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Las minas de Almadén hace dos mil años. Un día en la vida de los mineros del mercurio (2ª Parte)

Para solucionar esta circunstancia, los romanos generalizaron la realización de grandes galerías de desagüe allí donde era topográficamente posible, o bien utilizaron sistemas escalonados de bombeo como la noria o el tornillo de Arquímedes. Las norias fueron perfeccionadas posteriormente por los pueblos árabes, pero en tiempos romanos consistían simplemente en una estructura vertical de cazoletas de madera, las cuales subían el agua depositada en el fondo gracias a una rueda movida por trabajo manual. El tornillo de Arquímedes, también de tracción manual, suponía una variación novedosa en la que el bombeo podía conseguirse gracias a un plano inclinado y un movimiento helicoidal ascendente, similar a los tornillos usados hoy en día. Algunos investigadores opinan que el tornillo de Arquímedes es mucho más antiguo de lo que se cree, y que fue utilizado para el riego en los famosos jardines colgantes de Babilonia, una de las siete maravillas del mundo antiguo.

Mercurio nativo, Cinabrio

Mercurio nativo, Cinabrio

Las minas de Almadén tuvieron pleno rendimiento durante la dominación romana, pero curiosamente, su gran valor no fue el de la obtención de mercurio (que los romanos consideraban de uso menor), sino más bien de un producto que para la sociedad de la época resultaba clave: el bermellón. De hecho Almadén, y por definición toda la Bética romana, se convirtió muy pronto en el principal centro de producción de este tinte en todo el Imperio. El bermellón no era otra cosa que cinabrio de gran riqueza molido y lavado para eliminar las impurezas que contenía. Para conseguirlo se trituraba el mineral hasta reducirlo a polvo y, tras lavarlo varias veces, lo purificaban hasta obtener un tinte rojo de gran calidad que se destinaba a usos tan variados como pintar los ojos de las estatuas imperiales, o ruborizar las pálidas mejillas de las patricias (esta moda, por cierto, causaba furor en Roma por aquella época).

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Interior de la mina

Sin embargo estos trabajos de molienda no se realizaban en Almadén. Todo estaba destinado a Roma, hasta donde navegaban los barcos procedentes de Hispania cargados con el mineral en bruto. La razón nos la explica Teofrasto, que alude al extremo celo con que se trataba todo lo relacionado con el bermellón para evitar la propagación del secreto, y en consecuencia la creación de mercados ajenos al control de Roma. Plinio resulta más explícito cuando escribe que: «esta mina se cerraba con llave, la cual guardaba el gobernador de la provincia y cada vez que la había de abrir era necesario una orden del Emperador, y que se volvía a cerrar en sacando la cantidad suficiente para enviar a Roma».

Continuará…

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Puerta de Carlos IV. Almadén


Fotografía de portada: Plaza toros de Almadén

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Las minas de Almadén hace dos mil años. Un día en la vida de los mineros del mercurio (1ª Parte)

Aunque el «agua de plata», como era denominado antiguamente el mercurio, ya era utilizado por las ancestrales civilizaciones China e India hace más de cuatro mil años, fue sobre todo tras el descubrimiento de los gigantescos yacimientos de Almadén cuando este metal noble comenzó a ser importante en todo el mundo conocido. El filósofo griego Teofrasto habla ya de las minas de cinabrio en el siglo IV a.C., mientras que Plinio alude al importante comercio de este mineral entre Sisapo (ciudad situada según algunos estudiosos en el valle de Alcudia) y las principales urbes de Grecia y Roma. La construcción de la calzada romana que enlazaba Mérida con Tarraco ayudó en gran medida a este mercado, y no cabe duda de que Almadén adquirió pronto importancia capital, puesto que el mercurio era por entonces muy buscado al constituir un ingrediente clave en la fabricación de medicinas y productos cosméticos, así como en la obtención del bermellón, el codiciado tinte rojo.

Restos de Sisapo. Autor, Mabonillog

Restos de Sisapo

Faltaba aún mucho tiempo para la llegada del español Medina y su técnica de amalgamamiento con mercurio, gracias a la cual podía extraerse fácilmente el oro y la plata aprisionados en los minerales de los que formaban parte. Dicho sistema contribuyó enormemente al auge de la minería americana durante la época colonial, aunque hay que decir que la propiedad de formar amalgamas ya era conocida y utilizada por los fenicios en el siglo VII a.C. Pero cualquiera que fuera su uso posterior, lo cierto es que el trabajo en las minas de Almadén, al igual que en todas las existentes durante aquella época, era una de las ocupaciones más difíciles y arriesgadas que podían tocar en suerte a un ser humano. Las condiciones casi infrahumanas en las que los operarios trabajaban diariamente hacían que la mano de obra fuese casi inexistente, lo que obligaba a reclutar «voluntarios» entre la población esclava procedente en muchos casos de otras partes del Imperio… ¿Cómo era en realidad un día cualquiera para los mineros del mercurio hace dos mil años?

