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Santo Tomás de Villanueva. Personaje histórico del Campo de Montiel

Santo Tomás de Villanueva

Y curiosamente para nosotros, los de Campo de Montiel, Santo Tomás nace en 1486, cuando comenzaba a nacer España


Os mostramos uno de los personajes históricos más destacados del Campo de Montiel. A la vez una de las personalidades del Siglo de Oro Español. Y alguien que ha dejado huella en la Iglesia Universal, por ser de ese tipo de personas que abren nuevos caminos y crean nuevos modos de actuar.
Cuanto más conoces al personaje, más aprecias su proyección social y su dimensión intelectual. Leyendo varias biografías llego a la conclusión de que fue un ser afortunado por el hecho de realizarse en la vida conforme la deseó vivir. Y también por el momento histórico en el cual le tocó nacer y el contexto familiar que le otorgó el destino.
Vivió en uno de los periodos más plenos de la cultura occidental como es el Siglo de Oro, sucediendo a otro de los más prolíficos a nivel cultural e intelectual de Occidente como fue el Renacimiento Italiano.
España abre la Era Moderna apenas seis años después con el Descubrimiento de América en 1492. Coincidiendo a la vez con el inicio del Siglo de Oro y la publicación de la Gramática de Nebrija. Pocos años antes con la conquista de Granada y la unión del reino de Castilla y la Corona de Aragón, Isabel y Fernando comenzaron ingentes reformas que tendían a la creación del primer Estado Moderno, como la unificación del ejército, la administración pública y la religión. Como sabemos impulsaron el catolicismo y el apoyo al papado del cual obtuvieron el título de Reyes Católicos. Sin embargo, nunca pudieron serlo de España, porque tal entidad territorial y jurídica no existía. Faltaba la anexión del reino de Navarra. Obtenida años más tarde por Fernando el Católico. Con lo cual la primera reina que debió ser de España por derechos dinásticos debió ser su hija Juana I de España. Quien fue apartada de su legítimo derecho por el golpe de Estado ejercido por su hijo el emperador Carlos V de Alemania proclamándose rey de España, apoyado por su abuelo Fernando el Católico.
En este contexto de reforma del catolicismo y creación del primer país de Europa como Estado moderno aglutinando todos los reinos en una unidad territorial conglomerada por una historia y cultura común, -que por cierto todavía no ha fraguado con la firmeza que el paso del tiempo debiera haber impreso-. Además de intereses políticos de afianzamiento del Estado y expansión imperial, fueron una de las razones por las que el flamante emperador, confió en Santo Tomás como buen español, que más tarde calificó Quevedo. Resulta interesante comprobar que fue propuesto para arzobispo de Granada y de Valencia. Dos de los territorios con mayor inestabilidad política y social a causa de la gran población de moriscos en constante descontento y en contacto con los turcos.
Encontramos así en Tomás de Villanueva ese hombre de Estado, ese gestor y ese diplomático al servicio del emperador, que pacificó el territorio de Valencia en su labor con la gran población de moriscos que casi suponía la mitad de la población.

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Centenario Santo Tomás de Villanueva


El Siglo de Oro finaliza en 1681 con la muerte de Calderón de la Barca


Y aquí en Campo de Montiel, poseemos una de las concordancias más asentadas a nivel histórico y cultural con este brillante periodo histórico que abarcó desde principios del XVI hasta finales del XVII, llamado Siglo de Oro, pues los datos nos dicen como ya he señalado que aquí en nuestra tierra comienza con el nacimiento de Santo Tomás, alcanza su cénit con la publicación del Quijote en 1605-1616, y culmina con la muerte de Quevedo en 1645.
Por tanto, esta tierra, tan pobre, tan áspera y tan despoblada. Contiene el valor incalculable de ser uno de los reductos culturales de una de las épocas más florecientes de la cultura universal.

Antes de adentrarnos concretamente en la figura de Santo Tomás como personaje histórico, como veis, quiero destacar el conjunto de valores de nuestro Campo de Montiel. El cual tímidamente está empezando a ser reconocido en la dimensión que le corresponde con el esforzado aporte de las nuevas generaciones de personas más y mejor formadas, más viajadas y con mayores elementos de juicio y contraste.
Por tanto vaya desde aquí mi agradecimiento para todos aquellos que saben ver la proyección del conjunto de valores que posee esta tierra y que todavía están por descubrir, si nos decidimos a ello.
El valor más importante y la clave que revitalice esta comarca es la llave que la abra al mundo y la saque como a don Quijote, por la puerta del corral. Esa llave, Se llama información, formación, conocimiento, educación, coordinación, colaboración, unión y trabajo en común de todos y cada uno de los elementos que componemos esta tierra, como individuos, como instituciones y como entes sociales, culturales y económicos.
Hay que promover, facilitar y comprometerse con todo cuanto nos beneficia a todos, porque nos fortalece. Hay que sentirse orgullosos de los éxitos de nuestros vecinos porque también son nuestros éxitos. Hay que estar dispuestos a participar de todo cuanto mejora nuestro entorno porque nos ayuda a todos.
Por eso me veo en el compromiso de aprovechar cualquier oportunidad, como esta, para incidir en la importancia de mantenernos con actitud constructiva y predisposición para ver, sentir y vivir el Campo de Montiel con tanto apego como nuestro propio pueblo. Practicar el beneficio de entender nuestra comarca como un conjunto de pueblos que componen nuestra casa, nuestra cultura, nuestra historia y nuestro vínculo intelectual con nuestra propia existencia. Porque además ninguno de nuestros pueblos se entiende sin las influencias y relaciones de los que nos circundan.
Ya sé que las diferencias políticas impiden casi siempre esa deseable unión y colaboración social, cultural que nos haría avanzar con mayor firmeza y rapidez. Pero nada nos impide estar por encima de la negatividad de los intereses que por desgracia crea la política, que en el fondo no es otra cosa que intereses particulares de unos y otros. Convirtiéndose en una trivial lucha de poder por gestionar los recursos de todos, dividiendo y restando. Empequeñeciendo la grandeza que contiene una tierra, tan vieja, tan noble, tan culta. Tan repleta de valores como es el Cervantino Campo de Montiel. El Manriqueño Campo de Montiel, el Quevediano Campo de Montiel. El laminitano Campo de Montiel. El Andalusí Campo de Montiel. El españolísimo campo de Montiel, en cuyo corazón del Castillo de la Estrella de Montiel, se dio el último gran paso de Castilla y el primero para la creación de España. Porque podemos afirmar sin grandilocuencia que aquí comenzó a gestarse España. En la Batalla de Montiel. Abriendo el camino al trono de Isabel I de Castilla. Y esto nadie lo va a contar porque a nadie le interesa reconocer los valores de una tierra que no sea la propia. Por eso es nuestra responsabilidad y nuestro deber colocarnos donde nos corresponde. Sin complejos, sin comparaciones y sin falsos halagos.
Pero por desgracia es muy habitual, la pasividad y la espera de que aparezca alguien que resuelva lo que nos toca a nosotros. Lo nos lleva desperdiciar el tiempo como polvo de oro que el viento arrastra.

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Descubriendo Fuenllana
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Descubriendo el Convento de Santo Domingo, Villanueva de los Infantes
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Santa Catalina, Fuenllana
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Descubriendo Villanueva de los Infantes


La responsabilidad de poner en el lugar que le corresponde a nuestra tierra nos corresponde a nosotros, a sus hijos, a sus amantes, a sus moradores


Y hasta ahora, como ya he dicho, nunca en nuestra historia, se había comenzado a querer, valorar y poner de manifiesto la autenticidad y potencial de valores que posee el honorable Campo de Montiel. Precisamente porque ahora nos estamos interesando en conocerlo y compartirlo.
Vamos a seguir por esta línea y a respetarnos como merecemos, honrando a nuestra tierra como corresponde, sin supravalorarla ni menospreciarla. Pero sobre todo, sin ignorarla. Que este ha sido el peor de nuestros males. No existíamos ni para nosotros mismos. Nuestro complejo de inferioridad nos hacía mirar siempre por encima de nuestros horizontes. Convencidos de que todo lo mejor estaba fuera de aquí. Curiosamente también le ocurría a don Quijote con sus ansias de aventura. Sin valorar que él mismo era y será el prototipo universal de la propia personificación de la aventura.

