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De ruta por Las Virtudes. Un Parque Temático del siglo XVIII

Si vas a Andalucía y eres de los que disfrutas encontrando lugares sorprendentes. Bien cuando salgas de Madrid, o a tu regreso, si no lo sabes existe un territorio legendario, muy antiguo y muy conocido por Cervantes, llamado Campo de Montiel. Contiene infinidad de bienes patrimoniales y naturales además del paisaje quijotesco más bello y genuino del Mundo.

Saliendo de Torrenueva, por un carreterín muy poco transitado, atravesando el bellísimo paisaje agrario, ondulado de montes tapizados de manchas de encinar, se advierte el fin de Castilla emparentando con Andalucía.
El horizonte aquí se hace más agreste, la temperatura más confortable y el otoño en esos periodos húmedos y cálidos, regala unos días de doble primavera al sur del Campo del Montiel. Se puede llegar también desde Castellar de Santiago, pero el camino más bonito es desde Torrenueva.

Paisaje del Campo de Montiel. Autor, Fran J de Lamo S

Paisaje del Campo de Montiel

Plaza de toros de Las Virtudes

Las Virtudes, justo en las lindes del Campo de Montiel, en tierras de Santa Cruz de Mudela, es otro de esos espacios impresionantes y casi irreales. Detenido en el tiempo. Conservado como un milagro de los avatares históricos. Escondido de los viajeros decimonónicos y apartado de las rutas cinematográficas que llevaron a Hemingway hasta Ronda.

Esta de Las Virtudes posee toda la gracia goyesca del XVIII español. El encanto romántico y bandolero que la camufla a los pies de Sierra Morena y la convierte en algo realmente mágico. Tan auténticamente real, que parece mentira.

Si llegas un día de diario, cuando apenas nadie se ve por el pequeño poblado que la circunda, te atraerá primeramente la fronda caducifolia que más bien parece un pedacito de un Real Sitio borbónico. La Alameda de La Virgen, frescamente regada por la fuente y la alberca, diseñada exactamente igual que los parterres del Retiro de Madrid, sirve de delicioso paseo hasta llegar al monumento.
El atractivo juego de contrafuertes le dan aspecto fortificado. La elegante puerta clasicista, otra vez goyesca, ilustrada. Arquitectura académica, pulcramente trazada en mármol gris.

Tras la puerta, labrada arco de triunfo. Sientes al cruzarla como si comenzase el espectáculo y sonasen las fanfarrias de la Twenty Century Fox. Verdaderamente triunfan los sentidos. Sobre todo la vista. Porque es increíble encontrarse algo tan exquisitamente hermoso en las agrestes estepas castellanas, tan maltratadas por la historia y tan expoliadas de sus riquezas patrimoniales.

Plaza de toros de Las Virtudes. Autor, Javier Gorostiza

Plaza de toros de Las Virtudes

Aquí encontramos la cuadratura del círculo. La plaza de toros cuadrangular exponiendo los parámetros elementales de la arquitectura popular hispánica. Foro heredado de la cultura grecolatina que aglutina los toros cretenses con las ágoras griegas. La plaza popular castellana con iglesia, concejo y galerías del pueblo. Todo un compendio de ingeniería histórica que resume con maestría improvisada el germen de cualquier pueblo español.

Washington Irving fue cautivado por el embrujo hispano-musulmán que lo llevó a descubrir La Alhambra desde Sevilla hasta Granada, encontrado por el camino infinidad de maravillas que a sus ojos resultaban exóticas y tan sorprendentes como el descubrimiento de todo explorador.
Esta es la sensación que provoca por primera vez a todos aquellos que jamás han visto ni oído hablar de Las Virtudes. Uno de los conjuntos arquitectónicos más valiosos de la cultura mediterránea.
Lugar que merece todo el cuidado para ser preservado en su integridad. Hago desde aquí el responsable llamamiento para que se ordene su entorno y todo cuanto se edifique en el mismo armonice y entone con esta joya patrimonial única e irrepetible.

No quiero decir todo lo que contiene para que seáis vosotros mismos los que os sorprendáis. No en vano el título de este artículo hace referencia a la magia escenográfica de los actuales parques temáticos, capaces de recrear con exactitud cualquier etapa histórica. Aquí disfrutaréis del privilegio de lo auténtico, con ese halo irreproducible que sólo concede el peso y el paso de la historia.

Capitel. Autor, Eduardo Mascagni

Capitel

Castilla, Andalucía, mudéjar, barroco, popular, cortesana, golfa, piadosa, bandolera, religiosa, pagana… Romana, árabe, cristiana… Poco me parece para lo mucho que contiene un espacio tan pequeño y a la vez tan inmenso por ser como la esencia de un perfume francés. De esos carísimos que parecen contener oro líquido.
Así brilla el sol en el albero de Las Virtudes, con más arte que las tauromaquias de Goya. Con más atractivo que los viajes de Washington Irving. Con tanta escenografía como las tardes toreras de Hemingway. Y sin embargo, sin ellos, sin la fama. Con la modestia de permanecer al margen de las grades rutas turísticas, posee el incalculable valor de las cosas sin precio. La autenticidad de lo irrepetible y la grandeza de lo creado para solaz de los sentidos.

Los que nunca hayáis tenido la fortuna de conocer este lugar y leáis esto, recordaréis lo que os digo, cuando por primera vez os encontréis en medio de ese coso que no parece una plaza de toros. Que más bien parece la plaza mayor de todos los pueblos de Castilla iluminada por el sol de Andalucía.
La pulcritud milimétrica que la mantiene en perfecto estado de presentación os resultará sorprendente y os dará sensación de irrealidad. Por desgracia tan acostumbrados en muchos casos al deterioro de nuestro patrimonio, ver algo tan exquisitamente cuidado, provoca cuando menos satisfacción y orgullo de ser miembro de este país. Y a la vez el deseo por encontrar todo cuanto nos rodea con un aspecto similar.

Ermita de Nuestra Señora de Las Virtudes

En el interior de la ermita

En el interior de la ermita

Y por si fuera poco. La ermita es el cofre del tesoro. Desde el suelo de barro hasta el artesonado mudéjar, pasando por el aspecto visigodo de la pila bautismal hasta la barroca capilla mayor, todo es una sucesión de arte popular convertido en lección académica.


