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Tras la huella de los caballeros de la Orden de Santiago

Tras la huella de los caballeros de la Orden de Santiago

Recorrer la distancia que media entre Villanueva de los Infantes y Castellar de Santiago bajando hasta la linde de Sierra Morena es transitar por un territorio preñado de historia e historias, entre las que no podían faltar las aventuras y desventuras de nuestro buen Don Quijote. Y aunque nunca se sabe si estuvo o dejó de estar por algún lugar concreto de esta Mancha imaginada, no parece aventurado situar no lejos de estas tierras la aventura de los batanes, la conquista del yelmo de Mambrino, la liberación de los galeotes y el retiro penitencial a la Peña Pobre cual nuevo Beltenebros.
Hoy viajaremos desde Villanueva de los Infantes hasta los confines manchegos de Sierra Morena. Lo abrupto de las quebradas zonas montañosas meridionales se equilibrará con la dulce campiña dominada por el olivo.
Comenzamos.

Santuario de Ntra. Sra. de la Antigua. Villanueva de los Infantes. Autor, Pablo G. Sarompas

Santuario de Ntra. Sra. de la Antigua. Villanueva de los Infantes. Autor, Pablo G. Sarompas

Dejar a la espalda Villanueva de los Infantes es tarea costosa: tal es la acumulación de arquitecturas poderosas, la trabazón de historias, el eco de anécdotas, con aquel Caballero del Verde Gabán, cuya casa permanece y amablemente enseñan.
En nuestro camino hacia Torre de Juan Abad, divisamos Almedina (“la fortaleza”), patria del magnífico pintor renacentista Fernando Yáñez de la Almedina, y levantada por los musulmanes tras la destrucción de Mentesa, en la vecina Villanueva de la Fuente, con el fin de anclar un bastión defensivo frente al creciente empuje cristiano de los caballeros de Santiago. Nos cuentan que por esta villa alargada, pasó Enrique de Trastámara antes de la entrevista asesina en Montiel. Pero esta es otra historia.

Fuente de Almedina. Autora, Noemí León Albert

Fuente de Almedina. Autora, Noemí León Albert

Retomamos la senda, sinuosa, con suaves pero prolongadas cuestas y un paisaje muy árido, entre pequeños cerros de laderas pobladas de olivos, que nos ofrecen algún alivio para la vista al menos, hasta entrar en Torre de Juan Abad, en tiempos, señorío de don Francisco de Quevedo y Villegas, ácido y genial escritor, y caballero de la orden de Santiago. Aquí pasó sus buenos años por motivo de alguna de las muchas persecuciones y querellas que sufriera a lo largo de su azarosa vida. Aquí enfermó, y desde aquí fue llevado a Villanueva de los Infantes para morir.
El talento crítico de Quevedo aún ronda la Torre de Juan Abad.

A la sombra de Quevedo. Autor, José David Pérez Fernández

A la sombra de Quevedo. Autor, José David Pérez Fernández

Nuestro camino enfila en dirección a Castellar de Santiago. A pesar de las huertas que distinguimos en las proximidades, lo cierto es que el paisaje que nos envuelve mantiene esa misma aridez hasta el momento en que nos plantamos frente al magnífico castillo de Montizón, a orillas del Guadalén. El paraje, por contraste, es de una extraordinaria belleza y la presencia de la fortaleza no hace sino subrayarla. El castillo, levantado por los musulmanes allá por el siglo XI, aguantó las correrías de Alfonso VIII al sur de la frontera del Tajo y el triunfo definitivo de las Navas de Tolosa sobre los almohades. El mismo Jorge Manrique llegó a ser comendador de Montizón, dándose la paradoja de que esta tierra disfrutara de dos de los mejores, y tan distintos, poetas de la lengua castellana.

Castillon de Montizón. Autor, Antonio Bellón

Castillo de Montizón. Autor, Antonio Bellón

Superado el castillo, entramos ya en las estribaciones de Sierra Morena y nos rodea un paisaje abrupto tamizado por viejas y nudosas encinas. El agradable aroma de la retama, las perdices que asoman a cada instante y la certeza de la existencia de jabalíes, nos mantienen atentos hasta llegar a Castellar de Santiago, donde reposaremos por hoy los cinco sentidos.

Vista de Sierra Morena desde los Campos de Montiel. Autor, Rufino Jiménez

Vista de Sierra Morena desde el Campo de Montiel. Autor, Rufino Jiménez

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Fotografía de portada: Paisaje en el Guadalén. Autor, Pedro Castellanos Triviño
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De paseo por las Lagunas de Ruidera

visita-guiada-Ruidera-y-Peñarroya-turismo-de-naturaleza-y-cultural-Argamasilla-de-Alba

Tan largo como interesante resulta para el viajero excursionista la Ruta de Don Quijote. Poblaciones de densidad histórica y monumental poco común; paisajes hermosos cuajados de viñedos, el cultivo que mejor define el presente manchego; poblaciones pequeñas pero llenas de encanto; iglesias ante las que hay que quitarse el sombrero, y sólidas referencias quijotescas. Pocos lugares aparecen tan definidos en El Quijote como algunos de los que conoceremos en esta ruta.
Si Cervantes dejó un velo de ambigüedad –quizá para complicar la vida a los críticos- sobre los lugares de las andanzas de su caballero andante, fue muy preciso al situar algunas de sus aventuras centrales en el entorno de Ruidera: las lagunas y la cueva de Montesinos. A ellas nos dirigiremos en esta ocasión.

