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Hacia un Turismo Sostenible

Determinados lugares de España están catalogados dentro de las zonas del mundo con mayor presión turística, sobre todo en los últimos años en los que circunstancias económicas y sociales han favorecido un incremento antes nunca visto.
Si bien este hecho supone un notable beneficio mercantil para algunas economías locales, hay que considerar sus consecuencias sobre el patrimonio natural y cultural de las zonas receptoras de visitantes.
Los principales impactos sobre el medio pueden resumirse en:
• Cambios en los usos del suelo para crear las infraestructuras necesarias de alojamiento, transporte, gestión de residuos, etc. Esto genera la destrucción directa de ecosistemas, la fragmentación de otros, contaminación y la pérdida general de biodiversidad a menudo de forma irreversible.
• Mayor demanda de recursos, a menudo ya limitados, como el agua y el suelo, provocando graves situaciones de sobreexplotación, agravadas por la gran concentración de turistas en el tiempo y en el espacio.

Nuestras aguas

Nuestras aguas

Sin una buena gestión y planificación, este turismo puede provocar impactos adversos, no sólo sobre el medio, sino también sobre las poblaciones que lo acogen y sus valores culturales, hecho que a medio-largo plazo retraerá el número de turistas por la falta de atractivo del destino y la creciente demanda de calidad medioambiental.
Por esta razón, desde la Conferencia Mundial de Turismo Sostenible, celebrada en Lanzarote en 1995, gobiernos, organizaciones internacionales y agentes turísticos reconocen la necesidad de implementar una gestión exigente que minimice los impactos negativos sin mermar los beneficios.
De ella nace la Carta del turismo sostenible, conocida como Carta de Lanzarote, redactada por los asistentes a la Conferencia, que se considera el primer documento de referencia sobre esta actividad.
Reconoce el turismo como necesario y enriquecedor para el desarrollo de los pueblos, pero también como una actividad ambivalente, dado que puede aportar grandes ventajas en el ámbito socioeconómico y cultural, y al mismo tiempo contribuye a la degradación medioambiental y a la pérdida de la identidad local, por lo que debe ser abordado desde una perspectiva global.
Siendo el turismo un potente instrumento de desarrollo, puede y debe participar activamente en la estrategia del desarrollo sostenible y debe gestionarse de forma que se garantice la perdurabilidad de los recursos de los que depende.

Nuestros pueblos

Nuestros pueblos

Aplicando pues al sector turístico el principio de Desarrollo Sostenible, podríamos definir el turismo sostenible como aquel que satisface las expectativas económicas y las exigencias ambientales, respetuoso con el medio natural, cultural y social, y con los valores de las poblaciones receptoras, que potencia el intercambio de experiencias entre residentes y visitantes, y repercute los beneficios de forma justa y equitativa.
En este contexto los espacios rurales y naturales se conforman como los nuevos escenarios del turismo sostenible, acuñándose diferentes términos para designarlos: turismo rural, ecoturismo, turismo verde, turismo de naturaleza, turismo ornitológico, turismo solidario, turismo responsable,…..y así un buen número de denominaciones que encierran contenidos similares aunque con diferentes matices y modalidades, desde la puramente placentera, hasta la interpretación y didáctica del paisaje, pasando por las actividades deportivas y de aventura en el medio natural.
«Ecoturismo, turismo sostenible, turismo ambientalmente responsable, son términos definidos por una misma esencia: son modalidades de turismo no extractivas, en las que el poblador local pasa de ser un elemento decorativo a ser actor de su propio destino; en las que la naturaleza pasa de ser una mina de recursos finitos a ser una compañera de viaje de la industria turística; y esta cuida el medio ambiente por compromiso ético, por inteligencia económica y por razones de mercado”. De Juan (1994).

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Nuestros campos. Autor, M. Moraleda

La potenciación y gestión de un turismo rural y natural, sea cual sea su modalidad, es un importante reto y debe hacerse de forma muy fina ya que se desarrolla en áreas de gran fragilidad. El actual auge, relacionado con una nueva perspectiva comercial y con el agotamiento del modelo de turismo de sol y playa, debería ser contenido y regulado para no caer en los errores y fatales consecuencias del modelo de costa.
Bien administrado globalmente, pone en valor el patrimonio social, cultural y natural de comarcas rurales afectadas gravemente por el despoblamiento, cuando no por el abandono, posibilitando importantes recursos económicos directos (alojamiento, restauración, comercio local, guías…) que fijan población al crear nuevos puestos de trabajo; diversificando y dinamizando el desarrollo rural, y fortaleciendo acciones e iniciativas de conservación.
En todo ello juegan un papel destacado las empresas turísticas y los propios turistas que deberán asumir un código ético para cumplir con los fines que lo definen, garantizando que los atractivos y valores ecológicos se perpetúen en el tiempo sin degradarse y que las modalidades sean acordes con la vocación y limitaciones del territorio.

Nuestros bosques

Nuestros bosques

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Un artículo de Antonio Bellón Márquez
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La magia de la dehesa manchega y sus carrascas centenarias

La magia de la dehesa manchega y sus carrascas centenarias

La visita que realizaremos en próximos días a Villahermosa y Montiel, en el Campo de Montiel, nos permitirá reencontrarnos con la esencia misma de la naturaleza en su aspecto más mágico. Y es que la existencia allí de encinas centenarias, nos trae a la memoria colectiva la época en que enormes bosques de encinas y robles cubrían gran parte de España. Hace miles de años los primitivos habitantes de estas tierras vieron en el roble un símbolo de plenitud y de fuerza, al tiempo que recogían las bellotas como alimento al ser fáciles de almacenar. De acuerdo con Plinio, la bellota era molida y horneada en forma de pan, mientras que el geógrafo e historiador griego Estrabón señalaba al pan de bellota como la dieta básica de los celtas de Iberia.

El roble de esta zona de La Mancha es el denominado carrasca (Quercus coccifera) o encina (Quercus ilex), y está emparentado con otras especies de monumental porte como el castaño, el haya o el alcornoque. Desde muy antiguo este árbol ha sido muy apreciado por los diversos pueblos, y así por ejemplo, la madera se destinaba a la producción de carbón vegetal o a la fabricación de vigas para la construcción (debido a su resistencia y fortaleza). Como ocurre con otras especies de robles, la carrasca y la encina son marcescentes, es decir, pierden las hojas al llegar el otoño. Pero curiosamente no lo hacen del todo, ya que muchas de ellas, incluso secas, permanecen adheridas a las ramas hasta el momento en que brotan las nuevas hojas. No está clara la causa de tal fenómeno, aunque se cree que con ello consigue proteger de las heladas los brotes tiernos que están formándose debajo de la antigua hoja.

Encina. Autor, Jesús

Encina de la dehesa manchega. Autor, Jesús

En la antigüedad el roble no sólo proporcionaba alimento o madera. Aquellos pueblos primitivos comenzaron a desarrollar la idea de que el roble era el árbol más venerable del bosque, el más resistente y el más útil. Para las construcciones funerarias de celtas y celtíberos se utilizaba solo madera de roble, y dichos pueblos consideraban además que éste árbol era el gran símbolo del crecimiento de las plantas. Por eso muchas tribus tenían su propio roble sagrado, que se alzaba como tótem o talismán en el centro de su territorio. En la cultura celta un ataque contra el clan enemigo podía suceder sólo con el propósito de destruir el árbol sagrado de éste y desmoralizar al rival. Y es que de ocurrir así la desgracia para estas gentes era cosa segura, ya que los robles, debido a su carácter sagrado, eran fuente de horribles maldiciones tras ser cortados: se decía incluso que la copa del roble que brota de las raíces de un tronco caído es malevolente, y que resulta peligroso transitar cerca de allí sin protección, sobre todo tras la puesta de sol.

