Publicado el 1 comentario

Cazadores de fósiles en Montana. ¿Cómo encontrar un criadero de dinosaurios?

Cazadores de fósiles en Montana. ¿Cómo encontrar un criadero de dinosaurios?

La afición de explorar en busca de huesos de dinosaurios había sido para Jack Horner y Bob Makela un continuo desde sus días de universidad. Igual que otras personas emplean el día jugando a los bolos, o pescando, ellos tomaban una bolsa de yeso y una caja de cervezas, y se marchaban al campo para reconstruir mundos de un pasado remoto. Con frecuencia excavaban en la región del oeste de Montana (EEUU) donde Horner, cuando solo tenía 8 años de edad, encontró su primer fósil de dinosaurio en el rancho de la familia. A finales de julio de 1978, otro paleontólogo les pidió que pasaran por un establecimiento dedicado a la venta de rocas fósiles en Bynum, también en Montana, para que echaran un vistazo a unos especímenes de dinosaurio que los propietarios de la tienda querían vender a los turistas como recuerdos.

 

2. Horizontes de grandeza. Montana. Autor, Mark Hamilton

Horizontes de grandeza. Montana. Autor, Mark Hamilton

3. Vistas del Parque Nacional Glacier. Autor, Norrisbaby

Vistas del Parque Nacional Glacier. Autor, Norrisbaby

4. Hadrosaurios. Ilustración de Heinrich Harder (1858-1935)

Hadrosaurios. Ilustración de Heinrich Harder (1858-1935)

5. Cowboy en Montana. Hacia 1942. Autor, Grandpa and Grandma

Cowboy en Montana. Hacia 1942. Autor, Grandpa and Grandma

6. Wild Goose Island. Autor, Loco Steve

Wild Goose Island. Autor, Loco Steve

Una noche, en la tienda, los dos cazadores de dinosaurios identificaron unos huesos que no eran de especial interés. Poco después, tras habérselo pensado mejor, la propietaria del establecimiento sacó una lata de café que estaba llena de pequeños huesos fósiles. La dueña les extendió dos pequeñas piezas cada una de las cuales medía menos de un centímetro. Una era el extremo de un fémur, tan diminuto que Horner se volvió a Makela y le dijo al oído: “No vas a creerlo, pero me parece que son trozos de huesos de una cría de dinosaurio pico de pato”. Ninguno de ellos había visto una cría de dinosaurio en los diez años que llevaban excavando fósiles, y de hecho pocos paleontólogos lo habían hecho: el argentino José Bonaparte encontró recientemente un dinosaurio apenas empollado, y tan pequeño que cabía en el hueco formado por las dos manos, pero se trataba de una auténtica rareza. Hunter y Makela explicaron a los dueños la importancia de aquellos hallazgos, y consiguieron así que les desvelaran la situación exacta del yacimiento.

 

7. Praderas infinitas, al este de Montana. Autor, Fladager Photography

Praderas infinitas, al este de Montana. Autor, Fladager Photography

8. Flathead Lake. Autor, PJ Johnson

Flathead Lake. Autor, PJ Johnson

9. Reconstrucción de un nido similar a los encontrados por Horner y Makela. Autor, Drow Male

Reconstrucción de un nido similar a los encontrados por Horner y Makela. Autor, Drow Male

10. Centennial Mountain Range. Autor, Petechar

Centennial Mountain Range. Autor, Petechar

11. Antigua granja. Autor, Jeremy Wheaton

Antigua granja. Autor, Jeremy Wheaton

Durante los siguientes años acamparon en aquellos parajes deshabitados, viviendo en tiendas que hacían del lugar más un campamento indio que una expedición científica. Se trataba de una zona al oeste de Great Falls, junto a la carretera que conduce al Parque Nacional Glacier. Hacia el oeste, más allá del río Teton, se alzaban las Montañas Rocosas, mientras que al este quedaban las Grandes Praderas. Entre ambos lados se extendía un talud cubierto de hierba donde el viento y el agua habían erosionado los sedimentos de tierra de los últimos 80 millones de años. Fue allí, durante el primer año y solo al cabo de algunos días de iniciar los trabajos, cuando bajo un sol ardiente y el viento constante procedente de la cordillera excavaron los restos de un nido de barro, que contenía quince pequeñas crías de dinosaurios fosilizadas. El nido era como una especie da tazón hueco, de unos 2 metros de diámetro y 1 metro de profundidad en su centro. Cada una de las crías tenía 1 metro de longitud, y sus dientes mostraban que llevaban algún tiempo comiendo.

 

12. Huevos fósiles de dinosaurio

Huevos fósiles de dinosaurio. Autor anónimo

13. Transporte de ganado en las praderas. Autor, USDAgov

Transporte de ganado en las praderas. Autor, USDAgov

14. Caballos. Autor, Nomadic Lass

Caballos. Autor, Nomadic Lass

15. Tormenta en Gold Creek, Montana. Autor, Lynn

Tormenta en Gold Creek, Montana. Autor, Lynn

16. Reconstrucción de un Hadrosaurio. Academia de Ciencias Naturales. Filadelfia. Autor, Jim, the Photographer

Reconstrucción de un Hadrosaurio. Academia de Ciencias Naturales. Filadelfia. Autor, Jim, the Photographer

Esto señaló el comienzo de uno de los descubrimientos de dinosaurios más brillantes e ilustradores del siglo XX. Horner y Makela descubrieron más de 300 huevos de dinosaurio en distintos nidos, de unos 20 cm. de longitud, y algunos conservaban incluso el esqueleto del embrión en su interior. A veces aparecían las crías, otras veces dinosaurios jóvenes y también restos de adultos, los padres de la progenie. Estos hallazgos dieron la primera prueba evidente de que los dinosaurios no eran brutos sin alma y que se ocupaban del cuidado de sus retoños, un rasgo característico que no se da en absoluto en los reptiles. Los huesos correspondían a hadrosaurios, o también conocidos como dinosaurios de pico de pato: unos herbívoros norteamericanos que vivieron en pleno periodo Cretácico hace 80 millones de años, y que en estado adulto alcanzaban fácilmente 8 o 10 metros de longitud (algo así como un autobús de línea). El hecho de encontrar crías de distintos tamaños junto a sus padres revelaba que aquellos pequeños eran cuidados y atendidos por sus progenitores durante varios meses después de la incubación y la ruptura del huevo. Al igual que un pequeño petirrojo llevando gusanitos a sus crías, la “buena madre lagarto” debió haber alimentado a sus hijos regresando frecuentemente al nido de fango arenoso con semillas, bayas y hojas verdes.

 

17. Tierra de praderas en Montana. Autor, Mark Stevens

Tierra de praderas en Montana. Autor, Mark Stevens

18. Switchback ranch. Montana. Autor, Skeggy

Switchback ranch. Montana. Autor, Skeggy

19. Lago Flathead desde Hash Mountain. Autor, Aanderingwoodssoul

Lago Flathead desde Hash Mountain. Autor, Aanderingwoodssoul

20. Cráneo de un Hadrosaurio, similar a los encontrados en Montana. Autor, Keith Schengili-Roberts

Cráneo de un Hadrosaurio, similar a los encontrados en Montana. Autor, Keith Schengili-Roberts

21. Invierno en las praderas y caballo indio. Autor, MattCadwallader

Invierno en las praderas y caballo indio. Autor, MattCadwallader

Pero las excavaciones les reservaban una sorpresa aún mayor. A medida que barrían el terreno adyacente a los nidos descubrían otros similares, separados entre sí unos siete metros como mínimo. Este detalle llamó poderosamente la atención a Horner, puesto que siete metros suele ser la longitud mínima de un hadrosaurio adulto. Además todos los nidos ocupaban la misma capa o estrato, lo que daba a entender que se habían utilizado al mismo tiempo: aquel lugar había sido sede de una verdadera colonia de crianza, semejante a la de muchas aves modernas. En otras ocasiones se hallaban a tres niveles diferentes sobre el suelo, unos encima de otros, lo que sugería la idea de que los adultos habían ido anidando en el mismo lugar año tras año, y durante bastante tiempo. Es decir, se trataba del lugar al que regresaban en cada temporada de crianza, y alejado además de las zonas bajas y pantanosas que proliferaron tanto en el Mesozoico. ¿La razón? Muy sencilla: nuestras madres hadrosaurio buscaron siempre terrenos elevados y aislados para criar a sus retoños, y lejos por tanto de los dinosaurios carnívoros que infestaban las cuencas selváticas vecinas… Todo un tributo al amor que profesaban a su progenie.

 

22. Cielo de Montana. Autor, Isolino Ferreira

Cielo de Montana. Autor, Isolino Ferreira

Publicado el 3 comentarios

Los viajes de Ojeda y Niño. Rumbo a Venezuela y la costa de las Perlas

Los viajes de Ojeda y Niño. Rumbo a Venezuela y la costa de las Perlas

El estado venezolano de Sucre, frente al mar Caribe y las Antillas Menores, es un lugar tropical idílico sembrado de selvas majestuosas y cayos perdidos en un mar cálido, donde el golfo de Cariaco y el de Paria conforman sin discusión posible una geografía espectacular. Hacia el norte, sobre la plataforma continental y más allá, existen infinidad de islas de blancas playas que apenas sobresalen unos metros del océano. Muchas de ellas están deshabitadas, pues con ocasión de los huracanes que frecuentemente azotan estas costas su superficie es barrida por completo por la fuerza del oleaje. Pero a pesar de la belleza salvaje y proverbial, el rosario de islotes y la tierra firme que la protege hacia el sur tuvieron en el pasado un atractivo bien distinto para los que, por primera vez, arribaban desde la vieja Europa a este litoral desconocido. Un atractivo deslumbrante, no menos paradisíaco, pero sin duda más pragmático y lucrativo en extremo: las pesquerías vírgenes de perlas.

 

1. La roca, el árbol y el sol. Autor, Yasmary

La roca, el árbol y el sol. Autor, Yasmary

2. Amanecer en Cumanà. Autor, Le P'tit Zouave

Amanecer en Cumaná, junto al golfo de las Perlas. Autor, Le P’tit Zouave

3. Litoral desde la Vía Altos de Sucre. Autor, JR2V

Litoral desde la Vía Altos de Sucre. Autor, JR2V

4. Perla, el objeto codiciado del Caribe

Perla, el objeto codiciado del Caribe

5. Iglesia de Caricao. Estado de Sucre. Autor, Iván iván iván

Iglesia de Cariaco. Estado de Sucre. Autor, Iván iván iván

6. Playa de Cumaná. Autor, Guillermo Esteves

Playa de Cumaná. Autor, Guillermo Esteves

La expedición de Alonso de Ojeda partió en el año de 1499 del gaditano Puerto de Santa María y, tras una breve escala en la isla de Lanzarote, abordó audazmente la tarea de cruzar el océano entonces casi desconocido hacia el oeste. Sabemos que cruzaron el Atlántico sin ningún incidente, aprovechando los vientos alisios al igual que lo hiciera pocos años antes Colón. Pero la empresa seguía siendo descomunal: 24 días sin avistar tierra y guiados por las únicas referencias facilitadas por el almirante, que por otro lado era muy parco en detalles a la hora de difundir la localización exacta de sus descubrimientos. Pero la travesía acaeció sin incidentes reseñables y alcanzaron finalmente las costas de la Guayana, donde a pesar de su necesidad de aprovisionarse no pudieron desembarcar debido a los abundantes manglares que tapizaban el litoral. Tomando rumbo noroeste lograron al fin tomar tierra y descansar en el río Pomerun, que por ello bautizaron con el nombre de Holganza. Pocos días después avistarían la costa de la isla de Trinidad, ya en las costas venezolanas, entrando en el golfo de Paria a fin de descubrir el lugar en el que Colón encontró perlas entre los indígenas.