Sabinas cerca de Villahermosa. Autor, acusticalennon

El paisaje es decididamente de monte bajo: pinos, sabinas y, sobre todo, encinas crecen en las laderas y en las pequeñas crestas que nos rodean. La tierra está salpicada de plantas aromáticas. Una auténtica sinfonía de aromas silvestres. Cada poco saltan liebres y conejos que tienen aquí sus madrigueras.
Sin previo aviso, la tierra se abre y nos presenta a la cueva, la de Montesinos. Uno de los pocos lugares ante los que los cervantistas no se han tenido que devanar los sesos tratando de desentrañar la localización.
Para recordar las fantásticas visiones que tuvo en ella Don Quijote, nada mejor que echar mano del libro y dejarse llevar por los encantamientos en él vividos por el ingenioso hidalgo, capaz de transformar las simples paredes de roca de esta cavidad en un cristalino palacio, todo de alabastro, tal como nuestro protagonista lo relata a Sancho.

En la cueva de Montesinos. Autor, Jesús Pérez Pacheco

En la cueva de Montesinos. Autor, Jesús Pérez Pacheco

De nuevo en el camino y tras recorrer un paraje hermosísimo llamado la Quebrada del Toro, llegamos a nuestro destino: “¡Oh lloroso Guadiana, y vosotras sin dicha hijas de Ruidera, que mostráis en vuestras aguas las que lloraron vuestros hermosos ojos!”. Si el paisaje no responde a la poética descripción quijotesca, poco le falta. El color variable de las aguas –verde brillante, verde oscuro, negro en ocasiones-, las paredes rocosas que las enmarcan, los álamos y chopos que crecen en las riberas, las playas naturales de las orillas…
“… solamente faltan Ruidera y sus hijas y sobrinas, las cuales llorando, por compasión que debió de tener Merlín dellas, las convirtió en otras tantas lagunas, que ahora, en el mundo de los vivos y en la provincia de La Mancha, las llaman lagunas de Ruidera…”

Atardecer en las Lagunas de Ruidera. Autor, josebl

Atardecer en las Lagunas de Ruidera. Autor, josebl

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Fotografía de portada: El agua de laguna a laguna. Autora, María Teresa Moya Díaz – Pintado
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Manchegos de leyenda. La vida de Santo Tomás de Villanueva (2ª Parte)

Santo Tomás de Villanueva 2ª parte

El convento de Agustinos de Santo Tomás de Villanueva, situado en la localidad manchega que lo vio nacer y hoy declarado Bien de Interés Cultural, es prueba palpable de la importancia que este santo tuvo para la trayectoria espiritual de nuestro país. En el interior de este edificio barroco del siglo XVIII se conserva la habitación donde su madre Lucía lo trajo al mundo, así como la pila bautismal en la que fue bautizado y que perteneció a la antigua iglesia de Santa Catalina. Como todos los edificios conventuales de esta época, el convento de Agustinos es una construcción sobria, cuadrangular y dispuesta alrededor de un patio interior rodeado de claustro porticado. En la planta baja se situaba el refectorio y otras dependencias comunes, mientras que el primer piso era destinado a las celdas de los 20 o 25 monjes que allí habitaron durante casi un siglo (hasta los años de la desamortización del ministro Mendizábal).

Esa sobriedad fue el mejor homenaje que pudo hacerse en Fuenllana a Santo Tomás, puesto que su vida fue en realidad un continuo ejemplo de desprendimiento y pobreza. Se dice que una vez nombrado arzobispo de Valencia, en su casa jamás quiso tener paños de seda ni tapicería alguna que demostraran riqueza, y que para dormir utilizaba un lecho de sarmientos sobre el suelo al lado de la cama arzobispal.

Santo Tomás de Villanueva Fuenllana Campo de Montiel Castilla La ManchaVisita escolar a Fuenllana. Plaza de Santo Tomás de Villanueva

Para evitar cualquier lujo, la casa de Santo Tomás disponía de un pequeño cuarto que hacía las veces de celda y adonde se retiraba siempre para realizar sus oraciones. Existía allí una mesa con un pequeño cajón donde guardaba aguja, hilo, tijeras y todo el recado necesario para remendar sus ropas, puesto que aún siendo prelado de la Iglesia se comportaba como el monje que siempre fue, y se remendaba hasta los zapatos cuando se gastaban demasiado.

Se dice que un día vino un religioso a su casa y, encontrando ese aposento abierto, entró sin llamar y halló a nuestro hombre sentado en una silla baja, ocupado en remendar sus calzas. El buen canónigo se escandalizó de que tal cosa hiciese, puesto que no era propio para la dignidad de un arzobispo de Valencia, a lo cual Santo Tomás respondió: “Aunque me han hecho arzobispo, no dejo de ser religioso; he profesado pobreza y me alegro de hacer de vez en cuando lo que hacen los frailes pobres. Y con ese real que me ahorro puede comer mañana un pobre”.