La abundancia de encinas en este enclave nos evoca un sinfín de usos olvidados, pero que antaño tuvieron gran importancia para el primitivo habitante de estas tierras. Con las bellotas se elaboraban finas harinas que daban lugar a distintas variedades de pan. “Es cosa cierta -escribe Plinio– que aún hoy la bellota constituye una riqueza para muchos pueblos hasta en tiempos de paz. Habiendo escasez de cereales se secan bellotas, se mondan y se amasa una harina en forma de pan. Actualmente incluso en las hispanias, la bellota figura entre los postres. Tostada entre ceniza es más dulce”. Con este preámbulo no es difícil entender el porqué del calificativo de árbol de la vida dado a la encina. Podemos imaginar incluso a un guerrero íbero con su zurrón, y en éste unos puñados de bellotas y tiras de carne seca, alimentos con los que podía resistir una larga campaña sin necesidad de reponer nuevas viandas.

Molino de vaivén. Autor, José Manuel Benito

Molino de vaivén. Autor, José Manuel Benito

La molienda de la bellota se hacía en casa con unos molinos domésticos. Los más antiguos constaban de una piedra cóncava fija y otra redonda que se movía en vaivén. Sin duda debía ser éste un trabajo agotador, normalmente efectuado por una mujer, mientras los hombres hacían labores agrícolas, de caza o de pastoreo combinadas con la vigilancia y defensa de los poblados. Estos molinos de vaivén llegaron hasta el siglo V a.C., fecha en la que se extendió el molino giratorio formado por dos piedras circulares, una fija y otra móvil, con su manija de palo para accionarlo.
También fue de gran importancia el uso de la madera para fabricar utensilios de cocina, principalmente una especie de cubos donde se depositaban piedras candentes a fin de hervir los guisos: ésta es sin duda la primera cocina de la historia, anterior al descubrimiento de la cerámica y los metales.

Agalla de roble. Autora, Jacinta Lluch

Agalla de roble. Autora, Jacinta Lluch

El uso más extraño de los robles se refiere unas pequeñas esférulas que aparecen con profusión tanto en las ramas como tapizando el suelo, una vez caídas: las agallas. Efectivamente, en diversas especies de robles se forman estas excrecencias producidas generalmente por la picadura de avispas. La hembra del insecto tiene en el abdomen una especie de pequeñísimo taladro, y con él perfora los tejidos vegetales para depositar un huevo. El árbol reacciona creando la agalla, una especie de reacción alérgica que le viene como anillo al dedo a la pequeña larva. Ésta se desarrollará en su interior hasta la llegada de la primavera, cuando tras perforar un diminuto agujero saldrá al aire libre como avispa adulta.
Todas las agallas son ricas en tanino y ácido gálico, y por ello se empleaban con profusión para el curtido de las pieles, el teñido de tejidos e incluso para fabricar tintas de escritura y determinados productos farmacéuticos. Los árabes se servían de ellas en la elaboración de un licor llamado palamond: para ello las enterraban por algún tiempo a fin de eliminar su sabor amargo, y seguidamente las tostaban y trituraban, mezclando el polvo obtenido con azúcar y aromas diversos.

Y de pronto una liebre

Y de pronto una liebre corriendo por la dehesa

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Un artículo de Antonio Bellón Márquez
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Duendes, ninfas, damas y caballeros…

Damas y Caballeros. Lagunas de Ruidera. Autor, Michel Hernández

Se desborda la imaginación como las aguas del Guadiana. Sus fuentes, misteriosas y difusas como el famoso Lugar de La Mancha, inundan el paisaje con la fantasía cinematográfica de los cuentos de hadas.
Ni el mejor de los sueños infantiles podría vivir nada más auténtico que la extraordinaria presencia del unicornio abrevando las plateadas transparencias del manantial que alimenta el lago que protege la isla que acoge el castillo, que esconde a la princesa, que narró el trovador, que engendró el más antiguo romance de las medievales letras castellanas.

No son muchos los que se aventuran al atardecer de verano, cuanto todavía la luz del sol concede tiempo para pasear entre las frondas ribereñas de las aguas lagunadas, olvidando el coche, el móvil y la cámara.

Buscando nuestro reflejo. Autor, M.Peinado

Buscando nuestro reflejo. Autor, M.Peinado

Hace tiempo que no vemos la imaginación tan cotidianamente informados hasta casi la saturación. Aquí, en uno de esos lugares mágicos, donde un lago hacía brillar el doble los rubíes del sol del atardecer, reflejando los chorreos ferruginosos de los roquedos calizos que acogen y esconden la belleza del paisaje, como un tesoro en el cofre de la torre, es posible ver, ser y estar, cosas de otro mundo, siendo algo más que tu propio ser, estando en otro tiempo sin definir.

Te rodea el silencio, la quietud, la tranquilidad, pero no el miedo ni la soledad. Aunque el sol va apagando la tarde y la silueta rota del castillo se encrespa con la sombra del búho, y entre la hojarasca pululan los duendes, correteando como lirones caretos. Tú disfrutas de ese mundo fantástico, que como un sueño, se encuentra aquí, en la aventurera tierra del Quijote. En un espacio que vive atemporal contenido en uno de los paisajes literarios más desconocidos del mundo, y a la vez más discretamente universales.
Fontefrida y Rochafrida, anónima fantasía medieval que inmortalizó la roca y el agua, convirtiendo en poema el prosaico belicismo del Castillo de San Felices. Dulcificando en dama enamorada, las cristalinas aguas de la Fuenfría.

Ruinas del castillo berberisco de Rochafrida. Autor, Manuel Zaldívar

Ruinas del castillo berberisco de Rochafrida. Autor, Manuel Zaldívar

Cómo no iba a detener aquí, don Quijote a Rocinante. Cómo no iba transitar por aquí Cervantes. Aquí encontró el poema medieval, al Caballero Montesinos, la reconocida cueva y el menos conocido pero auténtico Palacio de Cristal. Sala privilegiada, que el misterioso Guadiana, sólo muestra al valor del genio. Sólo quienes han tenido el don de una mente inquieta y la feliz coincidencia de una gran sequía, han arriesgado su espíritu, como Cervantes, a perderlo, en las abismales profundidades de la gruta, adentrándose en la sala de cuarzo que como un tesoro de la realidad concedido a la imaginación, se regala al escritor.

Aquí perdura el tiempo de los cuentos, de las novelas, de las batallas, de las princesas y los hechiceros. Aquí en Ossa de Montiel, en las Lagunas de Ruidera, en el Campo de Montiel, en la cervantina tierra de don Quijote, es posible, ver, sentir e imaginar la belleza real de un paisaje bien estructurado por la naturaleza y perfecto para las mentes creativas. Por eso aquí bebió del manantial el trovador y tomó inspiración el novelista.

También disfruta el excursionista, el naturalista, el senderista, el geólogo, el ornitólogo y el botánico.

Frutos rojizos del espino silvestre. Autora, Jacinta Lluch Valero

Frutos rojizos del espino silvestre. Autora, Jacinta Lluch Valero

A finales de verano, ya en septiembre, si ha habido suerte y uno o dos días antes la tormenta ha templado el ambiente, todo huele a la frescura manchega de la hierba seca, como el vivificante olor a tierra mojada de los rastrojos, ofreciendo a la respiración profunda como un saciante trago de agua fresca, que aunque el manantial invita a saborear sus límpidas y transparentes aguas, las mil y una prevenciones de los tiempos modernos, nos apartan de ese placer.
Pero no de contemplar el lavado brillo de los refulgentes frutos rojizos del espino silvestre o los mortales azabaches de la belladona.
El cobijo del bajo dosel del sotobosque de chaparros, adorando los roquedos del castillo, elegantemente decorados con los penachos altísimos de los chopos y los fresnos, acumulan el congreso pajarero de numerosos trinos que por falta de experiencia no consigo distinguir. Descubriendo con agrado curiosos lirios, saúcos, aladiernos, cornicabras y gran cantidad de flora mediterránea, presente en el parque natural. Paraíso manchego, de la naturaleza y la literatura universal.
Tesoro justamente reconocido como Reserva de la Biosfera, que bien merecería además el de Parque Cultural, conmemorando el cuatrocientos aniversario de la muerte de nuestro mejor autor en lengua castellana. Por ser este uno de los espacios con mayor vinculación con la novela que además aporta el incalculable valor geológico de su rareza a nivel mundial y su indudable riqueza y belleza natural, que por supuesto debe ser atendida y mejorada de forma continuada para bien de la humanidad.