Almadén desde la Cruz de los Mineros. Autor, rutasdelmercurio.wordpress.com

Almadén desde la Cruz de los Mineros

Las minas eran, para empezar, una inversión muy costosa. La planificación y estructuración de grandes yacimientos hizo que muchas veces los gastos corriesen a cargo de la administración pública, a través de los gobernadores romanos provinciales, que a menudo explotaban directamente las minas o las arrendaban a inversores privados. En el ámbito de la minería subterránea, como ésta de las minas de Almadén, esta planificación permitió resolver con relativo éxito el principal problema existente, que era la existencia de agua en el terreno. Bien por los aportes del exterior en época de lluvias o por la propia circulación natural de las aguas subterráneas, la progresión en profundidad de cualquier explotación se enfrentaba siempre con el peligro de inundación de galerías y la reducción del rendimiento de los esclavos, que en la mayoría de los casos trabajaban en un ambiente penoso, con agua y el barro hasta las rodillas.

Continuará…

Hornos de Bustamente

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Albacete y el ancestral arte de la navajería

cuchilleria albacete

Si hay algo por lo que Albacete es conocida en todo el orbe es precisamente por sus archifamosas navajas, orgullo de arrieros y pastores, y terror de viajeros por cualquier serranía ibérica en épocas pasadas, no excesivamente lejanas en el tiempo. El oficio de cuchillero parece que tiene raíces árabes, pero en cualquier caso esta importante actividad artesanal se consolidó a partir del siglo XV. En la segunda mitad de la centuria siguiente la producción había empezado a diversificarse con la fabricación de tijeras, pinzas y otros objetos cortantes.

El 90% de los talleres artesanos se concentraba, paradójicamente, en la calle de los Zapateros, en tanto que en otras localidades españolas existen calles denominadas de Cuchilleros o Cuchillería, pese a que esta actividad nunca alcanzó la calidad y notoriedad propias de Albacete.

Detalle de navaja artesanal. Autor, Navaja Artesanal Albacete

Detalle de navaja artesanal

Los artesanos empezaban por preparar el mango de asta. Después se recortaba la hoja a partir de una plancha de acero y más tarde, en la fragua, se daba a la hoja el temple que era la característica distintiva de las navajas albaceteñas. Por último se procedía al muy artesano y paciente montaje, que incorporaba muelles, virolas, ruedecillas dentadas, etc. En el siglo XVIII comenzaron a imponerse restricciones al uso de las navajas, y aunque las de Albacete llegaban prácticamente a toda España, la comercialización era aún bastante rudimentaria ya que en buena medida se basaba en la figura del navajero (un término hoy asociado a siniestras reminiscencias), como se llamaba entonces al muy honorable vendedor ambulante que transportaba un variado muestrario de piezas.

Fuente de las ranas. Albacete. Autor, Gabriel Villena

Fuente de las ranas. Albacete

Cuando los trenes se detenían en la estación de Albacete, allí estaban ya esperando estos navajeros de antaño con el propósito de «atracar» a los viajeros en el mejor sentido de la palabra: esto es, colocarles alguna labor de la mejor artesanía cuchillera local. En 1908 se instalaron las primeras fábricas, es decir, se superó la fase meramente artesana iniciándose la producción masiva en el sentido moderno. Por supuesto los artesanos han persistido hasta nuestros días como auténticos maestros dedicados a producir piezas de coleccionista y de categoría artística. En 1925 funcionaban 12 fábricas, y a finales de la década de los 50 se atravesó por una crisis que obligó a hacer profundas remodelaciones en el sector. Hoy la cuchillería albaceteña ha incorporado la tecnología más avanzada y exporta sus productos a muchos países, con numerosas empresas a pleno rendimiento y una ocupación que hace algunos años llegaba a casi 2000 personas.

Atardecer en los Llanos de Albacete. Autor, Sergio B.

Atardecer en los Llanos de Albacete

Nada mejor que recorrer las salas del Museo de la Cuchillería si se quiere conocer este importante escaparate de la economía local. Ubicado en la casa del Hortelano, en la plaza de la Catedral, es uno de los tres únicos museos de cuchillería que existen en todo el mundo y posee piezas antiguas, modernas y algunas verdaderas obras de arte… no dejéis de visitarlo si alguna vez recaláis en la ciudad. Os sorprenderá!

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Galicia y su fiesta de Samaín. La noche celta de los difuntos

Samain noche de difuntos en Galicia

Como todos los años, la llegada del mes de noviembre marca el comienzo de una festividad muy especial, con multitud de manifestaciones populares en todos los rincones del país. Se trata del día de difuntos, la celebración cristiana consagrada a los fieles que ya no están con nosotros

El día de los difuntos, o de los muertos, sigue en el Santoral católico a la festividad de todos los Santos, y existe constancia escrita de que sus orígenes se remontan hasta mil años atrás, en los inicios del siglo XI d.C. Efectivamente, por aquella época la Orden Cluniacense se encontraba en plena expansión, y uno de los abades más influyentes de la casa principal, Odilon, decidió instaurar una jornada dedicada exclusivamente a orar por la salvación eterna de los difuntos: el día 2 de noviembre.

En sus comienzos se dirigía solo a los monjes fallecidos de Cluny, pero luego la Santa Madre Iglesia generalizó el rito, y lo hizo extensible a todos los fieles difuntos de la comunidad cristiana universal.

2. Acantilados en San Andrés de Teixido, cerca de Cedeira. Autor, User alma

Acantilados en San Andrés de Teixido, cerca de Cedeira

3. Cruceiro junto a Cedeira. Autor, Yann

Cruceiro junto a Cedeira

Sin embargo, pocos imaginan que la jornada de los fieles difuntos tiene en realidad unas raíces mucho más oscuras: en Galicia y en otras regiones de España, las fuentes se remontan incluso a épocas anteriores al propio nacimiento de Cristo. Cedeira, municipio de A Coruña situado en la desembocadura del río Condomiñas, en las Rías Altas, celebra todos los años por estas fechas una original fiesta de origen celta denominada Samaín.

