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Cuando el parque del Retiro era joven. Felipe IV y sus antojos (3ª Parte)

Cuando el parque del Retiro era joven. Felipe IV y sus antojos (3ª Parte)

Dado el entusiasmo que a Felipe IV le inspiraban las comedias, deducimos que aquel Real Sitio creado para su placer no podía estar sin representaciones teatrales que le permitieran alimentar su distracción favorita, y además hacerlo a lo grande, sin el incógnito y el misterio con que asistía a veces a los corrales públicos. De esta forma, al construirse el palacio del Buen Retiro se dispuso en su ala meridional un salón para representaciones teatrales. Después, en 1639, terminó de levantarse el llamado “Coliseo del Buen retiro”, más amplio y suntuoso que los corrales públicos y adecuado para las más variadas complicaciones de tramoya. Era el teatro oficial de la corte, y durante cierto tiempo solo asistían a él las personas distinguidas que el soberano gustaba de invitar. Sin embargo, la mayoría de las veces estaba abierto al público y aún con entradas de pago, al menos con parte de las localidades.

Estampa invernal. Autor, Sabersabor.es

Estampa invernal. Autor, Sabersabor.es

El escenario del “Coliseo del Buen Retiro” aventajaba en magnitud a cualquier teatro conocido en Madrid, y tenía además el privilegio de que podía abrirse por el fondo hacia el jardín, haciendo que éste formara también parte de las representaciones cuando se trataba de paisajes con árboles (preludio de lo que sería después el teatro de la Naturaleza). La etiqueta para asistir a estas representaciones debió ser estricta a juzgar por el comportamiento de la propia familia real, sus acompañantes y sus damas de honor. Según el relato del francés Bernaut:

“Entraron luego el rey, la reina y la infanta, llevando delante una vela una de las damas. El rey, al entrar, saludó a todas ellas, quitándose el sombrero, y se sentó en un cancel; la reina a su izquierda y la infanta a la izquierda de la reina. El rey, durante toda la representación, salvo una sola palabra que dijo a su esposa, no movió pie, ni mano, ni cabeza, solamente volvió los ojos a un lado y a otro, y cerca de él solo había un enano. Terminada la comedia abrazáronse todas las damas y fueron saliendo una tras otra, juntáronse en medio y asiéronse de las manos e hiciéronse mutuamente reverencias, que duraron un cuarto de hora, porque las hacían una tras otra. En tanto el rey estaba con el sombrero en la mano. Al fin se levantó también e hizo una reverencia a la reina, la cual hizo lo propio con la infanta”.

Cabaña del pescador. Autor, marcp_dmoz

Cabaña del pescador. Autor, marcp_dmoz

Atardecer. Autor, Javier Martin Espartosa

Atardecer. Autor, Javier Martin Espartosa

Felipe IV gustaba de las representaciones espectaculares y con complicados efectos visuales y sonoros (lo que hoy identificaríamos con un buen film de George Lucas o James Cameron), aunque respetasen poco el argumento original. Así, ante los ojos del atónito espectador se hacían surgir inundaciones, lluvias de fuego, tempestades furiosas, terremotos, o bien aparecían centenares de comparsas en desfiles de ejércitos y pasos de procesiones. Además, las funciones del Buen Retiro duraban una media de cinco a seis horas, sirviéndose a los asistentes durante ellas manjares y refrescos en abundancia. No se escatimaban los gastos por cuantiosos que estos fueran, para representar dichas escenas con todo el brillo posible, de modo que en cada obra era normal desembolsos del erario público de muchos miles de ducados.

Cañon y palomas de la paz. Autor, Chatarra.

