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El Almagro más heroico. Don Diego y el descubrimiento de Chile

El Almagro más heroico. Don Diego y el descubrimiento de Chile

En la plaza Mayor de Almagro, delante del Teatro y rodeada de un pequeño espacio ajardinado, los visitantes pueden contemplar la estatua de un caballero en pose orgullosa y desafiante sobre su montura. Se trata del Adelantado Don Diego de Almagro, hijo ilustre de la ciudad, que en la primera mitad del siglo XVI llevó a esta villa ciudadrealeña a figurar con honor en los anales de la historia hispanoamericana y aún mundial. Su hazaña: el viaje que organizó y lideró para descubrir las entonces ignotas tierras de Sudamérica bañadas por el Pacífico, y hoy conocidas por el nombre de Chile.

Estatua ecuestre de Luis Zamarreno en Almagro. Autor, Luiszamarreno

Estatua ecuestre de Don Diego en Almagro. Autor: Luiszamarreno

Retrato en blanco y negro de una calle de Almagro. Autor, Festival de Almagro

Retrato en blanco y negro de una calle de Almagro. Autor: Festival de Almagro

Detalle de la Plaza Mayor de Almagro. Autor, Elarequi61

Detalle de la Plaza Mayor de Almagro. Autor: Elarequi61

La Plaza Mayor de Almagro cuenta con los suficientes atractivos arquitectónicos como para ser considerada una obra maestra. Su forma de planta rectangular, y los magníficos soportales de columnas en piedra de orden toscano bajo dos galerías corridas, atraen cada año a miles de visitantes que gustan de pasear sosegadamente por uno de los rincones urbanos más originales de Europa. Hoy las galerías están cubiertas con acristalamientos, pero en su origen sirvieron de tribunas abiertas para actos públicos de todo tipo, como las famosas corridas de toros, organizadas en ésta y otras plazas españolas hasta que fueron prohibidas en el siglo XVIII por el rey Carlos III. En uno de sus extremos se encuentra la estatua ecuestre de Don Diego de Almagro, obra de Joaquín García Donaire. Su figura sigue presidiendo la vida cultural y social de este rincón almagreño, y aunque alguien poco versado en acontecimientos opine que se trate de un mero atributo local, carente de importancia, nada está más lejos de la realidad: el porte señorial e impertérrito de esta imagen atesora una de las más increíbles historias de esfuerzo, coraje y supervivencia protagonizadas alguna vez por el ser humano…

Plaza de Armas e Iglesia de la Compañía de Jesús, en Cuzco, Perú. Autor, Palindrome6996

 Plaza de Armas e Iglesia de la Compañía de Jesús, en Cuzco, Perú. Autor: Palindrome6996

Expedición de Almagro a Chile. Obra de Fray Pedro Subercaseaux (1880-1956)

Expedición de Almagro a Chile. Obra de Fray Pedro Subercaseaux (1880-1956)

Y es que pocos alcanzan a imaginar las enormes penalidades que el Adelantado Don Diego debió arrostrar en su viaje hacia las latitudes más meridionales de Sudamérica, partiendo de la ciudad de Cuzco. Aún hoy la travesía se presenta complicada debido a la imponente cordillera andina, con picos que superan ampliamente los 6000 metros de altura, así como a la existencia en la zona de algunos de los desiertos más áridos del mundo. En el mes de julio de 1535, acompañado por 570 españoles y varios miles de indios y negros, Almagro salió de Cuzco para acometer el proyecto de explorar las tierras situadas al sur del recientemente conquistado Imperio Inca. Tras los hombres viajaban varios rebaños de llamas y piaras de cerdos, animales que iban a servirles de sustento durante el largo viaje. A unos 250 km al sureste de Cuzco, el camino Inca sale definitivamente de la protección de los valles y entra en el altiplano boliviano, una alta meseta azotada por los vientos y rodeada de cumbres heladas y saladares. Los españoles quedaron admirados cuando vieron allí restos de edificios imponentes construidos con bloques de piedra tallada, cada uno de los cuales pesaba más de 100 toneladas.

Paisaje en el altiplano boliviano. Autor, A. Davey

Paisaje en el altiplano boliviano. Autor: A. Davey

Detalle del sitio arqueológico de Tiwanaku, Bolivia. Autor, Josemar Ferreira

Detalle del sitio arqueológico de Tiwanaku, Bolivia. Autor: Josemar Ferreira

Cuando superaron los 4000 metros sobre el nivel del mar, el sufrimiento del grupo empezó a ser evidente. A los soldados les costaba respirar y quedaban cegados por la brillante luz presente en aquella atmósfera tan enrarecida. Mientras el frío causaba estragos en los hombres, la comida y el agua se hacían cada vez más escasas. En aquellas latitudes meridionales era mediado el invierno, y ninguna ropa ni armadura resultaban suficientes para preservar del frío helador que les atravesaba el cuerpo. Jinetes y caballos caían presos de los primeros síntomas de congelación, de los cuales ya nunca se curarían. Un cronista de la época relata que: “El suelo estaba tan frío que cuando Don Diego de Almagro volvió a Cuzco en su regreso, muchos meses después, encontró en varios lugares a hombres que habían fallecido helados junto a las rocas, y al lado de los caballos que montaban, y sus cuerpos estaban tan incorruptos que parecía que acababan de morir”. Solo en una noche murieron hasta 70 caballos, mientras que al vadear un río desbordado se perdió la mayor parte de las provisiones y casi todo el rebaño de llamas que traían. En cuanto a los indios, éstos caían aniquilados o desertaban en tan gran número que los españoles tuvieron que tomar porteadores a la fuerza entre los residentes del país, lo que causó más de un serio revés. El propio Almagro sufriría importantes heridas tras precipitarse al suelo y ser aplastado por su montura, después del ataque que organizó a una de las escasas aldeas existentes en la zona.

Volcán Parinacota, en la frontera entre Chile y Bolivia. Autor, S. Rossi

Volcán Parinacota, en la frontera entre Chile y Bolivia. Autor: S. Rossi

Conquistador español a caballo. Autora, Margaret Duncan Coxhead

Conquistador español a caballo. Autora: Margaret Duncan Coxhead

En Tupiza, en el suroeste de Bolivia, alcanzaron el límite sur del altiplano. La exhausta fuerza descendió al solitario valle de Salta, en el noroeste de Argentina, zona donde descansarían los restantes meses del invierno antes de reanudar la marcha. Pero la parte más difícil de su viaje no había comenzado aún. Ahora los exploradores tenían que cruzar las cumbres de los Andes si querían pasar a la zona costera de Chile, y las bajas fueron aumentando conforme Don Diego les conducía a través de los pasos helados hacia Copiapó. La expedición se separó en varios grupos para afrontar mejor la búsqueda de alimento y refugio en las montañas. Aún así, era ya pleno invierno y un frío intensísimo hizo muy difícil el paso de la cordillera, en la cual murieron casi todos los indios que los acompañaban. Una vez agotadas sus provisiones, los hombres comían únicamente hierbas y raíces, salvo cuando la suerte los llevaba a encontrar algún caballo muerto y abandonado por los grupos precedentes, y que gracias al frío se conservaba en perfecto estado. La escasa vegetación hacía poco menos que imposible encender fuego para calentarse, de modo que más de 1600 personas murieron finalmente durante aquella marcha a consecuencia del hambre o las bajas temperaturas. Era tal el reguero de hombres caídos a lo largo del sendero que llevaba a las cumbres, que durante las tempestades de nieve, frecuentes en esa época del año, los soldados se defendían del viento formando parapetos con los cadáveres de los indios que habían quedado atrás.

Aymara Woman, El Alto, Bolivia

Mujeres Aymara en El Alto, Bolivia. Autor: Szeke

Caravana atravesando un paso de montaña en plena tormenta. Obra de Alfred Jacob Miller (1810-1874)

Caravana atravesando un paso de montaña en plena tormenta. Obra de Alfred Jacob Miller (1810-1874)

Llamas en el desierto de Atacama, norte de Chile. Autor, Luca Galuzzi

 Llamas en el desierto de Atacama, norte de Chile. Autor: Luca Galuzzi

Uno de los miembros más fuertes de la expedición fue la llama, puesto que en medio de todas aquellas penalidades, estos animales necesitaban pocos cuidados y podían transportar cómodamente hasta 30 kilos de peso durante toda una jornada. Ahora bien, según cuenta el cronista Zárate, el temperamento de la “oveja peruana” dejaba mucho que desear: “Cuando se fatigan, se tumban y no se levantan aunque se les pegue o se tire de ellas; lo único que cabe hacer es descargarlas de su peso. Si se cansan cuando uno va montado y les acucia para que sigan adelante, giran la cabeza y le salpican con un líquido que apesta y que llevan en el buche (…)”.