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Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©

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El espíritu de Sancho

Quixote

“Una venta.
Un villano gordo y sucio
de miserias galeote.
Soñoliena
la andadura de su rucio
No aparece en la llanada Don Quijote…
Terruñero
de la faz noblota y ancha,
descendiente del labriego castellano.
Escudero,
ya no tienes caballero;
ya no templas con prudencia de villano
las locuras del hidalgo de la Mancha.” (Enrique de Mesa)

A lo lejos, un molino mueve sus enormes aspas, triste, reposado. La venta, con sus paredes blancas, es una atalaya en medio de las ásperas tierras de La Mancha. La llanura, con su rojo capuz, aparece solitaria. Un camino surge a nuestros pies, que, cual larga culebra, desaparece serpenteando en el horizonte. Sancho, melancónlico, triste, está aquí, junto a su rucio. Mira hacia allá, hacia el camino, cuyo fin alcanza a divisar su vista de águila. “¡No aparece en la llanura Don Quijote!”. De allí marchó el hidalgo manchego; pero Sancho le espera en vano. ¡Cuatro siglos de espera!
El idealismo, los sueños, todo voló con él; aquí aún les espera el escudero. No vuelven, no; no vuelven… Pero, Sancho, el fiel servidor, ¿es sólo el vulgar, el refranesco escudero del loco hidalgo de La Mancha?

Bodas de Camacho. Casamiento de Basilio y Quiteria. Manuel García, Hispaleto. Óleo sobre lienzo (1836-1898)

Bodas de Camacho. Casamiento de Basilio y Quiteria. Manuel García, Hispaleto. Óleo sobre lienzo (1836-1898)

No. Tras Sancho hallamos algo más profundo que está grabado en el fondo de su alma. Cadalso decía en sus “Cartas Marruecas”, después de comentar la trama de la gran obra de Cervantes: “Lo que hay debajo de esta apariencia es… un conjunto de materias profundas e importantes”.
En Sancho se ha querido ver la figura del materialismo, y éste ha sido el fondo en que modernamente se ha enmarcado al genial servidor de Don Quijote. Sus refranes han sido, sin duda, la básica piedra de la tesis señalada. Sin embargo, Sancho no es propiamente el prototipo del materialismo, como lo fuese Celestina; Sancho encierra exteriormente su espíritu y su razón con la vulgar filosofía de sus refranes. Hay pues, cierto materialismo en su figura, pero sólo superficial que remata y caracteriza externamente su propio ser, pero que no lo oscurece, porque no le es natural ni único.
Tras sus refranes, que exteriormente representan al realismo y la materialidad, se halla una espiritualidad más grande si cabe que la propia existencia de Don Quijote. Esa misma espiritualidad es el alma del refrán; ella misma es la nota más real de la figura de Sancho.
Sancho todo lo da por el ideal, aunque no se haya visto aún esto con la claridad debida; sólo por la ideal promesa de un loco, se ve envuelto en las aventuras de éste. Cuando Sancho habla, no lo hace por obtener esos fines materiales que ambicionase Celestina; habla para convencer de su locura a un loco; habla por conseguir un fin más noble, un fin espiritual, sin alucinación, sin desvarío… hasta el último momento; hasta el triste momento de la muerte de Alonso Quijano, cuando en las puertas de ésta, dice: “Es mi voluntad que de ciertos dineros que Sancho Panza, a quien en mi locura hice mi escudero, tiene, quiero que no se le haga cargo de ellos, ni se le pida cuenta alguna. Y si como estando yo loco fué parte para darle el gobierno de la Insula, pudiera agora estando cuerdo darle el de un reino, se lo diera, porque la sencillez de su condición y fidelidad de su trato lo merece…”.

Don Quijote y los molinos de viento. Grabado de Gustave Doré. 1863

Don Quijote y los molinos de viento. Grabado de Gustave Doré. 1863

Entonces es cuando flota en el ambiente el espiritualismo de Sancho, en su respuesta: “Ay –respondió-, no se me muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que pueda hacer un hombre en esta vida es dejarse morir…; si es que se muere de pesar de verse vencido, écheme a mí la culpa, diciendo que por haber yo cinchado mal a Rocinante, le derribaron”.
Hasta tal extremo llega Sancho; hasta cargar sobre sí la melancolía de su señor. Bondad y sublimidad.

“Por Dios, señor nuestro amo —replicó Sancho—, que vuesa merced se queja de bien pocas cosas. ¿A qué diablos se pudre de que yo me sirva de mi hacienda, que ninguna otra tengo, ni otro caudal alguno, sino refranes y más refranes? Y ahora se me ofrecen cuatro que venían aquí pintiparados, o como peras en tabaque; pero no los diré, porque al buen callar llaman Sancho”.

Don Quijote y Sancho Panza. Gustave Doré. 1863

Don Quijote y Sancho Panza. Gustave Doré. 1863

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Bibliografía:
– Don Quijote de La Mancha. Centro Virtual Cervantes. Instituto Cervantes.
– Refranes de Sancho Panza: aventuras y desventuras, malicias y agudezas del escudero de Don Quijote. Reproducción digital de la edición de Madrid, [Antonio marzo] de 1904. Biblioteca Nacional (España)

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Hacia un Turismo Sostenible

Determinados lugares de España están catalogados dentro de las zonas del mundo con mayor presión turística, sobre todo en los últimos años en los que circunstancias económicas y sociales han favorecido un incremento antes nunca visto.
Si bien este hecho supone un notable beneficio mercantil para algunas economías locales, hay que considerar sus consecuencias sobre el patrimonio natural y cultural de las zonas receptoras de visitantes.
Los principales impactos sobre el medio pueden resumirse en:
• Cambios en los usos del suelo para crear las infraestructuras necesarias de alojamiento, transporte, gestión de residuos, etc. Esto genera la destrucción directa de ecosistemas, la fragmentación de otros, contaminación y la pérdida general de biodiversidad a menudo de forma irreversible.
• Mayor demanda de recursos, a menudo ya limitados, como el agua y el suelo, provocando graves situaciones de sobreexplotación, agravadas por la gran concentración de turistas en el tiempo y en el espacio.

Nuestras aguas

Nuestras aguas

Sin una buena gestión y planificación, este turismo puede provocar impactos adversos, no sólo sobre el medio, sino también sobre las poblaciones que lo acogen y sus valores culturales, hecho que a medio-largo plazo retraerá el número de turistas por la falta de atractivo del destino y la creciente demanda de calidad medioambiental.
Por esta razón, desde la Conferencia Mundial de Turismo Sostenible, celebrada en Lanzarote en 1995, gobiernos, organizaciones internacionales y agentes turísticos reconocen la necesidad de implementar una gestión exigente que minimice los impactos negativos sin mermar los beneficios.
De ella nace la Carta del turismo sostenible, conocida como Carta de Lanzarote, redactada por los asistentes a la Conferencia, que se considera el primer documento de referencia sobre esta actividad.
Reconoce el turismo como necesario y enriquecedor para el desarrollo de los pueblos, pero también como una actividad ambivalente, dado que puede aportar grandes ventajas en el ámbito socioeconómico y cultural, y al mismo tiempo contribuye a la degradación medioambiental y a la pérdida de la identidad local, por lo que debe ser abordado desde una perspectiva global.
Siendo el turismo un potente instrumento de desarrollo, puede y debe participar activamente en la estrategia del desarrollo sostenible y debe gestionarse de forma que se garantice la perdurabilidad de los recursos de los que depende.

