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Albacete, de ruta gastronómica gourmet

Miguelitos de La Roda Albacete

Albacete, que por el este de la provincia empieza a ceder, -de mala gana-, para que gran parte del paisaje se nos muestre con cierto aire levantino por la vecindad de algunas de sus tierras con las de Alicante y Murcia, con su propio nombre nos recuerda su condición de pueblo manchego, – del árabe Al-Basit, la llanura -. Albacete comparte el amplio caudal de su gastronomía con pueblos de la serranía lo que condiciona la personalidad de los platos de cada comarca.

Dentro de una cocina plural, destacan sobre todas sus especialidades gastronómicas, los gazpachos manchegos que no hay que confundir con el Gazpacho andaluz.

En su libro, La Ruta de Don Quijote, el Maestro Azorín, nos dice: “¿Gazpacho ó Gazpachos?. No lo olvidemos: hay gazpacho, plato andaluz y hay gazpachos, plato manchego.- El gazpacho andaluz es frío y nutritivo; los gazpachos manchegos son calientes y sustanciosos. No tiene plural el gazpacho andaluz; no tienen singular los gazpachos de la Mancha; esa es la razón de su plural,- los numerosos trocitos de torta que los constituye.- Los gazpachos son consustanciales de la mancha.”

Apuntado lo anterior, Albacete nos ofrece una rica cocina abundante y sabrosa; distintos tipos de migas, – según comarcas -, las consabidas gachas y, en torno a ellas, el atascaburras, la olla podrida, el salpicón, el ajo arriero y, como no, el universal y sabrosísimo Queso Manchego.

Entre sus variados postres, panecillos dulces, delicias de Almansa, borrachos de Minaya… los Miguelitos de La Roda, se llevan la palma.

El festín debe regarse con los excelentes vinos de La Mancha, la Manchuela, Almansa o Jumilla, denominaciones de origen entre las que se dividen los renombrados viñedos de la provincia.

Catedral de S. Juan Bautista, Albacete
Catedral de S. Juan Bautista, Albacete

Ajo arriero
Ajo arriero

Deliciosas recetas con sus pertinentes consejos:

AJO ARRIERO

Plato de ventas y mesones, de carreteros y gentes viajeras y al que no falta nunca un recio vino de La Mancha.

A este guiso le dio nombre
un afamado ventero
viendo que entre los guisados
que salían de sus pucheros
este, al que aquí me refiero,
compuesto de bacalao,
tiernas patatas y huevo,
cocidas a lento fuego,
un chorreoncito de aceite
y unos ajos pedroñeros,
lo comían con gran deleite
aquellos hombres arrieros,
que en pellejos y corambres
portaban vinos y aceite
por caminos carreteros.
Siempre saciaban el hambre
con este plato casero
que preparaba el ventero
quien, entre tanto el guisado
iba sazonando el fuego,
decidió, que plato tan placentero
tan rico y populachero,
y en honor de aquellos hombres,
poner por nombre ajo arriero.

Alcalá del Júcar
Alcalá del Júcar

Gazpachos manchegos
Gazpachos manchegos

EL GAZPACHO

Es la típica tentación del verano. El llamado “Cortijero”, de raigambre andaluza y entroncado en La Mancha, es una especie de sopa fría; plato ligero, consolador, refrescante y rico en vitaminas A y C, que le aportan el tomate y el pimiento. Los gazpachos manchegos o “galianos”, son un plato sustancioso; una especie de sopa de pastores, caliente, de carnes especiadas que se espesan con pan cenceño y que, al degustarlo, exige un tinto vigoroso.
Para hablar de gazpachos hemos de seguir a Don Gregorio Marañón, sabio Doctor en Medicina y acreditado gastrónomo que los elogia cumplidamente: “La vanidad de la mente humana venía considerando el gazpacho como una especie de refresco para pobres, más o menos grato al paladar, pero desprovisto de propiedades alimenticias. Las gentes doctas de hace unos decenios maravillánbanse de que un plato tan liviano pudieran los segadores afanarse durante tantas horas de trabajo al sol canicular. Ignoraban que el instinto popular se había adelantado en muchas centurias a los profesores de dietética y que, exactamente, esa emulsión de aceite en agua fría, con el aditamento de vinagre y sal, pimentón, tomate majado, pan y otros ingredientes, contiene todo lo preciso para sostener a los trabajadores entregados a las más rudas tareas.” A nosotros el gazpacho nos reconforta y anima. Cuando el tórrido verano el astro sol es mi tormento y el sostenerse en pie resulta vano pues mi cuerpo rehusa el alimento y me quedo sin fuerzas, hecho un trapo, sin aliento, sin ganas, flojo y gacho, de trance tan fatal sólo me escapo si me ayudo con un fresco gazpacho que me entona, alimenta y fortalece, y es tal el apetito que me acrece que a un cebado lechón me lo despacho, tras ingerir un cuenco de gazpacho.

