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De visita al yacimiento de Oreto – Zuqueca

Oreto Zuqueca

El conjunto del yacimiento, que incluye una catedral aún no excavada, supera las 25 hectáreas de extensión


El yacimiento arqueológico de Oreto – Zuqueca se encuentra situado en el término municipal de Granátula de Calatrava (Ciudad – Real), en la región natural del Campo de Calatrava, a unos 5 Km al sur del núcleo urbano, en el valle del río Jabalón y a un escaso centenar de metros de su ribera. Bajo su suelo se ocultan a día de hoy más de 17 siglos de historia.
El yacimiento como tal consta de tres partes diferenciadas. Al oeste se encuentra Cerro Domínguez, donde son perfectamente visibles en sus laderas las diferentes terrazas que se corresponden con los restos existentes. La parte central, en llano, está dominada por la actual ermita, en torno a ella puede visitarse la intervención arqueológica musealizada realizada en los últimos años. Finalmente, al este, se encuentra el Cerro de los Obispos, de forma cónica.

Parte central del yacimiento Oreto Zuqueca. Al fondo, el Cerro de los ObisposParte central del yacimiento. Al fondo, el Cerro de los Obispos. Autor, Eduardo A. Sánchez Ferrezuelo y Érika López Gómez

Oreto Zuqueca yacimiento Parte del yacimiento acondicionado para visitas. Autor, Eduardo A. Sánchez Ferrezuelo y Érika López Gómez

La parte meridional del valle está rodeada por una cadena de cerros de escasa altura que se extienden a lo largo de los márgenes del río Jabalón con dirección Sureste Noroeste, y que originan una serie de pasos naturales que permiten la comunicación de la zona, por una parte, hacia la alta Andalucía, a través de Calzada de Calatrava y Puertollano y, por otra, hacia la Submeseta Sur por Valdepeñas y Manzanares.
Geológicamente es una zona de transición entre la parte más occidental de la llanura manchega y el Campo de Calatrava. En las sierras aparecen materiales de origen paleozoico, que deformados por la Orogenia Hercínica, dan lugar a largos y estrechos sinclinales. Los valles situados entre los cerros están recubiertos por materiales terciarios compuestos por arcillas, a veces margosas, y arenas, coronadas por bancos calcáreos.
Además, el entorno es conocido por la importante presencia de testimonios de origen volcánico como “sismitas”, “maares” y la única “fumarola” activa de la Península Ibérica. Imprescindible la visita al volcán de Cerro Gordo
El hacer esta breve referencia a la historia geológica es importante, ya que todos los materiales empleados en las construcciones del yacimiento, con la excepción de algunos bloques de granito, son los de la zona. El más abundantemente empleado fue la cuarcita y en menor proporción se emplearon las calizas recristalizadas del Plioceno y los encostramientos calcáreos que, por su facilidad de obtención, se utilizaron en forma de grandes lajas. También hay que destacar la utilización de material volcánico que, por su escaso peso y gran resistencia, alivia el peso de las estructuras. El basalto olivino utilizado, procede, en su mayor parte, del volcán de La Columba, y los escasos bloques de granitos detectados en las construcciones del yacimiento pueden provenir de la zona de Valdepeñas, único sitio cercano donde aflora este material.

Puente de Baebio. Autor, Jumadogo

Hispania con Augusto

Todas las características geográficas y geológicas señaladas anteriormente, han hecho del lugar un importante enclave arqueológico desde muy antiguo. Las fuentes proporcionan datos de la existencia de Oreto o Oretum, como capital Norte de la Oretania, una de las provincias romanas de Hispania. Está localizada en el Cerro Domínguez, muy cercano a la actual Ermita de Oreto – Zuqueca. Las excavaciones realizadas en el año 1975-76 dieron como resultados la aparición de restos materiales pertenecientes a una ocupación continuada desde el siglo IV a.C. (relacionada con el mundo ibérico) hasta el siglo XII d.C.
En época romana esta zona continuó teniendo importancia, según testimonia la lápida que conmemora la construcción del puente de Baebio, de fines del siglo I y principios del II. Actualmente se conserva en el Ayuntamiento de Almagro y que traduce el P. Fita: “Publio Baebio Venusto, hijo de Publio Baebio Besister, Oretano, a petición del regimiento y del pueblo hizo este puente para honra de este templo con gasto de 80.000 sestercios y después la dedicó, habiendo hecho en la fiesta de la dedicación juegos circenses de a caballo”.
Además de este testimonio, Hervás y Buendía menciona la existencia en la ciudad de Oreto de un templo, de un teatro y de un circo, pero no los sitúa con exactitud. Del templo, también Corchado Soriano hace mención, como posiblemente dedicado a la Diosa Proserpina.