Muchos estudiosos coinciden en señalar al Samaín como el origen de la mayoría de las tradiciones asociadas a los muertos, desde la propia festividad cristiana hasta otras manifestaciones hoy generalizadas por los cinco continentes, incluido el famoso Halloween de los disfraces y las calabazas con forma de calavera.

4. La noche de las calabazas. Autor, Freecat

La noche de las calabazas

La profunda religiosidad de las gentes de Cedeira y otros muchos pueblos gallegos ha dado siempre una gran importancia a la comunión con sus muertos. Hasta no hace mucho se pensaba que los difuntos visitaban por estas fechas las iglesias y ermitas donde se celebraban misas por su alma, mientras que en las casas era costumbre preparar alimentos a los parientes vivos, pero pensados como una manera de honrar a los muertos.

Las ánimas volvían así por un día a sus viejas moradas, para calentarse junto a la chimenea y comer en compañía de sus familiares vivos, alejando así la tristeza definitiva del camposanto. Herencia de un pasado ancestral, también resultaba frecuente prender una hoguera común con ramas de serbal o de tejo, consideradas antaño sagradas, para después utilizar este fuego en el encendido de todas las lareiras de la comunidad.

Durante el día de difuntos estaba absolutamente desaconsejado alejarse de la aldea, pues la relación de los vecinos debía hacerse únicamente entre ellos y sus antepasados.

5. Caballos cerca de Teixido. Autor, Guillenperez

Caballos cerca de Teixido

Y es que en Galicia la muerte se vive de una forma muy especial. Un cementerio gallego al uso estará siempre cerca del pueblo, puesto que resulta habitual que los vecinos se acerquen hasta allí para pasear y disfrutar de la tarde recordando a los ausentes. Se puede faltar a una comunión, a un bautizo o a una boda, pero en Cedeira y en general en toda Galicia, resulta muy grave no asistir al día de difuntos o a la misa de “cabo de año”.

La vida transcurría durante esta jornada en una calma sostenida, aunque no triste. Una jornada dedicada generalmente a las visitas y en la que las cuatro comidas diarias, o el tradicional consumo de castañas asadas, se hacía siempre en compañía de vecinos, familiares y amigos. La vuelta a casa para honrar a los muertos era hecho consumado, hasta el punto de publicarse esquelas en el que los datos del finado se acompañaban con un horario de autobuses: aquel que contrataba la familia para recoger a los allegados en las aldeas más distantes.

Es precisamente esta profunda sensibilidad hacia el mundo de los muertos la mejor muestra de la originalidad celta en Galicia, y por supuesto el legado más extendido del Samaín, una fiesta druídica que se remonta a los tiempos oscuros anteriores al cristianismo y a la cultura impuesta por los pueblos civilizados.

6. Misterio en el bosque gallego. Autor, Fondebre

Misterio en el bosque gallego

Olvidada casi por completo, la fiesta de Samaín comienza hoy a recuperarse y a celebrarse en un número creciente de parroquias. Los ancianos de localidades como Noia, Catoira, Cedeira, Muxía, Sanxenxo, Quiroga o Ourense todavía recuerdan una tradición coincidente con los días de Difuntos y Todos los Santos, y que consistía en la elaboración de feroces calaveras confeccionadas con una cubierta de calabaza: son los famosos melones, o calabazas anaranjadas de Cedeira; los calacús en las Rías Baixas, o los bonecas con remolacha en Xermade (Lugo).

En Cedeira la técnica era siempre la misma, y consistía en vaciar con gran paciencia las calabazas colocándoles después dientes de palitos y una vela encendida en el interior, con el fin de espantar a los malos espíritus en las noches de transición entre el verano y el oscuro invierno.

7. Hoguera. Autor, Gatogrunje

Hoguera para guiar a los difuntos

Era tradición antiquísima que los niños elaboraran sus calaveras de «melón» con aspecto terrorífico, colocándolas después en las esquinas o las ventanas para asustar a todo el vecindario, y en especial a chicuelos de barriadas vecinas o a las mujeres que volvían del rosario. Cualquier mal que anduviese merodeando por la aldea quedaba así conjurado y lejos del hogar. Claro que esta hortaliza solo pudo utilizarse a partir del siglo XVI, cuando fue transplantada a Europa con los primeros galeones procedentes de América. En la festividad más antigua del Samaín, las aldeas célticas utilizaban los cráneos de los enemigos vencidos en batalla para iluminarlos y colocarlos en los muros de los castros.

De este rito salvaje procede la tradición posterior de los cruceiros, las cruces de piedra  levantadas en las encrucijadas de numerosos bosques y despoblados gallegos. Los cruceiros se rodeaban de amontonamientos de piedras llamados milladouros, con una finalidad similar a la de las calaveras, y aún hoy existe entre viajeros y caminantes la costumbre de depositar allí una piedra y solicitar un deseo a los espíritus que rondan el lugar.

8. Cabo Ortegal. Autor, Adbar

Cabo Ortegal

El Samaín (en su origen gaélico, Samhain, que significa noviembre o “fin del verano”) se celebraba hace miles de años en todo el territorio celta hacia la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre, con motivo de la conclusión de la temporada de cosechas y la llegada del invierno.