Siempre con los ojos puestos en el más allá, con esa necesidad de buscarnos la vida con la esperanza de hacerla más llevadera lejos de aquí, tal cual le ocurría a Cervantes ansiando escaparse a liberarse en América. Y es que es cierto que todos los refranes hablan por la experiencia y no falta verdad en aquello de “pueblo pequeño, infierno grande”. Hay que ser conscientes de la inmensa oferta de posibilidades de una gran ciudad para mentes inquietas como las de Cervantes, Quevedo o Tomás de Villanueva.
Pero no es menos cierto que aquí tenemos mucho trabajo para sacar partido a lo mucho que hemos heredado. Solo hay que buscar el modo de rentabilizarlo.
El caso es que como tantos otros, como ahora. Tomás se fue y no volvió.

Turismo La Mancha sabersabor.es Campo de MontielVisita escolar a Fuenllana. Plaza de Santo Tomás de Villanueva
Turismo La Mancha sabersabor.es Campo de MontielRuta del Quijote en Villanueva de los Infantes
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En Fuenllana, un humilde pueblo de fachadas encaladas y rodeado de trigales, nació Santo Tomás de Villanueva en el otoño de 1486, año fatídico en el que la peste asoló Castilla 


Tomás García Castellanos o Tomás García Martínez. Porque todavía no está bien definido si también su madre Lucía se llamaba Martínez o Castellanos. Y sobre todo porque hasta 1501, por orden del Cardenal Cisneros y curiosamente una de las personas más influyentes y determinantes en la vida de Santo Tomás; no se instituyó la obligatoriedad de apellido fijo para identificar al individuo. Puesto que hasta entonces se hacía con nombre del padre, lugar de procedencia, mote u oficio. Así incluso hermanos podían tener diferente apellido.
Ya sabemos que la familia de Santo Tomás era una de las mejores asentadas en cuanto a situación social y poder económico. Lo cual ayuda para afirmar que además de las cualidades personales propias de Santo Tomás, también fue una persona afortunada, por haber nacido en el seno de su familia. La cual le facilitó el ingreso en uno de los centros educativos más prestigiosos del mundo en aquella época.
Sus familiares pertenecían a la élite rural tanto de Fuenllana como de Villanueva de los Infantes. Poseían tierras, rebaños, molinos, viñas, huertas, cortijos y todo tipo de hacienda relacionada con la explotación agropecuaria que ha sido el medio de vida ancestral de esta tierra. Su dinero les permitía ingresar en estamentos tan poderosos como las órdenes militares de Santiago, Calatrava y San Juan. Además de formar parte del Santo Oficio. Cuyo tribunal se encontraba contiguo a la casa familiar de Villanueva de los Infantes y donde se alojaban los visitadores la Inquisición. Por tanto el poder social y económico de la familia de Santo Tomás estaba más que asegurado. Lo cual que concedió la oportunidad de formarse y hacer carrera eclesiástica hasta alcanzar el arzobispado.
Pero comenzó como ya he dicho, estudiando en uno de los sitios más importantes del mundo a tal efecto. El colegio Mayor de San Ildefonso de la Universidad de Alcalá de Henares. Fundada en 1499 por el cardenal Cisneros.
A su vez, Cisneros recibió formación en el centro educativo más prestigioso de Europa. El colegio mayor de San Bartolomé de la Universidad de Salamanca. El cual le sirvió de cimiento para fundar Alcalá.
Las clases comenzaron en 1508 y uno de los alumnos de la primera promoción fue Tomás. Donde se licenció en Artes y en teología.
Desempeño las funciones de maestro, pero lo más importante para su vida, fue que se impregnó del espíritu renovador de Cisneros. El mismo que infundió a los Reyes Católicos.
El cardenal, como todos los grandes hombres de la Historia, era austero, de carácter disciplinado, colosal iniciativa e incansable capacidad de trabajo. La idea de Alcalá se creó sobre todo para formar y seleccionar personal digno para desempeñar las responsabilidades de una institución tan grande como la Iglesia. Su proyecto, tan grande como su mentalidad, creó la primera ciudad universitaria de la historia de la humanidad, donde se contemplaban más de dieciocho colegios para acoger estudiantes pobres y convertirlos en individuos formados y útiles a la sociedad del momento.
De este espíritu y esta atmósfera comenzó a germinar en Santo Tomás su talante renovador. Si bien, Cisneros era un monje guerrero y Tomás un fraile pastor. El primero más belicoso el segundo más pacífico. Pero ambos, ese tipo de seres con enorme visión de futuro, iniciativa propia y afán de avanzar.
Teniendo muy presente que toda renovación y avance, comienza en la educación.
Razón por la cual hoy somos los incultos más ingratos y menos justificables de la Historia. Puesto que tenemos toda la información para nuestra formación a nuestro alcance y convivimos con una inmensa mayoría de desinteresados por educarse o formarse, abducidos a consumir.

Turismo La Mancha sabersabor.es Campo de MontielCasa de los Estudios, Villanueva de los Infantes

Turismo La Mancha sabersabor.es Campo de MontielConvento Agustinos de Fuenllana

Turismo La Mancha sabersabor.es Campo de MontielPaisaje del Campo de Montiel


Arzobispo de Valencia, profesor de la Universidad de Alcalá y consejero personal del mismísimo Emperador Carlos V, dueño y señor de medio mundo


Tomás, comenzó a autodenominarse de Villanueva, al ingresar como agustino en Salamanca. Donde llegó a ser prior. También de Burgos y Valladolid. Además de prior provincial de Castilla y Andalucía.
En esta etapa también coincide con la actitud de Cisneros de evangelizar el Nuevo Mundo. El cardenal envió misiones franciscanas y Santo Tomás misiones agustinas a Nueva España, Méjico. Quizá por esta razón el claustro del convento de Fuenllana, existe una labra de piedra a modo de blasón donde aparece la figura de un indígena arrodillado ante una cruz. Significando así la labor del santo.
Básicamente se convirtió en prior general de los agustinos del reino puesto que en la época las provincias agustinas se dividían identificando Castilla al norte de Toledo y Andalucía al sur de Toledo.
Está documentado que vivió en Sevilla, en la Casa Grande de San Agustín. Impresionante convento situando en una de las principales entradas de la Metrópoli imperial y Puerto de Indias. Capital financiera del mundo y una de las urbes más bellas de la tierra en aquel tiempo. Lamentablemente la incultura y brutalidad humana se han llevado por delante el magnífico convento, del cual solo queda el claustro y la sala capitular. Se conservaba una talla de Martínez Montañés, uno de los escultores barrocos más destacables de la Historia del Arte. Pero la Guerra Civil se la llevó por delante.
La última etapa de su vida como bien sabemos transcurre como arzobispo de Valencia. Concretamente sus últimos once años de vida.
Valencia no era cualquier sitio. Era una de las ciudades y una de las diócesis más ricas de la cristiandad. Su nombramiento, por supuesto habría sido más que meditado por numerosas personalidades influyentes que lo considerarían el candidato adecuado para los intereses del reino y de la Iglesia. No en vano, Quevedo, en su biografía conmemorativa de la beatificación lo califica como un buen español.
Según los datos, llegó a Valencia sin boato y con la misma coherencia austera y cristiana que desarrolló toda su vida. Un temporal de lluvia o su propia decisión le hizo solicitar asilo en el convento agustino del Socorro, extramuros y por desgracia desaparecido y bien conocido en la ciudad como el Socós en lengua vernácula.
Lugar donde volvió para ser enterrado por deseo testamentario. Afortunadamente tanto sus restos mortales, como la lápida sepulcral fueron recuperados y puestos a salvo de la Guerra de la Independencia, la Desamortización de Mendizábal y la Guerra Civil.
Curiosamente la impronta y el carisma personal arraigó de tal modo en la ciudad que tras él, todo nuevo arzobispo que tomaba la sede valenciana, en un gesto de respeto, admiración y devoción, repetía el ceremonial de alojarse en el convento del Socós un día antes de ser revestido de pontifical en la catedral.
Desde el primer instante, fue alguien dispuesto y comprometido con la idea de obispo-pastor, jamás abandonó a su rebaño. Pueden relatarse multitud de anécdotas y curiosidades de su personalidad que prefiero dejar para que cada cual se interese por su lectura en la multitud de biografías referentes al santo, que además es uno de los más estudiados por muchos autores. Los cuales nos dan datos que lo relacionan con Fuenllana y con Villanueva de los Infantes durante toda su vida, pareciendo a veces, que aquí solo nació, se crió y una vez salió de la zona ya no la llevó consigo. Cierto es que no existe documentación que volviera después de su marcha a Alcalá, pero también nos relatan los datos que su paje principal era un primo de Fuenllana llamado Pedro Castellanos, que además testificó en el interrogatorio para el proceso de beatificación abierto por Paulo V. Sin duda recomendado por su madre, doña Lucía, quien fue una de las principales influencias de su vida. Y a quien mostró su amor filial manteniendo correspondencia hasta el final. A la muerte de su padre, parece ser que regresó y habiendo heredado unas casas, decidió dedicarlas a hospital para pobres, dejando al cargo a su madre, la cual sobrevivió a Santo Tomás hasta casi el siglo de vida. Hoy conocemos tal sitio por el Hospitalico, y hay datos que lo identificaban como el Hospital del Arzobispo. Tras morir Santo Tomás, su madre siempre se hizo cargo del mismo hasta su propia muerte y por eso nos ha llegado que fue ella la propia fundadora del mismo. También Santo Tomás se encargó de edificar capilla funeraria en San Francisco para su familia. Y puede que sus primeros estudios los realizase en el convento de San Francisco.
Lo fundamental y lo que lo hace especial y diferente que es que abrió nuevas puertas y fue el primero en transitar nuevos caminos que han seguido y continúan muchos.
Creó la figura de obispo consecuente y atento a las necesidades de su diócesis. La visitó al completo. Mostró total desapego por lo material, por el poder y por la vanidad.

