Publicado el 2 comentarios

Galernas del Cantábrico. La tragedia del Sábado de Gloria

Galernas del Cantábrico. La tragedia del Sábado de Gloria

En estos días de furibundos temporales de mar, tan propios de las costas cantábricas, sorprende la extrema incredulidad en los rostros de los turistas al observar desde malecones y paseos marítimos la fuerza inconmensurable del oleaje. Algunos pagan con un simple susto el acercarse demasiado a la orilla, mientras que otros, desgraciadamente, terminan desapareciendo sin remedio tragados por la embestida. Es lo que en el día de Reyes les ocurrió a tres miembros de una misma familia en la costa de Meirás, perteneciente al municipio coruñés de Valdoviño. Sin embargo, las fuerzas de la naturaleza han sido siempre compañeras de juego de estas costas desde que se tiene noticia, causando de no pocos naufragios a lo largo de los siglos. Lo alto y escarpado de la costa cantábrica tampoco ayuda mucho, y se ha comprobado que la mayor concentración de hundimientos se sitúa, precisamente, en el entorno de ensenadas, rías, bahías y puertos, adonde los infortunados tripulantes del pasado trataban de llegar en mitad de los primeros embates del temporal.

 

2. San Juan de Gaztelugache, en la costa de Bermeo. Autor, J.Ignaciolacucebe

San Juan de Gaztelugache, en la costa de Bermeo. Autor, J.Ignaciolacucebe

3. Trainera desafiando las olas. Autor, David Argindar

Trainera desafiando las olas. Autor, David Argindar

Se tiene noticia de la navegación en Cantabria desde hace más de tres mil años, siendo especialmente conocidos los puertos romanos de Vereasueca (San Vicente), Bledium (Suances), de la Victoria (Santander) y Flavióbriga (Castro). Y aunque con los siglos las embarcaciones crecieron en tamaño y resistencia, lo cierto es que hasta fechas recientes no han sido más que diminutas barquichuelas frente a la desproporcionada magnitud de una galerna del Cantábrico. Todos sin excepción temían en siglos pasados la llegada del frente: desde los grandes buques que trajeron a Carlos V a España en 1517 y a Felipe II en 1559, y que desaparecieron respectivamente en Santander y Laredo poco después de los reales desembarcos, hasta los incontables y humildes barcos de pesca locales y sin cubierta. Un dicho marinero rezaba que “barco sin cubierta, sepultura abierta”, y no les faltaba razón, ya que si en el curso de una galerna afrontaban una ola especialmente grande podían anegarse e irse a pique con suma facilidad.

 

4. Vista de San Vicente de la Barquera. Cantabria. Autor, José María Moreno García

Vista de San Vicente de la Barquera. Cantabria. Autor, José María Moreno García

Pero, ¿en qué consisten los temporales y galernas del Cantábrico? En invierno son especialmente temibles los del norte y el oeste, aunque tampoco están a salvo de riesgo los serenos y bonancibles meses veraniegos. Durante la estación estival, aquella que tradicionalmente se ha aprovechado para faenas de pesca y travesías comerciales, el temporal adopta con frecuencia en este mar una forma temible y fulminante que los locales denominan galerna. Los marinos de Francia y el norte de España han pagado secularmente con infinidad de vidas la llegada de este fenómeno meteorológico de extraordinaria violencia, y que sorprende a barcos de cualquier envergadura durante los meses de primavera y otoño. A su carácter imprevisto se une su aparente inocencia inicial, ya que se presentan generalmente con vientos del sur que rolan después a fuertes ráfagas del oeste y noroeste.

 

5. Galerna. Obra de Evaristo Valle, autor asturiano (1873-1951)

Galerna. Obra de Evaristo Valle, autor asturiano (1873-1951)

6. Escarpada costa en Santander. Autor, Simonetta di Zanutto

Escarpada costa en Santander. Autor, Simonetta di Zanutto

El historial de galernas del Cantábrico es interminable, pero los habitantes de estas costas guardan un especial recuerdo para la que probablemente es la más famosa de todas y que tristemente ha pasado a la historia como «La Galerna del Sábado de Gloria”. A las cinco de la mañana del sábado 20 de abril de 1878 zarparon de la vieja dársena de Santander veintitrés lanchas mayores, siete barcas y una trainera, a la vez que se hacía lo propio en los demás puertos de la costa. El día prometía y soplaba una brisa suave del nordeste, lo que hacía presagiar los mejores augurios para unos hombres habituados a mares más agitados que el que ahora se presentaba. Sin embargo a mediodía el viento ya había rolado al sur, y repuntaban rachas fuertes hacia el oeste. Algunos patrones sospecharon lo peor y arriaron las velas mayores emprendiendo de seguido la vuelta a puerto, aunque la mayoría siguió con el trabajo para no regresar de vacío. La mayor parte de las lanchas, abiertas y sin cubierta, faenaban a unas quince millas de la costa, de modo que cuando se desató la galerna no tuvieron ni la más mínima oportunidad de tocar puerto en busca de refugio. Todas fueron dispersadas con los primeros embates del temporal mientras las tripulaciones, izando la pequeña vela que llamaban “la unción”, en popa, procuraban alcanzar tierra en una desesperada carrera contra el desastre. Otras, sin embargo, decidieron dejarse llevar por el temporal sin vela alguna, paralelas al litoral y hasta donde la fuerza del viento tuviese a bien arrastrarlos.

 

7. Playa de los Locos, en Suances. Cantabria. Autor, Juanjominor

Playa de los Locos, en Suances. Cantabria. Autor, Juanjominor

Con el empeoramiento del tiempo familias y vecinos empezaron a congregarse en los muelles, o a subir a los altos acantilados con el miedo agarrado al pecho, pues ni los más viejos recordaban un mar tan embravecido como el que aparecía ahora a su vista. Agua y cielo confundíanse en un único mundo líquido, plomizo y salpicado de espuma, mientras el oleaje bramaba y saltaba hecho pedazos en las rocas del litoral pulverizándose hasta barrer las cimas más altas de la línea de costa. A las cuatro de la tarde comenzaron a llegar a Santander algunas lanchas desarboladas y una goleta mercante que, más afortunada que el resto, había conseguido rescatar a los primeros náufragos. Llegó la noche y nada se sabía aún de la mayoría de embarcaciones. Durante aquella larga madrugada nadie pegó ojo, mientras que a cuentagotas arribaban noticias apenas comprobadas de barcos perdidos en otros puertos, así como de destrozos ocasionados en las localidades del interior por el viento y las inundaciones.

 

8. Mar embravecido. Autor, Yoyin

Mar embravecido. Autor, Yoyin

9. Galerna sobre Tapias de Casariego. Asturias. Autor, JC Hupo

Galerna sobre Tapias de Casariego. Asturias. Autor, JC Hupo

Con la llegada del Domingo de Resurrección se confirmaron las peores sospechas y empezó el fatídico recuento de bajas. En Cantabria habían perecido ahogados ciento treinta y dos pescadores, mientras que entre Vizcaya y Guipúzcoa la cifra de desaparecidos sumaba otros ciento noventa. En total fueron más de trescientas las personas que sucumbieron en aquella tarde tragados por la galerna junto a sus embarcaciones. La impresión causada por aquella tragedia en el litoral cantábrico y en toda la nación fue desmedida, desencadenándose multitud de gestos de solidaridad con las familias de los fallecidos y, por supuesto, promoviendo cambios en las embarcaciones de pesca, que desde entonces empezaron a incorporar cubiertas corridas. También vinieron por entonces a mejorarse los servicios de predicción meteorológica al tiempo que se consolidaba el servicio de Salvamento de Náufragos… Pero la naturaleza no entiende de dramas ni de mejoras técnicas: justo al año siguiente otra galerna hizo naufragar más de veinte barcos de pesca, pereciendo un total de doce pescadores en las aguas embravecidas y díscolas del mar Cantábrico.

 

10. Puesta de sol en Suances. Autor, Druidabruxux

Puesta de sol en Suances. Autor, Druidabruxux

Publicado el 1 comentario

Entre silos y molinos de viento. Por tierras toledanas del Campo de San Juan (2ª Parte)

Entre silos y molinos de viento. Por tierras toledanas del Campo de San Juan (2ª Parte)

El viajero sube a la mañana siguiente al famoso cerro Calderico y al castillo que lo corona. La mañana es fresca, en lo alto un ligero viento hace correr los últimos hilachos de la tormenta que descargó por la noche. Mientras trata de ir saltando los charcos del sendero, le viene a la mente la historia de Zaida, la princesa de origen musulmán por cuyo matrimonio con el rey de Castilla, Alfonso VI, se consiguió para la cristiandad el castillo de Consuegra. Zaida era una joven agraciada de apenas metro y medio de estatura, según revelan los pocos restos óseos que se conservan, y que casó en primeras nupcias con el hijo del rey de Sevilla Al-Mu’tamid.

 

2. Campos de Consuegra. Autor, Jose María Moreno García

Campos de Consuegra. Autor, Jose María Moreno García

Cuando los Almorávides cruzaron el estrecho y amenazaron con apoderarse de todas las Taifas de la península, su marido, el rey cordobés, la puso a salvo en el cercano castillo de Almodóvar del Río, mientras el moría a manos de los africanos a las puertas de la antigua ciudad califal. Alfonso VI tomó como vasallo al suegro de Zaida y éste se apresuró a pedirle que salvase a la princesa, sitiada y sin posibilidad alguna de escapatoria, a lo que éste accedió de buena gana. Marchando hacia Almodóvar del Río Alfonso se dispuso a entablar batalla con el ejército Almorávide, pero por desgracia el choque resultó contrario a sus intereses. Eso sí, consiguió rescatar a la princesa, que así marchó con él a Toledo pasando a ser al poco tiempo su concubina. A la muerte de la esposa del monarca, Zaida se convirtió al cristianismo bautizándose con el nombre de Isabel, y Alfonso la tomó como esposa recibiendo de Al-Mu’tamid como dote el castillo de Consuegra…

 

3. Detalle de las murallas. Autor, M. Martín Vicente

Detalle de las murallas. Autor, M. Martín Vicente

Bonita historia, piensa nuestro caminante, mientas ataca la última cuesta del terreno antes de llegar a los gruesos muros de la fortaleza. No le lleva mucho tiempo contemplar su porte altivo y su diseño militar admirable incluso para nuestra época. De planta cuadrada, dispone de una torre circular en cada uno de sus lados, mientras que de su origen árabe habla la espectacular torre albarrana, en la parte más meridional del castillo, y que en su época estaba unida al cuerpo principal gracias a un adarve. A pesar del abandono sufrido con la desamortización del XIX y los estragos de un incendio, hoy en día el Ayuntamiento lleva a cabo una reconstrucción integral que han convertido al castillo de Consuegra, sin duda, en una de las tres fortalezas mejor conservadas de toda Castilla La Mancha.

 

4. Castillo de Consuegra. Autor, Mackote_VK

Castillo de Consuegra. Autor, Mackote_VK

Desde allí el caminante se dirige hacia los famosos molinos, cuya estampa ha recorrido los cinco continentes hasta convertir al paisaje manchego en uno de los hitos turísticos más universalmente conocidos. Son 12 los molinos, cada uno de ellos con un nombre que parece sacado de las páginas más envidiadas de Don Quijote. Pero al viajero le interesa sobre todo su historia, cuál era en verdad el funcionamiento de estos gigantes y la dura vida del molinero y su familia, enganchada día y noche a las aspas generadoras de fuerza motriz. Allí acudían los agricultores de secano con sus sacos de trigo, de cebada o de guijas, que se almacenaban apilados en la cuadra o planta inferior de la estructura. De allí el propietario los subía cargados a la espalda hasta el moledero, el último piso, donde estaba situada la maquinaria principal y se efectuaba el trabajo de la molienda.

 

5. Por tierras del Campo de San Juan. Autor, Parsifal Poirot

Por tierras del Campo de San Juan. Autor, Parsifal Poirot

Previamente, por supuesto, era necesario armar las velas, es decir, colocar los lienzos de tela que cubren las aspas del molino. Una vez colocadas se giraba la caperuza cónica que corona el edificio por medio de un torno exterior y un palo de gobierno, y que junto a la maquinaria iba orientándose lentamente hasta enfrentarse al viento dominante. La vigilancia era constante, y uno de los peligros más temidos lo constituía precisamente la llegada de las nubes de verano, acompañadas a menudo de rachas impredecibles. Si el viento giraba bruscamente y el molinero no estaba avieso, era frecuente que las aspas y hasta la propia maquinaria se destrozasen con el golpe súbito y fatal.