La Araucania, al sur de Chile. Autor, Flavio Camus

La Araucania, al sur de Chile. Autor: Flavio Camus

Mujer y gaucho chileno en un trigal. Autor, Toni Frissell

Mujer y gaucho chileno en un trigal, años cuarenta. Autor: Toni Frissell

Una vez llegados a Copiapó, Almagro llevó a sus hombres hacia el sur a lo largo de la costa chilena. La brisa suave y la vegetación abundante fueron un constante alivio con respecto a la etapa anterior, pero finalmente se detuvieron en lo que hoy es Santiago, en el Chile central. Tras más de 4000 km desde su salida del Perú, no habían encontrado en parte alguna riquezas que pudieran compararse con las de los Incas, de modo que no tuvieron más alternativa que plantear su regreso. Para no pasar las penalidades que arrostraron en la ida, ciñeron su viaje de vuelta a Cuzco lo más cerca posible de la costa, y en consecuencia la primera fase del trayecto fue rápida y cómoda para todos. Las tierras no eran ya desconocidas y los soldados estaban repuestos de fatigas y con buenos ánimos, puesto que regresaban a la civilización.

Catedral y Plaza de Armas de Santiago de Chile. Autor, Poco a Poco

Catedral y Plaza de Armas de Santiago de Chile. Autor: Poco a Poco

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 Paisaje costero en la isla de Chiloé, Chile. Autor: Ian Rutherford

Reunión de indios Mapuches, propios del sur de Chile. Autor, Jules Peco (siglo XIX)

Reunión de indios Mapuches, propios del sur de Chile. Autor: Jules Peco (siglo XIX)

Sin embargo la dicha no duró mucho, puesto que los españoles se encontraron más allá de Copiapó a las puertas del desierto de Atacama, una de las regiones más áridas e impenetrables del mundo. Conforme iban progresando hacia el norte en jornadas de más de 20 km al día, el sol caía a plomo sobre ellos y no había vegetación alguna que rompiera la monotonía de aquel paisaje muerto. Tan solo destacaba al fondo la cordillera de los Andes, cubierta de nieve, que parecía burlarse de los soldados, mientras éstos avanzaban penosamente bajo el sol abrasador y los efectos paralizantes de la sed. Hasta tal punto regresaron quebrantados Almagro y sus tropas, dos años después de su salida de Cuzco, que desde entonces se denominó «roto de Chile» a todo aquel que volvía de un viaje a esas tierras meridionales. Sin embargo los atractivos superaron a las penalidades, y solo 4 años más tarde se organizó una nueva expedición hacia los valles fértiles del cono sur, esta vez coronada por el éxito: fue la que llevó al extremeño Pedro de Valdivia a la conquista del reino de Chile, o Nueva Extremadura, y a fundar su actual capital Santiago de Chile en las cercanías del Huelén el día 12 de febrero de 1541.

Mulos salvajes en el desierto de Atacama. Autor, Chris Huggins

Mulos salvajes en el desierto de Atacama. Autor: Chris Huggins

Torres del Paine, al sur de Chile. Autor, S. Rossi

Torres del Paine, al sur de Chile. Autor: S. Rossi

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Montiel medieval. La vida cotidiana en un mercado de la Edad Media (3ª Parte)

Montiel medieval. La vida cotidiana en un mercado de la Edad Media (3ª Parte)

No es empresa fácil abrirse paso por el bullicio y el desorden que significa un mercado medieval. Como los habitantes de Montiel y aldeas próximas han de proveerse en él de todo lo necesario para el vivir diario, y aún de lo superfluo, la ciudad y el campo se han vaciado en la explanada habilitada al efecto. Existen algunas tiendas dentro de la cerca que constriñe el casco urbano, pero éstas sirven bien para remedio de los más pobres, cuya penuria no les permite hacer acopio un día a la semana de lo más necesario, o bien han surgido al calor del lujo para ofrecer a los ricos los productos más apetecibles: pan tierno, bocados exquisitos, carnes frescas, joyas y bellos paños. Ninguna de estas tiendas bastan para el aprovisionamiento de la ciudad, y así el vecindario se aglutina el día del mercado y acude al punto acordado para vender y comprar, que pocos dejan de ser a la vez mercaderes y consumidores.

2. Parroquia de San Sebastián Mártir. Autor, acusticalennon

Parroquia de San Sebastián Mártir. Montiel. Autor, acusticalennon

Unos venden las galochas, abarcas y zapatones que han fabricado durante la semana, para comprar a su vez nabos, sebo, pan, vino, una pierna de carnero, cecina de vaca o de castrón. Otros venden el trigo y el vino que les sobra, cabezas de ganado menor, lino, legumbres, alguna res envejecida por el trabajo o desgraciada en accidente fortuito, adquiriendo después rejas de arado, espadas y monturas, o bien sayas, mudas de mesa, tapetes y azadones.

Para gozar de la sombra, los hortelanos han armado sus miserables toldos. Han clavado en el suelo gruesos troncos, cruzado dos ramas por los agujeros abiertos en los palos unos dedos antes de su remate, y tendido después sobre ellas un sucio pedazo de lienzo moreno. Bajo estos tenderetes, en grandes banastas hechas con delgadas tiras de corteza de sauce, o en cestos de mimbre, ofrecen manzanas, ajos, cebollas, higos, peras, nueces y otras mil frutas y hortalizas diversas, de las que hacen acopio mujeres vestidas con sayas de todos los colores.

3. Escena cotidiana de la Baja Edad Media. Obra de Pieter Brueghel, el Joven (1564-1638)

Escena cotidiana de la Baja Edad Media. Obra de Pieter Brueghel, el Joven (1564-1638)

En todo comercio es necesario pagar impuestos al estado, y éste de Montiel no es una excepción. La tasa puede ser en dinero o en especie y varía según la mercancía y su cantidad. Por ejemplo, por cada carreta de nabos se exige tres denarios; uno por la carga de cada pollino, y un puñado de nabos a los labriegos que vienen a pie con las alforjas llenas. De cada carro de ajos o cebollas se toma veinte ristras de ocho cabezas, diez ristras por la carga de un asno y cinco por la de un peón, y en proporción análoga se cobra igualmente por las nueces, peras, higos y demás productos que se venden en aquella zona del mercado.

4. Danzas medievales infantiles. Autor, Pedro Castellanos

Danzas medievales infantiles. Autor, Pedro Castellanos

En otras zonas de la explanada pueden adquirirse pellejos de vino y de aceite; sacos de sal traídos a lomo de acémilas desde las salinas; ramas para encender fuego, cestos con gallinas y palomas, cera, miel, queso… El aceite se acaba pronto pues los sacos son disputados con energía por los siervos de cocina de nobles o prelados. Y es que no siempre es fácil proveerse de manteca en cantidad suficiente, y a menudo es insufrible el sabor del sebo rancio en las comidas. Se busca especialmente el aceite de oliva, y menos el de linaza y el de nueces, éstos últimos de menor calidad.

5. Panorámica de Terrinches. Campo de Montiel. Autor, Antonio Jimeno

Panorámica de Terrinches. Campo de Montiel. Autor, Antonio Jimeno

Resguardados por toldos parecidos a los usados por los hortelanos, algunos industriales venden sus utensilios para uso de artesanos y labradores. Sentadas detrás de sus cántaros, ollas, pucheros y barreños, unas mujeres esperan comprador para sus cacharros, mientras que algún mozo más allá ofrece instrumentos de hierro, latón, acero o cobre. Sobre mantas raídas tienen además hachas, hoces, azadas, azuelas, cuchillos y tenazas, así como morteros, sartenes, trébedes, calderos y cuencos, entre los que figuran algunos de latón. Otros venden arreos de animales de carga y ruedas para carro. El chirriar de esas ruedas para un oído avezado da idea de la solidez o al menos de la técnica empleada en su elaboración.

6. Rincón del siglo de Oro en Villanueva de los Infantes.

Rincón de Villanueva de los Infantes. Autor, Desconocido

Y todas estas mercancías, ¿con qué dinero se pagan? Asombrosamente, con el más variado. Se admiten toda clase de monedas de plata, de diferentes países, e incluso piezas romanas que surgen en el campo de vez en cuando levantadas por el arado. La variedad de numerario se unifica pesándolo todo en una pequeña balanza.

Los mercaderes de tela son los que más pueden engañar al cliente, porque juegan con la vanidad de los señores ávidos de adquirir género importado de otras áreas más ricas o supuestamente del extranjero, en cuyo caso tienen más reputación. La habilidad del vendedor para acomodar sus precios a la inteligencia del cliente es fundamental para realizar una buena venta. En otros momentos el engaño viene por la vara de medir, de modo que enseñan al cliente una vara larga y luego realizan el cambiazo midiendo el género con la vara más pequeña. Y los hay también que, con el fin de engañar más fácilmente, dejan en semioscuridad sus tiendas al mostrar las telas: de esta forma hacen pasar tejidos de un origen por otro de mayor rango, e incluso el color marrón por el púrpura, y el pálido trigueño por el dorado vivo… Todo en la más completa penumbra hasta que llega el momento de cobrar, por supuesto, cuando abren las contraventanas de par en par para poder contar mejor los dineros.

