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Un paseo por Navarra y sus Aquelarres. En el país de la bruja (2ª Parte)

Un paseo por Navarra y sus Aquelarres. En el país de la bruja (2ª Parte)

La sacerdotisa del aquelarre es siempre “la Vieja”, un título de honor, pero ella puede ser muy bien joven. La novia del Diablo puede tener alrededor de unos treinta años, de mirada profunda y febril. Los cabellos en desorden, negros e indomables, coronados por una diadema de verbenas, hiedra de las tumbas y violetas. Después viene la negación de Jesús y el homenaje al nuevo señor, al igual que en las recepciones del temple en las que se da todo sin reservas, pudor, dignidad o voluntad. En ese momento, Él consagra a su sacerdotisa. El dios del bosque la acoge y ella se entrega a él, según la forma pagana. Recibe su hálito, el alma, la vida, la fecundación simulada.. Después, no menos solemnemente, ella se purifica y se constituye como altar viviente a partir de ese momento.

Bosques navarros de ls Selva de Irati. Autor, MC SimónE

Bosques navarros de la Selva de Irati. Autor, MC SimónE

Así termina el rito del Introito y el servicio se interrumpe para el banquete. Al revés del festín de los nobles, con la espeda siempre dispuesta a un lado del cuerpo, aquí, en el festín de los hermanos, nada de armas, ni siquiera un cuchillo.. Cada uno tiene además una mujer como guardián de la paz. Nadie puede ser admitido sin mujer. Pariente o no, esposa o no, vieja o joven, hace falta una mujer.

¿Qué bebidas circulaban? Hidromiel, sidra, cerveza y vino, e incluso licor de pera. Probablemente no se escanciase ningún brebaje alucinógeno, puesto que el exceso de confusión habría hecho difícil la danza que seguía al banquete. Esta danza, este frenesí giratorio, la famosa Ronda del aquelarre, bastaba para completar un primer grado de embriaguez. Giraban espalda contra espalda, los brazos hacia atrás, sin verse; pero a menudo las espaldas se tocaban. Poco a poco nadie se conocía, ni siquiera a la persona que tenía al lado. La vieja entonces ya no lo era. Milagro de Satán. Ella era todavía mujer y deseable, confusamente amada.

Bardenas Reales. Autor, Miguel Angel García

Bardenas Reales. Autor, Miguel Angel García

En el momento en el que la multitud, unida en este vértigo, se sentía un solo cuerpo por una irresistible emoción de fraternidad y sensualidad, se continuaba el oficio con el Gloria. En las formas antiguas y clásicas del aquelarre primitivo, el altar ofrecía a los presentes la hostia. ¿En qué forma? La Mujer misma. De su cuerpo prosternado, de su persona humillada, ella se ofrecía mientras un supuesto demonio oficiaba sobre sus riñones, decía el Credo y hacía la ofrenda. Este rito fue inmoral más tarde, como es obvio, pero su atractivo continuó siendo poderoso hasta el punto de que en la corte de Luis XIV de Francia se reproducía en sus fiestas privadas como un espectáculo más de diversión para los nobles invitados. Ahora bien, una cosa era la diversión de la nobleza y otra el rito del pueblo, de forma que las asambleas de los aquelarres tenían mucho que perder si eran sorprendidas. Y desde luego, la bruja se arriesgaba en extremo con este audaz comportamiento.

El Aquelarre. Obra de Francisco de Goya. 1823

El Aquelarre. Obra de Francisco de Goya. 1823

En un siguiente acto, sobre el altar viviente que se entregaba se hacía la plegaria y la ofrenda para la cosecha. Era común aportar trigo al Espíritu de la tierra, que hace germinar el grano. Pájaros liberados llevaban al Dios de la libertad el suspiro y los votos de los siervos. Según las zonas podían utilizarse también gatos negros, machos cabríos negros o toros negros.

Paisaje navarro en la niebla. Autor, Rufino Lasaosa

Paisaje navarro en la niebla. Autor, Rufino Lasaosa

¿Qué hostia se distribuía en los antiguos aquelarres? No la hostia de burla que se verá en tiempos posteriores, sino la hostia de Amor. Para ello se coloca sobre los riñones desnudos de la bruja una tablilla y sobre ella un pequeño horno donde se cuece un pastel, el mismo que se utilizaba durante el medievo para los famosos filtros de amor en los que la enamorada mandaba un presente a su deseado varón, para atarlo irremediablemente a ella. Para terminar se depositaban sobre el altar viviente dos ofrendas de carne, que representaban ficticiamente elementos de peso en el rito: la carne del último muerto de la comunidad, y la del último recién nacido. El resto de los presentes comulgaba entonces bajo la sombra vaga de Satán, y al término la bruja se levantaba y tomando un sapo entre las manos lo reducía a pedazos. Era el momento de la fiesta final, y la multitud saltaba las grandes hogueras impunemente como una anticipación consciente de los fuegos del Infierno.

Gallipienzo viejo. Autor, JMMCai

Gallipienzo viejo. Autor, JMMCai

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Un paseo por Navarra y sus Aquelarres. En el país de la Bruja (1ª Parte)

Un paseo por Navarra y sus Aquelarres. En el país de la Bruja (1ª Parte)

Tras celebrar en la pasada ceremonia cinematográfica como el film “Las brujas de Zugarramurdi” se ha llevado la palma en número de premios Goya, con ocho estatuillas de las 10 a las que optaba (actriz de reparto para Terele Pávez, maquillaje y peluquería, efectos especiales, dirección de producción, sonido, montaje, diseño de vestuario y dirección artística), uno no deja de preguntarse qué tendrá Zugarramurdi y sus brujas para que hoy estén tan de moda en medios públicos y círculos privados. En otra ocasión hablamos del famoso auto de Fe que condeno a numerosos vecinos de la zona a penas que incluyeron la temible muerte en la hoguera, pero… Hoy nos acercaremos al propio rito en sí, el famoso aquelarre en el que la misa negra y el culto a Satán eran el centro mismo de la vida pagana, y referencia importante en unas regiones montañosas y remotas, donde a su pesar la luz cristiana todavía no había calado con la suficiente profundidad.

2. Fuente en el valle de Erro. Autor, Federico

Fuente en el valle de Erro. Autor, Federico

Hubo un tiempo en que el siervo llevó la vida del lobo y del zorro, fue un animal nocturno, entendiendo con esto que actuaba mínimamente de día y que su reino verdadero lo constituía la oscuridad. Todavía en el año 1000, mientras el pueblo fabricaba sus santos y sus leyendas, la vida a plena luz tenía algún interés para él. El dios Pan persigue alegre a las mujeres y a los niños en forma de vecino enmascarado, y en las casas las viejas encienden velas en honor a Diana-Luna-Hécate. Pero a partir del segundo milenio la Iglesia y la nobleza arremete con toda resistencia pagana y el siervo no tiene más remedio que convertirse o huir a la noche. En parte, las terribles revueltas sociales del siglo XII se vieron influidas por esta huida, estos misterios y vida nocturna del lobo y del contrabandista. Los primeros aquelarres fueron de hecho una especie de venganza ante el ostracismo, y en el aislamiento de los bosques y de la noche las gentes que allí se congregaban bebían entre ellas su propia sangre y comían la tierra húmeda como hostia.

3. Bruja y el círculo mágico. Obra de J. W. Waterhouse. 1886

Bruja y el círculo mágico. Obra de J. W. Waterhouse. 1886

Tuvo que pasar algún tiempo para que los aquelarres tomasen la forma que conocemos, es decir, una guerra declarada a Dios. Esto no se plantea hasta el siglo XIV, el siglo de Dante, durante el Gran Cisma, y fue entonces cuando empieza a acuñarse el término “Misa Negra” con el que se conoció desde entonces. Los fieles son esos mismos siervos y campesinos que no encuentran alivio alguno en la conmiseración de una Iglesia aliada con los poderosos. El cielo les parecía un aliado de sus feroces verdugos, lo que allanó el camino a revueltas terribles como la Jacquerie y manifestaciones satánicas para todos los gustos.

4. Dolmen en Isaba. Autor, Rafael Miró

Dolmen en Isaba. Autor, Rafael Miró

Curiosamente, la mujer tuvo en los aquelarres un papel importante. Desde 1300 su medicina se considera maléfica, sus remedios castigados como venenos. El inocente sortilegio a partir del cual los leprosos creían mejorar su suerte lleva a la matanza de estos infortunados mientras la bruja terminaba desollada viva por orden del párroco o el señor feudal. Con una represión tan ciega los aquelarres comenzaron a pulular en cuevas, florestas umbrías y prados de altura, siempre al amparo de la noche. Porque el gran milagro de aquellos tiempos miserables es que podía encontrarse en la cena nocturna de la fraternidad lo que no se había encontrado durante el día…

5. Niebla en los Pirineos navarros. Autor, Anamfp

Niebla en los Pirineos navarros. Autor, Anamfp

Los aquelarres de la época están bien documentados desde antiguo, de forma que puede describirse con bastante exactitud sus diferentes estadios (aunque siempre de manera general, puesto que cada región y a menudo cada aldea tenía sus propias manifestaciones locales). Podéis imaginaros la escena: una gran landa, a menudo cerca de un viejo dolmen céltico y en la linde de un bosque. De un lado la pradera iluminada por la luna, donde va a realizarse la comida en común de los fieles; de otra, hacia el bosque, el altar de esta iglesia negra cuya cúpula es el cielo. Y entre ambos fuegos resinosos de llamas amarillentas y rojas, que proporcionan un vapor fantástico. La bruja vestía su Satán, un gran Satán de madera, negro y peludo. Tenebrosa figura que cada uno veía de manera diferente, puesto que mientras unos se aterrorizaban otros terminaban sollozando, emocionados por la grandeza melancólica que parecía envolver al Ángel caído…