… y la receta:

Para hacer un Gazpacho cortijero
tendrás que machacar en el mortero
tomates y pimientos bien pelados,
a los que previamente quitas
las clásicas simientes o pepitas,
y una vez que los hayas triturado
añadirás a la masa conseguida
corteza de pan reblandecida
y un ajo mondo y lirondo
que habrás de machacar también a fondo
y sin prisas, con calma, lentamente,
vas echando vinagre, aceite, sal,
y agua fresca de la fuente
hasta lograr la espesura conveniente,
sin perder nunca de cuenta
añadir una pizca de pimienta.
El gazpacho lo tienes conseguido
si momentos después, acto seguido,
por fino colador vas y lo pasas,
y llevado a una fuente ensaladera
lo dejas reposar en la nevera.
Al servirlo, pondrás por guarnición
pimiento, pepino, cebolla y pan tostado
que debes trocear, cortándolos en dados,
que luego el comensal elige a discreción,
tras haberlo dejado a su elección.
Después, probando que le ha gustado
por bueno, por barato y por fresquito,
no debe extrañar que diga: Yo, repito.

Galianos con carne de caza
Galianos con carne de caza

GAZPACHO MANCHEGO, “GALIANOS”

El Gazpacho manchego
es primo hermano
de los “galianos”
y del “jigote”,
un plato cotidiano
en la cocina de Don Quijote.
Tortas, perdiz y liebre
los tres se aprecian
y sólo por el nombre
se diferencian.

… y la receta más popular para prepararlo:

Con el aceite a punto,
la liebre y la perdiz,
-o ambas por junto,-
en cazuela de barro
se ponen a freír
teniendo en cuenta
que sería tremendo disparate
no añadir unos granos de pimienta,
rebanaditas de pan,
ajos, cebolla y tomates,
que dase por sabido y no olvidado
has de freír sin piel y muy picados.
Junto con ellos, el hígado de liebre,
que una vez quede frito,
se deja reservado en un marmito.
Tiernas perdiz y liebre
es cuando has de decidir
colar el caldo y, después,
y espera que rompa a hervir,
no sin antes añadir
el hígado reservado,
y de una torta cenceña
los trozos que has de partir
deberán ser igualados
al número de invitados
que lo vayan a ingerir.

Atascaburras
Atascaburras

Lagunas de Ruidera
Lagunas de Ruidera

ATASCABURRAS

Es plato de larga tradición, cuyo condumio se inicia con las primeras nieves del año caídas sobre los pueblos y aldeas de Albacete.

Un plato muy singular
cargado de rancia historia
que con su manducatoria
goza todo comensal.
En la Mancha albaceteña
se hace bajo otra reseña,
que no es la de Ciudad Real,
pues, aquí, es plato distinto
aunque su nombre sea igual:
!Atascaburras! Tal, cual;
apelativo plebeyo
que lo que pierde de bello
lo gana en original.
Condumio un tanto casero
para el que no es necesario
ser versado cocinero.

Preparación:

Coges patatas, la pelas
y una vez que sean lavadas,
– porque no dejen secuelas
de tierra y de suciedad,
de las que están impregnadas,-
tienen por necesidad
que cocerse en el puchero
del que no hay que prescindir.
Aparte, debes hervir
un bacalao desalado,
sobre el que debo decir
que es correcto que pongamos
por cada kilo de papas
doscientos cincuenta gramos.
¿Las dos cosas han cocido?.
Será el momento elegido
para sacar del puchero
las patatas que, a seguido,
echarás en el mortero
donde serán machacadas,
al tiempo de ser bañadas
con el agua en que ha cocido
el sabroso bacalao,
que una vez desmenuzado
en trocitos, bien partido,
ha de ser incorporado
a ese mortero aludido
por el que será majado,
y de aceite bien regado
hasta que tengas conciencia,
porque ello así lo merece,
que lo que allí acontece
ha tomado consistencia.
De sal, dale su punto cabal
sin pasarte, ni menguar,
que en esto hay un justo medio
que hay que saber calcular,
pues si de sodio te pasas
desagrada al paladar.
Echa el todo en blanca fuente,
lo dejas bien extendido,
y el tono de distinción
se los das seguidamente,
poniéndole a discreción,
alrededor de la fuente,
rodajas de huevo duro.
Así, Atascaburras hicistes;
algo que tú conseguistes
con éxito, a buen seguro,
combinando huevos duros
con bacalao desbriznado,
aceite puro, dorado,
patatas, sal, mimo, esmero,
y el manejo del mortero.