7. Atardecer en los Campos de Montiel. Autor, Miguel Angel Rivas Ayuso

Atardecer en los Campos de Montiel. Autor, Miguel Angel Rivas Ayuso

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Montiel medieval. La vida cotidiana en un mercado de la Edad Media (2ª Parte)

Montiel medieval. La vida cotidiana en un mercado de la Edad Media (2ª Parte)

Llega la mañana y los tenderetes se levantan, las casetas hacen su aparición y con ellas, la plaza o el descampado se llenan de gentes de toda procedencia y condición social. En las esquinas, por supuesto, no deben faltar los pobres de necesidad, y también aquellos que lo parecen pero no lo son. Ya entonces se clamaba contra los “grandes tacaños, ladrones y tahúres que fingen deformaciones engañando al público y luego se rodean en crapulosas juntas criadoras de toda maldad”. Por eso algunos tratadistas de la época insistían en la necesidad de que los verdaderos pobres pudiesen demostrarlo mediante una bula de plomo colgada al cuello, y que ésta llevase impresa las armas del ayuntamiento. En la misma línea se clamaba también contra jugadores, alquimistas, vagos, los que ejercen maleficios y las alcahuetas, aunque éstas últimas lo era más por una razón social que moral, ya que “provocan adulterios dando lugar a la bastardía”.

2. Recreación historia. Llegada de Pedro I a Montiel. Autor, InfantesDigital

Recreación historia. Llegada de Pedro I a Montiel. Autor, InfantesDigital

Un fraile catalán del siglo XIV, Francisco Eiximenis, pregonaba en sus escritos que desde que el mundo es mundo ha habido quien trabaja y quien no lo hace, por lo que deben encontrarse fórmulas que limiten el ocio, la madre de todos los pecados. Así establece una serie de remedios infalibles para reducir el número de “vagos” que aparecen en calles y mercados:

“Pobres, lisiados y enfermos, a pesar de su situación, deben hallar una manera de ser útiles: todos pueden rezar y pedir perdón por sus pecados; los ciegos pueden realizar trabajos con las manos (tocar las campanas, manejar el fuelle de los herreros…), los mancos pueden hacer recados, llevar paquetes al cuello o trabajar con los pies (pisando cuero para ablandarlo), los cojos sirven como maestros de los niños, pueden escribir o ser revendedores en puestos fijos, e incluso los leprosos pueden hacer, alejados de los sanos, eso sí, los trabajos que otros hacen dentro de la comunidad”.

3. Escena medieval de época gótica. Autor, Desconocido

Escena medieval de época gótica. Autor, Desconocido

En los mercados y ferias es común hallar una ocupación que genera amplias divisas sin apenas esfuerzo: la de los trileros. Consiguen el dinero ajeno de forma peligrosa mediante cubiletes y la famosa esfera al uso: cuando el apostador cree que la bolita está bajo uno de ellos, en realidad se encuentra en otro, haciendo en consecuencia perder al incauto un dinero difícilmente ganado. Entonces llamaban a este truco el “Pasa-pasa” por la facilidad con que el artista hacía trasladarse la bola de uno a otro recipiente. Junto a estos embaucadores se encontraba también el domador, que aparece en los relieves góticos con el oso amaestrado atenazado por la argolla en las fauces, al igual que el “húngaro” de siglos posteriores.

4. Lucha de Paladines. Autor, Desconocido

Lucha de Paladines. Autor, Desconocido

Los colonos recién llegados a estas tierras de frontera recién conquistadas, como lo fue el Campo de Montiel durante el siglo XIII, encontraron que algunas de las costumbres de Al-Ándalus tenían muchas más ventajas que perjuicios… Y las hicieron suyas. Una de las más llamativas (por la escasa conciencia de aseo personal que existía entonces) era la de los baños públicos: hasta tal punto resultaron estos locales providenciales para el hosco comerciante, el hidalgo o el burgués, que según nuestro erudito Sánchez Albornoz su uso se extendió como la pólvora y llegaron a ser mucho más corrientes en nuestro país de lo que se piensa. Los baños públicos fueron casi siempre de propiedad real, y el estado o concejo dictaba los días en que se podía acceder a ellos según sexo o raza. Por ejemplo, muchos fueros municipales estipulan que los martes, jueves y domingos deben reservarse para las mujeres, y el resto de los días para los hombres. A veces se especifican razas, y así, en el fuero de Sepúlveda, los jueves y sábados solo se abrían para los varones mientras que los viernes y domingos quedaban para uso exclusivo de los judíos.

5. Vista de Montiel desde el Castillo de La Estrella. Autor, Ciudad-Real.es

Vista de Montiel desde el Castillo de La Estrella. Autor, Ciudad-Real.es

Existía además una rígida legislación contra los frecuentes casos de robos o libertinaje en estos locales. No eran raras, por ejemplo, las riñas más o menos casuales y en las que el resultado era algún muerto por arma blanca. Tampoco la presencia de prostitutas, aunque dada la rígida moralidad de la época éstas ejercían su oficio ocultas bajo el velo de determinados formalismos (oficialmente se trataba de camareras con el cometido de cuidar de las tinas y los fogones).

6. Escena de la época que representa un mercado medieval. Autor, Desconocido

Escena de la época que representa un mercado medieval. Autor, Desconocido

En cuanto a los rateros, los había de todos los gustos y colores: pillastres, ladrones de guante blanco, jugadores tramposos… Por fortuna las leyes municipales regulaban extensamente estos ataques al bien ajeno y así, puede leerse en algunos fueros que:

“Si el objeto robado pertenece al establecimiento, el culpable será sentenciado a la amputación de una oreja. Pero si la víctima es un particular mientras disfrutaba de su baño, condénese al ladrón a perder las dos orejas”.

Continuará…

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Montiel medieval. La vida cotidiana en un mercado de la Edad Media (1ª Parte)

Montiel medieval. La vida cotidiana en un mercado de la Edad Media (1ª Parte)

Los próximos 22 y 23 de marzo se celebran en la localidad de Montiel las XL Jornadas “Montiel Medieval”, Fiesta de Interés Turístico Regional y que este año coincide además con el 680 aniversario del nacimiento del Rey Pedro I de Castilla (1334-2014). Tras la conquista cristiana desencadenada en 1212 con la batalla de las Navas de Tolosa, y que culminó con el asedio y toma del castillo de la Estrella entre 1224 y 1227, Montiel se convirtió en uno de los referentes socioeconómicos más importantes de la frontera gracias a la Orden de Santiago. Mucho ha llovido desde entonces, pero visitar hoy el lugar donde leyenda y ciencia coinciden en situar la muerte del Rey Cruel a manos de su hermanastro, constituye todavía un ejercicio de espiritualidad que refrenda de manera sublime el perfil hierático del castillo, entre los cerros rojos y los olivares que lo rodean por sus cuatro horizontes. En palabras de Salvador Carlos Dueñas:

“Testimonio vencido sin quererlo. Por fin socorrido. El Castillo de la Estrella sigue siendo el rey del valle del Jabalón, imponiendo su presencia como lo más rotundo de un paisaje auténtico y esencial, clavado en la Historia, olvidado del tiempo. Donde el viento entre los cantiles, suena a veces airado como el pendón de Castilla a punto de batallar. Cerro mágico con mucho de Santiago y todavía algo de Granada, Córdoba y Sevilla”.

2. Animación en un Mercado Medieval. Autor, Jose María Moreno García

Animación en un Mercado Medieval. Autor, Jose María Moreno García

Pero más allá de la gesta queremos dedicar este artículo a lo que fue la vida cotidiana de las gentes que ocuparon Montiel, y que de forma magistral se recrea todos los años en el mercado medieval organizado a finales de marzo en esta localidad manchega. Damas, campesinos, alcahuetas, plateros, comediantes, curtidores, mendigos, frailes… Montiel fue un crisol de gentes y ocupaciones que tuvo su punto álgido entre los siglos XII y XV, en plena Baja Edad Media. Declinó después con el ascenso a categoría de villa de una de sus aldeas, Villanueva de los Infantes, honor que fue refrendado en época de Felipe II hasta alcanzar la capitalidad de toda la comarca de Campo de Montiel.

