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Turismo cultural y arqueológico por el Campo de Montiel: Terrinches

Turismo arqueológico y cultural en el Campo de Montiel

Os proponemos un recorrido por uno de los enclaves más antiguos del Campo de Montiel, Terrinches, con siglos de historia a sus espaldas y una gran concentración de patrimonio cultural. Muestra de ello son los restos de un doble enterramiento humano de la Edad del Bronce encontrado en el paraje del Castillejo del Bonete dentro de una cueva sellada durante miles de años.
Volviendo a nuestros días los viajeros que pasen por aquí además de disfrutar de su paisaje serrano y sus hoces de San Isidro, podrán hacerlo de su castillo medieval y su Centro de Interpretación de la Orden de Santiago, de la Villa romana y necrópolis altomedieval de La Ontavia, pasear por la Vía romana de los Vasos de Vicarello., visitar la cueva prehistórica del Castillejo del Bonete y la ermita medieval de Nuestra Señora de Luciana con su retablo renacentista (siglo XVI), descubrir la Iglesia Parroquial de Santo Domingo de Guzmán y su órgano barroco (siglo XVIII)…

…si así lo hacen, os aseguramos que no será el fin de vuestro viaje, sino el inicio de una aventura en compañía de amigos inolvidables; de personajes universales como Don Quijote y Sancho Panza; de autores cimeros de la literatura como Don Francisco de Quevedo, Jorge Manrique o Lope de Vega; de beatos y santos como Santo Tomás de Villanueva, Fray Tomás de la Virgen o la Madre Mariana de Jesús; de pintores y artistas como Fernando Yáñez de la Almedina, Matías de Arteaga Alfaro o Gaspar de la Redonda; de humanistas como Bartolomé Jiménez Patón, Fernando Ballesteros Saavedra o Pedro Collado Peralta; de personalidades históricas como el cartaginés Aníbal o el rey Justiciero, llamado por sus enemigos el Cruel, Pedro I de Castilla, muerto en desigual duelo con su hermano bastardo Enrique II a los pies de nuestro castillo de la Estrella en Montiel. Todo en la comarca del Campo de Montiel. Comenzamos.

senderismo en TerrinchesEcoturismo en Terrinches, Campo de Montiel

Interior de la ermita medieval de Nuestra Señora de LucianaInterior de la ermita medieval de Nuestra Señora de Luciana

Ruta Hoces de San IsidroRuta Hoces de San Isidro

Castillejo del Bonete

Se trata de un yacimiento arqueológico de notable interés clasificado dentro del Bronce Manchego o bronce pleno. Una fortificación con estructuras asociadas, un sistema de 4 murallas, cerramientos, cubetas y muros delimitados. Un yacimiento arqueológico de aproximadamente 500 m2, emplazado en las estribaciones septentrionales de Sierra Morena, en lo alto de una ladera orientada al sur.
El lugar se encuentra al sureste de la provincia de Ciudad Real y en lo que tradicionalmente se ha supuesto el borde meridional del área en la cual se desarrolló la Cultura del Bronce de La Mancha. Se halla estratégicamente situado junto al Camino de Aníbal, vía natural de comunicación entre la Meseta y la Alta Andalucía.

Presenta unas características que lo convierten en un yacimiento de gran interés para la ciencia arqueológica porque:

  • Agrupa espacios y utensilios de la vida cotidiana.
  • Cuenta con cinco inhumaciones de diversa tipología, varias de ellas con ajuar.
  • Posee murallas defensivas.
  • Guarda una cueva fortificada de notables dimensiones, sellada e intacta desde la Prehistoria.
  • Ha proporcionado un conjunto excepcional de materiales, entre los cuales se incluyen puntas de flecha de sílex o metálicas, puñales de cobre, botones de marfil, punzones de hueso y metal, vasos cerámicos, elementos suntuarios, brazaletes de arquero, hachas, etc.
  • Es único en su cronología y los túmulos son acumulaciones de piedra sobre una cámara funeraria con anillos perimetrales, con estructuras compartiendo el interior del túmulo. Algo verdaderamente atípico.

El elemento de mayor singularidad es la cueva que fue fortificada durante la Edad del Bronce en este lugar, y que ha permanecido sellada e intacta hasta el momento de su descubrimiento arqueológico, en 2004.

Se han registrado a lo largo de las tres campañas cinco inhumaciones, dispuestas en cuatro tumbas de diversa tipología.
La de mayor interés es la Tumba 4, debido a tres factores: es una inhumación doble, los individuos fueron enterrados en ella con un interesante ajuar y los esqueletos se hallaron en relativo buen estado de conservación, aunque presionados por el derrumbe caído sobre ellos.
La sepultura es un sencillo agujero excavado en el suelo, de planta ovalada, delimitado toscamente por mampostería irregular de caliza, de tamaño medio y sin desbastar. La cobertura de la tumba era de simple tierra, sin laja alguna de protección y que presentaba evidencias de haber realizado fuego en el lugar, sobre la tumba. Esta tumba fue excavada con metodología arqueológica en 2004 y ha sido objeto de estudio minucioso y analítica exhaustiva.

Los pobladores de este yacimiento tuvieron en la ganadería una de sus ocupaciones principales, tal y como atestiguan los restos de fauna, la presencia de vasos coladores o queseras y otros recipientes. Se trata de objetos que permiten elaborar, transportar o almacenar productos derivados de la leche. Las pesas de telar halladas parecen indicar, además, el procesado de lana.
Junto a la ganadería, la agricultura complementó su sistema económico, que fue de tipo mixto. Se han recuperado artefactos que hablan de tareas agrícolas y de transformación de productos agrarios en este lugar, tales como los molinos documentados en ámbitos domésticos, los dientes de hoz, cinco silos, o varios útiles de piedra tallada.

La gente que construyó, habitó y se enterró aquí debe ser considerada como parte de una comunidad mayor, que comercio con materiales extrapeninsulares y organizó en torno a este tramo de la Vía de los Vasos de Vicarello (Camino de Aníbal) una red consolidada de asentamientos de funcionalidad variada y complementaria, dentro de la cual el control del agua pudo jugar un papel fundamental.

Castillejo del BoneteCastillejo del Bonete

Cueva prehistórica en el Castillejo del BoneteCueva prehistórica en el Castillejo del Bonete

yacimiento arqueológico Castillejo del BoneteEnterramiento en el yacimiento arqueológico Castillejo del Bonete

Villa Romana de La Ontavia

Se trata de un yacimiento romano, tardoantiguo y medieval excepcional, situado junto a la Vía de los Vasos de Vicarello. El yacimiento cuenta con dos fases principales, que son:

A.- Villa. En este yacimiento se han localizado y estudiado una serie de estructuras que corresponden con la Pars Urbana de una villa, más concretamente, las estancias de la misma destinadas al baño: el Balneum. El edificio podría encuadrarse dentro un abanico temporal que abarca desde el siglo II hasta el V de nuestra era, momento en que estas estructuras deben suplir las instalaciones de servicios balnearios de edificios públicos urbanos. Las dimensiones del complejo termal detectado (alrededor de 200 m2) nos hablan de unas instalaciones de tamaño notable, en relación directa a las necesidades del número de bañistas que utilizaban el balneum, así como a las posibilidades del dueño de la villa.
Los baños de la villa de esta villa se adaptan a un plan lineal angular de recorrido retrogrado y cuenta con apodyterium, frigidarium, tepidarium, caldarium con praefurnium, sudatio y prognigeum.

B.- La necrópolis. Se sitúa sobre las estructuras amortizadas del complejo termal y a pesar del nivel de saqueo han sido recuperados varios elementos de ajuar. Se han documentado treinta tumbas con cincuenta cuerpos.
Este yacimiento está relacionado con otros de la misma cronología en la zona, como Puente la Olmilla, El Calvario u otros dispuestos en torno a la cercana Vía Augusta dentro del municipium de Mentesa Oretana (Villanueva de la Fuente, Ciudad – Real).

Villa Romana de La OntaviaVilla Romana de La Ontavia

Visita guiada a La Ontavia. Autor, AnthroposVisita guiada a La Ontavia. Autor, Anthropos

Villa Romana de La Ontavia, TerrinchesVilla Romana de La Ontavia

Centro interpretación TerrinchesCentro de interpretación de la Orden de Santiago, Terrinches

Torre del Castillo “Centro de interpretación de la Orden de Santiago”

Tras la Batalla de las Navas de Tolosa (1212) la Orden de Santiago repobló el Campo de Montiel, organizando su defensa a partir de la red de fortificaciones islámicas preexistentes. Con el tiempo éstas se reformaron, algunas fueron demolidas y se edificaron otras, en respuesta a las necesidades de los nuevos tiempos. Montiel fue el centro a partir del cual se estructuró toda la comarca.
El Castillo de Terrinches, de antecedentes posiblemente islámicos, formó parte de la red de defensas instaladas al sur de Montiel para crear una barrera defensiva que protegiera este territorio del enemigo situado en Al-Andalus.
En 1282 Terrinches sufrío una razzía lanzada por tropas islámicas al mando del Sultán de Marruecos, Aben Yucef, que destruyó las cosechas del pueblo y parte de su caserío. El vecindario, refugiado en el Castillo, resistía el asedio sin capitular. Les capitaneaba su Alcaide (de nombre Presonero), quien pensó rendirse al ver que los musulmanes prendían fuego al exterior del Castillo, en el intento de romper las defensas o quemar a los allí refugiados. En ese momento cobró un histórico protagonismo la mujer del Alcaide, pues cogió el mando y, confiando en los potentes muros del Castillo, animó a todos a la resistencia. Su nombre no nos ha llegado, pero las informaciones recogidas en las Relaciones de Felipe II sí mencionan que su carácter era el de una “persona varonil”. El Castillo de Terrinches soportó bien el ataque, por lo que las tropas islámicas optaron por desistir de su ofensiva para dirigirla hacia la cercana población de Almedina. En el siglo XV la línea de defensas de la que formaba parte el Castillo de Terrinches quedó obsoleta debido al avance de la Reconquista hacia el sur.
Por ello desde el siglo XVI el edificio, perdida ya su función militar, fue destinado a usos agropecuarios.
En el siglo XIX Madoz señaló su papel puntual como fortín durante las Guerras Carlistas. Planchuelo a finales de ese mismo siglo cita nuevamente su utilización como casa de labor, almacén de aperos de labranza y bodega. Este papel ha venido desempeñando hasta mediados del siglo XX.

En 2005 fue comprado por el Ayuntamiento de Terrinches con el propósito de restaurarlo para uso y disfrute del pueblo.
En 2011 fue inaugurado en su interior el espacio museográfico del Centro de Interpretación de la Orden de Santiago y el Campo de Montiel.

En la Planta Baja del Castillo se ha habilitado un área con mostrador de atención al visitante y zona de tienda junto a la entrada principal. En la misma planta se han instalado pantallas y maquetas que explican la historia de Terrinches y su castillo. En la zona que ha sido utilizada hasta el siglo XX como bodega se ha creado un diorama con escenografía de almacén, que permite explicar el uso del castillo como bodega y casa de labor en los siglos XIX y XX.
En la Planta Primera se ha programado representar la vida cotidiana en un castillo medieval, mediante mobiliario específico, maniquíes y ornamentación escenográfica. La mesa del comedor cuenta con pantallas táctiles integradas que explican los pormenores de la vida del castillo.
La Terraza del Castillo, que permite un excelente control visual del territorio, dispone de prismáticos panorámicos en cada esquina y paneles informativos de cristal blindado al ácido, troquelados de forma almenada con objeto de recuperar los volúmenes originales de la azotea. También se ha ubicado aquí una muestra de las armas de fuego que defendieron Terrinches en el siglo XV.

Castillo de TerrinchesInterior del Castillo de Terrinches

ermita medieval de Nuestra Señora de LucianaErmita medieval de Nuestra Señora de Luciana

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La leyenda de la Sangre del Moro

Suspiro del moro

Leyendas manchegas sobre castillos, fortalezas defensivas, alcazabas y palacios. Todos ellos testigos mudos a lo largo de los siglos de una gran cantidad de historias impregnadas por un halo de misterios y secretos. Nobles, reyes y señores tanto cristianos como musulmanes son los principales protagonistas de estos relatos.
Aquí os dejamos una de estas leyendas que bien pudiera escucharse todavía en los muros de cualquier castillo de las órdenes militares de Calatrava, de San Juan o de Santiago.

Castillo de ConsuegraCastillo de Consuegra. Autor, Fernando de Castro

Castillo de MontizónCastillo de Montizón

Calatrava la NuevaCalatrava la Nueva

Cuentan que hace muchos años, cuando la población vivía al amparo del castillo, ocurrió un hecho extraordinario del que aún se pueden ver hoy las consecuencias.
Era el protagonista el moro Xanu, sastre de oficio, y personaje conocido por todo habitante cristiano, judío o musulmán, de dentro o fuera del castillo. Xanu era también famoso por su avaricia y por su capacidad para adiestrar animales a los que mantenía en un corral que era visitado con admiración por clientes y curiosos venidos de todas las alquerías. Perros, gatos, gallinas, ocas y pavos obedecían sus órdenes sin recibir a cambio más que lo justo para comer, de lo que se jactaba el sarraceno ante sus visitantes.
– Comen lo justo, medran sanos, acatan mi voluntad y encima no me sacan ni una golosina –solía explicarles a los visitantes, boquiabiertos mientras admiraban las mañas de los bichos.
– ¡Qué prodigio!
– Eres un mago Xanu… les falta hablar.
El sastre, henchido de vanidad y tras las numerosas alabanzas del personal ante las habilidades de los animales, desvelaba entonces la sorpresa final, su mejor ejemplar, un pollo de altiva cresta y sedoso plumaje y andares mayestáticos que acudía presto a la llamada de su amo: ¡Ki-Ket, ven aquí, Ki-Ket!
– ¡Qué espléndido ejemplar! –exclamaba la gente.
– Es el orgullo de mi casa. Porque no sólo habla, piensa también.
Orgulloso ante el asombro e incredulidad de los presentes, Xanu le mandaba caminar a la pata coja, hacer piruetas o quedarse inmóvil para terminar mostrando el increíble hecho: preguntado Ki-Ket ¿a quién quieres más? el pollo respondía, ¡a ti Xanu! Interrogado sobre el tiempo que haría, Ki-Ket escrutaba el cielo y las nubes, y pronosticaba la posibilidad de lluvia.
Pero su estima por el animal se transformó en odio por su feroz avaricia. Una tarde, mientras Xanu cosía en su taller, vio a través de la ventana que el pico de Ki-Ket relucía como el oro. Acercándose al pollo comprobó que efectivamente llevaba una moneda de oro atrapada en el pico. Intentó quitársela y pidió al animal que la soltará.
– Anda, Ki-Ket, suelta esa baratija.
Pero el sabio animal, sordo a sus ruegos, se subió de un salto a un árbol diciéndole:
– Eres un tacaño que además de matarnos de hambre nos zurras para que te obedezcamos. No te daré la moneda, esta baratija, como tú la llamas, hasta que no jures dejarme libre.
El sastre lo juró una y mil veces y el pollo, cuya sabiduría no le alcanzaba para calcular el volumen de las miserias humanas, inocente, saltó al suelo sin calcular lo que se le vendría encima. En cuanto lo tuvo a su alcance, Xanu lo ató con una cuerda y le obligó a conducirlo al lugar donde había encontrado la moneda, confiando en que habría muchas más, una mina…
Ki-Ket tirando del amo a la carrera, forzándole a correr como loco, lo llevó a las puertas del castillo. Tres veces arrastro Xanu el culo por las calles hasta que llegaron a un tramo de muralla elevado sobre unas peñas agrestes.
– Ahí la encontré, dijo Ki-Ket. Y el moro lo forzó a volar y a remover las piedras mientras estaba ya anocheciendo.
Tiró el pollo un par de monedas a sus pies y enloquecido por lo que ya parecía ser un tesoro, apremiaba a Ki-Ket hasta que un brusco tirón dejó inconsciente al animal.
– Toma tu premio Ki-Ket, que yo subiré a por el mío y a nadie podrás contarle que soy rico al fin.
Sin sentir la más mínima compasión, Xanu emprendió él mismo la búsqueda trepando por las rocas ya a tientas por la oscuridad, escarbando en la muralla y llevándose trastazos y arañazos varios. Casi había conseguido su objetivo, casi podía tocar un cofre cuando se desprendieron varias losas de la muralla, precipitándolo al vacío.
A la mañana siguiente unos niños encontraron al pobre Ki-Ket que afónico y malherido les contó la tragedia antes de morir pero nadie encontró el cuerpo del avaro Xanu entre las rocas, sólo grandes manchas de sangre en abundancia que, ennegrecidas por el paso de los siglos, aún tiñen los escarpados peñascos del lugar.
Posiblemente de este hecho surgiera la célebre copla castellana: el sastre, corte y cosa, y no se meta en otra cosa.

Castillo de la Estrella, MontielCastillo de la Estrella, Montiel

Torreón del Gran Prior, Alcázar de San JuanTorreón del Gran Prior, Alcázar de San Juan

Calatrava la ViejaCalatrava la Vieja


Fotografía de portada: El Suspiro del Moro. Obra de Marcelino de Unceta. 1885


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De turismo por las iglesias fortificadas del Campo de Montiel

Villanueva de los Infantes

La constante lucha vital del ser humano, batallada cada día de su existencia, suponía una constante y un reto cotidiano sobre todo en la aparentemente lejana Edad Media. Tan cercana aún en la adversidad que en muchos aspectos perdura en el Campo de Montiel como tierra insegura y fronteriza.
Hoy la incertidumbre no se atisba en el horizonte bajo los estandartes almohades o almorávides. Ni de los pendones de Castilla o la Orden de Santiago.
Hoy como siempre, determina la vida en esta áspera meseta, sedienta y reseca como el esparto, la climatología.
La carencia de lluvias y su desigual reparto a lo largo del año, dificultan de modo determinante la regularidad de cultivos que permitan previsiones de vida más o menos estables a corto o medio plazo. Ni siquiera el resistente olivo es tan prolífico aquí como en la cercana Andalucía. Cuando no es la sequía son las heladas. Constantes batallas desde que la Orden de Santiago dejó de luchar contra el califato de Córdoba o el reino de Granada.
Lógico que la dureza de esta tierra evada a sus moradores a buscar más fáciles y mejores formas de vida en metrópolis como Madrid, Valencia o Barcelona.
El Campo de Montiel libra su última batalla por mantener su identidad y preservar el imponente legado histórico cedido a través del permanente sacrificio vital de cientos de generaciones a lo largo de casi un milenio desde la pacificación y administración de este territorio a través de la Orden de Santiago.

Paisaje del Campo de Montiel Paisaje del Campo de Montiel

Castillo de la EstrellaCastillo de la Estrella. Autor, Juan Amores

Ermita del Santisimo Cristo de la Expiración, MontielErmita del Santísimo Cristo de la Expiración, Montiel

Concierto de música sefardí, artesonado mudéjar y frescos en la ermita de San Sebastián. Autor, Juan Pedro GarcíaConcierto de música sefardí, artesonado mudéjar y frescos en la ermita de San Sebastián. Autor, Juan Pedro García

Iglesia de Santa María Magdalena, AlcubillasIglesia de Santa María Magdalena, Alcubillas

Tras la Batalla de las Navas de Tolosa, a principios del siglo XIII, las primeras edificaciones religiosas de esta vetusta comarca se erigían entre la fortaleza de los protectores castillos o en su inmediata cercanía.
De forma paulatina y natural fueron adquiriendo la fisonomía de las fortalezas que las cobijaban hasta emanciparse de las mismas ya en el siglo XVI, tras la conquista de Granada y la certeza de un territorio libre de invasiones.
A lo largo de los siglos comprendidos entre la batalla de Las Navas y la adhesión de Granada, se fueron sucediendo toda una serie de recintos dedicados al culto cristiano en cada uno de los sitios protegidos por una fortaleza. Ya fuera castillo, torre o recinto fortificado.
Tanto el origen histórico como espiritual del actual Campo de Montiel gestionado por la Orden de Santiago, lo encontramos en el Castillo de la Estrella de Montiel. Desde el interior del castillo, hasta su ladera como a sus pies, se hallan los restos de la primera iglesia de esta comarca, dedicada a Santiago. Con el desarrollo del pueblo en la ladera sur del castillo, se erigió en estilo mudéjar, adosada a la fortaleza de la muralla de la villa, la iglesia de Nuestra Señora de la Estrella. Y justo en la ladera opuesta, la norte, a los pies del cerro, el convento de los caballeros de Santiago. Ermita hoy consagrada al Santo Cristo de Montiel.
Las primitivas iglesias de la zona que todavía muestran restos apreciables, como la de Torres, demuestran su vocación militar y fortaleza guerrera en la austeridad de su estructura. Desde aquí en el mismo centro del santiaguista Campo de Montiel se aprecia el portentoso paisaje medieval que mantiene el tiempo a merced de los cultos ojos de todo observador capaz de percibir la imperturbable atmósfera caballeresca de esta tierra tan bien nombrada en el Quijote.
En La Solana, además de las monumentales bóvedas de Santa Catalina, edificadas junto a la primitiva fortaleza, debemos disfrutar la primitiva iglesia de la villa, hoy ermita de san Sebastián, donde se conserva el mejor artesonado mudéjar de la comarca.
En Alcubillas el maravilloso juego de volúmenes que distinguen con precisión las distintas épocas constructivas de la única iglesia de la zona que conserva otra de las estructuras primitivas mudéjares.

Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, VillahermosaIglesia de Nuestra Señora de la Asunción, Villahermosa

Visitando la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, VillahermosaVisitando la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, Villahermosa. Autor, Antonio Bellón Márquez

bóvedas de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, VillahermosaUna de las bóvedas de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, Villahermosa

Iglesia de San Andrés Apóstol, Villamanrique. Autor, Miguel FelgueraIglesia de San Andrés Apóstol, Villamanrique. Autor, Miguel Felguera

Plaza Mayor de Villanueva de los InfantesPlaza Mayor de Villanueva de los Infantes. Autor, Antonio Bellón Márquez

Bóvedas de la iglesia de San Andrés, Villanueva de los InfantesBóvedas de la iglesia de San Andrés, Villanueva de los Infantes. Autor, Antonio Bellón Márquez

Vista aérea de Puebla del Príncipe

Iglesia de San Vicente Mártir, CózarIglesia de San Vicente Mártir, Cózar

Iglesia de Santiago el Mayor, Torrenueva

De aquí pasamos a las portentosas naves góticas de Villahermosa, Villamanrique, Membrilla, Villanueva de los Infantes (Patrimonio Artístico – Nacional), Puebla del Príncipe, Cózar y Torrenueva. Grandiosos templos que tuvieron la suerte de ampliarse en el siglo XVI en gótico flamígero o estilo Reyes Católicos español, emparentando ya con el Renacimiento, sirviendo de transición con el final del gótico.
Destacables las románticas ruinas de Santa Catalina de Fuenllana. Edificadas también en el XVI por el suegro de Vandelvira, Francisco de Luna, donde la cantería nos legó obras maestras de calidad indiscutible como el arco retablo de la capilla de san Pedro hoy conservada en el convento agustino.
Todo el proceso evolutivo desde las primeras edificaciones religiosas en esta tierra a manos de los caballeros de Santiago hasta prácticamente hoy, es posible apreciarlo en la totalidad de esta maravillosa y rural comarca que se distingue como la más monumental y la que mejor conserva el paisaje agrario ancestral de los cultivos cerealistas.
Con la llegada del Barroco, algunos templos de la zona rehicieron las ruinosas bóvedas góticas maltratadas por el paso del tiempo y la falta de mantenimiento. Perfectamente apreciable tal proceso en las bóvedas de cañón de Terrinches, Albaladejo, Torre de Juan Abad o san Sebastián de Montiel.
Destacable por la belleza de su factura y el origen primigenio del gótico en esta tierra, el santuario de Luciana en Terrinches. Joya arquitectónica en sí misma, enriquecida además con el retablo renacentista. Que junto con el de Torre de Juan Abad son los dos más importantes de la zona.
Y la planta basilical de columnas de la nave reconstruida de la iglesia de Almedina, donde se encontraba el retablo más valioso de la zona, pintado por Yáñez de Almedina, desaparecido con el terremoto de Lisboa.
Todo un universo artístico inmerso en un mundo legendario, repleto de curiosidades, en el marco de la autenticidad de una tierra pintoresca donde las haya. El muy cervantino Campo de Montiel.

Santa Catalina, FuenllanaSanta Catalina, Fuenllana. Autor, Antonio Bellón Márquez

Arco retablo de la capilla de san Pedro, FuenllanaArco retablo de la capilla de san Pedro, Fuenllana

Por el interior del convento de los Agustinos, FuenllanaPor el interior del convento de los Agustinos, Fuenllana. Autor, Antonio Bellón Márquez

Bóveda de cañón, iglesia de Santo Domingo de Guzmán, Terrinches. Autor, Pedro Castellanos

Iglesia de Santiago Apóstol, Albaladejo Iglesia de Santiago Apóstol, Albaladejo. Autor, Antonio Bellón Márquez

Iglesia de Nuestra Señora de los Olmos, Torre de Juan AbadIglesia de Nuestra Señora de los Olmos, Torre de Juan Abad. Autor, Antonio Bellón Márquez

Iglesia de San Sebastián, Montiel. Autor, Juan Amores Iglesia de San Sebastián, Montiel. Autor, Juan Amores

Fachada de la Iglesia de Santa María, Almedina. Autor, Juan AmoresFachada de la Iglesia de Santa María, Almedina. Autor, Juan Amores


Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano


Fotografía de portada: detalle de una capilla en el cementerio de Villanueva de los Infantes. Autor, Robert Daguerre

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Fuenllana. Bodas de Camacho

Bodas de Camacho Fuenllana

Hace poco más de cuatrocientos años, el mismo calor sofocante de principios de verano mantenía a La Mancha en plena siega. Las cosechas comenzaban a llenar los graneros y los pósitos. Cervantes deambulaba observador, como siempre creando en su mente lo que más tarde convertiría en novela universal.
Los Canuto poseían multitud de propiedades por todo el Campo de Montiel. Desde los confines Norte de Membrilla, hasta los molinos harineros del Jabalón por el Sur.
Documentado está en los libros de visita de la Orden de Santiago y las Relaciones Topográficas de Felipe II el mayorazgo que poseían en Fuenllana donde las mejores tierras de la vega del río, enramadas de olmos servían de cobijo en las deseadas sombras del verano. También el gran latifundio de La Fuenlabrada en término de Montiel, cerca de Fuenllana, Carrizosa y Villahermosa era propiedad de esta acaudalada familia.
También está perfectamente documentado que unos años antes de escribirse el Quijote, coincidiendo con los años de trabajo de Cervantes como recaudador de impuestos, en sus numerosos viajes por estas tierras camino de Andalucía; se realizó una fastuosa boda entre María Canuto de Fuenllana y Fernando Ballesteros de Villahermosa. Boda registrada en la iglesia parroquial de San Andrés de Villanueva de los Infantes.
Razones todas perfectamente documentadas que vinculan al Campo de Montiel y sus pueblos con Cervantes y con el Quijote, de principio a fin.
Además, el potente caudal económico de los Canuto, los elevó a la hidalguía, que pleitearon en numerosas ocasiones como demuestran los archivos. Obtuvieron privilegio para ocupar la Capilla de Santiago de la iglesia de Santa Catalina de Fuenllana, convirtiéndola en su panteón funerario, como nos relatan los documentos de la Orden de Santiago.

Casamiento de Basilio y Quiteria. Obra de Manuel García «Hispaleto». Oleo sobre lienzo. 1881. Museo del Prado

Vista de Fuenllana

Ateniéndonos a la documentación depositada en los diversos archivos y textos atesorados a lo largo de la historia, Fuenllana se encuentra con suficiente legitimidad como para celebrar, recordar o conmemorar un evento histórico y literario que corresponde a nuestra tierra. Al muy cervantino Campo de Montiel. Una de las comarcas donde prenden las más antiguas raíces del contexto manchego. Donde además han habitado y nacido personajes tan importantes como Jorge Manrique, Francisco de Quevedo o Santo Tomás de Villanueva.
Razones más que justificadas para dar el valor que corresponde a nuestros pueblos. Para que esto sirva de revulsivo que los mantenga con la incalculable belleza de su esencia, autenticidad e imagen ancestral que en algunos casos como Fuenllana, ha llegado intacta al siglo XXI, siendo uno de los escasos y valiosos ejemplos de villar rural manchega que mejor ofrece la imagen que se espera de aquellos pueblos blancos, pequeños, agrícolas y ganaderos que conoció el genial Cervantes.
Algo que nos hace únicos para a la vez engrandecer la imagen de La Mancha, pudiendo mostrar al mundo, algo que ya no existe en casi ninguna parte.
Ideal de pueblo ganado día a día con la perseverancia y buen gusto de los escasos habitantes de esta villa, que merecen el respeto de todos aquellos privilegiados de notable sensibilidad natural, conocimientos académicos o aficiones culturales, capaces de ver, apreciar y valorar la autenticidad y la belleza allá donde se encuentra.

Bailes populares durante la representación de las Bodas de Camacho en Fuenllana

Representación teatral de las Bodas de Camacho en Fuenllana

Las Bodas de Camacho se celebran en Fuenllana sin mayor deseo y sin mayor pretensión que poner de manifiesto nuestra legítima vinculación histórica y cultural con esa obra maestra de la literatura universal que es el Quijote. No queremos absolutamente nada que no nos corresponda, ni tampoco vamos a renunciar a todo cuanto la legitimidad de una trayectoria histórica nos ha concedido.
Respetamos totalmente los deseos de cada pueblo por recrear cualquier pasaje del Quijote porque esta obra y su transcendencia cultural pertenece a la humanidad desde el momento de su publicación. Las Bodas de Camacho como cualquiera de los capítulos del Quijote, son patrimonio de todos y siempre es grato y admirable que tanto la cultura española como la lengua española se difundan con la grandeza que merece y con lo mucho que aportamos al conjunto de la humanidad.
«Desde Fuenllana felicitamos a todos los pueblos que desarrollan actividades en torno al Quijote. Porque es enriquecedor y a todos beneficia. Nos alegra que esta gran obra permanezca eternamente viva. Y a la vez realizamos un llamamiento para que la responsable ciudadanía manchega atienda la fisonomía, la estética, y la imagen de la arquitectura y urbanismo manchego acorde con nuestra historia y nuestra cultura. Porque eso supone beneficios para todos, desde los sensoriales por habitar y disfrutar espacios hermosos, hasta los económicos por rentabilizarlos y compartirlos con turismo de calidad que prefiere invertir su dinero allí donde encuentra lugares que le aportan belleza, paz, elegancia, armonía, buen gusto y todo ese cúmulo de cualidades que nos debemos los manchegos por el gran regalo y la gran responsabilidad de haber servido de inspiración a un monumento literario de la calidad del Quijote».

Escenas de la representación teatral de las Bodas de Camacho en Fuenllana

«Por eso en Fuenllana nos esforzamos cada día por no perder nuestra esencia y potenciar la belleza de una auténtica Villa Rural Manchega.
Saludando y deseando lo mejor para el conjunto de La Mancha. Apreciando los magníficos molinos de Campo de Criptana, Mota del Cuervo, Alcázar y Consuegra. El destacable esfuerzo de Puerto Lápice por recuperar su identidad cervantina con la bella calle de porches y el nuevo ayuntamiento ensalzando una de las plazas más hermosas. Las inigualables ciudades del Siglo de Oro como Almagro y Villanueva de los Infantes. La irrepetible Reserva de la Biosfera de las Lagunas de Ruidera. Los cervantinos parajes de Sierra Morena. En definitiva los poderosos atractivos de una tierra legendaria forjada con tanto sudor como las espadas de las caballerescas órdenes militares que distinguen a La Mancha como la tierra del Caballero más famoso de todos los tiempos. Porque una Mancha hermosa, cuidada y atractiva siempre será una fuente permanente de recursos para todos. Además del prestigio cultural que reportará a sus moradores y al mundo en general. Este debe ser nuestro gran compromiso como la tierra elegida por Cervantes para que podamos mostrarla con orgullo a la humanidad».


Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano

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Ruta por los castillos de la Orden de Santiago en Ciudad – Real

Campo de Montiel

Las comarcas de Ciudad – Real aglutinan entre valles y atalayas cientos de vestigios, algunos mejor conservados que otros, que hablan de la historia bélica, social y cultural de nuestras tierras. La orografía del territorio, a veces escarpada, otras suavemente plácida, hizo de la provincia de Ciudad – Real un codiciado edén para romanos y visigodos, soberanos árabes y cristianos, y en ella se extendían los dominios de señores feudales o de caballeros de las órdenes de Calatrava, de Santiago o de San Juan.
Los recintos amurallados que jalonan la provincia han sido núcleos estratégicos importantes en las rutas bélicas, de infraestructuras y económicos. Éste es un paseo por las atalayas que elevan nuestra tierra, vestigios de siglos de historia que esperan nuestra mirada curiosa y nuestros pasos aventureros. Comenzamos.

Castillo de la Estrella, Montiel. Autor, Juan AmoresCastillo de la Estrella, Montiel. Autor, Juan Amores

Castillo de la Estrella en Montiel

Levantado en el siglo IX, el Castillo de Montiel fue una de las fortalezas musulmanas más poderosas de la zona. Tras la aparición en 1214 de la Orden de Santiago en tierras del Campo de Montiel, los caballeros santiaguistas comenzaron la campaña de su conquista con ataques desde el recién conquistado y cercano Castillo de Eznavexore.
La resistencia musulmana fue tan dura que la Orden tuvo que levantar un castillo prácticamente enfrente de él, San Polo, para facilitar la seguridad y el asedio de los sitiadores. Finalmente, tras duras campañas, la fortaleza caería en manos cristianas definitivamente.
La fortaleza musulmana era tan poderosa y contaba con tan buenas defensas que, se cuenta que, cuando todos los castillos musulmanes de su entorno ya habían caído en manos cristianas, y el avance de reconquista ya estaba en el Guadalquivir, Montiel aún no había sido sometido.
Después de la conquista cristiana de la fortaleza, la Orden de Santiago la reforma y refortifica hasta hacerla prácticamente inexpugnable, dándole el nombre de La Estrella.
Por aquellos tiempos la fortaleza de Montiel sería ocupada alternativamente por árabes y cristianos hasta que, después de la Batalla de las Navas de Tolosa, en tiempos de Alfonso VIII, Montiel quedó definitivamente integrado en el Reino de Castilla.
En 1227 Fernando III concedió San Pablo y Montello a la Orden de Santiago. Montiel perteneció a esta Orden hasta que el fraile Pedro Ruíz de Sandoval lo dejó en manos de Pedro I de Castilla. Esta zona fue escenario de continuas batallas entre moros y cristianos, quedando desierta, por lo que la Orden concedía a las personas que habitasen estos lugares privilegios durante 10 años.
En este castillo se refugió el rey Pedro I de Castilla, más conocido por el Cruel o por el Justiciero, después de ser derrotado por su hermano bastardo Enrique de Trastámara el 14 de marzo de 1369, con los pocos leales que le acompañaban, quedando sitiado durante nueve días por las huestes de su hermano Don Enrique. En la noche del 23 al 24 de ese mismo mes y año entró en tratos con el traidor Bertrand Duguesclin, los dos hermanos lucharon entre sí y Pedro I murió. De aquel drama quedó la frase pronunciada por el criado de Enrique de Trastámara, Duguesclin, partícipe en el desenlace: Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor. El rey muerto quedó enterrado en Montiel hasta 1374 y desde entonces descansa en Sevilla. En 1974 el pueblo erigió un monolito en recuerdo de Pedro I.
El Castillo de La Estrella fue levantado sobre un gran crestón de roca aprovechando la defensa natural que éste le proporcionaba, y desde donde dominaba una extensa área del Campo de Montiel.
Su planta, ovalada e irregular, tiene un perímetro de unos 300 metros y ocupa una superficie de unos 6.000 metros cuadrados.
Se organiza en dos recintos, uno interior de origen cristiano y otro exterior de origen musulmán.
Al recinto musulmán corresponden los restos de la muralla del perímetro exterior, conservándose unas diez torres bastante deterioradas construidas en tabiya y mampostería. Entre ellas destaca una de una de unos diez metros de altura por siete en sus lados.
El recinto cristiano, de mayor extensión que el musulmán, corresponde a la reestructuración llevada a cabo por los caballeros de Santiago en los siglos XIII-XIV. De este recinto, construido enteramente en piedra, se conservan restos de unas nueve torres semicilíndricas y cuadrangulares, algunas provistas de saeteras y con vestigios de ventanas y puertas, así como unos 150 metros del perímetro de la muralla. La torre del homenaje, hoy desaparecida, se encontraba en la parte más alta del recinto, en uno de sus extremos.
Unas excavaciones realizadas en la ladera del cerro del castillo en el año 2013 sacaron a la luz los restos de la villa medieval de Montiel, entre ellos vestigios de la muralla que protegía la villa.

Vista de Montiel desde el Castillo de la EstrellaVista de Montiel desde el Castillo de la Estrella

Vista del Castillo de Montizón, VillamanriqueVista del Castillo de Montizón, Villamanrique

Castillo de Montizón en Villamanrique

Uno de los mejores conservados, junto al río Guadalen, sobre rocas. Edificado por los caballeros de la Orden de Santiago sobre los siglos XIII o XIV, en las Relaciones de Felipe II, de la Torre de Juan Abad en la contestación n° 33 nos habla de su fundador: “… este castillo lo fundó Don Pedro Pela y Correa, Maestre de Santiago …” también en esta contestación nos habla de que estaba constituido este castillo.
Después de la reconquista de la zona en el año 1213, el rey Alfonso VIII, mediante privilegio real, donó estas tierras a los caballeros de Santiago, que trasladaron su cabecera, que se encontraba en el Castillo de Eznavejoz, a este castillo situado más al sur, algo más próximo a Sierra Morena. El castillo fue reformado y llamado Mons-Montesanus. También sufrió reformas en el siglo XIX.
Fue lugar de residencia del maestre Don Rodrigo, padre del poeta Jorge Manrique e inspirador de las famosas Coplas: Recuerde el alma dormida, / avive el seso y despierte / contemplando cómo se pasa la vida. Villamanrique se llamaba anteriormente Belmonte de la Sierra, siendo el maestre Rodrigo Manrique quien le otorgó en 1474 el privilegio de villazgo y le dio el nombre actual. Aquí estuvo Jorge Manrique, que fue comendador de Montizón.
De este castillo destacaremos su gran torre, sus puertas como la del Hierro con arco apuntado y labrado en piedra de sillería, su aljibe y la iglesia del Rosario. En el ángulo opuesto a la torre del homenaje hay unos sótanos con bóveda de cañón con contrafuertes.
Merece le pena visitarlo, por su historia y por el paisaje de la zona.
Declarado monumento histórico-artístico con carácter nacional en 1983 es la fortaleza medieval mejor conservada de todo el Campo de Montiel.

Interior del Castillo de Montizón, VillamanriqueInterior del Castillo de Montizón, Villamanrique

Vista de Santa Catalina, Fuenllana

Iglesia – Castillo de Fuenllana

La Iglesia – Castillo de Santa Catalina se asienta sobre un cerro situado al oeste de la villa de Fuenllana, en los límites urbanos. Acogió el primer núcleo fortificado que engendró la posterior villa y municipio. Servía de vigía y fortín protector del cercano castillo de La Estrella en Montiel. Según datos históricos, fue mandado demoler por Álvaro de Luna a causa de las rivalidades con el marqués de Villena. Con la llegada de la Orden de Santiago, se edificó en el recinto amurallado la primera construcción religiosa. Posteriormente, con el asentamiento de la población y mayor poder económico de dicha orden, se edificó un nuevo templo en estilo gótico flamígero.
Además de haber sido parroquia de Fuenllana y destacar por el valor arquitectónico y artístico, también acogió el bautizo de Santo Tomás de Villanueva en la gran pila renacentista que hoy se conserva en el Convento de los Agustinos de la villa.
Es importante anotar que en Santa Catalina permanece el panteón de los Canuto, la familia más acaudalada de la comarca en época de Cervantes, y de quien es más que probable que obtuvo inspiración para el capítulo de Las Bodas de Camacho.
De su primitiva fábrica quedan en pie sus impresionantes muros maestros, mientras que toda la techumbre de madera y bóvedas se han perdido, lo mismo que la coronación de la torre y las dependencias anexas e interiores, tales como la tribuna, la capilla bautismal, etc.

Interior de Santa Catalina FuenllanaInterior de Santa Catalina, Fuenllana

Visita al Castillo de TerrinchesVisita al Castillo de Terrinches

Castillo de Terrinches

De origen cristiano, perteneció a los caballeros de la Orden de Santiago y parece ser del siglo XIII, tal vez de los tiempos de Alfonso X el Sabio.
Tras la Batalla de las Navas de Tolosa (1212) la Orden de Santiago repobló el Campo de Montiel, organizando su defensa a partir de la red de fortificaciones islámicas preexistentes. Con el tiempo éstas se reformaron, algunas fueron demolidas y se edificaron otras, en respuesta a las necesidades de los nuevos tiempos. Montiel fue el centro a partir del cual se estructuró toda la comarca.
El Castillo de Terrinches, de antecedentes posiblemente islámicos, formó parte de la red de defensas instaladas al sur de Montiel para crear una barrera defensiva que protegiera este territorio del enemigo situado en Al-Andalus.
En 1282 Terrinches sufrío una razzía lanzada por tropas islámicas al mando del Sultán de Marruecos, Aben Yucef, que destruyó las cosechas del pueblo y parte de su caserío. El vecindario, refugiado en el Castillo, resistía el asedio sin capitular. Les capitaneaba su Alcaide (de nombre Presonero), quien pensó rendirse al ver que los musulmanes prendían fuego al exterior del Castillo, en el intento de romper las defensas o quemar a los allí refugiados. En ese momento cobró un histórico protagonismo la mujer del Alcaide, pues cogió el mando y, confiando en los potentes muros del Castillo, animó a todos a la resistencia. Su nombre no nos ha llegado, pero las informaciones recogidas en las Relaciones de Felipe II sí mencionan que su carácter era el de una “persona varonil”. El Castillo de Terrinches soportó bien el ataque, por lo que las tropas islámicas optaron por desistir de su ofensiva para dirigirla hacia la cercana población de Almedina. En el siglo XV la línea de defensas de la que formaba parte el Castillo de Terrinches quedó obsoleta debido al avance de la Reconquista hacia el sur.
Por ello desde el siglo XVI el edificio, perdida ya su función militar, fue destinado a usos agropecuarios.
En el siglo XIX Madoz señaló su papel puntual como fortín durante las Guerras Carlistas. Planchuelo a finales de ese mismo siglo cita nuevamente su utilización como casa de labor, almacén de aperos de labranza y bodega. Este papel ha venido desempeñando hasta mediados del siglo XX.
En 2005 fue comprado por el Ayuntamiento de Terrinches con el propósito de restaurarlo para uso y disfrute del pueblo.
En 2011 fue inaugurado en su interior el espacio museográfico del Centro de Interpretación de la Orden de Santiago y el Campo de Montiel.
En la Planta Baja del Castillo se ha habilitado un área con mostrador de atención al visitante y zona de tienda junto a la entrada principal. En la misma planta se han instalado pantallas y maquetas que explican la historia de Terrinches y su castillo. En la zona que ha sido utilizada hasta el siglo XX como bodega se ha creado un diorama con escenografía de almacén, que permite explicar el uso del castillo como bodega y casa de labor en los siglos XIX y XX.
En la Planta Primera se ha programado representar la vida cotidiana en un castillo medieval, mediante mobiliario específico, maniquíes y ornamentación escenográfica. La mesa del comedor cuenta con pantallas táctiles integradas que explican los pormenores de la vida del castillo.
La Terraza del Castillo, que permite un excelente control visual del territorio, dispone de prismáticos panorámicos en cada esquina y paneles informativos de cristal blindado al ácido, troquelados de forma almenada con objeto de recuperar los volúmenes originales de la azotea. También se ha ubicado aquí una muestra de las armas de fuego que defendieron Terrinches en el siglo XV.

Interior del Castillo de TerrinchesInterior del Castillo de Terrinches

Castillo de Alhambra

Esta zona es muy rica en yacimientos arqueológicos, que van desde la prehistoria hasta la época musulmana, para algunos historiadores la ciudad romana de Laminium.
De la época musulmana es este castillo ya que fueron los musulmanes quienes lo construyeron (en época de los Omeya), le dan el nombre de Alhambra por el color de la tierra, ya que es roja. Pasa a manos cristianas cuando Alfonso VII El Emperador, toma posesión de este castillo en una de sus expediciones a Andalucía. El rey Fernando II de León dona este castillo a la Orden del Monte Gaudio de Jerusalem o Monfranc, para pasar definitivamente a la Orden de Santiago el 3 de junio de 1214 por donación del rey Alfonso VIII.
Es de tipo montano y de reducidas dimensiones, adaptándose a la cresta rocosa de la cima en que se asienta. Construido enteramente en piedra. En su interior pueden verse las saeteras, los apoyos empotrados de las desaparecidas vigas y el arco ojival de la puerta principal, resto tipo alcazaba en muy buen estado de conservación. La planta poligonal del castillo tiene 14 lados que conforman un óvalo que mide, según el perímetro de sus murallas, alrededor de 100 metros. Carece de foso, pues la fuerte pendiente del cerro sobre el que se asienta lo hace innecesario.
Se conservan también casi todas sus cortinas, con saeteras abiertas en todas las caras externas y los apoyos empotrados de las desaparecidas vigas. También se conserva el arco de la puerta principal, en recodo, con bóveda de cañón y numerosas marcas de canteros, y el camino cubierto que llegaba hasta el castillo.

Castillo de AlhambraCastillo de Alhambra

Castillo de Eznavexore o Torres de Xoray en Villamanrique

De origen árabe, según Amador Rubial en este castillo pudo estar prisionero el califa Hixen III. Conquistado por Alfonso VIII en 1213, para donarlo después a la Orden de Santiago, abandonado por los caballeros de esta Orden sobre el siglo XIV, para luego trasladarse a un nuevo castillo el de Montizón, que está en sus cercanías.
Esta importante fortaleza musulmana dominaba el valle del Alto Guadalén y el paso de Andalucía hacia la Mancha a través del Estrecho de las Torres. El lugar está cargado de historias y leyendas.
En el año 885, y coincidiendo con una serie de sublevaciones de bereberes rebeldes al monarca cordobés, el Valid Abdelhamid venció en Joray unas taifas de cristianos, partidarios del rebelde Aben Hafsum. En el año 1031, el último Califa, Hixem III, derrotado en Córdoba, fue conducido prisionero a la fortaleza de Joray.
En 1182 estas tierras y su castillo fueron conquistados por Alfonso VIII, pero con la derrota cristiana de Alarcos fueron perdidos de nuevo. En 1213 Alfonso VIII reconquistó definitivamente las Torres de Joray, y al año siguiente, mediante privilegio real, las donó a los caballeros de Santiago. Estos trasladaron la fortaleza más al sur, algo más próxima a Sierra Morena, llamando a este nuevo castillo, el de Santiago de Montizón, actualmente dentro del término de Villamanrique pero en aquel entonces en la aldea de Belmontejo de la Sierra, que luego pasó a llamarse por el nombre de su señor, el Maestre de Santiago, Manrique, Villamanrique. En 1243 Torres de Xoray y su entorno estaban ya despobladas y abandonadas.
Desaparecido el Castillo de Eznavejor o Eznavexore, comenzaron las crónicas a datar hechos en un poblado: [… La Torre de Johan Abbat era una de las aldeas que el concejo de Alcaráz, formaba en 1243 …], dejándose de mencionar el antiguo nombre de Torres Xoray.
Entre sus leyendas destacan La curiosa toma de Joray por Juan Abad y La leyenda de la Encantada, cautiva cristiana, que todas las noches de San Juan baja hasta el río para peinarse sus hermosos cabellos esperando que un valeroso caballero cristiano la rescate del rey moro de Joray.
Se conservan restos de hasta ocho torreones, destacando el que situado en uno de los extremos del recinto, de casi 10 metros de altura, así como restos de la muralla, cámaras y aljibes.

Castillo de Eznavexore o Torres de Xoray, Villamanrique Castillo de Eznavexore o Torres de Xoray, Villamanrique

Torre de Puebla del Príncipe

De origen cristiano y construida sobre el siglo XIII, robusta e indiferente al paso tiempo, sobresaliendo del perfil urbano y muy bien conservada, atrae nuestra mirada la Torre de Puebla del Príncipe. Se encuentra en la parte oriental del casco urbano y cumplió funciones de torre defensiva en el medievo. Su planta es casi cuadrada, con ángulos redondeados y su base ocupa una superficie de 100 metros cuadrados aproximadamente.
Sus muros tienen dos metros de grosor y son de mampostería. Se accede al interior de la planta baja por el lado norte (aunque no es la puerta original). De aquí, por una escalera de piedra empotrada en el muro, se accede a una segunda planta, bien iluminada, ya que cuenta con vanos en tres de sus lados. Un segundo tramo de escalera conduce a la terraza defensiva, que conserva un parapeto sin almenas y restos de un sistema de canalización de agua de lluvia hacia un aljibe localizado bajo la torre.
En el interior, las bóvedas de las cubiertas y los arcos de las ventanas son de ladrillo. La gran altura de los techos de ambas cámaras es indicio de que éstas se dividían a su vez en dos plantas usando suelos de madera, con lo que aumentaban su habitabilidad y su capacidad interior útil.
Su estado es bueno, pues conserva la estructura de planta cuadrada principal, y el interior, aunque muy transformado, está restaurado y acondicionado para uso público, siendo actualmente la biblioteca municipal.

Torreón de Puebla del PrincipeTorreón de Puebla del Principe

Castillo de Albaladejo

Se sitúa en la parte más elevada del casco urbano. De su estructura original sólo se conservan parte de los muros y dos torres que la cerraban en ambos lados. Su planta es rectangular y de pequeñas dimensiones.
La presencia cristiana aquí es tardía, su ocupación fue en 1170 fecha que indica los primeros datos de posesión cristiana por el caballero toledano Esteban Illán, según algunos autores, pasando después a la Orden de Santiago. El castillo estaba constituido por una zona principal a modo de gran nave, que contaba con sótano, planta principal y terraza defensiva. A ella se adosaban dos torres también rectangulares. Una de ellas albergaba en su interior una habitación a la altura de la planta principal. Junto a esta torre estaba la entrada al recinto.
Construido en mampostería con refuerzos de sillares en los ángulos, actualmente sólo quedan en pie parte de los paramentos correspondientes a los flancos este y oeste y las torres adosadas, habiéndose perdido casi por completo el muro sur y el frente norte, donde estaba la entrada.
Este pequeño castillo, recientemente restaurado, ejerció un amplio dominio visual hacia el sur y el este, lo que acredita la importancia estratégica del enclave en el Medievo, antes de la definitiva pacificación del territorio.
Actualmente está acondicionado como auditorio descubierto para actos públicos. Consta de tres zonas: escenario, plaza y mirador, un espacio ajardinado, abierto y muy agradable del que disfrutar.

Castillo de AlbaladejoCastillo de Albaladejo


No te pierdas la Ruta por los castillos de la Orden de Calatrava en Ciudad – Real

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La Huerta Manchega

portada huerta manchega Campo de Montiel turismo sostenible

A finales de los años 60 del siglo XX, la última etapa de la Edad Media se oía y se veía en los pueblos del Campo de Montiel, en multitud de estampas cotidianas que para cualquiera de los escasos forasteros que se aventuraban a explorar estas tierras remotas; parecían algo irreal, fantástico e insólito


El traqueteo lento y repetitivo de los carros de los hortelanos procedentes de El Romeral. Antigua dehesa boyal transformada en inmensa huerta entre Villanueva de los Infantes y Fuenllana que abastecía durante todo el verano y principios del otoño las frescas despensas encaladas, donde reposaban también los chorizos en la pringue de las orzas. Y los quesos y las perdices en escabeche y los jamones colgados. Bodegones propios de los grabados de Gustavo Doré para el Quijote.

Huertas en el Campo de MontielHuertas en el Campo de Montiel

Despensa de La ManchaDespensa de La Mancha

En las partes sombreadas de la plaza, las fachadas orientadas al norte, perduraba más tiempo la fresca sombra hasta casi el mediodía. Momento que ya estaba todo vendido y la caravana de carros y tartanas ordenaba su regreso por el camino de la Huerta del Cura o de La Solana. Unos hacia Villanueva de los Infantes, otros hacia las huertas del Romeral.
Por las mañanas bien temprano. Antes de que el implacable sol del augusto verano calentase la tersura viva y apetitosa de los sabrosos tomates, pimientos, judías verdes, calabacines, zanahorias, patatas, cebollas… Los carros llegaban al pueblo haciendo retumbar el empedrado de las calles al tiempo que las herraduras de las mulas y borricos avisaban con naturalidad y sosiego que en breves instantes, el mercado medieval de la plaza quedaría constituido como todos los lunes, desde la Edad Media.
A la sombra del carro, el fiel perro del hortelano, sesteando y vigilando. Las sandías abiertas como inmensos rubíes expuestas a los sedientos ojos de los compradores. Montones de melones chinos y de corteza. Calabazas, ristras de ajos. Todo pura y llanamente natural. Abonado con el estiércol de las mismas mulas que araban y acarreaban.

El burro y el hortelanoEl burro y el hortelano

Tomates de la huerta manchegaTomates de la huerta manchega

Ver la caravana, tranquila, caminando sin tiempo. Detenida en la historia, transitando el siglo XX como si fuera el XVIII o incluso el XIII, cuando todavía este legendario Campo de Montiel formaba parte ya por breve tiempo de la Cora de Jaén. Cuando todavía éramos andalusíes y formábamos parte de la tierra más culta de Occidente con capital en Córdoba; esta tierra heredada por La Mancha de los árabes que la regaron con norias y acequias en la multitud de alquerías que la alimentaron, aún hoy en el XXI permanece inmersa en esa atmósfera rural y hortelana que abastecía de vitaminas multicolores la salud de sus moradores.

La noria, clave en la huerta manchegaLa noria, clave en la huerta manchega

El pozo de la huerta manchegaEl pozo de la huerta manchega

Los atardeceres de verano, ya no dejan ver las norias de sangre con un pobre burro condenado a dar vueltas al ronde con los ojos vendados regando la tierra. Pero sí hacen ruido con los escasos motores que activan los pocos artes de hierro que todavía empapan por goteo buenos bancales de pimientos, tomates, espinacas, acelgas y judías.
También nos quedan las casas de las huertas heredadas de las alquerías. Donde vivían los hortelanos desde mayo hasta los Santos. Donde El Romeral y la Frescura en Villanueva de los Infantes, constituían curiosos poblados de hortelanos con hábitat disperso. Campos salpicados de huertas adornados con pequeñas casas de una planta. Cuya traza y distribución responden a la más estricta utilidad. Cocina con chimenea, dos pollos a los lados para dormir, un portal pequeño dormitorio a un lado. Las más elementales.
Lo mismo pero además con corral y cuadras adosadas al cuerpo principal para las más completas. Pero todas con la misma imagen. Hermosa imagen de un mundo rural ancestral que originó toda una forma de vida.

La casa de un hortelano en el Campo de Montiel
La casa de un hortelano en el Campo de Montiel

Sería muy oportuno comenzar a valorar esta zona de huertas y además de servir de abastecimiento y rentabilidad agrícola, multiplicaran sus recursos siendo puestas en valor como atractivo turístico y cultural. Conservar y potenciar su arquitectura y la posibilidad de horticultura saludables a través de cultivo ecológico.
Es curioso que de los cientos de norias que abastecían las cuantiosas huertas de Villanueva de los Infantes, Alcubillas, Fuenllana, Almedina, Montiel y varios pueblos más de la comarca, apenas queden ejemplos originales. Al igual que las construcciones que servían de refugio y almacén para los hortelanos.
Pero con todo, si se desea, se está muy a tiempo de preservar un patrimonio cultural excepcional que bien puede servir de complemento económico y entretenimiento ocioso a todos aquellos que valoran la belleza de lo auténtico y lo cultural. Tanto el paisaje que acoge las huertas como el valor de los elementos arquitectónicos y etnográficos que las componen constituyen un testimonio de valor excepcional de la trayectoria histórica de esta singular comarca del Campo de Montiel.
Distinguida entre otras muchas cosas, por ser a la vez, la tierra de origen de los primeros pasos de las aventuras de Don Quijote y la única tierra andalusí de La Mancha.
Tesoro y valores que suman a los muchos que posee este rincón de Castilla a los pies de Sierra Morena. Donde el pimiento de Villanueva de los Infantes espera con paciencia ese lugar que le corresponde como uno de los mejores productos de la tierra. Donde el pisto manchego espera desde siempre a ser considerado por el mundo entero como uno de los platos más saludables y deliciosos de la gastronomía manchega.

La alegría de la huerta. RecuerdosLa alegría de la huerta. Recuerdos


Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano

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Fuenllana. Valor de Conjunto Histórico

Fuenllana

Aquellos que disfrutan el placer de viajar sin rutas predeterminadas y prefieren descubrir lugares desconocidos, se llevarán la grata sorpresa de encontrarse en un rincón casi escondido de La Mancha, a un paso de Andalucía, uno de esos escasos pueblos que en pleno siglo XXI contienen como los mejores secretos, todo un tesoro de cualidades que lo convierten en la única villa rural manchega que abarca en la totalidad de su conjunto urbano, todo el tipismo y la fisonomía de la arquitectura vernácula manchega, además evolucionada desde las primeras formas constructivas de viviendas de campesinos a tejavana, hasta las grandes casas de labranza de los propietarios de tierras, como son en su gran mayoría casi todos los habitantes del pueblo. Donde todavía la agricultura y la ganadería mantienen la economía de subsistencia que originó los pueblos del Campo de Montiel.

Todo cuando es deseable encontrar en un pueblo ambientado en la célebre novela de Cervantes, es perfectamente visible en las bucólicas calles y rincones de esta villa. Callejones donde la puerta del corral permitió escapada a las aventuras del Hidalgo. Las campanadas del Ángelus tañendo solemnes a las doce en punto de cada mediodía en la gran campana del siglo XVI, acompañada por el campanil de plata del XVIII.
El canto del gallo al amanecer y el cacareo de las gallinas en la siesta. Los ladridos de los perros y el correr de los gatos por los tejados. Los vencejos piando volando las tardes de verano. Los gorriones apretando sus griteríos buscando el dormidero de los olmos de las plazas.
El búho real en las noches de invierno ululando desde los montes cercanos. El autillo en las noches de mayo. Las relucientes noches estrelladas de enero y la inmensidad de la Osa Mayor presidiendo los cielos de agosto.

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Escenas durante la representación anual de las Bodas de Camacho en Fuenllana. Autor, Rubén Castellanos

Como siempre, la costumbre de sentarse al anochecer de los calurosos estíos a tomar el fresco, continúa vigente, ajena al correr del tiempo. Por las mañanas barrer la puerta de la calle y regar. El paso del hortelano vendiendo patatas, tomates, melones…

Los viejos juntos en los bancos de la plaza y las mujeres separadas, juntas en el rezo del Rosario. Una tarde tras otra, desde la noche de los tiempos. Donde a pesar de disfrutar de todas las comodidades actuales y nuevos comportamientos sociales, las costumbres tradicionales permanecen impertérritas.
El ruido de los tractores saliendo al amanecer o regresando al atardecer. Las chimeneas ahumando el calor de hogar. Abuelas, abuelos, padres, madres, hijas, hijos… Familia de familias que se sucede en el tiempo con mejores condiciones de vida, sin olvidar los ancestros.

Fuenllana es el pueblo por excelencia. Donde todo tiene la escala y las dimensiones de esa aldea de Don Quijote, descubierta con sorpresa a principios del siglo XX por el famoso fotógrafo francés Loty, cuyas fotos se mostraron en la Exposición Universal de Barcelona en 1929.
Pueblo cervantino donde los haya, por méritos propios. Por su autenticidad rural, su identidad manchega, y su discreta belleza, sin necesidad de afirmar o demostrar nada que la propia realidad no exponga a los ojos del visitante.

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Rincón del pueblo. Autor, Salvador Carlos Dueñas

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Vista del Convento de Agustinos de Santo Tomás de Villanueva. Autor, Salvador Carlos Dueñas

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Por el interior del convento. Autor, Rubén Castellanos

Posee el casco urbano más armonioso, equilibrado y elegante por su rural sencillez de toda la provincia de Ciudad – Real. Componiendo la totalidad del caserío unidad y homogeneidad que destaca por la blancura de sus fachadas, aderezadas con algunas de color tierra o piedra. Donde las ruinas de la vieja Santa Catalina le confieren esa atmósfera de romanticismo que demuestra una población añeja y con solera. Donde además interesándonos por su historia descubriremos los restos arqueológicos del recinto fortificado que originó la población actual a partir de la concesión del villazgo por parte del infante y maestre de la Orden de Santiago, don Fadrique de Trastámara.

Pasear sus calles sinuosas de día, apreciando la tranquilidad de un pueblo de verdad, donde todo el mundo se saluda y se conoce, disfrutando de la belleza castiza de las rejas de forja, los portones de madera, balcones, tejados, plazas, rincones. Entramado de calles perfectamente mantenidas sobre el trazado medieval. Volúmenes que no superan las dos alturas, enriquecidas con la gallardía hidalga de torrecillas de esquina o cámaras abuardilladas. Portadas blasonadas labradas en arenisca.

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Santa Catalina. Autor, Rubén Castellanos

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Lavadero. Autor, Rubén Castellanos

Componiendo y completando un conjunto urbano de los más genuinos y hermosos que puedan encontrarse en el ámbito manchego, perfectamente identificable con el ideal de pueblo cervantino. Donde no falta un hermoso puente medieval de origen romano. Un lavadero del siglo XIX de auténtica arquitectura rústica y popular. Un cerro donde otear el horizonte. El brocal de profundo pozo y la infinidad de los barbechos.

Paseos arbolados pariendo desde el caserío hacia los cuatro puntos cardinales adentrándonos en la belleza de un paisaje prolongando en horizontes tan aventureros como los capítulos del Quijote. Contemplando las siluetas de Sierra Morena al Sur. Los cerros de Las Cabezas al Oeste, donde al otro lado y a un tiro de piedra nos espera la monumentalidad del Siglo de Oro de Villanueva de los Infantes.
Al Este, la catedralicia iglesia de Villahermosa, erigida junto a una de las plazas más bellas de La Mancha, en un pueblo cuyo entramado de calles irregulares nos adentra en las atmósfera rural y auténtica que distingue al Campo de Montiel como el reducto manchego y quijotesco más hermoso que nos queda en el Mundo.

Por si fuera poco, las Lagunas de Ruidera a tan sólo veinte kilómetros y a once el legendario Castillo de La Estrella de Montiel. Conjunto arqueológico de los más importantes del medievo español, que no deja de depararnos gratas sorpresas con su continuada rehabilitación.

Así es Fuenllana. La perla blanca del Campo del Montiel y la joya manchega de las villas rurales. Ubicada en el centro geográfico del territorio donde Don Quijote comenzó a caminar por el “Antiguo y conocido Campo de Montiel”.
Un pueblo sencillo y discreto que atesora uno de los mejores Conjuntos Históricos rurales de Ciudad – Real, presidido por la gran mole del convento. Cuyo patio vignolesco sumará una exclamación más a cuantos nos descubran por el placer de viajar y descubrir las míticas tierras del hidalgo cervantino.

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Al atardecer. Autor, Salvador Carlos Dueñas

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Un artículo de Salvador Carlos Dueñas Serrano
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Fotografía de portada: Vista de Fuenllana. Autor, Rubén Castellanos

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Si Quercus Ilex hablara…

Quercus Ilex

Los árboles están ligados a la historia y evolución del ser humano desde sus orígenes, cuando éramos conscientes de nuestra dependencia de la naturaleza que era y es la que propicia nuestra existencia como especie.
Los bosques, los ríos, el cielo… eran admirados y temidos a un tiempo, como seres dotados de poder y energía con los que teníamos que estar en armonía; y sobre todo el árbol era venerado como un ser inmortal y fuente inagotable de vida y de recursos.

Esta es la historia de uno de esos árboles.

Quercus Ilex nació en un bosque mediterráneo del Campo de Montiel a principios de febrero de hace muchos, muchos años, en el mismo siglo en que Colón descubrió América. Era un roble pequeño y delgadito que apenas podía sacar sus minúsculas ramitas a través del suelo cubierto de fría escarcha.
Su madre lo miró pensando “este arbolito no me crecerá mucho. Seguro que el pesado gorgojo de las bellotas se comió casi todo su alimento”.
En aquel siglo era todo muy diferente. Había mucho bullicio y luchas en esta tierra; gentes de diferentes oficios, razas y religiones compartían y peleaban por las tierras, igual que lo hacían en el bosque encinas, sabinas y matorrales.
Durante un tiempo los demás árboles del bosque crecían más deprisa y se burlaban de él, pero Quercus Ilex no les hacía caso y prefería escuchar las fascinantes historias que le contaban los mayores sobre los caballeros que vivieron en el castillo de Montiel, o sobre las aventuras amorosas e intrigas de Francisco de Quevedo o Jorge Manrique. Era un romántico.
Y mientras, se estiraba y estiraba todo lo que podía para parecer más grande y más fuerte y se esforzaba por seguir recto y firme, aguantando el fastidioso y potente sol.

Tronco encina

Reflejos del sol en el tronco de Quercus

Un día notó sus raíces muy húmedas y vio que junto a él brotaba agua de las rocas. Empezó a hacerse cada día más alto, más grueso su tronco y sus ramas se extendían muy lejos, como enormes brazos estirados. Los animales y los pastores empezaron a acercarse a él buscando el frescor de su copa en verano y el calor del sol en invierno, y mientras sus colegas desaparecían, unos para carbón, otros para hornos y muchos para construir casas, él se transformaba en un árbol majestuoso al que empezaron a llamar el gran Quercus Ilex.

En los siglos siguientes era él quien contaba historias a los más jóvenes; de caballeros y guerrilleros, señores e inquisidores… Pero poco a poco fue quedándose sólo en el antiguo bosque; sólo tenía algunos compañeros de su edad, casi tan grandes como él, que ya se sabían todas sus batallitas y además estaban un poco alejados y ni siquiera llegaban a escucharse. Sin embargo, le alegraba mucho la compañía de las ovejas y de los pocos humanos que quedaban en la zona que le respetaban mucho, aunque de vez en cuando le cortaran ramas y le quitaran bellotas para alimentar al ganado.

Pasaban los siglos y el gran Quercus Ilex iba notando el peso de la vejez. A veces, sobre todo cuando helaba mucho o hacía mucho calor, alguna rama gorda se le rompía y su copa iba perdiendo grandiosidad, pero no le importaba porque esa rama, en el suelo, pronto se convertía en el hogar de muchos insectos que le animaban con sus revoloteos y colores.

Los frutos de Quercus Ilex. Autor, M. Teruel

Los frutos de Quercus Ilex. Autor, M. Teruel

Cuando el gran Quercus Ilex cumplió 550 años, el Campo de Montiel se fue quedando sin pobladores y sin ganado y pensó que se quedaría muy sólo al final de su vida. Ya no escuchaba las conversaciones de los humanos, ni sus risas, ni sus quejas, aunque tenía el alboroto de varias familias de pico picapinos que nadie sabe cómo habían llegado hasta aquí y que tenían su casa en la parte más alta de las ramas. Y por las noches venían a visitarle el zorro y el gato montés. Bueno, y algún viejo jabalí que se rascaba en su tronco y le hacía cosquillas.
Un día, hace unos 20 años, de nuevo el Quercus Ilex escuchó muchas voces. Voces de niños y mayores que le rodeaban, le abrazaban y se quedaban mirándole con la boca abierta.
Desde entonces, nunca más ha echado de menos a los humanos. Todos los días escucha las palabras de admiración y cariño de personas que vienen a verle desde todas partes del país y aunque ya nota la debilidad de sus más de 600 años, el gran Quercus Ilex es uno de los árboles más felices de La Mancha.

Detalle de Acacia de tres espinas. Castillo de Montizón

Detalle de Acacia de tres espinas. Castillo de Montizón. Autor, Antonio Bellón

Si necesitáis respirar aire puro y un poquito de ecoturismo por Ciudad – Real, os recomiendo visitar los siguientes árboles y arboledas monumentales del Campo de Montiel, por su porte y por su valor paisajístico:
– Los magníficos y raros ejemplares de acacia de tres espinas, a los pies del castillo de Montizón. Perfectamente adaptadas al entorno y a las condiciones de nuestro clima.
– La encina del cortijo de El Toconar, en Almedina, varias veces centenaria.
– Las sabinas centenarias en el entorno de la Laguna Blanca, en Villahermosa. Muy valiosas por su antigüedad y belleza estética, con ramas atormentadas por la climatología.
– La encina centenaria de bellotas comestibles, grandes como castañas, de Los Monegrillos, en Fuenllana. Y algo más lúgubre, el ciprés centenario de su cementerio.
– Los nogales centenarios junto a los Ojos de Montiel.
– El olmo de Albaladejo, mencionado en el Quijote.
– El viejo álamo blanco junto a la Laguna Redondilla y la majestuosa noguera de San Pedro, en las Lagunas de Ruidera.
– Los grandes pinos carrasco de la finca de Cañas en Villanueva de los Infantes.
– Las encinas adehesadas centenarias en el Pozo de la Serna.
– Las choperas de chopo lombardo de Cañamares, en Villahermosa.
– Y por último la gran higuera que ha colonizado toda la aldea de Torres.

La Laguna Blanca de Villahermosa con las sabinas al fondo. Autor, Miguel Andújar

La Laguna Blanca de Villahermosa con las sabinas al fondo. Autor, Miguel Andújar

Encina de Los Monegrillos. Fuenllana. Autor, Salvador Dueñas

Encina de Los Monegrillos. Fuenllana. Autor, Salvador Dueñas

Nogales en Ojos de Montiel. Autor, Julián J. Valverde

Nogales en Ojos de Montiel. Autor, Julián J. Valverde

Pinos carrascos de Cañas. Autor, Julián J. Valverde

Pinos carrascos de Cañas. Autor, Julián J. Valverde

Por los campos del Pozo de la Serna. Autor, Antonio Bellón

Por los campos del Pozo de la Serna. Autor, Antonio Bellón

Chopos lombardos en Cañamares

Chopos lombardos en Cañamares. Autor, Antonio Bellón

Noguera Ruidera
Noguera de San Pedro junto a la ermita de San Pedro. Lagunas de Ruidera dentro del término de Ossa de Montiel. Autora, Yoyi Ca

Encina de El Toconar. Autor, Entreviñas Villanueva de los Infantes

Encina de El Toconar. Autor, Entreviñas Villanueva de los Infantes

Si queréis descubrir esta maravillosa tierra, os proponemos vivir estas experiencias con www.sabersabor.es

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Un artículo de Antonio Bellón Márquez
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Fotografía de portada: Encina milenaria. Autor, Luis Fernández

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El castillo de Montizón. Por tierras de Jorge Manrique

castillo de Montizon Campo de Montiel Villamanrique

Hacía mucho tiempo que alentábamos el deseo de visitar el castillo de Montizón, Mons Mentesanus, cuando romano, y Montixon, cuando árabe. Algo así como una extraña admiración romántica, por aquella grande y recia fortaleza, en la que acaso Jorge Manrique, señor de Villamanrique, escribiera sus famosas Coplas, ya que es probado que moró en ella algún tiempo.
Sirvan estas líneas para alentar en lo posible vuestra visita.

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Campo de La Mancha, campo de Montiel. Autora, Alba Casals

Ha mediado el otoño, verdadera primavera de La Mancha. Es un día tan azul y tan diáfano que asemeja el cielo una fiesta de añil y de luz. La gran patena del sol expande sobre los campos sus hostias de oro. Y el campo se esponja bajo la caridad tibia y placentera.
Allá en la distancia, un sembrador arroja la dorada bendición del trigo, en espera de que el agua obre el milagro germinador.
Una mano invisible y despiadada va pelando implacable la fronda de las vides.
Por entre el verde plata de los olivos asoman a centenares las perlas negras de las aceitunas.

Timpano iglesia de Villamanrique. Autor, César del Pozo

Tímpano de la iglesia de Villamanrique. Autor, César del Pozo

Clavadas el horizonte aparecen las casas de Cózar. Sobre el pardo de la tierra, el pardo de los tapiales. Y sobre éstos, la parda montera de los tejados y las negras pipas de las chimeneas. Cózar, como tantos otros lugares españoles, está esperando de Dios lo que los hombres le niegan. Adormecido al sol, sobre una loma, le dejamos atrás.
Un poco más allá, Torre de Juan Abad nos sale al paso. La sombra del insigne don Francisco de Quevedo llena el pueblo. Aún resuenan por las calles las pisadas patizambas y el golpear del toledano estoque del formidable escritor, que gran señor fuera de la villa.
Hemos llegado hasta Villamanrique, cruce estratégico de caminos y escenario auténtico del Quijote de Cervantes. Desde el pueblo al castillo hay un camino estrecho y bacheado, de difícil tránsito para nuestro coche.

Por fin en el castillo

Entrada al castillo de Montizón

Desde el camino no se divisa el castillo, oculto tras altas lomas. Es sólo estando encima cuando nos muestra la fortaleza los recios dientes de sus almenas, que fingen un bostezo interminable. Ni foso, ni rastrillo, ni poterna, ni puente levadizo, ni gente de armas nos vedan el acceso, cual seguro sucediera allá en los tiempos de que fuera su señor.
Ni ha sonado tampoco en la alta torre la trompa del atalaya, anunciando la llegada de gentes extrañas al alcaide de la fortaleza.
Sólo guardan la entrada, en estos tiempos, dos tremendos mastines, que al divisarnos, ladran furiosamente, con canina y tozuda obstinación.

En el interior del Castillo

En el interior del castillo

Penetramos al fin en la mansión guerrera irrumpiendo en su amplia plaza de armas; espaciosas salas castellanas, antaño adornadas de ricos tapices y muebles severos; la vieja capilla de la fortaleza, en que los caballeros de Santiago elevaron sus preces al cielo pidiendo la victoria; la gallarda torre del homenaje; el salón de honor, lugar de fiestas en un ayer remoto; las lóbregas mazmorras, en las que gimieran cautivos; la espaciosa cocina, en que hubiese cabido holgadamente el entero novillo de las Bodas de Camacho
Desde una alta ventana, en que la castellana llorara ausencias en otro tiempo, contemplamos, brillante bajo la llama del sol, el curso del Guadalén. El brazo de acero del río defiende las rocas, en que asienta el castillo su imponente mole.
El paisaje se cierra hacia el norte por cerros y onduladas lomas, que forman el escalón de la meseta manchega. Y hacia el sur se abre, siguiendo el camino que marca la estela de cristal del río, en su marcha hacia el Guadalimar, del que es tributario. Siguiendo este estrecho valle subirían, desde Andalucía, las tropas moras. Y por él bajarían, sin duda alguna, las nobles cabalgadas santiaguesas, en los duros tiempos de la Reconquista.

Paisaje en el Guadalén. Autor, Pedro Castellanos Triviño

Paisaje en el Guadalén. Autor, Pedro Castellanos Triviño

Montizón es el hito gigante que marca la linde de los campos de Castilla y las tierras andaluzas.
Ya ni pajes, ni escuderos, ni ballesteros, ni heraldos, ni hombres a caballo, ni gentes de la mesnada del castellano señor – Jorge Manrique, que luchando por su reina halló la muerte en Garci-Muñoz -, animan con sus voces y su marcial estruendo la plaza de armas.
Ni se escucha el sonar de tambores y trompas de guerra.
Ni fulguran al sol los aceros de las armaduras.
Ni pretenden clavarse en el cielo las lanzas.
Ni relinchan los nobles corceles presagiando la dura pelea.
Ni entre las almenas asoman las damas despidiendo al guerrero que marcha al combate.
Ni se escuchan las dulces canciones de los trovadores al pie de la torres.
La época gloriosa de los caballeros y las castellanas “pasó como pasa, bajo el puente, el río”.
Sobre su peñón cimero, negra verruga de piedra, el castillo duerme su sueño eterno.

Aquel de buenos abrigos,
Amado por virtuoso de la gente,
el maestre don Rodrigo Manrique,
tan famoso y tan valiente

Al atardecer

Al atardecer


Un artículo de Antonio Bellón Márquez para sabersabor.es ©

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Don Pedro I: el rey Cruel y Justiciero

Pedro I el Cruel

«Revisando la historia española podemos observar gran diversidad de apelativos o sobrenombres con que reyes o reinas han sido bautizados por sus contemporáneos o por las generaciones sucesivas: Alfonso X ‘El Sabio’, Fernando III ‘El Santo’, Carlos III ‘El Malo de Navarra’, Enrique II ‘el de Las Mercedes’, Pedro ‘El Ceremonioso’, Alfonso V ‘El Magnánimo’, Martín I ‘El Humano’, o Isabel y Fernando ‘Los Reyes Católicos’ son buena muestra de ello, pero solo hay un rey don Pedro (Burgos, 1334 – Montiel, La Mancha, 1369) en el que convergen dos sobrenombres contradictorios y complementarios: Cruel y Justiciero. La polémica sobre qué imagen del rey don Pedro es la más acertada ha hecho correr ríos de tinta a numerosos historiadores. Esto ha convertido al monarca en una figura literaria de primer orden, propiciando que historia y ficción se vean mezcladas. Realidad y fantasía con el rey don Pedro como protagonista y galán».

COGOLLUDO

Vista aérea de Montiel y el castillo de la Estrella. Autor, Cogolludo

«Don Pedro es –no cabe duda– el rey cruel que López de Ayala retrató en su Crónica, pero también es, por otra parte, el rey justo con que le caracterizaron sus seguidores. Son para muchos, dos apelativos interrelacionados y nada contradictorios que responden a actuaciones concretas del monarca».
Para unos, sus detractores, resalta el carácter despótico e irascible del monarca y harto violento con los nobles y con su propia esposa doña Blanca de Borbón, a la que confinó por el resto de sus días. Entre sus víctimas figuran don Fadrique su hermanastro, Maestre de la poderosa Orden Militar de Santiago; don Juan y don Pedro también hermanastros asesinados en el castillo de Carmona; Garcilaso de la Vega; Abu Said, el rey Bermejo y un sinfín de nobles y caballeros. Además le achacan a don Pedro cierta decadencia moral por su especial protección a los judíos y musulmanes.
Para otros, sus partidarios, la polémica actuación del rey don Pedro durante los diecinueve años de su reinado es explicable debido a la compleja época histórica que heredó, pues desde Sancho IV, Fernando IV y Alfonso XI los monarcas tuvieron enconada pugna con la levantisca nobleza castellana. El rey Pedro I enseguida pidió cuentas de sus fortunas a algunos nobles y privados y esto creó incomodidad y rechazo hacia su persona. Para estas labores tuvo como tesorero real a Samuel Leví, judío. Y al mismo tiempo, Pedro I, vendió como esclavos a los judíos de Jaén para condonar la deuda contraída con los moros granadinos por su ayuda militar, lo que denota la conducta oscilante del monarca según los problemas que le acontecían o dependiendo de los consejos de su Corte.

acusticalennon

Iglesia de San Sebastián. Montiel. Autor, Acusticalennon

Cruel y Justiciero. Nadie puede negar que Pedro I actuó con extrema dureza en su lucha contra los grandes señores de la nobleza y contra los de su propia sangre. Pero no hizo nada distinto al otro bando, salvo perdonarle la vida varias veces a ese mismo hermano que fue su verdugo. Enrique, el responsable de introducir el apelativo de cruel en las crónicas, fue llamado a la posteridad ‘El Fratricida’. Un apodo igual de crudo que el de su hermano. Ambos, no obstante, mataron a hermanos y mostraron inusitados grados de violencia, incluso para el belicoso Reino de Castilla, durante la guerra que les enfrentó. Ambos pudieron recibir el apodo de su contrincante de ser otros los cronistas.
Fue la Historia, que la escriben los ganadores, la que puso la etiqueta a su conveniencia. Así, no es casualidad que Isabel ‘La Católica’, también enfrentada al poder de los grandes nobles, que hacían y deshacían a su antojo durante su reinado, fuera la primera en censurar el apelativo de ‘El Cruel’. Como tampoco lo es que Felipe II –quien encerró a la princesa de Éboli, de la poderosa Casa de los Mendoza, y desterró a Fernando Álvarez de Toledo, de la no menos poderosa Casa de Alba, a Uceda (Guadalajara) en el transcurso de un mismo año– insistiera en que Pedro volviera a ser ‘El Justiciero’.

«Soy don Pedro el Justiciero,
No soy don Pedro el Cruel,
Y aquí me hallo en Montiel
Por auxilio de Toledo.
De mis caballeros quiero,
Vengan todos a esta villa
Para luchar por Castilla.
A Enrique debo matar,
Él se ha hecho coronar
Para usurparme la silla»

Atardecer en La Mancha. Autora, Marian FF

Atardecer en La Mancha. Autora, Marian FF

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Textos extraídos de la obra:
‘Ni quito ni pongo rey’.
Pacheco Sánchez, Emilio. Ed. Biblioteca de autores manchegos. Dip. de Ciudad – Real, 2010.

Bibliografía:
– ‘Pedro de Castilla: la leyenda de doña María Coronel y la muerte de don Fabrique’. Tubino, Francisco Mª (1887). Madrid: Sevilla: Imprenta de «La Andalucía»
– ‘Pedro I el Cruel y Enrique de Trastámara’. Valdeón Baruque, Julio (2002). Madrid: Santillana Ediciones Generales, S.L.