Los druidas, sacerdotes paganos de los celtas, consideraban esta fecha como un momento perfecto para reverenciar a los ancestros que visitaban sus antiguas aldeas, y para ello se santificaban mediante ritos conducentes a lograr su intercesión. Fue en el siglo XIX cuando la tradición del Samhain se exportó a Estados Unidos a partir de países como Escocia e Irlanda, cuya población emigró en masa a Norteamérica a causa de las hambrunas que asolaron Europa a mediados de siglo.

Este es el origen del Halloween actual (término derivado de All Hallows’ Eve, ‘Víspera de Todos los Santos’), una fiesta reimportada después a nuestro continente en un intento de alienar nuestras tradiciones más arraigadas: precisamente aquellas que dieron origen y significado al rito actual de reverenciar a los muertos.

9. Playa de Lumebo, en el Ferrol. Rías Altas. Autor, Macintosh

Playa de Lumebo, en el Ferrol. Rías Altas

Durante la noche del 31 de octubre los druidas se desplazaban hasta los bosques más alejados y recogían bayas de muérdago, una planta parásita que crece en las ramas de los árboles. Para ello utilizaban cierta hoz especial, fabricada de un material sagrado y considerado símbolo de pureza en la tradición celta: el oro. Tras la recolección depositaban las bayas en un pequeño caldero, donde más tarde se efectuaría la cocción de pócimas curativas y mágicas destinadas, entre otras cosas, a las prácticas de adivinación.

Los vecinos acudían a los druidas para obtener pronósticos sobre aspectos tales como casamientos, la incidencia del tiempo o la suerte que había de depararles el futuro.

Se tiene constancia de un rito adivinatorio que ha sobrevivido hasta fechas recientes y que consistía, curiosamente, en “pescar” y pelar manzanas: para ello se sumergía una cantidad variable de estas frutas en un recipiente amplio, a fin de que cualquiera que quisiese probar suerte se acercara a atrapar alguna de ellas.

Aquella persona que lo lograse en primer lugar sería la primera de la aldea en casarse. Finalmente se procedía a pelar las manzanas en la creencia firme de que cuanto más larga fuera la mondadura, mayor sería la vida de quien la peló.

Samaín castañas asadas
Asando castañas

En la noche de difuntos, las hadas y los trasgos eran libres de deambular por los caminos y las inmediaciones de la aldea. Su magia ocasionaba un sinnúmero de daños debido a las peculiaridades de esta jornada, la cual no pertenece ni a un año ni al siguiente, y por tanto resulta ideal para sembrar el caos. Se atrancaban las puertas de las casas para evitar que nadie entrase pidiendo limosna, en especial si lo que pedían era comida, leche o sopa.

Algunos valientes se arriesgaban a abrir: de tratarse de un hada el hogar obtendría suerte y fortuna para el siguiente año; pero si el visitante era un trasgo las maldiciones se abatirían sobre la familia, y todo serían calamidades y desastres sin fin.

Al caer el día los druidas encendían hogueras en lugares específicos, para lo cual utilizaban ramas sagradas recolectadas en lo más profundo del bosque. Su función no era solo ahuyentar a los malos espíritus sino también guiar a los muertos en la oscuridad, a fin de facilitarles el camino a la aldea y participar en las honras preparadas por sus familiares.

Los vecinos solían disfrazarse con pieles y cabezas de animales para asustar o despistar a los espectros, en la creencia de que pasarían de largo al confundirlos con otras bestias. Y asimismo era tradición efectuar numerosos sacrificios de reses. Un acto, por otro lado, no necesariamente asociado a celebraciones de tipo místico, ya que entonces al igual que ahora la comunidad debía aprovisionarse de carne y de pieles para hacer frente a los duros meses de invierno.

11. Atardecer en el puerto de Cariño. Autor, Guillenperez

Atardecer en el puerto de Cariño

12. Hacia el día de difuntos. Autor. Roi Alonso

Hacia el día de difuntos

Más adelante, los ritos celtas encaminados al mundo de los muertos derivaron en Galicia hacia la tradición de la Santa Compaña. Según la leyenda, la comitiva de difuntos avanza durante esta noche en completo silencio y portando largos cirios encendidos, siendo necesario protegerse contra la maldición que supone toparse con ella: unos hacen como que “no la ven”, mientras otros recomiendan subirse a un cruceiro y esperar a que pase de largo.

Pero sin duda, nada hay más eficaz que evitar alejarse del hogar durante esas horas consagradas a los muertos. Un consejo ciertamente valioso, puesto que el que encabeza la comitiva es en realidad una persona viva, que ha sido condenada a portar una cruz delante de la procesión espectral, y que solo quedará libre cuando pueda traspasar su condena a otro… Dicho esto y sin ánimo de estropear la fiesta a nadie… ¡A disfrutar de la noche más tenebrosa del año!

13. Puesta de sol en Ortegal. Autor, Guillenperez

Puesta de sol en Ortegal

Un artículo de sabersabor.es©

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Córdoba y Medina Azahara. La vida en el Harén del Califa

Córdoba y Medina Azahara. La vida en el Harén del Califa

Según Ibn Idhari, escritor marroquí del siglo XIII, el primer Califa de Al-Ándalus disponía en su harén de más de 6300 esposas, concubinas y otras esclavas de variada raza o nacionalidad. Harén significa literalmente “Lo vedado”, y para nuestra mentalidad moderna evoca la imagen de un grupo de mujeres privadas de libertad tras los muros de palacio, bajo la vigilancia constante de los eunucos… ¿Cómo era y cómo se vivía realmente en el harem de Madinat al-Zahra, o Medina Azahara, la lujosa residencia que hizo construir Abderramán III en la ladera de una colina próxima a Córdoba?