 

6. Molinos de Consuegra. Autor, Jv_sc

Molinos de Consuegra. Autor, Jv_sc

Con el molino en funcionamiento, el giro de las aspas se transmitía mediante ruedas y engranajes a un eje vertical que movía la piedra superior, o “volandera”, sobre la piedra fija inferior o “solera”. En la tolva se iba vertiendo poco a poco el grano que pasaba por una hendidura hasta situarse entre las dos grandes piedras de molino, quedando así triturado por el movimiento giratorio. Al salir, la cáscara estaba totalmente separada de la harina y todo caía al final por un canalón hacia la camareta, bajo el moledero, donde se cernía la mezcla con un cedazo. De esta forma quedaba la harina lista para su entrega al propietario… por supuesto, previo pago de una parte al artífice del milagro.

 

7. Detalle de las aspas. Autor, Rboot_rboot

Detalle de las aspas. Autor, Rboot_rboot

Cuando termina el repaso a los 12 molinos de Consuegra se le ha echado ya la hora del mediodía. Hace calor y tiene hambre, de modo que nuestro caminante baja a grandes pasos hasta las primeras casas del pueblo para preguntar por un mesón donde remojar el gaznate y echarse algo al cuerpo. No tiene que caminar mucho, y tras las precisas indicaciones llega a un patio amplio en cuyo interior encuentra fácilmente lo que busca. En la mesa, bajo un toldo a rayas verdes y blancas, le colocan un porrón de vino fuerte de la tierra y una sartén de gachas, acompañadas de la inevitable fuente de tocino y ajos tostados. No necesita más, ni siquiera parroquianos que le den las consabidas noticias de entierros, nacimientos y bondades de la cosecha. Poco a poco el medio día va pasando y se convierte en tarde abrasadora, y en la somnolencia que sigue a la comida el viajero planea (o cree planear, ni siquiera está seguro de ello) adonde le llevarán ahora sus pasos de vagabundo por la tierra del Campo de San Juan. Pero eso es sin duda otra historia…

 

8. Sartén de gachas manchegas. Autor, Jlastras

Sartén de gachas manchegas. Autor, Jlastras

Publicado el Deja un comentario

Noviembre de 1938. Madrid y la lucha por la supervivencia durante la Guerra Civil (2ª Parte)

Noviembre de 1938. Madrid y la lucha por la supervivencia durante la Guerra Civil (2ª Parte)

El éxodo obligado por la guerra era el otro azote que no había cesado desde que, en los primeros días de agosto de 1936, unos campesinos andaluces y extremeños iniciaron iniciado una alucinada huida. Pero con el fin de la contienda éste se intensificó, convirtiendo a Madrid en una estación con viaje a ninguna parte. La presencia de todos estos hombres, mujeres y niños planteaba nuevos y numerosos problemas de acomodo, de adaptación, mientras las estaciones se llenaban de una muchedumbre que en muchos casos llevaba consigo todas sus pertenencias dentro de un hatillo, o de la maleta desvencijada: unos con la esperanza de encontrar una tierra donde poner punto final a su perenigraje; otros en disfrute de un permiso y muchos más de regreso a la unidad después de una licencia. El tren, a punto de partir de Madrid, era un hervidero de pasajeros de toda condición y clase. Los evacuados se abrazaban a sus posesiones, aferraban la mano a sus pequeños, no fueran a perderse en el tumulto. Las madres apretaban contra su pecho a los más pequeños. Y mientras el tren iniciaba su lenta marcha, se alargaban las despedidas, los últimos consejos para alguien que quedaba en el andén y a quien probablemente no se volvería a ver.

 

1. Zona de Atocha y caballos muertos después de un bombardeo. Autor, Druidabruxux

Zona de Atocha. Caballos muertos después de un bombardeo. Autor, Druidabruxux

2. Madrid y la calle Toledo durante la guerra. Autor, Recuerdos de Pandora

Madrid y la calle Toledo durante la guerra. Autor, Recuerdos de Pandora

El final de la guerra trajo sus propios estragos, evidenciados por una carestía casi total de recursos y el control férreo que las autoridades aplicaban tanto a la producción como al comercio. Como resultado, en las calles y plazas de Madrid el estraperlo hacía de las suyas. Para los comerciantes y productores la implantación del mercado negro a todos los niveles fue algo providencial, y con ellos entraron también en el negocio una extraordinaria tropa de aventureros, intermediarios que crearon el eslabón preciso entre los que no querían dar la cara y el inevitable consumidor. Las variantes no tenían fin: adulteraciones, ventas ilícitas, compra de influencias, mercado de cupos… Y el nivel variaba desde la operación de altos vuelos hasta el estraperlo folklórico de las clases más bajas, el ferroviario del aceite o del arroz, o el callejero de la barra de pan oculta en el refajo, todo lo cual no era sino un medio de subsistir cuando la vida ofrecía para los de abajo su más tétrica faz. Cualquier producto de mercado se ocultaba al fisco y su venta se montaba sobre bases falseadas, documentos amañados y facturas camufladas. Los recibos iban sin membrete, los albaranes igual. En estas circunstancias la contabilidad era una completa superchería y el “¡usted no sabe con quién está hablando!”, la frase que abría puertas a la más completa impunidad.

 

3. Parque del Capricho, en Madrid, horadado de túneles de defensa republicanos. Autor, Druidabruxux

Parque del Capricho, en Madrid, horadado de túneles de defensa republicanos. Autor, Druidabruxux

Ni que decir tiene que la pillería infantil madrileña rozaba el esperpento de las mejores novelas de Dickens. Muchos de ellos, sin padre y con la madre trabajando o sin ninguno de los dos, hacían de la calle su hábitat predilecto, y tras tomar su potaje en el comedor infantil se echaban al mundo urbano cual bandadas de gorriones para cometer pillerías. La recogida de niños pedigüeños era cosa de todos los días, llevándose después a albergues donde a algunos nadie los reclamaba. Allí los más pequeños se codeaban con los mayorcitos, más maleados, que enseñaban así al ignorante los trucos, las estratagemas y los hurtos más eficaces para ir tirando. Muchos vivían como carteristas típicos; otros simulando incapacidades y locuras mientras mendigaban, o haciendo de lazarillos de falsos invidentes. Estaba la hornada de los estraperlistas de tres al cuarto, aquellos que ofrecían tabaco rubio; y también los que hacían de avisacoches o abrían puertas. Las noches daban trabajo a la salida de los cabarets donde, a altas horas de la madrugada, se utilizaban sus servicios para ir hasta un piso donde comer un par de huevos fritos con jamón y pan blanco. Eso, o cosas peores, como aquellos infantes que alcahueteaban descaradamente la compañía de una hermana suya que decían virgen, o bien conducían a un prostíbulo a tanto el cliente.

 

4. Refugio familiar improvisado bajo una carretera

Refugio familiar improvisado bajo una carretera

Eran también las noches el escenario ideal para las escenas más esperpénticas. Gentes que buscaban en las basuras restos comestibles o trozos de carboncillo susceptible de arder y dar calor. Gentes sin hogar, acurrucadas en las bocas del metro. Todo un escaparate de pillos, de chulos y de noctámbulos impenitentes poblaba la Gran Vía madrileña y sus calles adyacentes, mientras la fila de estraperlistas ofrecía bocadillos o pan, siempre prestos a correr al oír el grito de “¡la bofia!” y desapareciendo como por ensalmo de la vista de los transeúntes. Y de la estafa se pasaba con facilidad al hurto, sobre todo de metales: el hierro, el plomo, el aluminio o el cobre eran objeto de un tráfico ilícito intensísimo. Los robos de cañerías de plomo utilizadas en la conducción del gas estaban a la orden del día, a veces con mortales consecuencias por los escapes y explosiones consiguientes, y las conducciones de cobre eran asimismo muy solicitadas, aunque algunos pagaron con la vida electrocutándose al cortar cables de alta tensión. El robo de automóviles revestía características curiosas puesto que el vehículo en si no era muy apetecible (dada la escasez de carburante), de modo que los ladrones se limitaban a vaciar el depósito y a desmontar los neumáticos y todo lo que supusiese un beneficio inmediato. En algún caso, del coche no quedaba más que el chasis.

 

5. Madrid, 1938. Efectos de los bombardeos. Autor, Druidabruxux

Madrid, 1938. Efectos de los bombardeos. Autor, Druidabruxux

Uno de los robos más macabros consistía en llevarse las lápidas mortuorias de los cementerios, convirtiéndolas después en mesitas para los cafés. Más de un cliente quedo estupefacto al pasar la mano distraídamente por el reverso de la mesa, palpando de seguido la leyenda del “tus hijos no te olvidan”. Y clamoroso fue también el caso de locales donde se vendían apetitosas liebres sabrosamente preparadas, y al parecer con disponibilidad inmediata. Tras levantar las sospechas de los agentes, la inspección concluía que lo que en realidad se vendía eran gatos… haciendo bueno el conocido refrán.

 

6. Evacuando los cuadros del Museo del Prado. Autor, M. Martín Vicente

Evacuando los cuadros del Museo del Prado. Autor, M. Martín Vicente

Anécdotas que no ocultaban, en realidad, lo durísimo de una situación laboral trágica, aquella en la que cada cual, y según sus posibilidades, no tenía más remedio que recurrir al mercado negro para subsistir. El trabajador, a menudo sin convenios ni fijación de salarios mínimos, tenía que superar la insuficiencia de sus ingresos trabajando horas extraordinarias, o bien practicando un frenético pluriempleo. La angustiosa situación provocaba que la familia entera tuviese que colaborar en su conjunto: la madre buscando algún jornal como asistenta; los más pequeños practicando el estraperlo en las estaciones, o comenzando a trabajar en unos comercios o industrias totalmente dispuestos a aprovecharse de la mano de obra infantil; y el padre apurando una jornada laboral hasta llegar al agotamiento absoluto, y en la que ni siquiera el tiempo para la comida era un alivio: ésta se despachaba en el patio de la factoría o en un descampado cercano a base de gachas, algún arenque y un boniato de postre. Y todo para abordar después la larga jornada vespertina hasta el momento del pitido final, hora para salir disparado y sin lavarse apenas (tampoco abundaba el jabón) en busca del tranvía que le llevaría al trabajo nocturno. De madrugada se producía el retorno cansino a un hogar en el que aguardaba, si acaso, otro plato de gachas o de lentejas, algún trozo de tocino rancio y otro boniato.

 

7. La Gran Vía madrileña, en la actualidad. Autor, MisterTe

La Gran Vía madrileña, en la actualidad. Autor, MisterTe

Claro que, lo que son las cosas, todavía podía estar esperándole una buena noticia en forma de botella de vino o un plato bien guisado. Esto solo ocurría si las tretas del mercado negro habían funcionado ese día para la madre o la hermana, principales agentes del merodeo clandestino. Y es que hubo que aguzar el ingenio, el admirable ingenio popular puesto a imaginar picardías que fueron la inspiración de uno de nuestros más brillantes géneros literarios: así surgieron las falsas embarazadas y los falsos jorobados que ocultaban el género en sus protuberancias. Así surgieron los chalecos con doble fondo, los petos con cámara llena de aceite que se acoplaba al torso. Las mujeres aparecían vestidas con miriñaques en cuyas oquedades (y hasta en la entrepierna) se colgaban lonchas de lomo y ristras de chorizos y longanizas. Y todo esto sin hablar de los trucos rozando lo sublime, como aquel cortejo fúnebre con un ataúd lleno hasta los bordes de pasta para sopa, o el más tierno del niño de pecho, y que en realidad se trataba de un odre lleno de aceite y envuelto en una toquilla…

 

8. Niños tomando su desayuno en el comedor social

Niños tomando su desayuno en el comedor social

Publicado el 1 comentario

Noviembre de 1938. Madrid y la lucha por la supervivencia durante la Guerra Civil (1ª Parte)

Noviembre de 1938. Madrid y la lucha por la supervivencia durante la Guerra Civil (1ª Parte)

En noviembre de 1938, mientras la batalla del Ebro llegaba a su fin, y se seguía luchando y se llegaba al cuerpo a cuerpo, a la bayoneta, los republicanos resistían con la desesperación de quien ha visto alejarse su última esperanza. Era el destino de aquellos que saben que la única probabilidad de salvación depende exclusivamente de uno mismo. Tras dos años de guerra, Madrid se había convertido en un espacio atormentado donde el hambre y la miseria campaban por sus fueros. Las mujeres se levantaban con la amanecida y recorrían quince o veinte kilómetros diarios, en demanda de algo que poder conseguir para los suyos y para ellas mismas. La mujer se rebeló como la gran heroína de guerra en la retaguardia, pues sobre ella recaía la pesada responsabilidad de una lucha cotidiana e incansable por los víveres.

