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Un paseo por Uclés, el Escorial de La Mancha

Monasterio de Uclés

Esta villa de la Mancha Alta ha sido desde hace siglos la capital de la otrora poderosa Orden militar de Santiago


No existen mejores testigos de la historia de Uclés que sus obras monumentales más significativas, el castillo y el monasterio. En ellos se funde una legendaria tradición medieval en la que se conjugan la biblia y la espada, que a sangre y fuego han marcado el destino de los hombres. Los recuerdos de la villa se pierden en un pasado remoto que se asoma a nosotros con la nostalgia del poderío perdido.

Monasterio de UclésMonasterio de Uclés

La ladera del cerro sobre el que se encuentra Uclés ya era utilizada como asentamiento por la población íbera anterior a la presencia en la península de los romanos. Fueron estos los primeros en conceder gran importancia al antiguo núcleo urbano incluyéndolo en el trazado de la calzada que llevaba hasta Segóbriga.

Con el tiempo se transformaría en ciudad visigoda que irremediablemente cumpliría su destino de formar parte del imperio musulmán a partir del siglo VIII. Los árabes la bautizaron con el nombre de Uklis y, al igual que con otras muchas ciudades conquistadas, apreciaron su valor estratégico como potente enclave militar frente al reconquistado reino de Toledo, arrebatado a Fath Ben Musa Ibn Zenun. Este caudillo bereber se refugió en la villa, hizo reforzar sus defensas y construyó el castillo, con mezquita y baños públicos. Sin duda había decidido crear un lugar estratégico de resistencia frente a la imposibilidad de recuperar nuevamente sus territorios.

A pesar de ello, Alfonso VI conquistó la ciudad en el año 1085 para mantener en ella la presencia de las tropas cristianas durante veintitrés años, periodo en el que se intenta una forzada integración de la población mudéjar en las costumbres de los castellanos. En 1108 vuelve a caer en manos de los almorávides tras la cruenta batalla de Uclés, que reúne todos los requisitos de la épica del momento. Las tropas musulmanas habían traspasado a frontera del Tajo y asediaban Uclés.

El rey, ya muy enfermo, envió al lugar un fuerte contingente de tropas para evitar una contraofensiva almorávide y situó al frente de sus huestes a su hijo Sancho, que no había cumplido aún los diez años, custodiado y protegido por el conde de Nájera. El resultado del encuentro fue una terrible derrota castellana en la que el bando enemigo rodeó al infante dándole muerte junto a los siete condes que le acompañaban.

Cruz de la Orden de Santiago en UclésCruz de la Orden de Santiago en Uclés

Rincón de UclésRincón de Uclés


A la Orden de Santiago pertenecieron ilustres artistas como Diego Velázquez o Francisco de Quevedo


La fortaleza no dejaría de ser musulmana hasta el año 1157, tras la firma de un pacto entre el rey Alfonso Vlll y el rey Lobo. Tan solo diecisiete años más tarde sería cedida a la Orden de Santiago, con lo que iniciaría su etapa de mayor esplendor y prosperidad. Allí fijaron residencia los más altos representantes de la orden, siendo esta la encargada de realizar la repoblación de la comarca. Este cúmulo de circunstancias, unidas a la estratégica posición que continuaba manteniendo, provocaron que Uclés se transformase en una gran ciudad fortificada presta para la batalla, pero poseedora de todo lo necesario para atender la presencia de los maestres.

Se trató de un periodo que se prolongó hasta el siglo XIV en el que la comunidad judía mantuvo una presencia importante. La decadencia de la villa fue paralela al distanciamiento progresivo de la frontera conforme se conquistaban nuevos territorios. La Orden de Santiago también trasladaba sus centros de poder siguiendo la misma línea divisoria. En 1493 esta orden militar pasó a depender de la corona, ocupada por los Reyes Católicos, y con ella la localidad. La política de restricción y sometimiento de los maestrazgos y señoríos practicada por Isabel y Fernando dictó su definitivo ocaso.

Ya en el año 1809, fiel a su tradición guerrera, la ciudad fue protagonista de la batalla librada entre las tropas españolas capitaneadas por Venegas y Serra, y las napoleónicas bajo el mando del mariscal Víctor, en la que se registró una importante victoria francesa.

El Escorial de La ManchaEl Escorial de La Mancha

Claustro del Monasterio de UclésClaustro del Monasterio de Uclés

Fachada del Monasterio de UclésFachada del Monasterio de Uclés


Un impresionante monasterio que le otorga su sobrenombre y esconde entre sus muros una joya arquitectónica y artística sin parangón en la comarca


Uno de los testigos más importantes de la historia de Uclés es “El Escorial de La Mancha”, sobrenombre popular con el que se ha bautizado al monasterio, construido entre los siglos XVI y XVIII sobre una antigua iglesia gótica. Es de planta cuadrada y el espacio central está ocupado por un patio y un claustro formado por dos cuerpos. Hacia el exterior muestra una de las obras de mayor tamaño del plateresco español, la fachada del muro este, que se divisa desde la villa.

