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Duendes, ninfas, damas y caballeros…

Damas y Caballeros. Lagunas de Ruidera. Autor, Michel Hernández

Se desborda la imaginación como las aguas del Guadiana. Sus fuentes, misteriosas y difusas como el famoso Lugar de La Mancha, inundan el paisaje con la fantasía cinematográfica de los cuentos de hadas.
Ni el mejor de los sueños infantiles podría vivir nada más auténtico que la extraordinaria presencia del unicornio abrevando las plateadas transparencias del manantial que alimenta el lago que protege la isla que acoge el castillo, que esconde a la princesa, que narró el trovador, que engendró el más antiguo romance de las medievales letras castellanas.

No son muchos los que se aventuran al atardecer de verano, cuanto todavía la luz del sol concede tiempo para pasear entre las frondas ribereñas de las aguas lagunadas, olvidando el coche, el móvil y la cámara.

Buscando nuestro reflejo. Autor, M.Peinado

Buscando nuestro reflejo. Autor, M.Peinado

Hace tiempo que no vemos la imaginación tan cotidianamente informados hasta casi la saturación. Aquí, en uno de esos lugares mágicos, donde un lago hacía brillar el doble los rubíes del sol del atardecer, reflejando los chorreos ferruginosos de los roquedos calizos que acogen y esconden la belleza del paisaje, como un tesoro en el cofre de la torre, es posible ver, ser y estar, cosas de otro mundo, siendo algo más que tu propio ser, estando en otro tiempo sin definir.

Te rodea el silencio, la quietud, la tranquilidad, pero no el miedo ni la soledad. Aunque el sol va apagando la tarde y la silueta rota del castillo se encrespa con la sombra del búho, y entre la hojarasca pululan los duendes, correteando como lirones caretos. Tú disfrutas de ese mundo fantástico, que como un sueño, se encuentra aquí, en la aventurera tierra del Quijote. En un espacio que vive atemporal contenido en uno de los paisajes literarios más desconocidos del mundo, y a la vez más discretamente universales.
Fontefrida y Rochafrida, anónima fantasía medieval que inmortalizó la roca y el agua, convirtiendo en poema el prosaico belicismo del Castillo de San Felices. Dulcificando en dama enamorada, las cristalinas aguas de la Fuenfría.

Ruinas del castillo berberisco de Rochafrida. Autor, Manuel Zaldívar

Ruinas del castillo berberisco de Rochafrida. Autor, Manuel Zaldívar

Cómo no iba a detener aquí, don Quijote a Rocinante. Cómo no iba transitar por aquí Cervantes. Aquí encontró el poema medieval, al Caballero Montesinos, la reconocida cueva y el menos conocido pero auténtico Palacio de Cristal. Sala privilegiada, que el misterioso Guadiana, sólo muestra al valor del genio. Sólo quienes han tenido el don de una mente inquieta y la feliz coincidencia de una gran sequía, han arriesgado su espíritu, como Cervantes, a perderlo, en las abismales profundidades de la gruta, adentrándose en la sala de cuarzo que como un tesoro de la realidad concedido a la imaginación, se regala al escritor.

Aquí perdura el tiempo de los cuentos, de las novelas, de las batallas, de las princesas y los hechiceros. Aquí en Ossa de Montiel, en las Lagunas de Ruidera, en el Campo de Montiel, en la cervantina tierra de don Quijote, es posible, ver, sentir e imaginar la belleza real de un paisaje bien estructurado por la naturaleza y perfecto para las mentes creativas. Por eso aquí bebió del manantial el trovador y tomó inspiración el novelista.

También disfruta el excursionista, el naturalista, el senderista, el geólogo, el ornitólogo y el botánico.

Frutos rojizos del espino silvestre. Autora, Jacinta Lluch Valero

Frutos rojizos del espino silvestre. Autora, Jacinta Lluch Valero

A finales de verano, ya en septiembre, si ha habido suerte y uno o dos días antes la tormenta ha templado el ambiente, todo huele a la frescura manchega de la hierba seca, como el vivificante olor a tierra mojada de los rastrojos, ofreciendo a la respiración profunda como un saciante trago de agua fresca, que aunque el manantial invita a saborear sus límpidas y transparentes aguas, las mil y una prevenciones de los tiempos modernos, nos apartan de ese placer.
Pero no de contemplar el lavado brillo de los refulgentes frutos rojizos del espino silvestre o los mortales azabaches de la belladona.
El cobijo del bajo dosel del sotobosque de chaparros, adorando los roquedos del castillo, elegantemente decorados con los penachos altísimos de los chopos y los fresnos, acumulan el congreso pajarero de numerosos trinos que por falta de experiencia no consigo distinguir. Descubriendo con agrado curiosos lirios, saúcos, aladiernos, cornicabras y gran cantidad de flora mediterránea, presente en el parque natural. Paraíso manchego, de la naturaleza y la literatura universal.
Tesoro justamente reconocido como Reserva de la Biosfera, que bien merecería además el de Parque Cultural, conmemorando el cuatrocientos aniversario de la muerte de nuestro mejor autor en lengua castellana. Por ser este uno de los espacios con mayor vinculación con la novela que además aporta el incalculable valor geológico de su rareza a nivel mundial y su indudable riqueza y belleza natural, que por supuesto debe ser atendida y mejorada de forma continuada para bien de la humanidad.

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Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano
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Fotografía de portada: Lagunas de Ruidera. Autor, Michel Hernández
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Campo de Montiel. Patrimonio de la Humanidad

Torre de Juan Abad

Pocos conocen el primer espacio por donde comenzó a caminar la imaginación de Cervantes, describiendo a Don Quijote a lomos de Rocinante, acompañado por Sancho en el rucio, aventurándose en la incertidumbre y el deseo por adquirir fama, desde su salida en un amanecer de julio.

El aura atemporal que todavía envuelve a esta comarca la mantiene como lo más cercano a la imagen que pudo encontrar el recaudador de impuestos trajinando entre la Corte y Andalucía, deteniéndose en nuestras ventas o tratando con acaudalados propietarios de mayorazgos.

La situación y trama urbana de los pueblos permanece básicamente igual a la de hace cuatro siglos. Variada en cuanto al crecimiento de la misma. La adaptación de las viviendas a la época actual y las infraestructuras viarias. Pero aunque encontremos un cierto desorden urbanístico que altera la armonía y la imagen de conjunto de un pueblo atractivo acorde con su identidad y trayectoria cultural; si que es posible advertir como fueron siempre. Pues los núcleos originarios permanecen fieles a la génesis que iba trazando sus calles. La volumetría de las casas se mantiene a dos o tres alturas, preservando la horizontalidad propia de estas latitudes. Entre cuyo caserío blanco sobresalía la poderosa torre del castillo o de la iglesia.

Paseando por Villanueva de los Infantes. Autor, Enaire Fotografía

Paseando por Villanueva de los Infantes. Autor, Enaire Fotografía

No perdemos la esperanza por preservar y potenciar la identidad de nuestros pueblos para poder compartirlos como agradable destino turístico. Trabajamos para transmitir los múltiples beneficios que nos reporta a todos habitar y compartir entornos equilibrados con la comodidad actual y la identidad cultural tradicional.