 

2. Refugiados recibiendo el reparto de comida

Refugiados recibiendo el reparto de comida

Los viajes a los pueblos eran esperanza de hallar lo que en las ciudades se tornaba ya imposible. Por eso las gentes del campo se habían vuelto de un egoísmo feroz, sabedores de tener en la mano las llaves de la despensa. La necesidad avivaba el ingenio y creaba escondites y farsas para eludir la curiosidad, o aún los robos de alimento, como aquella familia campesina que, en trance de la matanza del cerdo, reuníase toda y se ponía a entonar cantos revolucionarios a pleno pulmón, buscando ahogar así entre voces los estridentes gritos del cochino. Mientras, a las gentes de la ciudad se les despertaba la vocación de horticultores. Patios, jardincillos y solares aparecían sembrados de hortalizas o de legumbres. Otros criaban gallinas y conejos en jaulas instaladas en galerías o en los huecos de la escalera.

 

3. Costureras en el Madrid de la guerra civil. Autor, Druidabruxux

Costureras en el Madrid de la guerra civil. Autor, Druidabruxux

4. Frente en la guerra civil. Autor, Xornalcerto

Frente en la guerra civil. Autor, Xornalcerto

Las palomas de plazas y jardines por todo Madrid hacía tiempo que habían desaparecido estofadas o a la vinagreta, víctimas de hambrientos cazadores furtivos. Los gatos, antes abundantes en cualquier tejado, se habían vuelto raros, no se sabe si víctimas de las privaciones o dados por liebre ante la necesidad. Y mientras, las familias hacían malabares para aprovechar cualquier resto orgánico que antes era destinado a basura: las mondas de naranja, limpias de la parte amarilla, se convertían en la sartén en un sucedáneo de las patatas fritas. Las hojas duras de las lechugas sustituían a las espinacas en los potajes de legumbres. Los cacahuetes se guisaban como garbanzos o se doraban en la sartén, mientras que la cáscara servía para hacer café, que caliente y edulcorado con miel consolaba a duras penas los estómagos vacíos. Tampoco las peladuras de patatas se desperdiciaban, y se buscaban con fruición para asarlas en un fuego que, a falta de carbón, se alimentaba con bolas de papel, ramas húmedas y hasta suelas de alpargata.

 

5. Día de mercado. Autor, Ávilas.es

Día de mercado. Autor, Ávilas.es

La creatividad se disparó en Madrid hasta el punto de hacer tortillas sin huevos, croquetas sin leche y chuletas sin carne. Las tortillas, por ejemplo, se cocinaban con una pasta compuesta de harina y cáscaras de naranja trituradas. Y las chuletas, mediante un puré espeso de algarrobas, rebozado con pan rallado y frito. Y mientras tanto hacíanse las trampas más inimaginables para exprimir las cartillas de racionamiento. Una estrategia típica era retener las de los difuntos o desaparecidos, lo que permitía tener un suplemento alimenticio mientras duraba el engaño. En Madrid se crearon comedores especiales para embarazadas, lo que provocaba los fraudes correspondientes, aunque muchas prefirieron la preñez a la inanición. También estaban los pillos, quienes por influencias disponían de innumerables cartillas de racionamiento que les permitían comer y además vender las latas de carne congelada, a precios que llegaron a las seiscientas pesetas. La persecución de los desalmados que se lucraban en el mercado negro era incesante, con imposición de multas o envíos a campos de trabajo. Pero todo resultaba inútil.

 

6. Barbero trabajando en plena calle. Autor, Druidabruxux

Barbero trabajando en plena calle. Autor, Druidabruxux

7. Pelando patatas. Autor, Druidabruxux

Pelando patatas. Autor, Druidabruxux

Las dificultades no solo abarcaban a las vituallas. El jabón era inencontrable; el cuero y los textiles comenzaron a escasear, y los zapatos, con rigor matemático, subieron a precios de escándalo y constituyeron en poco tiempo un lujo inalcanzable para el ciudadano de a pie. Truco cotidiano de los zapateros era exhibir en los escaparates modelos a precios asequibles que tentaban al comprador. Al ir a hacer efectiva la compra, sin embargo, resultaban ser de un número enano. Y, casualidades de la vida, el adecuado al cliente se disparaba a costes que nada tenían que ver con el ofertado en el escaparate. La Junta Reguladora del Comercio de Uso y Vestido decretó en Madrid, en junio de 1938, un control y distribución exhaustiva de los más necesarios artículos. Así, para una señora se admitía un máximo por semestre de seis pañuelos, cuatro pares de medias, dos bragas, dos camisas, dos camisetas y un par de zapatos (o tres pares de alpargatas, a elegir).

 

8. La pesadilla de los desplazados. 1938

La pesadilla de los desplazados. 1938

La normalidad no tenía más interrupciones que los cañoneos, los cuales solían producirse a la hora de salida de los espectáculos. El tráfico se suspendía, las gentes buscaban cobijo y cuando cesaba la caída de proyectiles se reemprendía la marcha con absoluta indiferencia. Después, ambulancias y furgones hacían la recogida de las víctimas. Y la vida seguía su curso. Frente a riesgos epidémicos se impuso obligatoriamente la vacunación contra el tifus; y contra la proliferación de parásitos fueron muchos los varones que se cortaron el pelo al rape, sobre todo niños. La llamaron la moda de “los pelaos” y hasta se organizó un concurso para premiar al más agraciado. Por cierto que las calles de Madrid se vieron ocupadas por puestos ambulantes atendidos muchas veces por niños de corta edad, chiquillos a quienes los avatares de la guerra había colocado en la premura de ayudar a sus padres, e incluso de ayudarse a ellos mismos. Se les veía vender juguetes de confección casera y aviones de papel, gritando con el desparpajo de los que los que han madurado en cuestión de meses: “¿Qué desea usted, camarada? ¿Una muñeca, un avión, un tanque…?»

 

9. De vuelta del mercado. Autor, Ávilas.es

De vuelta del mercado, en Ávila. Autor, Ávilas.es

10. Juegos infantiles. Ávila, 1936. Autor, Ávilas.es

Juegos infantiles. Ávila, 1936. Autor, Ávilas.es

Pero, en el mercadillo de las oportunidades, el lugar preferente era el ocupado por las mujeres dedicadas a la venta de sucedáneos del tabaco. La falta de tabaco hizo que los farmacéuticos liquidaran todas sus existencias de cigarrillos balsámicos, mientras las vendedoras de cigarrillos y puros recurrían a las más extraordinarias presentaciones para su consumo: unos estaban liados con hojas de lechuga secas, otros hechos con cascarilla de cacao, y muchos más con tomillo u hojas secas de roble. Extrañas mezclas vegetales eran vendidas como remedios infalibles para calmar el deseo de fumar, a menudo a base de anís, malvavisco y manzanilla, lo que contribuía a que en los locales cerrados se impregnase todo de un hedor insoportable. Afortunadamente, algunas canciones de guerra venían a paliar las ansias de éste y otros bienes perdidos. Canciones que en Madrid sonaban a gloria, y levantaban valientemente la moral en medio del duro trance de recibir una y otra vez las malas noticias del frente. Pero las letras lo desmentían todo, como puede apreciarse en la siguiente estrofa:

“Si me quieres escribir,
Ya sabes mi paradero.
En el frente de Madrid,
Primera línea de fuego”

O en esta otra:

“Los de Madrid somos la hostia,
Somos la madre que nos parió,
Los de Madrid somos más grandes,
Somos más grandes que el mismo Dios”.

 

Continuará…

 

11. Niños durmiendo en un refugio improvisado

Niños durmiendo en un refugio improvisado

Publicado el 20 comentarios

Galicia y su fiesta de Samaín. La noche celta de los difuntos

Samain noche de difuntos en Galicia

Como todos los años, la llegada del mes de noviembre marca el comienzo de una festividad muy especial, con multitud de manifestaciones populares en todos los rincones del país. Se trata del día de difuntos, la celebración cristiana consagrada a los fieles que ya no están con nosotros

El día de los difuntos, o de los muertos, sigue en el Santoral católico a la festividad de todos los Santos, y existe constancia escrita de que sus orígenes se remontan hasta mil años atrás, en los inicios del siglo XI d.C. Efectivamente, por aquella época la Orden Cluniacense se encontraba en plena expansión, y uno de los abades más influyentes de la casa principal, Odilon, decidió instaurar una jornada dedicada exclusivamente a orar por la salvación eterna de los difuntos: el día 2 de noviembre.

En sus comienzos se dirigía solo a los monjes fallecidos de Cluny, pero luego la Santa Madre Iglesia generalizó el rito, y lo hizo extensible a todos los fieles difuntos de la comunidad cristiana universal.

2. Acantilados en San Andrés de Teixido, cerca de Cedeira. Autor, User alma

Acantilados en San Andrés de Teixido, cerca de Cedeira

3. Cruceiro junto a Cedeira. Autor, Yann

Cruceiro junto a Cedeira

Sin embargo, pocos imaginan que la jornada de los fieles difuntos tiene en realidad unas raíces mucho más oscuras: en Galicia y en otras regiones de España, las fuentes se remontan incluso a épocas anteriores al propio nacimiento de Cristo. Cedeira, municipio de A Coruña situado en la desembocadura del río Condomiñas, en las Rías Altas, celebra todos los años por estas fechas una original fiesta de origen celta denominada Samaín.

Muchos estudiosos coinciden en señalar al Samaín como el origen de la mayoría de las tradiciones asociadas a los muertos, desde la propia festividad cristiana hasta otras manifestaciones hoy generalizadas por los cinco continentes, incluido el famoso Halloween de los disfraces y las calabazas con forma de calavera.

4. La noche de las calabazas. Autor, Freecat

La noche de las calabazas

La profunda religiosidad de las gentes de Cedeira y otros muchos pueblos gallegos ha dado siempre una gran importancia a la comunión con sus muertos. Hasta no hace mucho se pensaba que los difuntos visitaban por estas fechas las iglesias y ermitas donde se celebraban misas por su alma, mientras que en las casas era costumbre preparar alimentos a los parientes vivos, pero pensados como una manera de honrar a los muertos.

Las ánimas volvían así por un día a sus viejas moradas, para calentarse junto a la chimenea y comer en compañía de sus familiares vivos, alejando así la tristeza definitiva del camposanto. Herencia de un pasado ancestral, también resultaba frecuente prender una hoguera común con ramas de serbal o de tejo, consideradas antaño sagradas, para después utilizar este fuego en el encendido de todas las lareiras de la comunidad.

Durante el día de difuntos estaba absolutamente desaconsejado alejarse de la aldea, pues la relación de los vecinos debía hacerse únicamente entre ellos y sus antepasados.

5. Caballos cerca de Teixido. Autor, Guillenperez

Caballos cerca de Teixido

Y es que en Galicia la muerte se vive de una forma muy especial. Un cementerio gallego al uso estará siempre cerca del pueblo, puesto que resulta habitual que los vecinos se acerquen hasta allí para pasear y disfrutar de la tarde recordando a los ausentes. Se puede faltar a una comunión, a un bautizo o a una boda, pero en Cedeira y en general en toda Galicia, resulta muy grave no asistir al día de difuntos o a la misa de “cabo de año”.