Todo tiene su por qué:

En un día de crudo invierno, con viento y ventisca horrible que te azota y vapulea, a un pastor le fue imposible acercarse hasta la aldea para acopiar comestible.
El hombre solo tenía para el mencionado día, dentro del aislado chozo que le servía de cobijo, la alforja semi vacía: sal, aceite, tres patatas y completando el «alijo», ajos, la raspa de un bacalao y agua fresca en un botijo.
Con ingenio harto certero mezcló todo aquel conjunto hirviéndolo en un puchero; después, lo pasó al mortero, lo fue rociando de aceite y machaca que machaca logró para su deleite algo de lo que se atraca comiendo hasta el hartazón, y tras ardua digestión, se dijo: Esto atasca hasta las burras. Como ves, el nombre de ATASCABURRAS, tiene su porqué y razón.

Alcaraz
Alcaraz

Queso Manchego con frambuesas
Queso Manchego con frambuesas

OLLA PODRIDA

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua, define así la palabra OLLA: “Vianda preparada con carne, tocino, legumbres y hortalizas, principalmente, garbanzos y patatas, a lo que se añade algunas veces algún embuchado y todo junto se cuece y se sazona.”
A principios del siglo XIX, José Urcullu, Teniente del Regimiento de Infantería de León, explica así el delicado placer que es la olla:

Ya la sopa presentan en la mesa,
de excelente comida anuncio cierto,
dorada, sustanciosa, (oh, cual exhala
el olor de la vaca y de torreznos!
jugo de vegetales es su caldo,
y de gallina menudillos tiernos,
acompañada con ligera escolta,
de platillos hermosos, cuyo objeto
es mover suavemente los sentidos,
y abrir el apetito casi muerto.
Con pompa y majestad, tras de la sopa
una podrida olla va viniendo,
donde deben descubrirse confundidos
la gallina, el chorizo y el carnero,
el jamón y la vaca entre el garbanzo
acompañados de tocino fresco.

En el romance “LA VIDA POLTRONA” Francisco de Quevedo, nos dice:

… Haga yo mi olla
con sus pies de puerco,
y el llorón judío
haga sus pucheros.
Darme a las mañanas
un gentil torrezno,
que friendo llame
los cristianos viejos.
Tripas de la olla
han de ser revueltos
longanizas largas
y chorizos negros.
Por ante el hambre
y por postre luego
un ahíto honrado
de vaca y carnero.
Dulce no lo como
porque no pretendo
volverme yo abeja
ni colmena sin cuerpo.

Se cuenta que Carlos IV, gustaba de la “Olla podrida” a la que sumaba jamón,gallina y otras cosas especialmente sabrosas «porque, cuanto más encierra y más “podrida” está, mejor huele y más honra otorga a la mesa en que es servida».
En los tiempos que corremos, la olla, más ó menos “podrida”, es el plato principal de la comida diaria de la gente humilde y campesina, adoptando nombres diferentes según comarcas y lugares: Olla potajera, Olla de pastor, de matanza, de aldea…

Río Mundo
Río Mundo


Un artículo de Antonio Bellón Márquez


Más información | Turismo Gastronómico de Albacete


Fotografía de portada: Miguelitos de La Roda

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Una historia de trashumancia

trashumancia Campo de Montiel ecoturismo

Desde las Sierras de Tragacete y Albarracín en Teruel, la Cañada Real Conquense atraviesa Cuenca y La Mancha hasta alcanzar Sierra Morena y la comarca del Condado de Jaén


Desde hace siglos, pastores y vaqueros conducen sus reses a través de las sendas medievales que hoy forman la Red Nacional de Cañadas Reales. Paso a paso, sol a sol, los “modernos” trashumantes de hoy en día recrean una anacrónica aventura pecuaria cubiertos de polvo, sudor y cansancio.
El viaje que os proponemos, por un tramo de la Cañada Real Conquense conocido como Cañada de los Serranos, permite conocer y disfrutar tres grandes zonas de la provincia de Ciudad – Real: la llanura Manchega, la altiplanicie del Campo de Montiel y las estribaciones de Sierra Morena Oriental.