Continuará…

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Almodóvar del Campo. En la tierra de los Encierros más antiguos de España

Almodóvar del Campo. En la tierra de los Encierros más antiguos de España

Con la segunda semana de septiembre se da el pistoletazo de salida en el tranquilo pueblo ciudadrealeño de Almodóvar del Campo a sus Fiestas patronales 2014. Como si quisiera demostrar su importancia, la localidad con el término municipal más grande de Castilla La Mancha y el quinto en el ranking del país, celebra el acontecimiento a bombo y platillo y lo hace dedicándolo consecutivamente a tres santos distintos, para no ser menos que otras fiestas similares: un día en honor a la Virgen del Carmen; otro a San Juan Bautista de la Concepción y por supuesto uno más a su hijo más ilustre, el Doctor de la Iglesia San Juan de Ávila. En estas jornadas el pueblo se engalana por todo lo alto y da rienda suelta a multitud de saraos, a cual más multitudinario, donde no faltan los tradicionales concursos y campeonatos, los certámenes para todas las edades, espectáculos ecuestres y el ya tradicional desfile de carrozas por las calles de la población. En la edición del pasado año participaron en la gala un total de cinco carrozas, que se hicieron acompañar en su recorrido por la Reina y las Damas de Honor, las dos bandas de música municipales y el grupo de cornetas y tambores del Rescatado… Todo un espectáculo para los sentidos que dejó un imborrable recuerdo por su vistosidad y espontaneidad.

2. Panorama de Almodóvar del campo. Autor, Latras

Panorámica de Almodóvar del campo. Autor: Latras

Cabecera del Valle de Alcudia y muy próximo a la ciudad de Puertollano, Almodóvar del Campo tiene una arraigada tradición de ciudad de paso: se trataba de un punto esencial en el Camino Real de la Plata, la vía principal que utilizaban viajeros de toda índole para atravesar las estribaciones boscosas de Sierra Morena. Tras pasar cerca de la laguna que da nombre a la ciudad (Almodóvar, o Al-modowar, significa “el redondo” o “agua en redondo”, en alusión a dicha zona húmeda), los forasteros llegaban al pueblo y se alojaban en las distintas hospederías existentes, donde además de comida disponían de cuadra y forraje para los animales.

3. El espectáculo de los encierros. Autor, Gonzalo Andrés

El espectáculo de los encierros. Autor: Gonzalo Andrés

Lugar clave asimismo en las rutas de trashumancia, los pastos y dehesas próximos eran el destino habitual de los pastores que desde la fría meseta norte llegaban siguiendo el trazado de las cañadas leonesas, segovianas o sorianas. Es quizás esta antiquísima tradición ganadera, que se remonta a los primeros años de la Mesta medieval, la que originó la costumbre de conducir reses bravas hasta el casco urbano con la ayuda de los mozos de la localidad. El espectáculo debió de ser ciertamente llamativo en unas épocas donde la monotonía era ley de vida, y de ahí surgió casi con total seguridad el que puede considerarse el encierro de reses más antiguo de España (con permiso de otras localidades igualmente interesadas, como Cuéllar en Segovia o Ciudad Rodrigo en Salamanca).

4. Bravura y coraje. Autor, Philippe Guintoli

Bravura y coraje. Autor: Philippe Guintoli

Los Encierros de Almodóvar del Campo, declarados en 1991 de Interés Turístico Regional, se citan ya por el año 1591 en los libros de Acuerdos del Ayuntamiento, aunque existen documentos históricos que probarían la celebración de encierros en esta localidad a finales del siglo XV. Antiguamente todas las bocacalles colindantes a la del encierro se encontraban cerradas y cercadas con carros y maderos preparados para tal fin, y en los soportales y otros tramos los vecinos construían sus talanqueras y tendidos para familiares y amigos, que llegaban de lejos para no perderse el espectáculo. Los toriles se hacían con maderos y su confección corría a cargo de carpinteros del pueblo, quienes los dejaban bien asegurados para dar suelta a los toros que luego eran corridos en la plaza por multitud de aficionados.

5. El arte de la tauromaquia. Autor, Kalin Nikolov Koev

El arte de la tauromaquia. Autor: Kalin Nikolov Koev

Hoy los encierros se celebran en los cinco últimos días de las fiestas locales, y comienzan tradicionalmente a la una del mediodía con el tradicional chupinazo. Resulta un espectáculo sobrecogedor esperar el momento culminante de la suelta de reses desde los atajadizos, y aún más correr delante de ellas en la Corredera, lo que atrae a un numeroso respetable procedente de toda la provincia. Las fiestas patronales cuentan además desde el año 2010 con un coso taurino en toda regla (anteriormente los encierros desembocaban en una plaza portátil), permitiendo así el espectáculo añadido de novilladas, suelta de vaquillas, rejoneo y corridas de toros con presencia de estrellas del toreo a nivel nacional…

6. El espectáculo de la dehesa. Autor, Miguel escobar

El espectáculo de la dehesa. Autor: Miguel escobar

Aunque para los menos taurinos la diversión está igualmente asegurada, puesto que no faltan actividades dentro y fuera de las peñas hasta altas horas de la madrugada. Degustación de paella gigante en el recinto ferial; gymkhanas; espectáculos nocturnos de variedades; elección de la Miss de las fiestas… En definitiva Almodóvar del Campo constituye una cita obligada para los próximos días, y que en nuestro caso, desde luego, no nos la vamos a perder por nada del mundo.