Cañón y palomas de la paz. Autor, Chatarra

Pero no solo se representaban obras escénicas en el teatro del Buen Retiro, sino que los jardines y el estanque grande servían a menudo para el mismo fin, convenientemente dispuestos. En una de estas representaciones, titulada “Los encantos de Circe”, la isla central del estanque se revistió de corales, moluscos y otros productos marinos, además de adornarla con cascadas de surtidores de agua que caían con gran aparato en el estanque. Al comenzar el primer acto apareció la diosa del mar sentada en su trono (en el interior de una barca, rodeada de nereidas y tritones que cantaban y bailaban en el agua). Ulises aparecía después acosado por una terrible tempestad en la que un monte, dispuesto para la ocasión sobre la isla, desaparecía trocado al instante en un maravilloso palacio de oro, mármol, cristal y pedrería. Todos los compañeros de Ulises quedaron hechizados y transformados en cerdos a causa de los encantos de la diosa. Todos salvo Ulises, por supuesto, quien avisado a tiempo tomó del dios Mercurio un amuleto en forma de flor que le permitiría acercarse a Circe sin peligro. Con lo que no contaba es con la arrolladora pasión que surgió de inmediato entre los dos, mientras de las profundidades del estanque surgían monstruos, ballenas y delfines a rendirles pleitesía (éstos últimos arrojaban al aire surtidores de agua perfumada que salpicaba a los espectadores)… En fin, seis horas de espectáculo ininterrumpido que recordaba insistentemente a las antiguas naumaquias de los romanos o, con mucho menor aparato, lo que en nuestros días constituyen ciertos espectáculos circenses.

Todo el arco iris en una ventana. Palacio de Cristal. Autor, Sabersabor.es

Todo el arco iris en una ventana. Palacio de Cristal. Autor, Sabersabor.es

El Real Sitio del Retiro dejó, pues, una estela brillante en los anales de la pompa regia y del epicureismo cortesano. Fue la apoteosis del placer, de la galantería, de la magnificencia, de la visualidad. Ni Babilonia, ni Roma, ni Venecia, ni París disfrutaron tal vez de fiestas más ruidosas y alegres, de pedestal más propicio para cimentar las glorias fáciles de un soberano gozador… Pero hasta aquel paraíso no llegaban los clamores públicos, y el rey pasó los mejores años de su gobierno ajeno a los graves problemas por lo que atravesaba España. Pues mientras se agotaban allí el ingenio y las arcas del Tesoro Público perdíamos Portugal y el Rosellón; sufríamos sangrientas insurrecciones en Cataluña, Nápoles y Sicilia; fraguábanse planes separatistas en Andalucía y Aragón, y hasta carecíamos de recursos para pagar a los soldados que luchaban en media Europa, y a quienes el hambre y las inclemencias de un tiempo pasado a la intemperie obligaban a la indisciplina y la depredación… El gran drama de España tras los excelsos bastidores del Retiro.

Las fieras. Autor, Franco Caruzzo

Las fieras. Autor, Franco Caruzzo

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Cuando el parque del Retiro era joven. Felipe IV y sus antojos (2ª Parte)

Cuando el parque del Retiro era joven. Felipe IV y sus antojos (2ª Parte)

El Buen Retiro fue creado para diversión y solaz del cuarto Felipe, y desde luego cumplió su cometido a las mil maravillas. Parecía que un carnaval colorista y extravagante se había instalado en los vergeles del Parque durante todo el año, y las alegres fiestas nobles, religiosas y paganas, con trajes caprichosos y carrozas despampanantes, fluían por doquier en avenidas y parterres haciendo del lugar una pintoresca mascarada. Desde el momento de su inauguración, Felipe IV no se anduvo con remilgos y se apresuró a semejarse a su regio colega francés convocando certámenes, justas, cabalgadas mitológicas, cuadrillas festivas, toros y juegos de cañas. Otras veces se decantaba por los banquetes, las comedias ligeras, las músicas, los bailes y hasta los espectáculos acuáticos, sucediéndose sin interrupción en aquel centro del bullicio y del placer.

