Publicado el Deja un comentario

Tierra Santa y Jerusalén, la ciudad de la Alegría de Dios

Tierra Santa y Jerusalén, la ciudad de la Alegría de Dios

¿Cómo no habían de amar a su patria los israelitas? Israel es un país admirable cuya belleza agreste y proverbial asombra a cualquier viajero de nuestros días. Bajo el cielo sin una nube, de un azul profundo, la gama de colores compone una paleta de rara riqueza: púrpura en las tierras de viñedos, rubio pálido de las cebadas maduras, ocre rojizo en los desiertos. Aquí el verde oscuro de los cipreses enhiestos hacia el cielo elegido por Yahvé; allá la capa azulada y trémula de los olivares, henchidos de fruto, arropando las laderas resecas de mediodía. De la rica llanura a los páramos de ovejas hay una hora escasa de marcha. Y para los antiguos caravaneros, a quienes quemaba el viento de arena, todo era cobrar aliento una vez vislumbrado el brillo de la nieve en la cima del Hermón.

 

2. Iglesia armenia en Jerusalén. Autor, Papalars

Iglesia armenia en Jerusalén. Autor, Papalars

3. Iglesia en la ciudad santa. Autor, Delayed Gratification

Iglesia en la ciudad santa. Autor, Delayed Gratification

4. Vendedor de tortas en el Jerusalén bíblico. Autor, SnapShots of the Past

Vendedor de tortas en el Jerusalén bíblico. Autor, SnapShots of the Past

5. Torre de la Fortaleza Antonia, de Herodes en Grande, en Jerusalén. Autor, SnapShots of the Past

Torre de la Fortaleza Antonia, de Herodes el Grande, en Jerusalén. Autor, SnapShots of the Past

6. Vista de jerusalén, hacia 1895. Autor, Trialsanderrors

Vista de la ciudad santa, hacia 1895. Autor, Trialsanderrors

7. Rincón con olivo en Jerusalén. Autor, David55King

Rincón con olivo. Autor, David55King

8. Ruinas de Cafarnaúm. Fotografía de fecha desconocida. 1900. Autor, SnapShots of the Past

Ruinas de Cafarnaúm. Fotografía realizada hacia 1900. Autor, SnapShots of the Past

Israel es la tierra elegida, y su capital, Jerusalén, el centro del mundo en opinión de los antiguos. Allí confluyeron las tres grandes religiones de nuestros días, y los peregrinos que se dirigían hacia los atrios sagrados cantaban su gloria, en estos Salmos de las Subidas que repetían a coro a lo largo del camino: “Alégreme de lo que me decía, vamos todos a la casa de Yahvé. Ya están nuestros pies en tus puertas, ¡Oh, Jerusalén! (…) Adonde suben las tribus de Yahvé”. Ir a la ciudad santa, hacer una visita al menos una vez en su vida, era para todos los judíos esparcidos por los cuatro rincones del mundo el sueño más querido: “El año próximo, a Jerusalén”, decían.

 

9. Baalbek. Tierra Santa. 1895. Autor, Trialsanderrors

Baalbek. Tierra Santa. 1895. Autor, Trialsanderrors

10. Jerusalén en blanco y negro. Autor, Jean Spector

Jerusalén en blanco y negro. Autor, Jean Spector

11. Cúpula de la Roca. Autor, Carmelo Aquilina

Cúpula de la Roca. Autor, Carmelo Aquilina

12. Otra vista de la ciudad santa, en 1895. Autor, Trialscopus

Otra vista de la ciudad santa, en 1895. Autor, Trialsanderrors

13. Oración de Paz. Autor, Arròsalforn for freedom and peace in Palestine

Oración de Paz. Autor, Arròsalforn for freedom and peace in Palestine

14. La vieja ciudad de Jerusalén. Autor, Mirari Erdoiza

La vieja ciudad de Jerusalén. Autor, Mirari Erdoiza

15. Vista desde la Torre de los Cuarenta Mártires, en Ramleh. 1895. Autor, Trialsanderrors

Vista desde la Torre de los Cuarenta Mártires, en Ramleh. 1895. Autor, Trialsanderrors

16. Rincones de Jerusalén, en blanco y negro. Autor, Jean Spector

Rincones olvidados de Jerusalén. Autor, Jean Spector

Por eso, nosotros también hemos querido recalar hoy en esta ciudad, capital del moderno Israel, y ofrecer a nuestros seguidores una selección de bellísimas fotografías que esperamos sean de su agrado. Son imágenes de la vieja ciudad, pero también de algunos puntos clave de la geografía de Tierra Santa, muchas de ellas históricas y con más de un siglo de antigüedad. Esta es la Jerusalén que quisiéramos visitar algún día, pero por el momento, lamentándolo mucho, algunos tendremos que conformarnos solo con soñar…

 

17. Puerta de Damasco. La entrada a la vieja Jerusalén. Autor, stevenconger@sbcglobal.net

Puerta de Damasco. La entrada a la vieja Jerusalén. Autor, stevenconger@sbcglobal.net

18. Monasterio ortodoxo de Mar Saba, en el valle del Cidrón. Israel. 1895. Autor, Trialsanderrors

Monasterio ortodoxo de Mar Saba, en el valle del Cidrón. Israel. 1895. Autor, Trialsanderrors

19. El secreto de las palabras. Autor, Jean Spector

El secreto de las palabras. Autor, Jean Spector

20. Jerusalén y la cúpula de la Roca. Autor, Florian Seiffert

Jerusalén y la cúpula de la Roca. Autor, Florian Seiffert

21. La ciudad de Jaffa desde el mar. Composición de finales del siglo XIX. Autor, Trialsanderrors

La ciudad de Jaffa desde el mar. Composición de finales del siglo XIX. Autor, Trialsanderrors

22. Antiguo bazar de Jerusalén. Autor, Jonas Hansel

Antiguo bazar de Jerusalén. Autor, Jonas Hansel

23. Minarete de la Novia, en Damasco. Fotocomposición fechada en 1900. Autor, Trialsanderrors

Minarete de la Novia, en Damasco. Fotocomposición fechada en 1900. Autor, Trialsanderrors

24. Familia palestina en Ramallah. Hacia 1948. Autor, Gnuckx

Familia palestina en Ramallah. Hacia 1948. Autor, Gnuckx

25. Muro del Sur, del Templo de Jerusalén. Autor, Aussie Active

Muro del Sur, en el Templo de Jerusalén. Autor, Aussie Active

Publicado el Deja un comentario

Tercera Historia. Un paseo por el auténtico Mondo Piccolo de don Camilo

Tercera Historia. Un paseo por el auténtico Mondo Piccolo de don Camilo

Giovannino Oliviero Giuseppe Guareschi. Éste era el nombre completo del autor de Don Camilo, un entrañable personaje de la literatura contemporánea italiana que, tras su publicación en 1948, encumbraría a su creador de forma absoluta e inmediata por medio mundo. Guareschi bromeaba a menudo con su nombre, preguntándose una y otra vez cómo se les ocurrió a sus padres poner Giovannino (Juanito) a un hombre tan corpulento como él. Y fue ese sentido del humor el que le llevó a crear al cura de pueblo don Camilo, quien junto a su inseparable amigo y rival político Peppone, el alcalde comunista de la localidad, escenificó la dura vida de la posguerra italiana en el mundo rural de las llanuras del Po. El “Mondo Piccolo” de don Camilo se extendía entre el río Po al norte y las estribaciones de los Apeninos al sur, más o menos en las actuales provincias italianas de Piacenza, Reggia Emilia y Módena. Hemos querido ilustrar este escenario de cuento con una estupenda selección de fotografías, añadiendo además uno de los relatos más emotivos que el genio Guareschi creó al comienzo de su andadura. En esta «Tercera Historia», aún sin la figura central de don Camilo, se muestra como nunca el sentimiento y la poesía que debió albergar la mente del gran autor italiano, y que utilizó con profusión, al igual que su sentido del humor, para tejer con mimo ese mundo pequeño, tierno y maravilloso que tanto gustó de predicar. En realidad no es más que la dicha de ser humilde,  pero a menudo se nos olvida que sigue existiendo en alguna parte, mientras recorremos el día a día de nuestro superficial siglo XXI… Aquí queda su relato para recordárnoslo. Y por supuesto, para que lo disfruten pensando en Il sogno di Italia.

 

2. Giovannino Guareschi, autor de Don Camilo

Giovannino Guareschi, autor de Don Camilo

TERCERA HISTORIA

“¿Muchachas? No; nada de muchachas. Si se trata de hacer un poco de jarana en la hostería, de cantar un rato, siempre dispuesto. Pero nada más. Ya tengo mi novia que me espera todas las tardes junto al tercer poste del telégrafo en el camino de la Fábrica. Tenía yo catorce años y regresaba a casa en bicicleta por ese camino. Un ciruelo asomaba una rama por encima de un pequeño muro y cierta vez me detuve.

Una muchacha venía de los campos con una cesta en la mano y la llamé. Debía tener unos diecinueve años porque era mucho más alta que yo y bien formada.

– ¿Quieres hacerme de escalera? -le dije.

La muchacha dejó la cesta y yo trepé sobre sus hombros. La rama estaba cargada de ciruelas amarillas y llené de ellas la camisa.

-Extiende el delantal, que vamos a medias -dije a la muchacha.

Ella contestó que no valía la pena.

– ¿No te agradan las ciruelas? -pregunté.
-Sí, pero yo puedo arrancarlas cuando quiero. La planta es mía: yo vivo allí – me dijo.

Yo tenía entonces catorce años y llevaba los pantalones cortos, pero trabajaba de peón de albañil y no tenía miedo a nadie. Ella era mucho más alta que yo y formada como una mujer.

-Tú tomas el pelo a la gente -exclamé mirándola enojado; pero yo soy capaz de romperte la cara, larguirucha.

No dijo palabra.

 

3. Amanecer en el río Po. Autor, Turismo Emilia Romagna

Amanecer en el río Po. Autor, Turismo Emilia Romagna

4. Pradera de montaña en los Apeninos modenenses. Autor, Juri Fontana

Pradera de montaña en los Apeninos modenenses. Autor, Juri Fontana

5. El río Po en Brescello. Autor, Turismo Emilia Romagna

El río Po en Brescello. Autor, Turismo Emilia Romagna

6. Postal de Cremona, ciudad junto al Po. Autor, Nichollas Lord Gordon

Postal de Cremona, ciudad junto al Po. Autor, Nichollas Lord Gordon

La encontré dos tardes después siempre en el camino.

-¡Adiós, larguirucha! -le grité. Luego le hice una fea mueca con la boca. Ahora no podría hacerla, pero entonces las hacía mejor que el capataz, que había aprendido en Nápoles. La encontré otras veces, pero ya no le dije nada. Finalmente una tarde perdí la paciencia, salté de la bicicleta y le atajé el paso.

-¿Se podría saber por qué me miras así? -le pregunté echándome a un lado la visera de la gorra. La muchacha abrió dos ojos claros como el agua, dos ojos como jamás había visto.
-Yo no te miro -contestó tímidamente.

Subí a mi bicicleta.

-¡Cuídate, larguirucha! -le grité. Yo no bromeo.

Una semana después la vi de lejos, que iba caminando acompañada por un mozo, y me dio una tremenda rabia. Me alcé en pie sobre los pedales y empecé a correr como un condenado. A dos metros del muchacho viré y al pasarle cerca le di un empujón y lo dejé en el suelo aplastado como una cáscara de higo.

Oí que de atrás me gritaba hijo de mala mujer y entonces desmonté y apoyé la bicicleta en un poste telegráfico cerca de un montón de grava. Vi que corría a mi encuentro como un condenado: era un mozo de unos veinte años, y de un puñetazo me habría descalabrado. Pero yo trabajaba de peón de albañil y no tenía miedo a nadie. Y luego, cuando me dio la gana, salté en mi bicicleta y me marché.

 

7. Iglesia de la Madonna della Ghiara. Reggio Emilia. Autor, Pilar Torres

Iglesia de la Madonna della Ghiara. Reggio Emilia. Autor, Pilar Torres

8. Aspecto de los Apeninos Reggianos. Autor, Paolo da Reggio

Aspecto de los Apeninos regianos. Autor, Paolo da Reggio

9. Salida del sol en la llanura del Po. Occhiobello. Autor, Daniele

Salida del sol en la llanura del Po. Occhiobello. Autor, Daniele

10. Interior de la Catedral de Piacenza. Autor, Kristobalite

Interior de la Catedral de Piacenza. Autor, Kristobalite

Dos tardes anduve dando rodeos, hasta que la tercera volví por el camino de la Fábrica y apenas vi a la muchacha, la alcancé y desmonté a la americana, saltando del asiento hacia atrás.

Los muchachos de hoy hacen reír cuando van en bicicleta: guardabarros, campanillas, frenos, faroles eléctricos, cambios de velocidad, ¿y después? Yo tenía una Frera cubierta de herrumbre; pero para bajar los dieciséis peldaños de la plaza jamás desmontaba: tomaba el manillar a lo Gerbi y volaba hacia abajo como un rayo.

Desmonté y me encontré frente a la muchacha. Yo llevaba la cesta colgada del manillar y saqué una piquetilla.

-Si te vuelvo a encontrar con otro, me vas a oír -dije.

La muchacha me miró con aquellos sus ojos malditos, claros como el agua.

-¿Por qué hablas así? – me preguntó en voz baja.

Yo no lo sabía, pero ¿qué importa?

-Porque sí –contesté-. Tú debes ir de paseo sola o si no, conmigo.
-Yo tengo diecinueve años y tú catorce cuando más –dijo–. Si al menos tuvieras dieciocho, ya sería otra cosa. Ahora soy una mujer y tú eres un muchacho.
-Pues espera a que yo tenga dieciocho años –grité-. Y cuidado con verte en compañía de alguno, porque entonces estás frita.

Yo era entonces peón de albañil y no tenía miedo de nada: cuando sentía hablar de mujeres, me largaba. Me importaban un pito las mujeres, pero ésa no debía hacerse la estúpida con los demás.