 

7. Vista de Playa Colorada. Autor, Gianfranco Cardogna

Vista de Playa Colorada. Autor, Gianfranco Cardogna

8. Otra vista de la playa Medina. Autor, Elena Salim

Vista de la playa Medina. Autor, Elena Salim

9. Mineral de esmeralda. Autor, Traleo

Mineral de esmeralda. Autor, Traleo

10. Se acerca un huracán. Parque Nacional Mochima. Autor, Worlds9thwonder

Se acerca un huracán. Parque Nacional Mochima. Autor, Worlds9thwonder

11. Playa de Los Roques, en el archipiélago venezolano del mismo nombre. Autor, SFC9394

Playa de Los Roques, en el archipiélago venezolano del mismo nombre. Autor, SFC9394

12. Alcatraces. Autor, Veronidae

Alcatraces. Autor, Veronidae

Mala suerte tuvieron sin embargo los expedicionarios, pues aquellos no les facilitaron la estancia ni les proporcionaron perlas con la facilidad que suponían. ¿La razón? Con tan solo unos días de diferencia se les había adelantado la carabela de Pedro Alonso Niño y su compañero Cristóbal Guerra. En efecto, el experto piloto había salido de España dos semanas después que Ojeda, pero su travesía fue mucho más rápida debido a que éste derivó demasiado hacia el sur. Así, tras una feliz travesía, arribaron directamente a la costa norte de Trinidad desde donde trataron de penetrar en el golfo de Paria con los mismos objetivos que sus competidores. Sin embargo, al intentar pasar por la Boca del Drago que separa esta isla de tierra firme, la fuerza de la corriente se lo impidió. De este modo iniciaron una navegación de cabotaje hacia el oeste y en dirección a la isla Margarita, contactando cierta vez con 18 canoas tripuladas por nativos y que repentinamente atacaron su embarcación. Gracias a uno de aquellos hombres, al que capturaron, supieron que se trataba de una expedición de indios Caribes que volvían cargados de prisioneros apresados en aquella costa. Por señas comprendieron también que aquellas tribus eran caníbales, resultándoles de este modo más que evidente el fin que les esperaba a aquellos desgraciados.

 

13. Ostra perlífera. Autor, Chris 73

Ostra perlífera. Autor, Chris 73

14. Cayo de Agua, en Islas de los Roques. Autor, Márcio Cabral de Moura

Cayo de Agua, en Islas de Los Roques. Autor, Márcio Cabral de Moura

15. Viaje al olvido. Parque Nacional Mochima. Sebastian Delmont

Viaje al olvido. Parque Nacional Mochima. Sebastian Delmont

16. Vista panorámica en el Golfo de Paria. Autor, César Gonzáles

Vista panorámica en el Golfo de Paria. Autor, César Gonzáles

17. Isla La Orchila. Autor, DilanKF

Isla La Orchila. Autor, DilanKF

Fue más adelante cuando la suerte les cambió de forma espectacular. Continuando el costeo hacia la isla de Margarita hallaron a unos indios pescadores que se acercaron a ellos con sus canoas, mostrándoles las perlas que tenían en unos zurroncitos hechos con palma. Así se iniciaron los trueques de estas preciadas joyas por las baratijas que llevaban. Mientras Ojeda seguía siendo objeto de hostilidades allí donde tocaba tierra, Alonso Niño y Guerra desembarcaron en las playas de Cumaná, donde fueron favorablemente acogidos y adquirieron por trueque una cantidad inmensa de perlas. Fue tan grande el acopio que dieron a aquel lugar el nombre de golfo de las Perlas, permaneciendo allí durante algún tiempo para incrementar al máximo los beneficios de la expedición. Consiguieron igualmente oro de los indígenas, por lo que dado el excelente cargamento decidieron poner rumbo a España, adonde llegaron pocas semanas después para atracar finalmente en Bayona, en la ría de Vigo. Se dice que causó asombro entre los locales el cargamento tan valioso de perlas que llevaban, y que descargaban “como si fuera paja”, según cuenta Martín de Anglería.

 

18. Atardecer en Macuro. Autor, Luisovalles

Atardecer en Macuro. Autor, Luisovalles

19. Gaviotas en el archipiélago de los Roques. Autor, Whl. travel

Gaviotas en el archipiélago de Los Roques. Autor, Whl. travel

20. Playa Macuro, zona de Arribada de Colón en su tercer viaje. Autor, Luisovalles

Playa Macuro, zona de Arribada de Colón en su tercer viaje. Autor, Luisovalles

21. Playa Medina. Autor, Bubilla2002

Otra vista de playa Medina. Autor, Bubilla2002

22. Costa de Macuro, frente a isla Trinidad. Autor, Luisovalles

Costa de Macuro, frente a isla Trinidad. Autor, Luisovalles

Atrás quedaba Alonso de Ojeda con su expedición. Aunque por fortuna para ellos, y tras unos comienzos decepcionantes, consiguirían finalmente el objetivo que se habían propuesto. Después de pasar a la península de Paraguaná, cerca del golfo de Maracaibo, hallaron un poblado “que tenía sus casas construidas en el mar, como Venecia, con mucho arte”. La visión de estos palafitos se repitió en otros poblados cercanos, por lo que decidieron llamar a aquel territorio Venezuela. Para entonces se encontraban muy apurados por lo mucho que llevaban costeado y el estado lamentable de las naves (debían achicar el agua de continuo con las bombas para mantenerlas a flote), pero al fin encontraron en una tribu indígena de aquel litoral un mineral que denominaron “piedras verdes”, y que no era otra cosa que esmeraldas. De ellas tomaron todas las que pudieron, enterándose que procedían de la zona Chibcha del interior, al sur, y que a través del valle colombiano de Upar eran conducidas junto a cargamentos de oro hasta la costa para intercambiarlas por sal y perlas… Se iniciaba así la leyenda de El Dorado, y por añadidura, el expolio sistemático y casi a cualquier precio del continente Sudamericano. Pero esa es ya otra historia que contaremos en su momento.

 

23. Playa del archipiélago Los Testigos. Autor, David Lawrence

Playa del archipiélago Los Testigos. Autor, David Lawrence

Publicado el 1 comentario

Córcega. Paisajes de infancia de un Emperador

Córcega. Paisajes de infancia de un Emperador

Córcega, una de las dos grandes islas del Mediterráneo occidental, es también curiosamente uno de los territorios más abruptos de toda Francia. Picos como el monte Cinto o el Rotondo elevan sus cimas a más de 2600 metros de altura, en un paisaje predominantemente montañoso donde abundan los despoblados y los bosques de castaños, hayas, robles y pinos.

 

1. La costa de Napoleón. Autor, Cremona Daniel

La costa de Napoleón. Autor, Cremona Daniel

2. Paisaje montañoso en Córcega. Autor, Jonay Galván

Paisaje montañoso en Córcega. Autor, Jonay Galván

3. Playa de Bussaglia en Porto. Autor, Quique Cardona

Playa de Bussaglia en Porto. Autor, Quique Cardona

4. Rincones de la vieja isla. Autor, Tartanna

Rincones de la vieja isla. Autor, Tartanna

5. Bastia, en la Alta Córcega. Autor, Jacqueline Poggi

Bastia, en la Alta Córcega. Autor, Jacqueline Poggi

6. Torres y acantilados en Córcega. Autor, VaroX

Torres y acantilados en Córcega. Autor, VaroX

Las aldeas del interior se pierden en un mar de valles y crestas rocosas donde la agricultura solo prospera con grandes esfuerzos. Por el contrario, la mayor parte de la población se vuelca al mar: Ajaccio, Bastia o Bonifacio, ésta última en el litoral meridional, son sin duda importantes ciudades desde donde parten las rutas turísticas que se adentran en el paisaje espectacular y no siempre conocido de la isla.

 

7. Naturaleza muerta. Autor, Jonay Galván

Naturaleza muerta. Autor, Jonay Galván

8. Viejos edificios. Autor, Tartanna

Viejos edificios. Autor, Tartanna

9. Aspecto del golfo de Ajaccio. Autor, Jacqueline Poggi

Aspecto del golfo de Ajaccio. Autor, Jacqueline Poggi

10. Convento de Mausoleo. Autor, Patrick-Alain

Convento de Mausoleo. Autor, Patrick-Alain

11. Córcega en blanco y negro. Autor, Manel Armengol

Córcega en blanco y negro. Autor, Manel Armengol

La conflictiva historia reciente de Córcega se revela en el mosaico de idiomas utilizados: se habla francés en las ciudades, mientras que en las zonas rurales el lenguaje es corso, un dialecto de origen italiano. Y es que la historia italiana de la isla viene de antiguo, desde que en 1077 cayera en poder de la entonces república de Pisa y se disputase después con feroz intensidad entre pisanos y genoveses, hasta el dominio final de estos últimos.

 

12. Anochecer en la isla. Autor, Buen Viajero

Anochecer en la isla. Autor, Buen Viajero

13. Saint Michele de Murato. Autor, Uzerty

Saint Michele de Murato. Autor, Uzerty

14. Golfo de Valinco. Autor, Jacqueline Poggi

Golfo de Valinco. Autor, Jacqueline Poggi

15. Vieja aldea junto al cabo Corse. Autor, Cremona Daniel

Vieja aldea junto al cabo Corse. Autor, Cremona Daniel

16. Balagne, junto al mar. Autor, Jacqueline Poggi

Balagne, junto al mar. Autor, Jacqueline Poggi

De aquella época procede la famosa palabra vendette, o vendetta, puesto que el dominio de Génova quedó marcado siempre por una gran turbulencia popular que daba alas al bandidaje y las famosas venganzas familiares corsas. Pero fue Napoleón, su hijo ilustre, el que determinó finalmente la definitiva inclusión de la isla en el contexto francés. El Emperador hecho a si mismo siempre consideró a Córcega como su verdadera patria, y éste es el destino turístico que les presentamos en nuestra Inmersión Cultural de hoy.

 

17. Montemaggiore. Alta Córcega. Autror, Jacqueline Poggi

Montemaggiore. Alta Córcega. Autor, Jacqueline Poggi

18. Panorámica desde el cabo Corse. Autor, Cremona Daniel

Panorámica desde el cabo Corse. Autor, Cremona Daniel

19. Ruinas prehistóricas de Araghju. Autor, Jacqueline Poggi

Ruinas prehistóricas de Araghju. Autor, Jacqueline Poggi

20. Córcega en invierno. Autor, Cremona Daniel

Córcega en invierno. Autor, Cremona Daniel

Son los paisajes de infancia de Bonaparte, y por tanto, todo un honor recorrerlos por cualquiera que tenga la suerte de viajar hasta allí… Y es que ¿quién podría tener una mejor, más espectacular e imperial experiencia en estos días que corren?

 

21. Pequeña villa de Nonza. Autor, Cremona Daniel

Pequeña villa de Nonza. Autor, Cremona Daniel

Publicado el Deja un comentario

En los dominios del gaucho. Darwin y su aventura patagónica

En los dominios del gaucho. Darwin y su aventura patagónica

A finales de julio de 1833, el famoso científico inglés Charles Darwin navegaba a bordo del Beagle camino de El Carmen, en la Patagonia argentina, el puesto más meridional del continente americano habitado por gente “civilizada”. Se encontraba en su segundo año de periplo alrededor del mundo, un viaje que sentaría las bases para desarrollar la teoría evolutiva de los seres vivos y que se concretó en 1859 con el libro “El Origen de las Especies”, la obra que le haría universalmente famoso. Pero durante aquel año estaba, ciertamente, muy lejos de imaginar todo aquello, y sí en cambio apuradísimo preparando su gran viaje a caballo por el interior de la Patagonia. No era para menos: esta región era entonces (y también hoy en día) un territorio poco menos que desértico extendido entre Tierra del Fuego y las Pampas cercanas a Buenos Aires, miles de kilómetros cuadrados de estepas y cerros salvajes, semiáridos y poblados en aquella época por indígenas ajenos a todo rastro de civilización.