Por suerte el Campo de Montiel conserva un conjunto de veintitrés pueblos descritos en las Relaciones Topográficas de Felipe II, que todavía permanece tal cual en su esencia, aunque maquillado por falta de atención a su auténtico valor. Pudiendo atisbar en todos sus pueblos, ese mundo que sirvió de inspiración a la genial novela.

Destaca Villanueva de los Infantes como Conjunto Histórico Artístico Nacional. Su riqueza patrimonial poblada de iglesias, ermitas, palacios y casas populares, la convierten en una ciudad para ser visitada con calma. Donde además te sorprenderás encontrando la Casa de Estudios donde estuvo Jiménez Patón, Lope de Vega, Quevedo y más literatura de primera línea.
Atraen sus calles principales repletas de portadas blasonadas, pero no hay que dejar de recorrer muchas otras de estilo popular que muestran el encanto que conoció Cervantes, y hoy dan imagen material de lo que pudo ser el mundo que vieron sus inspirados ojos, pensando en Don Quijote.

Interior de la iglesia Nuestra Señora de la Asunción, Villahermosa. Autor, Miguel Andújar

Interior de la iglesia Nuestra Señora de la Asunción, Villahermosa. Autor, Miguel Andújar

El conjunto de iglesias-fortaleza de la comarca, erigidas por la Orden de Santiago merece una visita exclusiva. Empezando por La Solana y finalizando en Alhambra podremos descubrir templos majestuosos como los de Membrilla, Torrenueva, Villahermosa, Villanueva de los Infantes, Cózar, Alcubillas, Terrinches, Puebla del Príncipe, Almedina, Torre de Juan Abad, Ossa de Montiel, Villamanrique, Albaladejo, o ruinas de Fuenllana.

Castillo de Santa Catalina. Autora, Mª Angeles Jiménez García

Castillo de Santa Catalina, Fuenllana. Autora, Mª Angeles Jiménez García

La oferta monumental de la comarca es variada y completa. Abarcando todos los periodos de la historia. En Terrinches se encuentra un conjunto megalítico de carácter funerario. Santuario para los pobladores de la Edad del Bronce, postrado ante el sol del invierno que amanece sobre la peña del Cambrón.
En Alhambra además de los vestigios romanos y la necrópolis visigoda, su castillo omeya reconstruido por los cristianos.
Villanueva de la Fuente asentada sobre Mentesa. Todavía por excavar las entrañas del gran pasado histórico que yace bajo la actual población.
El nutrido grupo de yacimientos de diversas épocas que jalona la Vía Hercúlea desde Villanueva de la Fuente hasta el límite con Andalucía en Puebla del Príncipe y las inmediaciones de Villamanrique.
El cinturón fronterizo de edificaciones fortificadas en torno al castillo de la Estrella de Montiel. Terrinches, muy bien restaurado como centro de interpretación de la Orden de Santiago. El torreón de Puebla del Príncipe. El gran castillo de Montizón en Villamanrique, acompañado por el maravilloso paisaje tendido a sus pies, defendido por ganaderías de reses bravas.

Las plazas mayores de La Solana, Villahermosa, San Carlos del Valle y Villanueva de los Infantes. El conjunto arqueológico de la villa medieval de Montiel y su castillo de La Estrella.

Panorámica del Castillo de La Estrella, Montiel. Autor, Ramón Alamo

Panorámica del Castillo de La Estrella, Montiel. Autor, Ramón Alamo

Los singulares santuarios, ermitas y parajes que dan cobijo en los campos a quien busca sosiego y belleza, también son numerosos. Virgen de La Antigua, Virgen de la Carrasca, Virgen de los Olmos, Virgen de los Desamparados, Virgen de Luciana. Las ermitas rurales de Villahermosa. Las ermitas urbanas de Torrenueva.

La fuente Imperial de Almedina merece una visita por sí sola. Complementada con el puente de piedra, la ermita de Los Remedios y las metafísicas vistas de su paisaje semidesértico.

Es muy enriquecedor para los ojos que buscan la autenticidad rural, pasear estos caminos o recorrer estas carreteras habitadas por pueblos inmersos en paisajes agrícolas que siguen roturando la tierra con el mismo proceso que los originó hace siglos.

Vista de Villamanrique. Autor, desconocido

Vista de Villamanrique. Autor, Miguel Felguera

La histórica y literaria comarca del Campo de Montiel, posee en su centro geográfico la fortuna de albergar una ciudad del Siglo de Oro en Villanueva de los Infantes, y una auténtica villa rural manchega en Fuenllana.

Y toda la comarca disfruta de una orografía ideal para disfrutarla a pie, bicicleta, o caballo. Paisajes amables acunados entre suaves ondulaciones adornadas con machas de monte mediterráneo.

Parajes grandiosos en las estribaciones de Sierra Morena como La Herrumbrosa en Castellar de Santiago, que unido al conjunto de espacios que llegan hasta la sierra de Relumbrar en Villanueva de la Fuente componen un mosaico de fauna y flora de valor excepcional.
Aves esteparias campando por las grandes extensiones cerealistas. Rapaces sobrevolando los fantasiosos sueños del Quijote. Búhos reales internos en la lejanía del monte, sonando en las noches de invierno.
Y por supuesto el Parque Natural de las Lagunas de Ruidera. Espacio excepcional que debe ser tratado de forma más completa que la simple mención en este artículo informativo.

desde terrinches la zona de pinos es la ermita de San Isidro de terrinches. Autora, Mariangeles Minguez Gomez

Panorámica de Sierra Morena desde Terrinches. Autora, María Angeles Mínguez Gómez

El Campo de Montiel, sin duda, pronto estará en la exclusiva lista de lugares Patrimonio de la Humanidad, un mundo marcado por Don Quijote que sorprende al visitante por la cantidad de recursos propios que atesora.

Puesta de sol en el Campo de Montiel

Puesta de sol en el Campo de Montiel


Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano


Fotografía de portada: Trazado urbano de Torre de Juan Abad. Autor, Cogolludo

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Campo de Montiel. Una tierra por descubrir

Montiel

Tu escapada de fin de semana desde Madrid

No muy lejos de Madrid. A dos horas de viaje por cómodas autovías que puedes elegir pasando por Toledo, disfrutando de la inmejorable vista de una de las grandes ciudades históricas de Occidente.
Si el tiempo y las ganas te lo permiten adéntrate en su incomparable laberinto artístico. Mírala desde la ermita del Valle o desde la terraza del Parador en el cerro del Emperador. Verás su entramado, conglomerado renacentista y barroco, superpuesto sobre cimientos romanos, visigodos y árabes.
Desde la casa del Diamantista hasta el puente de San Martín. O desde el de Alcántara hasta la puerta del Cambrón, podrás recorrer paseando entre parques y murallas un montón de misterios contenidos en sus calles, palacios, conventos, pasadizos…
Despídete en la Venta del Alma, disfrutando la atmósfera de lo auténtico. Y dile adiós camino de La Mancha, contemplando la almunia árabe del palacio de Galiana, asentada en mitad de la vega.

Consuegra. Autor, Juan Jose Revenga Diaz

El recorrido que parte de Toledo hasta Consuegra regala el atractivo de un paisaje agrario sosegado y bien ordenado. Al final de una recta tan grande como los aventureros horizontes quijotescos, encontrareis la universal silueta de La Mancha girando en las venteadas aspas de los molinos.
Su castillo impone la Orden de San Juan, vigilando el territorio batallado por las cuatro órdenes militares que colonizaron la actual provincia de Ciudad Real. Frontera castellana y andalusí. Espacio de todos y muchas veces de nadie. Lugares expandidos en la inmensidad de la llanura, ideales para los solitarios sueños del Quijote.