 

11. Vista de los Apeninos regianos. Autor, Alan Leoni

Vista de los Apeninos regianos. Autor, Alan Leoni

12. Detalle de Parma. Autor, Ho visto nina volare

Detalle de Parma. Autor, Ho visto nina volare

13. Monte Evangelo. Castellarano. Turismo Emilia Romagna

Monte Evangelo. Castellarano. Turismo Emilia Romagna

14. Plaza de San Próspero. Reggio Emilia. Autor, Sergiobarbieri

Plaza de San Próspero. Reggio Emilia. Autor, Sergiobarbieri

15. Paisaje invernal en los Apeninos regianos. Autor, Paolo di Reggio

Paisaje invernal en los Apeninos regianos. Autor, Paolo di Reggio

Vi a la muchacha durante casi cuatro años todas las tardes, menos los domingos. Estaba siempre allí, apoyada en el tercer poste del telégrafo, en el camino de la Fábrica. Si llovía tenía su buen paraguas abierto. No me paré ni una sola vez.

-Adiós -le decía al pasar.
-Adiós -me contestaba.

El día que cumplí los dieciocho años desmonté de la bicicleta.

-Tengo dieciocho años -le dije -Ahora puedes salir de paseo conmigo.

Ella tenía entonces veintitrés y se había hecho una mujer completa. Pero tenía siempre los mismos ojos claros como el agua y hablaba siempre en voz baja, como antes.

-Tú tienes dieciocho años -me contestó-, pero yo tengo veintitrés. Los muchachos me apedrearían si me viesen ir en compañía de uno tan joven.

Dejé caer la bicicleta al suelo, recogí un guijarro chato y le dije:

-¿Ves aquel aislador, el primero del tercer poste?

Con la cabeza me hizo señas de que sí. Le apunté al centro y quedó solamente el gancho de hierro, desnudo como un gusano.

-Los muchachos –exclamé- antes de tomarnos a pedradas deberán saber trabajar así.
-Decía por decir -explicó la muchacha-. No está bien que una mujer vaya de paseo con un menor. ¡Si al menos hubieses hecho el servicio militar!…

Ladeé a la izquierda la visera de la gorra.

-Querida mía, ¿por casualidad me has tomado por un tonto? Cuando haya hecho el servicio militar, yo tendré veintiún años y tú tendrás veintiséis, y entonces empezarás de nuevo la historia.
-No -contestó la muchacha- entre dieciocho años y veintitrés es una cosa y entre veintiuno y veintiséis es otra. Cuanto más se vive, menos cuentan las diferencias de edades. Que un hombre tenga veintiuno o veintiséis es lo mismo.

Me parecía un razonamiento justo, pero yo no era tipo que se dejase llevar de la nariz.

-En ese caso volveremos a hablar cuando haya hecho el servicio militar – dije saltando en la bicicleta-. Pero mira que si cuando vuelvo no te encuentro, voy a ir a buscarte aunque sea bajo la cama de tu padre.

 

16. Piazza dei Cavalli. Piacenza. Autor, Terry Clinton

Piazza dei Cavalli. Piacenza. Autor, Terry Clinton

17. Bellísima Cremona. Autor, Hellebardius

Bellísima Cremona. Autor, Hellebardius

18. Riberas del Po. Occhiobello. Autor, Daniele

Riberas del Po. Occhiobello. Autor, Daniele

19. Castillo de Vigoleno. Piacenza. Autor, Giovanni_novara

Castillo de Vigoleno. Piacenza. Autor, Giovanni_novara

Todas las tardes la veía parada junto al tercer poste de la luz; pero yo nunca descendí. Le daba las buenas tardes y ella me contestaba buenas tardes. Cuando me llamaron a las filas, le grité:

-Mañana parto para alistarme.
-Hasta la vista – contestó la muchacha.

Ahora no es el caso de recordar toda mi vida militar. Soporté dieciocho meses de fajina y en el regimiento no cambié. Habré hecho tres meses de ejercicios; puede decirse que todas las tardes me mandaban arrestado o estaba preso.

Apenas pasaron los dieciocho meses me devolvieron a casa. Llegué al atardecer y sin vestirme de civil, salté en la bicicleta y me dirigí al camino de la Fábrica. Y si ésa me salía de nuevo con historias, ya podía salir corriendo.

Lentamente empezaba a caer la noche y yo corría como un rayo pensando dónde diablos la encontraría. Pero no tuve que buscarla: la muchacha estaba allí, esperándome puntualmente bajo el tercer poste del telégrafo. Era tal cual la había dejado y los ojos eran los mismos, idénticos.

 

20. Monte Cimone y mar de niebla. Apeninos modenenses. Autor, Roby Ferrari

Monte Cimone y mar de niebla. Apeninos modenenses. Autor, Roby Ferrari

21. Interior de la catedral de Parma. Autor, Fprado

Interior de la catedral de Parma. Autor, Fprado

22. Pescando en Brescello. Autor, Turismo Emilia Romagna

Pescando en Brescello. Autor, Turismo Emilia Romagna

23. Panorámica general de Reggia Emilia. Autor, Paolo Picciati

Panorámica general de Reggia Emilia. Autor, Paolo Picciati

Desmonté delante de ella.

-Concluí -le dije, enseñándole la papeleta de licenciamiento. La Italia sentada quiere decir licencia sin término. Cuando Italia está de pie significa licencia provisional.
-Es muy linda – contestó la muchacha.

Yo había corrido como un alma que lleva el diablo y tenía la garganta seca.

-¿Podría tomar un par de aquellas ciruelas amarillas de la otra vez? -pregunté.

La muchacha suspiró.

-Lo siento, pero el árbol se quemó.
-¿Se quemó? -dije con asombro. ¿De cuándo acá los ciruelos se queman?
-Hace seis meses -contestó la muchacha-. Una noche prendió el fuego en el pajar y la casa se incendió y todas las plantas del huerto ardieron como fósforos. Todo se ha quemado. Al cabo de dos horas sólo quedaban las puertas. ¿Las ves?

Miré al fondo y vi un trozo de muro negro, con una ventana que se abría sobre el cielo rojo.

-¿Y tú? -le pregunté.
-También yo -dijo con un suspiro-. También yo como todo lo demás. Un montoncito de cenizas y sanseacabó.

 

24. Catedral de Modena. Autor, Giopie

Catedral de Modena. Autor, Giopie

25. El Po en Brescello, el pueblo de Don Camilo. Autor, Turismo Emilia Romagna

El Po en Brescello, el pueblo de Don Camilo. Autor, Turismo Emilia Romagna

26. El río Po, cerca de su desembocadura. Autor, Enrico Pascucci

El río Po, cerca de su desembocadura. Autor, Enrico Pascucci

27. Detalle de Módena. Autor, Axel V

Detalle de Módena. Autor, Axel V

Miré a la muchacha que estaba apoyada en el poste del telégrafo; la miré fijamente, y a través de su cara y de su cuerpo, vi las vetas de la madera del poste y las hierbas de la zanja. Le puse un dedo sobre la frente y toqué el palo del telégrafo.

-¿Te hice daño? -pregunté.
-Ninguno.

Quedamos un rato en silencio, mientras el cielo se tornaba de un rojo cada vez más oscuro.

-¿Y entonces? -dije finalmente.
-Te he esperado -suspiró la muchacha- para hacerte ver que la culpa no es mía. ¿Puedo irme ahora?

Yo tenía entonces veintiún años y era un tipo como para llamar la atención. Las muchachas cuando me veían pasar sacaban afuera el pecho como si se encontrasen en la revista del general y me miraban hasta perderme de vista a la distancia.

-Entonces – repitió la muchacha–, ¿puedo irme?
-No -le contesté-. Tú debes esperarme hasta que yo haya terminado este otro servicio. De mí no te ríes, querida mía.
-Está bien -dijo la muchacha. Y me pareció que sonreía.

Pero estas estupideces no son de mi gusto y enseguida me alejé. Han pasado doce años y todas las tardes nos vemos. Yo paso sin desmontar siquiera de la bicicleta.

-Adiós.
-Adiós.

¿Comprenden ustedes? Si se trata de cantar un poco en la hostería, de hacer un poco de jarana, siempre dispuesto. Pero nada más. Yo tengo mi novia que me espera todas las tardes junto al tercer poste del telégrafo en el camino de la Fábrica”.

 

28. Agua y cielo. El Po en Cremona. Autor, Corrado Ignoti

Agua y cielo. El Po en Cremona. Autor, Corrado Ignoti

29. Bicicleta en la llanura. Autor, Zlataleta

Bicicleta en la llanura. Autor, Zlataleta

Texto extraído del libro “Mondo Piccolo: Don Camilo”.
Giovanni Guareschi. Punto de Lectura, 2004

Publicado el 20 comentarios

Galicia y su fiesta de Samaín. La noche celta de los difuntos

Samain noche de difuntos en Galicia

Como todos los años, la llegada del mes de noviembre marca el comienzo de una festividad muy especial, con multitud de manifestaciones populares en todos los rincones del país. Se trata del día de difuntos, la celebración cristiana consagrada a los fieles que ya no están con nosotros

El día de los difuntos, o de los muertos, sigue en el Santoral católico a la festividad de todos los Santos, y existe constancia escrita de que sus orígenes se remontan hasta mil años atrás, en los inicios del siglo XI d.C. Efectivamente, por aquella época la Orden Cluniacense se encontraba en plena expansión, y uno de los abades más influyentes de la casa principal, Odilon, decidió instaurar una jornada dedicada exclusivamente a orar por la salvación eterna de los difuntos: el día 2 de noviembre.

En sus comienzos se dirigía solo a los monjes fallecidos de Cluny, pero luego la Santa Madre Iglesia generalizó el rito, y lo hizo extensible a todos los fieles difuntos de la comunidad cristiana universal.

2. Acantilados en San Andrés de Teixido, cerca de Cedeira. Autor, User alma

Acantilados en San Andrés de Teixido, cerca de Cedeira

3. Cruceiro junto a Cedeira. Autor, Yann

Cruceiro junto a Cedeira

Sin embargo, pocos imaginan que la jornada de los fieles difuntos tiene en realidad unas raíces mucho más oscuras: en Galicia y en otras regiones de España, las fuentes se remontan incluso a épocas anteriores al propio nacimiento de Cristo. Cedeira, municipio de A Coruña situado en la desembocadura del río Condomiñas, en las Rías Altas, celebra todos los años por estas fechas una original fiesta de origen celta denominada Samaín.

Muchos estudiosos coinciden en señalar al Samaín como el origen de la mayoría de las tradiciones asociadas a los muertos, desde la propia festividad cristiana hasta otras manifestaciones hoy generalizadas por los cinco continentes, incluido el famoso Halloween de los disfraces y las calabazas con forma de calavera.

4. La noche de las calabazas. Autor, Freecat

La noche de las calabazas

La profunda religiosidad de las gentes de Cedeira y otros muchos pueblos gallegos ha dado siempre una gran importancia a la comunión con sus muertos. Hasta no hace mucho se pensaba que los difuntos visitaban por estas fechas las iglesias y ermitas donde se celebraban misas por su alma, mientras que en las casas era costumbre preparar alimentos a los parientes vivos, pero pensados como una manera de honrar a los muertos.

Las ánimas volvían así por un día a sus viejas moradas, para calentarse junto a la chimenea y comer en compañía de sus familiares vivos, alejando así la tristeza definitiva del camposanto. Herencia de un pasado ancestral, también resultaba frecuente prender una hoguera común con ramas de serbal o de tejo, consideradas antaño sagradas, para después utilizar este fuego en el encendido de todas las lareiras de la comunidad.

Durante el día de difuntos estaba absolutamente desaconsejado alejarse de la aldea, pues la relación de los vecinos debía hacerse únicamente entre ellos y sus antepasados.

5. Caballos cerca de Teixido. Autor, Guillenperez

Caballos cerca de Teixido

Y es que en Galicia la muerte se vive de una forma muy especial. Un cementerio gallego al uso estará siempre cerca del pueblo, puesto que resulta habitual que los vecinos se acerquen hasta allí para pasear y disfrutar de la tarde recordando a los ausentes. Se puede faltar a una comunión, a un bautizo o a una boda, pero en Cedeira y en general en toda Galicia, resulta muy grave no asistir al día de difuntos o a la misa de “cabo de año”.

La vida transcurría durante esta jornada en una calma sostenida, aunque no triste. Una jornada dedicada generalmente a las visitas y en la que las cuatro comidas diarias, o el tradicional consumo de castañas asadas, se hacía siempre en compañía de vecinos, familiares y amigos. La vuelta a casa para honrar a los muertos era hecho consumado, hasta el punto de publicarse esquelas en el que los datos del finado se acompañaban con un horario de autobuses: aquel que contrataba la familia para recoger a los allegados en las aldeas más distantes.

Es precisamente esta profunda sensibilidad hacia el mundo de los muertos la mejor muestra de la originalidad celta en Galicia, y por supuesto el legado más extendido del Samaín, una fiesta druídica que se remonta a los tiempos oscuros anteriores al cristianismo y a la cultura impuesta por los pueblos civilizados.

6. Misterio en el bosque gallego. Autor, Fondebre

Misterio en el bosque gallego

Olvidada casi por completo, la fiesta de Samaín comienza hoy a recuperarse y a celebrarse en un número creciente de parroquias. Los ancianos de localidades como Noia, Catoira, Cedeira, Muxía, Sanxenxo, Quiroga o Ourense todavía recuerdan una tradición coincidente con los días de Difuntos y Todos los Santos, y que consistía en la elaboración de feroces calaveras confeccionadas con una cubierta de calabaza: son los famosos melones, o calabazas anaranjadas de Cedeira; los calacús en las Rías Baixas, o los bonecas con remolacha en Xermade (Lugo).

En Cedeira la técnica era siempre la misma, y consistía en vaciar con gran paciencia las calabazas colocándoles después dientes de palitos y una vela encendida en el interior, con el fin de espantar a los malos espíritus en las noches de transición entre el verano y el oscuro invierno.