3. Escena cotidiana de la Baja Edad Media. Obra de Pieter Brueghel, el Joven (1564-1638)

Escena cotidiana de la Baja Edad Media. Obra de Pieter Brueghel, el Joven (1564-1638)

Uno de los núcleos vitales de una villa medieval como Montiel lo constituía el mercado. Los mercados se levantaban de forma más o menos regular al amparo de un castillo, junto a una posada o en un cruce de caminos, y a menudo fue esta dinámica espontánea la que dio lugar a centros urbanos en lugares antes casi despoblados. En días fijos, los habitantes de las villas y de los mansos (tierras entregadas al campesino que se encomendaba a un señor, pasando así a ser su siervo) acudían al lugar señalado, y a él iban también los mercaderes y vendedores ambulantes para realizar las compraventas o los intercambios en especie habituales. Gracias al mercado los habitantes de las zonas rurales podían procurarse alimentos, vestidos o útiles que les hubiese sido difícil adquirir de otro modo. Su periodicidad, semanal o bisemanal, garantizaba de esta forma el abastecimiento.

4. Paisaje del Campo de Montiel. Villamanrique. Autora, Sagrario Téllez Labrador

Paisaje del Campo de Montiel. Término de Villamanrique. Autora, Sagrario Téllez Labrador

En emplazamientos especiales, y con ocasión de solemnidades religiosas, solían celebrarse también ferias importantes a las que acudían personas de lugares muy alejados, y donde se compraban objetos que serían inusitados en un simple mercado. Las ferias duraban a veces varios días y daban lugar al levantamiento de barracones de madera o tenderetes, y eran ocasión de lucimiento para los juglares y otros comediantes. Sin embargo, mientras muchas ferias han perdurado hasta nuestros días y siguen aún celebrándose en descampado, algunos mercados hicieron que en el lugar donde se celebraban las transacciones fueran edificándose algunas casas, plazas o lonjas, dando lugar con el tiempo a pequeños burgos que posteriormente se convirtieron en grandes ciudades.

5. Un banquete medieval. Obra de Pieter Brueghel, el Joven (1564-1638)

Un banquete medieval. Obra de Pieter Brueghel, el Joven (1564-1638)

Los mercados, al igual que en la actualidad, empezaban a levantarse cuando aún no había apuntado apenas el día. Las calles a esa hora estaban totalmente a oscuras, porque la vida en Montiel y otras ciudades se desarrolla preferentemente desde el amanecer hasta el crepúsculo. Quienes deambulan por ellas, pocos, tienen que llevar su propia luz, y en el caso de los más pudientes es el criado o el mozalbete el que actúa de portaantorcha. Pero en general los nobles y burgueses solo ocupan las calles del mercado cuando éste ya ha sido levantado, bien entrada la mañana. A esas horas, los que atraviesan presurosos las calles desiertas son los trabajadores dirigiéndose a sus lugares de oficio, o gremios. Hasta tal punto cada oficio tenía su zona delimitada en el pueblo, que con el tiempo éstas pasaron a conocerse como “El barrio de los tejedores”, “La Platería”, “El barrio de curtidores”… tal y como siguen denominándose todavía hoy, en las ciudades de alcurnia procedentes de aquella época.

6. Campos de La Mancha, cerca de Montiel. Autor, Pablo Sánchez

Campos de La Mancha, cerca de Montiel. Autor, Pablo Sánchez

Allí, en el zaguán o en el cuartucho pobremente iluminado, están ya trabajando el maestro, el oficial y el aprendiz. Al amparo del primero se coloca el tercero, sin paga al principio, para aprender su oficio hasta convertirse en oficial. Después, si pasaba el examen ante otros maestros, accedía al grado máximo con la autorización de abrir un nuevo taller por su cuenta. Los gremios podían considerarse como los sindicatos de hoy, y de ellos proceden las actuales Cofradías y su tradicional forma de actuar hasta hace bien poco: caja de protección para enfermos y desamparados; entierros para damnificados en calamidades públicas… Y es que estos estamentos profesionales se caracterizaban por su gran dedicación religiosa, hasta el punto de que cada uno estaba bajo la advocación de algún santo patrón: los carpinteros con San José; los zapateros con San Crispín. En algunas iglesias se conservan todavía capillas especiales dedicadas al gremio y que en aquella época eran costeadas íntegramente con las donaciones de sus socios.

Continuará…

7. Monolito en el Castillo de San Polo

Monolito en el Castillo de San Polo. Montiel

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San Francisco Javier y la Javierada. Un hito religioso en tierras navarras (1ª parte)

“Francisco, capitán de Dios, ha terminado sus cruceros. Ya no le queda suela a sus plantas y tiene más gastado el cuerpo que la sotana. Ha llevado adelante lo que le indicaron que hiciera; no todo, pero sí lo que pudo. Se acuesta sobre la tierra, porque no puede más. Y es verdad que ahí cerca tiene a China, y es verdad que aún no la ha pisado. Pero ya no puede adentrarse, muere ante ella; se tiende, pone a su vera el breviario. Dice “Jesús”. Perdona a sus enemigos, hace su plegaria y, tranquilo, como un soldado, pies juntos, cuerpo erguido, cierra austeramente los ojos y se cubre con la señal de la cruz”.

Vista desde el Castillo de Javier. Autor, Viajar sin Destino

Vista desde el Castillo de Javier. Autor, Viajar sin Destino

Las palabras de Claudel ilustran bellamente el momento de la entrega del alma del que fuera un peregrino incansable por este mundo de Dios, navarro por más señas y del Castillo de Javier, que expiró a las puertas de China en el amanecer del día 3 de diciembre de 1552. Se trataba de San Francisco Javier, miembro del grupo precursor de la Compañía de Jesús y estrecho colaborador de su fundador, Ignacio de Loyola.

Detalle de la vida de San Francisco Javier. Autora, Jacqueline Poggi

Detalle de la vida de San Francisco Javier. Autora, Jacqueline Poggi

El Castillo de Javier se encuentra cercano a la localidad del mismo nombre, sobre una colina cercana donde exhibe su estampa clásica al estilo de las grandes fortificaciones renacentistas de Francia o Alemania. Pero el castillo de Javier es mucho más antiguo, ya que sus orígenes se remontan a los comienzos del X. Efectivamente, en su base se conservan todavía algunos zócalos de confección musulmana y que podrían ser de aquella lejana época, aunque la construcción, tal y como la podemos ver ahora, es mucho más reciente y de origen cristiano. Del siglo XI data el primer edificio y su recinto, mientras que no fue sino hasta dos siglos más tarde cuando se añadieron varios cuerpos poligonales y torres que le dieron su configuración definitiva. Era la época del rey Sancho VII de Navarra, héroe de las Navas de Tolosa y cuñado del archiconocido Ricardo Corazón de León. En torno al año 1223 el castillo pasó a su poder debido a los impagos de su anterior propietario, y desde entonces la historia le fue muy dispar, llegando a quedar abandonado y al borde de la ruina más absoluta a finales del siglo XIX.

Javierada año 2011. Autor, Parroquia de Santa Engracia

Javierada año 2011. Autor, Parroquia de Santa Engracia

Tuvo que llegar 1940 para que la cuna de San Francisco Javier fuera catapultada a la fama con la celebración de la Javierada, peregrinación religiosa en honor al Santo y que en próximas fechas tendremos ocasión de disfrutar de pleno. Efectivamente, en la actualidad se realizan dos convocatorias de la Javierada sin distinción de sexo: en la primera participan sobre todo diversos pueblos del sur de Navarra, que se dirigen hacia el castillo el primer domingo entre el 4 y el 12 de marzo. El segundo turno, en cambio, se realiza con mayor devoción si cabe para el sábado siguiente.

El jesuita viajero. Autor, Víctor Gomez

El jesuita viajero. Autor, Víctor Gómez

Francisco Javier fue canonizado en 1622, al mismo tiempo que santos insignes de la talla de Ignacio de Loyola, Teresa de Ávila, Felipe Neri e Isidro el Labrador. Uno de los tripulantes del navío que lo llevó hasta las costas donde había de encontrar la muerte, había aconsejado que se llenase de barro el féretro para poder trasladar más tarde los restos. Diez semanas después, se procedió a abrir la tumba. Al quitar el barro del rostro, los presentes descubrieron que se conservaba perfectamente fresco y que no había perdido el color; también el resto del cuerpo estaba incorrupto y sólo olía a barro. El cuerpo fue trasladado a Malaca donde todos salieron a recibirlo con gran gozo, y a finales de ese mismo año se llevó a Goa, en la costa oeste de la India, donde los médicos comprobaron que efectivamente el cuerpo no había sufrido los estragos habituales de la muerte y se hallaba incorrupto. Ahí reposa todavía, en la iglesia del Buen Jesús.