La vida transcurría durante esta jornada en una calma sostenida, aunque no triste. Una jornada dedicada generalmente a las visitas y en la que las cuatro comidas diarias, o el tradicional consumo de castañas asadas, se hacía siempre en compañía de vecinos, familiares y amigos. La vuelta a casa para honrar a los muertos era hecho consumado, hasta el punto de publicarse esquelas en el que los datos del finado se acompañaban con un horario de autobuses: aquel que contrataba la familia para recoger a los allegados en las aldeas más distantes.

Es precisamente esta profunda sensibilidad hacia el mundo de los muertos la mejor muestra de la originalidad celta en Galicia, y por supuesto el legado más extendido del Samaín, una fiesta druídica que se remonta a los tiempos oscuros anteriores al cristianismo y a la cultura impuesta por los pueblos civilizados.

6. Misterio en el bosque gallego. Autor, Fondebre

Misterio en el bosque gallego

Olvidada casi por completo, la fiesta de Samaín comienza hoy a recuperarse y a celebrarse en un número creciente de parroquias. Los ancianos de localidades como Noia, Catoira, Cedeira, Muxía, Sanxenxo, Quiroga o Ourense todavía recuerdan una tradición coincidente con los días de Difuntos y Todos los Santos, y que consistía en la elaboración de feroces calaveras confeccionadas con una cubierta de calabaza: son los famosos melones, o calabazas anaranjadas de Cedeira; los calacús en las Rías Baixas, o los bonecas con remolacha en Xermade (Lugo).

En Cedeira la técnica era siempre la misma, y consistía en vaciar con gran paciencia las calabazas colocándoles después dientes de palitos y una vela encendida en el interior, con el fin de espantar a los malos espíritus en las noches de transición entre el verano y el oscuro invierno.

7. Hoguera. Autor, Gatogrunje

Hoguera para guiar a los difuntos

Era tradición antiquísima que los niños elaboraran sus calaveras de «melón» con aspecto terrorífico, colocándolas después en las esquinas o las ventanas para asustar a todo el vecindario, y en especial a chicuelos de barriadas vecinas o a las mujeres que volvían del rosario. Cualquier mal que anduviese merodeando por la aldea quedaba así conjurado y lejos del hogar. Claro que esta hortaliza solo pudo utilizarse a partir del siglo XVI, cuando fue transplantada a Europa con los primeros galeones procedentes de América. En la festividad más antigua del Samaín, las aldeas célticas utilizaban los cráneos de los enemigos vencidos en batalla para iluminarlos y colocarlos en los muros de los castros.

De este rito salvaje procede la tradición posterior de los cruceiros, las cruces de piedra  levantadas en las encrucijadas de numerosos bosques y despoblados gallegos. Los cruceiros se rodeaban de amontonamientos de piedras llamados milladouros, con una finalidad similar a la de las calaveras, y aún hoy existe entre viajeros y caminantes la costumbre de depositar allí una piedra y solicitar un deseo a los espíritus que rondan el lugar.

8. Cabo Ortegal. Autor, Adbar

Cabo Ortegal

El Samaín (en su origen gaélico, Samhain, que significa noviembre o “fin del verano”) se celebraba hace miles de años en todo el territorio celta hacia la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre, con motivo de la conclusión de la temporada de cosechas y la llegada del invierno.

Los druidas, sacerdotes paganos de los celtas, consideraban esta fecha como un momento perfecto para reverenciar a los ancestros que visitaban sus antiguas aldeas, y para ello se santificaban mediante ritos conducentes a lograr su intercesión. Fue en el siglo XIX cuando la tradición del Samhain se exportó a Estados Unidos a partir de países como Escocia e Irlanda, cuya población emigró en masa a Norteamérica a causa de las hambrunas que asolaron Europa a mediados de siglo.

Este es el origen del Halloween actual (término derivado de All Hallows’ Eve, ‘Víspera de Todos los Santos’), una fiesta reimportada después a nuestro continente en un intento de alienar nuestras tradiciones más arraigadas: precisamente aquellas que dieron origen y significado al rito actual de reverenciar a los muertos.

9. Playa de Lumebo, en el Ferrol. Rías Altas. Autor, Macintosh

Playa de Lumebo, en el Ferrol. Rías Altas

Durante la noche del 31 de octubre los druidas se desplazaban hasta los bosques más alejados y recogían bayas de muérdago, una planta parásita que crece en las ramas de los árboles. Para ello utilizaban cierta hoz especial, fabricada de un material sagrado y considerado símbolo de pureza en la tradición celta: el oro. Tras la recolección depositaban las bayas en un pequeño caldero, donde más tarde se efectuaría la cocción de pócimas curativas y mágicas destinadas, entre otras cosas, a las prácticas de adivinación.

Los vecinos acudían a los druidas para obtener pronósticos sobre aspectos tales como casamientos, la incidencia del tiempo o la suerte que había de depararles el futuro.

Se tiene constancia de un rito adivinatorio que ha sobrevivido hasta fechas recientes y que consistía, curiosamente, en “pescar” y pelar manzanas: para ello se sumergía una cantidad variable de estas frutas en un recipiente amplio, a fin de que cualquiera que quisiese probar suerte se acercara a atrapar alguna de ellas.

Aquella persona que lo lograse en primer lugar sería la primera de la aldea en casarse. Finalmente se procedía a pelar las manzanas en la creencia firme de que cuanto más larga fuera la mondadura, mayor sería la vida de quien la peló.

Samaín castañas asadas
Asando castañas

En la noche de difuntos, las hadas y los trasgos eran libres de deambular por los caminos y las inmediaciones de la aldea. Su magia ocasionaba un sinnúmero de daños debido a las peculiaridades de esta jornada, la cual no pertenece ni a un año ni al siguiente, y por tanto resulta ideal para sembrar el caos. Se atrancaban las puertas de las casas para evitar que nadie entrase pidiendo limosna, en especial si lo que pedían era comida, leche o sopa.

Algunos valientes se arriesgaban a abrir: de tratarse de un hada el hogar obtendría suerte y fortuna para el siguiente año; pero si el visitante era un trasgo las maldiciones se abatirían sobre la familia, y todo serían calamidades y desastres sin fin.

Al caer el día los druidas encendían hogueras en lugares específicos, para lo cual utilizaban ramas sagradas recolectadas en lo más profundo del bosque. Su función no era solo ahuyentar a los malos espíritus sino también guiar a los muertos en la oscuridad, a fin de facilitarles el camino a la aldea y participar en las honras preparadas por sus familiares.

Los vecinos solían disfrazarse con pieles y cabezas de animales para asustar o despistar a los espectros, en la creencia de que pasarían de largo al confundirlos con otras bestias. Y asimismo era tradición efectuar numerosos sacrificios de reses. Un acto, por otro lado, no necesariamente asociado a celebraciones de tipo místico, ya que entonces al igual que ahora la comunidad debía aprovisionarse de carne y de pieles para hacer frente a los duros meses de invierno.

11. Atardecer en el puerto de Cariño. Autor, Guillenperez

Atardecer en el puerto de Cariño

12. Hacia el día de difuntos. Autor. Roi Alonso

Hacia el día de difuntos

Más adelante, los ritos celtas encaminados al mundo de los muertos derivaron en Galicia hacia la tradición de la Santa Compaña. Según la leyenda, la comitiva de difuntos avanza durante esta noche en completo silencio y portando largos cirios encendidos, siendo necesario protegerse contra la maldición que supone toparse con ella: unos hacen como que “no la ven”, mientras otros recomiendan subirse a un cruceiro y esperar a que pase de largo.

Pero sin duda, nada hay más eficaz que evitar alejarse del hogar durante esas horas consagradas a los muertos. Un consejo ciertamente valioso, puesto que el que encabeza la comitiva es en realidad una persona viva, que ha sido condenada a portar una cruz delante de la procesión espectral, y que solo quedará libre cuando pueda traspasar su condena a otro… Dicho esto y sin ánimo de estropear la fiesta a nadie… ¡A disfrutar de la noche más tenebrosa del año!

13. Puesta de sol en Ortegal. Autor, Guillenperez

Puesta de sol en Ortegal

Un artículo de sabersabor.es©

Publicado el Deja un comentario

Isabel, el retrato más querido del Emperador

Isabel, el retrato más querido del Emperador

En 1548, un anciano pintor residente en la Roma del papa Pablo III inició un viaje hacia la húmeda y boscosa Alemania. Su nombre, Tiziano Vecellio, el máximo exponente de la escuela veneciana del Renacimiento, y su destino la Dieta de Augsburgo, donde el todopoderoso Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico solicitaba la presencia del italiano para un nuevo encargo imperial. Durante su estancia en tierras germanas nuestro genial artista finalizó el cuadro “Carlos V a caballo en Mühlberg”, una de las obras cumbres de su carrera y que representa al Emperador y su montura a orillas del Elba, victorioso tras la batalla que libró contra las tropas protestantes de la Liga de Esmalcalda. Pero para su sorpresa no fue ese el único encargo que recibió. Al poco de su llegada, el Emperador le pidió encarecidamente que retocase un cuadro suyo que había entregado en 1545 y que para Carlos tenía un significado muy especial. La obra es un retrato al óleo expuesto actualmente en el museo del Prado y muestra el torso de Isabel I de Portugal, la Emperatriz y añorada esposa de Carlos que murió seis años antes en plena flor de su juventud.

Tiziano recordaba bien esa obra, un retrato póstumo que tuvo que realizar basándose únicamente en un camafeo de autor desconocido y la información facilitada por los que conocieron a Isabel en la corte. Esa fue su única inspiración, puesto que el pintor nunca la conoció en vida, de modo que cuando hoy admiramos el retrato en las galerías del museo del Prado sorprende cuanto menos observar la fidelidad y el amor con que el artista plasmó en el lienzo un rostro ajeno a él, pero del que logró extraer una belleza y bondad que a la vista de la obra parecen trascender de este mundo: la belleza de una princesa de sangre lusa que supo llevar las riendas del Imperio en las frecuentes ausencias de su marido, y la bondad y dulzura de una mujer que atrajo a Carlos desde el momento mismo en que se conocieron, durante los esponsales celebrados en Sevilla el año de 1526.

Carlos V en Mühlberg. Tiziano, Óleo sobre lienzo. 1548

Carlos V en Mühlberg. Tiziano, Óleo sobre lienzo. 1548

El 7 de febrero de 1526 llegaba Isabel a la frontera de Portugal acompañada de un impresionante cortejo, al que recibió con grandes honores la comitiva castellana presidida por el duque de Calabria, Don Fernando de Aragón. Y apenas un mes más tarde, tras viajar con grandes honores por media Andalucía, entraban juntos castellanos y portugueses en Sevilla, la joya del Guadalquivir, con todas las calles, plazas y balcones repletos de gente deseosa de saber cómo era la Emperatriz de cuya elegancia y belleza tanto se hablaba en toda Europa. Carlos V aún tardaría siete días más en llegar a Sevilla, haciendo un desaire evidente y sin duda deliberado a su futura esposa. Cuando subió al alcázar ya era entrada la noche, y al acceder a sus aposentos, Isabel, nerviosa, no pudo hacer otra cosa que hincarse de rodillas e intentar besar la mano de su Emperador.

¿Cómo era realmente Isabel? Tenemos por fortuna además del cuadro una descripción realizada por el cronista Alonso de Santa Cruz, de cuya pluma salió el siguiente comentario: “Era la Emperatriz blanca de rostro y el mirar honesto… Tenía los ojos grandes, la boca pequeña, la nariz aguileña, los pechos secos, de buenas manos, la garganta alta y hermosa (…)”. Fue ese rostro marfileño y esos ojos grandes y de mirada franca los que cautivaron por tanto al Emperador, y he aquí que en su primer encuentro surgió lo inesperado. Porque aunque la boda fue un rentable negocio concertado entre los reinos de Portugal y España, como lo eran todas las bodas de la nobleza en aquella época, Isabel lograría enamorar a Carlos V hasta un grado pocas veces conocido en las monarquías del Renacimiento Europeo. Tras su encuentro formal y un tanto precipitado, Carlos la levantó enseguida abrazándola y tomándola después de la mano. Era ya medianoche, pero aquella pareja no pudo esperar más. Se improvisó apresuradamente un altar y el Arzobispo de Toledo oficio una misa breve a la cual asistieron contados caballeros. El matrimonio fue consumado sin más ceremonias que el amor que se profesaban, un amor que duraría lo que la vida de la Emperatriz y del que su marido siempre daría muestras de añoranza a causa de sus obligadas ausencias por asuntos de Estado.