 

2. La estepa, cerca de Bariloche. Autor, Andreinvs

La estepa, cerca de Bariloche. Autor, Andreinvs

3. Alazanes. Autor, Mariano Srur - UnchartedPatagonia.com

Alazanes. Autor, Mariano Srur – UnchartedPatagonia.com

4. Los dominios del gaucho. Autor, Gerald Davison

Los dominios del gaucho. Autor, Gerald Davison

El plan del joven Darwin era ir a caballo desde El Carmen hasta el río Colorado, establecer allí contacto con el general Rosas, y seguir luego todo el camino de posta en posta hasta llegar a Buenos Aires. Un inglés llamado Harris se ofreció a hacer de guía, se contrató una escolta de 6 gauchos, y el 11 de agosto Darwin se despidió de sus compañeros para partir hacia el norte. Al principio su itinerario discurrió por un desierto frío e inhóspito, donde de vez en cuando veían aparecer grupos de hasta 20 o 30 ñandúes deambulando entre los matorrales. “Era fácil acercarse al galope a una distancia corta, pero entonces, extendiendo las alas, echaban a correr en la dirección del viento y pronto los caballos quedaban rezagados”. Una vez los gauchos abatieron un puma y lo asaron en una fogata como si fuera una ternera, aunque normalmente solo cazaban ciervos o guanacos. Cuando se presentaba la ocasión atrapaban también armadillos, los cuales eran especialmente sabrosos asados en su propio caparazón. En sus incursiones de caza iban acompañados por buitres y águilas, siempre atraídos por la visión de las piezas muertas. Por supuesto, estos necrófagos atacaban al hombre si tenían oportunidad. “Una persona descubrirá los hábitos del carancho (Caracara) si se detiene en una de estas desoladas llanuras y se echa a dormir. Cuando despierte verá en cada montículo de los alrededores una de estas aves observándole pacientemente con ojos diabólicos”.

 

5. Pilcaniyeu, en Río Negro. Autor, Mariano Srur - UnchartedPatagonia

Pilcaniyeu, en Río Negro. Autor, Mariano Srur – UnchartedPatagonia

6. Andes patagónicos, en las proximidades de río Turbio. Autor, cHaghi

Andes patagónicos, en las proximidades de río Turbio. Autor, cHaghi

7. Jinetes gauchos y perros. Autor, Mariano Mantel

Jinetes gauchos y perros. Autor, Mariano Mantel

8. Estepa entre Zapala y Villa Pehuenia, Neuquén, Patagonia. Autor, Valerio Pillar

Estepa entre Zapala y Villa Pehuenia, Neuquén, Patagonia. Autor, Valerio Pillar

Por la noche el grupo acampaba generalmente en la llanura alrededor de un fuego, las sillas como almohada y los sudaderos como sábanas; para Darwin la escena tenía algo de mágico: los caballos atados en la penumbra de la fogata, los restos de la cena (un ñandú o un ciervo) esparcidos por el suelo, el armadillo profiriendo su gruñido subterráneo y los hombres fumando cigarros y jugando a cartas, mientras los perros deambulaban en la oscuridad para avisar al grupo en caso de algún peligro. Todo rastro de ociosidad cesaba de inmediato si un ruido desconocido llegaba hasta ellos. Entonces los gauchos pegaban el oído a tierra y escuchaban atentamente; nunca se sabía cómo ni cuándo atacarían los indios. Por el día la cabalgada era constante, de la mañana a la noche, pues los gauchos eran muy reacios a caminar. “Cada 20 metros sentía calambres en la parte superior de los muslos” comentaba Darwin tras varios días de marcha. El genuino gaucho solo fumaba su cigarro, bebía su mate, cabalgaba o dormía, manteniéndose a base de una dieta compuesta por carne y alterada solo de vez en cuando por otros platos, como cuando tuvieron el feliz hallazgo de un nido de ñandúes con 27 huevos en su interior, cada uno de ellos de un peso 11 veces superior al de una gallina.

 

9. Lago Lolog, Neuquén, Argentina. Autor, Mariano Lopardo

Lago Lolog, Neuquén, Argentina. Autor, Mariano Lopardo

10. Noche y silencio. Autor, Fede salvo

Noche y silencio. Autor, Fede salvo

11. Rancho aislado en Chubut, Argentina. Autor, Rodoluca88

Rancho aislado en Chubut, Argentina. Autor, Rodoluca88

Una vez pasaron la noche en la estancia de un inglés, y Darwin pudo estudiar el curioso sistema de adiestramiento de los perros pastores que podían verse a gran distancia cuidando rebaños de ovejas. Se les educaba separándolos de sus madres cuando todavía eran cachorrillos y poniéndolos a vivir con las ovejas. “Se agarraba una oveja tres o cuatro veces al día para amamantar al cachorro, y se le fabricaba un nido de lana en el corral de las ovejas; en ningún momento podía asociarse con otros perros o con los niños de la familia”. Muy a menudo el cachorro era además castrado para que al llegar a adulto no sintiese deseos de dejar el rebaño y, de la misma forma que un perro corriente defiende a su dueño, el hombre, así defendían estos perros a los corderos. La dedicación que mostraban a los que consideraban sus “hermanos de leche” era tal que los rebaños eran raramente atacados, ni siquiera por los hambrientos perros salvajes que infectaban las estepas y colinas próximas.

 

12. En la ruta. Autor, Jussi Mononen

En la ruta. Autor, Jussi Mononen

13. Estepa en El Cuy. Río Negro. Autor, Mariano Srur - UnchartedPatagonia

Estepa en El Cuy. Río Negro. Autor, Mariano Srur – UnchartedPatagonia

14. Bosque petrificado. Chubut, Patagonia. Autor, Virginia Artaza

Bosque petrificado. Chubut, Patagonia. Autor, Virginia Artaza

Darwin apreciaba a los gauchos. Eran tan duros y estaban tan curtidos como botas viejas. Incluso en aquella época sin afectaciones eran hombres rabiosamente pintorescos, con sus bigotes y sus largos cabellos negros cayéndoles sobre los hombros. Usaban ponchos escarlatas y calzones de montar anchos, botas blancas con inmensas espuelas y cuchillo calado en la faja. Eran peligrosos en el trato, pero a la vez extraordinariamente corteses y considerados, explica Darwin, “como si le cortaran a uno el cuello y al mismo tiempo le hicieran una reverencia”. La carne constituía toda su dieta, nada más que carne, y usaban los huesos de los animales como combustible para sus fogatas. Tenían además un método peculiar de caza: los hombres se dispersaban en diferentes direcciones y se concentraban a una hora determinada (más o menos exacta, no tenían forma de contar el tiempo), conduciendo a todos los animales que habían avistado a algún punto central, donde los sacrificaban en grupo.

 

15. Costa desértica en la Península Valdés. Autor, Ostrosky Photos

Costa desértica en la Península Valdés. Autor, Ostrosky Photos

16. Ansias de libertad. Autor, Denise Rowlands

Ansias de libertad. Autor, Denise Rowlands

17. Luces en los bosques patagónicos. Autor, Mariano Draghi

Luces en los bosques patagónicos. Autor, Mariano Draghi

Cuando no cazaban les gustaba tocar la guitarra, fumar, y de vez en cuando se enzarzaban en pequeñas reyertas de borrachos con sus cuchillos. Eran soberbios jinetes y la idea de ser derribados de su montura no les cabía en la cabeza. Como un patinador sobre una delgada capa de hielo, cabalgaban a toda velocidad sobre un suelo tan desigual que sería intransitable a una velocidad inferior. Al llegar a un río de ancho cauce obligaban a sus monturas a nadar; un gaucho, desnudo, entraba a caballo en el agua y cuando éste dejaba de tocar fondo, se deslizaba del lomo y se agarraba a la cola. Cada vez que el animal intentaba retroceder, el jinete salpicaba agua en su cara y seguía adelante, sin parar, hasta que finalmente encontraba la orilla opuesta. Existía en la llanura una prueba de equitación consistente en colocar a un hombre en un larguero encima de la entrada de un corral, para después hacer salir al caballo salvaje por aquella puerta, sin silla ni freno; el hombre caía en el lomo del animal y lo montaba hasta que se detenía. Se dice que el general Rosas, más tarde gran militar y dirigente de la confederación argentina (1835-1852) logró el respeto absoluto de su ejército después de concluir con éxito una de estas pruebas suicidas.

 

18. Lago Huechulafquen. Neuquén. Autor, Patricia Sgrignuoli

Lago Huechulafquen. Neuquén. Autor, Patricia Sgrignuoli

19. Ballena en Península Valdés. Autor, Pululante

Ballena en Península Valdés. Autor, Pululante

20. Vías hacia la nada. Chubut. Autor, Fernando Lorenzale

Vías hacia la nada. Chubut. Autor, Fernando Lorenzale

21. El poder del gaucho. Autor, Eduardo Amorim

El poder del gaucho. Autor, Eduardo Amorim

El arma de caza favorita de los gauchos eran las boleadoras, dos o tres piedras atadas en el extremo de largas correas que hacían girar alrededor de la cabeza, lanzándolas contra el animal que perseguían a caballo para que sus patas quedasen enredadas, con lo que caía al suelo inmovilizado. Aprendían desde niño practicando con boleadoras en miniatura con los perros, y era corriente utilizarlas a pleno galope; el joven Darwin lo intentó al trote con gran diversión de los gauchos porque derribó a su propio caballo y a sí mismo con él. Pero los días se sucedían uno detrás de otro y no había tiempo para el aburrimiento, mientras Darwin sentía una euforia maravillosa, un sentido de la realidad realzado por el riesgo. “Hay un gran deleite en la independencia de vida del gaucho, poder detener su montura en cualquier momento y decir – aquí pasaremos la noche –“Nunca parecía estar cansado, nunca perdió su curiosidad ni su capacidad de asombro. Finalmente, después de 40 días en medio de la soledad, llegaron hasta Buenos Aires cabalgando a través de los campos de membrillos y melocotoneros. Con su desgastadas ropas y su cara tostada por el sol debía parecer un vaquero, o quizás un buscador de oro que vuelve a la ciudad tras una dura temporada de rastreo: estaba tan curtido y calloso como los gauchos.

 

22. Nahuel Huapí. Neuquén. Patagonia. Autor, Mariano Srur - UnchartedPatagonia

Nahuel Huapí. Neuquén. Patagonia. Autor, Mariano Srur – UnchartedPatagonia

Publicado el Deja un comentario

Un paseo por el genuino Yorkshire de James Herriot

Un paseo por el genuino Yorkshire de James Herriot

Yorkshire, el mítico condado inglés de páramos desolados y colinas azotadas por el viento intratable del oeste, ha sido durante siglos escenario de numerosas obras de la literatura de todos los tiempos. Desde la famosa “Cumbres Borrascosas” de Emily Brontë, pasando por el refugio del conde Drácula en la abadía de Whitby o la más reciente Retorno a Brideshead, cuya mansión fue llevada al cine gracias a la inmejorable presencia del castillo de Howard, en el norte de York. Pero hoy queremos acercarnos a estas tierras de la mano de un autor no menos conocido, aunque quizás sin el aura clásica de las obras anteriormente citadas. Nos referimos a James Herriot, el veterinario escocés que en los años treinta del pasado siglo consiguió una plaza en el pueblo de Thirsk, perdido en un anonimato total, para trabajar desde entonces como veterinario rural entre vacas, caballos, terneros y la galería entrañable de rudos granjeros del Yorkshire. Allí residió toda su vida, y en 1972 escribió la obra “Todas las Criaturas grandes y pequeñas” que le haría universalmente famoso. Un canto a la vida, al amor por los animales y a la belleza de unas tierras que parecen tocadas por el dedo de Dios. Os dejamos con esta prodigiosa selección de fotografías y fragmentos del libro, cargado a partes iguales de textos hilarantes y de sensibilidad, y que a buen seguro hará las delicias de cualquier amante de la naturaleza… De la naturaleza, y del fino humor inglés. ¡Feliz día!