Turismo La Mancha sabersabor.es Campo de MontielConvento de Santo Domingo, Villanueva de los Infantes

Turismo La Mancha sabersabor.es Campo de MontielEl Caballero de los Leones, Don Quijote. Fuenllana

Turismo La Mancha sabersabor.es Campo de MontielPlaza Mayor de Villanueva de los Infantes


Practicó el ideal cristiano de amar o respetar al prójimo como a uno mismo


Mostró preferencia por los más necesitados que dentro de los indigentes, era los enfermos pobres.
Imagino que su falta de apego y ambición por lo material le hizo gestionar la inmensa fortuna diocesana de forma tan eficiente que en once años de trabajo, dobló sus ingresos.
Hasta su llegada, la presencia de un arzobispo en Valencia, era algo inexistente, pues era un cargo de privilegio y no de responsabilidad. Su predecesor fue Jorge de Austria, y la sede valenciana llevaba más de cien años sin ver por allí un arzobispo. Sin embargo los privilegios y las rentas del arzobispado salían puntalmente destinadas al prelado de turno.
Según varios autores la diócesis era un caos. El clero vivía relajado y acomodado. Sin orden ni disciplina. Lo primero que hizo al igual que Cisneros, fue convocar un sínodo y establecer normas de conducta para beneficio de la Iglesia y el Pueblo.
Se dice que un día vino un religioso a su casa y, encontrando ese aposento abierto, entró sin llamar y halló a nuestro hombre sentado en una silla baja, ocupado en remendar sus calzas. El buen canónigo se escandalizó de que tal cosa hiciese, puesto que no era propio para la dignidad de un arzobispo de Valencia, a lo cual Santo Tomás respondió: “Aunque me han hecho arzobispo, no dejo de ser religioso; he profesado pobreza y me alegro de hacer de vez en cuando lo que hacen los frailes pobres. Y con ese real que me ahorro puede comer mañana un pobre”.
Y lo más importante de su legado intelectual, cultural y espiritual fue sin lugar a dudas el respeto mostrado por el prójimo a través de la caridad, algo que en su contexto histórico significaba extraordinario y magnífico, pues lo obispos eran príncipes acomodados en su riqueza, alejados del sufrimiento ajeno. Su cercanía con los demás jamás fue olvidada por el pueblo valenciano, razón que motivó su promoción a la beatificación y posterior canonización.
Pero sin duda, su obra más notable a nivel histórico fue la creación del primer seminario de la historia. Nunca olvidó a Cisneros ni la impronta aprendida en Alcalá de la necesidad de formar a los candidatos a sacerdote con la consecuente educación que los hiciera acreedores de su responsabilidad.
Y en este punto siempre me viene a la memoria el extraordinario cuadro de Claudio Coello que lo representa, como Doctor de la Iglesia como algo premonitorio. Pues bien sabemos que no posee tal título. Sin embargo yo insisto que Santo Tomás es el doctor de los doctores de la Iglesia porque fue el primero en crear un seminario. Un centro docto donde se forma a los acreedores y difusores de la doctrina de la Iglesia. ¿Hay más motivo para merecer el título de doctor de la iglesia?

Santo Tomás Villanueva de los InfantesCapilla de Santo Tomás, Villanueva de los Infantes

Turismo La Mancha sabersabor.es Campo de MontielSanto Tomás de Villanueva, niño, repartiendo sus ropas. Bartolomé Esteban Murillo. Óleo, 1667

Turismo La Mancha sabersabor.es Campo de MontielArquitectura popular manchega en Fuenllana


Tuvo contacto y amistad con Juan Luis Vives, quien creó el primer tratado de atención a la población desfavorecida, referente de la creación de los servicios sociales en Europa


Tras la muerte de Santo Tomás, en la ciudad quedó un recuerdo imborrable y vivo hasta hoy. Es curioso que los franceses respetasen su enterramiento y es curioso que en la guerra civil ocurriera lo mismo. Hoy tenemos que mostrar desde aquí desde el Campo de Montiel, nuestra gratitud y respeto por la capital del Turia, ya que acoge a uno de nuestros paisanos como uno de los grandes personajes de la historia de la ciudad. Dedicándole una importante capilla en el edificio más relevante de la capital. La catedral-basílica metropolitana.
Además como bien sabéis, tras su canonización, se encargaron multitud de obras de arte a los mejores artistas del momento. Su figura está retratada por genios como Murillo, Zurbarán, Juan de Juanes o Claudio Coello entre otros.
En el museo de Bellas Artes de Sevilla, la segunda pinacoteca de España, se conserva el célebre cuadro que estuvo en el retablo del convento de capuchinos, como uno de los grandes elementos del tesoro artístico español.
A finales del XVIII el conde de Floridablanca ordenó a la Imprenta Real, a través del director de grabado de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, la creación de ciento veinte retratos de españoles ilustres. Entre ellos Santo Tomás, en el conocido grabado de Manuel Salvador Carmona.
En Valencia una de sus grandes esculturas forma parte de la portada principal de la catedral en una de las pocas fachadas barrocas con influencia italiana de Bernini y Borromini, donde domina el dinamismo de las líneas onduladas.
El imponente relicario de plata de finales del Barroco y principio del Neoclásico, realizado por José Esteve Bonet.
En el puente de La Trinidad otra gran escultura de autor italiano que identifica a la ciudad con uno de sus personajes más ilustres y por último, para no extenderme, puesto que el tema da para mucho. Diré que existe una escultura muy desconocida y de excelente factura en el centro del patio del palacio arzobispal, realizada por el director de escultura de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, José Esteve Bonet. Artista neoclásico que realizó en mármol la obra mencionada. Y si la apreciáis con calma encontrareis donde se inspiró el autor de la escultura que hoy preside el atrio de la iglesia parroquial de Villanueva de los Infantes.
En Fuenllana se edificó una iglesia barroca y un convento de agustinos en el lugar donde nació y en Villanueva de los Infantes un oratorio barroco frente a su casa familiar. Nos quedan estos monumentos y la impronta que dignifica al Campo de Montiel con uno de sus personajes más destacables, declarado patrón de la diócesis de Ciudad Real, primer santo de la provincia. Adelantado a su tiempo poniendo en práctica años antes del Concilio de Trento, las reformas que tras el mismo establecería la Iglesia.
Como veis, en este ligero paseo por la vida de Santo Tomás, poseemos en nuestra tierra una riqueza histórica que nos honra y nos hace responsables de ponerla en valor para beneficio de todos. Por tanto si de algo sirve no me cansaré de aprovechar cualquier oportunidad para poner de manifiesto que de nosotros depende que nuestro Campo de Montiel, brille con la luz que le corresponde.