Restos de la iglesia jesuita de San Paulo. Macao, China. Autor, Viajando ando

Restos de la iglesia jesuita de San Paulo. Macao, China. Autor, Viajando ando

La Javierada tuvo ya un loable intento de instauración en el siglo XIX, concretamente el 4 de marzo de 1886. Entonces la peregrinación fue organizada por la Diputación Foral de Navarra como agradecimiento al santo por haber evitado (según creencia popular de la época) una grave epidemia de cólera que sí causó numerosas bajas en otras zonas. Pero fue el 10 de marzo de 1940 cuando podemos hablar realmente de la primera Javierada, llevada a cabo por los carlistas de la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz en un intento de «perpetuar el espíritu de la Cruzada». Al año siguiente se convocó de forma oficial para el segundo domingo de marzo. La participación popular fue tal que tan solo 20 años más tarde se decidió organizar una Javierada exclusivamente femenina. Ésta se hacía durante el fin de semana posterior al masculino, y a pesar de los intentos de la Iglesia por evitarlo, la versión femenina siguió ganando adeptas hasta el punto de resultar inevitable la instalación de puestos de socorro en el camino, para tratar los frecuentes desfallecimientos que se producían en la marcha.

Continuará…

Puesta de sol en Goa, India. Autor, Shahnawaz Sid

Puesta de sol en Goa, India. Autor, Shahnawaz Sid

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Cuando el parque del Retiro era joven. Felipe IV y sus antojos (3ª Parte)

Cuando el parque del Retiro era joven. Felipe IV y sus antojos (3ª Parte)

Dado el entusiasmo que a Felipe IV le inspiraban las comedias, deducimos que aquel Real Sitio creado para su placer no podía estar sin representaciones teatrales que le permitieran alimentar su distracción favorita, y además hacerlo a lo grande, sin el incógnito y el misterio con que asistía a veces a los corrales públicos. De esta forma, al construirse el palacio del Buen Retiro se dispuso en su ala meridional un salón para representaciones teatrales. Después, en 1639, terminó de levantarse el llamado “Coliseo del Buen retiro”, más amplio y suntuoso que los corrales públicos y adecuado para las más variadas complicaciones de tramoya. Era el teatro oficial de la corte, y durante cierto tiempo solo asistían a él las personas distinguidas que el soberano gustaba de invitar. Sin embargo, la mayoría de las veces estaba abierto al público y aún con entradas de pago, al menos con parte de las localidades.

Estampa invernal. Autor, Sabersabor.es

Estampa invernal. Autor, Sabersabor.es

El escenario del “Coliseo del Buen Retiro” aventajaba en magnitud a cualquier teatro conocido en Madrid, y tenía además el privilegio de que podía abrirse por el fondo hacia el jardín, haciendo que éste formara también parte de las representaciones cuando se trataba de paisajes con árboles (preludio de lo que sería después el teatro de la Naturaleza). La etiqueta para asistir a estas representaciones debió ser estricta a juzgar por el comportamiento de la propia familia real, sus acompañantes y sus damas de honor. Según el relato del francés Bernaut:

“Entraron luego el rey, la reina y la infanta, llevando delante una vela una de las damas. El rey, al entrar, saludó a todas ellas, quitándose el sombrero, y se sentó en un cancel; la reina a su izquierda y la infanta a la izquierda de la reina. El rey, durante toda la representación, salvo una sola palabra que dijo a su esposa, no movió pie, ni mano, ni cabeza, solamente volvió los ojos a un lado y a otro, y cerca de él solo había un enano. Terminada la comedia abrazáronse todas las damas y fueron saliendo una tras otra, juntáronse en medio y asiéronse de las manos e hiciéronse mutuamente reverencias, que duraron un cuarto de hora, porque las hacían una tras otra. En tanto el rey estaba con el sombrero en la mano. Al fin se levantó también e hizo una reverencia a la reina, la cual hizo lo propio con la infanta”.

Cabaña del pescador. Autor, marcp_dmoz

Cabaña del pescador. Autor, marcp_dmoz

Atardecer. Autor, Javier Martin Espartosa

Atardecer. Autor, Javier Martin Espartosa

Felipe IV gustaba de las representaciones espectaculares y con complicados efectos visuales y sonoros (lo que hoy identificaríamos con un buen film de George Lucas o James Cameron), aunque respetasen poco el argumento original. Así, ante los ojos del atónito espectador se hacían surgir inundaciones, lluvias de fuego, tempestades furiosas, terremotos, o bien aparecían centenares de comparsas en desfiles de ejércitos y pasos de procesiones. Además, las funciones del Buen Retiro duraban una media de cinco a seis horas, sirviéndose a los asistentes durante ellas manjares y refrescos en abundancia. No se escatimaban los gastos por cuantiosos que estos fueran, para representar dichas escenas con todo el brillo posible, de modo que en cada obra era normal desembolsos del erario público de muchos miles de ducados.

Cañon y palomas de la paz. Autor, Chatarra.

Cañón y palomas de la paz. Autor, Chatarra

Pero no solo se representaban obras escénicas en el teatro del Buen Retiro, sino que los jardines y el estanque grande servían a menudo para el mismo fin, convenientemente dispuestos. En una de estas representaciones, titulada “Los encantos de Circe”, la isla central del estanque se revistió de corales, moluscos y otros productos marinos, además de adornarla con cascadas de surtidores de agua que caían con gran aparato en el estanque. Al comenzar el primer acto apareció la diosa del mar sentada en su trono (en el interior de una barca, rodeada de nereidas y tritones que cantaban y bailaban en el agua). Ulises aparecía después acosado por una terrible tempestad en la que un monte, dispuesto para la ocasión sobre la isla, desaparecía trocado al instante en un maravilloso palacio de oro, mármol, cristal y pedrería. Todos los compañeros de Ulises quedaron hechizados y transformados en cerdos a causa de los encantos de la diosa. Todos salvo Ulises, por supuesto, quien avisado a tiempo tomó del dios Mercurio un amuleto en forma de flor que le permitiría acercarse a Circe sin peligro. Con lo que no contaba es con la arrolladora pasión que surgió de inmediato entre los dos, mientras de las profundidades del estanque surgían monstruos, ballenas y delfines a rendirles pleitesía (éstos últimos arrojaban al aire surtidores de agua perfumada que salpicaba a los espectadores)… En fin, seis horas de espectáculo ininterrumpido que recordaba insistentemente a las antiguas naumaquias de los romanos o, con mucho menor aparato, lo que en nuestros días constituyen ciertos espectáculos circenses.

Todo el arco iris en una ventana. Palacio de Cristal. Autor, Sabersabor.es

Todo el arco iris en una ventana. Palacio de Cristal. Autor, Sabersabor.es

El Real Sitio del Retiro dejó, pues, una estela brillante en los anales de la pompa regia y del epicureismo cortesano. Fue la apoteosis del placer, de la galantería, de la magnificencia, de la visualidad. Ni Babilonia, ni Roma, ni Venecia, ni París disfrutaron tal vez de fiestas más ruidosas y alegres, de pedestal más propicio para cimentar las glorias fáciles de un soberano gozador… Pero hasta aquel paraíso no llegaban los clamores públicos, y el rey pasó los mejores años de su gobierno ajeno a los graves problemas por lo que atravesaba España. Pues mientras se agotaban allí el ingenio y las arcas del Tesoro Público perdíamos Portugal y el Rosellón; sufríamos sangrientas insurrecciones en Cataluña, Nápoles y Sicilia; fraguábanse planes separatistas en Andalucía y Aragón, y hasta carecíamos de recursos para pagar a los soldados que luchaban en media Europa, y a quienes el hambre y las inclemencias de un tiempo pasado a la intemperie obligaban a la indisciplina y la depredación… El gran drama de España tras los excelsos bastidores del Retiro.

Las fieras. Autor, Franco Caruzzo

Las fieras. Autor, Franco Caruzzo

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Toledo, las cuevas de Hércules y la Leyenda de la Mesa del rey Salomón

Toledo, las cuevas de Hércules y la Leyenda de la Mesa del rey Salomón

Según narra una antiquísima historia, Hércules construyó un palacio hechizado de jade y mármol cerca de Toledo y ocultó allí, bajo la forma de abundantes riquezas, todas las desgracias que amenazaban a España. Durante los últimos años varios investigadores han dado por sentado que el verdadero tesoro de los reyes hispanos nunca se halló, ni tampoco abandonó la capital visigoda con la invasión islámica en 711, e investigan el Toledo más oculto en busca de pruebas que puedan sustentar su tesis. Hoy se sabe que las cuevas de Hércules, donde si hemos de dar fe a la leyenda reposó por un tiempo la sublime mesa del rey Salomón, son unos subterráneos abovedados de época romana que se encuentran bajo lo que fue la iglesia de San Ginés, desaparecida en 1841. Ésta es, en boca de algunos, la crónica exacta de los hechos, acaecidos cuando la ciudad cayó en poder de los ejércitos de Alá conducidos por Tariq, llamado también el Pegador:

Puente de Alcántara sobre el río Tajo, en Toledo. Autor, Francisco Javier Martín

Puente de Alcántara sobre el río Tajo, en Toledo. Autor: Francisco Javier Martín

“La fuente de tu sabiduría es grande, ¡oh, gran Hakim! Tú que has recorrido las tierras entre cinco mares, y buscaste la compasión de Dios en la soledad del desierto, en la templanza de tu voz o el valor de tu alfanje, ¡Cuéntanos, si te place, la historia de la Mesa del sabio Salomón y de cómo llevó consigo la perdición a los hombres!”.