7. Hoguera. Autor, Gatogrunje

Hoguera para guiar a los difuntos

Era tradición antiquísima que los niños elaboraran sus calaveras de «melón» con aspecto terrorífico, colocándolas después en las esquinas o las ventanas para asustar a todo el vecindario, y en especial a chicuelos de barriadas vecinas o a las mujeres que volvían del rosario. Cualquier mal que anduviese merodeando por la aldea quedaba así conjurado y lejos del hogar. Claro que esta hortaliza solo pudo utilizarse a partir del siglo XVI, cuando fue transplantada a Europa con los primeros galeones procedentes de América. En la festividad más antigua del Samaín, las aldeas célticas utilizaban los cráneos de los enemigos vencidos en batalla para iluminarlos y colocarlos en los muros de los castros.

De este rito salvaje procede la tradición posterior de los cruceiros, las cruces de piedra  levantadas en las encrucijadas de numerosos bosques y despoblados gallegos. Los cruceiros se rodeaban de amontonamientos de piedras llamados milladouros, con una finalidad similar a la de las calaveras, y aún hoy existe entre viajeros y caminantes la costumbre de depositar allí una piedra y solicitar un deseo a los espíritus que rondan el lugar.

8. Cabo Ortegal. Autor, Adbar

Cabo Ortegal

El Samaín (en su origen gaélico, Samhain, que significa noviembre o “fin del verano”) se celebraba hace miles de años en todo el territorio celta hacia la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre, con motivo de la conclusión de la temporada de cosechas y la llegada del invierno.

Los druidas, sacerdotes paganos de los celtas, consideraban esta fecha como un momento perfecto para reverenciar a los ancestros que visitaban sus antiguas aldeas, y para ello se santificaban mediante ritos conducentes a lograr su intercesión. Fue en el siglo XIX cuando la tradición del Samhain se exportó a Estados Unidos a partir de países como Escocia e Irlanda, cuya población emigró en masa a Norteamérica a causa de las hambrunas que asolaron Europa a mediados de siglo.

Este es el origen del Halloween actual (término derivado de All Hallows’ Eve, ‘Víspera de Todos los Santos’), una fiesta reimportada después a nuestro continente en un intento de alienar nuestras tradiciones más arraigadas: precisamente aquellas que dieron origen y significado al rito actual de reverenciar a los muertos.

9. Playa de Lumebo, en el Ferrol. Rías Altas. Autor, Macintosh

Playa de Lumebo, en el Ferrol. Rías Altas

Durante la noche del 31 de octubre los druidas se desplazaban hasta los bosques más alejados y recogían bayas de muérdago, una planta parásita que crece en las ramas de los árboles. Para ello utilizaban cierta hoz especial, fabricada de un material sagrado y considerado símbolo de pureza en la tradición celta: el oro. Tras la recolección depositaban las bayas en un pequeño caldero, donde más tarde se efectuaría la cocción de pócimas curativas y mágicas destinadas, entre otras cosas, a las prácticas de adivinación.

Los vecinos acudían a los druidas para obtener pronósticos sobre aspectos tales como casamientos, la incidencia del tiempo o la suerte que había de depararles el futuro.

Se tiene constancia de un rito adivinatorio que ha sobrevivido hasta fechas recientes y que consistía, curiosamente, en “pescar” y pelar manzanas: para ello se sumergía una cantidad variable de estas frutas en un recipiente amplio, a fin de que cualquiera que quisiese probar suerte se acercara a atrapar alguna de ellas.

Aquella persona que lo lograse en primer lugar sería la primera de la aldea en casarse. Finalmente se procedía a pelar las manzanas en la creencia firme de que cuanto más larga fuera la mondadura, mayor sería la vida de quien la peló.

Samaín castañas asadas
Asando castañas

En la noche de difuntos, las hadas y los trasgos eran libres de deambular por los caminos y las inmediaciones de la aldea. Su magia ocasionaba un sinnúmero de daños debido a las peculiaridades de esta jornada, la cual no pertenece ni a un año ni al siguiente, y por tanto resulta ideal para sembrar el caos. Se atrancaban las puertas de las casas para evitar que nadie entrase pidiendo limosna, en especial si lo que pedían era comida, leche o sopa.

Algunos valientes se arriesgaban a abrir: de tratarse de un hada el hogar obtendría suerte y fortuna para el siguiente año; pero si el visitante era un trasgo las maldiciones se abatirían sobre la familia, y todo serían calamidades y desastres sin fin.

Al caer el día los druidas encendían hogueras en lugares específicos, para lo cual utilizaban ramas sagradas recolectadas en lo más profundo del bosque. Su función no era solo ahuyentar a los malos espíritus sino también guiar a los muertos en la oscuridad, a fin de facilitarles el camino a la aldea y participar en las honras preparadas por sus familiares.

Los vecinos solían disfrazarse con pieles y cabezas de animales para asustar o despistar a los espectros, en la creencia de que pasarían de largo al confundirlos con otras bestias. Y asimismo era tradición efectuar numerosos sacrificios de reses. Un acto, por otro lado, no necesariamente asociado a celebraciones de tipo místico, ya que entonces al igual que ahora la comunidad debía aprovisionarse de carne y de pieles para hacer frente a los duros meses de invierno.

11. Atardecer en el puerto de Cariño. Autor, Guillenperez

Atardecer en el puerto de Cariño

12. Hacia el día de difuntos. Autor. Roi Alonso

Hacia el día de difuntos

Más adelante, los ritos celtas encaminados al mundo de los muertos derivaron en Galicia hacia la tradición de la Santa Compaña. Según la leyenda, la comitiva de difuntos avanza durante esta noche en completo silencio y portando largos cirios encendidos, siendo necesario protegerse contra la maldición que supone toparse con ella: unos hacen como que “no la ven”, mientras otros recomiendan subirse a un cruceiro y esperar a que pase de largo.

Pero sin duda, nada hay más eficaz que evitar alejarse del hogar durante esas horas consagradas a los muertos. Un consejo ciertamente valioso, puesto que el que encabeza la comitiva es en realidad una persona viva, que ha sido condenada a portar una cruz delante de la procesión espectral, y que solo quedará libre cuando pueda traspasar su condena a otro… Dicho esto y sin ánimo de estropear la fiesta a nadie… ¡A disfrutar de la noche más tenebrosa del año!

13. Puesta de sol en Ortegal. Autor, Guillenperez

Puesta de sol en Ortegal

Un artículo de sabersabor.es©

Publicado el 2 comentarios

Viajando entre renos. Laponia y la odisea de los pastores árticos

Viajando entre renos. Laponia y la odisea de los pastores árticos

Para los lapones, que marchan continuamente de una región a otra con sus rebaños de renos, el invierno es el periodo más tranquilo del año. Mientras dura esta estación viven recogidos en sus cabañas de madera en medio de los bosques y las nieves perpetuas que cubren su territorio. Pero al comienzo de la primavera resulta dramático ver como la nieve empieza a derretirse, mientras que de noche se forma una delgada capa de hielo sobre la superficie de la tierra. Poco a poco, esta capa helada se hace lo suficientemente gruesa como para sostener el peso de los renos. Es el momento que los lapones han estado esperando durante meses. Los pastores de renos nómadas han de tener todo preparado para la migración, un largo viaje de unos 300 kilómetros que deben recorrer en pocos días siguiendo al rebaño semisalvaje hacia las montañas donde, en mayo, las hembras darán a luz.

 

2. Familia de renos. Autor, Peupleloup

Familia de renos. Autor, Peupleloup

3. Lago Imandra, de la península de Kola. Autor, Pablol1987

Lago Imandra, en la península de Kola. Autor, Pablol1987

4. Oteando el horizonte. Autor, Ekaterina Sotova

Oteando el horizonte. Autor, Ekaterina Sotova

5. Paisaje invernal en las montañas Khibiny, península de Kola. Autor, Acidka

Paisaje invernal en las montañas Khibiny. Península de Kola. Autor, Acidka

En las zonas septentrionales de Noruega, de Suecia y de Finlandia, a menudo citadas con el nombre de Laponia, así como en la península de Kola perteneciente a Rusia, no quedan probablemente más de 6000 lapones que lleven una vida nómada de criadores de renos. Gran parte de su territorio está poblado de bosques y salpicado de incontables lagos y pantanos intransitables. A occidente se alzan enormes montañas de paisajes agrestes que se abren en fiordos junto a la costa. El mar, que trae del sur y el oeste las corrientes cálidas, contribuye a suavizar el clima en el litoral.

 

6. Aurora boreal. Imagen tomada en la Laponia sueca. Autor, Travel in shots

Aurora boreal. Imagen tomada en la Laponia sueca. Autor, Travel in shots

7. Uno de los típicos lagos de Laponia, en Finlandia. Autor, RukaKuusamo

Uno de los típicos lagos de Laponia, en Finlandia. Autor, RukaKuusamo

8. Traje tradicional lapón. Autor, Karen P

Traje tradicional lapón. Autor, Karen P

9. Paisaje de tundra cerca de Salka. Laponia sueca. Autor, Mleczko

Paisaje de tundra cerca de Salka. Laponia sueca. Autor, Mleczko

A medida que avanza, la masa de animales desprende una especie de nube que oscila a baja altura con el vaivén de la brisa. Se trata de un fenómeno muy común en estas latitudes, donde a una temperatura de 40º bajo cero los animales no sólo exhalan vaho, sino que sus cuerpos emiten en su totalidad un vapor conocido como “bioniebla”. En el extremo posterior del rebaño pequeñas figuras de colores vivos corretean de una a otra parte. Se trata de los guardas zagueros, que con la ayuda de perros azuzan a los renos descarriados y a los rezagados para que vuelvan a su sitio. Todos los pastores del grupo viajan sobre esquíes o en trineos tirados por renos, mientras que los niños menores de 5 o 6 años cabalgan directamente encima de los animales. Los casi 2000 renos que forman el rebaño representan el sustento y la seguridad de 6 familias de pastores árticos. Es un espectáculo lleno de dinamismo, aunque con relación al vasto paisaje de bosques interminables y llanuras heladas parezca en realidad minúsculo.

 

10. Noche de magia en el bosque ártico. Pyhä, Laponia finlandesa. Autor, Antti Merivirta

Noche de magia en el bosque ártico. Pyhä, Laponia finlandesa. Autor, Antti Merivirta

11. Buen ejemplar de reno. Autor, Ration

Un buen ejemplar de reno. Autor, Ration

12. Paisaje invernal en la Laponia finlandesa. Autor, HibaHaba

Paisaje invernal en la Laponia finlandesa. Autor, HibaHaba

13. Bosque disperso en la tundra finlandesa. Saariselkä. Autor, Mikko kuhna

Bosque disperso de abedules, el árbol típico de la tundra finlandesa. Saariselkä. Autor, Mikko kuhna

En contra de lo que pueda parecer, el gran rebaño de renos no está en modo alguno domesticado. Se trata de animales semisalvajes, que siguen realizando sus migraciones y vida comunal de forma casi idéntica a como lo han venido haciendo durante millones de años. En sus primeras fases el pastoreo de renos debió consistir en una persecución más o menos coherente, en la que los lapones ejercían muy poco control sobre los animales. Quizás los seguían con lanzas y arcos e iban cobrando ejemplares a medida que los necesitaban, cazándolos del margen exterior del rebaño. Los primeros renos “domésticos” fueron probablemente animales heridos y terneros domésticos capturados a muy corta edad, y que se criaron después como animales de compañía o como reserva para periodos de escasez. Sin embargo, es virtualmente imposible manejar el gran rebaño durante sus migraciones estacionales sin realizar la castración del macho dominante, cabeza del grupo y director absoluto de la marcha. Allá donde vaya este macho irá también el resto de renos, de modo que conseguir su mansedumbre resulta vital para las aspiraciones de los pastores árticos. El método tradicional lapón de castrar a los animales (machacar los testículos con los dientes) es ampliamente utilizado en toda el Asia Ártica e indudablemente más antiguo que el uso de los cuchillos metálicos, un utensilio proveniente de la civilización.

 

14. Crepúsculo y aurora boreal. Autor, Visit Finland

Crepúsculo y aurora boreal. Autor, Visit Finland

15. Crepúsculo. Käylä, en la laponia finlandesa. Autor, RukaKuusamo

Crepúsculo. Käylä, en la laponia finlandesa. Autor, RukaKuusamo

16. Un rebaño de renos. Autor, RukkaKuusamo

Un rebaño de renos. Autor, RukkaKuusamo

17. Bosque y lago, en el parque natural de Lemmenjoki, Finlandia. Autor, Mikko kuhna

Bosque y lago, en el parque natural de Lemmenjoki, Finlandia. Autor, Mikko kuhna

Los lapones pueden ser vistos por cualquiera que visite la región del cabo Norte, en Noruega, o se adentre unos kilómetros dentro del Círculo Polar Ártico sueco o finlandés. Para este pueblo la naturaleza y los rebaños de renos cubren todas sus necesidades, desde la madera para construir las tiendas y hacer fuego hasta las pieles para sus vestidos. Sus enemigos son el lobo y la ventisca. Les acechan la escasez de combustible y la oscuridad invernal, de un mes de duración, pero a pesar de ello aún cruzan la tundra en respuesta a los cambios estacionales conformando una estampa que parece extraída de la Edad del Hielo. La dureza es un sello de supervivencia, y nada mejor para demostrarlo que el relato que Procopio hizo de estas gentes, en el siglo VI d.C.: “Tan pronto como una mujer da a luz, envuelve al niño en pieles y lo cuelga de un árbol, le pone un trozo de tuétano en la boca y se va de caza con el marido”. Por cierto que no se trata de desapego maternal, ya que el tuétano de los huesos es considerado por los lapones como una golosina muy especial.

 

18. Pastor lapón, tienda y reno. 1909. Autor, Saamiblog

Pastor lapón, tienda y reno. 1909. Autor, Saamiblog

19. Lapón noruego y reno. Autor, Scott1723

Reno y lapón noruego, vestido para la ocasión. Autor, Scott1723

20. Vista invernal del cabo Norte, Noruega. El punto más septentrional de Europa. Autor, Jechstra

Vista invernal del cabo Norte, Noruega. El punto más septentrional de Europa. Autor, Jechstra

21. El final de la tormenta. Laponia noruega. Autor, Tusken91

El final de la tormenta. Laponia noruega. Autor, Tusken91

Además de conocer a sus renos uno a uno, el lapón los protege contra el robo marcándolos en las orejas con unas muescas específicas. La migración se produce a finales de abril, desde los bosques donde pasan el invierno hasta los campamentos de primavera, en el norte, donde las hembras preñadas parirán a sus crías. Luego, a fines de junio, los nómadas ascienden las montañas cercanas fuera del alcance del calor y de los mosquitos, donde se dedicarán también a la caza de perdices nivales y urogallos, así como a la pesca en los lagos y riachuelos de altura. Cuando las nieves de noviembre hacen posible el viaje en trineo, la caravana de animales y hombres emprende su camino hacia los campos de invernada, en los bosques de hoja perenne de las tierras bajas. La matanza se realiza en pleno invierno, pues la temperatura permite entonces la conservación de la carne y mantiene los cueros en buen estado. Una familia de tamaño mediano necesita 300 renos, de los que matarán 40 o 50 cada temporada.