7. Capeando el temporal. Autor, Catalina Gracia Saavedra

Capeando el temporal. Autor: Catalina Gracia Saavedra

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Las minas de Almadén hace dos mil años. Un día en la vida de los mineros del mercurio (2ª Parte)

Para solucionar esta circunstancia, los romanos generalizaron la realización de grandes galerías de desagüe allí donde era topográficamente posible, o bien utilizaron sistemas escalonados de bombeo como la noria o el tornillo de Arquímedes. Las norias fueron perfeccionadas posteriormente por los pueblos árabes, pero en tiempos romanos consistían simplemente en una estructura vertical de cazoletas de madera, las cuales subían el agua depositada en el fondo gracias a una rueda movida por trabajo manual. El tornillo de Arquímedes, también de tracción manual, suponía una variación novedosa en la que el bombeo podía conseguirse gracias a un plano inclinado y un movimiento helicoidal ascendente, similar a los tornillos usados hoy en día. Algunos investigadores opinan que el tornillo de Arquímedes es mucho más antiguo de lo que se cree, y que fue utilizado para el riego en los famosos jardines colgantes de Babilonia, una de las siete maravillas del mundo antiguo.

Mercurio nativo, Cinabrio

Mercurio nativo, Cinabrio

Las minas de Almadén tuvieron pleno rendimiento durante la dominación romana, pero curiosamente, su gran valor no fue el de la obtención de mercurio (que los romanos consideraban de uso menor), sino más bien de un producto que para la sociedad de la época resultaba clave: el bermellón. De hecho Almadén, y por definición toda la Bética romana, se convirtió muy pronto en el principal centro de producción de este tinte en todo el Imperio. El bermellón no era otra cosa que cinabrio de gran riqueza molido y lavado para eliminar las impurezas que contenía. Para conseguirlo se trituraba el mineral hasta reducirlo a polvo y, tras lavarlo varias veces, lo purificaban hasta obtener un tinte rojo de gran calidad que se destinaba a usos tan variados como pintar los ojos de las estatuas imperiales, o ruborizar las pálidas mejillas de las patricias (esta moda, por cierto, causaba furor en Roma por aquella época).

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Interior de la mina

Sin embargo estos trabajos de molienda no se realizaban en Almadén. Todo estaba destinado a Roma, hasta donde navegaban los barcos procedentes de Hispania cargados con el mineral en bruto. La razón nos la explica Teofrasto, que alude al extremo celo con que se trataba todo lo relacionado con el bermellón para evitar la propagación del secreto, y en consecuencia la creación de mercados ajenos al control de Roma. Plinio resulta más explícito cuando escribe que: «esta mina se cerraba con llave, la cual guardaba el gobernador de la provincia y cada vez que la había de abrir era necesario una orden del Emperador, y que se volvía a cerrar en sacando la cantidad suficiente para enviar a Roma».

Continuará…

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Puerta de Carlos IV. Almadén


Fotografía de portada: Plaza toros de Almadén

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Las minas de Almadén hace dos mil años. Un día en la vida de los mineros del mercurio (1ª Parte)

Aunque el «agua de plata», como era denominado antiguamente el mercurio, ya era utilizado por las ancestrales civilizaciones China e India hace más de cuatro mil años, fue sobre todo tras el descubrimiento de los gigantescos yacimientos de Almadén cuando este metal noble comenzó a ser importante en todo el mundo conocido. El filósofo griego Teofrasto habla ya de las minas de cinabrio en el siglo IV a.C., mientras que Plinio alude al importante comercio de este mineral entre Sisapo (ciudad situada según algunos estudiosos en el valle de Alcudia) y las principales urbes de Grecia y Roma. La construcción de la calzada romana que enlazaba Mérida con Tarraco ayudó en gran medida a este mercado, y no cabe duda de que Almadén adquirió pronto importancia capital, puesto que el mercurio era por entonces muy buscado al constituir un ingrediente clave en la fabricación de medicinas y productos cosméticos, así como en la obtención del bermellón, el codiciado tinte rojo.

Restos de Sisapo. Autor, Mabonillog

Restos de Sisapo

Faltaba aún mucho tiempo para la llegada del español Medina y su técnica de amalgamamiento con mercurio, gracias a la cual podía extraerse fácilmente el oro y la plata aprisionados en los minerales de los que formaban parte. Dicho sistema contribuyó enormemente al auge de la minería americana durante la época colonial, aunque hay que decir que la propiedad de formar amalgamas ya era conocida y utilizada por los fenicios en el siglo VII a.C. Pero cualquiera que fuera su uso posterior, lo cierto es que el trabajo en las minas de Almadén, al igual que en todas las existentes durante aquella época, era una de las ocupaciones más difíciles y arriesgadas que podían tocar en suerte a un ser humano. Las condiciones casi infrahumanas en las que los operarios trabajaban diariamente hacían que la mano de obra fuese casi inexistente, lo que obligaba a reclutar «voluntarios» entre la población esclava procedente en muchos casos de otras partes del Imperio… ¿Cómo era en realidad un día cualquiera para los mineros del mercurio hace dos mil años?