 

1. Campos del Yorkshire. Autor, Davesag

Campos del Yorkshire. Autor, Davesag

2. Landas y muros de piedra. Autor, Tim Fields

Landas y muros de piedra. Autor, Tim Fields

3. Pueblo del Yorkshire. Autor, Mutbka

Pueblo del Yorkshire. Autor, Mutbka

4. Niebla sobre el río. Autor, Ben Bore

Niebla sobre el río. Autor, Ben Bore

5. Marea baja en la playa de Scarborough. Autor, Alm1

Marea baja en la playa de Scarborough. Autor, Alm1

“Apenas observaba el paso del tiempo mientras recorría los caminos bordeados de brezales en mis rondas diarias, pero el distrito empezaba a tomar forma ante mis ojos, e iba conociendo y distinguiendo a la gente en su auténtica personalidad. Casi todos los días tenía un pinchazo. Los neumáticos estaban prácticamente desgastados hasta el límite en todas las ruedas; lo que me maravillaba era que pudieran llevarme a cualquier parte.
Uno de los pocos refinamientos del coche era su techo descapotable. Rechinaba melancólicamente cuando lo retiraba pero casi siempre conducía sin techo, con las ventanillas bajas y en mangas de camisa, gozando del aire tan puro que me rodeaba. En los días húmedos apenas servía de nada correr el techo porque la lluvia entraba por las junturas formando riachuelos en mi regazo y en los asientos. Llegué a tener gran habilidad para zigzaguear alrededor de los charcos, ya que conducir en línea recta era una gran equivocación porque el agua fangosa ascendía hasta mí por los agujeros del suelo del coche”.

 

6. Un rincón de Thirsk, el pueblo de James Herriot. Autor, Reinholdbehringer

Un rincón de Thirsk, el pueblo de James Herriot. Autor, Reinholdbehringer

7. Castillo de Hemsley. Autor, Dvdbramhall

Castillo de Hemsley. Autor, Dvdbramhall

8. Landas y colinas típicas del Yorkshire. Autor, Seattleforge

Landas y colinas típicas del Yorkshire. Autor, Seattleforge

9. La iglesia de Leake, cerca de Thirsk. Autor, Dvdbramhall

La iglesia de Leake, cerca de Thirsk. Autor, Dvdbramhall

“Pero era un verano magnífico y las largas jornadas al aire libre dieron a mi piel un tono moreno que rivalizaba con el de los granjeros. Ni siquiera me molestaba tener que cambiar una rueda en aquellos caminos abiertos sin vallas, sin más compañía que los chorlitos y el viento cargado con el perfume de las flores y árboles de los valles. Y todavía hallaba más excusas para salir y sentarme sobre la hierba fresca y contemplar los tejados del Yorkshire. Era como ganar tiempo a la vida. Tiempo para ver las cosas en su debida perspectiva y evaluar mis progresos. Era una vida tan diferente de la anterior que en ocasiones me sentía confundido. Vivir en el campo después de haber recorrido durante años las calles de la ciudad; la sensación de alivio tras los años de estudios y exámenes… Y el trabajo, que suponía un desafío constante. Y además, mi jefe.
Siegfried Farnon se lanzaba al trabajo con una energía constante y vehemente de la mañana a la noche, y a menudo yo me preguntaba qué le impulsaba a hacerlo. No era el dinero, ya que lo trataba con muy poco respeto. Cuando se cobraban las facturas metía el dinero en aquel jarro sobre la repisa de la chimenea, y de allí lo cogía a puñados cuando lo necesitaba. Jamás lo vi utilizar una cartera; llevaba el bolsillo lleno de monedas sueltas y de billetes arrugados. Al sacar el termómetro, algunos salían revoloteando en torno como copos de nieve”.

 

10. Vistas desde el Castillo Howard, al norte de York. Autor, Jordanhill School

Vistas desde el Castillo de Howard, al norte de York. Autor, Jordanhill School

11. Viaducto de Arthington, en el río Wharfe. Autor, Tj. Blackwell

Viaducto de Arthington, en el río Wharfe. Autor, Tj. Blackwell

12. Paisaje costero desde el castillo de Scarborough. Autor, Clumsy_jim

Paisaje costero desde el castillo de Scarborough. Autor, Clumsy_jim

13. El pueblo de Hemsley, al norte del Yorkshire. Autor, Dvdbramhall

El pueblo de Hemsley, al norte del Yorkshire. Autor, Dvdbramhall

“La tierra llana en lo alto del páramo era una inmensidad blanca que se extendía hasta el horizonte, el cielo muy bajo sobre ella como una manta oscura. Vi la granja allá abajo, en una hondonada, y también parecía distinta, pequeña, remota, como un trozo de carbón caído entre los bultos blancos y suavizados de las colinas. El bosque de pinos era otra mancha oscura en las laderas, pero la escena carecía de la mayoría de sus rasgos familiares. (…) Era difícil caminar por la nieve y en algunos lugares me hundía hasta el borde de las botas. Seguí adelante con la cabeza inclinada hasta que me hallé a unos centenares de metros del edificio de piedra. Aquel frío estremecedor borraba la noción del tiempo. Había algo hipnótico en el modo en que los copos grandes y suaves caían silenciosos sobre mi piel cubriendo con una venda espesa mis ojos cerrados. (…)
Al llamar a la puerta me apoyé contra ella, la boca abierta, respirando con dificultad. Creo que el alivio que sentía bordeaba la histeria porque me pareció que, cuando me abrieran, lo más adecuado sería dejarme caer de cabeza dentro de la habitación. Ya veía en la imaginación el cuadro de toda la familia rodeando mi figura caída y atiborrándome de coñac”.

 

14. Mítico Yorkshire. Autor, Mike Showden

Mítico Yorkshire. Autor, Mike Showden

15. Otra vista del castillo Howard. Autor, Robbophotos

Otra vista del castillo Howard. Autor, Robbophotos

16. Los típicos muros de piedra del Yorkshire. Autor, Freefotouk

Los típicos muros de piedra del Yorkshire. Autor, Freefotouk

17. Otley, cerca de Leeds, en el Yorkshire occidental. . Autor, Tim Green

Otley, cerca de Leeds, en el Yorkshire occidental. . Autor, Tim Green

“Sin embargo, cuando la puerta se abrió, algo me mantuvo en pie. El señor Clayton me miró durante unos segundos, nada conmovido al parecer por la vista del hombre de las nieves.
– Ah, es usted, señor Herriot. No podía haber llegado en mejor momento. Acabo de terminar la cena. Espere un minuto para que me ponga algo. El animal está al otro lado del patio.
Buscó tras la puerta, se caló un sombrero viejo, se metió las manos en los bolsillos y se lanzó al exterior silbando. Descorrió el cerrojo del establo y, con profunda sensación de alivio, pasé del frío indecible, de los torbellinos de nieve, al calor del animal y al olor del heno. Mientras me libraba de la mochila cuatro bueyes de pelo largo me miraban tranquilamente por encima del tablón divisorio, sin dejar de mover las mandíbulas rítmicamente. Parecían tan impertérritos ante mi presencia como su propietario. Mostraban un poco de interés; nada más. Detrás de ellos vi un animal pequeño envuelto en sacos, de cuya nariz se escapaba una hemorragia purulenta”.

 

18. La campiña del Yorkshire, desde Richmond Castle. Autor, JeanM1

La campiña del Yorkshire, desde Richmond Castle. Autor, JeanM1

19. Río Wharfe. Autor, Bods

Río Wharfe. Autor, Bods

20. Un momento de reflexión. Autor, Pete98

Un momento de reflexión. Autor, Pete98

“Aquello me recordó la razón de mi visita. Cuando mis dedos ateridos buscaban el termómetro en el bolsillo, una ráfaga de viento hizo temblar la puerta cuyo cerrojo tintineó suavemente, y nos lanzó nieve en polvo al oscuro interior. El señor Clayton se volvió y frotó con la manga el cristal de la única ventanita. Hurgándose los dientes con la uña contempló la tormenta ululante.
– Ah – dijo, eructando con placer -. Un día bastante bueno…”.

 

Todos los textos han sido extraídos de la obra:
“Todas las Criaturas grandes y pequeñas”.
James Herriot. Editorial Grijalbo, 1974.

 

21. El mundo de James Herriot. Autor, Gruban

El mundo de James Herriot. Autor, Gruban

Publicado el Deja un comentario

Portugal y las Azores, las islas nacidas del fuego

Portugal y las Azores, las islas nacidas del fuego

De camino al continente americano las islas Azores se presentan al viajero como la última tierra, el Finisterre europeo antes de internarse definitivamente en las aguas vacías del Atlántico. Las nueve islas de este archipiélago volcánico tienen todo lo que un amante de la naturaleza exótica puede desear: bahías de idílico aspecto; volcanes dormidos perfilando unos conos de diseño perfecto contra la línea del horizonte; mares de niebla sobre las calderas de lava negra o gris; vegetación exuberante de hortensias, azaleas y otras plantas exóticas; acantilados de más de 200 metros recortados contra unas costas en la que desfilan numerosos pueblos de blanca estampa, destellando como faros a la luz de la mañana.

2. Paisaje costero en la Isla de São Miguel. Autor, Eduardowallenstein

Paisaje costero en la Isla de São Miguel. Autor, Eduardowallenstein

3. Lago de las Siete Ciudades. Isla de São Miguel. Autor, Plsg77

Lago de las Siete Ciudades. Isla de São Miguel. Autor, Plsg77

4. Isla Terceira. Autor, Frmorais

Isla Terceira. Autor, Frmorais

5. Ilhéu dos Mosteiros. Autor, Janelinhas

Ilhéu dos Mosteiros. Autor, Janelinhas

En la isla de São Miguel, la más grande del complejo, destacan montes como el Pico da Vara y sus 1150 metros de altura, auténtico mirador desde el que se puede abarcar una geografía fascinante de plantaciones de tabaco y té, cráteres convertidos en lagos de montaña y puntos calientes, aquellos en los que los habitantes de la isla preparan el tradicional “cozido” en una olla colocada directamente sobre la tierra.

 

6. Plantaciones de té. Autor, Janelinhas

Plantaciones de té. Autor, Janelinhas

7. Isla Pico y volcán Pico. Autor, MMcorreia

Isla de Pico y volcán Pico. Autor, MMcorreia

8. Tormenta sobre las islas. Autor, Rory Carter

Tormenta sobre las islas. Autor, Rory Carter

9. Un paseo por el puerto. Autor, Zak mc

Un paseo por el puerto. Autor, Zak mc

La isla Terceira forma parte del llamado grupo central y posee el mayor cráter del archipiélago, la caldera de Guilherme Moniz, espectacular concavidad de 15 km de diámetro rodeada de otros pequeños cráteres que hacen de esta zona una de las más visitadas de la isla. Pero más interesante aún es su curiosa historia de piratas, pues durante los siglos XVI y XVII Terceira y su puerto de Angra fueron un punto estratégico vital en la ruta de las indias. Los galeones españoles cargados de oro, plata y otras riquezas arribaban a Terceira mientras eran vigilados muy de cerca por escuadras piratas como la del famoso corsario inglés Francis Drake, lo que obligó a la construcción de fortificaciones defensivas para abortar los intentos depredatorios de los bucaneros (São Felipe, hoy llamada de São João Baptista, es quizás la más conocida de ellas) .

 

10. Escarpadas costas en la Isla de São Miguel. Autor, Mbarroso

Escarpadas costas en la Isla de São Miguel. Autor, Mbarroso

11. Pueblos de blanca estampa. Autor, Blvesboy

Pueblos de blanca estampa. Autor, Blvesboy

12. La primera luz del día. Playa en Faial. Autor, Arttmiss

La primera luz del día. Playa en Faial. Autor, Arttmiss

13. Vacas en la Isla de São Jorge. Autor, Aitor Salaberria

Vacas en la Isla de São Jorge. Autor, Aitor Salaberria

En el grupo más cercano a Portugal se encuentra Flores, nombre que alude a la lujuriosa vegetación existente y que la convierte, probablemente, en la más hermosa de todo el archipiélago. Constituye además un destino ideal para los amantes de la naturaleza y el senderismo, puesto que existen allí únicamente dos municipios, Santa Cruz das Flores, su capital, y Lajes das Flores en la costa sur. El interior de la isla, abundante en lagos, arroyos, cascadas y una exuberancia de plantas y animales inexistentes en el continente europeo, está prácticamente deshabitado.