Reunión de árabes. Horace Vernet. Óleo sobre lienzo, 1834

Reunión de árabes. Horace Vernet. Óleo sobre lienzo, 1834

Situada a unos 8 kilómetros al noroeste de la ciudad y frente al valle del Guadalquivir, en una zona denominada “la montaña de la Desposada”, el yacimiento arqueológico de Medina Azahara está declarado hoy Bien de Interés Cultural desde 1923. Madinat al-Zahra, “La Ciudad de la Flor”, alude al nombre de la concubina más preciada y caprichosa del Califa, quien le pidió la construcción de este palacio para huir del bullicio y ajetreo de la corte cordobesa. Pero por bella que nos resulte esta historia, Al-Zahrá no fue en realidad sino una de las muchas “propiedades” de Abderramán. Aunque el Corán, curiosamente, es el único libro sagrado donde se cita claramente la frase “Casaos con una sola», la práctica de tener varias esposas y concubinas se hizo muy común con la expansión del Islam y tuvo su máxima expresión durante la Edad Media, en los fastuosos harenes de los mandatarios Omeyas y Abbasíes.

Interior de la mezquita cordobesa. Autor, James Gordon

Interior de la mezquita cordobesa. Autor, James Gordon

Las mujeres del harén pertenecían a dos grupos bien distintos. Las de clase más baja eran las sirvientas, que tenían asignadas labores de limpieza y servidumbre dentro del recinto vedado. Aunque rara vez llamaban la atención de Abderramán, estas esclavas podían con suerte abrirse camino en la escala del serrallo y alcanzar altos puestos, lo que les permitía retirarse al final de su vida disfrutando de suculentas pagas. Por el contrario, Las privilegiadas o de clase alta disponían de grandes bienes y a menudo eran liberadas por el Califa de su condición de esclavitud. Estas mujeres se escogían por su belleza y talento para ejercer funciones de cantantes o bailarinas privadas de palacio, al tiempo que sus compañeras más experimentadas las instruían en sus cometidos, vistiéndolas convenientemente antes de ser presentadas al Califa. Si éste se fijaba en alguna de ellas, de inmediato era conducida a una estancia personal donde la guardiana del baño y la dama de los ropajes la preparaban para su primera noche. Solo después de la velada, y si el Califa seguía otorgándole su aprecio, la mujer pasaba a convertirse en concubina real.

El mercado de esclavos. Jean-Léon Gérôme. Óleo sobre lienzo, 1866

El mercado de esclavos. Jean-Léon Gérôme. Óleo sobre lienzo, 1866

La vida para las concubinas en el harén estaba inmersa en la más absoluta de las rutinas. Las esclavas no musulmanas, traídas a menudo del África Negra o de mercados europeos (como Lyon y Arlés, en Francia), eran convertidas rápidamente al Islam, tras lo cual debían ir a la escuela para aprender a leer y escribir, a coser y a tocar instrumentos diversos. También gozaban de varias horas al día dedicadas a su propio recreo, que consistía básicamente en pasear por los jardines y ejercitar cuerpo y espíritu para agrado de su Señor.

La gran suerte reservada a unas pocas era llegar a convertirse en Primera Dama del Harén, o Princesa Madre, lo que solo podía conseguirse si la concubina o favorita real daba un hijo al Califa, y éste era además primogénito y por tanto heredero al trono. De ahí las abundantes crónicas relativas a intrigas, acusaciones en falso o envenenamientos para hacerse con el favor del soberano a costa de las rivales… Y también debido a ello, a las mujeres del harén se las vigilaba siempre muy de cerca. Para delitos especialmente graves no era raro que la víctima fuera atada de pies y manos, metida en un saco y arrojada por la noche a las aguas del Guadalquivir.

Vista de Córdoba y sus jardines. Autor, Sharon Mollerus

Vista de Córdoba y sus jardines. Autor: Sharon Mollerus

El harén estaba guardado por varias decenas de eunucos, que al igual que las mujeres pertenecían a todas las razas conocidas. Los eunucos eran llevados a palacio muy jóvenes y por lo general ya llegaban castrados desde el mercado de esclavos. Durante el siglo IX, la localidad francesa de Verdún fue centro tradicional de castración y lugar de residencia de numerosos médicos judíos, especialistas en realizar este tipo de operaciones. La castración entrañaba graves riesgos y no era raro que muriese el paciente, razón por la cual los eunucos alcanzaban elevadísimos precios a su llegada a Córdoba. Una vez allí el eunuco, siempre un niño de corta edad y de inusual belleza, se integraba fácilmente en la vida palaciega donde era frecuente que su aspecto inmaduro al llegar a adulto lo convirtiese en amante predilecto de su amo.