En épocas de sequía, se pueden observar parte de la calzada y algunos de los arcos y tajamares del puente romano de Baebio


Las referencias al mundo paleocristiano se confirman, no solamente con los restos aparecidos en la Ermita de Oreto-Zuqueca, (concretamente un baptisterio del siglo IV), sino también por la existencia de una lápida encontrada en el Cerro de Oreto, que hace mención a la existencia de un granero o almacén, fechada en el 387 de la Era Cristiana. Según el dibujo que de ella ha llegado, aparece un crismón que trae pendientes las letras alfa y omega, prueba de que el culto cristiano estaba ya vigente en esa época.
Las invasiones godas producen una fuerte crisis sobre esté y otros lugares habitados en la península. La crisis afecta tanto al poblamiento rural como al urbano, provocando el ocaso del mundo tardorromano de la Oretum Germanorum hacia finales del siglo IV.
Cuando la ciudad ya no era ni siquiera un recuerdo, los visigodos ocupan el extrarradio del ámbito episcopal, imponiéndose así una nueva disposición territorial mediante la distribución de las tumbas sin un orden determinado. En la actualidad se puede contemplar sobre una pequeña superficie, más de ciento treinta tumbas de todas clases, variedades y tamaños.

Baptisterio

Enterramientos

Interior de la Ermita de Oreto -Zuqueca

En época visigoda, Oreto fue Sede Episcopal de la Oretania, junto con Castulo y Mentesa y, aunque no se ha podido comprobar que sea de la misma antigüedad que las anteriores, se conocen el nombre de ocho de sus Obispos por su asistencia a los Concilios Toledanos, desde el año 589 hasta el año 693. Como testimonio de la existencia de esta sede, se conoce la lápida de la tumba del obispo Amador, aparecida en un lugar muy cercano al yacimiento, el Cerro de los Obispos, con la siguiente inscripción: “Al encuentro del Rey Celestial salió Amador sacerdote, teniendo 43 años de edad el día 9 de febrero de la Era 652 (año 614), año segundo de Sisebuto, felizmente reinante. Vivió en el cargo de su Episcopado un año y diez meses. Pasó a mejor vida en paz, amén”.
Se confirma plenamente la presencia visigoda, con la aparición de una necrópolis, y de un conjunto de edificios construidos desde época paleocristiana hasta finales de época visigoda, restos bien documentados arqueológicamente. Según Corchado Soriano, la mayoría de los historiadores creen que Oreto fue destruido con la invasión musulmana en el 711, aunque existe la teoría de que, al menos en parte, subsistió como tributaria de los vencedores con el nombre de Urit hasta el año 853, en que, según Torres Balbas en la obra Ciudades Yermas, pudo haber sido arrasada en una de las muchas razzias de las Guerras Civiles por los toledanos sublevados, siendo sus pobladores trasladados a Calatrava la Vieja, sin embargo, en la zona quedan restos de una ocupación hasta época más tardía.
Las fuentes cristianas de aquellos años son prácticamente inexistentes, pero las árabes mencionan a la ciudad tanto con el nombre de Oreto, como con el de Urit, lo que indicaría que ésta estuvo ocupada por bereberes y que se convirtió en una de las etapas dentro de la ruta de los ejércitos salidos de Córdoba hacia Toledo.