 

22. Nada estorba a la migración. Autor, Wili_hybrid

Nada estorba a la migración. Autor, Wili_hybrid

23. Otra vista de Lemmenjoki, Finlandia. Autor, Mikko kuhna

Otra vista de Lemmenjoki, Finlandia. Autor, Mikko kuhna

24. Golfo de Kandalakcha, en el mar Blanco. Autor, Insider

Golfo de Kandalakcha, en el mar Blanco. Rusia. Autor, Insider

25. Se prepara una tormenta. Laponia sueca. Autor, Mleczko

Se prepara una tormenta. Laponia sueca. Autor, Mleczko

Este es el día a día de uno de los pocos pueblos europeos que todavía mantienen casi intactas sus tradicionales formas de vida. Parece increíble que suceda algo así en pleno siglo XXI, de modo que hemos seleccionado una serie de extraordinarias fotografías para corroborarlo y, de paso, disfrutar por unos instantes de los maravillosos paisajes que bordean nuestro continente por su lado norte: Laponia es el país del Sol de Medianoche, y un nombre tan evocador solo puede ser sinónimo de magia y de aventura… ¿Alguien puede resistirse a su encanto?

 

26. Investigador entre renos. Principios del siglo XX. Tromso, Noruega. Autor, Perspektivet Museum

Investigador entre renos. Principios del siglo XX. Tromso, Noruega. Autor, Perspektivet Museum

Publicado el Deja un comentario

Hacia las puertas del Valhalla. Noruega y sus fiordos

Hacia las puertas del Valhalla. Noruega y sus fiordos

Los fiordos son formaciones costeras esculpidas por la acción de los glaciares, y si hay una palabra que define a un fiordo de forma definitiva es ésta: grandioso. Son muchas las regiones del planeta que poseen fiordos, pero sin duda el oeste de Noruega es el lugar donde hay que dirigirse para encontrar la mayor concentración a nivel mundial. Además de la espectacularidad geológica que suponen, visitar los fiordos noruegos es encaminarse también al encuentro con un crisol de colores indescriptible: el verde de los valles combinado con el azul profundo del Atlántico norte; las tonalidades encendidas del ocaso; nubes plomizas, atravesadas de crestas rocosas, y todo el conjunto coronado en la lejanía por el blanco inmaculado del hielo, destelleando tímidamente al sol de medianoche. En definitiva, un lugar perfecto para olvidarse de todo y dejarse llevar.

2. El poder de los glaciares. Autor, Mimu_13

El poder de los glaciares. Autor, Mimu_13

3. Interior de una casa típica, en Nordfjord. Autor, Kulturnett Sogn

Interior de una casa típica, en Nordfjord. Autor, Kulturnett Sogn

4. Hardangerfjorden. Vista invernal. Autor, Torbjørn T

Hardangerfjorden. Vista invernal. Autor, Torbjørn T

5. La Roca del Púlpito, en Lysefjorden. Autor, Masqtrekking

La Roca del Púlpito, en Lysefjorden. Autor, Masqtrekking

6. Lysefjorden entre nubes. Autor, Bright Green Pants

Lysefjorden entre nubes. Autor, Bright Green Pants

7. Panorama de un fiordo desde la orilla. Autor, Willem

Panorama de un fiordo desde la orilla. Autor, Willem

Son muchos los atractivos históricos, naturales y culturales en cada zona de fiordos. En Sognefjord, por ejemplo, hallamos el considerado como el más profundo de Noruega, con fondos a más de 1300 metros bajo el nivel del mar; otros llaman poderosamente la atención por sus gigantescas cascadas procedentes del deshielo, que desbordan desde las alturas hacia la tersa superficie de las aguas en un espectáculo sobrecogedor: es el caso del denominado salto de Las Siete Hermanas, en el Geirangerfjord, a 62º de latitud norte. Este fiordo y el de Nærøyfjord están incluidos en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, de modo que son asiduamente visitados y constituyen con todo merecimiento uno de los mejores destinos turísticos de naturaleza del mundo.

 

8. Misterios al amanecer. Autor, Paolo Camera

Misterios al amanecer. Autor, Paolo Camera

9. Típico fiordo en la región de Vestlandet. Autor, Mats Hage Eikemo

Típico fiordo en la región de Vestlandet. Autor, Mats Hage Eikemo

10. Primavera. Autor, Setra 400

Primavera. Autor, Setra 400

11. Silueta en Lysefjorden. Autor, Yodod

Silueta en Lysefjorden. Autor, Yodod

12. El viejo arte de la pesca en Sognefjorden. Autor, Arnybo

El viejo arte de la pesca en Sognefjorden. Autor, Arnybo

13. Fiordo en Fjaerland a finales de verano. Autor, Murmelvieh

Fiordo en Fjaerland a finales de verano. Autor, Murmelvieh

14. Isfjorden, en Svalbard. El fiordo más septentrional de Noruega. Autor, Torbjørn T

Isfjorden, en Svalbard. El fiordo más septentrional de Noruega. Autor, Torbjørn T

Muchos turistas deciden realizar travesías en kayak, actividad que proporciona unas sensaciones únicas al tiempo que se exploran rincones escondidos entre el mar y las montañas circundantes. Aunque si gustan de las emociones fuertes no hay nada como visitar el Preikestolen (El Púlpito), una gigantesca plataforma de piedra elevada 600 metros por encima de las aguas del Lysefjorden, y sin valla alguna que separe al público del abismo: todo un reto para los amantes de la adrenalina.

 

15. Nubes sobre Ullsfjorden. Autor, NikO18

Nubes sobre Ullsfjorden. Autor, NikO18

16. Iglesia de Rugsund, en Nordfjord. Autor, Escarto

Iglesia de Rugsund, en Nordfjord. Autor, Escarto

17. Aurora boreal sobre el fiordo de Lyngen. Autor, Even Mathisen

Aurora boreal sobre el fiordo de Lyngen. Autor, Even Mathisen

18. Mar de nubes sobre Trondheimsfjorden. Autor, Ingolf Zeiner Petersen

Mar de nubes en Trondheimsfjorden. Autor, Ingolf Zeiner Petersen

19. Espléndida vista de un fiordo desde la playa de Tromso, en Noruega. Autor, Moyan Brenn

Espléndida vista de un fiordo desde la playa de Tromso, en Noruega. Autor, Moyan Brenn

20. Paisaje idílico en Vestlandet. Autor, Jechstra

Paisaje idílico en Vestlandet. Autor, Jechstra

21. Espectacular cascada en las paredes del Sognefjorden. Autor, Katri Niemi

Espectacular cascada sobre las paredes del Sognefjorden. Autor, Katri Niemi

Pero la belleza de Noruega no se restringe únicamente a los fiordos. Al norte del país es posible contemplar fenómenos únicos como el sol de medianoche, cuando el astro rey es visible durante las 24 horas del día y permite la actividad casi constante de locales y turistas. ¿Y qué decir de las famosas auroras boreales propias de las noches de invierno? Se trata de unas bandas celestes de colores verdosos, rosados o violetas que se producen por la acción de la radiación solar en latitudes elevadas: una visión fantasmagórica y bella de la que los vikingos se enorgullecían, al considerarla en realidad como el reflejo del sol en la armadura de las valkirias, las legendarias servidoras de Odín en el Valhalla escandinavo. Acompáñennos por esta atractiva selección de fotografías sobre los fiordos noruegos, donde podrán disfrutar de un espectáculo único antes de preparar su próximo viaje turístico del año. Quién sabe: quizás, a la vista del panorama, decidan cambiar de destino en el último momento…

 

22. Anochecer en Isfjorden, islas Svalbard. Autor, Hollandisk

Anochecer en Isfjorden, islas Svalbard. Autor, Hollandisk

23. En bicicleta hasta el fin del mundo. Autor, Torbjørn T

En bicicleta hasta el fin del mundo. Autor, Torbjørn T

24. Maravillas de Noruega. Autor, Henke.

Maravillas de Noruega. Autor, Henke

Publicado el Deja un comentario

Corfú, Gerald Durrell y el reino perdido de los olivos

Corfú, Gerald Durrell y el reino perdido de los olivos

En 1956 el naturalista, divulgador y viajero británico Gerald Durrell publicó “Mi familia y otros animales”, una obra donde relata sus años de infancia en la isla griega de Corfú. Kérkyra, como se denomina en griego, se encuentra en el mar Jónico, un trozo de tierra de forma alargada en el límite entre Grecia y Albania y durante muchos siglos posesión de Venecia, antes de caer bajo el control de los británicos con las guerras napoleónicas. Sin embargo, no es su historia de asedios y batallas lo que atrajo a la familia Durrell hasta esas latitudes, allá por los años treinta del pasado siglo. Sus costas escarpadas; sus calas de aguas transparentes y fondos inmaculados; villas vetustas rodeadas de cipreses y el sempiterno aroma del arrayán envolviendo los bosques de olivos bajo el sol ardiente del Mediterráneo, son en conjunto atractivos suficientes para que cualquiera pueda sentirse tentado a considerar Corfú como el paraíso de sus sueños. Y Gerald, con sus escasos doce años, así lo consideró, a tenor de lo que escribiría posteriormente en la que hoy se considera su obra cumbre.

Las páginas del libro, cálidas, nostálgicas y divertidísimas en grado sumo, son un desfile inacabable de paisajes encantadores y de personajes imposibles de olvidar: estrambóticos unos, divertidos otros y todos entrañables en su conjunto, siempre con la Grecia más profunda resaltando sus rasgos como un telón de fondo multicolor. Un mosaico de vivencias moldeadas por el brillo cegador del Mare Nostrum, y que en su frescura juvenil contribuyen a firmar algunos de los pasajes más memorables de la literatura contemporánea universal. Les dejamos con una selección variopinta de los mismos, acompañados de un muestrario de fotografías que de seguro les hechizarán al igual que lo han conseguido en nosotros. No podía ser de otra forma, puesto que se trata de Gerald Durrell en estado puro y, por supuesto, de Corfú, la isla y el reino perdido de los olivos. ¡Que lo disfruten!

2. Amanecer. Fortaleza de Corfú a la izquierda. Autor, Alex Ki

Amanecer. Fortaleza de Corfú a la izquierda. Autor: Alex Ki

3. Callejeando por Corfú. Autor, Qfwfq78

Callejeando por Corfú. Autor: Qfwfq78

4. Estampa costera de la isla. Bas Boerman

Estampa costera de la isla. Bas Boerman

5. Sendero entre olivos y cañas. Autor, Keith Laverack

Sendero entre olivos y cañas. Autor: Keith Laverack

1. “Corríamos por una carretera blanca cubierta de un estrato de polvo sedoso que se alzaba como una hirviente nube a nuestro paso, toda ella flanqueada de chumberas formando una empalizada de placas verdes hábilmente apoyadas unas en otras, salpicadas de bolas de rojo fruto. Dejamos atrás viñedos en los que las pequeñas y achaparradas cepas se vestían de un encaje de hojas verdes, olivares cuyos troncos horadados nos dirigían mil muecas sorprendidas desde su oscura sombra, y listados cañaverales que agitaban sus hojas como una multitud de banderitas verdes. Al fin coronamos a toda marcha una colina, y Spiro pisó el freno deteniendo el coche en medio de una niebla de polvo.

– Hemos llegado – dijo, apuntando con su carnoso dedo índice –; ésa es la villa con baños, como ustedes querían.

Mamá, que durante todo el trayecto había venido con los ojos firmemente cerrados, los abrió ahora cautelosamente y miró. Spiro apuntaba hacia una suave curva de la colina asomada sobre el mar brillante. La colina y los valles circundantes formaban como un edredón de olivares, reluciente como un pez allí donde la brisa movía las hojas. A media pendiente, protegida por un grupo de altos y esbeltos cipreses, asomaba la villa, como una fruta exótica rodeada de verdor. Los cipreses cabeceaban levemente en la brisa, diríase que afanados en pintar el cielo aún más azul para nuestra llegada”.

6. Un detalle de la ciudad y su costa. Autor, Ben Salter

Un detalle de la ciudad y su costa. Autor: Ben Salter

7. Calas de aguas transparentes. Autor, Keith Laverack

Calas de aguas transparentes. Autor: Keith Laverack

8. Ambiente marinero. Autor, Carol Munro

Ambiente marinero. Autor: Carol Munro

9. Casas de labranza en el interior de la isla. Autor, Ben Salter

Casas de labranza en el interior de la isla. Autor: Ben Salter

10. Casas en la parte antigua de la ciudad de Corfú. Autor, Ingridf_nl

Edificios en la parte antigua de la ciudad de Corfú. Autor: Ingridf_nl

2. “A Margo la primavera siempre le sentaba mal. Su aspecto externo, preocupación que normalmente la absorbía, casi se convertía entonces en obsesión patológica. Montañas de ropa planchada llenaban su cuarto, mientras la cuerda de tender se hundía bajo el peso de la ropa recién lavada. Cantando con voz aguda y desafinada deambulaba por la villa, cargada de montones de vaporosa lencería o frascos de perfume. A la menor ocasión se colaba en el cuarto de baño, en medio de un revuelo de toallas blancas, y una vez dentro hacerle salir era más arduo que despegar una lapa de un peñasco. Uno a uno, todos sus familiares nos turnábamos para vociferar y aporrear la puerta, sin obtener con ello mayor satisfacción que garantía de que ya estaba terminando: garantía en la cual la amarga experiencia nos había enseñado a no confiar. Emergía por fin resplandeciente e inmaculada, y tarareando volaba a tomar el sol en los olivares o a bañarse en la playa (…)

Margo, por el simple hecho de tomar el sol en los olivares enfundada en un bañador microscópico, había reunido a una ardiente banda de apuestos jóvenes campesinos que como por arte de birlibirloque surgían de un paisaje aparentemente desierto, cada vez que se le acercaba una abeja o pretendía correr la tumbona. Mamá se sintió obligada a señalar que los dichos baños de sol le parecían un poco imprudentes.