El mercader de alfombras. Jean-Léon Gérôme. Óleo sobre lienzo, 1887

El mercader de alfombras. Jean-Léon Gérôme. Óleo sobre lienzo, 1887

Se conoce una curiosa anécdota sobre el atractivo que ejercían los jóvenes en el que fue segundo Califa de Córdoba, Al-Hakam II. Este buen hombre poseía un harén bien surtido, pero a pesar de ello llegó a la edad de 46 años sin haber tenido ningún hijo, por lo que abundaban los rumores acerca de su manifiesta homosexualidad. Sea como fuere, una esclava cristiana de origen vasco consiguió finalmente hacerle padre siguiendo una moda entonces muy en boga en Bagdad: abandonó sus ropajes femeninos y se disfrazó de chico. Y hasta tal punto fue el cambio del agrado del Califa, que éste adoptó la costumbre de llamarla por el nombre masculino que había escogido: Yafar… Al poco tiempo, como era previsible, la inteligente concubina le dio un heredero y se convirtió en Princesa Madre del Califato.

Vista de las ruinas de Medina Azahara. Autor, Zarateman

Vista de las ruinas de Medina Azahara. Autor: Zarateman

Medina Azahara, una de las obras más notables y grandiosas que haya hecho el hombre, y prodigio entre los prodigios del Islam, desapareció cien años después de su construcción como consecuencia de la guerra civil que puso término al Califato de Córdoba. Sus tesoros fueron saqueados, sus jardines arrasados y desmantelados, y con el paso del tiempo la destrucción llegó a ser casi absoluta al utilizarse la residencia califal como cantera. El palacio quedó enterrado y olvidado hasta 1832, año en el que se identificaron los primeros vestigios que apuntaban al mítico enclave de Abderramán y su favorita, la bella Al-Zahrá. Gracias a los trabajos efectuados desde entonces en el yacimiento, Medina Azahara puede ser hoy visitada por el investigador y el turista, y aunque queda lejos aquel esplendor oriental que la caracterizó y la hizo famosa entre las cortes europeas, sin duda un recorrido por sus paseos, arcos y muros envejecidos por el tiempo nos permitirá hacer gala de nuestra imaginación, y retroceder hasta la época en que las pasiones humanas eran capaces de los más caprichosos designios… ¿Lo dudáis? Aquí tenéis otra muestra del poder de las mujeres del harén, aunque esta vez con el rey taifa Al-Mu‘tamid como protagonista:

Recepción en la sala del Estanque. Frederick Lewis. Óleo sobre lienzo, 1873

 Recepción en la sala del Estanque. Frederick Lewis. Óleo sobre lienzo, 1873

– Señor conde -dijo Patronio-, el rey Abenabet estaba casado con Romaiquía y la amaba más que a nadie en el mundo. Ella era muy buena y los moros aún la recuerdan por sus dichos y hechos ejemplares; pero tenía un defecto, y es que a veces era antojadiza y caprichosa.

»Sucedió que un día, estando Córdoba en el mes de febrero, cayó una nevada y, cuando Romaiquía vio la nieve, se puso a llorar. El rey le preguntó por qué lloraba, y ella le contestó que porque nunca la dejaba ir a sitios donde nevara. El rey, para complacerla, pues Córdoba es una tierra cálida y allí no suele nevar, mandó plantar almendros en toda la sierra para que, al florecer en febrero, pareciesen cubiertos de nieve y la reina viera cumplido su deseo».

De “El conde Lucanor”. Infante Don Juan Manuel

Danza oriental. Fabio Fabbi (1861-1946). . Autor, In Pastel

Danza oriental. Fabio Fabbi (1861-1946). . Autor: In Pastel


Si quiere realizar una visita guiada por Medina Azahara y la ciudad de Córdoba, le recomendamos hacerla con ArtenCórdoba , expertos en la interpretación del patrimonio histórico cordobés.

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Bombos, o el arte de la Piedra Seca

Bombo Tomelloso

En la España meseteña del interior volcada secularmente en la agricultura, donde los municipios son tan extensos y las distancias entre pueblos y ciudades se dilatan enormemente, fue necesario desde antiguo la construcción de habitáculos en el campo que cumpliesen con funciones muy específicas. En muchos casos se trataba de simples refugios para el ganado y de carácter muy provisional. Otras, la estructura podía circunscribirse al fenómeno de vivienda dispersa tan común en nuestro país. A medio camino entre los dos es donde debemos situar el fenómeno del Bombo.

El Bombo, muy común en Tomelloso pero extendido de forma amplia por toda la geografía castellano-manchega, desde Valdepeñas hasta Albacete, es una construcción sólida, edificada para permanecer y de carácter exclusivamente rural. En un medio y un tiempo anteriores a los vehículos a motor, cuando las tierras de labor se encontraban a varias leguas y no era posible ir y volver al pueblo en un mismo día, los trabajadores debían permanecer sobre el terreno mientras duraban las faenas agrícolas de la temporada. Esa necesidad les obligaba a construir instalaciones para albergar a los labradores y gañanes, dar refugio a las bestias de labor o guardar sus aperos de labranza durante las interminables jornadas trascurridas en el campo, y que a menudo se extendían a lo largo de semanas e incluso meses.

Bombo y museo del carro, Tomelloso.Bombo y museo del carro, Tomelloso.

El rasgo más característico de los Bombos es su carácter utilitario y funcional, exento de adornos. La sobriedad y la economía eran señas de identidad y reflejo a su vez de un modo de vida donde el trabajo y el vínculo a la tierra estaban íntimamente unidos a la personalidad de los tomelloseros. En su interior, una pequeña abertura en la pared a modo de alacena, y soportes en los muros para colgar aperos, hatos de comida y manto de faena. Poco más se ofrecía a la comodidad del labriego. Las únicas aberturas eran la puerta, adintelada y orientada al sur, y el conducto cilíndrico de la chimenea. Las estancias eran también pocas, y el mobiliario se completaba casi siempre con camastros de piedra, poyos para descansar y una cuadra con pesebres destinada a los animales (que también proporcionaba calor a la estancia).