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Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano
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Fotografía de portada: Lagunas de Ruidera. Autor, Michel Hernández
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El castillo de Montizón. Por tierras de Jorge Manrique

castillo de Montizon Campo de Montiel Villamanrique

Hacía mucho tiempo que alentábamos el deseo de visitar el castillo de Montizón, Mons Mentesanus, cuando romano, y Montixon, cuando árabe. Algo así como una extraña admiración romántica, por aquella grande y recia fortaleza, en la que acaso Jorge Manrique, señor de Villamanrique, escribiera sus famosas Coplas, ya que es probado que moró en ella algún tiempo.
Sirvan estas líneas para alentar en lo posible vuestra visita.

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Campo de La Mancha, campo de Montiel. Autora, Alba Casals

Ha mediado el otoño, verdadera primavera de La Mancha. Es un día tan azul y tan diáfano que asemeja el cielo una fiesta de añil y de luz. La gran patena del sol expande sobre los campos sus hostias de oro. Y el campo se esponja bajo la caridad tibia y placentera.
Allá en la distancia, un sembrador arroja la dorada bendición del trigo, en espera de que el agua obre el milagro germinador.
Una mano invisible y despiadada va pelando implacable la fronda de las vides.
Por entre el verde plata de los olivos asoman a centenares las perlas negras de las aceitunas.

Timpano iglesia de Villamanrique. Autor, César del Pozo

Tímpano de la iglesia de Villamanrique. Autor, César del Pozo

Clavadas el horizonte aparecen las casas de Cózar. Sobre el pardo de la tierra, el pardo de los tapiales. Y sobre éstos, la parda montera de los tejados y las negras pipas de las chimeneas. Cózar, como tantos otros lugares españoles, está esperando de Dios lo que los hombres le niegan. Adormecido al sol, sobre una loma, le dejamos atrás.
Un poco más allá, Torre de Juan Abad nos sale al paso. La sombra del insigne don Francisco de Quevedo llena el pueblo. Aún resuenan por las calles las pisadas patizambas y el golpear del toledano estoque del formidable escritor, que gran señor fuera de la villa.
Hemos llegado hasta Villamanrique, cruce estratégico de caminos y escenario auténtico del Quijote de Cervantes. Desde el pueblo al castillo hay un camino estrecho y bacheado, de difícil tránsito para nuestro coche.

Por fin en el castillo

Entrada al castillo de Montizón

Desde el camino no se divisa el castillo, oculto tras altas lomas. Es sólo estando encima cuando nos muestra la fortaleza los recios dientes de sus almenas, que fingen un bostezo interminable. Ni foso, ni rastrillo, ni poterna, ni puente levadizo, ni gente de armas nos vedan el acceso, cual seguro sucediera allá en los tiempos de que fuera su señor.
Ni ha sonado tampoco en la alta torre la trompa del atalaya, anunciando la llegada de gentes extrañas al alcaide de la fortaleza.
Sólo guardan la entrada, en estos tiempos, dos tremendos mastines, que al divisarnos, ladran furiosamente, con canina y tozuda obstinación.

En el interior del Castillo

En el interior del castillo

Penetramos al fin en la mansión guerrera irrumpiendo en su amplia plaza de armas; espaciosas salas castellanas, antaño adornadas de ricos tapices y muebles severos; la vieja capilla de la fortaleza, en que los caballeros de Santiago elevaron sus preces al cielo pidiendo la victoria; la gallarda torre del homenaje; el salón de honor, lugar de fiestas en un ayer remoto; las lóbregas mazmorras, en las que gimieran cautivos; la espaciosa cocina, en que hubiese cabido holgadamente el entero novillo de las Bodas de Camacho
Desde una alta ventana, en que la castellana llorara ausencias en otro tiempo, contemplamos, brillante bajo la llama del sol, el curso del Guadalén. El brazo de acero del río defiende las rocas, en que asienta el castillo su imponente mole.
El paisaje se cierra hacia el norte por cerros y onduladas lomas, que forman el escalón de la meseta manchega. Y hacia el sur se abre, siguiendo el camino que marca la estela de cristal del río, en su marcha hacia el Guadalimar, del que es tributario. Siguiendo este estrecho valle subirían, desde Andalucía, las tropas moras. Y por él bajarían, sin duda alguna, las nobles cabalgadas santiaguesas, en los duros tiempos de la Reconquista.

Paisaje en el Guadalén. Autor, Pedro Castellanos Triviño

Paisaje en el Guadalén. Autor, Pedro Castellanos Triviño

Montizón es el hito gigante que marca la linde de los campos de Castilla y las tierras andaluzas.
Ya ni pajes, ni escuderos, ni ballesteros, ni heraldos, ni hombres a caballo, ni gentes de la mesnada del castellano señor – Jorge Manrique, que luchando por su reina halló la muerte en Garci-Muñoz -, animan con sus voces y su marcial estruendo la plaza de armas.
Ni se escucha el sonar de tambores y trompas de guerra.
Ni fulguran al sol los aceros de las armaduras.
Ni pretenden clavarse en el cielo las lanzas.
Ni relinchan los nobles corceles presagiando la dura pelea.
Ni entre las almenas asoman las damas despidiendo al guerrero que marcha al combate.
Ni se escuchan las dulces canciones de los trovadores al pie de la torres.
La época gloriosa de los caballeros y las castellanas “pasó como pasa, bajo el puente, el río”.
Sobre su peñón cimero, negra verruga de piedra, el castillo duerme su sueño eterno.

Aquel de buenos abrigos,
Amado por virtuoso de la gente,
el maestre don Rodrigo Manrique,
tan famoso y tan valiente

Al atardecer

Al atardecer


Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©

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Una de Poesía Manchega

Una de Poesía Manchega

Y si La Mancha ha de ser recobrada, recobrémosla todos unidos. Porque ya es hora de que su nivel cultural se halle a la altura exigida por el halagüeño futuro de sus industrias y por la exuberante riqueza de sus campos.
Sirvan pues estos versos, para iniciar tamaña empresa.

“Amanece en La Mancha. Ya la aurora
su tenue resplandor lanza de lejos,
y muy pronto los cálidos reflejos del sol,
serán visión alentadora.
Ya es de día. La luz prometedora
crea miles de mágicos espejos,
y con alegre ritmo los vencejos
saludan la llegada de esta hora.
Y del pueblo el honrado labrador,
se encamina contento y diligente
a regar otra vez con su sudor
la tierra que ha de ser su rica fuente.
Y de la torre, la campana avisa
que pronto se dirá la primera misa.

Baja el sol a su tumba negra y fría,
y un rayo lastimero y compungido
es el signo final de su quejido,
es el postrer saludo de este día.
Mil resplandores llenos de alegría
van apagando el eco de un sonido;
es el celeste encanto del tañido
de una campana en bella profecía.
Cantando el labrador ahora regresa;
van sus miembros cansados del horcajo,
mientras su mente, pensativa, besa
el placer del descanso del trabajo.

Las sombras que se esparcen lentamente
pronto dejan tapada la ciudad,
y de la noche la primera edad
perciben los sentidos claramente.
De pronto se divisa vagamente,
hiriendo la espectral oscuridad,
como mágico alarde de bondad,
un rayo de luna penitente.
Y es en este momento el Infinito,
maravilloso y atrayente pliego,
donde el divino Creador ha escrito:
Gloria, Virtud y Luz, Paz y Sosiego.
Y espera silenciosa la campana
otra vez comenzar a la mañana.”

Un día completo. Javier Martínez de Padilla. 1944.

De siega. Autor, Anpegom

De siega. Autor, Anpegom

“Se oye un cantar a lo lejos que rasga el aire encendido,
por los candentes reflejos que el sol, con sus mil festejos,
luz y calor ha fundido.

Esos reflejos de oro, la tierra ardiente, manchega,
al son del alegre coro que forma el canto sonoro,
a sus entrañas entrega.

Es la tierra, tierra extensa,
tierra que es alucinante y sólo presenta, densa,
infinita, roja y tensa la llanura impresionante.