Autorretrato de Tiziano (Detalle). Óleo sobre lienzo. Entre 1565-70

Autorretrato de Tiziano (Detalle). Óleo sobre lienzo. Entre 1565-70

La pareja pasó su luna de miel en Granada, ciudad cantada por todos los poetas. Jerónimo Münzer la visitó a finales del siglo XV y decía de ella: “Repleta de jardines deleitosos con limoneros, arrayanes, estanques de marmóreos muros, tazas de mármol con surtidores de agua (…)”. Y algo de aquel soberbio enclave a los pies de Sierra Nevada debió de anidar en el corazón de los recién casados, pues decidieron prolongar su estancia en la capital nazarí hasta diciembre de aquel mismo año. Fue allí, en los aposentos de palacio, donde engendraron a su primer hijo: un heredero al que llamarían Felipe y que décadas más tarde sometería bajo su cetro los destinos de medio mundo.

La muerte de la Emperatriz vino a truncar esta dicha. Tras sufrir un aborto como consecuencia de unas fiebres sufridas en los primeros meses de embarazo, Isabel dejaba este mundo en Toledo a la edad de 36 años, el 1 de mayo de 1539. Carlos, que no se encontraba en la Corte en aquellos días, quedo sumido en una pena profunda e inconsolable. Fue tal su tristeza al conocer la noticia que marchó de inmediato hacia el convento de Santa María de la Sisla, en los Montes de Toledo, donde se encerró dos largos meses en la soledad más absoluta mientras el cortejo fúnebre de la Emperatriz atravesaba España camino de las vegas y las crestas de Sierra Nevada. Isabel volvía así a Granada, la ciudad regada por las frías aguas del río Genil. Y allí recibió finalmente sepultura en la Capilla Real que se levanta junto a la Catedral, donde ya descansaban los Reyes Católicos, su hija Juana la Loca y el marido de ésta, Felipe el Hermoso. Carlos V dejaría reflejado su pesar en diversos escritos aunque de una manera fría y casi diplomática, como si tuviese miedo de desvelar sus sentimientos a algún extraño. Pero fue con su hermana, María de Hungría, con quien el Emperador se sinceraría y daría rienda suelta al dolor más absoluto: “je suis en l’anxieté et tristesse que pouvez bien penser, d’avoir fait une si grande et extrême perte (…)”.

Cenotafio de Carlos I de España e Isabel de Portugal. Monasterio de San Lorenzo el Real del Escorial. Autor, Lancastermerrin88

Cenotafio de Carlos I de España e Isabel de Portugal. Monasterio de San Lorenzo el Real del Escorial. Autor: Lancastermerrin88

Desgraciadamente, en aquellos días el Emperador vino a caer en la cuenta de que no conservaba ningún retrato de Isabel, y el único existente, guardado por su hermana en la pinacoteca de Malinas, era pésimo y apenas si tenía algún parecido con el amado rostro que él recordaba. El cuadro realizado por Tiziano en 1545 vino a arreglar esta situación y palió sin duda la pena que sentía Carlos por la muerte de su esposa. Se sabe que el artista reutilizó un lienzo usado, ya que a través de análisis por radiografía se ha podido entrever tras las capas de pintura el perfil de una figura femenina. Tiziano terminó el cuadro con grandes dificultades y lo presentó finalmente en la Corte en 1545, pero por desgracia no gustó al Emperador: había plasmado el rostro con la nariz un tanto aguileña. Fue en 1548 y tras su viaje a Augsburgo, cuando el pintor italiano, que ya contada con sesenta años de edad, pudo dar los últimos retoques a su obra y ofrecerla de nuevo a su cliente y amigo.

El resultado: uno de los retratos más conmovedores, bellos y dignos de admiración de todo el Quinientos europeo. La Emperatriz se encuentra sentada y sostiene un libro abierto en su mano izquierda, quizá un misal o libro de oraciones. Isabel mira al frente con expresión dulce y profundamente humana, la postura erguida y envuelta en ricos vestidos mientras tras ella se despliega un paisaje renacentista desde unos grandes ventanales. Y Carlos, nuevamente al lado de su bienamada mujer, frente a aquel rostro marfileño y de grandes ojos que miraban al infinito y del que por desgracia no pudo despedirse, supo entonces que aquel cuadro le acompañaría siempre hasta el final de su vida. Así fue. Está documentado que el retrato de la Emperatriz fue una de las pocas pertenencias de las que no quiso desprenderse tras su renuncia al Imperio, agotado, prematuramente envejecido y enfermo de gota, y que lo siguió a su retiro definitivo en el monasterio extremeño de Yuste, donde moriría rodeado de jardines y a la sombra de la sierra de Tormantos el 21 de septiembre de 1558.

Isabel de Portugal. Óleo sobre lienzo. Tiziano, 1548

Isabel de Portugal. Óleo sobre lienzo. Tiziano, 1548

Publicado el Deja un comentario

Badajoz, 23 de octubre de 1086. El día en que peligró la Reconquista

Badajoz, 23 de octubre de 1086. El día en que peligró la Reconquista

Al otro lado del desierto del Sáhara, el río Níger avanza como una gigantesca serpiente entre las acacias y colinas agostadas del trópico africano. Allí, en los monasterios-fortaleza llamados rabita, los al-murabitum consolidaron al inicio del pasado milenio un movimiento islamista fanático e intransigente que impusieron por la fuerza a las tribus colindantes. En 1042 Abd Allah ben Yasin se convierte en su líder y no tarda en dirigir sus armas contra el Magreb, decidido a imponer a sangre y fuego el rigor almorávide en todo el occidente musulmán. Un pariente suyo, Yusuf ben Tasufin, heredó la empresa norteafricana y fue elegido caudillo indiscutible del movimiento, lo que le llevó a fundar la ciudad de Marrakesh para que sirviera de capital y de centro estratégico a sus avances. Tomó Tánger y Melilla en 1077, y Ceuta en 1084, y con él los almorávides no tardaron en dominar las rutas camelleras que transportaban el oro, el marfil o los esclavos del interior del continente negro, lo que les dio acceso a una fuente casi ilimitada de riquezas. Fue de tal calibre la influencia que ejerció sobre los pueblos camelleros magrebíes, que el eco de sus hazañas no tardó en cruzar el estrecho y llegar a oídos de los reyes Taifas, así como del propio rey de León y Castilla, Alfonso VI, en aquellos momentos exultante por la reciente conquista de la ciudad de Toledo.

2. Aspecto de una fortaleza-monasterio, o ribat. Autor, Alkainel

Aspecto de una fortaleza-monasterio, o ribat. Autor, Alkainel

3. Murallas defensivas de Marrakesh, al sur de Marruecos. Autor, Jerzy Strzelecki

Murallas defensivas de Marrakesh, al sur de Marruecos. Autor, Jerzy Strzelecki

La esperanza de los reyes andalusíes era, sin duda, ver enfrentados a Yusuf y a Alfonso VI, y hacer que se estrellaran el uno contra el otro. La presión del “emperador de las dos religiones” era cada vez más asfixiante: en 1086 Zaragoza estaba sitiada, Córdoba seriamente amenazada y otro ejército actuaba en la frontera de Badajoz. En tales circunstancias se sucedieron insistentemente los mensajes a Yusuf, que en realidad no habían dejado de producirse desde 1075, para que cruzara a la península y salvara la verdadera religión del avance de los cristianos. En realidad la situación era más complicada para los reyezuelos Taifas, puesto que su libertinaje y relajación en los preceptos del Islam les habían atraído también la furia de los estrictos almorávides, deseosos de imponer una vuelta al Corán y a la Suna rígidamente interpretados. Pero, atrapados entre dos frentes, los reyes andalusíes consultaron a sus allegados y terminaron pidiendo ayuda a Yusuf: “Mejor ser camellero que porquero”, escribirían los autores islámicos de la época. En consecuencia, la petición de ayuda se hizo firme y el paso del estrecho por las tropas almorávides no se demoró en demasía bajo la atenta vigilancia tanto de musulmanes como de castellanos.

4. Alfonso VI y el Cid Campeador en La Jura de Santa Gadea. Marcos Giráldez de Acosta (1830_1896). Óleo sobre lienzo

Alfonso VI y el Cid Campeador en La Jura de Santa Gadea. Marcos Giráldez de Acosta (1830_1896). Óleo sobre lienzo

5. Dehesas en la provincia de Badajoz. Autor, Juaninda

Dehesas en la provincia de Badajoz. Autor, Juaninda

Alfonso VI se hallaba en una posición difícil y era consciente de ello. Sabía de los éxitos y de la eficacia de Yusuf ben Tasufin, de modo que pidió ayuda a todas las regiones españolas, desde Galicia a Cataluña, y especialmente a Sancho Ramírez, rey de Aragón. Se cree que vinieron también refuerzos allende el Pirineo, lo cual permitió aumentar la confianza del caudillo castellano ante el avance imparable de los almorávides por la península. Después del desembarco Yusuf había marchado hacia Badajoz, donde se instaló a la espera de que se incorporasen las tropas andalusíes convocadas a la lucha. Entretanto Alfonso hubo de improvisar un ejército en poco más de dos meses con el que se fue a instalar en la ciudad cacereña de Coria, situada sobre la fértil llanura regada por el Alagón. La literatura islámica posterior habla del cruce de mensajes de desafío, a cual más altanero, entre los dos caudillos. En cualquier caso nada se solucionó con ello y al final prevalecieron las palabras que se atribuyen a Yusuf: “No hay más cartas que las espadas y las lanzas”.

6. Puerta de Palmas, en Badajoz. Autor, Jose Antonio Kesada

Puerta de Palmas, en Badajoz. Autor, Jose Antonio Kesada

7. Plaza de España. Autor, Madogdidit

Plaza de España. Autor, Madogdidit

En la batalla que se avecinaba iban a combatir dos jefes heridos en su orgullo, caudillos de dos civilizaciones nada dispuestas a doblegarse la una ante la otra. Alfonso VI tuvo la precaución de concentrar su ejército al sur del Sistema Central y penetrar luego en tierras musulmanas para, de este modo, llevar el choque a territorio enemigo. De esta forma, si salía derrotado podría hallar refugio fácilmente en la montaña y evitar que su país fuera asolado por el invasor. El encuentro decisivo tuvo lugar el viernes 23 de octubre de 1086, en un lugar que las fuentes cristianas sitúan en las llanuras del Guadiana inmediatas a Badajoz, y junto a las cuales se extiende la dehesa de Sagrajas.

 

8. Miniatura medieval que representa una batalla. Biblia de Maciejowski

Miniatura medieval que representa una batalla de la época. Biblia de Maciejowski

9. Aspecto del río Guadiana. Autor, Darkummy

Aspecto del río Guadiana. Autor, Darkummy

La batalla comenzó al amanecer con el ataque de la vanguardia cristiana, formada por Alvar Fáñez y por combatientes aragoneses. Éste atacó y logró poner en fuga a los contingentes andalusíes dirigidos por Mu’tamid de Sevilla. Sin embargo, al entrar en acción las tropas almorávides la situación cambió por completo. Más que el estruendoso son de los tambores de piel de hipopótamo, o la dudosa presencia de cuerpos de arqueros turcos, el factor decisivo fue el número y disciplina de los ejércitos de Yusuf. En lo más encarnizado de la batalla el caudillo almorávide lanzó su caballería ligera, que envolvió rápidamente a las tropas leonesas y castellanas hasta hacerles entrar en pánico y provocar su repliegue progresivo. Ya avanzada la tarde y con las fuerzas al límite, la balanza se inclinó del lado de los musulmanes con la entrada en acción de los 4000 guerreros negros africanos de la retaguardia, armados con largas jabalinas y espadas indias, y que hasta entonces se habían mantenido frescos y a la espera de acontecimientos. La aparición de los africanos provocó una total carnicería y la desbandada absoluta de las fuerzas cristianas. Se estima que al término del choque las bajas entre las tropas de Alfonso llegaron a sesenta mil, y que solo cien caballeros lograron ponerse a salvo y huir del campo de batalla. Yusuf quedó muy afectado al percatarse de la magnitud de la matanza, y hasta el propio Alfonso VI sufrió una lanzada que le atravesó la loriga y fue a clavarse en su muslo, aunque pudo escapar tomando con grandes dificultades el camino de Coria.