Almadén desde la Cruz de los Mineros. Autor, rutasdelmercurio.wordpress.com

Almadén desde la Cruz de los Mineros

Las minas eran, para empezar, una inversión muy costosa. La planificación y estructuración de grandes yacimientos hizo que muchas veces los gastos corriesen a cargo de la administración pública, a través de los gobernadores romanos provinciales, que a menudo explotaban directamente las minas o las arrendaban a inversores privados. En el ámbito de la minería subterránea, como ésta de las minas de Almadén, esta planificación permitió resolver con relativo éxito el principal problema existente, que era la existencia de agua en el terreno. Bien por los aportes del exterior en época de lluvias o por la propia circulación natural de las aguas subterráneas, la progresión en profundidad de cualquier explotación se enfrentaba siempre con el peligro de inundación de galerías y la reducción del rendimiento de los esclavos, que en la mayoría de los casos trabajaban en un ambiente penoso, con agua y el barro hasta las rodillas.

Continuará…

Hornos de Bustamente

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Villanueva de los Infantes y el origen de sus cruces de mayo (1ª parte)

Villanueva de los Infantes y el origen de sus cruces de mayo (1ª parte)

En estos días de plenitud primaveral las fiestas de las Cruces de Mayo se presentan como un encuentro cristiano de primerísimo orden, impregnado además con la exaltación pagana de la estación de la siembra y la fertilidad. En Villanueva de los Infantes, en pleno Campo de Montiel, las Cruces de Mayo son por añadidura una ocasión especial y evento destacado en el panorama festivo de Castilla-La Mancha, puesto que la celebración está declarada de Interés Turístico Regional desde el 23 de marzo de 1999.

Cruz de Mayo en el Convento Franciscano de Villanueva de los Infantes. Mayo 2010. Autor, Soy Cofrade

Cruz de Mayo en el Convento Franciscano de Villanueva de los Infantes. Mayo 2010. Autor, Soy Cofrade

A pesar de su clara afinidad cristiana, la fiesta de la Santa Cruz tiene orígenes oscuros, perdidos en la incógnita de los ritos precristianos que proliferaron en toda Europa antes de la llegada de los primeros evangelizadores. En España aparece ya establecida en época mozárabe, pero es sabido que esta celebración procede a su vez de antiguos ritos griegos y fenicios relacionados con el cambio de estaciones. La fiesta fenicia de exaltación de la primavera se denominaba, precisamente, mayumea. Los celtas la llamaban en cambio Beltane y marcaba el comienzo de la temporada de verano, cuando los pastores conducían al ganado a las tierras de pasto situadas cerca de las cumbres. Los pueblos celtas encendían hogueras en las montañas, y durante la jornada principal adornaban de flores y abalorios un tótem sagrado, lo que a su vez se acompañaba de danzas, cánticos y diversos rituales de significado religioso y político.

Plaza Mayor de Villanueva de los Infantes. Autor, Dubas

Plaza Mayor de Villanueva de los Infantes. Autor, Dubas

Con la llegada del cristianismo los tótems y ritos paganos se sustituyeron por la imagen de la Santa Cruz. En España la festividad de las Cruces de Mayo estaba ya firmemente arraigada durante la Alta Edad Media, relacionándola con el hallazgo de la auténtica cruz de Cristo por Santa Elena en el año 326. Efectivamente, durante el viaje que la emperatriz Elena de Constantinopla (madre del que fue gran Emperador Constantino I el Grande) realizó a Jerusalén con objeto de encontrar el Santo Sepulcro, ésta hizo demoler el templo pagano situado en el Calvario de la ciudad santa, allí donde los sabios judíos afirmaban que se había dado muerte al Salvador.

Escultura Memento Mori. Cementerio de Villanueva de los Infantes. Autor de la fotografía, Carlos Chaparro Contreras

Escultura Memento Mori. Cementerio de Villanueva de los Infantes. Autor de la fotografía, Carlos Chaparro Contreras

Según la leyenda la emperatriz encontró tres cruces: una de ellas debía ser la de Jesús, mientras que las otras pertenecerían a los dos ladrones. Como era imposible averiguar a ciencia cierta cuál de las tres cruces sería la de Cristo, Santa Elena hizo traer el cadáver de un hombre recientemente fallecido, el cual, al entrar en contacto con la verdadera cruz, o Vera Cruz, resucitó. La emperatriz y su hijo Constantino hicieron construir en el lugar del hallazgo un fastuoso templo que llamaron Basílica del Santo Sepulcro, donde desde entonces se guarda la reliquia objeto de esta antiquísima celebración.

Continuará…

Valle del río Jabalón. Autor, Entorno Jamila

Valle del río Jabalón. Autor, Entorno Jamila

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Días y noches en el camino de Santiago. La vida cotidiana de un peregrino medieval (5ª Parte)

A casi cien kilómetros de Santiago salían a recibir a los peregrinos

A casi cien kilómetros de Santiago salían a recibir a los peregrinos los juglares gallegos, con típicos cantos, romances y narraciones de los milagros del santo Apóstol. Ellos les acompañaban el resto del camino hasta dar vista a la ciudad. Otros acompañantes eran los comerciantes, que se hacían cada vez más numerosos a medida que se aproximaba Compostela. Ofrecían hospedaje, buena comida y alojamientos, cambio de dinero y toda clase de reliquias y baratijas, como conchas o vieiras. Doce kilómetros separan a Labacolla de Santiago, con el repecho del Monte del Gozo donde veían los peregrinos medievales la tan deseada ciudad, si es que el orvallo, la lluvia o la niebla no se lo impedían. El gozo era indescriptible. Se contagiaban unos a otros entonando himnos de júbilo. Se hincaban de rodillas para dar gracias a Dios por haberles concedido la gracia de arribar al término deseado. Repuestos de la primera impresión, emprendían la carrera final. Cuesta abajo se apresuraban y hasta corrían los peregrinos, emulándose celosamente. El primero que llegaba a la catedral era declarado rey del grupo, dignidad que a algunos les hizo tanta ilusión que tomaron ese título como apellido, de donde muchos franceses han heredado el apellido “Leroy”.