 

2. Cielo y agua. Autor, Paulo Valdivieso

Cielo y agua. Autor, Paulo Valdivieso

Las críticas por tamaño despilfarro no tardaron en correr como la pólvora afectando no solo al gracioso monarca sino también a su propio valido, el conde-duque de Olivares. De él se decía que:
“Pasa el tiempo inventando saraos, máscaras, farsas y otras fiestas, en que se perdía el tiempo y quizás algunos negocios de importancia; y parecía más a los de Nínive, a los días de Nerón y a los últimos de los romanos en el uso y en el proceder”.

 

3. Noche y nieve en El Retiro. Autor, Pedro Pimentel

Noche y nieve en El Retiro. Autor, Pedro Pimentel

La primera fiesta fue en el año 1631, es decir, a poco de comenzar las obras del Retiro. Y luego, a medida que se acababan las diferentes partes,iban viniendo más fiestas para celebrarlo. Apenas terminada la plaza y el cuerpo principal de palacio, fiesta. Con la llegada de la verbena de san Juan en los jardines del Prado, otra fiesta… Y así sucesivamente. Se hizo preparar una plaza especial para el popular juego de las cañas, y con gradas que ocupaban damas de la corte con lujosos atavíos. El juego de cañas era uno de los más atractivos en aquella época de incontenible pasión militar, y consistía en una competición a caballo entre grupos de nobles, que se perseguían en cargas sucesivas lanzándose cañas a modo de dardos arrojadizos. La habilidad del jinete para detener las lanzas con el escudo al tiempo que manejaba el caballo era motivo muy celebrado en los círculos de sociedad, y como no podía ser de otra forma, al término de estos juegos se repartían sonados premios (que curiosamente ganaba siempre el rey) mientras la fiesta y el regocijo volvía a hacer aparición en el parque.

 

4. El juego de las Cañas. Obra de Juan de la Corte. 1590-1662

El juego de las Cañas. Obra de Juan de la Corte. 1590-1662

Pero por lucidos y costosos que fueran aquellos primeros saraos, todos quedaron eclipsados por el brillo, la variedad y la magnificencia que revistieron los de 1637. ¿El motivo? Éste fue lo de menos, aunque para cumplir con el pueblo se decidió que la excusa perfecta sería un hecho tan ajeno a la corona española como la elevación del primo del rey, Fernando III de Hungría, a sucesor del trono imperial. Los festejos duraron diez días sin interrupción, y en los preparativos se llegó a eliminar un monte que allí había “desde que Dios crió el mundo” y que costó al erario de la villa 100.000 ducados. Así empezó la noche del 15 de febrero, la primera de la serie de diez, con las costrucciones de madera iluminadas mediante 900 candelabros gigantescos, que se encendieron al anochecer y, según palabras textuales de una gaceta de la época, “Estaba la plaza hecha un cielo”. La comitiva real con carrozas, jinetes portando antorchas y bandas de música atravesó todo Madrid en dirección al Buen Retiro, y fue todo un acontecimiento comentado durante las siguientes décadas.

 

5. Cascada y estanque en el Retiro. Autor, Manuel Martín Vicente

Cascada y estanque en el Retiro. Autor, Manuel Martín Vicente

Durante éste y otros espectáculos no dejaron de sobrevenir accidentes, tenidos algunos como signos de presagio fatal. Así, en la noche de san Juan de 1639, a punto de dirigirse los reyes a tomar un estrado improvisado para que presenciasen ciertas danzas, se rompió un estanque que se hallaba detrás y en alto, destrozando toda la estructura con la fuerza del agua. De haber ocurrido minutos después hubiera acarreado una catástrofe. Más graves efectos tuvo la misma noche al año siguiente cuando se representaba una fiesta dramático mitológica en la isleta central del lago del Retiro, ocupando la orquesta y los espectadores gran número de barcas. En plena función una fuerte corriente de viento apagó las luces, arrastró los toldos del tablado y los artificios teatrales y dispersó las embarcaciones, estando a punto de hacerlas zozobrar con gran riesgo de sus ocupantes, que a duras penas se salvaron a nado.