 

14. Arenas negras. Autor, Jocampos

Arenas negras. Autor, Jocampos

15. Isla de São Miguel. Autor, Fingertips

Isla de São Miguel. Autor, Fingertips

16. Otra vista del volcán Pico. Autor, Peregrino27

Otra vista del volcán Pico. Autor, Peregrino27

17. Rincón de la Isla de las Flores. Autor,

Rincón de la Isla de Flores. Autor, anónimo

Para los que quieran disfrutar de una isla donde se aúnen en una sola definición lo mágico y lo cosmopolita, entonces su destino es Faial, la isla Azul. Su nombre alude a la infinita cantidad de setos de hortensias que se despliegan por toda su superficie, y que hacen de los recorridos senderistas un “florido” espectáculo de inolvidables resultados. Además de visitar el volcán Cabeço Gordo, y la Caldeira, el cráter principal de la isla, los turistas no olvidan nunca deambular por el entramado de calles y rincones de su capital, Horta, una de las localidades más bonitas y pintorescas no solo del archipiélago, sino también de todo Portugal.

18. El dedo de Dios. Autor, Mbarroso

El dedo de Dios. Autor, Mbarroso

19. Molino en la isla Graciosa. Autor, Zé Pinho

Molino en la isla Graciosa. Autor, Zé Pinho

20. Mar de nubes en la caldera de la isla Faial. Autor, Guillaume Baviere

Mar de nubes en la caldera de la isla Faial. Autor, Guillaume Baviere

Quizás la más espectacular de todas las islas Azores sea la de Pico. Alzándose prácticamente desde la superficie del mar, el volcán de Pico Alto es sin duda, con sus 2.352 m, la montaña más alta de Portugal. Al ser la más joven de las islas fue también una de las más difíciles de colonizar, y ésta es la razón de su extraño paisaje, salpicado de curiosas pirámides rocosas llamadas maraiças y que fueron levantadas durante siglos por los locales, a medida que iban retirando con mucho trabajo los bloques de lava del terreno: un duro trabajo que permitió finalmente el cultivo de esta tierra ingrata. Otros usos a los que fueron destinadas las rocas fueron, como es lógico, las viviendas tradicionales de la isla y la construcción de muros bajos para proteger los viñedos de la fuerza del viento marino.

21. Azores en blanco y negro. Autor, Blvesboy

Azores en blanco y negro. Autor, Blvesboy

Publicado el Deja un comentario

Un encuentro con Leigh Fermor, Austria y el Danubio

Un encuentro con Leigh Fermor, Austria y el Danubio

Bosques, castillos oteando desde las altas cimas, granjas y prados diseminados por doquier, en los caminos que llevan a las ciudades más hermosas del Danubio. Ese es el panorama que recorrió a pie en el invierno de 1933-34 un muchacho de 18 años, entonces desconocido, pero que hoy es sin duda una de las figuras más sobresalientes de la literatura de viajes. El entonces adolescente Patrick Leigh Fermor, con una mochila a la espalda y una libra a la semana de presupuesto, emprendió en aquella época peligrosa un viaje que le llevaría desde Holanda a Constantinopla en año y medio, “viviendo como un vagabundo, un peregrino o un sabio itinerante”, durmiendo un día en graneros o pocilgas, y al siguiente en lujosas estancias en el interior de castillos propios de alguna leyenda bávara. Hemos querido reflejar en nuestro post de hoy algunas de las vivencias más fascinantes que dejó escritas en su diario, y que luego sirvieron para engrandecer el libro publicado en 1977 “El tiempo de los regalos”, un clásico donde los haya. En los extractos que hemos elegido, centrados en el tramo de Austria y el Danubio austriaco, aparecen todos aquellos atributos que uno puede esperar al planificar un viaje por Europa Central. Fermor supo plasmar como nadie ese hechizo legendario de los antiguos teutones enmarcado en un paisaje único de montañas, ríos y bosques… Y nosotros, conscientes de su valor, hemos querido acercarles a ustedes estas sensaciones acompañadas de una selección de magníficas fotografías de la zona. Si disfrutan de la buena literatura, tómense unos minutos de respiro, pónganse cómodos y lean lo que sigue con la tranquilidad que se merece. Seguro que no les defraudará.

2. Iglesia en Kappl, Tirol. Autor, Ceving

Iglesia en Kappl, Tirol. Autor, Ceving

«En la carretera que iba al este desde mi último alto en tierras bávaras, en Traunstein, el repentino tiempo claro me mostró lo cerca que estaba de los Alpes. Las nubes se habían desvanecido, y la gran cordillera se alzaba de la planicie con tanta brusquedad como un muro se alza en un campo. Las montañas cubiertas de nieve se elevaban brillantes, sus vertientes recorridas por largas sombras azules; serpenteantes hileras de abetos oscuros y los picos de los Alpes de Kitzbühl y el Tirol oriental se superponían en el cielo sobre una trama profunda de valles umbríos. Un poste indicador señalaba el sur y un valle en cuyo extremo se encontraba Bad Reichenhall. Por encima, en un resalto, estaba encaramado Berchtesgaden, solo conocido todavía por la abadía, el castillo y la panorámica de las anchas tierras bajas de Baviera (…)

Era de noche cuando contemplaba las estatuas y paseaba bajo las columnas barrocas de Salzburgo, en busca de un café. Las ventanas, cuando encontré uno, daban a un surtidor adornado con pétreos caballos en estampida de los que pendían carámbanos como estalactitas en una cueva».

 

3. Calle típica de Kitzbühl. Autor, Polybert49

Calle típica de Kitzbühl. Autor, Polybert49

4. En ruta por el Tirol. Cimas del Grttenhütte. Autor, Luidger

En ruta por el Tirol. Cimas del Gruttenhütte. Autor, Luidger

5. Los Alpes en Kitzbühl. Autor, Mdintenfass

Los Alpes en Kitzbühl. Autor, Mdintenfass

6. Una vista del castillo de Salzburgo. Autor, Wilson Loo

Una vista del castillo de Salzburgo. Autor, Wilson Loo

«Siempre solía tener algún castillo a la vista, apiñado en el borde de una población rural, recostado con soñolienta gracia barroca en salientes boscosos o proyectándose por encima de los árboles, discernibles desde lejos. Su presencia es una constante para el viajero, y cuando éste cruza un nuevo límite se siente como el gato con botas cuando los campesinos le dicen que el lejano castillo, los pastos, los molinos y los establos pertenecen al marqués de Carabás. Aparece un nuevo nombre, y durante un trecho es Coreth, Harrach, Traun, Ledebur, Trautmannsdorf o Seilern; entonces se extingue y cede el paso a otro (…);

El escenario estaba empezando a cambiar. Avanzaba siguiendo un arroyo helado que discurría a través de un bosque, por una región donde juncos, plantas acuáticas, vegetación de marisma, zarzas y arbustos se enmarañaban con tal densidad como en una selva primigenia. Los claros eran lisas extensiones de hielo, que daban la impresión de un manglar en el Círculo Polar Ártico. Cada ramita, recubierta de hielo y nieve, centelleaba. La helada había convertido los juncos en empalizadas de varas quebradizas y los matorrales estaban cargados de carámbanos y gotas heladas que la luz irisaba».

 

7. Las torres de Hall, en el Tirol. Autor, Herbert Ortner

Las torres de Hall, en el Tirol. Autor, Herbert Ortner

8. El Danubio, en Salzburgo. Autor, Wilson Loo

El Danubio, en Salzburgo. Autor, Wilson Loo

9. Danubio en el Parque Nacional Donau-Auen. Austria. Autor, Thomas Lieser

Danubio en el Parque Nacional Donau-Auen. Austria. Autor, Thomas Lieser

10. Castillo de Hohenwerfen, cerca de Salzburgo. Autor, Dvdstphns

Castillo de Hohenwerfen, cerca de Salzburgo. Autor, Dvdstphns

«Los duros inviernos originan sus antídotos: Kümmel, Vodka, Aquavit, Danziger Goldwasser. ¡Ah, un dedo del frío norte! Pociones a la vez ardientes y heladas, chispeantes como lentejuelas, capaces de encender cohetes que recorren el torrente sanguíneo, reanimar los miembros derrengados y hacer que los viajeros reanuden con brío su marcha a través del hielo y la nieve. El fuego blanco me enrojecía las mejillas, me calentaba y daba alas. Este descubrimiento hizo que resplandeciera mi aproximación a Linz. Unos pocos kilómetros más adelante, tras un meandro del río, apareció la ciudad. Una visión de cúpulas y campanarios reunidos bajo una severa fortaleza y unidos por medio de puentes a una población más pequeña al pie de una montaña en la otra orilla».

 

11. Pelícanos sobre el Danubio. Autor, Goliath

Pelícanos sobre el Danubio. Autor, Goliath

12. Otra vista de Salzburgo. Autor, Voodoo2me

Otra vista de Salzburgo. Autor, Voodoo2me

13. Lago Hopfensee, y Alpes austriacos. Autor Moyan_Breen

Lago Hopfensee, y Alpes austriacos. Autor Moyan_Breen

14. Hallstatt. Autor, Unicoletti

Hallstatt. Autor, Unicoletti

«Al atardecer, recorrí Linz, renqueante. Las fachadas con molduras de yeso estaban pintadas de color chocolate, verde, violeta, crema y azul. Los adornos eran medallones en altorrelieve, y las volutas en la piedra y el yeso le daban un aire de movimiento y fluidez. Las ventanas de los primeros pisos eran saledizas, en forma de semihexágono y con batientes (…) A nivel del suelo, unas columnas conmemorativas en espiral se alzaban desde las losas de las plazas y elevaban al cielo, similares a los rayos de una custodia, las púas doradas que eran como un estallido de la Contrarreforma. Con excepción de la adusta fortaleza encaramada en la roca, toda la ciudad había sido construida para el placer y el esplendor. Por doquier había belleza, espacio y amenidad. Por la noche, Hans y Freda, mis anfitriones, me llevaron a una fiesta en una hostería, y a la mañana siguiente me puse en marcha Danubio abajo».

 

15. El nido de águila de Riegersburg. Autor, Steindy

El nido de águila de Riegersburg. Autor, Steindy

16. Bosque, rocas y nubes. Autor, José Kroezen

Bosque, rocas y nubes. Autor, José Kroezen

17. Un lujoso café. Autor, Paula Soler

Un lujoso café. Autor, Paula Soler

18. Paisaje selvático. Autor, Locken_Rock

Paisaje selvático. Autor, Locken_Rock

«Aquella noche dormí en el pueblo de Grein, río arriba desde un islote boscoso que había dado lugar a numerosas leyendas. Antiguos peligros acechaban en esos desfiladeros. Se cree que el mismo nombre es una onomatopeya del grito de un marinero que se ahogó en un remolino, pues los rápidos y escollos de ese trecho del río fueron los causantes de no pocos naufragios en el transcurso de los siglos. A los marineros que caían por la borda se les abandonaba a su suerte, considerándolos como ofrendas propiciatorias a algún dios celta o teutón que aún sobrevivía secretamente tanto desde los tiempos prerromanos como precristianos. Antes de aventurarse por esa zona amenazante, los romanos arrojaban monedas al río para aplacar a la divinidad fluvial Danubius; y viajeros posteriores tomaban los sacramentos para efectuar la travesía (…) Los muros almenados de Werfenstein, cuyos castellanos vivían de los naufragios y el saqueo, se proyectan ávidos sobre los rápidos, pero el ejército de Barbarroja, que se encaminaba a la Tercera Cruzada, era demasiado numeroso para ser atacado. Los moradores del castillo observaron a través de las troneras y se mordisquearon los nudillos con frustración mientras los cruzados avanzaban lentamente río abajo».