Las portadas norte y oeste están formadas por arcos de medio punto sobre columnas, destacando en la segunda el medallón de Santiago y las torres gemelas que la flanquean. La portada principal es del año 1735, atribuida a Pedro de Ribera. Toda ella es churrigueresca rematada por un busto del apóstol con espada y estandarte.

El claustro, del siglo XVII, se compone de dos alturas con treinta y seis arcadas. Es obra de Francisco de Mora, discípulo de Herrera, el arquitecto de El Escorial, y en él se puede apreciar una escalera barroca de cuarenta y cuatro escalones realizados cada uno de ellos de una sola pieza de piedra caliza.

La planta de la iglesia es de cruz latina con una nave, y sobre el crucero se eleva una cúpula de media naranja que en su parte exterior está rematada por un chapitel.

La sacristía fue terminada durante el año 1537 y la sala capitular, de gran interés, contiene un busto del emperador Carlos I y también de los treinta y seis maestres de la Orden de Santiago.

En el refectorio se conserva enteramente un artesonado tallado en madera de pino melis, compuesto por 36 casetones, entre los que destacan el del rey Carlos V y el de una calavera coronada que pudiera ser la de Don Álvaro de Luna.

Artesonado del refectorio en el interior del Monasterio de Uclés Artesonado del refectorio en el interior del Monasterio de Uclés

Puerta principal del Monasterio de Uclés en la fachada surPuerta principal del Monasterio de Uclés en la fachada sur

Interior de la iglesia del Monasterio de UclésInterior de la iglesia del Monasterio de Uclés

En el año 1530 trabajaba en el monasterio el gran maestro Andrés de Vandelvira (yerno de Francisco de Luna) que con el correr del tiempo sería conocido por sus impresionantes trabajos en la Plaza Mayor de su localidad natal, Alcaraz, en la Catedral de Jaén, en la Sacra Capilla del Salvador de Úbeda, Catedral de Baeza y un largo etc.

Las piedras utilizadas en esta fase se trajeron de la cercana ciudad romana de Segóbriga por lo que no es extraño ver algunas de las mismas con inscripciones romanas que han sido reutilizadas en esta parte del edificio, concretamente dos lapidas en el exterior del lado este de la fachada, una de ellas junto a la ventana central del refectorio puede leerse «Iulius Celtiber«.

A destacar que en la iglesia de este monasterio estuvieron enterrados el maestre de la Orden don Rodrigo Manrique y su hijo Jorge Manrique (1440-1479), señor de Villamanrique (Ciudad Real), conocido por haber escrito Coplas por la muerte de su padre. En la construcción de la actual iglesia las tumbas fueron removidas y al día de hoy se desconoce tanto el lugar del enterramiento como el destino de los restos mortales de ambos personajes.

Claustro superior del Monasterio de UclésClaustro superior del Monasterio de Uclés


Os recomendamos completar la visita con el cercano e importante yacimiento de la ciudad romana de Segóbriga, el Parque Natural de la Laguna del Hito y la monumental Huete


En cuanto al castillo de Albarllana, la otra obra monumental de Uclés, guarda la estructura originaria del siglo XI. La parte más importante que se conserva son las dos torres unidas entre sí por un arco. Son las torres del homenaje y de la plata. El centro de esta fortaleza debió de ser el terreno ocupado actualmente por el monasterio.

Por cierto, en el Monasterio de Uclés se han rodado diversas películas, entre ellas podemos citar “Los tres mosqueteros” de Richard Lester, “El puente de San Luis Rey” de Mary McGuckian y “El capitán Alatriste” de Agustín Díaz.


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Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©

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Manchegos de leyenda. Fernando Yáñez de la Almedina

Almedina

En nuestro recorrido por el Campo de Montiel, vamos a conocer a Fernando Yáñez de la Almedina, natural de Almedina (Ciudad – Real) y según afirman los expertos en arte el “más exquisito pintor del Renacimiento en España” 


Es la cuna de Yáñez, un poblachón manchego, hacinamiento de casas blancas al amparo de la iglesia, entre egidos y tierras de pan llevar. Como Goya, nace en un país sin poesía; las llanuras manchegas como las parameras de Aragón, figuran entre los lugares más áridos y desolados de la Península. En Almedina, pues, vino al mundo, de posible ascendencia morisca, que la raíz del apellido Yáñez no desmiente, éste que luego habría de ser pintor insigne español.