“Alá es cien veces bendito, pues habéis de saber que en los días en que el gran Tariq sitió con sus tropas la ciudad de Toledo, le llegaron noticias a su campamento sobre los tesoros que se guardaban en las profundidades de la ciudad. Había allí ánforas repletas de esmeraldas, rubíes y maderas preciosas acumuladas durante siglos, junto a las veinticuatro diademas de oro de los veinticuatro reyes godos que reinaron en la ciudad. Pero más valiosa que todas esas alhajas juntas era la mesa del rey Salomón, hijo de David, de la que se decía que estaba tallada en una sola y enorme esmeralda, y que otorgaba al que la poseyese poderes maravillosos.

Escena callejera. Obra de Fabio Fabbi (1861-1946)

Escena callejera. Obra de Fabio Fabbi (1861-1946)

Las ruinas de la ciudad tras la conquista. Gustave Doré (1832-1883). Litografía

Las ruinas de la ciudad tras la conquista. Gustave Doré (1832-1883). Litografía

Aquella noche Tariq recibió en su campamento la visita de un renegado judío, oculto en densos ropajes, y que para llegar hasta allí había traspuesto las murallas al amparo de la oscuridad. Tariq lo hizo pasar a su tienda, y supo por él que sus hermanos judíos habían sido humillados y maltratados durante siglos por sus vecinos cristianos, y que debido a ello estaban dispuestos a entregar Toledo a su libertador, enviado del Califa de Oriente. Tariq se sintió halagado por ello, pero antes de cerrar trato alguno preguntó al judío por la mesa de la sabiduría, y si era cierto que se encontraba allí, que estaba tallada en una sola esmeralda y que el que la tuviese alcanzaría la comprensión de todas las cosas habidas y por haber.

Catedral de Toledo. Autor, Sincretic

Catedral de Toledo. Autor: Sincretic

El renegado afirmó que, en efecto, aquel raro prodigio se encontraba enterrado en las llamadas cuevas de Hércules, tras cuatro salas repletas de riquezas y custodiadas por dos gigantescos guardianes de bronce ¡Que Alá los destruya! Y el judío añadió: “Esta mesa es un espejo donde pueden contemplarse todos los grandes sucesos pasados o por venir, y todas las acciones dignas de renombre, tal y como el mismo Salomón hacía y por lo cual fue el más sabio entre los sabios. Pero has de saber, ¡oh, noble soldado! que la mesa fue depositada allí bajo las cadenas de un hechizo sagrado, que el rey Rodrigo violó este decreto y que por ello, según cuentan, fue castigado a perder su trono en favor tuyo y de tu pueblo. No cometas pues el mismo error y acata como buen creyente los designios del Profeta, quien dijo una vez: “No mezcléis la verdad con lo falso, ni ocultéis la verdad que conocéis”.

Detalle de la catedral de Toledo. Autor, Tiago Matías

Detalle de la catedral de Toledo. Autor: Tiago Matías

Danza en la terraza de palacio. Obra de Fabio Fabbi (1861-1946)

Danza en la terraza de palacio. Obra de Fabio Fabbi (1861-1946)

Pero Tariq, olvidando toda prudencia, no hizo caso de los consejos del judío. Aquella misma noche, una escogida banda de musulmanes se acercó a la muralla y los judíos les abrieron la poterna, y los escondieron en secreto en una torre poco vigilada y al amparo de las sombras. Al mismo tiempo, tres mil árabes se emboscaron en el lado opuesto del río, y al llegar la mañana saquearon con gran algarada los jardines y huertas de los arrabales, prendiendo fuego a las alquerías y retirándose finalmente hasta perderse de vista, como si Tariq hubiera renunciado a continuar el asedio. Al ver que el ejército invasor se marchaba, los cristianos abrieron las puertas de la ciudad y marcharon en procesión con gran gozo hasta una ermita cercana para dar gracias a su Dios, pues era Domingo de Ramos. No bien acabaron de ver esto, cuando los árabes apostados en la torre se abalanzaron fuera y cerraron las puertas de la ciudad, encendiendo una gran fogata en las murallas que fue vista por las tropas en retirada. A esta señal acordada, Tariq y los suyos volvieron grupas y atacaron la procesión en los aledaños de la ermita produciendo gran confusión y muerte, al tiempo que los apostados dentro de las murallas hacían lo suyo con cuanto hombre, mujer o niño encontraron. Yo estuve allí, ¡que Alá guarde mi salud por muchos años! Y os digo que la sangre y el humo cubrieron el sol al igual que la arena sobre los valles secos del Magreb, cuando llega en ráfagas furiosas desde el desierto, y a su paso hace que el día se transforme en noche.

Detalle de una calle de Toledo. Autor, FernandO

Detalle de una calle de Toledo. Autor: FernandO

La maldición de Rodrigo se cumplió y Tariq encontró un inmenso botín en el alcázar, situado en la parte más alta de la ciudad. Y al entrar en las cuevas de las entrañas de Toledo halló una mesa de valor inestimable, tal como le había contado el renegado judío, y fue tal su codicia que, habida cuenta de su gran peso, le arrancó una de sus patas talladas en verde esmeralda para conservarla en su poder. Según la tradición, el origen de esta reliquia es incierto. Fue tomada por los romanos después que destruyeron el templo sagrado de Jerusalén, y tras múltiples avatares arribó a Toledo, gobernada entonces por los godos, donde descansó hasta la llegada de Tariq y pasó a convertirse en la mesa bendecida de Dios”.

“Hemos comprendido, poderoso Hakim. Pero ¿Qué ocurrió con los negros designios que el judío había anunciado a Tariq la noche previa de la victoria? ¿Fue ésta la causa que llevó a su perdición?”.

Conversación privada en el harén. Frederick Lewis. Óleo sobre tabla, 1873

Conversación privada en el harén. Frederick Lewis. Óleo sobre tabla, 1873

Misteriosas cuevas y subterráneos. Autor, Samuel Santos

Misteriosas cuevas y subterráneos. Autor: Samuel Santos

“Alá dispone los destinos de cada cual, y todos los que ambicionaron la mesa del rey sabio tuvieron un merecido castigo. Pues esta maravillosa reliquia, conservada por Tariq como el más precioso de sus hallazgos, fue tomada a su vez por el gobernador Muza, quien la destinó como presente al Califa de todos los creyentes. Tras muchos meses de viaje ambos llegaron hasta la ciudad de las ciudades, Damasco, donde florecen los dátiles y la miel como agua cristalina entre las dunas, y allí se presentaron al Califa Al-Walid rindiéndole cuenta de las victorias realizadas en Al-Ándalus. Pero Muza, envidioso de las hazañas de su general, otorgose en exclusiva el mérito de la conquista de España y el hallazgo de la mesa, para desgracia de su general, que por entonces se hallaba ausente inspeccionando unas murallas. Éste, al saberlo, regresó precipitadamente y apeló a la gracia del soberano, pidiéndole que preguntase a Muza la causa de que la sublime mesa careciese de una de sus patas, puesto que debía saberlo al ser su responsable y custodio. Efectivamente, al inspeccionar la reliquia descubrieron que una de las patas originales de esmeralda había sido reemplazada por otra de oro, y preguntado Muza, éste no supo explicar la razón de tal cambio. Entonces Tariq, paladeando su triunfo, sacó de un pliegue de sus ropajes la pata perdida, y así quedó demostrado que Muza mentía y que Tariq era el verdadero conquistador de Al-Ándalus.

Un paseo por las calles de Toledo. Autor, Sinsistema

Un paseo por las calles de Toledo. Autor: Sinsistema

El Califa Al-Walid se enojó y dijo a Muza: “Te has jactado de tus propios méritos, olvidando los merecimientos de los demás. ¡Caiga pues sobre tu cabeza la consecuencia de tus actos!”, y seguidamente le confiscó sus propiedades y lo hizo azotar, terminando sus días en la cárcel, denigrado de todos y en la más absoluta pobreza. Así pues, Tariq alcanzó una gran victoria sobre su antiguo gobernador. Pero ésta le resultó efímera. Los caminos de Alá son inescrutables, y estaba escrito que también él acabaría aborreciendo el día en que atravesó las puertas de Toledo para hacer suyos sus tesoros, atrayendo hacia si la maldición que pesaba sobre la mesa. Con la muerte del Califa Al-Walid y la subida al trono de su hijo Sulayman, la envidia de este soberano, que había visto como el viejo general acaparaba riquezas y alabanzas en vida de su padre, lo condujeron a planear su caída y destierro. Tariq murió finalmente olvidado de todos, y algunos piensan que la mesa regresó después por caminos ignotos hasta las tierras de Poniente, donde se encuentra Al-Ándalus, aunque nadie sabe en realidad cuál es su paradero exacto.

