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Valdepeñas, el origen del vino

denominación origen Valdepeñas

La historia de Valdepeñas es la crónica de sus viñedos y de sus vinos, escrita con pasión por gentes dedicadas al cultivo de la vid desde tiempos ancestrales


De saliente a poniente, a caballo entre el Campo de Montiel y el Campo de Calatrava, el Jabalón, este modesto río, en un valle abierto y fecundo, iba a escribir, a lo largo de los siglos, la historia de un vino, el de Valdepeñas.
Valdepeñas y vino son una pareja unida desde hace miles de años. Casi tantos como las vides y cepas que pueblan las tierras de esta llanura castellano-manchega en la provincia de Ciudad Real. Valdepeñas fue de hecho cruce de caminos en un punto geoestratégico crucial para el desarrollo del comercio en general y del impulso vitivinícola particular gracias al cultivo de una uva de la que se extraen deliciosos caldos que han sobrevivido hasta hoy. Valdepeñas es tradición, es la historia de una tierra que esconde muchas.
El vino y Valdepeñas están asociados desde tiempos inmemoriales y a su vez la historia de esta unión es la historia de una de las Denominaciones de Origen más antiguas, reconocida en 1932, y más conocidas por los españoles. Es, por tanto, una denominación tradicional, experimentada y popular.
La simbiosis que existe entre los ciudadanos de esta zona con el vino y su amor al viñedo sólo se entiende si se hace un breve repaso histórico en el que se observa que siempre uno ha formado parte del otro. El viaje comienza allá por el siglo V a.C., cuando se ratifica la producción de vino en la zona del “Cerro de las Cabezas”. Pastores íberos, nómadas y errantes, cansados tal vez de trashumar desde la Alcudia hasta el azul Mediterráneo, o hacia los pastos del norte ibérico, decidieron cambiar sus vidas y a la orilla del río Jabalón, en el Cerro de las Cabezas (hoy día un importante Conjunto Arqueológico), se hicieron sedentarios. Allí, sobre la ladera de la suave colina, dominando el valle abierto e inmaculado, tomaron la sublime y profunda decisión de crear un pueblo y plantar el primer viñedo. Y ahí están sus testimonios, en esas vitrinas del Museo Municipal de Valdepeñas.

Viñedo Valdepeñas Viñedo de Valdepeñas

Cerro de las CabezasVista aérea del entramado urbano de la ciudad íbera del Cerro de las Cabezas

Uva tinta de ValdepeñasUva tinta de Valdepeñas

En la Reconquista el valle se llena de lucha y de vida. Es tanto el fervor de estos pueblos por el vino y su cultura que aun sometidos a dominaciones extrañas como la mora, que prohibía el consumo de alcohol y obligaba al arranque de los viñedos, lograron del Califato de Toledo que se extendiera una bula especial permitiéndoles la continuidad de sus cultivos y la elaboración de su vino. Y dicen que hasta lograron hacerles partícipes de su consumición.
En el siglo XII, al Valle de Peñas también arribaron los monjes Cistercienses. Raymond de Citeaux llegó a España desde Borgoña y fundó unos años después la Orden de Calatrava en el mismo castillo que adquirió a los templarios franceses, bajo cuya protección crecería la villa de Valdepeñas y sus viñedos en los siglos siguientes y que da nombre a una de las zonas por donde se extiende la denominación de origen: el Campo de Calatrava. Estos monjes fueron los que introdujeron en el Valle de Peñas, la variedad tinta que evolucionó después a nuestra noble y generosa Cencibel.
Los monjes cuidan con esmero sus viñedos y elaboran el vino de consagrar. Los valdepeñeros (Valdepeñas se fundó en el año 1243) trabajan sus viñas y olivos y pagan a los señores sus tributos en vino y aceite. Bajo la protección de la Orden de Calatrava, a la que pertenece la villa, el viñedo se desarrolla de tal manera que se podía alcanzar la ciudadanía con el compromiso solo de tener un cobijo techado y una aranza de viñedo.
El buen hacer de los agricultores y el cuidado del producto a lo largo de generaciones permitió consolidar la actividad vitivinícola de Valdepeñas a partir del siglo XVI. Un protocolo de la Orden Trinitaria de 1594 hace constar la alta reputación de los vinos de Valdepeñas. El gran impulso del vino de Valdepeñas se produce con la construcción del Camino Real que une la capital con Andalucía.
Cuando la corte del rey Felipe II se instala en Madrid (1561) se extiende la fama de la calidad del vino de Valdepeñas y desde ese momento entra a formar parte de la historia de la Villa. Allí se populariza su consumo de tal manera que los impuestos especiales sobre su comercio, fielatos, permiten al rey Carlos III, gran arquitecto de la capital, sufragar algunas de las obras más importantes de su reinado tales como la Puerta de Alcalá o la Puerta de Toledo. Ya en 1790 se habla de una producción anual de 200.000 arrobas de vino, pero es en el siglo XIX cuando su comercio queda establecido de una forma continuada.