Continuará…

6. Detalle de un Aquelarre. Obra de Henry Fuseli. 1741-1825

Detalle de un Aquelarre. Obra de Henry Fuseli. 1741-1825

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Días y noches en el camino de Santiago. La vida cotidiana de un peregrino medieval (5ª Parte)

A casi cien kilómetros de Santiago salían a recibir a los peregrinos

A casi cien kilómetros de Santiago salían a recibir a los peregrinos los juglares gallegos, con típicos cantos, romances y narraciones de los milagros del santo Apóstol. Ellos les acompañaban el resto del camino hasta dar vista a la ciudad. Otros acompañantes eran los comerciantes, que se hacían cada vez más numerosos a medida que se aproximaba Compostela. Ofrecían hospedaje, buena comida y alojamientos, cambio de dinero y toda clase de reliquias y baratijas, como conchas o vieiras. Doce kilómetros separan a Labacolla de Santiago, con el repecho del Monte del Gozo donde veían los peregrinos medievales la tan deseada ciudad, si es que el orvallo, la lluvia o la niebla no se lo impedían. El gozo era indescriptible. Se contagiaban unos a otros entonando himnos de júbilo. Se hincaban de rodillas para dar gracias a Dios por haberles concedido la gracia de arribar al término deseado. Repuestos de la primera impresión, emprendían la carrera final. Cuesta abajo se apresuraban y hasta corrían los peregrinos, emulándose celosamente. El primero que llegaba a la catedral era declarado rey del grupo, dignidad que a algunos les hizo tanta ilusión que tomaron ese título como apellido, de donde muchos franceses han heredado el apellido “Leroy”.

camino santiago

Señalando el camino. Autor, sabersabor.es

2. Pazo de Raxoi. Compostela. Autor, Amaianos

Pazo de Raxoi. Compostela. Autor, Amaianos

Santiago, en tiempos medievales, era muy distinta de lo que hoy conocemos. Poseía las casa típicas de la época: dos o a lo más tres plantas, de humilde apariencia y escasa comodidad. Las calles, estrechas y tortuosas, eran como las que hoy encontramos en lo más viejo de Compostela, las típicas rúas, que hoy se han quedado demasiado estrechas para el tráfico moderno. Por el barrio de San Lázaro entraban presurosos los peregrinos, sin detenerse, buscando el camino más corto hasta la Catedral, donde eran recibidos oficialmente por uno o varios canónigos con su largo acompañamiento de sacristanes, clérigos y monaguillos. Solamente en casos de notabilísimos peregrinos, que podían ser reyes, duques u otros nobles, era el arzobispo el que recibía y oficiaba. Sonaban entonces las chirimías de plata, que aún se oyen en las procesiones presididas por el arzobispo de Santiago.

 

3. Luz oculta del Universo. Autor, Fusky

Luz oculta del Universo. Autor, Fusky

4. Vista de Santiago en primavera. Autor, Compostelavirtual

Vista de Santiago en primavera. Autor, Compostelavirtual

Hecho un relativo silencio, después de una no corta prédica, se impartía la absolución de todos los pecados. Los peregrinos se sentían como si en aquel momento hubieran acabado de recibir las aguas bautismales. Se narraba la leyenda del hallazgo de la tumba del apóstol Santiago, allá por el siglo IX, cuando un ermitaño que vivía en aquellos parajes vio caer por la noche una lluvia de estrellas sobre un determinado lugar. La repetición en los siguientes días del mismo hecho le llevó a la convicción de que aquello era una señal y aviso del cielo, y fue a comunicarlo al obispo de Iria Flavia, donde estaba la residencia episcopal. El obispo Teodomiro se desplazó hasta el lugar y pudo ver por si mismo la portentosa lluvia estelar. Con su comitiva se dirigió al punto exacto y encontró una pequeña cueva, y en ella un cuerpo yacente vestido de hábitos pontificales, llegándose a la conclusión de que aquel era el cuerpo de Santiago el Mayor, del que se sabía que estaba enterrado en la comarca pero sin haberlo podido hallar hasta entonces.

 

5. El espectáculo del Botafumeiro. Autor, Carlos, Octavio Uranga

El espectáculo del Botafumeiro. Autor, Carlos, Octavio Uranga

6. La Catedral. Autor, Bernavazqueze

La Catedral. Autor, Bernavazqueze

La Vía Láctea, camino lechoso de estrellas, nos ha traído a Compostela y cumplido su fin. No importa ya que desaparezca de nuestra vista, porque si mirando a las estrellas se puede llegar a Santiago, al entrar en la ciudad es muy probable que se oculten al peregrino debido a la lluvia tan asociada al paisaje gallego, como ocurrió a los Reyes Magos cuando dieron con el lugar en que nació el Redentor. La Vía Láctea ha sido para nosotros nube luminosa que conducía a Israel por el desierto, según las palabras del Éxodo. Pero sea una lluvia sin descanso y sin tregua; un agua menudita, persistente y fina de calabobos; o de un violento chaparrón, como si sobre el pueblo se desplomasen los cielos, Santiago y la contemplación de la Catedral quedarán para siempre grabados en el alma del peregrino. He aquí las palabras que Gerardo Diego dedicó a esta privilegiada contemplación:

“Aquella noche de mi amor en vela
Grité con voz de arista, dura y fría:
Creced, mellizos lirios de osadía,
Creced, pujad, torres de Compostela.
Todos los santos, sí. Ni una candela
Faltó a la cita unánime. Y se oía,
Junto a Gelmírez, por la Platería,
El liso resbalar de un vuelo en vela,
La ronda de los Ángeles. Yo oculto
Entre las sombras de los soportales (…)
Para medir, grabar moles y estrellas,
Y el santo y seña de las catedrales”.

7. Espectacular vista panorámica de la Vía Láctea. Autor, Slworking2

Espectacular vista panorámica de la Vía Láctea. Autor, Slworking2

Y así, el camino y su verdad, lo que comienza y en un punto ha de terminar, con sus dificultades y sus peligros, con suaves complacencias o alegrías desbordantes, ha sido el destino de millones de personas de todas las épocas, lenguas y condiciones sociales. Nunca se ha cantado con palabras más bellas la experiencia de caminar a pie, despacio, porque peregrinar es bello siempre que haya espíritus que sepan percibir sensaciones, captar bellezas de la naturaleza, de la historia, de la leyenda o del arte:

“Bajo la luminosa, nocturna estela,
Entre la polvareda de los caminos,
En busca de Santiago de Compostela
Pasan, cantando salmos, los Peregrinos”.

8. Espectacular vista de la fachada de la Catedral. Autor, Hornet, 18

Espectacular vista de la fachada de la Catedral. Autor, Hornet, 18

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«Porque el viaje no comienza cuando preparas tu mochila, el viaje despega solo con soñarlo. Disfruta del Camino de Santiago»

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Días y noches en el Camino de Santiago. La vida cotidiana de un peregrino medieval (4ª Parte)

Días y noches en el Camino de Santiago. La vida cotidiana de un peregrino medieval (4ª Parte)

Los peregrinos a Santiago, los santiagueros, estaban muy orgullosos de su viaje y no querían ser confundidos con ningún otro:

¿A dónde vas, romero,
por la calzada?
Que yo no soy romero,
Soy santiaguero.
A Roma van por tierra,
Yo miro al cielo.
Va la luna conmigo
Descalza. Y sigo.

Y aún menos cuando, después de pasadas las puertas de León y los puertos de Irago y del monte Cebrero, se llegaba finalmente a la tierra de los gallegos. El francés Picaud la describía así en el Codex Calixtinus: “frondosa, con ríos y prados, abundante en campos de manzanos, buenos frutos y clarísimas fuentes; rara en ciudades, villas y sembrados; escasa en pan de trigo y en vino; rica en pan de centeno y en sidra; abundante en ganados y bestias, leche, miel y enormes pescados de mar, pocos de ellos comestibles (…) Las gentes gallegas, mejor que las demás gentes españolas, son las que más se parecen a las nuestras francesas, por las costumbres cultas; pero los tienen por iracundos y litigiosos en gran manera”.

 

1. Puente en Sahagun. Autor, Calafellvalo

Puente en Sahagún. Autor, Calafellvalo

2. Bosque milenario en Barbadelo. Lugo. Autor, FreeSat

Bosque milenario en Barbadelo. Lugo. Autor, FreeSat

Podemos estar conformes o no con algunas de estas afirmaciones, pero lo que sí es cierto es que, al entrar en Galicia, el peregrino entraba al mundo de la leyenda y de la devoción más arraigadas. Mirando a las aguas de los arroyos el peregrino medieval cree ver sombras en el fondo. Alguna vez se oyen murmullos. No se distingue bien si son cantos místicos u oraciones, pero es una delicia colocarse en la orilla y dirigir la mirada a lo profundo de las aguas. En cada aldea encontrarán a su paso a ancianos acercándose a orillas de tal o cual balsa de piedra, para recordar aquel rincón asolanado de su juventud, aquel prado que era el orgullo de la familia, el cementerio donde reposan los antepasados. Su alma escuchará rumores nostálgicos, leyendas en gallego, y acaso imaginen ver la “Santa Compaña, el paso de las ánimas que van y vienen del camposanto. ¡Toda una historia de siglos y corazones se encuentra bajo las aguas!

En camino de Santiago
Iba un alma peregrina,
Una noche tan oscura
Que ni una estrella lucía;
Por donde el alma pasaba
La tierra se estremecía.

“¿Dírasme, alma pecadora,
Lo que por Santiago había?”
“Perdóneme el caballero,
decírselo non podía;
que tengo el cuerpo en las andas,
voy a la misa del día”.