Tras el abandono de Oreto surge Zuqueca, castellanización del árabe ‘as-sukaya’, topónimo interpretado por los árabes como el ‘camino’, el ‘cruce’


Las guarniciones de los sirios, asentados en los alrededores de Sierra Morena, dejaron en este asentamiento su influencia oriental sobre una de las construcciones más llamativas del yacimiento. Se trata de los baños o ‘hammam’. Hoy se puede divisar, sin demasiado esfuerzo a la imaginación, la entrada suroeste que desemboca en un vestíbulo, la sala fría dando paso a la sala templada provista de su correspondiente bañera o sala caliente, con dos bañeras sobre el hipocausto (elemento parecido a un horno, o gloria, que sirve para dar calor).
La antigüedad de los materiales podría demostrar que estamos ante uno de los baños más ancestrales del siglo IX, cuyo precedente se sitúa en los baños del desierto de Jordania, los de Qusayr Amra, del siglo VIII.
El conjunto religioso, que hoy se conoce como Santuario de la Virgen de Oreto y Zuqueca, datado en 1243, comprende diferentes edificios que, sobre las ruinas de construcciones de época tardorromana y visigoda de Oreto y Zuqueca, comenzaron a reconstruirse a partir de la batalla de las Navas de Tolosa en 1212, dando lugar a lo que hoy conocemos como Ermita propiamente dicha, casa-hospedería de los antiguos santeros y una casa dedicada en la actualidad a almacén de aperos.


Fuentes:
• GARCÉS TARRAGONA, A. M. y ROMERO SALAS, H., «Algunas notas antropológicas de la necrópolis de Oreto-Zuqueca», 2002.
• GARCÉS TARRAGONA, A. M., ROMERO SALAS, H. y FUENTES DOMÍNGUEZ, A., «Yacimiento arqueológico de Nuestra Señora de Oreto-Zuqueca (Granátula de Calatrava)», en Investigaciones arqueológicas en Castilla La Mancha, 2004, pp. 307-324.
• DONOSO GARCÍA, S. y RIPOLL VIVANCOS, P.J.: «Zuqueca», en Del nombre de las cosas: Granátula de Calatrava. Ensayo de toponimia. Ciudad Real, 2004.
• GARCÉS TARRAGONA, A.M. y RIPOLL VIVANCOS, P.J.: «De Sikka a Zuqueca», en X Congreso Internacional de Caminería Hispánica. Madrid, 2010

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Almodóvar del Campo. En la tierra de los Encierros más antiguos de España

Almodóvar del Campo. En la tierra de los Encierros más antiguos de España

Con la segunda semana de septiembre se da el pistoletazo de salida en el tranquilo pueblo ciudadrealeño de Almodóvar del Campo a sus Fiestas patronales 2014. Como si quisiera demostrar su importancia, la localidad con el término municipal más grande de Castilla La Mancha y el quinto en el ranking del país, celebra el acontecimiento a bombo y platillo y lo hace dedicándolo consecutivamente a tres santos distintos, para no ser menos que otras fiestas similares: un día en honor a la Virgen del Carmen; otro a San Juan Bautista de la Concepción y por supuesto uno más a su hijo más ilustre, el Doctor de la Iglesia San Juan de Ávila. En estas jornadas el pueblo se engalana por todo lo alto y da rienda suelta a multitud de saraos, a cual más multitudinario, donde no faltan los tradicionales concursos y campeonatos, los certámenes para todas las edades, espectáculos ecuestres y el ya tradicional desfile de carrozas por las calles de la población. En la edición del pasado año participaron en la gala un total de cinco carrozas, que se hicieron acompañar en su recorrido por la Reina y las Damas de Honor, las dos bandas de música municipales y el grupo de cornetas y tambores del Rescatado… Todo un espectáculo para los sentidos que dejó un imborrable recuerdo por su vistosidad y espontaneidad.

2. Panorama de Almodóvar del campo. Autor, Latras

Panorámica de Almodóvar del campo. Autor: Latras

Cabecera del Valle de Alcudia y muy próximo a la ciudad de Puertollano, Almodóvar del Campo tiene una arraigada tradición de ciudad de paso: se trataba de un punto esencial en el Camino Real de la Plata, la vía principal que utilizaban viajeros de toda índole para atravesar las estribaciones boscosas de Sierra Morena. Tras pasar cerca de la laguna que da nombre a la ciudad (Almodóvar, o Al-modowar, significa “el redondo” o “agua en redondo”, en alusión a dicha zona húmeda), los forasteros llegaban al pueblo y se alojaban en las distintas hospederías existentes, donde además de comida disponían de cuadra y forraje para los animales.