Vendimia en ValdepeñasVendimia en Valdepeñas

Enoturismo en ValdepeñasEnoturismo en Valdepeñas

Molino Gregorio PrietoMolino Gregorio Prieto


Cualquier forma de vegetación posible queda anulada por la vid. En rigor, Valdepeñas y la vid se confunden, se diría que son una misma cosa


Llega el siglo XIX y con la inauguración del ferrocarril la comercialización de los vinos de Valdepeñas se dispara e incluso se llega a fletar un tren diario a Madrid cargado de vino denominado Tren del Vino. Más de 25 vagones hacia la capital madrileña y, otros tantos, con las ciudades de Alicante y Valencia. Eran los tiempos del aloque, que se envejecía en grandes tinajas de barro.
En esta época gloriosa del vino de Valdepeñas, se llegaron a exportar graneles a Cuba, Rusia, Filipinas y países del mundo entero, lo que demostraba la estabilidad y calidad de los vinos de Valdepeñas, ya que tenían que viajar por medio de transportes marítimos, de larga duración y agitado recorrido.
Algunos años atrás, un 6 de junio de 1808, durante la Guerra de la Independencia, los vecinos de Valdepeñas impidieron que las fuerzas francesas mandadas por Ligier-Belair, junto con Roize y Vedel, pudieran alcanzar Despeñaperros y poner en riesgo la sorprendente victoria del general Castaños sobre el mariscal Dupont. La Galana y El Chaleco destacaron en la acción. Con los vecinos y vecinas de Valdepeñas no puede ni el gran ejército francés de Napoleón.
El siglo XX trae consigo el ataque de la filoxera y la llegada de la vid americana, inmunizada contra la enfermedad. El viñedo se renueva, se moderniza, se instala la primera Estación Enológica del Estado, se reconoce, en 1932, la Denominación de Origen y sus posteriores Reglamentos.
La Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial, al igual que la de la Independencia en el siglo pasado, cambiaron radicalmente los gustos y las costumbres sociales y el vino fue evolucionando hacia el prestigio que hoy puede exhibir con orgullo el vino de Valdepeñas. Quedan atrás veinticinco siglos de historia y sacrificio que han hecho posible la fama de la que hoy puede hacer gala Valdepeñas.

Tinaja ValdepeñasTinaja en Valdepeñas

Calle Real de ValdepeñasCalle Real de Valdepeñas

Nuestra Señora de la Asunción, ValdepeñasNuestra Señora de la Asunción, Valdepeñas


Valdepeñas es un pueblo de cinemascope. Tal vez porque también los paisajes manchegos, plenos de luz, de horizontes inmensos, son paisajes de cinemascope


El viajero podrá aprender más de la historia y tradición del vino Valdepeñas en el Museo del Vino alzado sobre la antigua bodega de Leocadio Morales, fechada en 1901 y una de las que más intensamente vivió el auge comercializador y exportador de los vinos de Valdepeñas a comienzos del siglo pasado. El Museo del Vino permite una perfecta inmersión en la cultura del vino y los secretos de la enología además de descubrir toda la historia y tradición de la Denominación de Origen Valdepeñas, centrando además sus esfuerzos en reflejar ese trasiego hacia la calidad iniciado en la década de los años setenta que ha desembocado en la elaboración de unos vinos reconocidos nacional e internacionalmente.