 

19. Castillo de Mauterndorf. Autor, HelgeRieder

Castillo de Mauterndorf. Autor, HelgeRieder

20. El río helado, a su paso por Viena. Autor, KF

El río helado, a su paso por Viena. Autor, KF

21. Jardines Mirabell y fortaleza de Salzburgo. Autor, Maxx82

Jardines Mirabell y fortaleza de Salzburgo. Autor, Maxx82

22. Camino cerca de Golling, Austria. Autor, José Kroezen

Camino cerca de Golling, Austria. Autor, José Kroezen

«Innumerables agujas de pino sombreaban los ratos de sol y salpicaban los senderos de una fascinante luz fragmentada. Un entusiasmo gélido crepitaba entre las ramas, y yo avanzaba por aquellos bosques rutilantes como un indio hurón. Pero había momentos, a primera hora de la mañana, en que las densas coníferas y los diáfanos esqueletos en los bosques de madera dura eran tan livianos como plumajes, y las primeras nieblas que se cernían sobre los valles hacían brotar en el aire los picos transparentes y encerraban los pináculos rocosos en aros de vapor de diámetro decreciente (…)

Los senderos serpenteaban cuesta abajo desde aquellas tierras altas; bajaban y bajaban hasta que los árboles disminuían y la luz del sol se extinguía. Aparecían prados, luego un granero, a continuación un huerto, un cementerio parroquial y delgadas columnas de humo que se alzaban de las chimeneas de un villorrio a orillas del río. Volvía a hallarme entre las sombras».

Et jam summa procul villarum culmina fumant
Majoresque cadunt altis de montibus umbrae.

(Lejos ya de las aldeas humean las cumbres
Y caen largas sombras desde las altas montañas).

23. Bello embarcadero en Mondsee. Autor, Markus

Bello embarcadero en Mondsee. Autor, Markus

 

Todos los extractos están sacados de la obra:

“El tiempo de los regalos”
Patrick Leigh Fermor. Editorial Península, 2001

Publicado el Deja un comentario

Tierra Santa y Jerusalén, la ciudad de la Alegría de Dios

Tierra Santa y Jerusalén, la ciudad de la Alegría de Dios

¿Cómo no habían de amar a su patria los israelitas? Israel es un país admirable cuya belleza agreste y proverbial asombra a cualquier viajero de nuestros días. Bajo el cielo sin una nube, de un azul profundo, la gama de colores compone una paleta de rara riqueza: púrpura en las tierras de viñedos, rubio pálido de las cebadas maduras, ocre rojizo en los desiertos. Aquí el verde oscuro de los cipreses enhiestos hacia el cielo elegido por Yahvé; allá la capa azulada y trémula de los olivares, henchidos de fruto, arropando las laderas resecas de mediodía. De la rica llanura a los páramos de ovejas hay una hora escasa de marcha. Y para los antiguos caravaneros, a quienes quemaba el viento de arena, todo era cobrar aliento una vez vislumbrado el brillo de la nieve en la cima del Hermón.

 

2. Iglesia armenia en Jerusalén. Autor, Papalars

Iglesia armenia en Jerusalén. Autor, Papalars

3. Iglesia en la ciudad santa. Autor, Delayed Gratification

Iglesia en la ciudad santa. Autor, Delayed Gratification

4. Vendedor de tortas en el Jerusalén bíblico. Autor, SnapShots of the Past

Vendedor de tortas en el Jerusalén bíblico. Autor, SnapShots of the Past

5. Torre de la Fortaleza Antonia, de Herodes en Grande, en Jerusalén. Autor, SnapShots of the Past

Torre de la Fortaleza Antonia, de Herodes el Grande, en Jerusalén. Autor, SnapShots of the Past

6. Vista de jerusalén, hacia 1895. Autor, Trialsanderrors

Vista de la ciudad santa, hacia 1895. Autor, Trialsanderrors

7. Rincón con olivo en Jerusalén. Autor, David55King

Rincón con olivo. Autor, David55King

8. Ruinas de Cafarnaúm. Fotografía de fecha desconocida. 1900. Autor, SnapShots of the Past

Ruinas de Cafarnaúm. Fotografía realizada hacia 1900. Autor, SnapShots of the Past

Israel es la tierra elegida, y su capital, Jerusalén, el centro del mundo en opinión de los antiguos. Allí confluyeron las tres grandes religiones de nuestros días, y los peregrinos que se dirigían hacia los atrios sagrados cantaban su gloria, en estos Salmos de las Subidas que repetían a coro a lo largo del camino: “Alégreme de lo que me decía, vamos todos a la casa de Yahvé. Ya están nuestros pies en tus puertas, ¡Oh, Jerusalén! (…) Adonde suben las tribus de Yahvé”. Ir a la ciudad santa, hacer una visita al menos una vez en su vida, era para todos los judíos esparcidos por los cuatro rincones del mundo el sueño más querido: “El año próximo, a Jerusalén”, decían.

 

9. Baalbek. Tierra Santa. 1895. Autor, Trialsanderrors

Baalbek. Tierra Santa. 1895. Autor, Trialsanderrors

10. Jerusalén en blanco y negro. Autor, Jean Spector

Jerusalén en blanco y negro. Autor, Jean Spector

11. Cúpula de la Roca. Autor, Carmelo Aquilina

Cúpula de la Roca. Autor, Carmelo Aquilina

12. Otra vista de la ciudad santa, en 1895. Autor, Trialscopus

Otra vista de la ciudad santa, en 1895. Autor, Trialsanderrors

13. Oración de Paz. Autor, Arròsalforn for freedom and peace in Palestine

Oración de Paz. Autor, Arròsalforn for freedom and peace in Palestine

14. La vieja ciudad de Jerusalén. Autor, Mirari Erdoiza

La vieja ciudad de Jerusalén. Autor, Mirari Erdoiza

15. Vista desde la Torre de los Cuarenta Mártires, en Ramleh. 1895. Autor, Trialsanderrors

Vista desde la Torre de los Cuarenta Mártires, en Ramleh. 1895. Autor, Trialsanderrors

16. Rincones de Jerusalén, en blanco y negro. Autor, Jean Spector

Rincones olvidados de Jerusalén. Autor, Jean Spector

Por eso, nosotros también hemos querido recalar hoy en esta ciudad, capital del moderno Israel, y ofrecer a nuestros seguidores una selección de bellísimas fotografías que esperamos sean de su agrado. Son imágenes de la vieja ciudad, pero también de algunos puntos clave de la geografía de Tierra Santa, muchas de ellas históricas y con más de un siglo de antigüedad. Esta es la Jerusalén que quisiéramos visitar algún día, pero por el momento, lamentándolo mucho, algunos tendremos que conformarnos solo con soñar…

 

17. Puerta de Damasco. La entrada a la vieja Jerusalén. Autor, stevenconger@sbcglobal.net

Puerta de Damasco. La entrada a la vieja Jerusalén. Autor, stevenconger@sbcglobal.net

18. Monasterio ortodoxo de Mar Saba, en el valle del Cidrón. Israel. 1895. Autor, Trialsanderrors

Monasterio ortodoxo de Mar Saba, en el valle del Cidrón. Israel. 1895. Autor, Trialsanderrors

19. El secreto de las palabras. Autor, Jean Spector

El secreto de las palabras. Autor, Jean Spector

20. Jerusalén y la cúpula de la Roca. Autor, Florian Seiffert

Jerusalén y la cúpula de la Roca. Autor, Florian Seiffert

21. La ciudad de Jaffa desde el mar. Composición de finales del siglo XIX. Autor, Trialsanderrors

La ciudad de Jaffa desde el mar. Composición de finales del siglo XIX. Autor, Trialsanderrors

22. Antiguo bazar de Jerusalén. Autor, Jonas Hansel

Antiguo bazar de Jerusalén. Autor, Jonas Hansel

23. Minarete de la Novia, en Damasco. Fotocomposición fechada en 1900. Autor, Trialsanderrors

Minarete de la Novia, en Damasco. Fotocomposición fechada en 1900. Autor, Trialsanderrors

24. Familia palestina en Ramallah. Hacia 1948. Autor, Gnuckx

Familia palestina en Ramallah. Hacia 1948. Autor, Gnuckx

25. Muro del Sur, del Templo de Jerusalén. Autor, Aussie Active

Muro del Sur, en el Templo de Jerusalén. Autor, Aussie Active

Publicado el Deja un comentario

Tercera Historia. Un paseo por el auténtico Mondo Piccolo de don Camilo

Tercera Historia. Un paseo por el auténtico Mondo Piccolo de don Camilo

Giovannino Oliviero Giuseppe Guareschi. Éste era el nombre completo del autor de Don Camilo, un entrañable personaje de la literatura contemporánea italiana que, tras su publicación en 1948, encumbraría a su creador de forma absoluta e inmediata por medio mundo. Guareschi bromeaba a menudo con su nombre, preguntándose una y otra vez cómo se les ocurrió a sus padres poner Giovannino (Juanito) a un hombre tan corpulento como él. Y fue ese sentido del humor el que le llevó a crear al cura de pueblo don Camilo, quien junto a su inseparable amigo y rival político Peppone, el alcalde comunista de la localidad, escenificó la dura vida de la posguerra italiana en el mundo rural de las llanuras del Po. El “Mondo Piccolo” de don Camilo se extendía entre el río Po al norte y las estribaciones de los Apeninos al sur, más o menos en las actuales provincias italianas de Piacenza, Reggia Emilia y Módena. Hemos querido ilustrar este escenario de cuento con una estupenda selección de fotografías, añadiendo además uno de los relatos más emotivos que el genio Guareschi creó al comienzo de su andadura. En esta «Tercera Historia», aún sin la figura central de don Camilo, se muestra como nunca el sentimiento y la poesía que debió albergar la mente del gran autor italiano, y que utilizó con profusión, al igual que su sentido del humor, para tejer con mimo ese mundo pequeño, tierno y maravilloso que tanto gustó de predicar. En realidad no es más que la dicha de ser humilde,  pero a menudo se nos olvida que sigue existiendo en alguna parte, mientras recorremos el día a día de nuestro superficial siglo XXI… Aquí queda su relato para recordárnoslo. Y por supuesto, para que lo disfruten pensando en Il sogno di Italia.

 

2. Giovannino Guareschi, autor de Don Camilo

Giovannino Guareschi, autor de Don Camilo

TERCERA HISTORIA

“¿Muchachas? No; nada de muchachas. Si se trata de hacer un poco de jarana en la hostería, de cantar un rato, siempre dispuesto. Pero nada más. Ya tengo mi novia que me espera todas las tardes junto al tercer poste del telégrafo en el camino de la Fábrica. Tenía yo catorce años y regresaba a casa en bicicleta por ese camino. Un ciruelo asomaba una rama por encima de un pequeño muro y cierta vez me detuve.

Una muchacha venía de los campos con una cesta en la mano y la llamé. Debía tener unos diecinueve años porque era mucho más alta que yo y bien formada.

– ¿Quieres hacerme de escalera? -le dije.

La muchacha dejó la cesta y yo trepé sobre sus hombros. La rama estaba cargada de ciruelas amarillas y llené de ellas la camisa.

-Extiende el delantal, que vamos a medias -dije a la muchacha.

Ella contestó que no valía la pena.

– ¿No te agradan las ciruelas? -pregunté.
-Sí, pero yo puedo arrancarlas cuando quiero. La planta es mía: yo vivo allí – me dijo.

Yo tenía entonces catorce años y llevaba los pantalones cortos, pero trabajaba de peón de albañil y no tenía miedo a nadie. Ella era mucho más alta que yo y formada como una mujer.

-Tú tomas el pelo a la gente -exclamé mirándola enojado; pero yo soy capaz de romperte la cara, larguirucha.

No dijo palabra.

 

3. Amanecer en el río Po. Autor, Turismo Emilia Romagna

Amanecer en el río Po. Autor, Turismo Emilia Romagna

4. Pradera de montaña en los Apeninos modenenses. Autor, Juri Fontana

Pradera de montaña en los Apeninos modenenses. Autor, Juri Fontana

5. El río Po en Brescello. Autor, Turismo Emilia Romagna

El río Po en Brescello. Autor, Turismo Emilia Romagna

6. Postal de Cremona, ciudad junto al Po. Autor, Nichollas Lord Gordon

Postal de Cremona, ciudad junto al Po. Autor, Nichollas Lord Gordon

La encontré dos tardes después siempre en el camino.