3. El espectáculo de los encierros. Autor, Gonzalo Andrés

El espectáculo de los encierros. Autor: Gonzalo Andrés

Lugar clave asimismo en las rutas de trashumancia, los pastos y dehesas próximos eran el destino habitual de los pastores que desde la fría meseta norte llegaban siguiendo el trazado de las cañadas leonesas, segovianas o sorianas. Es quizás esta antiquísima tradición ganadera, que se remonta a los primeros años de la Mesta medieval, la que originó la costumbre de conducir reses bravas hasta el casco urbano con la ayuda de los mozos de la localidad. El espectáculo debió de ser ciertamente llamativo en unas épocas donde la monotonía era ley de vida, y de ahí surgió casi con total seguridad el que puede considerarse el encierro de reses más antiguo de España (con permiso de otras localidades igualmente interesadas, como Cuéllar en Segovia o Ciudad Rodrigo en Salamanca).

4. Bravura y coraje. Autor, Philippe Guintoli

Bravura y coraje. Autor: Philippe Guintoli

Los Encierros de Almodóvar del Campo, declarados en 1991 de Interés Turístico Regional, se citan ya por el año 1591 en los libros de Acuerdos del Ayuntamiento, aunque existen documentos históricos que probarían la celebración de encierros en esta localidad a finales del siglo XV. Antiguamente todas las bocacalles colindantes a la del encierro se encontraban cerradas y cercadas con carros y maderos preparados para tal fin, y en los soportales y otros tramos los vecinos construían sus talanqueras y tendidos para familiares y amigos, que llegaban de lejos para no perderse el espectáculo. Los toriles se hacían con maderos y su confección corría a cargo de carpinteros del pueblo, quienes los dejaban bien asegurados para dar suelta a los toros que luego eran corridos en la plaza por multitud de aficionados.

5. El arte de la tauromaquia. Autor, Kalin Nikolov Koev

El arte de la tauromaquia. Autor: Kalin Nikolov Koev

Hoy los encierros se celebran en los cinco últimos días de las fiestas locales, y comienzan tradicionalmente a la una del mediodía con el tradicional chupinazo. Resulta un espectáculo sobrecogedor esperar el momento culminante de la suelta de reses desde los atajadizos, y aún más correr delante de ellas en la Corredera, lo que atrae a un numeroso respetable procedente de toda la provincia. Las fiestas patronales cuentan además desde el año 2010 con un coso taurino en toda regla (anteriormente los encierros desembocaban en una plaza portátil), permitiendo así el espectáculo añadido de novilladas, suelta de vaquillas, rejoneo y corridas de toros con presencia de estrellas del toreo a nivel nacional…

6. El espectáculo de la dehesa. Autor, Miguel escobar

El espectáculo de la dehesa. Autor: Miguel escobar

Aunque para los menos taurinos la diversión está igualmente asegurada, puesto que no faltan actividades dentro y fuera de las peñas hasta altas horas de la madrugada. Degustación de paella gigante en el recinto ferial; gymkhanas; espectáculos nocturnos de variedades; elección de la Miss de las fiestas… En definitiva Almodóvar del Campo constituye una cita obligada para los próximos días, y que en nuestro caso, desde luego, no nos la vamos a perder por nada del mundo.

7. Capeando el temporal. Autor, Catalina Gracia Saavedra

Capeando el temporal. Autor: Catalina Gracia Saavedra

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Entre carbón, viñas y raíles: los viejos trenes de Puertollano

Entre carbón, viñas y raíles: los viejos trenes de Puertollano

Desde que se inauguró la primera línea ferroviaria española a mediados del siglo XIX, entre Barcelona y Mataró, es mucho lo que ha llovido alrededor del mundo del tren. El ferrocarril constituyó un medio ideal para la comunicación y el desarrollo en numerosas zonas, que de esta forma potenciaron su economía y dieron impulso a un desarrollo en ocasiones efímero. Fueron zonas que tuvieron su auge gracias a la llegada puntual del convoy, que crecieron a una velocidad endiablada y que en muchos casos, con la clausura de la línea, perdieron su importancia y se despoblaron con la misma rapidez. Curiosamente, en aquellos años la riqueza no venía sólo del pasaje de viajeros, y junto a vagones atestados de obreros, madres y zagales, vendimiadores, tenderos y gallinas, el convoy transportaba también otros repletos de todo lo imaginable siempre y cuando fuese rentable hacerlo: ganado, agua, plomo, arcilla, vino, carbón… Al oeste de Ciudad Real, en la comarca del Campo de Calatrava, existieron ejemplos muy llamativos de estas líneas de carácter mixto.