 

6. Otoño en El Retiro. Autor, Manuel Martín Vicente

Otoño en El Retiro. Autor, Manuel Martín Vicente

Pero el acontecimiento más tremendo de todos fue el incendio de palacio en los carnavales de 1641, solo 8 meses después del acontecimiento narrado. Ardieron sus dos principales torres y un lienzo de la pared que miraba a Madrid, con lo que se perdieron cuadros, muebles y alhajas de gran valía y murieron algunas personas que acudieron a sofocarlo. El rey, la reina y las damas, a medio vestir, salieron o fueron sacados de sus habitaciones donde también había prendido el voraz elemento, que duró más de un día sin interrupción mientras grupos de desalmados acudían allí presurosos para ver de qué manera podían aprovecharse. Estas tres calamidades ocurridas en el espacio de pocos meses una de la otra, dieron lugar a amplios comentarios y profecías funestas, llegándose a decir que en la primera ocasión el castigo vino del agua; en la segunda del aire, y en la tercera del fuego… No quedaba otra que el próximo castigo viniera de la tierra, como así efectivamente ocurrió, en enero de 1643, cuando el conde-duque de Olivares perdió finalmente todo su crédito político y fue desterrado para siempre de Madrid…

 

7. Un rincón del Parque. Autor, Manuel Martín Vicente

Un rincón del Parque. Autor, Manuel Martín Vicente

Continuará…

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Cuando el parque del Retiro era joven. Felipe IV y sus antojos (1ª Parte)

Cuando el parque del Retiro era joven. Felipe IV y sus antojos (1ª Parte)

El Parque del Retiro de Madrid, hoy pulmón de los madrileños y uno de los parques históricos más reverenciados de todo el país, fue la única gran obra realizada por Felipe IV en la entonces ya excelsa capital de España. Sin embargo, conviene saber que los orígenes de este parque fueron muy humildes. En el monasterio de San Jerónimo, situado en las proximidades del Prado, Felipe II hizo ampliar algunas de sus dependencias para su uso privado y lo rodeó de un modesto jardín, que agrandó y adornó con un estanque cuando entró en la corte su cuarta esposa, Ana de Austria. Aquel paraje fue llamado “Cuarto Real de San Jerónimo”, y también “Retiro”, por ser el lugar favorito al que se retiraban los reyes en lutos, Cuaresma, Penitencias, etc. Arrimada a la huerta del monasterio se encontraba también una casa de aves extrañas, denominada por esta causa “El Gallinero”, y que fue precursora de la posterior “Casa de fieras” o jardín zoológico.

 

2. Una de las fuentes del parque. Autor, Slasher-fun

Una de las fuentes del parque. Autor, Slasher-fun

Este “Gallinero” era una gran pajarera perteneciente a la condesa de Olivares, que había reunido allí una colección magnífica de aves muy estimada por ella y por su marido, y de la cual hicieron donación a los reyes. Vista la obra en conjunto desde la perspectiva de los siglos, es llamativo comprobar cómo a pesar de su indiscutible valía el Retiro fue uno de los asuntos más impopulares del reinado de Felipe IV. Ello se debió a su estratosférico coste, un ultraje a la miseria de la nación por aquella época, que debió pagar además un impuesto extra para sostener el alocado antojo de su rey. Fue además el Retiro en centro preeminente de la frivolidad y la disipación para el monarca y sus cortesanos, de modo que las fiestas y las orgías de aquel espléndido parque contrastaban demasiado con los males públicos como para que la opinión pública las viese con indiferencia.