Turismo La Mancha sabersabor.es Campo de MontielCasa del Arco, Villanueva de los Infantes

Turismo La Mancha sabersabor.es Campo de MontielPaseando por Fuenllana

Turismo La Mancha sabersabor.es Campo de MontielPatio de Villanueva de los Infantes


Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano ©

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Días y noches en el camino de Santiago. La vida cotidiana de un peregrino medieval (5ª Parte)

A casi cien kilómetros de Santiago salían a recibir a los peregrinos

A casi cien kilómetros de Santiago salían a recibir a los peregrinos los juglares gallegos, con típicos cantos, romances y narraciones de los milagros del santo Apóstol. Ellos les acompañaban el resto del camino hasta dar vista a la ciudad. Otros acompañantes eran los comerciantes, que se hacían cada vez más numerosos a medida que se aproximaba Compostela. Ofrecían hospedaje, buena comida y alojamientos, cambio de dinero y toda clase de reliquias y baratijas, como conchas o vieiras. Doce kilómetros separan a Labacolla de Santiago, con el repecho del Monte del Gozo donde veían los peregrinos medievales la tan deseada ciudad, si es que el orvallo, la lluvia o la niebla no se lo impedían. El gozo era indescriptible. Se contagiaban unos a otros entonando himnos de júbilo. Se hincaban de rodillas para dar gracias a Dios por haberles concedido la gracia de arribar al término deseado. Repuestos de la primera impresión, emprendían la carrera final. Cuesta abajo se apresuraban y hasta corrían los peregrinos, emulándose celosamente. El primero que llegaba a la catedral era declarado rey del grupo, dignidad que a algunos les hizo tanta ilusión que tomaron ese título como apellido, de donde muchos franceses han heredado el apellido “Leroy”.

camino santiago

Señalando el camino. Autor, sabersabor.es

2. Pazo de Raxoi. Compostela. Autor, Amaianos

Pazo de Raxoi. Compostela. Autor, Amaianos

Santiago, en tiempos medievales, era muy distinta de lo que hoy conocemos. Poseía las casa típicas de la época: dos o a lo más tres plantas, de humilde apariencia y escasa comodidad. Las calles, estrechas y tortuosas, eran como las que hoy encontramos en lo más viejo de Compostela, las típicas rúas, que hoy se han quedado demasiado estrechas para el tráfico moderno. Por el barrio de San Lázaro entraban presurosos los peregrinos, sin detenerse, buscando el camino más corto hasta la Catedral, donde eran recibidos oficialmente por uno o varios canónigos con su largo acompañamiento de sacristanes, clérigos y monaguillos. Solamente en casos de notabilísimos peregrinos, que podían ser reyes, duques u otros nobles, era el arzobispo el que recibía y oficiaba. Sonaban entonces las chirimías de plata, que aún se oyen en las procesiones presididas por el arzobispo de Santiago.

 

3. Luz oculta del Universo. Autor, Fusky

Luz oculta del Universo. Autor, Fusky

4. Vista de Santiago en primavera. Autor, Compostelavirtual

Vista de Santiago en primavera. Autor, Compostelavirtual

Hecho un relativo silencio, después de una no corta prédica, se impartía la absolución de todos los pecados. Los peregrinos se sentían como si en aquel momento hubieran acabado de recibir las aguas bautismales. Se narraba la leyenda del hallazgo de la tumba del apóstol Santiago, allá por el siglo IX, cuando un ermitaño que vivía en aquellos parajes vio caer por la noche una lluvia de estrellas sobre un determinado lugar. La repetición en los siguientes días del mismo hecho le llevó a la convicción de que aquello era una señal y aviso del cielo, y fue a comunicarlo al obispo de Iria Flavia, donde estaba la residencia episcopal. El obispo Teodomiro se desplazó hasta el lugar y pudo ver por si mismo la portentosa lluvia estelar. Con su comitiva se dirigió al punto exacto y encontró una pequeña cueva, y en ella un cuerpo yacente vestido de hábitos pontificales, llegándose a la conclusión de que aquel era el cuerpo de Santiago el Mayor, del que se sabía que estaba enterrado en la comarca pero sin haberlo podido hallar hasta entonces.

 

5. El espectáculo del Botafumeiro. Autor, Carlos, Octavio Uranga

El espectáculo del Botafumeiro. Autor, Carlos, Octavio Uranga

6. La Catedral. Autor, Bernavazqueze

La Catedral. Autor, Bernavazqueze

La Vía Láctea, camino lechoso de estrellas, nos ha traído a Compostela y cumplido su fin. No importa ya que desaparezca de nuestra vista, porque si mirando a las estrellas se puede llegar a Santiago, al entrar en la ciudad es muy probable que se oculten al peregrino debido a la lluvia tan asociada al paisaje gallego, como ocurrió a los Reyes Magos cuando dieron con el lugar en que nació el Redentor. La Vía Láctea ha sido para nosotros nube luminosa que conducía a Israel por el desierto, según las palabras del Éxodo. Pero sea una lluvia sin descanso y sin tregua; un agua menudita, persistente y fina de calabobos; o de un violento chaparrón, como si sobre el pueblo se desplomasen los cielos, Santiago y la contemplación de la Catedral quedarán para siempre grabados en el alma del peregrino. He aquí las palabras que Gerardo Diego dedicó a esta privilegiada contemplación:

“Aquella noche de mi amor en vela
Grité con voz de arista, dura y fría:
Creced, mellizos lirios de osadía,
Creced, pujad, torres de Compostela.
Todos los santos, sí. Ni una candela
Faltó a la cita unánime. Y se oía,
Junto a Gelmírez, por la Platería,
El liso resbalar de un vuelo en vela,
La ronda de los Ángeles. Yo oculto
Entre las sombras de los soportales (…)
Para medir, grabar moles y estrellas,
Y el santo y seña de las catedrales”.

7. Espectacular vista panorámica de la Vía Láctea. Autor, Slworking2

Espectacular vista panorámica de la Vía Láctea. Autor, Slworking2

Y así, el camino y su verdad, lo que comienza y en un punto ha de terminar, con sus dificultades y sus peligros, con suaves complacencias o alegrías desbordantes, ha sido el destino de millones de personas de todas las épocas, lenguas y condiciones sociales. Nunca se ha cantado con palabras más bellas la experiencia de caminar a pie, despacio, porque peregrinar es bello siempre que haya espíritus que sepan percibir sensaciones, captar bellezas de la naturaleza, de la historia, de la leyenda o del arte:

“Bajo la luminosa, nocturna estela,
Entre la polvareda de los caminos,
En busca de Santiago de Compostela
Pasan, cantando salmos, los Peregrinos”.

8. Espectacular vista de la fachada de la Catedral. Autor, Hornet, 18

Espectacular vista de la fachada de la Catedral. Autor, Hornet, 18

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«Porque el viaje no comienza cuando preparas tu mochila, el viaje despega solo con soñarlo. Disfruta del Camino de Santiago»

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Días y noches en el Camino de Santiago. La vida cotidiana de un peregrino medieval (4ª Parte)

Días y noches en el Camino de Santiago. La vida cotidiana de un peregrino medieval (4ª Parte)

Los peregrinos a Santiago, los santiagueros, estaban muy orgullosos de su viaje y no querían ser confundidos con ningún otro:

¿A dónde vas, romero,
por la calzada?
Que yo no soy romero,
Soy santiaguero.
A Roma van por tierra,
Yo miro al cielo.
Va la luna conmigo
Descalza. Y sigo.

Y aún menos cuando, después de pasadas las puertas de León y los puertos de Irago y del monte Cebrero, se llegaba finalmente a la tierra de los gallegos. El francés Picaud la describía así en el Codex Calixtinus: “frondosa, con ríos y prados, abundante en campos de manzanos, buenos frutos y clarísimas fuentes; rara en ciudades, villas y sembrados; escasa en pan de trigo y en vino; rica en pan de centeno y en sidra; abundante en ganados y bestias, leche, miel y enormes pescados de mar, pocos de ellos comestibles (…) Las gentes gallegas, mejor que las demás gentes españolas, son las que más se parecen a las nuestras francesas, por las costumbres cultas; pero los tienen por iracundos y litigiosos en gran manera”.

 

1. Puente en Sahagun. Autor, Calafellvalo

Puente en Sahagún. Autor, Calafellvalo

2. Bosque milenario en Barbadelo. Lugo. Autor, FreeSat

Bosque milenario en Barbadelo. Lugo. Autor, FreeSat

Podemos estar conformes o no con algunas de estas afirmaciones, pero lo que sí es cierto es que, al entrar en Galicia, el peregrino entraba al mundo de la leyenda y de la devoción más arraigadas. Mirando a las aguas de los arroyos el peregrino medieval cree ver sombras en el fondo. Alguna vez se oyen murmullos. No se distingue bien si son cantos místicos u oraciones, pero es una delicia colocarse en la orilla y dirigir la mirada a lo profundo de las aguas. En cada aldea encontrarán a su paso a ancianos acercándose a orillas de tal o cual balsa de piedra, para recordar aquel rincón asolanado de su juventud, aquel prado que era el orgullo de la familia, el cementerio donde reposan los antepasados. Su alma escuchará rumores nostálgicos, leyendas en gallego, y acaso imaginen ver la “Santa Compaña, el paso de las ánimas que van y vienen del camposanto. ¡Toda una historia de siglos y corazones se encuentra bajo las aguas!