Desde el punto de vista histórico se argumenta que los bombos actuales podrían tener su origen en construcciones de piedra de edad prehistórica. Sin embargo hay que avanzar hasta el siglo XIII, con la llegada de la Mesta, para documentar en la zona manchega elementos similares y que hoy todavía abundan, como corrales para el ganado y chozos de pastores. El chozo servía al igual que el Bombo de cobijo y vivienda temporal, pero tenía un carácter mucho más provisional al no construirse enteramente en mampostería (la techumbre solía ser de ramaje o carrizo). A mediados del siglo XIX, cuando se extendieron los campos de viñas en Tomelloso, estas necesidades se hicieron evidentes ya que la vid requería de una mayor dedicación que otros cultivos como el cereal, lo que hizo inevitable el trabajo in situ de gañanes y labriegos durante largos periodos de tiempo. Fue entonces cuando surgió la figura del Bombo, que en modo alguno puede catalogarse como una construcción provisional. 

En Tomelloso la construcción del Bombo no era una tarea sencilla. Los lugareños aprovechaban el material que tenían más a mano, la piedra, apilándola en diferentes acabados sin ningún tipo de argamasa para conformar un paisaje que hoy se considera de gran valor estético en amplias zonas de España, Francia o Italia: la arquitectura de piedra seca. Para ello utilizaban lajas de piedra caliza, resistentes y de fácil manejo, que se extraían de la propia tierra de labor a medida transcurrían las faenas agrícolas. Estas piedras iban acumulándose después en montones más o menos grandes entre los campos, por lo que hoy es habitual que los bombos estén situados precisamente en los límites de parcelas y próximos a los caminos rurales. Una vez rellenados los cimientos, se disponían las lajas de piedra más grandes formando una pared de 2 muros con un hueco interior que luego se rellenaba de piedra suelta. A medida que aumentaba la altura, y siempre sin argamasa, las piedras iban siendo cada vez más pequeñas hasta que el constructor comenzaba a hacer volar ligeramente cada hilada hacia el interior, conformando así la bóveda del Bombo. El anillo del vértice, de pocos centímetros de apertura, se cubría finalmente con una piedra gruesa para dar término al edificio.

El sol cae a plomo sobre tejados, corrales y plazas de piedra. A su alrededor los campos, adormecidos, exhiben el verde intenso de las viñas cruzado desde todos lados por cintas polvorientas de un blanco terroso. Por estos caminos sin sombra avanzan los gañanes junto a las yuntas de mulas, que arrastran con aire apesadumbrado carros cargados de pertrechos y el consabido “hato” de una semana. Todo es viña alrededor. En lontananza se advierte una figura solitaria, vibrante y difusa a través del aire recalentado. A medida que el labriego se acerca su perfil va achicándose y adquiere proporciones reales, como la cáscara de un huevo invertido, toma poco a poco el color de la piedra y termina confundiéndose casi con el paisaje resabiado de la llanura. Es la misma roca utilizada desde que se tiene memoria, la roca revuelta en la tierra y sacada con esfuerzo a los pies del arado, la roca acumulada durante siglos para construir majanos y refugios, quinterías y hasta las casas familiares en el pueblo. El hombre se dirige hacia allí y a poco detiene las mulas junto a la pequeña construcción circular, sin adornos, solida y funcional como la propia viña que lo rodea. Comienza otro día de faena.

                                                                       

El Bombo, elemento básico en la personalidad de unas gentes volcadas en la tierra y en la vid, sigue estando presente en el paisaje. Ese es el legado de Tomelloso, afortunadamente todavía en pie. Esperemos que su figura siga siendo un canto a la agreste tierra de Castilla y que continúe alojando en su memoria el perfil de sus amplios horizontes, sus campos requemados y, por qué no, la figura secular del arriero, poesía viva como el propio palpitar de una tierra que no conoce edad.

“Los arrieros y sus largas recuas de mulas, adornadas con campanillas de monótono tintineo. Vedlos, con sus rostros atezados, sus trajes pardos, sus sombreros gachos; ved a los arrieros, verdaderos señores de las rutas de España (…)”. George Borrow. La Biblia en España

                                                                                                       

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La Baraja que hizo grande a Almagro

visita guiada Almagro

¿Qué sería de la España del Siglo de Oro sin la baraja?


En un país donde la picaresca y el briboneo eran señas de identidad, y en la que el dinero, tanto si lo había como si no, pasaba de unas manos a otras de mil formas a cual más imaginativa, el juego llegó a ser todo un elemento de socialización y expresión popular, por otra parte bien reflejado en la literatura de la época. Dados y naipes sellaban la perdición de muchos burgueses e hijosdalgo venidos a menos. Había garitos de juego y profesionales del juego, o “gariteros”, y todos ellos coincidían en señalar a los “juegos de estocada” como los peores, por la rapidez en que podía ganarse o perderse el dinero de golpe. El juego era el medio por el que se dirimían malentendidos y rencillas familiares, se disipaban herencias o simplemente se apostaba por el mero placer del riesgo y el prestigio de un solo día.