3. El camino en La Rioja. Autor, Calafellvalo

El camino en La Rioja. Autor, Calafellvalo

En O Cebreiro, Lugo, se localiza también una legendaria historia de la que aún hoy resuenan ecos entre las gentes de los valles: una mañana invernal y dura entró en la iglesia un campesino para oír misa, como acostumbraba todos los días. El sacerdote que celebraba pensó distraído que durante la misa no merecía la pena que aquel labriego hiciera tanto sacrificio para ver un poco de pan y vino. Instantáneamente las especies sacramentales se presentaron a los ojos de sacerdote y campesino en la apariencia de carne y de sangre, que la vista y tacto podían certificar. Siglos después pasó por allí Isabel la Católica y ordenó que fueran puestas aquellas especies sacramentales en dos ampollas de plata, que aún se conservan.

 

4. Galicia mística. Etapa de Portomarín a Palas del Rei. Autor, Jexweber

Galicia mística. Etapa de Portomarín a Palas del Rei. Autor, Jexweber

Animados por las canciones y leyendas del camino las leguas iban quedando atrás, y el peregrino, cansado pero feliz, ansiaba el final de cada jornada con una mezcla de misticismo y cordialidad que contagiaba. A esas alturas se siente dueño de la ruta, sacia el hambre con los frutos que le da el bosque o la huerta bienhechora; toma el agua con las manos, ya de una charca, ya de una fuente de mármol en el jardín de un abandonado palacio. A pesar de todas las incomodidades, hallar un techo bajo el que cobijarse era un don de Dios. Los peregrinos, como los enfermos de los hospitales, rezaban agradecidos y devotos, dando gracias al Cielo por haberles deparado cobijo. La oración les confortaba, sobre todo si era dirigida por un monje, sacerdote o dueño más o menos letrado, que eran quienes solían encargarse de las hospederías.

 

5. Campos de Belorado a finales del invierno. Burgos. Autor, Davidmiguel.com

Campos de Belorado a finales del invierno. Burgos. Autor, Davidmiguel.com

En el refugio, el cansancio del camino hacía que cualquier camastro o rincón fuese bueno para dormir. La gente de aquellos tiempos estaba acostumbrada al duro lecho, y esto facilitaba conciliar el sueño tan pronto como el peregrino arropaba su cuerpo fatigado con una manta o tabardo. La habitación podía ser un cuarto con varias camas, un salón grande en el que se apiñaban gentes de todas clases, un pajar, o la misma cuadra, junto a los animales domésticos, que tenían poco respeto por el necesario silencio interrumpiendo constantemente con ladridos, patadas, rebuznos o gruñidos. Pero el viajero percibe también otras sensaciones, éstas más halagadoras: el murmullo de las fuentes; la primera luz centelleante de la mañana, posándose sobre los tejados, torres y roquedos; el aire oscuro de la madrugada, o el sonido estival de las ranas en la noria, junto al río, al caer la noche.

 

6. Etapa conseguida. Autor, Jexweber.fotos

Etapa conseguida. Autor, Jexweber.fotos

Pero al fin, por mucha poesía que requiriese el peregrino, lo pragmático acudía y era necesario alimentarse del modo que fuese posible. No causaba la gula grandes estragos entre los caminantes a Santiago. Más bien, eran el apetito agudo y los recuerdos de mesas mejor abastecidas objeto obligado de su experiencia y nostalgia, como claman aquellos versos de Tirso de Molina:

¿Dónde estáis, jamones míos,
que no os doléis de mi mal?
Cuando yo solía cursar
La ciudad y no las peñas
¡memorias me hacen llorar!
De las hambres más pequeñas
Gran pesar solíais tomar.
Erais, jamones, leales:
Bien os puedo así llamar,
Pues merecéis nombre tales,
Aunque ya de los mortales
No tengáis ningún pesar.

7. Viñedos en Navarrete, La Rioja. Autor, Calafellvalo

Viñedos en Navarrete, La Rioja. Autor, Calafellvalo

La ayuda alimenticia que prestaban los hospitales de peregrinos no solía ser todo lo abundante y nutritiva que ellos necesitaban. Como heredera de aquella caridad quedó la famosa sopa de los conventos que se daba todos los días, o algún día por semana, a los que la solicitaban. Era llamada “la sopa boba” por ser gratuita, y si no arrancaba de cuajo hambres atrasadas, sí alivió muchas en gran medida. Había incluso quien se organizaba y sabía que el lunes la tendría en los benedictinos, el martes en los franciscanos, el miércoles en el convento de la Merced, el jueves en Santo Domingo…

 

8. Un recibimiento muy especial. Belorado. Autor, Scouts Burgos

Un recibimiento muy especial. Belorado. Autor, Scouts Burgos

Fuera de esta sopa de urgencia, los alimentos que consumían habitualmente las personas humildes en las hospederías eran sopa de lentejas, garbanzos, nabos, espinacas y pocas cosas más, todo condimentado con hierbas, grasa o sebo (el aceite fue un lujo hasta principios del siglo XX). Manjares de ricos al alcance de unos pocos peregrinos, o de todos en las grandes solemnidades, eran el jamón, chorizo, gallinas, cecina de vaca, conejo o queso. Que el pan fuese blanco resultaba raro, y comúnmente se fabricaba con trigo, centeno, cebada o maíz. Para pobres se cocía un pan inferior en forma de panecillos llamados bodigos, que eran entregados en limosna a quien la suplicaba en la puerta, o se enviaban a las iglesias o albergues para que ellos hiciesen la caridad.

 

9. Puente a la altura de Sahagún, León. Autoer, Calafellvalo

Puente a la altura de Sahagún, León. Autor, Calafellvalo

Y por supuesto, no podía faltar el vino. Sin líquido no es fácil pasar la comida a no ser que se trate de potaje abundante en caldo. Agua sola no solía ser apetecida, una afirmación que los italianos recalcaban con consejos como el que sigue: «bebe vino al modo alemán: por la mañana, puro; para comer, sin agua, y a la cena, tal como viene del pellejo”. Por unas razones u otras, el viajero a Santiago bebía moderadamente siempre que tenía oportunidad y dinero. Para el vino llevaba su bota de cuero, aunque muchos utilizaban la calabaza como recipiente, la cual albergaba los vinos más baratos, ásperos y de no demasiados grados, que daban al paladar un cierto gusto a resina, a miel y otras especias. Cuando la calabaza se iba haciendo demasiado liviana repostaba el peregrino en las tabernas, que no escaseaban, o en las casas particulares de los cosecheros. Cualquier lugar era propicio para un convite, y si hemos de ser sinceros, el vino fue el gran compañero del alma para muchos de los que transitaba por aquellas sendas de Dios:

Cuando yo me muera, tengo que dejar
En el testamento que me han de enterrar
En una bodega, al pie de una cuba,
Y un racimo de uvas en el paladar.

Continuará…

 

10. Santo Domingo de la Calzada, hito del camino. Autor, Calafellvalo

Santo Domingo de la Calzada, hito del camino. Autor, Calafellvalo

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«Porque el viaje no comienza cuando preparas tu mochila, el viaje despega solo con soñarlo. Disfruta del Camino de Santiago»

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Días y noches en el camino de Santiago. La vida cotidiana de un peregrino medieval (3ª Parte)

Días y noches en el camino de Santiago. La vida cotidiana de un peregrino medieval (3ª Parte)

El peregrino de la Edad Media no seguía un camino de rosas hacia Santiago. Los procedentes del norte de Europa, por ejemplo, se daban cuenta muy pronto tras su paso por los Pirineos que cada vez les era más difícil soportar el clima, sobre todo a partir de Puente la Reina, donde comienzan a experimentarse la sequedad y los calores de la meseta castellana. En verano los días son largos y calurosos, de modo que venía bien el sombrero redondo del que habla el Arcipreste de Hita como propio del peregrino. Y es que la falta de agua en el paisaje llegaba a ser odiosa para unas gentes acostumbradas a los grandes ríos de Europa central. Sin embargo, tampoco convenía rogar demasiado por su presencia en una región como Castilla, donde las tormentas son temibles. Para el caminante una tormenta es un peligro pasajero, pero nada grato, pues a veces resultaba imposible encontrar en tamañas soledades la choza bienhechora, abandonada por los pastores, o una roca que sirviera de cobijo.

 

1. El camino por Villalcázar de Sirga, Palencia. Bill Bereza

El camino por Villalcázar de Sirga, Palencia. Bill Bereza

2. Camino y encina. Autor, Jule_Bertin

Camino y encina. Autor, Jule_Bertin

La mayor parte de los peregrinos, por necesidad o por penitencia, hacían el viaje a pie, sin caballerías. Algunos las alquilaban en los trechos más penosos por sus pendientes o por el mal estado de conservación de su suelo. Y es que se utilizaban las calzadas romanas y caminos antiguos, que con las lluvias y tormentas quedaban en malísimo estado. Otra cosa era el paso de los ríos. No siempre había puentes, de ahí que se señalara como gran obra de caridad el construirlos. Se tiene referencia incluso de una cofradía llamada de los “pontífices”, porque tenía como finalidad la construcción y reparación de puentes. Por desgracia, estas obras se realizaban en los ríos de mayor calado. Los pequeños carecían muy frecuentemente de ellos y se cruzaban por pontones inseguros o por vados, menos seguros aún, puesto que podían cambiar súbitamente de caudal con las riadas. Vadear era un arte y un riesgo. Los primeros que lo hacían avisaban a los compañeros que venían detrás, y por ello se hizo proverbio que: “En río desconocido debes pasar el último”, y por la misma razón los señores pasaban el vado después de sus criados.