-¡Adiós, larguirucha! -le grité. Luego le hice una fea mueca con la boca. Ahora no podría hacerla, pero entonces las hacía mejor que el capataz, que había aprendido en Nápoles. La encontré otras veces, pero ya no le dije nada. Finalmente una tarde perdí la paciencia, salté de la bicicleta y le atajé el paso.

-¿Se podría saber por qué me miras así? -le pregunté echándome a un lado la visera de la gorra. La muchacha abrió dos ojos claros como el agua, dos ojos como jamás había visto.
-Yo no te miro -contestó tímidamente.

Subí a mi bicicleta.

-¡Cuídate, larguirucha! -le grité. Yo no bromeo.

Una semana después la vi de lejos, que iba caminando acompañada por un mozo, y me dio una tremenda rabia. Me alcé en pie sobre los pedales y empecé a correr como un condenado. A dos metros del muchacho viré y al pasarle cerca le di un empujón y lo dejé en el suelo aplastado como una cáscara de higo.

Oí que de atrás me gritaba hijo de mala mujer y entonces desmonté y apoyé la bicicleta en un poste telegráfico cerca de un montón de grava. Vi que corría a mi encuentro como un condenado: era un mozo de unos veinte años, y de un puñetazo me habría descalabrado. Pero yo trabajaba de peón de albañil y no tenía miedo a nadie. Y luego, cuando me dio la gana, salté en mi bicicleta y me marché.

 

7. Iglesia de la Madonna della Ghiara. Reggio Emilia. Autor, Pilar Torres

Iglesia de la Madonna della Ghiara. Reggio Emilia. Autor, Pilar Torres

8. Aspecto de los Apeninos Reggianos. Autor, Paolo da Reggio

Aspecto de los Apeninos regianos. Autor, Paolo da Reggio

9. Salida del sol en la llanura del Po. Occhiobello. Autor, Daniele

Salida del sol en la llanura del Po. Occhiobello. Autor, Daniele

10. Interior de la Catedral de Piacenza. Autor, Kristobalite

Interior de la Catedral de Piacenza. Autor, Kristobalite

Dos tardes anduve dando rodeos, hasta que la tercera volví por el camino de la Fábrica y apenas vi a la muchacha, la alcancé y desmonté a la americana, saltando del asiento hacia atrás.

Los muchachos de hoy hacen reír cuando van en bicicleta: guardabarros, campanillas, frenos, faroles eléctricos, cambios de velocidad, ¿y después? Yo tenía una Frera cubierta de herrumbre; pero para bajar los dieciséis peldaños de la plaza jamás desmontaba: tomaba el manillar a lo Gerbi y volaba hacia abajo como un rayo.

Desmonté y me encontré frente a la muchacha. Yo llevaba la cesta colgada del manillar y saqué una piquetilla.

-Si te vuelvo a encontrar con otro, me vas a oír -dije.

La muchacha me miró con aquellos sus ojos malditos, claros como el agua.

-¿Por qué hablas así? – me preguntó en voz baja.

Yo no lo sabía, pero ¿qué importa?

-Porque sí –contesté-. Tú debes ir de paseo sola o si no, conmigo.
-Yo tengo diecinueve años y tú catorce cuando más –dijo–. Si al menos tuvieras dieciocho, ya sería otra cosa. Ahora soy una mujer y tú eres un muchacho.
-Pues espera a que yo tenga dieciocho años –grité-. Y cuidado con verte en compañía de alguno, porque entonces estás frita.

Yo era entonces peón de albañil y no tenía miedo de nada: cuando sentía hablar de mujeres, me largaba. Me importaban un pito las mujeres, pero ésa no debía hacerse la estúpida con los demás.

 

11. Vista de los Apeninos regianos. Autor, Alan Leoni

Vista de los Apeninos regianos. Autor, Alan Leoni

12. Detalle de Parma. Autor, Ho visto nina volare

Detalle de Parma. Autor, Ho visto nina volare

13. Monte Evangelo. Castellarano. Turismo Emilia Romagna

Monte Evangelo. Castellarano. Turismo Emilia Romagna

14. Plaza de San Próspero. Reggio Emilia. Autor, Sergiobarbieri

Plaza de San Próspero. Reggio Emilia. Autor, Sergiobarbieri

15. Paisaje invernal en los Apeninos regianos. Autor, Paolo di Reggio

Paisaje invernal en los Apeninos regianos. Autor, Paolo di Reggio

Vi a la muchacha durante casi cuatro años todas las tardes, menos los domingos. Estaba siempre allí, apoyada en el tercer poste del telégrafo, en el camino de la Fábrica. Si llovía tenía su buen paraguas abierto. No me paré ni una sola vez.

-Adiós -le decía al pasar.
-Adiós -me contestaba.

El día que cumplí los dieciocho años desmonté de la bicicleta.

-Tengo dieciocho años -le dije -Ahora puedes salir de paseo conmigo.

Ella tenía entonces veintitrés y se había hecho una mujer completa. Pero tenía siempre los mismos ojos claros como el agua y hablaba siempre en voz baja, como antes.

-Tú tienes dieciocho años -me contestó-, pero yo tengo veintitrés. Los muchachos me apedrearían si me viesen ir en compañía de uno tan joven.

Dejé caer la bicicleta al suelo, recogí un guijarro chato y le dije:

-¿Ves aquel aislador, el primero del tercer poste?

Con la cabeza me hizo señas de que sí. Le apunté al centro y quedó solamente el gancho de hierro, desnudo como un gusano.

-Los muchachos –exclamé- antes de tomarnos a pedradas deberán saber trabajar así.
-Decía por decir -explicó la muchacha-. No está bien que una mujer vaya de paseo con un menor. ¡Si al menos hubieses hecho el servicio militar!…

Ladeé a la izquierda la visera de la gorra.

-Querida mía, ¿por casualidad me has tomado por un tonto? Cuando haya hecho el servicio militar, yo tendré veintiún años y tú tendrás veintiséis, y entonces empezarás de nuevo la historia.
-No -contestó la muchacha- entre dieciocho años y veintitrés es una cosa y entre veintiuno y veintiséis es otra. Cuanto más se vive, menos cuentan las diferencias de edades. Que un hombre tenga veintiuno o veintiséis es lo mismo.

Me parecía un razonamiento justo, pero yo no era tipo que se dejase llevar de la nariz.

-En ese caso volveremos a hablar cuando haya hecho el servicio militar – dije saltando en la bicicleta-. Pero mira que si cuando vuelvo no te encuentro, voy a ir a buscarte aunque sea bajo la cama de tu padre.

 

16. Piazza dei Cavalli. Piacenza. Autor, Terry Clinton

Piazza dei Cavalli. Piacenza. Autor, Terry Clinton

17. Bellísima Cremona. Autor, Hellebardius

Bellísima Cremona. Autor, Hellebardius

18. Riberas del Po. Occhiobello. Autor, Daniele

Riberas del Po. Occhiobello. Autor, Daniele

19. Castillo de Vigoleno. Piacenza. Autor, Giovanni_novara

Castillo de Vigoleno. Piacenza. Autor, Giovanni_novara

Todas las tardes la veía parada junto al tercer poste de la luz; pero yo nunca descendí. Le daba las buenas tardes y ella me contestaba buenas tardes. Cuando me llamaron a las filas, le grité:

-Mañana parto para alistarme.
-Hasta la vista – contestó la muchacha.

Ahora no es el caso de recordar toda mi vida militar. Soporté dieciocho meses de fajina y en el regimiento no cambié. Habré hecho tres meses de ejercicios; puede decirse que todas las tardes me mandaban arrestado o estaba preso.

Apenas pasaron los dieciocho meses me devolvieron a casa. Llegué al atardecer y sin vestirme de civil, salté en la bicicleta y me dirigí al camino de la Fábrica. Y si ésa me salía de nuevo con historias, ya podía salir corriendo.

Lentamente empezaba a caer la noche y yo corría como un rayo pensando dónde diablos la encontraría. Pero no tuve que buscarla: la muchacha estaba allí, esperándome puntualmente bajo el tercer poste del telégrafo. Era tal cual la había dejado y los ojos eran los mismos, idénticos.

 

20. Monte Cimone y mar de niebla. Apeninos modenenses. Autor, Roby Ferrari

Monte Cimone y mar de niebla. Apeninos modenenses. Autor, Roby Ferrari

21. Interior de la catedral de Parma. Autor, Fprado

Interior de la catedral de Parma. Autor, Fprado

22. Pescando en Brescello. Autor, Turismo Emilia Romagna

Pescando en Brescello. Autor, Turismo Emilia Romagna

23. Panorámica general de Reggia Emilia. Autor, Paolo Picciati

Panorámica general de Reggia Emilia. Autor, Paolo Picciati

Desmonté delante de ella.

-Concluí -le dije, enseñándole la papeleta de licenciamiento. La Italia sentada quiere decir licencia sin término. Cuando Italia está de pie significa licencia provisional.
-Es muy linda – contestó la muchacha.

Yo había corrido como un alma que lleva el diablo y tenía la garganta seca.

-¿Podría tomar un par de aquellas ciruelas amarillas de la otra vez? -pregunté.

La muchacha suspiró.

-Lo siento, pero el árbol se quemó.
-¿Se quemó? -dije con asombro. ¿De cuándo acá los ciruelos se queman?
-Hace seis meses -contestó la muchacha-. Una noche prendió el fuego en el pajar y la casa se incendió y todas las plantas del huerto ardieron como fósforos. Todo se ha quemado. Al cabo de dos horas sólo quedaban las puertas. ¿Las ves?

Miré al fondo y vi un trozo de muro negro, con una ventana que se abría sobre el cielo rojo.

-¿Y tú? -le pregunté.
-También yo -dijo con un suspiro-. También yo como todo lo demás. Un montoncito de cenizas y sanseacabó.

 

24. Catedral de Modena. Autor, Giopie

Catedral de Modena. Autor, Giopie

25. El Po en Brescello, el pueblo de Don Camilo. Autor, Turismo Emilia Romagna

El Po en Brescello, el pueblo de Don Camilo. Autor, Turismo Emilia Romagna

26. El río Po, cerca de su desembocadura. Autor, Enrico Pascucci

El río Po, cerca de su desembocadura. Autor, Enrico Pascucci

27. Detalle de Módena. Autor, Axel V

Detalle de Módena. Autor, Axel V

Miré a la muchacha que estaba apoyada en el poste del telégrafo; la miré fijamente, y a través de su cara y de su cuerpo, vi las vetas de la madera del poste y las hierbas de la zanja. Le puse un dedo sobre la frente y toqué el palo del telégrafo.

-¿Te hice daño? -pregunté.
-Ninguno.

Quedamos un rato en silencio, mientras el cielo se tornaba de un rojo cada vez más oscuro.

-¿Y entonces? -dije finalmente.
-Te he esperado -suspiró la muchacha- para hacerte ver que la culpa no es mía. ¿Puedo irme ahora?

Yo tenía entonces veintiún años y era un tipo como para llamar la atención. Las muchachas cuando me veían pasar sacaban afuera el pecho como si se encontrasen en la revista del general y me miraban hasta perderme de vista a la distancia.

-Entonces – repitió la muchacha–, ¿puedo irme?
-No -le contesté-. Tú debes esperarme hasta que yo haya terminado este otro servicio. De mí no te ríes, querida mía.
-Está bien -dijo la muchacha. Y me pareció que sonreía.

Pero estas estupideces no son de mi gusto y enseguida me alejé. Han pasado doce años y todas las tardes nos vemos. Yo paso sin desmontar siquiera de la bicicleta.

-Adiós.
-Adiós.

¿Comprenden ustedes? Si se trata de cantar un poco en la hostería, de hacer un poco de jarana, siempre dispuesto. Pero nada más. Yo tengo mi novia que me espera todas las tardes junto al tercer poste del telégrafo en el camino de la Fábrica”.