Llanura que, guardadora
de divinas tradiciones, es celosa creadora
y potente alentadora de miles de corazones.

Llanura que, sin pereza,
cuando ha de entregar, entrega la inigualable riqueza
con que muestra su grandeza esta comarca manchega.

Llanura que guarda, altiva,
escondido su tesoro, como guarda a una cautiva
con celo y ansiedad viva el más orgulloso moro.

Ella silenciosa añora
el fulgor pasado antes, en que su gloria de ahora
creó en un tiempo habladora
la pluma del gran Cervantes.”

Espada Imperial. Javier Martínez de Padilla. 1944.

Detalle de casa manchega. Autor, Víctor Martín

Detalle de casa manchega. Autor, Víctor Martín

“Ni una fuente, ni un río tus campos baña,
a tus plantas se extienden inmensos llanos,
tu progreso, cual pueblo de impulsos sanos,
puede servir de ejemplo a toda España.

El hambre no logró con su guadaña
acercarse a tu suelo soberano;
porque supo tu encallecida mano
parar su avance, con valor y maña.

Y al contemplarte desde la llanura,
que has convertido en vergel frondoso,
parece que en tus calles aún perdura,
en las noches de calma y de reposo,
un crujir de tomillos que asegura
que son hollados por terrible oso.”

Tomelloso. Juan José Ruiz. 1946.

Entre las aspas. Autor, M.Peinado

Entre las aspas. Autor, M.Peinado

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El Lugar de La Mancha

Corresponde siempre, y más en años de conmemoraciones, tratar de indagar acerca de asuntos que inciden muy directamente en la cultura, la economía, la sociabilidad, el turismo y el prestigio de determinados territorios.
Nada impide aportar la propia opinión sin mayor pretensión. Contando con que el paso del tiempo, la investigación y la documentación serán los verdaderos artífices que clarifiquen todas las dudas e interrogantes que hasta ahora condicionan el enigma lugar.

Atendiendo al sentido práctico y a la intención de utilizar el sentido común según datos evidentes y al alcance de todos, quisiera exponer un punto de vista alejado de dogmas o intereses locales, tratando de acentuar aspectos que abarquen mayores márgenes culturales que la limitante y excluyente localización de un punto concreto. Por otra parte, hasta ahora tan difícil de asegurar, precisamente por la falta de documentación que lo acredite.

Así pues, quiero comenzar aludiendo a este respecto recordando a Cervantes en una de sus citas mencionadas en el Quijote: “Mientras se gana algo no se pierde nada”. A lo cual añado, que donde todos ganan, nadie pierde.

El molino del Mediterráneo

El molino del Mediterráneo

Hasta ahora, el Lugar de la Mancha, no nos ha servido de mucho a los manchegos. Creo que las ansias por acapararlo y acotarlo en un determinado municipio nos empobrece a todos y limita lo universal a lo local.
No olvidando nunca a Cervantes y su afición por los refranes, es preciso recordar que “la avaricia rompe el saco”.
Puede que el afán de personalismos, localismos y demás exclusivismos esté impidiendo que rentabilicemos con auténtica eficacia el incalculable tesoro de formar parte de una de las grandes obras literarias del arte universal.

Deseo mostrar respeto, agradecimiento y consideración por todos cuantos han dedicado su tiempo y sus mejores intenciones para hallar determinado lugar, aportándonos multitud de nuevos puntos de vista, datos y conocimientos. Así como tener muy presentes los estudios de concienzudos cervantistas que no cesan de sumar multitud de razones para entender la genialidad del Quijote.

Aparte de quien lo desee, los manchegos, más que nadie, estamos obligados a convivir entre sí, compartiendo la universalidad que nos ha sido concedida por Cervantes. Menospreciar dicho bien incalculable enfrentando, dividiendo y oponiendo nuestro territorio con sus pueblos, resulta lamentable y contraproducente para La Mancha en particular y para la cultura española en general.
Deberíamos sentirnos obligados a esforzarnos por encontrar el modo que posibilite distribuir la rentabilidad cultural, turística, económica y social de formar parte del universo cervantino.
Estoy convencido de que en ello debe implicarse el país entero porque el Quijote, tratándose de la obra cumbre de la literatura en lengua castellana o española, debe atenderse como un asunto de Estado.

Buscando el norte. Autora, Eve Livesey

Buscando el norte. Autora, Eve Livesey

“El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha”.
Este es el título elegido por el autor. La primera frase que dice con exactitud que el protagonista pertenece a La Mancha.

Ahora a ver quien es el guapo capaz de identificar y definir con exactitud qué entendía Cervantes por el espacio que ocupaba La Mancha en la creación de su novela. Contrastando mapas y documentos que incluyan desde el Común de La Mancha, hasta la provincia de La Mancha, ya posterior a Cervantes, se podría aproximar un extenso territorio que acogería prácticamente toda la provincia de Ciudad Real y buena parte de las de Toledo, Cuenca y Albacete. Sin descartar que La Mancha pueda entenderse para muchos desde prácticamente el sur de Madrid hasta las estribaciones de Sierra Morena.
Empezando por algo tan inmenso, creo que va a ser realmente imposible precisar con exactitud ese famoso y desconocido Lugar.

“En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…”
Así comienza el capítulo primero de la primera parte. Así nos dice claramente el autor que no desea recordar dicho lugar.
Para muchos es más que suficiente para no incidir en la búsqueda o designación del mismo. Para otros supone el reto de investigar y encontrarlo.
Va a ser casi imposible hallar con certeza y con autenticidad algo que no dejó escrito ni documentado el autor, y mucho más tratándose de una decisión convenida a propósito. Desde luego que puede investigarse y aproximarse al respecto. Demostrarlo lo encuentro imposible a no ser que alguna vez aparezca documento que especifique de puño y letra de Cervantes: el lugar de La Mancha del cual no quiero acordarme es tal.

Campos de Montiel. Autora, Luz Vazquez

Campos de Montiel. Autora, Luz Vazquez

Cervantes escribe literalmente que don Quijote comenzó a caminar por el Campo de Montiel y también dice que regresó al mismo después de aventurarse en sus peripecias. Parece ser que allí ubica su casa. Y por supuesto donde sitúa la casa, se supone que debe ser el lugar de origen del caballero.
La delimitación del Campo de Montiel queda bien documentada en época de Cervantes, en las Relaciones Topográficas de Felipe II.
Campo de Montiel y La Mancha son dos acepciones que se intercalan y complementan. El Campo de Montiel forma parte del entorno histórico, cultural y social de La Mancha, desde la existencia de ambos. Lo manchego integra la totalidad de la provincia de Ciudad Real incluso desde la designación toponímica de los árabes. Por tanto es absurdo discutir si el Campo de Montiel forma o formaba parte de La Mancha o no, cuando además Cervantes redunda en repetidas ocasiones que comenzó a caminar por el mismo y regresó a morir a su casa. Por tanto no es faltar al rigor literario asegurar que dicho lugar del cual no quiso acordarse se encontraba en el Campo de Montiel. Cervantes habla de una aldea.

Si volvemos a citar la frase que indica ese lugar de cuyo nombre no quiso acordarse, la lógica nos dice que sería absurdo pensar que dicho lugar fuera alguno de los que cita. Por tanto habría que descartar los mencionados de forma explícita porque el propio autor dice claramente que no quiere acordarse.
“de donde como queda dicho, tomaron ocasión los autores de esta tan verdadera historia, que sin duda se debía llamar Quijada, y no Quesada como otros quisieron decir. Pero acordándose que el valeroso Amadís, no sólo se había contentado con llamarse Amadís a secas, sino que añadió el nombre de su reino y patria, por hacerla famosa, y se llamó Amadís de Gaula, así quiso, como buen caballero, añadir al suyo el nombre de la suya, y llamarse DON QUIJOTE DE LA MANCHA, con que a su parecer declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la honraba con tomar el sobrenombre della.”
Aquí nos asegura Cervantes, que la patria de don Quijote es La Mancha. Y nos ha dicho también que comenzó a caminar por el Campo de Montiel y regresó a él. Con lo cual se entiende con facilidad que el Campo de Montiel aun siendo un espacio propio, formaba como siempre y como hoy, parte de La Mancha de un modo tan natural como la propia existencia de una historia, una cultura y un ambiente común.