 

3. El mejor momento del día, en la hospedería. Autor, Calafellvalo

El mejor momento del día, en la hospedería. Autor, Calafellvalo

Otro peligro evidente para los peregrinos eran el robo y el pillaje, concretados a menudo en emboscadas en los pasos más solitarios del trayecto. Conservamos referencias históricas, y no solo literarias, sobre el bandidaje en tiempos medievales. Como es natural, en España destacaban sobre todo los españoles; pero había también bandoleros de otros países. Eran intrusos, como Juan de Londres, que robó a los viajeros mientras dormían en la posada de Domingo, llamado “el Gallego”. Una banda de salteadores ingleses tuvo por campo de operaciones los Montes de Oca, no lejos de Burgos. Los robos en los hospitales de peregrinos tampoco constituían una novedad, siendo frecuente el caso de fingidos caminantes que ofrecían su amistad a los compañeros de refugio para después robarles, o también el caso del posaderos que envenenaban a sus huéspedes. Se sabe incluso de un caso en el que aparecieron muertos por intoxicación cien peregrinos, aunque bien pudiera explicarse también por el mal estado de las comidas. En cualquier caso estos delitos estaban perseguidos y se trataba con dureza a los culpables, que a menudo acababan ahorcados, azotados o desorejados según la magnitud del delito.

 

4. Palacio episcopal de Astorga. Actualmente dedicado al museo del Camino. Autor, Eryoni

Palacio episcopal de Astorga. Actualmente dedicado al museo del Camino. Autor, Eryoni

Es siempre peligroso salir de casa en mal estado de salud. Pero más aún en los tiempos medievales, cuando los hospitales de enfermos, los médicos y las medicinas dejaban tanto que desear. El término “hospital de peregrinos” en el camino a Santiago era utilizado preferentemente para designar a las hospederías, puesto que los hospitales para enfermos no existían. Estos viajeros eran atendidos en locales propios de la ciudad o villa, o bien en departamentos especiales anexos a la hospedería. La enfermedad en el peregrino era en verdad temible. Apenas sin dinero, lejos de su tierra, poco podía esperar si no era de manos de la caridad. Los enfermeros de los hospitales resultaban comúnmente monjes, ayudados con aportaciones que prestaban personas especialmente caritativas que dedicaban algunas horas diarias a la atención de los enfermos.

 

5. Luz antes de la tormenta. Carrión de los Condes, Palencia. Autor, Digustipado

Luz antes de la tormenta. Carrión de los Condes, Palencia. Autor, Digustipado

Existían instituciones benéficas destinadas únicamente a estos menesteres, entre ellas algunas Órdenes religiosas. Sin embargo, y a pesar de estas buenas intenciones, la atención médica era muy primitiva y se basaba las más de las veces en sangrías, emplastos de dudosa eficacia o, peor aún, en fórmulas mágicas y supercherías. Tanto la autoridad eclesiástica como civil prohibían dichas prácticas, pero lo cierto es que resultaba muy difícil desarraigarlas. De todas formas, en una época donde la vida media de una persona estaba en cuarenta años y el impacto de las epidemias era enorme, poco más podía hacerse. Por poner un ejemplo, a lo largo del camino, y en realidad en toda Europa, la lepra era una plaga endémica y especialmente temida. A ella se añadía la escasa higiene de siervos y caballeros, que dormían vestidos y hasta con las armaduras interiores puestas. Los piojos y chinches se tenían por compañeros de viaje, y el agua se usaba poco. Debido a ello el cuerpo era un libro abierto donde podían encontrarse pústulas, eczemas, erisipela, lepra y gangrenas en grado difícil de cuantificar, pero sin duda elevadísimo.

 

6. Mejor en compañía. Autor, Calafellvalo

Mejor en compañía. Autor, Calafellvalo

Al descuido personal se unía el poco cuidado que se tenía en hospitales y hospederías, en nada semejante a lo que hoy conocemos. El peregrino dormía sobre una yacija o cama de madera, o sobre un jergón de hojas de maíz, arropado con el tabardo y una manta, que hacía su oficio una noche y otra también para diferentes huéspedes. Son frecuentes las calles, barrios y edificaciones que llevan el nombre de San Lázaro, en alusión a antiguos hospitales para leprosos. El “gafe” o “gafo” era el apestado, el que podía traer la mala suerte de contagiar la lepra y por tanto era temida su presencia. De ahí la expresión actual tan común de “ser un gafe”. Al leproso se le apartaba de la sociedad, y en los caminos debía llevar un vestido que le distinguiera de los demás, usar guantes, no tocar a los niños y ni siquiera hablar a las gentes si éstas no se dirigían a él. En las hospederías se usaban diversas medidas preventivas como hervir el agua, aromatizar el aire y matar a los perros, los cuales eran considerados transmisores de las epidemias… Ni que decir tiene que estos remedios eran muy poco eficaces para atajar la enfermedad.

 

7. Proximidades de Cirauqui, Navarra. Autor, ElcaminodeSantiago092006

Proximidades de Cirauqui, Navarra. Autor, ElcaminodeSantiago092006

No sabemos si por costumbre o por algún precepto municipal de la ciudad de Compostela, nació la obligación moral de que todos los peregrinos se lavaran cuidadosamente en el arroyo, que por ello tomó el nombre de Lavacolla, y que se encuentra a medio camino entre O Pedrouzo y Santiago. La Guía de Peregrinos de Aymeric Picaud menciona ya la citada costumbre y añade que no deben lavarse solamente las partes visibles del cuerpo, sino hasta las más íntimas. Que no otra cosa significa en Galicia la palabra lavacolla, y que en latín se decía “lave méntula”. Un buen diccionario latino dará al lector la significación exacta de las dos palabras…

 

Continuará…

 

8. Iglésia románica de Santa María de Eunate, Navarra. Autor, Rufino Lasaosa

Iglesia románica de Santa María de Eunate, Navarra. Autor, Rufino Lasaosa

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«Porque el viaje no comienza cuando preparas tu mochila, el viaje despega solo con soñarlo. Disfruta del Camino de Santiago»

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Días y noches en el camino de Santiago. La vida cotidiana de un peregrino medieval (2ª Parte)

Días y noches en el camino de Santiago. La vida cotidiana de un peregrino medieval (2ª Parte)

Los viajes se planeaban para la primavera, coincidiendo con la terminación de las fiestas de Pascua de Resurrección. Era el mejor tiempo y, sobre todo, quedaban muchos meses por delante hasta que se pudiera pensar en los días cortos y desapacibles de un otoño anticipado. Chaucer ilustraba este hecho con una bella poesía en sus famosos cuentos de peregrinación, Los cuentos de Canterbury:

“Cuando en abril caen los dulces chubascos (…), cuando el céfiro, con su alentar suave, envía a los aires el perfume de cada arboleda y de cada matorral sobre sus tiernos retoños, el sol joven señala el equinoccio (…) y los ruiseñores cantan sus melodías (…), los que han de ir en peregrinación, los romeros, buscan las playas extranjeras de los santos lejanos, reverenciados en países llenos de sol”.

2. La estampa clásica del peregrino. Cebreiro, Lugo. Autor, Moisés Gallego

La estampa clásica del peregrino. Cerca de Cebreiro, Lugo. Autor, Moisés Gallego

3. Puente de la Rabia. Zubiri, en Navarra. Autor, Miguel Ángel García

Puente de la Rabia. Zubiri, en Navarra. Autor, Miguel Ángel García

Antes de abandonar su pueblo o su ciudad, el peregrino debía cumplir con unos ritos. No era él quien vestía la túnica y tomaba el bordón, sino que estas insignias le eran entregadas por las autoridades eclesiásticas en conformidad con un meticuloso ceremonial. Vestir el hábito del peregrino significaba una cierta consagración temporal a Dios, y al Apóstol Santiago. Por eso el peregrino era respetado, tenido en estima y eximido de los impuestos que había de pagar al paso por los puertos de montaña o al entrar en las ciudades, y de otros tributos con que las autoridades civiles hacían frente a los gastos públicos. Tras la despedida y la ceremonia religiosa obligada, el buen romero, el santiaguero de ley, ponía la mirada hacia poniente para no abandonarla en lo sucesivo. La mirada por donde desaparecía el sol todas las tardes. Y al llegar la noche, antes de acostarse, miraba al cielo también: pues si estaba despejado le permitiría ver su Vía Láctea clavada en el cielo como un tenue sendero de estrellas, marcándole el camino a seguir durante los días venideros

 

4. Monasterio de Irache, Navarra, antiguo hospital de peregrinos. Autor, Canduela

Monasterio de Irache, Navarra, antiguo hospital de peregrinos. Autor, Canduela

1. Puente cerca de Sahagún. León. Autor, Calafellvalo

Puente cerca de Sahagún. León. Autor, Calafellvalo

Un apunte: los literatos de todas las épocas han imaginado al peregrino caminando a toda prisa, casi corriendo, tropezando con los guijarros y levantando grandes polvaredas con los pies en la rapidez de su marcha. Sin embargo, esta prisa era más imaginaria que real. Aparte de los descansos exigidos por el duro caminar, por las inclemencias del tiempo o la búsqueda de provisiones y recambios, el reposo se imponía también cuando en la seca Castilla aparecía una alameda placentera. También se permitía lo que hoy llamaríamos excursiones cortas. Romerías a los santuarios célebres que habían surgido, ya en el camino, ya en lugares un poco apartados de él, en poblados, ciudades o descampados. Las visitas a estos centros de piedad cristiana y litúrgica están recogidas en multitud de trabajos históricos y documentos de la época. Era frecuente que una desviación a un lugar de peregrinación secundaria durara los tres días de hospedaje gratuito que se solía conceder a los visitantes, más los dos días de viaje contando el de ida y el de vuelta.

 

5. Peregrinos por los páramos de Palencia. Autor, Ruhei

Peregrinos por los páramos de Palencia. Autor, Ruhei

6. Verde sobre verde en el camino. Autor, Guu

Verde sobre verde en el camino. Autor, Guu

La alegría de los peregrinos, tanto en esas “cortas excursiones” como en el camino propiamente dicho, no es fácil de describir. Siguiendo la pauta que nos marca León Felipe en sus versos, podría decirse que esta dicha nace de una profunda convicción de la ruta como ideal de vida:

“Ser en la vida romero,
Romero solo que cruza siempre por caminos nuevos.
Ser en la vida romero
Sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.
Ser en la vida romero, romero… sólo romero.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
Pasar por todo una vez, una vez solo y ligero,
Ligero, siempre ligero”.