10. Callejuela en el casco antiguo de Badajoz. Autor, David Pedrero

Callejuela en el casco antiguo de Badajoz. Autor, David Pedrero

11. Badajoz y el río Guadiana desde el fuerte de San Cristóbal. Autor, Lord Wellington1815

Badajoz y el río Guadiana desde el fuerte de San Cristóbal. Autor, Lord Wellington1815

Una helada sensación de peligro corrió por los reinos cristianos al conocerse la noticia del terrible desastre de Sagrajas. Se perdieron todos los territorios conquistados al sur del río Tajo, y las fortalezas cristianas de Toledo y Talavera se aprestaron a defenderse contra un ataque inminente de las fuerzas musulmanas. Los más pesimistas temían incluso la invasión y pérdida del viejo reino leonés. Con semejante amenaza ante si, Alfonso VI no dudó en lanzar una petición de auxilio a la Cristiandad del otro lado de los Pirineos, la primera dirigida a los reinos europeos desde el territorio astur-leonés en cuatro siglos, y que afortunadamente encontró amplio eco entre los nobles y caballeros de todos los estados ultrapirenaicos.

 

12. En lo más árduo de la lucha. Obra de Mariano Barbasán. Óleo sobre madera. 1882

En lo más árduo de la lucha. Obra de Mariano Barbasán. Óleo sobre madera. 1882

13. Otro aspecto de las dehesas en Badajoz. Autor, Frank Black Noir

Otro aspecto de las dehesas en Badajoz. Autor, Frank Black Noir

Por fortuna, un extraordinario golpe de suerte vino a socorrer a las atemorizadas fuerzas cristianas. En el mismo campo de batalla, Yusuf, el caudillo almorávide, recibió la noticia de la muerte de su hijo y príncipe heredero, al cual había dejado enfermo en Ceuta. De este modo hubo de regresar precipitadamente junto a sus hombres a Marruecos, perdiendo así la ventaja adquirida para emprender acciones inmediatas contra Alfonso VI y arrasar el territorio leonés. Se trataba de una oportunidad inesperada, y ciertamente única, que se prolongó por espacio de cinco largos años. Y fue la ausencia casi permanente de los almorávides lo que permitió al rey castellano reconstruir su poder económico y militar, ayudado además por los buenos oficios de vasallos como Alvar Fáñez, y por supuesto, del legendario Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador. La batalla de Sagrajas pudo ser así el final de la Reconquista, pero la fortuna quiso que este revés significase el principio de una nueva etapa de éxitos para las fuerzas cristianas: el sometimiento del Levante español y la conquista, de manos del Cid, de una de las ciudades islámicas más florecientes a orillas del Mediterráneo: Valencia. Así fue como la derrota en las dehesas del Guadiana fue definitivamente olvidada.

14. El río Guadiana a su paso por la ciudad. Autor, ÁlvaroBá

El río Guadiana a su paso por la ciudad. Autor, ÁlvaroBá

15. La vanguardia del ejército, antes de la batalla. Obra de J. Robert-Fleury, 1840

La vanguardia del ejército, antes de la batalla. Obra de J. Robert-Fleury, 1840

Publicado el 2 comentarios

Calatrava la Nueva y los calatravos. La vida cotidiana de los monjes-soldado (3ª Parte)

Calatrava la Nueva y los calatravos. La vida cotidiana de los monjes-soldado (3ª Parte)

El hábito del Temple formado por un manto blanco con una cruz en el lado izquierdo, algo por encima del corazón, fue imitado por las demás órdenes nacidas en Tierra Santa. La cruz era el signo que adoptaban los cruzados, y por ello al hecho de alistarse en las cruzadas se le llamaba también “tomar la cruz”. La Orden de Calatrava, de tradición cisterciense al igual que el Temple, imitará también este hábito, aunque su primera vestimenta carecía de la cruz que luego sería característica de los miembros de esta institución: primero de color negro y después, con permiso del papa Benedicto XIII en 1397, cruz roja sobre hábito blanco, tal y como se conoce en la actualidad. En la ceremonia de toma de hábito eran cuatro las prendas que se entregaban a los novicios: la túnica, el escapulario, la capa y el manto. De hecho, vestir el manto era obligatorio para entrar en el coro durante el oficio, para confesar, para comulgar y para cualquier otro acto solemne como la participación en el Capítulo de la Orden. Los clérigos calatravos, en cambio, debían vestir larga sotana negra, y fuera del monasterio el manteo ordinario de los sacerdotes. Solo en el caso de predicar o administrar los sacramentos fuera del convento, los clérigos usaban el manto blanco de la Orden, que era obligatorio por otra parte para el rezo del Oficio Divino.

1. Miniatura medieval representando una batalla. De las Cantigas de Santa María.

                               Miniatura medieval representando una batalla. De las Cantigas de Santa María

2. Un nido de águila. Calatrava la Nueva. Autor, Mayoral

                                                    Un nido de águila. Calatrava la Nueva. Autor: Mayoral

El género de vida de los caballeros y sargentos de la Orden de Calatrava, y en general del resto de estas instituciones, venía marcado por su doble vocación de monjes y soldados; como monjes afiliados a la gran familia cisterciense (Templarios, Calatravos y Alcantarinos), todos ellos emitían los tres votos fundamentales de la vida religiosa: pobreza, castidad y obediencia, a la par que se obligaban a la recitación diaria del Oficio Divino y a vestir el hábito impuesto por su regla. Al igual que los monjes, los caballeros calatravos y el resto de los freires debían guardar silencio tanto en el templo como el dormitorio, la cocina o el refectorio (comedor). Por otro lado, cuando no se encontraban en campaña debían observar los ayunos prescritos por la Regla varios días en la semana.

3. El ejército cristiano toma las murallas. De la obra Las Cruzadas. Gustavo Doré (1832-1883)

                      El ejército cristiano toma las murallas. De la obra Las Cruzadas. Gustavo Doré (1832-1883)

4. Calatrava la Vieja desde la orilla norte del río Guadiana. Autor, Mareve

                                      Calatrava la Vieja desde la orilla norte del río Guadiana. Autor: Mareve

Aceptar el voto de pobreza tenía un significado muy preciso: los caballeros renunciaban a tener bienes propios de cualquier tipo. Todo el equipamiento, bienes o propiedades eran de la Orden y debía ser aplicado a los fines militares que le eran propios. Sus miembros solo podían utilizarlos con arreglo a las disposiciones de los superiores. En cuanto al voto de castidad, éste llevaba implícita la renuncia a cualquier actividad sexual en aras de una consagración más perfecta a las obligaciones de su vocación (los vecinos Santiaguistas, sin embargo, tenían una Regla muy tolerante en este sentido y aceptaban la presencia tanto de caballeros célibes como casados). Finalmente, el voto de obediencia se consideraba de gran mérito dado el carácter militar de esta organización, y ya era interpretado desde los orígenes del Temple con el máximo rigor. El maestre era el que disponía de las personas de la Orden, determinando el destino, la residencia y la ocupación de cada uno de sus miembros para un mejor servicio de la institución.

5. Retablo de Las Navas de Tolosa, del siglo XV. Catedral de Pamplona. Autor, Tetegil

                            Retablo de Las Navas de Tolosa, del siglo XV. Catedral de Pamplona. Autor: Tetegil

6. Otra escena de la lucha de cruzados e infieles. De la obra Las Cruzadas. Gustavo Doré (1832-1883)

              Otra escena de la lucha de cruzados e infieles. De la obra Las Cruzadas. Gustavo Doré (1832-1883)

Entre las obligaciones religiosas de los caballeros, sargentos y clérigos en Calatrava la Nueva ocupaba el primer lugar el rezo diario del Oficio Divino. Los maitines se celebraban antes del amanecer, lo que suponía levantarse en plena noche; solo estaban dispensados los enfermos y los que habían tenido algún trabajo especial, y aún en estos casos siempre con permiso del maestre o comendador. Acabados los maitines, los freires solían inspeccionar los caballos y el equipo, y solo después de esta inspección podían acostarse de nuevo hasta la hora en que volvieran a ser llamados por la campana de la comunidad para el rezo de prima, una vez amanecido. Tras la hora de prima seguía la misa, y finalizada ésta se rezaban las horas de tercia y sexta. Todavía en la tarde la campana volvería a sonar otras tres veces llamando a todos: la primera vez al rezo de nona; la segunda a la recitación de vísperas y al final del día, antes de acostarse, para el rezo de completas. Acabado el rezo de esta última hora comenzaba el gran silencio que todos debían guardar hasta el día siguiente después de prima, salvo que ocurriese una emergencia.

7. Restos de Calatrava la Vieja, primera sede de la Orden. Autor, Van

                                         Restos de Calatrava la Vieja, primera sede de la Orden. Autor: Van

Además de estos rezos del Oficio Divino y de la Santa Misa en común, en los que coincidían todas las órdenes tanto monásticas como militares, los calatravos y afines imponían a sus miembros la recitación de otras oraciones en privado y con fines diversos. Así, era común rezar un número variable de padrenuestros, que podía llegar a superar la veintena, por asuntos tales como el alma de los hermanos y benefactores difuntos; para que Dios apartase del pecado a los vivos y otros aspectos de similar traza. La ausencia al rezo común por cualquier impedimento se suplía asimismo con rezos privados, estipulándose un número fijo de padrenuestros según la hora canónica correspondiente.

8. Paseo de ronda de Calatrava la Nueva tras las murallas exteriores. Autor, Carlos de Vega

                       Paseo de ronda de Calatrava la Nueva tras las murallas exteriores. Autor: Carlos de Vega

La vida conventual en común en Calatrava la Nueva y otras casas de la Orden era similar a la de cualquier monasterio al uso. La comida y la cena en el refectorio de la comunidad se realizaban en silencio mientras un clérigo leía la sagrada lección, esto es, las Sagradas Escrituras y otras lecturas piadosas. Los ayunos, una sola comida al día, eran muy numerosos a lo largo del año; además de los viernes y de dos largos periodos (desde San Martín, 30 de noviembre, hasta Navidad, y los cuarenta días de Cuaresma), había unas quince festividades más en cuyas vísperas también se ayunaba. Sin embargo el rigor del ayuno no era tan excesivo como en las casas monásticas habituales, dado el carácter militar de la Orden y la necesidad de conservar un excelente estado de forma para defender al prójimo.

9. Máquinas de asalto frente a las murallas. De la obra Las Cruzadas. Gustavo Doré (1832-1883)

                  Máquinas de asalto frente a las murallas. De la obra Las Cruzadas. Gustavo Doré (1832-1883)

10. Espectacular rosetón en la iglesia de Calatrava la Nueva. Autor, Van

                                        Espectacular rosetón en la iglesia de Calatrava la Nueva. Autor: Van

Los caballeros y los sargentos de Calatrava la Nueva eran militares además de monjes, pues habían profesado en la Orden para el ejercicio de la guerra. Así, la mayor parte del tiempo que les dejaba el Oficio Divino y otras obligaciones religiosas lo dedicaban al cuidado de los caballos y el mantenimiento del equipo militar, y a los ejercicios físicos y entrenamiento que los adiestraban en el manejo de las armas. En las visitas periódicas a las caballerizas o a la sala donde se guardaban los equipos, y que podían ser varias a lo largo del día, efectuaban ocupaciones tales como cepillar, dar de comer o de beber a las monturas; reparar el equipo; fabricar postes y clavijas de tiendas, y en general cualquier otra actividad adecuada a su preparación militar. Todavía, después de completas y antes de retirarse a descansar, la Regla prescribía una última inspección a los caballos y al equipo de combate del mismo tipo que las anteriores.