– Además, querida, ese bañador no cubre mucho, ¿no crees? – añadió.

– Oh, mamá, no seas tan anticuada – dijo impaciente Margo -. Además, de algo hay que morirse.

Observación tan desconcertante como cierta, que bastó para silenciar a mamá”.

11. Dunas y playas al rur de Corfú. Autor, Whl.Travel

Dunas y playas al sur de Corfú. Autor: Whl.Travel

12. El mundo bajo mis pies. Autor, Mark Houchin

El mundo bajo mis pies. Autor: Mark Houchin

13. Interior de la iglesia de Agios Spyridon. Autor, Keith Laverack

Interior de la iglesia de Agios Spyridon. Autor: Keith Laverack

14. Las recortadas costas de Corfú. Autor, Keith Laverack

Las recortadas costas de Corfú. Autor: Keith Laverack

15. Rincón con olivo. Autor, Keith Laverack

Rincón con olivo. Autor: Keith Laverack

3. “En verano, cuando había luna llena, la familia se aficionó a bañarse de noche, porque durante el día el mar no refrescaba de puro caliente. En cuanto salía la luna bajábamos por entre los árboles hasta el chirriante embarcadero y saltábamos a bordo de la “Vaca marina”. Anclábamos en aguas profundas y nos tirábamos por la borda a chapotear y bucear, poniendo un temblor en la luz que bañaba la superficie de la bahía. Cansados, nadábamos desganadamente a tierra y nos tendíamos sobre las rocas, cara al cielo moteado de estrellas. Pasada una media hora me solía aburrir la conversación: entonces me iba de nuevo al agua y cruzaba a nado la bahía para luego flotar boca arriba, sostenido por el mar cálido y con la vista fija en la luna (…)

Nos tumbamos a comer en la playa. Al descorchar el vino al final de la cena y como a una señal convenida, unas cuantas luciérnagas aparecieron sobre los olivos a nuestra espalda, especie de obertura del espectáculo. Primero no fueron más que dos o tres puntitos verdes que flotaban blandamente entre los árboles, encendiéndose y apagándose con regularidad. Pero pronto surgieron más y más, hasta iluminar algunas partes del olivar con un extraño resplandor verdoso. Jamás habíamos visto tal cantidad de luciérnagas: enjambres enteros volaban entre los árboles, trepaban por la hierba, los matorrales y los troncos de olivo, pasaban sobre nuestras cabezas y se posaban en las toallas como ascuas verdes. Nubes de luciérnagas salieron al mar revoloteando sobre las olas, y en ese preciso instante aparecieron los delfines nadando en fila india por la bahía, cimbreándose rítmicamente, con los lomos pintados de fósforo. En el centro de la cala se detuvieron a nadar en círculo, girando y sumergiéndose, saltando a veces en el aire para caer en medio de un estallido de luz”.

16. Otra de las calles de Corfú. Autor, Michael of Scott

Otra de las calles de Corfú. Autor: Michael of Scott

17. Corfú, la isla del sol naciente. Ingridf_nl

Corfú, la isla del sol naciente. Autor: Ingridf_nl

18. Corfú, paraiso de cipreses y olivos. Autor, Keith Laverack

Corfú, paraíso de cipreses y olivos. Autor: Keith Laverack

19. Casas perdidas en un mar de olivos. Autor, Laura O'Connell

Casas perdidas en un mar de olivos. Autor: Laura O’Connell

20. La isla del Ratón, en Corfú. Autor, Keith Laverack

La isla del Ratón, en Corfú. Autor: Keith Laverack

4. “Hice amistad con las rollizas muchachas campesinas que mañana y tarde pasaban por delante del jardín. Montadas a la mujeriega sobre sus derrengados burros de orejas gachas, eran chillonas y parlanchinas como cotorras, y su charla y su risa reverberaban en los olivares. Por la mañana saludaban sonrientes al paso rítmico de sus burros, y al atardecer se inclinaban sobre el seto de fucsia, balanceándose precariamente en sus monturas, para ofrecerme regalos con una sonrisa: un racimo de uvas color ámbar todavía calientes del sol, brevas negras como el alquitrán veteadas de rosa por donde se habían desgarrado de puro maduras, o una sandía gigante llena de rosáceo hielo en su interior (…).

Poco a poco la magia de la isla se nos iba posando suave y adherente como un polen. Cada día tenía tal tranquilidad, tal atemporalidad, que deseábamos que no acabase nunca. Pero la oscura piel de la noche se rasgaba para entregarnos otro día más, polícromo y brillante como una calcomanía y con el mismo matiz de irrealidad”.

21. Otra estampa de la isla del Ratón. Autor, Keith Laverack

Otra estampa de la isla del Ratón. Autor: Keith Laverack

22. Rincón de la ciudad. Autor, Rob.Sandbach

Rincón de la ciudad. Autor: Rob.Sandbach

23. Una vivienda imposible junto al mar. Autor, Getty

Una vivienda imposible junto al mar. Autor: Getty

24. Villas y olivos en el interior de la isla. Autor, Powwow

Villas y olivos en el interior de la isla. Autor: Powwow

25. El olivo, la joya de Corfú. Autor, Ángel Hernansáez

El olivo, la joya de Corfú. Autor: Ángel Hernansáez

5. “Poco después de sernos arrebatada la tortuga Aquiles obtuve otro animalito. Esta vez fue un palomo. Era todavía muy joven y había que alimentarle a la fuerza a base de pan con leche y cereal mojado. Debido a su apariencia repugnante y a su obesidad, Larry propuso llamarle Quasimodo, y yo, gustándome el nombre sin darme cuenta de sus resonancias, accedí (…) Por efecto de su nada ortodoxa crianza y del hecho de no tener padres que le enseñaran las cosas de la vida, Quasimodo estaba convencido de no ser en realidad un ave y se negó a volar. En su lugar, iba a todas partes andando. Si le apetecía subirse a una mesa o a una silla, se metía debajo y, ladeando la cabeza, arrullaba con su rico timbre de contralto hasta que alguien le subía. Siempre quería participar en todo lo que hiciéramos, y hasta intentaba venirse con nosotros de paseo. Pero esto no se lo podíamos permitir, porque o había que llevarle sobre un hombro, con el consiguiente peligro de accidentes para la ropa, o dejarle caminar detrás. Si se le dejaba caminar había que ajustar el propio paso al suyo, porque si uno se adelantaba mucho pronto llegaban a sus oídos los arrullos más frenéticos e implorantes, y al volverse se encontraba a Quasimodo corriendo desesperadamente a la zaga, meneando la cola seductoramente y con el irisado buche inflado de indignación ante tamaña crueldad.

Empeñóse Quasimodo en dormir en casa; no hubo coacción ni rapapolvo que lograse hacerle ocupar el palomar que yo le había construido ex profeso. Prefería dormir a los pies de la cama de Margo. Con el tiempo, sin embargo, se le desterró al sofá del cuarto de estar, porque si de noche Margo se daba la vuelta Quasimodo se despertaba, brincaba por la casa y acababa por posársele en la cara, arrullando cariñosa y enérgicamente”.

26. Mar encrespado en la isla. Autor, Riccardo

Mar encrespado en la isla. Autor: Riccardo

27. Mi isla perdida. Autor, John Gulliver

Mi isla perdida. Autor: John Gulliver

28. Monasterios de Vlajerna y Pondikonisi. Autor, Keith Laverack

Monasterios de Vlajerna y Pondikonisi. Autor: Keith Laverack

29. Bosque de olivos centenarios. Autor, Keith Laverack

Bosque de olivos centenarios. Autor: Keith Laverack

30. Anochecer en la isla. Autor, Albusorin

Anochecer en la isla. Autor: Albusorin

6. “Aparte de Agathi, la persona que más me gustaba era el pastor Yani, un viejo alto y desgarbado con narizota ganchuda como el pico de un águila y unos bigotes increíbles. Le conocí una tarde calurosa en que Roger y yo habíamos pasado horas intentando hacer salir a un gran lagarto verde de su rendija en un muro de piedras. Al cabo, vencidos, sudorosos y cansados, nos tiramos al pie de cinco cipresitos que arrojaban un pulcro cuadrado de sombra sobre la agostada hierba. Estando allí tendido oí aproximarse el tintineo débil y soñoliento de una esquila, y al poco todo el rebaño de cabras desfiló por nuestro lado, parándose brevemente para mirarnos con sus ojos ausentes y amarillos, balar sarcásticamente y seguir andando. El suave murmurar de sus esquilas, y de sus dientes arrancando y triscando la maleza, ejerció sobre mí un efecto sedante, y cuando ya se alejaban a paso lento y llegó el pastor yo estaba casi dormido. Apoyado en su parda garrota de olivo paróse a mirarme con sus fieros ojillos bajo las cejas hirsutas, las grandes botas bien plantadas en el brezal (…)

– Le voy a decir una cosa, pequeño lord – dijo -; es peligroso que se tumbe ahí, bajo los árboles.

Alcé la mirada a los cipreses pero me parecieron bastante sólidos, y al no encontrar en ellos nada alarmante le pregunté por qué pensaba que eran peligrosos.

– Ah, sentarse sí se puede. Dan buena sombra, fría como agua de pozo; pero ahí está lo malo, que le tientan a uno a dormirse. Y jamás, por ningún motivo, se debe dormir a la sombra de un ciprés.

Hizo una pausa, se atusó el bigote, esperó a que le preguntase por qué, y prosiguió entonces:

¿Qué por qué? Porque si se hace se despierta uno cambiado. Los cipreses negros son peligrosos, sí. Mientras que uno duerme, sus raíces se le meten en los sesos y se los llevan, y al despertarse está uno loco, con la cabeza más vacía que un pito”.

 

Todas las citas literarias se han extraído de la obra “Mi familia y otros animales”. Gerald Durrell.
Alianza Editorial, 1975

 

31. Corfú, entre amigos. Autor, Catherine Murray

Corfú, entre amigos. Autor: Catherine Murray

Publicado el Deja un comentario

La ruta Victoriana. Un paseo por los palacios británicos de «La abuela de Europa» (2ª Parte)

La ruta Victoriana. Un paseo por los palacios británicos de "La abuela de Europa" (2ª Parte)

1. Palacio de Buckingham. La ceremonia de coronación se realizó el 28 de junio de 1838 y Victoria se convirtió en la primera soberana en residir en el palacio de Buckingham. Su vida cambió radicalmente tras casarse con su primo Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha el 10 de febrero de 1840, aunque a pesar de su enamoramiento las ocupaciones en Buckingham le resultaban a menudo de lo más tediosas. Sus esfuerzos por encontrar temas de conversación con sus subordinados, por ejemplo, eran patéticos, como lo demuestra esta conversación con Lord Greville en el transcurso de una velada en palacio:

– ¿Ha montado hoy a caballo, señor Greville?
– No, Señora, no he montado a caballo.
– ¡Qué día más hermoso!
– Sí, Señora, un hermoso día.
– Aunque hacía un poco de frío.
– En efecto, Señora, hacía un poco de frío.
– ¿Su hermana, lady Frances Egerton, monta a caballo, no es cierto?
– Sí, Señora, monta de vez en cuando.
Hubo un silencio.
– ¿Vuestra Majestad ha hecho hoy un paseo a caballo?
– ¡Oh, sí! Un largo paseo – respondió la reina con animación.
– ¿Y tiene Su Majestad un buen caballo?
– ¡Oh, sí, excelente?

Alberto, sin embargo, pone todo su empeño en organizar Buckingham dado el descontrol absoluto en el que se ve inmerso. Las velas de los salones se cambian cada día aunque no hayan sido utilizadas, y los criados aprovechan la menor ocasión para revenderlas; los hurtos de comida se suceden de forma cotidiana y el plantel del servicio es exagerado: cuarenta doncellas solo en ese palacio, lo que no impide que los invitados se pierdan siempre por los pasillos en busca de sus habitaciones. Mención aparte es el increíble solapamiento de funciones: el intendente mayor es el encargado de abastecer de leña y de preparar el fuego, pero la función de encender las chimeneas corresponde al gran chambelán, de modo que durante el invierno reina un frío gélido en los salones que puede alcanzar incluso los 12ºC. Las ventanas están siempre sucias, y esto se debe a que la limpieza interior corresponde al referido gran chambelán, mientras que el exterior de los ventanales es competencia de Bosques y Jardines. Cuando se rompe un cristal en la cocina el procedimiento es el que sigue: se establece una petición formal, la firma del jefe de cocina refrendada por el interventor de cocinas, rúbrica del jefe de la casa real, autorización por parte del gabinete del gran chambelán y, por fin, ejecución de los trabajos a cargo del servicio de Bosques y Jardines…

2. El palacio de Buckingham en 1914. Autor, Leonard Bentley

El palacio de Buckingham en 1914. Autor: Leonard Bentley

3. Verja de entrada de palacio. Autor, Heidigoseek

Verja de entrada de palacio. Autor: Heidigoseek

4. El palacio de Buckingham a principios de siglo. Autor, Leonard Bentley

El palacio de Buckingham a principios de siglo. Autor: Leonard Bentley

2. Claremont House. En 1841 Victoria está embarazada de su segundo hijo y en septiembre la pareja real se retira a descansar unos días en Claremont, mansión del siglo XVIII ubicada en Surrey. Bajo las seculares encinas de Claremont, Victoria recuerda una de sus experiencias más emocionantes de ese año: su primer viaje en ferrocarril. Se trata de la gran aventura de la época, pues los accidentes son todavía demasiado frecuentes y hace falta ser un intrépido aventurero para decidirse a subir en un medio de transporte tan arriesgado. La próspera Great Western Railway Company ha construido un tren especial para Victoria, con vagones decorados interiormente con un lujo extraordinario y en los que no falta ni un solo detalle. Desgraciadamente, el responsable de los desplazamientos por tierra de Su Majestad es el caballerizo mayor, pero ni él ni ninguno de sus chóferes es capaz de conducir una máquina de vapor. El trayecto inaugural es de solo quince kilómetros, con el convoy avanzando a una velocidad de treinta y cinco kilómetros por hora, y según una firme leyenda Alberto habría considerado excesiva esta rapidez para el embarazo de la reina. Mientras descendía del tren al término del viaje le recriminaba con dientes apretados al maquinista: “La próxima vez más despacio, señor conductor”. Victoria, como era previsible, estaba encantada con la experiencia.