Por cierto, la Denominación de Origen Valdepeñas está formada por los viñedos de la propia ciudad junto con los de Granátula de Calatrava, Moral de Calatrava y Santa Cruz de Mudela, y por los de Torrenueva, San Carlos del Valle, Alcubillas, Alhambra, Torre de Juan Abad y Montiel, del histórico y quijotesco Campo de Montiel.
La visita a Valdepeñas debe completarse con la parada en La Bodega de las Estrellas, enoturismo de calidad, que nos ofrece la posibilidad de realizar una visita guiada inolvidable en una bodega tradicional para descubrir la gran relación existente entre el vino y los ritmos y ciclos de la luna y las estrellas.
Y por supuesto, debe tenerse en cuenta que, como es natural, Valdepeñas celebra su gran semana durante las Fiestas del Vino –principios de septiembre- declaradas de interés turístico nacional.
Imprescindibles: el museo de la Fundación Gregorio Prieto (el museo privado más importante de Castilla La Mancha), que exhibe obra del pintor, así como de Vázquez Díaz, Picasso, De Chirico y dibujos de Lorca y Alberti, entre otros.
Y a la hora de comer, si algo tiene Valdepeñas es buen vino y sitios de buen yantar.

Yo sé que el vino no huye dando gritos
a la llegada del invierno,
ni se esconde en iglesias tenebrosas
a buscar fuego en trapos derrumbados,
sino que vuela sobre la estación,
sobre el invierno que ha llegado ahora
con un puñal entre las cejas duras.
Yo veo vagos sueños,
yo reconozco lejos,
y miro frente a mí, detrás de los cristales,
reuniones de ropas desdichadas.
A ellas la bala del vino no llega,
su amapola eficaz, su rayo rojo,
mueren ahogados en tristes tejidos,
y se derrama por canales solos,
por calles húmedas, por ríos sin nombre,
el vino amargamente sumergido,
el vino ciego y subterráneo y solo.
Yo estoy de pie en su espuma y sus raíces,
yo lloro en su follaje y en sus muertos,
acompañado de sastres caídos
en medio del invierno deshonrado,
yo subo escalas de humedad y sangre
tanteando las paredes,
y en la congoja del tiempo que llega
sobre una piedra me arrodillo y lloro.
Estatuto del vino. Pablo Neruda (fragmento)

Tinajas de barro de Bodega de Las EstrellasTinajas de barro de Bodega de Las Estrellas

Barricas en la cueva de Bodega de Las EstrellasBarricas en la cueva de Bodega de Las Estrellas

Territorio de la #DOValdepeñasTerritorio de la #DOValdepeñas


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Un paseo por El Viso del Marqués

portada Jose Ferriz Viso del Marqués

En el extremo sureste del mítico Campo de Calatrava se sitúa esta población extensa, cuyo marcado carácter histórico la convierte en un lugar pintoresco dentro de la provincia de Ciudad – Real. Su remota historia comienza en el año 1281, fecha en la que el rey Alfonso X El Sabio liberó a la población de la pesada carga que suponía el pago de tributos. Por este dato conocemos la primera existencia de la localidad. Más tarde, en la época de la Reconquista, sabemos que se encontraba en este lugar un castillo que defendía el paso hacía el puerto de Muradal.
Ya en la Edad Media fue encomendada a la Orden de Calatrava hasta el año 1539, fecha en que, junto a Santa Cruz de Mudela, fue vendida por el Emperador, Carlos I, al insigne marino don Álvaro de Bazán. De esta segunda adquisición tomó el título de Marqués de Santa Cruz. Allí, en El Viso del Marqués, emulando a los grandes señores del Renacimiento italiano, Álvaro de Bazán decidió construir la residencia para su retiro, a cuyo objeto realizó grandes obras que ayudaron a la configuración del Imperio y a la administración del territorio local.
En su memoria, se alza una magnífica estatua realizada en Bronce en el centro de la plaza, más conocida por nombre de El Pradillo, de visita imprescindible.