11. Enfrentamiento con las tropas musulmanas. Autor, Ian Pitchford

                                            Enfrentamiento con las tropas musulmanas. Autor: Ian Pitchford

Además de las campañas militares, desarrolladas anualmente al llegar el buen tiempo, los calatravos tenían también una intensa actividad civil al otro lado de los muros de sus conventos. Su expansión bajo el favor real favorecía la creación de encomiendas locales, los feudos de las órdenes militares, al tiempo que se fundaban pueblos y mercados; se construían caminos, puentes y molinos; se establecían tribunales (existía un único código legal en los dominios de la Orden, con derecho de apelación ante el maestre) y se levantaban iglesias y monasterios, cuyos monjes tenían en la conversión de mudéjares uno de sus objetivos principales. Los freires no solo cultivaban sus tierras con esclavos mudéjares. También explotaban las áridas mesetas donde criaban ganado, caballos, chivos, cerdos y, en particular, ovejas, todos ellos en estado semisalvaje y sujetos a los movimientos trashumantes al llegar los fríos invernales o el agostamiento de los pastos durante el estío.

12. El terrible poder de las catapultas. Obra de Alphonse Marie Adolphe de Neuville (1835_1885)

                   El terrible poder de las catapultas. Obra de Alphonse Marie Adolphe de Neuville (1835_1885)

13. El enemigo infiel, bien pertrechado. Autor, Jose María Moreno García

                                       El enemigo infiel, bien pertrechado. Autor: Jose María Moreno García

Administrando desde las encomiendas, los hermanos calatravos se convirtieron en buenos criadores, y la lana, carne y pieles alcanzaron elevados precios con su gestión. El negocio se volvió aún más rentable cuando se introdujeron las ovejas merinas desde Marruecos. Además de la ganadería los hermanos cultivaban a escala masiva trigo y cebada en las áreas más fértiles, y también plantaron muchos viñedos y olivos, al igual que huertos y jardines comerciales donde producían verduras, lino, cáñamo, rosas y plantas medicinales. Para regar el suelo construyeron molinos de agua y, toda vez que los campesinos dependían de ellos para su cosecha, éstos se convirtieron en una buena fuente de ingresos. Llegaban gran número de colonos, el peligro de las aceifas musulmanas disminuía con el paso de los años y la tierra florecía hacia el sur, de una forma que no se había visto desde la época de los romanos.

14. Intento de asalto por sorpresa a las murallas. De la obra Las Cruzadas. Gustavo Doré (1832-1883)

                Intento de asalto por sorpresa a las murallas. De la obra Las Cruzadas. Gustavo Doré (1832-1883)

Éste era el mundo de los calatravos, la vida y la obra de aquellos que forjaron celosamente en su antigua fortaleza árabe de Qal’at Rabah el secreto de la dignidad, el heroísmo y el servicio al prójimo que los hizo célebres. Los muros solitarios y carentes de vida que hoy se elevan frente a Salvatierra volverán a animarse este fin de semana con una memorable conmemoración histórica, el VIII centenario de su construcción, pero ¿qué ocurrirá después? ¿Seremos capaces, en los tiempos que corren, de volver a tomar con paso firme la estela que nos dejaron marcada? De todo se aprende, de lo bueno y de lo malo, mientras alguien sea capaz de recordar.

15. Un descanso durante la recreación histórica. Autor, Jose María Moreno García

                               Un descanso durante la recreación histórica. Autor: Jose María Moreno García

16. La entrada de los caballeros en la fortaleza. De la obra Las Cruzadas. Gustavo Doré (1832-1883)

                La entrada de los caballeros en la fortaleza. De la obra Las Cruzadas. Gustavo Doré (1832-1883)

Publicado el 3 comentarios

Córdoba y Medina Azahara. La vida en el Harén del Califa

Córdoba y Medina Azahara. La vida en el Harén del Califa

Según Ibn Idhari, escritor marroquí del siglo XIII, el primer Califa de Al-Ándalus disponía en su harén de más de 6300 esposas, concubinas y otras esclavas de variada raza o nacionalidad. Harén significa literalmente “Lo vedado”, y para nuestra mentalidad moderna evoca la imagen de un grupo de mujeres privadas de libertad tras los muros de palacio, bajo la vigilancia constante de los eunucos… ¿Cómo era y cómo se vivía realmente en el harem de Madinat al-Zahra, o Medina Azahara, la lujosa residencia que hizo construir Abderramán III en la ladera de una colina próxima a Córdoba?

Reunión de árabes. Horace Vernet. Óleo sobre lienzo, 1834

Reunión de árabes. Horace Vernet. Óleo sobre lienzo, 1834

Situada a unos 8 kilómetros al noroeste de la ciudad y frente al valle del Guadalquivir, en una zona denominada “la montaña de la Desposada”, el yacimiento arqueológico de Medina Azahara está declarado hoy Bien de Interés Cultural desde 1923. Madinat al-Zahra, “La Ciudad de la Flor”, alude al nombre de la concubina más preciada y caprichosa del Califa, quien le pidió la construcción de este palacio para huir del bullicio y ajetreo de la corte cordobesa. Pero por bella que nos resulte esta historia, Al-Zahrá no fue en realidad sino una de las muchas “propiedades” de Abderramán. Aunque el Corán, curiosamente, es el único libro sagrado donde se cita claramente la frase “Casaos con una sola», la práctica de tener varias esposas y concubinas se hizo muy común con la expansión del Islam y tuvo su máxima expresión durante la Edad Media, en los fastuosos harenes de los mandatarios Omeyas y Abbasíes.

Interior de la mezquita cordobesa. Autor, James Gordon

Interior de la mezquita cordobesa. Autor, James Gordon

Las mujeres del harén pertenecían a dos grupos bien distintos. Las de clase más baja eran las sirvientas, que tenían asignadas labores de limpieza y servidumbre dentro del recinto vedado. Aunque rara vez llamaban la atención de Abderramán, estas esclavas podían con suerte abrirse camino en la escala del serrallo y alcanzar altos puestos, lo que les permitía retirarse al final de su vida disfrutando de suculentas pagas. Por el contrario, Las privilegiadas o de clase alta disponían de grandes bienes y a menudo eran liberadas por el Califa de su condición de esclavitud. Estas mujeres se escogían por su belleza y talento para ejercer funciones de cantantes o bailarinas privadas de palacio, al tiempo que sus compañeras más experimentadas las instruían en sus cometidos, vistiéndolas convenientemente antes de ser presentadas al Califa. Si éste se fijaba en alguna de ellas, de inmediato era conducida a una estancia personal donde la guardiana del baño y la dama de los ropajes la preparaban para su primera noche. Solo después de la velada, y si el Califa seguía otorgándole su aprecio, la mujer pasaba a convertirse en concubina real.

El mercado de esclavos. Jean-Léon Gérôme. Óleo sobre lienzo, 1866

El mercado de esclavos. Jean-Léon Gérôme. Óleo sobre lienzo, 1866

La vida para las concubinas en el harén estaba inmersa en la más absoluta de las rutinas. Las esclavas no musulmanas, traídas a menudo del África Negra o de mercados europeos (como Lyon y Arlés, en Francia), eran convertidas rápidamente al Islam, tras lo cual debían ir a la escuela para aprender a leer y escribir, a coser y a tocar instrumentos diversos. También gozaban de varias horas al día dedicadas a su propio recreo, que consistía básicamente en pasear por los jardines y ejercitar cuerpo y espíritu para agrado de su Señor.

La gran suerte reservada a unas pocas era llegar a convertirse en Primera Dama del Harén, o Princesa Madre, lo que solo podía conseguirse si la concubina o favorita real daba un hijo al Califa, y éste era además primogénito y por tanto heredero al trono. De ahí las abundantes crónicas relativas a intrigas, acusaciones en falso o envenenamientos para hacerse con el favor del soberano a costa de las rivales… Y también debido a ello, a las mujeres del harén se las vigilaba siempre muy de cerca. Para delitos especialmente graves no era raro que la víctima fuera atada de pies y manos, metida en un saco y arrojada por la noche a las aguas del Guadalquivir.

Vista de Córdoba y sus jardines. Autor, Sharon Mollerus

Vista de Córdoba y sus jardines. Autor: Sharon Mollerus

El harén estaba guardado por varias decenas de eunucos, que al igual que las mujeres pertenecían a todas las razas conocidas. Los eunucos eran llevados a palacio muy jóvenes y por lo general ya llegaban castrados desde el mercado de esclavos. Durante el siglo IX, la localidad francesa de Verdún fue centro tradicional de castración y lugar de residencia de numerosos médicos judíos, especialistas en realizar este tipo de operaciones. La castración entrañaba graves riesgos y no era raro que muriese el paciente, razón por la cual los eunucos alcanzaban elevadísimos precios a su llegada a Córdoba. Una vez allí el eunuco, siempre un niño de corta edad y de inusual belleza, se integraba fácilmente en la vida palaciega donde era frecuente que su aspecto inmaduro al llegar a adulto lo convirtiese en amante predilecto de su amo.

El mercader de alfombras. Jean-Léon Gérôme. Óleo sobre lienzo, 1887

El mercader de alfombras. Jean-Léon Gérôme. Óleo sobre lienzo, 1887

Se conoce una curiosa anécdota sobre el atractivo que ejercían los jóvenes en el que fue segundo Califa de Córdoba, Al-Hakam II. Este buen hombre poseía un harén bien surtido, pero a pesar de ello llegó a la edad de 46 años sin haber tenido ningún hijo, por lo que abundaban los rumores acerca de su manifiesta homosexualidad. Sea como fuere, una esclava cristiana de origen vasco consiguió finalmente hacerle padre siguiendo una moda entonces muy en boga en Bagdad: abandonó sus ropajes femeninos y se disfrazó de chico. Y hasta tal punto fue el cambio del agrado del Califa, que éste adoptó la costumbre de llamarla por el nombre masculino que había escogido: Yafar… Al poco tiempo, como era previsible, la inteligente concubina le dio un heredero y se convirtió en Princesa Madre del Califato.

Vista de las ruinas de Medina Azahara. Autor, Zarateman

Vista de las ruinas de Medina Azahara. Autor: Zarateman

Medina Azahara, una de las obras más notables y grandiosas que haya hecho el hombre, y prodigio entre los prodigios del Islam, desapareció cien años después de su construcción como consecuencia de la guerra civil que puso término al Califato de Córdoba. Sus tesoros fueron saqueados, sus jardines arrasados y desmantelados, y con el paso del tiempo la destrucción llegó a ser casi absoluta al utilizarse la residencia califal como cantera. El palacio quedó enterrado y olvidado hasta 1832, año en el que se identificaron los primeros vestigios que apuntaban al mítico enclave de Abderramán y su favorita, la bella Al-Zahrá. Gracias a los trabajos efectuados desde entonces en el yacimiento, Medina Azahara puede ser hoy visitada por el investigador y el turista, y aunque queda lejos aquel esplendor oriental que la caracterizó y la hizo famosa entre las cortes europeas, sin duda un recorrido por sus paseos, arcos y muros envejecidos por el tiempo nos permitirá hacer gala de nuestra imaginación, y retroceder hasta la época en que las pasiones humanas eran capaces de los más caprichosos designios… ¿Lo dudáis? Aquí tenéis otra muestra del poder de las mujeres del harén, aunque esta vez con el rey taifa Al-Mu‘tamid como protagonista:

Recepción en la sala del Estanque. Frederick Lewis. Óleo sobre lienzo, 1873

 Recepción en la sala del Estanque. Frederick Lewis. Óleo sobre lienzo, 1873

– Señor conde -dijo Patronio-, el rey Abenabet estaba casado con Romaiquía y la amaba más que a nadie en el mundo. Ella era muy buena y los moros aún la recuerdan por sus dichos y hechos ejemplares; pero tenía un defecto, y es que a veces era antojadiza y caprichosa.

»Sucedió que un día, estando Córdoba en el mes de febrero, cayó una nevada y, cuando Romaiquía vio la nieve, se puso a llorar. El rey le preguntó por qué lloraba, y ella le contestó que porque nunca la dejaba ir a sitios donde nevara. El rey, para complacerla, pues Córdoba es una tierra cálida y allí no suele nevar, mandó plantar almendros en toda la sierra para que, al florecer en febrero, pareciesen cubiertos de nieve y la reina viera cumplido su deseo».

De “El conde Lucanor”. Infante Don Juan Manuel

Danza oriental. Fabio Fabbi (1861-1946). . Autor, In Pastel

Danza oriental. Fabio Fabbi (1861-1946). . Autor: In Pastel


Si quiere realizar una visita guiada por Medina Azahara y la ciudad de Córdoba, le recomendamos hacerla con ArtenCórdoba , expertos en la interpretación del patrimonio histórico cordobés.