5. Jardines cerca de Claremont House. Autor, Tjandspallan

Jardines cerca de Claremont House. Autor: Tjandspallan

6. Claremont House en 1860

Claremont House en 1860

7. Claremont House y sus jardines, a finales del siglo XIX. Ilustración de Edward Wedlake Brayley. Autor, Ayacata7

Claremont House y sus jardines, a finales del siglo XIX. Ilustración de Edward Wedlake Brayley. Autor: Ayacata7

3. Edimburgo y Escocia. A finales de agosto de 1842 Victoria y Alberto parten hacia Escocia, ya que la reina desea descubrir este reino incorporado a la corona desde hacía ciento cincuenta años. Tras un viaje infame en un barco de vela llegan a Edimburgo, desde donde parten hacia el castillo de Dalkeith, donde Victoria y Alberto son los invitados del duque de Buccleuh. Por temor a los atentados se les hace cruzar Edimburgo a toda velocidad, pero después todas las incomodidades se olvidan frente a las colinas cubiertas de brumas, las apacibles aguas de los lagos y las gaitas de las Highlands. El riquísimo lord Breadalbane les ha reservado el alojamiento más romántico posible frente a su castillo de Taymouth, construido con granito gris. La vista es indescriptible. Los highlanders están alineados para recibirla con su tradicional tartán. Las salvas al aire, las aclamaciones de la multitud, las tan pintorescas vestimentas y la arrebatadora belleza de los paisajes que les rodean, con las boscosas montañas como telón de fondo, conforman un decorado sin parangón. Aquello parecía la recepción que un gran señor feudal dispensara a su soberana. Todo era majestuoso. Tras la cena se iluminaron los jardines con gran esplendor y en el suelo podía leerse, escrito con farolillos: “Bienvenidos Victoria y Alberto”. Por la mañana la reina remonta con una ligera embarcación a remos veinticinco kilómetros río arriba, al ritmo de los cantos celtas de los marineros. En el punto de llegada le espera una copiosa comida campestre, tras la cual retoma camino en coche de caballos y atraviesa los campos, ya entre pardos y rosáceos por la luz del ocaso.

Las muchachas sin cofia y con los cabellos sueltos la fascinan. El aire de Escocia la hace sentirse más libre, allí donde nadie la reconoce. Una mujer le ofrece leche y un mendrugo de pan, y otra le regala un ramo de flores. Nunca estuvo Victoria en tan estrecho contacto con la gente del pueblo, y puede decirse que está encantada por la sencillez de sus modales. En su cuaderno dibuja las chozas, “tan bajitas y envueltas en humaredas por el fuego de las turbas”, así como a una campesina “que limpia patatas en un riachuelo con su vestido recogido por encima de las rodillas”. Por supuesto, durante los desayunos descubre el porridge de copos de avena y el abadejo ahumado.

8. Vista de Edimburgo. Jordillar-fotos

Vista de Edimburgo. Jordillar-fotos

9. Rannoch Moor, típica landa de escocia. Autor, Pimhorvers

Rannoch Moor, típica landa de escocia. Autor: Pimhorvers

10. Castillo de Glamis, en Escocia. Autor, Neil Howard

Castillo de Glamis, en Escocia. Autor: Neil Howard

4. Chatsworth House. En diciembre de 1843 Victoria, Alberto y el ex primer ministro Melbourne viajan al feudo whig del duque de Devonshire, en Derbyshire. El duque se ha desplazado para recibirles en la estación y, de camino al castillo blanco, atraviesan la campiña en una carroza de seis caballos, seguida por otra de cuatro y escoltados por ocho caballeros. El espléndido castillo, con su monumental escalinata, dispone asimismo de un exuberante parque que hace las delicias del duque, un enamorado de las plantas tropicales que no duda en enviar expediciones para que le consigan exóticos especímenes. El jefe de sus jardineros, Joseph Paxton, ha levantado un inmenso invernadero, todo de cristal, de ochenta y cuatro metros de largo por cuarenta y siete de ancho. Un coche de caballos puede recorrer el carril central y una galería interior permite admirar las especies desde lo alto. El invernadero ha dejado sin palabras tanto a Alberto como al resto de invitados. Para la noche el duque ha preparado a Victoria una mágica velada de hadas con jardines y cascadas iluminados por velas que proyectan una luz de varios colores. Sorprendido por ese prodigio luminoso del que ha sido espectador, otro de los invitados, Wellington, se levanta al alba con la intención de investigar el material utilizado, pero Paxton y los jardineros han trabajado a destajo para retirar las lámparas y reemplazar, también, la hierba quemada. “Me hubiera gustado tenerle como general”, afirmó el héroe de Waterloo.

11. Chatsworth House, en Derbyshire. Autor, Vanessa (EY)

Chatsworth House, en Derbyshire. Autor: Vanessa (EY)

12. Parque desde el puente de la mansión. Autor, Andy Moore

Parque desde el puente de la mansión. Autor: Andy Moore

13. Uno de los comedores de Chatsworth House. Autor, Kmoliver

Uno de los comedores de Chatsworth House. Autor: Kmoliver

5. Isla de Wight y Osborne House. Gracias a los ahorros que han ido reuniendo para el tesoro real, están a la cabeza de una auténtica fortuna. La isla de Wight les seduce, con sus prados soleados y la belleza de la vista sobre el Solent, ese brazo de mar que separa la isla de Inglaterra. Victoria y Alberto se hacen en 1845 con la preciosa propiedad de lady Blachford justo al lado de Norris Castle, Osborne, y desde ese mismo instante compran también todas las hectáreas que rodean la mansión. Ésta es demasiado pequeña para albergar a una familia que está en pleno crecimiento, por lo que el príncipe se decide a construir un castillo cuyos planos diseña él mismo. Pasan la primera noche en el nuevo castillo el 15 de septiembre de 1846, y durante los siguientes días no tarda en instaurarse allí una rutina de lo más encantadora. El príncipe observa desde la terraza las maniobras de la flota real, mientras Victoria descansa tumbada sobre una hamaca y, a ratos, él imita con sus silbidos el canto de los ruiseñores. La reina diría años más tarde: “No puedo escuchar los gorjeos de un ruiseñor sin pensar automáticamente en mi querido amor”. Los niños corren por los bosques con total libertad, igual que hicieran antaño Alberto y su hermano en Rosenau con su preceptor; recogen moras y fresas silvestres y preparan ramos de jacintos y de juncos, que luego servirán para adornar las suntuosas salas del castillo. El príncipe les enseña a nadar y a volar una cometa, mientras el doctor Clark ha llegado para contrastar la pureza del aire y se ha mostrado satisfecho por el resultado; no cabe duda de que el clima soleado de Osborne será beneficioso para toda la familia.

14. Puesta de sol sobre el mar, en la isla de Wight. David Coombes

Puesta de sol sobre el mar, en la isla de Wight. David Coombes

15. Osborne House. Autor, Puritani35

Osborne House. Autor: Puritani35

16. Gaviotas sobre la isla de Wight. Autor, Me`nthedogs

Gaviotas sobre la isla de Wight. Autor: Me`nthedogs

Publicado el Deja un comentario

La ruta Victoriana. Un paseo por los palacios británicos de «La abuela de Europa» (1ª Parte)

La ruta Victoriana. Un paseo por los palacios británicos de "La abuela de Europa" (1ª Parte)

La reina Victoria de Inglaterra subió al trono apenas cumplidos los 18 años, el 20 de junio de 1837, casándose con su primo el príncipe Alberto de Sajonia 3 años después. La que merecidamente llevó el título de abuela de Europa reinó en Gran Bretaña e Irlanda durante casi 64 años, y fue asimismo Emperatriz de la India desde 1877 hasta su fallecimiento, en los albores del siglo XX. Para muchos constituye el estereotipo vivo de la férrea y mojigata cultura de aquella época (llamada en su honor sociedad victoriana), y que aplicada sin paliativos llegó a asfixiar tanto a las clases británicas como a los diferentes pueblos del Imperio (no en vano la imagen de la reina con un luto riguroso y perpetuo, impuesto a si misma en 1861 tras la muerte de su marido, estará para siempre grabada en el imaginario colectivo de su país).

1. Tower Bridge y río Támesis, en Londres. Aurtor, Slazgrc

                                                  Tower Bridge y río Támesis, en Londres. Autor: Slazgrc

A pesar de esta realidad no fue la soberana quien articuló esta contrarreforma cultural. Puede que la secundara o que la compartiera, pero no es menos cierto que su llegada al trono coincidió con un fulgurante despertar de los metodistas, una confesión que predicaba la respetabilidad con unos tintes dignos de la mismísima Inquisición. Era la revancha idónea contra una aristocracia libertina y que caló hondo sobre todo en las clases medias y bajas más desfavorecidas. Con su reinado se multiplicaron esas aborrecibles escuelas privadas que muchas novelas, desde Jane Eyre hasta David Copperfield, escogieron como telón de fondo. En ellas se inculcaba a los pequeños el desprecio a la carne perecedera, a cargo de reverendos encendidos de un fuego sagrado que condenaban la ligereza, la risa o las diversiones más inocentes: para ellos estas expresiones humanas no eran sino trampas que el maligno nos coloca en el camino para llevarnos a la perdición.

El temor a Dios se convierte en un principio de conocimiento y los pintores tienen como tema favorito la muerte. Se exige que las esposas solícitas sean sumisas a la voluntad divina y a su marido, y lleven en todo momento negros ropajes que escondan su feminidad. El domingo permanecen cerrados los comercios y las tabernas; toda forma de trabajo está estrictamente prohibida, y como no puede ser de otra manera el descanso debe dedicarse a la lectura de la Biblia, el mejor de los libros, forjador de almas de acero a las que nada abate ni desalienta en el duro camino hacia la santidad.

Sin embargo, el largo reinado de la reina Victoria (de hecho el más dilatado de la historia del Reino Unido) nos ha dejado también un rosario de castillos, de palacios y numerosos enclaves de carácter único asociados a su vida, y en definitiva a la trayectoria de la realeza en este país. Lugares de gran belleza muchos de ellos, monumentos antiquísimos otros y que hoy, lejos ya de las estrecheces mentales de sus antepasados, constituyen un legado imperecedero a su figura y a lo que significó su reinado en los años del milagro industrial británico del XIX. Lo hemos llamado “La Ruta Victoriana”, y ésta es la colección de fotografías cronológicamente ordenadas a lo largo de su vida que hemos seleccionado para la ocasión. Disfrútenlas, sin temor a caer en pecado… Y si es en vivo y en buena compañía, mejor que mejor.

 

1. Palacio de Kensington. La reina Victoria nació el 24 de mayo de 1819 en este palacio londinense. Tras la extinción de la línea sucesoria con la muerte de la hija única del príncipe regente, se produjo una verdadera carrera para conseguir heredero real por parte de los 12 hijos de Jorge III. Casi todos ellos estaban solteros o no tenían descendencia. Finalmente, el cuarto hijo de Jorge III, Eduardo, se casó con Victoria de Sajonia-Coburgo-Saalfeld y de este casamiento nació en 1819 una hija llamada Alejandrina Victoria. La sucesión extraordinaria de muertes que se produjo después, iniciada por la de su padre, siguiendo con sus primos (todos de mayores derechos sucesorios que ella) y acabando con el fallecimiento de tres reyes en apenas 18 años, la colocaron por una genial carambola del destino a las puertas del trono británico.

2. Fachada del palacio de Kensington. Autor, Heatheronhertravels

                                            Fachada del palacio de Kensington. Autor: Heatheronhertravels

3. Los jardines de Kensington. Autor, YY

                                                                Los jardines de Kensington. Autor: YY

4. Pasillo en el interior del palacio de Kensington. Auto, Heatheronhertravels

                                           Pasillo en el interior del palacio. Autor: Heatheronhertravels

Tras el matrimonio de sus padres celebrado en Coburgo (entonces perteneciente al ducado alemán de Sajonia-Coburgo), el duque de Kent insiste en que su hijo ha de nacer en suelo inglés. Así, el 28 de marzo de 1819 y con su mujer embarazada de siete meses, parten sin demora hacia Inglaterra en una calesa que conduce el mismo duque para ahorrarse los gastos del cochero. Tras ella sigue la carroza de la duquesa, la barouche del duque, la silla de posta para que la duquesa se estire en caso de lluvia, la carroza con los objetos de plata y un último coche con el médico personal, por si se presentaba una urgencia. En Calais deben esperar más de dos semanas hasta que amaine un temporal que les impide cruzar el estrecho, pero finalmente la caravana llega al palacio londinense de Kensington, y tras seis horas y media de esfuerzos, la duquesa trae al mundo en la madrugada del 24 de mayo a una pequeña y rolliza niña de cabellos rubios: es Victoria, la futura reina.

5. Vista lateral del palacio. Autor, Konqui

                                                              Muros laterales del palacio. Autor: Konqui

6. Vista del techo en una de las estancias. Autor, Heatheronhistravels

                           Lujosos techos en una de las estancias de Kensington. Autor: Heatheronhistravels

7. Otra vista de los jardines. Autor, Uli Harder

                                                            Otra vista de los jardines. Autor: Uli Harder

2. Sidmouth y Devon. Los duques eligen un hotelito romántico en la costa de Devon para que la niña pueda criarse lejos de los fastos de Londres, y bautizan a la casa con el nombre de Woolbrok Cottage. Sin embargo ese año el invierno es especialmente crudo y el duque coge un resfriado mientras visitaba la catedral de Salisbury. Resfriado que rápidamente se transforma en neumonía. Su vecino el doctor Wilson le prescribe sanguijuelas, sangrías y ventosas como tratamiento de choque, de modo que el 20 de enero de 1820 el duque de Kent comienza a delirar. Cuando el médico le toma el pulso en el balneario de Sidmouth confirma sus peores sospechas y le comunica con gran pesar que no pasará de esa noche, así que es obligado que firme testamento. Muere finalmente al día siguiente dejando a Victoria más cerca del trono, y a su madre tan ahogada por las deudas que apenas le llegaba el dinero para su regreso a Londres.