Nuestros pueblos

Nuestros pueblos

Aplicando pues al sector turístico el principio de Desarrollo Sostenible, podríamos definir el turismo sostenible como aquel que satisface las expectativas económicas y las exigencias ambientales, respetuoso con el medio natural, cultural y social, y con los valores de las poblaciones receptoras, que potencia el intercambio de experiencias entre residentes y visitantes, y repercute los beneficios de forma justa y equitativa.
En este contexto los espacios rurales y naturales se conforman como los nuevos escenarios del turismo sostenible, acuñándose diferentes términos para designarlos: turismo rural, ecoturismo, turismo verde, turismo de naturaleza, turismo ornitológico, turismo solidario, turismo responsable,…..y así un buen número de denominaciones que encierran contenidos similares aunque con diferentes matices y modalidades, desde la puramente placentera, hasta la interpretación y didáctica del paisaje, pasando por las actividades deportivas y de aventura en el medio natural.
«Ecoturismo, turismo sostenible, turismo ambientalmente responsable, son términos definidos por una misma esencia: son modalidades de turismo no extractivas, en las que el poblador local pasa de ser un elemento decorativo a ser actor de su propio destino; en las que la naturaleza pasa de ser una mina de recursos finitos a ser una compañera de viaje de la industria turística; y esta cuida el medio ambiente por compromiso ético, por inteligencia económica y por razones de mercado”. De Juan (1994).

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Nuestros campos. Autor, M. Moraleda

La potenciación y gestión de un turismo rural y natural, sea cual sea su modalidad, es un importante reto y debe hacerse de forma muy fina ya que se desarrolla en áreas de gran fragilidad. El actual auge, relacionado con una nueva perspectiva comercial y con el agotamiento del modelo de turismo de sol y playa, debería ser contenido y regulado para no caer en los errores y fatales consecuencias del modelo de costa.
Bien administrado globalmente, pone en valor el patrimonio social, cultural y natural de comarcas rurales afectadas gravemente por el despoblamiento, cuando no por el abandono, posibilitando importantes recursos económicos directos (alojamiento, restauración, comercio local, guías…) que fijan población al crear nuevos puestos de trabajo; diversificando y dinamizando el desarrollo rural, y fortaleciendo acciones e iniciativas de conservación.
En todo ello juegan un papel destacado las empresas turísticas y los propios turistas que deberán asumir un código ético para cumplir con los fines que lo definen, garantizando que los atractivos y valores ecológicos se perpetúen en el tiempo sin degradarse y que las modalidades sean acordes con la vocación y limitaciones del territorio.

Nuestros bosques

Nuestros bosques

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Un artículo de Antonio Bellón Márquez
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La magia de la dehesa manchega y sus carrascas centenarias

La magia de la dehesa manchega y sus carrascas centenarias

La visita que realizaremos en próximos días a Villahermosa y Montiel, en el Campo de Montiel, nos permitirá reencontrarnos con la esencia misma de la naturaleza en su aspecto más mágico. Y es que la existencia allí de encinas centenarias, nos trae a la memoria colectiva la época en que enormes bosques de encinas y robles cubrían gran parte de España. Hace miles de años los primitivos habitantes de estas tierras vieron en el roble un símbolo de plenitud y de fuerza, al tiempo que recogían las bellotas como alimento al ser fáciles de almacenar. De acuerdo con Plinio, la bellota era molida y horneada en forma de pan, mientras que el geógrafo e historiador griego Estrabón señalaba al pan de bellota como la dieta básica de los celtas de Iberia.

El roble de esta zona de La Mancha es el denominado carrasca (Quercus coccifera) o encina (Quercus ilex), y está emparentado con otras especies de monumental porte como el castaño, el haya o el alcornoque. Desde muy antiguo este árbol ha sido muy apreciado por los diversos pueblos, y así por ejemplo, la madera se destinaba a la producción de carbón vegetal o a la fabricación de vigas para la construcción (debido a su resistencia y fortaleza). Como ocurre con otras especies de robles, la carrasca y la encina son marcescentes, es decir, pierden las hojas al llegar el otoño. Pero curiosamente no lo hacen del todo, ya que muchas de ellas, incluso secas, permanecen adheridas a las ramas hasta el momento en que brotan las nuevas hojas. No está clara la causa de tal fenómeno, aunque se cree que con ello consigue proteger de las heladas los brotes tiernos que están formándose debajo de la antigua hoja.

Encina. Autor, Jesús

Encina de la dehesa manchega. Autor, Jesús

En la antigüedad el roble no sólo proporcionaba alimento o madera. Aquellos pueblos primitivos comenzaron a desarrollar la idea de que el roble era el árbol más venerable del bosque, el más resistente y el más útil. Para las construcciones funerarias de celtas y celtíberos se utilizaba solo madera de roble, y dichos pueblos consideraban además que éste árbol era el gran símbolo del crecimiento de las plantas. Por eso muchas tribus tenían su propio roble sagrado, que se alzaba como tótem o talismán en el centro de su territorio. En la cultura celta un ataque contra el clan enemigo podía suceder sólo con el propósito de destruir el árbol sagrado de éste y desmoralizar al rival. Y es que de ocurrir así la desgracia para estas gentes era cosa segura, ya que los robles, debido a su carácter sagrado, eran fuente de horribles maldiciones tras ser cortados: se decía incluso que la copa del roble que brota de las raíces de un tronco caído es malevolente, y que resulta peligroso transitar cerca de allí sin protección, sobre todo tras la puesta de sol.

La abundancia de encinas en este enclave nos evoca un sinfín de usos olvidados, pero que antaño tuvieron gran importancia para el primitivo habitante de estas tierras. Con las bellotas se elaboraban finas harinas que daban lugar a distintas variedades de pan. “Es cosa cierta -escribe Plinio– que aún hoy la bellota constituye una riqueza para muchos pueblos hasta en tiempos de paz. Habiendo escasez de cereales se secan bellotas, se mondan y se amasa una harina en forma de pan. Actualmente incluso en las hispanias, la bellota figura entre los postres. Tostada entre ceniza es más dulce”. Con este preámbulo no es difícil entender el porqué del calificativo de árbol de la vida dado a la encina. Podemos imaginar incluso a un guerrero íbero con su zurrón, y en éste unos puñados de bellotas y tiras de carne seca, alimentos con los que podía resistir una larga campaña sin necesidad de reponer nuevas viandas.

Molino de vaivén. Autor, José Manuel Benito

Molino de vaivén. Autor, José Manuel Benito

La molienda de la bellota se hacía en casa con unos molinos domésticos. Los más antiguos constaban de una piedra cóncava fija y otra redonda que se movía en vaivén. Sin duda debía ser éste un trabajo agotador, normalmente efectuado por una mujer, mientras los hombres hacían labores agrícolas, de caza o de pastoreo combinadas con la vigilancia y defensa de los poblados. Estos molinos de vaivén llegaron hasta el siglo V a.C., fecha en la que se extendió el molino giratorio formado por dos piedras circulares, una fija y otra móvil, con su manija de palo para accionarlo.
También fue de gran importancia el uso de la madera para fabricar utensilios de cocina, principalmente una especie de cubos donde se depositaban piedras candentes a fin de hervir los guisos: ésta es sin duda la primera cocina de la historia, anterior al descubrimiento de la cerámica y los metales.