7. Una buena noticia. Padrón, camino Portugués. Autor, Compostelavirtual

Una buena noticia. Padrón, camino Portugués. Autor, Compostelavirtual

Además de la túnica de paño grueso, o tabardo, que le servía para resguardarse de las inclemencias del tiempo y para envolverse con él por la noche, el peregrino llevaba asimismo un báculo o bordón cuya utilidad era entonces mucho más variada que hoy en día. Se le utilizaba para apoyo, defensa contra hombres y fieras, o para que sirviera de mástil a una tienda de campaña improvisada… Por otro lado, el equipaje era siempre escaso: un hatillo o mochila para los pobres, porque “hasta una paja estorba en el viaje”, y algo más si el peregrino venía a caballo, señal segura de distinción y riqueza. Los caballeros no hacían el viaje solos y era común que se hiciesen acompañar de sus escuderos o mochileros, por lo que la alforja, y aún el cofre o el arca voluminosa, venían sobre una segunda montura en la que también cabalgaba el servidor del romero rico.

 

8. Casona habilitada como albergue de peregrinos. Villafranca del Bierzo, León. Autor, Titoalfredo

Casona habilitada como albergue de peregrinos. Villafranca del Bierzo, León. Autor, Titoalfredo

9. La alegría del peregrino. Autor, Juanpol

La alegría del peregrino. Autor, Juanpol

La alforja solía estar bien nutrida de comida que se pudiera conservar algunos días. Cordillo, personaje creado por Lope de Vega, decía envidiando a los peregrinos y arrieros:

“Canalla inútil
Que no solo come y bebe
Lo que siempre le hace falta,
Sino que toda va siempre
Apercibida de alforjas
Donde permite que lleven
Las calabazas de vino,
Quesos, hogazas y nueces
Y otras zarandajas.”

10. Monasterio y albergue de peregrinos. Carrión de los Condes. Autor, Guu

Monasterio y albergue de peregrinos. Carrión de los Condes. Autor, Guu

11. Nubes de tormenta en Bercianos del Real Camino. Autor, Luis Echanove

Nubes de tormenta en Bercianos del Real Camino. Autor, Luis Echanove

Estas “zarandajas”, o cosas de poca importancia, no lo eran en realidad para cualquier caminante o peregrino. Ni tampoco el socorrido cuchillo de monte, que tanto valía para cortar rebanadas de pan, siempre a punto de endurecerse, como de arma para metérsela en el corazón a un jabalí, a un lobo o a un bandolero. Un proverbio antiguo dice: “cuchillo de Pamplona, zapato de Baldés y amigo Burgalés, líbreme Dios de los tres”. Tan común era llevar cuchillo de monte, que la iconografía pictórica y estatuaria de la edad media representa a menudo a los santos con un cuchillo pendiente del cíngulo, o cordón ceñido a la cintura. Finalmente, no podía faltar tampoco en el hatillo o alforja lo necesario para hacer fuego: eslabón, pedernal y yesca. Nadie podía aventurarse a olvidar éstas y otras menudencias, tan necesarias para una vida fuera de casa durante varios meses por campos, bosques y posadas, donde la incertidumbre acechaba por doquier y el peligro y las incomodidades tenían asiento diario junto al camino.

Continuará…

 

12. Camino en invierno. Autor, Lola Hierro

Camino en invierno. Autor, Lola Hierro

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«Porque el viaje no comienza cuando preparas tu mochila, el viaje despega solo con soñarlo. Disfruta del Camino de Santiago»

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Días y noches en el camino de Santiago. La vida cotidiana de un peregrino medieval (1ª Parte)

Días y noches en el camino de Santiago. La vida cotidiana de un peregrino medieval (1ª Parte)

En estos días de comunión con nuestros familiares y amigos difuntos, aquellos que partieron en peregrinación a un mundo inalcanzable aún para nosotros, queremos dedicar nuestro reportaje de hoy a la esperanza, la belleza, la paz y la caridad del camino. Vivir el sosiego de aquel caminante medieval en peregrinación a Santiago, su día a día afrontando penalidades, contratiempos, pero también volcado en su interior al ritmo íntimo y a la naturaleza del paisaje. Un paisaje bellísimo, milenario, extendido como un manto protector a lo largo y ancho de las tierras de Navarra, Castilla, Galicia o La Rioja; vivir también con él la noche estrellada en la hospedería, coincidiendo con otros peregrinos a la espera de comida y lecho, y de un consejo amigo para afrontar con éxito las incógnitas de la siguiente jornada… El camino es, en realidad, una alegoría de nuestro paso por la vida, y como tal queremos mostrarlo a todo aquel que no desespera en buscar, todavía hoy y por encima de todas las cosas, la ilusión y la belleza en todo lo que nos rodea. Sin duda, y en este sentido, la ruta a Santiago es su mejor modelo a seguir.

2. Amanecer en Puente la Reina. Autor, Guu

Amanecer en Puente la Reina. Autor, Guu

3. A la sombra de los alisos. Autor, Frescotours

A la sombra de los alisos. Autor, Frescotours

Animados por la esperanza de una cordial y caritativa hospitalidad, muchos peregrinos se han echado a andar por el mundo en el transcurso de los siglos. Con la fe, la caridad y la esperanza viajaban los peregrinos medievales, alentados al saberse reconocidos como hermanos; porque si no pertenecían a un mismo pueblo ni a una misma raza, se sentían unidos por una cristiandad viva, que se traducía en el buen trato y obras nacidas de su amor por el prójimo. Esta fue la finalidad primordial de tantos hospitales, hospederías, albergues y refugios con los que se satisfacía las necesidades del caminante, romero a Compostela.

 

4. Ermita de la Virgen del Puente, cerca de Sahagún. Autor, Freecat

Ermita de la Virgen del Puente, cerca de Sahagún. Autor, Freecat

5. Parameras infinitas. Autor, Tomás Peñalver

Parameras infinitas. Autor, Tomás Peñalver

Por encima de todo, los hitos básicos en la ruta a Santiago eran las ciudades, las aldeas y los caminos. La Península Ibérica contaba en la Edad Media con menos de la décima parte de la población actual, y muchos de los pueblos que jalonan el camino de Santiago tuvieron su origen y desarrollo en las mismas peregrinaciones. Los caminos, por consiguiente, eran los grandes compañeros del viajero, quien evitaba deambular por trochas y jarales expuesto al peligro de fieras, asesinos o amigos de lo ajeno. Ortega y Gasset escribió en cierta ocasión:

“ Si una noche desaparecieran los caminos, si alguien avieso los sustrajera, quedaría España confundida, hecha una masa informe, encerrada cada gleba dentro de sí, de espaldas a las demás, bárbara, intratable. La red de caminos es el sistema venoso de la nación, que unifica y, a la vez, hace circular por todo el cuerpo una única espiritualidad”.

6. Feliz cena. Albergue de Ferreiros, Lugo. Autor,

Feliz cena. Albergue de Ferreiros, Lugo

En el Medievo no siempre se seguían los mismos caminos. Cada grupo o caravana elegía “su camino”, en conformidad con las devociones secundarias que los peregrinos se proponían cumplir. Además de las calzadas existía otra red caminera entre los castillos, pueblos y posesiones agrícolas y ganaderas. Tenían el nombre de senda o sendero, carril, vereda, camino real, camino cordel y cañadas, en conformidad con su anchura. Las más anchas eran las cañadas, tierra liberada de propietarios particulares que no podía ser cultivada y se reservaba para el paso de ganado trashumante. Además, a estas vías se añadían los caminos privados o de peaje, construidos por señores o ganaderos que exigían un pago por su utilización. Los mapas y guías de peregrinación aconsejaban entonces, al igual que ahora, cómo habían de hacerse racionalmente las jornadas, es decir, el camino de cada día, aunque cada cual las pudiera corregir o acomodar a su voluntad. De ahí la frase “hacer el viaje por sus jornadas”, que aparece con tanta frecuencia en las piezas literarias de aquel tiempo. Cada fin de jornada o etapa solía coincidir con una ciudad, una villa, un hospital de peregrinos o una venta. Aunque había quien, por ir más aprisa y a caballo, hacía jornadas dobles de hasta quince y veinte leguas, saltándose así la parada en aldeas de dudosa catadura.

 

7. Naturaleza en el camino de Santiago. Autor, Jexweber.fotos

Naturaleza en el camino de Santiago. Autor, Jexweber.fotos

8. Paisajes del camino. Autor, Guu

Paisajes y horizontes. Autor, Guu

Desde el camino y por el camino, el peregrino llegaba a un feliz estado de contemplación virginal de la naturaleza. El hombre medieval gozaba de ella, de sus picachos, de las vertientes del Pirineo bordadas de hayedos y robledales, con vacíos dejados para solaz de la vista en forma de verdes prados. Poco a poco se iba adentrando en las tierras llanas hasta llegar a las estepas y parameras, con horizontes infinitos que hacían dudar hasta al más decidido de poder dar término a su jornada. El gran poeta y crítico teatral español Enrique de Mesa describe así el paisaje que se abría a los ojos del peregrino:

“Un molino,
Perezoso por el viento.
Un triste son de campana.
Un camino
Que se pierde polvoriento
Surco estéril de la tierra castellana.
Ni un rebaño
Por las tierras. Ni una fuente
Que dé alivio al caminante”.