Fachada del Palacio. Autor, Santiago López-Pastor

Fachada del Palacio. Autor, Santiago López-Pastor

En ese mismo lugar está situada la más característica construcción de la ciudad, que no es otra sino el emblemático y suntuoso Palacio del Marqués de Santa Cruz, declarado monumento nacional en el año 1931, el cual fue edificado siguiendo las pautas que caracterizaban a los palacios reales de la época, es decir, con todo lujo y la magnificencia a la que eran tan propensos, en su exquisitez, los monarcas y grandes señores del Renacimiento.
Tanto su exterior como su interior están considerados como una magnífica obra maestra cargada de ornamentos y detalles, que convierten el lugar en un verdadero goce estético para todo aquel que tiene la oportunidad de contemplarlo de cerca. Y es posible visitarlo, ya que en nuestros días es Museo Naval, un museo en un palacio de espléndida escalera dividida en tres derrames y de maravilloso patio, considerado de gran valor artístico.
En el muro que cierra el jardín todavía se hallan los sepulcros de don Álvaro y de su esposa, María de Figueroa.

Por el interior del Palacio. Autor, Santiago López-Pastor

Por el interior del Palacio. Autor, Santiago López-Pastor

Este maravilloso palacio, poseedor de los principales elementos que emanan de la Italia renacentista, fue diseñado por el genial arquitecto italiano Giovanni Castello, más conocido por el apodo de “El Bergamasco”. En su interior podemos admirar bellísimas pinturas manieristas de temática mitológica realizadas por Nicolás y Francisco, hijos de “El Bergamasco”, además de obras de Francisco Peroli, Juan Bautista y Cesare Arbasía.
En el año 1948, los marqueses de Santa Cruz, cedieron el palacio a la Marina Española, la cual, además de salvarlo de la ruina, dio a sus maravillosos espacios un inmenso resurgimiento. Todavía en la actualidad continúa siendo la sede oficial de la institución y ejerciendo la función de casa y archivo de la Marina, a pesar de encontrarse tan alejado del mar. Una más de las grandes paradojas manchegas. Y uno más, sin duda, de sus tesoros históricos, en plena consonancia con la maravilla paisajística de La Mancha.

Salón de Portugal. Representación de la conquista llevada a cabo por Álvaro de Bazán. Autor, Santiago López-Pastor

Salón de Portugal. Representación de la conquista llevada a cabo por Álvaro de Bazán. Autor, Santiago López-Pastor

Salón de Honor. Autor, Santiago López-Pastor

Salón de Honor. Autor, Santiago López-Pastor

Apostado entre sierras de variado relieve y abundantes parajes singulares, como el Valle de los Perales, Los Chorros y Los Molinillos, preámbulos de Sierra Morena, El Viso del Marqués es también etapa fundamental de la geografía imaginaria de El Quijote. En Los Chorros, por ejemplo, subsisten unas ruinas del molino de batanes donde se dice que transcurre la aventura del capítulo XX de la primera parte de El Quijote. Hay también estudiosos que sitúan en los alrededores del Viso los episodios del capítulo XXV de la primera parte: “las extrañas cosas que en Sierra Morena sucedieron al valiente caballero de La Mancha y de la imitación de su admirado Amadís de Gaula, que hizo a la penitencia de Beltenebros”. Y si todo esto es así, no cabe duda de que no lejos se encontrará el lugar en que el Caballero de la Triste Figura se topara con los galeotes y sus guardas.

Hoz de Peñarrubia. Sierra del Viso

Hoz de Peñarrubia. Sierra del Viso

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Fotografía de portada de José Ferriz
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Un artículo de Antonio Bellón Márquez

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Santuarios Manchegos. Origen de esta tierra

Santuarios Manchegos. Origen de esta tierra

Antes incluso de la existencia de las palabras, cuyo lenguaje permitiera ubicar la lejanía de unos tiempos tan remotos, que ni siquiera la presencia del ser humano podía ser capaz de medir con la distancia que hoy nos permite el transcurso de la Historia, la Prehistoria y lo presumible desconocido más allá de la noche de los tiempos; el disco solar, como siempre, dueño de su tiempo y sus medidas, amanecía y atardecía sin la física ni las matemáticas de los hombres. Primero adorado como el dador de vida, a veces temido como el dios supremo. Siempre querido como la calidez del hogar, la caricia del afecto, o el impulsor del ánimo.