Agalla de roble. Autora, Jacinta Lluch

Agalla de roble. Autora, Jacinta Lluch

El uso más extraño de los robles se refiere unas pequeñas esférulas que aparecen con profusión tanto en las ramas como tapizando el suelo, una vez caídas: las agallas. Efectivamente, en diversas especies de robles se forman estas excrecencias producidas generalmente por la picadura de avispas. La hembra del insecto tiene en el abdomen una especie de pequeñísimo taladro, y con él perfora los tejidos vegetales para depositar un huevo. El árbol reacciona creando la agalla, una especie de reacción alérgica que le viene como anillo al dedo a la pequeña larva. Ésta se desarrollará en su interior hasta la llegada de la primavera, cuando tras perforar un diminuto agujero saldrá al aire libre como avispa adulta.
Todas las agallas son ricas en tanino y ácido gálico, y por ello se empleaban con profusión para el curtido de las pieles, el teñido de tejidos e incluso para fabricar tintas de escritura y determinados productos farmacéuticos. Los árabes se servían de ellas en la elaboración de un licor llamado palamond: para ello las enterraban por algún tiempo a fin de eliminar su sabor amargo, y seguidamente las tostaban y trituraban, mezclando el polvo obtenido con azúcar y aromas diversos.

Y de pronto una liebre

Y de pronto una liebre corriendo por la dehesa

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Un artículo de Antonio Bellón Márquez
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Duendes, ninfas, damas y caballeros…

Damas y Caballeros. Lagunas de Ruidera. Autor, Michel Hernández

Se desborda la imaginación como las aguas del Guadiana. Sus fuentes, misteriosas y difusas como el famoso Lugar de La Mancha, inundan el paisaje con la fantasía cinematográfica de los cuentos de hadas.
Ni el mejor de los sueños infantiles podría vivir nada más auténtico que la extraordinaria presencia del unicornio abrevando las plateadas transparencias del manantial que alimenta el lago que protege la isla que acoge el castillo, que esconde a la princesa, que narró el trovador, que engendró el más antiguo romance de las medievales letras castellanas.

No son muchos los que se aventuran al atardecer de verano, cuanto todavía la luz del sol concede tiempo para pasear entre las frondas ribereñas de las aguas lagunadas, olvidando el coche, el móvil y la cámara.

Buscando nuestro reflejo. Autor, M.Peinado

Buscando nuestro reflejo. Autor, M.Peinado

Hace tiempo que no vemos la imaginación tan cotidianamente informados hasta casi la saturación. Aquí, en uno de esos lugares mágicos, donde un lago hacía brillar el doble los rubíes del sol del atardecer, reflejando los chorreos ferruginosos de los roquedos calizos que acogen y esconden la belleza del paisaje, como un tesoro en el cofre de la torre, es posible ver, ser y estar, cosas de otro mundo, siendo algo más que tu propio ser, estando en otro tiempo sin definir.

Te rodea el silencio, la quietud, la tranquilidad, pero no el miedo ni la soledad. Aunque el sol va apagando la tarde y la silueta rota del castillo se encrespa con la sombra del búho, y entre la hojarasca pululan los duendes, correteando como lirones caretos. Tú disfrutas de ese mundo fantástico, que como un sueño, se encuentra aquí, en la aventurera tierra del Quijote. En un espacio que vive atemporal contenido en uno de los paisajes literarios más desconocidos del mundo, y a la vez más discretamente universales.
Fontefrida y Rochafrida, anónima fantasía medieval que inmortalizó la roca y el agua, convirtiendo en poema el prosaico belicismo del Castillo de San Felices. Dulcificando en dama enamorada, las cristalinas aguas de la Fuenfría.

Ruinas del castillo berberisco de Rochafrida. Autor, Manuel Zaldívar

Ruinas del castillo berberisco de Rochafrida. Autor, Manuel Zaldívar

Cómo no iba a detener aquí, don Quijote a Rocinante. Cómo no iba transitar por aquí Cervantes. Aquí encontró el poema medieval, al Caballero Montesinos, la reconocida cueva y el menos conocido pero auténtico Palacio de Cristal. Sala privilegiada, que el misterioso Guadiana, sólo muestra al valor del genio. Sólo quienes han tenido el don de una mente inquieta y la feliz coincidencia de una gran sequía, han arriesgado su espíritu, como Cervantes, a perderlo, en las abismales profundidades de la gruta, adentrándose en la sala de cuarzo que como un tesoro de la realidad concedido a la imaginación, se regala al escritor.

Aquí perdura el tiempo de los cuentos, de las novelas, de las batallas, de las princesas y los hechiceros. Aquí en Ossa de Montiel, en las Lagunas de Ruidera, en el Campo de Montiel, en la cervantina tierra de don Quijote, es posible, ver, sentir e imaginar la belleza real de un paisaje bien estructurado por la naturaleza y perfecto para las mentes creativas. Por eso aquí bebió del manantial el trovador y tomó inspiración el novelista.

También disfruta el excursionista, el naturalista, el senderista, el geólogo, el ornitólogo y el botánico.

Frutos rojizos del espino silvestre. Autora, Jacinta Lluch Valero

Frutos rojizos del espino silvestre. Autora, Jacinta Lluch Valero

A finales de verano, ya en septiembre, si ha habido suerte y uno o dos días antes la tormenta ha templado el ambiente, todo huele a la frescura manchega de la hierba seca, como el vivificante olor a tierra mojada de los rastrojos, ofreciendo a la respiración profunda como un saciante trago de agua fresca, que aunque el manantial invita a saborear sus límpidas y transparentes aguas, las mil y una prevenciones de los tiempos modernos, nos apartan de ese placer.
Pero no de contemplar el lavado brillo de los refulgentes frutos rojizos del espino silvestre o los mortales azabaches de la belladona.
El cobijo del bajo dosel del sotobosque de chaparros, adorando los roquedos del castillo, elegantemente decorados con los penachos altísimos de los chopos y los fresnos, acumulan el congreso pajarero de numerosos trinos que por falta de experiencia no consigo distinguir. Descubriendo con agrado curiosos lirios, saúcos, aladiernos, cornicabras y gran cantidad de flora mediterránea, presente en el parque natural. Paraíso manchego, de la naturaleza y la literatura universal.
Tesoro justamente reconocido como Reserva de la Biosfera, que bien merecería además el de Parque Cultural, conmemorando el cuatrocientos aniversario de la muerte de nuestro mejor autor en lengua castellana. Por ser este uno de los espacios con mayor vinculación con la novela que además aporta el incalculable valor geológico de su rareza a nivel mundial y su indudable riqueza y belleza natural, que por supuesto debe ser atendida y mejorada de forma continuada para bien de la humanidad.