La cueva del tesoro. Obra de Maxfield Parrish (1870–1966)

La cueva del tesoro. Obra de Maxfield Parrish (1870–1966)

13. Panorámica de Toledo. Autor, Diliff

Panorámica de Toledo. Autor: Diliff

Pero, ¡oídme! Está escrito que la maldición de Tariq y Muza pesa también sobre sus hijos, humildes creyentes del verdadero Dios. Y que  ha de llegar el día en que las recordadas huertas cordobesas, el aire delicado y fragante, los surtidores de la Alhambra, o la belleza de las vegas floridas junto al río Genil, todas esas cosas se perderán para siempre a nuestros ojos por causa de aquel pecado. No tengo más recuerdos ni más palabras que deciros, y mis viejos ojos están ya secos para llorar. Pero habéis de saber, queridos huéspedes y oyentes, que el destino se cumplirá tal y como yo os lo he contado”.

Escena galante en el desierto. Emile Vernet. Óleo sobre lienzo, 1840

Escena galante en el desierto. Emile Vernet. Óleo sobre lienzo, 1840

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Cuando el parque del Retiro era joven. Felipe IV y sus antojos (2ª Parte)

Cuando el parque del Retiro era joven. Felipe IV y sus antojos (2ª Parte)

El Buen Retiro fue creado para diversión y solaz del cuarto Felipe, y desde luego cumplió su cometido a las mil maravillas. Parecía que un carnaval colorista y extravagante se había instalado en los vergeles del Parque durante todo el año, y las alegres fiestas nobles, religiosas y paganas, con trajes caprichosos y carrozas despampanantes, fluían por doquier en avenidas y parterres haciendo del lugar una pintoresca mascarada. Desde el momento de su inauguración, Felipe IV no se anduvo con remilgos y se apresuró a semejarse a su regio colega francés convocando certámenes, justas, cabalgadas mitológicas, cuadrillas festivas, toros y juegos de cañas. Otras veces se decantaba por los banquetes, las comedias ligeras, las músicas, los bailes y hasta los espectáculos acuáticos, sucediéndose sin interrupción en aquel centro del bullicio y del placer.

 

2. Cielo y agua. Autor, Paulo Valdivieso

Cielo y agua. Autor, Paulo Valdivieso

Las críticas por tamaño despilfarro no tardaron en correr como la pólvora afectando no solo al gracioso monarca sino también a su propio valido, el conde-duque de Olivares. De él se decía que:
“Pasa el tiempo inventando saraos, máscaras, farsas y otras fiestas, en que se perdía el tiempo y quizás algunos negocios de importancia; y parecía más a los de Nínive, a los días de Nerón y a los últimos de los romanos en el uso y en el proceder”.

 

3. Noche y nieve en El Retiro. Autor, Pedro Pimentel

Noche y nieve en El Retiro. Autor, Pedro Pimentel

La primera fiesta fue en el año 1631, es decir, a poco de comenzar las obras del Retiro. Y luego, a medida que se acababan las diferentes partes,iban viniendo más fiestas para celebrarlo. Apenas terminada la plaza y el cuerpo principal de palacio, fiesta. Con la llegada de la verbena de san Juan en los jardines del Prado, otra fiesta… Y así sucesivamente. Se hizo preparar una plaza especial para el popular juego de las cañas, y con gradas que ocupaban damas de la corte con lujosos atavíos. El juego de cañas era uno de los más atractivos en aquella época de incontenible pasión militar, y consistía en una competición a caballo entre grupos de nobles, que se perseguían en cargas sucesivas lanzándose cañas a modo de dardos arrojadizos. La habilidad del jinete para detener las lanzas con el escudo al tiempo que manejaba el caballo era motivo muy celebrado en los círculos de sociedad, y como no podía ser de otra forma, al término de estos juegos se repartían sonados premios (que curiosamente ganaba siempre el rey) mientras la fiesta y el regocijo volvía a hacer aparición en el parque.

 

4. El juego de las Cañas. Obra de Juan de la Corte. 1590-1662

El juego de las Cañas. Obra de Juan de la Corte. 1590-1662

Pero por lucidos y costosos que fueran aquellos primeros saraos, todos quedaron eclipsados por el brillo, la variedad y la magnificencia que revistieron los de 1637. ¿El motivo? Éste fue lo de menos, aunque para cumplir con el pueblo se decidió que la excusa perfecta sería un hecho tan ajeno a la corona española como la elevación del primo del rey, Fernando III de Hungría, a sucesor del trono imperial. Los festejos duraron diez días sin interrupción, y en los preparativos se llegó a eliminar un monte que allí había “desde que Dios crió el mundo” y que costó al erario de la villa 100.000 ducados. Así empezó la noche del 15 de febrero, la primera de la serie de diez, con las costrucciones de madera iluminadas mediante 900 candelabros gigantescos, que se encendieron al anochecer y, según palabras textuales de una gaceta de la época, “Estaba la plaza hecha un cielo”. La comitiva real con carrozas, jinetes portando antorchas y bandas de música atravesó todo Madrid en dirección al Buen Retiro, y fue todo un acontecimiento comentado durante las siguientes décadas.

 

5. Cascada y estanque en el Retiro. Autor, Manuel Martín Vicente

Cascada y estanque en el Retiro. Autor, Manuel Martín Vicente

Durante éste y otros espectáculos no dejaron de sobrevenir accidentes, tenidos algunos como signos de presagio fatal. Así, en la noche de san Juan de 1639, a punto de dirigirse los reyes a tomar un estrado improvisado para que presenciasen ciertas danzas, se rompió un estanque que se hallaba detrás y en alto, destrozando toda la estructura con la fuerza del agua. De haber ocurrido minutos después hubiera acarreado una catástrofe. Más graves efectos tuvo la misma noche al año siguiente cuando se representaba una fiesta dramático mitológica en la isleta central del lago del Retiro, ocupando la orquesta y los espectadores gran número de barcas. En plena función una fuerte corriente de viento apagó las luces, arrastró los toldos del tablado y los artificios teatrales y dispersó las embarcaciones, estando a punto de hacerlas zozobrar con gran riesgo de sus ocupantes, que a duras penas se salvaron a nado.

 

6. Otoño en El Retiro. Autor, Manuel Martín Vicente

Otoño en El Retiro. Autor, Manuel Martín Vicente

Pero el acontecimiento más tremendo de todos fue el incendio de palacio en los carnavales de 1641, solo 8 meses después del acontecimiento narrado. Ardieron sus dos principales torres y un lienzo de la pared que miraba a Madrid, con lo que se perdieron cuadros, muebles y alhajas de gran valía y murieron algunas personas que acudieron a sofocarlo. El rey, la reina y las damas, a medio vestir, salieron o fueron sacados de sus habitaciones donde también había prendido el voraz elemento, que duró más de un día sin interrupción mientras grupos de desalmados acudían allí presurosos para ver de qué manera podían aprovecharse. Estas tres calamidades ocurridas en el espacio de pocos meses una de la otra, dieron lugar a amplios comentarios y profecías funestas, llegándose a decir que en la primera ocasión el castigo vino del agua; en la segunda del aire, y en la tercera del fuego… No quedaba otra que el próximo castigo viniera de la tierra, como así efectivamente ocurrió, en enero de 1643, cuando el conde-duque de Olivares perdió finalmente todo su crédito político y fue desterrado para siempre de Madrid…

 

7. Un rincón del Parque. Autor, Manuel Martín Vicente

Un rincón del Parque. Autor, Manuel Martín Vicente

Continuará…

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Cuando el parque del Retiro era joven. Felipe IV y sus antojos (1ª Parte)

Cuando el parque del Retiro era joven. Felipe IV y sus antojos (1ª Parte)

El Parque del Retiro de Madrid, hoy pulmón de los madrileños y uno de los parques históricos más reverenciados de todo el país, fue la única gran obra realizada por Felipe IV en la entonces ya excelsa capital de España. Sin embargo, conviene saber que los orígenes de este parque fueron muy humildes. En el monasterio de San Jerónimo, situado en las proximidades del Prado, Felipe II hizo ampliar algunas de sus dependencias para su uso privado y lo rodeó de un modesto jardín, que agrandó y adornó con un estanque cuando entró en la corte su cuarta esposa, Ana de Austria. Aquel paraje fue llamado “Cuarto Real de San Jerónimo”, y también “Retiro”, por ser el lugar favorito al que se retiraban los reyes en lutos, Cuaresma, Penitencias, etc. Arrimada a la huerta del monasterio se encontraba también una casa de aves extrañas, denominada por esta causa “El Gallinero”, y que fue precursora de la posterior “Casa de fieras” o jardín zoológico.