Yáñez personifica esa madurez, que es, a un tiempo, sazón de unos siglos cristianos vividos en excepcional tensión heroica, de verdadera cultura militante, y, a la vez, de gran aprovechamiento de las mejores conquistas renacentistas, puestas al servicio, según el sentir italiano, del orden y la armonía, que es la belleza.

Fernando Yáñez de la Almedina se trata no menos que del más grande pintor español del siglo XVI y acaso también del más grande de los alumnos, discípulos y continuadores de Leonardo da Vinci (colaborador de Leonardo en la inconclusa Batalla de Anghiari), acaso el único que no imitó servilmente la técnica del maestro, sino que heredó las inquietudes de su espíritu atormentado.

De haber nacido en una ciudad de Italia, el Vasari hubiera escrito su vida, o por mejor decir, su novela; habríanla divulgado los críticos neoclásicos del XVIII y los románticos del XIX y hoy tendría salas en los museos, calles en las ciudades, y sus cuadros, muy escasos en número, se cotizarían a precios fabulosos.

Pero tuvo la honra y la desventura de nacer en España, en una aldea de La Mancha y de pasar toda su vida pintando retablos para catedrales y parroquias españolas, sin otra ambición ni otra consideración social que la que hoy concedemos a un menestral hábil en su oficio y su nombre ha permanecido más de tres siglos ignorado y aún hoy lo es. Vayan, pues, estas líneas en aumento de la gloria del pintor que mejor supo asimilar y españolizar las más puras esencias del Renacimiento Italiano.

Paisaje entre Almedina y Puebla del Príncipe. Autor, CalixPaisaje entre Almedina y Puebla del Príncipe. Autor, Calix

Puente romano en Almedina. Autor, Pedro CastellanosPuente romano en Almedina. Autor, Pedro Castellanos


“Y… todavía Yáñez no es nadie para muchos oídos españoles”. Elías Tormo


Francisco de Quevedo, en unos versos hoy perdidos, ensalzó al pintor cuyos cuadros vería en alguna excursión desde su Torre de Juan Abad, donde vino además a cumplir destierro.

Luego lo mencionan, de pasada, los historiadores del Arte, entre ellos Carducho, Palomino y Cean. Don Antonio Ponz se extasiaba de admiración ante sus obras de Valencia y de Cuenca.

El gran crítico alemán Carlos Justi, le dedicó un completo estudio que fue reiteradamente vertido al castellano.

El más fino y comprensivo de los críticos franceses; el único, acaso, que haya sabido valorar exactamente el arte español: Emile Bertaux, consagró a nuestro pintor varios trabajos admirables y el maestro de todos, el gran valenciano Don Elías Tormo le consagró unos cuantos años y dos estudios, uno titulado “Yáñez de la Almedina, el más exquisito pintor del Renacimiento en España”.

Fernando Yáñez de la Almedina supo captar, de Leonardo, lo esencial, lo que no se aprende, pero que se revela cuando se lleva dentro: la inquietud, el poder de sugestión, la facultad para encontrar soluciones inesperadas y geniales. Fernando Yáñez se apodera de lo que del maestro hoy más nos sugestiona: la gracia inimitable de los dibujos, el fuerte carácter expresivo, el misterio embrujado de sus figuras apenas esbozadas.

En un cuadro, hoy quemado, que en la Seo de Játiva figuraba el Juicio Final, Fernando Yáñez imaginó dos personajes: el uno era un anciano de barbas flameantes, el mismo Leonardo, tal como aparece en los dibujos de los museos de Italia; el otro, un hombre en la plenitud de la edad, imberbe y cetrino, que mira fijamente al espectador con esa mirada característica de los autorretratos. Es el mismo modelo del Santo del Museo del Prado y de tantos otros personajes de los cuadros de Almedina. Ni Bernardino Luini, ni Marco d’Oggione, ni Cesare da Sesto supieron captar cómo el aldeano español lo más sutil del espíritu leonardesco.

Santa Catalina de Alejandría. Museo del PradoSanta Catalina de Alejandría. Museo del Prado

Santa Ana, la Virgen, Santa Isabel, San Juan y Jesús niño. Museo del PradoSanta Ana, la Virgen, Santa Isabel, San Juan y Jesús niño. Museo del Prado

Tránsito de la Virgen. Puertas del retablo mayor de la catedral de Valencia.Tránsito de la Virgen. Puertas del retablo mayor de la catedral de Valencia


Yáñez es el primero de los pintores españoles en el siglo de los Macip, de Correa de Vivar, de Morales el Divino


En el pintor manchego hay mucho más. Hay un portentoso dibujante, una mano tan segura como pocas veces ha tenido un español. Hay figuras humanas, dibujadas de pies a cabeza sin una falta, sin una desviación.