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Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano
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Fotografía de portada: Lagunas de Ruidera. Autor, Michel Hernández
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El castillo de Montizón. Por tierras de Jorge Manrique

castillo de Montizon Campo de Montiel Villamanrique

Hacía mucho tiempo que alentábamos el deseo de visitar el castillo de Montizón, Mons Mentesanus, cuando romano, y Montixon, cuando árabe. Algo así como una extraña admiración romántica, por aquella grande y recia fortaleza, en la que acaso Jorge Manrique, señor de Villamanrique, escribiera sus famosas Coplas, ya que es probado que moró en ella algún tiempo.
Sirvan estas líneas para alentar en lo posible vuestra visita.

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Campo de La Mancha, campo de Montiel. Autora, Alba Casals

Ha mediado el otoño, verdadera primavera de La Mancha. Es un día tan azul y tan diáfano que asemeja el cielo una fiesta de añil y de luz. La gran patena del sol expande sobre los campos sus hostias de oro. Y el campo se esponja bajo la caridad tibia y placentera.
Allá en la distancia, un sembrador arroja la dorada bendición del trigo, en espera de que el agua obre el milagro germinador.
Una mano invisible y despiadada va pelando implacable la fronda de las vides.
Por entre el verde plata de los olivos asoman a centenares las perlas negras de las aceitunas.

Timpano iglesia de Villamanrique. Autor, César del Pozo

Tímpano de la iglesia de Villamanrique. Autor, César del Pozo

Clavadas el horizonte aparecen las casas de Cózar. Sobre el pardo de la tierra, el pardo de los tapiales. Y sobre éstos, la parda montera de los tejados y las negras pipas de las chimeneas. Cózar, como tantos otros lugares españoles, está esperando de Dios lo que los hombres le niegan. Adormecido al sol, sobre una loma, le dejamos atrás.
Un poco más allá, Torre de Juan Abad nos sale al paso. La sombra del insigne don Francisco de Quevedo llena el pueblo. Aún resuenan por las calles las pisadas patizambas y el golpear del toledano estoque del formidable escritor, que gran señor fuera de la villa.
Hemos llegado hasta Villamanrique, cruce estratégico de caminos y escenario auténtico del Quijote de Cervantes. Desde el pueblo al castillo hay un camino estrecho y bacheado, de difícil tránsito para nuestro coche.

Por fin en el castillo

Entrada al castillo de Montizón

Desde el camino no se divisa el castillo, oculto tras altas lomas. Es sólo estando encima cuando nos muestra la fortaleza los recios dientes de sus almenas, que fingen un bostezo interminable. Ni foso, ni rastrillo, ni poterna, ni puente levadizo, ni gente de armas nos vedan el acceso, cual seguro sucediera allá en los tiempos de que fuera su señor.
Ni ha sonado tampoco en la alta torre la trompa del atalaya, anunciando la llegada de gentes extrañas al alcaide de la fortaleza.
Sólo guardan la entrada, en estos tiempos, dos tremendos mastines, que al divisarnos, ladran furiosamente, con canina y tozuda obstinación.

En el interior del Castillo

En el interior del castillo

Penetramos al fin en la mansión guerrera irrumpiendo en su amplia plaza de armas; espaciosas salas castellanas, antaño adornadas de ricos tapices y muebles severos; la vieja capilla de la fortaleza, en que los caballeros de Santiago elevaron sus preces al cielo pidiendo la victoria; la gallarda torre del homenaje; el salón de honor, lugar de fiestas en un ayer remoto; las lóbregas mazmorras, en las que gimieran cautivos; la espaciosa cocina, en que hubiese cabido holgadamente el entero novillo de las Bodas de Camacho
Desde una alta ventana, en que la castellana llorara ausencias en otro tiempo, contemplamos, brillante bajo la llama del sol, el curso del Guadalén. El brazo de acero del río defiende las rocas, en que asienta el castillo su imponente mole.
El paisaje se cierra hacia el norte por cerros y onduladas lomas, que forman el escalón de la meseta manchega. Y hacia el sur se abre, siguiendo el camino que marca la estela de cristal del río, en su marcha hacia el Guadalimar, del que es tributario. Siguiendo este estrecho valle subirían, desde Andalucía, las tropas moras. Y por él bajarían, sin duda alguna, las nobles cabalgadas santiaguesas, en los duros tiempos de la Reconquista.

Paisaje en el Guadalén. Autor, Pedro Castellanos Triviño

Paisaje en el Guadalén. Autor, Pedro Castellanos Triviño

Montizón es el hito gigante que marca la linde de los campos de Castilla y las tierras andaluzas.
Ya ni pajes, ni escuderos, ni ballesteros, ni heraldos, ni hombres a caballo, ni gentes de la mesnada del castellano señor – Jorge Manrique, que luchando por su reina halló la muerte en Garci-Muñoz -, animan con sus voces y su marcial estruendo la plaza de armas.
Ni se escucha el sonar de tambores y trompas de guerra.
Ni fulguran al sol los aceros de las armaduras.
Ni pretenden clavarse en el cielo las lanzas.
Ni relinchan los nobles corceles presagiando la dura pelea.
Ni entre las almenas asoman las damas despidiendo al guerrero que marcha al combate.
Ni se escuchan las dulces canciones de los trovadores al pie de la torres.
La época gloriosa de los caballeros y las castellanas “pasó como pasa, bajo el puente, el río”.
Sobre su peñón cimero, negra verruga de piedra, el castillo duerme su sueño eterno.

Aquel de buenos abrigos,
Amado por virtuoso de la gente,
el maestre don Rodrigo Manrique,
tan famoso y tan valiente

Al atardecer

Al atardecer


Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©

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Una de Poesía Manchega

Una de Poesía Manchega

Y si La Mancha ha de ser recobrada, recobrémosla todos unidos. Porque ya es hora de que su nivel cultural se halle a la altura exigida por el halagüeño futuro de sus industrias y por la exuberante riqueza de sus campos.
Sirvan pues estos versos, para iniciar tamaña empresa.

“Amanece en La Mancha. Ya la aurora
su tenue resplandor lanza de lejos,
y muy pronto los cálidos reflejos del sol,
serán visión alentadora.
Ya es de día. La luz prometedora
crea miles de mágicos espejos,
y con alegre ritmo los vencejos
saludan la llegada de esta hora.
Y del pueblo el honrado labrador,
se encamina contento y diligente
a regar otra vez con su sudor
la tierra que ha de ser su rica fuente.
Y de la torre, la campana avisa
que pronto se dirá la primera misa.