¡Vamos, Tuerrrrrta!…, grita Antonio, echando mano de su vara de acebuche. Ganadero de talante apacible, Antonio suele arrear a sus 360 ovejas manchegas con educadas palabras de ánimo: “Venga, bonita”, llamándolas a casi todas por su nombre, Chispa, Gitana, Vívora, Extraña, Gasona, Perla… En su morral guarda la lista con sus partidas de nacimiento. El rebaño es como un pueblo pequeño donde todo el mundo se conoce. Pero con la Tuerta, hasta el perro pastor que lo acompaña, Granero de nombre y pastor mallorquín de raza, se desespera al enfilar la Cañada de los Serranos desde las llanuras de Socuéllamos (Ciudad – Real), donde se sitúa el comienzo de nuestro viaje trashumante de casi 140 km que nos conducirá hasta los pastos de verano (agostaderos) a los pies de la Sierra del Cambrón, en Castellar de Santiago (Ciudad – Real), en el límite con Andalucía y la provincia de Jaén.

La pobre Tuerta, que no está loca, sino que se hace la sueca, sería capaz de desquiciar al mismísimo John Wayne. Va a su bola tropezándose con las retamas, atravesándose en la carretera… Que estaba de pasar y pasó: acabó cayéndose en un agujero, llegando a Ruidera. Mientras caía, Juan, compañero y socio de Antonio, bromeaba: “Ya es tarde para comprarle un ojo de cristal”. Los restos de paja del fondo, por suerte, hicieron de colchón. ¡La madre que la parió!
En el camino, los pastores de la zona nos saludan con cierta familiaridad. Proceden en su mayoría de la zona, de estos pequeños pueblos de la España escondida, donde el pastoreo de ganado conforma un estilo de vivir, sentir y pensar.

Trashumancia

Trashumancia en La Mancha

rebaño de ovejas La Mancha

La necesidad de trasladar el ganado de los pastos de verano a los de invierno determinó unos itinerarios que fueron tejiendo, siglo tras siglo, una red de comunicaciones en la Península. Estas vías pecuarias (denominadas cañadas, cordeles, veredas y coladas en función de su importancia y anchura) recibieron carta de naturaleza en 1273 bajo el reinado de Alfonso X el Sabio y posterior tutela con la institución del Honrado Concejo de la Mesta de Pastores. Constituyen el más extenso entramado viario de la Comunidad Europea. Distribuidas por 40 provincias, estas sendas medievales tienen una longitud de 125000 km y ocupan una superficie de 425000 hectáreas, equivalente a la provincia de Pontevedra.

Noche de pastores en el chozoNoche de pastores en el chozo

Abrevadero para el ganadoAbrevadero para el ganado


El sesteo se realiza al mediodía para evitar las horas de más calor


Camino de Alhambra, donde se efectuará la tercera “dormida” del viaje, se escucha de fondo el rumor somnoliento de los cencerros, un monótono repicar que se convertirá en el hilo musical del rebaño durante las 6 jornadas, con sus respectivas noches al raso, de calculado recorrido. Nuestra expedición, que partió a últimos de junio, está formada por 4 personas, una mula, 360 ovejas y un vehículo todoterreno, un destartalado Land Rover. El reto es caminar de sol a sol, al ritmo de unos 20 a 25 km diarios.
Violeta, la mula del rebaño, destaca por su corpulencia entre todas las ovejas, idónea por su resistencia para el aprovechamiento ganadero extensivo. Transportar el rebaño en camiones hasta nuestro destino costaría mucho, muchísimo dinero. Y hay que mirar el bolsillo en estos locos tiempos de vacas flacas.
La ley de los trashumantes continúa inamovible: media vida de nómadas. Pese al curso imparable de la modernidad, los últimos pastores nómadas se sienten herederos de un espíritu migratorio de subsistencia.