Haz parada en Puerto Lápice. El pueblo-calle al borde del camino que desde Madrid, abre de par en par la novela de Cervantes. Últimamente convenientemente mejorado en la estética del entorno de su magnífica plaza, con el aporte del nuevo y bello edificio del ayuntamiento. Apoyado con las flamantes galerías de porches de madera color almagre que te acompañan hasta la preciosa Venta. Entra en la bodega, al patio. Cruza el zaguán. Esta edificación posee el espíritu que cautivó a Cervantes cuando transitando por tantos caminos dormía en lugares similares.

Plaza mayor de La Solana. Autor, Karp Panta

Desde aquí hasta La Solana cruzarás horizontes literarios que te conducirán a través del personaje cervantino, hasta el Campo de Montiel.
La plaza de La Solana, desconocida y a la vez una de las más atractivas de Castilla. Mantiene todo lo que la historia va concediendo al centro administrativo y social de una villa, con el valor añadido de una imagen cuidada y restaurada.

Continúa a San Carlos del Valle para ver los pináculos borbónicos de Felipe V. Edificado en mitad de los campos, en el camino real de Andalucía, una iglesia rural con diseño de basílica pontificia. Su plaza te dejará sin palabras. Elegante en la traza de su sencillez y muy acogedora por la belleza de su arquitectura rural compuesta por materiales naturales. Piedra, ladrillo rústico y madera. El buen gusto de una época que supo construir para el futuro, legándonos algo imperecedero y siempre apreciado.

Desde Madrid es el primer pueblo del plan de colonización de la despoblada sierra Morena, por orden de Carlos III, para proteger el tránsito entre la Corte y el puerto de Indias de Sevilla o Cádiz.

Visitando San Carlos del Valle

El siguiente destino, Villanueva de los Infantes. Junto con Almagro, los dos conjuntos histórico artísticos más completos de la provincia.
Infantes posee un patrimonio inigualable emplazado en el Siglo de Oro. Por allí han pasado literatos como Quevedo, Cervantes o Lope de Vega. Sus atrayentes calles pobladas de palacios armados con portadas blasonadas en contraste y complementadas con calles blancas que mantienen la identidad popular manchega, confiriéndole una imagen sumamente valiosa como algo excepcional por su armonía, belleza y valor histórico.

Al siguiente día, ya de regreso a Madrid, pásate por las Lagunas de Ruidera. Si vas en primavera, encontrarás un vergel del Paraíso. A pesar de una pequeña parte mal urbanizada. El primer espacio natural protegido de la región, conserva intacta su vitalidad y su incalculable valor medio ambiental como reserva de la biosfera. El complejo fluvio-lacustre que desborda el Guadiana, el Río de los Patos, de los romanos, por las características anátidas que lo pueblan. Caminar al borde de este curioso espacio, rarísimo en el mundo por sus cualidades geológicas, te ofrece contacto directo con la naturaleza de nuestros antepasados prehistóricos. Muchos lugares del parque conservan esa agreste naturaleza, que encontrarás adentrándote en sus senderos más apartados de la civilización.

Reflejos en Villanueva de los Infantes. Autora, Margabel2010

Viajarás a través de los pasos de Cervantes y podrás dormir en lugares con mucho encanto. Especialmente en Villanueva de los Infantes o Ruidera. Comerás el mejor queso del mundo, bebiendo vinos manchegos. Asadillo a base de tomate y pimiento. Gachas, lomo de orza, duelos y quebrantos…

Esta tierra todavía por descubrir mantendrá siempre su vocación caminera como natural cruce de culturas que han surcado sus veredas, comunicando la península Ibérica en sus cuatro puntos cardinales. Es un buen lugar, el Campo de Montiel, como Lugar de La Mancha, donde Don Quijote comenzó a caminar, para servirte de destino o escala para continuar hacia los paraísos de Andalucía que tan bien Cervantes conocía.
Desde aquí se divisan las sierras de Segura y Cazorla. No muy lejos Úbeda y Baeza y por su puesto, un buen lugar de paso, camino de Córdoba o Granada.
Si vas a Andalucía, o regresas a Madrid, desvíate al Campo de Montiel, descubre la esencia que todavía perdura de lo que Cervantes encontró para servirle de inspiración. Te esperamos.

El color turquesa de las Lagunas de Ruidera. Autor, fcsanjuan


Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano


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De paseo por las Lagunas de Ruidera

visita-guiada-Ruidera-y-Peñarroya-turismo-de-naturaleza-y-cultural-Argamasilla-de-Alba

Tan largo como interesante resulta para el viajero excursionista la Ruta de Don Quijote. Poblaciones de densidad histórica y monumental poco común; paisajes hermosos cuajados de viñedos, el cultivo que mejor define el presente manchego; poblaciones pequeñas pero llenas de encanto; iglesias ante las que hay que quitarse el sombrero, y sólidas referencias quijotescas. Pocos lugares aparecen tan definidos en El Quijote como algunos de los que conoceremos en esta ruta.
Si Cervantes dejó un velo de ambigüedad –quizá para complicar la vida a los críticos- sobre los lugares de las andanzas de su caballero andante, fue muy preciso al situar algunas de sus aventuras centrales en el entorno de Ruidera: las lagunas y la cueva de Montesinos. A ellas nos dirigiremos en esta ocasión.

Sabinas cerca de Villahermosa. Autor, acusticalennon

El paisaje es decididamente de monte bajo: pinos, sabinas y, sobre todo, encinas crecen en las laderas y en las pequeñas crestas que nos rodean. La tierra está salpicada de plantas aromáticas. Una auténtica sinfonía de aromas silvestres. Cada poco saltan liebres y conejos que tienen aquí sus madrigueras.
Sin previo aviso, la tierra se abre y nos presenta a la cueva, la de Montesinos. Uno de los pocos lugares ante los que los cervantistas no se han tenido que devanar los sesos tratando de desentrañar la localización.
Para recordar las fantásticas visiones que tuvo en ella Don Quijote, nada mejor que echar mano del libro y dejarse llevar por los encantamientos en él vividos por el ingenioso hidalgo, capaz de transformar las simples paredes de roca de esta cavidad en un cristalino palacio, todo de alabastro, tal como nuestro protagonista lo relata a Sancho.