También un lugar de La Mancha. Autora, María

También un lugar de La Mancha. Autora, María

No podrá opinarse con un mínimo de lógica, si el Quijote no se lee en paralelo a todo cuanto pueda hallarse de biografías de Cervantes. Pues la suma de la vida del escritor, junto con el espacio geográfico de La Mancha, dan como resultado la creación de la novela y muchas claves que delatan ficción inspirada en realidad.
Sabemos que no tuvo una vida fácil. Que más de una vez tuvo que empezar de cero y que en numerosas ocasiones transmite la frustración que lo acompañó tanto en lo profesional como en lo personal. Al igual que el protagonista de su novela, se vio abocado a aventurarse para buscarse la vida; pero sobre todo por necesidad de libertad.
Tuvo que emprender la aventura de una nueva vida en la inmensidad de La Mancha, que posiblemente abarcaba en su época como ahora, un gran espacio indeterminado, al igual que hoy para tantos que la cruzan, entre Madrid y Sierra Morena.
En Esquivias obtuvo ayuda de un pariente y allí se casó. Y leyendo sus biografías parece que fue más por necesidad material que afectiva. Que dicho matrimonio nunca fue bien visto por la familia de la novia. Y pudiera ser que aquel lugar de La Mancha no le trajera muy buenos recuerdos como para recordarlo a la hora de escribir. Pero, ¿quién podrá demostrarlo?
Existen partidas de bautismo en Alcalá de Henares y en Alcázar de San Juan. Sí, quizá estos documentos demuestren el lugar de nacimiento del autor, pero no el que el mismo quiso omitir como patria del protagonista.
El Toboso es el lugar más citado de la novela, por tanto absurdo que se trate del lugar que no quiso acordarse.
Nombra Argamasilla al final de la primera parte. Lo hace de forma despectiva, herido por el plagio que al parecer incitó Lope de Vega a través de Avellaneda. Nada hay documentado acerca de que Argamasilla de Alba fuera dicho lugar. Ni nada hay documentado de su estancia en la cueva de Medrano, por tanto lo que le queda es la tradición de haber pretendido dicho lugar desde que se comenzó a redescubrir la novela, buscando beneficios comerciales a través del editor, el dramaturgo y el descendiente que heredó las posesiones sanjuanistas del hijo de Carlos III. Y por cierto, Cervantes cita únicamente Argamasilla sin especificar de Alba. En la provincia de Ciudad Real, que acoge la mayor parte de La Mancha, también existe otra Argamasilla.

Casa de Medrano. Argamasilla de Alba. Autora, Paulaadm

Casa de Medrano. Argamasilla de Alba. Autora, Paulaadm

Recientemente contamos con otra población que apuesta fuerte por ese Lugar. Al igual que Esquivias, El Toboso o Argamasilla, no puede demostrar documentalmente nada. Si Esquivias compite con datos biográficos del autor, Argamasilla con la tradición de haberse autoproclamado la primera como ese lugar; Villanueva de los Infantes con ser la primera población que lo pretende a través de un estudio multidisciplinar compuesto por varios catedráticos. Cierto es que ninguna de estas poblaciones puede afirmar con certeza la autenticidad de dicho Lugar, porque sólo corresponde a Cervantes asegurarlo. En tanto en cuanto no aparezca el documento que lo acredite, el Lugar de La Mancha continuará siendo el mismo que Cervantes no quiso acordarse.
Considero más productivo para todos, entender o asumir que no es tan determinante ni tan importante que dicho lugar se defina en una localidad concreta. Pues aunque la lógica nos dice que puede tratarse de una aldea o un pueblo. Tampoco nada nos asegura que dicho lugar sea nada más que eso, un lugar impreciso sin más.
Es más auténtico, más sano y más real que dicho lugar exista donde verdaderamente permanece la esencia, la autenticidad y la atmósfera que inspiró a Cervantes. Allí donde permanezca la identidad de la cultura y la imagen manchega propia del clasicismo quijotesco, veremos realmente el Lugar de La Mancha. Ni Cervantes ni Don Quijote podrán identificarse allí donde ha desaparecido la personalidad manchega que originó las poblaciones de la mítica llanura.
Cervantes dejó escrito literalmente que todas las villas manchegas se disputarían la patria de Don Quijote. Por tanto no es nada ilícito ni fuera de lugar que cualquier localidad comprendida en el ámbito manchego, pretenda ser dicho lugar. Algunas con más motivos. Otras con más determinación y algunas con mayor rigor. Pero todas con absoluto derecho a pretenderlo haciendo honor al deseo del autor de una obra maestra que nos hace universales, no locales.

El linaje de Villanueva de los Infantes. Autor, Jose María Moreno García

El linaje de Villanueva de los Infantes. Autor, Jose María Moreno García

Quizá esta sea una de las claves de dicha universalidad. No haber localizado con exactitud la patria del héroe mítico. Haber poseído suficiente ingenio y suficiente ironía para situar mediante la parodia a un caballero medieval en la contemporaneidad barroca del autor. Cervantes no precisa nada a propósito. Permite al lector imaginar, creando con ello la genialidad de la primera novela moderna de la historia.
Nos ha regalado la libertad de imaginar ese lugar donde cada cual lo encuentre conforme a los parámetros que él halló en su imaginación. La determinación de no situarlo con exactitud geográfica confiere auténtico sentido irónico y burlesco a la condición anacrónica y patética de un personaje inteligentemente utilizado para evidenciar mediante la denuncia social camuflada de humor y demencia, la ridícula existencia de multitud de hidalgos arrogantes venidos a menos, aferrados a privilegios más que rancios.
Hablar de un determinado lugar de La Mancha, sin demostrarlo científicamente por medio de documentos históricos, sería tanto como afirmar un dogma.
Creo que dicho lugar debe entenderse como la voluntad de Cervantes por decir con la ocultación del mismo, mucho más que si lo mencionase literalmente.
Don Quijote es tan innovador que ni siquiera existe en la ficción de la obra literaria; en la cual sólo parece real mientras protagoniza las aventuras imaginadas por el autor. De hecho toda la novela vive en dichas aventuras. Nada, excepto escasos detalles de presentación, nos cuenta de su supuesta vida real al margen de la intencionada parodia caballeresca que a la vez canaliza como crítica social. Cuyo personaje muere fracasado dando por finalizadas sus aventuras, sin regresar a su vida real.
Cervantes necesitaba este sueño para liberarse de la continuada frustración que sufrió en vida.
Encuentro más productivo y más beneficioso para todos, encontrar dicho Lugar de La Mancha, allí donde se cuida, se mantiene y se fomenta la imagen que identifica el entorno con la esencia de la novela.
Aquellos pueblos que han sabido conservar la dignidad y la belleza de la identidad estética, arquitectónica y paisajista de La Mancha, será siempre el Lugar de La Mancha que asocia a Don Quijote con la universalidad que nos regaló Cervantes.
Ni don Quijote ni Cervantes, podrán verse en todos aquellos lugares que hayan adulterado dicho clasicismo cervantino.

Lagunas de Ruidera. Autor, J.S.C.

Lagunas de Ruidera. Autor, J.S.C.

Hoy en pleno siglo XXI, la genialidad que nos concedió Cervantes para encontrar ese Lugar del cual no quiso acordarse, puede descubrirse con la autenticidad que demuestra la existencia de espacios reales de la época del autor. Mantenidos idénticos a la cultura que creó e inspiró la novela. Y podrá verse en todos aquellos que se impliquen en hacer honor a sí mismos recuperando y preservando la imagen de la identidad manchega.
Así pues, el Lugar de La Mancha existe realmente en la zona de los molinos de Campo de Criptana, en la vista de la llanura manchega desde los molinos de Alcázar de San Juan. En los cerros de molinos de Consuegra y Mota del Cuervo.
En las manchegas calles de El Toboso, cada vez más cuidadas y respetuosas con el paisaje urbano castizo y popular. En los incomparables conjuntos históricos artísticos de Almagro y Villanueva de los Infantes, repletos de casas de hidalgos y casas populares donde habitaron los personajes de la obra.
Por supuesto en las Lagunas de Ruidera y Cueva de Montesinos. En las blancas calles de la pequeña villa rural manchega que es Fuenllana. En los paisajes del Campo de Montiel. En la preciosa plaza de Puerto Lápice con su flamante nueva calle porticada de porches manchegos.
En la autenticidad de la casa de Cervantes en Esquivias. En los paisajes de Sierra Morena. E incluso en la playa de la Barceloneta. Porque allí donde estuvo Cervantes, estuvo don Quijote. Y allí donde exista y perdure la autenticidad y la imagen que inspiró al genial escritor, existirá el valor universal, la magia de sentir la atmósfera que originó al Quijote.