Pasando por el Parque Natural de las Lagunas de RuideraPasando por el Parque Natural de las Lagunas de Ruidera

Por tierras de Alhambra. Autor, SergioPor tierras de Alhambra. Autor, Sergio


Las vías pecuarias extienden sus 125000 km por toda España


Durante el día, las cabezas más nobles y veteranas, Chispa y Gitana, con las encargadas de marcar el recorrido al “pelotón”. Como sus dueños, conocen de memoria los mojones, abrevaderos, puentes… vestigios todos de una cultura milenaria.
Cae la tarde. El rebaño enfila la cañada en dirección al descansadero de la Sierra de Alhambra. Para comprobar que ninguna se ha perdido, cuentan las ovejas de “30 en 30” a medida que van entrando en la cerca. Volverán a contarlas al amanecer. Antonio, Juan y Elpidio, agradecen estas “estaciones de servicio” pecuarias. Atrás quedaron el inmenso coto de Cinco Navajos, próximo al Parque Natural de las Lagunas de Ruidera, y la Casa del Pozo de las Chozas, donde “pastan unas ovejas que da gloria verlas”.
Con cada jornada amanece un nuevo paisaje. En la Sierra de Alhambra huele a romero, a tomillo, un frescor que alivia el arduo caminar por sus laderas. La Cañada desemboca en el cruce con la carretera que une Villanueva de los Infantes con La Solana y algunos conductores no disimulan su impaciencia. El sediento rebaño se entretiene abrevando en el río Azuer. ¡Vamos, Tuerrrrrta!
En los últimos 40 años, la paulatina disminución del tránsito ganadero ha provocado el abandono físico y administrativo y, como efecto bumerán, el menor uso de las cañadas. El porcentaje de tramos perdidos se sitúa en torno al 30 por ciento a pesar de que al actual Ley de Vías Pecuarias remarca el aspecto “inalienable, imprescriptible e inembargable” de este patrimonio público de los españoles.

Cerca de Alhambra. Autor, Luis Angel Gómez, de Historia y Arqueología de AlhambraCerca de Alhambra. Autor, Luis Angel Gómez, de Historia y Arqueología de Alhambra

Por Sierra MorenaPor Sierra Morena


No es dormir al raso ni tragar polvo lo que retrae a los últimos trashumantes, sino las fincas, las vallas, las carreteras…


Han pasado 6 días. A la altura de la Sierra del Cambrón, en Castellar de Santiago, en el límite con Andalucía y la provincia de Jaén, fin de nuestro viaje, los pastores discuten con los guardas forestales. “Nos sentimos extranjeros en nuestra propia casa” se lamentan. Pero las veteranas Chispa y Gitana han enfilado ya el camino que conducirá a todas sus compañeras hasta el agostadero. Y puede que tras el largo y cálido verano, cuando llegue el momento de regresar al norte, la Tuerta se atreva a seducir a Violeta guiñándole su único ojo. ¡La madre que la parió!

Fiesta de la Trashumancia en MadridFiesta de la Trashumancia en Madrid



Un artículo de Antonio Bellón Márquez ©

Fotografías en blanco y negro de Sergio Pascual


Mas detalles sobre la Cañada Real de los Serranos:

Partiendo de Socuéllamos recorreremos la Llanura Manchega, amplia extensión, con una altitud entre los 600 y 700 m., caracterizada por su plenitud, horizontalidad y sus luminosos paisajes en donde los cultivos agrarios de secano han sustituido casi por completo al encinar manchego-aragonés que lo cubría prácticamente hasta la Edad Media, y en donde sobre todo se enseñorean las viñas – y sus cada día más apreciados y premiados vinos con denominación de origen – y los cultivos cerealísticos, bajo un clima mediterráneo continentalizado y seco.
Sin darnos casi cuenta, la cañada irá suavemente encajándose siguiendo la misma red fluvial, diluyéndose el paisaje manchego y adentrándonos poco a poco en el Campo de Montiel. Iremos remontando su altiplanicie (700-900m) o paramera de calizas y dolomías recubierta de manchones de masas de encinar, sabinar y matorral mediterráneo, en cuyo corazón con sorpresa descubriremos el complejo lagunar cárstico de calizas traverníticas más excepcional de Europa, las celebérrimas Lagunas de Ruidera, hoy Parque Natural, un rosario de 15 espléndidas lagunas cabalgándose una tras otra a lo largo de un profundo corredor de 30 km, de gran belleza y riquísima vegetación hidrófila y acuática.
Después, en contraste con ellas, en Alhambra y sus alrededores, un paisaje más desnudo mostrará algo de ese relieve de mesas, cerros testigos, ondulaciones, cuestas y muy especialmente las rojizas tonalidades de sus areniscas y arcillas triásicas que tanto identifican esta Comarca. Esta roca, bautizada como “moliz” por los canteros, desde época ibérica y romana ya era explotada como piedra de sillería para la construcción de los edificios más regios, para la escultura, para afilar armas, etc; y en época moderna en las iglesias y las fachadas blasonadas de la nobleza terrateniente de nuestras ciudades manchegas.
Nuevamente el paisaje será llano y netamente agrario (viñedos, olivos, cereales) sobre el que sobresaldrán elevándose a nuestro lado las sierras de Alhambra (1088 m.) y del Cristo, destacando con sus crestas de cuarcitas ordovícicas (propias de los relieves paleozoicos), revestidas de jarales, matorral de encinar, tomillos, etc.
A continuación, durante el cuarto y quinto tramo, iremos bordeando la comarca de Valdepeñas y de Mudela, transición entre el paisaje propiamente manchego y el serrano. Ahora los retazos de vegetación serrana mediterránea y las áreas adehesadas se harán más numerosas y habituales, sobre todo una vez pasamos junto al pantano de La Cabezuela y el río Jabalón, acercándonos progresivamente a los paisajes cada vez más netamente serranos de después de Castellar.
La Mancha y particularmente estas áreas esteparias del Campo de Montiel, cultivadas, con pastizales y pastos secos según las distintas estaciones, intercaladas con zonas de monte bajo y matorrales mediterráneo, son un hábitat idóneo para alimentar una fauna de mamíferos, aves y reptiles muy variada. Así a lo largo del trayecto podremos observar aves muy singulares como gangas, gavilanes, aguiluchos cenizos, sisones, cernícalos, zorzales, mirlos, alondras, gorriones trigueros, tordos… Por supuesto multitud de aves migratorias de paso mientras alzan el vuelo a la vecina Ruidera o al cercano Parque Nacional de las Tablas de Daimiel. Y con suerte a la majestuosa y corpulenta pero amenazada avutarda. Sin olvidarnos obviamente de la brava perdiz roja, tan apreciada cinegéticamente. Entre los mamíferos: zorros, garduñas, liebres, conejos; o jabalíes y ciervos.
Esta Cañada nos sirve asimismo como un gran eje en torno al cual descubrir la rica historia de estos territorios y para acercarnos a visitar pueblos muy próximos como Tomelloso, Argamasilla de Alba, La Solana, Alhambra, Villanueva de los Infantes, Fuenllana, San Carlos del Valle, Valdepeñas, Torrenueva, Carrizosa, Torre de Juan Abad
En lo alto de las Sierras de Alhambra y del Cristo se conservan restos de poblados prehistóricos amurallados de la Edad del Bronce, testimonios de la presencia de pobladores autóctonos desde muy antiguo. Destacan el óppidum ibérico y la posterior ciudad romana de Alhambra, Laminium, citada por Plinio y Estrabón, una de las poblaciones con más continuidad histórica si tenemos en cuenta que su fortaleza de origen musulmán se levanta sobre otro poblado prehistórico y que en la ladera Sur del pueblo podemos ver la necrópolis visigoda de Las Eras.
Tampoco debemos olvidar que surcaremos un paisaje con una marcada dimensión literaria gracias a escritores como Cervantes, Quevedo, Galdós, Azorín o García Pavón, entre otros.
Si eres amante de la vegetación de interior (mediterránea) para hacer un descanso en la ruta, te puedes adentrar entre las encinas y coscojas y en las zonas de cardos buscar las tan apreciadas setas de cardo, delicia gastronómica de la zona.


Recomendaciones:

Este gran recorrido de casi 140 km cruza de Norte a Sur el lado oriental de la provincia de Ciudad – Real, siguiendo la Cañada Real Conquense, una de las más largas de España.
Os recomendamos estructurar la ruta en seis tramos: el primero, de 25 km, parte de la ermita de San Isidro en Socuéllamos, hasta el km. 141,8 de la carretera CM 400 (Tomelloso – Munera); el segundo, de 23 km, desde este punto hasta Ruidera y sus Lagunas; un tercero, de 20 km, nos acerca hasta Alhambra. El cuarto, de 25 km, nos lleva a Pozo de La Serna; el penúltimo, de 24 km, hasta el km 7,6 de la CR 614 (Torrenueva – Torre de Juan Abad); el último de 23 km Culmina a los pies de la Sierra del Cambrón, en Castellar de Santiago, en el límite con Andalucía y la provincia de Jaén, junto a la carretera CRP 610 (Castellar – Aldeaquemada).
A lo largo del recorrido nos encontraremos con paneles generales informativos, además de las correspondientes señales de dirección.
Recomendamos los meses de las estaciones de otoño, invierno y primavera para su realización. También ir provistos de: agua para prevenir la deshidratación, alzado ligero de montaña y prendas olgadas adecuadas a las temperaturas con colores poco llamativos. También, llevar prismáticos, andar en silencio para una mejor observación de la fauna, no cortar porque sí plantas o flores, no encender hogueras ni dejar desperdicios. Respetemos en todo momento los lugares y los animales con que podamos encontrarnos.