En la cueva de Montesinos. Autor, Jesús Pérez Pacheco

En la cueva de Montesinos. Autor, Jesús Pérez Pacheco

De nuevo en el camino y tras recorrer un paraje hermosísimo llamado la Quebrada del Toro, llegamos a nuestro destino: “¡Oh lloroso Guadiana, y vosotras sin dicha hijas de Ruidera, que mostráis en vuestras aguas las que lloraron vuestros hermosos ojos!”. Si el paisaje no responde a la poética descripción quijotesca, poco le falta. El color variable de las aguas –verde brillante, verde oscuro, negro en ocasiones-, las paredes rocosas que las enmarcan, los álamos y chopos que crecen en las riberas, las playas naturales de las orillas…
“… solamente faltan Ruidera y sus hijas y sobrinas, las cuales llorando, por compasión que debió de tener Merlín dellas, las convirtió en otras tantas lagunas, que ahora, en el mundo de los vivos y en la provincia de La Mancha, las llaman lagunas de Ruidera…”

Atardecer en las Lagunas de Ruidera. Autor, josebl

Atardecer en las Lagunas de Ruidera. Autor, josebl

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Fotografía de portada: El agua de laguna a laguna. Autora, María Teresa Moya Díaz – Pintado
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Adonde el río nos lleve. Guadalajara, el Alto Tajo y su Fiesta de los Gancheros

Adonde el río nos lleve. Guadalajara, el Alto Tajo y su Fiesta de los Gancheros

El bosque flotante continuó río abajo, guiado por sus pastores. Siempre por el estrecho callejón de sus riscos grises y rojizos; entre los desplomes cubiertos de sabinas y carrascas. Siempre compañeros del agua, clara por la mañana, opaca por la tarde, color del mar al oscurecer. Verde botella, verde gris, verde amarilla, según los arenales, los guijarros o el lodo del cauce, la sombra de los árboles o de las peñas, la calma o la furia del viento encañonado. Siempre en lo fragoso de la sierra, en los estrechos, en los saltos, en las ruderas; siempre por un recio universo de piedra y de invierno”.

Espectacular paisaje del Alto Tajo, en Taravilla. Autor, Fofo

Espectacular paisaje del Alto Tajo, en Taravilla. Autor: Fofo

Llevando troncos hacia el río. Autor, Íñigo González

Llevando troncos hacia el río. Autor: Íñigo González

Estas palabras de la famosa obra de José Luis Sampedro “El río que nos lleva” ilustran de manera muy gráfica el paisaje visual y nostálgico de la “maderada”, el viaje de cientos de troncos que desde los altos de Albarracín circulaban todos los años a lo largo del Tajo hasta llegar a su destino, en los aserraderos y las fábricas de Aranjuez. Las maderadas y los “gancheros”, aquellos heroicos pastores de troncos, desaparecieron hace décadas con la construcción de las presas de Entrepeñas y Buendía, y sobre todo cuando las carreteras y el transporte con camiones hizo demasiado costosa la labor de estas cuadrillas de profesionales, dedicados a tiempo parcial, pero que durante semanas se erigían como los dueños del río y vivían al ritmo que marcaban las crecidas, los vericuetos y los rápidos de la corriente. Una corriente siempre imprevisible, siempre señorial y diáfana como los propios días invernales que soportaron en las altas estribaciones de la Ibérica.

Tranquilo pueblo de Peralejos de las Truchas. Autor, Ángel Martín Expósito

Un tranquilo pueblo: Peralejos de las Truchas. Autor: Ángel Martín Expósito

Gancheros en Peralejos de las Truchas. Autor. El S@lmón

Gancheros en el Tajo, a la altura de Peralejos de las Truchas. Autor: El S@lmón

Afortunadamente los pueblos del Alto Tajo no han olvidado a sus “gancheros”. Como cada año a finales de verano, el recuerdo de la maderada reúne a varias localidades de esta comarca, Poveda de la Sierra, Peñalén, Zaorejas, Taravilla y Peralejos de las Truchas, con el fin de realizar un homenaje festivo y multitudinario a estos hombres y mujeres semi-míticos que a finales de los años 30 del pasado siglo condujeron las últimas grandes maderadas hasta Aranjuez. Todos los pueblos participan de forma cíclica en este acontecimiento, declarado en 2008 Fiesta de Interés Regional, y que este año está previsto se celebre los días 30 y 31 de agosto en la localidad de Peralejos de las Truchas. La Edición de 2014 va a ser sin duda muy especial puesto que servirá asimismo para rendir homenaje a la figura del recientemente desaparecido José Luis Sampedro, autor de la obra que en 1961 sacó del olvido a este oficio esforzado, vital y centenario. En memoria de Sampedro se colocará una placa conmemorativa y una figura de forja que representa a un ganchero en la plaza del Ayuntamiento de Peralejos, uno de los municipios inmortalizados en su celebrada novela “El río que nos lleva”.

Otoño en el Alto Tajo, cerca de Zaorejas. Autor, Elfer

Otoño en el Alto Tajo, cerca de Zaorejas. Autor: Elfer

Peñalén, en el Alto Tajo. Autor, Sonsaz

Peñalén, otro de los municipios del Alto Tajo. Autor: Sonsaz

“La Fiesta Ganchera” reúne todos los años a miles de personas para contemplar la tradicional saca de la madera, cuando se liberan los troncos en el espectacular escenario del río Tajo para retirarlos luego a tiro de caballería, tal y como se hacía tradicionalmente hace apenas sesenta años. Son los mozos (y no tan mozos) del pueblo, los encargados de conducir el rebaño de troncos de pino por la corriente, y desde primera hora de la mañana los paisanos reciben a todos los visitantes con un obsequio para la ocasión (en la edición del pasado año triunfó el aguardiente y las rosquillas). Ya en el río, autóctonos y turistas se agolpan en ambas orillas, sobre los puentes, sobre las pasarelas o en cualquier otro elemento que sirva de mirador, a fin de observar del mejor modo posible el paso de la mítica maderada. Es frecuente que la espera se acompañe de la música de los dulzaineros, elevándose en inconfundibles tonos pastoriles por encima del fragor de los rápidos y del viento arremolinado en las altas copas de los pinos. Y así, en medio de un paisaje espectacular de cortados, huertas feraces y extensas masas forestales, arracimadas allí donde las escabrosidades del terreno lo permiten, con el aroma a resina flotando en el ambiente y la sempiterna voz del río dominándolo todo, llega el momento feliz en que tras uno de los recodos del Tajo se ven aparecer los primeros troncos del “rebaño”. Y sobre ellos, guardando hábilmente el equilibrio con pies firmes, vislumbramos de nuevo la silueta sin edad de los “gancheros” en un espectáculo de rabiosa certidumbre histórica, aunque a todos nos parece sacado de las páginas de una novela.

Gancheros creando un cauce artificial de troncos. 1929. Autor, Nemo

Gancheros creando un cauce artificial de troncos. 1929. Autor: Nemo

El río Tajo en Peralejos de las Truchas. Autor, El S@lmón

El río Tajo en Peralejos de las Truchas. Autor: El S@lmón

Los “gancheros”, unos en el agua y otros en equilibrio sobre los troncos, conducen un grupo de unos cincuenta árboles que en nada se asemeja a las almadías y los “bosques flotantes” de antaño. Pero resulta suficiente para recomponer la imagen nostálgica de la jornada. La cuadrilla avanza poco a poco por el río, navegando cuando la corriente lo permite o arrastrando los troncos en los vados, allí donde el agua es demasiado escasa y el fondo se vislumbra apenas a un par de palmos. Acabada la faena, aplausos, abrazos y felicitaciones a los héroes que un año más nos han deleitado con la figura perdida del “pastor de árboles”. Juegos tradicionales, muestras de corte de troncos y las consabidas jotas amenizarán un final de fiesta donde solo queda que los grupos de locales y turistas se desperdiguen a cientos por las alamedas, como todos los años, para comer y regocijarse en los frescos prados que abundan junto al río. Pero de alguna manera, y aunque todos sepamos que la fiesta volverá a repetirse en próximas ediciones, este año será sin duda distinto a otros: cuando el visitante escuche los silbidos de los “gancheros” más allá del recodo, todavía invisibles a la vista; cuando al fin los vea aparecer sobre las aguas en un cuadro de arrolladora vitalidad, perfilados contra el agreste y bello paisaje del Alto Tajo, no podrá evitar sentir que el autor de “El río que nos lleva” llega también con ellos bajando el río como ya lo hizo entonces. Junto a Shannon, “el Americano”, “la Paula” y el resto de compañeros de ese viaje realizado en los años cincuenta, inmortales todos en nuestra memoria gracias a unas páginas forjadas en oro, y que revelan sin duda a uno de los principales representantes de la narrativa contemporánea española del siglo XX.