Visitando Fuenllana. Un auténtico pueblo de La Mancha. Autor, Nestor Cano

Visitando Fuenllana. Un auténtico pueblo de La Mancha. Autor, Nestor Cano

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Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano.
Abril 2015
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Fotografía de portada: Plaza de Cervantes Alcalá de Henares. Autora, Adri Cbl
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Tomelloso. Una vida dedicada al cultivo de la vid.

Tomelloso. Una vida dedicada al cultivo de la vid

Hoy viajamos hasta la ciudad conocida como “Atenas de La Mancha”, no en vano luce orgullosa un bagaje cultural de primer nivel: Antonio López García, Antonio López Torres, Eladio Cabañero, Félix Grande, Francisco García Pavón y un largo etcétera hacen de Tomelloso un lugar plagado de magistrales plumas literarias y pinceles…

Situada en plena tierra del Quijote, consciente de su pasado y cultura, conserva todos los valores y tradiciones que su historia le aporta y se reconoce, como no puede ser de otro modo, ciudad manchega que contempló las andanzas de aquel hidalgo nacido de la ilustre mente de Cervantes.

Más reciente es el detonante último de la enorme expansión del cultivo de la vid en estas tierras y en La Mancha en general, que no fue otro que la muy desastrosa plaga de filoxera que afectó a los viñedos franceses en la segunda mitad del siglo XIX. Una oportunidad única y propicia para atender a un mercado que se había quedado totalmente desabastecido y que Tomelloso supo aprovechar. Testigos de esta rocambolesca historia, encontramos en este viaje sus numerosos bombos entre viñas, las infinitas cuevas de su subsuelo y las esbeltas chimeneas de su casco urbano. Juntos nos hablan de una vida dedicada al cultivo de la vid y a exprimir su delicioso zumo: el vino.

Os invito a conocer de primera mano la historia de estos auténticos museos. Comenzamos.

Bombo. Autor, Santiago Benito

Bombo. Autor, Santiago Benito

Los Bombos

Al ser en esta región el boscaje muy escaso y las “lajas” o “lanchas” de piedra caliza muy abundantes, la mano del hombre levantó el “bombo” arrancando la materia prima de la propia tierra, las lanchas de piedra que la cubrían, a base de golpes de azada.
Desnudada la tierra de piedra, empezó aquella a dar sus frutos.
Mirando con atención cómo se construían los bombos, aprendieron unos de otros la técnica para levantar sus muros y bóvedas, creando con ello un paisaje increíble.
Las gentes de este lugar, con ingenio, levantaban estos “monumentos”, de forma circular, cuadrangular y ovoide con espléndidas cubiertas abovedadas, a base de hiladas de piedras planas colocadas unas encima de otras sujetas entre sí, sin argamasa alguna (técnica que en arquitectura se denomina de “piedra seca”), situando en su interior la chimenea.

Los bombos se construyeron a partir de la segunda mitad del s. XIX como consecuencia de la extensión del cultivo de la vid, sirviendo como vivienda y refugio durante las faenas del campo.

En su interior podemos encontrar la chimenea para el fuego, los poyos para el descanso, las hornacinas u alacenas, los ganchos clavados en las paredes para colgar los aperos al terminar las faenas y la zona de la cuadra para los animales que proporcionaban calor durante la noche.

Los arquitectos y arquitectas de las cuevas. Turismo Ocio e Idiomas Saber Sabor

Los arquitectos y arquitectas de las cuevas

Las cuevas

Estudiosos señalan su origen en el periodo de dominación romana, al ser éstos los primeros en plantar viñedos y los transmisores de su amor por este cultivo. Con ellos llegaría también la conservación de vinos en subterráneos.
El subsuelo de Tomelloso se presta para que sus hombres realicen estas cuevas sin más técnica que la fuerza y el tesón, ayudados por mujeres -llamadas terreras- encargadas de trasladar la tierra y la arena extraídas del interior hasta la superficie. En muchos casos se aprovechaba para el pavimento de calles o para levantar sus propias casas.
Los “picaores”, con aguzados picos, horadaban el subsuelo hasta lograr unas naves con bóvedas en arco de medio punto, con unas cualidades óptimas para poder albergar las cosechas en quietud, guareciendo los vinos de cambios climáticos bruscos.
Las “lumbreras” son las aberturas que tanto llaman la atención de los visitantes, y que ven enrejadas sobre las aceras de las calles de Tomelloso. Son unas hendiduras en los techos de las bóvedas para poder dejar pasar la luz, que entra perpendicular a la cueva.
Las cuevas albergaban todos los útiles necesarios para la elaboración artesanal y familiar del vino: grandes tinajas de barro, escalas, filtros, bombas…

Hoy día, estas cuevas han sido desplazadas por las modernas tecnologías de la industria vinícola, pero las que aún hoy se conservan, cerca de cuatro mil, mantienen el encanto de antaño.

Interior de una cueva. Tinajas de vino. Turismo Ocio e Idiomas Saber Sabor

Interior de una cueva. Tinajas de vino

Las chimeneas

Formaban parte de las antiguas fábricas de alcohol. En la época de apogeo llegaron a funcionar más de cien fábricas en Tomelloso.

Con una altura media de 45 metros, servían para dar salida al humo de las grandes calderas que, mediante la combustión de leña o carbón, proporcionaban la temperatura adecuada para el funcionamiento del serpentín de destilación de estas antiguas alcoholeras.
Las chimeneas hoy son bienes a conservar como elementos característicos de una arquitectura industrial pasada y como grandiosos monolitos que decoran el paisaje urbano de esta ciudad.

“El caminante que se acerca a Tomelloso desde cualquier punto cardinal, comienza a verle leguas antes de pisar sus cascajales como un blanco y largo pañuelo tendido sobre la tierra parduzca y calcinada… y las delgadas chimeneas de las fábricas de alcohol, que deslían con mansedumbre de humo lento y rozagante, que repta unos momentos hacia el cielo, para enseguida, en invisibles vedijas, fundirse con el tono azul del cielo de La Mancha”.

La Chimenea. Tomelloso. Turismo Ocio e Idiomas Saber Sabor

Rozando el cielo con la chimenea

Si queréis conocer todos los secretos de Tomelloso, os proponemos vivir esta experiencia: Tomelloso, el Sabor de La Mancha

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Un vistazo al pasado: la elaboración tradicional del Queso Manchego

Un vistazo al pasado: la elaboración tradicional del Queso Manchego

En aquellos tiempos de trashumancia y calderilla, cuando los recursos eran limitados, por no decir casi inexistentes, eran muchos los productos de primera necesidad que terminaban siendo elaborados entre las cuatro paredes de la vivienda familiar. Muchos caseríos manchegos, como es natural, producían su propio queso, aprovechando para ello la leche que podían conseguir a primera hora de la mañana ordeñando las hinchadas ubres de ovejas y cabras. Este queso era manual, denso y tosco, sin florituras de ningún tipo… Pero por la misma razón poseía también ese sabor único e insustituible que a todos nos rememora el aliento de lo auténtico, un sabor que, todo hay que decirlo, no ha sido superado aún por los productos más modernos y trillados de la estantería del “super”.