“Desde que estoy en esta villa – escribe -, he visto desguarnecer de una casa todas sus tapicerías, porque el dueño se las había jugado la noche anterior. Uno de los grandes se ha jugado una cama de su mujer con bordados de oro, que la había hecho venir hacía poco de Génova, y que muchas damas habían ido a ver algunos días antes por curiosidad”. José García Mercadal. España vista por los extranjeros. 1918.

Baraja de naipes de Almagro, año 1729

Pero fue precisamente una baraja de naipes la que por una vez trajo gran suerte y honra a toda una ciudad como Almagro, convirtiéndola en uno de los mayores referentes de la cultura y el teatro a nivel mundial. Por cierto que, en el siglo XVI, a los naipes no se los conocía por ese nombre. Existía un argot propio de los jugadores para todas las herramientas y triquiñuelas de su arte, y así la baraja tomaba sonoros nombres como “el Descuadernado”; “los Bueyes”; “Maselucas” y también, con cierta guasa, “El libro impreso con licencia de S.M.” refiriéndose con ello al monopolio exclusivo de la Corona para imprimir y vender naipes.

En 1950 funcionaba en Almagro una antigua posada que, desde mediados del siglo XIX, era conocida como posada de la Plaza o mesón de Comedias. Como casi todas las posadas disponía de aposentos, patio, un zaguán de entrada, cocina, chimenea y cuadra para las caballerías de arrieros y demás viajantes.  Ese año el propietario decidió acometer unas obras dentro del edificio, y mientras realizaba las labores de desescombro descubrió una vieja baraja de naipes que había permanecido oculta en la pajera, el lugar donde los dueños almacenaban la paja destinada a los animales. Allí estaba, bajo kilos de tierra, paja, cordajes y polvo acumulado durante décadas, al parecer completa y en un aceptable estado de conservación. Podría haberse tratado de una baraja cualquiera, propiedad de alguno de los muchos viajeros que entonces frecuentaban el local, pero en realidad los naipes tenían una peculiaridad que los hacía únicos: estaban pintados a mano. El dueño dio cuenta del hallazgo al Ayuntamiento, y el entonces alcalde D. Julián Calero Escobar sospechó enseguida que se trataba de algo poco habitual. El gobernador civil de la provincia estuvo de acuerdo con D. Julián y poco más tarde se veían confirmadas las sospechas de ambos: los naipes databan de 1729, y tenían por tanto una antigüedad de más de 200 años.


Corral de Comedias de Almagro

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Conscientes de la importancia del hallazgo, alcalde y gobernador formaron equipo y comenzaron a indagar en la documentación histórica de la ciudad. En ese lugar se encontraba antiguamente el mesón del Toro o mesón de la Fruta, llamado así por encontrarse muy cerca de los comercios de la Plaza Mayor. Los escritos conservados de los siglos XVIII y XIX hablaban además de un corral de comedias, teatros de corte popular que alcanzaron gran éxito durante el siglo de Oro español. Éste de Almagro debió permanecer activo hasta que las leyes promulgadas por Felipe V y sus sucesores determinaron la prohibición de los corrales por falta de higiene, aglomeraciones, riesgo de incendio y los inevitables altercados tan comunes en la sociedad de la época.

Si lo que reflejaban los documentos era cierto, en aquella vieja posada podrían hallarse los restos del Corral de Comedias de Almagro, lo que sin duda supondría un hallazgo de carácter único. La mayoría de estos espacios desapareció tras la prohibición de finales del XVIII, mientras que el resto fue transformado de acuerdo con las nuevas modas en teatros “a la italiana”, como ocurrió con el Corral del Príncipe, hoy Teatro Español en Madrid. Solo el corral de comedias de los Zapateros en Alcalá de Henares ha llegado hasta nuestros días, pero únicamente de manera parcial. En el caso de Almagro, pensaron, era lícito suponer que tras los muros se hubiese conservado alguna parte de su estructura, ya que a fin de cuentas el edificio nunca dejó de ser lo que siempre fue: mesón y posada.                                          

Afortunadamente un imprevisto vino a solventar el asunto. Durante unas fuertes lluvias caídas en 1952 se vino abajo el tramo de yesería que cubría las galerías del primer piso, descubriendo tras él algo que no dejaba lugar a dudas: el viejo escenario en un óptimo estado de conservación. Alcalde y gobernador decidieron por iniciativa propia comprar aquella posada, que estaba a punto de ser demolida, y en ese mismo año de 1952 comenzaron los trabajos para eliminar los tabiques que tapaban las galerías y aclarar la zona del tablado, que entonces se utilizaba como prolongación del patio. Poco a poco, desplegándose como un tapiz medieval de colosales proporciones, apareció ante los ojos asombrados del equipo la verdadera dimensión del hallazgo, una joya del Barroco prácticamente intacta que volvía a ver la luz tras siglos de abandono y olvido. El secreto mejor guardado de la ciudad se desvelaba así por un inocente montón de naipes. Hoy la baraja está custodiada dentro del Museo Nacional de Teatro, testigo de una época irrepetible que encumbró a nombres como Tirso de Molina, Lope de Vega o Calderón de la Barca. Y en el lugar donde se situaba la oscura y humilde posada vemos ahora levantarse el monumental Corral de Comedias de Almagro: el único corral en el mundo conservado íntegramente, tal y como se conocían esos locales hace 500 años, declarado Monumento Nacional en 1955 y serio pretendiente actual a la figura de Patrimonio de la Humanidad.