En camino de Santiago
Iba un alma peregrina,
Una noche tan oscura
Que ni una estrella lucía;
Por donde el alma pasaba
La tierra se estremecía.

“¿Dírasme, alma pecadora,
Lo que por Santiago había?”
“Perdóneme el caballero,
decírselo non podía;
que tengo el cuerpo en las andas,
voy a la misa del día”.

3. El camino en La Rioja. Autor, Calafellvalo

El camino en La Rioja. Autor, Calafellvalo

En O Cebreiro, Lugo, se localiza también una legendaria historia de la que aún hoy resuenan ecos entre las gentes de los valles: una mañana invernal y dura entró en la iglesia un campesino para oír misa, como acostumbraba todos los días. El sacerdote que celebraba pensó distraído que durante la misa no merecía la pena que aquel labriego hiciera tanto sacrificio para ver un poco de pan y vino. Instantáneamente las especies sacramentales se presentaron a los ojos de sacerdote y campesino en la apariencia de carne y de sangre, que la vista y tacto podían certificar. Siglos después pasó por allí Isabel la Católica y ordenó que fueran puestas aquellas especies sacramentales en dos ampollas de plata, que aún se conservan.

 

4. Galicia mística. Etapa de Portomarín a Palas del Rei. Autor, Jexweber

Galicia mística. Etapa de Portomarín a Palas del Rei. Autor, Jexweber

Animados por las canciones y leyendas del camino las leguas iban quedando atrás, y el peregrino, cansado pero feliz, ansiaba el final de cada jornada con una mezcla de misticismo y cordialidad que contagiaba. A esas alturas se siente dueño de la ruta, sacia el hambre con los frutos que le da el bosque o la huerta bienhechora; toma el agua con las manos, ya de una charca, ya de una fuente de mármol en el jardín de un abandonado palacio. A pesar de todas las incomodidades, hallar un techo bajo el que cobijarse era un don de Dios. Los peregrinos, como los enfermos de los hospitales, rezaban agradecidos y devotos, dando gracias al Cielo por haberles deparado cobijo. La oración les confortaba, sobre todo si era dirigida por un monje, sacerdote o dueño más o menos letrado, que eran quienes solían encargarse de las hospederías.

 

5. Campos de Belorado a finales del invierno. Burgos. Autor, Davidmiguel.com

Campos de Belorado a finales del invierno. Burgos. Autor, Davidmiguel.com

En el refugio, el cansancio del camino hacía que cualquier camastro o rincón fuese bueno para dormir. La gente de aquellos tiempos estaba acostumbrada al duro lecho, y esto facilitaba conciliar el sueño tan pronto como el peregrino arropaba su cuerpo fatigado con una manta o tabardo. La habitación podía ser un cuarto con varias camas, un salón grande en el que se apiñaban gentes de todas clases, un pajar, o la misma cuadra, junto a los animales domésticos, que tenían poco respeto por el necesario silencio interrumpiendo constantemente con ladridos, patadas, rebuznos o gruñidos. Pero el viajero percibe también otras sensaciones, éstas más halagadoras: el murmullo de las fuentes; la primera luz centelleante de la mañana, posándose sobre los tejados, torres y roquedos; el aire oscuro de la madrugada, o el sonido estival de las ranas en la noria, junto al río, al caer la noche.

 

6. Etapa conseguida. Autor, Jexweber.fotos

Etapa conseguida. Autor, Jexweber.fotos

Pero al fin, por mucha poesía que requiriese el peregrino, lo pragmático acudía y era necesario alimentarse del modo que fuese posible. No causaba la gula grandes estragos entre los caminantes a Santiago. Más bien, eran el apetito agudo y los recuerdos de mesas mejor abastecidas objeto obligado de su experiencia y nostalgia, como claman aquellos versos de Tirso de Molina:

¿Dónde estáis, jamones míos,
que no os doléis de mi mal?
Cuando yo solía cursar
La ciudad y no las peñas
¡memorias me hacen llorar!
De las hambres más pequeñas
Gran pesar solíais tomar.
Erais, jamones, leales:
Bien os puedo así llamar,
Pues merecéis nombre tales,
Aunque ya de los mortales
No tengáis ningún pesar.

7. Viñedos en Navarrete, La Rioja. Autor, Calafellvalo

Viñedos en Navarrete, La Rioja. Autor, Calafellvalo

La ayuda alimenticia que prestaban los hospitales de peregrinos no solía ser todo lo abundante y nutritiva que ellos necesitaban. Como heredera de aquella caridad quedó la famosa sopa de los conventos que se daba todos los días, o algún día por semana, a los que la solicitaban. Era llamada “la sopa boba” por ser gratuita, y si no arrancaba de cuajo hambres atrasadas, sí alivió muchas en gran medida. Había incluso quien se organizaba y sabía que el lunes la tendría en los benedictinos, el martes en los franciscanos, el miércoles en el convento de la Merced, el jueves en Santo Domingo…

 

8. Un recibimiento muy especial. Belorado. Autor, Scouts Burgos

Un recibimiento muy especial. Belorado. Autor, Scouts Burgos

Fuera de esta sopa de urgencia, los alimentos que consumían habitualmente las personas humildes en las hospederías eran sopa de lentejas, garbanzos, nabos, espinacas y pocas cosas más, todo condimentado con hierbas, grasa o sebo (el aceite fue un lujo hasta principios del siglo XX). Manjares de ricos al alcance de unos pocos peregrinos, o de todos en las grandes solemnidades, eran el jamón, chorizo, gallinas, cecina de vaca, conejo o queso. Que el pan fuese blanco resultaba raro, y comúnmente se fabricaba con trigo, centeno, cebada o maíz. Para pobres se cocía un pan inferior en forma de panecillos llamados bodigos, que eran entregados en limosna a quien la suplicaba en la puerta, o se enviaban a las iglesias o albergues para que ellos hiciesen la caridad.

 

9. Puente a la altura de Sahagún, León. Autoer, Calafellvalo

Puente a la altura de Sahagún, León. Autor, Calafellvalo

Y por supuesto, no podía faltar el vino. Sin líquido no es fácil pasar la comida a no ser que se trate de potaje abundante en caldo. Agua sola no solía ser apetecida, una afirmación que los italianos recalcaban con consejos como el que sigue: «bebe vino al modo alemán: por la mañana, puro; para comer, sin agua, y a la cena, tal como viene del pellejo”. Por unas razones u otras, el viajero a Santiago bebía moderadamente siempre que tenía oportunidad y dinero. Para el vino llevaba su bota de cuero, aunque muchos utilizaban la calabaza como recipiente, la cual albergaba los vinos más baratos, ásperos y de no demasiados grados, que daban al paladar un cierto gusto a resina, a miel y otras especias. Cuando la calabaza se iba haciendo demasiado liviana repostaba el peregrino en las tabernas, que no escaseaban, o en las casas particulares de los cosecheros. Cualquier lugar era propicio para un convite, y si hemos de ser sinceros, el vino fue el gran compañero del alma para muchos de los que transitaba por aquellas sendas de Dios:

Cuando yo me muera, tengo que dejar
En el testamento que me han de enterrar
En una bodega, al pie de una cuba,
Y un racimo de uvas en el paladar.

Continuará…

 

10. Santo Domingo de la Calzada, hito del camino. Autor, Calafellvalo

Santo Domingo de la Calzada, hito del camino. Autor, Calafellvalo

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«Porque el viaje no comienza cuando preparas tu mochila, el viaje despega solo con soñarlo. Disfruta del Camino de Santiago»

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Días y noches en el camino de Santiago. La vida cotidiana de un peregrino medieval (3ª Parte)

Días y noches en el camino de Santiago. La vida cotidiana de un peregrino medieval (3ª Parte)

El peregrino de la Edad Media no seguía un camino de rosas hacia Santiago. Los procedentes del norte de Europa, por ejemplo, se daban cuenta muy pronto tras su paso por los Pirineos que cada vez les era más difícil soportar el clima, sobre todo a partir de Puente la Reina, donde comienzan a experimentarse la sequedad y los calores de la meseta castellana. En verano los días son largos y calurosos, de modo que venía bien el sombrero redondo del que habla el Arcipreste de Hita como propio del peregrino. Y es que la falta de agua en el paisaje llegaba a ser odiosa para unas gentes acostumbradas a los grandes ríos de Europa central. Sin embargo, tampoco convenía rogar demasiado por su presencia en una región como Castilla, donde las tormentas son temibles. Para el caminante una tormenta es un peligro pasajero, pero nada grato, pues a veces resultaba imposible encontrar en tamañas soledades la choza bienhechora, abandonada por los pastores, o una roca que sirviera de cobijo.