Aquí, en la inmensa provincia de Ciudad – Real, cuya magnitud geográfica supera la de numerosos países, es posible hallar los orígenes de sus moradores, conservados como en las vitrinas de un museo decimonónico o en los relicarios de un tesoro catedralicio, atesorados en el rosario de santuarios que decoran el territorio con la quintaesencia que conjuga con maestría artística y filosófica lo docto y lo popular, lo pagano y lo cristiano, lo espiritual y lo mundano, lo ideal y lo material.

Campanario de Terrinches. Autor, JP

Campanario de Terrinches. Autor, JP

Apostado al borde meridional de la Meseta, en las estribaciones septentrionales de Sierra Morena, en pleno Campo de Montiel, encontramos uno de estos mágicos lugares de culto, contemplación o meditación, más antiguos de la provincia. Postrado ante los retablos pétreos de las cordilleras béticas, cada solsticio de invierno la divinidad amanece solemne sobre el colosal altar de la roca del Cambrón, elevándose sobre todas las cosas, renovando la esperanza de un nuevo día por vivir. Regalo que los hombres interpretaban como la magnanimidad del Todopoderoso.
En Terrinches junto a la ruta comercial de la Vía Augusta, disfrutamos de uno de los yacimientos más importantes de la Edad del Bronce. Todavía en periodo de estudio y puesta en valor, que sin duda aportará gran interés para la ciencia, la cultura, el turismo y los modos sostenibles de ordenación y rentabilización del territorio. Influyendo para el cuidado del pueblo y su adecuación como atractivo a visitar.

Vista de la Sierra del Relumbrar. Autor, mjacintomm2

Vista de la Sierra del Relumbrar. Autor, mjacintomm2

Resumiendo por medio de la cronología, adaptándonos al espacio del artículo, destacamos de entre los santuarios de origen ibérico los de Alarcos y Villanueva de la Fuente. El primero bien conocido, por la riqueza del parque arqueológico que lo incluye, conteniendo entre sus joyas la bellísima ermita gótica, que sin duda, como todos los mencionados merecen publicaciones exclusivas.
El caso del santuario de Los Desamparados en Villanueva de la Fuente, es preciso decirlo, sobre todo para su puesta en valor. Muy pocos saben que la actual ermita se asienta sobre un conjunto de cuevas y oquedades de origen prehistórico con antecedentes de la cultura ibérica. Que además se complementa con la visión de uno de los paisajes más sugerentes de la zona abarcando toda la vega del río Villanueva y la sierra de Relumbrar.

Ermita de la Virgen de la Sierra. Villarrubia de los Ojos. Autor, Angel Muñoz

Ermita de la Virgen de la Sierra. Villarrubia de los Ojos. Autor, Angel Muñoz

Oreto, Zuqueca, Granátula. Nombres diferentes que aluden a un mismo sitio. Donde tres culturas se superponen desde Roma hasta el Califato de Córdoba pasando por los Visigodos. Impronta de estos últimos, que como su espíritu, permanece materializada en el recoleto y robusto espacio interior de la acogedora ermita, evocadora de casonas asturianas inmersas en la penumbra de los hayedos y robledales norteños.

En el Campo de Calatrava, por contraste destaca la sobria elegancia arquitectónica del nobiliario santuario de Las Nieves, propiedad de Almagro. Cuyos restos de la columnata que rodeaba la plaza de toros todavía dan idea de la monumentalidad perdida. Sin embargo continúa siendo uno de los excelentes lugares de la provincia para disfrutar.
Relativamente cerca, continuando la ruta que cada cual decida, conviene acercarse a la Virgen de la Sierra en Villarrubia de los Ojos. Como casi todos, otro de los reductos más puros, hermosos y cautivadores de la arquitectura popular manchega. Situado, como no, a los pies de la sierra, en un paraje rodeado de naturaleza.

Virgen de Criptana. Autor, soc dimoni

Virgen de Criptana. Autor, soc dimoni

Otro de los que guarda el encanto de la quintería manchega, el patio calatravo y la venta cervantina, es el de La Encarnación de Carrión de Calatrava, con la suerte de ser vecino del parque arqueológico de Calatrava la Vieja y la zona de influencia del parque nacional de Las Tablas de Daimiel. Uno de esos parajes idílicos donde lo rural, lo natural, lo histórico y lo popular invitan a conocerlos con detalle. Si te alejas entretenido divisando esa ciudad mágica en mitad de la llanura, unas veces seca, otras, encharcada que acoge los restos de la vieja capital calatrava, puede que descubras los bien restaurados baños del Hervidero.