En 1873 se descubrió carbón en Puertollano. La necesidad de dar salida a este producto llevó a la construcción de una línea férrea que finalmente conectó esta localidad con Madrid, Sevilla y los pueblos mineros del norte de Córdoba atravesando el Valle de Alcudia y las estribaciones de Sierra Madrona. El tren a vapor supuso una considerable ventaja respecto a la situación anterior, ya que hasta entonces el mineral se acarreaba a lomos de mulas y era sacado del valle por caminos infames donde ni siquiera los carros podían circular. Además del carbón, las estaciones del tren minero daban también servicio a viajeros de toda índole (en 1928, un billete entre dos paradas contiguas costaba entre 2 reales y una peseta). Los pasajeros más habituales eran mineros, cazadores y pastores (con perro) camino de sus quinterías, así como grupos de jornaleros que en verano se ocupaban de la siega en los campos de cereal. A las dehesas del Valle de Alcudia llegaban también porqueros para buscar trabajo en “la montanera”, es decir, el cuidado del cerdo a base de varear y acarrear bellotas para el engorde.

Pantano de Montoro en el Valle de Alcudia

                                                               Pantano de Montoro en el Valle de Alcudia

La línea fue desmantelada en los años setenta del pasado siglo por baja rentabilidad, pero en sus primeros tiempos las estaciones debieron ser todo un hervidero de viajeros, obreros, mozos de tren, vendedores y pilluelos de dudosa estampa, todos ellos merodeando por vagones y andenes bajo la atenta mirada del jefe de estación. El tren llegaba envuelto en humo y emitiendo grandes pitidos cuyo cometido era diverso: no sólo servía para alertar de su inminente entrada, sino que avisaba también a los operarios que debían accionar el freno de mano (puesto que estos trenes carecían de frenado automático), y que para este cometido viajaban encerrados en una especie de garita-ratonera bajo el techo de uno de los vagones. No hay que decir que el trabajo era de los menos solicitados en el mundo ferroviario y fuera de él.

Reparando la vía del tren minero. Autor, Fotos de Carrio

                                               Reparando la vía del tren minero. Autor: Fotos de Carrio

Una vez parado el tren, todo se aceleraba extraordinariamente. En el propio andén las situaciones grotescas se sucedían sin tregua. Era frecuente, por ejemplo, que los mozos de estación se compincharan con vendedores y mercachifles para endosar la mercancía al viajero, que ignorante de la emboscada no sospechaba lo que se le venía encima. El alquiler de almohadas tenía gran demanda en los viajes nocturnos. Pero aunque el folleto dejaba claro que las fundas se renovaban con cada viaje, la necesidad de afirmarlo y la propia actitud del tendero hacían dudar a más de uno. Durante los años de posguerra no eran raros asimismo los timos y hurtos de todo tipo, y en las estaciones más importantes las carteras volaban junto a piezas de carrocería, carbón, ruedas de vagoneta y hasta motores de tren completos que luego vendían por partes en los talleres cercanos.

La llegada del tren. Óleo sobre lienzo. Claude Monet, 1877

                                                  La llegada del tren. Óleo sobre lienzo. Claude Monet, 1877

Después, sonaba el silbato y el maquinista hacía circular de nuevo el convoy. Maquinista y fogonero formaban un dúo magistral en la época anterior a la electrificación de las vías, ambos unidos en la adversidad y con todo lo necesario para hacer de la máquina “un lugar donde vivir”. En su utillaje no faltaban sartenes y pucheros a fin de improvisar guisos en plena marcha, cosa que conseguían practicando un orificio en el domo de la caldera y colocando encima la olla rebosante de verduras. Y si la parada era larga nunca estaba de más un asado en el menú: para ello solo era necesario algo de maña y recalentar al fuego la pala de acarrear carbón…

Otra de estas curiosas líneas ferroviarias fue el tren a vapor de Calzada inaugurado en 1893 para conectar las localidades de Valdepeñas y Calzada de Calatrava, y que en 1903 se amplió pasando por Aldea del Rey hasta terminar en Puertollano. El Rey Alfonso XIII aprobó en 1907 una Ley por la cual se autorizó la prolongación del ferrocarril a Villanueva de los Infantes, aunque este proyecto nunca se llevó a cabo. Al igual que en el caso del tren minero, esta línea se creó para dar salida a los productos de la zona entre los que se encontraba el vino, pero el plan originario se malogró finalmente quedando todo en algo mucho más modesto. Efectivamente, hasta 1926 Valdepeñas careció de agua corriente y gracias a esta línea pudo abastecerse del preciado líquido al tiempo que servía de transporte para los viajeros.