Baja el sol a su tumba negra y fría,
y un rayo lastimero y compungido
es el signo final de su quejido,
es el postrer saludo de este día.
Mil resplandores llenos de alegría
van apagando el eco de un sonido;
es el celeste encanto del tañido
de una campana en bella profecía.
Cantando el labrador ahora regresa;
van sus miembros cansados del horcajo,
mientras su mente, pensativa, besa
el placer del descanso del trabajo.

Las sombras que se esparcen lentamente
pronto dejan tapada la ciudad,
y de la noche la primera edad
perciben los sentidos claramente.
De pronto se divisa vagamente,
hiriendo la espectral oscuridad,
como mágico alarde de bondad,
un rayo de luna penitente.
Y es en este momento el Infinito,
maravilloso y atrayente pliego,
donde el divino Creador ha escrito:
Gloria, Virtud y Luz, Paz y Sosiego.
Y espera silenciosa la campana
otra vez comenzar a la mañana.”

Un día completo. Javier Martínez de Padilla. 1944.

De siega. Autor, Anpegom

De siega. Autor, Anpegom

“Se oye un cantar a lo lejos que rasga el aire encendido,
por los candentes reflejos que el sol, con sus mil festejos,
luz y calor ha fundido.

Esos reflejos de oro, la tierra ardiente, manchega,
al son del alegre coro que forma el canto sonoro,
a sus entrañas entrega.

Es la tierra, tierra extensa,
tierra que es alucinante y sólo presenta, densa,
infinita, roja y tensa la llanura impresionante.

Llanura que, guardadora
de divinas tradiciones, es celosa creadora
y potente alentadora de miles de corazones.

Llanura que, sin pereza,
cuando ha de entregar, entrega la inigualable riqueza
con que muestra su grandeza esta comarca manchega.

Llanura que guarda, altiva,
escondido su tesoro, como guarda a una cautiva
con celo y ansiedad viva el más orgulloso moro.

Ella silenciosa añora
el fulgor pasado antes, en que su gloria de ahora
creó en un tiempo habladora
la pluma del gran Cervantes.”

Espada Imperial. Javier Martínez de Padilla. 1944.

Detalle de casa manchega. Autor, Víctor Martín

Detalle de casa manchega. Autor, Víctor Martín

“Ni una fuente, ni un río tus campos baña,
a tus plantas se extienden inmensos llanos,
tu progreso, cual pueblo de impulsos sanos,
puede servir de ejemplo a toda España.

El hambre no logró con su guadaña
acercarse a tu suelo soberano;
porque supo tu encallecida mano
parar su avance, con valor y maña.

Y al contemplarte desde la llanura,
que has convertido en vergel frondoso,
parece que en tus calles aún perdura,
en las noches de calma y de reposo,
un crujir de tomillos que asegura
que son hollados por terrible oso.”

Tomelloso. Juan José Ruiz. 1946.

Entre las aspas. Autor, M.Peinado

Entre las aspas. Autor, M.Peinado

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Don Pedro I: el rey Cruel y Justiciero

Pedro I el Cruel

«Revisando la historia española podemos observar gran diversidad de apelativos o sobrenombres con que reyes o reinas han sido bautizados por sus contemporáneos o por las generaciones sucesivas: Alfonso X ‘El Sabio’, Fernando III ‘El Santo’, Carlos III ‘El Malo de Navarra’, Enrique II ‘el de Las Mercedes’, Pedro ‘El Ceremonioso’, Alfonso V ‘El Magnánimo’, Martín I ‘El Humano’, o Isabel y Fernando ‘Los Reyes Católicos’ son buena muestra de ello, pero solo hay un rey don Pedro (Burgos, 1334 – Montiel, La Mancha, 1369) en el que convergen dos sobrenombres contradictorios y complementarios: Cruel y Justiciero. La polémica sobre qué imagen del rey don Pedro es la más acertada ha hecho correr ríos de tinta a numerosos historiadores. Esto ha convertido al monarca en una figura literaria de primer orden, propiciando que historia y ficción se vean mezcladas. Realidad y fantasía con el rey don Pedro como protagonista y galán».

COGOLLUDO

Vista aérea de Montiel y el castillo de la Estrella. Autor, Cogolludo

«Don Pedro es –no cabe duda– el rey cruel que López de Ayala retrató en su Crónica, pero también es, por otra parte, el rey justo con que le caracterizaron sus seguidores. Son para muchos, dos apelativos interrelacionados y nada contradictorios que responden a actuaciones concretas del monarca».
Para unos, sus detractores, resalta el carácter despótico e irascible del monarca y harto violento con los nobles y con su propia esposa doña Blanca de Borbón, a la que confinó por el resto de sus días. Entre sus víctimas figuran don Fadrique su hermanastro, Maestre de la poderosa Orden Militar de Santiago; don Juan y don Pedro también hermanastros asesinados en el castillo de Carmona; Garcilaso de la Vega; Abu Said, el rey Bermejo y un sinfín de nobles y caballeros. Además le achacan a don Pedro cierta decadencia moral por su especial protección a los judíos y musulmanes.
Para otros, sus partidarios, la polémica actuación del rey don Pedro durante los diecinueve años de su reinado es explicable debido a la compleja época histórica que heredó, pues desde Sancho IV, Fernando IV y Alfonso XI los monarcas tuvieron enconada pugna con la levantisca nobleza castellana. El rey Pedro I enseguida pidió cuentas de sus fortunas a algunos nobles y privados y esto creó incomodidad y rechazo hacia su persona. Para estas labores tuvo como tesorero real a Samuel Leví, judío. Y al mismo tiempo, Pedro I, vendió como esclavos a los judíos de Jaén para condonar la deuda contraída con los moros granadinos por su ayuda militar, lo que denota la conducta oscilante del monarca según los problemas que le acontecían o dependiendo de los consejos de su Corte.

acusticalennon

Iglesia de San Sebastián. Montiel. Autor, Acusticalennon

Cruel y Justiciero. Nadie puede negar que Pedro I actuó con extrema dureza en su lucha contra los grandes señores de la nobleza y contra los de su propia sangre. Pero no hizo nada distinto al otro bando, salvo perdonarle la vida varias veces a ese mismo hermano que fue su verdugo. Enrique, el responsable de introducir el apelativo de cruel en las crónicas, fue llamado a la posteridad ‘El Fratricida’. Un apodo igual de crudo que el de su hermano. Ambos, no obstante, mataron a hermanos y mostraron inusitados grados de violencia, incluso para el belicoso Reino de Castilla, durante la guerra que les enfrentó. Ambos pudieron recibir el apodo de su contrincante de ser otros los cronistas.
Fue la Historia, que la escriben los ganadores, la que puso la etiqueta a su conveniencia. Así, no es casualidad que Isabel ‘La Católica’, también enfrentada al poder de los grandes nobles, que hacían y deshacían a su antojo durante su reinado, fuera la primera en censurar el apelativo de ‘El Cruel’. Como tampoco lo es que Felipe II –quien encerró a la princesa de Éboli, de la poderosa Casa de los Mendoza, y desterró a Fernando Álvarez de Toledo, de la no menos poderosa Casa de Alba, a Uceda (Guadalajara) en el transcurso de un mismo año– insistiera en que Pedro volviera a ser ‘El Justiciero’.