 

1. El camino por Villalcázar de Sirga, Palencia. Bill Bereza

El camino por Villalcázar de Sirga, Palencia. Bill Bereza

2. Camino y encina. Autor, Jule_Bertin

Camino y encina. Autor, Jule_Bertin

La mayor parte de los peregrinos, por necesidad o por penitencia, hacían el viaje a pie, sin caballerías. Algunos las alquilaban en los trechos más penosos por sus pendientes o por el mal estado de conservación de su suelo. Y es que se utilizaban las calzadas romanas y caminos antiguos, que con las lluvias y tormentas quedaban en malísimo estado. Otra cosa era el paso de los ríos. No siempre había puentes, de ahí que se señalara como gran obra de caridad el construirlos. Se tiene referencia incluso de una cofradía llamada de los “pontífices”, porque tenía como finalidad la construcción y reparación de puentes. Por desgracia, estas obras se realizaban en los ríos de mayor calado. Los pequeños carecían muy frecuentemente de ellos y se cruzaban por pontones inseguros o por vados, menos seguros aún, puesto que podían cambiar súbitamente de caudal con las riadas. Vadear era un arte y un riesgo. Los primeros que lo hacían avisaban a los compañeros que venían detrás, y por ello se hizo proverbio que: “En río desconocido debes pasar el último”, y por la misma razón los señores pasaban el vado después de sus criados.

 

3. El mejor momento del día, en la hospedería. Autor, Calafellvalo

El mejor momento del día, en la hospedería. Autor, Calafellvalo

Otro peligro evidente para los peregrinos eran el robo y el pillaje, concretados a menudo en emboscadas en los pasos más solitarios del trayecto. Conservamos referencias históricas, y no solo literarias, sobre el bandidaje en tiempos medievales. Como es natural, en España destacaban sobre todo los españoles; pero había también bandoleros de otros países. Eran intrusos, como Juan de Londres, que robó a los viajeros mientras dormían en la posada de Domingo, llamado “el Gallego”. Una banda de salteadores ingleses tuvo por campo de operaciones los Montes de Oca, no lejos de Burgos. Los robos en los hospitales de peregrinos tampoco constituían una novedad, siendo frecuente el caso de fingidos caminantes que ofrecían su amistad a los compañeros de refugio para después robarles, o también el caso del posaderos que envenenaban a sus huéspedes. Se sabe incluso de un caso en el que aparecieron muertos por intoxicación cien peregrinos, aunque bien pudiera explicarse también por el mal estado de las comidas. En cualquier caso estos delitos estaban perseguidos y se trataba con dureza a los culpables, que a menudo acababan ahorcados, azotados o desorejados según la magnitud del delito.

 

4. Palacio episcopal de Astorga. Actualmente dedicado al museo del Camino. Autor, Eryoni

Palacio episcopal de Astorga. Actualmente dedicado al museo del Camino. Autor, Eryoni

Es siempre peligroso salir de casa en mal estado de salud. Pero más aún en los tiempos medievales, cuando los hospitales de enfermos, los médicos y las medicinas dejaban tanto que desear. El término “hospital de peregrinos” en el camino a Santiago era utilizado preferentemente para designar a las hospederías, puesto que los hospitales para enfermos no existían. Estos viajeros eran atendidos en locales propios de la ciudad o villa, o bien en departamentos especiales anexos a la hospedería. La enfermedad en el peregrino era en verdad temible. Apenas sin dinero, lejos de su tierra, poco podía esperar si no era de manos de la caridad. Los enfermeros de los hospitales resultaban comúnmente monjes, ayudados con aportaciones que prestaban personas especialmente caritativas que dedicaban algunas horas diarias a la atención de los enfermos.

 

5. Luz antes de la tormenta. Carrión de los Condes, Palencia. Autor, Digustipado

Luz antes de la tormenta. Carrión de los Condes, Palencia. Autor, Digustipado

Existían instituciones benéficas destinadas únicamente a estos menesteres, entre ellas algunas Órdenes religiosas. Sin embargo, y a pesar de estas buenas intenciones, la atención médica era muy primitiva y se basaba las más de las veces en sangrías, emplastos de dudosa eficacia o, peor aún, en fórmulas mágicas y supercherías. Tanto la autoridad eclesiástica como civil prohibían dichas prácticas, pero lo cierto es que resultaba muy difícil desarraigarlas. De todas formas, en una época donde la vida media de una persona estaba en cuarenta años y el impacto de las epidemias era enorme, poco más podía hacerse. Por poner un ejemplo, a lo largo del camino, y en realidad en toda Europa, la lepra era una plaga endémica y especialmente temida. A ella se añadía la escasa higiene de siervos y caballeros, que dormían vestidos y hasta con las armaduras interiores puestas. Los piojos y chinches se tenían por compañeros de viaje, y el agua se usaba poco. Debido a ello el cuerpo era un libro abierto donde podían encontrarse pústulas, eczemas, erisipela, lepra y gangrenas en grado difícil de cuantificar, pero sin duda elevadísimo.

 

6. Mejor en compañía. Autor, Calafellvalo

Mejor en compañía. Autor, Calafellvalo

Al descuido personal se unía el poco cuidado que se tenía en hospitales y hospederías, en nada semejante a lo que hoy conocemos. El peregrino dormía sobre una yacija o cama de madera, o sobre un jergón de hojas de maíz, arropado con el tabardo y una manta, que hacía su oficio una noche y otra también para diferentes huéspedes. Son frecuentes las calles, barrios y edificaciones que llevan el nombre de San Lázaro, en alusión a antiguos hospitales para leprosos. El “gafe” o “gafo” era el apestado, el que podía traer la mala suerte de contagiar la lepra y por tanto era temida su presencia. De ahí la expresión actual tan común de “ser un gafe”. Al leproso se le apartaba de la sociedad, y en los caminos debía llevar un vestido que le distinguiera de los demás, usar guantes, no tocar a los niños y ni siquiera hablar a las gentes si éstas no se dirigían a él. En las hospederías se usaban diversas medidas preventivas como hervir el agua, aromatizar el aire y matar a los perros, los cuales eran considerados transmisores de las epidemias… Ni que decir tiene que estos remedios eran muy poco eficaces para atajar la enfermedad.

 

7. Proximidades de Cirauqui, Navarra. Autor, ElcaminodeSantiago092006

Proximidades de Cirauqui, Navarra. Autor, ElcaminodeSantiago092006

No sabemos si por costumbre o por algún precepto municipal de la ciudad de Compostela, nació la obligación moral de que todos los peregrinos se lavaran cuidadosamente en el arroyo, que por ello tomó el nombre de Lavacolla, y que se encuentra a medio camino entre O Pedrouzo y Santiago. La Guía de Peregrinos de Aymeric Picaud menciona ya la citada costumbre y añade que no deben lavarse solamente las partes visibles del cuerpo, sino hasta las más íntimas. Que no otra cosa significa en Galicia la palabra lavacolla, y que en latín se decía “lave méntula”. Un buen diccionario latino dará al lector la significación exacta de las dos palabras…

 

Continuará…

 

8. Iglésia románica de Santa María de Eunate, Navarra. Autor, Rufino Lasaosa

Iglesia románica de Santa María de Eunate, Navarra. Autor, Rufino Lasaosa

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«Porque el viaje no comienza cuando preparas tu mochila, el viaje despega solo con soñarlo. Disfruta del Camino de Santiago»

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A la rica patata de Burgos. La historia del tubérculo maldito.

A la rica patata de Burgos. La historia del tubérculo maldito.

Probablemente sea Burgos la capital española de la patata por excelencia. Certificada como Marca de Garantía en 2009, la “Patata de Burgos” constituye viva muestra de cómo una hortaliza aparentemente insulsa puede convertirse en referente de toda una comarca, y protagonista absoluto en infinidad de festejos y eventos a lo largo de todo el año.