Por suerte son muchos, bellos y muy interesantes los parajes, los edificios y la historia que conservan todos los santuarios de la provincia. Refugio, archivo y reducto del origen de nuestras poblaciones, de nuestra arquitectura y nuestras tradiciones.

El tamaño del artículo, obliga a no mencionar todos, y algunos sobre todo, porque merecen artículos por sí mismos. Sin embargo es preciso decir que conviene visitar, conocer y disfrutarlos todos. Desde el castillo – santuario de Peñarroya, hasta la Virgen de Criptana, donde en el primer caso la Orden de Santiago cede sus conquistas a la sociedad actual y en el cerro de Criptana, la blancura manchega y la pureza de volúmenes, complementan el célebre paisaje cervantino de los universales molinos, con la elegante sencillez de la teja, la cal y la madera.
En el de Los Santos en Pozuelo de Calatrava, otra vez lo manchego en todo su esplendor, coronando como la ínsula de Sancho, lo alto de un cerro, con la gallardía de Don Quijote.

Santuario de La Antigua. Villanueva de los Infantes. Autor, Pedro García

Santuario de La Antigua. Villanueva de los Infantes. Autor, Pedro García

Por suerte son muchos. Merecedores de un libro que los muestre con amplitud y nos deleite con sus tesoros.
Curiosos los del Campo de Montiel. Alguno de origen templario como el de La Vega en Torre de Juan Abad. Otros, dignos de formar parte de una plaza florentina como el de La Antigua en Villanueva de los Infantes.
Y la joya por excelencia de los santuarios manchegos, Las Virtudes en Santa Cruz de Mudela.

Si queréis descubrir esta maravillosa tierra, os proponemos vivir estas experiencias con www.sabersabor.es

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Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano
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Fotografía de portada: Roca del Cambrón. Autor, Gabriel Villena Fernández

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De ruta por Las Virtudes. Un Parque Temático del siglo XVIII

Si vas a Andalucía y eres de los que disfrutas encontrando lugares sorprendentes. Bien cuando salgas de Madrid, o a tu regreso, si no lo sabes existe un territorio legendario, muy antiguo y muy conocido por Cervantes, llamado Campo de Montiel. Contiene infinidad de bienes patrimoniales y naturales además del paisaje quijotesco más bello y genuino del Mundo.

Saliendo de Torrenueva, por un carreterín muy poco transitado, atravesando el bellísimo paisaje agrario, ondulado de montes tapizados de manchas de encinar, se advierte el fin de Castilla emparentando con Andalucía.
El horizonte aquí se hace más agreste, la temperatura más confortable y el otoño en esos periodos húmedos y cálidos, regala unos días de doble primavera al sur del Campo del Montiel. Se puede llegar también desde Castellar de Santiago, pero el camino más bonito es desde Torrenueva.

Paisaje del Campo de Montiel. Autor, Fran J de Lamo S

Paisaje del Campo de Montiel

Plaza de toros de Las Virtudes

Las Virtudes, justo en las lindes del Campo de Montiel, en tierras de Santa Cruz de Mudela, es otro de esos espacios impresionantes y casi irreales. Detenido en el tiempo. Conservado como un milagro de los avatares históricos. Escondido de los viajeros decimonónicos y apartado de las rutas cinematográficas que llevaron a Hemingway hasta Ronda.

Esta de Las Virtudes posee toda la gracia goyesca del XVIII español. El encanto romántico y bandolero que la camufla a los pies de Sierra Morena y la convierte en algo realmente mágico. Tan auténticamente real, que parece mentira.

Si llegas un día de diario, cuando apenas nadie se ve por el pequeño poblado que la circunda, te atraerá primeramente la fronda caducifolia que más bien parece un pedacito de un Real Sitio borbónico. La Alameda de La Virgen, frescamente regada por la fuente y la alberca, diseñada exactamente igual que los parterres del Retiro de Madrid, sirve de delicioso paseo hasta llegar al monumento.
El atractivo juego de contrafuertes le dan aspecto fortificado. La elegante puerta clasicista, otra vez goyesca, ilustrada. Arquitectura académica, pulcramente trazada en mármol gris.