«Soy don Pedro el Justiciero,
No soy don Pedro el Cruel,
Y aquí me hallo en Montiel
Por auxilio de Toledo.
De mis caballeros quiero,
Vengan todos a esta villa
Para luchar por Castilla.
A Enrique debo matar,
Él se ha hecho coronar
Para usurparme la silla»

Atardecer en La Mancha. Autora, Marian FF

Atardecer en La Mancha. Autora, Marian FF

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Textos extraídos de la obra:
‘Ni quito ni pongo rey’.
Pacheco Sánchez, Emilio. Ed. Biblioteca de autores manchegos. Dip. de Ciudad – Real, 2010.

Bibliografía:
– ‘Pedro de Castilla: la leyenda de doña María Coronel y la muerte de don Fabrique’. Tubino, Francisco Mª (1887). Madrid: Sevilla: Imprenta de «La Andalucía»
– ‘Pedro I el Cruel y Enrique de Trastámara’. Valdeón Baruque, Julio (2002). Madrid: Santillana Ediciones Generales, S.L.

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Entre blasfemias y herejías o la Inquisición en el Campo de Montiel

Entre blasfemias y herejías o la Inquisición en el Campo de Montiel

En la España de la segunda mitad del siglo XV no había ninguna herejía que perseguir, aunque los Reyes Católicos buscaban una y otra vez un mecanismo con el que poder llevar a cabo la unificación religiosa. La tolerancia hacia los judíos había terminado con las persecuciones y matanzas de finales del siglo XIV, lo que fue seguido por masivas conversiones, a lo que había que unir el problema de los moriscos que vivían en territorio cristiano.
La búsqueda de ese mecanismo dio origen, nada más y nada menos, que al nacimiento de la Inquisición Española el 27 de septiembre del año 1480, convirtiéndose en un importante instrumento en manos de los Reyes, en un primer momento para lograr la ansiada unificación religiosa, mientras que por otro lado, al ser el único tribunal con jurisdicción en todos los territorios de la Corona, sería utilizado con fines políticos y como elemento de control unitario sobre todos los reinos.

Portada con escudo del Santo Oficio. Casa de la Inquisión en Villanueva de los Infantes. Autor, J.A. Padilla

Portada con escudo del Santo Oficio. Casa de la Inquisión, Villanueva de los Infantes. Autor, J.A. Padilla

Detalle del escudo del Santo Oficio. Casa de la Inquisión en Villanueva de los Infantes. Autor, J.A. Padilla

Detalle del escudo del Santo Oficio. Casa de la Inquisión, Villanueva de los Infantes. Autor, J.A. Padilla

El hecho singular de que el primer tribunal de La Mancha se estableciera en Ciudad – Real (año 1483) y no en Toledo, fue por la oposición de las importantes familias de conversos residentes en esta última ciudad. Aun así, dos años después el tribunal se trasladó a Toledo, y tras pertenecer durante tres años a Toledo, los territorios del Campo de Montiel junto al arciprestazgo de Alcaraz pasarían a manos del tribunal de Murcia.

Y ¿cómo fue la actuación de este tribunal en los territorios santiaguistas del Campo de Montiel?. Siempre en disputa a lo largo de su historia, los primeros años fueron especialmente sangrientos, actuando la Inquisición con singular dureza, contándose por docenas los ejecutados. Sin embargo, no fue recibida sin resistencia.
A pesar de que la Inquisición se creó para lograr la unificación, en estas tierras resultó que tan solo la mitad de los procesos afectó a las minorías étnicas y en especial a la judía, como consecuencia de una mejor posición económica y cultural, lo que provocaba las suspicacias y envidias de sus vecinos, y un mayor temor al proselitismo, lo que unido a la posibilidad de conseguir buenas ganancias con las confiscación de sus bienes, alentaba a los inquisidores a perseguirlos con mayor ahínco.
La otra mitad de los procesos estaban relacionados con temas sexuales (fornicarios, solicitantes, bígamos) y supersticiones, lo que pone de manifiesto que las prioridades de los inquisidores murcianos se centraban en perseguir a los transgresores de la moralidad y sexualidad dominante en aquellos años, o a las hechiceras, que tuvieron gran importancia en el Campo de Montiel.

Víctima del tormento del potro. Autor desconocido. Óleo sobre lienzo. 1870

Víctima del tormento del potro. Autor desconocido. Óleo sobre lienzo. 1870

Terminamos este artículo con una breve exposición de cómo era el procedimiento llevado a cabo cuando una persona era acusada.
Consistía primero en estudiar las afirmaciones de los testigos, y si se veían creíbles se instruía el sumario de la causa. Si había sospechas de que tenía relación con personas o allegados de otros distritos se pedía información a los tribunales de los que dependían, o se le enviaban si en los testimonios aparecían involucradas personas pertenecientes a otra jurisdicción.
Una vez realizados estos pasos, y sobre todo en los casos en los que había dudas sobre la acusación, se pedía consejo a los calificadores, que eran las personas doctas encargadas de decidir si algunos actos eran delitos. Tras ello, si se veía plausible la culpabilidad, el acusado era enviado a prisión.
Tras ingresar en las prisiones inquisitoriales, los acusados tenían tres audiencias, una especie de interrogatorios en los que se les conminaba a decir la verdad, confesar y arrepentirse de sus pecados. De igual forma se le hacían preguntas sobre su genealogía y orígenes, así como otras sobre oraciones y temas religiosos, para ver su conocimiento de la doctrina cristiana.

Auto de Fe. Obra de Pedro Berruguete. 1495

Auto de Fe. Obra de Pedro Berruguete. 1495

Si no confesaba y negaba las acusaciones, se podía pedir el tormento y una vez aplicado, tanto si confesaba como si no, se le citaba, siendo en este momento cuando conocía las acusaciones que había contra él, no pudiendo hablar con su abogado defensor, dictándose sentencia a continuación.
Si había disparidad de opiniones entre los inquisidores, la causa era suspendida hasta que se tuvieran nuevas pruebas o datos, aunque siempre pendía sobre el acusado la espada de Damocles.
Los presos muchas veces desconocían las sentencias hasta el mismo momento en que se llevaban a cabo los autos de fe, en los que se aplicaban las condenas a los acusados. Vamos, todo un alarde de justicia.

“Estando en cierta parte de la villa, tratando, si era pecado mortal tener açeso carnal con una muger mundanal, avia dicho que no era pecado mortal”. Tras ser detenido, en los interrogatorios, confiesa en la primera audiencia haber dicho “que no era pecado tener que hacer con una muger enamorada y no avia pasado mas”. Las presiones acabaron haciendo mella en el acusado y “con lagrimas y señales de arrepentimiento confeso ser verdad que avia dicho que no era pecado dormir con una muger pagándola”. Del proceso del Santo Oficio contra Diego Muñoz, labrador de 54 años, vecino de Villanueva de la Fuente.