Iglesia de la Asunción en Valdepeñas. Autor, Drewbee

                                                    Iglesia de la Asunción en Valdepeñas. Autor: Drewbee

Una de las características más sobresalientes del “trenillo”, como también se le conocía, era la extrema lentitud con que efectuaba los apenas 76 km de recorrido. Desde Valdepeñas hasta Puertollano, final de viaje, el sufrido pasajero dedicaba más de cuatro horas a mirar por la ventanilla, arreglarse las uñas o trabar amistades profundas con sus correligionarios. La causa se debía al carácter mixto de la línea, lo que ocasionaba innumerables pérdidas de tiempo a la hora de cargar o descargar las mercancías. En el apeadero de La Gredera, adonde el “trenillo” llegaba repleto de ociosos camino de unos baños muy frecuentados durante el verano, el regreso podía en cambio resultar un verdadero suplicio mientras se esperaba la carga de greda en el apartadero anexo… Ésto hacía perder los nervios a más de uno.

Y eso si no sufrían un descarrilamiento, cosa por demás frecuente cuando el convoy tomaba un tramo en curva con demasiada viveza. En esas circunstancias el retraso duraba lo que tardaban los vagones en ocupar nuevamente la vía, un trabajo esforzado al que se dedicaban con ahínco maquinista, operarios y en muchas ocasiones hasta los propios pasajeros. Las anécdotas pululaban alrededor de la lentitud del tren. En época de vendimia era habitual ver a los viajeros bajar del “trenillo” en marcha, entrar en las viñas, recoger racimos a manos llenas y alcanzar de nuevo el vagón, todo ello sin apenas despeinarse. Las dudosas hazañas del tren merecieron incluso una copla cantada con guasa en la zona de Valdepeñas: «El trenillo del Moral ya no puede andar de noche, se asusta de las olivas y descarrilan sus coches.»

Un antiguo apeadero de tren. Autor, Willtron.

                                                         Un antiguo apeadero de tren. Autor: Willtron

Afortunadamente estas anécdotas no reducían ni un ápice la seriedad del servicio. El reglamento era algo muy serio y las llamadas de atención, a menudo pintorescas, resultaban cotidianas en éste y otros trenes de la época. Por poner algún ejemplo estaba terminantemente prohibido subir a un vagón en marcha desde las vías, cosa lógica por otro lado si se quería evitar descalabros. Otros motivos de queja tuvieron que ver con los fumadores, el transporte de animales o la antiestética costumbre de colgar botijos de las ventanillas, algo frecuente en las tórridas tardes de agosto cuando ésta era la única solución para refrescar el agua y aligerar el sofoco que se sufría dentro de los vagones.

Custodiado por la la soberbia fortaleza de Calatrava la Nueva, el “trenillo” de Valdepeñas a Puertollano estuvo en funcionamiento durante setenta años hasta su clausura definitiva el día 1 de Septiembre de 1963, tras la mejora de las comunicaciones por carretera y el progresivo despoblamiento de los pueblos y comarcas que atravesaba la línea. Se conservan todavía en Calzada de Calatrava algunos recuerdos de su pasado ferroviario: una caseta de ferrocarril, algunos puentes y las piedras de la estación, poca cosa si hemos de considerar la gran actividad que tuvo en sus primeros años. En la zona donde se ubicaba el edificio y los andenes, los vecinos pueden disfrutar hoy de un merecido descanso en el parque Pedro Almodóvar… Pero sin duda, se trata de un recreo algo menos animado que la barahúnda y la alegría de aquellos años, cuando el “trenillo” cargado de pasajeros hacía sonar su silbato, atacaba los últimos metros y entraba triunfalmente con una hora de retraso en la tranquila localidad del Campo de Calatrava.

Castillo de Calatrava la Nueva, en Calzada de Calatrava. Autor, Mián Prici

                                    Castillo de Calatrava la Nueva, en Calzada de Calatrava. Autor: Mián Prici