Tras la puerta, labrada arco de triunfo. Sientes al cruzarla como si comenzase el espectáculo y sonasen las fanfarrias de la Twenty Century Fox. Verdaderamente triunfan los sentidos. Sobre todo la vista. Porque es increíble encontrarse algo tan exquisitamente hermoso en las agrestes estepas castellanas, tan maltratadas por la historia y tan expoliadas de sus riquezas patrimoniales.

Plaza de toros de Las Virtudes. Autor, Javier Gorostiza

Plaza de toros de Las Virtudes

Aquí encontramos la cuadratura del círculo. La plaza de toros cuadrangular exponiendo los parámetros elementales de la arquitectura popular hispánica. Foro heredado de la cultura grecolatina que aglutina los toros cretenses con las ágoras griegas. La plaza popular castellana con iglesia, concejo y galerías del pueblo. Todo un compendio de ingeniería histórica que resume con maestría improvisada el germen de cualquier pueblo español.

Washington Irving fue cautivado por el embrujo hispano-musulmán que lo llevó a descubrir La Alhambra desde Sevilla hasta Granada, encontrado por el camino infinidad de maravillas que a sus ojos resultaban exóticas y tan sorprendentes como el descubrimiento de todo explorador.
Esta es la sensación que provoca por primera vez a todos aquellos que jamás han visto ni oído hablar de Las Virtudes. Uno de los conjuntos arquitectónicos más valiosos de la cultura mediterránea.
Lugar que merece todo el cuidado para ser preservado en su integridad. Hago desde aquí el responsable llamamiento para que se ordene su entorno y todo cuanto se edifique en el mismo armonice y entone con esta joya patrimonial única e irrepetible.

No quiero decir todo lo que contiene para que seáis vosotros mismos los que os sorprendáis. No en vano el título de este artículo hace referencia a la magia escenográfica de los actuales parques temáticos, capaces de recrear con exactitud cualquier etapa histórica. Aquí disfrutaréis del privilegio de lo auténtico, con ese halo irreproducible que sólo concede el peso y el paso de la historia.

Capitel. Autor, Eduardo Mascagni

Capitel

Castilla, Andalucía, mudéjar, barroco, popular, cortesana, golfa, piadosa, bandolera, religiosa, pagana… Romana, árabe, cristiana… Poco me parece para lo mucho que contiene un espacio tan pequeño y a la vez tan inmenso por ser como la esencia de un perfume francés. De esos carísimos que parecen contener oro líquido.
Así brilla el sol en el albero de Las Virtudes, con más arte que las tauromaquias de Goya. Con más atractivo que los viajes de Washington Irving. Con tanta escenografía como las tardes toreras de Hemingway. Y sin embargo, sin ellos, sin la fama. Con la modestia de permanecer al margen de las grades rutas turísticas, posee el incalculable valor de las cosas sin precio. La autenticidad de lo irrepetible y la grandeza de lo creado para solaz de los sentidos.

Los que nunca hayáis tenido la fortuna de conocer este lugar y leáis esto, recordaréis lo que os digo, cuando por primera vez os encontréis en medio de ese coso que no parece una plaza de toros. Que más bien parece la plaza mayor de todos los pueblos de Castilla iluminada por el sol de Andalucía.
La pulcritud milimétrica que la mantiene en perfecto estado de presentación os resultará sorprendente y os dará sensación de irrealidad. Por desgracia tan acostumbrados en muchos casos al deterioro de nuestro patrimonio, ver algo tan exquisitamente cuidado, provoca cuando menos satisfacción y orgullo de ser miembro de este país. Y a la vez el deseo por encontrar todo cuanto nos rodea con un aspecto similar.

Ermita de Nuestra Señora de Las Virtudes

En el interior de la ermita

En el interior de la ermita

Y por si fuera poco. La ermita es el cofre del tesoro. Desde el suelo de barro hasta el artesonado mudéjar, pasando por el aspecto visigodo de la pila bautismal hasta la barroca capilla mayor, todo es una sucesión de arte popular convertido en lección académica.


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Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©