Jose Luís Sampedro. Autor, Javier Luengo

José Luis Sampedro. Autor: Javier Luengo

Hasta siempre, José Luís. Autor, Julio Codesal

Hasta siempre, José Luis. Autor: Julio Codesal

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Un canto singular en La Mancha. La leyenda del autillo

Un canto singular en La Mancha. La leyenda del autillo

Con la llegada de las cortas noches veraniegas, parques y arboledas se llenan como todos los años de paseantes, de niños y mayores buscando «la fresca» y, como cumpliendo con un rito ancestral, también de un sonido ciertamente monótono y repetitivo. Se trata de un canto tristón, aflautado y monocorde que se deja oír en la oscuridad cada pocos segundos, y que delata de paso a una de nuestras aves nocturnas más emblemáticas: el autillo. En muchas zonas del sur este toque le ha valido al autillo el poco atractivo nombre de «corneta», ya que cuando este animal decide asentarse cerca de las viviendas humanas puede hacerse muy difícil conciliar el sueño.

Carlos Uranga

La luna encuadrada en un aspa. Autor, Carlos Uranga

«Tiui… tiui… tiui» Así suena más o menos la llamada del autillo. Desesperante para el insomne, sin duda, pero no exento de atractivo si nos atenemos a la leyenda que explica su origen. Y es que hace muchos años vivieron en cierto lugar dos hermanos que se ganaban la vida custodiando los caballos del vecindario.

Una noche se desató una terrible tormenta, y a causa del temporal y los truenos que retumbaban en el valle se perdió una montura: precisamente aquella que esa misma tarde había estado montando uno de ellos, Ghioni. El otro, enfurecido, lo obligó a salir en mitad de la inclemente noche para buscarlo, y he aquí que no aparecieron nunca más ni el caballo ni el desdichado cuidador.

La perplejidad del autillo. Autor, Dominic Sherony

La perplejidad del autillo. Autor, Dominic Sherony

Su hermano recorrió durante muchos días los bosques cercanos tras la pista de Ghioni, pero todos los esfuerzos fueron baldíos. Una noche, agotadas sus fuerzas, se postró en el suelo del bosque para no levantarse más. Pero he aquí que la diosa Artemisa se apareció ante él, y con el fin de aliviar sus penas lo transformó en autillo, para que siguiese sin tregua tras la pista de su añorado hermano, noche tras noche. Y así lo hace: la vista penetrante, el vuelo raudo, e incansable en su llamada angustiosa que desde entonces los hombres oyen sin cesar durante las tranquilas madrugadas de estío: ¡Ghioni… Ghioni… Ghioni!

Bosque mediterráneo en el Parque Natural de las Lagunas de Ruidera

Bosque mediterráneo en el Parque Natural de las Lagunas de Ruidera. Autor, desconocido

Algo habrá de cierto, sin embargo, en esta leyenda de cariño filial. La ciencia afirma que los autillos son aves tremendamente emotivas, y las parejas duran toda la vida, hasta la muerte de uno de sus miembros. De hecho no es raro encontrar numerosas muestras de cariño en los autillos, y que hacen recordar (para el que tenga la suerte de descubrirlos) el amor que se profesaron alguna vez los desdichados hermanos de la leyenda…

Autor, Israel Jashir

De nuevo, la noche. Autor, Israel Jashir

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Fotografía de portada: El color de La Mancha. Autor, desconocido.
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El Valle de Erro y la senda de los Contrabandistas

El Valle de Erro y la senda de los Contrabandistas

En el norte de Navarra, tan solo a unos kilómetros de la frontera francesa y el Camino de Santiago, el valle de Erro despliega en estas fechas todo el esplendor de sus galas primaverales. Las cumbres del macizo de Alduide, todavía hoy cubiertas de nieve, protegen un enclave idílico de arroyos, montañas, florestas y caseríos en pleno Pirineo Occidental, y los separan de otros valles con nombres tan evocadores como el de Arce o el de Baztán, este último atravesado por el río Bidasoa. Un país de gentes duras y de ganado, como demuestra la reciente celebración el pasado sábado de la marca de Baigorri, y el paso de 240 vacas francesas para veranear en la pradería comunal de Sorogain. El acto, que atrae a numerosos visitantes, se cerró con la comida popular a base de carne de vacuno y trucha de la zona, y fue amenizada por las voces de un grupo de bertsolaris, que ensalzaron en euskera las gestas heroicas de este pueblo de pastores.

2. Marca de ganado en Sorogain. Autor, Carlos Octavio Uranga

 Marca de ganado en Sorogain. Autor: Carlos Octavio Uranga

Vaca paciendo en un prado de montaña. Autor, Jozelui

Vaca paciendo en un prado de montaña. Autor: Jozelui

El clima en Erro es muy húmedo, fecundo en nieblas otoñales y nieve de invierno que propicia la existencia de bosques como el Quinto Real, una de las extensiones de hayas más importantes de Navarra. Rincones misteriosos cubiertos por el velo del tiempo, como la magnífica cueva de Arpea, o los dólmenes funerarios en Sorogain. Paisajes verdaderamente feéricos donde la imaginación del visitante se desborda. Es el Pirineo más verde, más lluvioso, más exuberante. Pero es también la tierra del estraperlo por excelencia, donde los pasos silenciosos del contrabandista atravesaban cada noche infinidad de regatos y largos terraplenes de hierba en la más completa oscuridad, en busca de los collados que daban paso a los valles fronterizos.

Construcciones megalíticas en el valle de Erro. Autor, Erizu

Construcciones megalíticas en el valle de Erro. Autor: Erizu

Contrabandista en un puerto pirenaico. Paul Gavarni. Cromolitografía. 1829

Contrabandista en un puerto pirenaico. Paul Gavarni. Cromolitografía. 1829

Aunque el contrabando (o paso clandestino de mercancías prohibidas) existió desde siempre en estas montañas, su auge se inició con las guerras Carlistas del siglo XIX mediante el abastecimiento de áreas aisladas o el paso de refugiados, ya fuese entre zonas carlistas y liberales, o desde ambas hasta la frontera con Francia. En otras ocasiones se cruzaba también ganado, pero en realidad el grueso del estraperlo consistía en productos básicos de consumo como azúcar, café o cobre, entonces considerados de lujo y de los cuales se extraían importantes ganancias. Este contrabando no era necesariamente una actividad de subsistencia y se practicaba a diario por numerosas familias de los valles como otra forma más, aunque peligrosa, de ganarse la vida.