Plaza Mayor de Burgos, y su ambiente nocturno. Autor, EEPaul

                                            Plaza Mayor de Burgos, y su ambiente nocturno. Autor: EEPaul

Morcilla de Burgos con Patatas. Autor, Jlastras

                                                         Morcilla de Burgos con Patatas. Autor: Jlastras

Aranda del Duero organiza puntualmente las Jornadas de la Tortilla de Patata; Zardajos, sus “Fiestas de Exaltación de la Patata”; a 10 km de Burgos, la localidad de Villariezos logró en 2003 el record Guiness a la tortilla de patata más grande del mundo, mientras que en la capital burgalesa y coincidiendo con su Concurso anual de tortillas, llegan a cocinarse platos tan originales como “Tortilla de Patata, morcilla y Queso Dobro con lechuga de Medina”; “Decantación de Tortilla de Patatas de Burgos con patitas de Lechazo”, o el súmmum del sibarita: “Tortilla de Patata de Burgos y Lechazo confitado a baja temperatura con reducción de su jugo, tempura de alcachofas y pan de tomate y aceite de oliva”.

Concurso de Tortilla de Patatas. Autor, Donostia-San Sebastián 2016

                                      Concurso de Tortilla de Patatas. Autor: Donostia-San Sebastián 2016

A pesar de estos éxitos gastronómicos, sorprende descubrir como en el pasado este producto fue despreciado y calumniado durante siglos por medio mundo. Tras su arribada a España en el año 1554, cuando Europa se moría de hambre víctima de malas cosechas, de guerras y de opresión, la patata se empleó al principio como forraje para el ganado y como planta exótica ornamental. Frailes, curas, nobles y príncipes adornaban con macetas de patatas monasterios y palacios, y comparaban con orgullo sus adquisiciones al considerarla un bello exponente del reino vegetal. Y es que muy poca gente creía que este oscuro y sucio tubérculo tuviese algún valor nutritivo.

Campos de Burgos. Autor, El Coleccionista de Imágenes

                                                 Campos de Burgos. Autor, El Coleccionista de Imágenes

Castillo de Poza de la Sal, en Burgos. Autor, Antecessor

                                                Castillo de Poza de la Sal, en Burgos. Autor: Antecessor

La patata se extendió por Europa, y su fama empeoró. Al principio, en Italia se la conocía con el nombre de «tartuffola» o pequeña trufa, pero a los rusos les hizo menos gracia aún y terminaron llamándola “manzana del diablo”, lo que da idea de la opinión que le merecía al pueblo. En Alemania se cultivó únicamente como pienso para animales, mientras que los clérigos escoceses llegaron a prohibir su consumo al no estar citada en la Biblia. El Rey Luis XIII de Francia la consideraba una excentricidad, y a menudo solía ofrecer potajes de patata en sus banquetes ocasionando el consabido revuelo entre los invitados, que la veían como una real tomadura de pelo (entre ellos el famoso cardenal Richelieu).

Planta y flor de la patata. Autor H. Zell

                                                                Planta y flor de la patata. Autor: H. Zell

Afortunadamente su consumo fue extendiéndose poco a poco y durante las grandes guerras religiosas del siglo XVII se generalizó como alimento básico para los soldados. Hasta tal punto llegó el interés de algunos gobernantes en imponerla, que Federico Guillermo amenazó en Prusia con cortar nariz y orejas a quien rechazase su consumo. Y debió de tener éxito con la propaganda, puesto que en 1778, durante la guerra de Sucesión Bávara que mantuvo su hijo contra Austria, los soldados de ambos bandos se vieron obligados a regresar a casa tras agotarse las reservas de patata en sus carros de intendencia. A esta guerra se la conoció con el nombre de «Guerra de la patata».

Vista de la Catedral de Burgos. Autor, El Coleccionista de Instantes
                                         Vista de la Catedral de Burgos. Autor: El Coleccionista de Instantes

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Por la sierra de la Demanda. La Leyenda del campo de la Horca

Por la sierra de la Demanda. La Leyenda del campo de la Horca

Entre las localidades de Cidones y Abejar existió antaño un yermo inculto conocido por los lugareños con el nombre de campo de la Horca. Durante el reinado de Fernando VII el lugar era paso obligado de viajeros que, procedentes de Soria, debían atravesar la sierra de la Demanda en dirección a Burgos para enlazar con el conocido Camino de los peregrinos. Se trataba de un camino en extremo complicado durante el invierno, y las historias locales insistían una y otra vez en la extrema lobreguez de aquel llano cubierto entonces de una infinita extensión de brezos y expuesto a todos los vientos, donde era casi imposible encontrar refugio o una mala posada ni en 10 leguas a la redonda. Sucedió pues que, cierta tarde de noviembre, un cazador y su montura atravesaron aquel lugar en dirección a la cresta de la Penada, y dado que estaba pronto a nevar y la noche amenazaba con ser en extremo inclemente, el viajero salió del camino y cabalgó con brío hacia un valle cercano donde le pareció haber visto esa misma mañana una choza de adobe abandonada. Poco después alcanzó a otro viajero que llevaba la misma dirección que él, de modo que fue a situarse a su lado y preguntole si conocía la zona y sabía de algún lugar decente donde obtener cena y cama. El caminante, a decir de su aspecto un capellán o un clérigo, sonrió señalando hacia el fondo del valle. “Tengo un encargo que hacer y no puedo acompañarle, pero no muy lejos se encuentra la cabaña de un pastor de ovejas. Vaya allí y encontrará refugio”, y en diciendo ésto saludó al cazador y se desvió hacia un alto que se veía enfrente, desapareciendo al poco tras unos árboles a la derecha del camino.

Plaza Mayor de Soria

                                                                            Plaza Mayor de Soria

Del cielo oscuro comenzaron a caer finos copos de nieve, de modo que el cazador apresuró su marcha y llegó finalmente a la choza indicada, una estructura baja de adobe y con techado de brezo que parecía a todas luces abandonada. A lo lejos se oía débilmente el sonido de una campana, cosa que al pronto le extrañó, pues no tenía constancia de núcleos habitados en el lugar. Tras desmontar y acercarse a pasos precipitados el viajero comenzó a golpear la entrada con el pie, pero apenas hubo dado el primer golpe cuando del agujero situado en lo alto del techado comenzó a salir un humo denso, oscuro, que se deshilachó enseguida en finas hebras con el ímpetu de la ventisca. Lo que parecía lugar despoblado tomó vida, oyose ruido de pasos y al poco la puerta se abría dejando ver en el hueco un hombrecillo achaparrado y adusto, que sostenía una lámpara de grasa encendida en la mano. La llama ardía débilmente en la penumbra mientras el hombre escudriñaba al forastero.

Campos de Soria. Autor, Cornava

                                                                  Campos de Soria. Autor: Cornava

“No es tiempo para viajes. Pase y acérquese al fuego” dijo en un susurro. “Gracias. Me he retrasado y mi caballo necesita descanso y paja”. El cazador se percató enseguida del hedor indescriptible que emanaba de aquel habitáculo. “Yo dormiré fuera, creo que no…” “Este es el campo de la Horca y mañana colgarán a un hombre” sentenció el desconocido súbitamente. “Por el amor de Dios, entre y duerma aquí esta noche. No es tiempo para viajes, señor”. Sin saber muy bien por qué, el aspecto, el olor y la forma de hablar de aquel individuo confundieron al viajero. Balbuceando una disculpa saltó sobre su montura mientras el personaje lo seguía a gritos, pero un momento más tarde el jinete se encontraba ya bajando la pendiente y esquivando hábilmente las masas de helechos en busca de la continuación del sendero, que de seguro descendía hasta el fondo del valle. Las voces se perdieron tras él, cada vez más débiles e inconexas, hasta que la choza y su inquilino desaparecieron finalmente de la vista. Todo quedó atrás. La oscuridad envolvió el valle y el aire se llenó nuevamente de silencios, del olor a brezo húmedo y del suave tacto de la nieve al caer.