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Fotografía de portada: Interior de la iglesia Nuestra Señora de la Asunción, Villahermosa. Autor, Miguel Andújar
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Vidas paralelas: Tomás y Martín

Vidas paralelas: Tomás y Martín

Con el final de la edad media surgen dos hombre muy distintos, casi opuestos, pero que van a tener algunas cosas en común. Se trata del manchego Santo Tomás de Villanueva y del alemán Martín Lutero. No podían tener orígenes más diferentes, geográficos y humanos. Ambos van a ser frailes y sacerdotes, agustinos también los dos, compartiendo además una gran autoexigencia moral y preocupación por lo eterno. Dichas semejanzas les llevarán a contemplar, primero con sorpresa, y luego con escándalo y aún horror, lo distanciado que estaba la iglesia de entonces, o más bien, su más alta jerarquía del modelo de vida que ellos creían que el cristianismo debía proponer. Pero las similitudes llegan hasta aquí, la forma de enfrentarse a estas contradicciones y su propia trayectoria vital difiere profundamente.

Vida doméstica de Lutero. Illustrations of the life of Martin Luther. 1862, Pierre Antoine Labouchère

Vida doméstica de Lutero. Illustrations of the life of Martin Luther. 1862, Pierre Antoine Labouchère

Ambos inauguran la edad moderna con los hábitos agustinos, pero mientras nuestro manchego se inclina hacia el estudio y la reflexión personal, Martín Lutero pasará a convertirse en una primerísima figura de la historia universal, dando origen a la Reforma Protestante. Las paradojas humanas, que conceden más valor a quien logra colocarse en el lugar adecuado y en el momento preciso, más que al laborioso que huye de toda publicidad. Martín Lutero, profundamente preocupado por su salvación eterna y escandalizado por los desmanes y excesos de la curia romana, el 31 de octubre de 1517, víspera del día de Todos los Santos, clavó sus 95 tesis contra las indulgencias en la puerta de la iglesia del palacio de Wittenberg. La imprenta hizo el resto.

Imagen de Santo Tomás de Villanueva. Autor, desconocido

Imagen de Santo Tomás de Villanueva. Autor, desconocido

Tomás, apenas tomados los hábitos, no debió conocer esta noticia hasta mucho después. Más en la línea de Erasmo, y con mucha menos ira y rencor, también criticaba esos excesos y vida de lujos y pecado, pero lo hacía con el ejemplo personal. Nos ha llegado la imagen difundida por Murillo de un Santo Tomás dadivoso y desprendido, sin duda esto es fruto de la propaganda contrarreformista que hizo del arte barroco una extraordinaria e impagable urdidora de conciencias, así como una de las páginas más gloriosas del arte. Sin embargo la vida de nuestro manchego ilustre tuvo que ser ejemplar, pues hay numerosos testimonios no solo de su inteligencia y labor como maestro, teólogo, hombre de leyes y gran sermoneador (en el mejor sentido de la palabra), sino también de su abnegación y vida austera y preocupación hasta el extremo por los más necesitados. Es nuestro protagonista uno de los tres obispos españoles en Trento, aunque fuera por delegación. Sin duda fue él uno de los más influyentes teólogos del concilio, incidiendo especialmente en la creación de seminarios y, por ende, haciendo hincapié en lo fundamental de la formación personal y espiritual, de la que carecían la mayoría de sacerdotes y prelados. En días como los actuales se hace muy necesario reivindicar figuras como él que, a contracorriente, y sin dejarse llevar por modas reformistas y revolucionarias que pretendían acabar con todo lo establecido para sustituir una tiranía por otra, reclaman una mejor y mayor dedicación a los estudios, así como una ética personal intachable, como camino hacia la verdadera depuración de la corrupción de los poderosos.
No es de extrañar que otros heterodoxos, como Quevedo, años después, vean en este personaje ejemplo de independencia y cuestionamiento de todo desde una rebeldía no destructiva, sino que es capaz de ruborizar al poder desde una intachable moral y corrección absoluta en cuanto al comportamiento personal. Tampoco es casualidad que el propio emperador Carlos, o su hijo Felipe, hombres y reyes poderosos que, equivocados o no, mantuvieron una alta exigencia moral personal, respetaran, protegieran y ensalzaran a Santo Tomás, aunque éste no tuviera empacho en afearles muchas veces la conducta y, desde luego, no aceptar ningún vasallaje.

Si recordamos a Max Weber, y aceptamos su interpretación del protestantismo como la ética del capitalismo, es decir, que es esta variante del cristianismo iniciada por Lutero, sería la explicación de la gran prosperidad de los países del norte de Europa y América, en su mayoría, o en esencia, protestantes, dado que fomenta la austeridad y la valoración del trabajo como recompensa en sí misma. Esta interpretación deja a los países católicos, en su mayoría del sur de Europa, como arquetipos de la vagancia y la picaresca, a remolque de los motores económicos del norte. Nuestro Santo, creo, desmiente o desmitifica esta simplificación (no carente por completo de verdad), y otorga un ejemplo más de la laboriosidad y amor desprendido, no al dinero y a la acumulación de capital, sino hacia los demás. Los dos insignes manchegos, Santo Tomás y don Quijote, nos resultan de este modo más simpáticos y, sin duda, más humanos que el luteranismo.

La Mancha. Autor, Gregorio Pérez Saavedra

La Mancha. Autor, Gregorio Pérez Saavedra

Por último vamos a aludir al problema, para algunos, sobre el origen de Santo Tomás. Si bien es cierto que él siempre se dijo natural del pueblo donde se crió, Villanueva de los Infantes, también es verdad que está fuera de toda duda que nació en Fuenllana, a escasos siete kilómetros. La polémica sobre si era de un sitio u otro nos recuerda otra semejante: la de la paternidad geográfica de don Quijote, perseguidor a su vez de quimeras. Si Cervantes situó en la Mancha al personaje de ficción más universal, y si Santo Tomás es uno de los manchegos más ilustres, ¿para qué nos vamos a pelear?. Quien conozca La Mancha, y en concreto el Campo de Montiel, y si posee un mínimo de sensibilidad y ha leído las aventuras del gran hidalgo y ha oído hablar de nuestro santo: ¿puede tener alguna duda que ese pobre y aislado terruño, de gentes laboriosas y sacrificadas, abnegadas y resignadas, es el hogar y cuna ideal de ejemplos de virtud y desfacedores de entuertos? El que suscribe estas líneas, natural de la zona, no alberga ninguna.

Por la Alemania de Martín

Por la Alemania de Martín

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Un artículo de Juan Angel Castellanos Gallego
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