Bosques navarros de ls Selva de Irati. Autor, MC SimónE

Bosques navarros en el Quinto Real. Autor: MC SimónE

En realidad pasaban cualquier cosa y de cualquier manera, siempre que hubiese pingües beneficios para el que arriesgaba. En una ocasión los contrabandistas cruzaron a Francia un Seat recién salido de fábrica, para lo cual se ocultó el vehículo en un carro lleno de hierba. Y es famosa la anécdota sobre el muchacho del cercano valle de Baztán, que todos los días atravesaba la frontera en bici transportando un gran bulto en la parte de atrás. Cuando los guardias le daban el alto y le obligaban a abrirlo, el paquete siempre estaba misteriosamente vacío. Mucho tiempo después se descubrió que el negocio consistía en las bicicletas.

Pueblo de Villanueva de Arce, junto a Erro. Autor, Rahego

Pueblo de Villanueva de Arce, junto a Erro. Autor: Rahego

Hayas del bosque de Irati. Autor, Rufino Lasaosa

Hayas del bosque de Irati. Autor: Rufino Lasaosa

El estraperlo de Erro está repleto de historias de travesías en la nieve, de noches al raso y huidas precipitadas a través de los campos de nieve o los bosques, con la Guardia Civil pisando los talones a los fugitivos. Está tan presente en la memoria del valle y sus aledaños que, en realidad, puede decirse que forma parte de su cultura más arraigada, al igual que los prados, los bertsolaris o las marcas de ganado. Es imposible calcular cuantas fortunas familiares se han amasado gracias al mercadeo clandestino, pero se sospecha que muchos caseríos deben su gran auge de los siglos XIX y XX, precisamente, a estas correrías nocturnas entre valles vecinos.

Contrabandistas. Guasavo Doré (1832-1883). Grabado

Contrabandistas. Gustavo Doré (1832-1883). Grabado

El negocio era generalizado y se daba el caso de parejas de la Benemérita confraternizando con las mismas familias que luego, al amparo de la noche, se escabullían de su vigilancia cargados de mercancías y camino del puerto. Claro que, para evitar problemas, nada mejor que la argucia de los montañeses y su calzado mágico. Al igual que uno de aquellos maravillosos cuentos infantiles de Perrault, los contrabandistas usaban zuecos de madera con la suela tallada del revés, y mientras la autoridad corría en pos de unas huellas de ida, ellos en realidad ya estaban de vuelta. Eso por no hablar de las suelas con forma de herradura o de pezuña de vaca… Maravillas de la vida montañesa.

Bosques navarros de la Selva de Irati. Autor, Danel Solabarrieta

Atardecer en un bosque navarro pirenaico. Autor: Danel Solabarrieta

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El Almagro más heroico. Don Diego y el descubrimiento de Chile

El Almagro más heroico. Don Diego y el descubrimiento de Chile

En la plaza Mayor de Almagro, delante del Teatro y rodeada de un pequeño espacio ajardinado, los visitantes pueden contemplar la estatua de un caballero en pose orgullosa y desafiante sobre su montura. Se trata del Adelantado Don Diego de Almagro, hijo ilustre de la ciudad, que en la primera mitad del siglo XVI llevó a esta villa ciudadrealeña a figurar con honor en los anales de la historia hispanoamericana y aún mundial. Su hazaña: el viaje que organizó y lideró para descubrir las entonces ignotas tierras de Sudamérica bañadas por el Pacífico, y hoy conocidas por el nombre de Chile.

Estatua ecuestre de Luis Zamarreno en Almagro. Autor, Luiszamarreno

Estatua ecuestre de Don Diego en Almagro. Autor: Luiszamarreno

Retrato en blanco y negro de una calle de Almagro. Autor, Festival de Almagro

Retrato en blanco y negro de una calle de Almagro. Autor: Festival de Almagro

Detalle de la Plaza Mayor de Almagro. Autor, Elarequi61

Detalle de la Plaza Mayor de Almagro. Autor: Elarequi61

La Plaza Mayor de Almagro cuenta con los suficientes atractivos arquitectónicos como para ser considerada una obra maestra. Su forma de planta rectangular, y los magníficos soportales de columnas en piedra de orden toscano bajo dos galerías corridas, atraen cada año a miles de visitantes que gustan de pasear sosegadamente por uno de los rincones urbanos más originales de Europa. Hoy las galerías están cubiertas con acristalamientos, pero en su origen sirvieron de tribunas abiertas para actos públicos de todo tipo, como las famosas corridas de toros, organizadas en ésta y otras plazas españolas hasta que fueron prohibidas en el siglo XVIII por el rey Carlos III. En uno de sus extremos se encuentra la estatua ecuestre de Don Diego de Almagro, obra de Joaquín García Donaire. Su figura sigue presidiendo la vida cultural y social de este rincón almagreño, y aunque alguien poco versado en acontecimientos opine que se trate de un mero atributo local, carente de importancia, nada está más lejos de la realidad: el porte señorial e impertérrito de esta imagen atesora una de las más increíbles historias de esfuerzo, coraje y supervivencia protagonizadas alguna vez por el ser humano…

Plaza de Armas e Iglesia de la Compañía de Jesús, en Cuzco, Perú. Autor, Palindrome6996

 Plaza de Armas e Iglesia de la Compañía de Jesús, en Cuzco, Perú. Autor: Palindrome6996

Expedición de Almagro a Chile. Obra de Fray Pedro Subercaseaux (1880-1956)

Expedición de Almagro a Chile. Obra de Fray Pedro Subercaseaux (1880-1956)

Y es que pocos alcanzan a imaginar las enormes penalidades que el Adelantado Don Diego debió arrostrar en su viaje hacia las latitudes más meridionales de Sudamérica, partiendo de la ciudad de Cuzco. Aún hoy la travesía se presenta complicada debido a la imponente cordillera andina, con picos que superan ampliamente los 6000 metros de altura, así como a la existencia en la zona de algunos de los desiertos más áridos del mundo. En el mes de julio de 1535, acompañado por 570 españoles y varios miles de indios y negros, Almagro salió de Cuzco para acometer el proyecto de explorar las tierras situadas al sur del recientemente conquistado Imperio Inca. Tras los hombres viajaban varios rebaños de llamas y piaras de cerdos, animales que iban a servirles de sustento durante el largo viaje. A unos 250 km al sureste de Cuzco, el camino Inca sale definitivamente de la protección de los valles y entra en el altiplano boliviano, una alta meseta azotada por los vientos y rodeada de cumbres heladas y saladares. Los españoles quedaron admirados cuando vieron allí restos de edificios imponentes construidos con bloques de piedra tallada, cada uno de los cuales pesaba más de 100 toneladas.

Paisaje en el altiplano boliviano. Autor, A. Davey

Paisaje en el altiplano boliviano. Autor: A. Davey

Detalle del sitio arqueológico de Tiwanaku, Bolivia. Autor, Josemar Ferreira

Detalle del sitio arqueológico de Tiwanaku, Bolivia. Autor: Josemar Ferreira

Cuando superaron los 4000 metros sobre el nivel del mar, el sufrimiento del grupo empezó a ser evidente. A los soldados les costaba respirar y quedaban cegados por la brillante luz presente en aquella atmósfera tan enrarecida. Mientras el frío causaba estragos en los hombres, la comida y el agua se hacían cada vez más escasas. En aquellas latitudes meridionales era mediado el invierno, y ninguna ropa ni armadura resultaban suficientes para preservar del frío helador que les atravesaba el cuerpo. Jinetes y caballos caían presos de los primeros síntomas de congelación, de los cuales ya nunca se curarían. Un cronista de la época relata que: “El suelo estaba tan frío que cuando Don Diego de Almagro volvió a Cuzco en su regreso, muchos meses después, encontró en varios lugares a hombres que habían fallecido helados junto a las rocas, y al lado de los caballos que montaban, y sus cuerpos estaban tan incorruptos que parecía que acababan de morir”. Solo en una noche murieron hasta 70 caballos, mientras que al vadear un río desbordado se perdió la mayor parte de las provisiones y casi todo el rebaño de llamas que traían. En cuanto a los indios, éstos caían aniquilados o desertaban en tan gran número que los españoles tuvieron que tomar porteadores a la fuerza entre los residentes del país, lo que causó más de un serio revés. El propio Almagro sufriría importantes heridas tras precipitarse al suelo y ser aplastado por su montura, después del ataque que organizó a una de las escasas aldeas existentes en la zona.

Volcán Parinacota, en la frontera entre Chile y Bolivia. Autor, S. Rossi

Volcán Parinacota, en la frontera entre Chile y Bolivia. Autor: S. Rossi

Conquistador español a caballo. Autora, Margaret Duncan Coxhead

Conquistador español a caballo. Autora: Margaret Duncan Coxhead

En Tupiza, en el suroeste de Bolivia, alcanzaron el límite sur del altiplano. La exhausta fuerza descendió al solitario valle de Salta, en el noroeste de Argentina, zona donde descansarían los restantes meses del invierno antes de reanudar la marcha. Pero la parte más difícil de su viaje no había comenzado aún. Ahora los exploradores tenían que cruzar las cumbres de los Andes si querían pasar a la zona costera de Chile, y las bajas fueron aumentando conforme Don Diego les conducía a través de los pasos helados hacia Copiapó. La expedición se separó en varios grupos para afrontar mejor la búsqueda de alimento y refugio en las montañas. Aún así, era ya pleno invierno y un frío intensísimo hizo muy difícil el paso de la cordillera, en la cual murieron casi todos los indios que los acompañaban. Una vez agotadas sus provisiones, los hombres comían únicamente hierbas y raíces, salvo cuando la suerte los llevaba a encontrar algún caballo muerto y abandonado por los grupos precedentes, y que gracias al frío se conservaba en perfecto estado. La escasa vegetación hacía poco menos que imposible encender fuego para calentarse, de modo que más de 1600 personas murieron finalmente durante aquella marcha a consecuencia del hambre o las bajas temperaturas. Era tal el reguero de hombres caídos a lo largo del sendero que llevaba a las cumbres, que durante las tempestades de nieve, frecuentes en esa época del año, los soldados se defendían del viento formando parapetos con los cadáveres de los indios que habían quedado atrás.

Aymara Woman, El Alto, Bolivia

Mujeres Aymara en El Alto, Bolivia. Autor: Szeke

Caravana atravesando un paso de montaña en plena tormenta. Obra de Alfred Jacob Miller (1810-1874)

Caravana atravesando un paso de montaña en plena tormenta. Obra de Alfred Jacob Miller (1810-1874)

Llamas en el desierto de Atacama, norte de Chile. Autor, Luca Galuzzi

 Llamas en el desierto de Atacama, norte de Chile. Autor: Luca Galuzzi

Uno de los miembros más fuertes de la expedición fue la llama, puesto que en medio de todas aquellas penalidades, estos animales necesitaban pocos cuidados y podían transportar cómodamente hasta 30 kilos de peso durante toda una jornada. Ahora bien, según cuenta el cronista Zárate, el temperamento de la “oveja peruana” dejaba mucho que desear: “Cuando se fatigan, se tumban y no se levantan aunque se les pegue o se tire de ellas; lo único que cabe hacer es descargarlas de su peso. Si se cansan cuando uno va montado y les acucia para que sigan adelante, giran la cabeza y le salpican con un líquido que apesta y que llevan en el buche (…)”.

La Araucania, al sur de Chile. Autor, Flavio Camus

La Araucania, al sur de Chile. Autor: Flavio Camus

Mujer y gaucho chileno en un trigal. Autor, Toni Frissell

Mujer y gaucho chileno en un trigal, años cuarenta. Autor: Toni Frissell

Una vez llegados a Copiapó, Almagro llevó a sus hombres hacia el sur a lo largo de la costa chilena. La brisa suave y la vegetación abundante fueron un constante alivio con respecto a la etapa anterior, pero finalmente se detuvieron en lo que hoy es Santiago, en el Chile central. Tras más de 4000 km desde su salida del Perú, no habían encontrado en parte alguna riquezas que pudieran compararse con las de los Incas, de modo que no tuvieron más alternativa que plantear su regreso. Para no pasar las penalidades que arrostraron en la ida, ciñeron su viaje de vuelta a Cuzco lo más cerca posible de la costa, y en consecuencia la primera fase del trayecto fue rápida y cómoda para todos. Las tierras no eran ya desconocidas y los soldados estaban repuestos de fatigas y con buenos ánimos, puesto que regresaban a la civilización.

Catedral y Plaza de Armas de Santiago de Chile. Autor, Poco a Poco

Catedral y Plaza de Armas de Santiago de Chile. Autor: Poco a Poco

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 Paisaje costero en la isla de Chiloé, Chile. Autor: Ian Rutherford

Reunión de indios Mapuches, propios del sur de Chile. Autor, Jules Peco (siglo XIX)

Reunión de indios Mapuches, propios del sur de Chile. Autor: Jules Peco (siglo XIX)

Sin embargo la dicha no duró mucho, puesto que los españoles se encontraron más allá de Copiapó a las puertas del desierto de Atacama, una de las regiones más áridas e impenetrables del mundo. Conforme iban progresando hacia el norte en jornadas de más de 20 km al día, el sol caía a plomo sobre ellos y no había vegetación alguna que rompiera la monotonía de aquel paisaje muerto. Tan solo destacaba al fondo la cordillera de los Andes, cubierta de nieve, que parecía burlarse de los soldados, mientras éstos avanzaban penosamente bajo el sol abrasador y los efectos paralizantes de la sed. Hasta tal punto regresaron quebrantados Almagro y sus tropas, dos años después de su salida de Cuzco, que desde entonces se denominó «roto de Chile» a todo aquel que volvía de un viaje a esas tierras meridionales. Sin embargo los atractivos superaron a las penalidades, y solo 4 años más tarde se organizó una nueva expedición hacia los valles fértiles del cono sur, esta vez coronada por el éxito: fue la que llevó al extremeño Pedro de Valdivia a la conquista del reino de Chile, o Nueva Extremadura, y a fundar su actual capital Santiago de Chile en las cercanías del Huelén el día 12 de febrero de 1541.

Mulos salvajes en el desierto de Atacama. Autor, Chris Huggins

Mulos salvajes en el desierto de Atacama. Autor: Chris Huggins

Torres del Paine, al sur de Chile. Autor, S. Rossi

Torres del Paine, al sur de Chile. Autor: S. Rossi

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La Liébana, Morfeo y el secreto de la hibernación del oso

La Liébana, Morfeo y el secreto de la hibernación del oso

El oso ibérico, refugiado en las últimas estribaciones salvajes de las montañas cantábricas y pirenaicas, sigue siendo un animal totémico para nosotros. Cuando podía vivir a sus anchas en Europa, Asia y Norteamérica, ocupaba no solamente las montañas y los bosques cerrados, sino terrenos abiertos y de fácil accesibilidad donde en el pasado debió de tener frecuentes choques con el ser humano. Y éste terminó erigiendo un culto al oso, que todavía se conserva entre los asiáticos Ainu y que debió de ser común en la prehistoria, quizá motivado por el aspecto lejanamente humano del señor de los bosques. Las montañas cántabras de la comarca de Liébana viven ahora un acontecimiento de singular trascendencia para esta especie: la retirada de los individuos hacia las cuevas más recónditas de la montaña, y el inicio de un periodo biológico que todos conocemos con el nombre de hibernación, pero que hasta hace poco no ha sido plenamente desvelado por los científicos. ¿Qué secretos se esconden tras el largo sueño invernal del oso pardo ibérico?

 

1. Cosgaya, en el municipio de Camaleño. Autor, JKD

Cosgaya, en el municipio de Camaleño. Autor, JKD

2. Oso pardo al acecho. Autor, N. Feans

Oso pardo al acecho. Autor, N. Feans

Ciertamente, durante estas últimas semanas el oso ha estado, literalmente, atiborrándose de comida. Este plantígrado no es solamente omnívoro (es decir, que consume todo tipo de alimentos), sino además extraordinariamente sensible a los placeres de “la buena mesa”. El colosal gourmet llega hasta el punto de, olvidando su providencial cautela, dejarse sorprender por el día si encuentra un manjar que lo tiente. El régimen del oso varía con las estaciones. En primavera, cuando las frutas y bayas son aún escasas, este animal captura una mayor proporción de animales seleccionados de una amplia carta. Viendo sus grotescas zarpas, cuesta creer en la habilidad con que el oso las emplea para volver piedras en busca de lombrices e insectos, catar colmenas, desenterrar ratones, pescar truchas o salmones e, incluso, abatir de un certero golpe ovejas y terneros. Las reses abatidas no son comidas totalmente en una sola noche, y el prudente cazador esconde los restos de su festín bajo una cubierta de ramas, para volver a los dos días y acabar lo empezado.

 

3. Panorámica de la comarca. Autor, Borf the Dog

Panorámica de la comarca. Autor, Borf the Dog

Después, a medida que avanza el año, la dieta se diversifica para incluir el mundo vegetal. Los osos muestran gran glotonería devorando frutas cuando les es posible, suben a los árboles a cogerlas y, si las ramas son demasiado finas para soportar su peso, las sacuden para hacer caer los preciados alimentos. En octubre bajan a buscar castañas, y tras ellas las bellotas del roble, la encina y los hayucos, de lo que se deduce que los hidratos de carbono son fundamentales para que el oso acumule la grasa necesaria para su hibernación. Hacia la mitad de diciembre, gordos y saciados, casi todos los individuos que viven por encima de los mil doscientos metros se retiran a hibernar.

 

4. Monasterio de Santo Toribio de Liébana, cerca de Potes. Autor, Guillenperez

Monasterio de Santo Toribio de Liébana, cerca de Potes. Autor, Guillenperez

El refugio de invierno, al contrario que los abrigos del buen tiempo, es único, y por ello los osos lo eligen cuidadosamente dotándolo de la mayor comodidad posible. Prefieren grutas naturales situadas entre los mil y mil quinientos metros, orientadas al medio día, en lugares de difícil acceso y que por su ubicación se mantengan perfectamente secas. Frecuentemente, si la entrada de la osera es demasiado amplia, los osos construyen un entramado con ramas de pino y haya, cuidadosamente entremezclado con musgo y dejando siempre un pequeño orificio de paso. Otras veces los osos cierran completamente su cueva, retirando la puerta o colocándola cuidadosamente cada vez que salen o entran. En el interior y en el lugar más seco y protegido, el animal excava una pequeña depresión que hace las veces de cama, y donde deposita una espesa capa compuesta asimismo de musgo, hierbas y hojas secas. La espesura es tal que, cuando el oso se acuesta, su lomo apenas sobresale.

 

5. Paseando por Potes. Autor, Neticola

Paseando por Potes. Autor, Neticola

Extraordinariamente pulcros, los osos siempre orinan y defecan fuera del refugio. No siempre el abrigo invernal está situado en una cueva, pues cuando no puede encontrar una osera rupestre aprovecha árboles huecos y ramas tendidas que formarán una especie de cabaña, protegida perfectamente de la caída de grandes nevadas. La fecha en que los osos comienzan la hibernación varía no solo con la localidad, sino también con las condiciones climáticas de cada invierno, aunque de manera general diciembre es el mes clave para estos menesteres.

 

6. Campiña al sur de Liébana. Autor, Lundur39

Campiña al sur de Liébana. Autor, Lundur39

7. El peculiar oso pardo. Autor, Guillermo Fdez

El peculiar oso pardo. Autor, Guillermo Fdez

Al comienzo de la hibernación, sumamente gordos, los osos salen frecuentemente de la osera para cumplir con sus necesidades biológicas. Poco a poco se reduce esta actividad hasta que el intestino queda vacío, tras lo cual solo necesitan salir para expulsar la pequeña cantidad de orina que producen los riñones. Al final del tubo digestivo, una vez vacío, se forma un verdadero tapón de células epiteliales y secreción mucosa. De hecho, durante la hibernación todas las funciones fisiológicas están amortiguadas, particularmente el latido cardiaco y la respiración. La temperatura corporal desciende. Pero lo más característico de este estado es el metabolismo de las grasas, que debe proporcionar la energía suficiente para compensar al organismo la falta de alimentación. La grasa se acumula sobre todo en el abdomen y puede ser de hasta 40 kg en algunos ejemplares, es decir, hasta un cuarto del peso total del animal.

 

8. Potes. Al fondo, el macizo de Ándara nevado. Autor, Only J.

Potes. Al fondo, el macizo de Ándara nevado. Autor, Only J.

El sueño invernal del oso está interrumpido por frecuentes despertares y no es lo que podríamos llamar un estado de sueño profundo, como ocurre con sus vecinas las marmotas. Su estado es simplemente el de un sopor más o menos ligero, manteniendo sus sentidos siempre alerta hasta el punto de detectar con suficiente antelación la llegada de un enemigo, a fin de huir o hacerle frente. Con los buenos días de invierno, soleados y tentadores, algunos individuos salen en mitad de su hibernación y disfrutan de unos buenos baños de sol. Ello ha dado lugar a la creencia de que ciertos osos, a pesar de habitar en lugares fríos, no hibernan. También puede haber influido en esta creencia la observación de osos que tuvieron que abandonar su retiro invernal, molestados por cazadores, y que buscan otros refugios de emergencia y necesariamente menos confortables. En cualquier caso, todavía queda mucho para la llegada de la primavera, cuando el rey de la Liébana recupera su pasada vitalidad saliendo de la cueva como un ser totalmente depauperado, y cuyo único objetivo en la vida es simplemente éste: comer.

 

9. Cabellera de niebla en Picos de Europa. Autor José Miguel

Cabellera de niebla en Picos de Europa. Autor José Miguel