 

2. Una de las fuentes del parque. Autor, Slasher-fun

Una de las fuentes del parque. Autor, Slasher-fun

Este “Gallinero” era una gran pajarera perteneciente a la condesa de Olivares, que había reunido allí una colección magnífica de aves muy estimada por ella y por su marido, y de la cual hicieron donación a los reyes. Vista la obra en conjunto desde la perspectiva de los siglos, es llamativo comprobar cómo a pesar de su indiscutible valía el Retiro fue uno de los asuntos más impopulares del reinado de Felipe IV. Ello se debió a su estratosférico coste, un ultraje a la miseria de la nación por aquella época, que debió pagar además un impuesto extra para sostener el alocado antojo de su rey. Fue además el Retiro en centro preeminente de la frivolidad y la disipación para el monarca y sus cortesanos, de modo que las fiestas y las orgías de aquel espléndido parque contrastaban demasiado con los males públicos como para que la opinión pública las viese con indiferencia.

 

3. Estanque del Parque del Retiro. Autor, LensesDrilling

Estanque del Parque del Retiro. Autor, LensesDrilling

El Buen Retiro fue un Versalles español, y con el fin de emular el lujo y el excelso brillo del rey Sol y su corte, Felipe IV lo construyó seguro de superar en esplendor las glorias pomposas del Real Sitio francés. Eco fiel del desagrado popular ante tamaño exceso son ciertos versos humorísticos atribuidos a Quevedo:

“Pero no es buena ocasión
Que, cuando hay tantos desastres,
Hagas brotar fuentes de agua
Cuando corren ríos de sangre.
No es razón que cuando el cielo,
Desenvainando el alfanje,
Se mira contra nosotros
Por nuestros pecados graves,
Andes haciendo retiros
Y no haciendo soledades”.

4. Rincones para Eros. Autor, B. Iru Pérez

Rincones para Eros. Autor, B. Iru Pérez

Se pensó durante mucho tiempo que el Retiro era empresa codiciada por el Conde-Duque de Olivares, para lo cual puso para contribución de los trabajos las arcas públicas y se apropió de numerosas parcelas pertenecientes al monasterio de los Jerónimos. Todo se construyó en el corto plazo de 10 años, y en sus orígenes fue más amplio que el que ahora conocemos.

 

5. El Palacio de Cristal. Autor, Cristiano Maia

El Palacio de Cristal. Autor, Cristiano Maia

Solo parcialmente cercado, el parque incluía además de las dependencias del monasterio, cinco grandes plazas; un estanque casi cuatro veces como la plaza Mayor de Madrid, y otros más pequeños; ocho ermitas; dos teatros; una construcción especial para saraos y bailes; un juego de pelota y el famoso “Gallinero”. Completaba las obras un número considerable de huertas, bosques, jardines y glorietas. El famoso estanque o lago del Retiro ya existía en su emplazamiento actual, cercado por una barandilla de hierro y por varias norias, mientras que en su centro se destacaba un islote oval con árboles, que se convirtió varias veces en escenario para la representación de obras de teatro y mitológicas fiestas. Al lado oriental del estanque se encontraba el edificio de las “Atarazanas”, para construir o reparar los barcos destinados a aquel. Pero lo más curioso es que del estanque arrancaba un canal navegable, llamado “El Mallo” o río Grande”, que iba hacia el sitio donde se encontraba la “Casa de fieras”. Para los paseos se hizo traer de Nápoles 6 góndolas guarnecidas de plata, en las que el rey y los suyos embarcaban una tarde sí y otra también hasta el punto de terminar siendo una de las principales diversiones de la Corte.

 

6. Estampa clásica del parque. Autor, Cibustos

Estampa clásica del parque. Autor, Cibustos

En definitiva, el Buen Retiro, con sus lagos, explanadas y grandes salones para espectáculos y fiestas; con sus bosques para la caza; con su mezcla de ermitas católicas y desnudas divinidades paganas en las glorietas; con sus apartados pabellones y rincones floridos, ocultos, ideados más para el culto a Eros que como solaz místico, fue un parque destinado al fasto de la monarquía y la nobleza española de más abolengo, y de ahí su esplendor clásico con que hoy se engalana ante las miradas sorprendidas de los paseantes. Fue el adecuado marco para aquel rey galante y libertino, y para aquella Corte caballeresca, sensual y fastuosa, que encontraba en algunos de aquellos poéticos lugares su escenario ideal para reales o imaginarias aventuras de amor. El pueblo, sin embargo, no pudo hacer otra cosa ante tal derroche que sacar salvajes coplillas y recitarlas en los burladeros y tabernas de Madrid, y en las orillas del Manzanares, donde las lavanderas reían entre sábana y sábana mientras oían la voz de los galanes ociosos cantando aquello de:

“Buenos están los faroles,
La plazuela y plateado;
Medio millón se ha gastado
Solamente en caracoles”.

7. Paseo de las Estatuas. Autor, B. Iru Pérez

Paseo de las Estatuas. Autor, B. Iru Pérez

Continuará…

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El Palacio de Oriente, o de cómo un rey murió por culpa de su brasero

El Palacio de Oriente, o de cómo un rey murió por culpa de su brasero

De todos es conocido el grandioso Palacio Real de Madrid o Palacio de Oriente, llamado así por su situación en la madrileña plaza del mismo nombre. Residencia oficial de los Reyes de España, el edificio actual es sin embargo una construcción relativamente moderna, ya que se levantó durante la primera mitad del siglo XVIII sobre las ruinas del Antiguo Alcázar Real, arrasado por un incendio en la Nochebuena del año 1734.

Detalle de la Plaza de Oriente. Autor, Zaquarbal

Detalle de la Plaza de Oriente. Autor: Zaqarbal

Obras originales de Rubens, Tiziano y El Españoleto; incontables riquezas en piedras preciosas, joyas, reliquias, tapices, todo pereció convertido en cenizas durante un incendio que tardó más de dos días en apagarse, y que al parecer fue originado en la chimenea de uno de los aposentos del Alcázar durante una monumental francachela. Ciertamente, se trató del episodio más dramático ocurrido en la que fue residencia real desde Carlos I a Felipe V. Pero no fue el único, ni mucho menos.

Antiguo Alcazar Real de Madrid, en el siglo XVII. Autor desconocido

Antiguo Alcázar Real de Madrid, en el siglo XVII. Autor desconocido

Como si de una maldición se tratase, la ajetreada y licenciosa vida de los monarcas ha tenido en chimeneas y similares más de un motivo de preocupación. Quizás el caso más increíble sea el que ocasionó la muerte de Felipe III, un hecho funesto que, según las habladurías palaciegas, fue debido a una rigurosa etiqueta de palacio y a su brasero.

Felipe III. Diego Velázquez. Óleo sobre lienzo, 1635

Felipe III. Diego Velázquez. Óleo sobre lienzo, 1635

Marie-Catherine le Jumelle de Barneville, Baronesa d’Aulnoy, viajera francesa y autora de la célebre “Memorias de la Corte de España”, relata en sus páginas cómo durante una mañana de invierno en que el rey despachaba su abundante correspondencia, los criados le colocaron al lado un brasero para preservarle mejor del frío. Desgraciadamente, el artefacto quedó tan próximo a su persona que al poco tiempo los calores se le subieron a la cabeza, aunque el monarca, digno y sufrido como nadie, no emitió por ello ni la más mínima queja.

Otra vista del Real Alcázar de Madrid. Autor desconocido

Otra vista del Real Alcázar de Madrid. Autor desconocido

Advertido el Marqués de Tovar de los apuros del rey, éste se lo comunicó al duque de Alba señalando oportunamente que la cuestión escapaba a sus competencias. El duque, alegando la misma excusa, anunció que tal servicio correspondía al duque de Uceda. Se le mandó llamar, pero por desgracia se encontraba ausente inspeccionando la construcción de una finca a las afueras de Madrid. Ni Alba ni Tovar osaron romper el protocolo hasta que no regresase el encargado del brasero, de modo que cuando al fin el duque de Uceda irrumpió en las estancias regias, el monarca, sudando copiosamente, se encontraba a esas alturas falto de resuello y sofocadísimo. Aquella misma noche Felipe III sufrió de fiebres altas y al poco le sobrevino una erisipela, lo que finalmente ocasionó su muerte el 31 de marzo de 1621. Todo sea por la etiqueta.

Palacio Real de Madrid y detalle de la Plaza de Oriente. Autor, Jean-Pierre Dalbera

Palacio Real de Madrid y detalle de la Plaza de Oriente. Autor: Jean-Pierre Dalbera