José Luis Murillo

La materia prima. Autor, José Luis Murillo

Cuando los hombres estaban en las labores de trashumancia, a veces ausentes durante semanas, eran las mujeres quienes permanecían en el pueblo atendiendo los animales caseros, las pequeñas fincas, los huertos y los hijos. Recogían la leche en cubos y de allí pasaba a cuencos de barro, donde procedían a calentarla lentamente al fuego de la chimenea o en simples hornillos. 5 litros de leche daban aproximadamente para kilo y cuarto de queso. Mientras aumentaba la temperatura medían el punto exacto con el dedo, como habían hecho siempre, sin necesidad de termómetro: de 5ºC debía pasar a 30-31ºC, momento en el cual se añadía un ingrediente esencial llamado cuajo.

Esperando el regreso

Esperando el regreso. Autor, desconocido

En el pasado, el cuajo se obtenía del estómago de un cabrito repleto de leche y puesto a secar, puesto que la propia actividad del estómago hacía que la pasta resultante fuese muy ácida. Se cortaba un trozo, se introducía y la leche cuajaba, aunque no sin antes remover suavemente para que todo se mezclase apropiadamente. Tras esperar un tiempo prudencial la mezcla semisólida solía cuartearse con un cuchillo para que las mujeres, con las manos bien limpias, fuesen cogiendo los trozos de lo que posteriormente constituiría el queso. Lo colocaban en las encellas y apretaban para que se desprendiese el suero, un líquido claro, residual pero de indudables propiedades alimenticias. Este era el momento justo para echar la sal. 2 días después el queso recién hecho podía comerse fresco, aunque si lo que se deseaba era un queso curado el reposo se alargaba como mínimo hasta 4, 6 o más meses.

queso_museo

Elaboración tradicional del queso de oveja

¿Y qué hacer con el suero, ese líquido turbio, amarillento y pleno de sales, vitaminas y proteínas? Pues unas veces se volvía a calentar, se le echaba un poco más de cuajo y se elaboraba un delicioso requesón, irresistible para niños y mayores con un poco de miel. Otras se bebía simplemente añadiéndole un par de cucharadas de azúcar… O bien se echaba a los cochinos (pues ya se sabe que el cerdo era un miembro más de la familia de pastores) lo que contribuiría a dar más adelante buenos jamones, chorizos, morcillas y muchos más productos imprescindibles para el sostén familiar.

Resultado final,

El resultado final: Queso Manchego. Autor, Cooperativa de Ganaderos Manchegos. Tomelloso. 

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Si queréis conocer todos los secretos de este auténtico manjar, os proponemos vivir esta experiencia: Descubriendo el auténtico queso manchego

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Campo de Montiel. Patrimonio de la Humanidad

Torre de Juan Abad

Pocos conocen el primer espacio por donde comenzó a caminar la imaginación de Cervantes, describiendo a Don Quijote a lomos de Rocinante, acompañado por Sancho en el rucio, aventurándose en la incertidumbre y el deseo por adquirir fama, desde su salida en un amanecer de julio.

El aura atemporal que todavía envuelve a esta comarca la mantiene como lo más cercano a la imagen que pudo encontrar el recaudador de impuestos trajinando entre la Corte y Andalucía, deteniéndose en nuestras ventas o tratando con acaudalados propietarios de mayorazgos.

La situación y trama urbana de los pueblos permanece básicamente igual a la de hace cuatro siglos. Variada en cuanto al crecimiento de la misma. La adaptación de las viviendas a la época actual y las infraestructuras viarias. Pero aunque encontremos un cierto desorden urbanístico que altera la armonía y la imagen de conjunto de un pueblo atractivo acorde con su identidad y trayectoria cultural; si que es posible advertir como fueron siempre. Pues los núcleos originarios permanecen fieles a la génesis que iba trazando sus calles. La volumetría de las casas se mantiene a dos o tres alturas, preservando la horizontalidad propia de estas latitudes. Entre cuyo caserío blanco sobresalía la poderosa torre del castillo o de la iglesia.

Paseando por Villanueva de los Infantes. Autor, Enaire Fotografía

Paseando por Villanueva de los Infantes. Autor, Enaire Fotografía

No perdemos la esperanza por preservar y potenciar la identidad de nuestros pueblos para poder compartirlos como agradable destino turístico. Trabajamos para transmitir los múltiples beneficios que nos reporta a todos habitar y compartir entornos equilibrados con la comodidad actual y la identidad cultural tradicional.

Por suerte el Campo de Montiel conserva un conjunto de veintitrés pueblos descritos en las Relaciones Topográficas de Felipe II, que todavía permanece tal cual en su esencia, aunque maquillado por falta de atención a su auténtico valor. Pudiendo atisbar en todos sus pueblos, ese mundo que sirvió de inspiración a la genial novela.

Destaca Villanueva de los Infantes como Conjunto Histórico Artístico Nacional. Su riqueza patrimonial poblada de iglesias, ermitas, palacios y casas populares, la convierten en una ciudad para ser visitada con calma. Donde además te sorprenderás encontrando la Casa de Estudios donde estuvo Jiménez Patón, Lope de Vega, Quevedo y más literatura de primera línea.
Atraen sus calles principales repletas de portadas blasonadas, pero no hay que dejar de recorrer muchas otras de estilo popular que muestran el encanto que conoció Cervantes, y hoy dan imagen material de lo que pudo ser el mundo que vieron sus inspirados ojos, pensando en Don Quijote.

Interior de la iglesia Nuestra Señora de la Asunción, Villahermosa. Autor, Miguel Andújar

Interior de la iglesia Nuestra Señora de la Asunción, Villahermosa. Autor, Miguel Andújar

El conjunto de iglesias-fortaleza de la comarca, erigidas por la Orden de Santiago merece una visita exclusiva. Empezando por La Solana y finalizando en Alhambra podremos descubrir templos majestuosos como los de Membrilla, Torrenueva, Villahermosa, Villanueva de los Infantes, Cózar, Alcubillas, Terrinches, Puebla del Príncipe, Almedina, Torre de Juan Abad, Ossa de Montiel, Villamanrique, Albaladejo, o ruinas de Fuenllana.

Castillo de Santa Catalina. Autora, Mª Angeles Jiménez García

Castillo de Santa Catalina, Fuenllana. Autora, Mª Angeles Jiménez García

La oferta monumental de la comarca es variada y completa. Abarcando todos los periodos de la historia. En Terrinches se encuentra un conjunto megalítico de carácter funerario. Santuario para los pobladores de la Edad del Bronce, postrado ante el sol del invierno que amanece sobre la peña del Cambrón.
En Alhambra además de los vestigios romanos y la necrópolis visigoda, su castillo omeya reconstruido por los cristianos.
Villanueva de la Fuente asentada sobre Mentesa. Todavía por excavar las entrañas del gran pasado histórico que yace bajo la actual población.
El nutrido grupo de yacimientos de diversas épocas que jalona la Vía Hercúlea desde Villanueva de la Fuente hasta el límite con Andalucía en Puebla del Príncipe y las inmediaciones de Villamanrique.
El cinturón fronterizo de edificaciones fortificadas en torno al castillo de la Estrella de Montiel. Terrinches, muy bien restaurado como centro de interpretación de la Orden de Santiago. El torreón de Puebla del Príncipe. El gran castillo de Montizón en Villamanrique, acompañado por el maravilloso paisaje tendido a sus pies, defendido por ganaderías de reses bravas.

Las plazas mayores de La Solana, Villahermosa, San Carlos del Valle y Villanueva de los Infantes. El conjunto arqueológico de la villa medieval de Montiel y su castillo de La Estrella.

Panorámica del Castillo de La Estrella, Montiel. Autor, Ramón Alamo

Panorámica del Castillo de La Estrella, Montiel. Autor, Ramón Alamo

Los singulares santuarios, ermitas y parajes que dan cobijo en los campos a quien busca sosiego y belleza, también son numerosos. Virgen de La Antigua, Virgen de la Carrasca, Virgen de los Olmos, Virgen de los Desamparados, Virgen de Luciana. Las ermitas rurales de Villahermosa. Las ermitas urbanas de Torrenueva.

La fuente Imperial de Almedina merece una visita por sí sola. Complementada con el puente de piedra, la ermita de Los Remedios y las metafísicas vistas de su paisaje semidesértico.