Nada más lejano de la frialdad neoclásica. Hay en él algo de misterioso, de inquietante. Sus figuras se resuelven a veces de la forma más inesperada. Muchas de ellas quedan en los fondos, vaporosos, ondulantes, enormemente expresivas.

Fernando Yáñez de la Almedina es como yo, un viajero, un pasajero que desaparece pronto, cumplida su tarea; un menestral del arte que acude a desarrollar las recetas de su oficio allá donde le ofrecen trabajo.

Museo al aire libre de AlmedinaMuseo al aire libre de Almedina

Museo al aire libre de Almedina. Autor, Pedro CastellanosMuseo al aire libre de Almedina. Autor, Pedro Castellanos

Museo al aire libre de Almedina 3Museo al aire libre de Almedina


Imprescindible la visita al museo al aire libre de Fernando Yáñez en su pueblo natal, Almedina


Para admirar la obra de Fernando Yáñez de la Almedina tenéis que viajar: retablo de los santos Cosme y Damián en la Catedral del Valencia.

En el Museo del Prado están expuestas y podréis admirar Santa Ana, la Virgen, Santa Isabel, San Juan y Jesús niño (este cuadro procede de la iglesia parroquial de Villanueva de los Infantes, comprada en 1941 con fondos del legado Conde de Cartagena), y Santa Catalina de Alejandría (su obra maestra).

La Sagrada Familia de la colección Grether de Buenos Aires o la Virgen con el Niño y San Juan en la National Gallery de Washington… entre otros muchos lugares.

Pero si queréis disfrutar de la tierra que lo vio nacer y crecer como pintor, os recomendamos una visita al municipio de Almedina y a su museo al aire libre.

Cuando entramos en el pueblo, lo primero que despierta nuestra atención, son los grandes cuadros distribuidos por todas sus calles, obras pertenecientes a Fernando Yáñez. Podemos contemplar un total de 26 copias de la obra más representativa de Yáñez, haciendo un estupendo recorrido por el mejor renacimiento español.

Pasear por Almedina descubriendo las obras del pintor, es otro de los atractivos turísticos y culturales que nos ofrece el Campo de Montiel.

Imprescindible el festival anual de “Almedina Mora”, que se celebra el primer fin de semana de agosto.

Museo al aire libre de Almedina 2Museo al aire libre de Almedina



Fotografía de portada: Iglesia de Santa María. Autor, Juan Amores


Un artículo de Antonio Bellón Márquez

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Descubriendo la Ruta del Quijote

Molinos de viento

De entre todos los paisajes que componen las rutas por donde el genial personaje de Cervantes paseó sus aventuras, hay uno que es el más emblemático de todos y que aún conserva toda la esencia: el Campo de Montiel


El mítico Alonso Quijano, el hidalgo manchego Don Quijote de La Mancha, pergeñado por el universal Miguel de Cervantes en la suprema cumbre del castellano y de la novelística de todo el mundo que es El Quijote, es el personaje que simboliza a la perfección los sentimientos, las tradiciones, los ideales y las actitudes de la identidad del ser español.
La inmortal obra cervantina representa la realidad española en todas sus consecuencias, una realidad que para nada está enmarcada en un lugar y un tiempo porque lo que Cervantes escribió hace cuatrocientos años es una realidad viva en el presente.
Pese a haber recorrido muchos enclaves de la Península debido a su desdichado acontecer a lo largo de la vida, Cervantes situó las andanzas de Don Quijote en Castilla – La Mancha. El escritor no eligió este lugar por azar, sino que lo hizo tras analizar y valorar los perfiles paisajísticos e históricos de esta región así como el talante y el alma del hombre manchego. Desde entonces, el protagonista de una de las grandes joyas de la literatura mundial será un prototipo literario ligado a la tierra por la que discurren sus desventuras.

Lagunas de RuideraLagunas de Ruidera

«Don Quijote de La Mancha, de quien hay opinión, por todos los habitantes del distrito del Campo de Montiel que fue el más casto enamorado y el más valiente caballero que de muchos años a esta parte se vio en aquellos contornos». Texto extraído del prólogo de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha


Desde la primera salida hasta su definitivo regreso para fallecer derrotado, Don Quijote recorrió los caminos manchegos, viajó brevemente por tierras aragonesas y llegó a la Ciudad Condal para, desde Barcelona, regresar a La Mancha.
Estos viajes han sido catalogados por los expertos cervantinos como “La Ruta de Don Quijote de La Mancha”, un viaje que la UNESCO ha reconocido como Patrimonio de la Humanidad.

Zaguán de la Casa de la Pirra, Villanueva de los InfantesZaguán de la Casa de la Pirra, Villanueva de los Infantes

«Y comenzó a caminar por el antiguo y conocido Campo de Montiel. Y era la verdad que por él caminaba». Texto extraído del capítulo II, de la 1ª parte de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha


Esta es una ruta múltiple, universal y real que no sólo recorre el alma española y manchega sino que nos presenta una amplia oferta cultural, turística, gastronómica, paisajística, artística y monumental.
Aún hoy desconocida para muchos viajeros, la ruta permite descubrir en cada rincón, sierra, valle o ciudad uno de los legados más destacados. Abundantes asentamientos de diferentes culturas, un rico patrimonio histórico-artístico, algunos de ellos declarados Patrimonio de la Humanidad, como Toledo y Cuenca, lugares de interés turístico nacional, sorprendentes parques, reservas y espacios naturales, misteriosas cuevas y abrigos prehistóricos, variadas costumbres y fiestas populares, rica artesanía, o una sabrosa gastronomía con numerosos productos que han obtenido la distinción de Denominación de Origen.

Interior de la iglesia de Villahermosa, Ciudad RealInterior de la iglesia de Villahermosa

«Acertó Don Quijote a tomar la misma derrota y camino, que él había tomado en su primer viaje, que fue por el Campo de Montiel». Texto extraído del capítulo VII, de la 1ª parte de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha


Para conocer el verdadero espíritu de Don Quijote, síntesis ibérica y universal del Renacimiento, es necesario y nos atrevemos a decir que también obligatorio, contactar con el espacio geográfico donde corrió el personaje sus lances caballerescos y sus poéticas emociones trotando con Rocinante con el fiel respaldo de su escudero.
Los caminos de La Mancha son caminos novelescos, luminosos, incontrolables desde lo literario e histórico, llenos de hospitalidad, caballerosidad e hidalguía. Son caminos amplios, de inmaculados valles y vastos horizontes. Son caminos universales como lo es el Quijote cervantino y lo son sus singulares habitantes.

Un bello rincón de FuenllanaUn bello rincón de Fuenllana

«Pisó por ella el uno y otro lado de la gran Sierra Negra y el famoso Campo de Montiel, hasta el herboso llano de Aranjuez». Texto extraído del capítulo LII, de la 1ª parte de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha

Azul y verde de La ManchaAzul y verde de La Mancha

«Y pongan los ojos en las que están por venir, que desde agora en el camino del Toboso comienzan, como las otras comenzaron en los Campos de Montiel». Texto extraído del capítulo VIII, de la 2ª parte de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha

Anochecer cervantinoAnochecer cervantino

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La Mancha trashumante. Hacia las dehesas del sur (3ª Parte)

La Mancha trashumante. Hacia las dehesas del sur (3ª Parte)

El Valle de Alcudia constituye uno de los enclaves de mayor riqueza botánica y faunística de la región, y que contrasta enormemente con el resto de paisajes de La Mancha. Este era el destino más importante de la ganadería trashumante, aquella que procedía no sólo de las provincias de Cuenca y Soria, sino también de las montañas de León, atravesando España a través de Cañadas Reales de gran renombre como la Segoviana y la Leonesa. Durante siglos el Valle de Alcudia fue uno de los más importantes invernaderos mesteños, configurando así un tipo de sociedad estrictamente agropecuaria en la que el aprovechamiento ganadero constituía la base de su actividad económica.

Rebaño en una dehesa del Valle de Alcudia. Autor, Oviso

                                                 Rebaño en una dehesa del Valle de Alcudia. Autor: Oviso

Pero los pastores aún no han llegado hasta allí. Aunque faltan pocos días para dar término de su viaje, que empezó muchas semanas atrás en los Montes Universales y la Sierra de Albarracín, deben seguir con su dura rutina diaria, y esta pasa por preparar el “rancho” que ha de alimentarlos a todos. A mediodía el grupo detiene la marcha a fin de hacer el almuerzo, que siempre es en frío y a base de la conocida carraca (chorizo, queso y carne curada) acompañada del pan que va comprando el rabadán en los pueblos de la ruta. Los pastores se colocan alrededor del rebaño hasta que las ovejas quedan tranquilas y se acuestan, operación denominada “el rodeo”. La operación siempre se realiza cerca de los pueblos o de las ventas para poder acercarse hasta allí y comprar vino, que se almacena por lo común en botas de dos litros. Cada pastor lleva la suya, ya que es imprescindible para las jornadas en las que no se encuentra agua para beber, o ésta es de mala calidad. En primavera el “rodeo” duraba a lo sumo un par de horas, mientras que en otoño, de regreso al hogar, se acortaba hasta la mitad. A veces no hay ocasión ni de sentarse y el almuerzo debe realizarse de pie, dando vueltas y más vueltas alrededor del ganado para evitar que las ovejas se dirijan a los sembrados próximos.

Una parada en el trabajo para el almuerzo

                                                          Una parada en el trabajo para el almuerzo

Tradicionalmente, en las cañadas ganaderas y en general en todos los caminos, existían ventas, posadas o paradores que se situaban en lugares estratégicos. Éstas servían de alojamiento y tienda para los viajeros y pastores que atravesaban esos lares, siendo frecuente que se adquiriese allí la comida y el vino necesarios para continuar la marcha. También servían de refugio cuando las condiciones climatológicas eran muy adversas, pues la mayoría de ellas solían disponer de corrales para el ganado.

Ganado lanar a su paso por Ávila. 1930. Autor, Avilas.es

                                                Ganado lanar a su paso por Ávila. 1930. Autor: Avilas.es

Por la noche se busca algo de leña y agua para hacer unas sopas en el caldero. Los ingredientes son sencillos: pan, un poco de sebo, aceite, pimiento y sal para entonar el estómago. Las cocina siempre el zagal, aunque siempre le ayuda alguno a encender y avivar el fuego, o bien a “migar” el pan para que adquiera la textura adecuada. Mientras tanto, el resto cuida de que el ganado realice el “remache” de las últimas hierbas del día. Cuando las sopas están listas, se sitúan todos alrededor del caldero con la rodilla derecha en tierra, la otra doblada hacia adelante y el brazo izquierdo apoyado sobre esta última. Y así, después de que el rabadán eche la bendición, se va cogiendo del contenido por turnos hasta que no queda ni una sola cucharada. La operación es rápida, silenciosa y de escasa sobremesa. Al final el zagal rebaña los restos puesto que es el encargado de fregar el caldero.

Rebaño en camino. Autor, Bubilla2002

                                                            Rebaño en camino. Autor: Bubilla2002

A veces, cuando los días son fríos y lluviosos, o cuando no hay leña a mano, no se pueden hacer las sopas y entonces no hay más remedio que cenar de frío. Son jornadas muy duras con un sinfín de calamidades y fatigas. Días enteros sin poder tomar asiento, sin comer caliente, o sin dormir por las inclemencias del tiempo, con las manos entumecidas que, al decir de algunos pastores, “no pueden ni partir el pan”. Hay que tener en cuenta que hasta muy recientemente, no existían ropas adecuadas para la lluvia (a excepción de los recios paraguas de doble ballesta), puesto que los capotes y las mantas que se usaban por entonces, en cuanto se mojaban pesaban mucho y era necesario ponerlos a secar con la consiguiente pérdida de tiempo.

Pastor de La Mancha en los años 50. Autor, Isidro Alcázar

                                                Pastor de La Mancha en los años 50. Autor: Isidro Alcázar

A veces, la humedad calaba en los costales de la ropa y esta llegaba mohosa al Valle de Alcudia. Otros días, incluso, los pastores se encuentran tan cansados que incluso no preparan cena alguna, montando rápidamente el campamento para echarse a descansar. A todas las penurias del viaje hay que unir la tristeza de la separación del hogar, que acentúa aún más la dureza de estas jornadas.

Rebaño de ovejas en un prado. Autor, Rufino Lasaosa.

                                                   Rebaño de ovejas en un prado. Autor: Rufino Lasaosa

Pero al fin llega el día, tras muchas semanas de camino, en que ganado y pastores avistan los pastos reverdecidos y las dehesas de Campo de Montiel, Campo de Calatrava y sobre todo del Valle de Alcudia. Su característica fundamental, por supuesto, es la existencia de un arbolado disperso de encinas y alcornoques entre los pastos, terrenos que en el pasado se encontraban en manos de las órdenes militares (Santiago, Alcántara, Calatrava), la Iglesia, la nobleza y los grandes terratenientes, conformando una estructura que se ha mantenido intacta hasta bien entrado el siglo XX.

Pastor y rebaño despues del esquile. Años 50. Autor, Crispín Alcázar.