8. Puesta de sol en blanco y begro. Sidmouth. Autor, Ward

                                                  Puesta de sol en blanco y negro. Sidmouth. Autor: Ward

9. La campiña de Devon. Autor, Grahamjenks

                                                          La campiña de Devon. Autor: Grahamjenks

10. Paisaje rural en Devon. Autor, Teddeady

                                                           Paisaje rural en Devon. Autor: Teddeady

3. Gales. Tras la muerte de Jorge IV y la subida al trono de su hermano con el nombre de Guillermo IV, la ya adolescente Victoria inicia un estricto programa de educación que incluye grandes viajes por la isla, como el que realiza en verano de 1832 y que dura tres largos meses. Atravesaron el País de Gales y la feliz Inglaterra, con sus verdes prados y cottages de porches floreados, así como el mar de fábricas y chimeneas de la entonces naciente industria local. Por las noches, los lores de la región organizan fastuosas recepciones en sus castillos galeses, pero la campiña inglesa no está ocupada solo por riquísimos latifundistas: el hambre, la fiebre, la miseria y el analfabetismo reinan en los campos donde el populacho se rebela contra los terratenientes, que les esclavizan y les echan de sus chozas para evitar el pago de los impuestos sobre los pobres que tienen a su servicio.

11. Playa mágica en la costa de Gales. Autor, @Doug88888

                                               Playa mágica en la costa de Gales. Autor: @Doug88888

12. Gales. Castillo de Caerphilly. Autor, DanieVDM

                                                      Gales. Castillo de Caerphilly. Autor: DanieVDM

13. Otra vista de las costas de Gales. Autor, Víctor Bayon

                                                    Otra vista de las costas de Gales. Autor: Víctor Bayon

4. Palacio de St. James, en Londres. Un mes después de cumplir los 18 años, Guillermo IV murió y Victoria se convirtió en reina del Reino Unido. En su diario escribía: “Mamá me levantó a las seis de la mañana y me dijo que el arzobispo de Canterbury y Conyngham estaban aquí y querían verme. Salí de la cama y fui a mi sala de espera (vestida solo con mi camisón), sola, y los vi. Conyngham me avisó de que mi pobre tío, el rey, ya no existía y que había dado su último suspiro doce minutos después de las dos de la mañana y que, por consiguiente, soy reina”. Su aparición en la ventana del palacio de St. James desata el clamor de la multitud allí congregada. El Primer Ministro Lord Melbourne no se aparta de su lado, suenan las trompetas, la joven reina palidece y sus ojos se llenan de lágrimas. Los heraldos pronuncian por última vez su nombre compuesto, Alejandrina-Victoria. Su Majestad ordena que a partir de ese momento éste se suprima de todos los documentos oficiales.

14. Palacio de St. James en blanco y negro. Autor, Leonard Bentley

                                          Palacio de St. James en blanco y negro. Autor: Leonard Bentley

15. Guardias del palacio de St. James. Autor, Urbanshoregirl

                                                Guardias a las puertas del palacio. Autor: Urbanshoregirl

16. Palacio de St. Jaime. Autor, ChrisO

                                                      Otra vista del Palacio de St. James. Autor: ChrisO

5. Abadía de Westminster. Desde su carroza de gala, la reina saluda tímidamente a la multitud agolpada en las calles de Londres para presenciar el desfile. “Como un niño con zapatos nuevos” hace su entrada en la abadía de Westminster, donde resplandecen los diamantes de los pares y sus esposas. Ella escribe después: “No alcanzo a explicar lo orgullosa que estoy de ser la reina de esta nación”. Sin embargo, la ceremonia fue un sinfín de desastres. De entrada se tuvo la desafortunada ocurrencia de vestir a las doncellas de honor con traje de cola, que se iban pisando una y otra vez mientras caminaban al tiempo que impedían avanzar a la reina.

17. Impresionante vista de la Abadía de Westminster. Autor, Peter Broster

                                       Impresionante vista de la Abadía de Westminster. Autor: Peter Broster

18. Detalle en la fachada de la Abadía. Autor, James.Stringer

                                                 Detalle en la fachada de la Abadía. Autor: James.Stringer

19. Alrededores de la Abadía de Westminster. Autor, StOrmz

                                                Alrededores de la Abadía de Westminster. Autor: StOrmz

6. Palacio de Buckingham. Después, el arzobispo se equivocó de dedo a la hora de introducirle el anillo de oro engarzado con rubíes y acabó destrozándole la falange, que tuvo que bañar largo rato en agua fría para poder retirarse la joya una vez pasada la ceremonia. Para colmo la hicieron levantarse antes de que hubiesen acabado las plegarias, y como colofón, Lord Rolle, de más de ochenta años de edad, sufrió una caída mientras subía las escaleras en el besamanos provocando un gran revuelo dentro del templo. Pero nada impidió a Victoria su objetivo final de ser reina, y nada más regresar a palacio se deshizo del cetro y de su manto de gala para correr a estrechar entre sus brazos a su podenco favorito. La leyenda diría que llegó incluso a darle un baño…

Continuará…

20. Palacio de Buckingham. Autor, Bart Heird

                                                           Palacio de Buckingham. Autor: Bart Heird

21. Palacio de Buckingham, en una fotografía de finales del XIX. Autor, Leonard Bentley

                           Palacio de Buckingham, en una fotografía de finales del XIX. Autor: Leonard Bentley

22. Jardines junto al palacio de Buckingham. Autor, Leonard Bentley

                                          Jardines junto al palacio de Buckingham. Autor: Leonard Bentley

Publicado el 5 comentarios

Valle de Gavarnie. En el país de la Brecha divina

Valle de Gavarnie. En el país de la Brecha divina

A 55 kilómetros de Lourdes y en pleno Parque Nacional de los Pirineos, en el departamento francés de Hautes-Pyrénées, se encuentra una de las maravillas naturales más impresionantes y conmovedoras de Europa. Hautes-Pyrénées incluye también enclaves de singular belleza como la reserva de Néouvielle, famosa por sus lagos de montaña engarzados entre bosques y picos nevados; las cascadas de Pont d’Espagne junto al Vignemale o el excelente mirador de Pic du Midi de Bigorre, sin duda el espacio museográfico más alto del continente… Pero a nuestro parecer, todo se queda corto frente a la grandiosidad del circo de Gavarnie, verdadero altar a lo sublime que en 1997 fue declarado con todo merecimiento Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

2. Prados y cascada en invierno. Autor, Mathieu Legros

                                                    Prados y cascada en invierno. Autor: Mathieu Legros

3. La entrada al pueblo de Gavarnie. Autor, Drumsara

                                                     La entrada al pueblo de Gavarnie. Autor: Drumsara

4. Pastos de verano junto al pueblo. Autor, Paulo Valdivieso

                                            Pastos de verano junto a la población. Autor: Paulo Valdivieso

5. Mar de nubes en Gavarnie. Autor, Petitonnerre

                                                         Mar de nubes en Gavarnie. Autor: Petitonnerre

Imaginen por un momento un boscoso valle enclavado entre alturas deslumbrantes, justo al otro lado de la frontera española. Prados, masas de hayas y de abetos de sabiduría centenaria, granjas desperdigadas en las alturas, subiendo más y más en escalones de un verdor imposible hasta los primeros lienzos de roca virgen, neblinosa, veteada por cientos de cortinas de agua de deshielo procedentes de los glaciares. Y de repente, tras volver un recodo del camino, aparece para grabarse en la retina de forma indeleble: es Gavarnie. El valle perfecto. La definición más acabada, más irreprochable y definitiva de lo que cualquiera en su sano juicio entendería por un paraíso de montaña.

6. Circo de Gavarnie. El rey del Mundo. Autor, David Domingo

                                               Circo de Gavarnie. El rey del Mundo. Autor: David Domingo

7. Otoño en el valle. Autor, TarValanion

                                                                 Otoño en el valle. Autor: TarValanion

8. Escaleras hacia el cielo. Autor, Cletus Awreetus

                                                          Escaleras hacia el cielo. Autor: Cletus Awreetus

9. Flores en las rocas. Autor, Francisco Antunes

                                                         Flores en las rocas. Autor: Francisco Antunes

La muralla de roca de Gavarnie se eleva 1500 metros desde el fondo del valle hasta las cimas que coronan este impresionante escenario natural. El Gran Astazu, el Pico Taillón o el Marboré, éste último con 3248 metros de altura, son sin duda los guardianes perfectos para custodiarla. Se trata de un circo de origen glaciar creado durante el Pleistoceno, cuando media Europa estaba cubierta de hielo, y los pliegues alpinos del Pirineo o los Alpes fueron cortados a cuchillo para formar estos desniveles de vértigo con forma de anfiteatro. Aquí existen pequeños lagos virginales escondidos entre las cumbres, espejos solo perturbados por el galope de las tormentas o la caricia imperceptible del silencio. Y las corrientes derretidas de los glaciares se trenzan para alimentar más abajo la que se considera como la cascada más alta de Europa, un salto prodigioso de agua pulverizada de más de 400 metros de altura.

10. Un descanso en plena ruta. Autor, Guillaume Baviere

                                                   Un descanso en plena ruta. Autor: Guillaume Baviere

11. Espectacular vista de la cascada de Gavarnie. Autor, Ekuinos

                                             Espectacular vista de la cascada de Gavarnie. Autor: Ekuinos

12. Río y cascada de Gavarnie. Autor, Nicolas Bayou

                                                 Río y cascada en el circo glaciar. Autor: Nicolas Bayou

13. Espectacular vista de la Brecha de Roland. Autor, Guillaume Baviere

                                        Espectacular vista de la Brecha de Roland. Autor: Guillaume Baviere

Para los más aventureros, las paredes teóricamente inaccesibles de Gavarnie pueden salvarse gracias a un paso al límite, verdadera creación tolkieniana que los lugareños denominan escaleras de Serradets y que ataja aprovechando las fracturas de la roca para dirigirse a la Brecha de Rolando. Un paisaje, el de la Brecha, que supera todo intento de la imaginación por concebirlo. A 2800 metros de altura, en mitad de la nada, los vientos de las cumbres arrecian con fuerza y se encajonan por este inmenso tajo en la roca amortajado de nieves perpetuas sobre su cara norte, y que con sus 40 metros de ancho y 100 metros de altura constituye el paso más elevado para dirigirse a España y al conocido valle de Ordesa.

14. Vistas sobre Gavarnie. Al fondo, el inicio de la cascada. Autor, Guillaume Pomente

                             Vistas sobre Gavarnie. Al fondo, el inicio de la cascada. Autor: Guillaume Pomente

15. El refugio de Serradets. Autor, Francisco Antunes

                                                      El refugio de Serradets. Autor: Francisco Antunes

16. Otra vista de la cabecera del valle. Autor, Cletus Awreetus

                                               Otra vista de la cabecera del valle. Autor: Cletus Awreetus

17. El típico paseo en burro por el valle de Gavarnie. Autor, Reuben Cleetus

                                     El típico paseo en burro por el valle de Gavarnie. Autor: Reuben Cleetus

La leyenda afirma que el héroe de las gestas de Carlomagno, Rolando, habiendo sido derrotado por las tribus vascas en la batalla de Roncesvalles y huyendo de la persecución a que se vio sometido, llegó hasta este paraje desolador, cubierto de rocas y hielo, por lo que le fue imposible proseguir su camino hasta Francia. Viéndose acorralado y para evitar que su espada Durandarte cayera en manos enemigas, la arrojó fuertemente contra la roca antes de morir provocando esta profunda hendidura, que hoy constituye un centro de peregrinación de numerosos montañeros y alpinistas llegados de toda Europa.

18. La brecha de Roland. Al pie, algunas personas. Autor, Cotitoo

                                            La brecha de Roland. Al pie, algunas personas. Autor: Cotitoo

19. Otra vista del mar de nubes sobre Gavarnie. Autor, Damien.be

                                           Otra vista del mar de nubes sobre Gavarnie. Autor: Damien.be

20. La soledad del montañero. Autor, Francisco Antunes

                                                   La soledad del montañero. Autor: Francisco Antunes

21. Niebla y misterio sobre la Brecha de Roland. Autor, Stevemonty

                                Niebla y misterio sobre la Brecha. Al pie, dos montañeros. Autor: Stevemonty

Les invitamos, pues, a realizar este recorrido fotográfico por el valle y sus enclaves geológicos más emblemáticos, sabedores de que la calidad de las imágenes no les defraudará. Destino ideal para el fotógrafo, el montañero o simplemente el amante de lo idílico, estamos además convencidos de que cualquiera que sea su caso no demorarán por mucho tiempo una visita obligada a este paraíso pirenaico. Gavarnie merece la pena, está enclavado en un valle con una importante oferta hostelera y por si fuera poco se encuentra muy cerca de España. Por otro lado, cualquier montañero sabe que nunca hay que desaprovechar una visita a estos valles durante la estación otoñal, cuando los días se hacen más cortos y la hoja muda de color, de modo que si no han planeado nada para este mes de octubre… quizás el país de la Brecha divina sea su destino más acertado.