camino santiago

Señalando el camino. Autor, sabersabor.es

2. Pazo de Raxoi. Compostela. Autor, Amaianos

Pazo de Raxoi. Compostela. Autor, Amaianos

Santiago, en tiempos medievales, era muy distinta de lo que hoy conocemos. Poseía las casa típicas de la época: dos o a lo más tres plantas, de humilde apariencia y escasa comodidad. Las calles, estrechas y tortuosas, eran como las que hoy encontramos en lo más viejo de Compostela, las típicas rúas, que hoy se han quedado demasiado estrechas para el tráfico moderno. Por el barrio de San Lázaro entraban presurosos los peregrinos, sin detenerse, buscando el camino más corto hasta la Catedral, donde eran recibidos oficialmente por uno o varios canónigos con su largo acompañamiento de sacristanes, clérigos y monaguillos. Solamente en casos de notabilísimos peregrinos, que podían ser reyes, duques u otros nobles, era el arzobispo el que recibía y oficiaba. Sonaban entonces las chirimías de plata, que aún se oyen en las procesiones presididas por el arzobispo de Santiago.

 

3. Luz oculta del Universo. Autor, Fusky

Luz oculta del Universo. Autor, Fusky

4. Vista de Santiago en primavera. Autor, Compostelavirtual

Vista de Santiago en primavera. Autor, Compostelavirtual

Hecho un relativo silencio, después de una no corta prédica, se impartía la absolución de todos los pecados. Los peregrinos se sentían como si en aquel momento hubieran acabado de recibir las aguas bautismales. Se narraba la leyenda del hallazgo de la tumba del apóstol Santiago, allá por el siglo IX, cuando un ermitaño que vivía en aquellos parajes vio caer por la noche una lluvia de estrellas sobre un determinado lugar. La repetición en los siguientes días del mismo hecho le llevó a la convicción de que aquello era una señal y aviso del cielo, y fue a comunicarlo al obispo de Iria Flavia, donde estaba la residencia episcopal. El obispo Teodomiro se desplazó hasta el lugar y pudo ver por si mismo la portentosa lluvia estelar. Con su comitiva se dirigió al punto exacto y encontró una pequeña cueva, y en ella un cuerpo yacente vestido de hábitos pontificales, llegándose a la conclusión de que aquel era el cuerpo de Santiago el Mayor, del que se sabía que estaba enterrado en la comarca pero sin haberlo podido hallar hasta entonces.

 

5. El espectáculo del Botafumeiro. Autor, Carlos, Octavio Uranga

El espectáculo del Botafumeiro. Autor, Carlos, Octavio Uranga

6. La Catedral. Autor, Bernavazqueze

La Catedral. Autor, Bernavazqueze

La Vía Láctea, camino lechoso de estrellas, nos ha traído a Compostela y cumplido su fin. No importa ya que desaparezca de nuestra vista, porque si mirando a las estrellas se puede llegar a Santiago, al entrar en la ciudad es muy probable que se oculten al peregrino debido a la lluvia tan asociada al paisaje gallego, como ocurrió a los Reyes Magos cuando dieron con el lugar en que nació el Redentor. La Vía Láctea ha sido para nosotros nube luminosa que conducía a Israel por el desierto, según las palabras del Éxodo. Pero sea una lluvia sin descanso y sin tregua; un agua menudita, persistente y fina de calabobos; o de un violento chaparrón, como si sobre el pueblo se desplomasen los cielos, Santiago y la contemplación de la Catedral quedarán para siempre grabados en el alma del peregrino. He aquí las palabras que Gerardo Diego dedicó a esta privilegiada contemplación:

“Aquella noche de mi amor en vela
Grité con voz de arista, dura y fría:
Creced, mellizos lirios de osadía,
Creced, pujad, torres de Compostela.
Todos los santos, sí. Ni una candela
Faltó a la cita unánime. Y se oía,
Junto a Gelmírez, por la Platería,
El liso resbalar de un vuelo en vela,
La ronda de los Ángeles. Yo oculto
Entre las sombras de los soportales (…)
Para medir, grabar moles y estrellas,
Y el santo y seña de las catedrales”.

7. Espectacular vista panorámica de la Vía Láctea. Autor, Slworking2

Espectacular vista panorámica de la Vía Láctea. Autor, Slworking2

Y así, el camino y su verdad, lo que comienza y en un punto ha de terminar, con sus dificultades y sus peligros, con suaves complacencias o alegrías desbordantes, ha sido el destino de millones de personas de todas las épocas, lenguas y condiciones sociales. Nunca se ha cantado con palabras más bellas la experiencia de caminar a pie, despacio, porque peregrinar es bello siempre que haya espíritus que sepan percibir sensaciones, captar bellezas de la naturaleza, de la historia, de la leyenda o del arte:

“Bajo la luminosa, nocturna estela,
Entre la polvareda de los caminos,
En busca de Santiago de Compostela
Pasan, cantando salmos, los Peregrinos”.