Publicado el Deja un comentario

Calatrava la Nueva y los calatravos. La vida cotidiana de los monjes-soldado (2ª Parte)

Calatrava la Nueva y los calatravos. La vida cotidiana de los monjes-soldado (2ª Parte)

Ningún relato resulta más indicado para ilustrar la vida militar de los monjes calatravos que el de su propio origen, en los años que precedieron a las Navas de Tolosa y a la construcción de la fortaleza de Calatrava la Nueva. Aprovechando la ausencia del califa almohade, que se hallaba en África sofocando una rebelión, el rey Alfonso VIII envió una expedición en septiembre de 1194 para saquear la campiña andaluza. Formaron parte destacada del ejército los caballeros de Calatrava, a los que correspondió como parte en el botín 300 cautivos y muchos ganados y bienes. La respuesta musulmana no se hizo esperar, y el 1 de junio del siguiente año el califa pasaba el estrecho acompañado de un inmenso ejército de soldados almohades, árabes, zenetes, gomaras, negros sudaneses y hasta arqueros turcos. Todo hacía presagiar lo peor y el día 19 de julio se cumplió el peor pronóstico: la batalla de Alarcos, al sur de Ciudad Real, supuso una auténtica masacre para el lado cristiano. El campamento cayó íntegramente en poder de los almohades, y el propio rey Alfonso VIII solo pudo salvar la vida tras una ignominiosa y rápida huida hasta Toledo, junto al propio propio maestre de Calatrava y otros contados supervivientes de alto rango.

2. Miniatura medieval representando una batalla en plena Cruzada. de la Histoire d'Outremer, por William de Tiro

      Miniatura medieval representando una batalla en plena Cruzada. De la Histoire d’Outremer, por William de Tiro

3. Espectacular entrada al castillo. Autor, Bambo

                                                        Espectacular entrada al castillo. Autor: Bambo

Tanto la Orden de Calatrava como la de Santiago estuvieron presentes junto a sus tropas en la refriega, pero fueron los primeros quienes más sufrieron las consecuencias de la derrota. Además de numerosas bajas entre muertos y cautivos perdieron la fortaleza de Calatrava la Vieja, la sede principal de la Orden (hoy todavía visible en el término de Carrión de Calatrava), y con ella las extensas posesiones que constituían su dominio desde Sierra Morena hasta los Montes de Toledo. Casi todos los defensores de Calatrava fueron pasados a cuchillo mientras los supervivientes se refugiaban en Ciruelos, unos 10 km al sur de Aranjuez, y sus superiores se esforzaban por cubrir el vacío de hombres y bienes tras el desastre convocando una llamada general de la Orden, a la que por suerte acudieron numerosos voluntarios. Parecía que los calatravos podrían contarlo. Pero lo más urgente a partir de entonces sería encontrar una sede nueva, una sede ubicada donde fuese más necesaria su presencia y desde donde se pudiese controlar más activamente los movimientos del infiel.

4. El choque de los dos ejércitos. De la obra Las Cruzadas. Gustavo Doré (1832-1883)

                           El choque de los dos ejércitos. De la obra Las Cruzadas. Gustavo Doré (1832-1883)

Este fue el inicio de la avanzada que terminó con los monjes en la entrada del desfiladero del río Jándula, 55 km al sur de su antigua capital y donde hoy se sitúa su fortaleza más espectacular. Con este fin, en plena tregua firmada con los almohades, los monjes-soldado de Calatrava enarbolaron las armas y partieron con un contingente de 400 caballeros y 700 peones, adentrándose profundamente en territorio enemigo para dar un auténtico golpe de mano a los musulmanes de Sierra Morena: el asedio y la toma de Salvatierra. La aventura tuvo éxito y allí se instalaron finalmente, convirtiendo esta fortaleza aislada dentro de territorio islámico en casa madre de la Orden y permaneciendo allí durante todo el periodo que durarían las treguas. Hoy sus ruinas son todavía visibles desde la fortificación de Calatrava la Nueva, y en honor a su nombre los calatravos cambiaron el suyo para denominarse a partir de entonces caballeros de la Orden de Salvatierra, término que estuvo vigente al menos en la documentación de esos años.

5. Castillo de la Orden de Calatrava en Alcañiz, hoy parador de Turismo. Autor, Druidabruxux

                     Castillo de la Orden de Calatrava en Alcañiz, hoy parador de Turismo. Autor: Druidabruxux

6. Caballeros e infieles en la Primera Cruzada. Obra de J.J. Dassy, 1850

                                      Caballeros e infieles en la Primera Cruzada. Obra de J.J. Dassy, 1850

Acabada la tregua en 1210, en mayo del año siguiente pasaba el estrecho de Gibraltar un nuevo ejército islámico, que avanzaba hasta concentrarse en Sevilla. Y de aquí partía el 15 de junio hacia Salvatierra, guarnecida aún tenazmente por los caballeros de Calatrava. Éstos, muy inferiores en número, esperaron allí a pie firme la llegada del descomunal ejército. Primero resistieron en la explanada frente al castillo, y luego se hicieron fuertes en la misma villa hasta que, inútiles todos sus esfuerzos, no tuvieron más remedio que encerrarse en la fortaleza y prepararse para un largo asedio. Los almohades atacaron las murallas infructuosamente durante 51 días, efectuando frecuentes acometidas y batiendo los gruesos muros con catapultas y demás máquinas de guerra, mientras los sitiados solicitaban un socorro a Alfonso VIII que el rey no estuvo en condiciones de prestarles. Solo tras autorización real los de Calatrava accedieron a capitular, firmando un acuerdo con el califa almohade que les autorizaba a salir y partir con su vida a salvo y llevando consigo cuantos bienes pudiesen transportar. Todo terminó nuevamente para los calatravos, pero lo que no sabían es que la resistencia de Salvatierra (hoy en el término municipal de Calzada de Calatrava) había permitido a los castellanos ganar un tiempo precioso y ultimar sus preparativos para la gran batalla que tendría lugar el año siguiente, sin duda una de las grandes victorias cristianas en los ocho siglos de Reconquista hispánica: las Navas de Tolosa.

7. Restos de la fortaleza de Salvatierra, frente a Calatrava la Nueva. Autor, Zubitarra

                            Restos de la fortaleza de Salvatierra, frente a Calatrava la Nueva. Autor: Zubitarra

Aunque se conoció también en su tiempo como batalla de Baeza, hoy se sabe que el choque de las Navas de Tolosa se libró en lo que hoy es término jienense de Santa Elena, el 16 de julio de 1212. El ejército cristiano se componía de una alianza de huestes de Castilla, de Aragón y de Navarra bajo el mando absoluto del mismo Alfonso que había caído en Alarcos, además de cruzados extranjeros y las milicias de cuatro órdenes militares: el Temple con su maestre Gómez Ramírez; San Juan con su prior Gutierre Hermenegildo; Calatrava y su maestre Rodrigo Díaz de Yanguas, y finalmente Santiago con el maestre Pedro Arias. Estos personajes no eran solo figurantes, y además de su valor en ataque hacían las veces de asesores tácticos del rey en cada batalla. Por su parte los caballeros freires constituían el núcleo más fuerte del ejército, ya que se destacaban tanto por la completa protección de sus jinetes y caballos como por el adiestramiento de ambos; la táctica en aquella época consistía en lanzar una única y decisiva carga, aunque ya por entonces existía una cierta tendencia a utilizar equipamiento más ligero y caballos árabes, más pequeños y ágiles que el europeo. Debido a ello se utilizaba normalmente a los freires como caballería pesada y punta de ataque para romper las filas contrarias, y así fue también en esta ocasión, formando el centro de la hueste durante aquella jornada bajo el mando del conde don Gonzalo Núñez de Lara.

8. Carga de la caballería pesada medieval. Obra de Paolo Ucello (1397-1475)

                                 Carga de la caballería pesada medieval. Obra de Paolo Ucello (1397-1475)

9. Caballero del siglo XV durante una carga. Recreación histórica. Autor, David Ball

                             Caballero del siglo XV durante una carga. Recreación histórica. Autor: David Ball

Las armas y armaduras que utilizaban eran similares a las usadas en toda Europa: espadas, lanzas, cascos de acero y escudo. El hábito de los caballeros calatravos era una túnica de color blanco con capucha, inicialmente sin cruz y siempre más corta que la de los clérigos para facilitar la cabalgada. Por encima utilizaban un largo manto carente de mangas casi idéntico al de los templarios, aunque sin cruz, como la túnica, y a veces una capa forrada de piel. La armadura era siempre negra. Pero las tropas movilizadas por las órdenes militares no se basaban solo en caballeros freires; en ellas se integraban también exploradores y servicios de espías, normalmente siervos residentes en la zona, y cuyos conocimientos del terreno aportaban al ejército noticias valiosísimas acerca de las fortalezas o los movimientos del enemigo. A ellos se sumaban los sargentos, que actuaban como escuderos o sirvientes de los caballeros, y también los vasallos laicos de la Orden en las diferentes encomiendas. Éstos últimos venían acompañados por sus respectivas mesnadas a pie compuestas tanto de mercenarios profesionales como de labriegos incultos, y armados por lo general con lanzas, arcos, hondas y hachas.

10. El asalto a las murallas de la fortaleza. De la obra Las Cruzadas. Gustavo Doré (1832-1883)

                    El asalto a las murallas de la fortaleza. De la obra Las Cruzadas. Gustavo Doré (1832-1883)

La batalla fue dura. Los templarios perdieron a su maestre, y el de Santiago, don Pedro Arias, quedó tan malherido que murió a los cinco meses como consecuencia de sus heridas. Por su parte los freires de Calatrava fueron diezmados y su maestre Rodrigo Díaz perdió un brazo, lo que le hizo dimitir de su cargo al verse imposibilitado para luchar en el futuro junto a sus hombres. Pero a pesar de estos reveses el ejército musulmán fue detenido, derrotado y puesto en fuga. Y con la desaparición de la amenaza almohade las tierras que se habían perdido con el revés de Alarcos volvieron a recuperarse, y los calatravos fijaron los ojos en un castillo frente a Salvatierra, en la cima de un cerro cónico y admirablemente situado para resistir cualquier ataque. El castillo tenía por nombre Dueñas, y junto a sus tierras fue donado algunos años antes a la Orden por la familia de Don Rodrigo Gutierrez Girón. En 1201 el rey confirmaba a los calatravos la propiedad íntegra, de modo que tras la exitosa campaña de Las Navas comenzaron los preparativos para la ampliación y mejora de sus fortificaciones, verdadero nido de águila que aún hoy impone al visitante por el grosor de sus muros y su inaccesibilidad.

11. Patio interior de la fortaleza de Calatrava la Nueva. Autor, Valdoria

                                          Patio interior de la fortaleza de Calatrava la Nueva. Autor: Valdoria

12. Recreación de un caballero de Calatrava. Autor, Kalatravo

                                              Recreación de un caballero de Calatrava. Autor: Kalatravo

Las obras llegaron a término en poco más de cuatro años (1213-1217) gracias al uso de infinidad de cautivos del malparado ejército almohade. Y aunque la vecina Salvatierra siguió en poder musulmán hasta 1226, una vez levantada la fortaleza los de Calatrava la convirtieron en la nueva y flamante sede de la Orden. Se la llamó Calatrava la Nueva, todo un símbolo y un logro al tesón demostrado durante casi veinte años desde la pérdida de su antigua capital junto al Guadiana. Y logro además por doble partida: pues la presencia de los calatravos se demostraría no solo eficaz para la repoblación de las tierras recién reconquistadas, sino también de gran valor estratégico en la tarea de controlar los pasos de Sierra Morena y el importante camino que unía Toledo y Andalucía, todavía en poder musulmán.

Continuará…

13. La Batalla de las Navas de Tolosa. Pintura al óleo de Francisco de Paula Van Halen, (1814-1887)

                La Batalla de las Navas de Tolosa. Pintura al óleo de Francisco de Paula Van Halen, (1814-1887)

14. Recreación histórica de los caballeros calatravos en plena batalla. Autor, Jose María Moreno García

             Recreación histórica de los caballeros calatravos en plena batalla. Autor: Jose María Moreno García