                                       Pastor y rebaño después del esquile. Años 50. Autor: Crispín Alcázar

Las dehesas poseen un clima suave en invierno, aunque no exento de fríos, primaveras tempranas y fuertes calores en verano que dejan agostados los campos. Las lluvias son escasas y variables, concentrándose sobre todo en otoño y en primavera. Los suelos son asimismo pobres, bajos en nutrientes y abundantes en pizarras que afloran a escasa profundidad y los hace muy difíciles para el arado. Por ello, tradicionalmente, las merinas trashumantes ocupaban los pastos de estas tierras marginales que no podían ser dedicados a cultivo, aprovechando la hierba invernal hasta la llegada de los primeros calores de mayo. Entonces, dado el poco espesor del mantillo de tierra, las hierbas se secaban con rapidez, los rebaños recién trasquilados empezaban a inquietarse y se anunciaba al fin para los pastores el esperado regreso a los puertos: la vuelta a casa y al calor de los amigos, la familia y el hogar. Pero eso es sin duda otra historia.

Paisaje adehesado, el final de la trashumancia hacia el sur. Autor, Miradas de Andalucía

                        Paisaje adehesado, el final de la trashumancia hacia el sur. Autor: Miradas de Andalucía

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La Mancha trashumante. Hacia las dehesas del Sur (2ª Parte)

La Mancha trashumante. Hacia las dehesas del Sur (2ª Parte)

Durante la marcha del ganado por los campos interminables de La Mancha, se hacía necesario marcar el paso de las ovejas para evitar que el grupo se rompiese. Este cometido era responsabilidad del compañero, o mansero. Su papel consistía en retardar la marcha de las ovejas más veloces y acompasarlas a la marcha de las lentas, en su mayoría preñadas. Existía todo un vocabulario pastoril para estos animales según su velocidad punta: a las ligeras se les denominaba punteras, mientras que las últimas y más remolonas del grupo eran las zagueras, que a su vez se clasificaban en preñadas, enfermas o “recacheras” según la causa de la tardanza. Las “recacheras” eran lentas por definición, y evitaban el estrés del camino casi como una cuestión de principios.

Abrevadero para el ganado. Autor, Manuel Hernández Ritore

                                              Abrevadero para el ganado. Autor: Manuel Hernández Ritore

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                                                           Ovejas y Campos de Castilla. Autor: Juanri.naf

A los lados del rebaño se situaban los “sobraos” y al final el zagal, un equipo bien avenido que en conjunto recibía el nombre de arreadores, puesto que su misión consistía en azuzar el ganado para evitar que las ovejas se desbandasen por los sembrados o, peor aún, terminasen lanzándose de cabeza a algún precipicio. Tras las ovejas venía el ayudador o yegüero, encargado de las caballerías, mientras que el rabadán o jefe del rebaño se adelantaba continuamente a sus compañeros para realizar encargos en los pueblos y aldeas próximos: comprar vituallas, cordajes, reponer utensilios rotos o encontrar el terreno idóneo para pasar la noche. Claro que, debido a su papel de coordinador general, sus competencias tomaban a veces los rumbos más pintorescos. Cuando atravesaban determinadas fincas en La Mancha no era raro que los guardas jurados saliesen al paso de la cabaña para acompañarla hasta el límite de su jurisdicción. A fin de que todo quedase “en orden”, el rabadán les daba una «contenta» para que hiciesen la vista gorda si las ovejas se salían del camino, por lo que era imprescindible reservar en estos casos una abundante provisión de calderilla.

La llanura manchega. Autor, Dsevilla

                                                                La llanura manchega. Autor: Dsevilla

Cuando el rebaño atravesaba los pueblos la atención de los pastores debía agudizarse al máximo. Ya hemos hablado en otra ocasión cómo las ovejas desaparecían misteriosamente tras una puerta abierta, pero éste era solo uno de los muchos trucos que se utilizaban en esos menesteres. Al paso de determinadas zonas, por ejemplo, los locales hacían hoyos profundos en el terreno que luego tapaban con ramas y hierba fresca. No era raro que algún animal, al atisbo de tan delicados manjares, resolviese dar unos pasos hasta allí y caer en la trampa. Si el pastor no andaba vigilante la oveja quedaba inmóvil dentro del agujero y sus captores solo tenían que pasar por el lugar más tarde para recoger el premio. Claro que tampoco los pastores eran santos. En años de escasez de hierba el rabadán hacía entrar a las ovejas al amparo de la noche dentro de los cultivos limítrofes, lo que producía considerables daños. Era necesario por tanto actuar con mucha precaución, y una vez ahítos de comida y para evitar ser sorprendidos, ganado y pastores salían “a orza” del lugar antes que amaneciese, lo que en el argot pastoril viene a significar “salir pitando” o “salir a escape”.

Ganado atravesando una población. Autor, Kupka_A

                                                      Ganado atravesando una población. Autor: Kupka_A

Pastor arreando al ganado. Autor, Gárgoris

                                                           Pastor arreando al ganado. Autor: Gárgoris

En los pasos montanos, como los existentes camino de Ruidera y también en la sierra de Alhambra, había que estar ojo avizor para no toparse con los numerosos bandoleros y ladrones que frecuentaban la zona, por lo que los pastores solían esconder las monedas cosiéndolas en los aparejos de la yegua o en los collares de los cencerros, evitando así perder lo poco que atesoraban. Estas argucias, sin embargo, no sirvieron de nada durante los años de la contienda civil (1936-1939), cuando eran frecuentes los expolios y requisamientos de ganado para abastecer a los ejércitos beligerantes.

La laguna del Rey y Ruidera, paso de una cañada real. Autor, M, Peinado

                                    La laguna del Rey y Ruidera, paso de una cañada real. Autor: M. Peinado

No existían ríos muy caudalosos en la cañada Conquense a su paso por La Mancha. Sin embargo en los límites entre Cuenca y Teruel era necesario atravesar el Alto Tajo, lo que significaba una jornada de tensión tanto para ganado como para pastores. El paso se efectuaba por vados, es decir, directamente a través de la corriente. Primero iban los pastores con sus mansos y caballerías, y detrás todas las ovejas, para lo cual se colocaban dos pastores obligando al ganado a cruzar en una larga hilera. Así, acordonados, los animales pasaban hasta la orilla opuesta con el agua a la altura de los lomos. Antiguamente era obligado pagar el llamado pontazgo al atravesar algún puente importante, lo que daba lugar a todo tipo de tretas para reducir en lo posible el importe de la tasa: en una de ellas se colocaba al zagal más pequeño encima de la yegua y bien tapado, como si fuera un montón de ropa. Los pastores cruzaban entonces mientras le arreaban fuertes golpes con el cayado, al tiempo que decían: “es ropa sucia, no paga”. El pobre chico, aunque dolorido, pasaba el mal trago quieto como un muerto y sin rechistar.

Problemas con el rebaño. Autor, Evarujo

                                                               Problemas con el rebaño. Autor: Evarujo

Paraje del Alto Tajo. Autor, Druidabruxux

                                                               Paraje del Alto Tajo. Autor: Druidabruxux

Las distancias recorridas cada día por el ganado variaban mucho en función de los pastos y de la estación. Cuando el pasto era escaso se avanzaba rápido, a razón de 25 o 30 km cada día, mientras que con hierba abundante las ovejas se entretenían a menudo para reponer fuerzas, y en esos casos la marcha no pasaba de 10 km al día. Por otro lado, en otoño y camino de las dehesas del valle de Alcudia abundaban las hembras preñadas que retardaban el paso de todo el grupo, mientras que al volver de primavera, las ovejas ya habían parido y estaban recién trasquiladas, lo que favorecía una marcha más ágil que coincidía además con el añorado regreso a casa.

Paisaje de dehesas al atardecer. Autor, ChicuCris

                                                       Paisaje de dehesas al atardecer. Autor: ChicuCris

El camino, en cualquier caso, iba alargándose cada día hasta el anochecer, cuando el rebaño se preparaba para la dormida en el punto que hubiese elegido previamente su rabadán. Ésta tenía lugar dentro de zonas conocidas de antemano, aunque podía variar en función del pasto existente y de la climatología. El rabadán escogía lugares resguardados, a cierta distancia de los pueblos y donde no hubiera siembras, viñas o árboles que pudiesen suponer riesgos innecesarios. De lo contrario los daños ocasionados podían llegar a ser muy cuantiosos, ocasionando como mínimo un mal despertar a los pastores. A veces se “echaba la noche” dentro de algunas fincas para que el ganado las abonara convenientemente, y a cambio los dueños, agradecidos, invitaban a la cena de todo el grupo. Si las condiciones meteorológicas eran adversas podían resguardarse en chozos construidos con piedra y techumbre de paja (frecuentes en Tomelloso y otras partes de La Mancha), pero por lo común, tras una charla sobre el estado del tiempo o las previsiones del día siguiente, los pastores se echaban a dormir al raso, tapados con un par de mantas y el hato por almohada. Antes de dormir, y con cierta ironía cargada de añoranza, no era raro echarse unas risas y cruzar comentarios sobre lo exiguo de cama y compañía: “La cama por corta y estrecha jamás pecó”.

Refugio de pastor en la paramera. Autor, Jacilluch

                                                      Refugio de pastor en la paramera. Autor: Jacilluch

Noche de pastores en el chozo. Autor, Angelvi

                                                          Noche de pastores en el chozo. Autor: Angelvi