9. Afrontando la dura jornada. Autor, Calafellvalo

Afrontando la dura jornada. Autor, Calafellvalo

Debido a la singular cosmovisión del Medievo, el caminante y cualquier hombre de la edad media se consideraba rey en aquella tierra diáfana, montañosa, boscosa o esteparia. Era el elegido por Dios para contemplar y disfrutar de toda aquella naturaleza desplegada como un inmenso tapiz, con sus bellezas, sus bonanzas y sus rigores. El caminante curtido contemplará cada mañana los primeros rayos del sol ya un poco lejos del lugar donde ha pasado la noche; los atardeceres, por el contrario, desde las torres de una ciudad amurallada o desde el balcón de un albergue. El atardecer se recibe siempre con ánimo recogido, y la noche promete un descanso reparador a la espera de la fresca brisa de la mañana, y con ella una nueva esperanza. Este es el ciclo del viajero y del peregrino. Durante la jornada, en bella expresión de Víctor Hugo:

“Dios nos presta un momento los prados y las fuentes, los grandes bosques temblorosos, las profundas y sordas rocas y los cielos azulados, los lagos y las llanuras, para que pongamos en ellos nuestros ensueños, nuestros amores”.

10. Interior del albergue de Roncesvalles. Autor, Arquepoética.

Interior del albergue de Roncesvalles. Autor, Arquepoética

11. Camino de Santiago e iglesia románica, en Castrojeriz. Autor, Calafellvalo

Camino de Santiago e iglesia románica, en Castrojeriz. Autor, Calafellvalo

El caminante, sin darse cuenta, se llena de luz, de rumor de trigos ondulantes, de horizontes que se abren en cada colina. Más que nadie sabe de la caricia de una corriente de agua, de la sombra de los alisos o de la flor que brota entre las zarzas. Campo es sudor, polvo y penosas ascensiones; pero también olor a pino, a jara y a libertad. Y el atardecer le sorprende en casa, la suya por aquella noche. Y hace el recuento de la jornada con el cuerpo agotado, requemado por el sol y el duro viento de las parameras… ¿No es ésta una feliz coincidencia con el recorrido, a veces fácil, a veces triste y amargo, que nos ha tocado realizar en nuestra vida?

Continuará…

 

12. Amanecer y esperanza. Autor, Julio Codesal

Amanecer, colores de esperanza. Autor, Julio Codesal

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Galicia y su fiesta de Samaín. La noche celta de los difuntos

Samain noche de difuntos en Galicia

Como todos los años, la llegada del mes de noviembre marca el comienzo de una festividad muy especial, con multitud de manifestaciones populares en todos los rincones del país. Se trata del día de difuntos, la celebración cristiana consagrada a los fieles que ya no están con nosotros

El día de los difuntos, o de los muertos, sigue en el Santoral católico a la festividad de todos los Santos, y existe constancia escrita de que sus orígenes se remontan hasta mil años atrás, en los inicios del siglo XI d.C. Efectivamente, por aquella época la Orden Cluniacense se encontraba en plena expansión, y uno de los abades más influyentes de la casa principal, Odilon, decidió instaurar una jornada dedicada exclusivamente a orar por la salvación eterna de los difuntos: el día 2 de noviembre.

En sus comienzos se dirigía solo a los monjes fallecidos de Cluny, pero luego la Santa Madre Iglesia generalizó el rito, y lo hizo extensible a todos los fieles difuntos de la comunidad cristiana universal.

2. Acantilados en San Andrés de Teixido, cerca de Cedeira. Autor, User alma

Acantilados en San Andrés de Teixido, cerca de Cedeira

3. Cruceiro junto a Cedeira. Autor, Yann

Cruceiro junto a Cedeira

Sin embargo, pocos imaginan que la jornada de los fieles difuntos tiene en realidad unas raíces mucho más oscuras: en Galicia y en otras regiones de España, las fuentes se remontan incluso a épocas anteriores al propio nacimiento de Cristo. Cedeira, municipio de A Coruña situado en la desembocadura del río Condomiñas, en las Rías Altas, celebra todos los años por estas fechas una original fiesta de origen celta denominada Samaín.

Muchos estudiosos coinciden en señalar al Samaín como el origen de la mayoría de las tradiciones asociadas a los muertos, desde la propia festividad cristiana hasta otras manifestaciones hoy generalizadas por los cinco continentes, incluido el famoso Halloween de los disfraces y las calabazas con forma de calavera.

4. La noche de las calabazas. Autor, Freecat

La noche de las calabazas

La profunda religiosidad de las gentes de Cedeira y otros muchos pueblos gallegos ha dado siempre una gran importancia a la comunión con sus muertos. Hasta no hace mucho se pensaba que los difuntos visitaban por estas fechas las iglesias y ermitas donde se celebraban misas por su alma, mientras que en las casas era costumbre preparar alimentos a los parientes vivos, pero pensados como una manera de honrar a los muertos.

Las ánimas volvían así por un día a sus viejas moradas, para calentarse junto a la chimenea y comer en compañía de sus familiares vivos, alejando así la tristeza definitiva del camposanto. Herencia de un pasado ancestral, también resultaba frecuente prender una hoguera común con ramas de serbal o de tejo, consideradas antaño sagradas, para después utilizar este fuego en el encendido de todas las lareiras de la comunidad.

Durante el día de difuntos estaba absolutamente desaconsejado alejarse de la aldea, pues la relación de los vecinos debía hacerse únicamente entre ellos y sus antepasados.

5. Caballos cerca de Teixido. Autor, Guillenperez

Caballos cerca de Teixido

Y es que en Galicia la muerte se vive de una forma muy especial. Un cementerio gallego al uso estará siempre cerca del pueblo, puesto que resulta habitual que los vecinos se acerquen hasta allí para pasear y disfrutar de la tarde recordando a los ausentes. Se puede faltar a una comunión, a un bautizo o a una boda, pero en Cedeira y en general en toda Galicia, resulta muy grave no asistir al día de difuntos o a la misa de “cabo de año”.

La vida transcurría durante esta jornada en una calma sostenida, aunque no triste. Una jornada dedicada generalmente a las visitas y en la que las cuatro comidas diarias, o el tradicional consumo de castañas asadas, se hacía siempre en compañía de vecinos, familiares y amigos. La vuelta a casa para honrar a los muertos era hecho consumado, hasta el punto de publicarse esquelas en el que los datos del finado se acompañaban con un horario de autobuses: aquel que contrataba la familia para recoger a los allegados en las aldeas más distantes.

Es precisamente esta profunda sensibilidad hacia el mundo de los muertos la mejor muestra de la originalidad celta en Galicia, y por supuesto el legado más extendido del Samaín, una fiesta druídica que se remonta a los tiempos oscuros anteriores al cristianismo y a la cultura impuesta por los pueblos civilizados.

6. Misterio en el bosque gallego. Autor, Fondebre

Misterio en el bosque gallego

Olvidada casi por completo, la fiesta de Samaín comienza hoy a recuperarse y a celebrarse en un número creciente de parroquias. Los ancianos de localidades como Noia, Catoira, Cedeira, Muxía, Sanxenxo, Quiroga o Ourense todavía recuerdan una tradición coincidente con los días de Difuntos y Todos los Santos, y que consistía en la elaboración de feroces calaveras confeccionadas con una cubierta de calabaza: son los famosos melones, o calabazas anaranjadas de Cedeira; los calacús en las Rías Baixas, o los bonecas con remolacha en Xermade (Lugo).

En Cedeira la técnica era siempre la misma, y consistía en vaciar con gran paciencia las calabazas colocándoles después dientes de palitos y una vela encendida en el interior, con el fin de espantar a los malos espíritus en las noches de transición entre el verano y el oscuro invierno.

7. Hoguera. Autor, Gatogrunje

Hoguera para guiar a los difuntos

Era tradición antiquísima que los niños elaboraran sus calaveras de «melón» con aspecto terrorífico, colocándolas después en las esquinas o las ventanas para asustar a todo el vecindario, y en especial a chicuelos de barriadas vecinas o a las mujeres que volvían del rosario. Cualquier mal que anduviese merodeando por la aldea quedaba así conjurado y lejos del hogar. Claro que esta hortaliza solo pudo utilizarse a partir del siglo XVI, cuando fue transplantada a Europa con los primeros galeones procedentes de América. En la festividad más antigua del Samaín, las aldeas célticas utilizaban los cráneos de los enemigos vencidos en batalla para iluminarlos y colocarlos en los muros de los castros.

De este rito salvaje procede la tradición posterior de los cruceiros, las cruces de piedra  levantadas en las encrucijadas de numerosos bosques y despoblados gallegos. Los cruceiros se rodeaban de amontonamientos de piedras llamados milladouros, con una finalidad similar a la de las calaveras, y aún hoy existe entre viajeros y caminantes la costumbre de depositar allí una piedra y solicitar un deseo a los espíritus que rondan el lugar.

8. Cabo Ortegal. Autor, Adbar

Cabo Ortegal

El Samaín (en su origen gaélico, Samhain, que significa noviembre o “fin del verano”) se celebraba hace miles de años en todo el territorio celta hacia la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre, con motivo de la conclusión de la temporada de cosechas y la llegada del invierno.

Los druidas, sacerdotes paganos de los celtas, consideraban esta fecha como un momento perfecto para reverenciar a los ancestros que visitaban sus antiguas aldeas, y para ello se santificaban mediante ritos conducentes a lograr su intercesión. Fue en el siglo XIX cuando la tradición del Samhain se exportó a Estados Unidos a partir de países como Escocia e Irlanda, cuya población emigró en masa a Norteamérica a causa de las hambrunas que asolaron Europa a mediados de siglo.

Este es el origen del Halloween actual (término derivado de All Hallows’ Eve, ‘Víspera de Todos los Santos’), una fiesta reimportada después a nuestro continente en un intento de alienar nuestras tradiciones más arraigadas: precisamente aquellas que dieron origen y significado al rito actual de reverenciar a los muertos.