 

28. Agua y cielo. El Po en Cremona. Autor, Corrado Ignoti

Agua y cielo. El Po en Cremona. Autor, Corrado Ignoti

29. Bicicleta en la llanura. Autor, Zlataleta

Bicicleta en la llanura. Autor, Zlataleta

Texto extraído del libro “Mondo Piccolo: Don Camilo”.
Giovanni Guareschi. Punto de Lectura, 2004

Publicado el 20 comentarios

Galicia y su fiesta de Samaín. La noche celta de los difuntos

Samain noche de difuntos en Galicia

Como todos los años, la llegada del mes de noviembre marca el comienzo de una festividad muy especial, con multitud de manifestaciones populares en todos los rincones del país. Se trata del día de difuntos, la celebración cristiana consagrada a los fieles que ya no están con nosotros

El día de los difuntos, o de los muertos, sigue en el Santoral católico a la festividad de todos los Santos, y existe constancia escrita de que sus orígenes se remontan hasta mil años atrás, en los inicios del siglo XI d.C. Efectivamente, por aquella época la Orden Cluniacense se encontraba en plena expansión, y uno de los abades más influyentes de la casa principal, Odilon, decidió instaurar una jornada dedicada exclusivamente a orar por la salvación eterna de los difuntos: el día 2 de noviembre.

En sus comienzos se dirigía solo a los monjes fallecidos de Cluny, pero luego la Santa Madre Iglesia generalizó el rito, y lo hizo extensible a todos los fieles difuntos de la comunidad cristiana universal.

2. Acantilados en San Andrés de Teixido, cerca de Cedeira. Autor, User alma

Acantilados en San Andrés de Teixido, cerca de Cedeira

3. Cruceiro junto a Cedeira. Autor, Yann

Cruceiro junto a Cedeira

Sin embargo, pocos imaginan que la jornada de los fieles difuntos tiene en realidad unas raíces mucho más oscuras: en Galicia y en otras regiones de España, las fuentes se remontan incluso a épocas anteriores al propio nacimiento de Cristo. Cedeira, municipio de A Coruña situado en la desembocadura del río Condomiñas, en las Rías Altas, celebra todos los años por estas fechas una original fiesta de origen celta denominada Samaín.

Muchos estudiosos coinciden en señalar al Samaín como el origen de la mayoría de las tradiciones asociadas a los muertos, desde la propia festividad cristiana hasta otras manifestaciones hoy generalizadas por los cinco continentes, incluido el famoso Halloween de los disfraces y las calabazas con forma de calavera.

4. La noche de las calabazas. Autor, Freecat

La noche de las calabazas

La profunda religiosidad de las gentes de Cedeira y otros muchos pueblos gallegos ha dado siempre una gran importancia a la comunión con sus muertos. Hasta no hace mucho se pensaba que los difuntos visitaban por estas fechas las iglesias y ermitas donde se celebraban misas por su alma, mientras que en las casas era costumbre preparar alimentos a los parientes vivos, pero pensados como una manera de honrar a los muertos.

Las ánimas volvían así por un día a sus viejas moradas, para calentarse junto a la chimenea y comer en compañía de sus familiares vivos, alejando así la tristeza definitiva del camposanto. Herencia de un pasado ancestral, también resultaba frecuente prender una hoguera común con ramas de serbal o de tejo, consideradas antaño sagradas, para después utilizar este fuego en el encendido de todas las lareiras de la comunidad.

Durante el día de difuntos estaba absolutamente desaconsejado alejarse de la aldea, pues la relación de los vecinos debía hacerse únicamente entre ellos y sus antepasados.

5. Caballos cerca de Teixido. Autor, Guillenperez

Caballos cerca de Teixido

Y es que en Galicia la muerte se vive de una forma muy especial. Un cementerio gallego al uso estará siempre cerca del pueblo, puesto que resulta habitual que los vecinos se acerquen hasta allí para pasear y disfrutar de la tarde recordando a los ausentes. Se puede faltar a una comunión, a un bautizo o a una boda, pero en Cedeira y en general en toda Galicia, resulta muy grave no asistir al día de difuntos o a la misa de “cabo de año”.

La vida transcurría durante esta jornada en una calma sostenida, aunque no triste. Una jornada dedicada generalmente a las visitas y en la que las cuatro comidas diarias, o el tradicional consumo de castañas asadas, se hacía siempre en compañía de vecinos, familiares y amigos. La vuelta a casa para honrar a los muertos era hecho consumado, hasta el punto de publicarse esquelas en el que los datos del finado se acompañaban con un horario de autobuses: aquel que contrataba la familia para recoger a los allegados en las aldeas más distantes.

Es precisamente esta profunda sensibilidad hacia el mundo de los muertos la mejor muestra de la originalidad celta en Galicia, y por supuesto el legado más extendido del Samaín, una fiesta druídica que se remonta a los tiempos oscuros anteriores al cristianismo y a la cultura impuesta por los pueblos civilizados.

6. Misterio en el bosque gallego. Autor, Fondebre

Misterio en el bosque gallego

Olvidada casi por completo, la fiesta de Samaín comienza hoy a recuperarse y a celebrarse en un número creciente de parroquias. Los ancianos de localidades como Noia, Catoira, Cedeira, Muxía, Sanxenxo, Quiroga o Ourense todavía recuerdan una tradición coincidente con los días de Difuntos y Todos los Santos, y que consistía en la elaboración de feroces calaveras confeccionadas con una cubierta de calabaza: son los famosos melones, o calabazas anaranjadas de Cedeira; los calacús en las Rías Baixas, o los bonecas con remolacha en Xermade (Lugo).

En Cedeira la técnica era siempre la misma, y consistía en vaciar con gran paciencia las calabazas colocándoles después dientes de palitos y una vela encendida en el interior, con el fin de espantar a los malos espíritus en las noches de transición entre el verano y el oscuro invierno.

7. Hoguera. Autor, Gatogrunje

Hoguera para guiar a los difuntos

Era tradición antiquísima que los niños elaboraran sus calaveras de «melón» con aspecto terrorífico, colocándolas después en las esquinas o las ventanas para asustar a todo el vecindario, y en especial a chicuelos de barriadas vecinas o a las mujeres que volvían del rosario. Cualquier mal que anduviese merodeando por la aldea quedaba así conjurado y lejos del hogar. Claro que esta hortaliza solo pudo utilizarse a partir del siglo XVI, cuando fue transplantada a Europa con los primeros galeones procedentes de América. En la festividad más antigua del Samaín, las aldeas célticas utilizaban los cráneos de los enemigos vencidos en batalla para iluminarlos y colocarlos en los muros de los castros.

De este rito salvaje procede la tradición posterior de los cruceiros, las cruces de piedra  levantadas en las encrucijadas de numerosos bosques y despoblados gallegos. Los cruceiros se rodeaban de amontonamientos de piedras llamados milladouros, con una finalidad similar a la de las calaveras, y aún hoy existe entre viajeros y caminantes la costumbre de depositar allí una piedra y solicitar un deseo a los espíritus que rondan el lugar.

8. Cabo Ortegal. Autor, Adbar

Cabo Ortegal

El Samaín (en su origen gaélico, Samhain, que significa noviembre o “fin del verano”) se celebraba hace miles de años en todo el territorio celta hacia la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre, con motivo de la conclusión de la temporada de cosechas y la llegada del invierno.

Los druidas, sacerdotes paganos de los celtas, consideraban esta fecha como un momento perfecto para reverenciar a los ancestros que visitaban sus antiguas aldeas, y para ello se santificaban mediante ritos conducentes a lograr su intercesión. Fue en el siglo XIX cuando la tradición del Samhain se exportó a Estados Unidos a partir de países como Escocia e Irlanda, cuya población emigró en masa a Norteamérica a causa de las hambrunas que asolaron Europa a mediados de siglo.

Este es el origen del Halloween actual (término derivado de All Hallows’ Eve, ‘Víspera de Todos los Santos’), una fiesta reimportada después a nuestro continente en un intento de alienar nuestras tradiciones más arraigadas: precisamente aquellas que dieron origen y significado al rito actual de reverenciar a los muertos.

9. Playa de Lumebo, en el Ferrol. Rías Altas. Autor, Macintosh

Playa de Lumebo, en el Ferrol. Rías Altas

Durante la noche del 31 de octubre los druidas se desplazaban hasta los bosques más alejados y recogían bayas de muérdago, una planta parásita que crece en las ramas de los árboles. Para ello utilizaban cierta hoz especial, fabricada de un material sagrado y considerado símbolo de pureza en la tradición celta: el oro. Tras la recolección depositaban las bayas en un pequeño caldero, donde más tarde se efectuaría la cocción de pócimas curativas y mágicas destinadas, entre otras cosas, a las prácticas de adivinación.

Los vecinos acudían a los druidas para obtener pronósticos sobre aspectos tales como casamientos, la incidencia del tiempo o la suerte que había de depararles el futuro.

Se tiene constancia de un rito adivinatorio que ha sobrevivido hasta fechas recientes y que consistía, curiosamente, en “pescar” y pelar manzanas: para ello se sumergía una cantidad variable de estas frutas en un recipiente amplio, a fin de que cualquiera que quisiese probar suerte se acercara a atrapar alguna de ellas.

Aquella persona que lo lograse en primer lugar sería la primera de la aldea en casarse. Finalmente se procedía a pelar las manzanas en la creencia firme de que cuanto más larga fuera la mondadura, mayor sería la vida de quien la peló.

Samaín castañas asadas
Asando castañas

En la noche de difuntos, las hadas y los trasgos eran libres de deambular por los caminos y las inmediaciones de la aldea. Su magia ocasionaba un sinnúmero de daños debido a las peculiaridades de esta jornada, la cual no pertenece ni a un año ni al siguiente, y por tanto resulta ideal para sembrar el caos. Se atrancaban las puertas de las casas para evitar que nadie entrase pidiendo limosna, en especial si lo que pedían era comida, leche o sopa.

Algunos valientes se arriesgaban a abrir: de tratarse de un hada el hogar obtendría suerte y fortuna para el siguiente año; pero si el visitante era un trasgo las maldiciones se abatirían sobre la familia, y todo serían calamidades y desastres sin fin.

Al caer el día los druidas encendían hogueras en lugares específicos, para lo cual utilizaban ramas sagradas recolectadas en lo más profundo del bosque. Su función no era solo ahuyentar a los malos espíritus sino también guiar a los muertos en la oscuridad, a fin de facilitarles el camino a la aldea y participar en las honras preparadas por sus familiares.

Los vecinos solían disfrazarse con pieles y cabezas de animales para asustar o despistar a los espectros, en la creencia de que pasarían de largo al confundirlos con otras bestias. Y asimismo era tradición efectuar numerosos sacrificios de reses. Un acto, por otro lado, no necesariamente asociado a celebraciones de tipo místico, ya que entonces al igual que ahora la comunidad debía aprovisionarse de carne y de pieles para hacer frente a los duros meses de invierno.

11. Atardecer en el puerto de Cariño. Autor, Guillenperez

Atardecer en el puerto de Cariño

12. Hacia el día de difuntos. Autor. Roi Alonso

Hacia el día de difuntos

Más adelante, los ritos celtas encaminados al mundo de los muertos derivaron en Galicia hacia la tradición de la Santa Compaña. Según la leyenda, la comitiva de difuntos avanza durante esta noche en completo silencio y portando largos cirios encendidos, siendo necesario protegerse contra la maldición que supone toparse con ella: unos hacen como que “no la ven”, mientras otros recomiendan subirse a un cruceiro y esperar a que pase de largo.

Pero sin duda, nada hay más eficaz que evitar alejarse del hogar durante esas horas consagradas a los muertos. Un consejo ciertamente valioso, puesto que el que encabeza la comitiva es en realidad una persona viva, que ha sido condenada a portar una cruz delante de la procesión espectral, y que solo quedará libre cuando pueda traspasar su condena a otro… Dicho esto y sin ánimo de estropear la fiesta a nadie… ¡A disfrutar de la noche más tenebrosa del año!

13. Puesta de sol en Ortegal. Autor, Guillenperez

Puesta de sol en Ortegal

Un artículo de sabersabor.es©