Panel Cañada Real de los SerranosPanel Cañada Real de los Serranos

Señales Cañada Real de los SerranosSeñales en los senderos de gran recorrido

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La azarosa vida de furtivos y percheros en el Campo de Montiel

La azarosa vida de furtivos y percheros en el Campo de Montiel

En los años posteriores a la guerra civil, el hambre y la precariedad obligaron a muchas familias del Campo de Montiel a buscarse la vida para subsistir. La mayor parte de la gente humilde en los pueblos de campiña vivía de las labores del campo, enganchando algunas peonadas en épocas favorables, y poco más. Sin embargo la abundancia de monte arbolado y de caza en el Campo de Montiel, sobre todo en las zonas más montañosas del sur, propició el desarrollo de otras actividades de subsistencia: fue el caso del carboneo (la fabricación de carbón de encina para el picón de los braseros y los hornos de pan) y, como no podía ser de otra forma, la caza furtiva.

Montiel y S Morena 4. Autor, Pablo.Sanchez

Típicas fincas de caza en el Campo de Montiel. Villahermosa. Autor, Pablo.Sanchez

La caza furtiva constituyó el pan de cada día para muchas familias rurales, a menudo como un complemento a otros ingresos pero tambien como la única manera de sobrevivir. El producto de este furtiveo se vendía luego en los bares del pueblo, así como a algunos particulares que no sufrían o no tenían problemas económicos. Era frecuente asimismo la actividad del estraperlo asociada a la caza ilegal. En pueblos como Villamanrique o Castellar de Santiago, en las vertientes de Sierra Morena, resultaba normal la visita de mujeres especializadas en este tipo de contrabando, y que hacían de enlace entre muchos cazadores furtivos y los puntos de venta en éstos y otros municipios de los alrededores. Así, no era extraño hallar zorzales, perdices, conejos, liebres y ocasionalmente alguna pieza de caza mayor entre las mercancías que habitualmente pasaban los puertos a altas horas de la noche, y que luego servían para preparar la rica variedad culinaria de que hoy hace gala toda la comarca.

Plato de perdiz en escabeche. Autor, Javier Lastras

Plato de perdiz en escabeche. Autor: Javier Lastras

Perdiz estofada. Autor, Javier Lastras

Perdiz estofada. Autor: Javier Lastras

Las artes de caza furtiva eran abundantísimas, haciendo cierto aquel dicho de “cada pillo tiene su truquillo”. En Villahermosa y Ossa de Montiel abundaba la caza con lazo; otros utilizaban más bien cepos; los más se dedicaban a las perdices con trampas o perchas, y también los había que preferían aguardar a la estación fría para arremeter con los zorzales, a los que cazaban con trampas de alambre que ellos mismos fabricaban, o con perchas hechas con el pelo de las colas y las crines de las caballerías.

Una de las formas más complicadas de furtiveo era la caza nocturna de la perdiz con red, ya que debía de hacerse en noches de suma oscuridad, y si eran nubladas o con lluvia, tanto mejor. El problema de atrapar las perdices durante la noche era que había que conocer el monte y la sierra palmo a palmo, de ahí que no todo el mundo fuese capaz de llevarla a cabo. Los cazadores salían a altas horas de la madrugada y a menudo también durante el día, escondiéndose entonces en las escabrosidades del monte para esperar la llegada de la oscuridad. La única luz que se utilizaba era la de un carburo, débil y amarillenta, por lo que perderse en la sierra era lo más fácil del mundo.

Perdiz roja. Autor, El coleccionista de instantes

Perdiz roja. Autor: El coleccionista de instantes

En algunas zonas de la comarca la actividad de los “percheros” era tradición familiar y se transmitía de padres a hijos, llegando a constituirse verdaderos clanes familiares especializados en esta modalidad cinegética. Los padres llevaban a los chavales al monte para aprender el oficio, y una de sus primeras habilidades consistía en asegurar que no faltara la materia prima para la fabricación de perchas (las crines de caballo). Así, con las tijeras en los bolsillos, tanto en el campo como en las cuadras donde estaban las caballerías, los niños abordaban a los confiados animales y de la parte interior de la cola cortaban buenos haces de cerdas, que luego escondían en los morrales para transportarlos a casa. Este material se prefería a cualquier otro debido a su ligereza, y a la facilidad con que se deslizaba el nudo corredizo en el momento de atrapar una presa.