9. Playa de Lumebo, en el Ferrol. Rías Altas. Autor, Macintosh

Playa de Lumebo, en el Ferrol. Rías Altas

Durante la noche del 31 de octubre los druidas se desplazaban hasta los bosques más alejados y recogían bayas de muérdago, una planta parásita que crece en las ramas de los árboles. Para ello utilizaban cierta hoz especial, fabricada de un material sagrado y considerado símbolo de pureza en la tradición celta: el oro. Tras la recolección depositaban las bayas en un pequeño caldero, donde más tarde se efectuaría la cocción de pócimas curativas y mágicas destinadas, entre otras cosas, a las prácticas de adivinación.

Los vecinos acudían a los druidas para obtener pronósticos sobre aspectos tales como casamientos, la incidencia del tiempo o la suerte que había de depararles el futuro.

Se tiene constancia de un rito adivinatorio que ha sobrevivido hasta fechas recientes y que consistía, curiosamente, en “pescar” y pelar manzanas: para ello se sumergía una cantidad variable de estas frutas en un recipiente amplio, a fin de que cualquiera que quisiese probar suerte se acercara a atrapar alguna de ellas.

Aquella persona que lo lograse en primer lugar sería la primera de la aldea en casarse. Finalmente se procedía a pelar las manzanas en la creencia firme de que cuanto más larga fuera la mondadura, mayor sería la vida de quien la peló.

Samaín castañas asadas
Asando castañas

En la noche de difuntos, las hadas y los trasgos eran libres de deambular por los caminos y las inmediaciones de la aldea. Su magia ocasionaba un sinnúmero de daños debido a las peculiaridades de esta jornada, la cual no pertenece ni a un año ni al siguiente, y por tanto resulta ideal para sembrar el caos. Se atrancaban las puertas de las casas para evitar que nadie entrase pidiendo limosna, en especial si lo que pedían era comida, leche o sopa.

Algunos valientes se arriesgaban a abrir: de tratarse de un hada el hogar obtendría suerte y fortuna para el siguiente año; pero si el visitante era un trasgo las maldiciones se abatirían sobre la familia, y todo serían calamidades y desastres sin fin.

Al caer el día los druidas encendían hogueras en lugares específicos, para lo cual utilizaban ramas sagradas recolectadas en lo más profundo del bosque. Su función no era solo ahuyentar a los malos espíritus sino también guiar a los muertos en la oscuridad, a fin de facilitarles el camino a la aldea y participar en las honras preparadas por sus familiares.

Los vecinos solían disfrazarse con pieles y cabezas de animales para asustar o despistar a los espectros, en la creencia de que pasarían de largo al confundirlos con otras bestias. Y asimismo era tradición efectuar numerosos sacrificios de reses. Un acto, por otro lado, no necesariamente asociado a celebraciones de tipo místico, ya que entonces al igual que ahora la comunidad debía aprovisionarse de carne y de pieles para hacer frente a los duros meses de invierno.

11. Atardecer en el puerto de Cariño. Autor, Guillenperez

Atardecer en el puerto de Cariño

12. Hacia el día de difuntos. Autor. Roi Alonso

Hacia el día de difuntos

Más adelante, los ritos celtas encaminados al mundo de los muertos derivaron en Galicia hacia la tradición de la Santa Compaña. Según la leyenda, la comitiva de difuntos avanza durante esta noche en completo silencio y portando largos cirios encendidos, siendo necesario protegerse contra la maldición que supone toparse con ella: unos hacen como que “no la ven”, mientras otros recomiendan subirse a un cruceiro y esperar a que pase de largo.

Pero sin duda, nada hay más eficaz que evitar alejarse del hogar durante esas horas consagradas a los muertos. Un consejo ciertamente valioso, puesto que el que encabeza la comitiva es en realidad una persona viva, que ha sido condenada a portar una cruz delante de la procesión espectral, y que solo quedará libre cuando pueda traspasar su condena a otro… Dicho esto y sin ánimo de estropear la fiesta a nadie… ¡A disfrutar de la noche más tenebrosa del año!

13. Puesta de sol en Ortegal. Autor, Guillenperez

Puesta de sol en Ortegal

Un artículo de sabersabor.es©

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Las brujas de Zugarramurdi, o el oscuro mundo de la Inquisición (2ª Parte)

Las brujas de Zugarramurdi, o el oscuro mundo de la Inquisición (2ª Parte)

¿Por qué eran las brujas objeto de una persecución tan rigurosa por parte de la Iglesia y la sociedad de aquella época? En el centro de toda esta superchería pagana se encontraba el diablo, fuente de su magia, socio supremo y objeto de su adoración incondicional. A lo largo de la Edad Media el demonio recibió varios nombres por parte de las autoridades eclesiásticas, pero el más común fue sin duda el de Satán, o Satanás, palabra que significa “El Enemigo” y que solo en el Nuevo Testamento comienza a adquirir una preeminencia destacable. La figura del diablo fue evolucionando con el paso de los siglos. Es curioso constatar, por ejemplo, que lo que hoy definimos como estampa clásica del demonio nació en realidad de la fusión de distintos conceptos culturales: así, pintar al diablo de negro proviene de la asociación tradicional del color negro con el pecado, mientras que las alas derivan de su condición de ángel caído, ambas ideas tomadas de la cultura judeocristiana oriental. Por el contrario, la barba de chivo, las pezuñas partidas, los cuernos o la forma semi-animal proceden del dios celta Cernuno, mientras que los senos de mujer con que se representa en diversas obras pictóricas inglesas son un concepto tomado de la cultura grecorromana y la imagen de la diosa de la fertilidad, Diana.

2. Imagen del pueblo de Zugarramurdi. Autor, Jroura

Imagen del pueblo de Zugarramurdi. Autor: Jroura

3. La bruja. Obra pictórica de Salvator Rosa. 1640-1649

La bruja. Obra pictórica de Salvator Rosa. 1640-1649

Lucifer, el gran arcángel que se rebeló contra Dios y fue expulsado al infierno, no fue el único Señor adorado por los brujos en los aquelarres. Satán tenía también su corte de príncipes del mal, encabezados por figuras del calibre de Belcebú, Leviatán y Belial, y su capacidad para tomar posesión real del cuerpo de una persona fue uno de los terrores más evocados por el subconsciente del pueblo hasta fechas muy recientes. La posesión demoníaca acabó desempeñando un papel importante en la brujería, pues la bruja tenía potestad para ordenar al diablo que poseyera a una víctima en virtud de un pacto concluido entre ambos. Este pacto es citado ya en sus escritos por San Agustín, en el siglo V d.C. Gracias a él el diablo proporcionaba salud o alguna otra forma de poder terrenal a cambio de servicios diversos, y por supuesto la potestad sobre el alma del contratante humano tras su muerte física.

4. Ríos y umbrías en el valle de Baztán. Autor, F0ff0

Ríos y umbrías en el valle de Baztán. Autor: F0ff0

5. Bosques de la localidad con la llegada del invierno. Autor, Marycesyl

Bosques de la localidad con la llegada del invierno. Autor: Marycesyl

La asociación de pacto demoníaco y prácticas mágicas creció a lo largo de la Edad Media con la traducción de gran número de libros de origen islámico o griego, que hasta entonces se habían considerado perdidos. A pesar de las reticencias de la Iglesia los ritos mágicos fueron comunes entre los monarcas europeos, e incluso en la corte papal, y los nigromantes que las practicaban no eran en absoluto personas iletradas. Los métodos de conjuro varían considerablemente, pero por lo general implicaban fidelidad a una fórmula escrita a fin de atrapar al demonio dentro de una botella, un anillo o un espejo, para así ordenarle luego que proporcionase la ayuda deseada. En estas prácticas, luego repetidas con profusión por las brujas en sus ritos y aquelarres, el diablo exigía un tributo a cambio de esta ayuda, lo que solía resolverse con la entrega de una gallina o la propia sangre del nigromante. Pero en cualquier caso dicho pacto atrajo el rechazo más enérgico de los teólogos escolásticos y condenaba al practicante como hereje, ya que cedía a Satán unos derechos solo atribuibles a Dios. Peor aún: el mago era un apóstata, pues renunciaba a su Fe cristiana al prestarse a adorar al demonio o servirlo de alguna otra manera. Se asentaba por tanto el argumento clave que permitía su persecución por los inquisidores papales en toda Europa.

6. La cueva de los aquelarres, en Zugarramurdi. Autor, Carlalove

La cueva de los aquelarres, en Zugarramurdi. Autor: Carlalove

7. Lucifer y el Paraiso perdido. Obra de Gustavo Doré (1832-1883)

Lucifer y el Paraíso perdido. Obra de Gustavo Doré (1832-1883)

Con el tiempo, los cargos consistentes en practicar magia y establecer pactos con el diablo se dirigieron contra campesinos ignorantes, y el mago pasó gradualmente de ser señor o socio del diablo a ser brujo, o bruja, un servidor a las órdenes de Lucifer. Según lo expresaría más adelante el rey Jacobo VI de Escocia: “Las brujas solo son siervas y esclavas del diablo; pero los nigromantes son sus señores y dueños”. Un signo claro del cambio es que la bruja suele acceder a servir a Satán a cambio de recompensas económicas o materiales muy escasas. Es muy frecuente que el demonio consiga su lealtad mediante el ofrecimiento de una monedilla, convertida en piedra inmediatamente después de realizarse el pacto irrevocable. Y resulta interesante señalar que cuando el mago-señor se transformó en bruja servil, el sexo del malhechor cambió de varón a hembra…

8. Las cumbres neblinosas de Zugarramurdi. Autor, Karrikas

Las cumbres neblinosas de Zugarramurdi. Autor: Karrikas

9. Mar de nieblas en el valle de Baztán. Autor, Iloiola

Mar de nieblas en el valle de Baztán. Autor: Iloiola

La caza de brujas de Zugarramurdi tuvo gran repercusión a nivel europeo, una fama que no decayó con los años y que terminó dando a la villa el merecido sobrenombre de “Pueblo de las Brujas”. La mayor parte de los acusados murió en las cárceles de la Inquisición o de camino a ellas (lo cual da idea del trato recibido de manos de sus carceleros) hasta que finalmente, y como resultado de las condenas leídas en el Auto de Fe del 7 de noviembre de 1610, once de los encausados fueron sentenciados a la inhumana y aterradora pena de hoguera. Seis víctimas subieron al cadalso y fueron quemadas en persona, mientras que otras cinco lo fueron en efigie (es decir, sus restos mortales, puesto que ya habían fallecido durante los días previos). La Iglesia quedó satisfecha y el peligro satánico conjurado. Pero el recuerdo de estos hechos resuena todavía en los bosques y en las sendas montañesas de la localidad, donde multitud de familias ignorantes de todo lo que no fuera sobrevivir con el trabajo de sus manos quedaron mutiladas para siempre. Rotas por la pérdida de padres, hermanos o hijos, y señaladas además de por vida por la zarpa del catolicismo y la ignorancia a ultranza de sus vecinos.

10. El Aquelarre. Obra de Francisco de Goya. 1821-1823

El Aquelarre. Obra de Francisco de Goya. 1821-1823

11. Detalle del museo de las brujas de Zugarramurdi. Autor, Jesús Reinoso

Detalle del museo de las brujas de Zugarramurdi. Autor: Jesús Reinoso

Es precisamente este recuerdo el que impulsó en fechas recientes la creación del Museo de las Brujas de Zugarramurdi en el antiguo edificio del hospital. Sin duda el lugar perfecto para comprender las consecuencias que el oscurantismo, la intolerancia y el extremismo de cualquier signo han causado en las poblaciones humanas bajo la bandera de la, en ocasiones, mal llamada civilización. No nos queda sino señalar que, en apenas unas semanas, esta población navarra celebrará el aniversario del proceso por brujería más famoso de la historia de España. Recordemos los nombres de los ajusticiados, y crucemos los dedos por que unos hechos tan tenebrosos e incomprensibles no vuelvan a repetirse en nuestra historia en el futuro: Domingo de Subildegui, Graciana Xarra, Petri de Juangorena, María de Echatute, María de Arburu y María Baztán de la Borda.

12. Senderos del Baztán. Autor, Fernando Elia

Senderos del Baztán. Autor: Fernando Elia

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Las brujas de Zugarramurdi, o el oscuro mundo de la Inquisición (1ª Parte)

Las brujas de Zugarramurdi, o el oscuro mundo de la Inquisición (1ª Parte)

“Sorginen Leizea” es una cueva de impresionantes dimensiones a medio kilómetro de Zugarramurdi, bello pueblo navarro situado en la comarca del Baztán. En sus profundidades corre todavía la Regata del Infierno, y se cree que allí tenían lugar los famosos ritos paganos denominados aquelarres, las reuniones de brujas y hechiceros en honor a Satán. Sin duda, el lugar es propicio para creer que tales cosas sucedieron realmente. La cueva se abre en la tierra como una boca sin dientes, y bajo las bóvedas de más de 10 metros de altura resuena con fuerza el fragor del río que la atraviesa, buscando a ciegas una salida, más allá de su cripta de piedra, para huir seguidamente entre saltos y rápidos hacia los densos robledales que sombrean toda la región. Pero lo asombroso es que Zugarramurdi tiene realmente una historia de aquelarres para contar, y que fue protagonista cierto de un proceso inquisitorial contra las brujas y los actos de brujería que supuestamente asolaban toda la región.

2. Auto de Fe. Obra de Pedro Berruguete. 1495

Auto de Fe. Obra de Pedro Berruguete. 1495

En 1610, con el reinado de Felipe III, los inquisidores Alonso Becerra Holguín y Juan Valle Alvarado llevaron adelante una auténtica caza de brujas que se centró en esta localidad navarra, basándose en las declaraciones realizadas por una joven llamada María de Ximildegui. En el relato la muchacha aseguraba haber tenido sueños extraños, que volaba y que había visto a varias personas del pueblo participando en aquelarres satánicos. Finalmente y como resultado de tales declaraciones, quedaron inculpadas más de trescientas personas, de las cuales cincuenta y tres fueron declaradas culpables y trasladadas a las oscuras cárceles de la Inquisición en Logroño… Pero ¿cuál fue el destino que hubieron de soportar los acusados en aquellos inicios del otoño de 1610? ¿En qué consistían aquellos temidos procesos, los métodos de los que se valía la Santa Inquisición para sentenciar o exculpar a los reos de los más horrendos crímenes, aún sin haberlos cometido?

3. Bosques y prados junto al pueblo. Autor, Worldsinfocus

Bosques y prados junto al pueblo. Autor, Worldsinfocus

4. Noche de brujas en el bosque navarro. Autor, Dorron

Noche de brujas en el bosque navarro. Autor, Dorron

El procedimiento inquisitivo fue creado por la Iglesia durante los siglos XIII y XIV con el objeto de descubrir con eficacia a los herejes y sospechosos de brujería. El mecanismo se ponía en marcha de forma independiente de las actuaciones de la Justicia al uso, lo que confería a los inquisidores un poder extraordinario. Un simple testimonio “de algunas personas buenas y honradas”, actuando a menudo por venganza o coacción, y ciertos indicios recabados en la zona podían llevar a una citación formal del sospechoso, que desde ese momento pasaba a estar en busca y captura. El presunto brujo se presentaba de forma voluntaria o forzada a la autoridad y se procedía a su encarcelamiento, al tiempo que todos sus bienes quedaban automáticamente confiscados por el tribunal.

5. La cueva de Zugarramurdi. Autor, Mr. Groka

La cueva de Zugarramurdi. Autor, Mr. Groka

El proceso se iniciaba con la citación del reo en la “sala del secreto”, donde se hallaban sobre el estrado los inquisidores junto al fiscal, y con un notario en una mesa anexa para copiar todas las declaraciones que allí se efectuasen. Lo normal era que los detenidos quisiesen autoinculparse de hechos que revestían poca gravedad, con el objetivo de esquivar las acusaciones más graves de brujería, de modo que el inquisidor mandaba encerrar a los reos durante varios días en las celdas del edificio antes de someterles a una nueva audiencia. En caso de mantenerse el preso en la misma actitud, el procedimiento seguía su curso y se abría la fase acusatoria.

6. El vuelo de la bruja. De la colección Los Caprichos. Francisco de Goya, 1799

El vuelo de la bruja. De la colección Los Caprichos. Francisco de Goya, 1799

El fiscal procedía a la lectura de la acusación en la que se contenían todos los cargos que se habían conseguido acumular contra él. Si el acusado negaba los cargos, el tribunal pasaba a nombrarle un abogado pagado por el propio reo, quien se comprometía bajo juramento a ayudar fielmente al preso y defenderlo de todas las acusaciones vertidas durante el proceso (aunque si en cualquier parte del mismo se descubría que el acusado era culpable, el letrado tenía la obligación de abandonar la defensa). Los medios para probar que el reo era culpable fueron fundamentalmente dos: la propia confesión voluntaria, y la prueba testifical. La primera no era ni mucho menos habitual, como puede suponerse, de modo que todo el trabajo del fiscal y el abogado debía apoyarse en el segundo mecanismo, basado en el testimonio de testigos.

7. Niebla en el valle. Autor, Elarequi61

Niebla en el valle. Autor, Elarequi61

8. Víctima del tormento del potro. Autor desconocido. Óleo sobre lienzo. 1870

Víctima del tormento del potro. Autor desconocido. Óleo sobre lienzo. 1870

Sin embargo, las instrucciones partían del principio de que tanto la condena como la absolución del reo debían descansar en la confesión del propio reo. Esto significaba que la declaración de supuesta brujería debía obtenerse muchas veces mediante sometimiento y tormento. La aplicación de tortura se hacía conforme a una normativa muy precisa: el acusado era conducido a la “sala del tormento”, lugar en el que se encontraba, además del ejecutor, un notario del secreto, dos inquisidores y el médico del tribunal. El medio de tormento más utilizado fue el torno, en el que el reo era tendido sobre una mesa sujetándole los pies a un punto fijo, mientras las manos se ataban a una cuerda enrollada en una rueda o torno, que hacía girar el verdugo. La tensión creciente de la cuerda originaba un estiramiento inhumano de todo el cuerpo, con el consiguiente dolor en músculos y articulaciones. El proceso de tormento podía durar varios días, intercalados con nuevos interrogatorios y periodos de aislamiento que se repetían una y otra vez hasta que, finalmente, el preso manifestaba de forma inequívoca su voluntad de declarar.

9. Paisaje de otoño en el valle de Baztán. Autor, Canduela

Paisaje de otoño en el valle de Baztán. Autor, Canduela

La sentencia se leía en privado cuando era absolutoria, o en el curso de un acto público solemne llamado Auto de Fe, donde se señalaban las penas en función de la gravedad del delito. Éstas eran comúnmente la abjuración (en caso de sospecha leve de brujería), que obligaba a la realización de determinados actos penitenciarios durante las misas de los domingos; penas privativas de libertad, a menudo perpetuas y que llevaban aparejadas por lo común la confiscación definitiva de los bienes del reo, y por supuesto multas, destierros, azotes y humillaciones públicas diversas. Entre estas últimas se encontraba oír misa descalzo en el altar mayor, a la vista de todos los asistentes, o realizar una procesión en actitud humilde y arrepentida de penitencia. Solo cuando el supuesto brujo persistía en su error se procedía a condenarlo a excomunión y pena capital, para lo cual era entregado a la justicia ordinaria encargada de organizar el acto público correspondiente: en casos de brujería, el suplicio y muerte en la hoguera.

Continuará…

10. Valle del Baztán en invierno. Autor, Arnofoto.fr

Valle del Baztán en invierno. Autor, Arnofoto.fr