8. Espectacular vista de la fachada de la Catedral. Autor, Hornet, 18

Espectacular vista de la fachada de la Catedral. Autor, Hornet, 18

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«Porque el viaje no comienza cuando preparas tu mochila, el viaje despega solo con soñarlo. Disfruta del Camino de Santiago»

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Días y noches en el Camino de Santiago. La vida cotidiana de un peregrino medieval (4ª Parte)

Días y noches en el Camino de Santiago. La vida cotidiana de un peregrino medieval (4ª Parte)

Los peregrinos a Santiago, los santiagueros, estaban muy orgullosos de su viaje y no querían ser confundidos con ningún otro:

¿A dónde vas, romero,
por la calzada?
Que yo no soy romero,
Soy santiaguero.
A Roma van por tierra,
Yo miro al cielo.
Va la luna conmigo
Descalza. Y sigo.

Y aún menos cuando, después de pasadas las puertas de León y los puertos de Irago y del monte Cebrero, se llegaba finalmente a la tierra de los gallegos. El francés Picaud la describía así en el Codex Calixtinus: “frondosa, con ríos y prados, abundante en campos de manzanos, buenos frutos y clarísimas fuentes; rara en ciudades, villas y sembrados; escasa en pan de trigo y en vino; rica en pan de centeno y en sidra; abundante en ganados y bestias, leche, miel y enormes pescados de mar, pocos de ellos comestibles (…) Las gentes gallegas, mejor que las demás gentes españolas, son las que más se parecen a las nuestras francesas, por las costumbres cultas; pero los tienen por iracundos y litigiosos en gran manera”.

 

1. Puente en Sahagun. Autor, Calafellvalo

Puente en Sahagún. Autor, Calafellvalo

2. Bosque milenario en Barbadelo. Lugo. Autor, FreeSat

Bosque milenario en Barbadelo. Lugo. Autor, FreeSat

Podemos estar conformes o no con algunas de estas afirmaciones, pero lo que sí es cierto es que, al entrar en Galicia, el peregrino entraba al mundo de la leyenda y de la devoción más arraigadas. Mirando a las aguas de los arroyos el peregrino medieval cree ver sombras en el fondo. Alguna vez se oyen murmullos. No se distingue bien si son cantos místicos u oraciones, pero es una delicia colocarse en la orilla y dirigir la mirada a lo profundo de las aguas. En cada aldea encontrarán a su paso a ancianos acercándose a orillas de tal o cual balsa de piedra, para recordar aquel rincón asolanado de su juventud, aquel prado que era el orgullo de la familia, el cementerio donde reposan los antepasados. Su alma escuchará rumores nostálgicos, leyendas en gallego, y acaso imaginen ver la “Santa Compaña, el paso de las ánimas que van y vienen del camposanto. ¡Toda una historia de siglos y corazones se encuentra bajo las aguas!

En camino de Santiago
Iba un alma peregrina,
Una noche tan oscura
Que ni una estrella lucía;
Por donde el alma pasaba
La tierra se estremecía.

“¿Dírasme, alma pecadora,
Lo que por Santiago había?”
“Perdóneme el caballero,
decírselo non podía;
que tengo el cuerpo en las andas,
voy a la misa del día”.

3. El camino en La Rioja. Autor, Calafellvalo

El camino en La Rioja. Autor, Calafellvalo

En O Cebreiro, Lugo, se localiza también una legendaria historia de la que aún hoy resuenan ecos entre las gentes de los valles: una mañana invernal y dura entró en la iglesia un campesino para oír misa, como acostumbraba todos los días. El sacerdote que celebraba pensó distraído que durante la misa no merecía la pena que aquel labriego hiciera tanto sacrificio para ver un poco de pan y vino. Instantáneamente las especies sacramentales se presentaron a los ojos de sacerdote y campesino en la apariencia de carne y de sangre, que la vista y tacto podían certificar. Siglos después pasó por allí Isabel la Católica y ordenó que fueran puestas aquellas especies sacramentales en dos ampollas de plata, que aún se conservan.

 

4. Galicia mística. Etapa de Portomarín a Palas del Rei. Autor, Jexweber

Galicia mística. Etapa de Portomarín a Palas del Rei. Autor, Jexweber

Animados por las canciones y leyendas del camino las leguas iban quedando atrás, y el peregrino, cansado pero feliz, ansiaba el final de cada jornada con una mezcla de misticismo y cordialidad que contagiaba. A esas alturas se siente dueño de la ruta, sacia el hambre con los frutos que le da el bosque o la huerta bienhechora; toma el agua con las manos, ya de una charca, ya de una fuente de mármol en el jardín de un abandonado palacio. A pesar de todas las incomodidades, hallar un techo bajo el que cobijarse era un don de Dios. Los peregrinos, como los enfermos de los hospitales, rezaban agradecidos y devotos, dando gracias al Cielo por haberles deparado cobijo. La oración les confortaba, sobre todo si era dirigida por un monje, sacerdote o dueño más o menos letrado, que eran quienes solían encargarse de las hospederías.

 

5. Campos de Belorado a finales del invierno. Burgos. Autor, Davidmiguel.com

Campos de Belorado a finales del invierno. Burgos. Autor, Davidmiguel.com

En el refugio, el cansancio del camino hacía que cualquier camastro o rincón fuese bueno para dormir. La gente de aquellos tiempos estaba acostumbrada al duro lecho, y esto facilitaba conciliar el sueño tan pronto como el peregrino arropaba su cuerpo fatigado con una manta o tabardo. La habitación podía ser un cuarto con varias camas, un salón grande en el que se apiñaban gentes de todas clases, un pajar, o la misma cuadra, junto a los animales domésticos, que tenían poco respeto por el necesario silencio interrumpiendo constantemente con ladridos, patadas, rebuznos o gruñidos. Pero el viajero percibe también otras sensaciones, éstas más halagadoras: el murmullo de las fuentes; la primera luz centelleante de la mañana, posándose sobre los tejados, torres y roquedos; el aire oscuro de la madrugada, o el sonido estival de las ranas en la noria, junto al río, al caer la noche.

 

6. Etapa conseguida. Autor, Jexweber.fotos

Etapa conseguida. Autor, Jexweber.fotos

Pero al fin, por mucha poesía que requiriese el peregrino, lo pragmático acudía y era necesario alimentarse del modo que fuese posible. No causaba la gula grandes estragos entre los caminantes a Santiago. Más bien, eran el apetito agudo y los recuerdos de mesas mejor abastecidas objeto obligado de su experiencia y nostalgia, como claman aquellos versos de Tirso de Molina:

¿Dónde estáis, jamones míos,
que no os doléis de mi mal?
Cuando yo solía cursar
La ciudad y no las peñas
¡memorias me hacen llorar!
De las hambres más pequeñas
Gran pesar solíais tomar.
Erais, jamones, leales:
Bien os puedo así llamar,
Pues merecéis nombre tales,
Aunque ya de los mortales
No tengáis ningún pesar.

7. Viñedos en Navarrete, La Rioja. Autor, Calafellvalo

Viñedos en Navarrete, La Rioja. Autor, Calafellvalo

La ayuda alimenticia que prestaban los hospitales de peregrinos no solía ser todo lo abundante y nutritiva que ellos necesitaban. Como heredera de aquella caridad quedó la famosa sopa de los conventos que se daba todos los días, o algún día por semana, a los que la solicitaban. Era llamada “la sopa boba” por ser gratuita, y si no arrancaba de cuajo hambres atrasadas, sí alivió muchas en gran medida. Había incluso quien se organizaba y sabía que el lunes la tendría en los benedictinos, el martes en los franciscanos, el miércoles en el convento de la Merced, el jueves en Santo Domingo…

 

8. Un recibimiento muy especial. Belorado. Autor, Scouts Burgos

Un recibimiento muy especial. Belorado. Autor, Scouts Burgos

Fuera de esta sopa de urgencia, los alimentos que consumían habitualmente las personas humildes en las hospederías eran sopa de lentejas, garbanzos, nabos, espinacas y pocas cosas más, todo condimentado con hierbas, grasa o sebo (el aceite fue un lujo hasta principios del siglo XX). Manjares de ricos al alcance de unos pocos peregrinos, o de todos en las grandes solemnidades, eran el jamón, chorizo, gallinas, cecina de vaca, conejo o queso. Que el pan fuese blanco resultaba raro, y comúnmente se fabricaba con trigo, centeno, cebada o maíz. Para pobres se cocía un pan inferior en forma de panecillos llamados bodigos, que eran entregados en limosna a quien la suplicaba en la puerta, o se enviaban a las iglesias o albergues para que ellos hiciesen la caridad.

 

9. Puente a la altura de Sahagún, León. Autoer, Calafellvalo

Puente a la altura de Sahagún, León. Autor, Calafellvalo

Y por supuesto, no podía faltar el vino. Sin líquido no es fácil pasar la comida a no ser que se trate de potaje abundante en caldo. Agua sola no solía ser apetecida, una afirmación que los italianos recalcaban con consejos como el que sigue: «bebe vino al modo alemán: por la mañana, puro; para comer, sin agua, y a la cena, tal como viene del pellejo”. Por unas razones u otras, el viajero a Santiago bebía moderadamente siempre que tenía oportunidad y dinero. Para el vino llevaba su bota de cuero, aunque muchos utilizaban la calabaza como recipiente, la cual albergaba los vinos más baratos, ásperos y de no demasiados grados, que daban al paladar un cierto gusto a resina, a miel y otras especias. Cuando la calabaza se iba haciendo demasiado liviana repostaba el peregrino en las tabernas, que no escaseaban, o en las casas particulares de los cosecheros. Cualquier lugar era propicio para un convite, y si hemos de ser sinceros, el vino fue el gran compañero del alma para muchos de los que transitaba por aquellas sendas de Dios:

Cuando yo me muera, tengo que dejar
En el testamento que me han de enterrar
En una bodega, al pie de una cuba,
Y un racimo de uvas en el paladar.

Continuará…

 

10. Santo Domingo de la Calzada, hito del camino. Autor, Calafellvalo

Santo Domingo de la Calzada, hito del camino. Autor, Calafellvalo

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«Porque el viaje no comienza cuando preparas tu mochila, el viaje despega solo con soñarlo. Disfruta del Camino de Santiago»