22. El paso de la Brecha. Autor, Benoit Dandonneau

                                                       El paso de la Brecha. Autor: Benoit Dandonneau

Publicado el 1 comentario

La Alemania más romántica. Víctor Hugo y el sueño del viejo Rin

La Alemania más romántica. Víctor Hugo y el sueño del viejo Rin

El Rin es algo más que un río. Dotado de una personalidad tenaz e impredecible, su carácter cambia a lo largo de su recorrido como el propio clima del norte de Europa: impetuoso en su juventud al salvar los Alpes suizos donde nace y recorre en rápido viaje los tramos iniciales; bello escenario de leyendas hacia su curso central, hoy enclavado en estado federal de Renania-Palatinado; inmenso en las proximidades del Mar del Norte, el mar de los frisones, donde desemboca cerca de Rotterdam formando un delta común con el río Mosa. También su historia ha tejido un complejo laberinto de interpretaciones, ya que mientras que para los germanos era simplemente el Vater Rhein (Padre Rin), se dice que Homero no dio crédito a los informes que hasta él llegaban y negó repetidas veces su existencia. Por otra parte, los comerciantes que remontaban el Ródano desde Marsella hablaban de un curso de agua en el sombrío país de los cimerios, donde llovía sin cesar y no se veía jamás el sol, de modo que en opinión de Virgilio el Rin no era el río desconocido sino el río helado (Frigora Rheni). Fue a partir del siglo XVII cuando su estampa cambia radicalmente, hasta el punto de que Shakespeare se refiere a él como el bello Rin, mientras que en el XIX alcanza su cénit y llega a servir de reclamo a numerosos europeos y norteamericanos acaudalados. Era sin duda la excursión de moda, y los cruceros se prodigaban entre Maguncia y Coblenza para dar servicio a los distinguidos inquilinos de balnearios como Ems y Baden, en Alemania, o el de Spa en Bélgica.

2. Andernach. Boceto de Clarkson Stanfield. 1833. Autor, Ayacata7

                                           Andernach. Boceto de Clarkson Stanfield. 1833. Autor: Ayacata7

Es esta última visión la que nos hemos permitido revivir en el siguiente post, pues durante tres viajes sucesivos, realizados en 1838, 1839 y 1840, Víctor Hugo, uno de los mayores exponentes de la literatura, la política y la cultura francesas del siglo XIX y autor de la inmortal “Los Miserables”, recorrió el Rin más romántico, poético y evocador que la historia ha conocido jamás. De su pluma nacieron algunos de los pasajes más bellos que se han escrito sobre este curso de agua, pilar y arteria económica de Europa durante más de un milenio; un paisaje donde se combinan en perfecta armonía la naturaleza más esplendorosa, las viñas y campiñas de idílico aspecto, los desfiladeros, las aguas salvajes y las calmas, los castillos sombríos y un sinfín de aldeas y ciudades de nombre impronunciable, pero que parecen sacadas verdaderamente de uno de esos cuentos sin edad de los Hermanos Grimm.

Les invitamos, por tanto, a dejarse llevar por la siguiente procesión de imágenes sobre la Alemania más poética, la del viejo Rin, y a hacerlo acompañados de las impresiones que hace ya casi dos siglos le inspiraron al que quizás sea el mejor representante universal del periodo Romántico. Si gustan de la buena literatura, seguro que su prosa y su visión del Vater Rhein germano les sorprenderá favorablemente…

3. Aguas bravas en el Alto Rin. Schaffhausen, en Suiza. Autor, Mark Tomlinson

                                Aguas bravas en el Alto Rin. Schaffhausen, en Suiza. Autor: Mark Tomlinson

4. Casas típicas en el casco antiguo de Maguncia. Autor, Fixeche

                                            Casas típicas en el casco antiguo de Maguncia. Autor: Fixeche

5. Bingen y puente sobre el Rin. Boceto de Clakson Standfield. 1833. Autor, Ayacata7

                            Bingen y puente sobre el Rin. Boceto de Clakson Standfield. 1833. Autor: Ayacata7

6. Castillo entre la niebla junto al Rin. Sooneck. Autor, Doc(q)man

                                                       Castillo entre la niebla. Sooneck. Autor: Doc(q)man

7. Castillo de Stahleck. Autor, Dfb

                                                                     Castillo de Stahleck. Autor: Dfb

 

“La tarde era de una suavidad deliciosa; la naturaleza entraba en esa calma que precede a su sueño. Algunas aguzanieves se acercaban a beber en el río para luego ir a refugiarse entre los mimbrales; sobre los campos de tabaco veía yo pasar, por senderos estrechos, carretas tiradas de bueyes y cargadas de esa toba basáltica con la que Holanda construye sus diques. Cerca de mi estaba amarrado un transbordador de Leutersford que exhibía en su proa el austero y dulce nombre de Pius. Al otro lado del Rin, al pie de una larga y sombría colina, trece caballos remolcaban lentamente otro barco que los ayudaba con sus dos grandes velas triangulares desplegadas al viento de la tarde. El paso mesurado del tiro, el ruido de los cascabeles y el chasquido de los látigos llegaban hasta mí. Una blanca ciudad se perdía a lo lejos entre la bruma; y en lontananza, hacia oriente, en el límite extremo del horizonte, la luna llena, roja y redonda como el ojo de un cíclope, aparecía entre los párpados de dos nubes al frente del cielo”.

8. Ehrenbreintstein junto al Rin. Boceto de Clarkson Stanfield. 1833. Autor, Ayacata7

                           Ehrenbreintstein, junto al Rin. Boceto de Clarkson Stanfield. 1833. Autor: Ayacata7

9. La plaza del Mercado, en Maguncia. Autor, Fixeche

                                                    La plaza del Mercado, en Maguncia. Autor: Fixeche

10. La catedral de Maguncia. Autor, Fixeche

                                                              La catedral de Maguncia. Autor: Fixeche

11. Climatología cambiante. El Rin en Lieversberg. Autor, Jwmb2011

                                         Climatología cambiante. El Rin en Lieversberg. Autor: Jwmb2011

12. Majestuosas ruinas de un castillo del Rin. El Drachenfels. Boceto de Clarkson Stanfield. 1833. Autor, Ayacata7

      Majestuosas ruinas de un castillo del Rin. El Drachenfels. Boceto de Clarkson Stanfield. 1833. Autor: Ayacata7

 

“Estas hermosas ciudades y estos encantadores pueblos se mezclan con una naturaleza de lo más salvaje. Las nieblas se arrastran por los barrancos; los nubarrones, enganchados a las colinas, parecen dudar y elegir el viento; sombríos bosques druídicos se pierden entre las montañas en lejanías violetas; grandes aves de presa planean bajo un cielo caprichoso que participa de los dos climas que el Rin separa: tan pronto resplandeciente de sol como un cielo de Italia, tan pronto ensombrecido por las brumas rojizas como un cielo de Groenlandia”.

 

13. Marksburg, junto al Rin. Autor, Polybert49

                                                             Marksburg, junto al Rin. Autor: Polybert49

14. Atardecer en el río Rin, cerca de Bonn. Autor, Julia Janben

                                                   Atardecer en el río, cerca de Bonn. Autor: Julia Janben

15. Francfort y río Meno, afluente del Rin. Boceto de Clarkson Standfield. 1833. Autor, Ayacata7

                   Francfort y río Meno, afluente del Rin. Boceto de Clarkson Standfield. 1833. Autor: Ayacata7

16. Fuegos artificiales en el Rin, entre Spay y Coblenza. Autor, Mlufotos

                                       Fuegos artificiales en el Rin, entre Spay y Coblenza. Autor: Mlufotos

17. Gutenfels, cerca de Kaub. Renania-Palatinado. Autor, RescueAnn85

                                       Gutenfels, cerca de Kaub. Renania-Palatinado. Autor: RescueAnn85

 

“Sentarse en lo alto del Klopp, hacia la hora en que el sol se pone y contemplar la ciudad (Bingen) a los pies de uno con el inmenso horizonte rodeándole; ver oscurecer los montes, humear los tejados, alargarse las sombras y los versos de Virgilio vivir en el paisaje; aspirar en un mismo soplo el viento de los árboles, el hálito del río, la brisa de las montañas y la respiración de la ciudad, cuando el aire es tibio, la estación suave, el día hermoso, es una sensación íntima, exquisita, inefable, llena de pequeños goces secretos velados por la grandeza del espectáculo y la hondura de la contemplación. En las ventanas de las buhardillas, las muchachas cantan puestos los ojos en su labor; los pájaros gorjean alegremente entre la hierba de las ruinas, las calles hormiguean de gente, que hace ruido a trabajo y felicidad; las embarcaciones se cruzan en el Rin, se oyen los remos cortar el agua, se ve el crepitar de las velas; las palomas vuelan en torno a la iglesia; el río espejea, el cielo empalidece; un rayo de sol horizontal enciende en lontananza el polvo que se levanta sobre el camino ducal de Rudesheim a Biberich y hace reverberar a las veloces calesas, que parecen huir en una nube de oro, tiradas por cuatro estrellas. Las lavanderas del Rin tienden la colada en los matorrales; las lavanderas del Nahe la baten, van y vienen con las piernas al aire y los pies mojados sobre las balsas hechas con troncos de pino y amarradas al borde del agua, y ríen de algún turista que dibuja al Ehrenfels. La torre de las Ratas, presente y en pie en medio de tanta alegría, humea a la sombra de las montañas”.

 

18. El Rin y la ciudad de Colonia. Boceto de Clarkson Stanfield. 1833. Autor, Ayacata7

                           El Rin y la ciudad de Colonia. Boceto de Clarkson Stanfield. 1833. Autor: Ayacata7

19. Idílica imagen del Lago Constanza, donde desemboca el Rin en su curso alto. Autor, Rob-Wei

                  Idílica imagen del Lago Constanza, donde desemboca el Rin en su curso alto. Autor: Rob-Wei

20. El castillo de Eltz. Autor, Estebanl

                                                                      El castillo de Eltz. Autor: Estebanl

21. El Rin a su paso por Coblenza. Grabado de Jouvet Furne. 1873-77. Autor, El Bibliomata

                      El Rin a su paso por Coblenza. Grabado de Jouvet Furne. 1873-77. Autor: El Bibliomata

22. El Rin y Coblenza. Autor, Filippo

                                                         Estampa actual del río y Coblenza. Autor: Filippo

23. Hermoso castillo a orillas del Rin. Oberwesel. Autor, Michael.Berlin

                                        Hermoso castillo a orillas del Rin. Oberwesel. Autor: Michael.Berlin

 

“Los viejos castillos de las orillas del Rin, hitos colosales puestos por el feudalismo sobre su río, llenan de ensueño el paisaje. Muchos testigos de un tiempo ya ido, han asistido a los hechos, enmarcado las escenas, escuchado las palabras. Allí están como los bastidores eternos del sombrío drama que se representa en el Rin desde hace más de diez siglos (…). Hoy, melancólicos cuando llega la noche y la luna reviste sus espectros con un blanco sudario, más melancólicos, si cabe, a pleno sol, llenos de gloria, de fama, de nada, de hastío, roídos por el tiempo, minados por los hombres, volcando sobre los viñedos de las laderas una sombra que disminuye de año en año, dejan desmoronarse el pasado, piedra a piedra en el Rin y fecha a fecha en el olvido”.

 

24. El Neckar, afluente del Rin, a su paso por la ciudad de Heidelberg. Grabado de Jouvet Furne. 1873-77. Autor, El Bibliomata

El Neckar, afluente del Rin, a su paso por la ciudad de Heidelberg. Grabado de Jouvet Furne. 1873-77. Autor: El Bibliomata

25. Stein am Rhein, en el cantón suizo de Schaffhausen.

                                                     Stein am Rhein, en el cantón suizo de Schaffhausen.

26. Melancólico Rin. Blankenhornsberg. Autor, Chekobero

                                                   Melancólico Rin. Blankenhornsberg. Autor: Chekobero

27. Otra vista Heidelberg y el río Neckar, afluente del Rin. Boceto de Clarkson Stanfield. 1833. Autor, Ayacata7

                     Otra vista Heidelberg y el río Neckar. Boceto de Clarkson Stanfield. 1833. Autor: Ayacata7

28. Rüdesheim am Rhein, en la región alemana de Hesse. Autor, Analox - Admiré

                                 Rüdesheim am Rhein, en la región alemana de Hesse. Autor: Analox – Admiré

 

“El sol se oculta, el atardecer llega, cae la noche, los tejados de la ciudad forman uno solo; los montes se funden en un único montón de tinieblas donde se hunde y se pierde la gran claridad blanca del Rin. Brumas de gasa ascienden lentamente del horizonte al cénit. El pequeño Dampfschiff (vapor) de Maguncia a Bingen acaba de situarse en el lugar que ocupa durante la noche en el muelle, frente por frente del hotel Victoria; las lavanderas, con sus ríos de ropa en la cabeza vuelven a casa por las hondonadas; los ruidos se apagan, callan las voces; un último resplandor rosa, que se parece al reflejo del otro mundo sobre el rostro lívido de un moribundo, colorea todavía durante algún tiempo, en la cima de su peña, el Ehrenfels, pálido, decrépito y descarnado. Después se desvanece y entonces parece como si la torre de Hatto, que pasaba casi desapercibida dos horas antes, aumentase de tamaño y se apoderase del paisaje. El humo que despedía durante el día era oscuro; ahora, poco a poco, con los reflejos de la fragua se había vuelto rojo, y como el alma de un malvado que se venga, se hacía cada vez más luminoso a medida que el cielo se iba ennegreciendo”.

Todas las citas literarias se han extraído de la obra “El Rin”. Victor Hugo
Ediciones Laertes, 1995

 

29. Noviembre en el valle del Rin. Braubach. Autor, Kismihok

                                                 Noviembre en el valle del Rin. Braubach. Autor: Kismihok

30. Rotterdam, en los Países Bajos, junto al Rin. Boceto de Clarkson Stanfield. 1833. Autor, Ayacata7

                          Rotterdam, en los Países Bajos. Boceto de Clarkson Stanfield. 1833. Autor: Ayacata7

31. Uno de los muchos castillos del Rin. Renania-Palatinado. Autor, Lassi.Kurkijarvi

                             Uno de los muchos castillos del Rin. Renania-Palatinado. Autor: Lassi.Kurkijarvi

32. Rin en Mainz-Bingen. Renania-Palatinado. Autor, Frans16611

                                             El río en Mainz-Bingen. Renania-Palatinado. Autor: Frans16611

33. Paisaje del delta del Rin, en el Mar del Norte. Boceto de Clarkson Stanfield. 1833. Autor, Ayacata7

               Paisaje del delta del Rin, en el Mar del Norte. Boceto de Clarkson Stanfield. 1833. Autor: Ayacata7

34. Puesta de sol en el río Rin. Autor, Keyate

                                                     Puesta de sol sobre las aguas del río. Autor: Keyate