Es muy enriquecedor para los ojos que buscan la autenticidad rural, pasear estos caminos o recorrer estas carreteras habitadas por pueblos inmersos en paisajes agrícolas que siguen roturando la tierra con el mismo proceso que los originó hace siglos.

Vista de Villamanrique. Autor, desconocido

Vista de Villamanrique. Autor, Miguel Felguera

La histórica y literaria comarca del Campo de Montiel, posee en su centro geográfico la fortuna de albergar una ciudad del Siglo de Oro en Villanueva de los Infantes, y una auténtica villa rural manchega en Fuenllana.

Y toda la comarca disfruta de una orografía ideal para disfrutarla a pie, bicicleta, o caballo. Paisajes amables acunados entre suaves ondulaciones adornadas con machas de monte mediterráneo.

Parajes grandiosos en las estribaciones de Sierra Morena como La Herrumbrosa en Castellar de Santiago, que unido al conjunto de espacios que llegan hasta la sierra de Relumbrar en Villanueva de la Fuente componen un mosaico de fauna y flora de valor excepcional.
Aves esteparias campando por las grandes extensiones cerealistas. Rapaces sobrevolando los fantasiosos sueños del Quijote. Búhos reales internos en la lejanía del monte, sonando en las noches de invierno.
Y por supuesto el Parque Natural de las Lagunas de Ruidera. Espacio excepcional que debe ser tratado de forma más completa que la simple mención en este artículo informativo.

desde terrinches la zona de pinos es la ermita de San Isidro de terrinches. Autora, Mariangeles Minguez Gomez

Panorámica de Sierra Morena desde Terrinches. Autora, María Angeles Mínguez Gómez

El Campo de Montiel, sin duda, pronto estará en la exclusiva lista de lugares Patrimonio de la Humanidad, un mundo marcado por Don Quijote que sorprende al visitante por la cantidad de recursos propios que atesora.

Puesta de sol en el Campo de Montiel

Puesta de sol en el Campo de Montiel


Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano


Fotografía de portada: Trazado urbano de Torre de Juan Abad. Autor, Cogolludo

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Campo de Montiel. Una tierra por descubrir

Montiel

Tu escapada de fin de semana desde Madrid

No muy lejos de Madrid. A dos horas de viaje por cómodas autovías que puedes elegir pasando por Toledo, disfrutando de la inmejorable vista de una de las grandes ciudades históricas de Occidente.
Si el tiempo y las ganas te lo permiten adéntrate en su incomparable laberinto artístico. Mírala desde la ermita del Valle o desde la terraza del Parador en el cerro del Emperador. Verás su entramado, conglomerado renacentista y barroco, superpuesto sobre cimientos romanos, visigodos y árabes.
Desde la casa del Diamantista hasta el puente de San Martín. O desde el de Alcántara hasta la puerta del Cambrón, podrás recorrer paseando entre parques y murallas un montón de misterios contenidos en sus calles, palacios, conventos, pasadizos…
Despídete en la Venta del Alma, disfrutando la atmósfera de lo auténtico. Y dile adiós camino de La Mancha, contemplando la almunia árabe del palacio de Galiana, asentada en mitad de la vega.

Consuegra. Autor, Juan Jose Revenga Diaz

El recorrido que parte de Toledo hasta Consuegra regala el atractivo de un paisaje agrario sosegado y bien ordenado. Al final de una recta tan grande como los aventureros horizontes quijotescos, encontrareis la universal silueta de La Mancha girando en las venteadas aspas de los molinos.
Su castillo impone la Orden de San Juan, vigilando el territorio batallado por las cuatro órdenes militares que colonizaron la actual provincia de Ciudad Real. Frontera castellana y andalusí. Espacio de todos y muchas veces de nadie. Lugares expandidos en la inmensidad de la llanura, ideales para los solitarios sueños del Quijote.

Haz parada en Puerto Lápice. El pueblo-calle al borde del camino que desde Madrid, abre de par en par la novela de Cervantes. Últimamente convenientemente mejorado en la estética del entorno de su magnífica plaza, con el aporte del nuevo y bello edificio del ayuntamiento. Apoyado con las flamantes galerías de porches de madera color almagre que te acompañan hasta la preciosa Venta. Entra en la bodega, al patio. Cruza el zaguán. Esta edificación posee el espíritu que cautivó a Cervantes cuando transitando por tantos caminos dormía en lugares similares.

Plaza mayor de La Solana. Autor, Karp Panta

Desde aquí hasta La Solana cruzarás horizontes literarios que te conducirán a través del personaje cervantino, hasta el Campo de Montiel.
La plaza de La Solana, desconocida y a la vez una de las más atractivas de Castilla. Mantiene todo lo que la historia va concediendo al centro administrativo y social de una villa, con el valor añadido de una imagen cuidada y restaurada.

Continúa a San Carlos del Valle para ver los pináculos borbónicos de Felipe V. Edificado en mitad de los campos, en el camino real de Andalucía, una iglesia rural con diseño de basílica pontificia. Su plaza te dejará sin palabras. Elegante en la traza de su sencillez y muy acogedora por la belleza de su arquitectura rural compuesta por materiales naturales. Piedra, ladrillo rústico y madera. El buen gusto de una época que supo construir para el futuro, legándonos algo imperecedero y siempre apreciado.

Desde Madrid es el primer pueblo del plan de colonización de la despoblada sierra Morena, por orden de Carlos III, para proteger el tránsito entre la Corte y el puerto de Indias de Sevilla o Cádiz.

Visitando San Carlos del Valle

El siguiente destino, Villanueva de los Infantes. Junto con Almagro, los dos conjuntos histórico artísticos más completos de la provincia.
Infantes posee un patrimonio inigualable emplazado en el Siglo de Oro. Por allí han pasado literatos como Quevedo, Cervantes o Lope de Vega. Sus atrayentes calles pobladas de palacios armados con portadas blasonadas en contraste y complementadas con calles blancas que mantienen la identidad popular manchega, confiriéndole una imagen sumamente valiosa como algo excepcional por su armonía, belleza y valor histórico.

Al siguiente día, ya de regreso a Madrid, pásate por las Lagunas de Ruidera. Si vas en primavera, encontrarás un vergel del Paraíso. A pesar de una pequeña parte mal urbanizada. El primer espacio natural protegido de la región, conserva intacta su vitalidad y su incalculable valor medio ambiental como reserva de la biosfera. El complejo fluvio-lacustre que desborda el Guadiana, el Río de los Patos, de los romanos, por las características anátidas que lo pueblan. Caminar al borde de este curioso espacio, rarísimo en el mundo por sus cualidades geológicas, te ofrece contacto directo con la naturaleza de nuestros antepasados prehistóricos. Muchos lugares del parque conservan esa agreste naturaleza, que encontrarás adentrándote en sus senderos más apartados de la civilización.

Reflejos en Villanueva de los Infantes. Autora, Margabel2010

Viajarás a través de los pasos de Cervantes y podrás dormir en lugares con mucho encanto. Especialmente en Villanueva de los Infantes o Ruidera. Comerás el mejor queso del mundo, bebiendo vinos manchegos. Asadillo a base de tomate y pimiento. Gachas, lomo de orza, duelos y quebrantos…

Esta tierra todavía por descubrir mantendrá siempre su vocación caminera como natural cruce de culturas que han surcado sus veredas, comunicando la península Ibérica en sus cuatro puntos cardinales. Es un buen lugar, el Campo de Montiel, como Lugar de La Mancha, donde Don Quijote comenzó a caminar, para servirte de destino o escala para continuar hacia los paraísos de Andalucía que tan bien Cervantes conocía.
Desde aquí se divisan las sierras de Segura y Cazorla. No muy lejos Úbeda y Baeza y por su puesto, un buen lugar de paso, camino de Córdoba o Granada.
Si vas a Andalucía, o regresas a Madrid, desvíate al Campo de Montiel, descubre la esencia que todavía perdura de lo que Cervantes encontró para servirle de inspiración. Te esperamos.

El color turquesa de las Lagunas de Ruidera. Autor, fcsanjuan


Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano