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10 curiosidades sobre el esparto, la fibra olvidada.

curiosidades sobre el esparto, la fibra olvidada

Si ya el erudito romano Plinio el Viejo describía con todo detalle la manera de recoger, tratar y usar el esparto, es fácil de entender por qué en tiempos menos remotos (s. XVIII hasta la mitad del s. XX) la vida doméstica y agrícola giraba en torno a esta gramínea reseca. Una gran riqueza como la sal o la lana, caída en desgracia con nuestra modernidad.
Aquí os relatamos algunos datos curiosos e historias interesantes sobre esta planta.

1. El esparto es una planta herbácea que puede alcanzar el metro de altura. Las hojas, enrolladas en tubitos alargados para evitar la transpiración, son picudas y duras, y se agrupan en macollas (la atocha).

2. La palabra esparto proviene del griego antiguo y significa cuerda. El vocablo atocha, voz hispanorromana, invoca la mata.

3. ¿Por qué interesa ecológicamente? De todo el matorral, el esparto es una de las plantas más resistentes a la sequía, incluso en solana. Su copa ancha (50 cm) reduce la evaporación del agua y sus hojas muertas sirven de esponja, regulando el paso de la lluvia al suelo. Además, la cohesión de este matorral limita la erosión superficial.

Artes de esparto. Autor, Angel Abril Ruiz

Artes de esparto. Autor, Angel Abril Ruiz

4. El nombre científico Stipa tenacissima delata su resistencia a las inclemencias.

5. Es una planta propia de ambientes esteparios como los de la meseta española, y le gusta los suelos carbonatados como los del entorno de las Lagunas de Ruidera. En Europa su repartición es esencialmente ibérica (centro, sur y este de la península), con un reducto en Italia. En África, de Marruecos a Egipto, es muy común.

6. Florece de marzo a junio y se recolecta entre julio y agosto.

7. Cuando el esparto no muestra sus flores, se puede confundir con otra planta también esteparia, el albardín o esparto basto (Lygeum spartum). Pero este último prefiere los suelos más salinos, muy comunes en los humedales manchegos y costeros. La flor del esparto forma un penacho alargado mientras que la del albardín es más discreta.

Recogiendo esparto. Autor, www.galaxiarural.wordpress.com

Recogiendo esparto. Autor, www.galaxiarural.wordpress.com

8. Desde antes de los romanos, la recolección y cultivo de esta fibra ha tenido gran importancia en la economía de muchos hogares españoles. La manera de cosecharlo, arrancando sus hojas con la ayuda de un palo corto (la cogedera) apenas ha cambiado desde la descripción pormenorizada de Plinio en el siglo I de nuestra era.
El hombre ha sabido encontrarle multitud de aplicaciones como producto bruto, en la construcción como escayola armada por su gran resistencia o en la industria papelera por su alto contenido en celulosa, y como producto manufacturado en las labores cotidianas. A partir de la fibra secada al solo durante 40 días, se hilaban sogas y cintas de varios metros de longitud, para elaborar luego útiles de lo más variopintos: alpargatas, alforjas, cubiertas para garrafas, soplillos, esteras y esterillas, serones o posones, cinchos para quesos, capachos…

9. En época de Plinio el Viejo, los campesinos fabricaban camas, antorchas, calzado y vestidos con esparto, pero no se podía cuantificar la producción. Sólo en el siglo pasado la industria papelera se fija en su valor y el recién creado Servicio Estatal del Esparto empieza a contabilizar la explotación. En 1951 se llegaron a recolectar 132.206 toneladas, de las cuales el 45 % se destinaba a la fabricación del papel y el 33 % a la yutería.

10. En los años 20 – 40, la mayor parte de los vecinos de Ruidera tenían alguna relación con el esparto. Los años dorados llegaron entre 1940 y 1958, con la comercialización del espartal bruto y tomiza. Hasta diez carros diarios llevaban las faenas a los pueblos circundantes.
La quiebra del principal comprador motivó el abandono de la actividad y la emigración de muchos ruidereños.

El ocaso del esparto. Autor, MFley

El ocaso del esparto. Autor, MFley


Si queréis conocer todos los secretos del Parque Natural de las Lagunas de Ruidera, os proponemos vivir esta experiencia: Ruidera, el oasis de La Mancha


Bibliografía:
– Bañón, M. C. 2010. El Campus Spartarius romano. ¿Una herencia púnica administrada por Roma? Cuadernos Albacetenses 14. Instituto de Estudios Albacetenses «Don Juan Manuel».
– García Hotal, J.A. 2007. Fibras papeleras
– Revelles, L. y Sánchez, P. 1999. Esparto, una planta en el olvido. Cuadernos de Historia Local, Puerto Lumbreras (Murcia).

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Ruidera. Un oasis en mitad de España.

lagunas de ruidera

Más allá de las poéticas descripciones cervantinas, las lagunas de Ruidera, enclavadas en el Campo de Montiel, forman el parque natural más interesante de Castilla – La Mancha. Sus excepcionales paisajes dominados por el agua y el verde, contrastan con el entorno seco en que se insertan.
Un rosario de bellas lagunas de origen cárstico, y que en conjunto constituyen todo un espectáculo para los sentidos, además de una curiosidad ecológica y geológica de primer orden tanto en España como en todo el ámbito europeo.

Disponeos a descubrir este auténtico oasis de la llanura manchega.

Ruidera. Autor, Dan

Pura vida, Ruidera. Autor, Dan

El origen de este sistema húmedo es el afloramiento en la superficie de corrientes de agua subterráneas procedentes del circundante Campo de Montiel. Cada laguna de este singular espacio natural, protegido bajo la figura de parque natural, está separada de la siguiente por barreras y terrazas, lo que da al conjunto un peculiar atractivo. Pero la especial belleza de Ruidera está en el intensísimo color de sus quince lagunas: unas veces azul turquesa, otras verde cristalino, más propio de la idea que todos tenemos de lugares exóticos y tropicales. La sensación del visitante al ver estas particulares tonalidades de las aguas es de total irrealidad.
Además, al ser el terreno calizo, algunas lagunas han disuelto literalmente las orillas en las que se asientan y se han ido hundiendo poco a poco. Como testigos de la primitiva altura que alcanzaban quedan sobresalientes cornisas asomadas sobre las aguas, cuya parte inferior, blanqueada por la cal del terreno, refleja los espectaculares colores.

Sabina albar. Autor, acusticalennon

Sabina albar. Autor, acusticalennon

La vegetación predominante alrededor de las lagunas es la palustre. Una orla de carrizo y enea rodea muchas de ellas, formando una muralla impenetrable, mientras que en las laderas cercanas abundan las encinas y la vegetación mediterránea.
También son frecuentes las sabinas y enebros de gran tamaño. La sabina albar (Juniperus thurifera) es un árbol reliquia de otros tiempos, adaptado para soportar condiciones climatológicas extremas de temperaturas muy altas en verano y muy bajas en invierno, además de una pluviosidad muy escasa. La frugal sabina es capaz de prosperar en estas condiciones, aunque su crecimiento es muy lento. Debido a la dureza del medio en el que crece, el sabinar siempre forma manchas discontinuas, puesto que si los árboles estuviesen muy juntos no podrían desarrollarse bien.
Las sabinas de Ruidera, de buen porte, son centenarias. Estrictamente protegidas.

Aguilucho lagunero. Autor, Francisco Montero

Aguilucho lagunero. Autor, Francisco Montero

La fauna dominante en Ruidera son las aves acuáticas: ánades reales, patos colorados, porrones, fochas, cercetas y garzas nidifican entre los cañaverales o se acercan aquí a pasar el invierno o a descansar durante sus viajes migratorios. La gran extensión de la superficie acuática da cobijo también a una ictiofauna en la que sobresalen la boga, el barbo y la carpa, además del lucio y del black-bass, voraces especies foráneas introducidas con fines pesqueros.
Sin embargo, la especie reina de las lagunas es el escaso aguilucho lagunero (Circus aeroginosus). Esta rapaz es de gran belleza: en el macho dominan los tonos blanquecinos en su parte inferior, mientras que la hembra es inconfundible por su color chocolate y las manchas color crema que presenta en la cabeza y en los “hombros” de las alas.
Este águila de tamaño mediano es una especialista en la caza por sorpresa entre los cañavelares. Sobrevuela las masas de carrizos y eneas a la búsqueda de presas (pequeños mamíferos, aves acuáticas, reptiles…). De repente, cuando localiza algo interesante, se para y se lanza para capturar a su víctima.
En los montes cercanos habitan los jabalíes, los zorros, los conejos, las liebres y las aves rapaces, mientras que en los cultivos de secano de los campos circundantes subsiste una importante población de aves esteparias, entre las que destacan la perdiz y la avutarda, una de las mayores aves españolas.

ruidera. Autor, Frankeke Oteo

El mar de La Mancha. Autor, Frankeke Oteo

El parque natural de las lagunas de Ruidera abarca una extensión cercana a las 4000 hectáreas que protege el conjunto lagunar, así como el cercano embalse de Peñarroya. Y alberga otra una importante sorpresa que hará las delicias de los amantes de Cervantes: la cueva de Montesinos, citada expresamente en “Don Quijote de La Mancha”. A decir verdad, todo el entorno de este oasis está lleno de puntos que evocan las hazañas del Caballero de la Triste Figura.
En el famoso libro, Miguel de Cervantes escribió en el siglo XVII que el origen de esta zona lacustre se debe al encantamiento de la Dueña de Ruidera, una legendaria dama.
Volviendo a la cueva de Montesinos, Don Quijote la eligió para retirarse a reflexionar una temporada, pero tuvo la mala pata de caerse por ella y quedar maltrecho.
Por supuesto, la cueva es visitable, pero es aconsejable llevar linternas y calzado adecuado a prueba de resbalones, si no se quiere seguir la suerte del famoso hidalgo.
Sin embargo, si se quieren conocer a fondo estas profundidades, lo mejor es contratar una visita guiada con sabersabor.es. Con ellos es posible evocar perfectamente la atmósfera cervantina de la cueva, descubriendo las formas que el agua ha modelado en las paredes de la gruta: la cara de Don Quijote, la cabeza del cocodrilo, la figura de la Virgen, el Belén, la Teta de la Vaca… y la secreta “cámara el tesoro”, una pequeña sala de la cueva cuyo techo está recubierto de brillantes capas de cuarzo. El fondo de la cueva está ocupado por un lago de azuladas aguas cristalinas.
Todo un placer para los sentidos.

Entrada a la cueva de Montesinos. Autor, Victor Díaz

Entrada a la cueva de Montesinos. Autor, Victor Díaz


Un artículo de Antonio Bellón Márquez


Si queréis conocer todos los secretos de este lugar único e inigualable, os propongo vivir esta experiencia: Ruidera, el oasis de La Mancha 

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Hacia un Turismo Sostenible

Determinados lugares de España están catalogados dentro de las zonas del mundo con mayor presión turística, sobre todo en los últimos años en los que circunstancias económicas y sociales han favorecido un incremento antes nunca visto.
Si bien este hecho supone un notable beneficio mercantil para algunas economías locales, hay que considerar sus consecuencias sobre el patrimonio natural y cultural de las zonas receptoras de visitantes.
Los principales impactos sobre el medio pueden resumirse en:
• Cambios en los usos del suelo para crear las infraestructuras necesarias de alojamiento, transporte, gestión de residuos, etc. Esto genera la destrucción directa de ecosistemas, la fragmentación de otros, contaminación y la pérdida general de biodiversidad a menudo de forma irreversible.
• Mayor demanda de recursos, a menudo ya limitados, como el agua y el suelo, provocando graves situaciones de sobreexplotación, agravadas por la gran concentración de turistas en el tiempo y en el espacio.

Nuestras aguas

Nuestras aguas

Sin una buena gestión y planificación, este turismo puede provocar impactos adversos, no sólo sobre el medio, sino también sobre las poblaciones que lo acogen y sus valores culturales, hecho que a medio-largo plazo retraerá el número de turistas por la falta de atractivo del destino y la creciente demanda de calidad medioambiental.
Por esta razón, desde la Conferencia Mundial de Turismo Sostenible, celebrada en Lanzarote en 1995, gobiernos, organizaciones internacionales y agentes turísticos reconocen la necesidad de implementar una gestión exigente que minimice los impactos negativos sin mermar los beneficios.
De ella nace la Carta del turismo sostenible, conocida como Carta de Lanzarote, redactada por los asistentes a la Conferencia, que se considera el primer documento de referencia sobre esta actividad.
Reconoce el turismo como necesario y enriquecedor para el desarrollo de los pueblos, pero también como una actividad ambivalente, dado que puede aportar grandes ventajas en el ámbito socioeconómico y cultural, y al mismo tiempo contribuye a la degradación medioambiental y a la pérdida de la identidad local, por lo que debe ser abordado desde una perspectiva global.
Siendo el turismo un potente instrumento de desarrollo, puede y debe participar activamente en la estrategia del desarrollo sostenible y debe gestionarse de forma que se garantice la perdurabilidad de los recursos de los que depende.

Nuestros pueblos

Nuestros pueblos

Aplicando pues al sector turístico el principio de Desarrollo Sostenible, podríamos definir el turismo sostenible como aquel que satisface las expectativas económicas y las exigencias ambientales, respetuoso con el medio natural, cultural y social, y con los valores de las poblaciones receptoras, que potencia el intercambio de experiencias entre residentes y visitantes, y repercute los beneficios de forma justa y equitativa.
En este contexto los espacios rurales y naturales se conforman como los nuevos escenarios del turismo sostenible, acuñándose diferentes términos para designarlos: turismo rural, ecoturismo, turismo verde, turismo de naturaleza, turismo ornitológico, turismo solidario, turismo responsable,…..y así un buen número de denominaciones que encierran contenidos similares aunque con diferentes matices y modalidades, desde la puramente placentera, hasta la interpretación y didáctica del paisaje, pasando por las actividades deportivas y de aventura en el medio natural.
«Ecoturismo, turismo sostenible, turismo ambientalmente responsable, son términos definidos por una misma esencia: son modalidades de turismo no extractivas, en las que el poblador local pasa de ser un elemento decorativo a ser actor de su propio destino; en las que la naturaleza pasa de ser una mina de recursos finitos a ser una compañera de viaje de la industria turística; y esta cuida el medio ambiente por compromiso ético, por inteligencia económica y por razones de mercado”. De Juan (1994).

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Nuestros campos. Autor, M. Moraleda

La potenciación y gestión de un turismo rural y natural, sea cual sea su modalidad, es un importante reto y debe hacerse de forma muy fina ya que se desarrolla en áreas de gran fragilidad. El actual auge, relacionado con una nueva perspectiva comercial y con el agotamiento del modelo de turismo de sol y playa, debería ser contenido y regulado para no caer en los errores y fatales consecuencias del modelo de costa.
Bien administrado globalmente, pone en valor el patrimonio social, cultural y natural de comarcas rurales afectadas gravemente por el despoblamiento, cuando no por el abandono, posibilitando importantes recursos económicos directos (alojamiento, restauración, comercio local, guías…) que fijan población al crear nuevos puestos de trabajo; diversificando y dinamizando el desarrollo rural, y fortaleciendo acciones e iniciativas de conservación.
En todo ello juegan un papel destacado las empresas turísticas y los propios turistas que deberán asumir un código ético para cumplir con los fines que lo definen, garantizando que los atractivos y valores ecológicos se perpetúen en el tiempo sin degradarse y que las modalidades sean acordes con la vocación y limitaciones del territorio.

Nuestros bosques

Nuestros bosques

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Un artículo de Antonio Bellón Márquez
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Tras la huella de los caballeros de la Orden de Santiago

Tras la huella de los caballeros de la Orden de Santiago

Recorrer la distancia que media entre Villanueva de los Infantes y Castellar de Santiago bajando hasta la linde de Sierra Morena es transitar por un territorio preñado de historia e historias, entre las que no podían faltar las aventuras y desventuras de nuestro buen Don Quijote. Y aunque nunca se sabe si estuvo o dejó de estar por algún lugar concreto de esta Mancha imaginada, no parece aventurado situar no lejos de estas tierras la aventura de los batanes, la conquista del yelmo de Mambrino, la liberación de los galeotes y el retiro penitencial a la Peña Pobre cual nuevo Beltenebros.
Hoy viajaremos desde Villanueva de los Infantes hasta los confines manchegos de Sierra Morena. Lo abrupto de las quebradas zonas montañosas meridionales se equilibrará con la dulce campiña dominada por el olivo.
Comenzamos.

Santuario de Ntra. Sra. de la Antigua. Villanueva de los Infantes. Autor, Pablo G. Sarompas

Santuario de Ntra. Sra. de la Antigua. Villanueva de los Infantes. Autor, Pablo G. Sarompas

Dejar a la espalda Villanueva de los Infantes es tarea costosa: tal es la acumulación de arquitecturas poderosas, la trabazón de historias, el eco de anécdotas, con aquel Caballero del Verde Gabán, cuya casa permanece y amablemente enseñan.
En nuestro camino hacia Torre de Juan Abad, divisamos Almedina (“la fortaleza”), patria del magnífico pintor renacentista Fernando Yáñez de la Almedina, y levantada por los musulmanes tras la destrucción de Mentesa, en la vecina Villanueva de la Fuente, con el fin de anclar un bastión defensivo frente al creciente empuje cristiano de los caballeros de Santiago. Nos cuentan que por esta villa alargada, pasó Enrique de Trastámara antes de la entrevista asesina en Montiel. Pero esta es otra historia.

Fuente de Almedina. Autora, Noemí León Albert

Fuente de Almedina. Autora, Noemí León Albert

Retomamos la senda, sinuosa, con suaves pero prolongadas cuestas y un paisaje muy árido, entre pequeños cerros de laderas pobladas de olivos, que nos ofrecen algún alivio para la vista al menos, hasta entrar en Torre de Juan Abad, en tiempos, señorío de don Francisco de Quevedo y Villegas, ácido y genial escritor, y caballero de la orden de Santiago. Aquí pasó sus buenos años por motivo de alguna de las muchas persecuciones y querellas que sufriera a lo largo de su azarosa vida. Aquí enfermó, y desde aquí fue llevado a Villanueva de los Infantes para morir.
El talento crítico de Quevedo aún ronda la Torre de Juan Abad.

A la sombra de Quevedo. Autor, José David Pérez Fernández

A la sombra de Quevedo. Autor, José David Pérez Fernández

Nuestro camino enfila en dirección a Castellar de Santiago. A pesar de las huertas que distinguimos en las proximidades, lo cierto es que el paisaje que nos envuelve mantiene esa misma aridez hasta el momento en que nos plantamos frente al magnífico castillo de Montizón, a orillas del Guadalén. El paraje, por contraste, es de una extraordinaria belleza y la presencia de la fortaleza no hace sino subrayarla. El castillo, levantado por los musulmanes allá por el siglo XI, aguantó las correrías de Alfonso VIII al sur de la frontera del Tajo y el triunfo definitivo de las Navas de Tolosa sobre los almohades. El mismo Jorge Manrique llegó a ser comendador de Montizón, dándose la paradoja de que esta tierra disfrutara de dos de los mejores, y tan distintos, poetas de la lengua castellana.

Castillon de Montizón. Autor, Antonio Bellón

Castillo de Montizón. Autor, Antonio Bellón

Superado el castillo, entramos ya en las estribaciones de Sierra Morena y nos rodea un paisaje abrupto tamizado por viejas y nudosas encinas. El agradable aroma de la retama, las perdices que asoman a cada instante y la certeza de la existencia de jabalíes, nos mantienen atentos hasta llegar a Castellar de Santiago, donde reposaremos por hoy los cinco sentidos.

Vista de Sierra Morena desde los Campos de Montiel. Autor, Rufino Jiménez

Vista de Sierra Morena desde el Campo de Montiel. Autor, Rufino Jiménez

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Fotografía de portada: Paisaje en el Guadalén. Autor, Pedro Castellanos Triviño
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Galicia y su fiesta de Samaín. La noche celta de los difuntos

Samain noche de difuntos en Galicia

Como todos los años, la llegada del mes de noviembre marca el comienzo de una festividad muy especial, con multitud de manifestaciones populares en todos los rincones del país. Se trata del día de difuntos, la celebración cristiana consagrada a los fieles que ya no están con nosotros

El día de los difuntos, o de los muertos, sigue en el Santoral católico a la festividad de todos los Santos, y existe constancia escrita de que sus orígenes se remontan hasta mil años atrás, en los inicios del siglo XI d.C. Efectivamente, por aquella época la Orden Cluniacense se encontraba en plena expansión, y uno de los abades más influyentes de la casa principal, Odilon, decidió instaurar una jornada dedicada exclusivamente a orar por la salvación eterna de los difuntos: el día 2 de noviembre.

En sus comienzos se dirigía solo a los monjes fallecidos de Cluny, pero luego la Santa Madre Iglesia generalizó el rito, y lo hizo extensible a todos los fieles difuntos de la comunidad cristiana universal.

2. Acantilados en San Andrés de Teixido, cerca de Cedeira. Autor, User alma

Acantilados en San Andrés de Teixido, cerca de Cedeira

3. Cruceiro junto a Cedeira. Autor, Yann

Cruceiro junto a Cedeira

Sin embargo, pocos imaginan que la jornada de los fieles difuntos tiene en realidad unas raíces mucho más oscuras: en Galicia y en otras regiones de España, las fuentes se remontan incluso a épocas anteriores al propio nacimiento de Cristo. Cedeira, municipio de A Coruña situado en la desembocadura del río Condomiñas, en las Rías Altas, celebra todos los años por estas fechas una original fiesta de origen celta denominada Samaín.

Muchos estudiosos coinciden en señalar al Samaín como el origen de la mayoría de las tradiciones asociadas a los muertos, desde la propia festividad cristiana hasta otras manifestaciones hoy generalizadas por los cinco continentes, incluido el famoso Halloween de los disfraces y las calabazas con forma de calavera.

4. La noche de las calabazas. Autor, Freecat

La noche de las calabazas

La profunda religiosidad de las gentes de Cedeira y otros muchos pueblos gallegos ha dado siempre una gran importancia a la comunión con sus muertos. Hasta no hace mucho se pensaba que los difuntos visitaban por estas fechas las iglesias y ermitas donde se celebraban misas por su alma, mientras que en las casas era costumbre preparar alimentos a los parientes vivos, pero pensados como una manera de honrar a los muertos.

Las ánimas volvían así por un día a sus viejas moradas, para calentarse junto a la chimenea y comer en compañía de sus familiares vivos, alejando así la tristeza definitiva del camposanto. Herencia de un pasado ancestral, también resultaba frecuente prender una hoguera común con ramas de serbal o de tejo, consideradas antaño sagradas, para después utilizar este fuego en el encendido de todas las lareiras de la comunidad.

Durante el día de difuntos estaba absolutamente desaconsejado alejarse de la aldea, pues la relación de los vecinos debía hacerse únicamente entre ellos y sus antepasados.

5. Caballos cerca de Teixido. Autor, Guillenperez

Caballos cerca de Teixido

Y es que en Galicia la muerte se vive de una forma muy especial. Un cementerio gallego al uso estará siempre cerca del pueblo, puesto que resulta habitual que los vecinos se acerquen hasta allí para pasear y disfrutar de la tarde recordando a los ausentes. Se puede faltar a una comunión, a un bautizo o a una boda, pero en Cedeira y en general en toda Galicia, resulta muy grave no asistir al día de difuntos o a la misa de “cabo de año”.

La vida transcurría durante esta jornada en una calma sostenida, aunque no triste. Una jornada dedicada generalmente a las visitas y en la que las cuatro comidas diarias, o el tradicional consumo de castañas asadas, se hacía siempre en compañía de vecinos, familiares y amigos. La vuelta a casa para honrar a los muertos era hecho consumado, hasta el punto de publicarse esquelas en el que los datos del finado se acompañaban con un horario de autobuses: aquel que contrataba la familia para recoger a los allegados en las aldeas más distantes.

Es precisamente esta profunda sensibilidad hacia el mundo de los muertos la mejor muestra de la originalidad celta en Galicia, y por supuesto el legado más extendido del Samaín, una fiesta druídica que se remonta a los tiempos oscuros anteriores al cristianismo y a la cultura impuesta por los pueblos civilizados.

6. Misterio en el bosque gallego. Autor, Fondebre

Misterio en el bosque gallego

Olvidada casi por completo, la fiesta de Samaín comienza hoy a recuperarse y a celebrarse en un número creciente de parroquias. Los ancianos de localidades como Noia, Catoira, Cedeira, Muxía, Sanxenxo, Quiroga o Ourense todavía recuerdan una tradición coincidente con los días de Difuntos y Todos los Santos, y que consistía en la elaboración de feroces calaveras confeccionadas con una cubierta de calabaza: son los famosos melones, o calabazas anaranjadas de Cedeira; los calacús en las Rías Baixas, o los bonecas con remolacha en Xermade (Lugo).

En Cedeira la técnica era siempre la misma, y consistía en vaciar con gran paciencia las calabazas colocándoles después dientes de palitos y una vela encendida en el interior, con el fin de espantar a los malos espíritus en las noches de transición entre el verano y el oscuro invierno.

7. Hoguera. Autor, Gatogrunje

Hoguera para guiar a los difuntos

Era tradición antiquísima que los niños elaboraran sus calaveras de «melón» con aspecto terrorífico, colocándolas después en las esquinas o las ventanas para asustar a todo el vecindario, y en especial a chicuelos de barriadas vecinas o a las mujeres que volvían del rosario. Cualquier mal que anduviese merodeando por la aldea quedaba así conjurado y lejos del hogar. Claro que esta hortaliza solo pudo utilizarse a partir del siglo XVI, cuando fue transplantada a Europa con los primeros galeones procedentes de América. En la festividad más antigua del Samaín, las aldeas célticas utilizaban los cráneos de los enemigos vencidos en batalla para iluminarlos y colocarlos en los muros de los castros.

De este rito salvaje procede la tradición posterior de los cruceiros, las cruces de piedra  levantadas en las encrucijadas de numerosos bosques y despoblados gallegos. Los cruceiros se rodeaban de amontonamientos de piedras llamados milladouros, con una finalidad similar a la de las calaveras, y aún hoy existe entre viajeros y caminantes la costumbre de depositar allí una piedra y solicitar un deseo a los espíritus que rondan el lugar.

8. Cabo Ortegal. Autor, Adbar

Cabo Ortegal

El Samaín (en su origen gaélico, Samhain, que significa noviembre o “fin del verano”) se celebraba hace miles de años en todo el territorio celta hacia la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre, con motivo de la conclusión de la temporada de cosechas y la llegada del invierno.

Los druidas, sacerdotes paganos de los celtas, consideraban esta fecha como un momento perfecto para reverenciar a los ancestros que visitaban sus antiguas aldeas, y para ello se santificaban mediante ritos conducentes a lograr su intercesión. Fue en el siglo XIX cuando la tradición del Samhain se exportó a Estados Unidos a partir de países como Escocia e Irlanda, cuya población emigró en masa a Norteamérica a causa de las hambrunas que asolaron Europa a mediados de siglo.

Este es el origen del Halloween actual (término derivado de All Hallows’ Eve, ‘Víspera de Todos los Santos’), una fiesta reimportada después a nuestro continente en un intento de alienar nuestras tradiciones más arraigadas: precisamente aquellas que dieron origen y significado al rito actual de reverenciar a los muertos.

9. Playa de Lumebo, en el Ferrol. Rías Altas. Autor, Macintosh

Playa de Lumebo, en el Ferrol. Rías Altas

Durante la noche del 31 de octubre los druidas se desplazaban hasta los bosques más alejados y recogían bayas de muérdago, una planta parásita que crece en las ramas de los árboles. Para ello utilizaban cierta hoz especial, fabricada de un material sagrado y considerado símbolo de pureza en la tradición celta: el oro. Tras la recolección depositaban las bayas en un pequeño caldero, donde más tarde se efectuaría la cocción de pócimas curativas y mágicas destinadas, entre otras cosas, a las prácticas de adivinación.

Los vecinos acudían a los druidas para obtener pronósticos sobre aspectos tales como casamientos, la incidencia del tiempo o la suerte que había de depararles el futuro.

Se tiene constancia de un rito adivinatorio que ha sobrevivido hasta fechas recientes y que consistía, curiosamente, en “pescar” y pelar manzanas: para ello se sumergía una cantidad variable de estas frutas en un recipiente amplio, a fin de que cualquiera que quisiese probar suerte se acercara a atrapar alguna de ellas.

Aquella persona que lo lograse en primer lugar sería la primera de la aldea en casarse. Finalmente se procedía a pelar las manzanas en la creencia firme de que cuanto más larga fuera la mondadura, mayor sería la vida de quien la peló.

Samaín castañas asadas
Asando castañas

En la noche de difuntos, las hadas y los trasgos eran libres de deambular por los caminos y las inmediaciones de la aldea. Su magia ocasionaba un sinnúmero de daños debido a las peculiaridades de esta jornada, la cual no pertenece ni a un año ni al siguiente, y por tanto resulta ideal para sembrar el caos. Se atrancaban las puertas de las casas para evitar que nadie entrase pidiendo limosna, en especial si lo que pedían era comida, leche o sopa.

Algunos valientes se arriesgaban a abrir: de tratarse de un hada el hogar obtendría suerte y fortuna para el siguiente año; pero si el visitante era un trasgo las maldiciones se abatirían sobre la familia, y todo serían calamidades y desastres sin fin.

Al caer el día los druidas encendían hogueras en lugares específicos, para lo cual utilizaban ramas sagradas recolectadas en lo más profundo del bosque. Su función no era solo ahuyentar a los malos espíritus sino también guiar a los muertos en la oscuridad, a fin de facilitarles el camino a la aldea y participar en las honras preparadas por sus familiares.

Los vecinos solían disfrazarse con pieles y cabezas de animales para asustar o despistar a los espectros, en la creencia de que pasarían de largo al confundirlos con otras bestias. Y asimismo era tradición efectuar numerosos sacrificios de reses. Un acto, por otro lado, no necesariamente asociado a celebraciones de tipo místico, ya que entonces al igual que ahora la comunidad debía aprovisionarse de carne y de pieles para hacer frente a los duros meses de invierno.

11. Atardecer en el puerto de Cariño. Autor, Guillenperez

Atardecer en el puerto de Cariño

12. Hacia el día de difuntos. Autor. Roi Alonso

Hacia el día de difuntos

Más adelante, los ritos celtas encaminados al mundo de los muertos derivaron en Galicia hacia la tradición de la Santa Compaña. Según la leyenda, la comitiva de difuntos avanza durante esta noche en completo silencio y portando largos cirios encendidos, siendo necesario protegerse contra la maldición que supone toparse con ella: unos hacen como que “no la ven”, mientras otros recomiendan subirse a un cruceiro y esperar a que pase de largo.

Pero sin duda, nada hay más eficaz que evitar alejarse del hogar durante esas horas consagradas a los muertos. Un consejo ciertamente valioso, puesto que el que encabeza la comitiva es en realidad una persona viva, que ha sido condenada a portar una cruz delante de la procesión espectral, y que solo quedará libre cuando pueda traspasar su condena a otro… Dicho esto y sin ánimo de estropear la fiesta a nadie… ¡A disfrutar de la noche más tenebrosa del año!

13. Puesta de sol en Ortegal. Autor, Guillenperez

Puesta de sol en Ortegal

Un artículo de sabersabor.es©