 

3. Estanque del Parque del Retiro. Autor, LensesDrilling

Estanque del Parque del Retiro. Autor, LensesDrilling

El Buen Retiro fue un Versalles español, y con el fin de emular el lujo y el excelso brillo del rey Sol y su corte, Felipe IV lo construyó seguro de superar en esplendor las glorias pomposas del Real Sitio francés. Eco fiel del desagrado popular ante tamaño exceso son ciertos versos humorísticos atribuidos a Quevedo:

“Pero no es buena ocasión
Que, cuando hay tantos desastres,
Hagas brotar fuentes de agua
Cuando corren ríos de sangre.
No es razón que cuando el cielo,
Desenvainando el alfanje,
Se mira contra nosotros
Por nuestros pecados graves,
Andes haciendo retiros
Y no haciendo soledades”.

4. Rincones para Eros. Autor, B. Iru Pérez

Rincones para Eros. Autor, B. Iru Pérez

Se pensó durante mucho tiempo que el Retiro era empresa codiciada por el Conde-Duque de Olivares, para lo cual puso para contribución de los trabajos las arcas públicas y se apropió de numerosas parcelas pertenecientes al monasterio de los Jerónimos. Todo se construyó en el corto plazo de 10 años, y en sus orígenes fue más amplio que el que ahora conocemos.

 

5. El Palacio de Cristal. Autor, Cristiano Maia

El Palacio de Cristal. Autor, Cristiano Maia

Solo parcialmente cercado, el parque incluía además de las dependencias del monasterio, cinco grandes plazas; un estanque casi cuatro veces como la plaza Mayor de Madrid, y otros más pequeños; ocho ermitas; dos teatros; una construcción especial para saraos y bailes; un juego de pelota y el famoso “Gallinero”. Completaba las obras un número considerable de huertas, bosques, jardines y glorietas. El famoso estanque o lago del Retiro ya existía en su emplazamiento actual, cercado por una barandilla de hierro y por varias norias, mientras que en su centro se destacaba un islote oval con árboles, que se convirtió varias veces en escenario para la representación de obras de teatro y mitológicas fiestas. Al lado oriental del estanque se encontraba el edificio de las “Atarazanas”, para construir o reparar los barcos destinados a aquel. Pero lo más curioso es que del estanque arrancaba un canal navegable, llamado “El Mallo” o río Grande”, que iba hacia el sitio donde se encontraba la “Casa de fieras”. Para los paseos se hizo traer de Nápoles 6 góndolas guarnecidas de plata, en las que el rey y los suyos embarcaban una tarde sí y otra también hasta el punto de terminar siendo una de las principales diversiones de la Corte.

 

6. Estampa clásica del parque. Autor, Cibustos

Estampa clásica del parque. Autor, Cibustos

En definitiva, el Buen Retiro, con sus lagos, explanadas y grandes salones para espectáculos y fiestas; con sus bosques para la caza; con su mezcla de ermitas católicas y desnudas divinidades paganas en las glorietas; con sus apartados pabellones y rincones floridos, ocultos, ideados más para el culto a Eros que como solaz místico, fue un parque destinado al fasto de la monarquía y la nobleza española de más abolengo, y de ahí su esplendor clásico con que hoy se engalana ante las miradas sorprendidas de los paseantes. Fue el adecuado marco para aquel rey galante y libertino, y para aquella Corte caballeresca, sensual y fastuosa, que encontraba en algunos de aquellos poéticos lugares su escenario ideal para reales o imaginarias aventuras de amor. El pueblo, sin embargo, no pudo hacer otra cosa ante tal derroche que sacar salvajes coplillas y recitarlas en los burladeros y tabernas de Madrid, y en las orillas del Manzanares, donde las lavanderas reían entre sábana y sábana mientras oían la voz de los galanes ociosos cantando aquello de:

“Buenos están los faroles,
La plazuela y plateado;
Medio millón se ha gastado
Solamente en caracoles”.

7. Paseo de las Estatuas. Autor, B. Iru Pérez

Paseo de las Estatuas. Autor, B. Iru Pérez

Continuará…