Viajero en la niebla. Obra de Theodor Severin Kittelsen. 1900                                            Viajero en la niebla. Obra de Theodor Severin Kittelsen. 1900

Con una inmensa sensación de alivio el cazador cabalgó entonces hacia el alto que se abría al este y adonde le pareció que se dirigía aquel caminante solitario que halló en el camino apenas una hora antes. Las campanas seguían tocando un sonido triste, extraño, que iba y venía en leves impulsos a capricho de las rachas de viento. Mientras las oía pensó que sería buena idea seguir al clérigo y trabar amistad con él, pues quizás fuese oriundo de lugar y, en ese caso, forzosamente habría de conocer algún sitio donde guarecerse durante aquella fría noche. No tuvo que buscar mucho. Tras sobrepasar unas rocas peladas y bordeadas de helechos, llegó al alto barrido por el viento y sus pasos le condujeron fácilmente hasta lo que parecía un sólido edificio difuminado en la oscuridad, sin duda una ermita o una vieja iglesia. Aquel era pues el origen de los tañidos, se dijo. Tras una de las altas ventanas brillaba una luz y junto a la puerta descubrió al fin la figura del religioso, pequeño y oscuro, agitando la mano y mirándolo con cara sonriente. “Vamos, acérquese. Aquí podrá reposar sus huesos cómodamente por esta noche y reponerse de sus fatigas”.

Iglesia de la Asunción. Cueva de Ágreda, Soria. Autor, Eugenio Hanson

                                    Iglesia de la Asunción. Cueva de Ágreda, Soria. Autor: Eugenio Hanson

Los dos compañeros de viaje estaban sentados en el suelo, uno frente a otro, mientras el fuego ardía con intensidad en una chimenea de grandes proporciones situada a un lado de la estancia. A las preguntas sobre el extraño habitante del páramo que vivía allá abajo, el cura sonrió y empezó a hablar. “Es un lugar extraño, éste. Nadie se aventura por estos despoblados si no es necesario para el negocio. Hasta el párroco de Abejar se ausenta sin justificación posible dejando de hacer sus obligaciones para con Dios. La caza escasea y los venados no abandonan la protección de los bosques, allá abajo, en Cidones. Incluso es raro ver rebaños de ovejas, pues la zona está infectada de lobos. Sobre todo cuando la nieve cubre el paso de la Penada y bajan de la sierra en manadas hasta el valle, buscando presa fácil. Un sitio raro, sí.”. Mientras hablaba el viajero guardó silencio y comenzó a observar a su compañero con algo más de detenimiento. Eran hábitos de dominico los que llevaba puestos, no cabía duda, pero estaban raídos y deteriorados hasta lo indecible. Resultaba evidente el descuido mostrado por su interlocutor. Su rostro aparecía además demacrado y con una expresión algo ausente, fijos los ojos en algún punto por encima de su cabeza. No terminaba de sentirse tranquilo en su presencia y, lo que era más incómodo, venía notando desde hacía rato un tufo indefinible a humedad rancia y a hojarasca que parecía emanar directamente de su persona. Sin duda era difícil de definir, aunque en cierto modo le traía a la memoria el olor de los sótanos por largo tiempo cerrados, o de la tierra removida.

El cura seguía hablando. “Usted no conoce ni por asomo estos lares. Escuche, escuche con atención… ¿Puede oir el tañido de la campana ahí arriba? Seguirá repicando toda la noche pues mañana se ajusticia aquí a alguien, un desgraciado forastero según tengo entendido. Yo soy el único que viene aquí a cumplir con el sagrado mandato de dar sepultura, pues es de recibo no tratar a penados como si fuesen perros”. Continuaba sonriendo y movía incansables las manos en su dirección, unas manos seniles a todas luces, acartonadas y cubiertas de llagas oscuras. El viajero lo miraba cada vez más incrédulo y no pudo evitar que una creciente sensación de alarma fuese asomando a su rostro. Al momento descubrió algo que no había visto antes: el párroco protegía su cuello con un gran pañuelo negro de lino similar al que utilizan las viudas, algo en verdad inaudito para un religioso. Lo tenía manchado de tierra y firmemente anudado a la nuca, extendiéndose desde allí para cubrir todo el espacio por debajo de la barbilla como si quisiera esconder la garganta de miradas indiscretas. De improviso fue muy consciente de su propia vulnerabilidad. Poco a poco un sudor frío perló su frente y bajó incontenible por la espalda, sensación que se agudizó hasta el extremo al descubrir cierto detalle en su acompañante que le hizo sentir nauseas, pues de los orificios de su nariz asomaban como por descuido dos sucios trozos de algodón blanco. Recordaba haber visto tiempo atrás algo parecido en el funeral de una aldea, cuando los familiares más cercanos adecentaban al difunto y lo preparaban antes de introducirlo en la caja. El olor a podredumbre era ahora más fuerte que nunca.

Paisaje de la Sierra de la Demanda. Autor, Carlos Pons

                                                   Paisaje de la Sierra de la Demanda. Autor: Carlos Pons

La campana seguía tañendo sin parar cuando una fría racha cargada de nieve le vino al rostro. Al levantar la vista observó alarmado que el techado era apenas una estructura de vigas informes, carentes de cubierta, por donde se introducía sin obstáculo alguno el frío nocturno y los vientos procedentes de la sierra. El edificio se caía en pedazos y su campanario, simplemente, no existía. Fue entonces cuando tuvo un presentimiento fugaz, levantose y corrió afuera sin preocuparse más del clérigo. Sintió un alivio infinito al dejarlo atrás. Al dar la vuelta al edificio, tropezando con los bloques caídos y las zarzas que obstaculizaban su camino, descubrió a alguna distancia una construcción plana de madera, carcomida y decrépita en extremo, y que debió de utilizarse en tiempos como cadalso para los ajusticiados a pena de horca. Desde allí miró hacia el edificio. Por el hueco donde debería haber estado su campanario se veían oscilar claramente las luces y sombras del fuego encendido que iluminaban desde dentro la estructura en ruinas. Todo era ruinoso en aquel lugar. Y mientras trataba de entender lo que ocurría, algo comenzó a moverse y a emitir secos crujidos a su espalda. El pánico lo envolvió mientras giraba lentamente la cabeza para enfrentarse al origen de aquel sonido, al tiempo que un grito pugnaba por salir de su garganta. Y entonces lo descubrió. Frente a si el cadalso aparecía en toda su magnitud y brillaba débilmente en la oscuridad del páramo. De la viga principal colgaban dos cuerdas de esparto: una vacía. La otra, oscilando en amplios círculos con los remolinos de la ventisca, sostenía el peso de un hombre colgado a su extremo. Un hombre bajo, oscuro. Un penado con el rostro contraído en un rictus odioso semejante a una sonrisa cruel, y el cuerpo cubierto por los negros ropajes de la Orden de los Dominicos

7. Iglesia de San Juan Bautista, en Abejar, Soria

                                                      Iglesia de San Juan Bautista, en Abejar, Soria

En el año de 1617, dos siglos antes de estos acontecimientos, cierto clérigo oriundo de la zona fue colgado por robo y asesinato en el despoblado conocido por Fontarejos, donde antaño se levantaba un poblado del mismo nombre y su iglesia parroquial consagrada a San Cristóbal. Enterraron el cuerpo dentro de una zanja improvisada en el brezal, junto a la que fue su parroquia, y desde entonces los locales se refirieron a aquel paraje como el campo de la Horca y evitaron en lo posible acercarse al páramo mediado el mes de noviembre, cuando se cree tuvo lugar el linchamiento. Cuentan que durante las noches que preceden a la fecha fatídica puede oírse de nuevo el tañido de las campanas, vibrando en el aire helado sobre las ruinas, y que al mirar hacia sus naves abandonadas y sin vida éstas brillan débilmente con el fulgor de los fuegos que era costumbre encender para solaz de pastores y viajeros extraviados. Al día siguiente de los hechos que se han narrado, un pastor loco que vivía en el camino del Paso descubrió el cadáver del viajero extraviado la tarde anterior, y que durante toda la noche se había buscado sin éxito por los bosques que rodean el pueblo de Cidones. Su cadáver mostraba el rostro congestionado a causa del frío intenso, dijeron. También tenía el cuello fracturado. Roto y doblado en una posición a todas luces inverosímil, tal y como ocurre a veces con los ajusticiados de horca cuando el golpe de la soga es rápido y letal. El médico de la localidad certificó que la causa del fallecimiento había sido una desgraciada caída del caballo, probablemente a causa de las singularidades del terreno o del ataque de algún animal. Un accidente de caza, sin duda. El pastor regresó aquel mismo día hasta el páramo solitario, a su camino del Paso y a su choza perdida en el brezal, y pensó una vez más, con las primeras ventiscas de noviembre, que el campo de la Horca se había cobrado una nueva víctima.

Brezales en flor. Autor, Senderismo Sermar

                                                           Brezales en flor. Autor: Senderismo Sermar