Lazo con nudo corredizo, para caza furtiva. Autor, Jose Juan Taboada

Lazo con nudo corredizo, para caza furtiva. Autor: Jose Juan Taboada

Las crines eran trenzadas por las mujeres del hogar para formar el cordoncillo del lazo, que se oscurecía después con hollín de la chimenea para hacerlo menos visible. Este cordoncillo se ataba por un extremo a un cordel de esparto, que a su vez era amarrado a una pequeña rama clavada en el suelo, a un matojo de romero o de jara e incluso a un haz de hierbas. Tras darle al lazo la altura y la amplitud adecuadas, la percha quedaba terminada y el cazador podía así marcharse para colocar otras trampas en los alrededores. Se sabe que cada persona, incluidos los niños, podían llevar en su zurrón hasta 600 perchas listas para su uso, y que tardaban aproximadamente diez segundos en poner cada una ellas. Mientras una parte del equipo iba creando espacios y caminos en el monte para facilitar el paso de las perdices, los demás se dedicaban a colocar las trampas. Una vez colocadas se esperaba un total de tres a cuatro días, tras los cuales la familia entera volvía a echarse al monte a recoger el resultado.

Cazadores en la nieve. Obra de Pieter Bruegel el Viejo (1525-1569)

Cazadores en la nieve. Obra de Pieter Bruegel el Viejo (1525-1569)

A menudo los furtivos se llevaban más de una sorpresa con lo encontrado en el lazo. En una ocasión, unos “percheros” de Villamanrique hallaron atrapado en una de sus trampas a un gran lagarto, uno de esos reptiles tan abundantes en los encinares y monte bajo de La Mancha. Claro que por aquella época no se hacía ascos a nada, así que encendieron rápidamente una lumbre, y una vez pelado y arreglado lo echaron al fuego para preparar el almuerzo…

Comenzaban a poner las perchas para San Miguel (finales de Septiembre) y se dejaba la actividad en enero a fin de evitar la época de cría de las perdices. Una peculiaridad de la percha es que la mayor parte de los ejemplares se cazaban con vida, por lo que su destino no era la despensa familiar sino la venta a las gentes adineradas del pueblo, que las soltaban después en sus fincas o las utilizaban como reclamo. En los años cincuenta comenzaron a proliferar personajes que compraban a los “percheros” el producto de su caza a tres veces su precio anterior, con lo que la cosa comenzó a ser muy rentable. Venían buscando sobre todo perdices, zorzales y otros pequeños pájaros, que luego vendían en los bares y restaurantes de Madrid donde se cotizaban extraordinariamente. Los “percheros”, entretanto, habían sacado un dinerillo extra para poder guardarlo y tener excedente de recursos cuando se acabase la temporada.

Perdices para reclamo. Autor, Jose Antonio Cotallo López

Perdices para reclamo. Autor: Jose Antonio Cotallo López

El asunto fue tan rentable y proliferó tanto el furtivismo, que algunos dueños de fincas grandes no tuvieron más remedio que aliarse con los “percheros”. De esta forma, les dejaban cazar en sus fincas libremente a cambio de la mitad de la caza que capturaban. Aún así seguía siendo un buen negocio, ya que en aquellos tiempos se vendían las perdices a cinco pesetas la pieza. Con esta convivencia entre unos y otros se llega hasta los años sesenta, cuando aparecen las primeras órdenes para acabar con los furtivos y dar entrada a la legalidad (la de los cazadores que venían a matar perdices por placer, sentados cómodamente en sus puestos). Cuando las familias dedicadas a la percha comenzaron a ser acosadas y multadas por la Guardia Civil, los “percheros” llegaron a una especie de entendimiento con las autoridades para que les dejaran hacer los “ojeos” o batidas de caza durante la temporada, y ganarse así unos jornales que les permitiesen subsistir. Y aunque se tiene constancia que la actividad continuó realizándose como mínimo hasta finales de los años ochenta, este fue sin duda el fin de los “percheros” como oficio floreciente, y el principio de la empresa cinegética tal como se conoce actualmente en el Campo de Montiel.

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Una buena partida de caza en los años setenta, Villahermosa. Autor: Juan Antonio Resa