del río Zarzas (también denominado Sorbe o de la Hoz) y acompañándolo hacia su nacimiento, puede verse cómo el valle se cierra por picos que quisieran alcanzar los 2000 m de altitud. El circo del valle se cierra en torno a la Atalaya (1887 m), Tejera Negra (1914 m) y Tiñosa (1971); y otros que consiguen superar los 2000 m dispuestos a lo largo de la cuerda de las Berceras y ocultos con frecuencia por la niebla, como el Alto del Porrejón (2012 m) y la Buitrera (2046 m). La máxima elevación del macizo la ostenta el pico del Lobo con 2272 m.

Hasta bien entrada la primavera, algunos neveros obstinados alimentan los arroyos que vierten su caudal en las aguas del río Zarzas.
En Tejera Negra, también crecen otros árboles como robles, acebos, serbales, cerezos silvestres y abedules, pero la vegetación no se distribuye al azar, sino que tiene predilección por asentamientos concretos, en función sobre todo de la altitud… por encima de los 1800 m, cota hasta la que también llegan los pinos, sólo crecen pastos, resistentes a las inclemencias del tiempo y a la deshidratación provocada por el viento que sopla de manera casi constante en los collados.

Las aves encuentran en el haya protección y refugio para establecer sus nidos. La corteza lisa de los árboles y el suelo despejado son factores que favorecen la elección de las copas de los árboles por algunas especies, como las águilas reales. Y por supuesto los roquedos para los buitres leonados y halcones abejeros.

Entre los grandes mamíferos, la desaparición del lobo en los años cincuenta es la ausencia más significativa, dejando el camino libre al zorro, gato montés, garduña, tejón y comadreja. Las nutrias dentro del agua. El mayor herbívoro es el corzo, al que no es difícil ver fugazmente atravesando algún calvero del bosque en busca de pasto fresco.


Merece la pena presenciar el espectáculo cromático que cada Otoño produce su singular y grandiosa riqueza forestal, con una extraordinaria y sorprendente explosión de colores


A medida que la carretera de Ayllón se aproxima a la tierra de Galve, el color rojizo de la tierra desaparece hasta convertirse en un caos pizarroso sobre el que crecen, precisamente, las hayas.
Estas lajas de pizarra han permitido la construcción de edificaciones tanto para los humanos como para el ganado (taínas). Ahora son testimonios del pasado.
La prosperidad de estos pueblos, que no eran más que premios otorgados a la aristocracia feudal como pago a los servicios prestados durante la Reconquista, estaba basada en el aprovechamiento de la tierra dedicada al pastoreo.

La disminución de la trashumancia y la regresión del sistema pastoril significaron la decadencia de la zona a partir de principios del siglo XX y a todo lo largo de él. Es como si los pueblos de esta sierra hubieran adelantado en medio siglo a la emigración de las gentes a las ciudades.
El resultado es el envejecimiento de la población y el abandono de las localidades, con el consiguiente riesgo de pérdida definitiva de los valores culturales locales.

Entre los pueblos más cercanos a Tejera Negra, Galve destaca por haber poseído un pasado esplendoroso del que rinden cuenta las tres ermitas, el castillo de los Zúñiga y la iglesia de planta rectangular de la Asunción.
A escasos kilómetros de Cantalojas, la carretera local deja a un lado a Villacadima, pueblo abandonado que parece estar dormido. El paso del tiempo y la desidia lo convirtieron en morada de fantasmas y refugio de recuerdos. En ningún momento más oportuno que el presente, Villacadima es merecedora de nombre: la palabra cadima, de origen árabe, significa vieja.

Los libros de geología dicen que Cantalojas se asienta sobre una llanura de calizas procedentes de la era Terciaria, pero al llegar a esta localidad es mucho más gratificante mirar al cielo que al suelo: en función de la hora del día no es difícil descubrir por encima de las fincas y tejados del pueblo alguna bandada de buitres leonados que descienden, volando en círculos, desde las más altas cumbres del macizo de Ayllón en busca de las carroñas dispersas por los valles.

En cualquier época del año es gratificante una visita al hayedo de Tejera Negra: en primavera, las hojas hacen derroche de color verde vivo, mientras que en otoño la luz y el suelo se tornan ocres. En pleno verano, el tupido follaje ofrece frescor y, en invierno, el bosque entero es un misterio. Inolvidable.


Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©


Próximos destinos: Ruta de la Arquitectura Negra o de los “pueblos negros” y Ruta del Románico Rural de Guadalajara